WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:35 am
un par de vasos amarillos‐. ¿Qué tal tienes el brazo?
‐Como nuevo.
‐Lo dudo. ¿Se te ha puesto rojo o se ha hinchado?
Maite no contestó. Había notado que los puntos le tiraban todo el día, pero no pensaba
decírselo. No quería que Will se pusiera a jugar a los médicos de nuevo. Eso le daría la oportunidad
de tocarla y no pensaba que pudiera soportarlo. Aún tenía los labios calientes de su beso, un
doloroso recordatorio de que necesitaba estar en guardia. La había manipulado con anterioridad.
¿Cuáles eran las posibilidades de que volviera a hacerlo?
‐Después de la cena le echaré un vistazo.
‐Ni hablar. Te he dicho que tengo el brazo bien.
‐No estaría mal cambiarle la cura ‐retiró una silla que había junto a la ventana y le indicó
que se sentara; pero Maite no se movió‐. Ambos sabemos que eres cabezota, pero no vas a
conseguir nada no comiendo, Maite. Excepto tal vez ponerte enferma y perder más días de
trabajo.
Fastidiada por saber que tenía razón, Maite se sentó en la silla que él le ofrecía. Cuando
estaba a punto de sentarse con ella, se detuvo, metió la mano en el bolsillo de la camisa y sacó un
frasco de pastillas. Lo dejó junto a su vaso de agua y dijo:
‐Me pasé por la farmacia y te he comprado estos antibióticos para que no se te infecte la
herida.
Maite apoyó el dolorido brazo en el regazo.
‐Te he dicho que tengo bien el brazo. Además, yo no tomo pastillas, ¿recuerdas? Pero si lo
hiciera, tu botiquín sería el primer sitio al que iría.
Will ignoró el comentario y señaló el frasco.
‐Te tomarás esto. Tan solo es un antibiótico para evitar una infección ‐cuando ella no se
movió, Will la miró fijamente y arqueó una ceja‐. No voy a pelear contigo todo el tiempo, Maite. Si
no quieres que te trate como a una niña, deja de actuar como tal ‐cuando siguió sin moverse, Will
suspiró y le sirvió una cucharada de fettucini y otra de gambas en el plato‐. Come un poco y luego
tómate dos pastillas.
Furiosa con él, temerosa de ceder ni un milímetro, Maite lo retó.
‐¿Y si no lo hago?
El le sonrió sin ganas.
‐No querrás que me siente encima de ti y tenga que obligarte a tragártelas, ¿verdad? Eso
era lo que solía hacer con los terneros cuando vivía en el rancho. Y, que conste, ganaba siempre y
eso que abultaba la mitad de lo que abulto ahora ‐se relajó en el asiento y apoyó el codo en la
mesa‐. Tómate las pastillas, Maite. Tienes suficientes problemas. No necesitas que te dé una
fiebre en mitad de la noche o que me eche encima de ti para demostrarte que soy más fuerte que
tú.
Enfadada, Maite agarró el tenedor y se metió unas cuantas gambas en la boca. Después se
tragó las pastillas con un vaso de agua, lo dejó sobre la mesa e hizo amago de levantarse. Will
reaccionó enseguida y le planto una mano en la rodilla.
‐También tuve que obligar a uno de esos terneros a comer. A veces eran demasiado tozudos
para saber lo que más les convenía. No querrás que haga eso contigo, ¿no?
Maite le pellizcó la mano con la fuerza suficiente para hacerlo gritar, y después lo soltó.
‐Te has olvidado de las servilletas ‐le dijo‐. No puedes comer las gambas de Tony sin
servilletas. Iba por unas servilletas de papel.
Maite miró a su alrededor y vio un rollo de papel de cocina; papel de cocina amarillo.
¿Tanto le gustaba el color amarillo? En cada habitación de la casa había algo amarillo.
‐Tengo servilletas ‐le ofreció él‐. Yo las traeré.
‐Como nuevo.
‐Lo dudo. ¿Se te ha puesto rojo o se ha hinchado?
Maite no contestó. Había notado que los puntos le tiraban todo el día, pero no pensaba
decírselo. No quería que Will se pusiera a jugar a los médicos de nuevo. Eso le daría la oportunidad
de tocarla y no pensaba que pudiera soportarlo. Aún tenía los labios calientes de su beso, un
doloroso recordatorio de que necesitaba estar en guardia. La había manipulado con anterioridad.
¿Cuáles eran las posibilidades de que volviera a hacerlo?
‐Después de la cena le echaré un vistazo.
‐Ni hablar. Te he dicho que tengo el brazo bien.
‐No estaría mal cambiarle la cura ‐retiró una silla que había junto a la ventana y le indicó
que se sentara; pero Maite no se movió‐. Ambos sabemos que eres cabezota, pero no vas a
conseguir nada no comiendo, Maite. Excepto tal vez ponerte enferma y perder más días de
trabajo.
Fastidiada por saber que tenía razón, Maite se sentó en la silla que él le ofrecía. Cuando
estaba a punto de sentarse con ella, se detuvo, metió la mano en el bolsillo de la camisa y sacó un
frasco de pastillas. Lo dejó junto a su vaso de agua y dijo:
‐Me pasé por la farmacia y te he comprado estos antibióticos para que no se te infecte la
herida.
Maite apoyó el dolorido brazo en el regazo.
‐Te he dicho que tengo bien el brazo. Además, yo no tomo pastillas, ¿recuerdas? Pero si lo
hiciera, tu botiquín sería el primer sitio al que iría.
Will ignoró el comentario y señaló el frasco.
‐Te tomarás esto. Tan solo es un antibiótico para evitar una infección ‐cuando ella no se
movió, Will la miró fijamente y arqueó una ceja‐. No voy a pelear contigo todo el tiempo, Maite. Si
no quieres que te trate como a una niña, deja de actuar como tal ‐cuando siguió sin moverse, Will
suspiró y le sirvió una cucharada de fettucini y otra de gambas en el plato‐. Come un poco y luego
tómate dos pastillas.
Furiosa con él, temerosa de ceder ni un milímetro, Maite lo retó.
‐¿Y si no lo hago?
El le sonrió sin ganas.
‐No querrás que me siente encima de ti y tenga que obligarte a tragártelas, ¿verdad? Eso
era lo que solía hacer con los terneros cuando vivía en el rancho. Y, que conste, ganaba siempre y
eso que abultaba la mitad de lo que abulto ahora ‐se relajó en el asiento y apoyó el codo en la
mesa‐. Tómate las pastillas, Maite. Tienes suficientes problemas. No necesitas que te dé una
fiebre en mitad de la noche o que me eche encima de ti para demostrarte que soy más fuerte que
tú.
Enfadada, Maite agarró el tenedor y se metió unas cuantas gambas en la boca. Después se
tragó las pastillas con un vaso de agua, lo dejó sobre la mesa e hizo amago de levantarse. Will
reaccionó enseguida y le planto una mano en la rodilla.
‐También tuve que obligar a uno de esos terneros a comer. A veces eran demasiado tozudos
para saber lo que más les convenía. No querrás que haga eso contigo, ¿no?
Maite le pellizcó la mano con la fuerza suficiente para hacerlo gritar, y después lo soltó.
‐Te has olvidado de las servilletas ‐le dijo‐. No puedes comer las gambas de Tony sin
servilletas. Iba por unas servilletas de papel.
Maite miró a su alrededor y vio un rollo de papel de cocina; papel de cocina amarillo.
¿Tanto le gustaba el color amarillo? En cada habitación de la casa había algo amarillo.
‐Tengo servilletas ‐le ofreció él‐. Yo las traeré.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:40 am
Maite lo observó acercarse a uno de los cajones, de donde sacó un taco de servilletas
amarillas y blancas. Cuando se hubo sentado y servido una generosa ración de fettucini y gambas,
Maite dijo:
‐Háblame de mi apartamento.
Él levantó la cabeza.
‐No hay mucho que contar. Lo que no han roto se lo habrán llevado. Todo excepto un par de
vaqueros y unas cuantas camisetas ‐se metió una gamba en la boca y masticó sin dejar de mirarla‐.
¿Tienes ganas ya de contarme la verdad? ¿Por qué alguien iba a querer dispararte, robarte la ropa
interior y destruir todo lo demás?
‐¿Mi ropa interior?
‐Sí. No encontré ni una sola prenda. Aún usas ropa interior, ¿no?
Molesta, Maite entrecerró los ojos.
‐Por supuesto que sí.
‐¿Quién está detrás de ti, Maite?
‐No lo sé.
‐¿Viste algo que no deberías haber visto?
‐No lo sé.
‐¿Está Blu implicado en todo esto?
‐No... ‐Maite soltó una palabrota‐. Blu no está implicado. Y eso, detective, es la verdad, lo
creas o no.
‐La historia de anoche es pura ficción, ¿no? Y me estás mintiendo ahora mismo. ¿Por qué?
Maite permaneció en silencio.
Pasó un minuto antes de que Will volviera a hablar.
‐Jackson se quedará en tu apartamento esta noche. Si alguien vuelve por alguna razón, lo
agarraremos.
Sorprendida por la información, Maite cambió de humor de repente. Si Will era el único que
la iba a vigilar esa noche, le resultaría mucho más fácil escapar; él tendría que dormir en algún
momento.
‐¿Dices que mi ropa está en tu Blazer?
‐Te la traeré después de la cena ‐vació el vaso de agua‐. Cuando estuve en tu apartamento,
escuché los mensajes del contestador. Te ha llamado tu madre.
‐¿Mi madre?
‐Quiero que la llames. Si quiere verte, invéntate alguna razón para no hacerlo. Y asegúrate
de decirle que vas a estar fuera de tu apartamento unos días.
Tenía razón en cuanto a mantener a su madre alejada del apartamento, decidió Maite. No
quería que a su madre le subiera la tensión o le pasara algo malo. ¿Pero cómo iba a conseguir que
no fuera a verla sin mentirle? No le importaba mentirle a Will, y a Tony había sido por una buena
razón... Blu la había necesitado. Pero jamás le había mentido a su madre, ni siquiera pensaba que
pudiera parecer convincente.
‐No le puedo mentir a mamá.
‐Pero a mí sí.
‐En cualquier momento.
Will soltó una ruda palabrota.
Maite dejó el tenedor sobre la mesa.
‐¿Qué? ¿Qué es esa cara? ¿Decepción? ¿Asombro?
‐Ambas cosas. No solíamos mentirnos.
Maite resopló.
‐Quieres decir que yo nunca mentía porque era demasiado tonta e ingenua ‐de pronto los
amarillas y blancas. Cuando se hubo sentado y servido una generosa ración de fettucini y gambas,
Maite dijo:
‐Háblame de mi apartamento.
Él levantó la cabeza.
‐No hay mucho que contar. Lo que no han roto se lo habrán llevado. Todo excepto un par de
vaqueros y unas cuantas camisetas ‐se metió una gamba en la boca y masticó sin dejar de mirarla‐.
¿Tienes ganas ya de contarme la verdad? ¿Por qué alguien iba a querer dispararte, robarte la ropa
interior y destruir todo lo demás?
‐¿Mi ropa interior?
‐Sí. No encontré ni una sola prenda. Aún usas ropa interior, ¿no?
Molesta, Maite entrecerró los ojos.
‐Por supuesto que sí.
‐¿Quién está detrás de ti, Maite?
‐No lo sé.
‐¿Viste algo que no deberías haber visto?
‐No lo sé.
‐¿Está Blu implicado en todo esto?
‐No... ‐Maite soltó una palabrota‐. Blu no está implicado. Y eso, detective, es la verdad, lo
creas o no.
‐La historia de anoche es pura ficción, ¿no? Y me estás mintiendo ahora mismo. ¿Por qué?
Maite permaneció en silencio.
Pasó un minuto antes de que Will volviera a hablar.
‐Jackson se quedará en tu apartamento esta noche. Si alguien vuelve por alguna razón, lo
agarraremos.
Sorprendida por la información, Maite cambió de humor de repente. Si Will era el único que
la iba a vigilar esa noche, le resultaría mucho más fácil escapar; él tendría que dormir en algún
momento.
‐¿Dices que mi ropa está en tu Blazer?
‐Te la traeré después de la cena ‐vació el vaso de agua‐. Cuando estuve en tu apartamento,
escuché los mensajes del contestador. Te ha llamado tu madre.
‐¿Mi madre?
‐Quiero que la llames. Si quiere verte, invéntate alguna razón para no hacerlo. Y asegúrate
de decirle que vas a estar fuera de tu apartamento unos días.
Tenía razón en cuanto a mantener a su madre alejada del apartamento, decidió Maite. No
quería que a su madre le subiera la tensión o le pasara algo malo. ¿Pero cómo iba a conseguir que
no fuera a verla sin mentirle? No le importaba mentirle a Will, y a Tony había sido por una buena
razón... Blu la había necesitado. Pero jamás le había mentido a su madre, ni siquiera pensaba que
pudiera parecer convincente.
‐No le puedo mentir a mamá.
‐Pero a mí sí.
‐En cualquier momento.
Will soltó una ruda palabrota.
Maite dejó el tenedor sobre la mesa.
‐¿Qué? ¿Qué es esa cara? ¿Decepción? ¿Asombro?
‐Ambas cosas. No solíamos mentirnos.
Maite resopló.
‐Quieres decir que yo nunca mentía porque era demasiado tonta e ingenua ‐de pronto los
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:43 am
recuerdos le supieron muy amargos‐. No te molestes en hacer que me sienta culpable, Will. No te
debo nada.
Maite no estaba segura, pero le pareció que Will se estremecía levemente.
‐Tienes razón. No me debes nada, pero tu madre merece estar segura, de modo que llámala
y dile que vas a quedarte unos días con una amiga. Llámala o lo haré yo.
Llamaría a su madre. Y si tenía que mentir, sería solo esa vez.
‐¿Han entrado en tu apartamento alguna otra vez?
Maite agarró el tenedor y empezó a jugar con los fettucini.
‐Sí. De modo que podría haber sido simplemente...
‐¿Un robo? Ambos sabemos que esos canallas no entraron en tu piso para robarte la radio.
Fueron enviados para darte un claro mensaje, y vaya si estaba claro. Alguien está muy enfadado
contigo, y no solo un poco. ¿Y si hubieras estado en casa cuando entraron? ¿Qué habría pasado?
Por supuesto que había pensado en eso. ¿Pero qué iba a hacer? No tenía idea de quién
estaba detrás de ella; ni idea.
‐No lo entiendes, ¿verdad? Han destruido el apartamento, maldita sea. ¡Lo han hecho
pedazos!
Maite se estremeció con su tono de voz.
‐Bueno, mis cosas eran viejas. No valían mucho.
‐ ¡Y tú! ¿Cuánto vale tu vida? ‐tiró el tenedor sobre el plato y se puso de pie‐. ¿Por qué haces
esto?
‐¿Hacer el qué?
‐Degradarte así. Lo has hecho antes, y no me gusta. Hablas como si fueras menos importante
que el resto de la gente; que Blu, que tu madre. Mereces lo mejor si quieres saber mi
opinión ¡Sea lo que sea lo que quieras, maldita sea!
‐Lo recordaré la próxima vez que quiera un coche nuevo. Le diré al vendedor que lo cargue a
tu cuenta.
‐Esto no es una broma, Maite.
‐Solo he dicho que los muebles no eran de mucho valor. Las plantas tampoco, pero eran
seres vivos, inocentes e inofensivos.
‐Yo te compraré unas plantas nuevas.
‐No quiero que me compres plantas nuevas ni ninguna otra cosa.
‐¿Cuándo entraron antes en tu apartamento, qué se llevaron?
‐Algo de dinero, mis discos compactos, mi radio...
‐¿Lo denunciaste?
‐No.
Él se echó para atrás.
‐¿Por qué no?
‐Conozco los trámites, detective Archard. Cuando no hay huellas, no hay sospechosos. O
bien, si el departamento tiene suerte de sacar alguna huella, tendría que ser de alguien con
antecedentes para servir de algo.
Él frunció el ceño.
‐Hablas como si fuéramos inútiles.
‐Yo no he dicho eso.
‐Pero lo piensas.
En la mirada de Will se reflejó una mezcla de emociones que intensificó el tono azul de sus
ojos.
‐Entiendo que seas sensible en ese tema. No te queda otro remedio, para darle valor a estos
diez últimos años, y la mejor manera de hacerlo es confiando en el sistema. Si no lo hicieras, sería
debo nada.
Maite no estaba segura, pero le pareció que Will se estremecía levemente.
‐Tienes razón. No me debes nada, pero tu madre merece estar segura, de modo que llámala
y dile que vas a quedarte unos días con una amiga. Llámala o lo haré yo.
Llamaría a su madre. Y si tenía que mentir, sería solo esa vez.
‐¿Han entrado en tu apartamento alguna otra vez?
Maite agarró el tenedor y empezó a jugar con los fettucini.
‐Sí. De modo que podría haber sido simplemente...
‐¿Un robo? Ambos sabemos que esos canallas no entraron en tu piso para robarte la radio.
Fueron enviados para darte un claro mensaje, y vaya si estaba claro. Alguien está muy enfadado
contigo, y no solo un poco. ¿Y si hubieras estado en casa cuando entraron? ¿Qué habría pasado?
Por supuesto que había pensado en eso. ¿Pero qué iba a hacer? No tenía idea de quién
estaba detrás de ella; ni idea.
‐No lo entiendes, ¿verdad? Han destruido el apartamento, maldita sea. ¡Lo han hecho
pedazos!
Maite se estremeció con su tono de voz.
‐Bueno, mis cosas eran viejas. No valían mucho.
‐ ¡Y tú! ¿Cuánto vale tu vida? ‐tiró el tenedor sobre el plato y se puso de pie‐. ¿Por qué haces
esto?
‐¿Hacer el qué?
‐Degradarte así. Lo has hecho antes, y no me gusta. Hablas como si fueras menos importante
que el resto de la gente; que Blu, que tu madre. Mereces lo mejor si quieres saber mi
opinión ¡Sea lo que sea lo que quieras, maldita sea!
‐Lo recordaré la próxima vez que quiera un coche nuevo. Le diré al vendedor que lo cargue a
tu cuenta.
‐Esto no es una broma, Maite.
‐Solo he dicho que los muebles no eran de mucho valor. Las plantas tampoco, pero eran
seres vivos, inocentes e inofensivos.
‐Yo te compraré unas plantas nuevas.
‐No quiero que me compres plantas nuevas ni ninguna otra cosa.
‐¿Cuándo entraron antes en tu apartamento, qué se llevaron?
‐Algo de dinero, mis discos compactos, mi radio...
‐¿Lo denunciaste?
‐No.
Él se echó para atrás.
‐¿Por qué no?
‐Conozco los trámites, detective Archard. Cuando no hay huellas, no hay sospechosos. O
bien, si el departamento tiene suerte de sacar alguna huella, tendría que ser de alguien con
antecedentes para servir de algo.
Él frunció el ceño.
‐Hablas como si fuéramos inútiles.
‐Yo no he dicho eso.
‐Pero lo piensas.
En la mirada de Will se reflejó una mezcla de emociones que intensificó el tono azul de sus
ojos.
‐Entiendo que seas sensible en ese tema. No te queda otro remedio, para darle valor a estos
diez últimos años, y la mejor manera de hacerlo es confiando en el sistema. Si no lo hicieras, sería
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:48 am
bastante ridículo jugar a los policías y a los ladrones a tu edad, ¿no?
Will frunció el ceño.
‐Este es un trabajo de verdad, Maite. Me molesta mucho que insinúes otra cosa. Creo en lo
que hago, y he pagado un alto precio por ser uno de los mejores de mi departamento. Si no me
respetas como hombre, al menos respétame por mi trabajo.
Parecía acongojado, como si se sintiera insultado, pero Maite se negó a disculparse.
‐No se trata solo de que pille a los malos y los saque de la calle‐continuó Will‐. Se trata de
traficantes de drogas engordando gracias a chiquillos rebeldes y confusos; de maridos que se
creen con derecho a pegar a sus mujeres. Se trata de intentar que las cosas sean distintas cada día,
siempre que uno pueda. Se trata de preocuparse de los demás.
‐San William Archard al rescate ‐Maite sacudió la cabeza‐. Detesto decirte esto, Will, pero
para mí no eres ningún santo. Nadie sabe qué te importa a ti. Desde luego hace dos años no te
importó una joven que besaba el suelo por donde tú pisabas. Una joven a la que prometiste amor
eterno.
‐Maite...
‐¡No? No me eches un sermón sobre tu infinita bondad, detective Archard, porque yo he
tenido una experiencia muy distinta contigo. Y, hablando de pagar un precio, yo también toqué
fondo, gracias.
Maite no había querido confesar nada personal, pero era demasiado tarde. Había dado a
entender no solo que Will la hubiera herido, sino que ese dolor la había destrozado. Sintió la
necesidad de hacerle daño para recuperar algo de su dignidad.
‐Dicen que se aprende sobre todo del rechazo y la decepción. Si eso es cierto, supongo que
debo agradecértelo a ti. Yo no confío en las personas con facilidad, y ya no demuestro mis
sentimientos como hacía antes. Lo mejor de todo es que no necesito un hombre en mi vida para
ser feliz. La familia es lo más importante.
‐Estás hablando de Blu.
‐Sí. No solo es el mejor hermano del mundo, sino también mi mejor amigo.
‐San Blu duFray al rescate ‐se burló del mismo modo que ella lo había hecho‐. Si ese es el
caso y es tan maravilloso, ¿por qué no estás en este momento con él? ¿Por qué venir a mí? ‐antes
de que Maite pudiera contestarle, lo hizo él‐. Yo te diré por qué. Porque él es la razón por la que
estás metida en este lío. El señor Maravilloso es la razón por la que tienes una herida de bala en el
brazo y un apartamento que parece haber sido atacado por los gremlins. Te dije hace dos años
que si necesitabas algo yo...
‐¿Tú qué? ¿Ocuparías el lugar de Blu y harías el papel de hermano mayor un fin de semana
al mes, o cuando estuvieras aburrido? ¿O tenías alguna otra cosa en mente? ¿Tenías pensado
llevarme a la cama por pena...?
‐¡Basta!
‐No puedes ser el santo de todo el mundo, Will. Algunos de nosotros tenemos que salvarnos
a nosotros mismos o tragarnos nuestro propio veneno. Tú fuiste mi veneno; lo reconozco. Pero,
como con otras adicciones, la recuperación es un proceso sencillo en cuanto aprendes las normas.
‐¿Y tú las aprendiste? ¿Eres inteligente?
‐Lo suficiente para mantenerme alejada de ti ‐al sentirse de nuevo vulnerable Maite se
protegió del único modo que podía‐. Debería darte las gracias; la experiencia en sí fue muy
aleccionadora. Lo mejor fue la educación sexual. Una vez me dijiste que era una alumna
sobresaliente. Brodie está de acuerdo y a menudo me felicita.
La mirada de dolor de Will debería haberla avergonzado, pero Maite se negó a dejar que eso
ocurriera. Después de todo, él era el que la había rechazado. El que se había alejado de ella sin
mirar atrás.
Will frunció el ceño.
‐Este es un trabajo de verdad, Maite. Me molesta mucho que insinúes otra cosa. Creo en lo
que hago, y he pagado un alto precio por ser uno de los mejores de mi departamento. Si no me
respetas como hombre, al menos respétame por mi trabajo.
Parecía acongojado, como si se sintiera insultado, pero Maite se negó a disculparse.
‐No se trata solo de que pille a los malos y los saque de la calle‐continuó Will‐. Se trata de
traficantes de drogas engordando gracias a chiquillos rebeldes y confusos; de maridos que se
creen con derecho a pegar a sus mujeres. Se trata de intentar que las cosas sean distintas cada día,
siempre que uno pueda. Se trata de preocuparse de los demás.
‐San William Archard al rescate ‐Maite sacudió la cabeza‐. Detesto decirte esto, Will, pero
para mí no eres ningún santo. Nadie sabe qué te importa a ti. Desde luego hace dos años no te
importó una joven que besaba el suelo por donde tú pisabas. Una joven a la que prometiste amor
eterno.
‐Maite...
‐¡No? No me eches un sermón sobre tu infinita bondad, detective Archard, porque yo he
tenido una experiencia muy distinta contigo. Y, hablando de pagar un precio, yo también toqué
fondo, gracias.
Maite no había querido confesar nada personal, pero era demasiado tarde. Había dado a
entender no solo que Will la hubiera herido, sino que ese dolor la había destrozado. Sintió la
necesidad de hacerle daño para recuperar algo de su dignidad.
‐Dicen que se aprende sobre todo del rechazo y la decepción. Si eso es cierto, supongo que
debo agradecértelo a ti. Yo no confío en las personas con facilidad, y ya no demuestro mis
sentimientos como hacía antes. Lo mejor de todo es que no necesito un hombre en mi vida para
ser feliz. La familia es lo más importante.
‐Estás hablando de Blu.
‐Sí. No solo es el mejor hermano del mundo, sino también mi mejor amigo.
‐San Blu duFray al rescate ‐se burló del mismo modo que ella lo había hecho‐. Si ese es el
caso y es tan maravilloso, ¿por qué no estás en este momento con él? ¿Por qué venir a mí? ‐antes
de que Maite pudiera contestarle, lo hizo él‐. Yo te diré por qué. Porque él es la razón por la que
estás metida en este lío. El señor Maravilloso es la razón por la que tienes una herida de bala en el
brazo y un apartamento que parece haber sido atacado por los gremlins. Te dije hace dos años
que si necesitabas algo yo...
‐¿Tú qué? ¿Ocuparías el lugar de Blu y harías el papel de hermano mayor un fin de semana
al mes, o cuando estuvieras aburrido? ¿O tenías alguna otra cosa en mente? ¿Tenías pensado
llevarme a la cama por pena...?
‐¡Basta!
‐No puedes ser el santo de todo el mundo, Will. Algunos de nosotros tenemos que salvarnos
a nosotros mismos o tragarnos nuestro propio veneno. Tú fuiste mi veneno; lo reconozco. Pero,
como con otras adicciones, la recuperación es un proceso sencillo en cuanto aprendes las normas.
‐¿Y tú las aprendiste? ¿Eres inteligente?
‐Lo suficiente para mantenerme alejada de ti ‐al sentirse de nuevo vulnerable Maite se
protegió del único modo que podía‐. Debería darte las gracias; la experiencia en sí fue muy
aleccionadora. Lo mejor fue la educación sexual. Una vez me dijiste que era una alumna
sobresaliente. Brodie está de acuerdo y a menudo me felicita.
La mirada de dolor de Will debería haberla avergonzado, pero Maite se negó a dejar que eso
ocurriera. Después de todo, él era el que la había rechazado. El que se había alejado de ella sin
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:51 am
Cuando sonó el teléfono Maite pegó un brinco. Se recostó en la silla y esperó a que Will
contestara, rezando todo el tiempo para que fueran o Blu o Brodie.
Maite vio que la mala cara de Will se desvanecía.
‐¿Esta noche? No, no estaré ahí ‐soltó una risa falsa al tiempo que se acomodaba mejor el
teléfono‐. No, no puedo ‐miró fijamente a Maite‐. No, de verdad que no puedo. ¿Por qué? Eso es,
estoy trabajando en un caso. Sí, en este mismo momento.
Maite intuyó que era una mujer la que llamaba. Una mujer persistente que claramente no
estaba acostumbrada a recibir un «no» por respuesta.
‐¿Tiempo libre? ¿Qué es eso? ‐otra risa fingida‐. Así es este trabajo, supongo. La mayoría de
los días no se puede contar conmigo, no.
Momentos después Will colgó.
‐No quiero estropearte la noche ‐Maite empujó su plato de comida a medio terminar y se
levantó‐. Yo...
‐Te marcharás en cuanto salga por esa puerta. No te engañes, cielo. Sé exactamente lo que
se te está pasando por esa cabeza tuya.
Maite esperaba que no fuera así. Ella debería estar trazando un plan para escapar, o estrujándose
el cerebro para encontrar un modo de ayudar a Blu. Desde luego, tenía que pensar en
una mentira creíble que contarle a su madre para explicar su ausencia de su apartamento durante
los próximos días. Pero en lugar de pensar en eso, tan solo podía pensar en la llamada de teléfono
y en quién sería la mujer que la había hecho.
No debería importarle, nada de nada. ¿Entonces por qué no era así?
contestara, rezando todo el tiempo para que fueran o Blu o Brodie.
Maite vio que la mala cara de Will se desvanecía.
‐¿Esta noche? No, no estaré ahí ‐soltó una risa falsa al tiempo que se acomodaba mejor el
teléfono‐. No, no puedo ‐miró fijamente a Maite‐. No, de verdad que no puedo. ¿Por qué? Eso es,
estoy trabajando en un caso. Sí, en este mismo momento.
Maite intuyó que era una mujer la que llamaba. Una mujer persistente que claramente no
estaba acostumbrada a recibir un «no» por respuesta.
‐¿Tiempo libre? ¿Qué es eso? ‐otra risa fingida‐. Así es este trabajo, supongo. La mayoría de
los días no se puede contar conmigo, no.
Momentos después Will colgó.
‐No quiero estropearte la noche ‐Maite empujó su plato de comida a medio terminar y se
levantó‐. Yo...
‐Te marcharás en cuanto salga por esa puerta. No te engañes, cielo. Sé exactamente lo que
se te está pasando por esa cabeza tuya.
Maite esperaba que no fuera así. Ella debería estar trazando un plan para escapar, o estrujándose
el cerebro para encontrar un modo de ayudar a Blu. Desde luego, tenía que pensar en
una mentira creíble que contarle a su madre para explicar su ausencia de su apartamento durante
los próximos días. Pero en lugar de pensar en eso, tan solo podía pensar en la llamada de teléfono
y en quién sería la mujer que la había hecho.
No debería importarle, nada de nada. ¿Entonces por qué no era así?
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por SuenoLR Lun Oct 05, 2015 4:07 am
Sique mi Kat
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:24 am
SuenoLR escribió:Sique mi Kat
Ahora sigo mi Tonia
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:27 am
Capítulo 6
HOLA MAMÁ, soy yo ‐ Maite estaba junto a la ventana con el teléfono pegado a la oreja
mientras Will fregaba los platos de la cena‐. Recibí tu mensaje. ¿Estás bien? Sí, sé que te llamo
todos los días antes de las nueve de la mañana ‐Maite se volvió para mirar a Will y bajó la voz‐.
¿Qué? Lo siento, mamá. Angie... ¿Te acuerdas de Angie, verdad? Te la presenté en el Toucan hace
varios meses. Sí, es la camarera rubia y bonita que tiene gemelos. Eso es, a la que dejó su marido.
Bueno, está mala, así que me ofrecí para ayudarla a cuidar de los niños. Por eso no he seguido la
rutina de todas las mañanas. Sí, mamá, los niños dan un montón de trabajo. ¿Qué has dicho? No,
no parece que su marido vaya a volver. Sí, lo sé, mamá, los hombres de esta ciudad son todos unos
golfos. Excepto papá, es verdad. Y Blu. Sí, sé que tú lo educaste para que respetara a las mujeres.
¿Brodie? Sí, mamá, él me respeta.
Will soltó una palabrota y después cerró la puerta de un armario con demasiada fuerza.
‐¿Ese ruido? Claro que lo he oído, mamá ‐Maite le echó una mirada furibunda‐. Son los
gemelos. Ya sabes cómo son los niños, tan malos a veces como los hombres hechos y derechos,
poniéndose a hacer ruido cuando alguien está hablando por teléfono.
Otro portazo.
‐¿Un buen azote en el trasero? Sí, eso es lo que voy a hacer en cuanto cuelgue el teléfono.
¿Qué has dicho? ¿Blu tampoco te ha llamado hoy? Estoy segura de que está... de que está bien
‐Maite cerró los ojos con fuerza; odiaba la mentira y tener que fingir que todo estaba bien cuando
HOLA MAMÁ, soy yo ‐ Maite estaba junto a la ventana con el teléfono pegado a la oreja
mientras Will fregaba los platos de la cena‐. Recibí tu mensaje. ¿Estás bien? Sí, sé que te llamo
todos los días antes de las nueve de la mañana ‐Maite se volvió para mirar a Will y bajó la voz‐.
¿Qué? Lo siento, mamá. Angie... ¿Te acuerdas de Angie, verdad? Te la presenté en el Toucan hace
varios meses. Sí, es la camarera rubia y bonita que tiene gemelos. Eso es, a la que dejó su marido.
Bueno, está mala, así que me ofrecí para ayudarla a cuidar de los niños. Por eso no he seguido la
rutina de todas las mañanas. Sí, mamá, los niños dan un montón de trabajo. ¿Qué has dicho? No,
no parece que su marido vaya a volver. Sí, lo sé, mamá, los hombres de esta ciudad son todos unos
golfos. Excepto papá, es verdad. Y Blu. Sí, sé que tú lo educaste para que respetara a las mujeres.
¿Brodie? Sí, mamá, él me respeta.
Will soltó una palabrota y después cerró la puerta de un armario con demasiada fuerza.
‐¿Ese ruido? Claro que lo he oído, mamá ‐Maite le echó una mirada furibunda‐. Son los
gemelos. Ya sabes cómo son los niños, tan malos a veces como los hombres hechos y derechos,
poniéndose a hacer ruido cuando alguien está hablando por teléfono.
Otro portazo.
‐¿Un buen azote en el trasero? Sí, eso es lo que voy a hacer en cuanto cuelgue el teléfono.
¿Qué has dicho? ¿Blu tampoco te ha llamado hoy? Estoy segura de que está... de que está bien
‐Maite cerró los ojos con fuerza; odiaba la mentira y tener que fingir que todo estaba bien cuando
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:30 am
era precisamente lo contrario‐. Si lo veo, lo regañaré por tenerte preocupada, ¿vale? Buenas
noches, mamá. Yo también te quiero.
Cuando colgó y abrió los ojos, Will estaba a su derecha, tan cerca que sintió su aliento rozándole
la oreja. Margo se puso tensa.
‐¿Te has enterado de algo interesante?
‐En realidad, sí ‐le puso la mano en el hombro y la obligó a mirarlo‐. No sabes dónde está,
¿verdad?
‐¿Quién?
‐Blu.
‐No ‐reconoció Maite con facilidad‐. Pero eso no es nada nuevo. Blu está tan ocupado como
yo.
‐Eso no es a lo que yo me refería, y lo sabes. Te lo noto en la mirada. Estás muy preocupada
por él. Está metido en algún tipo de lío y te ha arrastrado también a ti, ¿verdad?
Maite intentó escabullirse, pero Will la agarró de la muñeca y tiró de ella.
‐Yo puedo ayudarte. Deja que lo haga.
‐¡Suéltame!
Maite se soltó, salió de la cocina y subió las escaleras. Oyó que Will subía detrás de ella.
Cuando llegó a la puerta del baño, se dio la vuelta para mirarlo de frente.
‐Me voy a dar un baño. Márchate.
‐Dame una oportunidad, Maite. Esta vez no te decepcionaré.
‐Es demasiado tarde.
‐No lo creo.
‐Me importa un rábano lo que creas.
‐Antes solía importarte.
‐Antes también me bañaba con un pato de goma. Pero eso no quiere decir que aún lo haga
‐dicho eso, Maite se metió en el cuarto de baño, cerró la puerta y echó el cerrojo.
Estaba tumbada en su cama, envuelta en su albornoz azul marino. Estaba preciosa, endiabladamente
sexy, y del mismo mal humor que cuando le había dado con la puerta del baño en las
narices.
‐Te he dicho que no quiero que te quedes ahí mirándome, ni que me mires el brazo. Lo
tengo bien.
Will ignoró sus protestas y le retiró el albornoz del hombro. Inmediatamente vio la rojez
alrededor de los puntos.
‐¡No tienes el brazo bien, maldita sea! Está infectado, y también hinchado ‐de repente
estalló‐. Debería haberte llevado al hospital anoche. No debería haber permitido que me
convencieras para coserte. Venga, levántate y te ayudaré a vestirte. Nos vamos a urgencias.
‐Yo no voy a ninguna parte. Y menos a urgencias ‐respondió.
‐Escúchame, Maite...
‐No, escúchame tú. Le pondremos hielo; eso es lo que haría mamá.
Will se sentó en la cama junto a ella.
‐Una infección puede ser un asunto muy serio, cielo. ¿Estás segura de que los hielos lo
arreglarán? Tal vez no lo limpiara lo bastante bien, o tal vez...
‐Ay, para ya. No te voy a denunciar si se me cae el brazo. Y, además, estoy tomando el
antibiótico, ¿recuerdas?
En lugar de tranquilizarse, la broma de Maite lo molestó. Se levantó rápidamente.
noches, mamá. Yo también te quiero.
Cuando colgó y abrió los ojos, Will estaba a su derecha, tan cerca que sintió su aliento rozándole
la oreja. Margo se puso tensa.
‐¿Te has enterado de algo interesante?
‐En realidad, sí ‐le puso la mano en el hombro y la obligó a mirarlo‐. No sabes dónde está,
¿verdad?
‐¿Quién?
‐Blu.
‐No ‐reconoció Maite con facilidad‐. Pero eso no es nada nuevo. Blu está tan ocupado como
yo.
‐Eso no es a lo que yo me refería, y lo sabes. Te lo noto en la mirada. Estás muy preocupada
por él. Está metido en algún tipo de lío y te ha arrastrado también a ti, ¿verdad?
Maite intentó escabullirse, pero Will la agarró de la muñeca y tiró de ella.
‐Yo puedo ayudarte. Deja que lo haga.
‐¡Suéltame!
Maite se soltó, salió de la cocina y subió las escaleras. Oyó que Will subía detrás de ella.
Cuando llegó a la puerta del baño, se dio la vuelta para mirarlo de frente.
‐Me voy a dar un baño. Márchate.
‐Dame una oportunidad, Maite. Esta vez no te decepcionaré.
‐Es demasiado tarde.
‐No lo creo.
‐Me importa un rábano lo que creas.
‐Antes solía importarte.
‐Antes también me bañaba con un pato de goma. Pero eso no quiere decir que aún lo haga
‐dicho eso, Maite se metió en el cuarto de baño, cerró la puerta y echó el cerrojo.
Estaba tumbada en su cama, envuelta en su albornoz azul marino. Estaba preciosa, endiabladamente
sexy, y del mismo mal humor que cuando le había dado con la puerta del baño en las
narices.
‐Te he dicho que no quiero que te quedes ahí mirándome, ni que me mires el brazo. Lo
tengo bien.
Will ignoró sus protestas y le retiró el albornoz del hombro. Inmediatamente vio la rojez
alrededor de los puntos.
‐¡No tienes el brazo bien, maldita sea! Está infectado, y también hinchado ‐de repente
estalló‐. Debería haberte llevado al hospital anoche. No debería haber permitido que me
convencieras para coserte. Venga, levántate y te ayudaré a vestirte. Nos vamos a urgencias.
‐Yo no voy a ninguna parte. Y menos a urgencias ‐respondió.
‐Escúchame, Maite...
‐No, escúchame tú. Le pondremos hielo; eso es lo que haría mamá.
Will se sentó en la cama junto a ella.
‐Una infección puede ser un asunto muy serio, cielo. ¿Estás segura de que los hielos lo
arreglarán? Tal vez no lo limpiara lo bastante bien, o tal vez...
‐Ay, para ya. No te voy a denunciar si se me cae el brazo. Y, además, estoy tomando el
antibiótico, ¿recuerdas?
En lugar de tranquilizarse, la broma de Maite lo molestó. Se levantó rápidamente.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:34 am
‐Levántate. Te voy a llevar al hospital.
‐¿Cómo? ¿Qué te he dicho?
‐No me gusta que gastes bromas con un asunto tan serio como este.
‐Estás exagerando. Con todo el pesimismo al que te enfrentas cada día, se supondría que
esto debería ser para ti pura rutina. Siempre dije que no te vendría mal poner a punto tu sentido
del humor ‐se burló‐. Cualquiera diría que es tu brazo el que corre peligro de que lo amputen.
‐¡Nadie te va a amputar el brazo!
‐De acuerdo, no más chistes malos. Pero es mi brazo, de modo que lo haremos como digo
yo y le pondremos una bolsa de hielo ‐cuando vio que Will iba a discutir, levantó la mano‐. ¡Déjalo
ya! Te van a salir canas si no te animas un poco.
Al final Will le puso hielo en el brazo, como ella había sugerido, y después se lo vendó cuidadosamente.
Cuando terminó, le dijo:
‐Saqué tu ropa del coche y la colgué en el ropero. Te he habilitado un par de cajones en la
cómoda para tus camisetas.
‐No quiero quedarme en esta habitación contigo.
Will se acercó a la cómoda.
‐No tienes elección. Esta habitación es donde está la única cama de la casa ‐sacó una
camiseta color melocotón, se la echó al brazo y volvió a la cama‐. Quítate mi albornoz y ponte esto
para poder dormir.
‐No.
Will vio cómo se cerraba el albornoz un poco más.
‐¿Tienes frío?
‐No, es que soy capaz de vestirme sola, gracias. Además, me comes con los ojos cada vez
que puedes.
‐No te como con los ojos, te aprecio.
‐Babear como un perro no es apreciar, es asqueroso.
‐Bueno, me gusta ver a una mujer desnuda en mi cama. Le gusta a la mayoría de los
hombres.
‐Sal de aquí ‐dijo muy enfadada.
‐Estás de broma, ¿no? Te he visto desnuda montones de veces. Conozco cada centímetro de
tu cuerpo. Anoche...
‐Anoche hasta a Jack el Destripador le habría dejado que me quitara la ropa. Sal o date la
vuelta.
‐Esto es una tontería, Maite ‐al ver que ella no se movía, suspiró, dejó la camiseta sobre la
cama, se dio la vuelta y se cruzó de brazos‐. Solíamos ducharnos juntos ‐le recordó‐. Maldita sea,
solíamos desayunar juntos desnudos en la cama.
‐«Solíamos» quiere decir que ya no lo hacemos.
Oyó cómo Maite salía de la cama y que el albornoz caía al suelo. Se volvió para estar seguro
de que estaba bien; de acuerdo, sabía que estaba bien. La vio un momento desnuda mientras se
bajaba la camiseta sobre los muslos y sintió una presión en las entrañas. Era tan preciosa, y él tan
imbécil. Un imbécil por pensar que podría estar tan cerca de ella y no tocarla. Ella había dicho que
él había sido su adicción. Bueno, el psicólogo al que había estado yendo durante seis meses había
dicho que Maite era la suya. Y el psicólogo no se había equivocado, al menos en eso.
Lo miró enfadada al darse cuenta de que se había dado la vuelta demasiado pronto.
‐Espero que no planees dormir otra vez en esa silla.
‐¿Es esa una invitación para compartir la cama?
‐Ni lo sueñes.
Todas las noches lo había soñado.
‐¿Cómo? ¿Qué te he dicho?
‐No me gusta que gastes bromas con un asunto tan serio como este.
‐Estás exagerando. Con todo el pesimismo al que te enfrentas cada día, se supondría que
esto debería ser para ti pura rutina. Siempre dije que no te vendría mal poner a punto tu sentido
del humor ‐se burló‐. Cualquiera diría que es tu brazo el que corre peligro de que lo amputen.
‐¡Nadie te va a amputar el brazo!
‐De acuerdo, no más chistes malos. Pero es mi brazo, de modo que lo haremos como digo
yo y le pondremos una bolsa de hielo ‐cuando vio que Will iba a discutir, levantó la mano‐. ¡Déjalo
ya! Te van a salir canas si no te animas un poco.
Al final Will le puso hielo en el brazo, como ella había sugerido, y después se lo vendó cuidadosamente.
Cuando terminó, le dijo:
‐Saqué tu ropa del coche y la colgué en el ropero. Te he habilitado un par de cajones en la
cómoda para tus camisetas.
‐No quiero quedarme en esta habitación contigo.
Will se acercó a la cómoda.
‐No tienes elección. Esta habitación es donde está la única cama de la casa ‐sacó una
camiseta color melocotón, se la echó al brazo y volvió a la cama‐. Quítate mi albornoz y ponte esto
para poder dormir.
‐No.
Will vio cómo se cerraba el albornoz un poco más.
‐¿Tienes frío?
‐No, es que soy capaz de vestirme sola, gracias. Además, me comes con los ojos cada vez
que puedes.
‐No te como con los ojos, te aprecio.
‐Babear como un perro no es apreciar, es asqueroso.
‐Bueno, me gusta ver a una mujer desnuda en mi cama. Le gusta a la mayoría de los
hombres.
‐Sal de aquí ‐dijo muy enfadada.
‐Estás de broma, ¿no? Te he visto desnuda montones de veces. Conozco cada centímetro de
tu cuerpo. Anoche...
‐Anoche hasta a Jack el Destripador le habría dejado que me quitara la ropa. Sal o date la
vuelta.
‐Esto es una tontería, Maite ‐al ver que ella no se movía, suspiró, dejó la camiseta sobre la
cama, se dio la vuelta y se cruzó de brazos‐. Solíamos ducharnos juntos ‐le recordó‐. Maldita sea,
solíamos desayunar juntos desnudos en la cama.
‐«Solíamos» quiere decir que ya no lo hacemos.
Oyó cómo Maite salía de la cama y que el albornoz caía al suelo. Se volvió para estar seguro
de que estaba bien; de acuerdo, sabía que estaba bien. La vio un momento desnuda mientras se
bajaba la camiseta sobre los muslos y sintió una presión en las entrañas. Era tan preciosa, y él tan
imbécil. Un imbécil por pensar que podría estar tan cerca de ella y no tocarla. Ella había dicho que
él había sido su adicción. Bueno, el psicólogo al que había estado yendo durante seis meses había
dicho que Maite era la suya. Y el psicólogo no se había equivocado, al menos en eso.
Lo miró enfadada al darse cuenta de que se había dado la vuelta demasiado pronto.
‐Espero que no planees dormir otra vez en esa silla.
‐¿Es esa una invitación para compartir la cama?
‐Ni lo sueñes.
Todas las noches lo había soñado.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:36 am
Maite resopló, retiró la colcha y se metió en la cama, dándole la oportunidad de ver su
dulce trasero cubierto por unas braguitas blancas de seda.
‐¿Aún no te has ido? Tu compañero me vigilaba desde el porche. Tan solo es una idea, pero
a mí me parece buena.
Will se desabrochó la camisa y la tiró sobre una silla.
‐¿Quieres que duerma fuera?
‐Estamos en Nueva Orleans, no en el Polo Norte. Si eso no te parece bien, tienes otras
cuatro habitaciones para elegir.
‐Cuatro habitaciones vacías ‐le recordó Will.
Reclinó la cabeza sobre el cabecero.
‐Míralo como un modo de intimar con el suelo de alguna habitación. ¿Qué suelo te gusta
más, detective Archard?
Will ignoró su comentario mientras pensaba en lo despampanante que era aquella mujer.
‐¿No te parece un poco raro tener habitaciones sin camas? ¿Qué dicen tus invitados? ¿O
acaso se quedan en esta habitación contigo cuando vienen de visita?
Pensó en mentir, pero la verdad le salió con mayor facilidad.
‐Aparte de Jackson, que ha venido un par de noches, eres la primera invitada que tengo en
casa desde que me mudé.
‐¿Ni siquiera has tenido a alguna rubia?
Había habido una rubia, pero no se había quedado el tiempo suficiente.
‐No, ninguna rubia ha pasado aquí la noche ‐de nuevo la observó mientras ella acariciaba
distraídamente la colcha‐. Si necesitas algo...
Dejó de acariciar la colcha, como si acabara de darse cuenta de lo que estaba haciendo.
‐En este momento, solo necesito que duermas en otro sitio.
La luz de la luna destacaba su elegancia y sus bien delineadas curvas. Sí, Taber tenía que
reconocer que el crucero de Blu era algo que merecía la pena pararse a admirar. No era en
absoluto nuevo, pero el Nightwing estaba en perfectas condiciones.
No, Antos no había exagerado, el crucero era una belleza, pero el Nightwing no era lo que
Taber tenía en mente cuando le indicó a su chófer que se detuviera a un lado de la carretera. Aún
no habían encontrado a Blu duFray ni la mercancía desaparecida y, aunque sus hombres estaban
trabajando contrarreloj para encontrar ambos, aún no lo habían conseguido.
Había cientos de escondrijos en la ciudad en los que desaparecer y, por lo que Taber había
averiguado últimamente de duFray, seguramente este los conocería todos. Aun así, debía ser un
jefe exigente; sus hombres sabían lo que les costaría si no encontraban a duFray, y tenía que ser
pronto.
Al menos la suerte había estado de su lado en lo que a la mujer se refería. Antos le había
llevado la información que tan ansiosamente había estado esperando esa mañana. Era la razón
por la que había decidido salir a soportar el pegajoso calor. Pocas veces salía; todo lo que deseaba
se lo podían llevar. Incluso podía conseguir mujeres con tan solo chasquear los dedos.
Solamente que la mujer que deseaba en ese momento se mostraba tan esquiva como su
hermano. Sí, la mujer misteriosa del muelle no era otra que la hermana de Blu duFray. Aún más
sorprendente resultaba el hecho de que era alguien que Taber conocía. No bien, pero había
disfrutado oyéndola cantar en el Salón Toucan. Incluso había comentado la belleza de aquel
pequeño ruiseñor semanas atrás.
Taber examinó la camisa color aguamarina que había en el asiento junto a él; uno de los
recuerdos que Antos le había llevado del lúgubre apartamento de la chica. Se llevó la seda a la
dulce trasero cubierto por unas braguitas blancas de seda.
‐¿Aún no te has ido? Tu compañero me vigilaba desde el porche. Tan solo es una idea, pero
a mí me parece buena.
Will se desabrochó la camisa y la tiró sobre una silla.
‐¿Quieres que duerma fuera?
‐Estamos en Nueva Orleans, no en el Polo Norte. Si eso no te parece bien, tienes otras
cuatro habitaciones para elegir.
‐Cuatro habitaciones vacías ‐le recordó Will.
Reclinó la cabeza sobre el cabecero.
‐Míralo como un modo de intimar con el suelo de alguna habitación. ¿Qué suelo te gusta
más, detective Archard?
Will ignoró su comentario mientras pensaba en lo despampanante que era aquella mujer.
‐¿No te parece un poco raro tener habitaciones sin camas? ¿Qué dicen tus invitados? ¿O
acaso se quedan en esta habitación contigo cuando vienen de visita?
Pensó en mentir, pero la verdad le salió con mayor facilidad.
‐Aparte de Jackson, que ha venido un par de noches, eres la primera invitada que tengo en
casa desde que me mudé.
‐¿Ni siquiera has tenido a alguna rubia?
Había habido una rubia, pero no se había quedado el tiempo suficiente.
‐No, ninguna rubia ha pasado aquí la noche ‐de nuevo la observó mientras ella acariciaba
distraídamente la colcha‐. Si necesitas algo...
Dejó de acariciar la colcha, como si acabara de darse cuenta de lo que estaba haciendo.
‐En este momento, solo necesito que duermas en otro sitio.
La luz de la luna destacaba su elegancia y sus bien delineadas curvas. Sí, Taber tenía que
reconocer que el crucero de Blu era algo que merecía la pena pararse a admirar. No era en
absoluto nuevo, pero el Nightwing estaba en perfectas condiciones.
No, Antos no había exagerado, el crucero era una belleza, pero el Nightwing no era lo que
Taber tenía en mente cuando le indicó a su chófer que se detuviera a un lado de la carretera. Aún
no habían encontrado a Blu duFray ni la mercancía desaparecida y, aunque sus hombres estaban
trabajando contrarreloj para encontrar ambos, aún no lo habían conseguido.
Había cientos de escondrijos en la ciudad en los que desaparecer y, por lo que Taber había
averiguado últimamente de duFray, seguramente este los conocería todos. Aun así, debía ser un
jefe exigente; sus hombres sabían lo que les costaría si no encontraban a duFray, y tenía que ser
pronto.
Al menos la suerte había estado de su lado en lo que a la mujer se refería. Antos le había
llevado la información que tan ansiosamente había estado esperando esa mañana. Era la razón
por la que había decidido salir a soportar el pegajoso calor. Pocas veces salía; todo lo que deseaba
se lo podían llevar. Incluso podía conseguir mujeres con tan solo chasquear los dedos.
Solamente que la mujer que deseaba en ese momento se mostraba tan esquiva como su
hermano. Sí, la mujer misteriosa del muelle no era otra que la hermana de Blu duFray. Aún más
sorprendente resultaba el hecho de que era alguien que Taber conocía. No bien, pero había
disfrutado oyéndola cantar en el Salón Toucan. Incluso había comentado la belleza de aquel
pequeño ruiseñor semanas atrás.
Taber examinó la camisa color aguamarina que había en el asiento junto a él; uno de los
recuerdos que Antos le había llevado del lúgubre apartamento de la chica. Se llevó la seda a la
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:39 am
nariz y aspiró con fuerza. El erótico aroma lo excitó como nada lo había hecho desde hacía mucho
tiempo y la recién descubierta obsesión se apoderó de él.
¿Dónde se escondía?, se preguntó Taber mientras se negaba a creer que la talentosa
cantante estuviera en el fondo del río y que sus valientes esfuerzos hubieran terminado tan
trágicamente. Había instruido a Antos para que buscara en los hospitales y casas de socorro, pero
ninguna persona de su descripción había sido admitida ni la noche anterior ni esa mañana.
‐Hay movimiento a bordo, señor.
Taber miró hacia el barco que avanzaba por el tranquilo curso del río y vio a un hombre. Era
muy alto y fornido, con el pelo largo atado en una coleta.
Brodie Hewitt era el capataz de la flota pesquera de Blu duFray. Taber lo reconoció de
haberlo visto en el Toucan. Hewitt era también un amigo íntimo de la mujer. ¿Sabría dónde se
escondía ella? ¿Sabría si había sobrevivido?
Las preguntas dieron fruto a una idea tan buena e ingeniosa que Taber se rió en alto.
Complacido consigo mismo, se metió la camisa de seda azul en el bolsillo y salió del coche,
ordenándole a Antos que lo siguiera.
Era más de medianoche cuando Maite se levantó de la cama y se puso sus vaqueros.
Había tenido suerte y Will había decidido dormir en otro sitio. Lo había oído tumbarse a
dormir en el suelo de una de las habitaciones vacías.
Sonriendo, Maite salió despacio al pasillo y empezó a bajar las escaleras con cuidado. Soltó
el aire al llegar al último escalón y pasó delante de la entrada del salón. La casa estaba a oscuras,
pero la luz de la luna que entraba por las ventanas le dio confianza para seguir adelante sin miedo
a tropezar, y llegó a la cocina sin ningún contratiempo.
Hacía calor y Maite sintió el mareante aroma a jazmín al salir al porche. El silencioso jardín
trasero la hizo vacilar un momento, y se detuvo a apreciar la soledad. La casa de Will era como un
escondite secreto, un lugar tranquilo en medio de una turbulenta tormenta. Era una locura, pero
Maite se sentía a salvo allí. Se había sentido así desde que había cruzado el seto la noche anterior.
Los dos robles gigantescos que había a un lado del jardín le recordaron a dos enormes centinelas.
E irónicamente, el columpio de hierro pintado de blanco que había entre ellos le recordó al que
había visto en sus sueños de adolescente.
Era todo lo que había deseado de niña; un hogar alejado de las personas que frecuentaban
el mercado de pescado. Una casa lo suficientemente grande como para que sus hijos tuvieran sus
propias habitaciones, con suficiente espacio en el jardín para que se subieran a los árboles, o
simplemente para respirar aire puro sin ser vistos.
De niña, los cuatro miembros de su familia vivían en un diminuto apartamento de tres habitaciones
situado sobre el mercado de pescado, que se encontraba entre dos edificios mayores. El
dormitorio que había compartido con Blu tenía una ventana que daba a un callejón.
Desde luego, su familia siempre se había querido mucho, y eso había sido lo más importante.
Pero tener un lugar privado para ella había sido la aspiración secreta de Maite.
Aspiró hondo, después caminó hacia la verja de hierro que rodeaba la casa. Debería darse
prisa y marcharse, pero por un instante se imaginaría en el columpio, y que esa casa era...
‐¿Marchándote sin despedirte?
Maite soltó una exclamación entrecortada y se dio la vuelta. Will estaba tumbado en la
enorme hamaca a solo unos metros de ella.
tiempo y la recién descubierta obsesión se apoderó de él.
¿Dónde se escondía?, se preguntó Taber mientras se negaba a creer que la talentosa
cantante estuviera en el fondo del río y que sus valientes esfuerzos hubieran terminado tan
trágicamente. Había instruido a Antos para que buscara en los hospitales y casas de socorro, pero
ninguna persona de su descripción había sido admitida ni la noche anterior ni esa mañana.
‐Hay movimiento a bordo, señor.
Taber miró hacia el barco que avanzaba por el tranquilo curso del río y vio a un hombre. Era
muy alto y fornido, con el pelo largo atado en una coleta.
Brodie Hewitt era el capataz de la flota pesquera de Blu duFray. Taber lo reconoció de
haberlo visto en el Toucan. Hewitt era también un amigo íntimo de la mujer. ¿Sabría dónde se
escondía ella? ¿Sabría si había sobrevivido?
Las preguntas dieron fruto a una idea tan buena e ingeniosa que Taber se rió en alto.
Complacido consigo mismo, se metió la camisa de seda azul en el bolsillo y salió del coche,
ordenándole a Antos que lo siguiera.
Era más de medianoche cuando Maite se levantó de la cama y se puso sus vaqueros.
Había tenido suerte y Will había decidido dormir en otro sitio. Lo había oído tumbarse a
dormir en el suelo de una de las habitaciones vacías.
Sonriendo, Maite salió despacio al pasillo y empezó a bajar las escaleras con cuidado. Soltó
el aire al llegar al último escalón y pasó delante de la entrada del salón. La casa estaba a oscuras,
pero la luz de la luna que entraba por las ventanas le dio confianza para seguir adelante sin miedo
a tropezar, y llegó a la cocina sin ningún contratiempo.
Hacía calor y Maite sintió el mareante aroma a jazmín al salir al porche. El silencioso jardín
trasero la hizo vacilar un momento, y se detuvo a apreciar la soledad. La casa de Will era como un
escondite secreto, un lugar tranquilo en medio de una turbulenta tormenta. Era una locura, pero
Maite se sentía a salvo allí. Se había sentido así desde que había cruzado el seto la noche anterior.
Los dos robles gigantescos que había a un lado del jardín le recordaron a dos enormes centinelas.
E irónicamente, el columpio de hierro pintado de blanco que había entre ellos le recordó al que
había visto en sus sueños de adolescente.
Era todo lo que había deseado de niña; un hogar alejado de las personas que frecuentaban
el mercado de pescado. Una casa lo suficientemente grande como para que sus hijos tuvieran sus
propias habitaciones, con suficiente espacio en el jardín para que se subieran a los árboles, o
simplemente para respirar aire puro sin ser vistos.
De niña, los cuatro miembros de su familia vivían en un diminuto apartamento de tres habitaciones
situado sobre el mercado de pescado, que se encontraba entre dos edificios mayores. El
dormitorio que había compartido con Blu tenía una ventana que daba a un callejón.
Desde luego, su familia siempre se había querido mucho, y eso había sido lo más importante.
Pero tener un lugar privado para ella había sido la aspiración secreta de Maite.
Aspiró hondo, después caminó hacia la verja de hierro que rodeaba la casa. Debería darse
prisa y marcharse, pero por un instante se imaginaría en el columpio, y que esa casa era...
‐¿Marchándote sin despedirte?
Maite soltó una exclamación entrecortada y se dio la vuelta. Will estaba tumbado en la
enorme hamaca a solo unos metros de ella.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:42 am
‐No te había visto ‐le dijo.
‐No, supongo que no.
Balanceó las piernas por un lado de la hamaca y se puso de pie despacio. El torso desnudo
brillaba a la luz de la luna y sus largas piernas seguían embutidas en aquellos suaves y pálidos
vaqueros de cintura baja. Tenía los pies descalzos y Maite vio una botella vacía de whisky bajo la
hamaca.
‐Pensé que estabas durmiendo arriba ‐ Maite intentó no pensar en lo guapo que estaba a la
luz de la luna.
‐Eso era lo que esperaba que creyeras.
‐¿De modo que fingiste haberte ido a dormir a otro cuarto, cuando desde el principio tenías
la intención de dormir aquí fuera?
‐El mejor lugar para atrapar a un ladrón, o a alguien que intenta escabullirse a media noche,
es cerca de la puerta.
‐Ni soy un ladrón ni intentaba escabullirme ‐dijo Maite. No podía dormir y se me ocurrió...
‐No más juegos, cielo. Ambos sabemos lo que estabas a punto de hacer. ¿Ibas a ir a tu
apartamento o al Nightwing?
A Maite no le gustó el modo en que la estaba mirando. No era el modo en que un hombre
miraba a una mujer que ya no le importaba.
‐¿A1 apartamento o al Nightwing? ‐repitió él.
‐Al Nightwing.
‐¿A buscar a Blu?
Maite soltó una maldición.
‐Deja de mirarme así.
‐Si no te gusta cómo te estoy mirando, deberías haberte quedado en mi dormitorio con la
puerta cerrada ‐paseó la mirada por sus pechos‐. Recuerdo esta camiseta, pero no que te quedara
tan ceñida.
Maite intentó pasar junto a él y escapar al interior de la casa, pero él le impidió el paso.
Olió su aliento a whisky. Antes nunca bebía demasiado. El año anterior lo había visto tomar una
cerveza de tanto en tanto en el Toucan, pero raramente nada más fuerte.
‐¿Estás borracho?
‐No lo creo ‐sonrió‐. Aún sé cómo me llamo... y cómo te llamas tú, también ‐ se puso serio‐.
¿Cuándo llamas a Hewitt, normalmente contesta el teléfono? ¿Debería haberlo hecho hoy cuando
lo llamaste?
La pregunta la sorprendió.
‐Ah... Has pinchado tu propio teléfono. Eso también fue una trampa.
Él se acercó un poco más. Maite no quería fijarse en él, no quería reconocer que el corazón
le latía más deprisa de lo normal. Deseaba que su mera presencia le diera asco, y quería entrar de
nuevo en la casa para empezar a pensar en algún modo de salir de allí por la mañana.
El levantó la mano y le pasó un dedo por la mejilla donde tenía un moretón azulado.
‐¿Te duele?
‐Solo cuando me tocas. Así que no lo hagas.
El dejó caer la mano.
‐¿Y las rodillas?
‐Deja que vuelva dentro, Will.
Lentamente le apartó unos mechones de cabello de la cara.
‐¿Piensas alguna vez en cómo era lo nuestro? ¿En el fuego que ardía entre nosotros?
‐Quiero volver arriba. Por favor, déjame ir.
No le soltó el pelo, sino que se lo acarició con la yema de los dedos.
‐No, supongo que no.
Balanceó las piernas por un lado de la hamaca y se puso de pie despacio. El torso desnudo
brillaba a la luz de la luna y sus largas piernas seguían embutidas en aquellos suaves y pálidos
vaqueros de cintura baja. Tenía los pies descalzos y Maite vio una botella vacía de whisky bajo la
hamaca.
‐Pensé que estabas durmiendo arriba ‐ Maite intentó no pensar en lo guapo que estaba a la
luz de la luna.
‐Eso era lo que esperaba que creyeras.
‐¿De modo que fingiste haberte ido a dormir a otro cuarto, cuando desde el principio tenías
la intención de dormir aquí fuera?
‐El mejor lugar para atrapar a un ladrón, o a alguien que intenta escabullirse a media noche,
es cerca de la puerta.
‐Ni soy un ladrón ni intentaba escabullirme ‐dijo Maite. No podía dormir y se me ocurrió...
‐No más juegos, cielo. Ambos sabemos lo que estabas a punto de hacer. ¿Ibas a ir a tu
apartamento o al Nightwing?
A Maite no le gustó el modo en que la estaba mirando. No era el modo en que un hombre
miraba a una mujer que ya no le importaba.
‐¿A1 apartamento o al Nightwing? ‐repitió él.
‐Al Nightwing.
‐¿A buscar a Blu?
Maite soltó una maldición.
‐Deja de mirarme así.
‐Si no te gusta cómo te estoy mirando, deberías haberte quedado en mi dormitorio con la
puerta cerrada ‐paseó la mirada por sus pechos‐. Recuerdo esta camiseta, pero no que te quedara
tan ceñida.
Maite intentó pasar junto a él y escapar al interior de la casa, pero él le impidió el paso.
Olió su aliento a whisky. Antes nunca bebía demasiado. El año anterior lo había visto tomar una
cerveza de tanto en tanto en el Toucan, pero raramente nada más fuerte.
‐¿Estás borracho?
‐No lo creo ‐sonrió‐. Aún sé cómo me llamo... y cómo te llamas tú, también ‐ se puso serio‐.
¿Cuándo llamas a Hewitt, normalmente contesta el teléfono? ¿Debería haberlo hecho hoy cuando
lo llamaste?
La pregunta la sorprendió.
‐Ah... Has pinchado tu propio teléfono. Eso también fue una trampa.
Él se acercó un poco más. Maite no quería fijarse en él, no quería reconocer que el corazón
le latía más deprisa de lo normal. Deseaba que su mera presencia le diera asco, y quería entrar de
nuevo en la casa para empezar a pensar en algún modo de salir de allí por la mañana.
El levantó la mano y le pasó un dedo por la mejilla donde tenía un moretón azulado.
‐¿Te duele?
‐Solo cuando me tocas. Así que no lo hagas.
El dejó caer la mano.
‐¿Y las rodillas?
‐Deja que vuelva dentro, Will.
Lentamente le apartó unos mechones de cabello de la cara.
‐¿Piensas alguna vez en cómo era lo nuestro? ¿En el fuego que ardía entre nosotros?
‐Quiero volver arriba. Por favor, déjame ir.
No le soltó el pelo, sino que se lo acarició con la yema de los dedos.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:46 am
‐Yo me acuerdo ‐confesó‐. De todo. De esos suaves gemidos que siempre salían de tu
garganta. Del modo en que aguantabas la respiración cuando yo...
‐Basta. Dijiste que nada de juegos. Me niego a jugar a este juego contigo.
‐¿Con Hewitt te apasionas de ese modo? ¿Como solía pasarte conmigo? ¿Hace que te
queme la piel y que los pezones se te pongan duros como una piedra?
‐Sí. Sí a todo.
Maite necesitaba una red de seguridad para sus emociones, necesitaba creer en lo que
decía. Si no lo hacía... Will la miraba como si algo fuera a ocurrir entre ellos, algo profundo y
estremecedor. Algo que los hiciera «arder» a los dos. Maite ya se había convencido a sí misma
que nada de eso volvería a ocurrir entre ellos.
Él dio un paso hacia delante, forzándola a retroceder hasta toparse con la verja. Colocó las
manos sobre el frío hierro a ambos lados de Maite, rodeándola con su calor, con su aroma
masculino.
‐Creo que estás mintiendo acerca de Hewitt. Si te diera lo que necesitas, no estarías
haciendo tanto esfuerzo por controlarte en este momento.
Lentamente se inclinó hacia ella y la sangre empezó a correrle más deprisa por las venas.
Maite tragó saliva con fuerza e hizo lo posible por mantener la cabeza alta.
‐Mi cuerpo no te recuerda. No siento nada por ti.
Él sacudió la cabeza.
‐Las personas son lo mío. Las observo, calculo sus acciones, sus reacciones. Estoy atento a
las alteraciones en su respiración, me fijo en sus ojos. Es lo que hago, cariño, y lo hago mejor que
la mayoría.
Lo que decía era cierto; tenía el talento de adivinar los pensamientos y lo que sentían los
demás, y eso era lo que hacía de él tan buen policía. Pero Maite no podía dejarte que le leyera el
pensamiento en ese momento. No podía.
‐¿Quieres que probemos mi teoría?
‐Te odio ‐insistió Maite.
‐Con razón. Pero tal vez no tanto como desearías. En este momento no veo odio en ti.
Maite intentó respirar con normalidad, se esforzó por mirarlo de nuevo.
‐Siempre has sido un engreído, Will. Pero estás equivocado. En este momento me estás...
‐Poniendo más caliente de lo que has estado en mucho tiempo.
‐No. Me haces sentir náuseas.
Se equivocó al decir eso. En lugar de retirarse; Will se lo tomó como un desafío. Le empezó a
dibujar el contorno de los labios con el pulgar. Lenta y deliberadamente, Will le deslizó el dedo por
la barbilla y siguió hasta el cuello.
Maite se quedó muy quieta. Maldijo para sus adentros por no haberse cambiado de camiseta.
Sus sensibles pezones sobresalían ya a través del fino algodón y sabía que le estaban
rozando el pecho desnudo a Will.
‐No puedes casi respirar ‐le susurró‐. Tienes las pupilas dilatadas, y tu cuerpo... tu cuerpo
está perdido y tú lo sabes. Relájate, Maite. Aspira hondo y suelta el aire lentamente.
Como si no tuviera voluntad propia, hizo lo que Will le decía. Aspiró hondo y se relajó.
‐Otra vez.
‐Por favor, Will. Apártate.
‐No te ayudará, cielo. Solo hay una cosa que te puede ayudar. Tiene que ser peor antes de
mejorar.
De pronto sus manos estaban entre los dos, acariciando los pechos abultados y anhelantes
de Maite.
Ella echó la cabeza para atrás y lo miró.
garganta. Del modo en que aguantabas la respiración cuando yo...
‐Basta. Dijiste que nada de juegos. Me niego a jugar a este juego contigo.
‐¿Con Hewitt te apasionas de ese modo? ¿Como solía pasarte conmigo? ¿Hace que te
queme la piel y que los pezones se te pongan duros como una piedra?
‐Sí. Sí a todo.
Maite necesitaba una red de seguridad para sus emociones, necesitaba creer en lo que
decía. Si no lo hacía... Will la miraba como si algo fuera a ocurrir entre ellos, algo profundo y
estremecedor. Algo que los hiciera «arder» a los dos. Maite ya se había convencido a sí misma
que nada de eso volvería a ocurrir entre ellos.
Él dio un paso hacia delante, forzándola a retroceder hasta toparse con la verja. Colocó las
manos sobre el frío hierro a ambos lados de Maite, rodeándola con su calor, con su aroma
masculino.
‐Creo que estás mintiendo acerca de Hewitt. Si te diera lo que necesitas, no estarías
haciendo tanto esfuerzo por controlarte en este momento.
Lentamente se inclinó hacia ella y la sangre empezó a correrle más deprisa por las venas.
Maite tragó saliva con fuerza e hizo lo posible por mantener la cabeza alta.
‐Mi cuerpo no te recuerda. No siento nada por ti.
Él sacudió la cabeza.
‐Las personas son lo mío. Las observo, calculo sus acciones, sus reacciones. Estoy atento a
las alteraciones en su respiración, me fijo en sus ojos. Es lo que hago, cariño, y lo hago mejor que
la mayoría.
Lo que decía era cierto; tenía el talento de adivinar los pensamientos y lo que sentían los
demás, y eso era lo que hacía de él tan buen policía. Pero Maite no podía dejarte que le leyera el
pensamiento en ese momento. No podía.
‐¿Quieres que probemos mi teoría?
‐Te odio ‐insistió Maite.
‐Con razón. Pero tal vez no tanto como desearías. En este momento no veo odio en ti.
Maite intentó respirar con normalidad, se esforzó por mirarlo de nuevo.
‐Siempre has sido un engreído, Will. Pero estás equivocado. En este momento me estás...
‐Poniendo más caliente de lo que has estado en mucho tiempo.
‐No. Me haces sentir náuseas.
Se equivocó al decir eso. En lugar de retirarse; Will se lo tomó como un desafío. Le empezó a
dibujar el contorno de los labios con el pulgar. Lenta y deliberadamente, Will le deslizó el dedo por
la barbilla y siguió hasta el cuello.
Maite se quedó muy quieta. Maldijo para sus adentros por no haberse cambiado de camiseta.
Sus sensibles pezones sobresalían ya a través del fino algodón y sabía que le estaban
rozando el pecho desnudo a Will.
‐No puedes casi respirar ‐le susurró‐. Tienes las pupilas dilatadas, y tu cuerpo... tu cuerpo
está perdido y tú lo sabes. Relájate, Maite. Aspira hondo y suelta el aire lentamente.
Como si no tuviera voluntad propia, hizo lo que Will le decía. Aspiró hondo y se relajó.
‐Otra vez.
‐Por favor, Will. Apártate.
‐No te ayudará, cielo. Solo hay una cosa que te puede ayudar. Tiene que ser peor antes de
mejorar.
De pronto sus manos estaban entre los dos, acariciando los pechos abultados y anhelantes
de Maite.
Ella echó la cabeza para atrás y lo miró.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:49 am
‐¡Will, basta! Déjalo inmediatamente. Quiero volver a la habitación. Me duele el brazo. La
infección...
É1 sacudió la cabeza y sonrió con tristeza.
‐ ¡Te odio! ‐le soltó ella otra vez.
‐Como te he dicho, deberías odiarme. Pero aunque lo hagas, hay una cosa que no puedes
negar y es lo mucho que anhelas lo que compartimos.
‐No puedo desear a alguien que odio.
‐Estoy convencido de que el cuerpo de una persona tiene un instinto especial que le hace
saber cuál es su hogar. Sabe dónde está más seguro. Y a quién pertenece.
‐Mi cuerpo no te pertenece ‐Maite discutió.
No podía ser, pensó con pánico. Si eso era cierto, sería infeliz toda su vida.
No había razón para quedarse allí y escucharlo por más tiempo. Ni tampoco para continuar
con aquella conversación. Solo que era eso mismo lo que estaba haciendo, inmóvil como una
estatua.
‐Will, por favor.
‐Por favor, ¿qué?
‐¿Qué es lo que quieres? ¿Información? No tengo ninguna que darte. En serio.
‐En este momento, el caso es lo último que tengo en la cabeza‐sonrió‐. No, cielo, lo que
quiero esta noche es sencillo e interesado. Quiero verte desnuda, forcejeando un poco conmigo y
jadeando mi nombre al mismo tiempo ‐de pronto la agarró, la separó de la verja y la estrechó
contra su cuerpo duro como una roca‐. Aquí. Arriba. Sobre la hierba. El lugar no me importa.
Elígelo tú si prefieres.
Estaba confundiéndola, haciéndole recordar un tiempo en el que lo único que había deseado
había sido perderse entre sus brazos, en su cuerpo fuerte que la encendía. Los recuerdos
eran demasiado fuertes para olvidarlos; pero debía olvidar aquella pasión para salvarse. Tan solo
tenía que recordar el dolor para evitar hacer el ridículo una vez más.
Desesperada por alejarse de él, por pensar con claridad, dijo:
‐Tienes razón, Will. Elijo yo, y quiero que me sueltes. No deseo esto.
Esa vez, cuando intentó moverse, él dejó caer el brazo y retrocedió un paso. Aliviada, Maite
se apresuró hacia la puerta.
‐Maite…
Ella no se volvió, pero vaciló al llegar a la puerta.
‐Echa el cerrojo del dormitorio.
infección...
É1 sacudió la cabeza y sonrió con tristeza.
‐ ¡Te odio! ‐le soltó ella otra vez.
‐Como te he dicho, deberías odiarme. Pero aunque lo hagas, hay una cosa que no puedes
negar y es lo mucho que anhelas lo que compartimos.
‐No puedo desear a alguien que odio.
‐Estoy convencido de que el cuerpo de una persona tiene un instinto especial que le hace
saber cuál es su hogar. Sabe dónde está más seguro. Y a quién pertenece.
‐Mi cuerpo no te pertenece ‐Maite discutió.
No podía ser, pensó con pánico. Si eso era cierto, sería infeliz toda su vida.
No había razón para quedarse allí y escucharlo por más tiempo. Ni tampoco para continuar
con aquella conversación. Solo que era eso mismo lo que estaba haciendo, inmóvil como una
estatua.
‐Will, por favor.
‐Por favor, ¿qué?
‐¿Qué es lo que quieres? ¿Información? No tengo ninguna que darte. En serio.
‐En este momento, el caso es lo último que tengo en la cabeza‐sonrió‐. No, cielo, lo que
quiero esta noche es sencillo e interesado. Quiero verte desnuda, forcejeando un poco conmigo y
jadeando mi nombre al mismo tiempo ‐de pronto la agarró, la separó de la verja y la estrechó
contra su cuerpo duro como una roca‐. Aquí. Arriba. Sobre la hierba. El lugar no me importa.
Elígelo tú si prefieres.
Estaba confundiéndola, haciéndole recordar un tiempo en el que lo único que había deseado
había sido perderse entre sus brazos, en su cuerpo fuerte que la encendía. Los recuerdos
eran demasiado fuertes para olvidarlos; pero debía olvidar aquella pasión para salvarse. Tan solo
tenía que recordar el dolor para evitar hacer el ridículo una vez más.
Desesperada por alejarse de él, por pensar con claridad, dijo:
‐Tienes razón, Will. Elijo yo, y quiero que me sueltes. No deseo esto.
Esa vez, cuando intentó moverse, él dejó caer el brazo y retrocedió un paso. Aliviada, Maite
se apresuró hacia la puerta.
‐Maite…
Ella no se volvió, pero vaciló al llegar a la puerta.
‐Echa el cerrojo del dormitorio.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por asturabril Lun Oct 05, 2015 7:03 pm
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por SuenoLR Mar Oct 06, 2015 3:40 am
Sique mi Kat
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Mar Oct 06, 2015 9:55 am
Mis lindas lectoras hoy no tengo tiempo 
Seguira Manana
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 10:09 am
asturabril escribió:
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 10:10 am
SuenoLR escribió:Sique mi Kat
Ahora sigo mi Tonia
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 10:17 am
Capítulo 7
WILL DESMONTÓ la cerradura en un tiempo récord y abrió la puerta del dormitorio. Ella
estaba sentada en medio de su cama, con la luz de la luna bañándola por completo.
‐No estaba seguro de que te acordaras ‐ dijo él‐. Hace mucho tiempo que no jugamos a esto.
‐Recuerdo las reglas. Con el cerrojo echado, puedes entrar; sin echar, te quedas fuera.
Era un juego tonto, uno que se habían inventado para afinar la habilidad de Will para abrir
cerraduras. Le había dicho a Maite que si ella lo esperaba en la cama, sería un incentivo más para
él.
‐¿Estás segura de que esto es lo que quieres? ‐Will le preguntó, temeroso de pronto de
haberla presionado demasiado en el jardín.
‐El buen sexo es difícil de rechazar. Lo mejor es cuando no hay compromisos.
No era exactamente lo que Will quería escuchar, ni tampoco estaba de acuerdo con ello, pero
esa noche se conformaría con un trozo de aquel cielo que recordaba. Disfrutaría de abrazar a
Maite y de dejarse llevar por la dulzura de aquel precioso cuerpo apretado contra el suyo. Esa
noche sería tan solo un hombre ávido de la mujer que amaba.
Retiró la colcha en señal de invitación, dejando al descubierto su cuerpo desnudo.
‐Entre tus brazos, jadearé tu nombre en cuanto te unas a mí, Will. Pero no pasará si te quedas
ahí de pie.
Will se dio cuenta de que se había quedado inmóvil. Supuso que era natural. Llevaba dos años
soñando con ese momento, y ya que lo tenía allí, se sintió abrumado al verla en su cama,
invitándolo con calma a que se uniera a ella.
Se acercó lentamente. Ella le miró los pantalones y notó su erección presionando la cremallera.
Se inclinó hacia delante y lo acarició con atrevimiento.
‐¿Puedo ver, o te has vuelto tímido con la edad?
Siempre había sentido la necesidad de provocarlo. Y normalmente esas provocaciones se
centraban en torno a la diferencia de edad. Will nunca había sacado a relucir su inexperiencia
cuando ella había perdido la virginidad, pero siempre había sospechado que era algo que la
preocupaba: tenía mucho orgullo.
¿Sería por eso por lo que en ese momento estaba intentando con tanto empeño llevar la
voz cantante?
Sus dedos avanzaron por la cremallera y se detuvieron a un centímetro del botón. Cuando él
no se movió, ella vaciló.
‐¿Voy demasiado deprisa para ti?
‐¿A ti qué te parece?
Ella se pasó la lengua por los labios y miró la cremallera.
‐Creo que voy a echar un vistazo.
Le desabrochó el botón de los vaqueros y le bajó la cremallera lentamente. Cuando se dio
cuenta de que no se había puesto ropa interior después de la ducha, dejó caer las manos.
‐¿Qué estás pensando, cielo?
‐Estoy pensando que estoy impresionada, detective Archard ‐lo miró a los ojos‐. Para ser un
hombre mayor, todo parece estar funcionando bien.
Se puso de rodillas y le pasó las manos por la erección, una vez, dos veces. No apartó la
mirada de la suya al tiempo que sus pequeños y voraces dedos lo torturaban sin piedad una y otra
vez. Will finalmente cerró los ojos y se dejó llevar.
‐Maite... ‐su nombre salió de sus labios en un susurro torturado.
‐Calla... Todo esta bien y... muy duro. Pero aún no lo he visto todo. Tal vez tengas el trasero
blando y caído.
Will abrió los ojos y la encontró sonriendo.
‐Estás burlándote del hombre equivocado, cielo.
‐¿Vas a sacar otra vez las esposas y a atarme a la cama?
‐¿Te gustaría que lo hiciera?
Will había estado esperando a tocarla, aguantándose hasta estar seguro de que aceptaría
pasar la noche con él. Pero no podía soportarlo más. Levantó las manos y, empezando por las
pantorrillas fue subiendo poco a poco. Cuando llegó a su maravilloso trasero, sus dedos se
curvaron y le separó las nalgas levemente. Ella aspiró entrecortadamente, gimió cuando él la
estrechó con más fuerza, buscando con los dedos su calor.
‐Mírame ‐ella hizo lo que le había pedido‐. Demuéstrame que recuerdas cómo nos
sentíamos. Bésame con todas tus fuerzas.
WILL DESMONTÓ la cerradura en un tiempo récord y abrió la puerta del dormitorio. Ella
estaba sentada en medio de su cama, con la luz de la luna bañándola por completo.
‐No estaba seguro de que te acordaras ‐ dijo él‐. Hace mucho tiempo que no jugamos a esto.
‐Recuerdo las reglas. Con el cerrojo echado, puedes entrar; sin echar, te quedas fuera.
Era un juego tonto, uno que se habían inventado para afinar la habilidad de Will para abrir
cerraduras. Le había dicho a Maite que si ella lo esperaba en la cama, sería un incentivo más para
él.
‐¿Estás segura de que esto es lo que quieres? ‐Will le preguntó, temeroso de pronto de
haberla presionado demasiado en el jardín.
‐El buen sexo es difícil de rechazar. Lo mejor es cuando no hay compromisos.
No era exactamente lo que Will quería escuchar, ni tampoco estaba de acuerdo con ello, pero
esa noche se conformaría con un trozo de aquel cielo que recordaba. Disfrutaría de abrazar a
Maite y de dejarse llevar por la dulzura de aquel precioso cuerpo apretado contra el suyo. Esa
noche sería tan solo un hombre ávido de la mujer que amaba.
Retiró la colcha en señal de invitación, dejando al descubierto su cuerpo desnudo.
‐Entre tus brazos, jadearé tu nombre en cuanto te unas a mí, Will. Pero no pasará si te quedas
ahí de pie.
Will se dio cuenta de que se había quedado inmóvil. Supuso que era natural. Llevaba dos años
soñando con ese momento, y ya que lo tenía allí, se sintió abrumado al verla en su cama,
invitándolo con calma a que se uniera a ella.
Se acercó lentamente. Ella le miró los pantalones y notó su erección presionando la cremallera.
Se inclinó hacia delante y lo acarició con atrevimiento.
‐¿Puedo ver, o te has vuelto tímido con la edad?
Siempre había sentido la necesidad de provocarlo. Y normalmente esas provocaciones se
centraban en torno a la diferencia de edad. Will nunca había sacado a relucir su inexperiencia
cuando ella había perdido la virginidad, pero siempre había sospechado que era algo que la
preocupaba: tenía mucho orgullo.
¿Sería por eso por lo que en ese momento estaba intentando con tanto empeño llevar la
voz cantante?
Sus dedos avanzaron por la cremallera y se detuvieron a un centímetro del botón. Cuando él
no se movió, ella vaciló.
‐¿Voy demasiado deprisa para ti?
‐¿A ti qué te parece?
Ella se pasó la lengua por los labios y miró la cremallera.
‐Creo que voy a echar un vistazo.
Le desabrochó el botón de los vaqueros y le bajó la cremallera lentamente. Cuando se dio
cuenta de que no se había puesto ropa interior después de la ducha, dejó caer las manos.
‐¿Qué estás pensando, cielo?
‐Estoy pensando que estoy impresionada, detective Archard ‐lo miró a los ojos‐. Para ser un
hombre mayor, todo parece estar funcionando bien.
Se puso de rodillas y le pasó las manos por la erección, una vez, dos veces. No apartó la
mirada de la suya al tiempo que sus pequeños y voraces dedos lo torturaban sin piedad una y otra
vez. Will finalmente cerró los ojos y se dejó llevar.
‐Maite... ‐su nombre salió de sus labios en un susurro torturado.
‐Calla... Todo esta bien y... muy duro. Pero aún no lo he visto todo. Tal vez tengas el trasero
blando y caído.
Will abrió los ojos y la encontró sonriendo.
‐Estás burlándote del hombre equivocado, cielo.
‐¿Vas a sacar otra vez las esposas y a atarme a la cama?
‐¿Te gustaría que lo hiciera?
Will había estado esperando a tocarla, aguantándose hasta estar seguro de que aceptaría
pasar la noche con él. Pero no podía soportarlo más. Levantó las manos y, empezando por las
pantorrillas fue subiendo poco a poco. Cuando llegó a su maravilloso trasero, sus dedos se
curvaron y le separó las nalgas levemente. Ella aspiró entrecortadamente, gimió cuando él la
estrechó con más fuerza, buscando con los dedos su calor.
‐Mírame ‐ella hizo lo que le había pedido‐. Demuéstrame que recuerdas cómo nos
sentíamos. Bésame con todas tus fuerzas.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 10:22 am
Cuando sus labios se encontraron, Maite abrió la boca y aceptó su lengua con ansia. Will
aprovechó la oportunidad y, momentos después, estaba devorándola. Y entonces lo oyó, un leve
sonido estrangulado que brotaba de su garganta. El mismo sonido que ella emitía cuando se
entregaba completamente a él.
Will decidió que la culpabilidad, las noches en vela, la soledad, habían valido la pena. Ella
estaba allí entre sus brazos. Viva. Y besándolo como una loca.
Sin dudarlo,Will supo que jamás volvería a cuestionar la elección que había hecho dos años
atrás. A pesar de lo difícil que le había resultado, había sido la única posible. Suspiró y continuó
besándola sin cesar.
Le acarició la espalda para vagar por sus preciosas curvas y después pasó a sobarle el
trasero. La apretó con más fuerza contra su dura entrepierna.
‐Estoy ardiendo.
‐Yo también ‐suspiró ella.
‐Debes tener cuidado con el brazo ‐la avisó.
‐Mi brazo está bien ‐susurró‐, pero el resto...
Sus palabras se fueron apagando al tiempo que bajaba la cabeza para besarle el torso desnudo.
Will gimió cuando la lengua de Maite le lamió una tetilla y luego la otra.
‐Estos vaqueros te quedan de maravilla, pero ha llegado el momento de demostrar que no
eres de los que habla mucho y luego no hace nada.
Maite bajó un poco más y lo besó en el estómago; un poco más y le pasó rápidamente la
lengua por el ombligo.
Will sintió las manos de Maite metiéndose en sus bolsillos traseros, sintió sus finos dedos
tirar de los pantalones para quitárselos.
‐Tan solo es sexo ‐murmuró ella una vez más‐. Dilo.
Su aliento cálido lo envolvió, sus labios rozaron levemente la punta de su recia erección. Lo
estaba provocando tanto que Will estaba a punto de estallar. Se inclinó y la abrazó.
‐Solo sexo ‐concedió, y entonces la levantó un poco y se metió uno de sus duros pezones en
la boca.
Ella se abrazó a él mientras Will le lamía primero uno y luego el otro.
‐Necesito estar dentro de ti ‐murmuró Will deslizándola un poco más contra su cuerpo
encendido para besar aquellos labios dulces y calientes.
‐Yo también te necesito dentro de mí.
Se separó de él para tumbarse en la cama, con las largas piernas estiradas y dejando a la
vista el nido de oscuros rizos que le nacía bajo el vientre.
Will se quitó del todo los pantalones y se colocó encima de ella, que abrió las piernas para
darle la bienvenida.
‐Eres preciosa ‐murmuró y después la besó y enseguida se introdujo suavemente dentro de
ella.
Era como volver a casa, pensó Will mientras una brusca oleada de calor se hacía presa de él.
La sensación fue tan fuerte, tan emocional, que se quedó quieto. Se dijo a sí mismo que debía
respirar, relajarse, pero en lugar de eso empezó a temblar.
‐Will...
‐Aquí estoy ‐dijo, reconociendo apenas su propia voz y pensando que iba a hacer el ridículo.
Se apoyó sobre los codos y la miró. Habría dicho algo, pero no se le ocurría nada más que
dos simples palabras. Y te quiero eran las palabras equivocadas cuando había acordado que
aquello no iba a ser más que un apasionado interludio sexual.
No tenía intención de ahuyentarla; en ese momento, no.
Will movió las caderas y, sin perder de vista su bello rostro, se retiró para zambullirse con más
aprovechó la oportunidad y, momentos después, estaba devorándola. Y entonces lo oyó, un leve
sonido estrangulado que brotaba de su garganta. El mismo sonido que ella emitía cuando se
entregaba completamente a él.
Will decidió que la culpabilidad, las noches en vela, la soledad, habían valido la pena. Ella
estaba allí entre sus brazos. Viva. Y besándolo como una loca.
Sin dudarlo,Will supo que jamás volvería a cuestionar la elección que había hecho dos años
atrás. A pesar de lo difícil que le había resultado, había sido la única posible. Suspiró y continuó
besándola sin cesar.
Le acarició la espalda para vagar por sus preciosas curvas y después pasó a sobarle el
trasero. La apretó con más fuerza contra su dura entrepierna.
‐Estoy ardiendo.
‐Yo también ‐suspiró ella.
‐Debes tener cuidado con el brazo ‐la avisó.
‐Mi brazo está bien ‐susurró‐, pero el resto...
Sus palabras se fueron apagando al tiempo que bajaba la cabeza para besarle el torso desnudo.
Will gimió cuando la lengua de Maite le lamió una tetilla y luego la otra.
‐Estos vaqueros te quedan de maravilla, pero ha llegado el momento de demostrar que no
eres de los que habla mucho y luego no hace nada.
Maite bajó un poco más y lo besó en el estómago; un poco más y le pasó rápidamente la
lengua por el ombligo.
Will sintió las manos de Maite metiéndose en sus bolsillos traseros, sintió sus finos dedos
tirar de los pantalones para quitárselos.
‐Tan solo es sexo ‐murmuró ella una vez más‐. Dilo.
Su aliento cálido lo envolvió, sus labios rozaron levemente la punta de su recia erección. Lo
estaba provocando tanto que Will estaba a punto de estallar. Se inclinó y la abrazó.
‐Solo sexo ‐concedió, y entonces la levantó un poco y se metió uno de sus duros pezones en
la boca.
Ella se abrazó a él mientras Will le lamía primero uno y luego el otro.
‐Necesito estar dentro de ti ‐murmuró Will deslizándola un poco más contra su cuerpo
encendido para besar aquellos labios dulces y calientes.
‐Yo también te necesito dentro de mí.
Se separó de él para tumbarse en la cama, con las largas piernas estiradas y dejando a la
vista el nido de oscuros rizos que le nacía bajo el vientre.
Will se quitó del todo los pantalones y se colocó encima de ella, que abrió las piernas para
darle la bienvenida.
‐Eres preciosa ‐murmuró y después la besó y enseguida se introdujo suavemente dentro de
ella.
Era como volver a casa, pensó Will mientras una brusca oleada de calor se hacía presa de él.
La sensación fue tan fuerte, tan emocional, que se quedó quieto. Se dijo a sí mismo que debía
respirar, relajarse, pero en lugar de eso empezó a temblar.
‐Will...
‐Aquí estoy ‐dijo, reconociendo apenas su propia voz y pensando que iba a hacer el ridículo.
Se apoyó sobre los codos y la miró. Habría dicho algo, pero no se le ocurría nada más que
dos simples palabras. Y te quiero eran las palabras equivocadas cuando había acordado que
aquello no iba a ser más que un apasionado interludio sexual.
No tenía intención de ahuyentarla; en ese momento, no.
Will movió las caderas y, sin perder de vista su bello rostro, se retiró para zambullirse con más
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 10:28 am
fuerza dentro de ella. Los frenéticos y suaves gemidos de Maite, que empezó a pronunciar su
nombre, lo llevó hasta el borde. Y entonces, en una fuerte oleada de ávido calor, empezó la
tormenta del amor.
Para siempre, para toda la vida, prometió
Will la amaría todo ese tiempo. Sencillamente, no tenía elección.
La adicción había vuelto y, como toda buena adicción, había dejado a Maite sedienta de
más.
Junto a la ventana, contempló el patio soleado. No podía dejar de pensar en la noche anterior.
En su mente revivía cada momento dulce, apasionado, alocado. Y también estaba
batallando con lo que había hecho.
Tan pronto consolaba su conciencia como, al cabo de un momento, se reprendía a sí misma
por lo que había hecho. Pero sobre todo, en esos momentoS se deleitaba con la dicha de sentirse
saciada.
Maite miró la cama vacía. Hacía una hora que había abierto los ojos y descubierto que
estaba sola en la enorme cama. Debería haberse sentido agradecida de que Will le hubiera dado
tiempo de recuperar la compostura, pero por orgullo le habría gustado ser la primera en
abandonar la cama. O tal vez le habría gustado ser la primera en despertarse para poder deleitarse
contemplando el hermoso cuerpo desnudo de Will a su lado.
Sí, la adicción había vuelto. En un momento de debilidad había echado el cerrojo y tirado la
cautela por la ventana. Podría echarle la culpa a muchas cosas; a la luz de la luna, al calor, o a las
seductoras palabras de Will.
Pero no iba hacerlo. Aceptaría lo que había pasado y lo vería con los ojos de un hombre; en
medio de todo aquel lío, se había tomado tiempo para reavivar su cuerpo. Los hombres pasaban
noches locas y se acostaban con mujeres todo el tiempo solo por el sexo. Entonces ¿por qué no las
mujeres también?
Maite vio a Jackson, que iba a sacar algo de su Ford último modelo. Se apartó de la ventana
y decidió que había llegado el momento de darse una ducha y vestirse. Después comería algo; las
tripas no hacían más que sonarle.
Media hora después, Maite entró en la cocina con los vaqueros de la noche anterior y una
camisa blanca de algodón fino. Cuando iba hacia el frigorífico, algo que había sobre la mesa de la
cocina llamó su atención, y Maite se quedó inmóvil. En medio de la mesa había un florero lleno de
rosas amarillas.
El corazón empezó a latirle con fuerza y se acercó a la mesa con paso tembloroso. Muy
despacio, rozó el delicado pétalo de una de las flores. En medio del ramo había una tarjeta y, con
manos temblorosas, la sacó del pequeño sobre.
La nota era escueta. Will simplemente la había firmado.
El psicólogo le había dicho que era una locura vivir en el pasado. Incluso un suicidio. Pero Will
no había estado de acuerdo en ese punto. Había intentado seguir adelante y había llegado a la
conclusión de que la vida sin Maite no tenía sentido. De modo que había conseguido mantenerse
sano de otra manera; la respuesta no era aprender a vivir sin ella, sino aprender a vivir con ella de
otra manera.
En ese momento las cosas cambiaron. Dejó de beber y dejó de tomar una pastilla para cada
tipo de humor. Después se impuso un horario. Consiguió volver a tener una estupenda forma física
nombre, lo llevó hasta el borde. Y entonces, en una fuerte oleada de ávido calor, empezó la
tormenta del amor.
Para siempre, para toda la vida, prometió
Will la amaría todo ese tiempo. Sencillamente, no tenía elección.
La adicción había vuelto y, como toda buena adicción, había dejado a Maite sedienta de
más.
Junto a la ventana, contempló el patio soleado. No podía dejar de pensar en la noche anterior.
En su mente revivía cada momento dulce, apasionado, alocado. Y también estaba
batallando con lo que había hecho.
Tan pronto consolaba su conciencia como, al cabo de un momento, se reprendía a sí misma
por lo que había hecho. Pero sobre todo, en esos momentoS se deleitaba con la dicha de sentirse
saciada.
Maite miró la cama vacía. Hacía una hora que había abierto los ojos y descubierto que
estaba sola en la enorme cama. Debería haberse sentido agradecida de que Will le hubiera dado
tiempo de recuperar la compostura, pero por orgullo le habría gustado ser la primera en
abandonar la cama. O tal vez le habría gustado ser la primera en despertarse para poder deleitarse
contemplando el hermoso cuerpo desnudo de Will a su lado.
Sí, la adicción había vuelto. En un momento de debilidad había echado el cerrojo y tirado la
cautela por la ventana. Podría echarle la culpa a muchas cosas; a la luz de la luna, al calor, o a las
seductoras palabras de Will.
Pero no iba hacerlo. Aceptaría lo que había pasado y lo vería con los ojos de un hombre; en
medio de todo aquel lío, se había tomado tiempo para reavivar su cuerpo. Los hombres pasaban
noches locas y se acostaban con mujeres todo el tiempo solo por el sexo. Entonces ¿por qué no las
mujeres también?
Maite vio a Jackson, que iba a sacar algo de su Ford último modelo. Se apartó de la ventana
y decidió que había llegado el momento de darse una ducha y vestirse. Después comería algo; las
tripas no hacían más que sonarle.
Media hora después, Maite entró en la cocina con los vaqueros de la noche anterior y una
camisa blanca de algodón fino. Cuando iba hacia el frigorífico, algo que había sobre la mesa de la
cocina llamó su atención, y Maite se quedó inmóvil. En medio de la mesa había un florero lleno de
rosas amarillas.
El corazón empezó a latirle con fuerza y se acercó a la mesa con paso tembloroso. Muy
despacio, rozó el delicado pétalo de una de las flores. En medio del ramo había una tarjeta y, con
manos temblorosas, la sacó del pequeño sobre.
La nota era escueta. Will simplemente la había firmado.
El psicólogo le había dicho que era una locura vivir en el pasado. Incluso un suicidio. Pero Will
no había estado de acuerdo en ese punto. Había intentado seguir adelante y había llegado a la
conclusión de que la vida sin Maite no tenía sentido. De modo que había conseguido mantenerse
sano de otra manera; la respuesta no era aprender a vivir sin ella, sino aprender a vivir con ella de
otra manera.
En ese momento las cosas cambiaron. Dejó de beber y dejó de tomar una pastilla para cada
tipo de humor. Después se impuso un horario. Consiguió volver a tener una estupenda forma física
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 10:33 am
y se entretuvo comprando una casa. Después consiguió un horario distinto, de modo que pudiera
tener tres noches a la semana libres para pasarlas en el Toucan con la mujer que amaba.
Era sorprendente lo que la mente humana podía crear con un empujón. Cuando Will entraba
en el Toucan imaginaba que Maite lo había invitado y que las canciones que elegía cantar las
interpretaba solo para él. Después, cuando volvía a casa, continuaba con su fantasía, reviviendo la
intimidad que habían compartido en el corto mes que habían pasado juntos, antes de que su
trabajo destruyera aquella felicidad. En realidad, la nueva vida que se había impuesto fue una
terapia mucho más sana y efectiva que las pastillas, el alcohol o la leche caliente. Todo iría
perfectamente bien mientras se atuviera a la única regla que lo ayudaría a seguir con los pies en la
tierra. Esa regla era la distancia; ni se acercaría a Maite ni cruzaría con ella ni una sola palabra.
El psicólogo había dicho que eso era una locura; en cambio Will pensaba que era la única
manera de sobrevivir. Claro que ya sabía que sobrevivir y vivir eran dos cosas distintas. Durante
dos años tan solo había existido; la noche anterior había sido la primera vez que había vivido de
verdad desde que había dejado a Maite. Y se había dado cuenta también de otra cosa: que Maite
también había estado solo existiendo.
Decir que quería volver a estar con ella sería poco. Quería despertarse junto a ella cada
mañana, besarla cada vez que tuviera ganas. Quería invitarla a cenar e ir juntos a la tienda de
comestibles. Le daba igual lo que hicieran, mientras estuvieran juntos. Y quería pasar el resto de su
vida haciéndola feliz y amándola.
Will salió de su ensimismamiento. Estaba de pie delante del archivador, en la comisaría, listo
para revivir un viejo fantasma. Abrió el archivador y buscó el nombre que había quedado grabado
en su memoria para siempre.
‐¿Horario de banca?
Will se dio la vuelta y vio a Clide entrando despacio en la habitación mientras él tenía en la
mano la carpeta del caso Koch Menaro.
‐Eh, ¿qué tal jefe?
‐Eso es lo que a mí me gustaría saber. Aún no has ido al laboratorio esta mañana. ¿Qué
pasa, Will? Normalmente te muestras tan ansioso por avanzar cuando tienes un caso.
‐Me imagino que Archie ha comprobado las muestras de sangre.
‐Encontró tres tipos de sangre distintos. ¿Qué te parece eso?
Will asintió.
‐Me lo figuraba.
‐¿Sabías que había otras personas aparte de Mickey en el muelle esa noche?
‐Sí, lo sabía.
‐¿Por qué me da la impresión de que sabes más de lo que me has contado, Will? ¿Qué pasa?
‐Me conoces, Clide, no me gusta decir nada hasta que no estoy casi seguro.
‐Ha habido muchas ocasiones en las que lo único que teníamos eran tus infalibles corazonadas.
No me estoy quejando.
Eso era cierto, pero esa vez no, quiso decir Ry. No pensaba relacionar a Maite y a Blu con
las muestras de sangre a no ser que hubiera una prueba firme, e incluso tampoco entonces. Dejó
caer la mano en cuanto se dio cuenta de que Clide estaba estirando el cuello para leer el nombre
impreso en la carpeta. Pero no fue lo suficientemente rápido.
‐¿Qué demonios estás haciendo con eso? ‐Clide arqueó las cejas‐. Pensé que acordamos...
‐Tú acordaste que nos olvidaríamos de él. Yo no. ¿Cómo iba a poder?
‐Koch está en el infierno, Will. De un modo indirecto, claro está; me gusta pensar qué está en
el infierno.
‐No tiene gracia, Clide.
‐Koch lleva muerto ya dos largos años.
tener tres noches a la semana libres para pasarlas en el Toucan con la mujer que amaba.
Era sorprendente lo que la mente humana podía crear con un empujón. Cuando Will entraba
en el Toucan imaginaba que Maite lo había invitado y que las canciones que elegía cantar las
interpretaba solo para él. Después, cuando volvía a casa, continuaba con su fantasía, reviviendo la
intimidad que habían compartido en el corto mes que habían pasado juntos, antes de que su
trabajo destruyera aquella felicidad. En realidad, la nueva vida que se había impuesto fue una
terapia mucho más sana y efectiva que las pastillas, el alcohol o la leche caliente. Todo iría
perfectamente bien mientras se atuviera a la única regla que lo ayudaría a seguir con los pies en la
tierra. Esa regla era la distancia; ni se acercaría a Maite ni cruzaría con ella ni una sola palabra.
El psicólogo había dicho que eso era una locura; en cambio Will pensaba que era la única
manera de sobrevivir. Claro que ya sabía que sobrevivir y vivir eran dos cosas distintas. Durante
dos años tan solo había existido; la noche anterior había sido la primera vez que había vivido de
verdad desde que había dejado a Maite. Y se había dado cuenta también de otra cosa: que Maite
también había estado solo existiendo.
Decir que quería volver a estar con ella sería poco. Quería despertarse junto a ella cada
mañana, besarla cada vez que tuviera ganas. Quería invitarla a cenar e ir juntos a la tienda de
comestibles. Le daba igual lo que hicieran, mientras estuvieran juntos. Y quería pasar el resto de su
vida haciéndola feliz y amándola.
Will salió de su ensimismamiento. Estaba de pie delante del archivador, en la comisaría, listo
para revivir un viejo fantasma. Abrió el archivador y buscó el nombre que había quedado grabado
en su memoria para siempre.
‐¿Horario de banca?
Will se dio la vuelta y vio a Clide entrando despacio en la habitación mientras él tenía en la
mano la carpeta del caso Koch Menaro.
‐Eh, ¿qué tal jefe?
‐Eso es lo que a mí me gustaría saber. Aún no has ido al laboratorio esta mañana. ¿Qué
pasa, Will? Normalmente te muestras tan ansioso por avanzar cuando tienes un caso.
‐Me imagino que Archie ha comprobado las muestras de sangre.
‐Encontró tres tipos de sangre distintos. ¿Qué te parece eso?
Will asintió.
‐Me lo figuraba.
‐¿Sabías que había otras personas aparte de Mickey en el muelle esa noche?
‐Sí, lo sabía.
‐¿Por qué me da la impresión de que sabes más de lo que me has contado, Will? ¿Qué pasa?
‐Me conoces, Clide, no me gusta decir nada hasta que no estoy casi seguro.
‐Ha habido muchas ocasiones en las que lo único que teníamos eran tus infalibles corazonadas.
No me estoy quejando.
Eso era cierto, pero esa vez no, quiso decir Ry. No pensaba relacionar a Maite y a Blu con
las muestras de sangre a no ser que hubiera una prueba firme, e incluso tampoco entonces. Dejó
caer la mano en cuanto se dio cuenta de que Clide estaba estirando el cuello para leer el nombre
impreso en la carpeta. Pero no fue lo suficientemente rápido.
‐¿Qué demonios estás haciendo con eso? ‐Clide arqueó las cejas‐. Pensé que acordamos...
‐Tú acordaste que nos olvidaríamos de él. Yo no. ¿Cómo iba a poder?
‐Koch está en el infierno, Will. De un modo indirecto, claro está; me gusta pensar qué está en
el infierno.
‐No tiene gracia, Clide.
‐Koch lleva muerto ya dos largos años.
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Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 10:36 am
‐Tú decidiste que estaba muerto, yo no.
La amargura en la voz de Will le dio a entender que aún le afectaba demasiado el tema como
para mostrarse objetivo. ¿Pero qué esperaba Clide? Habían sido Will y otros tres los que habían
hecho el sacrificio final. En realidad habían sido los otros policías los que más habían sufrido. Will
había decidido cortar por lo sano antes de jugar con la vida de la persona a la que amaba. Y había
merecido la pena; Koch Menaro jamás había sabido de la existencia de Maite. Gracias a eso, ella
aún seguía viva.
‐Maldita sea, Will. No me hace ninguna falta que te pongas loco en mitad de este caso. ¿Por
qué demonios has sacado otra vez el asunto? Pensaba que ya estabas bien. Te has quitado de la
bebida y de las pastillas. Duermes bien, ¿no?
‐Sí, duermo bien.
Clide suspiró aliviado.
‐Hay una gran diferencia entre vivir y existir, Clide.
‐¿Qué demonios quiere decir eso?
‐Quiere decir que quiero volver a tener mi vida de antes.
Will sabía que Clide entendía lo que estaba diciendo. Su jefe y Goddard Reese eran los dos
únicos hombres que sabían por qué había renunciado a Maite y lo mucho que se había hundido
después. Tan solo unas cuantas personas de la comisaría habían sido informadas sobre Koch
Menaro y su venganza contra el Distrito Octavo, y con razón. Las noticias sobre Koch habrían
desatado el pánico en la comisaría. El departamento no se había tomado en serio a Koch hasta que
no había matado a la mujer de un policía que iba de vuelta a su casa, al hermano gemelo de otro
oficial y a la hija adolescente de un veterano que llevaba treinta y cinco años en el cuerpo y que
estaba a punto de retirarse.
‐Koch está muerto ‐volvió a decir Clide.
Will quería creerlo, pero sin pruebas fehacientes, se había quedado preguntándose si la
pesadilla habría terminado de verdad. Lo único que había deseado siempre era poder cerrar el
caso; eso y la seguridad de que Maite llegara a vieja.
‐Will, me estás poniendo nervioso.
‐Estoy bien ‐insistió‐. La verdad es que... ‐Will se calló.
¿Cuánto debía contarle a su jefe?
‐¿Cuál es la verdad? ‐Clide estaba confuso.
‐He estado en contacto con Maite.
Clide soltó una palabrota.
‐Pensé que dijiste que no estabas listo aún para hacerlo. Dijiste que si no encontrábamos el
cuerpo, que entonces...
‐Sé lo que dije ‐lo interrumpió Will‐. Aún pienso lo mismo, o al menos eso era lo que pensaba
hasta hace unos pocos días.
‐¡Sigo sin poder proporcionarte el cuerpo! O bien vas a tener que vivir así y contarle la
verdad a Maite, o bien tendrás que seguir viviendo como hasta ahora.
‐¿Acaso no es natural que quiera un maldito cuerpo, Clide? ¿Estaba mal que quisiera a Koch
en la mesa de autopsias, reconstruido con un poco de pegamento para que pudiera reconocerle la
cara a ese bastardo y saber que todo había terminado?
‐Habría estado bien tener el cuerpo, y tú no eres el único que querías darte esa satisfacción.
Pero los otros aceptaron lo que no podía cambiar y continuaron con sus vidas ‐Clide le puso a Will la
mano en el hombro‐. Koch está muerto. No sé cuántas veces tengo que decirlo para que creas lo
que sé de corazón que es cierto. Si no lo fuera, Koch estaría ahí fuera riéndose de nosotros y
aterrorizando a nuestros seres queridos.
Will metió la carpeta en su sitio y cerró el archivador con fuerza.
La amargura en la voz de Will le dio a entender que aún le afectaba demasiado el tema como
para mostrarse objetivo. ¿Pero qué esperaba Clide? Habían sido Will y otros tres los que habían
hecho el sacrificio final. En realidad habían sido los otros policías los que más habían sufrido. Will
había decidido cortar por lo sano antes de jugar con la vida de la persona a la que amaba. Y había
merecido la pena; Koch Menaro jamás había sabido de la existencia de Maite. Gracias a eso, ella
aún seguía viva.
‐Maldita sea, Will. No me hace ninguna falta que te pongas loco en mitad de este caso. ¿Por
qué demonios has sacado otra vez el asunto? Pensaba que ya estabas bien. Te has quitado de la
bebida y de las pastillas. Duermes bien, ¿no?
‐Sí, duermo bien.
Clide suspiró aliviado.
‐Hay una gran diferencia entre vivir y existir, Clide.
‐¿Qué demonios quiere decir eso?
‐Quiere decir que quiero volver a tener mi vida de antes.
Will sabía que Clide entendía lo que estaba diciendo. Su jefe y Goddard Reese eran los dos
únicos hombres que sabían por qué había renunciado a Maite y lo mucho que se había hundido
después. Tan solo unas cuantas personas de la comisaría habían sido informadas sobre Koch
Menaro y su venganza contra el Distrito Octavo, y con razón. Las noticias sobre Koch habrían
desatado el pánico en la comisaría. El departamento no se había tomado en serio a Koch hasta que
no había matado a la mujer de un policía que iba de vuelta a su casa, al hermano gemelo de otro
oficial y a la hija adolescente de un veterano que llevaba treinta y cinco años en el cuerpo y que
estaba a punto de retirarse.
‐Koch está muerto ‐volvió a decir Clide.
Will quería creerlo, pero sin pruebas fehacientes, se había quedado preguntándose si la
pesadilla habría terminado de verdad. Lo único que había deseado siempre era poder cerrar el
caso; eso y la seguridad de que Maite llegara a vieja.
‐Will, me estás poniendo nervioso.
‐Estoy bien ‐insistió‐. La verdad es que... ‐Will se calló.
¿Cuánto debía contarle a su jefe?
‐¿Cuál es la verdad? ‐Clide estaba confuso.
‐He estado en contacto con Maite.
Clide soltó una palabrota.
‐Pensé que dijiste que no estabas listo aún para hacerlo. Dijiste que si no encontrábamos el
cuerpo, que entonces...
‐Sé lo que dije ‐lo interrumpió Will‐. Aún pienso lo mismo, o al menos eso era lo que pensaba
hasta hace unos pocos días.
‐¡Sigo sin poder proporcionarte el cuerpo! O bien vas a tener que vivir así y contarle la
verdad a Maite, o bien tendrás que seguir viviendo como hasta ahora.
‐¿Acaso no es natural que quiera un maldito cuerpo, Clide? ¿Estaba mal que quisiera a Koch
en la mesa de autopsias, reconstruido con un poco de pegamento para que pudiera reconocerle la
cara a ese bastardo y saber que todo había terminado?
‐Habría estado bien tener el cuerpo, y tú no eres el único que querías darte esa satisfacción.
Pero los otros aceptaron lo que no podía cambiar y continuaron con sus vidas ‐Clide le puso a Will la
mano en el hombro‐. Koch está muerto. No sé cuántas veces tengo que decirlo para que creas lo
que sé de corazón que es cierto. Si no lo fuera, Koch estaría ahí fuera riéndose de nosotros y
aterrorizando a nuestros seres queridos.
Will metió la carpeta en su sitio y cerró el archivador con fuerza.
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