WEBNOVELA"Mundos separados DE LINDSAY ARMSTRONG"

por EsperanzaLR Lun Nov 23, 2015 1:48 pm

¿Cómo podía alguien tan poderoso como él querer casarse con una chica
corriente como ella?
Maite Torrance estaba acostumbrada a ayudar a la gente, pero William
McLeod estaba resultando ser un paciente muy difícil. Sólo el tiempo y la
habilidad de Maite ayudarían al duro millonario a recuperarse de un
terrible accidente. El problema era que William no estaba dispuesto a esperar…
Obligada a pasar día tras día con William en su explotación ganadera, Maite
no tardó en dejarse llevar por la pasión que los consumía a ambos. Lo que
ella no esperaba era una proposición de matrimonio

por asturabril Lun Nov 23, 2015 7:26 pm

Gracias Kat I love you

por tamalevyrroni Mar Nov 24, 2015 12:54 pm

Parece Interesante Amix,Empiezala Cuando Puedas,Si Tengo Tiempo La Leo

por EsperanzaLR Mar Nov 24, 2015 2:52 pm

Capítulo 1
Maite Torrance hizo su bolsa y se preparó para despedirse otro día más de su
paciente, pero William McLeod se quedó mirándola con sus disgustados ojos de miel.
Los dos llevaban conjuntos de deporte que se adaptaban a sus cuerpos y
estaban empapados en sudor. Pero, mientras ella se agachaba con agilidad para
cerrar su bolsa y se levantaba moviendo su coleta morena, él estaba confinado en una
silla de ruedas.
Aunque eso no era del todo cierto. En sus mejores días desde que un accidente
de tráfico lesionara gravemente su pierna izquierda, podía andar con ayuda de un
bastón. Pero Maite, su fisioterapeuta, siempre insistía en la conveniencia de que
usara la silla de ruedas después de cada sesión con ella. Incluso lo llevaba así desde
su gimnasio privado hasta su casa, donde lo dejaba al cuidado de Dave, su
enfermero. No entendía por qué era tan importante para Maite, la silla de ruedas
funcionaba con un motor independiente y no era necesario para ella empujarla hasta
la casa.
Tampoco creía necesitar ya un enfermero, pero Dave también era un masajista
profesional y hacía las veces de chofer desde el accidente.
—Pasa y toma algo —le sugirió él de manera brusca cuando ella empezó a
empujar su silla hacia la casa.
—No, gracias, William —repuso ella con su sensual y ligeramente ronca voz—.
Tengo que irme.
—¿Adónde? ¿Tienes que atender a otro paciente? Son casi las seis. ¿O es que
has quedado con tu novio?
Maite dudó un momento antes de contestarle.
—No, no es eso. Pero ha sido un día muy largo.
—¿Acaso tienes algo en contra de entablar una amistad conmigo?
Maite hizo una mueca al escuchar sus palabras. Se concentró en bajar la silla
por una rampa y girar al entrar en un camino que dividía una extensa y cuidada
pradera llena de arbustos con flores. Aquel jardín estaba lleno de vida. Había abejas,
pájaros y mariposas por todas partes.
Pensó mientras llevaba a William McLeod a la casa que no conocía una finca más
bonita que ésa de Eastwood. La casa tenía un precioso y ancho porche, tejados muy
inclinados y contraventanas de madera. Estaba construida en piedra color miel y el
tejado era verde oscuro. La casa disfrutaba además de maravillosas vistas. Desde sus
ventanales se podía ver hasta el río Brisbane.
—No acostumbro a entablar amistad con mis pacientes —repuso ella con
cuidado—. No es nada personal —añadió deprisa—. Pero es que tengo mucho que
hacer, eso es todo.
—Si no entras a tomar algo y charlar un rato, encenderé el motor de la silla de
ruedas y la llevaré hasta el río —contestó William McLeod a modo de amenaza.

por EsperanzaLR Mar Nov 24, 2015 3:04 pm

Dejó de empujar la silla y enganchó el freno.
—William, no seas tonto —le dijo con un suspiro de frustración—. Sé que esto debe
de ser difícil, pero vas muy bien. No sabes lo orgullosa que estoy de tus progresos.
Ya verás como te recuperas pronto.
Era cierto. Admiraba a Will McLeod por su perseverancia y su fuerza de
voluntad. Se estaba esforzando mucho por recuperar la movilidad después de que un
trágico accidente de coche se llevara por delante la vida de su prometida.
No solía ver a menudo ese tipo de constancia, pero William hacía siempre los
ejercicios que le mandaba, aunque tuviera que sufrir para terminarlos. Lo había visto
muchas veces con los nudillos blancos por el esfuerzo y mordiéndose con fuerza el
labio inferior para soportar mejor el dolor.
Tampoco se le había pasado por alto lo atractivo que era, aunque no siempre
era fácil estar en su presencia. Cambiaba constantemente de humor y a veces era
muy rudo e indisciplinado.
Pero no dejaba que nada de eso la afectara. Estaba convencida de que tenía la
capacidad de ser completamente indiferente a los hombres.
—¿Qué no sea tonto? —repitió él—. Tengo una proposición profesional para
usted, señorita Torrance, así que no sé por qué me tiene que insultar así.
Miró su cabeza. Su pelo oscuro estaba despeinado y húmedo tras el esfuerzo.
—¿Qué tipo de proposición profesional podrías tener para mí? —le preguntó
con el ceño fruncido.
—Vas a tener que entrar conmigo en la casa si quieres que te lo cuente.
Aquello le molestaba mucho. Había tenido que rechazar las proposiciones de
hombres durante toda su carrera profesional. Normalmente conseguía hacerlo con
una contestación rápida y jocosa que le dejara claro a la otra persona que no estaba
interesada. Pero ese tipo de conducta era lo último que se habría esperado de William
McLeod.
—Dímelo ahora, William. Y después seré yo quien decida si quiero entrar o no —
repuso ella con firmeza.
Vio como levantaba los hombros. Imaginó que estaría riéndose por dentro.
Algunos minutos más tarde, Maite estaba sentada en el porche con un refresco
frente a ella y él sostenía la fresca cerveza con la que llevaba horas soñando. También
tenían un cuenco con aceitunas y otro con frutos secos.
Todo lo había servido un hombre de mediana edad que William le había
presentado en ese momento. Era Walt, el mayordomo de la casa, pero ya los había
dejado solos.
—A ver si lo he entendido bien —le dijo ella—. ¿Quieres que me vaya contigo
hacia el oeste para continuar el tratamiento de tu lesión en un puesto de ganado?
—Sí —repuso él tomando un sorbo de su cerveza.

por asturabril Mar Nov 24, 2015 4:42 pm

por Joanita Mar Nov 24, 2015 7:07 pm

Sigueláaaaaa por favor

por SuenoLR Miér Nov 25, 2015 3:12 am

Sique mi Kat

por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 5:04 pm

asturabril escribió:Gracias Kat

De nada mi Abril

por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 5:04 pm

tamalevyrroni escribió:
Parece Interesante Amix,Empiezala Cuando Puedas,Si Tengo Tiempo La Leo

Gracias Tami:)

por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 5:05 pm

asturabril escribió:

por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 5:05 pm

Joanita escribió:Sigueláaaaaa por favor

Ahora sigo Joanita

por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 5:06 pm

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 5:10 pm

—Pero ¿por qué tienes que ir a un sitio como ése, tan lejos de aquí?
William la miró a los ojos.
—Me estoy volviendo loco aquí encerrado. Necesito cambiar de aires. Yo nací en esa zona del país y me gusta mucho.
—Pero ¿no te das cuenta de que sólo paso un par de horas al día contigo? Creo que me volvería loca si tuviera que estar en un puesto de ganado varias semanas. Seguro que allí no tienes nada de lo que necesitamos para continuar tu rehabilitación. Además, estarías muy lejos de tu médico. Necesitas visitarlo a menudo.
William se encogió de hombros.
—Tengo su aprobación para hacer esto. Además, si es necesario siempre puedo encargarme de que lo lleven en avión hasta allí. Lo mismo con el equipo de rehabilitación. Ya existe allí un gimnasio y una piscina.
Se dejó caer sobre el respaldo de la silla y probó el primer sorbo de su refresco. Era delicioso, una mezcla de mango y naranja con un toque de menta. Pero la dulce bebida no reflejaba su estado de ánimo en ese instante.
La familia McLeod, de la que William era en la actualidad la cabeza visible, era muy rica e importante en la zona. Habían hecho su fortuna con cabezas de ganado, pero sus negocios se habían diversificado mucho desde entonces. Todo el mundo había oído hablar de esa familia.
Los padres de William se habían divorciado y su padre, Michael McLeod, volvió después a casarse. La nueva señora McLeod, Laura, le había dado un hijo que era ocho años más joven que William y se llamaba Declan. La gente decía que la primera esposa de McLeod nunca había llegado a recuperarse del divorcio.
Algunos años más tarde, Michael y Laura McLeod se mataron en un accidente de avión. A los mandos del aparato había ido Bradley, hermano de Michael y tío de William, que también murió en el accidente.
Alice, la tía de William y Declan, había sido la encargada de criar a los niños desde entonces.
Era una familia llena de peculiaridades y rodeada de riqueza, pero con un trágico pasado al que se acababa de añadir el accidente de coche sufrido por William y su prometida. Un conductor borracho había embestido contra ellos. La joven salió disparada del vehículo y murió al instante, William se quedó atrapado en el coche y se hirió la pierna. A pesar de todas las desgracias, no podía evitar que le fastidiase la actitud de William McLeod. Sentía que ese hombre tenía la capacidad de agitar su varita mágica y conseguir todo lo que se propusiera. Y lo peor era ver que esperaba que todos le dieran la razón.
—Lo siento, pero… —empezó a decir ella.
—En cuanto a tu tiempo libre, me he enterado de que en el hospital Augathella les encantaría tener a una fisioterapeuta más durante unas semanas —la interrumpió William.
No podía creer lo que le estaba contando.

por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 5:13 pm

—¿Cómo lo sabes?
William levantó una ceja con expresión irónica.
—Bueno, los llamé para ver si iban a necesitar a alguien. Ese centro no está lejos de Waterford.
Reconoció el nombre. Waterford era el principal puesto de ganado del imperio McLeod. No podía creer lo que le estaba contando ese hombre.
—Pero tengo un trabajo, ¿lo sabías? Tengo un contrato con una clínica, no creo que les gustara la idea de que desapareciera sin más durante algunas semanas. Y tengo más pacientes.
—A tu jefe no le importa que lo hagas.
Dejó el vaso sobre la mesa con más fuerza de la necesaria.
—Espera un momento, William, ¿no crees que has ido demasiado lejos? ¿Cómo te atreves a hacer todo esto a mis espaldas?
La miró mientras se encogía de hombros.
—Pensé que convenía arreglar unos cuantos asuntos para que no tuvieras ningún problema y pudieras aceptar.
—¡Puede que así sea como haces tú tus negocios, pero…!
—Es así —la interrumpió William—. Y no sabes el éxito que tengo en ese ámbito. Mira, la verdad es que te va a venir muy bien y mejorará tu prestigio. Cuando se lo comenté a tu jefe, me dijo que estás haciéndote con un buen nombre en el mundo de la rehabilitación de pacientes que han sufrido accidentes. Le dije que no podía estar más de acuerdo con él y que habías conseguido mucho en poco tiempo conmigo. Por eso es por lo que quiero que seas tú la que sigas encargándote de mi caso.
—¿Qué esto mejorará mi prestigio? —repuso ella atónita—. Yo creo que es todo lo contrario. Siento que me estás utilizando. Lo siento mucho, pero no voy a hacerlo.
—¿Por qué?
Se quedó mirándolo unos instantes. Su pelo oscuro y brillante seguía algo despeinado y tenía algunas sombras azuladas en la mandíbula. Sus labios estaban muy bien definidos y tenía una barbilla fuerte. Era el tipo de rostro que no se olvidaba fácilmente. Pensó que a ella le costaría hacerlo, sobre todo porque se acompañaba de un cuerpo también memorable. William McLeod era un hombre alto, de anchos hombros y estrechas caderas. Sus piernas eran largas y fuertes y lo que más estaba ayudando en su rehabilitación era el hecho de que se hubiera encontrado en plena forma cuando ocurrió el accidente.
Trató de pensar en por qué no quería ir con él y qué argumentos usar para convencerlo de que no era una buena idea. William era el tipo de hombre que podía volver locas a muchas mujeres, pero ella no tenía ese problema. Decidió que no debía preocuparse por cuáles eran los verdaderos motivos de William; a ella le habían enseñado muy bien que era mala idea implicarse con un paciente de otra manera distinta a la meramente profesional.

por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 5:16 pm

No entendía cómo veía William las cosas. No sabía si creía de verdad que la necesitaba como fisioterapeuta o si simplemente quería tenerla a ella porque estaba acostumbrado a conseguir siempre sus deseos.
—William, cualquier fisioterapeuta podría haber conseguido lo mismo que he logrado yo contigo —le dijo ella con cuidado y eligiendo bien las palabras—. De hecho, no lo he hecho yo, lo has conseguido tú. Lo importante para el éxito del tratamiento es tu fuerza de voluntad, eso no tiene nada que ver conmigo.
—¿Es que temes que me haya enamorado de ti? —le preguntó William de repente.
Sus palabras la dejaron sin aliento. Después, lo miró con suspicacia.
—¿Es así?
—No —repuso William dejando su jarra de cerveza sobre la mesa y estirándose—. Cuando has tenido lo mejor, y con esto no pretendo insultarte, y lo has perdido, no esperas volver a tener nunca esa suerte.
Se quedó mirándolo con el ceño fruncido. No le había extrañado que se refiriera a su prometida en esos términos. Holly Pearson había sido una mujer increíble y no sólo por su belleza y su físico. Había conseguido atraer la atención de todo el público australiano como presentadora de la información meteorológica en una cadena de televisión. Desde allí había pasado a estar al frente de programas de entrevistas y se había convertido en una de las caras más conocidas de ese medio. A todos les gustaba por su sentido del humor y por su cercanía.
Lo que le había extrañado de las palabras de William era un tono que no solía usar, algo desconocido en su voz, una amargura que no sabía si la había causado la tremenda pérdida o algo más. Lo pensó mejor y se dio cuenta de que tenía que ser dolor, nada más.
—¿Y tú? —le preguntó él entonces.
—¿Yo, qué?
—¿Estás enamorándote de mí?
Su pregunta la dejó perpleja.
—¿Te he dado alguna indicación que te haga pensar que es así, William McLeod?
—Todo lo contrario —repuso él con una mueca—. Aunque eso no contesta mi pregunta, pero lo dejaré estar. En fin, ¿qué problema tienes entonces?
—No me gusta que me manipulen —le dijo mientras lo fulminaba con la mirada—. Y tampoco que pienses que puedo dejar toda mi vida de un día para otro y…
—Una semana —la interrumpió él.
—Pero…
—Piénsalo bien, Maite. Y ya me contestarás mañana.
Abrió la boca para protestar, pero se lo pensó mejor y no dijo nada. Se terminó la bebida y se levantó.

por asturabril Miér Nov 25, 2015 7:22 pm

por EsperanzaLR Jue Nov 26, 2015 1:17 pm

asturabril escribió:

por EsperanzaLR Vie Nov 27, 2015 11:47 am

—Muy bien, pero no creo que vaya a cambiar de opinión. Ahora deberías ir a darte una ducha y a cambiarte de ropa. Avisaré a Dave.
—Sí, señora —replicó él con tono manso y dócil.
Pero los ojos de William estaban llenos de sarcasmo y humor.
Se dio media vuelta y se alejó de él.
Se paró a comprar fruta y verdura de vuelta a casa.
Su piso era pequeño, pero muy agradable. Estaba en un edificio de dos plantas en el barrio residencial de Red Hill, al norte de la ciudad.
Tenía frescos suelos de cerámica, paredes blancas y todas las comodidades, pero su sitio favorito era el balcón desde el que contemplaba una hermosa vista de la ciudad. Tenía allí una mesa, sillas y algunas macetas con flores y hierbas aromáticas. Le encantaba plantar cosas y ver como crecían.
La decoración era bastante sencilla en el resto del piso. Tenía un cómodo sofá en tonos crema y dos sillas de bambú con mesitas auxiliares a su lado. En una de sus paredes blancas había colgado un gran cuadro en el que se veía a una niña paseando por la playa durante un atardecer. El mar a su lado estaba en calma y proporcionaba paz al que lo contemplaba.
En el armarito del televisor había colocado una urna de plata que había encontrado en un mercadillo de Malasia.
En el vestíbulo de la casa, una pintura de elefantes llena de colorido recibía a sus visitas. Había sido un recuerdo de su viaje a Tailandia.
La alfombra en tonos granates y verdes la había comprado en Turquía.
Mirando su piso, estaba satisfecha con lo que había conseguido. Creía que no estaba nada mal para una chica que había llegado sólo dos años antes a Brisbane después de pasar por una de las épocas más traumáticas de su vida.
Tenía veintiséis años y ya llevaba cuatro de experiencia como fisioterapeuta y, tal y como había señalado William McLeod, empezaba a hacerse un nombre en la rehabilitación de personas que habían sufrido accidentes.
Pensaba que parte de su prestigio lo había ganado porque le encantaba su trabajo. Por otro lado, se entregaba por completo a sus pacientes y siempre daba el máximo. Trabajaba de forma discreta y eficaz.
Hacía mucho que no pensaba en por qué ella era de esa manera. Tenía una buena vida, podía permitirse ir de viaje al extranjero y disfrutar de su tiempo libre haciendo las cosas que le gustaban. Le encantaba jugar al golf, ir al cine y cocinar, incluso era miembro de una asociación gastronómica. No tenía demasiada vida social, pero sí un pequeño grupo de amigos al que veía de forma regular.
Le pareció muy irónico que toda su agradable vida se viniera abajo el mismo día que William McLeod le había hecho su proposición de trabajo.

por EsperanzaLR Vie Nov 27, 2015 12:00 pm

Sostuvo como pudo las bolsas de la compra y el correo que acababa de sacar de su buzón mientras abría la puerta de su piso con las llaves.
Entró y se le cayeron las cartas. Las dejó allí hasta que guardó la comida que había comprado. Después, se preparó una taza de té. Fue entonces cuando recogió el correo y le echó un vistazo mientras se sentaba en el sofá.
Le llamó la atención un elegante sobre que destacaba por encima de los demás. Era de color crema y el matasellos era de Melbourne. Se le hundió el corazón al verlo. Reconoció la letra de su hermana y supo que era una invitación de boda.
Abrió el sobre y eso fue lo que salió. Había una tarjeta blanca con adornos plateados y al lado una nota escrita a mano. La tarjeta tenía los nombres de Dakota y James rodeados de campanas de boda.
Leyó entonces la nota.
Maite, por fin hemos decidido hacerlo. Por tu propio bien, intenté que no ocurriera, créeme lo que te digo, pero lo que hay entre James y yo no ha desaparecido. Sé que te aviso con poco tiempo, pero me siento como si llevara una eternidad posponiéndolo y sufriendo para darte esta noticia. Por favor, ¿puedes alegrarte por nosotros dos? Y, lo que es más importante, ¿podrías venir a nuestra boda? Hazlo no sólo por mí, también por nuestros padres. Esto les está afectando mucho.
Tu hermana, que te quiere,
Dakota.
Dejó que la nota cayera sobre la mesa de centro y, a pesar de lo que acababa de saber, no pudo evitar sonreír una vez más al pensar en los nombres que sus padres les habían dado, Dakota y Maite. Sus padres habían sido hippies que habían viajado por el mundo durante años y no les pareció extraño ponerles a sus hijas los nombres de las ciudades donde cada una de ellas había sido concebida.
Pero las cosas habían cambiado mucho desde entonces. Sus progenitores se habían convertido en pilares de la alta sociedad de Melbourne y se imaginó que estarían organizando una gran boda para su hija pequeña.
Tomó entre sus manos la tarjeta una vez más y miró la fecha y dónde se iba a celebrar. El sitio le confirmó que iba a ser una gran boda, tal y como se había imaginado. Después de todo, James Haig también pertenecía a una buena familia. Era corredor de Bolsa de una prestigiosa firma.
Pero no era en todo eso en lo que pensaba en esos instantes, sino en lo que había cambiado su vida. Ella misma había estado prometida también con James Haig cuando su hermana Dakota volvió a casa después de pasarse un año en el extranjero. Y su novio se enamoró perdidamente de ella en cuanto la vio.
Cerró los ojos y se apoyó en el respaldo del sofá. Lo último que quería era tener que pasar por una situación tan incómoda una vez más. Nunca había podido librarse de las preguntas. Le hubiera gustado saber si James había llegado a quererla o si era sólo cariño lo que había sentido por ella. Llevaba mucho tiempo enfadada con su hermana, quien parecía no poder evitar ser bella y encantadora.

por SuenoLR Sáb Nov 28, 2015 5:10 am

Sique mi Kat

por EsperanzaLR Sáb Nov 28, 2015 12:38 pm

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Sáb Nov 28, 2015 12:43 pm

Y, para colmo de males, Dakota era más joven. No sabía por qué, pero eso la mortificaba y hacía que se sintiera aún más humillada. Además de todo por lo que tenía que haber pasado, la humillación de que la dejaran por su hermana y el hecho de que había estado a punto de casarse con un hombre que no la quería, tenía que soportar ser la hermana mayor. Todo eso hacía que se sintiera como una vieja solterona.
Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Había tenido el valor de darles su bendición y apartarse de todo lo que estaba pasando. Fue entonces cuando decidió irse a una especie de exilio que había sido doloroso para su hermana y también para sus padres, pero en ese momento le había parecido la única solución. Lo que le parecía increíble era que esperaran que acudiera a la boda.
Sonó en ese instante su teléfono móvil. Miró el número en la pantalla, era su madre. Debería haberse imaginado que la llamaría. Le tentó la idea de no contestar, pero terminó por descolgar. Sabía que no tenía sentido postergar lo inevitable. Tarde o temprano, tendría que hablar con ellos.
—Hola, mamá. ¿Qué tal todo? Acabo de recibir la invitación para la boda —le dijo mientras cruzaba los dedos—. Me alegro mucho por Dakota y James, pero…
Se detuvo un segundo y miró de nuevo la fecha impresa en la invitación.
—Por desgracia, voy a estar en un puesto de ganado en el oeste, tengo que ir con un paciente.
Colgó el teléfono diez minutos más tarde con el corazón roto.
Su madre había intentado convencerla para que fuera a la boda y le había dicho que iba a romperle el corazón a su hermana y también a ellos.
Pero ella no podía dejar de pensar en su propio corazón, le daba la impresión de que eso no le importaba a nadie, sólo a ella. Había tenido que enfrentarse a muchos cambios en los últimos años. De no haber sido por su hermana, en esos momentos podía haber estado casada con un hombre, e incluso formando una familia, con un hombre del que se había creído enamorada.
Pero, por otro lado, se sentía muy mal declinando su invitación a la boda. Había mentido a su madre dándole la primera excusa que se le había venido a la cabeza. Porque no tenía intención de irse al oeste con William McLeod.
Su móvil sonó de nuevo. Estaba a punto de desconectarlo para no tener que hablar con nadie cuando vio que se trataba de su jefe, Peter Bannister.
Después de todo, tenía que hablar con él, así que decidió aprovechar la ocasión y no retrasar más el momento.
—Hola, Peter —le dijo con más frialdad de la habitual—. ¿Qué tal todo?
—Hola, Maite. ¿Cómo estás? Mira, quería decirte que me encantaría que fueras con William McLeod a Waterford. Te lo pido como un favor personal —contestó su jefe sin darle tiempo a nada.

por EsperanzaLR Sáb Nov 28, 2015 12:48 pm

Cinco minutos más tarde, apagó el móvil y se quedó mirándolo con ganas de ponerse a gritar.
Acababa de enterarse de que Peter Bannister era amigo de la familia McLeod. Había estado de baja, de otro modo, habría sido él mismo quien se ocupara de la rehabilitación de William. Cuando volvió al trabajo y vio que ella estaba haciendo buenos progresos con el paciente, decidió que continuara ella el tratamiento hasta el final. Pero se había dado cuenta después de hablar con William que empezaba a sentirse algo frustrado. A pesar de que empezaba a ver la luz al final del túnel y que la rehabilitación iba bien, era algo que les pasaba a muchos de sus pacientes después de un tiempo trabajando para recuperarse. Peter le recordó eso y le dijo que parecía necesitar cambiar un poco de aires.
Su jefe le resumió en pocos minutos lo maravilloso que era Waterford. Le dijo que no temiera encontrarse con una cabaña de las que usaban los ganaderos, no era nada así. Por lo visto, tenía incluso un campo de golf de nueve hoyos. Le dijo que William había sido un gran aficionado a ese deporte antes del accidente, pero ella ya lo sabía. Hablaba a menudo con él de golf.
Su jefe le recordó que al hospital de Augathella le vendría muy bien contar durante un tiempo con una profesional como ella porque esas zonas menos pobladas del país estaban casi siempre faltas de personal médico.
Peter había terminado diciéndole, con tono humorístico, que nadie como ella podía hacerse cargo de un trabajo así ya que, después de todo, no tenía marido, niños, ni mayores a su cargo. De hecho, ni siquiera tenía mascotas, sólo algunas plantas. Su jefe le dijo que no había nadie en su empresa con tan pocas responsabilidades.
Había tenido que controlarse durante la conversación para no echarse a llorar. Se daba cuenta de que su jefe no podía saber lo que sus palabras podían suponer para ella en ese preciso momento de su vida.
Quería decirle a Peter que no estaba de acuerdo con nada de lo que estaba pasando y que se estaba cansando del poder que tenía Finn McLeod para conseguir siempre sus propósitos, pero consiguió controlarse y no decirle nada.
De hecho, se despidió de su jefe prometiéndole que se lo pensaría mejor.
Se echó en el sofá e intentó decidir qué hacer.
Peter Bannister era una persona demasiado justa y moral como para echarle en cara nada si ella decidía finalmente no aceptar el trabajo, pero le debía mucho, ese hombre se había portado muy bien con ella. Siempre había estado dispuesto a darle consejos profesionales. Su esposa, Melissa, había sido la que le había encontrado ese piso y los dos habían cuidado de ella cuando llegó a Brisbane y hasta que se hizo con su nueva vida. Quería hacerlo por Peter, sentía que no podía negarse, pero…
Por otro lado, pensó que quizás pudiera contentar a todo el mundo y le dieran permiso para tomarse un fin de semana libre e ir a la boda de su hermana.
El problema era que ella no quería hacer ninguna de las dos cosas.

por EsperanzaLR Sáb Nov 28, 2015 12:50 pm

Le gustaba William, aunque no lo conocía demasiado. Ella siempre se protegía con una especie de barrera profesional para mantener las distancias con sus pacientes. En el caso de William, no había tenido que preocuparse tanto por eso porque él también tenía sus propias barreras.
Hablaban de golf y de muchas otras cosas. Después de todo, pasaban muchas horas trabajando juntos y había que llenar los silencios de vez en cuando. Ella se preocupaba además por animarlo para que apreciara sus progresos y no se desanimara, pero hacía lo mismo con todos sus pacientes. Su relación con él había sido siempre muy superficial, nunca había tenido que lidiar con la parle de él más terca, la que hacía que quisiera salirse siempre con la suya.
Se dio cuenta de que debería haberse imaginado lo obstinado que era al ver lo deprisa que estaba progresando. No había conocido a nadie igual, con tanta fuerza de voluntad como él.
En cuanto a la boda de su hermana, sabía que no cabía la posibilidad de que acabara por suspenderse ni que James volviera corriendo a su lado. De todos modos, estaba convencida de que nunca lo aceptaría de nuevo.
Aun así, le dolía que ni su madre ni su hermana se dieran cuenta de lo que significaría para ella aparecer en esa boda. La mayor parte de los invitados sabían lo que había pasado y estaba segura de que todo el mundo la miraría con curiosidad. No quería tener que asistir y fingir que nada de eso le importaba, que nada le afectaba ya y que todo lo que quería era que su hermana y James fueran muy felices.
Se imaginó que quizás pensaran que le vendría bien, que le ayudaría verlo para entender que aquello había terminado, que las heridas ya deberían estar curadas.
Recordó que habían sido una familia feliz, pero todo había cambiado. De nada le iba a servir ir a esa boda, no iba a ayudarle a olvidarse de todo y dejarlo en el pasado. Cabía la posibilidad de que sus padres y hermana estuvieran en lo cierto, pero no creía que fuera a ayudarle.
Y lo peor de todo era tener que ir sola, sin un amigo, novio o marido.
Se frotó los ojos con las manos e hizo una mueca divertida cuando una loca idea se le vino a la cabeza, siempre podría alquilar los servicios de un acompañante. Pero no se veía con fuerzas para hacer algo así, ni siquiera sabría dónde encontrar uno que fuera lo suficientemente impresionante como para dejar a todos con la boca abierta. Porque prefería ir sola antes que con alguien que no diera la talla.
De pronto se le vino un nombre a la cabeza. Pero la idea era tan escandalosa que ella misma se sorprendió. No podía hacerlo, era una locura.
Pero a la mañana siguiente, cuando la misma idea apareció de nuevo en su cabeza, se dijo que había tenido que soportar durante demasiado tiempo que la presionaran e incitaran a hacer lo que no quería como para pensar en las consecuencias negativas que todo aquello podía tener para ella. Ésa fue la razón por la que decidió plantearse de verdad esa extravagante idea.

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