Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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WebNovela LevyRroni Take A Chance(+18)

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 28, 2015 1:39 pm

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SipNosis:

Cuando el rockero padre de Maite Manning se va de gira, la envía a Rosemary Beach, Florida, a vivir con su media hermana, Nan. El problema: Nan la desprecia. Maite tiene que mantener la cabeza baja si quiere superar los siguientes nueve meses, lo cual parece bastante fácil. Hasta que el magnífico William Carter sale de la habitación de Nan en nada más que sus calzoncillos bóxer.


William cometió un enorme error al involucrarse con una chica con veneno en sus venas. Conocía la reputación de Nan, pero aun así no pudo resistirse a ella. Nada hace que se arrepienta más de la aventura que conocer a Maite, quien hace que se le acelere el pulso. Sin embargo, Maite no quiere tener nada que ver con un tipo que podría enamorarse de su malvada media hermana, incluso si no hay ataduras entre William y Nan. William está desesperado por redimirse ante los ojos de Maite, pero, ¿arruinó sus posibilidades incluso antes de conocerla?
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Mensaje por asturabril Sáb Nov 28, 2015 8:11 pm

Siguela Tami se ve interesante I love you I love you
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Nov 29, 2015 12:20 pm

Gracias Tami por compartirla Besos
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:05 pm

Prólogo

William

¿Por qué me encontraba aquí? ¿Cuál era el maldito propósito? ¿Cómo conseguí estar tan mal? ¿En serio? En el pasado, fui capaz de liberarme de sus garras y alejarme. Nannette fue mi follada rápida por años, pero luego se puso toda necesitada. Y me gustó. De alguna manera, se las arregló para meterse bajo mi piel. Deseaba ser querido — era así de patético. Mi papá rara vez me llamaba; mi mamá decidió que prefería a los modelos franceses por sobre mí hace años.


Me hallaba bastante jodido.


Ya era hora de superarlo. Nan me necesitó por un tiempo cuando sintió que perdía a Rush, su hermano y lugar seguro, por su nueva vida con su esposa e hijo. No es que Rush no la fuera a recibir con los brazos abiertos —simplemente ella era una perra. Todo lo que tenía que hacer era aceptar a la esposa de Rush, Blaire. Eso era todo. Pero la testaruda mujer no lo haría.


Los míos fueron los brazos a los que corrió, y como un tonto los abrí para ella. Ahora, todo lo que tenía era un montón de maldito drama y un corazón ligeramente dañado. Ella no lo reclamó. No del todo. Pero tocó un lugar que nadie más. Me necesitó. Nadie jamás me había necesitado. Me hizo débil.


Para probar mi punto, me encontraba aquí en la casa del padre de Nan, buscándola, esperándola. Enloqueció de nuevo, y Rush no vino a su rescate. Colgó su capa de Superman y decidió que sus días de venir a rescatar a Nan terminaron. Yo quería eso. Tan enfermo como era, quería ser su héroe. Maldición, era un mari*ca.


dijo Kiro, el padre de Nan, mientras empujaba una botella de tequila medio vacía en mis manos. Kiro era el vocalista de la banda de rock más legendaria del mundo. Slacker Demon existía hace veinte años, y sus canciones todavía se disparaban al número uno cada vez que lanzaban un nuevo álbum.


Empecé a discutir, pero cambié de opinión. Tenía razón. Necesitaba un trago. No pensé en donde estuvo la boca del tipo cuando toqué el borde de la botella con mis labios y la incliné.


—Eres un chico inteligente, William. Lo que no puedo entender es por qué diablos estás aguantando a Nan —dijo Kiro mientras se hundía en el sofá de cuero blanco frente a mí. Usaba un par de ajustados pantalones negros y una camisa plateada abierta. Los tatuajes cubrían su pecho y brazos. Las mujeres aún enloquecían por él. No era su aspecto. Él era demasiado malditamente delgado. Una dieta de alcohol y drogas te hacía eso. Pero era Kiro. Eso era todo lo que les importaba.


—¿Me vas a ignorar? Demonios, es mi hija y no puedo soportarla. Maldita perra loca, es igual que su mamá —dijo arrastrando las palabras antes de darle una calada a su porro.


—Es suficiente, papi. —La voz musical que últimamente encontraba su camino a mis fantasías llegó desde la puerta.


—Ahí está mi pequeña niña. Salió de su habitación a visitarnos —dijo Kiro, sonriéndole a la hija que realmente amaba. A la que no abandonó. Maite Manning era impresionante. No se veía como la hija de una estrella de rock. Parecía una inocente y dulce chica de campo, con largo cabello oscuro y ojos que te hacían olvidar tu maldito nombre.


—Vine a ver si planeabas comer la cena en casa esta noche o si ibas a salir — dijo ella. La observé mientras entraba en la habitación y me ignoró a propósito. Eso sólo me hizo sonreír.



Yo no le gustaba. La conocí en la fiesta de compromiso de Rush y Blaire y luego hablé con ella en la recepción de la boda. En ambas ocasiones, no terminó bien.



—Pensaba salir. Necesito un poco de fiesta. Me he quedado en esta casa demasiado maldito tiempo.



—Oh. Bien —dijo en esa suave voz que juro era embriagadora.



Kiro frunció el ceño. —¿Te sientes sola? ¿Encerrarte en esa habitación con tus libros ya te ha afectado, pequeña?



No podía quitar mis ojos de Maite. Rara vez la veía cuando venía aquí. Nan no era exactamente amable con ella. Entendía por qué no le gustaba. La devoraban los celos en todo lo que concernía a Maite. Aunque no fuera su culpa que Kiro la amara y no pareciera dar una mier*da por Nan. Maite iluminaba una habitación cuando entraba. Tenía una tranquilidad en ella que era difícil de explicar. Te hacía querer acercarte y ver si podías sumergirte. Ella lograba fácilmente que alguien tan egoísta como Kiro la amara. Nan hacía difícil que la gente normal la amara —mucho menos alguien como Kiro Manning.



—No, estoy bien. Sólo iba a esperar y comer contigo si planeabas comer aquí. Si no es así, comeré un sándwich en mi habitación.



Kiro comenzó a sacudir la cabeza. —No me gusta eso. Pasas demasiado tiempo allí. Quiero que dejes la lectura esta noche. William está aquí y necesita un poco de compañía. Es un buen tipo. Habla con él. Pueden cenar juntos mientras espera que Nan regrese.



Maite se tensó y finalmente me miró, pero sólo por un momento. —No lo creo.



—Vamos, no seas presuntuosa. William es un amigo de la familia. Es el hermano de Rush. Cena con él.



La columna de Maite se tensó aún más. No volvió a hacer contacto visual conmigo. —No es hermano de Rush.Si lo fuera,sería aún mas repugnante que duerma con Nan.



Kiro sonrió como si Maite fuera la persona más divertida en el mundo y estuviera orgulloso de su coraje. —Mi gatita tiene garras, y al parecer sólo tú haces que las saque. Dormir con la malvada hermana te ha puesto en la lista negra de mi pequeña. Eso sí que es bastante divertido. —Parecía extremadamente divertido mientras tomaba otra larga calada de su porro.



No me divertía. No me gustaba el hecho de que Maite me odiase. Aun no me encontraba seguro de cómo demonios arreglarlo. Darle la espalda a Nan no era posible. No sería capaz de manejar a alguien más dejándola. Incluso si su pu*to trasero lo merecía. No me permitiría pensar en la banda de chicos con la que ella actualmente dormía. Supongo que me equivocaba sobre esos tipos. Pensé que ellos dormían unos con otros. En su lugar, todos dormían con Nan.



—Ten una buena noche, papi —dijo Maite, luego se giró y salió de la habitación antes de que Kiro pudiera exigirle que se quedara conmigo.



Kiro echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos. —Es una pena que te odie. Es especial. Sólo he conocido a otra como ella, y fue su mamá. La mujer robó mi corazón. La adoraba. Adoraba el pu*to suelo que pisaba. Habría tirado toda esta mier*da por ella. Planeé hacerlo. Sólo quería despertar cada mañana y verla allí a mi lado. Quería verla con nuestra niña y saber que eran mías. Pero Dios la quería más. Se la llevó jodidamente lejos de mí. Nunca lo superaré. Nunca.



Esta no era la primera vez que lo escuchaba divagar sobre la madre de Maite. Lo hacía cada vez que se drogaba. Era la primer cosa que venía a su mente. No conocía ese tipo de amor. Sin embargo, me asustaba demasiado. No podía asegurar que jamás quisiera conocerlo. Kiro nunca se recuperó. Conocí al hombre cuando era un niño y mi papá se casó con la mamá de Rush. Rush le rogó a su padre, Dean Finlay, el baterista de Slacker Demon, llevarme con ellos en una de sus visitas de fin de semana.


Estuve maravillado. Fue el primero de muchos fines de semana. Y Kiro siempre‖hablaba‖de‖“ella”‖y‖maldecía‖a‖Dios‖por‖llev{rsela.‖Me‖fascinó,‖incluso‖de‖ niño. Nunca fui testigo de esa clase de devoción.



Incluso después del corto matrimonio de mi papá con la mamá de Rush, Georgianna, permanecí cerca de Rush. Su padre aún iba a recogerme a veces, cuando venía a visitar a Rush. Crecí conociendo personalmente a la banda de rock más legendaria del mundo.



—Nan la odia. ¿Quién diablos puede odiar a Maite? Es demasiado condenadamente dulce para odiarla. La chica no le ha hecho nada a Nan, aun así Nan es mala como una maldita serpiente. La pobre Maite se mantiene lejos de ella. No me gusta ver a mi niña tan indefensa. Necesita endurecerse. Necesita un amigo. —Kiro puso el porro en un cenicero y giró su cabeza para mirarme—. Se su amigo, hijo. Necesita uno.



Quería ser mucho más que el amigo de Maite Manning. Pero ni siquiera me miraría. Intenté más de una vez darle una de mis estremecedoras sonrisas, pero apenas me miraba. Me volvía loco. —No estoy seguro de que pueda ser su amigo y el de Nan al mismo tiempo.



Kiro frunció el ceño, luego se sentó y se inclinó hacia delante. —Hay tres tipos de mujeres en este mundo. El tipo que te deja seco y sin nada. El tipo que sólo quiere un buen rato. Y el tipo que hace que la vida valga la maldita pena. Ese último‖tipo…‖la‖mujer‖correcta‖es‖la‖que‖da‖tanto‖como‖toma,‖y‖tú‖no‖puedes‖ conseguir‖suficiente.‖Ella‖es‖del‖tipo‖que…‖si‖la‖pierdes,‖te‖pierdes‖a‖ti‖mismo.



Sus ojos enrojecidos me dijeron que no fumó sólo un porro hoy. Pero incluso drogado, tenía sentido. Si alguien sabía de mujeres, ese era Kiro Manning.



—He tenido a las tres. Desearía bastante haber permanecido lejos de la primera.‖ La‖ segunda‖ es‖ todo‖ lo‖ que‖ toco‖ ya.‖ Pero‖ esa‖ tercera…‖ nunca‖ seré‖ el‖ mismo. Y no me vendería ni un minuto que tuve con la mamá de Maite.



Pasó la mano por su desastroso cabello. —Nannette, ella es del primer tipo. Ten cuidado con las del primer tipo. Te joden y se alejan riendo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:08 pm

1

Tres Meses Después

Maite

Solo nueve meses. Tan solo nueve meses. Podía hacerlo por nueve meses. Me escondería en mi habitación y solo saldría cuando ella no estuviera aquí. Las clases comenzarían pronto y tendría mis cursos para distraerme. Luego papá estaría en casa y dejaría este lugar detrás de mí. Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. Papá no me dio otra opción.



La casa se encontraba en silencio. Los fuertes sonidos de Nan teniendo sexo con algún idio*ta me despertaron alrededor de las dos de la mañana. Me coloqué los audífonos y escuché mi lista de reproducción favorita. En algún momento me volví a dormir. Debido a que la música resonaba en mis oídos cuando me desperté esta mañana, no tenía certeza de si me encontraba sola en casa o no. Eran más de las diez y la casa permanecía tan tranquila, estaba bastante segura de que nadie se encontraba aquí. Además, Nan no parecía la clase de chica que tiene una fiesta de pijamas hasta esta hora.



Ella se los follaba y los tiraba.



Tiré de las sabanas y pasé mis manos a través de mi cabello para desenredar los nudos antes de salir al pasillo. El silencio me recibió. Estaba a salvo. Podría comer. Nan no se encontraba aquí cuando llegué anoche, pero sabía que debió haber notado mi auto afuera. Papá tenía un Audi esperándome cuando aterricé en el aeropuerto.



Después de encontrar la casa, fui a comprar algunos alimentos, luego acomodé la comida y el equipaje. Papá compró esta casa para Nan con el acuerdo de que yo me quedaría aquí por nueve meses mientras él iba de gira con Slacker Demon. Ella quería una casa en Rosemary Beach, Florida. Papá le proporcionó una grande. Él hacía todo a lo grande. Lo cual estaba bien conmigo. Podía esconderme más fácilmente. Desafortunadamente, solo había una cocina.



Caminé por el pasillo y llegué a la escalera de espiral que se extendía por dos pisos superiores antes de terminar en la primera planta. Mis pies descalzos hicieron muy poco ruido mientras caminaba a través de los tablones de madera. Recién había abierto el refrigerador para conseguir mi leche orgánica cuando una puerta se abrió y cerró en algún lugar de la casa.



Me congelé y consideré guardar la leche de vuelta en el refrigerador y esconderme. No me sentía lista para enfrentar a Nan todavía. Necesitaba café antes de lidiar con ella. Los pesados pasos en las escaleras no eran de Nan. Lo que me ponía incluso más nerviosa. Enfrentar a algún hombre extraño tampoco era atractivo. No estaba vestida. Todavía tenía puesto mi pijama. Pantalones cortos con puntos rosados y una camiseta a juego era todo lo que llevaba. Miré alrededor en busca de un lugar para ocultarme, pero antes de que pudiera descubrir que hacer, los pasos aterrizaron en la planta baja.



Estaba atrapada…‖a‖menos‖que me ocultara detrás del mostrador mientras él escapaba. Tal vez no vendría por este camino. La puerta principal estaba más allá de la cocina, pero la puerta trasera estaba tan cerca como las escaleras. Dejé el envase de leche en la encimera y esperé. Los pasos ya no eran fuertes. Apenas los escuchaba. Forzando a mis oídos, traté de adivinar a donde se dirigían.



No fue hasta que se hizo muy tarde para ocultarme que me di cuenta de alguien descalzo y dirigiéndose en mi dirección. Mis ojos se encontraron con los de William mientras entraba en la cocina vistiendo nada más que un par de ajustados bóxers negros. Se detuvo cuando sus ojos me vieron. Nos quedamos ahí en silencio, mirándonos. La comprensión de quien me despertó anoche me hizo un nudo en el estómago. No quería pensar en él en la cama con Nan.



Pero la comprensión me empapó como un balde de agua fría. William seguía durmiendo con Nan. Todas las cosas que me había dicho eran mentiras. Me hizo una promesa, una que no le pedí y que nunca intentó mantener.



—¿Maite? —dijo, su voz ronca por el sueño. Estuvo despierto la mayor parte de la noche. Debía estar exhausto.



No respondí. No podía pensar en nada que decir. No esperaba que estuviera en Rosemary Beach.‖Pero‖aquí‖estaba…‖y‖dormía en la cama de Nan.



Era una idio*ta.



Tres Meses Atrás



Un golpe en la puerta de mi habitación interrumpió mi escena favorita de un libro que había leído al menos diez veces. Molesta, bajé mi Kindle. —¿Sí?



La puerta se abrió lentamente y William Carter asomó su ridículamente hermosa cabeza en mi habitación. Su largo cabello rizado en las puntas y metido cuidadosamente detrás de sus orejas hacía que una chica quisiera sentarse y solo jugar con él por horas. Con frecuencia me preguntaba si era tan suave como lucía. Sus ojos parpadearon como si no supiera exactamente lo que pensaba, así que me obligué a fruncir el ceño. Nunca fruncía el ceño, así que era algo nuevo que reservaba solo para él.



No era completamente justo. Me desagradó desde un principio. No era más que agradable conmigo, pero el hecho de que estuviera en una relación con Nan era suficiente para que no me agradara. Si a un chico podía gustarle Nan, entonces algo estaba mal con él.



Ordené comida China.¿Quieres ayudarme a comerla? Compré demasiada. —Era tan difícil apartar la mirada de sus ojos azules. Había sido mí ruina desde la primera vez que puse mis ojos en él. Eso fue antes de que supiera que era el William de Nan.


—No tengo hambre —respondí, esperando que mi estómago no gruñera y me delatara. Iba a prepárame algo de comer, pero el libro me tenía absorta. Ver a William siempre me hacía querer escapar en una de mis historias donde los chicos parecían enamorarse de chicas como yo. No chicas como Nan.



—No te creo —dijo, empujando la puerta y entrando en la habitación con una bandeja cubierta de cajas de un pequeño Barrio Chino que mi padre solía adorar—. Ayúdame a comer. Que saliera con Nan no quiere decir que esté contaminado. Actúas como si tuviera una maldita enfermedad, y seré honesto, hieres mis sentimientos.



¿De verdad? ¿Hería sus sentimientos? No era mi intención. No pensaba que realmente le importara. Además, él fue quien se alejó maldiciendo la noche que nos conocimos, cuando descubrió quien era después de que hizo un movimiento hacia mí.



¿Salías? —pregunté, sorprendiéndome—. Estás aquí esperando que ella aparezca. No creo que sea en tiempo pasado. —Soné como una profesora.



William se rió, se sentó a mi lado en la cama y colocó la bandeja en la mesa de noche. —Es mi amiga. Estoy comprobándola. No saliendo con ella. Además, me acabo de enterar de que está de vuelta en Rosemary.



Ves, eso. Solo eso. Era su amigo. ¿Qué persona normal era amigo de Nan? Ninguna que conociera. —Está durmiendo con los miembros de Naked Marathon. Seguramente la has visto en las revistas de chismes del brazo de Sellers. La semana pasada hizo noticia con Moon, y hubo toda clase de habladurías sobre ella dividiendo a la banda. Lo que no va a suceder.



William abrió una caja de pollo agridulce y metió un par de palillos chinos dentro, luego me la entregó. —¿Agridulce o pollo dulce? Tú eliges.



Tomé el agridulce. —Este está bien. Gracias —respondí.



Su sonrisa creció. No esperaba que yo aceptara.



—Bien, quería el dulce —respondió con un guiño. Odié que mi estómago revoloteara. No necesitaba que eso comenzara a suceder. William estaba en el otro lado de una línea que no iba a cruzar.



—No es mi problema a quien se esté follan*do Nan. Todo terminó entre nosotros. Solo la compruebo. Asegurándome de que no está a punto de salir del radar de nuevo. Está en casa ahora, así que todo está bien.



¿Por qué haría eso? ¿Qué había hecho ella para ganar esa clase de protección de alguien como William? —Es amable de tu parte —dije, porque no sabía que más decir. Tomé un bocado de mi pollo.



—Vas a utilizar eso en mí contra, ¿cierto? —preguntó, estudiándome de una forma que solo me hacía querer retorcerme.



—Puedes proteger a quien quieras, William. Solo estamos compartiendo comida. No importa lo que yo piense —respondí antes de poner más pollo en mi boca.



William frunció el ceño y luego una pequeña sonrisa tocó sus labios. —Siento que hacemos este loco baile entre nosotros cada vez que estoy cerca de ti. No ando con rodeos. No es lo mío, cariño. Así que déjame ser sincero —dijo, dejando su comida de nuevo en la mesa y girando su cuerpo para que pudiera enfrentarme completamente. Traté de calmar mi corazón acelerado. ¿Qué hacía? ¿Qué iba a hacer yo si se acercaba un poco más? Los chicos no coqueteaban conmigo. No venían a mi habitación. Era la torpe y extraña hija de Kiro. ¿William no entendía eso?



—No quiero que me odies —dijo simplemente.



No lo odiaba. Negué con la cabeza. —No lo hago.



—Sí, lo haces. No estoy acostumbrado a que la gente me odie. Especialmente las chicas hermosas —dijo y me dio una rápida sonrisa ladeada.



Me llamó hermosa. ¿Realmente pensaba eso? ¿O sentía lastima por mí porque era socialmente inadaptada?



—Maite, ¿te das cuenta de que eres impresionante? Solo mirarte puede volverse adictivo.



Vaya.



—Esa mirada confusa y nerviosa en tu rostro es toda la respuesta que necesito. No tienes idea de cuan impresionante eres. Es una lástima —dijo, extendiendo su mano, tomando un mechón de mi cabello y envolviéndolo en su dedo—. Es una verdadera lástima.



No estaba segura de respirar. Todo mi cuerpo se apagó. No podía moverme. William estaba tocándome. Y aunque era mi cabello, se sentía bien. Bajé la mirada a su mano y observé mientras su pulgar acariciaba suavemente el mechón que sostenía.



—Es como la seda —dijo en un susurro. Como si no quisiera que nadie más lo escuchara.



Solo lo observé.¿Qué se suponía que debía decirle?



—Maite —dijo, inclinándose hacia mí. Podía sentir su cálido aliento en mi piel.



—Sí. —Me ahogué, observándolo de cerca mientras se movía hacia mí.



—Pienso en ti. Sueño contigo —dijo, un susurro ronco contra mi oído. Me estremecí y sentí mi agarre en el pollo aflojarse. Dios, por favor, no permitas que deje caer mi comida sobre mí.



—Eres demasiado dulce para mí, pero maldita sea si me importa —dijo, luego presionó un beso bajo mi oreja—. No quiero que me odies. Quiero que me perdones por estar con Nan. Se acabó.



El recordatorio de Nan fue suficiente para sacarme bruscamente de mi trance, salté de la cama y caminé a través de la habitación para pararme lo suficiente lejos y sentirme segura.



No miré de nuevo a William. Le di la espalda y miré por la ventana. Tal vez simplemente se iría. Sentía mi cara ardiendo. Le permití acercarse. Lo dejé besar mi cuello. ¿En qué pensaba?



—No debí haber dicho su nombre —dijo con un tono de derrota. Era perceptivo—. ¿Me dirías lo que puedo hacer para probarte que no quiero a Nan? ¿Qué fue un momento de locura y debilidad? Era un chico y ella estaba allí. Cometí un error.



Quería que lo perdonara casi tanto como quería ser capaz de olvidar a Nan. Me‖agradaba.‖No…‖fantaseaba‖con William. Después que me acorraló en la recepción de la boda de Rush y Blaire, se coló en mis fantasías nocturnas. Incluso si era alguien en quien temía confiar. Me gustaba mirarlo. Me gustaba escuchar su voz. Me gustaba la manera en que olía y el sonido de su risa. La forma en que su boca se curvaba en una esquina cuando se divertía. También me gustaban los tatuajes que salían del cuello de su camiseta. Quería saber cómo lucían.

¿Puedo tener una oportunidad? Una para probarte que no soy como Nan. Soy un amigo bastante bueno. Solo necesito que me des un respiro.


Era una persona que normalmente perdonaba. Mi abuela me había enseñado a perdonar. Me había criado para ser una persona amable y recordar que todos merecen una segunda oportunidad. Algún día, yo también podría necesitar una segunda oportunidad.


Me giré y miré a William. Seguía sentado en mi cama. La camiseta azul que llevaba se ajustaba a sus brazos ceñidamente y destacaba las ondas en su pecho. También resaltaba el color de sus ojos. ¿Cómo alguien no confiaría en él? —Me gustaría ser tu amiga —dije. No estaba segura de que más decir.



Esa sonrisa engreída apareció. —¿Te gustaría? ¿Vas a perdonarme?



Asentí y me obligué a retroceder un paso de la cama. —Sí.‖Pero‖no…‖no…‖ no lo hagas de nuevo —dije, extendiendo la mano y tocando la piel que seguía hormigueando por sus labios.



William dejó escapar un suspiro de derrota y asintió. —Eso va a ser difícil, pero no lo haré. No hasta que me lo pidas. —Se detuvo y palmeó el lugar donde había estado sentada. Caminé y me senté. William se inclinó hacia adelante—. Pero Maite… —dijo.



Su sexy esencia masculina me hizo inhalar profundamente. —¿Sí? — pregunté, esperando que no estuviera a punto de tocarme otra vez. Parecía olvidarme de mí misma cuando lo hacía.



—Me lo pedirás —respondió.



Abrí mi boca para discutir, pero antes de que pudiera, metió un trozo de pollo dulce en mi boca. —No lo digas. Tendré la oportunidad de decirte: te lo dije,cuando me lo pidas. Y realmente detesto presumir. Especialmente con una chica a la que quiero hacer sonreír, no abofetearme.



Me las arreglé para mordisquear el pollo antes de que la risa burbujeara y escapara. Realmente era adorable. Lo que no entendía era que nunca podría rendirme. No era justo para él. No sabía la verdad y no quería que la supiera. Cambiaba como las personas me miraban. No podría soportar la idea de que William me mirara de la forma en que otros lo hicieron.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:10 pm

2

Presente

William

No la vi desde la noche que recibí la llamada sobre Jace. La noche que... la noche que tomé su virginidad. Ella había sido virgen. No me esperé eso. Fue la primera vez para mí, también. Nunca me acosté con una virgen antes. Algo sobre eso me afectó más profundo de lo que me sentí cómodo. Incluso sabiendo que no me encontraba listo para ningún tipo de compromiso, quise hacer una reclamación. A menudo me pregunté si eso me habría hecho correr al día siguiente, incluso si no hubiera recibido la llamada de Tripp.



Y finalmente, ahí se encontraba. Ya no alejada de mí por su padre, o cualquier otro que se aseguró que no me acercara a ella.



—Anoche. Eras tú —dijo, simplemente.



La encontré en pijama y quise maldecir y golpear la pared con mi puño. No era un tipo violento. Nunca perdí el control, pero justo ahora me encontraba a punto de hacerlo. Maite se hallaba aquí, nos escuchó a Nan y a mí. ¡Santo infierno!



—No llamaste. No me di cuenta. —Dejó de hablar y sacudió su cabeza. No podía encontrar las palabras. No había ninguna. No tenía una explicación para esto que ella pudiera entender. La observé mientras colocó la leche dentro de la nevera y cerró la puerta. Mantuvo su cabeza agachada y no levantó la vista de nuevo antes de caminar alrededor de la encimera y seguir hacia la puerta. Tenía que decir algo. Tenía que explicarme. La llamé, maldita sea. Nunca me dejaron hablar con ella cuando llamé a su casa. Nunca contestó mis malditas llamadas cuando la llamé a su teléfono. Pero, joder, no se merecía esto. No cuando me confió algo tan precioso como su inocencia.



—Supongo‖que‖soy‖la‖que‖puede‖decir‖“te lo dije”‖esta‖vez‖—dijo en voz baja al pasar junto a mí. El peso de mi pecho se sintió como si tuviera mil ladrillos en él. Empuñé mis manos y cerré los ojos. ¿Qué hice? ¿Y por qué? ¿Por qué dejé que Nan jodiera mi vida?



¿Por qué demonios tomé tanto maldito whiskey anoche? Nunca vendría aquí sobrio. Y Maite... Maite.. ¿por qué Maite se encontraba aquí? Me giré y miré hacia las escaleras. El sonido de una puerta cerrándose. Con Maite no había portazos o gritos. Ella no era de esa manera. Cualquier otra mujer me maldeciría y posiblemente me abofetearía y luego subiría las escaleras con furia y daría un portazo. Pero no Maite. Eso lo hacía incluso peor. Si eso fuera posible.



Dos Meses y Tres Semanas y Media Atrás...



Maite salió de la casa, luciendo insegura de sí misma. Me tomó veinte minutos para convencerla de que nadara conmigo. Me dio todo tipo de excusas. Pero yo era algo malditamente persuasivo cuando quería serlo. La camiseta extra grande del concierto de Slacker Demon que usaba cubría cualquier traje de baño que finalmente se puso. La esperé por media hora. Me encontraba listo para subir a su habitación y traerla para acá yo mismo. Justo acababa de regresar a Los Ángeles hacía unas horas. Encontrarme en Rosemary era difícil cuando todo en lo que pensaba era sobre la dulce sonrisa de Maite. Me hallaba ansioso de estar cerca de ella.



—Ya era tiempo. Pensé que me dejarías nadando solo —dije, levantándome de la tumbona en la que me recosté mientras esperaba.



Maite se ruborizó. —Lo siento, me tomó mucho tiempo.



Como si necesitara disculparse. Ningún hombre podría, de alguna manera, molestarse con ella ni remotamente. Era imposible. Era demasiado malditamente dulce e inocentemente sexy, lo cual jodía mi cabeza. No podía ser que fuera tan inocente. Iba a la universidad. Debió tener citas antes. En la preparatoria debió tener chicos detrás suyo.



—Estas aquí ahora. Vamos a nadar. Hace calor hoy.



Maite alcanzó el dobladillo de su camiseta y consideré saltar al agua y no verla quitársela. Eso sería lo educado por hacer, pero demonios si podía convencer a mis ojos de que alejar la vista era una mejor idea. Ellos se dividían entre todos sus movimientos.



Nos encontrábamos... No podía asegurar lo que hacíamos. Esta era la más extraña relación —si se podía llamar así— en la que jamás me hallé.Maite permitió que me acercara cada día pero aún mantenía sus barreras. No conseguí que mis labios se acercaran a su piel de nuevo.



Mis ojos bebían sus largas piernas mientras la camiseta lentamente se levantaba, revelando un sencillo traje de baño de una sola pieza de cuello alto blanco. No recordé la última vez que vi a una chica de mi edad en un traje de baño de una sola pieza. Pero era blanco. Santa mier*da. Sentí que me endurecía mientras mis ojos viajaban desde sus piernas hasta el pezón que pude ver claramente duro bajo la tela.



Me giré y me zambullí en el agua antes de que la asustara hasta la muerte. Nadé a lo largo de la piscina antes de salir para tomar aire y girarme a mirarla.



Caminaba en la piscina a través de la parte inclinada. Maldición, era perfecta. Levantó los ojos y me sonrió. Fue algo bueno que mi reacción a ella se encontrara oculta bajo el agua.


Una vez que se halló lo suficientemente dentro para que el agua tocara sus hombros, pareció relajarse. Tener su cuerpo en exhibición la ponía nerviosa. Lo tuvo escrito por toda su cara. No pude entender por qué. Fue como lanzarme un desafío. Quería su cuerpo completamente en exhibición para mí. Y quería que a ella le gustara. Que lo quisiera.

—Vamos, niña bonita. Ven a nadar con los niños grandes —bromeé. Su boca se frunció. No le gustaba que la llamara niña bonita. Su reacción a ello solo me incitó a seguir haciéndolo.



—No confío en los niños grandes —respondió. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado y levantó una ceja.



Reí para mí mismo, no podía recordar un momento en mi vida en que una mujer me entretuviera tanto. —¿Tienes miedo?



Sus cejas se unieron esta vez y reí más fuerte. Si querías que Maite hiciera algo, entonces burlarse de ella era el camino a seguir. No daba marcha atrás a un desafío o reto. Había una tenacidad silenciosa en ella que no sabías que existía hasta que pasabas tiempo con ella. —Mi niña bonita se está animando. Ven por mí.



Maite dejó escapar un pequeño gruñido de frustración. —Deja de llamarme así.



—No. —Fue mi única respuesta.



—Me vuelves loca.



Acorté parte del espacio entre nosotros. —Vuelvo locas a la mayoría de las chicas, nena. Es lo que hago. Y les gusta.



Una sonrisa tiró de sus labios, pero trataba muy duro mantener su ceño fruncido. —No puedo imaginar por qué les gustarías.



Me detuve cuando llegué a un par de centímetros de su cuerpo. —Por la misma razón que te gusto. Soy tan malditamente sexy que no puedes permanecer lejos.



Maite dejó escapar una risa esta vez. —¿En serio? Si mal no recuerdo, eres el que sigue apareciendo en mi casa. No soy quien no puede mantenerse alejada.



Tenía razón. Justo volé todo el camino de regreso hasta aquí desde Florida solo para verla. Me acerqué y apoyé mi mano en su cadera. Todo su cuerpo se tensó bajo mi tacto. —Está bien, quizás no puedo mantenerme lejos, pero sigues dejándome entrar en la casa, niña bonita.



Maite suspiró. —Supongo que me has atrapado.



—Así que, ves, soy sexy e irresistible.



Maite empezó a decir algo pero se detuvo.



—¿Decidiste no discutir conmigo? —pregunté, dando un paso lo suficientemente cerca de ella como para que nuestros cuerpos casi se tocaran. Un movimiento y sus senos se frotarían contra mi pecho.



—¿Qué haces? —preguntó. Su respiración era rápida, y la mirada nerviosa en sus ojos me recordó a un ciervo asustado.



—Solo me acerco. Haces que quiera acercarme más.



Maite tomó una profunda respiración y bajó la mirada a nuestros cuerpos antes de levantar su mirada de nuevo hacia mí. —No creo que los amigos hagan esto —dijo.



La presioné contra mi cuerpo, sosteniendo sus caderas firmemente con ambas manos. —No lo hacen. Pero no pienso en mis amigos de la forma en la que pienso en ti, tampoco. Dime que no te sientes atraída por mí. Dime que no piensas en tocarme o acercarte a mí.



Si decía que no, retrocedería. Sería difícil, pero retrocedería. Le daría el espacio que necesitaba. Solo quería oírle decir que no me quería, porque yo malditamente la quería.



—No estoy segura... No creo... lo que quiero es irrelevante. Nan y tú...



—Nan y yo hemos terminado. No hay Nan y yo. Pero hay un tú y yo. Incluso si no quieres admitirlo, está ahí.



—No soy como Nan.



—¿Crees que no lo sé? Maldición, chica, si fueras como Nan no estaría aquí. Terminé las cosas con Nan porque es veneno. Tú eres todo lo que ella no es.



El cuerpo de Maite comenzó a ceder lentamente bajo mi toque. Moví mis pulgares contra su cintura en pequeños círculos, gentilmente. —A la mayoría de los chicos les gusto debido a mi papá. Mantengo mi distancia. No quiero ser un símbolo de estatus.



Un agudo dolor atravesó mi pecho ante sus vulnerables palabras. Maldición. Rush vivió con este mismo problema, pero no había sido una chica. Era un hombre a quien no le importó. No estuvo buscando a alguien que le quisiera solo por él. No hasta Blaire. Pensar en un tipo usando a la dulce Maite solo para acercarse a su padre me molestó. Si pudiera dar caza a cada hijo de pu*ta que la hirió lo haría.



Alcé mi mano y levanté su barbilla para que me mirara directamente a los ojos. Quería que viera que era serio. Quería que me creyera. —Nunca te usaré para acercarme a tu padre. He conocido a Kiro toda mi vida. Rush es mi mejor amigo. No estoy deslumbrado por los miembros o el estilo de vida de Slacker Demon. Esto es todo sobre ti. Te quiero. Solo a ti, Maite. Solo a ti.



Las lágrimas brillaron en sus grandes ojos color avellana y parpadeó rápidamente. ¿Nunca nadie le dijo eso?



—¿Vas a besarme ahora? —susurró.



Maldita sea. Me sentí como si estuviera en la preparatoria de nuevo con mi primer amor. Cuatro simples palabras de ella y hacía temblar mis manos. Nunca esperé que me preguntara eso. No le daría tiempo para cambiar de opinión, tampoco. Cubrir sus suaves labios con los míos era como el nirvana. Sabía tan malditamente dulce. Fue una de las razones por las que empecé a llamarla dulce niña.



Lamí su labio inferior, porque no podía tener suficiente de ella antes de explorar su boca. Adentrarme en su calor. Sintiéndola presionar su cuerpo contra el mío y enredar sus manos en mi cabello. La conservaría. Haría lo que fuera necesario para conservarla. Demonios, me mudaría a Los Ángeles si tenía que hacerlo. No dejaría que se fuera. Por primera vez en mi vida me sentí en casa.



—Te lo dije —susurré contra sus labios antes de reclamar su boca de nuevo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:15 pm


Presente

Maite

Había llamado solo una vez después de que su amigo se ahogara. Había estado borracho y no tuvo mucho sentido. Tenía la esperanza de que volvería a llamar al día siguiente, pero no lo hizo. Sabía que se encontraba en duelo y decidí que era una señal de Dios de que arreglaba las cosas. Lo había echado a perder, permití que William se acercara a mí, y no le había dicho. Tuve la suerte de que en realidad nunca se preocupara por mí. Había pensado que lo hizo, y por un momento me deje vivir en esa fantasía.



Lo sabía mejor ahora. Las dulces palabras que me dijo habían sido una estratagema, y caí. Tomé el anzuelo, línea y plomada. Si pudiera regresar esa noche, lo haría. No iba a romantizar más con eso. Le había dado una parte de mí misma que no podía devolver. Había tomado mi virginidad y huido. Por una vez me permití pretender.



Me senté en la cama y miré por la ventana hacia el golfo. Estos serían unos nueve meses aún más difíciles de lo que imaginé al principio. No solo tenía que lidiar con Nan, sino que tenía que lidiar con William y Nan. No dejaría que me doliera. Era más fuerte que eso. William había tomado mi virginidad, pero ya me habían robado mi inocencia. Amar a Jeremías Duke me hizo eso. Pensé que me amaba; pensé que era mí para siempre. Era muy atento y dulce. Llevaba mis libros en la escuela y me trataba con tanto cuidado. Le había dicho la verdad y fingió que no importaba.



Entonces lo encontré detrás de las gradas después de su práctica de fútbol con la falda de porrista de Nikki Sharp levantada y sus pantalones cortos abajo mientras la cogía contra la pared de cemento. Eso fue todo para mí. Entonces me di cuenta de que solo era la hija de Kiro, y me hallaba rota. Solo era querida por mi estatus social. Nada sobre mí era especial. Eso es todo lo que los chicos veían cuando me miraban.



Excepto William.



Era diferente. No solo fui la hija de Kiro para él. Solo fui un desafío. Una vez que obtuvo lo bueno, había terminado. Mi abuela siempre me advirtió sobre chicos como él. Estaría tan decepcionada si pudiera verme ahora. Negué con la cabeza. No podía pensar en eso. Solo me hacía sentir peor. Era una sobreviviente y no me detenía a pensar mucho en las cosas. Sentir lástima por mí nunca me llevó a ninguna parte. No era algo que hacía. Dondequiera que iba y cualquier situación que se me presentara, sobrevivía. Era buena en eso. La abuela siempre decía—: Chica, más te vale mantener esa cabeza en alto y no dejar que te vean caer. Muéstrales el acero en esa columna vertebral. No estoy criando a una princesa mimada. Estoy criando a una mujer. Una mujer trabajadora, autosuficiente, que no necesita de a ni un hombre. ¿Me escuchas? —Ni una sola vez actuó como si hubiera algo malo en mí. Creía que estaba completa. Me encontraba bien. Y a veces, también me lo creí.



Poniéndome de pie, me fui a tomar una ducha. Me alistaría, iría al club y jugaría tenis. Tenían un profesor de tenis con quien podía trabajar. Después jugaría una ronda de golf. Llenaría mis días con cosas que podía hacer sin amigos. Tal vez incluso tumbarme en la piscina del club. Iba a pasar a atravesar esto.



Dos Meses y Tres Semanas Atrás...



La mañana después de que William me besó en la piscina, se había ido. La forma en que actuó después de besarme había sido extraña. No me encontraba segura de lo que era malo o si se había arrepentido y no sabía cómo alejarse de mí. El despertar a la mañana siguiente sin William respondió esa pregunta.



Papá también se había ido. No había venido a casa de su última fiesta de borrachera, pero no me hallaba sorprendida por eso. William huyendo me había dolido. Odiaba que sintiera algo por él. Besarlo había sido un error. No era su tipo. Nunca quise ser su tipo. Nan no era alguien con la que una persona en su sano juicio desearía estar.



Encerrarme en mi cuarto a leer no sonaba tan atractivo como lo había hecho antes de William. En cambio, me lancé a tenis y natación. Empujé todos los pensamientos de la cara de William fuera de mi mente lo mejor que pude. Alguien debería haber puesto una etiqueta de advertencia en sus labios: Cuidado, no tocar. Eran difíciles de olvidar.



Tres días después de que William desapareciera, nadaba afuera. Hoy exitosamente me las arreglé para empujar todos los pensamientos de William hasta el fondo de mi mente. Así que cuando mi cabeza salió del agua para encontrar a William Carter allí de pie, mirando hacia mí, no me encontraba segura de sí imaginaba cosas o si realmente se hallaba allí .



Aparté mi pelo mojado hacia atrás y limpié el agua de mis ojos. Entonces volví a abrirlos, y allí estaba. Aún allí.



—Hola —dijo con su sexy sonrisa. Quería decirle algo para hacer que la sonrisa desapareciera. Necesitaba una etiqueta de advertencia, también.



No me hallaba de humor para hablar con él. —Nan no está aquí —le contesté. No había vuelto desde que se fue a Rosemary la última vez. Me encontraba segura de que era a donde William escapó también. Fue a buscarla. Como siempre lo hacía.



—Sí, lo sé —respondió.



Realmente debería haber regresado a nadar e ignorarlo. Era la cosa más inteligente que hacer. Pero entonces podría tomar eso como una invitación a unírseme. —¿Qué necesitas? —le pregunté, en el tono más molesto que pude reunir.



—Vine a verte. Parece que una vez que un hombre te besa, eres difícil de olvidar —respondió.



No era lo que esperaba. Tragué el nudo nervioso en mi garganta. Cedería y lo perdonaría fácilmente si comenzaba a decir cosas como esas. ¿Dónde se había ido mi columna vertebral? Solía ser más fuerte que esto.



—Estás enojada porque me fui —dijo.



Pensé en replicar y cambié de opinión. Eso solo le daría más poder. No necesitaba saber que me afectaba en absoluto.



—Fue algo idio*ta que hacer. Pero me asustaste. Me gusta coquetear con chicas guapas, pero no lo manejo muy bien cuando un simple beso hace girar mi maldita cabeza. Me haces querer cosas y sentir de cierta manera. No estoy listo para eso.



Me esperaba un patético lo siento; no eso. —Oh —fue la única cosa que pude decir. ¿Qué significaba, exactamente, que nuestro beso hizo su cabeza girar? ¿Era eso algo bueno? Sonaba como eso... quizás.



William pasó una mano por su pelo largo y rebelde y dejó escapar un suspiro de frustración. —No debí haberte dejado sin una explicación. Fue injusto y solo pensaba en mí mismo. Soy bueno en eso. Solo... ¿qué puedo hacer para lograr que me perdones?



Todavía no pedía perdón. Preguntaba cómo conseguir el perdón. ¿Alguien alguna vez me preguntó cómo conseguir el perdón antes? Cuan... único.



Campanas de advertencia sonaron con fuerza en mi cabeza, pero de alguna manera ignoré eso. Porque mi corazón quería perdonarlo. No quería alejarlo. Nadie se tomó tanto tiempo para llegar a conocerme. La soledad era algo a lo que me había acostumbrado. Tener a alguien que quería conocerme lo suficiente como para admitir que estaba equivocado, alguien que se preocupaba por preguntarme cómo podía arreglarlo, significaba más de lo que se imaginaba.



—No lo hagas de nuevo —le contesté.



Los ojos de William se ampliaron y luego una lenta sonrisa se deslizó por su hermoso rostro. —No lo haré.


Di un paso atrás cuando empezó quitarse la camisa por la cabeza. La arrojó a un lado, se quitó los zapatos, y luego sus ojos se elevaron para encontrarse con los míos. —No me voy esta vez. Cuando te canses de mí, tendrás que obligarme a irme.



No podía contener la sonrisa tonta de mi cara.



Dos Meses y dos semanas atrás...



Cuando la puerta de mi habitación hizo clic detrás de nosotros, supe lo que esto era. Durante una semana, nos habíamos estado besando y tocando. Era difícil mantener las manos fuera uno del otro. William me hizo sentir cosas que no sabía que eran posibles. Me mostró lo que era un orgasmo real. También me enseñó que gritar de placer estaba bien. Le gustaba cuando era ruidosa. Siempre lo ponía más frenético. Su respiración se aceleraría y sus ojos casi brillarían de la emoción.



Pero esta noche, yo quería más. No iba a detener las cosas cuando fueran demasiado lejos. No iba a hacer que mantuviera mi camisa puesta. Iba a dejarnos hacer lo que ambos queremos. Tenía veinte años. Ya era hora de convertirme en una mujer de verdad y tener sexo. Mantenía mi virginidad como un gran premio, y quería experimentar una total conexión con otro ser humano. Quería saber lo que se sentía tener a William dentro de mí. Llegar lo más cerca posible uno del otro. Quería esta experiencia.



Los brazos de William se enredaron alrededor de mí por detrás mientras su boca tocó mi cuello y empezó a dar pequeños mordiscos. Eso siempre volvía a mis rodillas un poco débiles. —Sabes condenadamente bien —susurró en mi oído, haciéndome temblar—. Quiero tu camisa fuera. He estado pensando en meter uno de tus pezones en mi boca toda la semana.



Sus manos encontraron el dobladillo y sacaron la camisa sobre mi cabeza, luego desabrochó mi sostén. Lo quitó de mi cuerpo y se congeló. Sabía que iba a verme. Estaba preparada para eso. Alargó la mano y la pasó a lo largo de la línea a través de mi pecho que era tan débil ahora, ni siquiera era muy notable.



—¿Qué es esto? —preguntó.



—Fui un bebé prematuro. Nací diez semanas antes de tiempo. Tuve algunas cirugías antes de estar fuera de peligro. —No quería explicar más. No necesitaba saber la verdad. Eso era suficiente. Bajó su boca a mi pecho y en vez de besar mis pechos besó la cicatriz. Cerré los ojos porque me hizo sentir culpable por no ser completamente honesta. Entonces sus manos grandes y bronceadas cubrieron mis pechos y suspiré por el placer de ello.



—¿Se siente bien, niña bonita?



Logré una inclinación de cabeza cuando comenzó a besarme el cuello y apretó suavemente mis pezones.



—Eso es, nena, arquea esa espalda para mí.



Ni siquiera me había dado cuenta que lo hacía, pero así era. No podía acercarme lo suficiente a sus caricias. La forma en que me hizo sentir era embriagadora. Lo anhelaba. William había abierto este mundo para mí con tanto placer y emoción que no me había dado cuenta de que existía.



—Acuéstate sobre tu espalda. Quiero besar estos pequeños pezones necesitados.



No discutí. También quería esto. Subí a la cama y me recosté justo a tiempo para ver a William sacar su camisa por su cabeza. Vi el tatuaje en su hombro descendiendo sobre su pectoral derecho. No estaba segura de lo que era, pero era sexy. Se veía como una especie de tribal. Algunos símbolos chinos se encontraban en su pecho justo por encima de sus pectorales. Planeaba preguntarle acerca de ellos, pero no ahora.



Alargó la mano hacia sus pantalones y los desabrochó. Me encontraba fascinada con su vientre bajo. Todas esas apretadas ondulaciones en su estómago, la forma en que sus caderas sobresalían, y el pequeño parche de pelo que empezaba abajo, justo por debajo de la banda de su ropa interior. Quise ver cómo se veía exactamente ahí abajo, pero hasta esta noche no tuve la oportunidad. William siempre quitaba mis bragas, pero dijo que necesitaba dejar sus pantalones si iba a mantener su cabeza en orden. No presioné. Pero quería ver.



Yacía allí mientras se arrastraba sobre de mí y se me quedó viendo con una sensual y hambrienta mirada en sus ojos. No apartó su mirada mientras bajaba su boca a mi pecho y chupaba un pezón. Lo observaba. Esto hizo estremecer mi estómago y tuve que apretar las piernas juntas para aliviar el dolor entre ellas.



Lo dejó salir de su boca y luego sacó la lengua y dio un golpecito sonriendo antes de moverse y darle la misma atención al otro.



Cogí un puñado de sábanas debajo de mí para no gritar. Se sentía tan bien. La calidez de su boca en cualquier parte de mi cuerpo era increíble, pero cuando encontró mis áreas sensibles fue aún más increíble.



Cuando aquel pezón salió de su boca comenzó a besar mi estómago, sabía que su siguiente paso sería sacar mis pantalones cortos. Usaría su boca para enviarme volando a la dicha. Quería más que eso esta noche.



—Quítate los pantalones —dije.



Se quedó inmóvil y levantó la mirada hacía mí mientras presionaba un beso justo debajo de mi ombligo. —Ya conoces las reglas. No puedo hacer eso. No confío en mí mismo.



Tragué el nudo nervioso en mi garganta. —Quiero…‖Quiero que te saques los pantalones. No estoy preocupada por impedirte nada. —No era seguro cómo decirle a un chico que me encontraba preparada. Nunca estuve en esta posición antes.



Grant frunció el ceño por un momento, luego sus ojos destellaron, un brillo emocionado que tenía cuando bajé desde las alturas a las que me envió. —¿Dices que finalmente puedo sentir cuán jodidamente increíble eres?



Me había preparado para decirle cógeme o fóllame, pero esto... esto era mejor. Era real. Llamarlo otra cosa o hacerlo romántico lo abarataría de alguna manera. Esto era sobre atracción mutua, buscaba eso. No necesitaba palabras bonitas que él no quería decir. Necesitaba honestidad, y él parecía captar eso.



William se movió sobre mí y colocó una mano a cada lado de mi cabeza mientras me miraba a los ojos. —No tenemos que hacer esto. No te lo estoy pidiendo. Si no estás lista, está bien. Te esperaré.



Por esa sola razón, me encontraba lista. Era sincero. No quería presionarme. —Quiero esto... Te deseo.



—Joder —gruñó y se apartó de la cama. Metió la mano en su bolsillo y sacó un condón. No sabía qué pensar sobre eso, pero me alegró que estuviera preparado, aunque me molestó un poco. La arrojó sobre la cama. Entonces, finalmente, llegué a verlo abrir la cremallera sus pantalones. Los dejó caer al suelo junto con los bóxers blancos que vestía. Jadeé. Lo había sentido a través de sus pantalones muchas veces; una vez me froté contra él hasta el orgasmo. Pero nunca imaginé que era así... de grande. No estaba segura si encajaría.



No me dio tiempo preocuparme por eso. Alzó la mano y me quitó los pantalones cortos y mis bragas de un tirón, luego regresó a la cama. Sus manos tomaron mis rodillas y separaron mis piernas. No me hallaba lista para que solo se lanzara a ello. Necesitaba acomodarme‖gradualmente…


William comenzó besando el interior de mi pierna, y lentamente se dirigió a donde más quería su boca. Una vez que su beso presionó la parte superior de mi montículo y sentí su lengua tomar el camino largo y lento hasta mi núcleo, estuve lista. Mis manos apretaron las sábanas mientras gritaba de alivio cuando tiró de mi clítoris en su boca.



La primera vez que hizo eso, estuve avergonzada hasta que me tuvo gritando y jadeando en el más alto nivel de placer. Pero no cesó; lo volvió a hacer. Cuando me dejó esa noche quedé agotada e incapaz de moverme.



No tenía con quien compararlo, pero me encontraba segura que Grant era un experto en esto. No quise insistir. Pero el hecho era que sabía lo que hacía. Podía hacerme perder el control, y yo nunca pierdo el control.



Sentí el crecimiento familiar y la contracción dentro de mí y mi cuerpo se excitó. Sabía cuán bien se sentía llegar a esa altura a la que William me llevaba a tan fácilmente. Entonces se detuvo y quise gritar en señal de protesta. Me hallaba casi allí.



Subió por mi cuerpo, presionando besos en mi caliente y sensible piel mientras subía su camino hasta mi cuello.



—Me pondré el condón ahora —susurró mientras se movía para agarrar el pequeño paquete que yo olvidé. Lo abrió y lo vi rodar la cubierta protectora sobre su gran longitud.



—Luces asustada —dijo sin moverse. Levanté la mirada hacía él.



—¿Cabrá? —pregunté.



Una sonrisa torcida tiró de sus labios. —Sí, dulce niña. Lo hará.



No me hallaba muy segura pero él se mostró optimista.



William volvió a besar mi cuello y mordisquear mi oreja a la vez que su cuerpo bajó entre mis piernas abiertas. Iba a hacerlo. Lo quería.



—Pareces tensa. ¿Has tenido una mala experiencia? —preguntó con desaprobación, frunciendo el ceño. Se veía molesto.



Negué con la cabeza. No, no tuve una mala experiencia. No tenía ninguna experiencia. ¿No lo sabía? Quiero decir, no hablamos de ello, pero para el momento seguramente se habría dado cuenta.



—Es solo que, sé qué esperar, creo... por lo que he oído.



Todo su cuerpo se puso rígido mientras sostenía a sí mismo sobre mí. Su ceño se transformó en una mirada de sorpresa. —¿Qué dices? Por supuesto que tú has…



No lo sabía. Supongo que después de todo no se había dado cuenta. —Esta es mi primera vez.



Sus ojos se cerraron de golpe y dejó escapar una maldición entre dientes. ¿Acaso no le gusta hacerlo con vírgenes? ¿Era algo malo? Quise poner algo de distancia entre nosotros. Por primera vez, me sentí vulnerable.



Abrió los ojos y me miró. La ternura de ellos me tomó por sorpresa. Escondió la cabeza en la curva de mi cuello y hombro y respiró hondo. Esperé silenciosamente.



—Me elegiste. —Fue todo lo que dijo. Su cálido aliento contra mi piel me hizo temblar, y su cuerpo imitó al mío. Se echó hacia atrás y me miró—. Lo haré especial para ti. Lo juro.



Nunca dudé que lo haría. Sabía que me dolería al principio. No ignoraba cómo funcionaba esto. También sabía que probablemente no alcanzaría un orgasmo esta vez. Pero no se trataba de eso. Quería a William dentro de mí. Quería sentirme más cerca de él de lo que nunca había estado con nadie. Eso era todo lo que quería.



William presionó sus labios contra los míos suavemente, luego bajó su cuerpo hasta que sentí que la cabeza de su polla presionada contra mí. Me emocionaba tanto como me asustaba. Levanté mis caderas para tranquilizarlo y se deslizó dentro de mí. Cuando llegó a la barrera sus ojos clavaron en los míos mientras mecía sus caderas en un empuje rápido. No grité por el dolor, fue solo una quemadura. Se deslizó totalmente dentro de mí y se quedó quieto.



—Estás tan jodidamente apretada —dijo con un gemido ronco—. Maldita sea. Se siente como —jadeó, agachó su cabeza y tomó una respiración profunda—, un guante de satén caliente apretándome. Dios, nena.



No me encontraba segura de lo que todo eso significaba, pero la forma en que jadeaba sobre mí sonaba como si esto se sintiera bien para él. Era más de lo que esperaba. Estaba llena. William se hallaba dentro de mí y me sentí completa. Lo quería aquí.



—Tengo que moverme, pero maldita sea, tengo miedo —dijo mientras lentamente se retiró de mí entonces se hundió de nuevo en mi interior. Un sonido bajo salió de su pecho, el cual envió placer circulando a través de mí. Solo verlo con tanto placer por estar dentro de mí fue una excitación mayor. Separé mis rodillas y se hundió más profundo en mí y soltó una maldición que parecía arrancada de su pecho.



Mi clítoris palpitaba de solo escuchar su voz. Me di cuenta que llegaba a la liberación y me hizo querer rogarle que se moviera más. Más fuerte. Cada vez que me llenaba se frotaba contra mi clítoris y masajeaba algo dentro de mí. No estaba segura de lo que era, pero se sentía muy bien.



—Jodidamente increíble —gruñó antes de cubrir mi boca en un beso voraz. Nunca antes me besó así. Perdía el control de la misma manera que yo lo hice cuando me besaba entre mis piernas. Alcanzaría ese punto con él. Verlo reaccionar de esa manera hacía a mi cuerpo responder de una manera que no sabía que podía.



—Se siente bien ahora —le aseguré.



Se puso tenso, y luego se movió hasta bajar la cabeza al rincón de mi cuello y hombro. —¿El dolor ha desaparecido por completo? —preguntó con un gemido estrangulado.



—Sí —respondí. El leve pinchazo que todavía seguía allí fue suprimido por el placer.



Se levantó y su mirada se cruzó con la mía. Los músculos de su cuello flexionados, sobresalían mientras su mandíbula se puso rígida, como si se estuviera aferrando algo tan fuerte como podía. —Esto es... esto es más que... — Cerró los ojos y una mirada de dolor se apoderó de su rostro—. No puedo aguantar mucho más. Estoy muy cerca.



Sus palabras fueron todo lo que necesité para enviarme en espiral a ese lugar al que sabía que me enviaba. Le oí gritar mi nombre mientras yo gritaba el suyo, levanté mis caderas para encontrarme con su último empuje. Envolví mis piernas alrededor de su cintura para mantenerlo allí. Quería sentir cada espasmo de éxtasis con él dentro de mí. No quería que se moviese.

Grité libremente mientras me aferraba a él.


—Nunca fue tan jodidamente increíble. Me arruinaste. Me arruinaste completamente. No puedo dejar de tener esto —dijo en mi oído mientras respiraba con dificultad y su cuerpo se sacudía contra el mío.



Accedí. Quería esto. Nunca me imaginé que esto era lo que me perdía. No iba a dejarlo ir. Necesitaba más. Mi miedo a la verdad fue apartado. No podía parar esto. No ahora.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:19 pm

4

Presente

William

Si subía detrás de ella, había una posibilidad de que Nan pudiera salir de la cama y atraparme o escucharnos. No tenía miedo de Nan, pero tenía miedo de lo que podría hacerle a Maite. Estaba seguro de que Maite no estaba aquí por elección. Nan sabía que ella estaba aquí anoche cuando me trajo de vuelta. Estaba jugando un juego aquí. Había una segunda intención, pero yo siempre seguía con Nan. Y me tropecé justo con ella. Literalmente.



Kiro no era un fan de Nan y adoraba a Maite. No podía imaginar por qué él enviaría a Maite aquí a vivir con Nan. Era dueño de esta casa, así que estaba seguro de que era la única razón por la que Nan había dejado que Maite viviera aquí. Kiro no le había dado una opción. Ahí no existían conjeturas.



—¿Todavía estás aquí? ¿Por qué? —preguntó Nan mientras caminaba junto a mí en nada más que un par de bragas que no hacían nada para cubrir su cu*lo y una diminuta camiseta sin mangas. Una vez, me había calentado la sangre. Su cuerpo calentaría la sangre de cualquier hombre. Pero ya no más. Superé eso. El sexo con ella era vacío. Tan increíblemente vacío.



—Me iba a preparar un café antes de irme, pero me puedo ir sin él —le dije, volviendo a dirigirme a las escaleras.



—Puedes tener un maldito café, si lo deseas. Luego vete. Tengo cosas que hacer hoy —gritó detrás de mí.



No iba a quedarme aquí. Dejaría a Maite sola, pero no aquí. —No, gracias. Estás despierta ahora. Es hora de irse —le contesté.



Esta era la última vez. Ella pensaba que yo era un juguete sexual que podía sacar y con el que jugar, y el hecho era que lo había sido. Pero había estado cerrando mis ojos y fingiendo como si ella fuera otra persona. Nunca se sintió bien, pero me ayudaba a soportarlo.



La culpa me estaba comiendo vivo. Dejando a Maite sola horas después de haber estado con ella para correr a casa en el avión privado de Slacker Demon y enfrentar la pérdida de un amigo me había roto. La vida era corta. Nunca había sido real para mí antes, pero ver a Jace tumbado en el frío y duro suelo fue una llamada de atención. ¿Cuánto tiempo teníamos? El ver a Bethy desplomada encima, llorando por su pérdida, me hizo darme cuenta de que esa clase de dolor sería insoportable. Ella tendría que vivir el resto de su vida sin él. Era escalofriante.



Yo nunca había amado a nadie como ella había amado a Jace. Pero estaba cerca... Había estado enamorándome pero luego di un paso atrás. No podía ser así de abierto. No podía hacer eso. ¿Qué pasa si me dejo a mismo ser totalmente propiedad de Maite? Ahora sabía lo fácil que sería. Ella era la única para mí. Si la dejo, sería la dueña de mi alma. No podía hacerlo.



Cada sollozo desgarrador que había llorado Bethy había sido como un balde de agua helada vertida sobre mí. Había visto a Rush, mientras sostenía a su esposa, Blaire, en sus brazos, y ella había llorado en silencio contra él. Y yo lo había visto allí en su rostro. Había dado su alma. Estaba pensando lo mismo, pero ya era demasiado tarde para él.



Él era vulnerable. Si la perdía, no sería capaz de sobrevivir a ello. Ella tomaría hasta la última gota de vida de él con ella. No podría respirar sin ella. Me había ido ese día y bebí hasta que los pensamientos sobre Maite desaparecieron. El dulce sabor de su boca era un borrón, y la forma en que me había sentido cuando había estado dentro de ella era un recuerdo.



Maite me asustó. Lo que sentía por ella me asustó. Había luchado para volver a ella. Había estado atormentado por los recuerdos de cómo su sonrisa hizo que mi pecho se hinchara, y la forma en que hizo esos pequeños suspiros inocentes de placer. Después de esa noche. . . esa increíble noche alucinante. Tenía miedo de que nunca fuera capaz de eliminar la sensación y seguir adelante. Eso era un poder que nunca había permitido que cualquier persona tuviera sobre mí. Cuando Maite no respondió a mis llamadas y su padre me advirtió que me mantuviera alejado, finalmente me obligué a empujar esos recuerdos al fondo de mi mente. El Whisky ayudó. Cuando no tenía whisky, ella era difícil de olvidar. Incluso con el whisky me acordaba de ella, pero simplemente me dolía menos.



Mi necesidad de verla había empezado a controlarme, y había llamado a Dean Finlay para obtener ayuda. Él me había dicho que Kiro me habría detenido si hubiera puesto un pie en su propiedad. No estaba contento con la forma en que había utilizado a Maite. Kiro creía que me había acostado con Maite mientras yo todavía estaba durmiendo con Nan. Traté de explicarme y defenderme, pero Dean me había colgado.



Así que había bebido aún más, porque cuando estaba sobrio la necesidad por ella regresaba… Antes, lo había hecho para lidiar con la mier*da de Nan. Pero ahora lo necesitaba más. Necesitaba olvidar lo que le había hecho a alguien tan inocente e indigna. Había hecho esto durante dos meses. Me ayudó a lidiar con la pérdida de Jace, y el sabor de algo que había tenido, pero que destruí.



Después‖de‖todo‖eso… Kiro había enviado a Maite aquí. Para sentarla delante de mis narices sin su seguridad y protección. Era confuso como el infierno.



Llegué a la habitación de Nan y la sensación de malestar en el estómago regresó. Esto se sentía sucio. El sexo por diversión nunca se había sentido sucio, pero‖esto… se sentía jodidamente asqueroso. Me odiaba a mí mismo. Agarré mis vaqueros y me los puse de un tirón y deslicé la camiseta por encima de mi cabeza antes de agarrar mis botas y empujar mis pies en ellas.


No le dije adiós a Nan. A ella no le importaba y yo no quería. Solo quería largarme lo más lejos posible de allí. Tenía que estar limpio. Quería lavar su presencia de encima de mí. Luego iba a llamar a Maite. Tenía que encontrar una manera de explicarme. Sólo esperaba que ella me dejara.



El pequeño deportivo Audi negro colocado en el camino de entrada a la derecha, al lado de mi camioneta, había sido una patada en el estómago. ¿Por qué no me había dado cuenta de él anoche? Debería haber sabido que había alguien aquí. Demasiado maldito whisky. Es por eso que no me di cuenta.



Sacudiendo las llaves fuera de mi bolsillo, cerré la puerta de mi auto, furioso conmigo mismo, y arranqué el motor. No bebería hoy. O cualquier maldito día de aquí en adelante. No podía hacer eso. Tenía que encontrar una manera de lidiar con Maite estando aquí, y hacerle entender por qué me había echado atrás.



Sólo esperaba que ella lo entendiera. No quise hacerle daño. Pero por mucho que la deseara, el miedo a ser vulnerable por una persona, era más fuerte. Ella había confiado en mí y yo la había traicionado. No me perdonaré a mí mismo por eso.



Necesitaba hablar con Rush. Él era el único con el que podía hablar. Tal vez no hayamos sido hermanos de sangre, pero era mi hermano. Él había estado conmigo desde que era un niño. Era la única persona en mi vida a la que dejaría conseguir esa cercanía. Ni siquiera mi padre me conocía. Realmente. En realidad, nunca lo había intentado. Y mi mamá... ella era otra historia.



Marqué el número de Rush antes de salir del camino de entrada de Nan.



—Sí —dijo. El sonido de la risa de un bebé apareció por la otra línea.



—Necesito hablar. ¿Te estás quedando hoy con Nate? —le pregunté. Rush pasaba más tiempo con su hijo, Nate, que cualquier otro padre que conocía. Diría que era porque se estaba asegurando de que daba a su hijo algo que ni él ni yo habíamos tenido, pero lo conocía mejor. Adoraba a ese niño. Adoraba a su esposa. Alejarlo de ellos no era fácil.



—Blaire está aquí. Nos dirigimos a la playa, pero si es importante a ella no le importará si me voy durante una hora más o menos. —Había notado la urgencia en mi voz.



—Si a ella no le importa. Realmente necesito hablar.



—Déjame terminar de ponerle el protector solar al hombrecito y a ayudarla a ponerse en marcha. Luego iré a tu casa.



—Me dirijo al club. Nos vemos allí. Y gracias —le dije.



—Sólo para ti —me respondió, y yo entendí. No hacía tiempo para nadie que no fuera Nate y Blaire, excepto yo. Era nuestro vínculo.



—Dile a Blaire gracias de mi parte, también.



—Está bien. Nos vemos en un rato.



Colgué el teléfono y lo arrojé sobre el asiento del pasajero y me dirigí al club.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:24 pm

5

Maite

Encontrar el club fue fácil. Rosemary Beach era una pequeña ciudad costera; ni siquiera podría llamarse una ciudad. Era donde vivía la elite y veraneaban. Después de conducir a través de ella y ver las casas por todo el frente del Golfo, entendí por qué Nan quería vivir aquí.



Llegando a la puerta principal del club, recordé mi pase de miembro que papá me había dado para darle al portero. Abrió las grandes puertas de hierro para que entrara y seguí las indicaciones hacia el aparcacoches. No quería averiguar dónde estaba el estacionamiento, y le podría pedir ayuda al valet para llegar a las canchas de tenis.



Un chico en con una polo y pantalón blanco se acercó a mi coche cuando aparqué para el valet. Metí la mano en el asiento de atrás y tomé la raqueta antes de que me abriera la puerta.



—Buenos días, señorita —dijo con una sonrisa amistosa. Su largo cabello rubio cayó sobre un ojo y lo metió de nuevo detrás de la oreja. Me imagine que era un surfista. Parecía uno.



—Buenos días —le contesté, sacando mi bolsa por encima del hombro—. Soy nueva aquí. ¿Me puedes decir dónde puedo encontrar las canchas de tenis?



Asintió. —Vaya a la entrada principal de aquí. Tome la primera a la izquierda y entre por la puerta doble que da a la terraza trasera. Baje las escaleras y luego gire a la derecha. Verá las canchas al frente.



Eso sonaba bastante fácil. —Gracias — le respondí, entregándole al chico mis llaves.



—¿Puedo ver su tarjeta, señorita? Tengo que registrar su coche en el sistema.



Fui al interior del coche, tomé la tarjeta de mi tablero y se la entregué. La leyó rápidamente y la paso a través de un lector de tarjetas antes de entregármela de nuevo. —Háganos saber cuándo esté lista para ello, Señorita Manning —contestó.



—Gracias. —Pensé en decirle que me podía llamar Maite, pero no tenía sentido. Probablemente se metería en problemas con la administración si alguna vez era atrapado llamándome por mi nombre de pila.



Me dirigí al interior. El hecho de que sabía que no iba a tropezarme con Nan fue el mayor alivio que tuve durante toda la mañana. Un hombre vestido como el chico de afuera me abrió la puerta, y seguí las instrucciones del valet hacia las canchas de tenis.



Pasé un restaurante en mi camino y decidí que iba a volver para el almuerzo. Se veía bien y la comida olía increíble desde aquí. Una chica en pantalones cortos y polo blanco se detuvo frente a mí. Una lenta sonrisa tocó su cara. Su cabello castaño estaba recogido en una coleta alta, y era obvio que era una empleada porque el atuendo era el mismo que el de los chicos que me habían ayudado, pero más ajustado. Me resultaba familiar.



—¿Maite? —preguntó.



La reconocí. La había conocido en la boda de Rush y Blaire. —Sí —le respondí, frustrada porque no podía recordar su nombre. William se había metido en mi cabeza este día y no podía recordar mucho más que mi conversación con él.



—Soy Bethy. La amiga de Blaire. Nos conocimos en la boda —dijo.


Sentí mi cara se calentarse. Odiaba no recordar a las personas. Era parte de mi cosa socialmente inepta. —Lo recuerdo —contesté con una sonrisa—. Es bueno verte de nuevo.



—Tenía la esperanza de que eso fuera lo correcto a decir y que no sonara como una idio*ta, porque me sentí como una.



La expresión de Bethy era amable, pero había tristeza en sus ojos. — Entiendo. Conociste a mucha gente ese día. No sabía que estabas en la ciudad.



Me gustaba esta chica. Ella me hacía sentir cómoda. Eso era raro. —Estoy aquí mientras mi padre está de gira. Me envió a vivir con Nan.



Los ojos de Bethy se ampliaron y dejó escapar un silbido. —Maldita sea. Pensé que eres la hija que él quería.



Ella, obviamente, era muy cercana a Blaire y sabía exactamente como era nuestra situación familiar. —Le compró a Nan una casa aquí, pero a cambio también tengo que vivir en ella cuando esté de gira. No le gusta dejarme sola en Los Ángeles —expliqué, tratando de no sonar demasiado a la defensiva acerca de papá.



Bethy dejó escapar un largo suspiro. —Personalmente, preferiría L. A. si fuera tú.



Sentí ganas de reír, pero no lo hice. Me mordí el labio por dentro para evitarlo.



—Sabes que tengo razón. La pu*ta te odia —dijo Bethy—. También odia a Blaire, así que ustedes deben trabajar en equipo y unir fuerzas.



—Me agrada Blaire. Estoy tan contenta de que Rush la encontrara.



Bethy me estudió un momento. —Supongo que tú y Rush tienen mucho en común. Ambos fueron prácticamente criados por Slacker Demon.



También esta mi hermano Mase. Nadie nunca lo mencionaba. Vivía con su madre en un rancho en Texas. Papá iba a verlo varias veces por lo que sabía, pero rara vez él nos visitaba a Los Ángeles Le gustaba su vida en Texas. También era muy cercano a su padrastro. —Sí. Nos veíamos un montón —le contesté, decidiendo no mencionar Mase. Eso sólo conduciría a preguntas que no estaba segura de cómo responder. Papá no había visto Mase en más de un año, pero Mase me llamaba por lo menos una vez al mes para comprobarme y ver cómo estaba. Eso me daba la oportunidad de preguntarle sobre su vida. Mi abuela solía asegurarse de que viera a Mase varias veces al año. No lo había visto desde que ella falleció. Nunca le dije a papá al respecto porque me preocupaba que le hiriera que Mase no lo contactara de esa manera.



—Bueno, me alegro de que estés en Rosemary, aunque me gustaría que tuvieras un mejor hospedaje. ¿Necesitas ayuda para encontrar algo por aquí? — preguntó, luego miró mi falda de tenis y la raqueta sobre mi brazo y sonrió—.Te diriges a las pistas de tenis. Sígueme. Necesito asegurarme de que no seas acosada por Nelton, nuestro profesor de tenis de mala calidad. Tenemos un profesional mucho más agradable, Adam. Eso es lo que tú necesitas.



Era bueno saberlo. Mantenerme alejada de Nelton. Se dio la vuelta y nos dirigimos hacia las puertas. Su cola de caballo se agitaba de un lado a otro mientras caminaba, pero rebotaba a su paso. A pesar de que no la conocía muy bien, me pareció extraño.



Nos dirigimos hacia la puerta y saludó a varias personas. La mayoría de ellos miembros. Era interesante que tuviera buenas relaciones con los miembros aunque trabajaba aquí. No estaba acostumbrada a este tipo de club de campo. Me gustó. Mucho.



—¿Así que juegas mucho tenis? —preguntó Bethy, mirando hacia mí.



—La casa de papá tienen una cancha. La uso para hacer ejercicio y sólo para tener algo que hacer. Me da tiempo para pensar.



—Y aquí la utilizaras para escapar de Nan. Buena idea —respondió Bethy.



Esta vez me hizo sonreír.



Un hombre alto, rubio y bronceado con unos oscuros ojos color canela con verde nos vio caminar hacia él y sus ojos comenzaron a viajar por mi cuerpo. No me gusto en absoluto. La gorra que llevaba puesta la colocó hacia atrás y estaba vestido con un traje de tenis totalmente blanco.



—No es para ti, Nelton. Se fiel a tus pumas. Estoy buscando a Adam —le dijo Bethy al hombre, y me encontré apegándome a ella mientras lo pasamos.



—¿Por qué no la dejas decidir a quién quiere? Tengo una hora libre para alguien —respondió.



—¡Qué asco! ew, desaparece —espetó Bethy, y siguió caminando.



Estaba muy agradecida con Bethy en ese momento.



—Lo siento. Nelton piensa que es el regalo de Dios para las mujeres. Si no fuera tan espeluznante seria atractivo, pero es solo. . . ugh. A las mujeres de más edad les encanta. Adam es nuevo. Woods, el dueño de Kerrington Club, contrató a Adam hace dos semanas, o tal vez debería decir Della, la prometida de Woods, contrató a Adam hace dos semanas. No era una fan de Nelton y quería otra opción aquí.



No conocía a Della, pero me gustó por esa sola razón.



—Adam —llamó Bethy, y me asomé hacia la cancha para ver a un hombre alto y musculoso girarse. Tenía el pelo rojo. Tal vez era más un rubio rojizo por estar mucho en el sol. Tenía una banda elástica blanca alrededor de su cabeza, y también llevaba el traje de tenis blanco que Nelton estaba usando. Me di cuenta de las palabras "Kerrington Club" bordadas en su camisa en pequeñas letras y "Tenis Pro" debajo de este.



Adam llegó corriendo hacia nosotros con una sonrisa en su rostro. Mientras se acercaba, sus claros ojos azules entraron en foco. Eran sorprendentes y muy pálidos. No era tan moreno como Nelson. Incluso tenía pecas en sus musculosos brazos. Era lo que mi abuela llamaba un pelirrojo.



—Hola, Bethy, ¿qué pasa? —preguntó, sonriéndole y mirando hacia mí con una sonrisa para luego volver a Bethy.



—Tengo un nuevo miembro. Ella es una amiga de Rush y, por desgracia, la media hermana de Nan. No se parece a ella. Igual como Rush no se parece a Nan. De todos modos, quiere jugar. Instálala y dale un itinerario; Va a necesitar un lugar para escapar mientras está viviendo con la perra malvada. De todos modos, Maite, este es Adam. Adam, te presento Maite.



Bethy realmente odiaba Nan.



—Encantado de conocerte, Maite —dijo, tendiéndome la mano. Puse la mía en la suya y se la estreché. Fue breve. Nada raro o incómodo. No me gustaba dar la mano o tocar a gente que acababa de conocer.



—Tengo un par de horas vacías en mi agenda que tengo que llenar. Nelton es el más pedido por los clientes habituales —nos informó Adam. Tenía los dientes perfectamente rectos y muy blancos. Tenía una cosa por los dientes bonitos.



—Está bien, entonces. Mi trabajo está hecho —dijo Bethy, luego se volvió hacia mí—. Estás a salvo con Adam. No un trepador. Disfruta de tu día.


—Gracias por tu ayuda —le contesté.



Bethy esbozó una sonrisa, pero de nuevo la tristeza en sus ojos estaba allí. — No hay problema. Blaire me ha contado maravillas de ti. Quería asegurarme de hacerme cargo de parte de ella.



Asentí y Bethy le regresó el saludo a Adam antes de regresar por dónde venimos.



—¿Por qué no revisamos mi horario aquí en la Mac y configuramos tus sesiones diarias? Es decir, si vas a venir todos los días.



—Sí. Voy a necesitar algo que hacer —Le aseguré. Era fácil estar cerca con Adam, y la idea de tener algo que desear o a alguien con quien hablar, incluso si se trataba de tenis, sonaba atractivo. Además, era él era guapo y su sonrisa hacia que sus ojos brillaran. Me gustaba eso. Me gustaba mucho.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:28 pm

6

William

Maite no contestaba mis llamadas, maldita sea. Al igual que antes. Me estaba dejando afuera. La expresión de su cara esta mañana había sido muy dolorosa. No contestaba mis llamadas y creía que había estado follan*do con Nan todo el tiempo. Esa era la razón, ¿no? Me derrumbé y comencé a dormir con Nan de nuevo cuando me di cuenta que Harlow no me dejaba entrar en su fortaleza de piedra. Había tratado de borrarla de mi mente. No había funcionado. Pero estaba intentando. La herida y traicionada mirada en sus ojos me comía vivo. ¿Qué es lo que pensaba de mí? ¿Cómo lo arruiné tanto?



Necesitaba hablarle.



Aceché el club y casi atropellé a Bethy. No la había visto mucho durante los últimos meses. Casi no salía y se mantenía ocupada con el trabajo.



—¿Maite está en las canchas de tenis? —pregunté, tratando de no echarme a correr en esa dirección.



Bethy asintió. —Sip. Escondiéndose de Nan durante el día. Lo lamento por la pobre chica. Pero no entenderías la aversión de nadie por Nan —respondió y puso los ojos en blanco antes de pasar a mí alrededor y salir por la puerta.



Quería defenderme pero estaba demasiado centrado en encontrar a Maite.



Cuando me acerqué a la acera de ladrillo de la pista, noté a Nelton con la madre de Thad. Estaba bastante seguro que la mamá de Thad no era una de las groupies de Nelton. Era una mujer agradable. No podía imaginarla durmiendo con alguien además de su marido. Además, ella no haría nada para defraudar a Thad. El chico era un caso perdido, pero era afortunado como el infierno.



Pasé por delante de ellos y mi mirada se deslizó inmediatamente a Maite. Tenía un apretado, determinado ceño fruncido en su rostro mientras golpeaba cada pelota que Adam le enviaba. También parecía un jodido sueño con esa falda.



—Eso es, chica —gritó Adam en apreciación. No me gustaba su tono de voz. Parecía muy feliz por ella. Demasiado... interesado.



—Vamos a subir la dificultad. ¿Crees que puedes manejarlo? —preguntó.



—Adelante. —Se detuvo cuando sus ojos me encontraron. Pude ver la serie de emociones en ellos antes de que los cerrara y volviera sus ojos de nuevo hacia Adam—. Dame un minuto.



Adam se había dado vuelta y miraba en mi dirección. Podía sentir su mirada en mí, pero yo no apartaba mis ojos de ella en caso de que se escapara.



Tomó la toalla y se secó el sudor de la cara y el cuello luego, tomó su botella de agua y bebió un largo trago. Esperé pacientemente, disfrutando de la manera en que se movía. Nunca había visto a alguien tan sereno como Maite. Tenía una forma elegante, pulida al hacer las cosas. Incluso cuando estaba aquí sudorosa, me recordó a una especie de realeza.



Sus hombros se levantaron y cayeron mientras tomaba una respiración profunda, luego volvió a caminar hacia mí. Había un brillo determinado en sus ojos. No hizo nada para disuadirme. En todo caso, quería agarrarla y besarla hasta que ambos olvidamos los últimos dos meses.



—¿Qué necesitas? —preguntó, manteniendo un buen pie de distancia entre nosotros. Ya estaba acostumbrado al frío tono sexy-como-el-infierno en su voz. Había estado en Maite antes de que hubiera traído su comida china y la convencí de confiar en mí.



—Tenemos que hablar. Hay mucho que tengo que explicar —dije.



Maite arqueó una ceja. —No soy sorda o ciega. No hay necesidad de explicar. Entiendo completamente.



Maldita sea. —Maite, ayer por la noche no es lo que piensas. No hablas conmigo. Llamé y me contestaste. ¿Qué se supone que debía hacer? Yo... Demonios, he estado tratando de olvidarte. Olvidarnos. Porque eso es lo que me estabas obligando a hacer. Y anoche estaba tan jodidamente destrozado que no sabía ni mi nombre.



Maite enderezó los hombros, y me miró mientras una lenta y furiosa rabia iluminó sus grandes y desgarradores ojos. No se veía prometedor. —No soy una idio*ta. Sé que nunca me has llamado excepto esa vez, y luego estabas demasiado borracho para saber tu propio nombre. No seas condescendiente conmigo para sentirte mejor. Soy una chica grande, y gracias a ti no soy tan ingenua como antes. He aprendido algunas duras lecciones. —Tragó saliva y negó—. No. No tenemos nada de qué hablar, William. El tiempo de hablar ha terminado. Por favor, vete con Nan. Disfruta todo lo que quieras. No soy tu preocupación, ni jamás lo seré. —Se dio vuelta y empezó a caminar de regreso a la cancha.



Extendí la mano y agarré su brazo para detenerla. Tenía que decir algo. Tenía que conseguir que ella me escuchara. Todo este tiempo reflexioné que Kiro le había dicho a ella que estaba durmiendo con Nan. No estaba seguro dónde consiguió Kiro la información o si sólo lo asumió, pero por lo que Dean dijo, esa era la razón por la que Maite ignoraba mis llamadas.



—¿Si no sabías sobre Nan y yo antes, entonces por qué has estado evitando mis llamadas?



Maite se detuvo y no trató de tirar de su brazo de mi alcance. Se quedó allí, muy tranquila. Las mujeres que conocía no hacían frente a sus emociones así. Eran fuertes. Gritabas, chillaban y lanzaban mier*da. Maite estaba carente de emociones.



—Llamaste una vez. Estabas borracho. Nunca llamaste de nuevo. Ahora, por favor, suelta mi brazo. Tengo cuarenta minutos para terminar con Adam y me gustaría utilizar mi tiempo de manera adecuada.



—Maldita sea, te llamé. ¡Un millón de veces! No respondiste. Llamé a tu casa y fui amenazado por tu padre. Incluso Dean me amenazó. Pensé que eso era lo que querías. Necesito explicarte.



Se dio vuelta y el fuego detrás de sus ojos me sobresaltó. —No, William no lo necesitas. Soy una chica muy inteligente y sabría si perdí una llamada. No llamaste. —Sacudió su brazo y se dirigió hacia su lado de la cancha.



Esta no era la manera en que había imaginado esto. Y no tenía ni una pu*ta idea de cómo hacer que ella me escuchara. Era tan cuidadosa para protegerse. Las paredes se habían levantado entre nosotros y sentía como si estuvieran hechas de acero.


—Si eso es todo, Sr. Carter, tenemos que continuar con nuestra sesión —dijo Adam en tono serio.



No quería hacer esto aquí, de todos modos. No con una audiencia. En lugar de contestar, sólo me alejé. No sabía qué otra cosa hacer. Necesitaba reagruparme y planear qué hacer a continuación. También necesitaba un consejo. Al diablo esperar a Rush. Iba a ver a Blaire.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:30 pm

7

Maite

Adam actuaba como si nada hubiera pasado. Incluso después de que yo empezara a perder cada bola que enviaba en mi dirección. No podía concentrarme. Las palabras de William se reproducían una y otra vez en mi cabeza. Estaba tan determinado en hacerme creer que me había llamado. Aún no había pensado en el hecho de que su comentario acerca de dormir con Nan era como clavar una daga a través de mi pecho. Solo dejé de tratar. Adam dejó de golpear y nos quedamos de pie ahí, mirándonos el uno al otro.



—Lo lamento. No creo que sea capaz de terminar hoy —le dije. Él no necesitaba mayor explicación, sabía que nos había escuchado. No estábamos susurrando exactamente.



—Estoy libre por otra hora y veinte minutos. ¿Quieres tomar una taza de café? —preguntó, sorprendiéndome.



No estaba segura de si eso era lo que quería. En realidad, no tenía un montón de amigos. Mis libros eran mis amigos.



—No te preguntaré sobre lo que pasó si no quieres que lo haga. Solo pensé que café sonaba bien, y me gustaría algo de compañía —dijo cuándo no respondí.



Necesitaba hacer esto. Era momento de conseguir una vida. Papá me había enviado aquí y me hizo imposible esconderme en mi habitación. Quedarme en casa significaba estar cerca de Nan.



—Eso me gustaría —respondí.



Adam se veía aliviado cuando me sonrió. —Bien. Pensé que tendría que rogar.



No estaba segura de qué quería decir eso o si solo bromeaba conmigo. Esperé mientras usaba su toalla para secarse una pequeña cantidad de sudor por el ejercicio y tomaba un largo trago de agua.



Cuando se giró hacia mí, decidí que me gustaba Adam. Era atractivo y era genial.‖Y‖no‖había‖dormido‖con‖Nan…‖o‖al‖menos‖eso‖pensaba.



—Antes de ir por café juntos, ¿tienes algún tipo de relación con Nan? — pregunté. Sabía que esto era ridículo, pero me estaba protegiendo. Si la había tenido, entonces era mejor que no pasara nada de tiempo con él en esta cancha.



Adam se rió. Supongo que sonaba como una niña preguntando algo como eso. Pero no me importaba.



—No. Nan es la clase de chica de la que mantengo mi distancia. Además, está por ahí con August Schweep. Él es el nuevo instructor de golf del club.



Increíble. William estaba durmiendo con ella mientras ella dormía con el instructor de golf. Ew. Solo ew.



—Él no es la única persona con la que anda por ahí.



Las cejas de Adam se levantaron. —Como dije. No es mi tipo.



Sí, podíamos ser amigos.



—Bien. No es que el café signifique algo. Solo prefiero no desperdiciar mi tiempo con personas que tengan alguna relación con Nan.



—¿Tanto la odias? —preguntó.



Sacudí la cabeza. —No. Es solo una enorme bandera roja de que la persona carece de algo.



—¿En serio? ¿Y qué sería eso?



—Integridad —respondí antes de cerrar la boca. No debería haber dicho eso.



Sin embargo, Adam, estalló en carcajadas de nuevo.

***

Caminamos hacia una pequeña área de café dentro del largo pórtico cubierto. Mis ojos encontraron de inmediato a Rush de pie ante lo que parecía la entrada de un largo comedor o un restaurante. Miró entre Adam y yo y elevó sus cejas levemente, luego asintió a modo de saludo antes de volver su atención a un tipo que reconocí de la boda.



—¿Está bien si tomamos café aquí? El comedor está lleno a esta hora del día. ¿O más bien quisieras entrar y conseguir algo de comer?



Era la hora del almuerzo, pero la idea de caminar allí dentro mientras se encontraba lleno de gente no sonaba atractiva.



—¿Podemos conseguir un sándwich aquí? —pregunté.



—Claro que sí. —Sacó una silla para mí—. Toma asiento y yo traeré el menú. Normalmente no lo traen hasta aquí.



Empecé a decirle que no se preocupara, que con el café estaba bien, pero él ya se dirigía hacia la puerta. No miré para saber si Rush le decía algo. Mantuve mi atención enfocada en la ventana con vista a las canchas de tenis. Dejarme pensar demasiado profundamente sobre esto me ponía nerviosa. No había razón para estar nerviosa. Adam era un buen chico. Jugaba tenis. Ya teníamos algo en común.



—Me gusta Adam. —La voz de Rush me sorprendió, y me di la vuelta para ver que se acercaba a mi mesa.



—A mí también —respondí, preguntándome si sabía mucho de William y yo o nada en absoluto.



—¿Nan te está tratando bien?



Estaría preocupado por eso. Rush sabía más que nadie cuán malas eran las cosas entre nosotras.



—Todavía no la he visto. La estoy evitando.



Rush sonrió. —No es mala idea.



—¿Cómo están Blaire y Nate? —pregunté.


Un brillo tocó su cara y su pequeña sonrisa se transformó en una enorme. De la clase genuina que sabías que era profunda.



—Están perfectos.



Nunca fue un hombre de muchas palabras. —Me gustaría ir a verlos.



—A Blaire le gustaría eso. Tan pronto como le diga que estás aquí, va a estar cazándote.



Eso me hizo sonreír. Realmente me gustaba Blaire. Ella era la clase de persona por la cual no podías evitar sentirte atraída.



—Bien. Estoy deseando que me encuentre.



Rush levantó la mirada y luego regresó a mí. —Te dejaré disfrutar de tu almuerzo. No dejes que Nan tome el control. Endurece tu espalda.



No dijo nada más, solo se alejó. Me giré para ver a Adam caminando de regreso al salón. Él y Rush se saludaron de paso. Adam dejó el menú frente a mí antes de sentarse al otro lado de la mesa y mirar de regreso a la puerta.



Cuando se volvió hacia mí de nuevo se veía como si estuviera pensando acerca de algo. Decidí esperar y dejarlo reunir el valor para preguntarme. Abriendo mi menú, estudié la selección de ensaladas y sándwiches.



—Así que eres amiga de Rush pero no de William. ¿No son cercanos o hermanos o algo?



Ah. Finalmente iba a preguntar sobre la escena que William y yo habíamos causado temprano. No estaba lista para darle los detalles. Nos acabábamos de conocer, y lo que pasó con William era demasiado personal.



—Rush es un amigo. Lo ha sido desde que éramos niños. William es alguien que conocí hace un par de meses y en el que cometí el error de confiar. Eso es todo.



Adam asintió y volvió su atención al menú. Iba a estar satisfecho con esa explicación. Bien. No iba a decirle nada más.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:35 pm

8

William

Había empezado a irme hacia mi camioneta cuando noté el Range Rover de Rush. Estaba aquí. Me di la vuelta y me dirigí hacia el interior, mientras lo llamaba para saber exactamente dónde estaba.



—Si —dijo Rush.



—Veo tu camioneta. ¿En dónde estás?



—Adentro. ¿Estás afuera?



—Sí.



—Espera allí. Voy a ir fuera.



Luego colgó. ¿Qué demonios? Había estado en el comedor. Podía oír los sonidos familiares en el fondo. ¿Por qué va a salir para venir a verme? A menos…‖ Maite estaba allí. ¿Qué creía que yo iba a hacer? ¿Hacer una escena? Caray, ya lo había hecho en la cancha de tenis. Necesitaba un plan de juego. No otro choque de trenes.



Esperé por él. Estuvo allí rápidamente. Rush salió por la puerta y me miró con una mirada de preocupación en su rostro.



—¿Te golpeo aquí? —preguntó, como si no fuera nada sospechoso.



Me decidí a aliviar su mente. —Sé que Maite está en la ciudad. Sé que ella est{‖viviendo‖con‖Nan‖y‖ya‖hemos‖tenido‖nuestro‖primer‖encuentro…‖y‖segundo, en realidad.



Rush dejó escapar un suspiro de alivio. —Bien. Después de tu última diatriba borracho-imbé*cil me preocupaba que esto fuera a ser un problema.



—Mi único problema es que ella no va a dejar que me explique. Me odia. Necesito un consejo, hombre. La cagué. Es por eso que quería hablar contigo. Pero creo…‖Creo‖que‖puede‖que‖tenga‖que‖hablar‖con‖Blaire.



Las cejas de Rush se juntaron. —¿Cómo la ca*gas? Kiro la alejaba de ti. Eso fue todo. Maite es una chica dulce. No me puedo imaginarla odiando a alguien.



—Hay mucho más que eso —le dije, pasándome la mano por el pelo. No quiero decirle a Rush que he estado durmiendo con Nan de nuevo. Ella era su hermana, y aunque era egoísta y mala como una serpiente, la amaba. Yo no estaba seguro de cómo iba a reaccionar para conmigo usándola.



—¿Qué más hay?



Pensé en eso. Deseaba que sólo me dejara hablar con Blair. No necesitaba ayuda de él.



—Dime que no has jodido con Nan —dijo con un suspiro de exasperación.



Él sabía. Siempre descubría todo. —Sí, algo.



Rush negó con la cabeza y dejó escapar una risa dura. —Estás jodido. Dije que Maite no odia a la gente, pero Nan está tan cerca de ser la primera. Tienes que dejar la cosa de Maite ir y seguir adelante. No hay manera de que puedas solucionar esa mier*da.



Quería que ella entendiera. Quería su perdón, y quería que supiera que aprecié lo que ella me había dado. Nadie ni nada volvería a ser tan especial para mí otra vez. Nunca lo olvidaré. Tal vez esto era lo mejor para los dos, si eso era todo lo que ella estaba dispuesta a hacer. Esa noche, cuando estuve dentro de ella, me demostró algo mucho más profundo de lo que nunca imaginé. Me asustó.



Amar a alguien de la manera que Rush amaba a Blaire... eso era intenso. Te controlaba y tenía el poder para destruirte. Yo había visto tanta angustia y dolor en mi vida. Mi padre había estado enamorado más de una vez, y cada vez había terminado con dolor, no sólo para él sino para mí. Amor por siempre, no era algo que yo creía. Maite era peligrosa para mí. Ella fue la primera persona con la cual me permití imaginar con un para siempre. ¿Y si ella dejaba de amarme un día? ¿Qué pasa si la pierdo? Vi la mirada vacía en los ojos de Bethy. El dolor en su interior. Tenía que despertar cada día y vivir con ello.



—Sólo quiero que me escuche. No quiero nada más. Quiero que sepa…‖ que... que ella era especial. Esa noche fue especial. Eso es todo. Nada más. No estoy pidiendo una segunda oportunidad. No puedo hacer eso. Sólo quiero su perdón. Y no puedo vivir conmigo mismo si cree que tomé su inocencia como un juego. Nunca fue un juego.



Rush se quedó ahí mirándome como si estuviera hablando en otro idioma. Estaba divagando. No tenía sentido. Por lo menos no para él. Necesitaba hablar con Blaire, maldita sea.


—¿Lo único que quieres es que ella sepa que si la follaste significó algo? ¿Es eso lo que estoy entendiendo? ¿No quieres nada más?



Me estremecí ante su descripción, pero asentí.



—¿Puedo preguntar por qué?



La imagen de Bethy doblada en lamentos mientras bajaban el cuerpo de Jace en la tierra estaba grabada en mi cerebro. —No puedo amar a alguien tanto como tú amas a Blaire.



Rush ladeó una de sus cejas. —¿Por qué es eso?



—Porque me asusta. No voy a ser tan vulnerable. Yo no quiero serlo.



Rush no parecía entenderlo, pero finalmente asintió hacia su Rover.


—Me dirijo a casa. Si quieres un consejo de Blaire entonces encuéntrame allí y puedes decirle esta mier*da loca. Pero ella no estará de tu parte. Te lo advierto ahora.



No esperaba que lo hiciera. —Lo sé.



—Cuando le cuentes que te acostaste con Nan después de tomar la virginidad de Maite entonces yo me agacho, porque el arma va a salir, y esta vez estoy muy muy seguro de que va a apretar el gatillo —dijo con una sonrisa divertida antes de caminar hacia su camioneta, sin mirar hacia atrás hacía mí.



Estaba en lo cierto. Blaire iba a patear mi cu*lo. Pero una vez que lo supere me ayudaría, aunque sólo sea porque ella entendería que Maite se merece estar conmigo.

***

Treinta minutos más tarde, Blaire estaba mirándome. Su rostro pasó de horror a completamente cabreada. Nate, por suerte, se había trepado en su regazo, de lo contrario yo estaba bastante seguro de que me hubiera lanzando un golpe hacia mí.



—¿Quiere que lo agarre, nena? —preguntó Rush, entrando en la sala de estar.



—No. Déjalo en sus brazos. Estoy seguro de esa manera —le contesté.



Rush rio entre dientes y se acercó para sentarse a su lado. Nate se fue hacia Rush con una sonrisa feliz y vi a mi mejor amigo agresivo convertirse en un sensiblero completo cuando Nate puso un sonoro beso en el rostro‖de‖Rush.‖Sí…‖ esa clase de amor. Yo no podría hacer eso. ¿Qué pasa si algo le sucediera a Nate? ¿Cómo podría Rush despertar cada mañana?



—Yo no soy como Rush. No puedo hacer esto. Esta... vida. No puedo amar a alguien tan completamente que ellos tengan mi corazón sus manos. No soy tan fuerte. He tenido malas experiencias con ese tipo de confianza. Pero me importó lo ocurrido con Maite. Dejé que llegara muy lejos con ella. La dejé entrar lo suficiente para que me importe que la he lastimado. No quiero que este herida. Ayúdame, por favor.



La furiosa mirada de Blaire se suavizó un poco, y se inclinó hacia adelante, sin apartar la vista de mí.



—¿Por qué?Dime por qué, William. ¿Qué pasa con lo que tengo con Rush que tú no puedes tener?



Yo no iba a desenterrar mi pasado y hablar de mi infancia como si eso fuera una buena excusa. Y ninguno de nosotros quería sacar a Jace. Eso todavía era demasiado fresco. —No estoy listo para eso. Eventualmente lastimaré a Maite, y no puedo hacer eso. Sólo quiero que escuche mi explicación y que seamos amigos. Ella es dulce y especial y no puedo soportar la idea que piense que la usé. — Amigos. Esa palabra sonó plana. Si Maite me perdonaba, ¿podría vivir con sólo ser amigos? ¿Cómo se suponía que la mirara y no recordara lo bien que se sintió en mis brazos? ¿Me pedía algo imposible? No quería dejar Rosemary. Infierno, no podía dejar Rosemary. Alguien tenía que asegurarse de que Maite sobreviviera con Nan.



Blaire metió un mechón de su largo pelo platinado detrás de su oreja y me atravesó con su mirada fija. —No la quieres, pero quieres que ella sepa que lo que ustedes tuvieron fue especial para ti. Puedo entenderlo. Es típico de ti. No te gusta lastimar a la gente.



—¿Me puedes decir qué hacer? Ella me odia ahora mismo.



Nate se acercó y tiró de los cabellos de Blaire y se rio alegremente.



—No jales el pelo de mamá. Hemos pasado por esto, amigo —dijo Rush, salvando a Blaire de otro fuerte tirón.



Blaire agradeció a Rush y presionó un beso en la cabeza de Nate, luego se volvió hacia mí.



—Déjame hablar con ella. Luego te haré saber cuándo puedes hablar con ella. Hasta entonces, mantente fuera de la cama de Nan, sobre todo ahora que Maite está viviendo allí.



—No voy a ir de nuevo allá. Voy a dejar el whisky, también.



—Bien, estoy cansado de recoger tu pobre cu*lo de la barra —dijo Rush.



—Lenguaje. —Blaire le recordó a Rush.



—Lo siento —respondió rápidamente.



Blaire suspiró. —La primera palabra de Nate va a ser una de siete letras, simplemente lo sé.



—Cu*lo sólo tiene cuatro letras —le respondí.



—La pistola, hombre. Recuerda la pistola. Mi mujer viene armada —advirtió Rush.



Blaire se puso de pie y dejó escapar un gruñido de frustración. —Ustedes dos. Lo juro —dijo ella, tratando de alcanzar Nate—. Tengo que ir a alimentar a este chico y después es su siesta. Te llamaré,William.



La vi caminar fuera de la habitación.



—Ojos lejos del cu*lo de mi esposa —advirtió Rush.



Era la primera vez que había sentido ganas de reír durante todo el día.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:37 pm

9

Maite

El almuerzo no fue tan doloroso.



Pero no estaba segura de querer volver a repetirlo pronto. Ahora mismo no me encontraba lista para confiar en alguien. Esto era temporal, aunque sonaba muy atractivo tener un amigo, no creía que Adam quisiera solo una amistad. Eventualmente querría más.



Me marché del club y me dirigí a mi auto. No me sentía de humor para jugar golf. Solo quería leer y escapar de este desastre donde mi papá me dejo. Necesitaba salir de Rosemary y encontrar algún parque público donde pudiera sentarme bajo un árbol y leer. Tenía dos libros nuevos en mi lector electrónico. No podía esperar leerlos.



Entonces lo vi. Oscuro y largo cabello con rizos desordenados recogidos en una coleta. Sombrero vaquero colocado sobre su cabeza. La camisa de cuadros azules tiraba contra sus anchos hombros y su espalda mientras se apoyaba en mi auto con los brazos cruzados sobre su pecho. La emoción brotó dentro de mí, incluso mientras me preguntaba porque él estaba aquí. Comencé a correr.



El sonido de mis pasos llamó su atención y se volvió hacia mí. Una lenta y suave sonrisa se extendió por su hermoso rostro. Veía tantas cosas de nuestro padre en él. A menudo me preguntaba si así sería como mi padre se vería si no hubiera permitido que el sexo, drogas y rock and roll controlaran su vida. Mase era saludable y fuerte.



Eché mis brazos alrededor de él mientras abría los suyos. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, aferrándome a él con fuerza. Las lágrimas escocían mis ojos. No me di cuenta de cuan sola me sentía hasta este momento. El solo tener a Mase aquí. Alguien que me ama. Era un alivio.



—Escuché que nuestro querido viejo te lanzó hacia los lobos y quería asegurarme de que te encontrabas bien —dijo arrastrando su acento sureño del modo en que siempre me hacía sonreír.



No podía responder en ese momento. Si veía la emoción en mis ojos o lo notara en mi voz me haría empacar y me llevaría a Texas. Tragué el nudo en la garganta.



—No es tan malo. Hoy tuve un buen día.



Mase gruñó y se echó hacia atrás para verme. —Por lo que papá me dijo, es una completa perra. Luego escuché que te envió a vivir con ella. Todo me resulta un poco difícil de digerir.



—Me odia. También te va a odiar, solo porque puede. Pero Rush y su esposa, Blaire, están aquí. Ella te agradará. Es muy amble. No estoy completamente sola.



Mase frunció el ceño y el hoyuelo de su mejilla izquierda desapareció. — ¿Rush se casó? Maldición, me estoy quedando atrás en esta jodida familia.



—Sí.También tiene un bebé.‖Es‖adorable,‖igual‖que‖Rush…‖Rush‖y‖Blaire‖ son impresionantes.



—Bueno, estoy anonadado. El rompecorazones se casó. No lo he visto desde hace una eternidad, pero no esperaba esto.



—La gente cambia. Rush ha cambiado.



Mase asintió. —Sí, la gente cambia.



Leer ya no me sonaba tan atractivo. Quería pasar tiempo con Mase. — ¿Cuánto tiempo te quedarás aquí?



Masé arqueó una ceja y se frotó su barbilla sin afeitar. —Hermanita, tanto tiempo como tú me necesites.



Lo necesité por nueve meses, pero no iba a decirle eso.



—¿Dónde te estás quedando?



Mase dejó escapar una risita. —Voy a quedarme en esa enorme y linda casa que mi padre compró.



Mi mandíbula cayó. —Pero‖Nan‖no‖va…‖—Mi voz se desvaneció.



Mase me guiñó un ojo y se inclinó hacia mí. —Llamé a Kiro. Sabe que estoy aquí. Y dijo que si la perra me daba problemas lo llamara. Él la controlaría — Sonrió—. No es que necesite que la controle. Voy a llevar mis cosas allí y escogeré mi habitación. No hay ninguna jodida cosa que ella pueda hacer para detenerme.



Pensé en la reacción que ella tendría y supe que esto no sería bueno. —Va a volverse loca. Está loca.



Mase colocó su brazo sobre mis hombros. —Bien. Necesito algo de entretenimiento. Ahora, porque no me muestras cómo llegar a esa casa y me ayudas a instalarme. Luego vayamos a encontrar un bar decente para beber unas cervezas y jugar billar. Uno donde no se necesite jodidas camisas polo y autos de lujo. —Miró alrededor del estacionamiento con expresión de disgusto.



Podría ser el único hijo del rockero más famoso del mundo, pero era un vaquero. Su gran camión Dodge tenía barro en los neumáticos y botas de trabajo sucias en la parte de atrás. No pretendía aparentarlo.



—Bien. ¿Voy en mi auto y tú me sigues?



—Sí. Necesitamos llevar tu auto a casa antes de que salgamos esta noche.


Abrí mi puerta y miré hacia atrás para verlo caminar hacia su camión y subir.


Mi hermano se encontraba aquí. Iba a mudarse con nosotros. Los tres hijos de Kiro viviendo en una misma casa. Esto iba a ser… un desastre.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:40 pm

10

William

—¡Necesito que vengas aquí ahora! ¡Ahora mismo, maldita sea! —gritó Nan en el teléfono.

Lo mantuve lejos de mi cabeza para evitar que reventara mis tímpanos.


—Deja de gritarme en el maldito oído —ladré.


—¡Él no se irá! Necesito ayuda. No puedo mantener a mi lamentable padre al teléfono. Te necesito. Por favor. ¡Ayúdame!



—¿Quién?



—¡Solo ven aquí! —chilló y colgó el teléfono.



Mier*da.‖ No‖ quería‖ estar‖ para‖ nada‖ cerca‖ de‖ Nan.‖ Pero‖ Maite…‖ si‖ “él”‖ molestaba así a Nan, ¿podría esa persona lastimar a Maite? ¿Nan había traído a casa alguien que no conocía? ¿Era peligroso? ¡Mier*da! Corrí a tomar mis llaves de la camioneta y me dirigí afuera. Iría para allá, pero esto no era por Nan. Hacía esto por Maite.

***

Una camioneta Dodge negra con una cabina extendida, que lucía como si hubiera sido hecha de barro, se hallaba estacionada al lado del auto de Maite. ¿A quién rayos trajo Nan a casa esta vez? La idea de Harlow estando en peligro hizo que el enojo dentro de mí comenzara a hervir. Maldita sea, Nan no era lo bastante segura para Maite. Necesitaba un lugar seguro para vivir, y Nan tomó decisiones estúpidas como esta camioneta Dodge.


Subí las escaleras y abrí la puerta sin tocar. Los altos gritos de Nan eran fáciles de seguir, caminé hacia arriba a la primera habitación en el segundo piso.



—¡NO, te vas a ir de mi maldita casa! ¡Empaca sus malditas bolsas y vete ahora! Esto no es el acuerdo que tenía con Kiro. —Nan tenía la cara roja cuando entré a la habitación. Sus ojos salvajes encontraron los míos y arremetió contra mí, envolviendo sus brazos a mí alrededor—. Viniste. Gracias, gracias. Necesito tu ayuda



Mis ojos encontraron los de Maite. Eran grandes y mezclados de emociones. La única que me importaba era la herida. Quité los brazos de Nan de mi cuerpo y la alejé de mí sin quitar la mirada de Maite. No quería que pensara que me encontraba allí por Nan.



—¿Llamaste a tu novio? Eso es malditamente divertido. —El acento profundo atrapó mi atención. Moví mi mirada al chico al lado de Maite. Su tono sonaba relajado, pero la manera en que se encontraba de pie ligeramente frente a Maite y su postura rígida me dijeron que se sentía como si la protegiera.



—¿Quién eres?—pregunté, caminado para pasar a Nan y más cerca de Harlow. No sé a quién intentaba proteger este chico, pero maldita sea si lo iba a dejar llegar más cerca de Maite.



—¡Piensa que se va a mudar a esta habitación! Dile que no —demandó Nan.



¿Pensaba qué?



Miré a Maite dar un paso hacia él y envolver su pequeña mano alrededor del bíceps del chico. No me gustó eso. Para nada. Miré su mano en su brazo y luego moví mi mirada a la de ella. ¿Él era suyo? ¿Ella había seguido adelante? — ¿Quién es él, Maite? —pregunté. Necesitaba escucharla diciéndomelo.



Maite levantó la mirada al chico, luego otra vez a mí. Podía ver la indecisión en su rostro. No confiaba en mí. Jodidamente odiaba eso. Había trabajado duro para lograr que confiara en mí. Ahora se sostenía de este chico como si fuera parte del maldito calvario.



—¿No puedo creer esto? ¿Vienes aquí y le preguntas a ella quién es él? ¿Qué rayos está mal contigo? Está en mi casa y lo quiero fuera. Ahora. —Nan agarró mi brazo y lo jaló, intentando tener mi atención. Sólo la ignoré. Me mantuve enfocado en Maite.



—William, este es mi hermano, Mase Colt-Manning. Mase, este es William Carter. El mejor amigo de Rush y novio de Nan.



Todo‖lo‖que‖escuche‖fue‖“mi‖hermano”‖y‖mi‖cuerpo‖entero‖se‖relajó.‖Era‖su‖ hermano. El estrechamiento en mi pecho se había ido y pude respirar de nuevo. Nada más de lo que dijo importaba. Mase Colt-Manning. El único hijo de Kiro Manning. Me pregunté si había suspirado de alivio muy fuerte.



Mase dio un paso hacia mí y estiró su mano. —Mucho gusto —dijo con su acento de Texas.



Agité su mano. Su agarre era más una advertencia que un saludo. —Igual — respondí. La amenaza silenciosa no pasó desapercibida. Había notado mi atención hacia Maite. El mensaje que tenía en esta habitación era incorrecto, y quería malditamente corregirlo, pero no por su bien. Por el de Maite.



—¿En serio, maldita sea? ¿Estás estrechando su mano? ¡Se está mudando a mi casa! ¡Sin ser invitado! —chilló Nan.



Me hice hacia atrás y miré a Nan por primera vez desde que entré en la habitación. —Es la casa de Kiro, Nan. Si quiere traer a uno de sus hijos aquí, puede. No veo cómo puedes detenerlo.



La cara de Nan fue de roja a rojo brillante mientras estrelló su pie en el piso y dejó salir un ruido que sonó como una chica de cinco años haciendo una rabieta.



—No es que me importe, pero ¿cómo aguantas eso? —preguntó Mase.



—No lo hago. No es mi novia. Maite ha malentendido algunas cosas que no me deja aclarar —respondí, mirándola. Bajó la cabeza y miró sus pies.



—Ya veo —respondió Mase, y tenía la idea de lo que vio. Mucho más que Maite. Era un chico y estaba por toda mi cara. Solo quería que me perdonara, y no tenía nada con Nan. Ya no.



—Vete —demandó Nan, señalando la puerta. El brillo de enojo en sus ojos fue directamente hacia mí—. Ahora. Sal de mi maldita casa. Eres alguien a quien puedo botar. Así que sólo vete. No debí haberte llamado.



—Te diría que te quedaras pero Maite y yo teníamos planes. Estoy seguro que nos veremos por ahí —dijo Mase—. Ahora puedes irte de mi habitación, Nan.



El ceño furioso en su rostro mientras se giraba y salía de la habitación casi me hizo reír. Mase no iba a dejarla irse sin nada. ¿Eso era por lo que se encontraba aquí? ¿Estaba aquí por Maite? La forma en que tuvo su cuerpo ligeramente frente a ella como si estuviera listo para golpear a cualquiera que se acercara demasiado me dijo que era exactamente por qué se encontraba aquí.



—Gracias —respondí antes de girarme para irme.



—De nada, pero ¿por qué me agradeces? —preguntó.


Miré atrás pero no lo vi. Mis ojos se dirigieron a Maite. —Por venir a protegerla. Puedo dormir tranquilo de saber que te tiene. —No esperé a que respondiera nada. Sólo me alejé.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:42 pm

11

Maite

No podía mirar a Mase. Sin embargo, sus ojos se posaban en mí. Podía sentir su curiosidad. Llenaba la habitación. ¿De qué había ido eso? William entró abruptamente a la habitación como si estuviera listo para salvar a Nan. Luego, básicamente, se la quitaba de encima. Casi sentí lástima por ella. La tenía gritando por su orgasmo la noche anterior pero hoy ni siquiera quería tocarla.



—Explica esta mier*da, por favor, porque, hermanita, estoy seriamente tratando de entender todo esto —dijo Mase mientras se sentaba en la cama extra grande detrás de él.



—No sé lo que quieres decir —dije, todavía sin mirarlo.



Mase se rio entre dientes. —Por supuesto que lo sabes. Dilo. O se lo preguntaré a él.



No. No podía dejarlo hablar con William. Ni siquiera podía asegurar lo que creía saber. —No lo sé exactamente. William y Nan duermen juntos, pero parece ser todo lo que hacen. Estuvo aquí ayer por la noche.



—¿Él duerme con ella? ¿En serio? ¿Contigo en la casa?



Me encogí de hombros. —Él no sabía que yo estaba aquí ayer por la noche.



Mase no respondió de inmediato. No tenía idea de lo que pensaba, pero por primera vez desde que había llegado, quería estar a solas unos minutos.



—Tú sabes que le gustas, ¿verdad? —dijo Mase, finalmente.



Negué con la cabeza. —No, no le gusto.‖Él‖quiere‖que‖yo‖lo‖perdone‖por…— Me detuve. No podía decirle la verdad a Mase. Era muy probable que Mase fuera después por una de las grandes armas que utilizaba para la caza.



—¿Por qué? —preguntó Mase, permaneciendo de pie, su cuerpo se tensó. Mier*da. Tenía que arreglar esto.



—Él y yo nos hicimos amigos hace un par de meses. Me empezó a gustar. Nos besamos. Entonces su amigo se ahogó y regresó aquí. Él no me llamó de nuevo. Pensé que sólo pasaba el duelo por su amigo y necesitaba tiempo. Luego me enteré de que estaba durmiendo con Nan.



Mase hizo un gruñido infeliz y cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Eso es todo lo que hizo? ¿Besarte? ¿Te hizo alguna promesa?



Negué con la cabeza, porque mentirle a Mase era la única manera de que pudiera dejar vivo a William.



—Si te hace sentir mejor, parece que le sigues interesando. Él no quiere a Nan. Mi conjetura es que él te quiere y sabe que está jodido. Mi consejo es permanecer jodidamente lejos de él. Chicos débiles no son los que valen la pena para quedarse. Cuando un hombre recibe la atención de alguien como tú, se supone que tiene que entender su suerte. No tirarla a la basura. Él no lo entiende. Encuentra un hombre que entienda cuanto vales.



Sonreí y finalmente lo miré. —¿Es ese un consejo de hermano mayor? —le pregunté.



—El mejor. Estoy lleno de ellos. Ahora ve, ponte tus vaqueros y las botas vaqueras que te envié en Navidad. Vamos a pasar el rato con gente normal — respondió con un guiño.



Me acerqué y lo abracé. —Gracias —le susurré.



—No me agradezcas por cuidar de ti.

***

El bar que Mase encontró se encontraba a unos buenos veinte minutos a las afueras de Rosemary. Las luces de neón brillantes en las ventanas y varios camiones en el aparcamiento daban todo el incentivo que Mase necesitaba para entrar.



—El barro en los neumáticos significa que hay buena cerveza aquí — explicó, abriendo la puerta. Rodé los ojos y abrí la puerta para saltar de la camioneta.



Caminamos hacia la puerta y Mase se detuvo, luego me miró. —Intenta no lucir atractiva. Sólo quiero jugar al billar y tomar una cerveza. Pasar algún tiempo con mi hermanita, no patear a un estú*pido por flirtear contigo.



Me eché a reír, y luego asentí. ¿Qué pensaba que iba a hacer? Ir allí y batir mis pestañas a todo aquel que me mirara.



Abrió la puerta del bar y entró. El olor del humo del cigarrillo llenó el aire. Este era un olor familiar para mí. Mase respiró hondo y me sonrió. —Puedo oler la cerveza desde aquí. Es buena —dijo con una sonrisa tonta antes de dirigirse al bar. Lo seguí rápidamente. Eché un vistazo alrededor de la enorme sala mientras Mase nos ordenaba una cerveza. No señalé que era menor de edad. Solo dejé que lo hiciera.



Las mesas de billar se encontraban llenas y busqué una cabina vacía. Traté de no hacer contacto visual con nadie. Pero mis ojos se encontraron con una cara conocida. Ella no me miraba. Estaba mirando la copa en la mesa. Vi cuando un hombre se acercó, le habló y ella respondió sin mirarlo. El chico negó con la cabeza y se alejó. La tristeza en su perfil y la caída de sus hombros rompió mi corazón.



Me volví hacia Mase. —Veo a alguien que conozco. ¿Puedes dejarme hablar con ella a solas? Volveré en un par de minutos. Parece que necesita un amigo.



Mase miró por encima de la multitud y lo supe cuando sus ojos se encontraron con Bethy. Él asintió con la cabeza. —Claro. Estaré por aquí.



—Está bien —le contesté y luego me dirigí a Bethy. Ella no levantó la vista hasta que me deslicé en el asiento frente a ella.



La confusión en sus ojos se convirtió en sorpresa. —¿Maite? —preguntó, luego miró a su alrededor para ver si yo iba con alguien que ella conocía. Pude ver el momento de pánico. No quería que nadie supiera que estaba aquí bebiendo lejos su dolor.



—Estoy aquí con mi hermano. Nadie más —le aseguré, y me devolvió la mirada, aliviada.



—Oh. —Solo respondió eso.



No era buena en esto. Había tratado con la pérdida. Había perdido a mi madre, a la que apenas recordaba, y luego a mi abuela, pero nunca alguien de quien estuviese enamorada. Nunca alguien tan joven con una vida por delante. — ¿Quieres hablar de ello? —le pregunté.



Bethy frunció el ceño y miró a su vaso. —No lo sé. En realidad no.


A mí nunca me amaron o me enamoré, así que no podía saber lo que sentía. ¿Cómo de vulnerable te hacía eso? Yo sólo sabía el daño que había sufrido por confiar en alguien que me traicionó. Eso era doloroso, pero no sostenía una vela por eso.



—Algunos días creo que me voy a despertar y esto habrá sido una pesadilla —dijo, sin dejar de mirar a la copa como si contuviera todas las respuestas.



Decidí que lo mejor para mí era permanecer tranquila y dejarla hablar. Yo era una buena oyente. Podía ayudarla de esa manera.



—Pero luego me despierto y se ha ido. No está a mi lado. Él no me está sonriendo con esos bonitos ojos suyos. No lo tengo para acurrucarme y planear estar siempre juntos. Él era mi lugar seguro. Nunca había tenido un lugar seguro antes. Pero Jace era mi lugar seguro. Él se ocupaba‖ de‖ mí…‖ y‖ yo...‖ Yo‖ no‖ lo‖ merecía.



Empecé a decirle que no era cierto, pero siguió hablando.



—Nunca supo la verdad sobre mí. Nunca supo mis secretos. Quería decirle todo. Pero sabía que una vez que lo hiciera podía perderlo, y no lo podía perder. Entonces…‖entonces‖Tripp‖llegó‖a‖casa‖para‖una‖visita‖y‖fui‖en una espiral fuera de control. Los recuerdos, las mentiras; todo era demasiado. Esa noche había estado bebiendo, porque finalmente me convencí de decirle a Jace la verdad. Él merecía saber quién era la persona que amaba. Y como yo fui una cobarde, bebí. Y entonces…‖lo‖maté.



Llegué a través de la mesa y cogí su mano. —Tú no lo mataste —le aseguré. Lo sabía. Jace se ahogó.



Levantó la mirada hacia mí y las lágrimas rodaron lentamente por su rostro. —Él se metió ahí para salvarme. Había caminado hacia el agua y casi me ahogué. Debí haber sido yo —tragó saliva—. Debí haber sido yo. Debió haberme dejado ir y salvarse, pero él no lo haría. Él me salvó y debí haber sido yo. Yo era la mentirosa. Yo fui la indigna.



No era mi asunto. No sabía sus secretos y no los quería saber. Pero lo que sí sabía era que Jace la habría salvado sin importar qué. El amor no solo desaparecía por una mentira. Yo quería a mi papá, y él se encontraba muy lejos de ser perfecto.



—Te habría salvado, incluso si le hubieras dicho esos secretos. El amor no sólo desaparece. Podría haber estado herido. Podría haber incluso sido incapaz de confiar en ti. Pero él habría ido por ti, porque eso es lo que le hace el amor a una persona.



Bethy dejó escapar un pequeño sollozo y se tapó la boca. —Merecía la vida. Una completa y feliz —dijo una vez que dejó caer la mano—. Se lo arrebaté.



No podía ayudarla a perdonarse a sí misma. Tomaría tiempo.



—Pero cometiste un error. Jace te protegió. Algún día tú serás capaz de dejar de culparte a ti misma. Hasta entonces, trata de pensar en todas las cosas buenas. No insistir en las cosas malas.



—Pero Tripp está en la ciudad ahora. Él me lo recuerda. Sólo de verlo desde la distancia me hace recordar.



No tenía ni idea de quién era Tripp y por qué se mantenía hablando de él. Una vez más, no es mi asunto. Era obviamente una parte del pasado que la atormentaba. —Estoy segura de que muchas cosas te harán recordarlo y el pasado. Con el tiempo, será más fácil.



Bethy cerró los ojos con fuerza. —Eso espero —susurró.



No quería dejarla sola. —¿Qué haces aquí sola? —le pregunté.



Ella frunció el ceño. —Me gusta. No quiero ver a la gente. Pero creo que estoy lista para ir a casa esta noche.



Le apreté la mano y puse mi mano de nuevo a mi lado de la mesa.



—Si alguna vez necesitas a alguien que escuche, que no está unida a la situación, entonces estoy aquí —le dije mientras me levantaba.



Bethy me dio una sonrisa débil. —Gracias, Maite. Eso significa mucho.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:45 pm

12

William

Rosemary no era un pueblo grande. Era una pequeña franja de playa. Así que, ¿cómo se las había arreglado Maite para evitarme por tres días completos? Había hecho todo lo que pude pensar para encontrarme con ella. Sabía que tenía a Mase aquí, pero aun quería encontrarla sola para poder hablar con ella. Necesitaba encontrar mi paz con ella.



Me paré fuera del club, esperando a que se estacionara. Tenía una clase de tenis en diez minutos. Había hecho trampa haciendo que Woods llamara a Adam y le preguntara la hora de su clase, y luego cambiarla por una hora después. Él no estuvo feliz al respecto, pero me quería lejos de su oficina así que tuvo que aceptar siempre y cuando lo dejase solo el resto del día.



Vi como Maite llevaba su auto hasta el valet y se bajaba en una falda blanca corta que no ayudaba a concentrarme. Las faldas de tenis no estaban destinadas a ser tan malditamente sexy.



Caminé y abrí su puerta antes de que un empleado pudiera hacerlo. Alzó la vista, y dejó de caminar cuando me vio parado ahí. Podía ver las preguntas en sus ojos, quería responder cada jodida una de ellas. Ella solo necesitaba escuchar.



Cuando comenzó a caminar de nuevo mantuvo su cabeza baja y trató de entrar sin reconocerme. Gentilmente enrosqué mi mano en su brazo. ─Tu clase de tenis fue pospuesta una hora. Necesito hablar contigo. Si me vas a dejar hablar…. Te dejaré en paz si eso es lo que quieres. Solo necesito que me escuches primero.



La espalda de Maite estaba tensa mientras yo hablaba en su oído. No se movió ni respondió inmediatamente. Finalmente, sólo asintió.



─Gracias ─ respondí─. Necesitamos privacidad. ¿Vendrías a mi camioneta?



Maite dejó salir un suspiro de abatimiento. ─ Sí, supongo que lo haré.



Ella no estaba feliz por ello, pero lo hacía, de todas formas. Necesitaba celebrar las pequeñas victorias.



Caminamos en silencio hacia el estacionamiento, y desbloqueé mi camioneta y le abrí la puerta, luego caminé al otro lado y subí.



─Habla. Estoy escuchando ─dijo sin mirarme. Sus ojos estaban fijos al frente.



─Lo que hicimos… lo que sucedió significó algo para mí.



Maite ni siquiera se inmutó.


─Cuando recibí la llamada acerca de Jace, volví en un estado de shock. Luego… luego miré como Bethy estaba completamente destrozada. En el funeral, estuvo encogida en tanto dolor por su pérdida que me aterrorizó. Ella había planeado un para siempre con Jace. Lo había amado con todo lo que tenía y se lo habían llevado de su lado. No lo podía tener de vuelta.



Maite seguía mirando al frente, aunque podía ver la expresión preocupada en su rostro.



─Y en todo lo que podía pensar era en ¿qué si yo amaba a alguien así y luego lo perdía? ¿Cómo podría vivir? Miré hacia Rush y Blaire. Él la estaba sosteniendo mientras ella lloraba, y me preguntaba como él sería capaz de siquiera levantarse si algún día la perdía. O si perdía a Nate. ─Hice una pausa y luego respiré muy profundamente. Estaba siendo más abierto de lo que lo había sido con alguien más acerca de esto. Ni siquiera se los había explicado de esta manera a Blaire y Rush. Me había reservado un poco. Simplemente, lo dejaba salir todo por Maite.



─Decidí que no quería ser así de vulnerable. Nunca quise amar a nadie tanto. No quería tener que encarar el hecho de perder a la persona a la que le pertenecía. Así que me emborraché. Porque me di cuenta de que fácilmente podría enamorarme de ti. En solo dos cortas semanas había comenzado a quererte. Tenía sentimientos que nunca había experimentado antes. No así, por lo menos. Me asustó. Sabía que tú serías a la que pertenecería si te dejaba. Hui de ello. Bebí demasiado y cuando Nan apareció, lo arruiné. Debí haberme mantenido alejado de ella. Pero en mi cabeza ella era la persona que alguna vez amé. No lo amé. Me di cuenta de eso después de dos semanas contigo. Solo sentía lujuria por Nan. Me gustaba ser necesitado por alguien, y Nan me necesitaba. Eso fue todo lo que alguna vez fue para nosotros.



Maite finalmente dejó caer su mirada hacia su regazo mientras se retorcía las manos nerviosamente.



─Nunca quise lastimarte. Hacerte daño era la última cosa que quería hacer. No merecía lo que me diste, pero créeme cuando te digo que lo apreciaré por siempre. Significó más para mí de lo que puedes creer. Pero nunca debí haber tomado tu inocencia esa noche. Debí haber sido un hombre y darme cuenta de que no la merecía e irme. Pero me debilitaste. Es una de las cosas acerca de ti que me asustan. Nunca nadie me ha convertido en un débil.



Finalmente, Maite volteó su cabeza para mirarme. Sus ojos color avellana ya no lucían duros. En vez de eso, vi entendimiento. Simplemente asintió. ─Está bien. Estás perdonado ─ Luego abrió la puerta y se bajó sin decir otra palabra.



Me senté ahí y traté de dejar que todas las emociones que se agitaban en mi interior se calmaran. No quería que lo aceptara tan fácil y se fuera. Pero no podía darle más. Esto era todo para nosotros. Me había explicado y ella me había perdonado. Así que, ¿habíamos terminado? El dolor que vino con esa realidad me hirió. Alcé la mano y me froté el pecho y dejé caer mi cabeza hacia atrás en el asiento y cerré mis ojos.



─¿Qué hice?─murmuré.



Un fuerte golpe en mi ventana me hizo saltar mientras abría mis ojos y me enderezaba para ver a Mase parado ahí.



Bajé mi ventana a medida que subía sus lentes y los ponía en el tope de su cabeza.



─¿Qué fue eso? ─preguntó.



─Necesitaba explicarle algunas cosas. La herí, y necesitaba estar seguro de que supiera la verdad.



─¿Cuál era la verdad? ─preguntó Mase, sus ojos entrecerrándose mientras me estudiaba.



─Que no estaba listo para ningún tipo de compromiso, y que ella era el tipo de chica con la que te comprometes.



Mase gruñó. ─Por supuesto que lo es, y es demasiado buena para ti. Maite no va a conformarse con las sobras de Nan. Y, amigo, tú eres la sobra de Nan. ─Puso las gafas en su lugar y se alejó hacia su camioneta negra que necesitaba un jodido lavado.



Tan cabreado como estaba, él tenía razón. No era lo suficientemente bueno para Maite. Lo sabía, maldita sea. No necesitaba el recordatorio.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:50 pm

13

Maite

El tenis había sido justo lo que necesitaba para sacar mi agresividad. No quería hablar, sólo golpear esa estúpida pequeña bola por una hora. Y había golpeado cada una que Adam enviaba en mi dirección. Cuando dejó caer su raqueta y lanzó la pelota en el aire, la atrapó y se la guardó en el bolsillo, sabía que nuestra hora había terminado.



—Hoy estabas tirando a matar. Esperaba que destrozaras una pelota antes de que termináramos —bromeó Adam mientras caminaba hacia mi agua y una toalla. Me limpié la cara y luego tomé un largo trago de agua.



—¿Eso fue sobre el amor por el juego o imaginabas la cabeza de alguien en esa pelota?



Forcé una sonrisa. —Es sólo uno de esos días. Me siento mejor ahora — contesté.



—Bueno. Porque me preguntaba, ¿si te gustaría cenar conmigo esta noche? ¿Tal vez una película, también?



Hice una pausa. Espera... ¿Me está pidiendo salir en una cita? Me volví a mirarlo y la mirada de esperanza en sus ojos me dijo que eso era exactamente lo que hacía. Adam quería llevarme a una cita.



Mi reacción inmediata fue negarme. No me disponía a hacer esto, pero me detuve antes de que pudiera decir algo. Que Grant me hubiera herido no significaba que todos lo harían. Además, Grant se había ahorrado algunos problemas. No lo sabía, pero lo hacía. Adam no peligraba. No iba a quererlo como lo hice con William. Además, ¿era justo que me protegiera de todo el mundo? ¿Quería estar sola toda mi vida? No, no quiero. No quiero vivir con mi padre hasta morirme. Me merecía saber lo que era vivir. Quería saber que era amada. ¿Cómo lo iba a encontrar si no lo busco, ni permito que venga a mí?



—Me gustaría —le dije sin pensarlo más.



La sonrisa en el rostro de Adam fue inmediata y tuve que sonreír. Iba a una cita. A una cita real. Papá estaría orgulloso de mí.



—¡Menos mal! Me preparé todo el día para que me rechazaras y me animé a preguntar.



Se expuso. Eso me hizo sentir especial. Más especial de lo que William me hizo sentir.



—Me alegra que lo preguntaras —dije honestamente.



—A mí también —respondió y tiró su toalla sobre el hombro—. ¿Te vas ahora? —preguntó.



Asentí.



—Deja que te acompañe hasta tu coche. Mi próxima cita puede esperar unos minutos —dijo y abrió la puerta para mí. Me gustó eso también.



Se puso a caminar a mi lado. —Puedo recogerte en tu casa si te parece bien.



—Oh, sí, eso sería genial. Vivo en el 43 de Rosemary Beach Estates — contesté.



—¿A las siete es demasiado temprano? ¿Tarde?



—A las siete es perfecto —contesté.



Le dimos la vuelta al edificio en lugar de atravesarlo, pero Adam no parecía tener prisa.



—¿Las cosas con Nan van bien? —preguntó.



Me encogí de hombros. En realidad no. Odiaba a Mase y me odiaba mucho más por estar ahí, pero no me importaba. —Tolerable —contesté.



Entramos en el estacionamiento y me acordé de que dejé mi coche en el valet parking.



—Maite —Llamó Mase desde su camioneta. Lo miré y luego a Adam.



—Ese es Mase, mi hermano. Está aquí de visita. —Le expliqué.



Los ojos de Adam se abrieron un poco. —Había oído que Kiro tuvo un hijo, pero me pareció que era un rumor.



Un nudo nervioso se formó en mi estómago. La mención de mi papá me confundió. ¿Oyó sobre Mase? Solamente los acérrimos fans sabían de Mase. Se mantenía fuera de los noticieros. No sabía qué pensar.



Adam volvió la sonrisa de nuevo a mí. —Nos vemos esta noche —dijo.



Asentí y se volvió para caminar de regreso por donde vinimos antes de que Mase se acercara demasiado a nosotros.



—Entra. Quiero almorzar y no quiero hacerlo aquí. Necesito comida de verdad —dijo cuándo se detuvo frente a mí. Me subí a la camioneta.



—¿El instructor de tenis? —preguntó.



Asentí, todavía pensando en el comentario de Adam sobre Mase.



—¿Te gusta? Seguro está caliente por ti. La lengua del tipo estaba casi colgando.



—¿A dónde vamos a comer? —Le pregunté, con la esperanza de cambiar de tema.



—Hooters. Ahora respóndeme, ¿te gusta el tipo?



Dejé escapar un suspiro de frustración. Mase era como un perro con un hueso. —Me invitó a salir.



—Eso no responde a mi pregunta —respondió.



—Está bien. Creo que me gusta.



—¿Eso crees?



Gruñí y le di a Mase una mirada frustrada. —No lo sé. Parece agradable y sincero, pero he estado en este camino antes. Les gusto a los chicos debido a papá. Pasa de moda y he dejado que me hieran de esta manera antes. Ahora soy mayor y más inteligente y más cuidadosa.



Mase frunció el ceño. No entendía este problema. Tenía mujeres lanzándose a él, por él, no por papá. Era hermoso y nadie sabía que era hijo de Kiro.



—¿Crees que ese tipo está interesado en quien es tu papá?



Me encogí de hombros. —No lo sé.



—¿Dijiste que sí?



Asentí.



—Bueno, debes pensar que hay algo en él.



Lo hice. Hasta que supo sobre Mase.



—Sabía acerca de ti. Cuando dije que eras mi hermano, ya sabía que Kiro tuvo un hijo. Sólo los acérrimos saben de ti.



El entendimiento iluminó los ojos de Mase cuando dio la vuelta a la carretera principal y se dirigió fuera de la ciudad.



—Ya veo. Sí, eso es extraño. Pero tal vez no es realmente un fan; tal vez sólo escuchó el chisme de Rosemary. Este pueblo sabe más sobre Slacker Demon que en ninguna otra parte dado que el hijo de Dean creció aquí. Sienten que tienen algún tipo de información interna. Probablemente solo escucho rumores ya que vive aquí.



No había pensado en eso. Seguramente vio a muchos de los miembros de la banda como clientes todo el tiempo. Pudo haber oído algo a través del radio pasillo del club de campo. Rosemary tenía una estrecha relación con Slacker Demon. Dejé escapar un suspiro de alivio y me recosté en el asiento. Eso tenía sentido.



—¿Te sientes mejor ahora? —Preguntó.



—Sí —le respondí.



—Bueno. Pero si me equivoco, solo tienes que decirlo y voy a reorganizar su cara por ti.



Me limité a sonreír. No porque no le creyera. Porque le creía. Mase era duro. Era un tejano difícil y había aprendido hace mucho tiempo que era un hombre diferente. Así es como un niño pequeño se cría con un padre ausente. Su padrastro era un tejano. Era dueño de un rancho y usaba botas y un sombrero todo el tiempo. Era grande, alto, fuerte y lo amaba. Incluso cuando era una niña tímida, siempre se aseguró de que me sintiera como en familia cuando iba de visita.



Fuera de nosotros tres, Mase había sido el afortunado. Tenía una madre que lo adoraba. Un padrastro que lo trató como su propio hijo. Tal vez por eso era el mejor de nosotros. Por lo menos yo no era la peor. Nan tenía ese título. Pero le habían dado la peor vida, por lo que pude decir.



Una pequeña parte de mí sentía pena por ella. Pero sólo una parte muy pequeña.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:55 pm

14

William

Entré a la casa de Rush después de tocar solo una vez. No me sentía de humor para esperar. Blaire se acercó caminando por las escaleras, sosteniendo a Nate en la cadera, quien tenía un puñado del pelo de su madre en la boca.


—¿William? —dijo, luciendo preocupada. No había irrumpido como si fuera el dueño del lugar desde que Blaire y Rush se casaron. Ya no se trataba de la casa de soltero de mi hermano, ahora era su casa.



—Ella me dejó hablar y luego dijo bien, te perdono y se fue. Nada más. Sin preguntas. Nada. Luego…‖luego el maldito de Adam dijo que saldría con ella esta noche. Me detuve en el café para conseguir una botella con agua y él hablaba con otra persona y lo oí. ¡Adam! Él es… él es… solo…



—Es un buen tipo. —Terminó Blaire por mí mientras sacaba su pelo de los puños de Nate. Entonces me lo entregó—. Agárralo. Pero no maldigas. Tengo que prepararme algo de comer y puedes hablar mientras lo hago.



Nate me sonrió y noté un pequeño diente asomándose a través de sus encías inferiores. —Mírate. Tienes un diente, hombrecito.



Nate continuó sonriendo mientras tomaba mi pelo. El niño tenía un buen agarre y yo tenía demasiado maldito pelo. —Oye, amigo. Eso necesita permanecer en mi cabeza. —Metí la mano en mi bolsillo, tomé las llaves y se las entregué para distraerlo.



Blaire se volvió ante el sonido del pequeño haciéndolas tintinear, y se acercó para quitárselas. —Eso tiene gérmenes. Pone todo en su boca. Le están saliendo los dientes. —Entró a la cocina, abrió la nevera y sacó un juguete azul que lucía congelado, luego se lo entregó.



—Va a congelar sus manos —le dije, preguntándome qué demonios hacía.



—No. Se supone que es para la dentición. Adormecerá sus encías.



Este niño me jodía más de lo que quería pensar.



—¿Dónde está Rush?



—Se fue a correr a la playa. Volverá pronto. Ha estado fuera por una hora. Ahora, regresando a lo de Maite —dijo, metiendo la mano en la nevera para recuperar la comida que no tenía un aspecto nada atractivo—. Te perdonó y te absolvió de culpa, estás enfadado porque no comenzó una discusión y ahora ella va a salir con Adam.



No exactamente. Lo hacía sonar como si yo estuviera siendo egoísta.



—Yo solo… quería hablar más sobre eso.



Blaire me miró desde donde estaba, cortando un tomate. —¿En serio? ¿Eso es lo que querías? Ya que la mayoría del tiempo, cuando un chico está tratando de rechazar a una chica, no quiere nada de drama. Suena como si Maite te dio la salida fácil.



—No la estaba rechazando —dije a la defensiva mientras Nate tiraba su cosa azul congelada al suelo, y comenzaba a aplaudir como si acabara de hacer algo fantástico.



Blaire sonrió. —Quiere que lo recojas. Te aviso, este es su juego favorito. Te tratará como a un perro. Seguirá haciéndolo todo el tiempo que se lo des.



Levanté las cejas. —Pues, ¿qué mier... quiero decir, qué demonios hago entonces?



Se encogió de hombros. —Sé su tío favorito y recógelo o sé un aguafiestas e ignora su juego.



Maldita sea. Me agaché, lo tomé y se lo entregué. Nate me miró como si fuera la persona más maravillosa del mundo. El niño era lindo. En ese momento me sentí bastante‖ especial… hasta que lo tiró al suelo de nuevo y comenzó a aplaudir.



—Es un manipulador —le dije a Blaire, agachándome para recogerlo.



—O eres un tonto —dijo Rush mientras abría la puerta de atrás y entraba. Me sonrió, luego se acercó a Blaire para besarla abiertamente allí mismo, delante del niño y de mí.



—Necesito ayuda. Deja ir su cara, vas a comértela —me quejé.



Rush alargó el beso un poco más solo para ser un cab*rón, luego lanzó una mirada por encima hacia mí. —¿Es sobre Maite otra vez?



—Sí —dijo Blaire, presionando un último beso en sus labios antes de volver con el tomate.



—Dadadadada —dijo Nate con alegría. Blaire y Rush se congelaron. Blaire dejó el cuchillo en la barra y se tapó la boca.



Rush miró a su hijo con una emoción que no entendí.



—Dadadadada —repitió Nate.



—Oh Dios mío, lo dijo —anunció Blaire mientras lágrimas llenaban sus ojos, riéndose fuerte.



Rush caminó alrededor de la barra, quitándome a Nate como si yo no hubiera estado parado ahí. —Oye, amigo —manifestó con asombro en su voz. Nate dio unas palmaditas en el pecho de Rush—. Dadadadadada —dijo de nuevo.



Blaire hizo otro sonido de grito feliz y Rush sonrió. —Así es, amigo. Puedes decirlo ahora, ¿verdad?



Blaire corrió bordeando la barra y envolvió sus brazos alrededor de la espalda de Rush. —¿Quién es éste, Nate? —preguntó, y una vez más, felizmente respondió.



No dije nada, me deslicé por la puerta y me dirigí a mi camioneta. Envié rápidamente un texto a Rush:



Dile a Nate que dije felicidades por su primera palabra. Voy a hablar con ustedes más tarde. Ese era un momento de ustedes, necesario para disfrutarlo a solas.

***

Eran más de las ocho y lo único en lo que podía pensar era en la pu*ta cita de Maite. ¿Por qué? Había dejado que se marchara. Le dije que no podía comprometerme con ella. No citas. No nada. Tenía un muy buen recuerdo para atesorar. El mejor. Ahora tenía que seguir adelante. Si me sentía asustado de estar involucrado en más que una relación superficial, entonces necesitaría abrazar mi destino. Solo no iba a ser superficial con Nan. Eso era demasiado jodido.



Maite buscaba más. Yo buscaba menos. Así que me dirigí al bar más cercano, esperando encontrar a una chica caliente que sólo quisiera un buen rato y luego llevarla a casa. No quería los compromisos de una chica del club. Estarían buscando más de lo que quería dar.



Estaba familiarizado con este lugar. Siempre iba cuando quería salir de Rosemary. Tenían buenas bandas de covers y cerveza fría. Las universitarias iban siempre en abundancia desde la escuela estatal local.



Entré, examiné el lugar hasta que vi varias oportunidades prometedoras, entonces me dirigí a la barra. Lynette era el barténder esta noche. Era una espectadora, lo suficientemente mayor como para ser mi madre.



—Oye, guapo. No te he visto en toda la semana. Pensé que habías dejado la ciudad de nuevo.



Le dediqué una sonrisa que sabía no la haría sonrojar. Era demasiado dura, pero sabía que todavía le gustaba coquetear. —No puedo dejarte por mucho tiempo —le contesté.



—Mier*da.—Sonrió y puso  un vaso alto frente a mí—. Eso es lo mejor que he escuchado esta noche.



—Gracias, sexy —le respondí con un guiño.



Lynette soltó una carcajada y luego se acercó para ayudar a alguien más. Me volví para ver a lo largo de la habitación. Dos rubias guapas con blusas iguales sin mangas negras y minifaldas de cuero rojo me lanzaron sonrisitas coquetas. No eran gemelas, pero trataban muy duro de serlo. Los trajes a juego eran un bonito detalle. Por no hablar que tenían unas piernas asesinas. Sin embargo, no se encontraban‖en‖la‖liga‖de‖Maite…



¡No! ¡Joder, no! Interrumpí mis propios pensamientos. No iba a comparar a las chicas con Maite. Esas dos eran calientes. Tenían buenas grandes tetas a punto de salirse de sus minúsculas blusas. Me alejé de la barra.



—Imaginé que esas dos llamarían tu atención —escuché a Lynette decirlo en un tono divertido.



Eché un vistazo hacia ella. —Me conoces bien.



Sacudió su cabeza, luego sirvió otro gran vaso.



Ambas chicas trataron de impresionarme con poses sexys mientras me acercaba a ellas. Lo querían. Esto sería condenadamente fácil. Lo necesitaba fácil esta noche.



—¿Ustedes dos están aquí solas? ¿Luciendo así? —les pregunté tomando un sorbo de mi bebida. No les iba a dar ninguna estúpida línea.



Las dos se rieron, mirándose la una a la otra. —Sí —respondieron ambas.



Así que decían la respuesta al mismo tiempo. Tenían esto de ser gemelas un poco perfeccionado. Me quedé impresionado.



La banda comenzó a tocar un sonido profundo, pesado y sexy. Bajé mi cerveza. —Bailen conmigo —dije, pasando junto a ellas hacia la pista. No tuve que mirar atrás para saber que me seguían.



Quería ver lo bien que estas dos realmente eran. Prometían mucho con esos cuerpos y por la forma en la que se encontraban vestidas, pero sus movimientos de baile me dirían si merecían mi noche. Además, todavía no estaba borracho. Necesitaba más alcohol para esto.



—Soy Carly —dijo la que tenía ojos color marrón oscuro, moviendo su cuerpo lo suficientemente cerca, haciendo que sus tetas salieran de su blusa, incluso más.



—Soy Casey —dijo la otra, apretando su cuerpo contra mi espalda.



Incluso eligieron nombres que hacían juego. Lindo.



—Muéstrenme lo que tienen, chicas —les dije, deslizando una mano en la cadera de la chica de adelante, y tomando la mano de la chica detrás de mí, envolviéndola alrededor de mi cintura.



Esto era lo que me decía a mí mismo que quería. Así que jodidamente tenía que aprender a disfrutarlo de nuevo. Casey movió su mano para posarla sobre mi polla, frotándola mientras movía su cuerpo contra mi espalda. Deslicé mi mano hacia abajo, sobre el cu*lo de Carly, y metí dos dedos por debajo del dobladillo de su falda, tentando a su piel desnuda justo ahí debajo. Tenía una piel bonita. Sus pechos se encontraban presionados justo debajo de mi boca y con cada movimiento de nuestros cuerpos, me dejé concentrarme en lo bueno que sería chupar esos pezones. Mi polla empezó a ponerse dura debajo de mis pantalones vaqueros mientras Casey se mantenía frotando.



Moví mis piernas separándolas más y la dejé resbalar su mano para agarrar mis bolas a través de mis pantalones. Estas dos me podrían dar un poco de alivio esta noche.



—¿Se siente bien? —preguntó Casey en mi oído.



—Cuando tu boca esté ahí, se sentirá mejor —le contesté.



—Me gusta estar de rodillas —respondió Carly, lamiéndose los labios.



Sí, estas dos lo harían.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 1:57 pm

15

Maite


Adam fue educado y atento durante la cena. No mencionó a mi papá o a Mase ni una vez, lo que fue un alivio. Ayudaba a alejar esa preocupación. Los viejos hábitos son difíciles de abandonar, y era buena levantando muros cuando sospechaba que algún chico me utilizaba para llegar a mi padre.



Miramos una pelñicula de de acción porque a ambos nos gustaban. Fue agradable‖no‖estar‖“alerta”‖y‖preocupada‖acerca‖de‖la‖conversación‖por‖dos‖horas.‖ Luego me llevó a casa. El coche de Nan se había ido y también el camión de Mase. Podía invitarlo a entrar, suponía. ¿Eso era lo que tenía que hacer?



—Me divertí esta noche —le dije, mientras caminábamos hacia la puerta.



—Yo también. Espero que podemos hacerlo otra vez —dijo con sinceridad en su voz.



—Me agradaría —respondí honestamente. Porque era cierto. Había estado nerviosa pero la cita transcurrió con facilidad. También me había dado algo que hacer esta noche.



Busqué en mi bolso y saqué las llaves. —¿Te gustaría entrar por una bebida? Tengo café —sugerí, sin estar segura de sí debería ofrecer algo más fuerte.



Adam sonrió. —Sí, me gustaría. Realmente no estaba listo para decir adiós enseguida.



Suspiré con alivio. Había hecho lo correcto.



Abrí la puerta y la sostuve para él mientras entraba.



—Ven —dije.



Dejó escapar un bajo silbido. Miré alrededor. El lugar era un poco impresionante para una casa en la playa. —Nan tiene un gusto costoso —expliqué y dejé mi bolso en la mesa de la entrada—. La cocina está por aquí —dije, antes de caminar hacia ella.



—¿Te ajustaste a vivir con alguien con la que no te llevas bien? —preguntó.



—Sí y no. Es lo que es. Trabajamos en ello pero nos ignoramos —respondí. Entramos a la cocina—. ¿Quieres café o algo más? Nan tiene un bar repleto.



—Necesito conducir a casa así que café está bien —dijo.



Me mantuve ocupada preparando el café y dejé que Adam diera un vistazo por el lugar mientras esperaba. —¿Tu hermano también se está quedado aquí? — Su pregunta inmediatamente me hizo tensar. Tenía que recordarme que solo intentaba hacer conversación. Hablar sobre Mase no significaba que le interesara mi papá.



—Se queda aquí mientras está de visita.



—Una reunión familiar —dijo, con una sonrisa.



No pensaría sobre ello. No lo haría. Tenía que aprender a confiar en la gente. Solo porque mencionara a mi familia no significaba que era un fanático de mi padre. Tenía que derrotar a esa inseguridad.



—No exactamente —respondí, y saqué dos tazas del gabinete.



Escuché el sonido que hacia una puerta o una ventana cuando se abrían y me congelé. Si era Nan, esto podría ser malo. Luego escuché su voz riendo y una voz más grave. Me sentí enferma del estómago. Por favor, Dios, no permitas que sea William. No ahora, no puedo lidiar con eso. Simplemente no estaba lista todavía.



Sus tacones repiquetearon contra el mármol mientras caminaba por el corredor. Se dirigían aquí.



—Nan —le expliqué, mientras derramaba café en una taza.



—Ah —dijo simplemente.



—¿Crema y azúcar? —pregunté.



—Negro está bien —respondió.



Le entregué la taza mientras Nan llegaba pavoneándose a la cocina del brazo de un chico rubio y alto con un oscuro bronceado. Estaba vestido con un polo rosa claro y un par de zapatos a cuadros. Si no fuera tan atractivo el atuendo le habría lucido ridículo.



—Bueno, hola —dijo, sonriéndome de una forma que me hizo sentir incomoda. Luego su mirada se movió hacia Adam y sus ojos se ampliaron un poco—. Adam, hola —dijo mientras Nan nos mirada a los dos con acidez.



—¿Qué estás haciendo aquí? —espetó.



—Vivo aquí, y él es mi acompañante —respondí, mezclando la azúcar en mi café y rezando porque simplemente se alejara.



—Guarda la garras, gatita. Es tu hermana y Adam. Se agradable.



—Ella no es mi hermana —dijo Nan furiosa.



No estaba de humor para sus estúpidas rabietas. Estaba hartándome de ello.



—Entonces probablemente deberías mudarte de la casa por la que mi papi pagó —dije, y tomé un sorbo de mi café.



El odio que destelló en sus ojos me dijo que había tirado de los hilos correctos. Dios. Necesitaba madurar.



—¡Como te atreves!



—¿Cómo me atrevo a qué, Nan? ¿Te recuerdo que compartimos un padre que es dueño de la casa? Es tan mía como tuya. Si quieres discutir, entonces por favor, llámalo. Estoy segura de que lo aclarará para ti.



Lo insolente venia de algún lugar. No estaba segura de dónde; era como si hubiera sido poseída y no tuviera control de mis palabras.



El chico rubio y alto rio, luego palmeó los brazos de Nan como para tranquilizarla. —Es tu hermana, bien. Esa boca lo dice todo. Calma tu sexy trasero y déjala a ella y a Adam tranquilos. No estamos aquí para beber café —dijo, luego me guiñó, como si quisiera saber sobre los planes de Nan—. Soy August, por cierto —dijo.



Era el profesional de golf del que había escuchado. Solo me alegraba de que no fuera William. Mucho más de lo que quería admitir. —Maite. Es un placer conocerte —respondí.



—No le hables —escupió Nan.



—Te vuelves mala cuando tomas tequila. Te dije que iba a dejar de permitirte beber tanto —dijo August.



—No, ella es mala todo el tiempo. El tequila no tiene nada que ver con eso —le aseguré.



Adam rio esa vez, y vi a August contener una sonrisa. —Creo que detendré las cosas antes de que tengamos una pelea en nuestras manos. Ven, Nan, vayamos arriba.



El sonido se escuchó de nuevo y todos nos giramos para ver quien estaba aquí.



El pesado sonido de botas me dijo que era Mase antes de que entrara a la cocina.



—Mier*da, ahora él está aquí —se quejó Nan, lo que solo me hizo sonreír.



Mase entró en la cocina y le echó un vistazo a Nan y a August antes de mirarnos a mí y Adam. —¿Qué sucede? ¿Me estoy perdiendo una pelea familiar? Odio perdermelas.



—Llevaré a esta chica arriba antes de que cualquiera pelea estalle —le dijo August.



Mase se inclinó contra la mesada delante de mí antes de cruzar sus brazos en frente de su pecho. —Puede iniciar cualquier pelea si lo desea, pero no tocará a Maite. No si quiere conservar sus huesos en buen estado —dijo, arrastrando las palabras como si estuviera aburrido.


Las cejas de August se elevaron. —Amigo, Maite no es inocente aquí. Estaba contestándole bastante bien, también.



Mase me miró sobre su hombro. —¿Le respondiste? —preguntó.



Asentí. No servía mentir. Una sonrisa rompió en su rostro. —Bueno, ¡que sorpresa! Esa es mi chica. —Se giró de nuevo hacia August—. Puedes ir y estar con ella todo lo que quieras. Pero cuando te haya pisoteado y aplastado con sus tacones puntiagudos, entonces verás que tan estúpida fue tu idea.



—Ugh, los odio a los dos. Ven, August. Vamos. —Nan agarró su brazo y dejaron la cocina. Podíamos escuchar los tacones de Nan mientras subía las escaleras hecha una furia como un niño de preescolar.



—Eso‖fue…‖uh…‖interesante‖—dijo Adam, luego tomó un sorbo de su café.



—Sin embargo, no lo es. Este lugar es un maldito zoológico —respondió Mase, y me miró de nuevo—. ¿Sobra algo de café?



Asentí y le serví una taza, luego rodeé la barra. Ahora era incómodo. No estaba segura de que hacer con Adam después de todo eso.



—Soy el hermano de Maite, Mase.



Se presentó a Adam él mismo. Era una horrible anfitriona.



—Adam. Un placer conocerte —respondió.



—¿Se divierten esta noche? —preguntó Mase.



—Sí —dijimos ambos y me sonrojé.



Mase dejó escapar una risa. —Bueno, me iré a la cama. Te veo en la mañana. Encantado de conocerte, Adam —dijo, besando la parte superior de mi cabeza, luego caminando hacia las escaleras.



Una vez que sus fuertes pasos llegaron a la escalera, miré a Adam. — Lamento todo eso. Tal vez invitarte a entrar fue una mala idea.



—No. Yo, uh, ahora lo entiendo. Por qué no te gusta quedarte aquí. Es tan mala como una maldita serpiente. Trato de adivinar por qué August está involucrándose con ella. Me pregunto si siquiera sabe que él tiene una niña pequeña. Seguramente no le permite acercarse a su niña cuando la tiene los fines de semana.



Guau…‖¿Nan‖estaba‖saliendo‖con‖un‖hombre‖que‖tenía‖una hija? No podía imaginarlo.



—Espero que no. Temo que Nan vería a la niña como una competencia por su atención. Es así de inmadura.



Adam asintió y frunció el ceño. —Estaba pensando lo mismo.



Bebí un poco más de café y consideré invitarlo a la sala o solo decir buenas noches. Me sentía cansada y después de todo eso no estaba segura de que quisiera hacer que durara más tiempo. Especialmente si Nan comenzaba a ponerse ruidosa.



—Estoy agotada y mi cabeza está un poco confusa.



Adam asintió y me dio una sonrisa comprensiva, luego se puso de pie.



—Lo entiendo. Yo también lo estaría.



Dejé mi taza y lo llevé de regreso a la puerta.



—Gracias de nuevo por esta noche, realmente lamento todo esto.



Adam no respondió inmediatamente. En su lugar, me miró por un momento como si estuviera decidiendo algo importante. Luego se inclinó lentamente y en ese breve momento supe lo que estaba a punto de suceder. Sería mi primer beso desde William. Lo había besado bastante durante esas dos semanas. No quería compararlo con él, pero temía que no sería capaz de evitarlo.



Cuando sus labios tocaron los míos, no eran tan suaves pero eran cálidos. Se movió sobre mi boca suavemente y fue agradable. No trató nada más. Cuando se retiró y me sonrió supe que nada nunca sería tan bueno como los besos de William, pero que podría vivir con esto.



—Son tan suaves y esponjosos como parecen —dijo, luego sacudió su cabeza con una sonrisa en el rostro—. Buenas noches, Maite. —Abrió la puerta antes de que pudiera decir más y salió, cerrándola detrás de él.



No era William, pero era agradable. Me quería. Y la sonrisa en su rostro me hizo sentir especial. Como si fuera algo especial para él. William Carter fue hecho para las fantasías de las mujeres. Adam era más real. No era de la clase del que tendría que preocuparme acerca de involucrarme mucho. Solo era alguien par pasar rato.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:00 pm

16

William

—Tienes que estar malditamente bromeando. —La voz de Rush irrumpió en mis sueños y lentamente peleé para abrir mis ojos y ver unas tetas en mi cara. Confundido, bajo la mirada y veo dos largos pares de piernas sobre mí.


Carly y Casey. Se me había olvidado. Maldita sea, todavía estaban aquí. Me había desmayado. Mier*da. Hubiera preferido enviarlas a casa. Luego recordé la voz de Rush y me sacudí para mirar a la puerta. Rush me miraba con repugnancia. Él no miraba a las dos mujeres desnudas en mi cama. Felicitaciones a él, porque tenían buenos traseros. Sabía eso de primera mano.



—Deshazte de ellas y nos vemos en el balcón —dijo Rush y se alejó.



¿Por qué estaba tan enojado? ¿Qué es lo que hice?



Me desenredé y miré a las dos chica que habían pasado la noche conmigo. Varias envolturas de condones cubrían la habitación y la cama. Habían estado llenas de energía. —Es hora de levantarse, chicas. Es tiempo de irse a casa —dije, sacudiendo las sabanas y golpeando ambos traseros. Ellas se quejaron y ya no podía recordar quién era quién. Estaba bastante seguro que una vez en la noche pasada las llamé a ambas Maite. Fue un momento bajo.



—Recibí compañía. Vístanse. Voy a tener un taxi esperando por ustedes en cinco minutos afuera. Fue divertido —Les dije y encendí las luces para ayudar.



—Ouch —dijo una, cubriendo sus ojos.



Esperé hasta que ambas estuvieran despiertas y en busca de sus ropas antes de dejarlas terminar. Me dirigí afuera para ver porque Rush estaba aquí.



Al abrir la puerta, salí a tomar el sol.



Rush me miró. —¿Dos? ¿En serio? Eso es jodido.



Levanté una ceja. —No me sermonees por dos a la vez. Tú lo hiciste todo el maldito tiempo.



Rush negó con la cabeza. —Fui estú*pido. Tú eres estú*pido.



—Mira. Sucede que creo que fue malditamente inteligente. Ellas estaban bien y eran bailarinas y me ayudaron a liberar un poco de tensión.



Rush volvió su cabeza para mirarme. —Pensé que sentías algo por Maite—dijo él.



Lo sentía…‖pero‖no‖podía.‖Le‖había‖explicado‖esto.



—Querer a Maite es una cosa. Claro, la quiero. ¿Quién diablos no? Pero la cosa es, que me importa cuánto la quiera. No voy a ponerme serio. No puedo tener lo que tienes con Blaire. No soy así.



—Mier*da —dijo Rush, girándose para mirarme directamente—. Tuve a un idio*ta borracho divagando sobre lo especial que era ella y que solo quería hablar con ella y lo mucho que extrañaba su sonrisa. Esa mier*da no desaparece.



No me había dado cuenta de que había dicho que la echaba de menos. Lo hice. Incluso con ella aquí, yo la echaba de menos. Me hacía reír y su sonrisa siempre convierte todo lo demás en menos importante. —Salió con Adam anoche.



—¿El profesor de tenis?



—Sí —Le respondí, sintiéndome enfermo del estómago. ¿Qué si Adam la besó? ¿Qué si la tocó?



—Así que metiste a dos extrañas en tu maldita cama.



—Porque salió con Adam —Le contesté. Esa era la verdad. No hubiese ido en busca de distracciones si no hubiera estado en una maldita cita con el maldito Adam.



Rush dejó escapar un suspiro. —Maite es la persona más protegida que conozco. Ha sido protegida y vigilada durante toda su vida. Es la única hija de Kiro que salía en las noticias. Luego él la escondió con su abuela en Carolina del Norte. Odiaba la forma en que los periódicos querían saber todo sobre ella. Usó su dinero para mantener al mundo fuera de su vida. Una vez que su abuela murió, ella fue empujada al mundo e hizo lo único que sabía hacer. Se escondió en su habitación. Ahora está aquí y necesita amigos. No puede quedarse en su casa y esconderse. Ella tiene a Nan ahí. Así que, claro. Alguien la invitó a salir. Ella fue. ¿Por qué demonios no? No la habías invitado a salir. No hiciste una mier*da.



—Tengo miedo de ella. —Ya está. Lo he dicho.



Rush frunció el ceño. —¿Tienes miedo de ella? ¿Maite? ¿O estamos hablando de Nan?



—Tengo miedo de Maite. De lo que podría sentir por ella.



—Tienes miedo de que podrías enamorarte de ella —dijo finalmente entendiendo.



Solo asentí.



—¿Por qué? ¿Qué hay de malo con eso? Es un infierno mucho mejor a lo que encontré esta mañana.



Me agarré a la barandilla frente a mí. Odiaba que estuviera a punto de admitir esto. Me hacía sonar tan débil. —¿Qué si la pierdo? Al igual que Jace.



—Puedes perder a cualquiera. Puedes perderme, pero no me mantienes afuera.



Era diferente. Lo miré. —¿Qué pasa si pierdes a Blaire? —pregunté. Seguramente él temía eso.



Rush frunció el ceño.—Sería la cosa más difícil que jamás tendría que enfrentar. Perderla tomaría mi alma. Pero no puedo no amarla por miedo a perderla. ¿Qué clase de vida es esa? No sabría qué tan asombroso seria despertarme con ella en mis brazos. No disfrutaría verla reír y jugar con Nate. Vale la pena. Dejar que algo como eso te detenga es dejar que el miedo te controle. No te hagas eso a ti mismo. Cada momento que tengo con Blaire y Nate hace a una vida sin ellos superficial y solitaria.



Lo pude ver en su rostro. No temía perderla. No le atormentan. Amaba a su vida ahora. Pensar en lo que podría pasar no lo detenía. ¿De esto trataba la vida?



¿Tomar oportunidades?



—Si crees que ella puede ser la indicada, entonces es tiempo de que aproveches tu oportunidad. Si perdiera todo lo que tengo mañana, no lo lamentaría un solo minuto. Nunca. Son ellos los que hacen que mi vida valga la pena.



—Mi papá pensó que estaba enamorado dos veces. Las dos veces se quemó, y pagué el precio. Y mira su vida y donde está ahora, es triste. No quiero eso.



Rush negó con la cabeza, como si no me entendiera en absoluto. —Las dos mujeres que tu papá amó no eran nada como Maite. Tu papá no eligió bien. Maite es una buena elección. El hombre que se adueñe de su corazón tendrá suerte. Ella es honesta y amable. Nunca la he visto ser otra cosa que ambas. Así que, si ella de quien te permites enamorarte, nunca estaría más feliz por ti.



Tenía razón.



Un peso pesado que estaba en mi pecho se levantó lentamente. Lo que me decía tenía sentido. Y no tendría que hacerme daño para protegerme.



—Puede que la haya empujado demasiado lejos —Le dije, dejando que la realidad se hundiera en mí.



Rush se encogió de hombros. —Tal vez sí. Tal vez no. Tal vez nunca tuviste una oportunidad para empezar. ¿Pero ella vale la pena intentarlo?



Asentí. —Sí, por ella vale la pena mendigar —Le contesté.



Rush se sentó y apoyó los pies en la barandilla. —Entonces, creo que tienes que dejar de tener tríos en tu cama y trabajar en conseguir a Maite para que te de otra oportunidad.



Eso sonaba más fácil decirlo que hacerlo. Le había dicho que no quería nada más que una amistad con ella. Ella lo aceptó y lo dejo así. ¿Ahora qué? ¿Solo debería de decirle que cambié de idea?



—No creo que me vaya a dejar entrar así de fácil. Y luego está ese hermano suyo que no me aprueba.



Rush se echó a reír. —¿Mase? Sí, sí será difícil ganar otra vez. Lo bueno es que no tendrás que besarlo y pedirle perdón a él. Solo céntrate en Maite.


Por primera vez en meses tenía esperanzas. La idea de estar cerca de Maite de nuevo y pasar tiempo con ella era más emocionante que cualquier otra cosa que podría pensar …excepto conseguirla desnuda.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:01 pm

17

Maite

Un sonido lejano interrumpió mis sueños. Obligando a mis ojos a abrirse, me di cuenta de que el sonido era mi teléfono. Me di la vuelta y vi el número de Dean Finlay en la pantalla. Esto sólo podría ser sobre mi padre. El padre de Rush sólo llamaba cuando pasaba algo con Kiro. Me senté y respondí rápidamente.



—Hola, ¿Qué pasa? —pregunté, y luego miré la hora. Eran un poco después de las tres de la mañana.



—Está perdido otra vez —respondió Dean.



Esta no era la primera vez que mi padre había desaparecido. Por desgracia, papá se drogaba tanto que hacía cosas estúpidas como salir con mujeres que no conocía, desembriagándose en sus camas, a menudo lejos de las ciudades donde se suponía que se encontraba.



Me levanté y fui a mi armario por algo de ropa. —¿Cuánto tiempo? — pregunté.



—Después del concierto de anoche se fue de fiesta con algunas groupies. Lo dejé ir a la limusina a descansar. Esa fue la última vez que lo vi. Trac todavía se hallaba allí con él y así estaba Wayne. Wayne se veía demasiado destrozado para recordar algo. Trac dijo que se fue con dos mujeres. Una tenía el cabello rojo, la otra lo tenía largo, castaño y rizado. No creo nada de eso.



Trac Trace era el bajista y Wayne Rolls era el guitarrista principal. Metí mis piernas en unos pantalones. —¿Dónde se encontraba Hail? —pregunté. Hail Holloway tocaba el teclado. También era el más responsable.



—Hail ya se había ido a dormir. No sabe nada.



—Me estoy vistiendo. ¿Dónde están todos en este momento? —Sabía que Dean había llamado porque localizarme era la única manera de encontrar a papá. A veces se iba a la parte profunda y parecía ser la única persona que podía traerlo de vuelta. Dean dijo una vez que era porque me parecía a mi mamá.



—No me gusta que vengas aquí sola. No es seguro —dijo con un tono preocupado—. Enviaría a Rush, pero no va a querer dejar a Nate y a Blaire.



—Mase está aquí de visita. Probablemente vendrá conmigo. ¿Dónde están ustedes? —pregunté, a continuación, abotonando mi camisa.



—Vegas —dijo con un suspiro.



Estoy en camino. No estoy segura para cuándo puedo conseguir un vuelo pero estaré allí. Mantente al tanto.



—Ya he enviado el jet. Estará en la pista privada en Destin esperándote en unos treinta minutos. Tu papá no te querría en un avión comercial.



—Gracias, voy a tratar de llamarlo. Si va a contestar la llamada de alguien, será la mía —dije.



—Sí.Sigue intentando. Te veré pronto, chica.



—Adiós —contesté, luego colgué y agarré una maleta. Tenía ropa que empacar. No sabía cuánto tiempo tomaría. También necesitaba despertar a Mase.



Abriendo la puerta en silencio, me dirigí a la habitación de Mase y llamé varias veces antes de oírlo gruñir. Bien, estaba allí.



—¿Qué? —refunfuñó.



Abrí la puerta lentamente y miré dentro. —Papá está desaparecido. Tengo que ir a Las Vegas y ayudar a encontrarlo.



Mase se incorporó y se frotó la cara con fuerza con ambas manos en un intento de despertar. —Tienes que estar bromeando. ¿Qué edad tiene, dieciocho? Mier*da. ¿Cómo es que sólo desaparece? Es Kiro Manning, por el amor de Dios.



Mase no tenía idea de qué tan común era esto. —Es algo que pasa con él en la gira. Lo encontraré o finalmente responderá mis llamadas. Sólo tengo que ir. El jet me va a recoger en unos veinte minutos desde aquí.



Vi como Mase luchaba consigo mismo sobre qué hacer. No le gustaba estar cerca de la banda. Rara vez estuvo alrededor. Buscar a papá tampoco era algo que quisiera hacer.



—También voy. No puedes ir sola a Las Vegas. Deja que me vista y agarre alguna cosa.



No le dije que no tenía que hacerlo; me limité a asentir y cerré la puerta detrás de mí. Todavía tenía que empacar, lavarme los dientes y cepillarme el pelo. Marqué el número de papá en mi camino de regreso a mi habitación, sonó tres veces y luego fue al buzón de voz.

***

Una vez que tuve mi bolsa de viaje empacada me dirigí hacia el pasillo y las escaleras. Necesitaba un poco de café y sabía que Mase también. Despertar a Nan para decirle no tenía sentido. Se volvería loca por molestarla. También podría ni siquiera decirle que nos íbamos. Probablemente no se daría cuenta.



Justo cuando puse el café en el filtro se produjo un leve golpe en la puerta principal. ¿Qué diablos? Eché un vistazo a la hora y eran sólo las tres y cuarenta y cinco. ¿Quién estaría aquí tan temprano?



Cerré la tapa de la cafetera y presioné para prepararlo antes de ir a la puerta principal. Se encontraba demasiado oscuro para ver el exterior. Encendí las luces de afuera y vi a William de pie con un termo en una mano, mirándome completamente despierto.



Al abrir la puerta, me quedé mirándolo, demasiado confundida, pero no podía dejarlo ahí.



William me sonrió. —¿Estás lista?



¿Qué? ¿Estaba soñando? ¿Realmente papá no desapareció? ¿Otra vez había sido un sueño elaborado donde acababa en la cama con William? Los había tenido con suficiente frecuencia.



Dean llamó a Rush, quien me llamó. ¿Puedo pasar? —dijo, dando un paso hacia mí y dentro de la casa.



—¿Qué? —finalmente logré preguntar.



Grant alzó el termo de café. —Estoy listo para ir a buscar a Kiro. Incluso conduciré al aeropuerto.


Los pesados pasos de Mase irrumpieron mis pensamientos y volteamos para verlo caminar hacia nosotros. —¿Es este un maldito grupo de búsqueda? — gruñó Mase, dejando caer su bolsa a sus pies y mirándonos de William a mí.



—Eso parece —dijo William.



—Yo, eh... —Era todo lo que podía pensar en decir. Aún no entendía esto.



—Ve por un poco de ese café que huelo, hermanita; lo necesitas para hacer frases coherentes. Me encargaré de esto —dijo Mase.



No quería dejarlo solo con William pero, honestamente, no sabía qué otra cosa hacer.



Así que fui a buscar el café.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:04 pm

18

William

—Explica esto —dijo Mase, de pie con los brazos cruzados sobre su pecho. Era el hermano mayor de Maite y posiblemente la única persona que asumió el rol de padre en su vida. Yo respetaba eso.



—Quiero ir con ella.Tengo muchas cosas que arreglar. Comienzo ahora.



Mase frunció el ceño y continuó mirándome. —¿Qué diablos significa eso? Lo último que escuché es que te follabas a Nan. ¿Qué tiene que ver eso con Maite?



Ella no le dijo nada. Me preguntaba si lo hizo para protegerme. —Me asusté por tener sentimientos hacia alguien. Maite despertó cosas en mí con las que no estoy familiarizado y eso me hizo huir. He decidido que ya no quiero escapar.



Mase se acercó un paso hacia mí. —Necesitas estar malditamente seguro. Porque le gustas más de lo que ella quisiera y no confió en ti. Para nada. Si quieres ir a ayudarla a encontrar a nuestro patético padre, bien, pero yo también voy.



Prefería tenerla a solas pero esto estaba bien. Por lo menos, la tendría cerca. Estaba cansado de no estar junto a ella y tener que mirarla desde lejos.



—Entendido —respondí.



Maite entró en el vestíbulo cargando dos termos de café. —Aquí —dijo, entregándole uno a Mase.



—Gracias. Él va con nosotros. Le gusta mirarte o alguna mier*da cursi que se le parezca.



Los ojos de Maite se abrieron y yo reprimí una sonrisa. No fue exactamente lo que dije pero la mirada en el rostro de Maite era perfecta.



—Oh. —Fue todo lo que ella dijo.



Mase recogió su bolsa y luego miró a Maite. —¿Dónde está tu bolso?



—La dejé en la cocina. Déjame ir a buscarlo.



—Yo la traigo —dije, dirigiéndome a la cocina antes de que ella pudiera terminar su oración. Si quería ganar su confianza de nuevo y agrietar esa pared que construyó a su alrededor tenía que hacer todo lo posible para dejarla ver que iba en serio.



—Estoy confundida. —Escuché a Maite susurrar cuando dejé el cuarto. Sólo sonreí. Bien. Confundida es algo bueno.



Una bolsa de lona Louis Vuitton estaba en el piso de la cocina. La recogí. La bolsa estaba demasiado usada. No había duda que era un regalo de Kiro y ella la había usado por años. No era algo que Maite compraría por sí misma.



La llevé a la entrada y después abrí la puerta. —Es hora de irnos —dije a los dos, aún sujetando su bolsa. Ella la miró y luego a mí.



Mase hizo un sonido divertido con su garganta y rodó los ojos hacia mí mientras salía por la puerta. Maite lo siguió pero se detuvo cuando me alcanzó.



—Gracias —dijo simplemente, después se dirigió afuera.



Esto sería bueno para nosotros.



Mase se subió en el asiento delantero y dudaba que no hubiera sido a propósito. No me quería cerca de Maite. Iba a hacer esto difícil para mí. Bien. Podía manejarlo.



—¿Estás bien ahí atrás? —le pregunté a Maite, mirando hacia atrás para asegurarme que tuviera suficiente espacio para sus piernas.



—Sí, gracias —respondió mientras un rubor coloreaba sus mejillas. Maldición, era hermosa.



Me giré de vuelta y prendí la camioneta. —Rush dijo que esto era normal con Kiro. ¿Hay algún proceso para encontrarlo? —pregunté, tratando de entablar conversación.



—Sí, Maite lo llama. Y cuando finalmente responde, ella va a él. Es la única a quien escucha —respondió Mase.



No me gustaba la idea de que todo esto cayera sobre los hombros de Maite. Ese tipo tenía tres hijos adultos. ¿Por qué tenía que ser responsabilidad de Maite?



—¿Tú no puedes llamarlo? —pregunté, sin ser capaz de mantener la molestia fuera de mi voz.



—Nuestro querido papá tiene una favorita. Sólo la escucha a ella.



—Eso no es cierto. Tienes a tu madre y en realidad no lo necesitas. Tú tienes una‖buena‖vida.‖Luego‖est{‖Nan,‖y‖ella‖no‖se‖lo‖pone‖sencillo.‖Yo‖sólo…‖soy‖la‖ única‖que…



—Eres especial. Él amaba a tu madre. Era su mundo y cuando murió tú te convertiste en su mundo. Es así, y estoy malditamente feliz que se preocupe cuando se trata de ti —le dijo Mase.



Maite no dijo nada. Se quedó callada. Quería preguntar más. Quería saber qué era lo que sentía y si estaba preocupada. Pero con Mase sentado a mi lado, no era un buen momento.



—Necesito comida. Más vale que ese jet este lleno —gruño Mase.

Publicado: ‎08-14-2014 03:29 PM

Levanté una ceja. —No me sermonees por dos a la vez. Tú lo hiciste todo el maldito tiempo.



Rush negó con la cabeza. —Fui estú*pido. Tú eres estú*pido.



—Mira. Sucede que creo que fue malditamente inteligente. Ellas estaban bien y eran bailarinas y me ayudaron a liberar un poco de tensión.



Rush volvió su cabeza para mirarme. —Pensé que sentías algo por Maite—dijo él.



Lo sentía…‖pero‖no‖podía.‖Le‖había‖explicado‖esto.



—Querer a Maite es una cosa. Claro, la quiero. ¿Quién diablos no? Pero la cosa es, que me importa cuánto la quiera. No voy a ponerme serio. No puedo tener lo que tienes con Blaire. No soy así.



—Mier*da —dijo Rush, girándose para mirarme directamente—. Tuve a un idio*ta borracho divagando sobre lo especial que era ella y que solo quería hablar con ella y lo mucho que extrañaba su sonrisa. Esa mier*da no desaparece.



No me había dado cuenta de que había dicho que la echaba de menos. Lo hice. Incluso con ella aquí, yo la echaba de menos. Me hacía reír y su sonrisa siempre convierte todo lo demás en menos importante. —Salió con Adam anoche.



—¿El profesor de tenis?



—Sí —Le respondí, sintiéndome enfermo del estómago. ¿Qué si Adam la besó? ¿Qué si la tocó?



—Así que metiste a dos extrañas en tu maldita cama.



—Porque salió con Adam —Le contesté. Esa era la verdad. No hubiese ido en busca de distracciones si no hubiera estado en una maldita cita con el maldito Adam.



Rush dejó escapar un suspiro. —Maite es la persona más protegida que conozco. Ha sido protegida y vigilada durante toda su vida. Es la única hija de Kiro que salía en las noticias. Luego él la escondió con su abuela en Carolina del Norte. Odiaba la forma en que los periódicos querían saber todo sobre ella. Usó su dinero para mantener al mundo fuera de su vida. Una vez que su abuela murió, ella fue empujada al mundo e hizo lo único que sabía hacer. Se escondió en su habitación. Ahora está aquí y necesita amigos. No puede quedarse en su casa y esconderse. Ella tiene a Nan ahí. Así que, claro. Alguien la invitó a salir. Ella fue. ¿Por qué demonios no? No la habías invitado a salir. No hiciste una mier*da.



—Tengo miedo de ella. —Ya está. Lo he dicho.



Rush frunció el ceño. —¿Tienes miedo de ella? ¿Maite? ¿O estamos hablando de Nan?



—Tengo miedo de Maite. De lo que podría sentir por ella.



—Tienes miedo de que podrías enamorarte de ella —dijo finalmente entendiendo.



Solo asentí.



—¿Por qué? ¿Qué hay de malo con eso? Es un infierno mucho mejor a lo que encontré esta mañana.



Me agarré a la barandilla frente a mí. Odiaba que estuviera a punto de admitir esto. Me hacía sonar tan débil. —¿Qué si la pierdo? Al igual que Jace.



—Puedes perder a cualquiera. Puedes perderme, pero no me mantienes afuera.



Era diferente. Lo miré. —¿Qué pasa si pierdes a Blaire? —pregunté. Seguramente él temía eso.



Rush frunció el ceño.—Sería la cosa más difícil que jamás tendría que enfrentar. Perderla tomaría mi alma. Pero no puedo no amarla por miedo a perderla. ¿Qué clase de vida es esa? No sabría qué tan asombroso seria despertarme con ella en mis brazos. No disfrutaría verla reír y jugar con Nate. Vale la pena. Dejar que algo como eso te detenga es dejar que el miedo te controle. No te hagas eso a ti mismo. Cada momento que tengo con Blaire y Nate hace a una vida sin ellos superficial y solitaria.



Lo pude ver en su rostro. No temía perderla. No le atormentan. Amaba a su vida ahora. Pensar en lo que podría pasar no lo detenía. ¿De esto trataba la vida?



¿Tomar oportunidades?



—Si crees que ella puede ser la indicada, entonces es tiempo de que aproveches tu oportunidad. Si perdiera todo lo que tengo mañana, no lo lamentaría un solo minuto. Nunca. Son ellos los que hacen que mi vida valga la pena.



—Mi papá pensó que estaba enamorado dos veces. Las dos veces se quemó, y pagué el precio. Y mira su vida y donde está ahora, es triste. No quiero eso.



Rush negó con la cabeza, como si no me entendiera en absoluto. —Las dos mujeres que tu papá amó no eran nada como Maite. Tu papá no eligió bien. Maite es una buena elección. El hombre que se adueñe de su corazón tendrá suerte. Ella es honesta y amable. Nunca la he visto ser otra cosa que ambas. Así que, si ella de quien te permites enamorarte, nunca estaría más feliz por ti.



Tenía razón.



Un peso pesado que estaba en mi pecho se levantó lentamente. Lo que me decía tenía sentido. Y no tendría que hacerme daño para protegerme.



—Puede que la haya empujado demasiado lejos —Le dije, dejando que la realidad se hundiera en mí.



Rush se encogió de hombros. —Tal vez sí. Tal vez no. Tal vez nunca tuviste una oportunidad para empezar. ¿Pero ella vale la pena intentarlo?



Asentí. —Sí, por ella vale la pena mendigar —Le contesté.



Rush se sentó y apoyó los pies en la barandilla. —Entonces, creo que tienes que dejar de tener tríos en tu cama y trabajar en conseguir a Maite para que te de otra oportunidad.



Eso sonaba más fácil decirlo que hacerlo. Le había dicho que no quería nada más que una amistad con ella. Ella lo aceptó y lo dejo así. ¿Ahora qué? ¿Solo debería de decirle que cambié de idea?



—No creo que me vaya a dejar entrar así de fácil. Y luego está ese hermano suyo que no me aprueba.



Rush se echó a reír. —¿Mase? Sí, sí será difícil ganar otra vez. Lo bueno es que no tendrás que besarlo y pedirle perdón a él. Solo céntrate en Maite.


Por primera vez en meses tenía esperanzas. La idea de estar cerca de Maite de nuevo y pasar tiempo con ella era más emocionante que cualquier otra cosa‖que‖podría‖pensar…‖excepto‖conseguirla‖desnuda.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:06 pm

19

Maite

Tan pronto como subimos al jet, Mase se comió un tazón de avena y se fue a la cama. No era una persona madrugadora. Me senté en el sofá de cuero junto a la ventana para poder ver hacia afuera mientras pensaba a dónde podía haber ido papá en vez de pensar en el hecho de que William estuviera aquí.



Conmigo.



No me volteé a ver qué hacía ni dónde iba a sentarse. No estaba segura de qué decirle ahora que nos hallábamos a solas. También odiaba la idea de que mi corazón se acelerara cuando me sonreía.



Su cálido cuerpo se desplomó junto a mí, lo suficientemente cerca para que su brazo estuviera rozándose con el mío. —Hola —dijo, simplemente.



Ignorarlo era imposible y grosero. Yo no era grosera. —Hola —respondí, mirándolo y luego regresando la mirada hacia la ventana.



—¿Estás preocupada por tu padre? —preguntó.



No realmente. Esto era normal. —No. Sólo frustrada porque nunca parezca madurar.



—¿No vas a mirarme?



No quería hacerlo. Me hacía olvidar que era peligroso. —Probablemente no —respondí honestamente.



William se rió. —Es una pena. Me gusta mirar tus ojos.



Cerré los ojos y maldije silenciosamente. ¿Por qué, William? ¿Por qué me haces esto? No es justo.



—¿Vas a odiarme para siempre? —preguntó.



No lo odiaba. Esto no se trataba de eso. ¿Acaso no lo entendía? Él había establecido los términos. Yo sólo me protegía.



—No te odio. Es sólo que sé dónde estoy contigo, y trato de no pensar demasiado en ello, o en ti, para el caso.



No dijo nada. Bien. Lo había callado. Tal vez se iría y no tendría que seguir oliéndolo. Tan cálido y delicioso. Sabía cómo se sentía esa piel contra la mía y no necesitaba recordatorios.



—Cometí un error, Maite. Estaba asustado y lo arruiné.



Finalmente me giré para mirarlo. Ya tuvimos esta discusión. No quería tenerla de nuevo. —Lo sé. Ya me lo dijiste. Lo entiendo. —Comencé a girarme de nuevo, pero William me agarró del mentón y gentilmente volvió a girar mi rostro hacia el suyo.



—No. No hemos hablado de esto. Te dije cosas que no son ciertas. Te dije que no estaba listo para una relación. Era mentira. Me sentía malditamente asustado de amar tanto a alguien y perderla. Pero ya no lo estoy. No puedo seguir haciéndome esto.



No respondí porque no tenía idea de qué hablaba.



—Te quiero. Te he querido desde el momento en que te vi. Cuando me enterré en tu interior, supe que estaba perdido. Esos hermosos ojos color avellana y esa sonrisa angelical habían comenzado a matarme por dentro y a hacer su hogar en‖mi‖corazón.‖Pero‖esa‖noche…‖me‖reclamaste,‖no‖puedo‖librarme‖de‖eso.‖No‖ puedo olvidarlo.



Oh. Levanté la mirada hacia él mientras sus palabras se asentaban. ¿Esto significaba que me quería? ¿O sólo lo decía porque quería que tuviéramos sexo de nuevo?



Bajó la cabeza hasta que sus labios prácticamente rozaban mi oreja. —Eres todo lo que quiero. ¿Me perdonas por huir? Por favor.



Me alejé de él, poniendo algo de espacio entre nosotros. —No. No estoy lista para olvidar que durmieses con Nan, ni que no me llamaras por dos meses.



William frunció el ceño y se pasó una mano por su largo cabello, desordenándolo aún más. —Sí llamé. Pregúntale a Dean. Él te lo dirá. No sabía por qué no recibías llamadas en tu celular pero lo reventé con ellas. Pensé que te habías enterado de mi metida de pata con Nan mientras estaba borracho y que habías terminado conmigo. Tu papá me amenazó con llamar a la policía si aparecía en tu casa. Comencé a beber un montón para olvidarte, y sí, sucedió que Nan estaba allí.



¿Realmente había intentado llamarme? ¿Por qué papá me mantendría alejada de él? A menos que supiera de Nan y William. Esa sería una razón para que papá amenazara a William. ¿Decía la verdad?



—Quiero estar cerca de ti. Cuando lo estoy, todo se desvanece y no puedo concentrarme en nada más que en ti. Eso era lo que me asustaba, pero he decidido que era estú*pido estar asustado de eso. Es especial. Tú eres especial.


Mi abuela me diría que ignorara las palabras dulces y que me alejara. Pero mi abuela nunca había visto a William Carter. Era demasiado atractivo para las palabras. Lo extrañaba. Esto. Estar con él. Extrañaba esto. Él me había enseñado cómo disfrutar la vida, aunque sólo hubiera sido por dos semanas.



Cuando estuve con él sentí que realmente vivía.



—No creo que pueda confiar en mi buen sentido contigo —le dije honestamente.



—Te darás cuenta que puedes confiar en mí. No soy un chico malo. En el fondo lo sabes. Sólo tomé una muy mala decisión.



Correr riesgos nunca había sido lo mío. No era una persona arriesgada. Era cuidadosa. No me lastimaban. Me protegía. Tenía muros. Y William había atravesado mis muros una vez. Dejarlo entrar otra vez era pedir mucho.



Se movió hacia mí y puso su cabeza en mi hombro. —No me importaría rogar —dijo.



Me estremecí por el hormigueo de su aliento contra mi piel. Esto era una mala idea. William era bueno hablando dulcemente. Con su apariencia y su boca podía hacer que una chica hiciera cualquier cosa con palabras. Si me permitía preocuparme por él más sólo terminaría mal.



—No ruegues. Sólo dame un poco de espacio. Necesito pensar —respondí, alejándome aún más de él. El hecho de que quisiera acurrucarme en su regazo y enroscarme a su alrededor no era bueno. Solía ser más fuerte que esto. Él decía que yo lo hacía débil, si sólo supiera lo débil que él me hacía a mí.



William me dio esta mirada triste que sólo hacía su rostro más atractivo. Cerré los ojos y respiré profundo. —No. Has estado durmiendo con Nan. Te escuché. ¿Tienes idea de cómo se siente? Saber que los fuertes gritos que te mantenían despierta‖en‖la‖noche,‖de‖hecho‖eran‖im{genes‖de‖alguien…‖—Me detuve. Iba a decir demasiado.



—Me mantiene despierto en la noche. Odio saber que escuchaste eso. Ni siquiera‖recuerdo‖mucho‖de‖esa‖noche.‖Pero‖saber‖que‖nos‖escuchaste…‖me‖mata.



Miré por la ventana para poder abrir los ojos. No confiaba en mí misma con esos ojos suyos enfocados en mí. —Ponte en mis zapatos. Qué si me escucharas tener‖sexo‖con‖otro‖hombre…‖uno‖al‖que‖odiaras.‖¿Cómo‖sentirías?



William no respondió. Pensé que le había cerrado la boca y que iba a dejarme sola. Me sentí aliviada y decepcionada al mismo tiempo.


William se movió más cerca de mí de nuevo y su mano se estiró y corrió el cabello de mi cuello. —La idea de otro hombre tocándote me vuelve tan jodidamente loco que quiero destruir cosas. No puedo imaginarlo y sólo pensar en ello me hace temblar de furia.



Podía sentir la rigidez en su cuerpo mientras rozaba mi costado.



—Tu cita con Adam me acecha. No puedo soportar la idea de que te toque. —El dedo de William hizo un camino a lo largo de mi brazo desnudo—. No soy posesivo‖y‖loco.‖Nunca‖lo‖he‖sido.‖Pero‖tú…‖quiero‖envolverte‖y‖escaparme‖contigo para que nadie más pueda tocarte. Sólo yo. Siempre yo.



La cabeza de William se inclinó hacia abajo y la punta de su nariz rozó la piel de mi cuello. —Hueles como el cielo y el infierno envueltos en uno —susurró.



Mi corazón golpeaba contra mi pecho y mis piernas se sentían débiles. ¿Realmente sentía todo eso? Giré la cabeza para mirar sus ojos y la determinación y desesperación me dijeron que sentía cada palabra. William Carter me quería así de mucho. Tan difícil como era de creer, me había llamado y no lo supe. No podía convencerme de que mentía. Estaba tan determinado a que le creyera. Quería creerle.



El recuerdo de lo bien que William podía hacer que mi cuerpo se sintiera se reproducía vívidamente en mi cabeza. No quería recordar, pero él lo hacía muy difícil.



—Si no confías en mí, lo entiendo. Sólo déjame estar cerca de ti —dijo mientras su mano se deslizaba debajo de mi camiseta y descansaba sobre mi estómago—. Te lo probaré. Sólo déjame. Dame una oportunidad de probártelo.



Su mano jugaba con la piel de mi estómago y olvidé cómo respirar.



—No quiero ser otra Nan para ti —le dije, honestamente. Había sido testigo de lo fácil que había dormido con Nan y luego ignorado, y sus sentimientos después.



—No eres nada parecida a Nan. Lo que ella y yo teníamos era vacío y basado en su egoísmo y necesidad. No tiene sentimientos por mí y se aseguró de matar todos los sentimientos que tuviera por ella.



Dejé que su mano continuara tocando mi piel y enviara hormigueos a través de mi cuerpo. Esto tal vez regresara a acecharme, pero era buena leyendo a la gente —y le creí a William Carter.



—Tan jodidamente suave —murmuró en mi oído, y dejé que mi cabeza cayera hacia atrás para darle más acceso a mi cuello, porque era increíblemente débil cuando se trataba de querer lo que este hombre pudiera darme. Esto no era inteligente. Estaba cometiendo un enorme error pero no parecía poder detenerme. Amaba cómo me hacía sentir. Mi cuerpo quería más. Incluso si mi cabeza me gritaba que detuviera esto.



Dejó escapar un gruñido complacido y sus labios encontraron mi cuello arqueado y dio pequeños mordiscos mientras se dirigía hacia la parte superior de mi camisa. Sus manos estaban allí, desabotonándola, y no me importaba. Quería su boca en mis pechos. William me había dado orgasmos que no sabía que existieran y lo quería. Hacía que mi cuerpo sintiera cosas que no sabía que podía sentir y lo quería.



—Tan hermosa —dijo con tono reverente, mientras bajaba mi sostén y sus manos cubrían mis pechos. Gemí, aliviada. El dolor que se había instalado en ellos disminuyó un poco ante su toque. Aun así, quería más.



William agarró mi cintura y me arrastró sobre su regazo hasta que me encontraba a horcajadas sobre él y mis pechos desnudos frente a su rostro —Joder, sí —dijo antes de que su boca estuviera sobre mi pezón, chupando. Su otra mano estaba pellizcando y retorciendo mi otro pezón. La sensación hacía que la humedad entre mis piernas creciera mientras me retorcía. Un nuevo dolor se estaba apoderando de mi cuerpo; me desplomé sobre su regazo, y la dura erección en sus vaqueros presionada contra mí me hizo gritar de placer.



William dejó de chupar y sus ojos lucían como un par de feroces y hambrientas piscinas azules mientras levantaba la mirada hacia mí. —¿Necesitas que toque tu pequeño y dulce coñito? —preguntó mientras sus manos comenzaban a desabrochar mis vaqueros. Sólo conseguí gemir. No debería estar haciendo esto, pero no podía detenerme.



La simple verdad era que me sentía cachonda. No entendía ese término hasta que William Carter entró en mi vida. Pero este hombre me hacía perderlo. Todo el control que poseía, me hacía olvidarlo en segundos.



—Coloca tus manos detrás de mí y levántate —ordenó. No discutí. Quería sus manos sobre mí. La excitación hacía que mi corazón se acelerara, y que mi cuerpo temblara.


Su mano se deslizó al frente de mis vaqueros y dos dedos se deslizaron dentro de mis bragas hasta que se frotaron justo contra mi clítoris. Me sacudí y gemí.



—Joder —gruñó, y quitó su mano rápidamente. Comencé a rogarle y se puso de pie, agarrándose a mí. Rodeé su cintura con mis piernas mientras él caminaba hacia la parte trasera del avión. Entonces se detuvo y miró a la puerta cerrada de la habitación de papá. Mase estaba durmiendo allí. Me había olvidado de Mase y estaba segura de que William también lo había hecho.



Miró la habitación junto a ella y supe que aunque fuéramos silenciosos Mase nos escucharía. William se giró y fue hacia el otro lado, al baño privado, y abrió la puerta y la cerró de un golpe detrás de él.



—Quítatelos —dijo con voz acalorada, mientras tiraba de su camiseta por encima de su cabeza.



Bajé la mirada hacia mis vaqueros y comencé a abrirlos. Antes de llegar muy lejos, él se había desvestido y tomado la iniciativa, quitándome los vaqueros y la camiseta. Una vez que ambos estuvimos desnudos, su boca se estrelló contra la mía y su lengua me invadió. Había extrañado esto. El calor, la pasión, la necesitad, todo envuelto en un acto. Las manos de William tomaron mi trasero mientras me empujaba más cerca y seguía dando pequeños mordiscos y lamiendo los bordes de mi boca, destruyéndome con besos que sabía que nadie podría superar.



Cuando se alejó, me miró a los ojos y luego presionó otro pequeño beso en mis labios antes de levantarme y sentarme en el mostrador. —Quiero estar dentro de ti otra vez, pero quiero saborearte. He extrañado lo dulce que sabes. Pero tienes que ser silenciosa. —Me sonrió perversamente—. ¿Puedes ser silenciosa mientras beso este dulce coñito? —preguntó, deslizando un dedo dentro de mí y haciéndome gritar.



—No creo que puedas. A mi dulce chica le gusta ser ruidosa. No puedo besarte si vas a gritar —dijo mientras besaba mi cuello y seguía pasando la punta de su dedo entre mis pliegues resbaladizos.



Quería su boca sobre mí. La quería más de lo que quería respirar. —Seré silenciosa —prometí.



Sonrió, pero no se veía como si me creyera. Contuve el aliento mientras besaba su camino a lo largo de mi cuerpo y presionaba un simple beso en mi monte desnudo.



Entonces su lengua salió y la deslizó justo sobre mi clítoris. Estampé mi mano sobre mi boca y eché la cabeza hacia atrás mientras el placer crecía.



Se detuvo y estiré la mano para mantener su cabeza en donde estaba.



—Si gritas, me detengo —dijo, mirándome con una sexy sonrisa que me hacía querer hacer lo que fuera que me pidiera.



Asentí y mantuve la mano sobre mi boca.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:12 pm

20

William

Esto no era lo que tenía intención de hacer. Quería hablar con ella y convencerla para que hablara conmigo. Conseguir que Maite me sonriera y confiara en mí como lo hacía antes de que arruinara todo por ser un cobarde. Pero entonces me hizo pensar en otra persona tocándola. Alguien más sabiendo lo increíble que se sentía el estar dentro de ella y sabiendo que él era quien la haría gritar. Joder, no. No podía permitirme pensar en eso. Si ella pensó en dormir con alguien más, necesitaba asegurarme de que recordara lo que había entre nosotros. No la perdería. No otra vez.



Su sabor y su olor me hicieron olvidar todo lo que me rodeaba. Casi olvidando que su hermano se encontraba en la maldita habitación. Los pequeños ruidos escapaban de detrás de la mano que sostenía con tanta fuerza sobre su boca. No pude evitar sonreír. Era tan malditamente adorable.



Llevarla a un orgasmo de esta manera la haría retirar su mano, agarrar mi pelo y gritar. Sabía eso. Así que tanto como lo quería, eso no sucedería. Necesitaba tener mi boca lo suficientemente cerca para ahogar sus gritos cuando ella terminara.



Con un pequeño beso en su piel sensible, me eché hacia atrás, causando que me alcanzara y me jalara de regreso. Me encantó ver a la correcta, dulce Maite volverse sexualmente exigente. Estaba caliente como el infierno.



—Shhh…‖ Voy‖ a‖ hacer‖ que‖ te‖ sientas‖ bien,‖ dulce‖ chica.‖ Solo‖ espera‖ —le prometí, estirándome por encima de su cabeza hacia el gabinete, sabiendo que encontraría condones en algún lugar cercano. Este era el avión de Slacker Demon,después de todo. La segunda puerta reveló una caja abierta, y agarre uno. Maite me miró mientras me lo puse, entonces agarré sus caderas, deslizándola más cerca del borde del mostrador.



Sus ojos se abrieron y se encontraron con los míos mientras me acomodé en su interior. Era tan increíblemente apretado, quería hacer ruido. Mordí mi labio inferior mientras me hundía hasta el fondo. Era como un caliente y resbaladizo guante que me abrazaba perfectamente.



—Si te mueves voy a gritar —dijo, sin aliento.



Me agaché y cubrí su boca con la mía antes de deslizarme, retirándome y dejando que la exquisita sensación de ella enviara un hormigueo que recorrió mi columna vertebral. Maite gimió en mi boca cuando comencé a mover mi lengua en su boca con el mismo ritmo de nuestros cuerpos.



Maite arañó mi espalda y lo disfrute. Dejaría marcas que sentiría más tarde. Quería eso. Agarré un puñado de su cabello y dejé escapar un gemido en su boca mientras sus caderas comenzaron a encontrarme en cada embestida. Sus rodillas levantándose aún más alto hasta que cubrían mis costillas. Esa fue mi perdición. Me encontraba demasiado cerca y ella se sentía tan malditamente bien.



—Déjate ir—murmuré contra su boca antes de cubrirla otra vez para ahogar sus ruidos.



Con mis palabras, su estrecha calidez me apretó con tanta fuerza que lo perdí. El grito de Maite cuando alcancé mi liberación me hizo venirme aún más duro. Sintiendo su cuerpo sacudirse y temblar debajo del mío me hizo querer gritar. Esto era mío. ¿Cómo pensé que podía dejar ir esto?



Rompí el beso y enterré mi cabeza en su cuello mientras jadeaba por aire.



Sus uñas arañaron suavemente mi espalda una vez más, luego dejo escapar un suspiro largo y tembloroso. Sus piernas cayeron a mis lados y permanecí dentro de ella, renuente a abandonar su calor.



—No puedo creer que haya hecho esto —dijo en voz baja.



Yo tampoco, pero no iba a decirlo. No quería que ella se arrepintiera de esto.



—Eres increíble —respondí, levantando la cabeza para poder ver su rostro. El rubor en sus mejillas y pecho solo destacó la mirada saciada en sus ojos.



—No soy así. Yo no hago esto —dijo.

—Siempre lo está—respondió Maite.



Ésta no era la primera vez ‖que‖había‖estado‖en‖un‖jet‖de‖Slacker‖Demon’s‖ pero era extraño estar en uno con los hijos de Kiro. Siempre estuve con Rush. Los dos tenían una dinámica que nunca había presenciado. Hasta que Mase apareció en Rosemary ni siquiera sabía que eran cercanos. Creía que el hijo elusivo de Kiro se quedaba lejos de todo el mundo.



—¿Ustedes dos siempre han sido cercanos? —pregunté.



—Sí —respondieron juntos.



—La abuela siempre me llevaba al rancho para quedarme con Mase y sus padres cuando era niña.



—¿Padres? —pregunté, porque eso no tenía sentido dado que su padre era Kiro.



—Mi padrastro y mi mamá. Él es más como mi padre que mi propio padre —dijo Mase con su cabeza descansando en el asiento y sus ojos cerrados.



No me di cuenta de eso. Interesante.



—Las visitas de Maite siempre eran algo que esperaba. Creía que tener una hermana era genial. Especialmente una tan buena y dulce como Maite.



Lograr que estuviera sucia y convencerla de montar un caballo o alimentar a las vacas siempre era entretenido.



Maite dejó salir una risa desde el asiento trasero.



Tal vez tener a Mase cerca no era tan malo. Al menos tendría la oportunidad de conocerla mejor.

***


19

Maite



Tan pronto como subimos al jet, Mase se comió un tazón de avena y se fue a la cama. No era una persona madrugadora. Me senté en el sofá de cuero junto a la ventana para poder ver hacia afuera mientras pensaba a dónde podía haber ido papá en vez de pensar en el hecho de que William estuviera aquí.



Conmigo.



No me volteé a ver qué hacía ni dónde iba a sentarse. No estaba segura de qué decirle ahora que nos hallábamos a solas. También odiaba la idea de que mi corazón se acelerara cuando me sonreía.



Su cálido cuerpo se desplomó junto a mí, lo suficientemente cerca para que su brazo estuviera rozándose con el mío. —Hola —dijo, simplemente.



Ignorarlo era imposible y grosero. Yo no era grosera. —Hola —respondí, mirándolo y luego regresando la mirada hacia la ventana.



—¿Estás preocupada por tu padre? —preguntó.



No realmente. Esto era normal. —No. Sólo frustrada porque nunca parezca madurar.



—¿No vas a mirarme?



No quería hacerlo. Me hacía olvidar que era peligroso. —Probablemente no —respondí honestamente.



William se rió. —Es una pena. Me gusta mirar tus ojos.



Cerré los ojos y maldije silenciosamente. ¿Por qué, William? ¿Por qué me haces esto? No es justo.



—¿Vas a odiarme para siempre? —preguntó.



No lo odiaba. Esto no se trataba de eso. ¿Acaso no lo entendía? Él había establecido los términos. Yo sólo me protegía.



—No te odio. Es sólo que sé dónde estoy contigo, y trato de no pensar demasiado en ello, o en ti, para el caso.



No dijo nada. Bien. Lo había callado. Tal vez se iría y no tendría que seguir oliéndolo. Tan cálido y delicioso. Sabía cómo se sentía esa piel contra la mía y no necesitaba recordatorios.



—Cometí un error, Maite. Estaba asustado y lo arruiné.



Finalmente me giré para mirarlo. Ya tuvimos esta discusión. No quería tenerla de nuevo. —Lo sé. Ya me lo dijiste. Lo entiendo. —Comencé a girarme de nuevo, pero William me agarró del mentón y gentilmente volvió a girar mi rostro hacia el suyo.



—No. No hemos hablado de esto. Te dije cosas que no son ciertas. Te dije que no estaba listo para una relación. Era mentira. Me sentía malditamente asustado de amar tanto a alguien y perderla. Pero ya no lo estoy. No puedo seguir haciéndome esto.



No respondí porque no tenía idea de qué hablaba.



—Te quiero. Te he querido desde el momento en que te vi. Cuando me enterré en tu interior, supe que estaba perdido. Esos hermosos ojos color avellana y esa sonrisa angelical habían comenzado a matarme por dentro y a hacer su hogar en‖mi‖corazón.‖Pero‖esa‖noche…‖me‖reclamaste,‖no‖puedo‖librarme‖de‖eso.‖No‖ puedo olvidarlo.



Oh. Levanté la mirada hacia él mientras sus palabras se asentaban. ¿Esto significaba que me quería? ¿O sólo lo decía porque quería que tuviéramos sexo de nuevo?



Bajó la cabeza hasta que sus labios prácticamente rozaban mi oreja. —Eres todo lo que quiero. ¿Me perdonas por huir? Por favor.



Me alejé de él, poniendo algo de espacio entre nosotros. —No. No estoy lista para olvidar que durmieses con Nan, ni que no me llamaras por dos meses.



William frunció el ceño y se pasó una mano por su largo cabello, desordenándolo aún más. —Sí llamé. Pregúntale a Dean. Él te lo dirá. No sabía por qué no recibías llamadas en tu celular pero lo reventé con ellas. Pensé que te habías enterado de mi metida de pata con Nan mientras estaba borracho y que habías terminado conmigo. Tu papá me amenazó con llamar a la policía si aparecía en tu casa. Comencé a beber un montón para olvidarte, y sí, sucedió que Nan estaba allí.



¿Realmente había intentado llamarme? ¿Por qué papá me mantendría alejada de él? A menos que supiera de Nan y William. Esa sería una razón para que papá amenazara a William. ¿Decía la verdad?



—Quiero estar cerca de ti. Cuando lo estoy, todo se desvanece y no puedo concentrarme en nada más que en ti. Eso era lo que me asustaba, pero he decidido que era estú*pido estar asustado de eso. Es especial. Tú eres especial.

Mi abuela me diría que ignorara las palabras dulces y que me alejara. Pero mi abuela nunca había visto a William Carter. Era demasiado atractivo para las palabras. Lo extrañaba. Esto. Estar con él. Extrañaba esto. Él me había enseñado cómo disfrutar la vida, aunque sólo hubiera sido por dos semanas.



Cuando estuve con él sentí que realmente vivía.



—No creo que pueda confiar en mi buen sentido contigo —le dije honestamente.



—Te darás cuenta que puedes confiar en mí. No soy un chico malo. En el fondo lo sabes. Sólo tomé una muy mala decisión.



Correr riesgos nunca había sido lo mío. No era una persona arriesgada. Era cuidadosa. No me lastimaban. Me protegía. Tenía muros. Y William había atravesado mis muros una vez. Dejarlo entrar otra vez era pedir mucho.



Se movió hacia mí y puso su cabeza en mi hombro. —No me importaría rogar —dijo.



Me estremecí por el hormigueo de su aliento contra mi piel. Esto era una mala idea. William era bueno hablando dulcemente. Con su apariencia y su boca podía hacer que una chica hiciera cualquier cosa con palabras. Si me permitía preocuparme por él más sólo terminaría mal.



—No ruegues. Sólo dame un poco de espacio. Necesito pensar —respondí, alejándome aún más de él. El hecho de que quisiera acurrucarme en su regazo y enroscarme a su alrededor no era bueno. Solía ser más fuerte que esto. Él decía que yo lo hacía débil, si sólo supiera lo débil que él me hacía a mí.



William me dio esta mirada triste que sólo hacía su rostro más atractivo. Cerré los ojos y respiré profundo. —No. Has estado durmiendo con Nan. Te escuché. ¿Tienes idea de cómo se siente? Saber que los fuertes gritos que te mantenían despierta‖en‖la‖noche,‖de‖hecho‖eran‖im{genes‖de‖alguien…‖—Me detuve. Iba a decir demasiado.



—Me mantiene despierto en la noche. Odio saber que escuchaste eso. Ni siquiera‖recuerdo‖mucho‖de‖esa‖noche.‖Pero‖saber‖que‖nos‖escuchaste…‖me‖mata.



Miré por la ventana para poder abrir los ojos. No confiaba en mí misma con esos ojos suyos enfocados en mí. —Ponte en mis zapatos. Qué si me escucharas tener‖sexo‖con‖otro‖hombre…‖uno‖al‖que‖odiaras.‖¿Cómo‖sentirías?



William no respondió. Pensé que le había cerrado la boca y que iba a dejarme sola. Me sentí aliviada y decepcionada al mismo tiempo.


William se movió más cerca de mí de nuevo y su mano se estiró y corrió el cabello de mi cuello. —La idea de otro hombre tocándote me vuelve tan jodidamente loco que quiero destruir cosas. No puedo imaginarlo y sólo pensar en ello me hace temblar de furia.



Podía sentir la rigidez en su cuerpo mientras rozaba mi costado.



—Tu cita con Adam me acecha. No puedo soportar la idea de que te toque. —El dedo de William hizo un camino a lo largo de mi brazo desnudo—. No soy posesivo‖y‖loco.‖Nunca‖lo‖he‖sido.‖Pero‖tú…‖quiero‖envolverte‖y‖escaparme‖contigo para que nadie más pueda tocarte. Sólo yo. Siempre yo.



La cabeza de William se inclinó hacia abajo y la punta de su nariz rozó la piel de mi cuello. —Hueles como el cielo y el infierno envueltos en uno —susurró.



Mi corazón golpeaba contra mi pecho y mis piernas se sentían débiles. ¿Realmente sentía todo eso? Giré la cabeza para mirar sus ojos y la determinación y desesperación me dijeron que sentía cada palabra. William Carter me quería así de mucho. Tan difícil como era de creer, me había llamado y no lo supe. No podía convencerme de que mentía. Estaba tan determinado a que le creyera. Quería creerle.



El recuerdo de lo bien que William podía hacer que mi cuerpo se sintiera se reproducía vívidamente en mi cabeza. No quería recordar, pero él lo hacía muy difícil.



—Si no confías en mí, lo entiendo. Sólo déjame estar cerca de ti —dijo mientras su mano se deslizaba debajo de mi camiseta y descansaba sobre mi estómago—. Te lo probaré. Sólo déjame. Dame una oportunidad de probártelo.



Su mano jugaba con la piel de mi estómago y olvidé cómo respirar.



—No quiero ser otra Nan para ti —le dije, honestamente. Había sido testigo de lo fácil que había dormido con Nan y luego ignorado, y sus sentimientos después.



—No eres nada parecida a Nan. Lo que ella y yo teníamos era vacío y basado en su egoísmo y necesidad. No tiene sentimientos por mí y se aseguró de matar todos los sentimientos que tuviera por ella.



Dejé que su mano continuara tocando mi piel y enviara hormigueos a través de mi cuerpo. Esto tal vez regresara a acecharme, pero era buena leyendo a la gente —y le creí a William Carter.



—Tan jodidamente suave —murmuró en mi oído, y dejé que mi cabeza cayera hacia atrás para darle más acceso a mi cuello, porque era increíblemente débil cuando se trataba de querer lo que este hombre pudiera darme. Esto no era inteligente. Estaba cometiendo un enorme error pero no parecía poder detenerme. Amaba cómo me hacía sentir. Mi cuerpo quería más. Incluso si mi cabeza me gritaba que detuviera esto.



Dejó escapar un gruñido complacido y sus labios encontraron mi cuello arqueado y dio pequeños mordiscos mientras se dirigía hacia la parte superior de mi camisa. Sus manos estaban allí, desabotonándola, y no me importaba. Quería su boca en mis pechos. William me había dado orgasmos que no sabía que existieran y lo quería. Hacía que mi cuerpo sintiera cosas que no sabía que podía sentir y lo quería.



—Tan hermosa —dijo con tono reverente, mientras bajaba mi sostén y sus manos cubrían mis pechos. Gemí, aliviada. El dolor que se había instalado en ellos disminuyó un poco ante su toque. Aun así, quería más.



William agarró mi cintura y me arrastró sobre su regazo hasta que me encontraba a horcajadas sobre él y mis pechos desnudos frente a su rostro —Joder, sí —dijo antes de que su boca estuviera sobre mi pezón, chupando. Su otra mano estaba pellizcando y retorciendo mi otro pezón. La sensación hacía que la humedad entre mis piernas creciera mientras me retorcía. Un nuevo dolor se estaba apoderando de mi cuerpo; me desplomé sobre su regazo, y la dura erección en sus vaqueros presionada contra mí me hizo gritar de placer.



William dejó de chupar y sus ojos lucían como un par de feroces y hambrientas piscinas azules mientras levantaba la mirada hacia mí. —¿Necesitas que toque tu pequeño y dulce coñito? —preguntó mientras sus manos comenzaban a desabrochar mis vaqueros. Sólo conseguí gemir. No debería estar haciendo esto, pero no podía detenerme.



La simple verdad era que me sentía cachonda. No entendía ese término hasta que William Carter entró en mi vida. Pero este hombre me hacía perderlo. Todo el control que poseía, me hacía olvidarlo en segundos.



—Coloca tus manos detrás de mí y levántate —ordenó. No discutí. Quería sus manos sobre mí. La excitación hacía que mi corazón se acelerara, y que mi cuerpo temblara.



Su mano se deslizó al frente de mis vaqueros y dos dedos se deslizaron dentro de mis bragas hasta que se frotaron justo contra mi clítoris. Me sacudí y gemí.



—Joder —gruñó, y quitó su mano rápidamente. Comencé a rogarle y se puso de pie, agarrándose a mí. Rodeé su cintura con mis piernas mientras él caminaba hacia la parte trasera del avión. Entonces se detuvo y miró a la puerta cerrada de la habitación de papá. Mase estaba durmiendo allí. Me había olvidado de Mase y estaba segura de que William también lo había hecho.



Miró la habitación junto a ella y supe que aunque fuéramos silenciosos Mase nos escucharía. William se giró y fue hacia el otro lado, al baño privado, y abrió la puerta y la cerró de un golpe detrás de él.



—Quítatelos —dijo con voz acalorada, mientras tiraba de su camiseta por encima de su cabeza.



Bajé la mirada hacia mis vaqueros y comencé a abrirlos. Antes de llegar muy lejos, él se había desvestido y tomado la iniciativa, quitándome los vaqueros y la camiseta. Una vez que ambos estuvimos desnudos, su boca se estrelló contra la mía y su lengua me invadió. Había extrañado esto. El calor, la pasión, la necesitad, todo envuelto en un acto. Las manos de William tomaron mi trasero mientras me empujaba más cerca y seguía dando pequeños mordiscos y lamiendo los bordes de mi boca, destruyéndome con besos que sabía que nadie podría superar.



Cuando se alejó, me miró a los ojos y luego presionó otro pequeño beso en mis labios antes de levantarme y sentarme en el mostrador. —Quiero estar dentro de ti otra vez, pero quiero saborearte. He extrañado lo dulce que sabes. Pero tienes que ser silenciosa. —Me sonrió perversamente—. ¿Puedes ser silenciosa mientras beso este dulce coñito? —preguntó, deslizando un dedo dentro de mí y haciéndome gritar.



—No creo que puedas. A mi dulce chica le gusta ser ruidosa. No puedo besarte si vas a gritar —dijo mientras besaba mi cuello y seguía pasando la punta de su dedo entre mis pliegues resbaladizos.



Quería su boca sobre mí. La quería más de lo que quería respirar. —Seré silenciosa —prometí.



Sonrió, pero no se veía como si me creyera. Contuve el aliento mientras besaba su camino a lo largo de mi cuerpo y presionaba un simple beso en mi monte desnudo.



Entonces su lengua salió y la deslizó justo sobre mi clítoris. Estampé mi mano sobre mi boca y eché la cabeza hacia atrás mientras el placer crecía.



Se detuvo y estiré la mano para mantener su cabeza en donde estaba.



—Si gritas, me detengo —dijo, mirándome con una sexy sonrisa que me hacía querer hacer lo que fuera que me pidiera.



Asentí y mantuve la mano sobre mi boca.



20



William



Esto no era lo que tenía intención de hacer. Quería hablar con ella y convencerla para que hablara conmigo. Conseguir que Maite me sonriera y confiara en mí como lo hacía antes de que arruinara todo por ser un cobarde. Pero entonces me hizo pensar en otra persona tocándola. Alguien más sabiendo lo increíble que se sentía el estar dentro de ella y sabiendo que él era quien la haría gritar. Joder, no. No podía permitirme pensar en eso. Si ella pensó en dormir con alguien más, necesitaba asegurarme de que recordara lo que había entre nosotros. No la perdería. No otra vez.



Su sabor y su olor me hicieron olvidar todo lo que me rodeaba. Casi olvidando que su hermano se encontraba en la maldita habitación. Los pequeños ruidos escapaban de detrás de la mano que sostenía con tanta fuerza sobre su boca. No pude evitar sonreír. Era tan malditamente adorable.



Llevarla a un orgasmo de esta manera la haría retirar su mano, agarrar mi pelo y gritar. Sabía eso. Así que tanto como lo quería, eso no sucedería. Necesitaba tener mi boca lo suficientemente cerca para ahogar sus gritos cuando ella terminara.



Con un pequeño beso en su piel sensible, me eché hacia atrás, causando que me alcanzara y me jalara de regreso. Me encantó ver a la correcta, dulce Maite volverse sexualmente exigente. Estaba caliente como el infierno.



—Shhh…‖ Voy‖ a‖ hacer‖ que‖ te‖ sientas‖ bien,‖ dulce‖ chica.‖ Solo‖ espera‖ —le prometí, estirándome por encima de su cabeza hacia el gabinete, sabiendo que encontraría condones en algún lugar cercano. Este era el avión de Slacker Demon,después de todo. La segunda puerta reveló una caja abierta, y agarre uno. Maite me miró mientras me lo puse, entonces agarré sus caderas, deslizándola más cerca del borde del mostrador.



Sus ojos se abrieron y se encontraron con los míos mientras me acomodé en su interior. Era tan increíblemente apretado, quería hacer ruido. Mordí mi labio inferior mientras me hundía hasta el fondo. Era como un caliente y resbaladizo guante que me abrazaba perfectamente.



—Si te mueves voy a gritar —dijo, sin aliento.



Me agaché y cubrí su boca con la mía antes de deslizarme, retirándome y dejando que la exquisita sensación de ella enviara un hormigueo que recorrió mi columna vertebral. Maite gimió en mi boca cuando comencé a mover mi lengua en su boca con el mismo ritmo de nuestros cuerpos.



Maite arañó mi espalda y lo disfrute. Dejaría marcas que sentiría más tarde. Quería eso. Agarré un puñado de su cabello y dejé escapar un gemido en su boca mientras sus caderas comenzaron a encontrarme en cada embestida. Sus rodillas levantándose aún más alto hasta que cubrían mis costillas. Esa fue mi perdición. Me encontraba demasiado cerca y ella se sentía tan malditamente bien.



—Déjate ir—murmuré contra su boca antes de cubrirla otra vez para ahogar sus ruidos.



Con mis palabras, su estrecha calidez me apretó con tanta fuerza que lo perdí. El grito de Maite cuando alcancé mi liberación me hizo venirme aún más duro. Sintiendo su cuerpo sacudirse y temblar debajo del mío me hizo querer gritar. Esto era mío. ¿Cómo pensé que podía dejar ir esto?



Rompí el beso y enterré mi cabeza en su cuello mientras jadeaba por aire.



Sus uñas arañaron suavemente mi espalda una vez más, luego dejo escapar un suspiro largo y tembloroso. Sus piernas cayeron a mis lados y permanecí dentro de ella, renuente a abandonar su calor.



—No puedo creer que haya hecho esto —dijo en voz baja.



Yo tampoco, pero no iba a decirlo. No quería que ella se arrepintiera de esto.



—Eres increíble —respondí, levantando la cabeza para poder ver su rostro. El rubor en sus mejillas y pecho solo destacó la mirada saciada en sus ojos.



—No soy así. Yo no hago esto —dijo.



Aquí venia la duda de si misma. Me levanté y tiré de ella contra mí. —Tú haces esto conmigo. Eso es todo lo que importa. Nos sentimos atraídos el uno al otro. Tenemos sentimientos uno por el otro. Esto está bien. No es como si yo fuera una aventura de una noche.



Maite pasó su mano por su pelo hecho un desastre y miró hacia mí. — ¿Estás seguro de que esto no me hace una pu*ta? —La verdadera preocupación en sus ojos fue la única cosa que me impidió reír a carcajadas.



—Nena, eso solo lo he sido yo. Tu solo has estado conmigo. Dos veces. Eso no te convierte en una pu*ta. Nunca. No lo pienses.



Maite se mordió el labio inferior mientras pensaba en mis palabras. Finalmente, suspiró. —Est{‖bien.‖Supongo‖que‖tienes‖razón.‖Pero…‖no‖es‖como‖si‖ estuviéramos‖ en‖ una‖ relación,‖ y‖ yo‖ solo…‖ —Se detuvo y bajo la mirada hacia nosotros. Todavía estaba dentro de ella y pude ver esa realidad en su rostro cuando sus mejillas rosas se pusieron aún más rojas.



Salí con cuidado y gemí liberándome de su calidez. Maite me observaba con fascinación. Si no se detenía, iba a estar listo para empezar de nuevo en menos de cinco minutos. Estiré la mano, agarré un poco de papel higiénico y retiré el condón antes de volver a mirarla.



Ella aparto su atención de mi polla y luego sonrió con timidez. —Olvidé lo que decía.



Un fuerte golpe en la puerta la hizo saltar y yo maldije.



—Pónganse su maldita ropa y salgan de ahí —ordenó Mase a gritos desde el otro lado de la puerta.



Mier*da. A lo que no quería hacerle frente en este momento.



—Déjame hablar con él primero —dijo saltando del mostrador y alcanzando sus bragas. Su enojado hermano podría estar afuera, pero no iba a dejar que arruinara esto para mí.



Tomé las bragas de sus manos y me incliné para ponérselas. Una vez que las levanté y puse en su lugar hice lo mismo con sus vaqueros. Cooperó en silencio. Cuando abroché su sujetador finalmente me permití mirarla. Llevaba suficiente ropa ahora para que pudiera concentrarme.



Había una ternura allí que no había visto antes. Quería tenerla aquí, encerrada lejos de todos los demás en este momento. Deslizó los brazos dentro de su camisa y la abotoné antes de colocar un beso en su mejilla.



Entonces rápidamente agarré mis vaqueros, los abroché y tiré la camisa sobre mi cabeza. Los dos nos deslizamos en nuestros zapatos. Pasé las manos por su pelo enredado hasta que se veía como si no hubiera sido completamente follada en el baño.



—Vamos —le dije y abrí la puerta para que pudiera salir.



—Tal vez tú deberías quedarte aquí —dijo en voz baja.



Negué con la cabeza. No le tenía miedo al vaquero. —Infiernos, no.



Maite dejó escapar un suspiro y entró en la cabina principal del avión. Mase bebía café sentado junto a la ventana, pero se encontraba frente a nosotros.



—No estoy seguro de porque esto me sorprende. Lo vi venir a un kilómetro de distancia —dijo Mase mientras me miraba.



—Tú no entiendes.‖ No‖ estaba‖ solo…‖ era…‖ est{bamos…‖ —tartamudeó Maite.



—Lo jodí antes. Maite y yo estamos trabajando en ello. Intento ganar su confianza de nuevo.



Mase gruñó. —No, la estás follan*do en el maldito baño en un avión.



Di un paso hacia él y Maite extendió la mano y agarró mi brazo. —Tú no entiendes, Mase.



Levantó sus cejas,luego tomó otro sorbo de su café. —Eres una mujer adulta. Si quieres cometer un error, no puedo detenerte.



El hecho de que me llamaba un error me molestó hasta el infierno, pero me mordí la lengua.



—No digas cosas como esas. No lo entiendes. Pero tienes razón. Soy una mujer adulta, y aunque te quiero esto no es tu asunto.



Mase sonrió. —Apuesto que nuestro padre no estará de acuerdo con eso.



Maite se movió esta vez. —No vas a decirle a papá nada de esto. No somos niños.



Mase tomó otro largo trago de su café. —Tranquila, tigre. Solo estoy bromeando. Además, él lo descubrirá por sí mismo. Primero, tenemos que encontrar su lamentable cu*lo.
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WebNovela LevyRroni Take A Chance(+18)  Empty Re: WebNovela LevyRroni Take A Chance(+18)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:15 pm

21

Maite

William había tomado asiento en el sofá y me había llevado a su lado con el brazo envuelto firmemente alrededor de mis hombros mientras hablaba con Mase como si mi hermano no acabara de atraparnos en el cuarto de baño.



Hombres.


El resto del vuelo pasó rápidamente, pero también William me había mantenido muy distraída durante el primer trayecto largo del viaje. Cuando llegamos a Las Vegas, Grant tomó mi maleta y nos dirigimos a la limusina que Dean había enviado para recogernos. No tenía que preguntar para saber que se hospedaban en el Hard Rock. Era su lugar favorito para alojarse en Las Vegas. Yo prefería el Venetian.



William se deslizó detrás de mí y se sentó tan cerca que nuestros cuerpos se tocaban desde el hombro hasta el tobillo, a pesar de que Mase se sentó frente a nosotros y había un montón de espacio para que se acomodara bien. Sin embargo, me gustó mucho. Estaba decidido a permanecer cerca de mí.



—¿Lo llamaste desde que aterrizamos? —preguntó Mase mientras se inclinaba hacia atrás y estiraba las piernas frente a él.



Rápidamente saqué mi teléfono y lo encendí para llamar a papá. Sonó tres veces y se fue al buzón de voz de nuevo. —Todavía no contesta —le dije.



—Es un idio*ta. No puedo creer que vinimos hasta aquí para buscar a nuestro padre de cuarenta y cinco años. Esto es ridículo —Se quejó Mase.



Sabía que Mase no respetaba a papá. Lo mantenía al nivel de su padrastro y eso era injusto. Papá era una estrella de rock. Era una leyenda. Su mundo era diferente. Había que tener en cuenta que si quería algo, la gente mataría por complacerlo.


—Sigue siendo nuestro padre —le dije, tratando de no ponerme a la defensiva. William se acercó y me apretó la mano. Se sentía como si tuviera un aliado. Alguien que entendía. En realidad, nadie nunca entendió mi vida y mis opciones, ni siquiera Mase. El hecho de saber que alguien pudiera sentir... bueno, se sentía liberador. Como que no estaba sola.



—Sí, lo es. Por suerte —respondió Mase, mirando por la ventana.



La mano de William se tensó sobre la mía y me acercó más a él. No quería que me gustara o necesitarlo. Pero en este momento estaba cediendo ante ello.



Mi teléfono sonó, sorprendiéndonos a todos, y lo busqué sólo para ver que era Dean.



—Hola —dije, esperando que estuviera a punto de decirme papá estaba de vuelta en el hotel.



—¿Has aterrizado?


—Sí, estamos de camino al hotel —le contesté.


—¿Ha respondido alguna de tus llamadas?


Había algo raro en la voz de Dean. ¿Sabía algo?


—No... ¿Te ha llamado? —le pregunté.



Dean no respondió de inmediato. Empecé a preocuparme.



—No, no lo ha hecho. Pero cuando llegues aquí tenemos que hablar de algo antes de ir a buscarlo.



Eso sonaba como si supiera algo. No me gustaba que fuera tan reservado. Sólo me ponía más nerviosa. —Está bien. Deberíamos estar allí en tan sólo unos minutos —le contesté, cuando me dispuse a exigir que me dijera ahora qué era lo que sabía.



—Nos vemos en un rato, chica —dijo antes de colgar.



Sostuve el teléfono en mi mano y lo miré un momento.



—Te olvidaste de decirle a Dean que trajiste a su otro hijo contigo —Mase arrastró las palabras.



Lo miré fríamente y William sólo se rió. Me alegré de que Mase no estuviera afectando a William. Eso no era algo en lo que quisiera pensar ahora. Tenía miedo de que tuviera un problema mucho más grande. La aprensión en la voz de Dean era todo en lo que podía concentrarme en el momento. Algo andaba mal. Me diría si le había pasado algo a mi papá... ¿Cierto? Se me cayó el teléfono a mi regazo y puse una mano sobre mi estómago. Tenía que estar bien. Tenía que estarlo.

***

Cuando llegamos al Hard Rock, nos mandaron hasta el penthouse que Dean y Kiro siempre utilizaban. El resto de la banda se quedaba en otro. Dean abrió la puerta con el ceño fruncido. Lo estudié de cerca. No se veía como alguien que estuviera a punto de decirme que mi papá había muerto. Sólo parecía preocupado.



—Tenemos que hablar —dijo. Asentí, porque ya sabía esto. No le había dicho nada a Mase y William en el coche porque no estaba segura de que pudiera hacerlo sin atragantarme. Tenía miedo. Odiaba admitirlo, pero tenía miedo de perder a Kiro.



La mano de William fue repentinamente a la mía y Mase estuvo a mi otro lado, su mano sosteniendo mi brazo como si necesitara ayuda para mantenerme de pie.


—¿Está vivo? —preguntó Mase, y me di cuenta que no sabía nada, pero estaba leyendo la tensión en la sala, al igual que yo. Fuera lo que fuera, Dean tenía que decírmelo, incluso si no quería.



Las cejas de Dean se dispararon y luego se dio cuenta de cómo habían sonado sus palabras y una mirada de disculpa cruzó su rostro. —Diablos, sí, está vivo. Lo siento, Maite, no quise asustarte, cariño. Normalmente, cuando hace esto y sé dónde está, no te llamo. Simplemente lidio con él. Pero cuando ocurrió esta vez decidí que era hora de que lo sepas. Tú no eres una niña. Kiro aún te trata como a una, pero te necesita más de lo que cree. —Dean se detuvo y comenzó a pasearse de un lado a otro delante de nosotros. Empuñó y desempuñó sus manos a su lado y bajó la mirada al suelo.



Aunque sabía que papá estaba vivo, ahora trataba con el temor de este gran secreto. ¿Podría estar enfermo? ¿Escondería algo así de mí?



—No quiero ser quien te diga esto, infiernos, él debió habértelo dicho hace años. Esto no es correcto. Pero necesitas saberlo. Necesito que lo sepas. No puedo lidiar con él. Necesito ayuda. Eres la única que lo puede ayudar, me temo. Se está haciendo más y más difícil que se vaya cada vez más. —Las divagaciones de Dean no tenían sentido. Continuó caminado en círculos, como si pudiera formar un agujero a través de él suelo al caminar y así hundirse en él. Fuera cual fuera el secreto, era malo. Mis rodillas empezaron debilitarse.



Dean hizo un gesto hacia el sofá y agitó su mano antes de pasarla por el cabello.



—Necesitas sentarte —dijo.



Diferentes escenarios empezaron a correr por mi cabeza. Mi papá estaba en rehabilitación, o tenía una familia secreta de la que no sabía, o tenía una enfermedad terminal. Solté la mano de William y me acerqué al sofá y me senté, sin apartar los ojos de Dean. William se sentó justo a mi lado. No estaba segura de si quería a nadie cerca de mí ahora. Empecé a sentirme ahogada. Mis nervios hacían que me fuera difícil respirar.



—No esperaba verte, William —dijo Dean, reconociendo William.



Pude ver la mirada en los ojos de Dean, y comprendí que él sabía exactamente lo que pasó con esas llamadas telefónicas que nunca recibí. No aprobaba lo que William y yo teníamos, y eso me sorprendió.



—Dile lo que sea, Dean. Ella necesita oírlo —respondió William.



Dean comenzó a sentarse, luego se puso de pie y se pasó las manos por el cabello. —Maldita sea, esto no va a ser fácil —murmuró y miró a Mase.



—Ve al grano, Dean —exigió Mase, tomando asiento frente a mí. Estuve agradecida de que no se hubiera sentado a mi otro lado. Tenía dificultades para conseguir aire.



Dean asintió y me miró. —¿Conoces la historia de cómo tu madre estuvo en un accidente de coche cuando eras una bebé?



Asentí. Fue la forma en que ella murió. Me había dejado con papá e ido a la tienda. Un camión se pasó una luz roja y la atropelló. Murió en el acto. Mi abuela me había contado la historia un día, cuando tuve la edad suficiente para preguntar. Sin embargo, nunca quiso hablar de ello. Ni siquiera me miró cuando me lo dijo. Sabía que era porque la pérdida de su hija tuvo que haberla lastimado. Así que nunca le pregunté de nuevo. El hecho de que él preguntara por mi madre sólo hizo que mi ansiedad fuera peor. Agarré el borde del sofá y traté de calmarme.


—Ella no murió en ese accidente de coche, cariño. Estuvo en un estado de coma. Durante cinco años. Tu padre se negó a quitarle el soporte vital, y un día se despertó. Excepto que no recordaba nada. Ni a ti, ni a Kiro, ni siquiera su propio nombre. Tampoco podía comer, ni beber, ni hablar. Y... estaba paralizada. Los médicos se dieron cuenta de que no solo sufrió una pérdida de memoria; su cerebro estaba traumatizado. Ya no era completa mentalmente. Nunca sería capaz de volver a aprender cosas sencillas de nuevo. Se quedaría en ese estado durante el resto de su vida. Ella estuvo muy agitada cuando tu padre trató de llevarla a su casa, y los médicos le advirtieron que si se la llevaba, el trauma podría enviarla de nuevo en coma, y nunca podría despertar. Así que tuvo que dejarla ahí.



Salí disparada del sofá y me alejé de toda persona al otro lado de la habitación. No podía respirar. Esto no era cierto. Esto no era cierto. No podía ser cierto. Mi abuela nunca me mentiría. No haría eso. Mi madre había muerto.



William fue inmediatamente a mi lado, con su brazo alrededor de mi cintura.



—No te creo —dije con rabia, mirando a Dean. Era un mentiroso. ¿Por qué trataba de hacerme daño de esta manera?



—Mier*da —dijo Mase, poniéndose de pie y moviendo su mirada de Dean hacia mí. Pude verlo en sus ojos. Le creía a Dean. ¿No sabía que esto era una mentira?



—Es hora de que lo sepas. Creo que vas a tener ir a buscarlo. Él odia irse de gira porque no puede verla cuando quiere. Ella está en la mejor instalación a disposición en LA. Cuando llegamos a Las Vegas, él está lo suficientemente cerca para ir allá y ver cómo está. Tenemos que salir de los Estados Unidos desde aquí y viajar al Reino Unido, pero no quiere dejarla. Va a necesitar que lo hagas por él. No podemos prescindir de él, y el verla sólo le afecta más.



Me aparté del brazo de William. No quería que nadie me tocara. Necesitaba espacio para respirar. Una vez que me las arreglé para forzar el oxígeno a mis pulmones, puse mis dos manos en la pared y cerré los ojos. ¿Podría ser esto cierto? Mase pensaba que lo era. No tuvo que decir nada—estaba escrito en toda su cara. Y William no llamó a Dean un mentiroso. Había estado allí para consolarme.



¿Cómo podía eso haber sido ocultado de mí toda mi vida? ¿Mi abuela no desearía visitar a su hija? No había manera. Esto no tenía sentido. No miré a Dean. No miré a nadie. Me quedé mirando la pared frente a mí y respiré hondo. —Esto no es posible. Me habría dado cuenta. Mi abuela hubiera querido visitar a su única hija. —Quería gritarle y tirar las cosas, pero puse mis manos en puños y me centré en calmarme. Que explique eso. Que me diga que mi abuela pasó el resto de su vida sin la necesidad visitar a su única hija.



—Texas, Maite. Tu abuela te llevaba a Texas para estar con Mase —dijo Dean en voz baja. Sus palabras eran suaves, pero se sentía como si me hubiera dado puñetazo en el instinto.



Ella... iba a ver a mi madre. Oh, Dios mío. Me doblé por el dolor. Nunca se había quedado en Texas conmigo. ¿Cómo pudo mentirme? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es que no querían que la viera también? Era mi madre.



Oí a Mase y William decir mi nombre, pero sacudí la cabeza. No quería que trataran de calmarme. No había manera de aliviar este dolor. Me volví y los vi moviéndose hacia mí, y un grito saliendo a la superficie se liberó.



—¡NO! —No los quería cerca. Sostuve mis manos en el aire para detenerlos. Ambos se congelaron. No me concentré en el dolor en los ojos de William y la tristeza en los de Mase. No se trataba de ellos. Este era mi asunto con el que tratar. Sola.



—¿Dónde está? —le pregunté a Dean, mirando hacia atrás a él. La furia y la traición construyéndose dentro de mí se centraron únicamente en ese hombre ahora. Era el único contra el que podía arremeter. Lo había sabido, sin embargo, les permitió mentirme.



—La limusina te llevará con ella. Tu padre está en a Los Ángeles. El conductor sabe a dónde ir —dijo Dean, bajando la cabeza y dejando escapar un suspiro. No había querido decirme. Debería estar agradecida por que lo había hecho. Pero en este momento no tenía espacio para el agradecimiento en mi corazón.


William comenzó a caminar hacia mí y también lo hizo Mase. —Alto. Ambos. No se me acerquen. Necesito estar sola. Quiero ir sola. Quédense —exigí. No esperé por su respuesta. Me volví y me dirigí a la puerta.



Tenía que llegar a esa limusina. Si esto era cierto, entonces todo había cambiado. Mi padre me había mentido toda mi vida, y mi abuela. ¿Cómo podría confiar en alguien?



¿Cómo podrían haberme ocultado a mi madre?
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