WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU

por EsperanzaLR Mar Sep 29, 2015 12:07 pm

El la enseñó a besar, a hacer el amor, a amar... y después le partió el corazón. Por eso, si
no hubiera sido por la herida de bala que tenía en el brazo, Maite no habría recurrido a él, ni se
habría vuelto a encontrar en su casa y en su cama. Habría seguido odiando a William Archard en
lugar de odiarse a sí misma por desearlo de aquel modo. Ese hombre continuaba siendo
demasiado mayor para ella, seguía teniendo una pistola en el cajón de su mesilla y el corazón de
Maite en sus manos.

por asturabril Mar Sep 29, 2015 9:02 pm

Me gusta el prologo siguela I love you

por **andreaLR** Miér Sep 30, 2015 12:38 am

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 11:29 am

asturabril escribió:Me gusta el prologo siguela

Gracias mi Abril Besotes

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 11:30 am

andreaLR escribió:

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 11:33 am

Capítulo 1
POR LA lente de su cámara Maite apuntó al embarcadero y enfocó a su hermano, Blu, y al
forastero. Era una extraña pareja, decidió, y se preguntó cuál de los dos iba más elegante, y qué
era aquello tan importante como para que ambos se reunieran en un solitario muelle de noche.
Se dieron la mano, indiferentes a la lluvia de septiembre que les empapaba la ropa. La
espesa niebla daba a las calles un aspecto distorsionado y misterioso, y a Maite le puso las cosas
más difíciles. No era una fotógrafa experimentada, pero Blu no le había exigido un trabajo
profesional, sino tan solo una prueba visible de que el «intercambio» había tenido lugar.
Ella no le había preguntado qué iban a intercambiar. Francamente, prefería no saberlo. El
único motivo que la había llevado a estar esa noche en Algiers, en lugar de en Nueva Orleans
detrás del piano del Salón Toucan, nada tenía que ver con la moralidad y mucho con el amor de
hermana.
El aire húmedo y cargado intensificaba el olor a pescado podrido y a las fétidas aguas del río.
Maite arrugó la nariz y se retiró de la cara un largo mechón de cabello negro. Oyó el constante
golpeteo del agua contra las barcas amarradas al muelle, y sintió el húmedo aire tropical ciñéndole
los tejanos a las esbeltas caderas.
Ansiosa por terminar, pegó el ojo a la cámara y enfocó a Blu mientras este se sacaba algo
del bolsillo trasero del pantalón. Maite decidió que aquello debía ser el «intercambio», entonces
apretó el botón y pasó la película. Acababa de colocar la cámara para tomar una segunda foto
cuando un disparo resonó en la oscuridad. Maite observó, inmóvil cómo el extraño se movía
bruscamente hacia la derecha para, al instante, caer a los pies de su hermano.
Un grito se escapó de su garganta y dejó caer la cámara, vagamente consciente de que se
hacía añicos al golpearse contra el asfalto. Sin pensar en el peligro inminente, salió de su escondite
y empezó a correr hacia los muelles. Al llegar al embarcadero y subir las escaleras, el punzante olor
a cordita le confirmó que estaba ya en medio de la refriega.
Más tiros salieron de algún lugar detrás de ella, y pegó un brinco tremendo mientras gritaba
asustada. La invadió una terrible sensación de pánico, pero el miedo de Maite por la seguridad de
su hermano se vio ahogado por el miedo por la suya propia, y se obligó a sí misma a avanzar.
Como si el tiroteo hubiera abierto los cielos y enojado a los dioses, en ese momento empezó
a llover a cántaros. Margo pensó que la lluvia sería su salvación y, por una décima de segundo, lo
fue; se deslizó sobre las tablas mojadas y cayó con fuerza. Segundos después, cuando estaba de
rodillas, una bala le pasó rozando su cabeza. Al momento se puso de pie con esfuerzo; los oídos le
zumbaban y tenía las rodillas doloridas. Buscó con la mirada el lugar donde había visto a Blu, pero

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 11:37 am

se dio cuenta de que ya no estaba allí, sino tirado de espaldas junto al extraño.
‐¡No! ¡Por favor, no!
A Maite se le revolvió el estómago. Intentó respirar y estiró el brazo para agarrarse a la
barandilla del muelle, pues las piernas le fallaban. Cerró los ojos con fuerza y empezó a rezar a
toda prisa, pidiéndole a Dios que escuchara sus ruegos. Cuando terminó, por encima del estrépito
de la lluvia, lo oyó. No, no fue a Dios, pero la voz era igual de resonante, igual de maravillosa.
Imaginó que el Todopoderoso no habría aplaudido las palabras elegidas por su hermano, pero la
sonora voz de Blu rasgando el aire con improperios fue como un bálsamo para sus oídos; tanto
que empezó a llorar.
Entre lágrimas de felicidad. Maite observó que Blu levantaba la morena cabeza y la miraba
a los ojos. Un segundo después estaba maldiciendo de nuevo.
‐¡Bon Dieu, Chili! ¡Sal del muelle! ¿Te has vuelto loca?
El apodo que su hermano utilizó hizo que Margo se echara a llorar a moco tendido. Ella y Blu
siempre habían estado tan unidos, se llevaban tan poco y se parecían tanto que a menudo la gente
había pensado que eran mellizos, a pesar de que él fuera tres años mayor.
Una mancha oscura se extendía por el muslo izquierdo de Blu, y Maite aspiró con fuerza,
horrorizada por lo que pudiera ser. Vio que su hermano rodaba para ponerse boca abajo con
rapidez y Maite respiró un poco; si la herida fuera grave, no podría moverse con tanta agilidad.
El volvió a maldecir, esa vez en francés, y le ordenó que se metiera en el agua. Maite ignoró
la orden. En primer lugar, odiaba el agua y solo había aprendido a nadar porque Blu había estado
detrás de ella durante todo un verano el año en que había cumplido los doce. En segundo lugar,
estaba demasiado preocupada por él como para abandonarlo. Si algo le ocurría, no quería seguir
con vida.
Se apartó de la barandilla y avanzó. Cuando estaba casi a punto de llegar junto a su hermano,
dos tiros sonaron en rápida sucesión. El primero pasó silbando junto a su oreja, el siguiente
no hizo ningún ruido.
Sintió la bala rompiéndole la carne con una fuerza tan intensa, tan sorprendente, que cayó
de rodillas. El agudo dolor le dejó sin aliento y Maite perdió el equilibrio. Se tambaleó contra la
barandilla, sintió la madera áspera arañarle la mejilla. Finalmente las rodillas cedieron.
Oyó a Blu protestar con fuerza, y al cabo de un momento estaba a su lado, agarrándola del
brazo y echándola sobre el cuerpo sin vida de aquel extraño. Sin dejar de gritar, la colocó bocabajo
y se tumbó encima de ella.
Siguieron los crudos improperios.
‐Me achicharraré en el infierno si te mueres, así que no te mueras. No querrás enviarme al
infierno, ¿verdad, Chili? ¡Sigue respirando, ma jolie! Sigue respirando, ¿me oyes?
Cuando se quitó de encima de ella para ver si estaba viva, Maite dijo entre dientes:
‐«Unas cuantas fotos sin importancia», y un cuerno. ¿En qué demonios nos has metido?
¿Quién nos está disparando, Blu?
‐Eso es, Chili. Enfádate conmigo.
Su hermano miró hacia el muelle y Maite siguió su mirada. Dos hombres estaban subiendo
al embarcadero, ambos armados con pistolas. Muy grandes. Como las que se veían en las
películas.
‐Blu...
‐¿Dónde te han herido?
Maite hizo una mueca cuando su hermano le pasó la mano por el brazo manchado de
sangre justo debajo del hombro; le rasgó la manga para ver mejor la herida.
‐La bala te ha fastidiado un poco, pero no morirás ‐le dedicó una de sus especiales sonrisas y
enseguida miró hacia los dos hombres que avanzaban en dirección a ellos‐. No tenemos tiempo.

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 11:41 am

Vamos, Chili.
Maite se miró el brazo cubierto de sangre. Sintió náuseas y cerró los ojos.
‐Voy a vomitar, Blu.
‐De eso nada. Te agarraré de la cabeza como cuando éramos niños. Ahora mismo tenemos
que irnos.
‐¿Irnos? ¿Adónde? ‐preguntó Maite, segura de no querer saberlo en realidad; Blu jamás
hacía nada que no entrañara algo de riesgo o habilidad.
‐Vamos a nadar.
‐¡Oh, no! ¡Yo no!
‐Esos tipos, ma petite ‐señaló el par que se dirigía hacia ellos y le metió algo en el bolsillo
trasero de los pantalones‐, no vienen para acá a pedirte una cita.
‐¿Qué me has metido en el bolsillo?
‐La llave del mapa de un tesoro. Si no me presento en un par de días, dáselo a Brodie.
‐¿Qué estás diciendo?
‐Míralo como una aventura que un día podrás contarle a tus hijos.
No había tiempo para analizar su ridícula contestación; Blu ya estaba tirando de ella para
ponerla de pie. Maite apretó las rodillas como un burro obstinado.
‐Blu, no me gusta nadar, y sabes lo mucho que odio el río de noche. Me hago un lío y...
‐ Cuando nos tiremos al agua, nada hacia el Nightwing.
‐¿Quieres que nade hasta River Bay?
Maite abrió los ojos como platos mientras pensaba en el casi medio kilómetro que había
hasta donde Blu atracaba el crucero más rápido y famoso del río.
‐Brodie está abordo ‐explicó‐. Ya ha oído los disparos, de modo que sabrá que todo se ha
ido al cuerno. Que te lleve a algún sitio donde puedas esconderte por unos cuantos días.
‐¿No puedo irme a casa?
‐No ‐le miró el brazo herido‐. Necesitas atención médica. Ya lo tengo... ‐dijo de repente‐. A
nadie se le ocurriría buscarte allí. Oui, es perfecto. También podrá ocuparse de tu brazo. Y he
cambiado de opinión sobre la llave. Si no me presento dentro de un par de días, dale la llave a él.
‐Estás loco. Jamás le pediría ayuda a él. ¡Nunca! Aunque estuviera en las últimas, ni... Un tiró
rasgó el aire.
De repente, Maite sintió que su hermano la levantaba del suelo y tiraba de ella hacia el
borde del muelle. Entonces saltaron a las tenebrosas profundidades del río Mississippi bajo una
lluvia de disparos.
‐Si estás ahí, God, sal enseguida ‐Ry estiró el cuello y examinó la oscura callejuela del Barrio
Francés. Para resguardarse de la lluvia nocturna, un montón de cuerpos sin hogar se amontonaban
a ambos lados del callejón del Pirata; su ropa húmeda y sucia despedía un hedor fétido.
Nadie intentó moverse ni abrió la boca cuando Ry volvió a hablar. Decepcionado, se dio la
vuelta para marcharse, pensando que su informador, Goddard Reese, habría dormido en otro
lugar esa noche. Tan solo había dado dos pasos cuando una voz familiar le echó el alto.
‐Que no tenga casa no quiere decir que duerma como un lirón.
God salió de un hueco. Nada más abandonar el abrigo de la puerta, dos cuerpos harapientos
se pusieron de pie y se metieron en el espacio seco.
Al verlos, Goddard quitó su valioso trozo de cartón y se lo metió debajo del brazo.
‐No me gustan los mendigos ‐gruñó mientras apretaba su cama de cartón con posesividad ‐.

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 11:45 am

¿Acabas de venir de Algiers?
Will señaló hacia el hueco donde no caía la lluvia.
‐Ese es un lugar excelente. Para pillar un sitio así hay que estar temprano. Si es eso lo que
has estado haciendo, ¿cómo sabes que he estado al otro lado del río?
Goddard sonrió.
‐Si te contara todos mis secretos, Superman, no me necesitarías más. Me gusta comer a
menudo.
Will estudió el cuerpo descarnado de Goddard. El hombre aún no había cumplido los
cincuenta, pero la joroba y el pelo canoso lo hacían parecer veinte años mayor. Tenía las mejillas
delgadas como el papel y los ojos pequeños y hundidos. Era cierto que al menos comía una vez al
día, gracias a Will; sin embargo, el mejor informador de toda Nueva Orleans no pesaba ni cincuenta
kilos.
‐Se dice que uno de los vuestros no se va a levantar mañana, Superman. ¿Alguien que yo
conozca?
‐Dímelo tú. Tú eres el que tiene contactos en cada rincón de la ciudad.
Will hizo caso omiso de la lluvia y apoyó el hombro en la pared de ladrillo del edificio. Ya
estaba calado hasta los huesos; tenía los tejanos ajustados a sus estrechas caderas y la camisa
pegada a los anchos hombros.
Se había pasado las últimas tres horas en el muelle de DuBay, investigando la muerte de un
compañero junto con un técnico del laboratorio criminalista y el forense, además de un patrulla de
hombres uniformados que, aparte de curiosidad, no tenían otra razón para estar allí. Al final, lo
único que consiguió fue «policía muerto en un misterioso embarcadero»; eso y sangre en tres
lugares distintos, lo que sugería múltiples víctimas. Pero nada más había aparecido un cuerpo, el
de Mickey Burelly, un policía principiante que había llegado al departamento de policía de Nueva
Orleans hacía menos de un año.
‐Me he enterado de que ha sido el funcionario que se llevaron del embarcadero ‐dijo God‐.
Ese estúpido quejica a quien tanto le gustaba escucharse a sí mismo ‐el hombre se rascó el pecho
y después la axila con fuerza‐. Supongo que no volverá a preocuparse por el color de la corbata.
Me apuesto a que se estará diciendo que ojalá se hubiera movido en lugar de darle tanto a la
lengua.
Cómo se enteraba God de todo lo que se enteraba, era algo que siempre sorprendía a Will.
Pero el caso era que Goddard Reese, una de las muchas personas sin hogar del Barrio Francés,
tenía contactos en sitios cuya existencia ignoraba la mayoría de las personas. Y tenía razón con lo
que decía de Mickey Burelly; al chico le gustaban a rabiar los trajes caros, y le encantaba darle a la
lengua, como había dicho God. Tal vez fuera por, eso por lo que nadie le había hecho caso cuando
el día anterior había empezado a pavonearse en los vestuarios sobre un caso muy gordo que
estaba a punto de destapar. Todo policía soñaba con tener un caso importante, que le
proporcionara un notable aumento de sueldo, junto con un artículo en la portada del periódico de
más tirada en Nueva Orleans. Los oficiales del distrito octavo no eran distintos a los demás.
Goddard se subió el cuello de su raída cazadora y se pegó a la pared de ladrillo para no
mojarse tanto.
‐Si quieres saber mi opinión, ese no era el estilo del tipo, acceder a reunirse con alguien con
el mal tiempo que hacía. Que se fastidien esos tipejos tan caros.
‐¿Era eso lo que estaba haciendo, reuniéndose con un informador? ‐Will aguzó los oídos.
Que él supiera. Mickey no tenía buenos contactos en la calle, porque le gustaba mucho
hablar y nadie confiaba en él.
‐No sé. Nadie que yo conozca trabajaba para él. Era demasiado agarrado. Se gastaba el
dinero en ropa. Supongo que por eso no le sobraba nada para trabajar.

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 11:53 am

A Will siempre le interesaba el instinto de Goddard. Como los policías, los sin techo que
sobrevivían en las sucias calles de Nueva Orleans lo hacían gracias a su ingenio e intuición. God
llevaba más tiempo viviendo en el barrio del que Will había sido policía. A sus treinta y tres años, Will
estaba a punto de celebrar su décimo aniversario en el departamento de policía de Nueva Orleáns;
los últimos dos años en homicidios. Como valoraba la experiencia de God, le preguntó:
‐¿Entonces qué piensas tú de ello?
‐Podría ser un renegado ‐God se quitó el verdugo que le ceñía la estrecha cabeza y se rascó
los finos mechones de cabello canoso‐. Hay muchos por aquí. Seguramente, algún cobarde que
quiere aprovecharse de otra persona. Hay tontos por todas partes hoy en día. Se enteran
demasiado tarde, no tienen narices y después hay que levantarlos de un muelle solitario en mitad
de la noche.
Goddard tenía razón. Siempre había alguien dispuesto a arriesgarlo todo por un plan rápido
para hacerse rico. ¿Pero también Mickey Burelly? ¿Sería un policía sucio, o habría estado diciendo
la verdad el día anterior cuando había comentado que estaba a punto de destapar un caso muy
importante?
‐Necesito un par de ojos y oídos durante unos días ‐Will señaló un luminoso que había cerca
de ellos‐. ¿Te apetece sellar el trato con una ración de gambas y unas cuantas cervezas? El Toucan
sirve comida toda la noche.
‐A eso sí que se le llama hablar, Superman ‐God esbozó una desdentada sonrisa y,
seguidamente, se metió de nuevo en el callejón.
Evitando a los vagabundos que dormían amontonados los unos sobre los otros, Goddard se
dirigió hacia la puerta de atrás del Toucan.
El fuerte aroma a bullabesa y a langosta picantes estimuló sus paladares al entrar en el
vestíbulo. Mientras unos enormes ventiladores repartían el aroma por todos los rincones del
comedor, la tenue iluminación y el exótico decorado lo animaban a uno a pasar una velada
disfrutando de la mejor comida y entretenimiento del Barrio Francés.
Mientras Goddard paseaba la mirada por los reservados alineados a lo largo de una pared,
le preguntó a Will en voz baja:
‐¿Nos vamos a encontrar mañana?
‐¿Ya estás pensando en la comida de mañana? ‐se burló Will.
El hombre miró a Will y sonrió.
‐El especial de Tony el jueves es la sopa de quingombó, mariscos y verduras. Todo en una.
Me encanta.
‐De acuerdo ‐accedió Will‐. Veamos lo que consigues averiguar entre esta noche y mañana al
mediodía, y te veré aquí sobre las doce.
Goddard vio un reservado vacío medio escondido tras una planta y, sin decir más, avanzó
con sus piernas de pájaro sobre el suelo de terrazo rojo.
Will vio a su informador dejar el cartón que le servía de cama debajo de la mesa y sentarse
después sobre un asiento de cuero verde y morado. Segundos después abrió el menú.
El olor a caldo de gambas le abrió también el apetito, pero en lugar de ir hacia su mesa
favorita, Will miró a su alrededor, más específicamente, hacia el pequeño escenario donde Maite
duFray cantaba cinco noches a la semana. El escenario estaba oscuro y Will sintió una mezcla de
sorpresa y decepción.
‐Eh, mon ami, es miércoles. Te has equivocado de día, ¿no?
La voz le hizo salir de su ensimismamiento, y se volvió hacia el dueño del Toucan, que estaba
detrás de la barra.
‐Sé qué día es hoy, Tony.
‐Entonces estás trabajando, ¿oui?

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 12:00 pm

‐Eso es.
‐Mala noche para trabajar.
‐¿Aún tienes la plancha encendida? ‐le preguntó Will.
‐Sí, claro ‐el enorme hombre negro señaló la camisa mojada de Will‐. Si no te importa que te
lo diga, otras veces has tenido mejor aspecto. Deberías irte a casa y mojarte el gaznate con una
botella de whisky. Quizá acurrucarte con alguien.
La sugerencia de Tony le sonó bien, sobre todo la parte de la botella, pero Will no necesitaba
ni la distracción del alcohol ni la de ninguna mujer de vida fácil. La bebida nunca le había sentado
tan bien como se prometía y no tenía interés en ninguna prostituta cuyo nombre no pudiera
recordar a la mañana siguiente.
‐¿Qué hace últimamente tu compañero?
La sonrisa de Tony alimentó la malicia de sus ojos color chocolate.
‐Sabes perfectamente lo que está haciendo ‐gruñó Will‐.Absolutamente nada.
‐Creo que eso he oído. Alguien me dijo que él y el jefe Blais tuvieron unas palabras. Lo han
expulsado durante dos semanas, ¿no? ‐Tony volvió a sonreír.
Will sacudió la cabeza.
‐Se supone que Jackson ya debería saber que cada uno debe guardarse sus opiniones. El año
pasado lo expulsaron tres veces.
‐Pero tú no le has dado la espalda. Los dos que había antes que tú abandonaron la primera
vez que Jackson dijo algo que no les gustó.
Eso era comprensible. Jackson tenía el don de irritar al prójimo diciendo lo que le daba la
gana en el momento que creía conveniente. Pero lo bueno era que Jackson era el mejor policía
con el que Will había trabajado en su vida. Era el más inteligente, el mejor tirador y muy malo
cuando hacía falta. No, al revés de lo que afirmaba el rumor, Jackson Ward era el hombre que
todo policía querría tener por compañero, lo supiera o no.
‐¿Te has enterado de lo del oficial? Lo han matado esta noche.
Will asintió.
Tony se inclinó hacia delante y le susurró:
‐Por eso estás aquí, ¿verdad? Estás en el caso, ¿sí?
‐Eso parece ‐Will se pasó la mano cansinamente por los cortos cabellos castaños claro y
después se subió a un taburete‐. ¿Tienes preparado algo caliente, Tony? No he comido nada desde
el desayuno.
‐Bagre en diez minutos. Gambas en cinco ‐Tony señaló el reservado en la esquina opuesta‐.
Charmaine en dos minutos si la mirada que te está echando es lo que yo pienso. Podría secarte
bien deprisa, mon ami.
Will enroscó sus largas piernas en las barras de metal del taburete y volvió la cabeza. Allí
estaba Char, pasando la punta de la lengua par el borde de su copa de vino mientras lo miraba con
aquellos eléctricos ojos verdes que prometían alboroto. Como no estaba de humor para cuidar de
la niña del juez, Will se volvió hacia Tony.
‐Me quedaré con lo más seguro. Ponme las gambas y una cerveza fría.
Tony se echó a reír y su mirada aguda se dirigió hacia donde estaba Goddard con el menú en
la mano.
‐¿Vas a pagar lo de, God?
‐Eso es. Que coma lo que quiera y cuanto quiera ‐añadió Will.
Tony le hizo una señal a una de sus camareras para que fuera a atender a Goddard y
después se volvió hacia la plancha y las gambas que Will había pedido.
A los pocos minutos, un familiar olor a gardenias avanzó por la barra. Will volvió la cabeza en
el momento en que Charmaine Stewart colocaba sus redondeadas caderas sobre el taburete que

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 12:06 pm

había a su lado. Estaba tan preciosa como siempre, vestida para matar, gastándose el dinero de su
papá en cualquier cosa que pudiera encontrar.
‐He oído que ha habido un tiroteo en Algiers esta noche ‐ronroneó‐. ¿Necesitas hablar de
ello? Se me da muy bien escuchar.
Will se metió las manos en los bolsillos para buscar un cigarrillo, y entonces recordó que no
tenía.
‐¿Por qué los loqueros y las mujeres siempre creen que hablar de los problemas de uno
resuelve algo?
‐Si no te interesa hablar, no tienes que hacerlo. Hay otras cosas que también se me dan
bien.
Will sabía lo que se le daba de maravilla. Darle disgustos a su padre
‐He venido aquí a comer, Char. Eso es todo.
‐Ay, qué humor de perros traes esta noche, Will ‐sonrió, en absoluto intimidada‐. Vamos Will,
soy de confianza. Y estoy segura de que te ayudaría a mejorar tu humor. Di que sí... ‐hizo una
pausa y entreabrió sus labios carnosos‐. Di que sí y luego llévame a tu casa.
Tenía uno de esos acentos sureños refinados que atraían fácilmente a los hombres. Y Char
había atraído a muchos; seguramente esa era la razón principal por la que el juez estaba
medicándose una úlcera e iba dos veces por semana al psiquiatra, pensó Will.
‐¿No deberías estar en casa? Tu padre...
‐Cree que eres estupendo ‐le deslizó un dedo por el dorso de la mano que Will tenía apoyada
sobre la barra‐. Por primera vez en la vida, papá y yo estamos de acuerdo en algo ‐se echó a reír y
se acercó un poco más a él‐. Detective Archard, eres nuestro detective favorito.
Lo que decía sobre el juez era cierto. Pero Will también sabía que había una explicación
detrás de aquella aprobación; si Char estaba saliendo con un policía, el resto de los hombres que
se volvían locos por ella tal vez se lo pensaran dos veces. El juez Stewart era un criollo viejo y
sagaz. Will no lo culpaba por intentar evitar que su alocada hija dejara de salir en los periódicos.
Solo que él no tenía intención de hacer de niñera, ni de ninguna otra cosa. Eso ya lo habían dejado
claro meses atrás.
El dedo de Char avanzó por el brazo de Will.
‐Puedo ser todo lo que tú quieras, Will. Un perrito faldero me parecería bien. Puedes acariciarme,
o bien yo a ti. Dime a lo que quieres jugar, y yo estaré dispuesta.
‐Como de costumbre te equivocas, Char. Esta noche lo único que necesito es un buen plato
de comida y unas cuantas horas de sueño.
Al mencionar Will la comida, Tony llegó al rescate con un plato de gambas y un vaso alto de
cerveza.
‐Aquí tienes, mon ami. Si quieres repetir invita la casa. Solo tienes que llamarme.
Will se libró de la cálida caricia de Char y agarró el tenedor que había junto a su plato. Pinchó
una gamba gorda, se la metió en la boca y empezó a masticar vigorosamente. Como Charmaine no
quería que Will la ignorara, se acercó un poco más.
‐¿Recuerdas la noche que me colé por aquel agujero de tu seto y te encontré durmiendo en
esa enorme hamaca del porche? ¿Recuerdas cómo te desperté? El calor del día no fue nada
comparado con el que generamos nosotros, y no me avergüenzo al decir que no he vivido nada
comparable desde entonces.
‐El recordar esa noche no nos hace bien ninguno de los dos ‐dijo Will pausadamente
acordándose de que cuando lo había despertado, él estaba en medio de uno de sus sueños
favoritos; un sueño tan poderoso y real que casi le había hecho el amor a Charmaine Stewart
pensando que era otra persona.
Charmaine se acercó a él y le susurró al oído:

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 12:09 pm

‐Si estás cansando déjamelo a mí. Te prometo que te quitaré el cansancio.
Will no dudaba de que Char fuera a cumplir su palabra; tenía bastante práctica. Paseó 1a
mirada por sus pechos grandes y turgentes, después por sus redondas caderas cubierta por un
vestido rosa fucsia de algodón. U hombre estaría loco para no aceptar lo que le estaba ofreciendo.
Se puso de pie, sacó dos billetes de veinte dólares del bolsillo trasero del pantalón y le
colocó sobre la barra junto a su plato a medio terminar. Por costumbre, miró hacia el escenario
donde descansaba el piano. Aún le parecía extraño que ella no estuviera allí. Maite, una criatura
de costumbres, era tan cumplida como leal. Solo se tomaría la noche libre si estuviera enferma.
Will miró de nuevo a Char.
‐¿Quieres que te llame un taxi?
‐Me imagino que eso quiere decir que me estás rechazando de nuevo ‐arrugó la nariz‐. Eres
un hombre muy obstinado, detective Archard. Pero, por suerte para ti, yo también lo soy.
Seguía lloviendo cuando Will salió del Toucan; se montó en su Blazer color verde y tomó la
dirección del Distrito Jardín. Sus pensamientos volvieron al caso Burelly. Ni que decir tenía que se
había comprometido a dar con el asesino de Mickey. Aunque no tuviera demasiadas cosas para
empezar, no había sido un crimen perfecto. Además del cuerpo de Mickey, había encontrado
pruebas de que alguien más, posiblemente dos personas, habían estado con Mickey en el
momento del tiroteo. Un reguero de sangre hasta el borde del muelle sugería que habían
intentado escapar saltando al río.
¿Encontraría la patrulla del puerto sus cuerpos en los días siguientes? ¿O habrían logrado
escapar?
Las posibilidades de que una persona pudiera sobrevivir nadando contracorriente por la
noche eran mínimas. Claro estaba, a no ser que las heridas no fueran serias y conocieran bien la
zona. Will había aprendido que una mínima posibilidad era mejor que nada. Hasta que no explorara
todas las posibilidades, asumiría que debía de haber algún testigo que pudiera arrojar un poco de
luz sobre el caso.
Apretó el encendedor y acudió a su mente el momento en que Mickey presumía de que su
foto saldría en la portada del periódico. Desde luego, iba a salir en primera página.
La lluvia había dado paso a una fina niebla, notó Will mientras apagaba el motor del Blazer.
Mientras caminaba hacia la entrada trasera de su casa, le llegó el aroma del jazmín en flor que
crecía bajo la barandilla del porche. Pasó junto a un roble centenario cubierto de musgo y empezó
a subir los escalones de cemento. La verja de hierro estaba templada; el calor incesante del día
aún se dejaba sentir después de media noche.
En el porche, Will pasó junto a la hamaca de cuerda, le dio un empujón y después abrió la
puerta trasera que jamás se molestaba en cerrar.
Cuando vivía en Texas, la casa del rancho siempre había estado abierta para sus amigos y
vecinos, la cafetera llena de café caliente, junto con una radio que siempre dejaba encendida para
dar la bienvenida a quien quisiera entrar. Cuando Will se había mudado a Nueva Orleáns, se había
prometido a sí mismo que en cuanto tuviera su propia casa mantendría viva la misma tradición. Y
aunque nadie, excepto Jackson, iba a visitarlo, había mantenido su promesa.
Al entrar encendió la luz y seguidamente se quitó la camisa empapada y la tiró sobre una
silla de la cocina. La música que sonaba en la radio era una mezcla de flauta y guitarra, una
melodía de los indios americanos que le recordó a sus raíces tejanas. Con rapidez puso el café
molido en el filtro, colocó el temporizador para el día siguiente, apagó la luz y salió de la cocina.
Había unas escaleras justo antes de la entrada del salón que conducían al primer piso.
Cansado y deseoso de dormir un poco, Will empezó a subir las escaleras y a desabrocharse el
cinturón para sacarse el 38 especial que llevaba metido en una pistolera compacta. Al llegar al
rellano, giró a la izquierda de nuevo y entró en el cuarto de baño. Tocó a tientas el interruptor y..

por EsperanzaLR Miér Sep 30, 2015 12:11 pm

-Qué diablos!
Will quitó rápidamente el seguro de su 38 mientras miraba por la habitación. Había sangre en
el lavabo y huellas sangrientas en el espejo. La puerta del armario estaba abierta. Un fino reguero
de sangre iba hasta la ducha.
Entró y miró detrás de la puerta: luego se acercó recelosamente hasta la ducha y abrió la
cortina. La ducha de mármol blanco estaba vacía, excepto por una toalla blanca manchada de rojo
que había junto al sumidero.
Will salió al pasillo, guiado por el resplandor de la luz del baño, y miró a su alrededor. La
puerta cerrada de su dormitorio le llamó la atención; jamás se molestaba en cerrarla. ¿Para qué?
Vivía solo.
La tarima del suelo apenas crujió bajo sus pies mientras se colocaba junto a la puerta de su
habitación. Contó hasta tres en silencio y entró agachado y con rapidez.
La puerta golpeó la pared con estrépito, y en un ágil movimiento, encendió la luz y giró
rápidamente sobre los talones de sus botas, con el brazo estirado y pistola en mano, listo para lo
que fuera.
El golpe despertó a la bella durmiente que estaba tumbada en su cama. Se incorporó
bruscamente al mismo tiempo que abría los ojos como platos, unos ojos conocidos, unos ojos de
un marrón aterciopelado que complementaban una mata de brillante pelo negro y unos labios
carnosos en forma de corazón. A Will el corazón empezó a latirle con fuerza al recordar lo que había
sentido al besar esos labios, lo mucho que le había gustado acariciar aquella espesa y sedosa
melena. Como no quería volver atrás, rápidamente ahuyentó de su mente ese pensamiento y se
fijó en la toalla manchada de sangre que rodeaba el brazo de Maite duFray.
Antes de que él pudiera hablar, Maite dijo:
‐Sé que no es la manera más habitual de pedir un favor, me doy cuenta de ello, Will, pero en
estas circunstancias... ‐su voz se fue apagando; apoyó la cabeza sobre el cabecero de caoba‐. Sé lo
que estás pensando. Sé que juré que jamás te volvería a pedir nada. Nunca se debe decir «de esta
agua no beberé», y ahora sé por qué.
Estaba tan preciosa como siempre. La voz le temblaba un poco, pero tenía el mentón alto, lo
cual quería decir que, le hubiera pasado lo que le hubiera pasado, no había conseguido abatirla del
todo.
‐Dí algo, Will.
‐Ya sabes que nunca se me dio bien adivinarte el pensamiento. Siempre has sido una
persona más bien complicada. Yo soy una chica sencilla, ¿lo recuerdas? Así que contéstame,
maldita sea. ¿Me he humillado para nada? ¿Me vas a ayudar o no?

por asturabril Miér Sep 30, 2015 6:25 pm

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 10:06 am

asturabril escribió:

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 10:09 am

Capítulo 2
¿Q UÉ DIABLOS ha pasado, Maite? En el baño hay sangre por todas partes. Había estado
esperando a que Will hablara. Cuando lo hizo, Maite apenas pudo reconocer al hombre tras el
imprevisible tono de voz. Un tono más alto que de costumbre, con un matiz amargo. Aquel no era
el sereno detective que había conocido un par de años atrás.
‐¿Esa mirada turbulenta quiere decir que me vas a echar a la calle, detective Archard?
‐Ahórrate lo de «detective».
Soltó la pistola y en dos pasos se plantó junto a la cama. Tenía cara de pocos amigos.
Maite no se intimidó y se arrimó al cabecero. No quería demostrar el dolor tan agudo que
tenía en el brazo; ya le dolía bastante su orgullo. Ceder a la sugerencia de Blu y presentarse a la

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 10:29 am

puerta de Will le había costado muchísimo esfuerzo.
De algún modo, había conseguido llegar al Nightwing después de que ella y Blu abandonaran
el muelle, pero en esos momentos todo el episodio se le antojaba borroso. Lo único que
recordaba era a Brodie tirando de ella para subirla al barco y, después, que había soltado unas
cuantas palabrotas al verle el brazo. Segundos después el Nightwing surcaba el río a toda
velocidad hacia Nueva Orleans.
Margo estudió el apuesto rostro de Will. Siempre la había encantado mirarlo, apreciar la
mezcla de facciones suaves y fuertes al mismo tiempo, curtidas por el sol tejano. Tenía los ojos
más azules que había visto en su vida; la intensidad de esos ojos magnéticos junto con aquel suave
y acento de Texas era la combinación más peligrosa de todas. Claro que en ese momento su deje
no resultaba tan ronco y sensual, ni sus ojos tan tiernos.
Se estremeció cuando él se sentó a su lado.
‐La sangre que hay en el cuarto de baño sugiere que esto es más que un rasguño, Maite.
Necesito ver lo que tenemos entre manos.
‐Siento cómo te he puesto el baño. Pensé que podría curarme yo sola. Cuando estuve a
punto de desmayarme me di por vencida y busqué una cama.
‐Nunca te gustó demasiado la sangre, y menos la tuya propia. ¿Cómo has llegado aquí?
Maite vaciló, sin saber qué decir.
Él levantó la cabeza y la miró.
‐¿Maite? ¿Quién te ha traído aquí?
‐Nadie ‐mintió‐. Yo... tomé un taxi.
Desvió la mirada para no sentirse tan incómoda. Distraídamente estudió el amplio dormitorio
decorado en azul marino y amarillo. Había oído que Will se había comprado una casa, pero
hasta que Brodie no la llevó a la casa de estilo criollo de dos plantas en el Distrito Jardín, Maite no
se había imaginado que fuera tan bonita. El rumor de que Will había vendido su parte del rancho
familiar en Texas debía de ser verdad. Desde luego, explicaría el dinero que habría tenido que
desembolsar para comprar una casa como aquella.
‐Ahora voy a retirar la toalla ‐le dijo en tono más suave.
Su manera de hablar transportó a Maite al pasado. El roce de sus manos también suscitó en
ella recuerdos que había luchado por olvidar. A cualquiera que conociera la historia que ella y Will
habían compartido, le parecería extraño que hubiera ido a buscar refugio en su casa. Pero la idea
de Blu había sido ingeniosa. Bueno, al principio a Maite no se lo había parecido, pero después,
cuando había tenido tiempo de analizar las pocas opciones que tenía, le había dado la razón a su
hermano. ¿A quién se le ocurriría buscarla en casa de uno de los detectives de homicidios más
respetados de Nueva Orleans?
Y la estaban buscando. Brodie había señalado varios reflectores peinando el río mientras
salían a toda prisa de Algiers.
Hacía más de cuatro horas que había entrado en casa de Will como una ladrona, colándose
por un agujero en el seto que Brodie había encontrado por casualidad. Una vez en la puerta de la
casa, había urgido a Brodie a que volviera al Nightwing y buscara a Blu. Por supuesto, Brodie no
había querido dejarla, pero ambos decidieron que en ese momento Blu lo necesitaba más que ella.
Al quedarse sola, Maite había llamado a la puerta trasera de la casa de Will. Al no obtener
respuesta, la desesperación la había empujado a probar la puerta. Cuando la encontró abierta,
había sentido un gran alivio y había entrado como Ricitos de Oro, cautelosamente y con los ojos
muy abiertos. Al poco se había sentido impresionada y sorprendida; la casa de Will era el sueño de
toda mujer hecho realidad.
‐¿Por qué demonios no me has dicho que te habían disparado?
Maite esperaba algún tipo de reacción. No había sido tan estúpida de pensar que Will iba a
quitarle

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 10:36 am

quitarle importancia a una herida de bala.
‐Eres un buen detective, Will. Desde luego conoces tu trabajo.
Su sarcasmo fue ignorado. Él soltó una palabrota, la miró muy enfadado y seguidamente se
centró en el brazo de Maite. Sintió cómo exploraba la herida y aguantó la respiración. No pensaba
quejarse, se prometió a sí misma, ni tampoco gritar.
‐Has tenido suerte ‐susurró un momento después‐. La bala no te ha tocado el hueso. Has
sangrado mucho porque tienes un trozo de piel que hay que coser.
Maite ya había recibido un informe de daños de Brodie. Le habría dejado que se lo
arreglara antes de ir a casa de Will, solo que, a pesar de ser un robusto y duro pescador, a Brodie le
horrorizaba la sangre tanto como a ella.
Will se acercó un poco más y le miró el rasguño que tenía en la mejilla. Para sorpresa de
Margo, se dio cuenta de que aún utilizaba la misma sencilla colonia de años atrás. Todo resultaba
familiar. Aún seguía llevando el pelo corto y despeinado. Incluso la barba de un día era típica de él.
Recordó cómo solía quejarse Will de lo mucho que le costaba afeitar su recia barba.
Debería odiarlo, y la mayoría de los días eso era lo que la ayudaba a continuar, la rabia y la
humillación y el empeño por superarlas. Will no solo le había pisoteado el espíritu y le había roto el
corazón, sino que lo había hecho de tal manera que ella había quedado como una ingenua y una
ridícula. Por supuesto que él no había deseado una relación permanente. ¿Qué había esperado
Maite dos años atrás? ¿Que le pidiera que se casaran? Él le sacaba doce años. ¿Qué hombre de
treinta y un años habría querido casarse con una niña de diecinueve?
No le gustaba creer que la había utilizado, ni que había sido una ilusa. William Archard había
disfrutado de la persecución y del premio final de la victoria, pero no había tenido intención
alguna de quedarse junto a ella para nada más, menos aún para una relación permanente. Debería
haber reconocido el tipo de hombre que era Archard; después de todo, tenía treinta y tres años y
seguía soltero.
Maite quería decirle que estaba viejo y demacrado. Le hubiera gustado poder hacer algún
comentario insidioso, como que le estaba saliendo tripa o que estaba perdiendo pelo. Solo que no
había ninguna señal visible de que Will se hubiera hecho mayor. En realidad,Will Archard, para
fastidio de Maite había mejorado en los dos últimos años, al igual que el buen vino.
También pensó que meterse con él en ese momento no sería demasiado inteligente por su
parte. Ella había ido a su casa a pedirle ayuda. A sus veintiún años, había aprendido cuando echar
a correr, cuando ponerse en pie y pelear y cuando mantener la boca cerrada y guardarse sus
opiniones.
‐Vamos, te ayudaré a levantarte.
‐¿A levantarme? ¿Para qué quiero levantarme?
‐Porque te voy a llevar al hospital.
Maite abrió los ojos como platos. No tenía intención de ir al hospital. De las heridas de bala
debían dar parte a la policía. Le harían docenas de preguntas, abrirían una investigación. ¿Y si los
hombres que buscaban a Blu estaban mirando también en los hospitales?
‐Médicos no. ¡No iré!
El brillo metálico que asomó a los ojos de Will le indicó a Maite que lo estaba haciendo
sospechar.
‐¿Por qué no quieres que te vea un médico, Maite?
Ella no contestó.
‐Vamos, cariño. ¿Por qué no?
Maite se aclaró la voz y decidió tener cuidado con las palabras.
‐Odio las batas blancas, eso es todo. Están demasiado limpios y no paran de sonreír sin
motivo aparente. Tampoco me apetece que me hagan un montón de preguntas. El hombre que

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 10:40 am

me disparó hace mucho que se ha ido.
‐Háblame de él ‐no fue una petición, sino más bien una orden.
Maite levantó la barbilla.
‐No lo vi bien. Llevaba un sombrero muy grande que le tapaba la cara. No debería haber
forcejeado con él. Ahora me doy cuenta, pero cuando ví la pistola simplemente reaccioné. Desde
que empecé a trabajar en el Toucan he regresado andando a casa todas las noches. Supongo que,
como no me había pasado nada en todo este tiempo, me he vuelto descuidada.
‐¿Entonces te atacaron? ¿Te asaltaron?
‐Sí ‐Maite soltó la mentira con facilidad.
Igual de a menudo que Blu la había instruido en la natación y en la pesca, la había sermoneado
sobre cuándo uno debía mentir por seguridad. Eso no significaba que le gustara mentir,
o que lo hiciera a menudo. Pero confiaba en que, en la situación adecuada, podría mantener la
calma cuando se trataba de no decir la verdad.
‐Quería mi bolso; mi dinero.
‐¿Dónde ocurrió?
‐Cerca de mi apartamento.
‐¿A una manzana? ¿A dos?
‐¿Importa dónde?
El arqueó las cejas.
‐Has trabajado esta noche, ¿no?
Maite vaciló. Will solía pasar por el Toucan los martes, jueves y sábados. Pero ese día era
miércoles. Confiada, respondió:
‐Sí, acabo de decírtelo, ¿no?
Él la miró fijamente.
‐Entonces esto pasó cuando ibas de camino a casa... ¿sobre las diez?
‐¿Estás sordo? Es lo que he dicho. El ignoró el comentario.
‐¿Entonces saliste del Toucan a las diez? Margo echó un vistazo al reloj que había sobre la
mesita de noche y calculó la hora.
‐Supongo.
‐¿Y te dispararon a los quince minutos de salir del Toucan? ¿O fue más hacia los veinticinco?
¿Pudo haber sido cuarenta minutos después? ¿Cincuenta?
Molesta por tanta pregunta, Maite respondió:
‐No me levanté, miré el reloj y dije: «Oh, Dios mío, me han atracado a las diez y veinte».
‐¿Eran las diez y veinte?
Margo levantó los ojos al cielo con impaciencia.
‐No, creo que eran las diez y veintitrés.
‐Maldita sea, Maite, es importante.
‐¡No sé qué hora era, y ya está! ‐Maite no levantó la voz tanto como él, pero estaba igual de
enfadada.
‐Bueno, ¿y qué demonios sabes tú?
Se puso de pie y se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros. Entonces la miró ensimismado.
¿Sabría algo que ella desconociera? Nada más hacerse esa pregunta se dijo que se atendría
a la historia que acababa de contarle. Will no dudaría de su palabra, a no ser que supiera que había
pedido la noche libre. Y no sabría eso a no ser que se lo hubiera preguntado a Tony, cosa que
estaba segura de que no habría hecho. Will no era ningún caballero, pero había sido discreto en
cuanto a su breve romance. Las únicas personas que lo sabían eran los miembros de su familia y
unos cuantos amigos íntimos.

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 10:47 am

‐¿Por qué no llamaste a Blu o a Hewitt?
‐¿A Brodie?
‐Vamos, Maite. Sé que estás saliendo con él.
Maite no lo negó. Que pensara lo que quisiera.
‐No pude dar con ninguno de los dos.
‐¿Pero lo intentaste?
‐Sí, lo intenté.
‐Tienes que mudarte de ese maldito barrio. No tiene sentido que vivas en ese lugar de mala
muerte y te rodees esa clase de personas.
Para Maite tenía sentido y por esa razón sintió deseos de discutir.
‐Está cerca del trabajo, y «esa clase de personas» son mi gente.
‐Eso es falso. Tú tienes un empleo, te duchas regularmente y no duermes con una botella en
la mano. No me parece que esa sea tu gente. Lo que tú quieres decir es que es la gente de Blu.
‐El alquiler es barato.
Maite se negaba a dejarle ganar ni un solo round. Ya la había ganado demasiadas veces.
‐Entonces los rumores son ciertos. Estás dándole la mitad de todo lo que ganas a Blu para
que él pueda gastarlo en esa insustancial flota pesquera que tu padre le dejó.
‐La flota no es insustancial.
‐¡Cómo te atreves a decir eso! ‐furiosa, Maite dio un puñetazo en la cama con el brazo
bueno y apretó los dientes‐. La flota lo fue todo para mi padre. Y Blu quiere que sea suya. Algún
día volverá a ser la mejor flota del Golfo. Lo fue una vez y puede volver a serlo.
‐Tranquila. Vas a empezar a sangrar otra vez.
Maite apoyó la cabeza sobre el cabecero y cerró los ojos.
‐Deberías preocuparte más de tu vida, de tu propio futuro, no del de Blu.
‐Mi vida es perfecta.
‐¿Esto es perfecto?
Maite abrió los ojos.
‐Esto podría haberle ocurrido a cualquiera, en cualquier parte de la ciudad. ¿En qué planeta
vives tú? El índice de criminalidad aquí es el doble que en cualquier otro sitio, tal vez el triple.
Bueno, ¿me vas a coser o no?
Él soltó una palabrota y después se cruzó de brazos.
‐¿Ese es el favor? ¿Coserte?
‐No te he pedido nada. Nada desde... ‐ las palabras se le atragantaron en la garganta, pero
Maite volvió a intentarlo‐. Esto no es mucho peor que aquella vez que se me clavó un anzuelo en
la pierna. Tú me lo sacaste y luego me diste unos puntos. ¿Te acuerdas? Quedé como nueva; fue lo
que dijo mamá cuando inspeccionó el trabajo que habías hecho. No te hagas el tonto porque yo sé
muy bien que lo sabes hacer.
Pasó un largo minuto.
Margo alzó la cabeza un poco más.
‐Arréglame el brazo, Will. Me lo debes. Y más aún.
Él se estremeció al oír esa referencia al pasado. Entonces explotó.
‐Esto no es un maldito anzuelo. ¡Maldita sea, te han disparado! ¡Y según parece tienes
suerte de estar viva! Un par de centímetros más y...
‐¿Desde cuándo gritas tanto?
‐¿Qué?
‐Pensaba que odiabas los comportamientos irracionales. ¿No te parece que gritar y
despotricar entran dentro de esa categoría?
‐ ¡Yo nunca despotrico!

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 10:53 am

‐Nunca digas «de esta agua no beberé» ‐Maite lo pinchó‐. Esta noche he tenido que
tragarme mis palabras.
‐¡Podrías haber muerto!
‐Si eso es cierto, y te importa aunque sea un poco, se me ocurre que estarás dispuesto a
ayudarme.
‐No lo entiendes.
‐No ‐discutió, Maite‐. Lo que entiendo es que estás en deuda conmigo y que estoy aquí
para cobrármela. ¿Y bien?, ¿vas a ser un canalla y negarme tu ayuda, o me vas a coser la herida
para que no llene tu bonita colcha de sangre?
Will no se movió.
Como no quería rogarle, Maite tuvo que obligarse a sí misma.
‐Will por favor. No tengo ningún otro sitio adonde ir. Si voy a casa de mamá, se pondrá
histérica y empezará a llorar y a rezar. Tiene la tensión alta y... ‐vio que Will se estaba ablandando‐.
Supongo que podría pagar para que me lo cosieran en la calle. No se me había ocurrido hasta
ahora, y conozco a un tipo de la zona del muelle que...
‐¡Ni hablar! ‐se pasó las manos por los cabellos.
Maite lo observó con curiosidad mientras paseaba de una lado a otro, a los pies de la cama.
Siempre había admirado la habilidad de Will de mantener la calma incluso en momentos de crisis.
En ese momento se preguntó qué podría haberle ocurrido en los dos últimos años para cambiar
esa capacidad suya. Aquel no era el policía seguro de sí mismo, casi gallito, que había conocido dos
años atrás. No. Aquella nueva versión del Will que ella conocía parecía más humana, incluso un
poco vulnerable. Y, maldito Will, mucho más atractivo que la versión antigua; eso si no lo odiara
tanto, claro.
Aguantó la respiración mientras él seguía paseando sobre la gruesa alfombra de nudos. De
repente se detuvo y se volvió hacia a ella.
‐Te va a doler como... Necesitarás anestesia local.
‐No gritaré ni te insultaré, si es eso lo que te preocupa ‐prometió Maite.
‐Si lo hago, voy a esperar que me des un informe detallado de lo que en realidad ocurrió ‐la
traspasó con la mirada‐. ¿Qué pasó de verdad, Maite? No me vengas con esa historia de un
atracador con un sombrero más grande que su cabeza.
‐Es la verdad ‐insistió ella.
Él caminó hasta la puerta y al llegar se dio la vuelta.
‐¿Tengo cara de imbécil?
No, no tenía cara de imbécil. Era alto, fuerte y guapo. A Maite le fastidiaba reconocerlo,
pero era un tipo duro de Texas con un cuerpo fornido y...
Maite deslizó la mirada por su impresionante torso desnudo. Y más abajo. Ella nunca se
andaba con rodeos.
‐No, Will, no tienes aspecto de imbécil. En realidad, parece que los pantalones te aprietan un
poco ¿Te altera aún mi presencia?
Aquella rotunda afirmación en relación a su excitación fue recibida con un crudo e ingenioso
comentario. Después, Will salió de la habitación.
Sintiéndose mejor tras haber ganado el primer round, Maite se arrellanó sobre el cabecero.
Momentos después oyó el ruido de las puertas de los armarios abrirse y cerrarse en el pasillo,
seguido de varios y coloridos adjetivos. Estaba enfadado, de eso no le cupo ninguna duda, pero no
tanto como para no ayudarla, y eso era todo lo que le importaba en ese momento.
A medida que su diatriba se fue apagando, Maite suspiró y cerró los ojos. El suave golpeteo
de la lluvia sobre los cristales de la ventana se hizo demasiado obvio como para ser ignorado, y
pronto empezó a escuchar el hipnótico ritmo del agua. A diferencia de su barrio, el de Will era

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 10:57 am

increíblemente tranquilo. El alto seto que rodeaba la casa le recordó al muro protector de un
castillo. No había ni ruidos en la calle, ni luces brillantes. Tan solo una gran paz.
Maite abrió los ojos y miró a su alrededor. El tono azul marino complementaba al amarillo
limón de un modo que nunca le habría parecido posible. La mezcla de elegancia femenina con un
toque masculino resultaba perfecta para el dormitorio principal.
Aquello nada tenía que ver con el lugar en el que ella se había criado. En su vida habían
imperado la ropa de segunda mano y los espacios reducidos. Echó una mirada a la puerta para
asegurarse de que nadie sería testigo de su debilidad, y entonces pasó la mano lentamente por la
suave colcha azul marino.
Cerró los ojos mientras disfrutaba del tacto de la exquisita tela. Enseguida se sintió culpable
y algo ridícula por permitirse a sí misma disfrutar de las cosas buenas de la vida, sobre todo en un
momento como ese, y se puso a pensar en Blu. Con los ojos aún cerrados susurró:
‐¿Dónde estás? ¿Te ha encontrado Brodie? ¿Vendrás por mí esta noche o por la mañana?
El tenebroso muelle apareció en su mente. Maite oyó la detonación del disparo y, de repente,
no fue capaz de aguantar las lágrimas. Un hombre había muerto esa noche. Blu estaba
herido y desaparecido. La preocupaba que su herida del muslo fuera más seria de lo que él le
había hecho creer, y que el tiro que había escuchado después de lanzarse ellos dos al agua hubiera
alcanzado su objetivo de lleno. Una vez en el agua, Blu la había abandonado tan rápidamente que
no había tenido tiempo de decirle nada más.
Maite acababa de terminar de enjugarse las lágrimas cuando Will entró en el dormitorio con
una palangana de agua caliente en la mano y una toalla echada sobre el hombro. Entre los dientes
sujetaba una aguja enhebrada y debajo del brazo llevaba una botella de whisky.
Colocó la palangana de agua junto a la lámpara de pie de ámbar de la mesita, y despues
dejó la botella de whisky y la aguja junto a la palangana.
Se sentó en la cama a su lado.
‐Vas a tener que quitarte la camisa. ¿Cómo quieres hacerlo?
Su pasado íntimo se burló de su pregunta. Sin embargo, el pensar en quitarse la camisa y
quedarse medio desnuda delante del hombre que se había burlado de ella dos años atrás hizo que
Maite se sintiera insegura tanto anímica como físicamente.
‐Maite, ¿me has oído?
‐Te he oído, Will, y me imagino que será mejor sacar primero un brazo y luego el otro. Eso es,
a no ser que quieras enseñarme algún nuevo truco que hayas aprendido.
‐Te estás pasando, nena. No me costaría demasiado cambiar de opinión y hacer una llamada
al hospital. No me presiones.
La amenaza del hospital fue aleccionadora. Al ver que Ry estaba a punto de perder los
nervios, Maite cerró la boca y fue a desabrocharse el primer botón de su maltrecha camisa
vaquera. Le costó bastante. Un fuerte dolor le recorrió el brazo herido, y se mordió el labio para
no gritar. Consiguió sacar el primer botón del ojal, pero el segundo, para disgusto suyo, se le
resistió. Tras el tercer intento,Will le apartó la mano suavemente.
‐Lo haré yo.
Le desabrochó los botones con rapidez, tan solo rozándole la piel brevemente con las yemas
de los dedos al apartarle la tela del brazo lesionado. Con mucho cuidado le rodeó la cintura con el
brazo libre y la separó del cabecero. Al tiempo que ella se apoyaba contra su fornido pecho, él le
susurró:
‐Con cuidado ahora. Vamos a hacerlo muy, muy despacio.
El cálido aliento de Will le hizo cosquillas y, de repente, todo el dolor y la humillación del
pasado volvieron a ella con fuerza, acompañados de un deseo turbador. Aspiró al tiempo que una
oleada de calor la recorría de arriba abajo: Sabía que era normal experimentar alguna reacción.

por EsperanzaLR Jue Oct 01, 2015 11:05 am

Después de todo, Will la había hecho una mujer, había sido su profesor, su mentor... El hombre al
que le había permitido desnudarle el cuerpo y el alma.
Había esperado que la rabia la sostuviera, que el orgullo la protegiera. Pero entonces se dio
cuenta de que era demasiado pronto. Ir allí, estar tan cerca de él, era lo peor que podía haber
hecho. Había sido el error más grande de todos. Porque, por mucho que quisiera negarlo, el
repentino deseo que sintió por aquel hombre la convertía en la imbécil más grande de todas. Los
sentimientos que con tanta desesperación había rezado para que se apagaran, estaban bien vivos;
algo deslucidos y magullados, pero aún vivos.
La asquerosa y maldita verdad era que aún era vulnerable; vulnerable a su impresionante
físico, a su voz, al olor a almizcle de su piel. Todo lo que tanto se había esforzado en odiar.
Fue una sorpresa tal, como la resurrección de un viejo fantasma, que Maite intentó apartarse
físicamente de él, negándose a ser torturada e humillada ni un minuto más.
‐Maite ‐Will separó un poco el brazo, pero no la soltó.
‐Estoy aquí, Will ‐Maitevolvió del camino de su recuerdo‐. Me he mareado un poco, eso es
todo. Ya puedes soltarme.
‐Si estás mareada, no. Puedo agarrarte un poco más, si es lo que necesitas.
Lo que necesitaba era que Blu y Brodie aparecieran de repente y le dijeran que toda aquella
noche era un mal sueño. Cuando lo vio mirándole el pecho y el sujetador de seda blanca
manchado de sangre, Maite dijo:
‐Detective Archard, comerse con los ojos a una mujer cuando necesita ayuda raya en la
asquerosidad.
El ignoró sus palabras y estiró la mano para pasarle los dedos por las costillas llenas de
moretones. Entonces la miró a los ojos.
‐¿Cómo te has hecho eso?
Eso tenía fácil explicación, pero no pensaba decirle cómo Blu la había tirado al suelo del
muelle para que no la mataran. Margo le apartó la mano.
‐No lo recuerdo.
‐A ti no te salen moretones con facilidad, Maite. Eso lo sé.
‐Debí de caerme.
‐¿Es que no lo recuerdas?
Cuando ella no contestó, él se puso de pie y fue hacia el ropero, de donde sacó una camisa
limpia. Al volver donde estaba ella, dijo:
‐¿Quieres quitarte los vaqueros antes de emborracharte? Creo que dormirás más a gusto
con una de mis camisas cuando te desmayes.
Sin dilación, rasgó la manga de una de sus camisas para introducirle el brazo herido.
‐¿Desmayarme? ‐Maite arqueó una ceja negra‐. ¿Del whisky o del daño que me vas a hacer
con esa aguja? ‐miró la aguja con recelo‐. Es enorme. ¿No podrías haber encontrado una más
pequeña?
Lo miró y vio que estaba sonriendo. Era la primera vez que lo veía sonreír desde que había
entrado en la habitación con la pistola en la mano.
‐¿Te lo estás pensando, cariño?
Maite decidió que estaba esperando a que se acobardara. Con la sensación de que debía
ganar otro round, se desabrochó el botón de los pantalones y se bajó la cremallera. Sintió la
mirada caliente de Will escrutándola y su propio cuerpo alimentó aquellos incesantes recuerdos.
Empeñada en aguantar esa noche pasara lo que pasara, Maite le preguntó:
‐Antes de desmayarme quiero saber si has adquirido alguna nueva perversión.

por asturabril Jue Oct 01, 2015 8:45 pm

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