Re: WEB NOVELA "Reencuentro con la tentación" DE WENDY ROSNAU

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 1:00 pm

asturabril escribió:

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 1:10 pm

Capítulo 3
ELLA LE había mentido deliberadamente. Sí, todo había sido una gran mentira. Pero aún
debía determinar el cómo y el dónde. Desde luego no le había ocurrido de camino a casa después
de salir del Toucan.
Y la historia que le había contado del atracador era sin duda una mentira también. Will había
visto muchas heridas de bala, y la que le había rozado el brazo no había salido de una pistola que
un supuesto atracador hubiera sacado rápidamente y disparado a quemarropa. No, la herida de
Maite había sido causada por un arma de mayor calibre, disparada a cierta distancia; diría que al
menos a veinticinco metros.
Eso descartaba un asalto cerca de su apartamento. Y para confirmarlo, nadie había denunciado
ningún alboroto... Había llamado y lo había comprobado cuando Maite se había
quedado dormida.
Y también estaba la mentira del trabajo. No había estado en el Toucan; y eso lo sabía porque
él había estado allí.
Will observó a Maite dormida en su cama, con la cara pálida descansando sobre el almohadón
de seda azul marino. ¿Dónde habría estado esa noche? En la ciudad no había habido
demasiado lío para lo que solía haber en Nueva Orleans. Pero en Algiers, al otro lado del río, la
cosa no había estado tan tranquila.
En cuanto se le ocurrió esa idea, Will la descartó. No, Maite no podía estar implicada en el
tiroteo del muelle DuBay. Pero incluso mientras rechazaba la idea, recordó cómo había
encontrado el escenario del crimen; el muelle de DuBay hecho serrín tras haber sido acribillado a
balazos por un arma de gran calibre. El estómago le dio un vuelco. ¿Sería coincidencia que el
muelle no estaba lejos del mercado de DuBay, el cual regentaba la madre de Margo? ¿O que la
flota pesquera de Blu estuviera amarrada a menos de una milla, en River Bay?
Will reflexionó sobre una veintena de posibilidades y maldijo en voz alta. ¿Y si Mickey Burelly
se hubiera topado con el caso del siglo? ¿Y si en ese caso hubiera estado implicado Blu duFray?
Goddard había mencionado a un renegado, o alguien que buscaba hacer dinero rápido.
Todos los que conocían a Blu conocían también su situación financiera. Todo el mundo sabía que
los Diablos de duFray, la flota de Blu, iban renqueando, condenados a caer en cualquier momento.
Solo las facturas de las reparaciones de las viejas embarcaciones eran enormes. Sabiendo lo que
Maite sentía por su hermano, todo lo que Blu necesitaba era llorar un poco y esa maldita lealtad
de los duFray aparecía para lo que necesitara.
Will creía firmemente que Margo arriesgaría la vida por su hermano si le pareciera necesario.
¿Habría sido necesario esa noche?
‐ ¡Maldición!
Will se fijó en el bello y orgulloso rostro de Maite. Era una adolescente curiosa cuando la
había visto por primera vez, y tan bella que le habían dolido los ojos de mirarla. Se habían
conocido por casualidad. Una noche, detrás del mercado de pescado de los padres de Maite, se
había topado con ella y un joven demasiado excitado; el chico había intentado aprovecharse
mientras veían una película en el auto‐cine.
Will había jugado a ser el policía malo esa noche. Había ahuyentado al chico y de pronto se
había quedado encandilado con la belleza perfecta de la muchacha, que lo había mirado con los
ojos abiertos como platos y claramente impresionada por sus payasadas de caballero andante.
Aquello había alimentado su ego, y así había comenzado la obsesión de un hombre hecho y

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 1:19 pm

derecho por una adolescente doce años menor que él.
Durante los tres años siguientes Will se había mantenido a distancia, aunque veía a Maite de
vez en cuando en el mercado de pescado ayudando a su madre. Todo había empezado de la
manera más inocente, o al menos eso había querido creer él. Solo que sabía que jamás había sido
inocente: la había deseado desde el primer día.
La noche después de morir su padre, Will la encontró llorando en el callejón detrás del
mercado de pescado. Había querido consolarla. Ni siquiera recordaba lo que le había dicho, solo
que de pronto estaba entre sus brazos, agarrándose a él como si Will fuera su tabla de salvación. Y
como un viejo zorro hambriento, se había deleitado con el hecho de que tenía una razón legítima
para tocarla y sentir su cuerpo pegado al de él. Era menor de edad y acababa de perder a su padre,
maldita fuera. ¿En qué clase de canalla se estaba convirtiendo?
El sentimiento de culpabilidad lo había vuelto loco y después lo había empujado a los brazos
de otra mujer. Con tal de olvidar a Maite, se había ido con cualquier mujer que encontrara en la
calle.
Un año después, Will había parado un coche lleno de gente joven cuyo conductor iba claramente
bebido. Cuando le había pedido que bajara del vehículo, Will había visto una cabeza morena
de pelo largo en el asiento trasero. Al ver que se trataba de Maite, algo había saltado en su
interior. La había sacado del coche y metido en el coche patrulla con tanta rapidez que los jóvenes
que iban con ella se habían quedado mudos.
De camino a casa, ella le había rogado que la dejara salir del coche. Le prometió que no
había bebido, ni una sola gota. Ella pensaba que podría ir a la cárcel, pero él la había tranquilizado.
Sabía que no estaba bebida y le dijo que solo la iba a llevar a casa. Aliviada porque la hubiera
creído, contenta de saber que no iba a terminar en la cárcel, la chica le había dado un beso en la
mejilla. Entonces Will había parado el coche en el arcén y la había besado del modo que siempre
había soñado. Al cabo de un momento, Maite estaba subida sobre sus rodillas, echándole los
brazos al cuello y ofreciéndole su ávida boca de labios carnosos.
Había hecho cálculos rápidamente. Ya tenía dieciocho años; ya no era menor de edad. Y lo
estaba besando como si supiera lo que hacía.
Después de eso había perdido el control y, antes de llevarla a casa, habían pasado por su
apartamento.
Había sido el principio del fin para ellos. Un corto mes en el cielo y, después, el infierno
había hecho pedazos sus vidas.
Will miró los vaqueros de Maite que él había tirado a los pies de la cama. Inmediatamente su
cuerpo reaccionó al recuerdo de cuando la había desvestido, desnudando sus largas piernas,
descubierto sus esbeltos muslos. Si hubiera sido un hombre que creyera en el destino y en las
historias con final feliz, habría pensado que la repentina aparición de Maite en su casa después de
dos años largos años significaba algo.
Will se acercó a la ventana que daba al patio trasero. Había dejado de llover y el aire de la
noche era tupido como una manta y el doble de caliente. Cerró los ojos e intentó dejar de pensar
en el cuerpo de Maite, pero no fue capaz. Se contentó con sufrir y revivió cada agonizante minuto
que había tardado en quitarle los vaqueros; entonces pensó en cómo había acariciado las
braguitas de seda y su plano y bronceado vientre con la punta de los dedos. Y, como llevaba
haciendo los últimos dos años, revivió el ritual de tortura por el que pasaba su cuerpo cada vez
que se permitía a sí mismo el placer de recordar lo increíble que había sido aquel mes junto a ella.
La oyó murmurar en sueños la palabra «frío» y regresó al presente. Con el calor que hacía y
con la frustración que le proporcionaban sus pensamientos, Will no podía imaginar cómo Maite
podía sentir frío. Pero salió del dormitorio y fue en busca de una manta. Al volver, la tapó con
cuidado y salió.

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 1:24 pm

Mientras paseaba por el pasillo, repasó mentalmente todo lo que ella le había dicho. Diez
minutos más tarde volvió a entrar, se quitó las botas y los calcetines, y se preparó para pasar una
noche en vela en el sillón que había junto a la cama.
A mitad de la noche, Maite empezó a farfullar frases incoherentes. Will le puso la mano en la
frente, esperando encontrarla caliente por la fiebre. Para sorpresa y alivio suyo, estaba fresca.
Cuando siguió murmurando, abrió el cajón de la mesilla y sacó una sofisticada grabadora de unos
cinco centímetros de largo. Cuando empezó a agitar los brazos y a pelear con los demonios que la
obsesionaran en ese momento, Will se inclinó hacia delante y le puso la mano en la mejilla.
‐Tranquila, cariño. Conmigo estás a salvo.
Aún enredada en lo que estuviera torturando su inconsciente, gritó el nombre de Blu. Y allí
estaba: el peor temor de Will acababa de ser confirmado. El lío en el que Maite se hubiera metido
esa noche tenía que ver con su hermano y, conociendo a Blu como lo conocía, eso podía implicar
cualquier cosa.
Will se quedó dormido una hora después, a pesar del esfuerzo que hizo por no caer. No sabría
decir el tiempo que estuvo dormido. El ruido del agua en el baño lo despertó bruscamente y se
incorporó al tiempo que dirigía la mirada hacia la cama. Al encontrarla vacía se puso de pie y fue
hacia la puerta abierta.
Se detuvo al ver a Maite entrando despacio en el dormitorio.
‐Deberías haberme despertado si necesitabas algo ‐gruñó, y corrió hacia ella.
Maite no dijo nada, tan solo se quedó allí con el brazo derecho pegado al costado y la cara
pálida como una muerta. Temeroso de que pudiera caerse, la levantó en brazos y la llevó de vuelta
a la cama.
‐No vuelvas a levantarte sin mi ayuda. Podrías haberte caído, maldita sea. Si se te saltan los
puntos te llevo al hospital, te guste o no.
‐Puedes intentarlo ‐murmuró.
La tapó hasta la barbilla.
‐¿Sigues teniendo frío?
‐¿Frío?
‐Estabas hablando en sueños ‐Will se dio cuenta de que sus palabras provocaron en ella cierta
reacción‐. ¿Qué pasa, Maite, temes haber dicho algo indebido?
‐No ‐insistió ella.
Will no la presionó aunque tenía muchas ganas. Le sacaría la verdad. Ese era su trabajo y se le
daba de maravilla.
‐Duérmete, encanto. Necesitas descansar.
Ella asintió. Al intentar ponerse cómoda hizo una mueca de dolor.
‐Casi se me olvidaba; tengo unas pastillas. Te traeré un par de ellas.
Fue hacia la puerta, sorprendido de que se hubiera olvidado de las pastillas para dormir que
tenía en el botiquín.
‐Nada de pastillas.
Ry se dio la vuelta.
‐No te harán daño. Tan solo te ayudarán a calmarte ‐le prometió.
Sabía que el preparado era tan potente como una bomba de relojería. Un salvavidas cuando
uno necesitaba olvidar y dejar que el sueño lo rescatara del sufrimiento; cualquier tipo de
sufrimiento. La pastilla no hacía discriminaciones.
‐Yo no tomo pastillas.
‐¿Más whisky entonces?
‐¿Para hablar más en sueños?
En su tono había un trasfondo de acusación, presente también en sus preciosos ojos

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 1:27 pm

marrones.
Él volvió despacio a la cama.
‐¿Temes compartir tu más oscuro secreto conmigo? ¿Temes confesar que aún me amas?
El comentario era ridículo, por supuesto, pero Will siempre había albergado la esperanza de
que ella aún sintiera algo por él, incluso después de haber interpretado el papel de chico malo y de
haber destruido todo lo que habían compartido juntos.
‐Jamás te amé ‐insistió ella‐. Solo pensé que te amaba. Era demasiado joven como para
saber lo que hacía.
‐¿Te convenció de eso un psiquiatra?
‐¿Un psiquiatra? ‐frunció el ceño‐. ¿Por qué iba a necesitar yo un psiquiatra?
Will se encogió de hombros y seguidamente se sentó en la butaca.
‐Pensaba que estaba de moda hoy en día. Todo el mundo va al psiquiatra, ¿no?
‐Yo pienso que hay demasiados psiquiatras. Siempre dicen alguna estupidez como
«cuéntamelo todo y te sentirás mejor». Lo que deberían decir es: «estamos todos juntos en el
mismo barco, de modo que calla la boca y hazlo lo mejor posible».
Will sonrió y recordó lo refrescantes que siempre le habían parecido las sinceras opiniones de
Maite sobre cualquier tema.
‐Vuelve a dormir y la próxima vez que necesites ir al baño, despiértame para que te ayude.
‐¿Y así poder mirarme?
Divertido por su repentino coraje, Will se burló de ella.
‐¿Una compensación por rescatarte? Me gusta como piensas, cariño.
Ella lo miró sin abrir la boca.
‐Vamos, Maite, ¿tan pronto te das por vencida?
‐Ambos sabemos la verdad sobre ti, detective Archard.
‐¿Y qué verdad es la que crees que sabemos?
Ella vaciló unos segundos antes de contestar.
‐Me enseñaste a besar con lengua. Apenas tenía dieciocho años esa primera vez.
Maite sabía que era mayor de edad. Pero Will tenía que reconocer que aún era demasiado
joven para un policía hastiado que guardaba una 38 especial en la panera de la cocina. Pero a
propósito de ello, Will dijo:
‐Sabes que tenías más de diecinueve años.
Ella cerró los ojos.
‐¿Cuánto tiempo? ‐dijo entre dientes.
‐¿Cuánto tiempo qué?
‐Te conocí con quince años. ¿Durante cuánto tiempo me deseaste?
La pregunta lo sorprendió. Pero Maite tenía razón al suponer que había sido un problema
de más tiempo. Había estado loco por poseerla, tanto que aquella noche en la que finalmente la
había llevado a su apartamento, tan solo había tenido una cosa en la cabeza. No se enorgullecía de
haberla deseado tanto, ni de haberle hecho el amor a su virginal cuerpo tres veces seguidas antes
de parar a tomar aire. Por entonces, su ego había sido del mismo tamaño que su libido, enorme y
deseoso de sentirse halagado. Y como ella se había mostrado receptiva, nada podría haberlo detenido,
aparte de su rechazo. Pero eso no ocurrió porque, como ella misma había confesado esa
noche, Maite lo había deseado con la misma intensa locura que él a ella.
Pero no solo había sido el cuerpo de Maite lo que lo había hecho prisionero, aunque en
aquel momento eso era lo que aparentemente lo había atraído. Lo cierto era que se había
enamorado de todo el conjunto; desde su sensual sonrisa hasta su manera de peinarse.
Y había sabido desde el principio, y también al final, que su vida era mejor después de
conocerla. Por eso, el hecho de apartarse de ella había estado a punto de acabar con él.

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 1:34 pm

‐Mucho tiempo, eh.
‐Maite..... ‐Will hizo una pausa‐ Tal vez no deberíamos hablar de esto.
‐Seguramente tengas razón. Ahora estoy con Brodie y tú... con alguna rubia, me imagino. He
leído en Cosmopolitan que el setenta y cinco por ciento de los hombres tienen a una rubia en su
cama, a una en la oficina y a una de repuesto en el maletero del coche.
‐Maite...
‐Vete y déjame dormir ‐ordenó al tiempo que volvía la cabeza y cerraba los ojos.
Cuando volvió a abrirlos, el sol brillaba a través de las estrechas ventanas cubiertas con finos
estores amarillo pálido. Pestañeó e inmediatamente dirigió la mirada hacia la butaca de flores
amarillas de distintas tonalidades sobre fondo azul marino.
‐Buenos días.
Maite gimió suavemente y, con mucho cuidado, se incorporó para apoyarse en el cabecero.
La cabeza le daba vueltas y el brazo le latía. Arrugó la nariz.
‐Parece como si tuviera una docena de martillos dándome golpes en la cabeza.
‐¿Y el brazo?
‐Como si me lo hubieras cortado con una cuchilla.
‐Eso es lo que pasa cuando te pegan un tiro y después bebes como un cosaco.
‐Y eso es algo a lo que yo me presté, ¿no?
Maite inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
‐No voy a disculparme por la bebida. Te ayudó a pasar la noche.
Margo abrió los ojos y la boca para ofrecerle una respuesta ingeniosa, pero se lo pensó
mejor y desvió la mirada. Ya había hecho inventario rápidamente. Will ya no estaba desnudo de cintura
para arriba y tenía un aspecto refrescante y equilibrado; sin duda se habría duchado mientras
ella dormía. También se había afeitado. Iba vestido de manera sencilla, con una camiseta gris y
unos vaqueros descoloridos.
‐Bebí demasiado ‐reconoció‐. Necesito unos analgésicos para el dolor de cabeza. Tú parece
que también.
Maite se volvió a tiempo para ver cómo se echaba la mano al cuello y se daba un vigoroso
masaje.
‐Yo no quiero ninguna pastilla, gracias.
Will dejó de frotarse el cuello y la miró.
‐Me han disparado algunas veces. El día después es el peor. Confía en mí, necesitas...
‐¿Confiar en ti? ‐Maite resopló y miró al techo‐. No te dejaría ni mi carné de la biblioteca.
‐¿Entonces qué fue lo que hiciste anoche? Creo recordar que confiaste en mí con una aguja
y un hilo. Bebida, claro está.
‐Eras el único poli que me debía un favor ‐razonó Maite‐. No quería preocupar a mamá. Te
lo dije.
Él se arrellanó en el asiento y cruzó las piernas.
‐Tan tozuda como siempre. Tu madre siempre...
‐Se quejaba de ese defecto mío. Sí, lo sé. ¿Pero de quién cree que lo heredé? Ella es el doble
de obstinada de lo que fue mi padre. Y Blu... bueno, no es exactamente un dócil gatito, ¿no crees?
Se le había escapado el nombre de Blu. Maite vio que Will apretaba los dientes y decidió que
no había cambiado de opinión sobre su hermano. Will aún pensaba que Blu era irresponsable y
egoísta. Lo que no sabía era que Blu pensaba casi lo mismo de él.
‐Hablando de él, ¿lo has visto últimamente?
Maite negó con la cabeza.

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 1:38 pm

Cerró la boca, consciente de que había estado a punto de confesar la poca gracia que le
había hecho cuando lo había llamado para decirle que necesitaba tomarse la noche libre.
‐¿Qué ha hecho ya Tony?
‐Nada.
‐Eres el futuro de Tony. No te va a despedir, sobre todo después del aumento en el negocio
que le has proporcionado este último año. Eres lo mejor que le ha pasado al Toucan y todo el
mundo lo sabe. Le pediré a alguien que lo llame y que diga que estás enferma.
Maite tuvo ganas de gritar, pero no lo hizo.
‐No hay razón para que no trabaje esta noche.
‐Te he visto actuar, cariño. Tu actuación incluye tocar el piano. Es duro con una mano. No es
imposible, pero... ‐movió las esposas‐. Vuelve a la cama, o prepárate para lo que pueda ocurrir a
continuación.
No podía hacerle eso. Furiosa, Maite sacudió la cabeza.
‐¡No!
‐Las esposas, o tienes que prometerme que te quedarás en mi casa hasta que yo vuelva. Es
lo que hay, Maite. Elige.
De nuevo, Maite miró el teléfono y consideró sus alternativas. De acuerdo, haría lo que él le
decía y, en cuanto Will se marchara, ella saldría de allí de un modo u otro. Se tumbó sobre la cama
de nuevo.
‐Te odio.
‐Dilo. Júrame que no te marcharás.
‐Eres un cretino, un cerdo y un sádico...
‐Júramelo por la tumba de tu padre ‐ sacudió las esposas.
‐¡Está bien, lo juro!
Satisfecho, se metió las esposas de nuevo en el bolsillo.
‐¿Tienes hambre?
‐De un trozo de hígado tuyo ‐le espetó Maite.
‐De verdad, necesitas comer algo. ¿Qué quieres que te prepare?
‐¿Vas a cocinar para mí? No sabes cocinar, ¿recuerdas?
‐He aprendido. Al menos podré apañármelas hasta que tú puedas hacerlo por mí ‐se burló‐.
¿Qué te parece?
Maite no se molestó en recordarle que no iba a quedarse el tiempo suficiente para eso.
Simplemente esbozó una sonrisa burlona y dijo:
‐¿Tienes arsénico en casa? El se echó a reír.
‐No, pero tengo huevos y gambas. ¿Siguen gustándote los huevos con gambas para
desayunar?
La pregunta y el recuerdo que le provocó hizo que Maite se mordiera el carrillo. El dolor le
hizo pensar en lo peligroso que era volver al pasado además de lo vulnerable que eso la hacía
sentirse.
‐¿Con chalotas y ajetes? ‐le preguntó, dando otra vuelta de tuerca.
‐Prepara lo que quieras ‐respondió ella‐. Prende fuego a la cocina, si quieres. Mejor aún,
¿por qué no a ti mismo?
Maite cerró los ojos con fuerza y se preparó para dejar de pensar en él. De repente, sintió
su olor y su mano tocándole la frente. Abrió los ojos.
‐¿Qué estás haciendo?
‐Asegurándome de que no tienes fiebre.
Cuando apartó la mano de su frente, se la llevó al bolsillo, de donde sacó una llave. A Maite
se le revolvió el estómago. Dios mío, había olvidado la llave de Blu.

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 1:40 pm

‐¿Reconoces esto? ‐Maite cerró la boca con fuerza‐. Por supuesto que sí; se cayó del bolsillo
de tu pantalón ‐ya no sonreía; sus ojos azules habían adquirido una tonalidad oscura mientras
sostenía la llave de Blu en alto para que la viera bien‐. Después de desayunar hablaremos de lo
que abre esta llave.
Se la metió en el bolsillo; luego agarró el móvil que había en la mesita y también se lo
guardó. De camino a la puerta, se dio la vuelta.
‐Casi se me olvidaba. Hay un radiocasete en el cajón. ¿Por qué no escuchas algo de música
mientras te preparo el desayuno?
‐No me apetece escuchar música ‐contestó Maite.
‐No es música, pero es igual de entretenido. No pareces tu voz, pero es que anoche estabas
llena de dolores. Bueno, tal vez no fuera el dolor sino el whisky el que hablaba.
Salió de la habitación y dejó a Maite preguntándose si el licor que le había hecho beber le
habría soltado de verdad la lengua. Y si ese era el caso, ¿qué le habría dicho al detective Archard
que no debería haberle dicho?

por asturabril Vie Oct 02, 2015 8:40 pm

por SuenoLR Sáb Oct 03, 2015 3:54 am

Sique mi Kat I love you

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 8:46 am

asturabril escribió:

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 8:50 am

SuenoLR escribió:Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia Besotes

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 8:54 am

Capítulo 4
SUS INSTRUCCIONES habían sido claras: nadie debía morir. Al menos hasta que no le
hubiera sido devuelto el cargamento. Y ni siquiera entonces, a no ser que hubiera una razón lo
bastante buena. Tratar de pasar desapercibido, incluso en una ciudad del tamaño de aquella,
siempre había sido la llave de su éxito y supervivencia.
¿Por qué, entonces, sus deseos se habían visto ignorados y el trabajo había sido echado a
perder de ese modo? La respuesta era simple: era imposible encontrar ayuda adecuada
últimamente. Más específicamente, sus primos eran unos idiotas.
Taber Denoux soltó varias palabrotas y se llevó la copa de coñac a los labios. Acababa de
terminar de hablar con su mejor cliente y el hombre estaba furioso. La mercancía había
desaparecido y Taber no había sido capaz de decirle cuándo podría recuperarla. Sí, le había
prometido que la mercancía aparecería, pero sin darle una fecha, y el cliente lo había amenazado
con comprar en otro sitio.
Maldito Blu duFray, pensó Taber. ¿Acaso era un idiota como Rudy y William, o el mismo
diablo?
Incapaz de creer que su mercancía hubiera desaparecido, Taber dejó la copa vacía sobre la
mesa con fuerza. O Blu duFray tenía mucha suerte o su disfraz de pescador era la tapadera
perfecta para un ladrón bien relacionado.
Taber aún no sabía cómo encajaba el policía en todo aquello. Y pensó que tal vez jamás lo
supiera. ¿Pero qué importaba ya? El poli estaba muerto. Parecía que la única cosa que había ido
bien la noche anterior era que William había tirado bajo y tan solo había herido a Blu en lugar de
matarlo. Con duFray muerto el problema se habría agravado, puesto que parecía que era el único
que sabía dónde estaba la mercancía.
Taber admiró en silencio la excesiva desenvoltura de Blu, al igual que su atrevida escapada.
El río de noche era peligroso, peor aún si uno llevaba una bala metida en la pierna. Pero aunque

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 9:01 am

respetaba muchísimo la tenacidad de aquel hombre, aún quería que a duFray le retorcieran el
pescuezo en cuanto recuperara lo robado.
Taber estaba en su ático de lujo, elegantemente amueblado. Los objetos bellos eran su
debilidad y se había rodeado de pinturas buenas y de obras de arte dignas de un rey. Sus gustos
eran tan excéntricos como su apariencia. Tenía una melena larga y rubia que contrastaba con sus
trajes negros de tela brillante. Parecía un hombre de veinticinco años, no uno de casi cuarenta.
Se levantó del escritorio de madera blanca lacada y fue hacia la pared de ventanales desde
donde se divisaba toda la ciudad de Nueva Orleans.
La mañana era soleada y el parte meteorológico radiofónico había prometido otro día
húmedo y caluroso. Taber miró a la gente en la calle, divertido al pensar en sus pequeñas e
insignificantes vidas en comparación con la suya propia. Eran, en realidad, lamentables, se decía
mientras los observaba moverse como hormigas.
Sus pensamientos volvieron a la noche anterior y a la incómoda situación en la que se
encontraba en esos momentos. Antos, su mejor hombre, había hablado de que había una mujer
en el muelle con duFray que también había sido herida por su primo, Raynard, pero que también
había escapado. Taber admiraba la valentía tanto como la lealtad; ambas cualidades eran difíciles
de encontrar en un hombre y, menos aún, en una mujer.
Intrigado por saber más cosas de esa mujer, Taber volvió al escritorio y descolgó el teléfono.
Cuando Antos le contestó, Taber dijo:
‐Quiero que encontréis a la mujer del muelle. Quiero su nombre y saber dónde vive, y
quiero la información de ayer.
Antes de que Antos tuviera oportunidad de confirmar la orden, Taber colgó. Se sirvió otra
copa de coñac y volvió con ella en la mano hasta los ventanales. En realidad, la mujer era su
enemiga. Pero también era cierto que solo los idiotas tomaban decisiones precipitadas.
Margo se limpio su linda boca en la servilleta y seguidamente se pasó la lengua por los
labios.
‐¿Has escuchado la cinta? ‐le preguntó Ry, intentando disimular su frustración. ‐¿Tú que
crees?
Le hizo una señal para que le retirara la bandeja de desayuno que tenía sobre el regazo; los
huevos revueltos con gambas acompañados de chalotas y ajetes habían desaparecido del plato. Will
colocó la bandeja en la mesita de noche.
‐Entonces explícame otra vez de qué estabas huyendo.
‐Ya te lo he dicho, ¿o acaso has olvidado cómo me encontraste anoche?
No lo había olvidado. Había estado a punto de sufrir un infarto por su culpa. Desde luego le
había dado un susto de muerte.
‐Anoche hubo un tiroteo en Algiers. Un miembro de la policía resultó muerto.
Maite aspiró hondo y después intentó disimular el ruido tosiendo levemente.
‐¿Un policía? ¿Era amigo tuyo?
‐Yo no he dicho que fuera un varón.
Maite vaciló un instante.
‐Solo estaba suponiendo.
Will volvió a la pregunta.
‐Dijiste que fuiste a trabajar anoche. ¿Había mucha gente?
‐Sí. Cuando llueve y hace mal tiempo, siempre se llena el local.
Fue una buena contestación, pero no la que Will estaba buscando.
‐¿Puedes probar que estuviste allí?

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 9:05 am

‐¿Tengo que hacerlo? ‐cuando Will no contestó, alzó la cabeza y suspiró levemente‐. Si debo,
entonces lo haré.
No había esperado que tuviera una coartada. Eso quería decir que estaba segura de que
Tony y sus compañeros de trabajo la cubrirían. ¿Qué querría decir eso? ¿Acaso les pedía a menudo
que mintieran por ella?
‐¿Entonces dices en serio lo de Hewitt?
La pregunta no la había planeado y él se sorprendió tanto como Maite.
‐¿Cómo?
‐Es una pregunta directa, Maite.
‐Pero nada profesional, detective Archard.
Will se levantó de la butaca y se metió las manos en los bolsillos.
‐Pero es una pregunta legítima. Normal en una situación como esta. ¿Es tu relación con
Hewitt una relación sana? ¿Discutís alguna vez? ¿Sabes dónde estaba anoche?
‐Brodie no tuvo nada que ver con que me dieran un tiro.
Colocó las manos sobre el regazo como una chiquilla inocente. ¿Qué...? ¿Maite inocente?
¿En qué estaba pensando? Había traspasado todos los límites que le había impuesto su madre
después de la muerte de su padre y Will sabía que había hecho las cosas a su manera mucho antes
de que eso ocurriera.
‐Contesta la maldita pregunta, Maite. ¿Estás acostándote con Brodie Hewitt?
Maite se tomó su tiempo para contestar.
‐Bueno, ya sabes lo que dicen. Una vez que has probado el dulce, es difícil pasar sin ello.
¿Con quién te estás acostando tú últimamente, detective Archard? Que yo recuerde siempre
fuiste muy goloso.
Will intentó no enfadarse. Suponía que era normal que Margo hubiera elegido a Hewitt. Las
personas a menudo volvían a lo que conocían y con lo que se encontraban a gusto. Después de
todo, Brodie Hewitt llevaba tres años trabajando con Blu, esperando pacientemente a que Maite
se fijara en él. El muy canalla.
A Will le entraba una rabia tremenda cada vez que pensaba en Maite y Hewitt juntos.
Deseaba estrangularla a ella y pegarle a él un tiro en cada rodilla. O peor aún, deseaba que Hewitt
desapareciera para siempre, y lo había pensado cientos de veces.
¡Maldición! Estaba perdiendo la perspectiva de lo que verdaderamente importaba allí. Y
para colmo, estaba comportándose como un celoso. A Maite le habían disparado. Debería estar
contento de que no la hubieran matado. Pero el pasado estaba desestabilizando la rutina de su
trabajo. La culpa era de los recuerdos. Un paralelismo irónico, puesto que tan solo los recuerdos lo
habían mantenido vivo durante los últimos dos años.
‐¿Y qué hay de esta llave? ‐se la sacó del bolsillo‐. ¿De dónde es?
‐Jamás he visto esa llave hasta que me la enseñaste hace una hora.
Furioso de nuevo,Will extendió la mano y le rodeó el cuello a Maite.
‐No juegues conmigo, cielo. Quiero respuestas. Contestaciones claras, sencillas y verdaderas.
¡Y las quiero ahora!
‐Suéltame, Will ‐susurró.
‐No puedo ayudarte si no confías en mí.
‐Quítame las manos de encima.
El hizo lo contrario y le apretó el cuello un poco más.
‐¿Estabas tú en el muelle de DuBay la noche pasada? ¿Estás implicada en el asesinato de
Mickey Burelly? Dime la verdad, maldita sea, o te juro que...
Ella levantó el brazo y retiró la mano de su garganta.
‐¿Qué me harás? ¿Estrangularme? ¿Meterme en un calabozo? No lo harás. Me exigirás y

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 9:10 am

amenazarás, y cuando eso no funcione te retirarás para después volver a mí desde un ángulo
nuevo. Pero te lo digo otra vez, no tengo ninguna otra historia que contarte. ¿Así que por qué no
nos ahorras la frustración a los dos y me dejas salir de aquí?
Furioso con ella, Will se volvió de espaldas a la cama. Tenía que salir de allí para recuperar el
control; no había sido su intención sacar a relucir el asesinato en el muelle de DuBay. Al menos, no
por el momento. Tan solo se sentía tremendamente furioso con ella por haberle mentido con
tanta facilidad.
Fue hacia la puerta dando grandes zancadas, y entonces se dio la vuelta.
‐Mi nuevo ángulo es este, cariño. Hasta que esté convencido de que lo que te pasó anoche
no tiene nada que ver con mi caso, serás mi huésped permanente.
‐¿El asesinato en el muelle de DuBay lo llevas tú?
‐Sí. Ese caso es mío.
Maite abrió los ojos como platos y se quedó boquiabierta.
‐Esa mirada lo dice todo, encanto. Deberías haber pensado en las consecuencias de venir
aquí antes de manchar de sangre todas mis toallas y de meterte en mi cama ‐con tres pasos Will
estuvo de vuelta a su lado, cerniéndose sobre ella‐. Tú no trabajaste anoche, maldita sea. Yo
estuve en el Toucan y tú no estaba allí.
‐Estás mintiendo. Jamás vas los miércoles. Jamás.
Que se supiera sus horarios lo sorprendió y halagó al mismo tiempo. Aun así, Will estaba tan
nervioso que lo único que podía calmarlo era que ella accediera a contarle la verdad.
‐¿Tienes algo nuevo que añadir a tu historia? ‐continuó.
‐Sí. Si insistes en encerrarme aquí en contra de mi voluntad, voy a hacerte la vida imposible.
Él se inclinó hacia delante y colocó la cara a pocos centímetros de la de ella.
‐Una amenaza muy débil, nena. Ya estado en el infierno gracias a ti, de modo que me conozco
el terreno.
Sus palabras fueron tan rápidas y firmes como una buena bofetada. Maite se echó hacia
atrás como si de verdad se la hubiera dado y enseguida desvió la mirada.
‐Sal de aquí.
Will se dio cuenta demasiado tarde del efecto de sus palabras. Había parecido como si se
arrepintiera del tiempo que habían pasado juntos.
‐¡Maldita sea, Maite! Yo no quise decir...
‐ Sal de aquí ‐le exigió.
Will apoyó una rodilla en el suelo junto a la cama y le volvió la cara para que lo mirara.
‐Me has entendido mal. No quise decir...
‐ ¡He dicho fuera!
‐Ambos estamos cansados y nerviosos, y decimos cosas que en realidad no sentimos ‐
insistió Will.
‐Todo lo que he dicho lo he dicho en serio ‐le retiró las manos‐. Odio tu olor y el sonido de
tu voz. Detesto el modo en que...
‐¿En que te enseñé a besar?
A Will le dolió en su orgullo de hombre y, con frustración, se inclinó hacia delante y asaltó su
boca con fuerza. Él sabía que no estaba bien, conocía las consecuencias de tal debilidad. Solo que
ella le había hecho perder el control y ya era demasiado tarde para echarse atrás.
Will dejó que forcejeara hasta que estuvo demasiado débil para continuar haciéndolo.
Cuando por fin se reclinó vencida sobre el cabecero, Will se envalentonó y le introdujo la lengua en
la boca para saborearla por primera vez en dos años

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 9:17 am

No era justo. De todos los policías que había en Nueva Orleans, ¿qué posibilidades había de
que a Will le hubieran asignado el caso del muelle de DuBay?
Maite echó un vistazo al reloj de la mesilla. Eran casi las doce del mediodía; el húmedo y
caluroso día trascurría lentamente. No había esperado que Will la besara. Con gesto ausente se
llevo la mano a los abultados labios. Pero no era hombre con el que se pudiera jugar, y él le había
demostrado eso castigándola por provocarlo.
¿Y después qué? El mero hecho de pensar en pasar más tiempo cerca de él después de ese
beso le daba tanto miedo como ignorar el paradero de Blu. Oyó que encendían la radio de la
cocina en la planta baja y eso le recordó que Will había dejado a su compañero en casa esa mañana
para asegurarse de que mantenía la promesa de permanecer en su casa. Jackson Ward se había
pasado la mayor parte del rato tumbado en la hamaca del porche. Aquel hombre alto de pelo
negro parecía un defensa del equipo de los Saints de Nueva Orleans.
Tal vez su carcelero fuera grande, razonó Maite, pero Brodie lo igualaba en tamaño, y
cuando fuera a buscarla nadie le impediría que se marchara con él; ni Will ni Jackson Ward.
Cansada de mirar el reloj, Maite se arrellanó en el sillón haciendo un mohín. Se volvió a
rozar los labios, recordando el momento en el que había adivinado que Will iba a besarla. Recordó
la oleada de calor, el violento estremecimiento. Como no quería analizar lo que había pasado
después, lo apartó todo de su mente y se concentró en Blu. Tenía que creer que estaba vivo. Y que
nada de lo que había presenciado la noche anterior era culpa de su hermano; Blu tan solo había
estado en el lugar erróneo en el momento equivocado, al igual que ella.
Era cierto que Blu vivía al límite, pero no trataba con hombres que utilizaban armas de
fuego con la misma facilidad que el inodoro. Bueno, normalmente no se juntaba con policías
tampoco, pero estaba segura de que su hermano podría explicarle por qué había quedado con uno
de noche en un muelle solitario.
En lugar de quitársele el dolor de cabeza, la maldita molestia se intensificó. Tanto que
Maite se vio obligada a levantarse a buscar algo para calmarlo. Lo que encontró al abrir el
botiquín la dejó boquiabierta; Will tenía un arsenal de medicamentos tan completo que podría
surtir a todo el vecindario.
‐Murió en el acto ‐le dijo el forense a Will‐. Un AK 47, como tú habías adivinado.
Will se frotó la mandíbula.
‐¿Hora del fallecimiento?
‐A las ocho, tal vez algo más temprano. No se enteró de nada, de verdad, Will.
‐Si tú lo dices, Andy ‐Will estaba agotado, pero empeñado en avanzar algo en el caso antes de
que terminara el día.
Recogió el informe y lo leyó, su instinto trabajaba a toda máquina. No podía quitarse de
encima la sensación de que Maite había estado en el muelle de DuBay la noche anterior. Deseaba
estar equivocado, rezaba para que de pronto se materializara un testigo y le señalara una
dirección distinta, pero no creía que eso fuera a ocurrir.
‐¿Estás bien? ‐le preguntó Andy‐. Burelly no era amigo personal tuyo, ¿verdad?
Will miró a Andy Grecco. El médico forense tenía unos cuarenta y pocos años y llevaba el
cabello corto al estilo militar, un brillante en la oreja y zapatillas de tenis rojas.
‐No, Andy, no éramos amigos. ¿Qué hay de la sangre?
‐Aún sigo trabajando en eso. Te llamaré.
Will salió de la comisaría mientras sacaba un cigarrillo del paquete. Lo encendió, se remangó

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 9:21 am

la fina camisa, dejando al descubierto sus musculosos antebrazos, y se desabrochó los dos
primeros botones. Montó en el Blazer y se incorporó al tráfico de la calle como un taxista
experimentado, ignorando el coche que le pitaba en señal de protesta. Llegaba tarde a la reunión
con Goddard en el Toucan.
De nuevo, por segunda vez en menos de una hora, Will se sorprendió a sí mismo pensando en
los cálidos labios de Maite. Debería haber mantenido las distancias con ella, sabedor del infierno
que podía desatar si no lo hacía. Pero ¿arrepentirse? ¿Cómo podía arrepentirse si su premio había
sido sentir a Maite estremeciéndose entre sus brazos?
Ese momento se le había quedado grabado para siempre en la mente, aguijoneando su deseo
como un parásito.
Will aparcó el Blazer en la calle, cruzó el patio y la puerta trasera del Toucan. Los clientes de
la hora del almuerzo llenaban el local y el fuerte aroma del plato especial del jueves inundaba el
comedor mientras los cuencos de sopa de quingombó, mariscos y verdura salían de la cocina.
Como Will era un cliente habitual, nadie lo miró cuando se acercó despacio por el pasillo
trasero hacia los servicios. Encontró a Goddard apoyado contra la pared, junto al teléfono público.
Asintió, pasó delante de él y se metió en el servicio. Momentos después Goddard se unió a él.
Esperaron a que dos hombres terminaran de orinar y se marcharan para hablar.
‐¿Qué tienes? ‐le preguntó Will.
‐Se dice que alguien ha perdido una mercancía muy valiosa.
‐¿Qué clase de mercancía?
‐No lo sé. Según he oído, los artículos fueron robados hace unos días. Anoche se suponía
que debían ser recuperados, solo que algo fue mal.
‐No te sigo.
‐No puedes recuperar algo robado de un muerto a no ser que lo lleve encima. Quienquiera
que estuviera en ese muelle anoche había quedado con un comprador, pero el dueño original se
olió algo.
‐¿Estás diciendo que Mickey estaba haciendo un negocio sucio en el muelle de DuBay?
A Will le costaba creerlo, pero cosas más raras habían ocurrido.
‐No digo que fuera él. Puede ser que le tendieran una trampa o que le estuviera haciendo
un favor a alguien. Sabes que no siempre es todo blanco o negro, Superman. Podría haber varias
razones para que mataran al funcionario; nerviosismo, estupidez... Algunos tipos se deleitan
matando a policías. O tal vez no les gustó el color de su traje ‐God se rió de su propia broma.
‐¿Tienes algún nombre que darme?
‐Todavía no ‐God se rascó la cabeza‐. Pero aún no he indagado.
‐Quiero que encuentres a Blu duFray ‐ Will le dio a Goddard un billete de cien dólares‐. Esto
te dará de comer durante un par de días y te pagará el transporte para agilizar el asunto.
‐¿Quieres decir tomar taxis? ‐Will vio que God abría mucho los ojos‐. Tengo que pensar en mi
reputación. Tomar un taxi va en contra de mis principios.
‐Pues tómalo de todos modos. Tengo prisa.
Goddard se guardó el billete en el bolsillo de sus deshilachados pantalones.
‐¿Para qué quieres a duFray? No crees que disparara al poli, ¿verdad? Ambos sabemos que
Blu es demasiado listo para eso. Si quisiera matar a alguien, lo tiraría al agua del Golfo y lo
ahogaría.
‐Encuéntralo ‐dijo Will‐. Te daré cincuenta más si lo haces.
Goddard fue hacia el urinario y se bajó la cremallera.
‐No creo que Blu sea el asesino del poli.
Will tenía la mano en el pomo de la puerta, listo para salir.
‐Yo no he dicho que lo sea. Solo quiero hablar con él. ¿Necesito decirte que lleves cuidado?

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 9:25 am

‐Te entiendo ‐Goddard fue hacia el lavabo a enjabonarse las manos‐. No te preocupes. No
está en mis planes irme de este mundo, al menos sin probar un cuenco de esa sopa que huele tan
bien.
‐Estoy seguro de que tampoco estaba en los planes de Mickey cuando se puso los pantalones
ayer por la mañana ‐dicho eso, Will salió por la puerta y se acercó al teléfono del pasillo.
Tres tonos después, Jackson descolgó.
‐Está bien. Bueno, tal vez no esté bien, pero sigue aquí.
‐Suerte para ti ‐ Will informó a su compañero de lo que acababa de saber por su informante ‐.
¿Ha utilizado el teléfono?
‐Sí. Dejé el móvil como tú sugeriste y picó el anzuelo.
‐¿Y?
‐Hizo dos llamadas.
‐¿Has pasado la cinta?
‐Enseguida. No había mucho. Unas cuantas palabras frustradas, eso es todo. Supongo que a
quienquiera que estuviera intentando llamar, no estaba en casa. Averiguaré a qué números llamó.
‐Ya tengo más o menos una idea de a quién llamó, pero adelante. Si no es el número de su
hermano, será el de Brodie Hewitt ‐Will intentó ocultar su irritación‐. Tengo que comprobar una
pista y después hacer un recado. Volveré alrededor de las seis. Mantén los ojos bien abiertos. Si
consigue hablar con Hewitt y este aparece, ponle una multa por allanamiento de morada y
espósalo a algo firme. Puede tener muy malas pulgas.
Will se montó en su Blazer y se dirigió hacia el Oeste, a la calle Canal. Desde allí giró en
dirección norte para tomar la avenida Loyola. Suponía que la llave que había encontrado en los
vaqueros de Maite pertenecía a algún trastero o alguna taquilla. Primero comprobaría la terminal
de autobuses, después iría a Aantrack. Aparcó y entró en la estación, pero enseguida vio que los
números que había en la llave eran demasiado altos. De vuelta en el coche, quince minutos más
tarde, le tocó la lotería en la estación de trenes. Se puso un par de guantes de goma que llevaba
en el bolsillo y abrió la taquilla con prontitud.
Will estaba acostumbrado a los callejones sin salida, pero la taquilla vacía acabo de agriarle el
humor en un instante. Había esperado dar con una buena prueba. Algo concreto que le señalara
en una dirección lo suficientemente alejada de Maite como para tranquilizarlo y asegurarle que
podría dejarla volver a su apartamento sin peligro alguno para ella. Solo que allí no había prueba
alguna; nada aparte de un pedazo de periódico arrugado en el fondo de la taquilla.
Will volvió a su despacho y se pasó la hora siguiente repasando los casos que había llevado
Mickey con la esperanza de encontrar un nombre o un lugar desde donde iniciar su investigación.
Empezó por los informes de seis meses atrás, pero no encontró nada que le llamara la atención.
Pasó otra hora haciendo y contestando varias llamadas. Al salir, se pasó por el despacho del jefe
de policía, Clide Blais.
Llamó a la puerta de Clide con los nudillos y asomó la cabeza.
‐¿Querías verme, jefe?
‐Pasa un momento ‐el jefe de policía apagó su cigarro puro y se arrellanó en el asiento.
Will entró y cerró la puerta.
‐Si quieres saber lo que tengo del caso Burelly, es demasiado pronto.
‐¿No hay nada? ‐Clide se acarició el bigote canoso‐. Los de arriba quieren cerrar el caso
rápidamente. ¿Y tus corazonadas? ¿Tienes alguna teoría? Normalmente nunca fallan.
Will ya había decidido que no soltaría nada que no pudiera probar. Y de momento no tenía
pruebas de que Maite hubiera estado en el muelle la noche anterior. Sí, tenía una corazonada,
pero no tenía la intención de decir nada de momento. En cuanto tuviera alguna prueba concreta,
se vería obligado a tomar una decisión, pero hasta entonces mantendría lo que sabía entre él y

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 9:28 am

Jackson.
‐Tengo que comprobar algunas pistas; tal vez después de eso.
Clide se relajó en la butaca y colocó las manos sobre su dilatado estómago.
‐Sé que es mucho para ti. Podría asignarte algo de ayuda.
‐Me estoy acostumbrando a actuar solo.
‐Podrías solicitar un nuevo compañero. Lo entendería ‐señaló el frasco de antiácidos que
tenía sobre el escritorio‐, Jackson Ward es la razón principal de mi úlcera; si no te alejas de él, te
provocará otra también a ti.
‐Es un buen poli, Clide.
‐Es insoportable ‐insistió‐. Ahora sé por qué el departamento de policía de Chicago se
deshizo de él.
Will sonrió.
‐Creí que dijiste que vino aquí voluntariamente.
‐Tuvo que ser una maldita mentira.
‐Vamos, Clide, Jackson es un policía listo y lo necesitamos.
‐Un sabelotodo, querrás decir.
‐Por lo que he oído, es igual a como eras tú cuando estabas en un puesto similar.
‐¡No digas sandeces! Nunca le dije al inspector jefe que su perro podría dirigir su oficina
mejor que él. Créeme, no me faltaban ganas, al menos un par de veces por semana, pero aquí no
funcionamos así. Tú lo sabes mejor que nadie, Will. En este trabajo se espera que uno se trague un
montón de mierda y se limite a sonreír.
Will no podía discutirle eso. Pero la verdad era que, en lugar de trabajar con alguien que no
conociera y en quien no confiara, Will prefería contentarse con Jackson, aunque fuera a tiempo
parcial. Irónicamente, en aquel caso en particular, la suspensión de Jackson estaba resultando muy
positiva.
Eran más de las cuatro cuando Will salió de la comisaría y aparcó delante del edificio de
apartamentos donde vivía Maite. Mientras observaba la fea fachada, se fijó en que le hacían falta
algunas reparaciones urgentes. Pero estas resultaban costosas y ese gasto tendría que
compensarse de algún modo; normalmente subiendo los alquileres. En aquel barrio, eso dejaría a
la mayoría de los inquilinos en la calle.
Cuando se había enterado de que Maite se había mudado a los apartamentos Ciprés después
de su ruptura, Will juró que no le permitiría vivir en aquel lugar de mala muerte. Después se lo
pensó mejor y decidió no interferir. Después de todo, había renunciado al derecho de meterse en
su vida y, por mucho que odiara mantener la boca cerrada, no le había quedado otro remedio. Al
menos hasta la noche anterior.
En el interior del edificio,Will subió las escaleras de madera hasta el segundo piso. Estaba a
punto de sacar un práctico artilugio del bolsillo para abrir la puerta del apartamento cuando notó
que esta se hallaba entreabierta. Entonces sacó la pistola y entró con cuidado. Todo lo que Maite
tenía había sido destruido.
Furioso, Will entró y cerró la puerta. No guardó la pistola, aunque estaba seguro de que los
vándalos se habían marchado hacía tiempo. Se quedó mirando el desastre; una mecedora partida
en dos, un sofá agujereado, plantas volcadas en el suelo. Paso a paso, habitación por habitación,
valoró la destrucción gratuita. Y, según iba avanzando, su corazonada se hacía cada vez más
fuerte.
Metió la pistola en su funda y localizó el teléfono de Maite en la cocina. Sorprendido de
encontrarlo de una pieza, rebobinó la cinta del contestador y escuchó los mensajes. Había tenido
tres: uno de su madre pidiéndole que la llamara, y otros dos de personas que no se habían
identificado. Simplemente, no habían dejado ningún mensaje

por SuenoLR Dom Oct 04, 2015 4:44 am

Sique mi Kat

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:14 am

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:19 am

Capítulo 5
LLEGADAS las cinco de la tarde, Maite había examinado cada centímetro de la casa de Will.
Concluyendo que debía de haberse llevado consigo la llave de Blu, se dio por vencida y fue en
busca de su ropa. Estaba empezando a pensar que Will también se la había llevado cuando
encontró sus vaqueros en el cubo de la basura, bajo el fregadero, junto con la camisa rota.
Distraídamente, Margo acarició la cortina amarilla de la ventana de la cocina. A pesar de lo
mucho que detestaba reconocerlo, Will tenía una casa preciosa. La cocina era luminosa y
acogedora, tal vez un poco demasiado amarilla, pero en resumidas cuentas ese color le daba
mucha alegría a la habitación. Lo mejor de todo era el jardín trasero y el balancín que colgaba
entre un par de robles gigantes.
Cautivada por la belleza del jardín, Maite sacó una silla y se sentó a la mesa de la cocina. Las
bien orientadas ventanas ofrecían una vista estupenda de los arriates cuajados de flores, y antes
de darse cuenta se pasó una hora soñando con un pedazo de cielo particular como aquel, con
suficiente espacio para criar a media docena de niños.
Cuando empezaron a sonarle las tripas, Maite se levantó de mala gana para sacar un cartón
de huevos del frigorífico. Hambrienta y contenta de tener algo que hacer, estaba a punto de
preparar un revuelto de huevos cuando la puerta trasera se abrió y entró Will con una bolsa de
comida en la mano. Llevaba puesta una camisa de fino algodón azul pálido, unos vaqueros suaves
y descoloridos y botas tejanas:
Will miró los huevos.
‐Se supone que deberías estar en la cama descansando. ¿Qué demonios crees que estás
haciendo?
‐Lo que me da la gana ‐le contestó Maite
Notó cómo él estudiaba con interés su ligero atuendo y eso le recordó dónde había encontrado
sus vaqueros.
‐¿Cómo te atreves a tirar mis pantalones a la basura? Es lo único que tenía para ponerme.
Will respondió si pizca de arrepentimiento:
‐No estaba seguro de que Jackson pudiera contigo, de modo que tomé una medida de
precaución ‐le echó un buen vistazo a sus esbeltas piernas‐. En ese momento me pareció buena
idea.
‐Te dije que no me movería de aquí. No tenías por qué estropear mis vaqueros.
‐Me la has jugado otras veces, ¿recuerdas? Una vez también me prometiste no moverte.
El incidente al que se estaba refiriendo había tenido lugar unos días antes de dejarla. De
repente se había vuelto exageradamente protector con ella, exigiéndole que le dijera dónde
estaba cada minuto del día. Después impuso aquel ridículo toque de queda que había esperado
que Maite acatara. Lo último habían sido los dos policías de paisano que le había puesto para que
la siguieran como si fuera un criminal.
Por supuesto ella había protestado y lo había amenazado, pero él no le había hecho caso.
No le había quedado otra que escabullirte de los policías y poner a Will en su sitio; no era el tipo de
mujer que permitía que un hombre controlara su vida de tal modo. Lo había encontrado esa noche
en mitad de un homicidio en la calle Bourbon. Cuando le había tocado en el hombro y él se había
vuelto, le había echado una mirada de lo más tenebrosa. Dos días después había roto con ella.
‐Deberías tumbarte y tomártelo con calma, ¿no crees?

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:25 am

Entró en la cocina y dejó la bolsa sobre la mesa.
‐Es lo que he hecho ‐Maite soltó la mentira con poca convicción‐. Acabo de levantarme
hace un rato.
No tenía la intención de decirle que había afanado el móvil que Jackson había dejado en la
mesa y que había llamado pidiendo ayuda; claro que no le había servido de mucho. Tampoco le
diría que había registrado su casa centímetro a centímetro buscando la llave de B1u; los ocho
armarios empotrados, todos los cajones de su dormitorio, la despensa de la cocina y el desván.
No. No había encontrado la llave, pero se había reencontrado con William Archard. Había
comprobado que seguía gustándole vestir de manera sencilla. Después había visto las novelas de
crímenes. Estaban por todas partes. En aquella casa había tantos libros como medicamentos.
Maite sintió la mirada de Ry fija en sus piernas de nuevo y se puso tensa.
‐¿Qué estás mirando? Las piernas no son nada nuevo.
‐Cierto, todo el mundo tiene un par ‐ concedió‐. Siempre tuviste unas piernas estupendas
‐sacó de la bolsa una barqueta de plástico con comida preparada‐. Supongo que el menú de Tony
no te resulta ya demasiado especial. Aun así, las gambas del Toucan son las mejores de la ciudad.
‐¿Te has pasado por el local? ¿Por qué?
Alzó la cabeza.
‐Para traer algo de comer.
‐¿Para qué más?
Sacó una segunda barqueta de la bolsa.
‐Sentí curiosidad por ver de qué humor estaría Tony después de que una secretaria de la
comisaría lo llamara haciéndose pasar por una amiga tuya. Le dijo que ibas a estar fuera cuatro
días al menos, posiblemente una semana.
‐¡Cuatro días! ¡Una semana! No puedo tomarme tantos días libres ‐Maite lo insultó y fue
hacia la puerta; cuando estaba dando la vuelta a la mesa, Will le bloqueó el paso‐. Apártate de mi
camino.
‐¿No te olvidas de algo? ‐la miró rápidamente de arriba abajo‐. No puedes salir de casa
vestida así. O más bien, así de desvestida.
‐Ya verás.
Pasó junto a él y abrió la puerta. Pero antes de que hubiera avanzado dos pasos en el porche,
él la agarró por detrás y la apretó con fuerza, pegando el trasero de Maite a su entrepierna.
Ella soltó una exclamación entrecortada al notar lo que pasaba y se quedó quieta.
‐Eso es ‐le susurró al oído‐. Estoy en las mismas condiciones que anoche. Nunca he mentido
sobre lo mucho que me excitas, y ese beso de esta mañana...
‐Fue idea tuya ‐le susurró Maite‐, no mía.
Le dio una fuerte patada en la espinilla.
‐¡Ay! ‐Will la apretó con más fuerza‐. Tómatelo con calma. Se te van a saltar los puntos si no
tienes cuidado.
‐No me importa ‐Maite continuó forcejeando con él‐. Lo único que quiero es irme a casa.
‐Eso no va a ser posible ahora.
Maite dejó de forcejear.
‐¿Qué quieres decir con eso?
Will consiguió llevarla de vuelta a la cocina. Tras cerrar la puerta, la soltó.
‐Contéstame, maldita sea. ¿Qué ha pasado?
‐Fui a tu apartamento para traerte algo de ropa limpia y alguien había llegado antes que yo.
‐¿Qué quieres decir?
‐Pues que todo lo que tienes estaba destrozado o roto. No sé si fue ayer por la noche o esta
mañana. Tu ropa... Yo diría que se ha salvado un diez por ciento. Está en el Blazer.

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 10:30 am

‐¿Y mis plantas?
El negó con la cabeza.
‐¿Todas?
‐Lo siento, cielo.
Sobrecogida por lo que acababa de escuchar, Maite le dio la espalda.
‐¿Por qué? ‐murmuró‐. ¿Por qué iban a hacer eso?
‐¿«Iban»? ‐se acercó a ella y la obligó a darse la vuelta‐. Dime quiénes son.
‐No lo sé.
‐Vamos, Maite. No soy tonto y me da mucha rabia que pienses que lo soy. No sé lo que está
pasando, pero está bien claro que quienquiera que te disparase no ha terminado aún contigo. Tal
vez eso no te importe, pero a mí me está volviendo loco.
Maite frunció el ceño.
‐No sé por qué iba a hacerlo.
‐Las plantas y la ropa son sustituibles. Pero tu vida no, cariño. Es por eso.
Cuando Will mencionó de nuevo las plantas Maite sintió náuseas. Sabía que era una tontería
sentir tanto cariño por unas plantas, pero las plantas habían sido parte de sus sueños de niña, la
única parte que había sido capaz de hacer realidad. Lo que Will había dicho de la ropa era cierto,
podría sustituirla. Los muebles eran de segunda mano. Pero las plantas...
‐¿Me has oído, Maite? Necesito tu colaboración inmediata.
Maite decidió que no era justo. Había accedido a tomar unas cuantas fotos inofensivas. Un
asunto sencillo que tan solo requería una habilidad mínima y un poco de tiempo. Fácil, ¿no?
‐Es hora de que confíes en mí. Viniste anoche. Eso debe querer decir que...
‐Te lo he dicho. No quería disgustar a mamá.
‐Puedes confiar en mí.
Maite deseaba confiar en alguien, sobre todo porque Blu y Brodie la habían abandonado en
el peor momento. Pero lo cierto era que, no podía confiar en un hombre que le había prometido
muchas cosas y, en el plazo de un mes, la había abandonado sin más. Maite alzó la barbilla y
recuperó la compostura.
‐Estoy cansada. Me voy arriba.
‐No antes de comer algo.
‐No tengo hambre.
Quitó la tapa de una de las barquetas de plástico y salió un delicioso aroma a gambas a la
plancha en salsa de mantequilla. Para desazón de Maite, sus tripas reaccionaron enseguida con
un repentino y traicionero rugido de satisfacción.
Will la miró y su expresión se ablandó.
‐Supongo que he elegido bien.
‐No voy a compartir esa comida contigo ‐insistió Maite, recordando las que había
compartido con él tantas noches en su apartamento.
Habían vivido para las noches. Había sido un viaje loco y divertido, el momento más feliz de
su vida.
Él ignoró su reacción y fue hacia uno de los armarios. Momentos después, la mesa estaba
puesta, con las barquetas de gambas y fettucini en el centro de la mesa.
‐Si crees que dándome de comer mis platos favoritos vas a ganar puntos, estás equivocado.
Reciclar el pasado es una pérdida de tiempo.
‐Estás exagerando, Maite. Los fettucini eran el plato del día.
‐Mentiroso. Los jueves es sopa de quingombó con sándwich de anchoas.
Mientras lo miraba, Will tuvo la frescura de sonreír.
‐De acuerdo, he pedido a la carta ‐fue al frigorífico, sacó una jarra de agua amarilla y llenó

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