Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham

por EsperanzaLR Vie Oct 02, 2015 2:47 pm

Argumento:
La heredera y el millonario despiadado llegaron a un trato. Pero ella no
leyó la letra pequeña… ¡que les obligaba a compartir cama!
Tras haber logrado salir de las calles de Atenas, William Demonides
creía haberlo visto todo. Hasta que Maite Blake se presentó en su
despacho y le pidió un matrimonio de conveniencia. Independiente,
orgullosa y directa, Maite no se parecía en nada a las mujeres
glamurosas que desfilaban por su cama. Pero no necesitaba otro
trofeo; necesitaba una madre para los hijos de su difunto primo.

por asturabril Vie Oct 02, 2015 8:30 pm

por SuenoLR Sáb Oct 03, 2015 4:03 am

Sique mi Kat

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 10:23 am

asturabril escribió:

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 10:24 am

SuenoLR escribió:Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia Besotes

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 10:41 am

Capítulo 1
QUÉ quiero hacer con la cadena hotelera Royale? –quien hablaba, un griego muy alto
y de buena constitución, con el pelo negro, arqueó una ceja y se rio sarcásticamente–.
Dejemos que Blake sude un poco por el momento…
–Sí, señor –Thomas Morrow, el ejecutivo británico que había hecho la pregunta a
instancias de sus compañeros, era consciente de que le sudaba la frente por los nervios. Las
reuniones cara a cara con su jefe, uno de los hombres más ricos del mundo, eran escasas y no
quería decir nada que pudiera parecer estúpido o ingenuo.
Todo el mundo sabía que William Demonides no toleraba a los tontos. Por desgracia,
el multimillonario griego, que se enorgullecía de ser un inconformista, no sentía la necesidad
de explicar los objetivos que se ocultaban tras sus decisiones empresariales, lo cual planteaba
constantes desafíos a su equipo ejecutivo. Hacía no tanto tiempo, la adquisición de la cadena
hotelera Royale a cualquier precio había parecido ser el objetivo, e incluso había corrido el
rumor de que William planeaba casarse con la exquisita Zara Blake, hija del dueño de la
cadena de hoteles. Pero después de que Zara apareciera en los medios de comunicación en
brazos de un banquero italiano, ese rumor se había extinguido y los empleados de William no
habían advertido en su jefe síntoma alguno de fastidio por los acontecimientos.
–He retirado la oferta original que le hice a Blake. Ahora el precio bajará –señaló
William con indolencia, y con los ojos de miel brillantes ante la idea, pues lo que más le
gustaba en la vida era saber negociar.
Comprar el grupo Royale por un precio elevado habría ido en contra de sus
principios, pero un par de meses antes William habría hecho cualquier cosa con tal de sellar el
trato. ¿Por qué? Su adorado abuelo, Nectarios, que había fundado su legendario imperio
empresarial al frente del primer hotel Royale de Londres, había estado muy enfermo por esa
época. Pero, por suerte, Nectarios era un hueso duro de roer, y la cirugía cardiovascular
pionera en Estados Unidos había hecho posible su recuperación. Ahora William pensaba que
la cadena hotelera sería un gran regalo para el octogésimo cumpleaños de su abuelo, pero ya
no tenía intención de pagar un precio exorbitante.
En cuanto a la esposa que había estado a punto de adquirir como parte del trato,
William se alegraba de que el destino le hubiera impedido cometer semejante error. Después
de todo, Zara Blake había resultado ser una hermosa arpía sin honor ni decencia. Por otra
parte, su instinto maternal le habría resultado muy útil en lo referente a los niños. De no haber
sido porque la repentina muerte de su primo había dejado a William al cuidado de sus tres
hijos, él nunca habría pensado en casarse por segunda vez.
Su rostro se endureció. Una catástrofe en ese terreno había sido más que suficiente
para él. Sin embargo, por el bien de aquellos niños, había estado dispuesto a morder el polvo
y volver a casarse. Pero habría sido un matrimonio de conveniencia, un montaje para lograr
una madre para los niños y aliviar su conciencia. Él no sabía nada sobre niños y nunca había
querido tener hijos, pero sabía que los hijos de su primo eran infelices, y eso apelaba a su
orgullo y a su sentido del honor.
–Así que estamos esperando a que Blake dé el siguiente paso –adivinó Thomas para
romper el silencio.
–No tardará. Le quedan poco dinero y pocas opciones –comentó William con radiante
satisfacción.
–Eres maestra de primaria y se te dan bien los niños –señaló Monty Blake,

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 10:45 am

aparentemente inmune a la mirada de asombro de su hija mayor, que se encontraba de pie en
su despacho–. Serías la esposa perfecta para Demonides…
–¡Detente ahí mismo! –exclamó Mai, y levantó una mano para enfatizar esa orden.
Sus ojos verdes brillaban con incredulidad mientras utilizaba la otra mano para apartarse la
melena castaña de la frente. Ahora ya sabía que la sorpresa y la inquietud ante la repentina
llamada de su padre no eran infundadas–. No estás hablando con Zara, sino conmigo, y no
tengo intención de casarme con un millonario obsesionado con el sexo que necesita una
mujer en casa que cuide de sus hijos.
–Esos niños no son suyos –le recordó el anciano, como si eso cambiara algo–. Al
morir su primo se convirtió en su tutor. Que yo sepa, él no quería esa responsabilidad…
Al oír esa información, el delicado rostro de Bee se tensó con creciente indignación.
Tenía mucha experiencia con hombres que no querían sufrir las molestias de los niños, sin ir
más lejos, el hombre que tenía delante y que se dedicaba a hacer comentarios sexistas. Quizá
hubiera persuadido a su hermana pequeña, Zara, para que pensara en un matrimonio de
conveniencia con el magnate griego, pero ella era mucho menos impresionable y mucho más
suspicaz.
Nunca había buscado la aprobación de su padre, y tanto mejor pues, siendo una
simple hija, nunca se la había ofrecido. No le daba miedo admitir que no le caía bien ni
respetaba al anciano, el cual no había mostrado el más mínimo interés por ella a lo largo de
los años. También había dañado su autoestima a los dieciséis años al aconsejarle que debía
hacer dieta y teñirse el pelo de un color más claro. La imagen de la perfección femenina de
Monty Blake era la delgadez extrema y el pelo rubio, mientras que ella era morena y con
curvas. Se fijó en la foto de escritorio de su madrastra, Ingrid, una antigua modelo sueca,
rubia y delgada como un palo.
–Lo siento, no me interesa, papá –le dijo Mai, y advirtió que Monty parecía cansado y
tenso. Tal vez se le hubiera ocurrido aquella descabellada idea de que se casara con William
Demonides porque estuviera estresado con el negocio, pensó con cierta reticencia.
–Bueno, pues será mejor que te interese –respondió Monty Blake–. Tu madre y tú
lleváis una buena vida. Si el grupo hotelero Royale cae hasta que Demonides pueda
comprarlo por nada, la caída no solo nos afectará a tu madrastra y a mí, sino a todos los que
dependen de mí.
Bee se tensó ante aquella predicción fatídica.
–¿Qué estás diciendo?
–Sabes muy bien lo que estoy diciendo –dijo él con impaciencia–. No eres tan
estúpida como tu hermana…
–Zara no es…
–Iré directo al grano. Siempre he sido muy generoso con tu madre y contigo.
Por mucho que le incomodara el tema, a Mai le gustaba ser justa.
–Sí, lo has sido –admitió.
No era el mejor momento para añadir que siempre había creído que la generosidad
hacia su madre respondía a una manera de aliviar su conciencia. Emilia, su madre, de origen
español, había sido la primera esposa de Monty. Como consecuencia de un aparatoso
accidente de tráfico, Emilia había salido del hospital parapléjica y en silla de ruedas. Bee
tenía cuatro años por entonces y su madre enseguida se había dado cuenta de que a su joven y
ambicioso marido le repugnaba su discapacidad. Con una gran dignidad por su parte, Emilia
había aceptado lo inevitable y había accedido a separarse. Como agradecimiento por
devolverle la libertad sin montar un escándalo, Monty les había comprado a Emilia y a su hija

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 10:48 am

una casa en una finca moderna, que había adaptado a las necesidades de su madre. También
había pagado los servicios de una cuidadora para asegurarse de que Bee no se viese abrumada
por el peso de la responsabilidad para con su madre. Aunque la necesidad de ayudar en casa
había restringido la vida social de Bee desde muy temprana edad, era dolorosamente
consciente de que solo la ayuda económica de su padre había hecho posible que fuese a la
universidad, se formase como maestra y se dedicase a la carrera que le gustaba.
–Me temo que, a no ser que hagas lo que te estoy pidiendo, mi benevolencia se
detendrá aquí mismo –declaró Monty Blake con desprecio–. La casa de tu madre es mía. Está
a mi nombre y puedo venderla cuando quiera.
Mai se puso pálida al oír aquella advertencia, completamente sorprendida porque
nunca antes se había enfrentado a esa faceta de su padre.
–¿Por qué ibas a hacerle algo tan horrible a mamá?
–¿Por qué debería importarme ahora? –preguntó Monty–. Me casé con tu madre hace
más de veinte años y he cuidado de ella desde entonces. Todo el mundo estaría de acuerdo en
que he saldado mis deudas con una mujer con la que solo estuve casado cinco años.
–Sabes lo mucho que mamá y yo apreciamos todo lo que has hecho por ella –
respondió MAI, con el orgullo herido por tener que mostrar esa humildad ante aquel
comportamiento tan amenazador.
–Si quieres seguir contando con mi generosidad, tendrás que pagar el precio –explicó
el anciano bruscamente–. Necesito que William Demonides compre mis hoteles al precio
adecuado. Y estaba dispuesto a hacerlo hasta que Zara lo rechazó y se casó con ese italiano.
–Zara es muy feliz con Vitale Roccanti –murmuró Bee en defensa de su
hermanastra–. No sé cómo iba yo a convencer a un hombre de negocios como Demonides
para que comprara tus hoteles a buen precio.
–Bueno, asumámoslo, tú no tienes la belleza de Zara –dijo su padre–. Pero, según
tengo entendido, lo único que Demonides desea es una madre para esos niños que le han
caído encima, y tú serías mucho mejor madre que Zara. ¡Tu hermana apenas sabe leer!
Apuesto a que Demonides no sabía eso cuando accedió a casarse con ella.
Asqueada por la crueldad de sus comentarios sobre su hermana, que padecía dislexia,
Bee se quedó mirándolo fríamente.
–Estoy segura de que un hombre tan rico y poderoso como William Demonides podría
encontrar cientos de mujeres dispuestas a casarse con él y hacer de madre para esos niños.
Como bien has señalado, yo no soy tan guapa, así que no entiendo por qué crees que podría
interesarle.
Monty Blake dejó escapar una risa despectiva.
–Porque sé lo que desea. Zara me lo dijo. Desea una mujer que sepa cuál es su lugar.
–Entonces no me desea a mí –respondió Mai secamente, furiosa por la noción
anticuada de que las mujeres eran inferiores–. Y Zara es más luchadora de lo que piensas.
Creo que también habría tenido problemas con ella.
–Pero tú eres la hermana lista que podría darle justo lo que desea. Eres mucho más
práctica que Zara porque tú nunca has tenido las cosas fáciles…
–Papá… –le interrumpió Mai, levantando las manos para silenciarlo–. ¿Por qué
estamos teniendo esta absurda conversación? Solo he visto a William Demonides una vez en
mi vida y apenas me dirigió una mirada.
Se guardó el innecesario comentario de que la única parte de su anatomía que el
magnate griego parecía haber apreciado eran sus pechos.
–Quiero que vayas a verlo y le ofrezcas un trato; el mismo trato que hizo con Zara

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 10:52 am

Un matrimonio en el que pueda hacer lo que quiera siempre y cuando compre mis hoteles al
precio acordado.
–¿Yo? ¿Ir a verlo con una proposición matrimonial? –repitió Mai con incredulidad–.
¡No había oído nada tan ridículo en toda mi vida! ¡Ese hombre pensaría que estoy loca!
Monty Blake se quedó mirándola fijamente.
–Creo que eres lo suficientemente lista como para resultar convincente. Si puedes
persuadirlo de que serías la esposa y la madre perfecta para esos huérfanos, entonces eres
justo lo que necesito para volver a poner el trato a mi favor. Necesito esta venta y la necesito
ya, o todo aquello por lo que he trabajado toda mi vida se vendrá abajo como un castillo de
naipes. Y con ello la seguridad de tu madre…
–No amenaces a mamá así.
–Pero no es una amenaza vana –Monty le dirigió a su hija una mirada amarga–. El
banco amenaza con cortarme los préstamos. Mi cadena hotelera se halla al borde del desastre
y ahora mismo Demonides está jugando a esperar. Yo no puedo permitirme esperar. Si me
hundo, tu madre y tú lo perderéis todo también –le recordó–. Piensa en ello e imagínatelo. No
tendríais una casa especialmente adaptada, tendrías que cuidar de Emilia todos los días, no
tendrías vida propia…
–¡Para! –exclamó Mai, asqueada por sus métodos coactivos–. Creo que has perdido la
cabeza si piensas que William Demonides consideraría la posibilidad de casarse con alguien
como yo.
–Puede ser, pero no lo sabremos hasta que no lo intentes.
–¡Estás loco! –protestó su hija con vehemencia, perpleja ante lo que le estaba
pidiendo.
–Pondré un cartel de «Se vende» frente a la casa de tu madre esta misma semana si al
menos no vas a verlo.
–No podría… ¡Simplemente no podría! –exclamó Mai, horrorizada por su
insistencia–. Por favor, no le hagas esto a mamá.
–Te he hecho una petición razonable, Mai. Estoy contra la espada y la pared. ¿Por qué
no ibas a intentar ayudarme después de haber disfrutado durante años de mi apoyo
económico?
–Oh, por favor –respondió Mai con un desprecio inútil ante aquel resumen tan poco
exacto de su comportamiento como padre–. ¿Te parece que exigirme que me acerque a un
multimillonario griego y pedirle que se case conmigo es una petición razonable? ¿En qué
planeta y en qué cultura sería eso razonable?
–Dile que te ocuparás de esos niños y le permitirás seguir disfrutando de su libertad y
creo que tienes posibilidades –respondió el anciano con testarudez.
–¿Y qué pasará cuando me humille a mí misma y él me rechace?
–Tendrás que rezar para que diga que sí –respondió Monty Blake, negándose a ceder
un ápice en su desesperación–. Al fin y al cabo, es la única manera de que tu madre siga
disfrutando de la misma comodidad de la que ha disfrutado hasta ahora.
–Noticia de última hora, papá. La vida en una silla de ruedas no es ninguna
comodidad –dijo su hija.
–Y la vida sin mi apoyo económico será menos cómoda –contestó él, decidido a tener
la última palabra.
Minutos más tarde, tras ser incapaz de hacer cambiar de opinión a su padre, Mai
abandonó el hotel y tomó el autobús hacia la casa que aún compartía con su madre. Estaba
preparando la cena cuando Beryl, la cuidadora de su madre, llevó a Emilia de vuelta de una

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 10:56 am

visita a la biblioteca. Sentada en su silla de ruedas, Emilia entró en la cocina con una sonrisa.
–¡He encontrado uno de Catherine Cookson que no he leído! –exclamó.
–Ahora no habrá quien te meta en la cama esta noche.
Al mirar el rostro agotado de su madre, envejecido y arrugado por la enfermedad y el
sufrimiento, MAI sintió ganas de llorar ante la determinación de Emilia por celebrar las
pequeñas cosas de la vida. Había perdido mucho en aquel accidente, pero nunca se quejaba.
Cuando hubo acostado a su madre, Mai se sentó a calificar los cuadernos de ejercicios
de su clase de niños de siete años. Sin embargo, su mente se negaba a concentrarse en la
tarea. No podía dejar de pensar en lo que su padre le había dicho. La había amenazado, pero
también le había dicho una verdad que había rasgado su sensación de seguridad. Al fin y al
cabo, ella había dado por hecho que su padre continuaría con su éxito financiero y que, por
tanto, su madre nunca tendría que preocuparse por el dinero.
Siendo Mai, tenía que ponerse en lo peor. Si su madre perdía su casa y su jardín, se le
rompería el corazón. La casa había sido adaptada para un ocupante minusválido para que
Emilia pudiera moverse fácilmente por su interior. Zara incluso había diseñado parterres
elevados en el jardín trasero, del que su madre pudiera ocuparse cuando hacía bueno. Si
vendían la casa, Mai tenía un sueldo con el que alquilarse un piso, pero, como no podría
permitirse pagar a un cuidador a jornada completa, tendría que renunciar al trabajo para
cuidar de ella, y por tanto perdería ese sueldo. Tal vez Monty Blake se hiciera cargo de las
facturas, pero nunca les había dado más de lo necesario y Emilia no tenía ahorros. Sin su
ayuda, ambas mujeres tendrían que vivir de la caridad y no podrían permitirse los pequeños
extras y las salidas que le alegraban la vida a su madre. Era un panorama desolador que
horrorizaba a Mai, quien siempre había protegido mucho a su madre.
De hecho, cuando pensaba en la posibilidad de que Emilia lo perdiera todo, la idea de
proponerle matrimonio a un magnate griego le parecía casi aceptable. ¿Y si quedaba como
una tonta? Bueno, en realidad no era una posibilidad, sino una certeza. Quedaría como una
tonta y él se pasaría años contando la historia. Cuando lo conoció, le dio la impresión de ser
justo el tipo de hombre que disfrutaba con las desgracias de los demás.
Aunque él también hubiera tenido desgracias personales. Cuando su hermana Zara
había planea do casarse con Sergios, Mai había buscado información sobre él en Internet y no
le había gustado casi nada de lo que había descubierto. William se había convertido en
Demonides cuando era un adolescente con una ristra de delitos sin importancia a sus
espaldas. Había crecido luchando por la supervivencia en una de las zonas más
desfavorecidas de Atenas. A los veintiuno se había casado con una hermosa heredera griega
y, apenas tres años más tarde, la había enterrado tras morir estando embarazada de él. Sí, tal
vez William Demonides fuese asquerosamente rico, pero su vida personal era zona
catastrófica.
Sin embargo, dejando a un lado esos hechos, tenía fama de ser un absoluto bastardo
en los negocios y con las mujeres. Se decía que era extremadamente inteligente y astuto, pero
también arrogante, despiadado y frío; el tipo de hombre que, como marido, se lo habría hecho
pasar mal a su sensible hermana Zara y a su mascota, Fluffy. Por suerte, Mai no se
consideraba sensible. Obligada a convertirse en adulta antes de tiempo y a cuidar de su madre
dependiente, se había forjado un carácter duro.
A los veinticuatro años, ya sabía que los hombres no solían sentirse atraídos por ese
tipo de carácter, ni por su apariencia exterior. Mai no era guapa ni femenina, y los chicos con
los que había salido habían sido, salvo con una excepción, más amigos que amantes. Nunca
había aprendido a flirtear ni a jugar a juegos de chicas, y pensaba que tal vez fuese demasiado

por tamalevyrroni Sáb Oct 03, 2015 10:57 am

Me Gusta,Cuando Pueda La Leo

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 11:00 am

sensata. Sin embargo, durante unos meses maravillosos, había estado profundamente
enamorada, hasta que la relación se rompió debido a sus responsabilidades para con su madre
inválida. Y aunque su apariencia no podría haberle importado menos, sí que era lista, y había
descubierto que ganar premios y aprobar exámenes con buena nota era algo que asustaba al
sexo opuesto.
Los hombres que conocía también solían salir huyendo cuando Mai daba su opinión,
aunque no fuera asunto suyo. Odiaba la injusticia y la crueldad en cualquier forma. No
aprobaba la actitud complaciente con la que su madrastra, Ingrid, halagaba constantemente a
su padre. No era sorprendente que incluso Zara, la hermana a la que tanto quería, hubiera
crecido con una buena dosis de ese gen complaciente. Solo su hermana pequeña, Tawny,
nacida de la aventura de su padre con su secretaria, se parecía a ella en ese sentido. Mai
nunca había sabido lo que era sentirse impotente hasta que se encontró a sí misma
concertando una cita para ver a William Demonides… Era una idea absurda, un plan inútil.
Cuarenta y ocho horas después de que Mai ganara la batalla a su orgullo y concertara
la cita, el ayudante personal de Sergios le preguntó si quería recibir a la hija de Monty Blake,
Maite. De manera inesperada, William recordó al instante la furiosa mirada verde y los
magníficos pechos de aquella mujer morena. Aquella aburrida cena se había vuelto casi
soportable gracias a la visión de aquel pecho que desafiaba a la gravedad, aunque ella no
había apreciado sus atenciones. Pero ¿por qué diablos iba a querer hablar con él la hija mayor
de Blake? ¿Esperaba actuar como la negociadora del anciano? Chasqueó los dedos para
llamar a un ayudante y pidió un informe sobre Maite antes de concederle la cita al día
siguiente.
A la tarde siguiente, vestida con un taje pantalón gris, que normalmente reservaba
para entrevistas, pero que sabía que le daba la dignidad que tanto necesitaba, Mai esperaba en
la recepción del elegante edificio de cristal y acero inoxidable que albergaba la sede
londinense de la empresa de mensajería SD. Que William hubiera utilizado sus iniciales para
imprimir su personalidad en su vasto imperio empresarial no le sorprendía en absoluto. Se le
aceleró el corazón al pensar en lo que le esperaba.
–El señor Demonides la recibirá ahora, señorita Blake –le dijo la atractiva
recepcionista con una sonrisa ensayada que Mai no pudo igualar.
Sin previo aviso, Mai empezó a sentirse mareada por los nervios. Era demasiado
inteligente como para no darse cuenta del bochorno que le esperaba y no estremecerse. Se
recordó a sí misma que el multimillonario griego no era más que un bruto con demasiado
dinero y una incapacidad para ignorar el escote del vestido de una mujer. Se puso roja al
recordar el vestido que le había pedido prestado a una amiga para aquella estúpida cena.
Aunque su mirada había hecho que se sonrojara y le había recordado por qué solía cubrirse
esos atributos en particular, le había sorprendido su aparente indiferencia hacia su hermosa
hermana Zara.
Cuando Maite Blake entró en su despacho con paso firme, William se dio cuenta de
que no iba a recibir una ofensiva suave y encantadora. El traje pantalón que vestía no hacía
nada por realzar sus curvas de mujer. Llevaba el pelo castaño recogido y nada de maquillaje.
Para un hombre acostumbrado a mujeres muy acicaladas, su actitud displicente por causar
una buena impresión le parecía casi grosera.
–Soy un hombre muy ocupado, Maite. No sé qué estás haciendo aquí, pero espero
que sea breve –le dijo con impaciencia.
Durante un segundo, William Demonides se alzó frente a Mai como un edificio
gigante que proyectara una sombra alargada y ella dio un paso atrás, acorralada por su

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 11:01 am

tamalevyrroni escribió:
Me Gusta,Cuando Pueda La Leo

Gracias Tami Besotes

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 11:09 am

tamaño y su proximidad. Se había olvidado de lo grande que era, desde su altura hasta el
ancho de sus hombros, incluyendo sus piernas poderosas. También era increíblemente guapo,
aunque le molestara admitirlo, con ese pelo negro y aquellos rasgos esculpidos y bronceados.
La prueba de su riqueza iba desde el brillo de su reloj de oro y de sus gemelos hasta la camisa
blanca impoluta y el corte clásico de su traje.
Mai se chocó con unos ojos del color del bronce pulido que tenían el impacto de un
mazo y que le cortaron la respiración. Era como si los nervios estuvieran presionándole la
garganta, y el corazón comenzó a martillearle en el pecho de nuevo.
–Mi padre me ha pedido que venga a verle en su nombre –comenzó, molesta por que
la respiración entrecortada hiciese que su voz sonara débil.
–Eres profesora de primaria. ¿Qué podrías tener que decir que yo quisiera escuchar? –
preguntó William con una franqueza brutal.
–Creo que le sorprenderá… –Mai apretó los labios para recuperar la fuerza en la
voz–. Bueno, sé que le sorprenderá.
Las sorpresas eran pocas y mal recibidas en la vida de William. Era un maníaco del
control, lo sabía y no tenía intención de cambiar.
–Hace poco estaba planeando casarse con mi hermana Zara.
–No habría funcionado –respondió William.
Mai tomó aliento y apretó el asa de su bolso con fuerza hasta que se le pusieron
blancos los nudillos.
–Zara me contó exactamente qué es lo que usted deseaba del matrimonio.
Mientras se preguntaba adónde le llevaría aquella extraña conversación, William
intentó no apretar demasiado los dientes.
–Eso fue muy indiscreto por su parte.
La incomodidad hizo que a Mai se le encendieran las mejillas, lo que acentuó el verde
de sus ojos.
–Voy a poner mis cartas sobre la mesa y a ir al grano.
William se apoyó en el borde de su escritorio y la miró de un modo desalentador.
–Estoy esperando –dijo al verla vacilar.
Mai respiró tan profundamente que su pecho se hinchó y estuvo a punto de saltar los
botones de su blusa, por un momento William deslizó la mirada hacia allí y recordó
perfectamente aquel pecho.
–Mi padre ha utilizado cierta presión para convencerme de venir a verle –admitió–.
Le dije que era una locura, pero aquí estoy.
–Sí, aquí estás –contestó él con aburrimiento–. Y todavía no has ido al grano.
–Mi padre quería que me ofreciera yo en lugar de Zara –confesó Mai, y vio la
incredulidad mezclada con el asombro en la cara de William mientras ella se sonrojaba de
vergüenza–. Lo sé, le he dicho que es una locura, pero quiere sellar el trato con los hoteles y
cree que una esposa adecuada podría marcar la diferencia.
–¿Adecuada? No estás entre las típicas mujeres que aspiran a casarse conmigo –
contestó William.
Y era cierto. Maite Blake era sencilla en comparación con las hermosas mujeres que
lo perseguían allí donde iba, desesperadas por llamar su atención y lograr, si no un anillo de
compromiso, algún beneficio de su riqueza. Pero en ese instante se agitó en el fondo de su
mente un recuerdo.
–Las mujeres hogareñas son las mejores esposas –le había dicho su abuelo una vez–.
Tu abuela era generosa, leal y cariñosa. No podría haber tenido una esposa mejor. Mi hogar

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 11:13 am

era como un palacio, mis hijos tenían amor y mi palabra era ley. Nunca me dio ninguna
preocupación. Piénsalo bien antes de casarte con una belleza que pida mucho y dé poco.
Tras haber palidecido al oír aquel comentario innecesario sobre sus limitaciones, Mai
se recuperó y levantó la barbilla.
–Obviamente, no soy rubia ni hermosa, pero estoy convencida de que sería mucho
mejor elección que Zara para el puesto.
Cierta fascinación involuntaria ante su descaro mantenía tenso a William, que frunció
el ceño.
–Hablas como si ser mi esposa fuese un trabajo.
–¿No lo es? –preguntó Mai con tono desafiante–. Por lo que sé, desea casarse solo
para tener una madre para los hijos de su difunto primo, y yo podría encargarme de ellos a
jornada completa, algo que Zara nunca habría estado dispuesta a hacer. Además…
–Cállate un momento –la interrumpió William, y se quedó estudiándola con atención–.
¿Qué tipo de presión ha utilizado tu padre para hacerte venir aquí a decir esta tontería?
Mai se puso rígida antes de echar la cabeza hacia atrás, preguntándose por qué debería
mantener en secreto la coacción de su padre. Su orgullo exigía que fuese sincera.
–Tengo una madre gravemente incapacitada y, si la venta de la cadena hotelera sale
mal, mi padre ha amenazado con vender nuestra casa y dejar de pagar a la cuidadora de mi
madre. Yo no dependo de él, pero mi madre sí y no quiero que sufra. Su vida ya es
suficientemente dura.
–Estoy seguro de ello –William estaba impresionado por su motivación.
Evidentemente, Monty Blake era más cruel con su familia de lo que jamás hubiera
imaginado. Incluso Nectarios, su abuelo y uno de los hombres más despiadados que había
conocido, se habría abstenido de amenazar a una exmujer incapacitada. En cuanto a Maite,
respetaba su sinceridad y su lealtad, rasgos que decían mucho sobre el tipo de mujer que era.
No estaba allí por su dinero ni por su estilo de vida, sino porque no le quedaba otra opción.
No era una verdad muy halagadora, pero William odiaba los halagos, pues sabía que poca
gente veía más allá de su riqueza–. Entonces, dime por qué crees que serías mejor esposa que
tu hermana –continuó, decidido a satisfacer su curiosidad e intrigado por su actitud hacia el
matrimonio. ¿Una esposa era una empleada? Era un nuevo punto de vista que le interesaba.
Siendo un hombre de negocios hasta la médula, enseguida vio las ventajas de semejante
acuerdo. Probablemente una esposa pagada respetaría sus barreras y seguiría haciendo un
esfuerzo por complacerlo, pensó. En un acuerdo como ese, no habría sitio para los
sentimientos y malentendidos.
–Yo sería menos exigente. Soy autosuficiente, sensata. Tampoco le costaría mucho
porque no me interesa mi aspecto –contestó Mai, y apretó los labios con desprecio, como si la
vanidad pudiera considerarse un vicio–. También se me dan bien los niños.
–¿Qué harías con un niño de seis años que pinta en las paredes?
Maite frunció el ceño.
–Hablar con él.
–Pero él no responde. Su hermano pequeño sigue intentando pegarse a mí y el más
pequeño simplemente se queda mirando a la nada –murmuró él con evidente preocupación e
impotencia–. ¿Por qué estoy contándote esto?
Sorprendida por su franqueza,Mai se imaginó que era señal de que le preocupaban
los problemas de los niños.
–¿Creía que tendría una respuesta para usted?
Llamaron a la puerta, abrieron y alguien se dirigió a él en lo que Mai supuso que sería

por EsperanzaLR Sáb Oct 03, 2015 11:14 am

griego. Él dio una respuesta breve y le devolvió su atención. Algo en aquella mirada
calculadora hizo que se pusiera tensa.
–Pensaré en tu proposición –dijo–. Pero te lo advierto, no soy fácil de complacer.
–Supe eso la primera vez que le vi –contestó Mai, y se fijó en el brillo sardónico de su
mirada, en su estructura ósea y en su boca sensual y obstinada. Era la cara de un tipo duro,
reacio a cualquier consejo salvo el suyo propio.
–Ahora me dirás que puedes leerme la mano –dijo él con frialdad. Mai salió de su despacho como aturdida. William había dicho que consideraría su
proposición. ¿Habría sido simplemente una mentira educada? Pero tenía la impresión de que
no le habría ofrecido palabras vacías. Si estaba pensando seriamente en ella como esposa, ¿en
qué lugar la dejaba eso? Puesto que, desde que Mai diera por hecho automáticamente que
William Demonides la rechazaría, en ningún momento había pensado en la posibilidad de
convertirse en su esposa…

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:32 am

Capítulo 2
CUATRO días más tarde, Mai salió de la escuela de primaria donde trabajaba y
advirtió que había una gran limusina negra aparcada a la vuelta de la esquina.
–¿Señorita Blake? –un hombre vestido con traje y con la constitución de un gorila se
acercó a ella–. Al señor Demonides le gustaría llevarla a casa.
Mai parpadeó y se quedó mirando la limusina con las lunas tintadas. ¿Cómo había
descubierto dónde trabajaba? Mientras se preguntaba a qué diablos estaría jugando William
Demonides, se dio cuenta de que no le quedaba otra opción que aceptar. ¿Por qué hacer cola
para el autobús cuando le ofrecían una limusina? ¿Habría acudido en persona para darle su
respuesta negativa? ¿Por qué se tomaría la molestia de hacer eso? Un hombre con su estatus
no se molestaba por los demás. A medida que la multitud de compañeros y padres se apartaba
para dejar paso a Mai y a su corpulento acompañante, las mejillas se le sonrojaron, pues la
gente se había quedado mirando.
–Maite –dijo William al levantar la mirada de su ordenador portátil.
Cuando Mai entró en el lujoso vehículo fue consciente del carisma animal que
exudaba de todos sus poros. Era un macho en el sentido más primario de la palabra. «Huele la
testosterona», habría bromea do una de sus amigas de la universidad. El ligero aroma a
colonia de hombre se le metió en la nariz, lo cual aumentó la sensación. Notó que los pezones
se le ponían erectos bajo el sujetador y se tensó, profundamente desconcertada por ser tan
consciente de la carga sexual que proyectaba. Se quedó mirando su perfil masculino y
advirtió la sombra de la barba incipiente, que resaltaba su mandíbula angulosa. Necesitaba
afeitarse. Era la única señal en su apariencia impecable de que se acercaba el final de su día
de trabajo, y no el principio. Consciente de que tenía el pelo revuelto por el viento y de que
su chubasquero, su falda y sus botas hasta las rodillas eran más cómodos que elegantes, Mai
se sintió incómoda y no supo por qué, ya que por norma lo único que le preocupaba de su
apariencia era estar limpia.
Cuando la limusina se apartó de la acera, William cerró el portátil y giró su arrogante
cabeza para mirarla. Frunció el ceño de inmediato. Maite estaba hecha un desastre con
aquella ropa vieja y arrugada. Sin embargo, tenía una piel perfecta, unos ojos adorables y el
pelo brillante, ventajas que la mayoría de las mujeres habrían hecho lo posible por realzar.
Por primera vez se preguntó por qué ella ni se molestaba en hacerlo.
–¿A qué debo el honor? –preguntó Mai, viendo como William guardaba el ordenador.
Tenía unas manos preciosas, pensó, e inmediatamente se tensó ante aquel pensamiento tan
sorprendente.
–Me marcho a Nueva York esta noche y me gustaría que conocieras a los niños antes
de que me vaya.
–¿Por qué? –Mai se quedó mirándolo con evidente confusión en sus ojos marrones–.
¿Por qué quiere que los conozca?
Sus labios sensuales se curvaron en una ligera sonrisa.
–Obviamente, porque te estoy considerando para el trabajo.
–¡No puede ser! –exclamó Mai con incredulidad.
–Desde luego que sí. Tu padre ha jugado su carta ganadora al enviarte a verme –
explicó William, sorprendido por su asombro, que estaba mezclado con una angustia que casi
le dio ganas de reír. Era una mujer reconfortante.
–Pero no lo entiendo –dijo ella con el ceño fruncido–. ¡Podría casarse con cualquiera!

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:37 am

–No te subestimes –respondió William, pensando en toda la información que había
recopilado sobre ella desde su último encuentro. La había investigado mucho más a
conciencia de lo que había investigado a su hermana Zara–. Según mis fuentes, eres una hija
devota y leal, y una maestra comprometida y con talento. Creo que podrías ofrecerles a esos
niños justo lo que necesitan.
–¿De dónde ha sacado esa información? –preguntó Mai, molesta.
–Existen empresas de investigación que ofrecen esos detalles en pocas horas por un
precio. Naturalmente, te he investigado, y estoy sorprendido por lo que he averiguado sobre
ti.
«Pero no hablaba en serio al ofrecerme a casarme contigo», estuvo a punto de
responder Mai antes de pensárselo mejor y morderse la lengua. Al fin y al cabo, la amenaza
de su padre aún pendía sobre su cabeza, y su seguridad financiera era esencial para su madre.
Si esa seguridad desaparecía, la vida tal y como su madre la conocía llegaría a su fin. De
pronto, Mai se encontró frente a un largo y oscuro túnel, mirando hacia un futuro que ya no
podría predecir y aceptando que, si William Demonides decidía que sí quería casarse con ella,
no podría rechazarlo.
–Si los hijos de su primo están traumatizados, no tengo experiencia con ese tipo de
problemas –le advirtió Mai–. Tampoco tengo experiencia criando niños y no puedo hacer
milagros.
–Yo no creo en los milagros, así que no espero ninguno –respondió William
secamente, y se quedó mirándola con aquellos ojos dorados–. También habría condiciones
que tendrías que cumplir para estar a la altura de mis expectativas.
Mai no dijo nada. Aún sorprendida ante la idea de casarse con él, no se atrevía a
hablar. En cuanto a sus expectativas, estaba convencida de que serían altas y de que tendría
una gran lista. Por desgracia para ella, William Demonides no estaba acostumbrado a
conformarse con algo menos que perfecto. Sacó el teléfono y llamó a su madre para decirle
que llegaría tarde a casa. Para cuando terminó la llamada, la limusina ya circulaba por un
camino adornado con abedules a ambos lados. Se detuvieron frente a una casa lo
suficientemente grande y espléndida como para considerarse una mansión.
–Esta es mi base en Londres –le dijo William con una mirada fugaz–. Una de tus
tareas como esposa sería ocuparte de mis diversas casas y asegurarte de que todo marcha
bien.
La palabra «esposa» combinada con esa otra palabra, «tareas», le parecía a Mai más
propia del siglo XIX.
–¿Es usted un tirano doméstico? –preguntó.
William la miró con el ceño fruncido.
–¿Eso es una broma?
–No, pero hay algo muy victoriano en mencionar la palabra «esposa» y la palabra
«tareas» en la misma frase.
–Fuiste tú la que primero se refirió a esto como a un trabajo, y yo prefiero verlo del
mismo modo.
Pero a Mai le gustaba el trabajo que ya tenía, y se dio cuenta con tristeza de que le
estaba pidiendo que se tragase sus palabras. Había hecho lo que su padre le había pedido que
hiciera sin pensar en las consecuencias de su éxito. Y ahora esas consecuencias se habían
hecho realidad. Mientras acompañaba a William al recibidor, él daba instrucciones al criado
que le saludó y condujo a Mai a una sala de estar enorme.
–Al contrario que tu hermana, tú eres muy callada –observó él.

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:44 am

–Me ha pillado por sorpresa –admitió ella.
–Pareces perpleja. ¿Por qué? No deseo la típica esposa. No quiero vínculos
emocionales, exigencias ni restricciones, pero, en el aspecto práctico, una mujer que
desempeñe ese papel sería de gran ayuda en mi vida.
–Tal vez no me dé cuenta de lo que gano yo en esto; salvo que usted compraría la
cadena de hoteles de mi padre y eso aseguraría el futuro de mi madre.
–Si me casara contigo, yo me encargaría de la seguridad económica de tu madre
durante el resto de su vida –explicó William–. Incluso aunque más tarde nos separásemos, ya
no tendrías que preocuparte por su cuidado nunca más, ni ella tendría que depender de tu
padre. Me aseguraré personalmente de que tu madre tenga todo lo que necesite, incluyendo el
mejor servicio médico disponible para alguien en su situación.
Sus palabras la rodearon como un trueno anunciando un amanecer más brillante. Al
instante pensó en los extras que podrían mejorar la calidad de vida de Emilia. En lugar de sus
esfuerzos caseros, las sesiones de fisioterapia profesional podrían fortalecer los miembros
gastados de su madre y tal vez pudieran encontrar algo que aliviase sus dificultades
respiratorias. Se dio cuenta de que William era lo suficientemente rico como para cambiar
radicalmente la vida de su madre.
Una joven con uniforme de niñera entró en la sala con un bebé de unos dieciocho
meses en brazos y dos niños pequeños tras ella.
–Gracias. Deja a los niños con nosotros –ordenó William
En cuanto la niñera dejó al bebé en el suelo, la niña comenzó a llorar
desconsoladamente, un niño de unos tres años se agarró a la pierna de William y el mayor se
detuvo en seco a pocos metros de distancia.
–No pasa nada, pequeña –Mai tomó en brazos al bebé y la niña dejó de llorar y se
quedó mirándola–. ¿Cómo se llama?
–Eleni… y este es Milo –le dijo William mientras se quitaba al niño de la pierna con
dificultad y le daba un suave empujón en dirección a Mai, como si esperase que el niño se
agarrase a ella en su lugar.
–Y tú debes de ser Paris –le dijo Mai al mayor mientras se agachaba para saludar a
Milo–. Mi hermana Zara me dijo que te han regalado una bici nueva por tu cumpleaños.
Paris no sonrió, pero se acercó más cuando Mai se sentó en el sofá con el bebé en
brazos. Milo, que obviamente estaba desesperado por llamar la atención, se sentó a su lado e
intentó subirse en su regazo con su hermana, pero no había suficiente espacio.
–Hola, Milo.
–Paris, cuida tus modales –dijo William con severidad.
Con una mirada asustada, Paris extendió el brazo para estrecharle la mano
formalmente, aunque sin dirigirle la mirada. Mai lo invitó a sentarse junto a ella y le dijo que
era maestra. Cuando le preguntó por el colegio al que iba, el niño la miró asustado y después
giró la cabeza. No era difícil imaginar que Paris podría estar teniendo problemas en el
colegio. De los tres niños, Milo era el más normal, lleno de energía y con necesidad de
atención y diversión. Paris, sin embargo, estaba tenso, mientras que la niña se quedó muy
callada.
Tras media hora, William ya había visto lo suficiente para convencerse de que Maite
Blake era la mujer que necesitaba para facilitarle la vida. Su calor y su energía atraía a los
niños, y estaba completamente relajada con ellos, mientras que su hermana se había mostrado
nerviosa y, aunque simpática, demasiado ansiosa por complacer. Mai, por otra parte, emanaba
una autoridad tranquila que infundía respeto. William volvió a llamar a la niñera para que se

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:48 am

llevase a los niños.
–Mencionó algo de condiciones… –le recordó Mai, intentando ceñirse a los hechos
necesarios. Aun así, cuando intentó aceptar que estaba considerando la idea de casarse con el
magnate griego, la idea le pareció tan remota e irreal que sus pensamientos se quedaron
nadando en un mar de perplejidad.
–Sí –de pie junto a la ventana, con la escasa luz del sol iluminando su pelo negro y
realzando los ángulos de su cara, William llamó su atención sin ni siquiera intentarlo. Sin
embargo, lo que dijo después la pilló desprevenida–. Tengo una amante. Melita no es
negociable. Ocasionalmente también tengo otros intereses. Soy discreto. No provoco titulares
sobre ese aspecto de mi vida.
Aquel nivel de franqueza, cuando ella se había acostumbrado a su secretismo frío,
dejó a Mai sorprendida. ¿Tenía una amante llamada Melita? ¿Sería un nombre griego? Daba
igual, evidentemente no le era fiel y no era hombre de una sola mujer. A Mai se le sonrojaron
las mejillas al imaginarse cosas que no quería imaginarse teniéndolo cerca. Bajó las pestañas
avergonzada, pero su cerebro rebelde seguía proporcionándole la imagen de aquel cuerpo
bronceado enredado con el de una rubia sexy.
–No espero tener intimidad contigo –dijo William–. Por otra parte, si decides que
quieres tener un hijo, sería egoísta por mi parte negarte esa opción.
–Bueno, siempre queda la fecundación in vitro –respondió Mai.
–Por lo que he oído, no es fiable.
Mai se quedó mirándose los pies. Tenía una amante. No esperaba compartir la cama
con ella. ¿Pero eso en qué la convertía? En una esposa que no era una esposa salvo en el
nombre.
–¿Qué tipo de vida se supone que debo llevar? –preguntó abruptamente, levantó la
cabeza y sus ojos verdes brillaron como hojas bajo la lluvia.
–¿Qué quieres decir? –preguntó William, satisfecho de que no hubiera mostrado ni
fastidio ni interés por el tema de su amante. Aunque, ¿por qué debería importarle lo que
hacía? Esa era exactamente la actitud que deseaba que adoptara.
–¿Espera que yo también tenga amantes, discretamente? –quiso saber Mai, mirándolo
mientras las mejillas se le sonrojaban, luchando con todas sus fuerzas por controlar la
vergüenza. Era una pregunta justa y sensata, y se negaba a permitir que la mojigatería le
impidiera formularla.
–Por supuesto que no –respondió él.
Mai frunció el ceño.
–Estoy intentando entender cómo espera que funcione un matrimonio así. No estará
sugiriendo que una mujer de mi edad debería aceptar un futuro en el cual cualquier forma de
intimidad física va contra las normas.
Puesta así, su objeción parecía razonable, pero William no podía aceptar la idea de una
mujer infiel, igual que no aceptaría cortarse el brazo derecho.
–No puedo aceptar que tengas amantes.
–Es un doble rasero muy hipócrita –murmuró Mai, y le hizo gracia su reacción
horrorizada, aunque no entendía por qué se sentía así. ¿De modo que lo que era válido para él
no lo era para ella? En cualquier caso, apenas podía creer que estuviera teniendo una
discusión así con él. Al fin y al cabo, era una virgen de veinticuatro años, una información
que sin duda le sorprendería casi tanto como la idea de tener una esposa con apetito sexual
independiente.
En respuesta a aquel comentario desdeñoso, William la miró con odio y con los ojos

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:52 am

encendidos como carbones.
–No me hables en ese tono…
«Lección uno», pensó Mai. «Tiene un temperamento muy volátil». Tomó aliento e
intentó disimular lo divertida que le parecía su reacción de incredulidad ante la idea de tener
una esposa adúltera.
–Le he hecho una pregunta razonable y usted no me ha dado una respuesta razonable.
¿Cuánto tiempo espera que dure este matrimonio?
–Al menos hasta que los niños crezcan.
–Mi juventud –resaltó Mai sin emoción alguna, pero era cierto. Para cuando los niños
tuvieran independencia, sus años de juventud habrían quedado atrás.
William estaba observándola, recordando sus curvas con aquel vestido de noche que
llevaba la primera vez que se vieron. Unos pechos firmes y unas caderas generosas. Se
sobresaltó cuando aquella imagen mental provocó cierta rigidez en su ingle.
–Entonces hagamos que sea un matrimonio real –le dijo con tono sardónico–. Esa es
la única opción que haya sobre la mesa. Si quieres un hombre en tu cama, me tendrás a mí y a
nadie más.
Mai se puso completamente roja y tuvo que apartar la mirada.
–No deseo continuar con esta discusión, pero debería decir que, mientras siga
habiendo otras mujeres en su vida, yo no estaría dispuesta a mantener una relación íntima con
usted.
–Estamos perdiendo el tiempo con esta tontería y somos adultos. Nos enfrentaremos a
esos problemas cuando se presenten –contestó William secamente–. Tendrás que firmar un
contrato prenupcial.
–Ha mencionado sus casas y a su… amante. ¿Qué otras condiciones piensa
imponerme?
–Nada que deba preocuparte. Nuestros abogados se encargarán del contrato. Si
quieres discutir alguna cláusula, lo harás a través de ellos –concluyó William con tono de
finalidad–. Ahora, si me disculpas, haré que te lleven a casa. Tengo que encargarme de un
asunto antes de partir para Nueva York.
Mai, que había albergado la vaga idea de que tal vez la invitara a quedarse a cenar,
descubrió lo equivocada que estaba. Se alisó el chubasquero y se puso en pie.
–Yo también tengo una condición. Deberá ser educado, respetuoso y considerado con
mi felicidad en todo momento.
Al oír aquella inesperada exigencia, William se detuvo a medio camino hacia la puerta
y se preguntó si estaría criticando sus modales. Se dio la vuelta y la miró fijamente.
–Eso es mucho pedir. Soy egoísta, malhumorado e incluso cortante. Espero que mis
empleados se adapten a mis modales.
–Si me caso con usted, yo no seré un miembro de su personal. Estaré a medio camino
entre una esposa y una empleada. Tendrá que hacer cambios y concesiones –Mai se quedó
mirándolo expectante, pues sería desastroso hacerle creer que podría salirse siempre con la
suya. Sabía perfectamente que estaba negociando con un hombre muy poderoso, capaz de
pasar por encima de sus necesidades y de sus deseos si le apetecía hacerlo.

por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:54 am

William se quedó desconcertado ante su actitud desafiante, ante aquellos ojos verdes
que lo miraban como si fuera un acertijo intelectual que hubiera de resolver.
–Puede que haga alguna concesión, pero yo llevaré la voz cantante. Si vamos a seguir
adelante con este acuerdo, quiero que la boda tenga lugar pronto para que puedas mudarte
aquí para estar con los niños.
–Pero no puedo abandonar a mi madre.
–Eres maestra, se te da bien hablar, pero no escuchar –respondió William–. Escucha lo
que te digo. Tu madre estará bien atendida en todos los aspectos.
–¡En todos los aspectos que le faciliten a usted lo que desea! –exclamó Mai con rabia.
Él arqueó una ceja y la miró como si su comentario le hiciera gracia.
–¿Acaso esperabas algo distinto de mí?

por SuenoLR Lun Oct 05, 2015 4:09 am

Sique mi Kat

por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:21 am

SuenoLR escribió:Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:26 am

Capítulo 3
LA VIDA tal como Mai la conocía empezó a cambiar muy pronto después de
despedirse de William.
De hecho, llegó a casa de la escuela al día siguiente y encontró a su madre angustiada
porque su padre la había llamado furioso por teléfono esa misma tarde.
–Monty me ha dicho que vas a casarte –dijo Emilia Blake con una mirada de
incredulidad–. Pero le he dicho que ni siquiera sales con nadie.
Bee se puso roja.
–No te lo he dicho, pero…
Su madre se quedó mirándola con los ojos muy abiertos.
–¡Dios mío, hay alguien! Pero si solo sales dos veces por semana para ir a hacer
ejercicio…
Mai frunció el ceño y le estrechó las manos a su madre. Por nada del mundo le habría
contado una verdad que pudiera disgustarla. De hecho, en lo referente a la salud mental de su
madre, Mai estaba más que dispuesta a mentir.
–Siento no haber sido sincera contigo. Quiero que te alegres por mí.
–Así que, evidentemente, no ibas a hacer ejercicio todas esas tardes –dijo Emilia,
observando a su hija con orgullo en la mirada–. Me alegro mucho. Tu padre y yo no te hemos
dado un gran ejemplo y sé que no has tenido las mismas oportunidades que las demás chicas
de tu edad.
–Aún no me has dicho por qué estaba enfadado mi padre –dijo Mai.
–Un trato de negocios en el que está metido con tu futuro marido no ha salido como
esperaba –respondió Emilia–. ¿Qué diablos espera que hagas tú al respecto? Sigue mi
consejo, no te involucres.
Angustiada por su explicación, Mai se había tensado.
–¿Qué ha dicho papá exactamente?
–Ya sabes lo malhumorado que se pone cuando las cosas no salen como quiere.
Háblame de William. ¿No es el hombre al que conociste en esa cena a la que tu padre te invitó
hace un par de meses?
–Sí –así que, aunque el matrimonio seguía adelante, parecía que su padre no
obtendría todos los beneficios que había esperado. Claramente esa era la razón por la que
Monty estaba enfadado, pero a ella le parecía que existía una cierta justicia al saber que su
sacrificio no enriquecería a su padre: las amenazas no se merecían una recompensa.
–Has estado viviendo un romance lleno de emociones –dijo Emilia con una sonrisa de
aprobación–. ¿Estás segura de que ese tal Sergios es el hombre adecuado para ti,Mai?
Mai recordó la promesa de William Demonides de que nunca más tendría que
depender de su padre para mantener a su madre. Recordó el impacto de aquellos ojos y,
aunque le daba miedo el futuro por el que acababa de firmar, estaba segura de que William
mantendría su palabra.
–Sí, mamá. Estoy segura.
William llamó aquella noche para decirle que un miembro de su personal se pondría
en contacto con ella para acordar los detalles de la boda. Le sugirió que presentase su carta de
dimisión en la escuela de manera inmediata. Su impaciencia le resultó a Mai sorprendente,
cuando había parecido dispuesto a esperar varios meses antes de llevar a su hermana Zara al
altar. Y después de eso soltó la bomba con la noticia de que esperaba que ella se mudara a

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