Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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WebNovela LevyRroni Take A Chance(+18)

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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:17 pm

22

William

Nunca me había sentido tan impotente. La puerta se cerró detrás de Maite mientras ella huía de la suite. No me quería a su lado. No quería a Mase. Sólo se marchó sola. ¿Cómo mier*da se suponía que lidiaría con esto sola?



Miré de regreso a Dean. —¡No puedo creer esta mier*da! —rugí, con ganas de lanzar algo—. ¿Sólo le soltaste que su madre está viva y en un hogar especial sin advertencia? ¿Qué mier*da pensabas?



—Como él dice —dijo Mase con un gruñido molesto.



Dean se sentó en la silla detrás de él. —¿Qué se supone que debía hacer? Kiro no quiere irse. Cuando finalmente comprendí donde podría estar, llamé al lugar y obviamente él se encontraba allí. Dijo que no se iría de gira. No iba a separarse de ella por tanto tiempo. Ella se pone ansiosa y difícil si pasan demasiados días y él no va a verla. Los doctores le dijeron que lo estaba esperando. Si ella no lo ve, luego se pone paranoica.



Joder.



Me acerqué a las ventanas con la vista hacia Las Vegas. ¿Cómo él sobrevivió a esto? ¿Ver a la mujer que obviamente seguía amando, sabiendo que nunca hablaría con él de nuevo? Parecía casi peor que la muerte.



—Alguien debió habérselo dicho antes. ¡Tiene veinte años! ¡Le han robado la oportunidad de conocer a su madre toda su vida! —Mase sonaba como si estuviera listo para golpear su puño contra la pared.



—Kiro temía que el verla podría alterar a Maite, y que Maite también pudiera alterar a su madre. Hizo todo para proteger a Emily. Los medios nunca han conseguido conocer la historia. Nadie sabe de ella además de nosotros. Para todos los demás, simplemente está muerta. Kiro ama a Maite, pero cuando se trata de proteger a su madre, él hará cualquier cosa. Sin importar el costo. Incluso si eso significa negarle a Maite la oportunidad de verla. Pero tienes razón. Alguien debió habérselo dicho. Kiro debió habérselo contado.



No podía quedarme aquí de pie y esperarla. No podía quedarme para preguntarme si ella estaría bien después de encontrarse con su madre por primera vez. Miré a ambos hombres. —Me voy.



—¿Qué? ¿Te irás? ¿Qué ocurrirá cuando ella regrese? ¿No estás listo para enfrentar esto? —preguntó Mase, mirándome fijamente.



—Me voy con ella. No voy a dejarla. Alguien necesita estar allí cuando se encuentre con su madre.



La expresión de molestia de Mase cambió a una de respeto. Asintió. —Bien.



No le pregunté si quería venir. No quería que lo hiciera. Tres eran una jodida multitud.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:18 pm

23

Maite

Cuando entré a la gran casa blanca, la cual podía ser solo descrita como una mansión, fui recibida en la puerta por una señora con uniforme de enfermera. — ¿Puedo ayudarla, señorita? —preguntó, sin dejarme entrar al edificio.


Al parecer, entrar a The Manor en The Hills era más segura que a una base militar. Le había enseñado al hombre de la puerta mi identificación y mi tarjeta de la Seguro Social. Había tardado diez minutos en hacer una llamada y discutir mi información antes de abrir las altas verjas de metal que rodeaban el lugar.



—Soy Maite Manning. Mi‖ padre‖ est{‖ aquí…‖ y…‖ mi‖ madre‖ —contesté. Decir que mi madre estaba aquí se sentía extraño. Había tenido un montón de tiempo durante el camino para procesar todo esto. Una parte de mi entendía el por qué habían hecho esto papá y la abuela, pero la otra parte de mi los odiaba por ello. Era como que te robasen algo que nunca podrías recuperar.



La señora usó el mini iPad en su mano para escribir algo. Asumí que era mi nombre. —Necesitaré ver tu identificación, por favor.



¿Otra vez? ¿En serio? Saqué la cartera de mi bolso y le di mi licencia de conducir. Miró de mí a la fotografía numerosas veces, después escribió la información de mi tarjeta y esperó. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente retrocedió.



—Regina —llamó a una de las mujeres detrás del mostrador—. Por favor, acompáñala a la habitación de la señora Manning. El señor Manning está ahí esperando su llegada.



Regina marcó otro código antes de mirarme. —Hagas lo que hagas, no enfades a la señora Manning. La presencia del señor Manning la mantiene calmada, pero si se siente amenazada, se agita y tenemos que sedarla. El señor Manning odia eso.



Mi corazón latía rápidamente en mi pecho. Estaba nerviosa. No lo había estado hasta ahora. Sabiendo que estaba a punto de ver a mi madre y que ella sería esta…‖persona…‖no‖la‖sonriente‖mujer‖de‖las‖fotos…‖sin‖respuesta…‖¿Estaba‖lista‖ para esto?



Y mi padre. La forma en la que todos le describían con ella no sonaba como él en absoluto. Kiro Manning no se volvía emocional. Se acostaba con chicas de mi edad y bebía demasiado. No se sentaba junto a la cama de una mujer y cuidaba de ella. Era como si hubiese cambiado a otra vida.



Las puertas se abrieron y seguí a Regina dentro del pasillo. Había solo una puerta en esta planta. No estaba sorprendida. Papá no tenía una vida normal. Regina caminó hacia la puerta y llamó dos veces, después esperó.



Cuando la puerta se abrió, vi a mi padre. Su cabello no había sido cepillado en lo que parecían días, y tampoco se había afeitado. Llevaba una de sus camisetas ajustadas y unos vaqueros demasiado ajustados para el hombre promedio de cuarenta y cinco años. Pero era Kiro. Se esperaba eso de él.



—Gracias, Regina. Puedes dejarnos —dijo en un tono derrotado.



Yo solo me quedé de pie, mirándole. No conocía a este hombre. Parecía mi padre pero también parecía roto. Nunca lo había visto roto.



—Le dije que vendrías. Le hablo sobre ti cada vez que vengo, así que sabe de ti. Creo que está emocionada por verte, pero necesito que estés tranquila. No muestres emoción; eso la enfadará. No discutas esta mier*da delante de ella; se enfadará y no la quiero jodidamente enfadada. Odio cuando no puedo calmarla. Odio a esos hijos de pu*ta y a sus malditas agujas acercándose a ella. Así que mantén la calma. Mantén las preguntas para ti y hablaremos donde no pueda oírnos. Sé que estás enfadada; puedo verlo en tus ojos. Pero entiéndeme: nadie enfada a Emmy. Nadie. Ni siquiera tú. No voy a permitirlo.



La feroz y protectora mirada en sus ojos era algo que nunca había visto. La emoción en mi pecho no era algo que quisiese examinar ahora. Este era un lado de mi padre que nunca había conocido.



—Está bien —dije simplemente.



Asintió y retrocedió. Entré a la habitación y era tan elaborada como el resto del lugar. Un candelabro colgaba en la entrada. Altas ventanas al frente enmarcadas con elaboradas molduras de corona.



—Por aquí —dijo mientras pasábamos la gran, chimenea de mármol y blancos sofás de cuero que estaban en la zona de estar. Entramos en otra habitación, y esta vez mi atención no estaba en la decoración; mis ojos se posaron en un largo cabello oscuro, el cual parecía recién cepillado. Colgaba en la parte trasera de lo que asumí era una silla de ruedas, aunque era diferente a cualquiera que hubiese visto antes; estaba hecha de suave cuero, aunque las ruedas eran inconfundibles. Miraba hacia las altas ventanas, que daban hacia colinas y a un arroyo cercano.



Mi padre se acercó a ella y cogió un cepillo que estaba en la silla a su lado. ¿Había estado él cepillando su cabello antes de que llegase?



—Emmy,cariño,¿recuerdas que te dije que Maite venía de visita? Es una chica grande ahora. Está muy contenta de verte. He cepillado tu cabello y estás preciosa.



¿Ese era mi padre hablando? Nunca en mi vida le había escuchado hablar en ese tono. Todo lo que podía hacer era mirarlo. Este no era Kiro. Este no era mi padre. Mi padre no hablaba así. No le cepillaba el cabello a mujeres. Nunca me había cepillado el cabello de niña.



Él me miró, después lentamente giró la silla de mi madre hacia mí. Mi corazón se estrelló rápidamente contra mi pecho. Respirar se volvió difícil de nuevo, y temí estar a punto de tener un ataque de pánico. Esto era demasiado. Se esperaba que mantuviese la calma, ¿pero cómo podía? Esta era mi madre.



Mis ojos se encontraron con los suyos. Contuve la respiración mientras lentamente asimilaba a la mujer frente a mí. Había visto sus fotografías, y aun podía ver a esa joven mujer en la que estaba delante mío. Ella había sido cuidada bien. Había un vacío en sus ojos que no podía ser ignorado, pero lo que parecía una sonrisa tocó sus labios.



—Hola —dije.‖No‖pude‖decir‖“madre.”‖No‖la‖conocía.‖La‖mujer‖que‖siempre‖ había creído mi madre era una imagen de una joven mujer con brillantes ojos avellana y una gran sonrisa. Una que estaba llena de vida. Esa era mi madre. Esta mujer…‖no‖era‖nadie‖que‖conociese.



—Maite, esta es tu madre, Emily. Emmy, esta es Maite. ¿Recuerdas a esa dulce niña que acunabas? ¿Vimos sus fotos y hablamos de las cosas que hicimos y a los sitios a los que fuimos? Era muy pequeña cuando nació, y estábamos muy asustados de perderla. Pero no lo hicimos. La amabas demasiado como para dejarla morir. Hiciste un buen trabajo, cariño. Ella ha crecido ahora.



Emily Manning siguió mirándome. Quería aceptar que ella era la mujer de las fotos que pasé mi infancia mirando y soñando. Pero eso rompió mi corazón aún más. La feliz y vibrante mujer se había ido. Esto era lo que quedaba.



—Ella es lo suficientemente mayor como para venir a verte ahora. ¿Te gustaría eso? ¿Si la trajese conmigo a veces? —preguntó papá mientras empujaba la silla a su lado y sujetaba sus manos entre las suyas—. Creo que eso te haría sonreír más. Sabes que amo verte sonreír.



Esto no estaba pasando. Estaba dormida. Nada parecía real.



—Ven aquí para que ella te pueda ver mejor, Maite. No ve bien de lejos — dijo mi padre sin quitar los ojos de la cara de Emily.



Tenía miedo de duscutir con él. Era obvio que movería cielo y tierra para asegurarse de que ella fuera feliz. No quería ser la que la enfadara.


Caminé hacia ella, y siguió mis movimientos con sus ojos. Sus pestañas batieron rápidamente e hizo un sonido gutural.



—Eso es suficiente —dijo papá—. No la pongas nerviosa.



Me detuve.



—Ella se parece a ti. ¿Puedes verlo? Tiene tu preciosa boca y manos. Y tu cabello, es todo tuyo. Dios sabe que el mío es una mier*da —le dijo cariñosamente.



Su cuerpo se inclinó hacia papá. No estaba segura de sí se había deslizado o intentaba estar más cerca de él. —Está bien. Mira, te tengo conmigo. No dejaría a nadie aquí herirte, ¿verdad? Sabes que cuido de mi chica favorita —dijo, dando un beso a su cabeza.



La emoción en mi pecho explotó y lo entendí. Esto no era sobre mí. No era sobre lo que me había sido negado. La amargura de la traición se desvaneció en tristeza en ese momento. No por mí —no porque no había tenido oportunidad de conocer a mi madre— sino por mi padre. Lágrimas pinchaban mis ojos y supe que iba a llorar. Él me estaba matando. Su devoción y obvio amor por ella me estaba rompiendo en dos.



—Necesito ir a la otra habitación un momento —le dije mientras mis ojos se llenaban con lágrimas.



—Ve —dijo mientras giraba a Emily para ponerla frente a él.



—Vamos a dejarla tener una bebida y descansar. Ha viajado un largo camino para verte hoy —le escuche explicar. ¿Acaso ella le entendía? ¿Estaba simplemente hablándole para sentirse mejor porque la echaba tanto de menos?



Cuando entré en la sala de estar, lágrimas caían por mi cara. Me tapé la boca para cubrir el sonido de mi llanto. Mi fuerte, duro y poderoso padre, quien amaba decir‖“que‖te‖jodan”‖y‖vivía‖como‖si‖no‖tuviese‖preocupaciones,‖estaba‖sentado‖ahí‖ sujetando la mano de mi madre y tratándola como una reina. Como si ella fuese la cosa más importante del mundo. Siempre había sabido que la amaba. Se aseguró de que todo el mundo supiese que el día que la perdió le marcó de por vida. ¿Pero la escena que acababa de presenciar? Oh, Dios, me dolía demasiado el corazón.



La gente le veía como una leyenda. Lo tenía todo. Lo adoraban. Sin embargo, ninguno de ellos lo conocía. Yo no lo había conocido. Siempre le había visto fuerte e imposible de herir. Ahora sabía que eso no era cierto. Esa ilusión se había ido. Mi padre tenía el corazón roto. Le dolía más de lo que jamás hubiera imaginado.



Me hundí en el sofá, enterré la cara en mis manos y lloré. Lloré por la mujer ahí cuya vida fue demasiado corta. Lloré por la niña pequeña quien nunca llegó a conocerla. Pero mayormente lloré por el hombre que siempre la amaría, incluso aunque ella nunca volviese a ser de quien se enamoró.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:21 pm

24

William

En el momento en que me metí en el coche alquilado sonó mi teléfono. Lo alcancé y vi el nombre de Nan en la pantalla. Iba a ignorarla, pero decidí que era hora de enfrentarla. No ocultaría el hecho de que veía a Maite. Además, ella estaba con August.


—Sí —dije. Debía tener alguna razón para llamar, así que la dejé llegar a eso.



—¿Dónde estás? —demandó.



—¿Por qué?



—Porque Maite se ha ido, tú te has ido y Mase se ha ido. ¿Dónde diablos estás?



—Tienes que mantenerte mejor al día con tus compañeros de piso —dije arrastrando las palabras, aburrido de esta conversación.



Necesitaba un cigarrillo cada vez que hablaba con ella. Lo estaba haciendo bien. No fumaba desde hacía dos meses. No dejaría que Nan me hiciera dar marcha atrás.



—No me importa una mier*da donde están, pero quiero saber si estás con ellos. No voy a dejar que eso suceda. ¿Me entiendes?



Comprendí que deliraba, como siempre.



—Nannette, si empiezo a dormir en la cama de Maite, no hay absolutamente nada que puedas hacer al respecto. Así que termina la mier*da. Se acabó. Estoy cansado de ser tu segunda opción.



La rabia hirviendo implícita en su silencio me hizo sonreír. Me gustaba hacerla enojar.



Durante mucho tiempo sólo quise hacerla sonreír. Quería salvarla de sí misma. Pero se aseguró de destruir todos esos sentimientos en mí. Durmiendo con un hombre tras otro, refregándolo en mi cara, y luego llamándome en el momento en que necesitaba a alguien. La dejé que me usase, y eso lentamente me carcomió. Ser necesitado era algo que pensé que quería. Pensé que me haría sentir como si tuviera un propósito. Lo que no me di cuenta es que me convertí en la perra de Nan. Esa fue una píldora amarga para tragar. Dejar de ser la segunda opción de su vida no fue fácil, pero una vez que logré matar mis sentimientos por ella y aceptar que era amargada y colérica, y que nunca podría cambiar eso, fui una persona más feliz. Dormir con ella cuando me encontraba borracho era fácil. Sabía qué esperar por la mañana. Sabía que ya no me hallaba en peligro de enamorarme de ella.



—¿Esto es porque estoy follan*do con August? Estás siendo infantil. Te dije que sólo quería que fuéramos amigos con beneficios por un tiempo. No me gusta lo serio, y tú querías ser serio.



Me hallaba jodidamente loco. Ella nos salvó a ambos del infierno, debo darle las gracias por eso.



—Estoy aburrido,Nannette.Lo beneficios terminaron. Pertenecemos al pasado. No quiero eso de ti nunca más. Puedes foll*ar con quién diablos quieras, y estoy de acuerdo con eso. Diablos, si él necesita un condón le diré dónde dejé mi escondite.



Nan chilló incrédula. —Crees que es dulce y bonita, pero eso se volverá aburrido también. Es tensa y aburrida. Cuando hayas terminado de tratar de joder a Maite, no vengas corriendo a mí cuando te des cuenta que no valía la pena el esfuerzo.



No mordí el anzuelo. Ella se encontraba pescando. No era estú*pido y no le daría cualquier cosa que pudiera tirar en la cara de Maite después. Nan jugaba juegos. Juegos brutales.



—Con quién decido pasar mi tiempo es asunto mío. No soy tuyo, Nan. Nunca lo fui. Ahora bien, si ya terminaste tengo cosas importantes que hacer.



—¿Dónde estás? —gritó en el teléfono.



—No en Rosemary —contesté, y luego colgué el teléfono y lo dejé caer. Nan fue una lección difícil de aprender. Era el tipo de chica del que su padre me advirtió. Amar a Nan sólo conduciría al desastre. Lo bueno es que en realidad nunca me enamoré de ella...


Mi teléfono sonó otra vez antes de que pudiera pensar demasiado en Nan.



Esta vez era Rush.



—Hey —dije, agradecido porque fuera alguien con quién realmente podía hablar.



—Acabo de hablar con papá —fue su única respuesta.



—Sí. Es jodido. Me dirijo hacia allí ahora. Ella quería ir sola, pero quiero estar allí cuando se vaya.



—¿Tú y ella hablaron las cosas antes de que pasara toda esta mier*da?



Hablamos, correcto. Hablamos de una manera que no esperaba.



—Sí, lo hicimos. No terminamos, pero luego Dean soltó esto y ella desapareció.



—Estoy teniendo un momento difícil asimilándolo, y ni siquiera es mi mamá. No me puedo imaginar que Maite esté manejándolo bien. Parece tan frágil.



Aparté la posesividad que se levantó en mí. Pensar en Maite siendo frágil me molestaba. No quería pensar en eso. No cuando no me hallaba allí para sostenerla.



—No voy a mentir. Estoy enojado con tu papá. Simplemente lo soltó sin ninguna preparación ni nada. Esa clase de mier*da tiene que decirse gradualmente. Él no lo suavizó.



Rush suspiró. —Sí, bueno, no es exactamente bueno con las palabras. Sólo dice lo que piensa.



Esta excusa no era suficiente para mí. Dean se encontraba en mi lista negra.



—Nan te está buscando —dijo Rush.



—Me llamó —le contesté. Esto no era algo que quisiera hablar con él. Nan no era una de mis personas favoritas, pero seguía siendo su familia.



—Se va a comer a Maite viva. Ten cuidado.



No es lo que esperaba que dijera, pero me encontraba de acuerdo.



—Lo sé. No dejaré que Maite salga lastimada.



—Si lo haces, entonces Kiro nunca aceptará Nan. Tiene que aceptarla. Puede que ella no lo merezca, pero lo necesita.



Debería haber sabido que su preocupación era más por Nan que por Maite.



—No voy a dejar que se acerque Maite —fue mi única respuesta.



—Sería bueno si quisieras entrar en las bragas de alguien que no fuera de la descendencia de Kiro. Menos complicado.



Me reí. Sí, lo sería, pero Maite... bueno, ella era Maite.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:22 pm

25

Maite

—No puedes entrar ahí con ese aspecto —dijo papá cuando entró en la habitación—. La asustarás.


Levanté la mirada llena de lágrimas para ver a mi padre. Nunca lo volvería a ver de la misma manera otra vez. No importa con cuántas chicas follaba y cuántas cosas groseras hiciera o dijera. Todo lo que sería capaz de ver era el hombre allí, sosteniendo la mano de mi madre.



—Vine aquí enojada. Contigo. Con la abuela. Pero ahora, solo estoy... —Me encogí de hombros. No podía hablar con el corazón roto. No quería que supiera que su dolor destrozó mi corazón.



—La protegía. Eras una niña. No hubieras sido capaz de entender, y te habrías enojado con ella. No podía dejar que eso pasara, Maite. Te quiero, hija. Siempre te he amado. Eres lo único que tengo de la mujer que conocí y quedé completamente enamorado. Pero sigue aquí, incluso si ese espíritu se ha ido. Y la protegeré con mi vida. Siempre vendrá primero. Incluso antes de ti.



Me limité a asentir, porque lo entendí. Antes de llegar, pensé que no existía nada que pudiera decir que me impediría odiarlo. Lo que no esperaba era que, todo lo que necesitaba, era volver a verlo con ella. No tenía necesidad de decirme una palabra.



—¿Con qué frecuencia vienes a verla? —le pregunté.



Papá se acercó a la chimenea, apoyándose en la piedra. —Tres, cuatro veces a la semana.



—¿Y es por eso que dejaste Las Vegas? ¿Porque estás a punto de salir del país de gira?



Frunció el ceño. —No se siente bien cuando estoy de gira. Los médicos tienen que sedarla algunos días, debido a que se pone muy agitada. Me necesita. Puede que no sea la mujer, mentalmente, de la que me enamoré, pero su corazón sabe quién soy. Me quiere cerca. No puedo hacer eso otra vez. Ver la sonrisa cuando entro en la habitación hace todo lo demás menos importante.



No lloraría de nuevo. Él no quería mis lágrimas. Sabía con seguridad de que lloró lo suficiente por nosotras dos en los últimos años.



—La banda te necesita. Tal vez puedas volar de vuelta un par de veces y visitarla, así lo haces más fácil para ella.



Asintió. —He pensado en eso. Es solo que no sé si será suficiente.



No podía estar aquí y decirle que cante para millones de desconocidos cuando el corazón se hallaba en esa habitación con mi madre. No era mi lugar. No entendía su tormento. Nunca lo haría. Aún no lo vivía.


—Sé que no puedo dejar de lado a los chicos. Me necesitan. Pero esta es mi última gira. He decidido que no puedo seguir haciendo esto. Quiero estar en casa. Quiero estar cerca de ella.



—Lo siento, papi. —Me callé porque no sabía qué más decir.



La mirada se levantó desde el suelo, en donde permanecía fija, y me miró.



—¿Por qué?



Me mordí el labio, conteniendo el sollozo y oré porque las lágrimas no cayeran. —Por perderla.



Una triste sonrisa apareció en los labios.



—Solía estar triste. Diablos, solía odiar el mundo. Odiaba la vida. Pero luego, te veía y sabía que tenía que vivir. No tendrías que haber vivido, pero lo hiciste. Ella querría que viviera, por ti. Por la bebé, que con su amor, la salvó. También sabía que no te querría en mi vida si seguía siendo Kiro. Querría que crezcas en la casa que creció con la madre a la que adoraba. Así que hice lo que sabía que desearía. Y creciste para ser su viva imagen, por dentro y fuera. Fui acusado de amarte más que a mis otros hijos, y lo hago. Maldición, lo hago. Eres mía y de Emmy. No amaba a Georgianna, era una fanática. No amaba a Maryann, no era más que una aventura. Así que no, no amé a sus hijos de la manera que debí. Sólo tengo un corazón, y tu madre ocupa la mayor parte de él. No tengo

mucho espacio libre para nadie. Tú eres la única que consideraría para darle espacio.



Sabía que amaba a Mase. El jurado todavía deliberaba sobre Nan. Pero también sabía que trataba de decirme que mi madre es y estaría siempre en su corazón.



Me levanté, acercándome a él. Envolví mis brazos alrededor de la cintura y puse mi cabeza en el pecho. No le dije nada. No tenía palabras.



Sus brazos vinieron lentamente alrededor de mí. —Nunca quise herirte por alejarla de ti. Pero es lo que tenía que hacer. Sé que has crecido ahora, pero cuando te miro, todavía veo a mi pequeñita en coletas. Cada vez que trataba de decirte, me detenía en su lugar. No fui lo suficientemente valiente para lastimarte. Espero que puedas perdonarme, y a tu abuela. Estuvo de acuerdo conmigo en que no necesitabas saber sobre tu madre hasta que crecieras. Te encontrabas enferma, nena, y sabía que también no podía perderte. Eso me habría destruido.



Apreté mi agarre sobre él y hundí mi cara en el pecho, sollozando en silencio. No podía odiarlo por esto. No era justo, pero lo entendía. —Te amo —le dije.



—También te amo.Y esa mujer de ahí, te adoraba. No se apartaba de tu lado cuando permanecías en el hospital. Creía que eras nuestro regalo especial. Recuerdo la expresión de su cara cuando diste tu primer paso. Eras su ángel del cielo, y cuando la perdí, sabía que debía protegerte.



Cerré los ojos con fuerza y luché contra las lágrimas. Quería controlarme para poder volver allí y verla de nuevo. Cuando mis sollozos finalmente cesaron y mis lágrimas se secaron, levanté la mirada hacia mi padre. —¿Puedo volver ahí?



Alzó la mano, me limpió el rostro y luego asintió. —Por supuesto.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:25 pm

26

William

Una llamada telefónica de Dean me llegó al pasar las grandes puertas de hierro de Manor en The Hills. No tenía la intención de entrar. Sólo quería estacionar y esperar a que Maite saliera. Ella ya había estado aquí por lo menos dos horas. Cerré la puerta del auto y caminé alrededor de la parte delantera del coche para que poder ver las puertas principales. Cuando ella saliera, yo estaría aquí.



Si no quería verme, bien. Seguiría la limusina de vuelta a Las Vegas. Pero si me necesitaba, estaba disponible. Era tan estú*pido como para pensar que porque yo conseguí follár*mela en un cuarto de baño todo estaba perdonado. Todavía tenía mucho que demostrarle. Y si me daba la oportunidad siempre estaría allí cuando ella lo necesitara.



No esperé más de diez minutos cuando la puerta de la mansión se abrió y Maite salió. Desde aquí, pude ver que había estado llorando. Me dirigí hacia ella. Ella no me notó al principio. Se estaba limpiando los ojos y caminando cuando llegué a las escaleras. Sus ojos se levantaron y se abrieron cuando me vio allí de pie.‖Esto‖era‖todo.‖Iba‖a‖gritarme‖para‖que‖me‖fuera‖o‖iba‖a…



Maite bajó corriendo las escaleras, se lanzó a mis brazos y comenzó a sollozar. La abracé contra mi pecho con fuerza y cerré los ojos. Estuve inmediatamente agradecido de haber venido. Yo había tenido razón. Me necesitaba.



No le pregunté. Solo la dejé llorar y la abracé. Ambas manos agarraron puñados de mi camiseta mientras su cuerpo temblaba. Mi pecho dolía con cada ruido lastimero que salía de ella. Quería arreglar esto. Quería entrar y arreglar cualquier cosa que la molestara, pero ¿cómo demonios puedo solucionar esto? No podría.



—Él…‖le‖cepilla‖el‖pelo‖ —dijo mientras un sollozo estremeció su cuerpo de nuevo.



Le cepilla el pelo. ¿Qué? ¿Hablaba de su papá? Yo no le pregunté. La dejé hablar.



—Ella le sonríe —dijo con voz ahogada.



Sí, hablaba de su papá. Traté de imaginar a Kiro cepillarle el pelo a una mujer, una que no podía hablar ni moverse. No parecía como que esas dos cosas pudieran coexistir. No podía ver a Kiro cepillar el cabello de nadie, excepto el suyo, y eso era raro.



—Oh, Dios, William, mi corazón duele tanto. Es tan dulce con ella. Es como si fuera un hombre que yo no sabía que existía. Ella no puede hacer nada. Nada. Ni siquiera sé si logra entender lo que está diciendo, pero él habla con ella como si lo entendiera todo. Él todavía la ama. Completamente. Y él no recibe nada a cambio.



Eché un vistazo a la mansión frente a mí y traté de imaginar lo que me decía, pero no pude. Había visto a Kiro foll*ar a una mujer en la mesa de la piscina que estaba bastante seguro tenía apenas diecinueve años. Bebía vodka directamente de la botella y fumando un porro al mismo tiempo que lo hizo. Quedó grabado para siempre en mi cerebro a los trece.



Sostuve a Maite y pasé la mano por encima de su cabello, tratando de calmarla, aunque era imposible. Ella no dijo nada más. Finalmente sus sollozos se moderaron y me soltó la camisa y la alisó donde la había arrugado. No es que me importara una mier*da. Ella podría tener la camisa si la quería.



—Estás aquí —dijo finalmente, mirándome con una cara húmeda que aún era de una belleza impresionante. ¿Cómo hacía eso? Siempre tan malditamente perfecta. Lo hacía difícil para un hombre.



—Pensé que podrías necesitar a alguien.



Me dio una sonrisa temblorosa. —Tenías razón.


Extendí la mano y le limpié las lágrimas que todavía se aferraban a sus mejillas con mis pulgares. —Si alguna vez me necesitas, estoy aquí —le dije.



Suspiró y cerró los ojos un instante. —Eso no ayuda —dijo.



—¿Por qué? —Creí que tenerme a su entera disposición sería muy malditamente útil.



—Estoy tratando de mantenerte a un brazo de distancia. Ser dulce hace que sea difícil.



Así que eso es de lo que se trataba. Bueno, ella no había visto nada. Lo iba a hacer aún más difícil antes de que terminara.



—Pensé que habíamos conseguido deshacernos de esa cosa de la un brazo de distancia en el baño en el avión —le contesté, tratando de conseguir una verdadera sonrisa de ella.



Arqueó una ceja. —No. Eso fue porque eres ridículamente sexy y me das orgasmos increíbles.



Podía trabajar con eso.



—Cada vez que desees uno de esos lo único que tienes que hacer es doblar ese bonito pequeño dedo —le contesté, y esta vez sonrió. Una sonrisa real. Una que iluminó toda la oscuridad en sus ojos.



Me agaché y entrelacé mis dedos con los suyos y ella me dejó. —Conduje un coche de alquiler. ¿Quieres venir conmigo?



Echó un vistazo a la limusina. —Sí. Quiero. Papá quiere quedarse hasta esta noche y tengo que dejarle la limusina.



Bueno. Yo la quería a mi lado.



—¿Estás lista ahora? —Le pregunté.



Miró hacia la casa. —Sí, lo estoy. No puedo soportar más hoy. Y necesita su tiempo a solas con ella. Creo que ella lo necesita, también.



No estaba seguro de cómo fue todo en esa habitación hoy, pero sabía que las cosas cambiaron para Maite. Su vida sería siempre diferente. El llanto no había terminado, tampoco. Tenía la sensación de que más lamentos vendrían. Y tenía la intención de estar allí. No iba a lidiar con esto sola.

***

Nos dirigimos de nuevo al desierto y le permití a Maite elegir la música. También la dejé con sus pensamientos. Necesitaba pensar y procesar todo lo que había visto hoy, y yo lo comprendía. Miré de reojo de vez en cuando para asegurarme de que ella no estaba llorando.



—No me voy a romper de nuevo —dijo finalmente.



—¿Quieres hablar de ello? —Le pregunté. Maite no era una gran habladora cuando se trataba de sus sentimientos, pero a partir de hoy sentía como si realmente necesitara hablar. Tener esto embotellado no era bueno para ella.



—Estaba tan enojada con él. Con todos los que me habían mentido. Pero entonces…‖lo‖vi‖con‖ella.‖Nadie‖podría‖haberme preparado para eso. —Sacudió la cabeza y se miró las manos entrelazadas—. Definitivamente ha cambiado mucho entre nosotros hoy. Siempre he sabido que mi padre me amaba más. Odiaba tener que decirlo en voz alta, pero yo lo sabía y me sentía culpable por ello. Ahora lo entiendo. No creo que sea a mí a quien ama más. Yo sólo soy la niña que ella le dio. Soy su conexión con ella.



Pensé en Mase y cuan distante parecía cuando hablaba de Kiro. Como si Kiro no fuera su padre en absoluto. Y luego estaba Nan. Sabía que Kiro no era un fan de ella. Sin embargo, Maite necesitaba a Kiro y lo amaba. No discutí con ella, pero era algo más que solo su madre lo que hizo a Maite su hija favorita.



—Esta es su última gira. Odia dejarla. Ni siquiera podía discutir con él. El mundo puede querer a Kiro, pero Kiro quiere estar con ella.‖Incluso‖como‖ella‖es…‖ él quiere estar cerca de ella. —Maite dejó escapar una risa suave—. Y pensar que yo creía que el corazón de mi padre había sido enterrado con mi mamá.



La miré.—¿Tiene planes de volver a verla?—Le pregunté.



Maite asintió. —Sí. Ella no puede hablar conmigo y yo ni siquiera sé si comprende quién soy, pero yo sé de ella ahora, y eso es suficiente. Quiero… Quiero ser la que le diga a ella sobre mi vida. Y tal vez realmente sonríe cuando la gente le habla. Si paso más tiempo con ella, entonces tal vez encontraré una manera de tener algún tipo de relación con ella.



Podía oír la esperanza en su voz. Quería conocer a su madre. Tenía sentido. Yo simplemente no estaba seguro de si yo podría manejarlo, de dejarla sufrir cada vez que fuera allí. Estiré la mano y liberé sus manos cruzadas entre sí y entrelacé los dedos con los de ella. —Siempre estoy aquí para ir contigo. No creo que tengas que ir sola. Con mucho gusto voy a esperar en el coche hasta que estés lista para salir.



Una suave sonrisa tocó sus labios, y apoyó la cabeza en el asiento y se volvió hacia mí. —Gracias —dijo simplemente.



—Cualquier cosa que pidas, Maite. Cualquier cosa que tú pidas —dije.



Me apretó la mano. —No puedo sacarme la imagen de papá hablando con ella fuera de mi cabeza. Era tan suave y dulce. Kiro nunca es dulce. Recordarlo solo hace que mi corazón se oprima de nuevo.



—Dime si hay algo que yo pueda hacer que te distraiga y lo haré. Puedo cantar bastante bien, pero soy muy malo en contar chistes y eso es todo lo que tengo con que trabajar en este momento.



Maite sonrió, pero no dijo nada. Siguió mirándome fijamente, por lo que era difícil mantener mis ojos en el camino.



Cuando salí a un largo tramo recto de carretera, me sentí aliviado de poder ser capaz de mirarla con más frecuencia. Era demasiado malditamente tentador para no hacerlo. Antes de que pudiera mirar en su dirección, Maite se inclinó y deslizó sus manos entre mis piernas. Todo mi cuerpo se quedó inmóvil y mi concentración se fue al infierno. Agarré el volante con las dos manos y tomé una respiración estable. Tenía su boca en mi oído antes de que pudiera formar palabras y su mano frotaba mi dura polla al instante a través de mis vaqueros.



—Detente —dijo antes de darme un beso en el cuello, y después lamerme. Mier*da Santa hija de pu*ta. ¿Qué estaba haciendo?



—Maite, nena, ¿qué estás haciendo? —Le pregunté. Yo sabía que ella trataba de encontrar algo para sacar su mente de los acontecimientos traumáticos tan recientes, pero no estaba seguro de que esto fuera lo más correcto. A pesar de que mi pene no estaba de acuerdo conmigo.



—Necesito que me hagas olvidar este día —dijo en un susurro ronco.


Oh, infierno. Esta era una mala idea, pero su mano se sentía tan jodidamente bien. Decidí que salir de la carretera podría no ser tan malo. Por lo menos así podría centrarme en controlarme y hablar con ella. Saqué el coche fuera de la carretera.



Maite se inclinó en su asiento. Pensé que había cambiado de opinión hasta que la vi desabrochando sus pantalones y tirando de ellos por sus piernas, junto con las bragas que ya había visto una vez hoy.



Estaba congelado en estado de shock hasta que se arrastró sobre el asiento y se sentó a horcajadas sobre mí y levantó su camisa para sacar sus pechos de su confinamiento. —¿Vas a hacer que suplique? —preguntó mientras se sentaba allí, mirándome.



¿Suplicar? ¿Qué había estado a punto de decirle? No podía recordar. — Maite, no creo que esto es lo que realmente quieres. —Me las arreglé para decir.



—Por favor. No me digas lo que quiero o necesito. Estoy cansada de que la gente decida lo que necesito. Soy una mujer adulta y ahora necesito que me ayudes a olvidar. Dame algo más en qué pensar.



Miré fijamente sus ojos, y el dolor ahí fue mi perdición. ¿Cómo iba a decirle que no? Me necesitaba. ¿No era por eso por lo que vine? ¿Para estar ahí para ella sin importar si me necesitaba? Incluso si mi cerebro gritaba que se trataba de una terrible idea, extendí la mano y acuné su cara, arrastrando mis pulgares sobre su rostro todavía manchado con lágrimas. Era especial. —Haré lo que sea que necesites —dije antes de presionar mi boca a la suya.



Probé su dulzura y deseé poder quitar toda su tristeza. Presionando un beso en cada esquina de su boca, arrastré mi lengua por su labio inferior y me estremecí mientras ella suspiraba. Su lengua encontró su camino dentro de mi boca y probó su propio sabor.



Podría hacer esto durante horas. Una vez, esto era todo lo que habíamos hecho y amé cada minuto de ello. Sosteniéndola cerca y estando conectados era más poderoso que todo lo que había experimentado. Hasta que estuve dentro de ella.



Sacudió sus caderas en mi regazo y moví mi mano hacia abajo para deslizarla entre sus piernas. La humedad que encontró mi toque me sorprendió. Me sentía preocupado de que ella estuviera forzando esto como una manera de olvidar el dolor. Pero estaba lista, y el zumbido satisfecho que vibró contra mi boca me dijo que quería más.



—Sí, eso es bueno. Necesito más —dijo mientras comenzó a montar mi mano. Santa mier*da, ¿de dónde había salido esto? Iba a venirme en mis malditos pantalones a este ritmo.



Deslicé mi mano fuera de ella y gimió en protesta hasta que me vio desabrochar rápidamente mis pantalones y tirarlos hacia abajo hasta que estaba libre.



—Oh —dijo con entusiasmo y me sujetó con ambas manos, luego rozó la punta de mi cabeza hinchada con el pulgar. Alcancé e inmovilicé sus manos.



—Nena, estás desnuda y pidiendo que te toque. Estoy a punto de explotar. No me puedes tocar. Tan bueno como se siente eso, estoy demasiado condenadamente cerca.



Su pequeño ceño se convirtió en comprensión mientras asimilaba mis palabras, y sus ojos se abrieron con sorpresa. —¿Quieres decir que estás a punto de venirte?



Joder. ¿Tenía que decir esa palabra? Su boca diciendo palabras como esas iba a matarme. —Sí. Realmente cerca.



—Quiero verlo —respondió.



—Maite, dulce chica, eso es un lío y estamos en un coche. Te lo juro, voy a dejar que lo veas de cerca y personalmente si eso es lo que quieres, pero no en el coche donde no puedo limpiar.



Echó un vistazo a su bolso. —Tengo pañuelos en mi bolso.



¿Hablaba en serio? ¿O había acabado de morir he ido al cielo, donde ángeles dulces y que hablaban sucio pedían ver tu corrida?



—Por favor, William. Déjame jugar con él hasta que te vengas. Voy a limpiar todo —dijo.



Apreté los dientes mientras mi polla saltaba en sus manos. Le gustaba mucho esa idea. Demasiado. No iba a tener que jugar mucho tiempo.



—Pero pensé que querías que te folle —logré decir.



—Lo hago. Podemos hacerlo después de que lo vea. Podemos ponerlo duro otra vez, ¿no?



Bajé la mirada a su co*ño desnudo y decidí, sí, podríamos conseguir que esté duro de nuevo muy fácil. —Sí, estoy seguro de que puedes. Soy malditamente optimista de que puedes.



Me sonrió y tomó su bolso,dejando su redondo, desnudo cu*lo pegado a mi cara. Estiré la mano y lo apreté y ella chilló antes de sentarse de nuevo con un paquete entero de pañuelos en la mano. —Mira —dijo, sonriendo. Luego los dejó caer en el soporte de vasos y cogió mi erección de nuevo. Eché mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Si la veía hacer esto me iba a avergonzar a mí mismo y me vendría condenadamente rápido. Y mi chica quería jugar.



—Es tan suave. Pensé que iba a ser áspero o algo así, pero la piel es suave, a pesar de que está duro y se ve hinchado. ¿Te duele?



No me estaba preguntando esto. Hijo de pu*ta. —Me duele un poco, pero es un dolor bueno, y estás haciendo que se sienta de verdad muy bueno. Tan jodidamente bien.



—¿En serio? —preguntó inocentemente, y abrí los ojos para mirarla.



Estaba mirando hacia mi polla y jugando suavemente con él. Iba a perder mi mente así. Alcancé y tomé su mano y la envolví a mí alrededor. —Exprímelo —Le indiqué.



Lo hizo, pero no lo suficiente.



—Más duro, nena —dije.



Lo hizo. Sí, eso era. —Está bien, ahora mueve tu mano hacia arriba y hacia abajo así —Le cogí la mano y seguí estrechándome fuerte y deslizándola—. Haz eso y me vendré malditamente rápido.



Maite se mordió el labio inferior y se centró en hacer exactamente lo que le dije. No podía dejar de mirarla. Era tan sexy. Estiré la mano y toqué la humedad entre sus piernas, lo que la hizo detenerse un momento y gemir de placer.



—Si quieres jugar, yo también —dije.



—Está bien —dijo, respirando y tirando más fuerte de mí mientras yo pasaba un dedo alrededor de su clítoris, sintiéndolo hincharse bajo mi toque.



—Oh,‖eso‖es…‖es‖tan‖bueno‖—gimió, tirando de mí con más fuerza.


Necesitaba una probada. Llevé mis dedos a mi boca y chupé su humedad mientras me miraba. Su lengua salió y se lamió los labios. Mis bolas se hincharon y sabía que estaba allí. Empecé a cubrirme para evitar correrme encima ella, pero ella quería ver esto, así que puse mi cabeza hacia atrás y grité su nombre mientras me venía sin control en sus manos.



Hizo un sonido de sorpresa, pero siguió aferrándose a mí mientras me disparaba en sus manos y brazos. Mis caderas se sacudieron, disfrutando de la sensación de venirme para que pudiera verlo. Cuando su mano tocó la punta de la cabeza hasta tocar mi liberación, aun goteando lentamente, agarré su muñeca y maldije. —Joder, nena, no. Demasiado sensible.



Su respiración era rápida y difícil como la mía. Esto la había encendido. Bajé la vista hacia sus manos y me vi en ella por todas partes. No estaba limpiándolo, lo estudiaba también. Sus pechos rebotaban con cada respiración irregular que tomaba. Mier*da. Ya me estaba poniendo duro otra vez.



Agarré los pañuelos y empecé a limpiarla.



—¿Puedo hacerlo de nuevo en algún momento? Me gustó. Me gustó la cara que hiciste cuando te venías —dijo. Su admisión contundente hizo que mi ya excitada polla comenzara a subir.



Sólo Maite.



—Nena, siempre que quieras tocar mi pene es tuyo. Puedes hacer lo que demonios sea que quieras.



Ella sonrió y levantó la mano que no había limpiado a su boca y lamió mi corrida de su dedo. Dejé de moverme. Dejé de respirar.



—Me gusta la forma en que sabe —dijo antes de lamer otro punto de su mano.



Estaba muerto. Esa era la única explicación para esto. Había llegado a un lugar donde los pequeños, sexys y sucios ángeles hacen que las fantasías de los hombres vengan a la vida.



—La próxima vez, ¿lo harás en mi boca? —preguntó, tendiendo su mano hacia mí para terminar de limpiarlo.



—Me querías duro otra vez. Bueno, jodidamente lo lograste —dije, limpiando la liberación, entonces agarré un condón de mi billetera y me lo puse—. No puedo resistir oírte hablar así. Ahora te necesito —dije mientras levantaba sus caderas y la estrellé de golpe sobre mí, lo que la hizo gritar.



—Quieres jugar con mi polla, nena, entonces puedes jodidamente jugar con mi polla —dije mientras levantaba sus caderas y la volví a estrellar de golpe hacia abajo.



—¡Sí! —Echó la cabeza hacia atrás y empujó sus tetas en mi cara. Ambos grandes, rozados pezones justo ahí para mí, para agarrar. Empecé a chupar uno y me agarró la cabeza y la mantuvo así—. Más duro. Chúpame más duro —dijo, y mordí la dura punta, incapaz de controlarme.



—¡Oh, Dios, William! Eso es muy bueno. Más —rogó mientras yo cambiaba de pecho. Ella comenzó a tomar el control, levantando sus caderas y golpeando de nuevo sobre mí.



—¿Es esto lo que querías? —Le pregunté mientras me cabalgaba más duro.



—¡Sí! —gritó.



—Dilo. Dime lo que quieres. —Necesitaba escuchar a esa dulce boca hablar sucio.



Abrió los ojos y me miró, luego lamió sus labios. —Quiero que me folles duro —dijo lentamente, y soltó un gruñido que no conocía y comencé a bombear dentro de ella tan duro como pude. Sus pechos rebotaban en frente de mí, haciendo de la escena aún más erótica.



Nunca me había imaginado a Maite así. Pero maldita sea si no me gusta. Teníamos sexo increíble y alucinante.



—Me voy a venir —dijo, agarrando mi pelo y enterrando mi cara en su pecho. Me gustaba mucho estar allí. Tomé un bocado de sus pechos hinchados y gritó mi nombre y comenzó a temblar sobre mí. Arañó mi espalda de nuevo y dijo mi nombre una y otra vez.



Agarré sus dos tetas y las apreté mientras mi liberación me golpeaba y bombeaba en ella, deseando que no hubiera ninguna barrera. Quería marcarla como mía. No iba a compartir esto. Nunca.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:28 pm

27

Maite

Era una pu*ta. O el trauma me hizo una pu*ta. No me encontraba segura. No fui capaz de mirar a William ya que básicamente lo había violado, luego me trasladé a mi asiento y me puse los pantalones de nuevo. Mantuvo su mano en mi pierna o sus dedos entrelazados con los míos, pero no me obligó hablar.



Imaginé que se dio cuenta que era una pu*ta o sintió lastima por mí hoy. Mi cara se calentó ante el recuerdo de él viniéndose en mis manos y probándolo. Conocía acerca de las mamadas. Sabía que es necesario que a las mujeres les guste para hacerlo. Así que me dio curiosidad. Pero ahora que hice que se viniera en mis manos y lo sabía, me daba vergüenza. No he hecho ese tipo de cosas. No era yo. Sólo necesitaba recordar que estaba viva. William me hacía sentir viva y protegida.



Sin embargo, hoy fue bueno. Me hizo sentir tan bien. Mi seno izquierdo todavía picaba por la mordedura que me dio. Intenté no sonreír pensando en su boca dejando una huella en mi seno. Me gustó demasiado.



Tal vez me gustaba ser una pu*ta. Estaba avergonzada, claro, pero me sentí muy bien.



Mi cuerpo todavía zumbaba por el orgasmo que me dio.



—¿Vas a sentarte allí, en silencio y sonreír de esa manera el resto del camino a casa? Porque si lo haces voy a tener que lanzarme de nuevo.



Me reí y di la vuelta para mirarlo. Su sonrisa era sexy en su rostro mientras me miraba.



—No sonreía —mencioné.



Volvió a mirar la carretera. —Sí, dulce chica, sonreías como una chica muy feliz.



Tenía razón. Me sentía feliz. ¿Cómo no ser feliz después de todo lo que aprendí hoy? Nunca pensé que sería feliz nuevamente desde que salí de aquel lugar, pero luego William estuvo allí y me dejó llorar con él. Me había hecho feliz.



—Gracias —dije finalmente.



William me miró y frunció el ceño. —Por favor, dime que no acabas de darme las gracias por el sexo.



Negué. —No. Quiero decir, fue increíble, pero no. Te daba las gracias por haber venido por mí. Por estar ahí.


Su mano se deslizó a mi muslo, y me cogió la mano de nuevo. —De nada.



No podía entender a William Carter. Hace dos semanas pensaba que era un tipo que no quería nada más que sexo conmigo, y una vez que lo consiguiera me habría abandonado. Luego pensé‖que‖se‖sentía‖enganchado‖de‖Nan.‖Pero‖ahora…‖ Ahora no sé lo que él hacía. Vino conmigo en medio de la noche a Las Vegas para encontrar a mi padre. Entonces fue detrás de mí, así no estaría sola cuando nadie más se le había ocurrido hacer eso. En aquel momento habíamos tenido el sexo más increíble del mundo. No tengo nada con que compararlo, pero sabía muy bien de que no tenía nada mejor que William.



—¿Por qué estás aquí? —pregunté. Necesitaba saberlo. Si esto se trataba sólo de sexo no podría decir que nunca más podría tener sexo con él, porque me gustaba. No. Me encantaba. Era adictivo. Pero necesitaba preparar mi corazón y las emociones.



—Porque tú estás —respondió.



Eso no tenía sentido.



—No lo entiendo —dije.



William me apretó la mano. —Cometí un error contigo. Me asusté y lo estropeé. Así que huí porque soy bueno huyendo. Siempre jodidamente escapando de las cosas. Pero cuando te vi de pie en la cocina de Nan me di cuenta que esta vez no quiero huir. Quiero quedarme. Solo necesitaba las agallas para hacerlo. Por ti vale la pena luchar por los demonios.



Me senté allí, incapaz de pensar en una respuesta a eso. William Carter era conocido por su aspecto, su cuerpo sexy, tatuajes y su hablar tranquilo. Eso no era un secreto. Había oído los rumores y experimenté el buen hablar más de una vez.



Por mucho que quería creer en lo que decía, era una chica inteligente. Ya me había quemado. La abuela siempre solía decir, “Me engañas una vez, la culpa es tuya. Me engañas dos veces, la culpa es mía”. Traté de vivir de acuerdo con ese lema. Pero William lo hacía difícil.



—No confío en ti. Quizás nunca sea capaz de confiar en ti. Pero me gustas. Me haces sonreír cuando lo necesito. No quiero mantenerte a un brazo de distancia,‖ porque‖ quiero‖ m{s…‖ Bueno,‖ ya‖ sabes.‖ Simplemente‖ no‖ puedo‖ prometerte que nunca voy a olvidar el pasado.



William no respondió de inmediato, y me pregunté si me mandaría a volar, que no era digna de esto. No lo culparía si lo hiciera. Requería más atención de lo que en un principio asumió.



—Confiarás en mi otra vez. —Fue todo lo que dijo. Su mano nunca abandonó la mía y no discutí con él. No tenía ningún sentido.

***

Mase me llamó cuando estábamos justo fuera de Las Vegas. Su madre llamó porque su padrastro se rompió la pierna al caer del tractor. Acababa de salir de Texas en un avión comercial de regreso a Rosemary para conseguir su camioneta y volver a casa. Había querido esperarme, pero dijo que su madre sonaba cansada y preocupada. Necesitaba su ayuda, luego regresaría a verme. Sonó molesto y me preguntó cómo me sentía después de ver a Emily. Le aseguré que estaba bien y que William se encontraba conmigo. Eso no alivió su preocupación. —Necesitas tener cuidado con eso. Déjame traerte a Texas conmigo. Puedo ayudar a mamá y cuidar de ti.



Tenía buena intención, pero no me trasladaría a Texas. No ahora. Me veía lista para ver a dónde iba esta cosa con William primero. Le expliqué que quería quedarme en Rosemary y que si lo necesitaba le llamaría. Pero quería que se mantuviera con su madre y su padrastro por ahora. Pareció apaciguado por eso y dijo que estaría de regreso en Rosemary tan pronto como pudiera.



William pareció silenciosamente satisfecho con la partida de Mase. Sin embargo, no comenté nada al respecto. Dean se disculpó por decirme todo en la forma que lo hizo. Lo abracé y le aseguré que estaba bien. Necesitaba saberlo, y me alegré de que hubiera sido testigo de papá con mamá. Nunca lo creería si no lo hubiera hecho. Sin embargo, William no le habló a Dean, y me pareció extraño.



Una vez que estuvimos en el jet nos dirigimos de nuevo a Rosemary, comprendí que no había dormido en más de veinte horas. William pareció leer mi mente. Me tomó del brazo y me llevó de vuelta al dormitorio y empezó a quitarse los zapatos.



—Acuéstate —dijo en un susurró ronco, y lo hice. No iba a discutir.



Salió de sus botas y subió detrás de mí y me tiró contra su pecho. No hablábamos, pero no era necesario. Esto sólo se sentía bien. Con mis ojos cerrados dejé que el agotamiento del día se hiciera cargo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:31 pm

28

William

Dormimos todo el vuelo de regreso a casa. En el camino hacia la casa de Nan me detuve a comprar café y panecillos con salchichas para los dos en un autoservicio que funcionaba toda la noche. Maite se veía adorable y despeinada, se me hacía difícil mirar a la carretera y no a ella.


Estacionando en el camino de entrada, me molesté inmediatamente al ver el auto de Nan. Por supuesto, era media noche y esta era su casa, pero esperaba que no estuviera aquí de modo que pudiera escurrirme en la cama con Maite e ir a dormir sin que fuera un problema.



Aparqué la camioneta y la apagué, luego di un vistazo a Maite.



—Voy a ser honesto. Quiero ir adentro, meterme en la cama contigo de nuevo y terminar de dormir. Me importa una mier*da que Nan viva aquí.



Maite miró la casa, luego bajó la mirada a sus manos y suspiró. —No sé si es una gran idea. No lo manejará bien si ve que estás aquí conmigo.



Extendí el brazo, tomando su mentón de modo que tendría que mirarme a los ojos. —No me importa lo que haga o diga. No la dejaré herirte. No voy a permitir que controle esto.



—Pero estuviste en su cama hace apenas una semana —dijo. El dolor en sus ojos mientras me lo recordaba no solo a mí sino también a ella hizo que me odiara.



—Estaba borracho y fui estú*pido. No significó nada. Contigo siempre significa algo.



Me dio una pequeña sonrisa y abrió la puerta de mi camioneta. —Supongo que se enterará de esto eventualmente. Bien podríamos no esconder nada —dijo, después se bajó.



No esperé a que cambiara de opinión. Agarré mi bolso y el suyo y salí.



Me miró de nuevo mientras subía los escalones. Disfruté la vista de su trasero en esos vaqueros ajustados.



—¿Vas a dormir en ropa interior? —preguntó.



No había pensado en eso. Me encogí. —Sí, probablemente.


Sonrió. —Bien. Me gusta cómo te ves en ropa interior —dijo, luego terminó de subir los escalones.



Sí, estaba sonriendo, pero también pensando en lo que ella iba a dormir. Repentinamente, dormir era la última cosa en mi mente.



Maite abrió la puerta y entramos. Podía decir que trataba de ser silenciosa, pero honestamente, me importaba una mier*da. A menos de que Nan saliera gritando y arruinara mi oportunidad de ver a Maite en esos pequeños y lindos pijamas en los que la vi el primer día.



Cuando llegamos a la habitación de Maite, cerró y puso seguro a la puerta, luego me miró. —Necesito tomar una ducha y deshacerme del viaje. Me siento asquerosa.



—También necesito una —respondí. Abrí la puerta que llevaba al baño para que entrara. Hizo una pausa mirando la puerta, luego a mí.



—Vamos…‖vas‖a…‖—Se detuvo y luché para contener la risa.



—Chica dulce, si tu sexy cu*lo va a tomar una ducha en la habitación de al lado, voy a tomar una también. Esa es una vista que no pienso perderme.



Parecía insegura, me pregunté qué iba mal ahora.



—Yo…‖eso‖parece tan revelador y personal. No sé si puedo hacerlo.



¿Siempre querría hacerme reír? Dios, eso esperaba. Incluso si no estuviera tan perfectamente equipada, su forma de ser tan malditamente adorable sería suficiente. —Nena, te he tenido desnuda y abierta para mí en un tocador con mi cabeza entre tus piernas. No será más personal que eso.



Agachó la cabeza y escuché una risa ligera. —Sí, supongo que tienes un punto.



—Demonios, sí. Tengo un punto. Ahora métete ahí y desnúdate para que pueda ayudar a asearte —le dije.



Entró al baño y la seguí. Ni siquiera traté de esconder el hecho de que la miraba quitarse cada pieza de ropa. Era algo de lo que nunca me cansaría.



—¿Vas a lavar mi espalda por mí? —me preguntó con un tono juguetón en su voz mientras daba un paso fuera de sus vaqueros.



Sonreí y me saqué la camisa. —Seguro, lavaré tu espalda. Pero también voy a lavar esas lindas y grandes tetas y ese co*ño del que soy fanático.



Cerró sus ojos fuertemente. —Odio cuando dices eso.



Riendo, dejé mis vaqueros caer al suelo y fui a encender la ducha. La cosa remilgada y correcta era parte de su sensualidad. Saber que podía conseguir que Señorita Remilgada y Correcta hiciera cosas como lamer mi liberación de sus dedos era ardiente.



Me giré de nuevo para verla de pie detrás de mí, mirando mi trasero desnudo. Tenía sus brazos envueltos alrededor de su pecho —como si eso cubriera algo.



—Está tibia, vamos. —Extendí mi mano, dio un paso hacia adelante, y deslizó su mano en la mía, dejando sus pechos libres. Rebotaron, mi polla prestaba toda su atención.



—Maite—dije.



—¿Sí?



—Voy a follarte en esta ducha. Si no lo hago, no conseguiremos nada de sueño en esa cama.



Su respiración se aceleró y eso fue todo lo que necesité. —No sé cómo hacerlo.



—Oh, confía en mí, nena. Yo sé exactamente cómo hacerlo.



Se tensó y giró en dirección al agua, dejando su espalda hacia mí. ¿Qué demonios había hecho ahora?



Coloqué mis manos en sus brazos para evitar colocarlas en otros lugares. — ¿Qué

sucede?



Se encogió, adentrándose más en el agua y ladeó su cabeza hacia arriba para permitir que el cálido chorro se derramara sobre su rostro y cabello. Olvidé lo que hacía por un momento. Solo la observé con fascinación. Estaba bastante seguro de que podía pasar el resto de mi vida de pie justo aquí, observándola.



Cuando retrocedió y pasó sus manos por su cabello, la agarré, tirándola hacia atrás contra mí. —No hablo en silencio, Maite. Necesito que digas que sucede. Tu espalda está rígida y tu cuerpo me dice que algo anda mal.



Esperaba más silencio por parte de Maite.



—Tal vez no me gusta recordar el hecho de que has tenido sexo con muchas chicas antes de tener sexo conmigo.



Bueno, demonios.



Nunca había pensado en eso.



A ninguna chica le importó antes.



Era un idio*ta.



Le di la vuelta para que me enfrentara. Sus pestañas húmedas se pegaban y agua caía de su suave piel. La hice sentir insegura. Nunca quise hacer eso. —Lo siento. No debería haber dicho eso. No pensé en nada de eso, pero entiendo porque estás molesta. No puedo cambiar mi pasado —le dije, levantando la mano para tocar su rostro porque no podía detenerme por más tiempo—. Pero tú eres diferente. Lo que hacemos es diferente.



Presionó sus labios en una línea y apoyó su cabeza en mi mano como un gatito. —Solo detesto no saber qué hacer. Estar contigo es increíble, pero eres todo lo que conozco. No tengo experiencia así que no tengo idea de cómo hacer las cosas para hacerte sentir bien. No puedo competir con tu pasado.



Esta chica realmente no tenía idea. La presioné contra mí. —Dios, Maite Vas a matarme —dije, sosteniéndola mientras trataba de controlar mis emociones—. El sexo es una forma de obtener placer. Nunca significó nada más para mí. Solo una manera de sentirme bien. No puse nada más en ello. Solo di y tomé lo que necesitaba. Tal vez cuando te vi por primera vez eso era todo lo que quería. En esa fiesta de compromiso tuve un vistazo de esas piernas y te quería desnuda, debajo de mí. No mentiré. Pero luego llegué a conocerte. Vi algo precioso que quería probar. Quería sostenerlo. Quería tocar eso especial que vi allí. —Retrocedí bajando la mirada en su dirección—. Cuando estuve dentro de ti por primera vez me di cuenta de que encontré algo que nunca había sentido, era aterrador. El placer no era vacío y sin significado. Algo dentro de mí cambió y me volví adicto. A ti. No tengo otra explicación para ti ahora mismo. Pero nunca te compares con ninguna mujer de las que he estado, porque tú eres todo lo que quiero y veo.


Maite no respondió, en su lugar presionó un beso en mi pecho y continuó presionando besos hasta que estuvo de rodillas delante de mí. Me miró a través de sus pestañas húmedas. —No sé cómo, pero esto es todo en lo que he podido pensar durante el viaje en el auto.



Estaba bastante malditamente seguro de que olvidé como inhalar. Sus manos me sostenían y apretaba justo de la forma en que le enseñé a hacerlo. — Cualquiera cosa que hagas será jodidamente perfecta —dije con voz ronca.



Mi plan había sido lavar su cuerpo, enviarla a un loco frenesí con mis manos antes de presionarla contra la pared para deslizarme de nuevo dentro de ella. Pero quería chupar mi polla. ¿Cómo conseguí esto? ¿A ella? ¿Qué hice alguna vez para merecer esta clase de retribución? Maite no estaba hecha para chicos como yo.



Todo pensamiento se fue en el momento que sus labios me tomaron y comenzó a succionar como si supiera exactamente qué hacer. No había patrón o ritmo en ello. Solo me tomó en su boca como si fuera un obsequio, lo disfrutaba. No le di instrucciones. Demonios, temía hacerlo. Quería estar dentro, y si lo hacía un poco mejor esto no iba a suceder en la ducha.



Lamió la cabeza y me miró, sonriendo. —¿Así está bien? —preguntó.



Me di cuenta de que contenía la respiración y tomé algo de aire. —Ninguna fantasía que haya tenido alguna vez puede compararse a como se siente esto.



Abrió su boca comenzó a ponerlo de nuevo dentro. Pero no podía permitirle hacer eso justo ahora. Quería estar dentro. Estaría más que dispuesto a dejarla tenerlo en otra ocasión por tanto tiempo como quisiera, o hasta que me corriera.



—Arriba —le dije, extendiendo mis manos hacia abajo. Lo dejó salir haciendo un sonido de pop con su boca y gemí. Se puso de pie, frunciéndome el ceño como si no estuviera segura de lo que sucedía. Tomé su rostro y cubrí su boca con la mía. El sabor almizclado en sus labios hizo que mi pulso latiera más rápido. Sabía a mí.



Tomé sus caderas, la presioné contra la pared, abriendo sus piernas antes de hundirme en su estrecha calidez.



—¡Oh, Dios! —lloriqueó, agarrando mis brazos.



La levanté y comencé a bombear dentro y fuera de ella mientras gemía, rogando por más. La pequeña y estirada Maite desaparecía cuando se encontraba de este modo. Esta era mi salvaje y dulce chica. Cuando levantó su rodilla envolviendo una pierna alrededor de mi cintura, clavando sus uñas en mi espalda, supe que estaba cerca.



No estaba usando un maldito condón. ¡Mier*da!



Maite gritó mi nombre y se sostuvo, encontrando su liberación. La dejé montarme mientras apretaba los dientes, tratando de contenerme. Cuando comenzó a apretar mi polla con su pequeño y apretado co*ño, me retiré, cubriendo sus muslos con mi liberación.



Todavía continuaba aferrada a mí, pero se quedó quieta, la calidez de mi liberación corría por sus piernas. Sus ojos se elevaron hasta los míos ampliándose. Apenas se daba cuenta de que habíamos hecho esto sin protección. Pero me retiré a tiempo y sabía que estaba limpio.



—Estoy limpio. Lo juro. Me reviso con regularidad y siempre utilizo preservativo.



—¿Estás seguro? —preguntó, todavía de pie muy quieta.



—Muy seguro.



—No me di cuenta, pero se sintió diferente. Mejor.



Dios, sí, se sintió como un maldito nirvana. Nunca antes tuve sexo sin condón. No tenía idea de que esto trataba todo el escándalo. Santa mier*da, lo quería otra vez.



—Déjame lavarte—le dije, retrocediendo.



Inmediatamente bajó la mirada a sus piernas y luego de regreso hacia mí. Una pequeña sonrisa tocó sus labios. —Me siento de algún modo marcada.



Me detuve de buscar el jabón y la miré. ¿Realmente acababa de decir eso? — Si te gusta ser marcada entonces te marcaré cualquier maldito momento que quieras que lo haga —le dije antes de tomar el jabón—. Gírate. Comenzaré con tu espalda —indiqué.
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Mensaje por asturabril Dom Nov 29, 2015 2:32 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:33 pm

29

Maite

Cuando abrí los ojos, los brazos de William se encontraban alrededor de mí y yo me sentía agradable y cálida acurrucada contra su pecho. Miré hacia mi puerta cerrada. El reloj al lado de la cama decía que eran después de las once de la mañana. Nan estaría despierta a esta hora. ¿Estaba lista para enfrentar esto?



―Deja de pensar tanto―murmuró William soñolientamente.



No se preocupaba en absoluto por Nan. No entendía su relación para nada. Si fuera inteligente no me encontraría acurrucada en la cama con alguien que tenía algún tipo de relación con Nan. Pero tener la fuerza de voluntad para ignorar la sexy sonrisa y la forma tranquila de hablar de William era casi imposible.



―No‖dejaré‖que‖haga‖nada‖para‖lastimarte‖―dijo‖ William en‖mi‖cabello.





Eso no era lo que me preocupaba. Podría enfrentarme a Nan si tenía que hacerlo. Me sentía más preocupada por hacer una elección que eventualmente me rompería el corazón. ¿Podía amar a William? ¿Me estaba enamorando de él? ¿Era justo para mí amarlo?



Sí. Seguro que podía amarlo. Pero no estaba enamorada de él ahora mismo. Esto era una simple atracción, y posiblemente un flechazo. Mostraba su sonrisa y yo hacía cosas estúpidas. Eso se consideraría un flechazo ¿verdad? ¿Y si él no se encontraba enamorado de mí entonces me dolería amarlo? ¿Incluso si no sabía mi secreto todavía?



―Date‖la‖vuelta‖y‖mírame‖―dijo‖William,‖aflojando‖su‖agarre‖en‖mí‖para‖que‖ pudiera moverme.



―¿Por‖qué?‖―pregunté.



―Porque‖ no‖ me‖ gusta‖ en‖ donde‖ est{‖ tu‖ cabeza.‖ Necesito‖ arreglarlo‖ ―respondió.



Él no tenía idea de en dónde se encontraba mi cabeza. Y realmente necesitaba superar el querer arreglar todo por mí.



―No‖estoy‖preocupada‖por‖Nan‖―le‖dije.‖De‖acuerdo,‖tal‖vez‖un‖poco.‖No‖ me gustaban las confrontaciones, y la que me esperaba cuando dejáramos esta habitación iba a ser dramática.



―¿Entonces‖porque‖est{s‖tan callada?



―Trato‖de‖entender‖qué‖estamos‖haciendo.‖Si‖me‖dirijo‖a‖un‖posible‖dolor‖ en‖el‖futuro‖―respondí‖honestamente.‖No‖había‖razón‖para‖mentirle.‖Yo‖no‖era‖de‖ pretextos.



―Voltéate‖―gruñó‖William,‖tirando‖mis‖brazos‖a‖su‖alrededor‖esta‖vez.



Esto era una mala idea. Su rostro lucía incluso mejor todo soñoliento. Sus ojos no estaban completamente abiertos, lo que hacía sus largas pestañas más obvias. Y su cabello era un desastre. Hacía a una chica querer pasar sus manos a través de él.



―No tengo relaciones.Lo más cerca que estuve de eso fue con Nan, y fue porque se encontraba malditamente necesitada. Me gusta ser necesitado. Nunca nadie me ha necesitado. Ella lo hacía. Pero después era también una loca desalmada, y eso terminó las cosas para mí. Así que lo que nosotros tenemos es una primera vez para mí. Nunca he querido despertar y acurrucarme con una mujer en mi vida. Nunca la he extrañado cuando no se hallaba alrededor. Tú eres todo en lo que puedo pensar, Maite. A donde me dirijo es nuevo para mí, pero demonios, quiero ir ahí siempre y cuando sea donde tú estés. Te preocupas por salir lastimada, pero no creo que entiendas todavía que tú sostienes todas las malditas cartas, dulce niña. Todas las malditas cartas.



Lo miré y dejé que sus palabras penetraran. ¿Por qué yo? ¿Qué había en mí que hacía que este hombre quisiera hacer algo que nunca había hecho antes? ¿Estaba necesitada? ¿Él pensaba que lo necesitaba? Porque yo era bastante malditamente autosuficiente.



―No‖estoy‖necesitada‖―le‖dije.



Sonrió.‖ ―Ya‖ me‖ di‖ cuenta‖ de‖ eso.‖ Pero‖ yo‖ sí…‖ al‖ menos‖ en‖ lo‖ que‖ a‖ ti‖ concierne.



Y ahí se fue mi voluntad de fortalecer una de las paredes que construí a mí alrededor. En lugar de eso, se quebró un poco. Este hombre sabía exactamente como debilitarme.



Empecé a decir más cuando un fuerte golpeteo sonó en la puerta, seguido por―:‖¡William‖Carter,‖trae‖tu‖jodido‖trasero‖inútil‖aquí‖afuera‖AHORA!



Y ahí estaba Nan.



Salté fuera de la cama, agradecida de estar usando mis pijamas y no estar desnuda, como quería William.



―Lo‖descubrió‖―susurré.



William suspiró y se extendió sobre su espalda como si no le importara.



―Vete‖―gritó‖de‖vuelta.



Ella‖empezó‖a‖golpear‖la‖puerta‖de‖nuevo.‖―¡No‖me‖iré,‖hijo‖de‖pu*ta!‖¡Sal‖de‖ ahí ahora! No la dejaré hacer esto. Ella lo tiene todo, ¿por qué demonios tiene que tomarte a ti, también? ¡Estú*pida pu*ta!



Mis ojos se agrandaron. Nunca me habían llamado así, y no estaba segura de cómo sentirme al respecto.



William saltó fuera de la cama y se dirigió a la puerta. La mirada asesina en su rostro me hizo retroceder contra la pared. Tal vez no era tan valiente como pensé que‖era.‖William‖era‖un‖tipo‖tranquilo,‖así‖que‖nunca‖lo‖había‖visto‖tan…‖cabreado.



Tiró de la puerta. Luego la alcanzó. Miré mientras agarraba su camisa y la acercaba a su cara.



―Nunca‖ vuelvas‖ a‖ llamarla‖ así‖ de‖ nuevo.‖ ¿Me‖ entiendes,‖ joder?‖ Nunca.‖ ―La‖soltó‖y‖ella‖se‖tropezó‖hacia‖atr{s,‖luego‖cerró‖la‖puerta‖de‖golpe‖en‖su‖cara.‖El‖ sonido de la cerradura girando hizo eco en el silencio a nuestro alrededor. Creo que él también se encontraba sorprendido de su silencio, también.



Sus hombros subían y bajaban con fuerza mientras ponía una mano en la puerta y miraba hacia el suelo.



No me moví y no hablé.



Finalmente, se volvió hacia mí, y la ira que había visto antes ya no estaba. Lucía como William de nuevo. El William despreocupado, amante de la diversión.



―Lo‖siento‖―dijo‖simplemente.



No‖supe‖que‖decir.‖“Est{‖bien”‖no‖sonaba‖como‖lo‖correcto‖para‖usar‖aquí.‖ Me limité a asentir.



―Solo‖quiere‖herirte.‖Traté‖de‖hablar con ella y ayudarla a ver que nada es tu culpa, pero no me escucha. Si pudiera amordazarla, lo haría.



Una imagen mental de Nan amordazada me hizo sonreír. William me sonrió de vuelta y luego caminó hacia mí.



―Nunca‖debería‖haberte‖llamado‖así.‖Est{s muy lejos de eso, y lo sabe.



Hablaba sobre el comentario de pu*ta. ¿Fue eso lo que lo provocó?



―Creo‖que‖la‖asustaste.‖No‖dice‖nada.‖―Ni‖siquiera‖estaba‖segura‖de‖que‖se‖ hallara todavía ahí.



Un‖ frustrado‖ ceño‖ fruncido‖ tocó‖ su‖ frente.‖ ―No‖ ha‖ terminado.‖ Solo se encuentra demasiado enojada para reaccionar en este momento. Nunca he sido tan duro‖ con‖ ella.‖ Típicamente‖ me‖ alejo‖ y‖ la‖ dejo‖ hablar.‖ Pero‖ esto‖ ―sacudió‖ su‖ cabeza―,‖tenía‖que‖lidiar‖con‖esta‖mier*da.




―¿Est{s‖ tratando‖ de‖ arreglar‖ las‖ cosas‖ de‖ nuevo?‖ ―pregunté, deseando saber porque pensaba que tenía que arreglar todos mis problemas.



Sonrió‖y‖se‖agachó‖para‖presionar‖un‖beso‖en‖la‖esquina‖de‖mi‖boca.‖―No,‖ dulce niña, solo corrijo un error. Nadie puede arreglar a Nan.



Tenía miedo de que tuviera razón.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:34 pm

30


William

Todo lo que quería hacer era tener a Maite desnuda de nuevo en esta cama. Pero estaba atrasado con el trabajo y ambos necesitábamos dejar la habitación y conseguir que Nan parara esta mier*da.


Dejé que Maite se vistiera mientras yo limpiaba en el baño. No podía verla mientras lo hacía porque terminaríamos de regreso en la cama. Jodido trabajo. Una vez que estuvimos vestidos, abrí la puerta de su cuarto lentamente, solo por si acaso Nan se encontrara allí de pie, aguardando para atacar.



Maite esperaba detrás de mí y estaba muy seguro que escuche un suspiro de alivio cuando vimos que el pasillo se hallaba vacío. Giré y tomé su mano mientras caminábamos fuera de la habitación hacia las escaleras. No pensaba que Nan fuera a salir por una maldita esquina y atacar, pero todavía me sentía más seguro con Maite tan cerca de mí como sea posible.



No iba a dejar a Maite quedarse aquí sola hasta que estuviese seguro de que Nan hubiera terminado con esto. No sabía lo que le había dicho a Maite, y no dejaría que arremetiera contra ella sin mi ahí para protegerla e interrumpir esa mier*da.



—¿Hambre? —le pregunté al llegar al último escalón, sin visiones de Nan.



Maite saltó cuando se produjo un fuerte ruido en lo cocina. Supongo que no comeríamos aquí. —Yo,‖ uh…‖ probablemente‖ no‖ es una buena idea —dijo, mirando hacia la cocina.



—¿Quieres solo marcharte? —pregunté.



Maite sacudió la cabeza. —No. Vivo aquí, también. Quiero café antes de marcharme. No me esconderé; esta igualmente es mi casa.



La manera en que sus hombros se enderezaron me recordó que detrás de esa dulce cara se hallaba una columna de acero. Ella ha pasado por mucho. Solo asentí y la deje guiar el camino.



Si ella quería café, entonces yo también.



Nan se encontraba de pie frente al microondas y se volteó para mirarnos cuando entramos en la cocina. Sus ojos cayeron a nuestras manos unidas, y su mirada se volvió de puro odio.



—Tienes que estar jodidamente tomándome el pelo. ¿Enserio, William? ¿Manos unidas? Mi Dios, haz perdido la cabeza —gruñó y tiró la puerta del microondas para abrirla y sacó un pequeño tazón.



Maite dejó mi mano y caminó hacia la cafetera. Tuve que contenerme y no correr tras ella para protegerla. Quería hacer esto y yo iba a dejarla.



—Él se aburre fácilmente de tu tipo. No sé lo que te está diciendo, pero le gusta la emoción, la cual tú nunca podrías dársela. No dejes a ese pequeño corazón tuyo involucrarse, porque no eres el tipo de William Carter —dijo Nan en un arrogante tono mientras Maite seguía haciendo el café y evitándola. Entonces bajó su taza, giró y le dio a Nan toda su atención.



—Puede que se aburra conmigo, pero ese no es tu problema. Es mío — replicó Maite.



Ya me había dado cuenta de que nunca me aburriría con ella. Era tan malditamente fascinante, nadie podría aburrirse de ella.



—A William le gusta coger. Él no es de agarrar manos y hablar de sus sentimientos. Le gusta rudo. Aquí mismo frente a este mostrador me tiró hacia abajo, arrancó mis bragas y me folló. Le encanta, y volverá por más.



Sí. Eso fue suficiente. Comencé a caminar hacia Maite para sacarla fuera de este infierno antes que Nan le diera más detalles los cuales no quería que escuchara. Ella no lo hizo muy bien al recordar mi pasada vida sexual.



—Entonces supongo que eso te convierte a ti en la perra, Nan. No a mí. Porque nunca te daría detalles. Eso es de baja clase. —Maite recogió su taza, y luego se volteó hacia mí—. ¿Listo? —preguntó, como si Nan no le hubiera dado un detalle a detalle de algo que yo no quería que ella supiera.



—Uh, sí—contesté, y me volteé para mirar a Nan, que se veía furiosa. Eso solo me hizo sonreír. Demonios, mi dulce chica podía cortar profundo sin ningún drama. Lo hizo con facilidad.



Deslice mi mano por su cintura y la dirigí hacia la puerta, donde agarró su cartera y llaves. Cuando salimos afuera, se alejó de mi toque y me miró.



—Eso acabo ahora. Te dije que podría encargarme de ella. Perdí tenis por lo que necesito hablar con Adam y disculparme. Gracias por ir conmigo ayer. Significo mucho —dijo, luego presionó un beso en mi mejilla y comenzó a caminar hacia su carro.



¿Qué demonios?



Fui tras ella y agarré su brazo para detenerla. —Oye, espera. ¿Qué fue eso? —Porque seguro como el infierno que se sentía como una despedida. Y eso no estaba jodidamente ocurriendo.



Me sonrió tristemente y se encogió de hombros. —Es mi manera de poner distancia entre nosotros. Lo necesito.



¿Distancia? —¿Qué demonios? Pensé que después de ayer habíamos superado la distancia.



Se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja. —Yo no hago esto. Nunca había hecho esto. Es probablemente porque tendré la imagen de ti rasgando las bragas de Nan y follándola sobre el mostrador para siempre grabado en mi cerebro. Antes, me molestaba; ahora, tengo imágenes. Así que necesito distancia.



Quería lastimar a alguien. Particularmente a cierta pelirroja en esa maldita casa. —Maite, no me hagas esto. Eso fue antes. No sabía. Yo me encontraba hecho una mier*da. Eso fue después que hallamos el cuerpo de Jace, y ahí perdí el control por un tiempo.



—Lo siento, William. Pero no puedo. He protegido mi corazón por años. No puedo parar ahora. Eres peligroso. Esa sexy sonrisa y esas dulces palabras son difíciles de resistir, pero no puedo permitir algo en mi vida que probablemente podría destruirme.



No. Joder, no. Ella no iba a hacer esto. —No voy a irme. Te quiero, Maite. Solo a ti.


Extendió su mano y pasó su pulgar sobre mi labio inferior. —Justo ahora te creo. Lo que me asusta es a quien vas a querer en un par de semanas.



Luego se volteó, abrió la puerta de su carro y entró. ¿No le dije justo esta mañana que nunca me sentí de esta manera con nadie? ¿Eran las jodidas palabras de Nan tan poderosas? Mi pecho dolía y lo presioné con mi puño para aliviarlo. No dejaría que Maite hiciera esto. Solo necesitaba encontrar una manera de demostrarle que hablaba en serio. Completamente en serio.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:36 pm

31


Maite

Observé Adam terminar su sesión con una señora que no reconocí. Traté de concentrarme en disculparme con él y no en lo que había sucedido esta mañana. Mi reacción de novia celosa me estaba carcomiendo. Yo no era esa chica. No dejaría que algo como la pasada vida sexual de William me hiciera castigarlo. Podía engañarme y pensar que había querido decir lo que dije, pero la verdad era que lo hice para vengarme de él. ¿Por qué? ¿Por joder con Nan? ¿Cuándo había llegado a ser tan superficial? ¿Estaba actuando como Nan? Oh, Dios. Me sentí asqueada.



Adam me miró y sonreí. Pensaría en William más tarde. Resolvería esto en mi cabeza. No se merecía lo que había hecho esta mañana. Estábamos viendo donde podrían ir las cosas entre nosotros. Sabía lo que había entre él y Nan. No era un secreto. Los había oído mi primera noche aquí. Pero me volví toda territorial y una perra al respecto.



Me quedé horrorizada de mí misma.



Adam terminó su sesión y esperó hasta que la señora con la que estaba trabajando salió antes de seguirla. Se acercó a mí.



─Llegas tarde ─dijo con una sonrisa que no merecía.



─Dormí hasta tarde. Lo siento. Ayer fue un largo día. Tuve que ir a ver a mi padre por asuntos familiares.



─Está bien. La vida es así. Espero que todo esté bien.



Asentí con la cabeza. No lo estaba, pero no iba a decirle la verdad. ─Todo está bien. Quería asegurarme que supieras por qué no estaba aquí. No quiero que pienses que estaba echándolo a perder y que no te tengo en cuenta.



Sonrió. ─¿Cómo esperas que alguien se sienta frustrado contigo? ¿Alguna vez lo está alguien? Me parece difícil de creer.



Pensé en Nan. Él no tenía ni idea.



─Sucede ─le aseguré.



─Envíamelos, yo lo voy a arreglar.



Adam era realmente agradable, y mucho menos complicado que William. Pero la emoción y la pasión derritiendo mis huesos no estaban allí.



─Estaba a punto de almorzar. ¿Quieres comer conmigo? ¿Compensarme por dejarme plantado? ─dijo él.



Estaba hambrienta, y la compañía durante el almuerzo sonaba bien.



─Sí. Me encantaría ─contesté.



─Bueno. ¿Te parece bien el restaurante de aquí?



En realidad nunca había cenado en este restaurante. ─Claro ─dije. Necesitaba comida.



No era muy quisquillosa.



Extendió su brazo para que lo tomara. Tan lindo. Deslicé mi mano sobre su brazo y me llevó por las escaleras y hacia las puertas del club.



Obviamente a la anfitriona le gustaba Adam. No pudo evitar sonreírle. Me preocupaba que se tropezara al acompañarnos hasta una mesa.



─Su camarero estará con ustedes en un momento ─le dijo a Adam. En lo que a ella se refería, yo no existía.



Cuando se fue, tomé el menú y traté de ocultar mi sonrisa.



─Encontraste eso divertido, ¿verdad? ─dijo Adam, sonriendo hacia mí.



Apreté los labios para no reírme y asentí.



─Es linda y salimos una vez, pero no es realmente mi tipo.



No era de extrañar que me ignorara. Me limité a asentir de nuevo y regresé a mirar mi menú.



─El jefe está en su trono ─susurró Adam, y levanté la mirada. ¿De qué estaba hablando? Él inclinó la cabeza ligeramente hacia la izquierda─. ¿Ves a ese hombre con el pelo oscuro allí arriba, en esa cabina redonda hablando con Rush Finlay?


No quería mirar. Sobre todo si Rush estaba allí. Me miraría fijamente. Esperé unos segundos, y luego miré rápidamente por encima de mi hombro. Rush no estaba prestándonos atención. Hablaba con un hombre con de pelo oscuro. Lo había visto antes. ─Sí ─respondí.



─Ese es el jefe, Woods Kerrington. Es dueño de todo el maldito lugar. Buen tipo, si no lo haces enojar.



Era joven. Quería mirar hacia atrás otra vez sólo para asegurarme que lo había visto correctamente, pero no lo hice. ─¿Es joven? Parece muy joven.



Adam tomó un sorbo de agua y asintió. ─Sí. Rondando los veinticinco, creo. Su padre poseía este lugar y murió de un ataque al corazón hace un tiempo. Ahora el lugar pertenece a Woods. Finlay es un buen amigo suyo y está en la junta directiva. El rumor dice que también lo está Dean Finlay. Cuando eso se filtró fue muy bueno para los negocios. Todo el mundo quiere un vistazo del famoso batería.



No sabía todo eso.Interesante.



─Buenas tardes. Mi nombre es Jimmy y seré vuestro camarero hoy. ¿Puedo traerles agua mineral o gaseosa?



Levanté la vista hacia el alto y atractivo rubio que me sonreía. ─Me encantaría mineral, por favor ─contesté.



─Estoy bien así ─respondió Adam─. ¿Cuál es el especial de hoy, Jimmy?



─Una sopa fría de cangrejo con ensalada de frambuesa y mero envuelto en algas, recién pescado.



Adam frunció el ceño y decidí que pediría un sándwich.



─Voy a dejaros pensar un rato, ahora vuelvo con el agua mineral ─dijo, y se alejó tranquilamente.



─¿Te gustan las algas? ─me preguntó con una sonrisa divertida.



Me reí y sacudí la cabeza. Él debía haber estado pensando en lo mismo. Había comido algunas cosas extrañas mientras vivía en Los Ángeles, pero las algas no era una de ellas.



─Creo que voy a pedir la ensalada de pacana de pollo con un croissant, ─dije.



─Puede que me haya trasladado al país de la pacana pero sigo sin comerla, ─respondió.



Cerré mi menú y levanté la vista justo cuando William entraba en el comedor. Sus ojos se centraron en alguien más y eso me dio un momento para prepararme. ¿Me diría algo? ¿O lo había hecho enojar? ¿Decidió que mi drama no valía la pena? Lo observé mientras se acercaba y se sentó al lado de Rush en la cabina de Woods Kerrington. Woods le dijo algo a William y este forzó una sonrisa que no alcanzó sus ojos.



Había empezado a mirar hacia otro lado cuando su cabeza se volvió y sus ojos se encontraron con los míos. Los dos nos congelamos.



No estaba haciendo nada malo, pero ¿por qué se sentía como si lo estuviera haciendo? Sus ojos se movieron hacia Adam y luego de regreso a mí, y un borde duro transformó su rostro. No le gustó. Bueno, mier*da.



Rápidamente me volví a mirar mi menú y conté hasta diez. El corazón me latía con fuerza, lo que era ridículo. No debería estar nerviosa. No habíamos dejado las cosas en buenos términos esta mañana, gracias a mí. Así que estar aquí sentada, comiendo con Adam, no era tan importante. ¿Verdad?



La silla a mi lado fue apartada y levanté la mirada para ver a William sentándose.



Bien... mal. Esto era, al parecer, bastante importante.



No parecía feliz, pero la tensa sonrisa en su rostro trataba de decir lo contrario.



─Hola, Adam ─dijo William antes de volver su intensa mirada azul hacia mí─. Podrías haberme pedido que almorzara contigo ─dijo simplemente.



Técnicamente, no se lo había pedido a Adam. Él me lo había pedido a mí.



─Tú estás aquí con amigos ─dije, odiando que mi voz delatara lo nerviosa que estaba.



William se acercó más a mí. ─Dejaría a cualquier persona o cosa en el momento en que llamaras.



Ahí estaban otra vez esas palabras. Las que conseguían deslizarse a través de ti y convertirte en un tazón de gelatina.



─Yo, uh, Adam me preguntó si quería almorzar. Tenía hambre ─dije, incapaz de mirar a Adam. No tenía ni idea de lo que pensaba y no quería saberlo ahora mismo.



─Parece que ahora tenemos tres invitados ─dijo Jimmy mientras dejaba el agua delante de mí.



─Sr. Carter, ¿quiere que le traiga algo de beber? ─preguntó Jimmy.


William no quitó sus ojos de mí. ─Un té dulce, por favor, Jimmy ─contestó.



─Sí, señor ─dijo Jimmy, y se fue sin coger nuestros pedidos.



─Supongo que tengo que asegurarme de invitarte antes que Adam la próxima vez ─dijo William, luego se inclinó hacia atrás en su asiento y puso su brazo alrededor de la parte posterior del mío, en un movimiento posesivo─. Así que, Adam, ¿cómo va el tenis? ¿Te gusta tu nuevo trabajo? ─preguntó en un tono educado.



Adam parecía nervioso. Miró hacia la mesa de Woods y luego de nuevo a William. Me preguntaba si nos estaban observando. ─Sí, señor. Lo estoy disfrutando. La ciudad es genial.



William tocó mi hombro desnudo y comenzó a trazar círculos en una suave caricia. Adam se dio cuenta. Esto se volvía más y más incómodo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:38 pm

32

William

Podía sentir a Woods y a Rush mirarme. Habían tratado de detenerme. Pero no les había escuchado. No era como si ellos no hubieran hecho lo mismo. Estar sentado aquí comiendo y dejar a Adam, el tenista profesional, comer con sus chicas. Diablos, no. Eso no iba a pasarme.



Maite estaba tiesa como una tabla. Odiaba que estuviera tan incómoda, pero no debió haber venido a desayunar con Adam, el maldito chico del tenis. Esta mañana había jodido mi día. Si Maite pensaba que nos iríamos a la cama esta noche con esta mier*da sin resolver, se equivocaba.



Escuché como Maite pedía un sándwich ignorando la sonrisa divertida de Jimmy. Él sabía lo que pasaba. Probablemente había hablado con Rush y Woods sobre ello cuando servía sus bebidas.



—Quiero mostrarte algo cuando el desayuno haya terminado. ¿O ya tienes planes? —Quería decirle que tenía que tomar un descanso, pero no quería sonar como un idi*ota.



Maite me miró. —No, no tengo nada que hacer.



—Bien —dije, inclinándome para envolver uno de sus mechones alrededor de un dedo para poder sentir su sedosidad—. Lo siento —dije las palabras sin pensar en ellas. Pero lo sentía. Lo sentía por lo de esta mañana. Lo sentía por lo incómoda que se sentía en estos momentos. Pero no lo sentía por asegurarme de que Adam supiera que Maite no estaba disponible.



—Adam —la voz de Woods me llamó la atención y levanté la vista para ver que se había acercado hasta la mesa—. Nelton está doblemente reservado. Fue un accidente. Necesita ayuda con la Sra. Venice antes de que haga una escena. Si pudieras por favor ayudar, te haré llegar tu comida. Va por cuenta de la casa.



Él no acababa de hacer esa mier*da. Tuve que toser para cubrir mi risa. Supongo que, después de todo, tenía su apoyo.



—Sí, señor —respondió Adam de pie mirando a Maite—. Me tengo que ir. La próxima vez —dijo, y se volvió para irse.



Woods no dijo nada más antes de volver a su mesa. Rush estaba mirando su bebida, sonriendo. Estaba en esto, también. Tosí de nuevo para cubrir mi risa.



—Eso fue un montaje, ¿no? —dijo Maite, mirándome con sus cejas juntas.



—Te aseguro que cuando Adam salga tendrá a alguien a quien enseñar — dije. Woods habría hecho una llamada telefónica para asegurarse de ello.



—Pero Woods hizo que eso sucediera —dijo. Maite no era estú*pida.



—Sí, lo hizo. Pero yo no se lo pedí. Fue idea suya, y probablemente de Rush, por la expresión de su cara.



Maite les miró y ambos apartaron rápidamente la mirada de nosotros.



—Supongo que es bueno tener amigos bien situados —dijo, volviéndose hacia mí.



Había estado a punto de agradecerle a Woods, pero si estaba enojada, no iba a darle las gracias. —No tuve nada que ver con eso —repetí.



Ella suspiró y se relajó. —Te creo. Y, honestamente, no sé cómo Adam iba a comer contigo frotándote contra mí mientras lo fulminas con la mirada.



—No lo fulminaría con la mirada —contesté con una sonrisa de alivio.



Puso los ojos y levantó su vaso. —Sí, William, lo harías.



Tal vez lo hubiera hecho, pero no me gustaba el tipo. Quería lo que yo quería. —Quiero hablar sobre esta mañana y quiero mostrarte mi casa. Nunca has estado, y te quiero allí.



Tomó un sorbo de agua y dejó el vaso en la mesa antes de mirarme. —Actué como una novia celosa y lo odio. Nunca había actuado así antes. Lo siento. No somos exclusivos. Tienes un pasado que no es asunto mío, y cuando Nan lanzó el anzuelo, piqué. No debí haberlo hecho.



No había esperado que dijera eso. Pero una vez más, Maite no era como las demás chicas que conocía. También teníamos que discutir ese comentario de "exclusivos". Desayunar con Adam era una cosa, pero estaría condenado si ella tenía la intención de salir con ese idio*ta otra vez. —Lo que dijo Nan fue malo y desagradable. No te gustó y es normal. En cuanto a lo de exclusivos, soy muy, muy exclusivo. Ayer en ese avión, supe que no tocaría a nadie más.



Maite inclinó la cabeza hacia un lado y me estudió en silencio. ¿Había pensado que iba a ir jodiendo a otras personas ahora? ¿En serio? ¿Era mi reputación tan mala?



—Está bien —fue todo lo que dijo. Si había una cosa sobre Maite que me volvía loco eran sus respuestas de una sola palabra, como "bien", cuando yo quería un par de frases largas. Maldita sea. A las chicas les gusta oírse hablar. ¿Por qué a ella no?



—¿Podrías explicar eso? —pregunté, estirándome para agarrar su mano, porque tenía que tocarla.



La comisura de su boca se curvó. —¿Qué más quieres que te diga? Tú no vas a dormir con nadie‖m{s‖mientras‖nosotros‖hagamos…‖lo‖que‖estamos‖haciendo.‖Y‖ yo no voy a desayunar con nadie más —respondió.


Necesitaba más que eso. —¿Desayunar? ¿Eso es todo?



Se encigió de hombros. —No es como si tuvieras que preocuparte por si me acuesto con alguien más. Yo no hago eso.



No, no lo hacía. Y eso hacía que me dieran ganas de subirla a mi regazo y gruñir a todo el que la mirara como un maldito perro con un hueso. —¿Citas? —le pregunté. Ella había estado en una cita con Adam.



Frunció el ceño. —Te dije que no habrá desayunos. Eso significa que citas tampoco.



—Sólo quería aclararlo —dije, y me incliné para darle un beso en los labios. Me había sentado aquí y los había mirado fijamente el tiempo suficiente. Mis ojos se levantaron, y vi a Woods y a Rush observándome. Disfrutaban de esto demasiado.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:39 pm

33

Maite

El departamento de William se encontraba justo a las afueras de Rosemary. Era pequeño y me sorprendía por eso, pero al mismo tiempo, no lo hacía. Su lugar se parecía a él. El mobiliario era viejo y todo lo que un departamento de soltero debería ser, desde el blanco para dardos en la pared hasta las cajas vacías de pizza en la mesada.



—Debería haber limpiado antes de traerte aquí —dijo, caminando detrás de mí. Di un paso atrás hasta que lo toqué.



—Me gusta justo como está —contesté.



Su cabeza cayó a mi hombro y me besó el cuello. —¿Y por qué es eso? — preguntó.



—Porque eres tú. Es cómodo y real.



Sus brazos llegaron a mí alrededor y me sujetaron. —No sé si quiero que pienses en mí como cómodo. Eso suena muy cerca de aburrido.



Era cualquier cosa menos aburrido. —Bueno, no eres eso.



Movió una mano hacia la parte inferior de mi falda y la tiró hacia arriba. — Siento la necesidad de demostrar cuán emocionante puedo ser —susurró en mi oído.



No quería que lo que hiciéramos fuera todo sobre sexo. Quería algo más profundo que eso. Pero entonces tal vez eso era lo que quería él. Me gustaba... no, me encantaba. Me hacía sentir increíble, ¿pero eso es todo lo que podríamos llegar a ser? Cuando esto terminara, ¿sería no más que otra chica con la que tuvo sexo? ¿O me recordaría por otras cosas?



—Te pusiste tensa. ¿Qué pasa? —preguntó.



Las palabras de Nan se reprodujeron en mi cabeza. Se aburriría conmigo. Querría algo emocionante. ¿Era ella la emoción que buscaba? ¿Yo siquiera quería ser eso? Quería a William. ¿Quién no lo querría? Eso era un hecho.



Siempre fui aburrida. Me encontraba harta de ser aburrida. De ser fácil de olvidar. No. No lo aburriría. Cuando termináramos, sería mutuo, no porque yo fui la mojigata aburrida que Nan me acusó de ser.



Tomé su mano y la puse más arriba mientras abría mis piernas.



—Hazme olvidar la imagen de ti en ese mostrador con Nan —dije audazmente.



Se vio dolido, movió su mano de entre mis piernas y tomó mi cara en su lugar. —Ya la he olvidado. Siento que te dijera eso.



Cuidaba de mí otra vez. Tratándome como si fuera a romperme. Negué con la cabeza. —No. Yo no lo he olvidado. No puedo sacarlo de mi cabeza. No me gusta pensar en ustedes juntos. Estoy celosa de que te tuviera primero. Quiero ser más... no quiero ser fácil de olvidar.



Frunció el ceño. —Nunca podrías ser fácil de olvidar. Me has reclamado de maneras en que nunca hizo. Nada de ti, Maite... nada es fácil de olvidar. Nunca pienses eso.



Sus palabras eran siempre tan dulces. Su habilidad con las palabras era su mayor talento. —Entonces haz esto por mí. Quiero ver a un mostrador en una cocina y recordarnos en él. No tú y Nan. Eso duele tanto.



Un gruñido bajo salió su pecho, agarró mis bragas y las bajó. —No puedo soportar la idea de que alguna vez estés dolida por mí. Joder, odio eso. Quiero hacerte feliz. Ojalá nunca hubiera estado con nadie antes de ti. —Se detuvo y respiró hondo—. Voy a hacer que lo olvides, pero tienes que saber que me olvidé de todas las demás mujeres con las que he estado desde el momento en que me deslicé dentro de ti la primera vez.



Antes de que pudiera reaccionar, pasó un dedo por el borde de mi centro. — ¿Sabes por qué te dijo acerca del mostrador? —preguntó con una voz ronca que siempre me hacía temblar.



Sí. Para hacerme daño. Pero no dije eso. En cambio, negué con la cabeza.



—Porque la tomé y cerré los ojos —susurró contra mi cuello—. Y cuando acabé no fue su nombre el que grité. No era ella a quién jodía.



Mi respiración se hizo pesada y dejé que mi cabeza cayera sobre su pecho. Su dedo empujó dentro de mí. —Fue tu nombre el que grité. Me encontraba borracho, pero aun así eras tú sobre quién fantaseaba. Una vez que tuve una probada de ti, nada más funcionó para mí. Eras todo en lo que podía pensar.



Eso no era lo que esperaba oír, pero ayudó en hacer esa imagen en mi cabeza mucho más soportable. Dejé que mis bragas se deslizaran por mis piernas y di un paso fuera de ellas.



—No quiero que fantasees acerca de mí con ella ni con nadie —dije, girándome para mirarlo mientras me sacaba la camisa.



Me levantó y me sentó en el mostrador antes de que comenzara a desabrochar sus pantalones vaqueros. Sus ojos nunca dejaron los míos. Me estiré hacia atrás y desabroché mi sostén, luego lo dejé caer lentamente hacia adelante. Sus ojos cayeron para verme y el calor en ellos me hizo sonreír. Disminuyó los celos de que tocara a Nan.



Ni siquiera salió de sus pantalones vaqueros. Me atrajo y comenzó a hundirse en mí antes de detenerse. —Hijo de pu*ta, casi lo hice otra vez —maldijo.


Se acercó a un cajón que se encontraba lleno de basura y sacó un condón. No quería saber por qué diablos tenía un condón metido allí, pero de nuevo éste era William de quien estábamos hablando.



—No me gustan los condones —dije.



Respiró profundo y cerró los ojos. —A mí tampoco, pero tengo que hacerme un chequeo de nuevo, y entonces tenemos que ponerte en control de natalidad antes de ir sin uno.



Tenía razón y me alegré de que fuera lo suficientemente fuerte como para pensar en ello. A decir verdad, me hallaba tan dispuesta a sentirlo dentro de mí que no lo habría recordado.



Esta vez cuando agarró mis caderas, se hundió dentro de mí y me mordió en el hombro con un fuerte gemido. Eso fue excitante. Realmente excitante. Me lamió en donde me había mordido y luego me miró a los ojos. —No tengo que fingir. Estoy justo donde quiero estar —dijo, y deslizó sus manos por mis costados cubriendo mis pechos—. Maldita sea, estos son muy lindos.



Me recosté hacia atrás sobre mis manos y levanté mis rodillas a sus costados. —No seas amable conmigo. Quieres cumplir una fantasía, entonces úsame para hacerlo —dije. No quería que usara a otra persona para ocupar mi lugar. Quemaba eso fuera de su mente en estos momentos.



Maldijo, sus manos sujetaron mis caderas y comenzó a golpear en mí una y otra vez, sus ojos nunca dejaron los míos. Deslicé una pierna y la puse sobre su hombro.



—¡Santa mier*da! —gritó y agarró mi pierna. Perdía su control, y la mirada salvaje en sus ojos me hizo querer empujarlo más.



Me recosté hasta que me acosté sobre el mostrador y puse mi otra pierna por encima de sus hombros. Giró la cara y me mordió en la pierna mientras mantenía mi mirada. Grité. Esto era mejor de lo que imaginé. Tener sexo en la cocina era tan cachondo.



—Ven aquí —ordenó, tirando de mis caderas tan cerca que mis piernas se hallaban completamente en su espalda—. Me pones tan malditamente loco. Tus carnosos y pequeños labios, grandes y redondos pezones, y estas piernas largas- como-el infierno. Todo lo que quiero hacer es permanecer enterrado dentro de ti. Me tienes, Maite. Malditamente me tienes, nena. Yo... —Hizo una pausa y gruñó mientras los temblores de mi orgasmo que se acercaba lo apretaron—. No puedo luchar contra esto. Jodidamente no quiero —terminó, luego sus manos se posaron en cada lado de mi cabeza—. Acaba conmigo —susurró, y me rompí en mil pedazos. Grité su nombre y me sacudí debajo de él mientras decía cosas sobre cuán apretada era y lo bien que me sentía. Cada palabra que salía de su boca me enviaba a gritar de placer de nuevo. Tenía palabras mágicas. Esa era la única manera de explicarlo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:43 pm

34

William

Observé como Maite se quedó de pie afuera, en mi balcón, en nada más que una de mis camisetas. Permanecía de espaldas a mí y el viento hacía que su cabello bailara alrededor de los hombros. La abracé antes de que fuera a limpiar después de nuestro sexo en el mostrador. Luego, tuve que recuperar mi aliento.



Casi‖le‖dije…‖casi‖le‖había‖dicho‖que‖la‖amaba, maldita sea. Nunca. Alguna vez. Casi. Le dije a una chica. Que la amaba. Ni siquiera si el sexo era caliente. Esto no venía a mi mente, mucho menos a mi boca.



Así que ahora tenía que pensar en algo.



¿Lo hacía?



¿Me sentía enamorado de ella?



Envolvió los brazos alrededor del pecho y se inclinó para mirar hacia abajo, causando que la camiseta se levantara y me diera un atisbo de su cu*lo. Estaba enamorado de ese cu*lo. Enamorado de las piernas, también. ¿Pero enamorado de ella?



La observé silenciosamente y sentí la vena protectora en mi rugir a la vida cuando pensé en alguien mirando hacia arriba y que la viera en mi camiseta, luciendo como una diosa del sexo. No quería a nadie mirándola. Era mía.



Era mía.



Santa mier*da.



Era mía.



No la dejaría ir alguna vez, y claro que no quería a nadie más tocándola. Quería abrazarla y mantenerla segura conmigo. Esto era irracional. Era... era... Me encontraba enamorado de ella.



Tomé una respiración profunda, preparándome para que el momento de pánico que venía junto con ese descubrimiento. Pero no salió. Me sentí completo. La pesada carga que pensé que llegaría con este sentimiento no permanecía allí. En cambio, podía respirar profundo.



Me moví alrededor del mostrador y fui directo a la puerta. Cuando la abrí, Maite se giró para sonreírme. Esta fue esa sonrisa perfecta que podría solucionar los problemas del mundo. La levanté y cargué a la silla mecedora y nos sentamos, acunándola contra mi pecho. Me sentía, un poco, como un cavernícola en ese momento, y esperaba no golpear mi maldito pecho.



Maite no hacía preguntas; solo se escondió bajo mi barbilla y envolvió los brazos a mí alrededor. Mía. Toda mía.



Tendría que convencerla de esto primero, porque, aunque tenía todo previsto, sabía que ella no. No confiaba en mí. No con el corazón. Incluso si yo le pertenecía.



—Gracias—dije contra su cabello.



—¿Por qué? ¿Por el caliente sexo en el mostrador? —preguntó con una sonrisa en la voz.



—Por ti —le contesté.



No dijo nada más. Así era Maite. No hacía un montón de preguntas. No siempre quería hablar de cosas. Sólo tomaba y aceptaba. Esperaba que aceptara que era mía. O más exactamente, que yo era suyo.



Pasamos el resto de la tarde sentados allí, hablando. Me contó sobre su abuela. No existía ninguna duda de que era especial. Fue criada muy diferente de otras mujeres en mi vida. También hizo una buena imitación adorable de su abuela.



Le hablé sobre mi padre y lo que yo hacía exactamente. Cuando papá se casó con Georgianna, trabajó en la construcción. Ahora, era dueño de su propia compañía de construcción. La compañía abarcaba todo el sureste. Le ayudaba a manejar el noreste de Florida. Manejaba y comprobaba las cosas cuando me necesitaba. También atendía llamadas telefónicas para las que no tenía tiempo.



Dejé a un lado el hecho de que ignoré dos de llamadas de mi padre hoy. No permanecía en mi mente hablar de negocios, especialmente cuando acabo de descubrir que estoy enamorado. Primero, necesitaba tiempo para adaptarme a esto.

***

—Tengo hambre —dijo Maite mientras se sentaba en el sofá con las piernas en mi regazo.



Sabía que no tenía nada para darle de comer. —Yo, también. ¿Quieres algo de comida China? —pregunté mientras jugaba con el pequeño anillo de plata en el dedo del pie.



—¿Podemos pedir a domicilio? —preguntó.

―¿Est{s‖ tratando‖ de‖ arreglar‖ las‖ cosas‖ de‖ nuevo?‖ ―pregunté, deseando saber porque pensaba que tenía que arreglar todos mis problemas.



Sonrió‖y‖se‖agachó‖para‖presionar‖un‖beso‖en‖la‖esquina‖de‖mi‖boca.‖―No,‖ dulce niña, solo corrijo un error. Nadie puede arreglar a Nan.



Tenía miedo de que tuviera razón.

***

Observé como Maite se quedó de pie afuera, en mi balcón, en nada más que una de mis camisetas. Permanecía de espaldas a mí y el viento hacía que su cabello bailara alrededor de los hombros. La abracé antes de que fuera a limpiar después de nuestro sexo en el mostrador. Luego, tuve que recuperar mi aliento.



Casi‖le‖dije…‖casi‖le‖había‖dicho‖que‖la‖amaba, maldita sea. Nunca. Alguna vez. Casi. Le dije a una chica. Que la amaba. Ni siquiera si el sexo era caliente. Esto no venía a mi mente, mucho menos a mi boca.



Así que ahora tenía que pensar en algo.



¿Lo hacía?



¿Me sentía enamorado de ella?



Envolvió los brazos alrededor del pecho y se inclinó para mirar hacia abajo, causando que la camiseta se levantara y me diera un atisbo de su cu*lo. Estaba enamorado de ese cu*lo. Enamorado de las piernas, también. ¿Pero enamorado de ella?



La observé silenciosamente y sentí la vena protectora en mi rugir a la vida cuando pensé en alguien mirando hacia arriba y que la viera en mi camiseta, luciendo como una diosa del sexo. No quería a nadie mirándola. Era mía.



Era mía.



Santa mier*da.



Era mía.



No la dejaría ir alguna vez, y claro que no quería a nadie más tocándola. Quería abrazarla y mantenerla segura conmigo. Esto era irracional. Era... era... Me encontraba enamorado de ella.



Tomé una respiración profunda, preparándome para que el momento de pánico que venía junto con ese descubrimiento. Pero no salió. Me sentí completo. La pesada carga que pensé que llegaría con este sentimiento no permanecía allí. En cambio, podía respirar profundo.



Me moví alrededor del mostrador y fui directo a la puerta. Cuando la abrí, Maite se giró para sonreírme. Esta fue esa sonrisa perfecta que podría solucionar los problemas del mundo. La levanté y cargué a la silla mecedora y nos sentamos, acunándola contra mi pecho. Me sentía, un poco, como un cavernícola en ese momento, y esperaba no golpear mi maldito pecho.



Maite no hacía preguntas; solo se escondió bajo mi barbilla y envolvió los brazos a mí alrededor. Mía. Toda mía.



Tendría que convencerla de esto primero, porque, aunque tenía todo previsto, sabía que ella no. No confiaba en mí. No con el corazón. Incluso si yo le pertenecía.



—Gracias—dije contra su cabello.



—¿Por qué? ¿Por el caliente sexo en el mostrador? —preguntó con una sonrisa en la voz.



—Por ti —le contesté.



No dijo nada más. Así era Maite. No hacía un montón de preguntas. No siempre quería hablar de cosas. Sólo tomaba y aceptaba. Esperaba que aceptara que era mía. O más exactamente, que yo era suyo.



Pasamos el resto de la tarde sentados allí, hablando. Me contó sobre su abuela. No existía ninguna duda de que era especial. Fue criada muy diferente de otras mujeres en mi vida. También hizo una buena imitación adorable de su abuela.



Le hablé sobre mi padre y lo que yo hacía exactamente. Cuando papá se casó con Georgianna, trabajó en la construcción. Ahora, era dueño de su propia compañía de construcción. La compañía abarcaba todo el sureste. Le ayudaba a manejar el noreste de Florida. Manejaba y comprobaba las cosas cuando me necesitaba. También atendía llamadas telefónicas para las que no tenía tiempo.



Dejé a un lado el hecho de que ignoré dos de llamadas de mi padre hoy. No permanecía en mi mente hablar de negocios, especialmente cuando acabo de descubrir que estoy enamorado. Primero, necesitaba tiempo para adaptarme a esto.



***



—Tengo hambre —dijo Maite mientras se sentaba en el sofá con las piernas en mi regazo.



Sabía que no tenía nada para darle de comer. —Yo, también. ¿Quieres algo de comida China? —pregunté mientras jugaba con el pequeño anillo de plata en el dedo del pie.



—¿Podemos pedir a domicilio? —preguntó.

Quería solo mantenerla para mí mismo. —Seguro. Puedo llamar y ordenarlo para que lo entreguen a domicilio.



No respondió de inmediato. Jugaba con sus uñas como si tuvieran las respuestas. —¿Vas a llevarme a casa esta noche? —preguntó, luego me miró fijamente.



—Esperaba hasta alimentarte y nos relajáramos con una galleta de la fortuna antes de mencionar eso, pero quiero que te quedes aquí esta noche. No quiero llevarte a lo de Nan.



Soltó un suspiro y sonrió. —Bien. No creo estar lista para volver a eso todavía. Lidiaré con ello mañana.



Tomé su tobillo y la acerqué, haciéndola chillar en sorpresa. —Estoy protegiéndote aquí todo el tiempo. Pero mañana tengo que trabajar un poco, antes de que me despidan. No tienes que irte. Puedes quedarte aquí. Sólo necesito actualizarme sobre algunas cosas. Luego tengo una reunión en el club a las cuatro.



Arrugó la nariz. —No pensé en cuánto te apartaba del trabajo. Voy a irme en la mañana. Tengo tenis de todas formas.



Tenis.



Odiaba el maldito tenis.



—Puedo ser más divertido que el tenis —le dije, arrastrándome encima de ella.



—¿Esto es sobre Adam? —preguntó, sonriéndome.



—Diablos, sí, lo es.


Maite se rio y le dio un empujón a mi pecho. —No deseo a Adam. Creo que dejé eso claro hoy. Y ayer, un par de veces.



Tenía un punto. Pero quería que Adam supiera esto. —Bueno, está bien. Ve al tenis, pero si voy para mirar mientras trabajo no te enojes.



Sus ojos se ampliaron. —No harías eso.



Me incliné para besar la comisura de su boca. —Sí, dulce chica, lo haría.

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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:45 pm

35

Maite

Pasaron tres días antes de que volviera a la casa de Nan. William me convenció para volver a su casa cada tarde. Cuando no trabajaba, estaba conmigo, y algunas veces cuando trabajaba él estaba conmigo. Como durante el tenis todos los días. William se sentaba en el pórtico que rodeaba la casa principal del club. Bebía café y trabajaba en su laptop.



Adam captó la indirecta. Habría sido idio*ta si no hubiera sido así. William lo dejó muy claro, yendo tan lejos como acompañándome hacia la puerta y besándome hasta que perdía el aliento antes de enviarme a cada sesión.



Sin embargo, hoy, tenía que volver a casa de Nan. No podía mudarme con William. Teníamos que superar este obstáculo con Nan. Esa era mi casa también. Además quería hablar con Mase sin William cerca, así podría tener privacidad si Mase quería preguntarme sobre William.



Cuando William recibió una llamada para manejar dos horas hacia el sur para comprobar un sitio por su papá, quería que fuera con él. Pero necesitaba algo de espacio para pensar. Me sentía como si tomáramos las cosas rápidamente a súper alta velocidad. Mi corazón estaba teniendo un duro momento para mantener el ritmo.



Sabía en el momento en que me había entregado a William que tenía profundos sentimientos por él. Luego él los había destrozó. Pensé que tomaría una largo tiempo para que esos sentimientos volvieran, o incluso resurgieran. Pero descubrí lo equivocada que me encontraba. Estaban volviendo intensamente.



Mientras observaba a William cepillar sus dientes esta mañana mientras yo rasuraba mis piernas, me di cuenta que esto se sentía correcto. Era fácil. Y eso me asustaba. Me hacía imaginar un futuro para nosotros. ¿Pero qué tipo de futuro le podía dar? No el que estoy segura de él que siempre quiso. No estaba enamorado de mí. Caer en los detalles diarios de la vida con él era peligroso. Antes, estaba preocupada por salir herida. Ahora, sabía que definitivamente iba a salir herida. Había ido muy rápido.



Y no sabía que hacer al respecto.



Estaba esperando que Mase tuviera algo de sabiduría que compartir.



El auto de Nan no estaba cuando me detuve en la casa, y solté un suspiro de alivio. Eso era bueno. Tal vez ella se había ido a uno de sus viajes. Me dirigí adentro y me detuve en la cocina para conseguirme una botella de agua antes de ir arriba a mi habitación.



Mi habitación estaba justo como la dejé. Nan debió de haberle dicho a la limpiadora que no entrara en mi habitación. No es que me importara. No tenía un cuarto desordenado, solo una cama no hecha. Bajé mi agua a la mesa y me senté.



Masé contestó su teléfono en el segundo timbre.



—Ya era el maldito momento para recibir una llamada tuya —se quejó en el teléfono.


—Lo siento. He estado ocupada.



—No necesito saber. Ya tengo una idea de lo ocupada que has estado.



Mis mejillas se sonrojaron. Odiaba pensar sobre lo que había escuchado en el avión.



—¿Cómo van las cosas? —le pregunté.



—Sudando el cu*lo. Con Jim incapacitado tengo que tomar todo su trabajo. El hombre labora duro. Me despierto temprano y caigo en la cama tarde.



—¿Cuánto tiempo estará enyesado?



—Seis semanas. Puedo manejarlo. El trabajo duro nunca me ha hecho daño.



La idea del único hijo de Kiro trabajando duro en un rancho en Texas no era el mundo que imaginaría.



—¿Qué hay de ti? ¿Nan ya te ha comido?



—No. Soy muy dura para ella. Sabes eso.



—Tonterías. Si te ve con William va a ponerse como energúmeno sobre tu cu*lo. Es mejor que él se prepare para asegurarse de que salgas sin ningún rasguño.Quería solo mantenerla para mí mismo. —Seguro. Puedo llamar y ordenarlo para que lo entreguen a domicilio.



No respondió de inmediato. Jugaba con sus uñas como si tuvieran las respuestas. —¿Vas a llevarme a casa esta noche? —preguntó, luego me miró fijamente.



—Esperaba hasta alimentarte y nos relajáramos con una galleta de la fortuna antes de mencionar eso, pero quiero que te quedes aquí esta noche. No quiero llevarte a lo de Nan.



Soltó un suspiro y sonrió. —Bien. No creo estar lista para volver a eso todavía. Lidiaré con ello mañana.



Tomé su tobillo y la acerqué, haciéndola chillar en sorpresa. —Estoy protegiéndote aquí todo el tiempo. Pero mañana tengo que trabajar un poco, antes de que me despidan. No tienes que irte. Puedes quedarte aquí. Sólo necesito actualizarme sobre algunas cosas. Luego tengo una reunión en el club a las cuatro.



Arrugó la nariz. —No pensé en cuánto te apartaba del trabajo. Voy a irme en la mañana. Tengo tenis de todas formas.



Tenis.



Odiaba el maldito tenis.



—Puedo ser más divertido que el tenis —le dije, arrastrándome encima de ella.



—¿Esto es sobre Adam? —preguntó, sonriéndome.



—Diablos, sí, lo es.


Maite se rio y le dio un empujón a mi pecho. —No deseo a Adam. Creo que dejé eso claro hoy. Y ayer, un par de veces.



Tenía un punto. Pero quería que Adam supiera esto. —Bueno, está bien. Ve al tenis, pero si voy para mirar mientras trabajo no te enojes.



Sus ojos se ampliaron. —No harías eso.



Me incliné para besar la comisura de su boca. —Sí, dulce chica, lo haría.

***

Pasaron tres días antes de que volviera a la casa de Nan. William me convenció para volver a su casa cada tarde. Cuando no trabajaba, estaba conmigo, y algunas veces cuando trabajaba él estaba conmigo. Como durante el tenis todos los días. William se sentaba en el pórtico que rodeaba la casa principal del club. Bebía café y trabajaba en su laptop.



Adam captó la indirecta. Habría sido idio*ta si no hubiera sido así. William lo dejó muy claro, yendo tan lejos como acompañándome hacia la puerta y besándome hasta que perdía el aliento antes de enviarme a cada sesión.



Sin embargo, hoy, tenía que volver a casa de Nan. No podía mudarme con William. Teníamos que superar este obstáculo con Nan. Esa era mi casa también. Además quería hablar con Mase sin William cerca, así podría tener privacidad si Mase quería preguntarme sobre William.



Cuando William recibió una llamada para manejar dos horas hacia el sur para comprobar un sitio por su papá, quería que fuera con él. Pero necesitaba algo de espacio para pensar. Me sentía como si tomáramos las cosas rápidamente a súper alta velocidad. Mi corazón estaba teniendo un duro momento para mantener el ritmo.



Sabía en el momento en que me había entregado a William que tenía profundos sentimientos por él. Luego él los había destrozó. Pensé que tomaría una largo tiempo para que esos sentimientos volvieran, o incluso resurgieran. Pero descubrí lo equivocada que me encontraba. Estaban volviendo intensamente.



Mientras observaba a William cepillar sus dientes esta mañana mientras yo rasuraba mis piernas, me di cuenta que esto se sentía correcto. Era fácil. Y eso me asustaba. Me hacía imaginar un futuro para nosotros. ¿Pero qué tipo de futuro le podía dar? No el que estoy segura de él que siempre quiso. No estaba enamorado de mí. Caer en los detalles diarios de la vida con él era peligroso. Antes, estaba preocupada por salir herida. Ahora, sabía que definitivamente iba a salir herida. Había ido muy rápido.



Y no sabía que hacer al respecto.



Estaba esperando que Mase tuviera algo de sabiduría que compartir.



El auto de Nan no estaba cuando me detuve en la casa, y solté un suspiro de alivio. Eso era bueno. Tal vez ella se había ido a uno de sus viajes. Me dirigí adentro y me detuve en la cocina para conseguirme una botella de agua antes de ir arriba a mi habitación.



Mi habitación estaba justo como la dejé. Nan debió de haberle dicho a la limpiadora que no entrara en mi habitación. No es que me importara. No tenía un cuarto desordenado, solo una cama no hecha. Bajé mi agua a la mesa y me senté.



Masé contestó su teléfono en el segundo timbre.



—Ya era el maldito momento para recibir una llamada tuya —se quejó en el teléfono.


—Lo siento. He estado ocupada.



—No necesito saber. Ya tengo una idea de lo ocupada que has estado.



Mis mejillas se sonrojaron. Odiaba pensar sobre lo que había escuchado en el avión.



—¿Cómo van las cosas? —le pregunté.



—Sudando el cu*lo. Con Jim incapacitado tengo que tomar todo su trabajo. El hombre labora duro. Me despierto temprano y caigo en la cama tarde.



—¿Cuánto tiempo estará enyesado?



—Seis semanas. Puedo manejarlo. El trabajo duro nunca me ha hecho daño.



La idea del único hijo de Kiro trabajando duro en un rancho en Texas no era el mundo que imaginaría.



—¿Qué hay de ti? ¿Nan ya te ha comido?



—No. Soy muy dura para ella. Sabes eso.



—Tonterías. Si te ve con William va a ponerse como energúmeno sobre tu cu*lo. Es mejor que él se prepare para asegurarse de que salgas sin ningún rasguño.



—Lo sabe, y él se encargó de ella. No la he visto en algunos días.



—Bien. Tal vez se quedará lejos.



No lo había llamado para hablar de Nan. Necesitaba el consejo de un chico.



—¿Crees que sería estú*pido para mí tener sentimientos por William?



No respondió de inmediato. Me preocupaba que fuera a decir lo que ya temía. —Estaba bajo la impresión de que, para que hicieras lo que escuché en ese avión, ya tenías sentimientos por él.



—Bueno,‖ sí,‖ ya‖ tenía‖ sentimientos‖ por‖ él,‖ pero,‖ quiero‖ decir…‖ tú‖ sabes, sentimientos, sentimientos.



Mase se rio entre dientes. —¿Estás tratando de preguntarme si es inteligente enamorarte de William Carter?



Bueno, sí. —Supongo —repliqué.



—No. Es probablemente la cosa más estúpida que podrías hacer. Pero está hecho. Estabas enamorada de él cuando decidiste dormir con él. Esa es quien tú eres. Así que lo hiciste. Necesitas preocuparte sobre lo que vas a hacer cuando esto termine. ¿Cómo lo manejarás?



Me senté ahí mirando fijamente hacia el espejo enfrente de mí, tenía razón. Había estado enamorada de William por meses. No quería admitirlo porque era patético. No te enamorabas en dos semanas. Pero había hecho justamente eso. Luego él se había ido.



—No lo sé —dije.



Mase se quejó, y pude decir que estaba moviendo algo pesado. —Empacas tu mier*da y regresa a Texas. Me encargaré del resto. Eso es lo que haremos.



Me di cuenta que hablar con Mase sobre esto era inútil. No me iba a mudar a Texas y no iba a dejarlo buscar venganza. —No te preocupes. Resolveré esto. Gracias por escuchar.



—Estoy aquí, hermana. En cualquier momento. Sólo llámame.



—Lo sé. Te quiero.



—Yo también te quiero —respondió.



Colgué y solté el teléfono al lado de mí. ¿A dónde iba desde aquí?



Estaba enamorada de William. Completamente enamorada de él. Lo quería para siempre. Quería ver su sonrisa cada mañana. Quería saber lo que era estar en sus brazos cada día. ¿Qué había hecho?
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:47 pm

36

William

Eran pasadas las nueve cuando volví a Rosemary. Intenté llamar a Maite dos veces y ella no había contestado. Si Rush no me hubiese dicho que Nan estaba en Nueva York con Georgianna, yo estaría entrando en pánico. Pero sabía que Maite estaba en casa sola. Seguía diciéndome a mí mismo que ella se encontraba dormida o había dejado su teléfono en la planta alta.



Para cuando aparqué en la calzada de la casa de Nan salté del camión y corrí a la puerta. Ella iba a tener que comenzar a atender su teléfono cuando me fuera de aquí a partir de ahora. Hablaríamos sobre eso. Primero, solo necesitaba ver su rostro y saber que estaba bien.



La puerta estaba trabada. Buena chica. Toqué el timbre y esperé. Estaba a punto de tocar de nuevo cuando la puerta se abrió y una adormilada Maite atendió. Una sonrisa tocó sus labios y pasó su mano por su cabello. —Hola —dijo dulcemente.



Caminé dentro y cerré la puerta detrás de mí, luego cubrí su boca con la mía. Era suave y mullida, libre de brillo labial, y quería una probada. Era todo en lo que había pensado en mi camino a casa.



Ella deslizó sus manos por mis brazos y se sostuvo. El pequeño bóxer azul con lunares y la camiseta a juego que ella usaba no deberían haber sido tan malditamente sexys. Pero en ella, eran eso y más.



Cuando me aparté para mirarla sonreí. —Hola.



Soltó una risita y descansó su cabeza en mi pecho. —Lo siento, me quedé dormida en el sofá viendo la temporada uno de How I Met Your Mother en Netflix.



No estaba seguro de qué demonios era eso, pero asentí de cualquier forma. —¿Dónde está tu teléfono?



Frunció el ceño. —Creo que arriba.



La apreté más contra mí. —La próxima vez que esté fuera, mantenlo contigo. Rompí cada maldito límite de velocidad intentando volver porque no contestabas.



Se inclinó hacia mí. —Lo siento. No pensé en eso. Las personas generalmente no me llaman.



Eso, en sí mismo, me dejó aturdido. ¿Por qué las personas no la llamaban? ¿No querían escuchar su voz? ¿Estar cerca de ella? El mundo estaba lleno de idio*tas.



—Yo te llamo. Necesito escuchar tu voz cuando no estoy —le dije.



La sonrisa que iluminó su rostro hizo que mi corazón se derritiese. —Está bien.



Tendría que decírselo pronto. Necesitaba que supiese cómo me sentía. Ella no iría a ningún lado. Se quedaría conmigo. No la dejaría irse. La perseguiría por todo el maldito mundo si tenía que hacerlo.



—Ha sido un largo día, y ahora mismo quiero ir a la cama contigo —le dije en lugar de eso.



—Mmm, está bien —dijo antes de deslizar su mano en la mía y voltearse para caminar hacia las escaleras.



En este momento, la vida era buena. Tenía a mi chica y estaba a punto de abrazarla toda la noche. Antes de Maite, no lo entendía. Por qué Rush y Woods dejaron a una mujer controlar sus emociones, vidas, acciones.



Pero lo entendía ahora.



Tenía completo sentido.



Esta pequeña mujer me tenía envuelto en su pequeño dedo, y ella no tenía ni idea.


Iba a tener que decírselo. Solo que no quería asustarla. Necesitaba que se enamorara de mí, también. Cuando yo supiera que era mía y mis sentimientos no la mandaran a empacar, se lo diría.



—Creo que Nan no está en el pueblo —dijo ella, mirándome.



—No lo está. Hablé con Rush —Maite no contestó pero podía ver su cuerpo tenso. ¿Qué demonios era eso?



Cuando llegamos a lo alto de las escaleras la volteé para que me enfrentara. —¿Qué? Dime qué estás pensando.



—No estoy pensando en nada —contestó, pero la expresión de su rostro imitaba su lenguaje corporal.



—Sí, lo haces. Dime o nos quedaremos aquí toda la noche.



Soltó un suspiro y miró lejos de mí. —Hablaste con Rush sobre Nan — murmuró.



—Claro que lo hice. Te dejé con tu loca media hermana para conducir lejos por dos horas y quería asegurarme que estabas bien. Llamé a Rush para que mandara a Blaire aquí para que se quedara contigo, y él me dijo que no debía preocuparme. Nan se fue a Nueva York.



Sus hombros se relajaron y luego cayeron. —Supongo que no estoy lidiando bien con esta cosa aún.



Ella estaba celosa, y eso me hizo querer gritar. Tomé su cara en mis manos. —Mi pasado con Nan te molesta. Sé eso y haré cualquier maldita cosa que tenga que hacer para aliviar tu mente.



Asintió,luego soltó una suave risa.



—¿Por qué estas riendo?



—Porque no puedo creer que esté actuando así.



Tampoco yo, pero no iba a quejarme. Estaba extasiado.



—¿Sería mejor si admito que me gusta?



Arqueó una ceja. —¿Te gusta que actúe como una novia posesiva y loca?



—Demonios, sí, así es. Y nada a cerca de ti es loco. Pero, nena, cada vez que quieras ponerte posesiva conmigo, entonces hazlo. Me excita como el infierno.



Rio y golpeó mi pecho, luego se volteó y comenzó a caminar meneándose hacia el dormitorio.



—Me dejaste —le grité.



—Ven y atrápame —contestó, y miró hacia atrás para guiñarme el ojo.



Maite acababa de guiñarme el ojo, jo*der.



—Ten tu cu*lo desnudo y sobre la cama ahora antes de que arranque esa pequeña ropa de tu cuerpo —ordené antes de ir tras ella.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:48 pm

37

Maite

No lo hacía bien en público. Prefería mantenerme alejada de las multitudes. Pero tampoco podía decirle a William que no quería ir con él a un evento de caridad en el club. Él formaba parte del consejo de administración y se trataba de un baile anual celebrado en beneficio de la vida del mar a lo largo de la costa del golfo.



Kerrington Club organizaba este evento desde hace más de veinte años. William me contó que tampoco tenía muchas ganas de ir, pero Woods le quería allí. Así que íbamos. Esta noche era llevada a cabo en memoria de Jace. Sus padres estarían allí, y Woods advirtió a William que reproducirían un vídeo que no sería fácil de superar. La muerte de Jace todavía era demasiado reciente para todos ellos.



Gasté el tiempo adicional poniéndome maquillaje, sobre todo porque no lo hacía a menudo y quería hacerlo bien. La elección de un vestido no fue fácil, tampoco. Poseía varios formales que papá insistió en comprar para traer aquí. Dijo que habría acontecimientos para los que los necesitaría. Cuando no compré ninguno, envío a la compradora personal que contrató para traerme varios. Señalé los pocos que me gustaban y terminé el asunto. Nunca esperé realmente estar usando uno. Ahora agradecía que papá se hubiera asegurado que los tuviera.



Finalmente me decidí por el satén azul pálido que llegaba justo encima de mis rodillas en la parte delantera y era más largo en la parte de atrás. Me puse un par de tacones Daniele Michetti, que consistían en apenas unas correas y picos diminutos plateados. Eran una compra impulsiva. Nunca compré cosas como estas, pero los vi un día y no pude resistirme. Ni siquiera me los probé. Siempre me ponía nerviosa en zapaterías.



Sólo los usé dentro de mi dormitorio. Esta noche, sería valiente y los llevaría en público. El vestido lo requería. Esperaba que si me vestía de un modo atrevido entonces me sentiría audaz. En el momento en que terminé de rizar, amontonar y fijar los rizos en los que pasé más de una hora trabajando, ya era la hora de que William llegara. Nan continuaba en su habitación, también vistiéndose. No hablamos antes, cuando entró. Solamente caminó por delante de mí como si no hubiera estado allí.



William me advirtió que ella iría esta noche. Le aseguré que podía prepararme sin que él fuera mi guardaespaldas. El timbre sonó justo a tiempo y salí de mi habitación, agarrando el diminuto bolso negro y plateado que mejor combinaba con mis zapatos.



La puerta de Nan no se abrió. Me sentí aliviada. Tomando las escaleras lentamente, me dirigí a la puerta y luego respiré hondo. William nunca me vio así. Quería que le gustara. No, quería dejarlo boquiabierto. Estaba siendo vanidosa. Nunca fui a mi fiesta de graduación. Este era ese momento que todas las niñas se imaginan.



Poco a poco, abrí la puerta. En lugar de William, August permanecía allí con un esmoquin negro, el cabello peinado perfectamente. Descaradamente me registró, comenzando por mis pies y yendo todo el camino hacia arriba.



—Nan no está lista todavía, pero puedes entrar y esperar —le dije, dando un paso hacia atrás con la esperanza de apartar sus ojos de mi cuerpo.



—Espero que se vea la mitad de bien de cómo tú lo haces —dijo con un guiño al entrar en el vestíbulo, su alto cuerpo hacía que yo pareciera más pequeña. ¿Dónde se hallaba Nan?



—Um, ¿puedo traerte algo de beber? —pregunté, con la ilusión de encontrar una razón para alejarme de él.



—Me encantaría. Estoy seguro de que ella planea hacerme esperar otra media hora. Me alegro de tener buena compañía —respondió.



No me agradaba. Me volví y me dirigí a la cocina, tuve ganas de maldecir cuando oí sus pasos detrás de mí. Planeaba que se fuera a la sala de estar y esperara allí.



—Puedo conseguirte un trago y llevarlo a la sala de estar, si quieres tomar asiento —le dije.



—Ni siquiera sabes lo que quiero. —Se divertía; podía oírlo en su voz.



—Oh, lo siento. ¿Qué te gustaría?



No respondió. Cuando entré en la cocina luché contra mi impulso de correr hacia arriba con la excusa de que olvidé algo, dejándolo servirse su propia bebida.



—Es difícil creer que tú y Nan están emparentadas. No es en absoluto tan educada y dulce —dijo, sacando un taburete y sentándose.



Necesitaba salir de aquí. Me apresuraría y haría su bebida, y a continuación, correría. Me volví y tomé un vaso. —¿Qué te gustaría? —pregunté.



Se inclinó hacia adelante y empezó a observar mis piernas de nuevo. —Un montón de cosas —respondió.



Dejé el vaso sobre la encimera. Me marchaba para que se lo evitara.



—¿Quién es el afortunado que te llevará al baile esta noche? —preguntó.



—Soy yo. —La voz de William me sobresaltó, y giré para verlo con el ceño fruncido hacia August. No le escuché entrar, pero en ese momento me centraba en alejarme de August.



—No te culpo. Es la hermana más bonita —dijo August, bajando la mirada hacia mis piernas de nuevo.



William rodeó la barra y me presionó a su lado antes de que pudiera parpadear. —¿Estás lista? —me preguntó.



Asentí. —Sí. —Este no era el momento que estuve soñando despierta. William lucía como si apenas estuviera controlando su enojo, nada interesado en cómo me veía.



—Hola, William —habló Nan arrastrando las palabras mientras entraba en la cocina.



Me volví para mirarla en un vestido corto, rojo y apretado que le abrazaba cada curva. No debería verse impresionante en rojo, pero lo hacía. Nan era lo que cada niñita quería parecer cuando fuera grande. Su largo pelo rojo colgaba en rizos suaves y tocaba su escote, que se mostraba para que el mundo lo viera y, sin duda, babeara por él.



—Maldita sea, nena —dijo August, poniéndose en pie con la boca ligeramente abierta.



Eché un vistazo a William, que también miraba a Nan. De la forma en que deseaba que me mirara. Cerré los ojos un instante y respiré hondo. No quería ver eso.



—Siempre luciste bien en un esmoquin —dijo Nan, ignorando August y manteniendo los ojos en William.



Este no era un juego que sabía cómo jugar. Mi instinto me dijo que huyera a mi habitación, me encerrara y dejara a William tener lo que quisiera, mientras que yo sufría la angustia que sabía iba a venir por mí. Pero mi orgullo no me permitió moverme. Así que me quedé allí, esperando que se acordara de mí y tuviera la suficiente compasión para no humillarme totalmente delante de Nan.



La sonrisa de Nan se curvó con maldad mientras se paseaba hacia William, sin apartar la vista de él y sabiendo que tenía toda su atención.



Me encontraba a punto de rendirme y huir. Podría ir a Texas. No era tan malo.



William deslizó su mano en la mía y empezó a caminar hacia la salida. No eché un vistazo atrás hacia Nan, aunque la escuché reír en su forma divertida y conocida, la cual disparó un dolor a través de mi pecho. Porque supo, al igual que yo, que atrapó a William.



William se mantuvo en silencio hasta que salimos y bajamos las escaleras hacia su camioneta. Una vez que llegamos, soltó mi mano, pero en lugar de abrir la puerta, me dio la vuelta para mirarlo.



—Te ves tan condenadamente hermosa, no estoy seguro de cómo esperas que me concentre esta noche —dijo mientras sus ojos finalmente se enfocaron en mí.



Esto era lo que deseaba. La tonta mujer en mí quería ver su apreciación, pero‖ahora…‖no‖tenía‖sentido.‖Vi‖la‖forma‖en‖que‖miró‖a‖Nan,‖paralizado.‖No‖ reaccionó de esa manera por mí. Pero por otra parte, no me veía como Nan. ¿Podría culparlo? Era un chico, y Nan era impresionante. Yo era sólo yo.



—Desearía que no tuviéramos que ir a este baile. Quiero invitarte a salir y mantenerte toda para mí.



Me gustó esa idea. Enfrentar una sala llena de gente no se encontraba en mi lista de prioridades. Pero no me sentía segura de querer estar a solas con él esta noche. Ahora tenía una herida que lamer, y esconderme en mi cuarto con mis libros era más atractivo.



—Vamos a permanecer el tiempo suficiente para hacer feliz a Wood. Luego te prometo que mejoraré esta noche —susurró antes de presionar un beso en mi boca y hacer un gruñido bajo. Se apartó y abrió la puerta de la camioneta—. Entra antes de que cambie de opinión y mande a la mier*da a Woods.



Cuando estuviera listo para marcharse, yo nombraría una excusa para volver a casa e ir a la cama. Sola.



—¿Cuánto tiempo ha estado ese imbé*cil allí antes de que yo llegara? — preguntó William mientras salía de la calzada y entraba en la carretera.



—Quizás diez minutos. No mucho —contesté.



El asentimiento de William fue tenso. No le gustaba August, y quería creer que no tenía nada que ver con que estuviera saliendo con Nan. Pero era difícil. Me explicó su relación con Nan, pero no sabía si le creí por completo. Especialmente ahora.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:50 pm

38

William


Maite estuvo en silencio todo el trayecto hasta el club, pero yo necesitaba ese tiempo para calmarme. Entrar y ver a ese parásito mirando su pecho estaba a punto de enviarme al maldito límite. Debí haber llegado antes. No me gustaba pensar en Maite estando en esa casa y August siendo capaz de aparecer en cualquier momento. ¿Qué si Maite se encontraba sola? Mis manos se aferraron al volante con más fuerza.



Joder, eso no ocurriría. Los atuendos de Nan no eran suficientes, y no tenía dudas de que August comenzaba a descubrir eso. Esta noche llamó mucho la atención. Seguro, era hermosa. Nan siempre había sido hermosa, pero era sólo su apariencia. En el momento en que abría esa boca maliciosa su apariencia exterior disminuía. No era suficiente.


Sabía que malinterpretó la forma en que la miré esta noche. Sólo estaba agradecida de tener mi atención. No entendía lo que miraba. Pensó que me deslumbró con su apariencia. Estaba más allá de eso. Nan era parte de mi pasado. Siempre lo sería. Nos unimos por nuestros padres ausentes. Nan y yo crecimos con padres ausentes, pero yo no dejé que eso me definiera. Nan sí. Dejó que la envenenara. Esta noche, sólo vi la amargura y el odio en ella cuando entró en la habitación. Se encontraba en su rostro, y me pregunté cómo es que me perdí de eso antes.‖¿Era‖ciego…‖antes‖de…?



¿Maite?



Maldita sea, había sido un revolcón intrascendente.



Mirando a Maite, vi sus manos cerradas sobre su regazo. Estaba nerviosa. Su labio inferior metido entre los dientes y miraba fijamente hacia adelante. Bueno, mier*da. La ignoré durante todo el camino y ella se hallaba sentada allí, nerviosa.



Estaba arruinando completamente esta noche.



Me estiré y liberé una de sus manos, deslizando los dedos entre los suyos. — Oye —dije, interrumpiendo sus pensamientos.



Giró la cabeza para mirarme y una sonrisa forzada tocó sus labios. Eso no funcionaría. Si realmente no quería ir a este maldito baile entonces Woods tendría que superarlo. No la obligaría a hacer esto. Pensé que el hecho de que se vistió para hacer que cada hombre que pasara a su lado babeara, significaba que se encontraba lista para esto. Tal vez no.



—¿Estás bien? —pregunté, apretándole la mano.



Asintió y no dijo nada.



—Si no quieres hacer esto, podemos ir a otro lado —le dije, y esperé para ver cuál era su reacción. Se puso rígida. ¿Qué rayos?



—Háblame,Maite.



Sus hombros se desplomaron y dejó caer la cabeza para verse las manos, todavía hechas una bola en su regazo. —Creo que tal vez debería irme a casa. No quiero estar en medio.



¿Qué?



—¿En medio de quién te preocupa estar? ¿Alguien te dijo algo que tenga que malditamente arreglar?



No levantó la mirada. Siguió mirando su regazo. —No. Quiero decir en tu camino. No quiero que te sientas obligado a llevarme. No me importa ir a casa. Estoy bien con eso. De verdad, lo estoy.



Lo que decía no tenía sentido. ¿Nan le dijo algo? Quería que se fuera de la casa de esa perra. Hablaríamos de eso después de esta noche. Pero justo ahora tenía que descifrar lo que estaba mal.



—Te‖quiero‖conmigo.‖Si‖Nan‖te‖dijo‖algo…‖



—Nan no tiene que decirme nada. Tú lo dices todo con los ojos.



Espera…‖¿qué?



La estudié, intentando descifrar lo que quería decir.



Maite tomó una respiración profunda y finalmente me miró. Sus grandes ojos eran tan tristes y rotos, mi pecho se sentía como si fuera a explotar. Tenía que arreglar esta mier*da. No quería que mi chica fuera lastimada. Llevé la camioneta a un lado del camino y aparqué antes de estirarme hacia Maite y jalarla cerca mío.



—Necesitas explicar eso porque no te sigo, cariño —demandé.



Maite mantuvo los ojos fijos en mi hombre. —Vi la forma en que la miras. No soy ciega. Sé lo hermosa que es. Sé que te quedaste sin palabras. Y era obvio que hubiera plantado a August por ti. ¿Quién no lo haría?



Bueno, joder. No pensé en que Maite pensara sobre cómo miraba a Nan. No había estado impresionado; estaba disgustado conmigo mismo.



Deslicé la mano debajo del mentón de Maite y levanté su cabeza para que me mirara. Siempre miraba hacia abajo, y quería ver sus ojos. Quería reparar la tristeza en ellos. Nunca quise ponerla triste.



—Lo que viste fue a mí mirando a Nan y viendo nada más que amargura y crueldad en sus ojos. Me preguntaba cómo es que me había perdido eso por tanto tiempo. No me impresionó con su apariencia. Te tenía a ti de pie a mi lado, luciendo como un ángel. Nadie se puede comparar contigo. No sólo eres hermosa por fuera, también lo eres por dentro. Veo eso y lo amo. Sólo no sé por qué perdía el tiempo con Nan. Supongo que tú me salvaste.



Maite continuó frunciéndome el ceño. —Ella es la fantasía de todo hombre.



Froté el pulgar sobre su labio inferior e intenté no pensar en lo dulce que sabía esa boca. —Ella es la pesadilla de todo hombre, dulce chica. Por desgracia, no se dan cuenta de inmediato.



—No puedo compararme con ella. No quiero hacerlo.



—No hay competencia. Ella resulta insignificante en comparación. Desearía saber qué puedo hacer para convencerte de lo que eres para mí. Cuando veo a Nan no veo nada más que una chica que conocí una vez.



Maite bajó la mirada para estudiar mi camisa antes de finalmente levantar la vista y darme su primera sonrisa real. —Creo que te creo.



Tenía serios problemas de confianza, necesitaba recordar eso y actuar adecuadamente. Mientras Nan nunca necesitó la confirmación de que la deseaba, Maite sí necesitaba la confirmación de que le pertenecía. Ella era demasiado inocente para ver cómo me sentía verdaderamente por ella. Incluso si era obvio para el resto del mundo.



—Me aseguraré de que nunca dudes de mí nuevamente. Sólo tienes que saber que no veo a nadie salvo a ti. Cuando entras en una habitación, la iluminas.



Se estiró y me besó en la mejilla. —Gracias —dijo, sencillamente.



Eran cosas como esas las que la separaba del resto. No era como nadie que conociera, y yo era el hijo de pu*ta más suertudo del mundo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:51 pm

39

Maite

Blaire me vio en el momento en que entramos en el salón de baile e hizo su camino hacia nosotros. Me sentí aliviada. El ver una cara amiga me ayudó a lidiar con esto. El vestido negro que llevaba bailó alrededor de sus piernas mientras caminaba. También hizo que su cabello rubio destacara aún más. Miré tras su espalda para ver los ojos de Rush en su esposa, observando cada movimiento. El amor y la posesividad estaban allí en su cara y todos lo podían ver, esto hizo que mi corazón latiera más rápido. Esa tenía que ser una sensación increíble.



—Estoy tan contenta de que estés aquí —dijo Blaire mientras me abrazaba.



—Todavía estoy tratando de decidir si yo lo estoy —le contesté.



Blaire se rio y miró a su alrededor. —No todos son malos —Se volvió hacia William y sonrió—. Te ves feliz.



—Lo soy —respondió, y deslizó su mano alrededor de mi cintura.



—Ya es hora —dijo.



—Sí, lo es —concordó.



Me sentí como si hubiera una conversación privada ocurriendo aquí y hubiese sido dejada fuera.



—¿Tienes sed? —me preguntó William, inclinándose hacia abajo de forma que su cálido aliento me hizo cosquillas en la oreja.



—Sí —le respondí. Una copa en mis manos me daría algo que hacer.



—Vuelvo enseguida —respondió, y dio un paso atrás para dejarme con Blaire.



—¿Y? —preguntó ella, levantando las cejas.



Sabía que quería saber sobre William. Me di cuenta de que era cercana a William debido a Rush. —Creo que le gusto —le contesté, porque realmente no sabía qué más decir.



La sonrisa de Blaire sólo se hizo más grande. —Creo que eso es obvio, Maite. Sin embargo, si no estás segura al respecto, creo que debes preguntárselo y él te lo aclarará.



Me volví hacia atrás para mirar el bar y vi a una chica con rizos castaños y un escotado vestido blanco presionarse muy cerca de él mientras hablaban.


—Ignórala. Te aseguro que le gustas. Esa es Katrina, y ella no es algo de lo que preocuparse. Es sólo su forma de actuar.



Me di la vuelta. —No puedo entender por qué me eligió. Él recibe atención por parte de todos. Es perfecto. Puede tener a cualquiera.



Blaire puso una mano en su cadera y me miró con incredulidad. —Hablas en serio, ¿verdad?



Me limité a asentir. ¿Por qué le estaría engañando?



—¿Sabes lo que pensé la primera vez que te vi?



—No —le contesté, no segura de si quería escuchar la respuesta.



—Quería saber quién era esta hermosa mujer que caminaba por la habitación de mi prometido. Estaba instantáneamente aturdida por ti. Luego abriste la boca y tu dulce personalidad brilló. Quería llegar a conocerte. Hay una empatía en ti que lleva a la gente a querer estar cerca. Es por eso por lo que William no puede apartar los ojos de ti —dijo Blaire, mirando por encima de mi hombro y sonriendo.



Me di la vuelta para ver a la chica que no dejaba de hablar con él, pero él estaba mirándome. Sonreí y me hizo un guiño. Tenía que aprender a confiar en él. Se lo merecía.



—¿Cómo aprendiste a confiar en Rush? —le pregunté, mirando hacia atrás a Blaire.



Ella dejó escapar un suspiro. —Eso fue muy duro. Una vez que confié en él, rompió la confianza en pedazos. Fue un largo camino después de eso, pero tenía que confiar en él. Mi corazón lo quería, y para que yo le dejara entrar, tenía que confiar en él y creer que se preocuparía por mí.



—¿Estás diciendo que es una decisión que haces? —le pregunté.



Ella asintió. —Sí, lo es.



Podría hacer eso.



Blaire dejó escapar un suspiro triste y yo seguí su mirada. Bethy estaba en un rincón en un su uniforme, hablando con una señora que parecía estar al cargo de las cosas. —Estoy preocupada por ella —dijo Blaire.



—La vi la semana pasada en un bar. Estaba realmente mal —le dije. No se lo dije a nadie, pero sabía que Blaire era su mejor amiga.



—Perder Jace la ha cambiado por completo. Me parece que no puedo llegar a ella —dijo—. Rara vez toma mis llamadas ahora.



—No puedo imaginar por lo que está pasando —dije, recordando sus palabras esa noche en el bar.



—Yo tampoco —respondió Blaire.


—Tu agua con gas —dijo William, y me entregó la copa en la mano.



—Tengo que volver con Rush. Diviértanse —dijo Blaire, luego miró directamente a mí y me sonrió antes de volver con Rush, que seguía mirándola.



—Ahí está Tripp. No sabía que estaba en la ciudad —dijo William, mirando a un chico alto, de pelo corto y con un tatuaje visible por encima de su cuello. No se veía como si estuviera contento de estar aquí. Y él también parecía estar preocupado por Bethy. Estaba completamente centrado en ella.



—Vamos a hablar con Woods y Della, luego podremos irnos de aquí, charlemos con unas cuantas personas antes de escaparnos de este lugar y te tenga sola —dijo William, estrechando la mano en la parte baja de mi espalda y conduciéndome hacia el hombre alto y moreno que dirigía la habitación con autoridad. Ya sabía quién era Woods, pero incluso si no lo hubiera hecho, sabría que él era dueño del lugar.



Noté a la mujer en su brazo. Sus ojos azules destacaron en su cabeza llena de largos y oscuros rizos. Una suave sonrisa tocó su cara mientras miraba a Woods como si tuviera todas las respuestas del mundo.



La mirada de Woods encontró a William, él me miró y luego de nuevo a William Una sonrisa divertida se extendió por su cara, y comprendí que Woods sabía algo. —William, parece que tu elección en citas ha mejorado —dijo Woods.



—Sí. Algunos necesitamos más tiempo que otros —respondió William mientras su pulgar hacía pequeños círculos en mi espalda donde descansaba su mano.



La mujer de pelo oscuro soltó a Woods y dio un paso adelante para darme la mano. —Hola, soy Della. He oído hablar mucho de ti de Blaire. Es un placer conocerte.



Ella era sincera, y al instante me agregó. —Es un placer conocerte, también —contesté.



—Estoy feliz de ver a William tomando decisiones más sabias —dijo Della, sonriendo.


Aparentemente, Nan no era del agrado de nadie.



William rio ante su comentario y me relajé. Me preocupaba de que se sintiera ofendido de que todo el mundo lo dijera. —¿Cuánto tiempo tengo que permanecer en esta cosa? —preguntó William.



La conducta profesional de los negocios de Woods vaciló un momento mientras dejaba que su mirada recorriera la habitación. —Dale al menos treinta minutos, tal vez una hora. Asegúrate de ver el vídeo. Creo que va a ser la parte más difícil de la noche. Significará mucho para los padres de Jace que estés aquí para eso. Las personas también tienen que ver tu cara, ya que eres un miembro del Consejo. Luego vete. Ojalá yo pudiera irme —dijo en voz baja.



En ese momento, él me recordó a William y Rush. No parecía tan poderoso y serio. Della me sonrió. —Me gustaría que pudiéramos salir de aquí pronto, también.



—Si quieres salir temprano, voy a encontrar una manera —respondió Woods.



Della lo miró y sonrió. —No, nos quedamos. No podemos irnos temprano.



Woods se inclinó a su oído. —Haré lo que quieras hacer.



Della le dio un beso en la mejilla. —Quiero quedarme.



—Mentirosa.



Della se rio y me miró. —Tengo que mantenerlo a raya.



—Me alegro de que alguien lo haga —respondió William.



La sonrisa fácil de Woods se convirtió en un ceño mientras se concentraba en algo detrás de nosotros. William y yo nos dimos la vuelta al mismo tiempo. Rush estaba caminando hacia nosotros con una mirada en su cara que no entendí.



La mano de William cayó de mi espalda, y caminó hacia Rush antes de que pudiera llegar a nosotros. No estaba segura de si debía seguirle o esperar aquí.



—Algo está mal —dijo Woods antes de pasar cerca de mí y caminar hacia ellos.



Miré hacia atrás a Della, que estaba observándoles, esperando. Ella no siguió a Woods, así que me quedé con ella.



Rush sacudió la cabeza y me miró, asintió para que me uniera a ellos. Confundida, me acerqué. Rush extendió la mano y me agarró del brazo.



—Necesito que te quedes con Blaire y Nate. William tiene que venir conmigo. ¿Puedes hacerlo?



Traté de asentir,pero me quedé allí, confundida aún más.



—Es Nan. Pero lo necesito para esto. Y tienes que confiar en él —dijo Rush.



¿Nan? Acabábamos de ver a Nan. Ella iba a venir aquí. —Está bien —fue todo lo que pude decir. No se veían como si quisieran responder a cualquier pregunta. William estaba enojado y Rush estaba tenso.



—No puedo irme con ustedes chicos, pero si es como ella dice, entonces háganmelo saber. Yo me encargo de eso —dijo Woods, luego se volvió y se dirigió de nuevo a Della.



Rush hizo señas a Blaire y la tomó entre sus brazos, hablando con ella en susurros. Ella asintió y me miró con un gesto de preocupación. —Si crees que es necesario —fue su única respuesta.



—No puedo ignorarlo. Tengo que comprobarlo —dijo Rush a Blaire, que no parecía muy segura de que estuviera de acuerdo con él.



Mantuvo su espalda rígida y asintió. Rush parecía roto. ¿Qué era lo que pasaba?



—Si quieres venir, entonces ven conmigo. No me hagas esto —dijo Rush, acercándose a Blaire y tirándola hacia sí.



Ella finalmente pareció rendirse y asintió. —Vale —dijo. Rush le dio un beso duro en la boca que la hizo fundirse aún más en él.



Todo el mundo parecía saber lo que estaba pasando, pero yo no. La cabeza de Woods estaba bajada mientras hablaba con Della. Él se lo contaba a ella. Rush se lo dijo a Blaire, pero luego estaba yo. Nadie me lo decía. William ni siquiera me miraba. Su cuerpo parecía rígido, y me di cuenta de que había confiado en él un poco demasiado pronto.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:54 pm

40

William

Hacía esto por él. Era mi hermano. Por encima de todas las cosas que importaban estaba el hecho de que Rush era mi hermano. Pero, madre de todas las putadas, la mirada en el rostro de Maite cuando escuchó el nombre de Nan iba a mandarlo todo a la mier*da. Podía verlo, y tenía que escoger. Escogería a Rush. Era mi familia.



Confiaba en que Maite me creyera. Que supiera por qué hacía esto. Por quién lo hacía. Necesitaba que lo entendiese, ya que perderla no era una opción.



—Lo entenderá. Maite te escuchará cuando se lo expliques, y estará bien con ello. Blaire está probablemente explicándoselo ahora —dijo Rush mientras aceleraba hacia la casa de Nan.



Si esta mier*da era real y August golpeó hasta el cansancio a Nan, entonces estaba totalmente a favor de cazarle y dejar que Rush obtuviera su venganza. Nan era un montón de cosas, pero ante todo era la hermana pequeña de Rush. Rush no permitía que se interpusiera entre él y Blaire, y protegería a Blaire de ella. Pero si Nan estaba en problemas y necesitaba a Rush, él iba. Era todo lo que tenía. A nadie más le importaba una mier*da. Lo hice una vez, pero ella se aseguró de que no lo hiciera ya más.



—Si está mintiendo, podría ser yo quien le dé su merecido—le advertí.



Dejó escapar un profundo suspiro. —Lo sé.



Rush no era ciego a la maldad de Nan. También sabía que ir a salvarla y dejar a Maite no era fácil para mí. No estaba casado con Maite. No le hice promesas con un anillo de diamantes. Blaire tenía todo eso, y ver a Rush huir para salvar a Nan tenía más sentido para ella. Era también hermana de Rush.



Yo no podía reclamar nada de eso.



Joder, mejor que estuviera diciendo la verdad.



Rush se metió en la calzada de Nan, y el miedo de que Maite no pudiese superar esto me golpeó de nuevo cuando mi mirada encontró su pequeño coche negro. Mier*da, no debería haberla dejado. Pero Rush me necesitaba. Cuando necesitaba respaldo, ahí estaba. Para eso estaban los hermanos. Nos apoyábamos entre sí.



Ambos bajamos de la camioneta y nos dirigimos a las escaleras. Rush no llamó; deslizó la llave en la puerta y la abrió. Me sorprendió que tuviera una llave. Debía ser obra de Kiro.



—Nannette —gritó Rush mientras abría la puerta.



Le seguí adentro.



—Aquí —contestó Nan desde la sala.



Rush se dirigió hacia el sonido de su voz.



Se detuvo cuando entró en la habitación, y me paré detrás de él, mirando sobre su hombro.



No mintió.



El labio de Nan estaba reventado y un ojo negro apareciendo en su pálida piel. En cada brazo desnudo tenía huellas de manos que pronto serían contusiones. Estaba sentada con sus rodillas dobladas contra el pecho fuertemente. Rayas negras de rímel corrían por su rostro. Estuvo llorando.



Esta no era la Nan que conocía. Era la que conocí. Me recordó a la pequeña chica por la que una vez sentí lástima. Aquella cuyos problemas quería solucionar tanto como lo hacía Rush. La amarga, enojada perra no se encontraba en sus ojos cuando nos miró. En cambio, estaba asustada.



—Qué mier*da —gruñó Rush y dio dos grandes pasos hasta que estuvo frente a ella y sentado a su lado en el sofá—. ¿Agust hizo esto? —preguntó Rush. Su furia estaba apenas contenida, y mientras me quedaba ahí y la miraba, mi ira comenzó a hervir, también.



No me importaba lo que hubiese hecho. Ninguna mujer se merecía esto. August era un hombre muerto. Si Rush no lo mataba, lo haría yo.



—Sí. Se cabreó porque —me miró y luego de nuevo a Rush—, estaba molesta por lo de William y Maite. No quería ir, luego quiso tener sexo pero yo no. Intentó forzarme, pero me defendí. Entonces perdió el control, y cuando me desperté estaba en el suelo y él se había ido.



El cuerpo de Rush se tensó. —¿Te noqueó? —preguntó Rush.



Asintió, y su mirada se dirigió a mí de nuevo.



—Se enojó antes, pero nunca de esta manera. No creí que fuera así. Sabía que su mujer le dejó y que le tomó dos años para que pudiera ver a su hija de nuevo. Le creí cuando me dijo que nunca le hizo daño. Que ella era una mentirosa —dijo con voz temblorosa.



—Necesitas ver un doctor. Si estuviste inconsciente, podrías tener una conmoción cerebral. William, llévala al hospital y haz que la revisen.



¿Yo? —¿Qué? ¿Por qué no puedes tú? —pregunté. No necesitaba estar llevándola a ningún sitio. Iba a darle una paliza a August, pero eso no significaba que quisiera llevar de un lado a otro a Nan.



—Voy a buscar a August. Necesito que te la lleves para que la chequeen. Por favor —dijo Rush, levantándose—. Llamaré a Blaire y se lo explicaré.



Lo que significaba que se aseguraría de que Maite supiera qué estaba ocurriendo y por qué. Sólo esperaba que lo entendiese. Rush creía que Maite era bastante fuerte emocionalmente para esto, pero no estaba seguro de estar de acuerdo. Él no sabía cuán insegura era realmente.



—¿Puedo encontrarle? —pregunté.



Rush negó con la cabeza. —No. Tengo a Dean para asegurarme de no sufrir consecuencias. Tú no.



Tenía un punto.



—No tiene que llevarme. Estoy bien para quedarme aquí —dijo Nan.



Rush me miró, suplicando en silencio. Mier*da.



—Bien, lo haré. —Miré a Nan—. ¿Puedes andar? —pregunté.



Asintió y se levantó. —Sólo estoy un poco mareada.



Rush la rodeó con su brazo y dejé que la ayudara hasta la camioneta. No la iba a tocar. Ayudaría, pero no la tocaría.


Los seguí hacia su Range Rover. La ayudó a subir, luego se giró hacia mí.



—Tomaré el coche de Nan. Haz que la revisen completamente.



—Llama a Blaire y comprueba a Maite por mí —repliqué.



Asintió. —Haré eso ahora.



No le di las gracias. Me debía mucho. Rodeé el Rover y abrí la puerta. Subí y cerré de golpe la puerta para dejar salir un poco de frustración. No ayudó.



—No tienes que llevarme —dijo.



—Sí, tengo que hacerlo —repliqué.



—Porque te sigues preocupando —dijo con un tono de esperanza en su voz.



—No, por Rush —contesté, y me giré para ir al hospital, que estaba a unos buenos treinta minutos.



—¿De verdad quieres decir eso? —preguntó.


—Sí, realmente quiero.



—Pero una vez dijiste que me amabas —dijo, sonando herida.
Estuve bebiendo. El sexo fue genial. —Fue un momento de lujuria. Lo que teníamos era bueno al principio. Lo disfruté. Luego me di cuenta de que no eras el único. Eras desagradable, mala y poco profunda. Y así también nuestras relaciones sexuales.



Soltó un pequeño jadeo. No me importaba si mis palabras la afectaron. Sabía que estaba herida, y odiaba que hubiese estado tonteando con alguien que podía pegarle a una mujer. Eso era todo. Nada más.



—¿Es mejor el sexo con ella? Es demasiado inexperta para ser buena.



Eso era lo que Nan nunca entendería. El sexo no sería nada más que sexo para ella porque no tenía el corazón para profundizar más. Para en realidad sentir algo por otra persona.



—Nada puede compararse a Maite. Nada se le acerca para tocarlo. —Fue todo lo que dije.



Mi vida privada con Maite era sólo eso, privada. No la iba a compartir con Nan.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:56 pm

41

Maite

Escuché a Blaire hablando por teléfono en la cocina mientras me encontraba afuera en el balcón. Cuando regresábamos en el auto, explicó que Nan fue golpeada gravemente por August. O eso fue lo que Nan dijo cuando llamó a Rush.



Podía ver en los ojos de Blaire que no creía esa historia. Pero comprendió que Rush necesitaba ir. También comprendí que necesitaba un respaldo si era cierto, y William era su hermano —o lo más cercano que tenía a uno.



Pero la imagen de William sosteniendo a Nan y consolándola me atormentaba. Odiaba ser tan egoísta. No era una persona egoísta. Mis sentimientos por William me hacían diferente. No me gustaban algunas de esas diferencias, tampoco. Si Nan fue golpeada por August, entonces necesitaba a su hermano y a William. Ellos eran los únicos dos hombres en su vida, en los que podía confiar.



—Ese era Rush —dijo Blaire detrás de mí.



—¿Cómo se encuentra ella? —pregunté, incapaz de mirar hacia Blaire. Me asustaba que viera lo que pensaba en mis ojos, y eso me avergonzaba.



—Decía la verdad. Rush dijo que él la golpeó bastante y ella quedó inconsciente.



Mi pecho dolió, pero no era por simpatía a Nan. Era por mí. Era porque podía ver a William alejándose de mí. Me odié por eso. ¿Era yo verdaderamente tan cruel?



—Rush irá a encontrar a August. Envió a William al hospital con Nan. Dijo que quería que fuera revisada.



Así que William se hallaba con ella. Solo. Eso era todo. Era un idio*ta cuando se trataba de Nan. Vi como corría tras ella cuando sentía que necesitaba a alguien.



—Rush me pidió que te dijera que William no quería ir con ella. Él lo obligó.



Podía aferrarme a eso por un momento. Tal vez aliviaría mi miedo. O tal vez prepararme para lo peor era la mejor manera de proteger mi corazón. No es que realmente haría una diferencia. Ya fui demasiado lejos de todos modos.



—Solía odiarla. Pensaba que era la pesadilla de mi existencia. Pero con el tiempo, me he dado cuenta que Nan sólo se encuentra triste. Ha apartado a todos y hecho que la odien, a ella y a su feo corazón. No hace nada para dejarse querer por alguien. Llamó a Rush porque es su hermano. Es el único que irá corriendo. No llamó a William esta noche porque sabía que no contestaría, mucho menos iría a su rescate. Pero sabía que Rush lo haría, y sabía que él llevaría a William. Incluso cuando se encuentra tocando fondo, manipula a la gente. William es lo suficientemente inteligente para ver eso.



Esperaba que estuviera en lo cierto.



—Vio algo en ella antes —dije simplemente.


Blaire se hallaba de pie a mi lado. —Vio a alguien que necesitaba arreglo. A William le gusta arreglar cosas. Cuando llegué aquí, Rush me odiaba. Quería que me fuera. Pero William se aseguró de que eso no pasara. La mañana siguiente cuando desperté, me preocupaba por cómo conseguiría gasolina para poder buscar trabajo. Cuando llegué a mi camioneta, encontré una nota de William en ella. Llenó de gasolina el tanque de mi camioneta. Es sólo quien él es. Nan está rota y no se puede arreglar. William se dio cuenta de ello. Él te tiene y no va a estropearlo.



Sentí lágrimas picando en mis ojos. Conocía la historia de Blaire. Vino aquí sola, perdida, pero valiente. El hecho de que William se aseguró de que tuviera gasolina sólo me hizo amarlo más. Agarré con fuerza la barandilla y cerré los ojos. No lloraría.



—Estoy enamorada de él —admití, en un susurro tan bajo que no supe si me escuchó. Tenía la esperanza de que no lo hiciera tan pronto como lo dije.



—Lo sé. Se te nota cuando estás con él. Pero él también está enamorado de ti. Nunca lo he visto mirar a nadie de la forma en que te mira a ti.



Pensé en Rush y en la manera en que protegió a Blaire. El brillo posesivo en sus ojos, y la forma en que la mantenía tan cerca de él. No tenía eso. Ella tenía algo excepcional, y leí demasiadas novelas. Quería eso, también. No me di cuenta que era real hasta que vi a Rush con Blaire.



Ese tipo de amor no era una fantasía. Era real.


—Quiero la fantasía. Quiero que me ame de la manera en que Rush te ama.



Blaire se inclinó hacia mí y golpeó mi hombro con el suyo. —Se dirige hacia ese camino si es que no está allí aún. Te encuentras bajo su piel.



—No me ha dicho que me ama —le dije.



—Lo hará —respondió ella—. Cuando sea lo suficientemente valiente, te lo dirá.



Traté de creer eso. Quería creerlo.



—Toda mi vida he visto a mi papá fo*llar mujeres y arrojarlas a un lado como si no significaran nada. Me preocupaba que el amor no fuera real, o si lo era que no tuviera la composición genética correcta para amar como tu amas a Rush. Nunca estuve enamorada. Me encontraba tan protegida. Me preocupaba que no pudiera amar por mi papá.‖Luego…‖luego‖lo‖vi‖con…‖—me detuve. No sabía si quería compartir esto con Blaire. No me hallaba segura de si alguna vez quisiera compartir lo que vi—. Ama a mi mamá. Incluso a pesar de que ella no puede hablar o moverse, él quiere estar cerca de ella. Cepilla su cabello. —Ese hecho aún me desconcertaba. Nunca supe que él podía ser así.



—Supongo que eres igual a tu madre. Ella inspiró esa clase de amor y devoción en una estrella de rock que podía tener a quien quisiera. Es un don especial, y tú necesitas aprender a confiar que eres digna de ese amor. Dale tiempo a William. Sólo se encuentra descubriendo las cosas, y creo que vale la pena esperar por él.



Asentí. Se hallaba en lo correcto. Él valía la pena. Tenía que parar de dudar de él. Dos veces en una noche. Otro rasgo que tenía, el cual odiaba. Era insegura. Dolorosamente insegura. Era tiempo de superar eso. No sabía si tendría una vida larga o no con William Pero lo quería. Quería esto en mi vida. Y cuando terminara, quería saber que lo tuve.



Era hora que le dijera mi secreto. Él merecía saberlo.

***

Tres horas después, mi teléfono sonó mientras me encontraba acurrucada en el sofá de los Finlays. Blaire subió las escaleras más temprano, cuando Nate comenzó a llorar. Dijo que él se hallaba acostumbrado a que Rush lo meciera hasta dormir, así que tendría que darle atención extra.



—Hola —dije, sabiendo que era William.



—Oye, ¿aún te encuentras en casa de Rush? —preguntó él.



—Sí —respondí.



—Bien. Tengo que llevar a Nan dentro y asegurarme de que se acueste. El Doctor dice que necesita ser despertada cada hora. Tiene una grave contusión. Iré a recogerte tan pronto como ella esté en cama.



No me detendría en el hecho de que la llevaba a la cama. Era más fuerte que eso. —Está bien —contesté.



—¿Maite? —dijo, la preocupación en su voz era obvia.



—Sí.



—Lo lamento por todo esto. Por favor, entiende que esto no cambia nada. Es sólo la hermana menor de Rush. ¿Está bien?



—Lo sé.



William dejó escapar un suspiro frustrado. —Estaré allí en unos minutos. Lo juro.



—Estoy bien, tómate tu tiempo —le aseguré antes de cortar.


La puerta principal se abrió y Rush entró. Pasó a la sala de estar y luego se detuvo, dio marcha atrás, y me miró. —Oye, aún estás aquí. —dijo.



—Sí.William recién llamó.



—Necesitaba su ayuda está noche. Es la única razón por la que hizo esto.



—Lo sé —dije, incluso si no lo entendía completamente.



—Él quería volver a ti —me dijo Rush.



—Está bien, Rush. No estoy molesta —le aseguré.



Parecía aliviado. —¿Nate está dormido? —preguntó él.



—Se encontraba llorando y Blaire fue a mecerlo.



—Me quiere. Es mi momento para dormirlo. Dile a William que dije gracias — me dijo.



—Lo haré.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 2:58 pm

42

William

Maite llegó caminando desde afuera cuando me metí en la entrada. Todavía llevaba puesto el vestido, pero sus tacones estaban colgando entre sus dedos. Tenía planes para ese vestido y sobre todo para esos tacones. Incluso si no tuviera la intensión, Nan había arruinado la noche.



Salté de la camioneta y caminé para abrirle la puerta hasta que me alcanzó.



Me sonrió dulcemente. La mirada cansada en sus ojos me hizo querer acurrucarla cerca de mí y abrazarla.



—Hola —dije, tomando las manos y poniéndolas alrededor de mi cuello.



—Hola —respondió, descansando sus manos en mis hombros.



—Te extrañé —le dije, bajando mi cabeza hasta que pude apretar mis labios contra los de ella.


Los abrió fácilmente para mí, y me sumergí en la degustación, recordando lo que es mío. Ella. Confiaba en mí.



—Yo también —susurró contra mis labios.



—¿No estás enfadada conmigo? —pregunté, necesitaba consuelo.



—No —dijo simplemente.



—Es hora de que te meta a la cama, también. Excepto que te quiero desnuda y a mí alrededor —le dije y la metí en mi camión—. Y quiero que uses esos tacones para mí.



Arrugó la nariz. —¿Para dormir?



—No, te quiero con esos tacones mientras este dentro de ti —le informé.



Sus mejillas flamearon de un rojo intenso y asintió.



Esa era mi chica. No estaba herida o enojada. Nunca había estado tan malditamente aliviado.



Acaricié el asiento a mi lado en el camión, Maite se subió encima. Se inclinó contra mí permitiéndome sostenerla. Teniéndola aquí hacía todo más fácil. Presioné un beso en su cabeza.



—Gracias —dije.



—¿Por qué?



—Por ser tan perfecta para mí. —Maite volteó su rostro para descansar sobre mi hombro. Su respiración era caliente sobre mi piel, y llevarla a su dormitorio se estaba convirtiendo en una prioridad.



—No voy a mentirte. Estaba molesta. No me gustó que fueras al rescate de Nan. Fue egoísta de mí parte, odié tener esa horrible sensación en mi interior. No quiero reaccionar así otra vez. No quiero ser así.



Ella era tan honesta. Aunque estaba equivocada. No había una pizca de maldad dentro de ella. Deslicé mi mano sobre su muslo desnudo. —Maite, no creo que podrías ser egoísta y mala, incluso si lo intentas. Reaccionaste así porque te sentías posesiva por mí, y eso me hace el maldito más afortunado del mundo. Tú debes de haber estado molesta. Diablos, nena, yo estaba molesto. Estaba malditamente enojado. No quería estar allí, pero Rush me necesitaba.



—Y me resentí por eso. Es egoísta.



Riendo, deslicé mi mano por su muslo. —Te lo dije. Puedes ser egoísta en cualquier momento que quieras conmigo. Me excita.



Maite abrió sus piernas. —¿Por qué? —Respiró entrecortadamente cuando mi mano acarició sus húmedas bragas.



—Porque quiero pertenecerte. Quiero que te importe cuando salgo. Si hubieras venido detrás de mí para asegurarte que no ocurría nada me hubiese gustado que fueras conmigo. No puedo decirte que no.



Se movió contra mi mano e hizo un suave gemido. —Entonces, folla*me en la camioneta antes de que entremos. Te necesito —dijo, echando atrás su cabeza y gimiendo, deslicé un dedo dentro de sus bragas.



—Parece que voy a tener esa fantasía contigo en este vestido después de todo —dije y alcancé sus zapatos—. Quiero estos en ti primero —le dije.



Ella se rio y se los puso antes de subir a mi regazo.

***

Cuando la primera alarma se activó una hora después de acostarnos a dormir Maite y yo, la apagué rápidamente y empecé a levantarme de la cama para despertar a Nan. La mano de Maite se extendió y me agarró, tirándome hacia abajo. —No. Yo lo hago —dijo y empezó a levantarse.



—Quédate en la cama. No quiero que lidies con esto —sostuve. Nan no era su problema.



Maite empujó su pelo largo y grueso de su cara y me frunció el ceño. — Dijiste que estaba bien para mí ser posesiva. Bueno, no me gusta la idea de ti entrando a la habitación de Nan con ella en la cama, despertándola. Quédate en mi cama y yo voy a despertarla —dijo.



Sonriendo, me acosté. —De acuerdo. Bien. Tú ganas —contesté.



Ella tenía un punto. No había forma en el infierno que yo le permitiría entrar al cuarto de otro hombre por la noche y despertarlo para tenerlo vigilarlo.



Asintió, agarró mi camisa blanca desechada y se la puso sin molestarse en abotonarla. Sólo la cerró y salió por la puerta.



Pequeña, dulce y sexy mujer iba a asegurarse de que Nan supiera que era ella quien estaba en mi cama. Me hizo sonreír. Me gustó saber que podía enfrentársele. Con una hermana como Nan, lo necesitaba. Lamente pensar en que Nan sufriría algún daño de cualquier tipo.



Pensar que casi la pierdo porque estaba preocupado por amarla y perderla. El miedo a la muerte se me había metido dentro. Tenía que agradecer a Rush y Blaire por enseñarme que valía la pena amar a alguien. Tenía que encontrar una manera de decirle a Maite exactamente cómo me sentía.



No quería asustarla. La forma en que me miraba últimamente me hacía creer que sentía lo mismo.



a puerta del dormitorio se abrió y Maite rodó los ojos. —Está bien. Perra como siempre. Dice que quiere que la compruebes tú la siguiente vez —dijo antes de dejar caer mi camisa y volviendo a la cama acurrucándose junto mí.



—¿Qué le dijiste? —pregunté.



—Le dije que lo supere. Que estaba manteniendo tu sexy trasero de manera segura en mi cama —respondió lanzando una de sus piernas sobre las mías y aferrándose en mí.



La sostuve a mi lado y volví a dormir con una sonrisa en mi cara.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 3:00 pm

43

Maite

Rush encontró a August. Incluso si Woods no lo hubiera despedido, no habría sido capaz de volver a trabajar. Rush se las arregló para romperle el brazo con el que golpeó a Nan y le dijo que dejara el pueblo. O Rush tenía un trato con el departamento de policía o August había huido asustado. No sabía qué pasó exactamente. No me gustaba hablar de Nan con William.


Nan se fue de nuevo, lo que era normal en ella, por lo que todos decían. Volvería cuando hubiera superado todo lo de August. Yo sólo me sentía feliz de tener a William a solas. Él parecía más aliviado que yo.



La única cosa que se interponía entre William y yo ahora era mi secreto. El que había guardado sólo para mí la mayor parte de mi vida. El que hacía que las personas me trataran de forma diferente. Y el único que me contenía de decirle que lo amaba.



Él no había dicho que me quería. ¿Era justo amarlo si no podía darle las cosas que se merecía? Por mucho tiempo, había vivido sin pensar en ello porque mi abuela no‖me‖permitía‖usarlo‖de‖apoyo‖o‖de‖excusa.‖Pero‖ahora…‖no‖podía‖ hacer esto sin ser honesta. Decirle a William la verdad iba a ser difícil. O lo entendería o lo vería como una decepción.



Si sólo tuviera más tiempo. No quería arruinar las cosas. Su corazón estaba a salvo, incluso si el mío no. Miré de nuevo a William, que hablaba por teléfono con una constructora que se encontraba a tres horas del pueblo. Había querido que fuera con él, y yo no quería estar lejos de él. No hablamos mucho en el viaje porque había estado conduciendo y tomando notas y hablando por teléfono con distintas personas. Incluso le oí discutir con su padre. Era lindo ver esta parte de su vida. Él no era como los otros miembros de la alta sociedad de Rosemary —en realidad tenía un trabajo. Un trabajo regular en una compañía obrera. Me gustaba.



Finalmente puso el teléfono en la laptop y me miró. —Lo juro, si hubiera sabido que me iban a tener en el maldito teléfono todo el día, no te habría traído conmigo.



—Me gusta estar contigo —le dije.



Su rostro se transformó en una sonrisa y alargó un brazo para entrelazar sus dedos con los míos. —Me encanta tenerte conmigo. Hace que todo sea mejor.



Le encantaba tenerme con él. No me amaba, pero le encantaba tenerme a su alrededor. Eso era nuevo. No podía quitar la estú*pida sonrisa de mi rostro.



—Tengo hambre. ¿Estás lista para almorzar? —preguntó, doblando en la siguiente salida.



—Sí, tengo hambre —admití.



Mi teléfono sonó, interrumpiéndome, e inmediatamente lo cogí. Sólo dos personas me llamaban. Papá o Mase.



El nombre de papá iluminó la pantalla.



—¿Papá? —dije en el teléfono. Rara vez me llamaba cuando estaba de gira.



—Hola. Voy a casa. Hay un problema con Emmy. Necesito estar allí. Y quiero que estés preparada. Las cosas se van a poner un poco locas una vez que te encuentren.



¿Encontrarme? —No entiendo, papá. ¿Qué cosas van a ponerse un poco locas? ¿Quién va a encontrarme?



—Algunos hijos de pu*ta filtraron información de tu madre. Algún miembro en la mansión. Cuando me vio allí, hizo algunas preguntas. Cuando fui de visita, descubrió que eres mi hija. Fui atacado por los tabloides en París esta noche, joder. Voy a casa. No quiero que se acerquen a tu madre. La perra ha sido despedida y escoltada fuera de la propiedad, pero la prensa está cubriendo la mansión. El personal está entrando en pánico. Irán tras de ti, también.



Siempre estuve a salvo de los tabloides porque era aburrida. Ahora la existencia de mi madre iba a cambiar todo. —¿Qué puedo hacer para ayudar, papá? —pregunté, preocupada por el hombre al que había visto protegiendo a la mujer en esa habitación como si fuera una princesa.



—Nada. Ni una jodida cosa, cariño. Ni una jodida cosa. Tengo que ir con tu madre. Me necesita. Lo siento, pero estás por tu cuenta. Prepárate… te encontrarán. Saldrá a la luz. Todo. Lo entiendes, ¿no?



Quería decir mi vida. Mis secretos. Mi privacidad.



—Sí, señor. Lo sé.



—Lo siento tanto, cariño —dijo, y el dolor en su voz era sincero. En realidad deseaba que no tuviera que enfrentar esto. Pero tenía que arreglármelas para salir de esto sola.



—La única cosa que se me ocurre es que vayas a la mansión. Puedo darte una habitación allí y estarás segura, pero eventualmente descubrirán la historia. Demasiadas personas lo saben. Todo saldrá a la luz. Puedes esconderte por un tiempo, yo te esconderé. Pero es hora de que enfrentes esto. Ya no eres mi pequeña.



Tenía razón. Era hora de que enfrentara esta vida. De la que había estado ocultándome.



—Llámame. Hazme saber cómo está y que estás a salvo cuando llegues allí —le dije.


—Lo haré. La historia de Nan también se hará pública. Prepárate para eso.



—Está bien.



Colgó y miré fijamente el teléfono.



—¿Qué sucede? —preguntó William, su mirada en mí.



—Yo…‖lo‖saben.‖La‖prensa‖lo‖sabe.



—Mier*da. —William movió la laptop entre nosotros y se acercó a mí. No me había dado cuenta de que estábamos aparcados hasta ese momento—. ¿Hablas de lo de tu madre?



Asentí. —Sí.‖ Mi‖ madre,‖ Nan…‖ sobre‖ mí.‖ Lo‖ saben‖ todo.‖ Vendr{n‖ a‖ buscarme. No seré difícil de encontrar. Ya saben dónde vive Rush. Asiste a entrevistas aleatorias cuando necesitan la historia familiar de algún Slacker Demon para los periódicos de calumnias.



William me metió entre sus brazos y me sostuvo contra su pecho. Tenía que decirle todo ahora. Sólo que no podía formar las palabras. —No permitiré que esos hijos de pu*ta se acerquen a ti. Lo juro —gruñó, apretando su agarre en mí.



Él no sabía cómo eran. Esta era una noticia de último minuto en la industria de la música. El cantante de la banda más legendaria de rock del mundo estaba casado con una mujer a la que había mantenido en secreto de todos. Incluso de su propia hija por años.



Luego estaba yo. Su niña milagro. La niña que no debería haber vivido, pero que lo hizo. La que no podría vivir una vida larga. La que no podría tener hijos o moriría. Quien no estaba‖ completa…‖ la‖ niña‖ cuyo‖ corazón‖ no‖ trabajaba‖ apropiadamente. Las píldoras que había tomado toda mi vida. Las precauciones — todo saldría a la luz. Y sería la niña enferma. A la que todos mirarían como si no fuera normal. Y no quería eso. No de nuevo.



Había vivido esa vida antes, y no la quería de nuevo. Mantuve mis secretos ocultos por una razón. Y ahora iban a hacerse públicos, y no tendría ningún control sobre ello.


—Shh, está bien, cariño. Juro que te protegeré. Juro que lo haré —murmuró William mientras silenciosas lágrimas corrían por mi rostro. Mi vida estaba a punto de cambiar por completo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 3:06 pm

44

William

Santo infierno. Esto no era algo que yo pudiera arreglar, y lo odiaba. Los hombros de Maite temblaban en silencio mientras sus lágrimas mojaban el frente de mi camisa. Su vida estaba a punto de ser salpicada por todo los medios de comunicación. Y yo no podía hacer nada al respecto.



Rush nunca había tenido que lidiar con esto porque el mundo sabía que existía. Aparecía en la prensa rosa, a veces, pero su vida normal no suministró el drama que ansiaban.



Esto lo haría. Maite no recibiría paz. Yo podría llevármela y esconderla. Podríamos subir a un avión y salir del maldito país. —Vamos a irnos. Subir a un avión y escondernos. Podemos ir a una isla en alguna parte.



Ella negó con la cabeza. —No va a hacer que se vaya. Me encontrarán un día y‖aunque‖lo‖enfrente… —hipó—, estarán detrás de mí. Tengo que enfrentarme a esto. Y tengo que ver a mi papá. Esto va a ser tan duro con él.



Siempre preocupándose por alguien más. Es lo que hacía. Era una de las cosas que me encantaba de ella. Pero maldita sea, en este momento yo quería que ella pensara en sí misma. Kiro había sido usado por los paparazzi. Estaba acostumbrado a estar en los medios de comunicación y la difusión de rumores acerca de él. Había mantenido a Maite fuera de los reflectores y ahora estaba a punto de ser arrojada en él.



No era como si el mundo no supiera que existía. Ellos simplemente no saben mucho acerca de ella, por lo que no le hicieron caso. Era aburrido, y las hazañas de Kiro eran mucho más divertidas.



—Dime qué debo hacer y lo haré. Sólo dime lo que necesitas —le dije mientras mi corazón se sentía como si estuviera siendo roto con cada sollozo.



—Tengo que volver a Rosemary y empacar —dijo, simplemente.



¿Empacar? ¿Por qué? —¿Por qué estás empacando? —Le pregunté, sintiendo los primeros tirones de pánico.



—Me tengo que ir. Nan será menos interesante para los medios de comunicación si no estoy allí. Tengo que volver a Los Ángeles y esconderme. Soy buena en eso.



—No puedo trabajar en LA, pero voy a llamar a mi padre y decirle que intervenga —le dije.



Ella negó con la cabeza. —No, no necesitas venir. Tienes que quedarte aquí y permanecer fuera de esto.



Tomé suavemente los dos hombros y la empujé hacia atrás para que pudiera ver su rostro. Tenía la cara llena de lágrimas y grandes ojos miraban hacia mí. — No voy a dejar que te vayas. Nunca. ¿No lo entiendes?



Sólo me miró. Emociones brillaron en sus ojos a las que quería aferrarme, y otras‖que‖odié.‖Ella‖me‖puso‖en‖duda…‖ella‖nos‖puso‖en‖duda.‖Pensé‖que‖habíamos‖ dejado atrás eso.



—Maite, no voy a permitir que me dejes.



Se limpió las lágrimas de su rostro. —Lo harás —dijo con un triste, derrotado sonido. Lo odiaba.



—Dulce niña, no hay ninguna cantidad de paparazzi en el mundo que me aparten de ti. Puedo manejar cualquier mier*da, siempre y cuando te tenga a ti.



Maite negó con la cabeza y apartó la mirada de mí. —Eso lo dices ahora. Pero no lo sabes. No vale la pena.



Era digna de cualquier cosa y todo lo que podría ser lanzado contra mí.



—Te llevaré de vuelta, pero no me a alejar de tu lado. No voy a dejarte lidiar con esto por ti sola, y no voy a ninguna parte. ¿Me escuchas?



Una triste sonrisa apareció en su rostro. —Sé qué piensas eso, pero será demasiado. Lo sabrás pronto. No es lo que crees. Cosas saldrán, y no serás capaz de lidiar con ello. Y lo entenderé.



Ella no confiaba en nadie. Estaba perdiendo esta pelea. Iba a ganar su corazón, maldita sea. Ella tenía el mío, y yo iba a hacer todo lo que pudiera para demostrarle que tenía mi corazón. Decirle no era suficiente. Las palabras eran débiles. Tenía que mostrarle. Y lo haría.

***

Mantuve a Maite metida a mi lado. No escuchamos la radio. Estaba bastante seguro de que ya se hablaba de ello en cada estación. No quería molestarla. Esto no iba a ser fácil, y yo necesitaba demostrarle que estaría con ella aun cuan todo haya terminado, pero le enseñaría que lo dije en serio.



Cuando fuimos de vuelta a Rosemary, camionetas y automóviles de cadenas de TV se alineaban en las calles. Di la vuelta y me dirigí a mi apartamento.



—¿Qué estás haciendo? —Preguntó, sentándose y mirando a los paparazzi que ya rodean la casa de Nan. Tomaban fotos de su coche y la casa.



—Llevarte a mi casa —le informé.



—Tengo que hacer frente a esto, ahora. Simplemente se va a poner peor. Quiero que se vayan para que todos en Rosemary puedan volver a la normalidad.



—Maite, si te dejo salir del coche y ellos vienen a ti, voy a terminar en la cárcel. ¿Me entiendes?



Me miró con el ceño fruncido. —¿Por qué?



—Porque voy a jodidamente estallar. Por eso.



—Oh —respondió. Me dejó conducir a mi apartamento sin más preguntas.



Cuando llegamos, me sentí como respirando un suspiro de alivio. Tenía miedo de que ya se hubieran dado cuenta de quién era yo y estarían esperando, también.



Mi teléfono sonó cuando detuve el auto, y lo agarré. El nombre de Rush estaba en la pantalla.



—Oye —le dije, abriendo la puerta de la camioneta. Yo quería darme prisa y poner a salvo a Maite dentro.



—¿Dónde está Maite? —Preguntó Rush.


Los abrió fácilmente para mí, y me sumergí en la degustación, recordando lo que es mío. Ella. Confiaba en mí.



—Yo también —susurró contra mis labios.



—¿No estás enfadada conmigo? —pregunté, necesitaba consuelo.



—No —dijo simplemente.



—Es hora de que te meta a la cama, también. Excepto que te quiero desnuda y a mí alrededor —le dije y la metí en mi camión—. Y quiero que uses esos tacones para mí.



Arrugó la nariz. —¿Para dormir?



—No, te quiero con esos tacones mientras este dentro de ti —le informé.



Sus mejillas flamearon de un rojo intenso y asintió.



Esa era mi chica. No estaba herida o enojada. Nunca había estado tan malditamente aliviado.



Acaricié el asiento a mi lado en el camión, Maite se subió encima. Se inclinó contra mí permitiéndome sostenerla. Teniéndola aquí hacía todo más fácil. Presioné un beso en su cabeza.



—Gracias —dije.



—¿Por qué?



—Por ser tan perfecta para mí. —Maite volteó su rostro para descansar sobre mi hombro. Su respiración era caliente sobre mi piel, y llevarla a su dormitorio se estaba convirtiendo en una prioridad.



—No voy a mentirte. Estaba molesta. No me gustó que fueras al rescate de Nan. Fue egoísta de mí parte, odié tener esa horrible sensación en mi interior. No quiero reaccionar así otra vez. No quiero ser así.



Ella era tan honesta. Aunque estaba equivocada. No había una pizca de maldad dentro de ella. Deslicé mi mano sobre su muslo desnudo. —Maite, no creo que podrías ser egoísta y mala, incluso si lo intentas. Reaccionaste así porque te sentías posesiva por mí, y eso me hace el maldito más afortunado del mundo. Tú debes de haber estado molesta. Diablos, nena, yo estaba molesto. Estaba malditamente enojado. No quería estar allí, pero Rush me necesitaba.



—Y me resentí por eso. Es egoísta.



Riendo, deslicé mi mano por su muslo. —Te lo dije. Puedes ser egoísta en cualquier momento que quieras conmigo. Me excita.



Maite abrió sus piernas. —¿Por qué? —Respiró entrecortadamente cuando mi mano acarició sus húmedas bragas.



—Porque quiero pertenecerte. Quiero que te importe cuando salgo. Si hubieras venido detrás de mí para asegurarte que no ocurría nada me hubiese gustado que fueras conmigo. No puedo decirte que no.



Se movió contra mi mano e hizo un suave gemido. —Entonces, folla*me en la camioneta antes de que entremos. Te necesito —dijo, echando atrás su cabeza y gimiendo, deslicé un dedo dentro de sus bragas.



—Parece que voy a tener esa fantasía contigo en este vestido después de todo —dije y alcancé sus zapatos—. Quiero estos en ti primero —le dije.



Ella se rio y se los puso antes de subir a mi regazo.



***

Cuando la primera alarma se activó una hora después de acostarnos a dormir Maite y yo, la apagué rápidamente y empecé a levantarme de la cama para despertar a Nan. La mano de Maite se extendió y me agarró, tirándome hacia abajo. —No. Yo lo hago —dijo y empezó a levantarse.



—Quédate en la cama. No quiero que lidies con esto —sostuve. Nan no era su problema.



Maite empujó su pelo largo y grueso de su cara y me frunció el ceño. — Dijiste que estaba bien para mí ser posesiva. Bueno, no me gusta la idea de ti entrando a la habitación de Nan con ella en la cama, despertándola. Quédate en mi cama y yo voy a despertarla —dijo.



Sonriendo, me acosté. —De acuerdo. Bien. Tú ganas —contesté.



Ella tenía un punto. No había forma en el infierno que yo le permitiría entrar al cuarto de otro hombre por la noche y despertarlo para tenerlo vigilarlo.



Asintió, agarró mi camisa blanca desechada y se la puso sin molestarse en abotonarla. Sólo la cerró y salió por la puerta.



Pequeña, dulce y sexy mujer iba a asegurarse de que Nan supiera que era ella quien estaba en mi cama. Me hizo sonreír. Me gustó saber que podía enfrentársele. Con una hermana como Nan, lo necesitaba. Lamente pensar en que Nan sufriría algún daño de cualquier tipo.



Pensar que casi la pierdo porque estaba preocupado por amarla y perderla. El miedo a la muerte se me había metido dentro. Tenía que agradecer a Rush y Blaire por enseñarme que valía la pena amar a alguien. Tenía que encontrar una manera de decirle a Maite exactamente cómo me sentía.



No quería asustarla. La forma en que me miraba últimamente me hacía creer que sentía lo mismo.



a puerta del dormitorio se abrió y Maite rodó los ojos. —Está bien. Perra como siempre. Dice que quiere que la compruebes tú la siguiente vez —dijo antes de dejar caer mi camisa y volviendo a la cama acurrucándose junto mí.



—¿Qué le dijiste? —pregunté.



—Le dije que lo supere. Que estaba manteniendo tu sexy trasero de manera segura en mi cama —respondió lanzando una de sus piernas sobre las mías y aferrándose en mí.



La sostuve a mi lado y volví a dormir con una sonrisa en mi cara.

***



Maite


Rush encontró a August. Incluso si Woods no lo hubiera despedido, no habría sido capaz de volver a trabajar. Rush se las arregló para romperle el brazo con el que golpeó a Nan y le dijo que dejara el pueblo. O Rush tenía un trato con el departamento de policía o August había huido asustado. No sabía qué pasó exactamente. No me gustaba hablar de Nan con William.



Nan se fue de nuevo, lo que era normal en ella, por lo que todos decían. Volvería cuando hubiera superado todo lo de August. Yo sólo me sentía feliz de tener a William a solas. Él parecía más aliviado que yo.



La única cosa que se interponía entre William y yo ahora era mi secreto. El que había guardado sólo para mí la mayor parte de mi vida. El que hacía que las personas me trataran de forma diferente. Y el único que me contenía de decirle que lo amaba.



Él no había dicho que me quería. ¿Era justo amarlo si no podía darle las cosas que se merecía? Por mucho tiempo, había vivido sin pensar en ello porque mi abuela no‖me‖permitía‖usarlo‖de‖apoyo‖o‖de‖excusa.‖Pero‖ahora…‖no‖podía‖ hacer esto sin ser honesta. Decirle a William la verdad iba a ser difícil. O lo entendería o lo vería como una decepción.



Si sólo tuviera más tiempo. No quería arruinar las cosas. Su corazón estaba a salvo, incluso si el mío no. Miré de nuevo a William, que hablaba por teléfono con una constructora que se encontraba a tres horas del pueblo. Había querido que fuera con él, y yo no quería estar lejos de él. No hablamos mucho en el viaje porque había estado conduciendo y tomando notas y hablando por teléfono con distintas personas. Incluso le oí discutir con su padre. Era lindo ver esta parte de su vida. Él no era como los otros miembros de la alta sociedad de Rosemary —en realidad tenía un trabajo. Un trabajo regular en una compañía obrera. Me gustaba.



Finalmente puso el teléfono en la laptop y me miró. —Lo juro, si hubiera sabido que me iban a tener en el maldito teléfono todo el día, no te habría traído conmigo.



—Me gusta estar contigo —le dije.



Su rostro se transformó en una sonrisa y alargó un brazo para entrelazar sus dedos con los míos. —Me encanta tenerte conmigo. Hace que todo sea mejor.



Le encantaba tenerme con él. No me amaba, pero le encantaba tenerme a su alrededor. Eso era nuevo. No podía quitar la estú*pida sonrisa de mi rostro.



—Tengo hambre. ¿Estás lista para almorzar? —preguntó, doblando en la siguiente salida.



—Sí, tengo hambre —admití.



Mi teléfono sonó, interrumpiéndome, e inmediatamente lo cogí. Sólo dos personas me llamaban. Papá o Mase.



El nombre de papá iluminó la pantalla.



—¿Papá? —dije en el teléfono. Rara vez me llamaba cuando estaba de gira.



—Hola. Voy a casa. Hay un problema con Emmy. Necesito estar allí. Y quiero que estés preparada. Las cosas se van a poner un poco locas una vez que te encuentren.



¿Encontrarme? —No entiendo, papá. ¿Qué cosas van a ponerse un poco locas? ¿Quién va a encontrarme?



—Algunos hijos de pu*ta filtraron información de tu madre. Algún miembro en la mansión. Cuando me vio allí, hizo algunas preguntas. Cuando fui de visita, descubrió que eres mi hija. Fui atacado por los tabloides en París esta noche, joder. Voy a casa. No quiero que se acerquen a tu madre. La perra ha sido despedida y escoltada fuera de la propiedad, pero la prensa está cubriendo la mansión. El personal está entrando en pánico. Irán tras de ti, también.



Siempre estuve a salvo de los tabloides porque era aburrida. Ahora la existencia de mi madre iba a cambiar todo. —¿Qué puedo hacer para ayudar, papá? —pregunté, preocupada por el hombre al que había visto protegiendo a la mujer en esa habitación como si fuera una princesa.



—Nada. Ni una jodida cosa, cariño. Ni una jodida cosa. Tengo que ir con tu madre. Me necesita. Lo siento, pero estás por tu cuenta. Prepárate… te encontrarán. Saldrá a la luz. Todo. Lo entiendes, ¿no?



Quería decir mi vida. Mis secretos. Mi privacidad.



—Sí, señor. Lo sé.



—Lo siento tanto, cariño —dijo, y el dolor en su voz era sincero. En realidad deseaba que no tuviera que enfrentar esto. Pero tenía que arreglármelas para salir de esto sola.



—La única cosa que se me ocurre es que vayas a la mansión. Puedo darte una habitación allí y estarás segura, pero eventualmente descubrirán la historia. Demasiadas personas lo saben. Todo saldrá a la luz. Puedes esconderte por un tiempo, yo te esconderé. Pero es hora de que enfrentes esto. Ya no eres mi pequeña.



Tenía razón. Era hora de que enfrentara esta vida. De la que había estado ocultándome.



—Llámame. Hazme saber cómo está y que estás a salvo cuando llegues allí —le dije.


—Lo haré. La historia de Nan también se hará pública. Prepárate para eso.



—Está bien.



Colgó y miré fijamente el teléfono.



—¿Qué sucede? —preguntó William, su mirada en mí.



—Yo…‖lo‖saben.‖La‖prensa‖lo‖sabe.



—Mier*da. —William movió la laptop entre nosotros y se acercó a mí. No me había dado cuenta de que estábamos aparcados hasta ese momento—. ¿Hablas de lo de tu madre?



Asentí. —Sí.‖ Mi‖ madre,‖ Nan…‖ sobre‖ mí.‖ Lo‖ saben‖ todo.‖ Vendr{n‖ a‖ buscarme. No seré difícil de encontrar. Ya saben dónde vive Rush. Asiste a entrevistas aleatorias cuando necesitan la historia familiar de algún Slacker Demon para los periódicos de calumnias.



William me metió entre sus brazos y me sostuvo contra su pecho. Tenía que decirle todo ahora. Sólo que no podía formar las palabras. —No permitiré que esos hijos de pu*ta se acerquen a ti. Lo juro —gruñó, apretando su agarre en mí.



Él no sabía cómo eran. Esta era una noticia de último minuto en la industria de la música. El cantante de la banda más legendaria de rock del mundo estaba casado con una mujer a la que había mantenido en secreto de todos. Incluso de su propia hija por años.



Luego estaba yo. Su niña milagro. La niña que no debería haber vivido, pero que lo hizo. La que no podría vivir una vida larga. La que no podría tener hijos o moriría. Quien no estaba‖ completa…‖ la‖ niña‖ cuyo‖ corazón‖ no‖ trabajaba‖ apropiadamente. Las píldoras que había tomado toda mi vida. Las precauciones — todo saldría a la luz. Y sería la niña enferma. A la que todos mirarían como si no fuera normal. Y no quería eso. No de nuevo.



Había vivido esa vida antes, y no la quería de nuevo. Mantuve mis secretos ocultos por una razón. Y ahora iban a hacerse públicos, y no tendría ningún control sobre ello.

Publicado: ‎09-07-2014 01:51 PM
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—Shh, está bien, cariño. Juro que te protegeré. Juro que lo haré —murmuró William mientras silenciosas lágrimas corrían por mi rostro. Mi vida estaba a punto de cambiar por completo.



44



William



Santo infierno. Esto no era algo que yo pudiera arreglar, y lo odiaba. Los hombros de Maite temblaban en silencio mientras sus lágrimas mojaban el frente de mi camisa. Su vida estaba a punto de ser salpicada por todo los medios de comunicación. Y yo no podía hacer nada al respecto.



Rush nunca había tenido que lidiar con esto porque el mundo sabía que existía. Aparecía en la prensa rosa, a veces, pero su vida normal no suministró el drama que ansiaban.



Esto lo haría. Maite no recibiría paz. Yo podría llevármela y esconderla. Podríamos subir a un avión y salir del maldito país. —Vamos a irnos. Subir a un avión y escondernos. Podemos ir a una isla en alguna parte.



Ella negó con la cabeza. —No va a hacer que se vaya. Me encontrarán un día y‖aunque‖lo‖enfrente… —hipó—, estarán detrás de mí. Tengo que enfrentarme a esto. Y tengo que ver a mi papá. Esto va a ser tan duro con él.



Siempre preocupándose por alguien más. Es lo que hacía. Era una de las cosas que me encantaba de ella. Pero maldita sea, en este momento yo quería que ella pensara en sí misma. Kiro había sido usado por los paparazzi. Estaba acostumbrado a estar en los medios de comunicación y la difusión de rumores acerca de él. Había mantenido a Maite fuera de los reflectores y ahora estaba a punto de ser arrojada en él.



No era como si el mundo no supiera que existía. Ellos simplemente no saben mucho acerca de ella, por lo que no le hicieron caso. Era aburrido, y las hazañas de Kiro eran mucho más divertidas.



—Dime qué debo hacer y lo haré. Sólo dime lo que necesitas —le dije mientras mi corazón se sentía como si estuviera siendo roto con cada sollozo.



—Tengo que volver a Rosemary y empacar —dijo, simplemente.



¿Empacar? ¿Por qué? —¿Por qué estás empacando? —Le pregunté, sintiendo los primeros tirones de pánico.



—Me tengo que ir. Nan será menos interesante para los medios de comunicación si no estoy allí. Tengo que volver a Los Ángeles y esconderme. Soy buena en eso.



—No puedo trabajar en LA, pero voy a llamar a mi padre y decirle que intervenga —le dije.



Ella negó con la cabeza. —No, no necesitas venir. Tienes que quedarte aquí y permanecer fuera de esto.



Tomé suavemente los dos hombros y la empujé hacia atrás para que pudiera ver su rostro. Tenía la cara llena de lágrimas y grandes ojos miraban hacia mí. — No voy a dejar que te vayas. Nunca. ¿No lo entiendes?



Sólo me miró. Emociones brillaron en sus ojos a las que quería aferrarme, y otras‖que‖odié.‖Ella‖me‖puso‖en‖duda…‖ella‖nos‖puso‖en‖duda.‖Pensé‖que‖habíamos‖ dejado atrás eso.



—Maite, no voy a permitir que me dejes.



Se limpió las lágrimas de su rostro. —Lo harás —dijo con un triste, derrotado sonido. Lo odiaba.



—Dulce niña, no hay ninguna cantidad de paparazzi en el mundo que me aparten de ti. Puedo manejar cualquier mier*da, siempre y cuando te tenga a ti.



Maite negó con la cabeza y apartó la mirada de mí. —Eso lo dices ahora. Pero no lo sabes. No vale la pena.



Era digna de cualquier cosa y todo lo que podría ser lanzado contra mí.



—Te llevaré de vuelta, pero no me a alejar de tu lado. No voy a dejarte lidiar con esto por ti sola, y no voy a ninguna parte. ¿Me escuchas?



Una triste sonrisa apareció en su rostro. —Sé qué piensas eso, pero será demasiado. Lo sabrás pronto. No es lo que crees. Cosas saldrán, y no serás capaz de lidiar con ello. Y lo entenderé.



Ella no confiaba en nadie. Estaba perdiendo esta pelea. Iba a ganar su corazón, maldita sea. Ella tenía el mío, y yo iba a hacer todo lo que pudiera para demostrarle que tenía mi corazón. Decirle no era suficiente. Las palabras eran débiles. Tenía que mostrarle. Y lo haría.



***



Mantuve a Maite metida a mi lado. No escuchamos la radio. Estaba bastante seguro de que ya se hablaba de ello en cada estación. No quería molestarla. Esto no iba a ser fácil, y yo necesitaba demostrarle que estaría con ella aun cuan todo haya terminado, pero le enseñaría que lo dije en serio.



Cuando fuimos de vuelta a Rosemary, camionetas y automóviles de cadenas de TV se alineaban en las calles. Di la vuelta y me dirigí a mi apartamento.



—¿Qué estás haciendo? —Preguntó, sentándose y mirando a los paparazzi que ya rodean la casa de Nan. Tomaban fotos de su coche y la casa.



—Llevarte a mi casa —le informé.



—Tengo que hacer frente a esto, ahora. Simplemente se va a poner peor. Quiero que se vayan para que todos en Rosemary puedan volver a la normalidad.



—Maite, si te dejo salir del coche y ellos vienen a ti, voy a terminar en la cárcel. ¿Me entiendes?



Me miró con el ceño fruncido. —¿Por qué?



—Porque voy a jodidamente estallar. Por eso.



—Oh —respondió. Me dejó conducir a mi apartamento sin más preguntas.



Cuando llegamos, me sentí como respirando un suspiro de alivio. Tenía miedo de que ya se hubieran dado cuenta de quién era yo y estarían esperando, también.



Mi teléfono sonó cuando detuve el auto, y lo agarré. El nombre de Rush estaba en la pantalla.



—Oye —le dije, abriendo la puerta de la camioneta. Yo quería darme prisa y poner a salvo a Maite dentro.



—¿Dónde está Maite? —Preguntó Rush.




—Conmigo.



—¿Dónde?



—Recién llegamos a mi apartamento –le contesté.



—Llévala dentro y jodidamente no la dejes —ladró Rush.



—Justo por delante de ti —le dije, molesto de que pensara que tenía que proteger lo que era mío.



—Ella lo sabe —preguntó Rush.



—Sí. Kiro la llamó y le advirtió.



—¿Ella sabía acerca de su madre?



—Sí, se enteró cuando fuimos a encontrar a su padre en Vegas. Yo estaba allí.



—Ya están hablando de Maite. Apártala del televisor —dijo Rush.



—Eso planeaba. Estoy cuidando de ella. No necesito que me digas cómo mier*da hacer para mantener a mi mujer a salvo.



Rush guardó silencio un momento. —Est{‖ bien.‖ Vale.‖ Pero‖ si…‖ —Se detuvo—. No importa, llámame si me necesitas. —Colgó y tomé a Maite de la camioneta y metí mi mano en la de ella, y los dos comenzamos a correr hacia la puerta. No había nadie aquí, y yo quería que jodidamente siga siendo así.


Cuando la tuve en forma segura dentro, cerré la puerta con llave.



—¿Estás bien? —Le pregunté.



Ella asintió con la cabeza y se quedó allí y se me quedó mirando. No estaba seguro de lo que pensaba, pero me di cuenta de que luchaba contra algo.



Di un paso hacia ella y se arrojó a mis brazos. No esperaba eso, pero la atrapé y la sostuve. Comprendí que era la primera vez en su vida que alguien la había hecho la prioridad. El alivio en su cuerpo mientras se apretó contra mí me ha dicho todo lo que necesitaba saber. Mi sobreprotegida Maite nunca había sido protegida por su bien, sino por los secretos de su familia y una mujer que no sabía que estaba viva.



—De ahora en adelante, me tienes —le dije, y ella asintió contra mi pecho.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Nov 29, 2015 3:08 pm

45

Maite

Les tomó sólo tres horas encontrarnos. William cerró las persianas y cortinas de las ventanas y las puertas de vidrios que dirigían hacia el balcón. Los autos de la policía también se encontraban afuera, y yo sabía que Rush usaba cada onza de poder que tenía para quitarme los vultures de encima, pero no serviría de nada.



William se hallaba encerrado en su apartamento como un animal por mi culpa. Odié eso. Lo observé mientras echaba un vistazo afuera, y yo comenzaba a odiarme. Yo le había hecho esto. Fui egoísta y lo dejé quedarse conmigo. Debí haber corrido. Debí haberlo obligado a dejarme. Debí haberle dicho que su miedo de preocuparse por alguien que podía perder era muy real conmigo. No tenía la certeza de cuánto tiempo viviría. Él nunca podría embarazarme. Lo vi mirando a Rush con Nate, y supe que quería eso.



Pero nunca podría tenerlo conmigo.



Estaba defectuosa.



Y ahora arruinaba su vida.



William se giró y me vio mirándolo. Frunció el ceño y se dirigió hacia mí en unas pocas y largas zancadas.



—No me gusta la mirada que veo en tu rostro. Ignora esa mier*da de ahí afuera.



—No puedo. Estás encerrado en tu apartamento por mi culpa.



William enarcó las cejas. —¿Crees que eso me importa? El único problema que tendría con eso es si tú no estuvieras conmigo. Pero lo estás. Y eso hace esto un maldito buen plan.



No pude evitar sonreír ante la mirada provocativa en su rostro. Nunca se cansaba de hacerme sonreír. —Vas a querer salir pronto —le dije, intentando recordarle un problema muy real.



William no discutió conmigo. En cambio, encorvó su dedo hacia mí. — Levántate —exigió.



Hice lo que me dijo.



Extendió su mano y acarició mi mejilla con el dorso de su mano. —Buena chica —susurró—. Ahora, quítate la ropa —dijo con voz severa. Debí haberme molestado, pero con ese tono oscuro y sensual sólo atrapó mi atención de una manera muy diferente.



—¿Qué? —le pregunté, comenzando a respirar más fuerte.



—Dije que te quitaras la ropa. Sé que me escuchaste perfectamente —dijo lentamente.



Pensé en argumentar, pero por la forma en que me miraba cambié de opinión. Agarré el cierre de mi falda y lo bajé, dejando que la falda cayera a mis pies. Agarré el dobladillo de mi blusa con ambas manos y la levanté por encima de mi cabeza lentamente. Si quería jugar, decidí que yo también jugaría. Cuando dejé caer mi blusa al suelo, su mirada me quemaba. Casi podía sentir el calor quemando mi piel. Me eché hacia atrás y desabroché mi sujetador antes de dejarlo caer hacia delante. Lo dejé colgar en una de mis manos y luego lo dejé caer delante de él.



—Las bragas —dijo con voz ronca.



Tomé un esfuerzo extra en contonearme para salirme de ellas, luego me quedé allí de pie mientras su ardiente mirada calentaba mi cuerpo y lo hacía hormiguear en todas las áreas correctas.



—Ningún hombre se arrepentiría de estar encerrado contigo —dijo en voz baja y extendió una mano para ahuecar uno de mis hinchados y necesitados senos en sus manos—. Esos pezones tan sensibles. Ni siquiera necesitan que los toque. Duros como un caramelo de sólo mirarlos —murmuró. Pensé que debería señalar que los pezones de cualquier mujer se pondrían duros si los miraba de esa manera. Pero no quería pensar en eso. Sólo quería pensar en nosotros. En nadie más. Sólo en nosotros.


—Depilar ese co*ño debería ser malditamente ilegal. Es injusto. Un co*ño así de malditamente perfecto no debería hacerse aún más irresistible. Un hombre no puede manejar tanto.



—Sus manos se deslizaron hacia abajo para ahuecar mi monte de Venus desnudo y yo gemí. No tenía la certeza ahora de que juego jugábamos, pero me gustaba.



—Mojada. Siempre tan mojada. Te pones caliente tan fácilmente. ¿Qué te pone caliente? ¿Qué es lo que te hago que te pone caliente? —preguntó mientras sus dedos se deslizaban por encima de mi húmedo calor.



—No necesitas demasiado. Sólo una mirada tuya y me pongo caliente —le dije.



Una sonrisa satisfecha tocó su boca y cerró el espacio entre nosotros. —Sólo una mirada, ¿en serio? Eso va hacer que sea más difícil para mí de mantener mis manos fuera de tus bragas. Ya pienso en besarte y saborearte todo el maldito día. Sabiendo que tu co*ño está mojado va hacer que te folle en algunos lugares peligrosos —susurró cuando besó mi cuello.


Me estremecí y agarré sus brazos para sostener mis piernas. Su mano todavía trabajaba su magia sobre mí y me encontraba cerca de tener un orgasmo entre sus palabras obscenas y sus dedos.


—Fuiste hecha para mí —dijo, haciendo que me detuviera. ¿Qué quiso decir con eso? Era terriblemente cerca a algo más. No podía amarme. No lo sabía. No me amaría cuando lo descubriera.



Quería olvidar. No quería que dijera nada más. Levanté mi pierna izquierda y la envolví alrededor de sus caderas, abriéndome para él. Sus dedos se hundieron en mi interior y gruñó.


—Malditamente flexible —dijo, besándome en cada parte que su boca tocaba. Mi oreja, mi mandíbula, mi cuello—. Voltéate y agarra el respaldo del sofá. Cuelga este dulce trasero para mí —exigió.


No pregunté, simplemente lo hice. Quería hacerlo. Sus manos ahuecaron mi trasero y lo azotó suavemente. Grité y lo azotó más duro. —Me gusta ver la huella de mi mano formada en tu piel —dijo, acariciando el lugar que había azotado. Me retorcí, deseando el orgasmo que me encontraba tan cerca de alcanzar.



—Mi chica está contoneándose. Le gusta. —Me azotó de nuevo, más duro esta vez, y grité—. Mier*da, eso es lindo —gruñó William, y luego sus labios rozaron la piel punzante. Sacó su cálida lengua y lamió el punto sensible. Saber que su boca se hallaba tan cerca de otras áreas me puso ávida.


—¿Qué es lo que quieres, dulce chica? ¿Necesitas que azote algo más? — preguntó. Yo no sabía cómo responder. Sólo quería ese orgasmo que él causaba que se construyera. Iba a ser diferente de los demás. Lo sentía.



Un manotazo duro y sonoro golpeó mi clítoris, y grité mientras la liberación se estrellaba a través de mí y comenzaba a caer en el sofá, incapaz de quedarme de pie mientras mi cuerpo se retorcía con los temblores.


William agarró mis caderas y me sostuvo mientras entraba en mi interior en un suave empuje. —Tengo una maldita chica traviesa que le gusta ser azotada — jadeó mientras me controlaba, se movía dentro y fuera de mí.


Nunca me imaginé que me gustaría ser azotada, pero en la forma en que William lo hizo fue maravilloso. Mi cuerpo todavía zumbaba del orgasmo cuando sentí otro construyéndose en la cima de las réplicas. No tenía la certeza de que pudiera soportar otro. No como ese. Él tendría que sostener algo más que sólo mis caderas.



—Mi co*ño. Saber que nadie más ha tocado este co*ño y que es todo mío me vuelve loco —gruñó con satisfacción, y yo comencé a moverme con él, necesitando lo que estaba a punto de darme.


La mano de William se deslizó alrededor y comenzó a frotar mi clítoris en un movimiento circular mientras me alababa a mí y a mi cuerpo. —Correte para mí, nena —dijo, enviándome una vez más al borde. Se salió y yo comencé a rogarle que no se detuviera mientras rugía su liberación.



No usamos un condón otra vez, pero él lo sacó. El calor en mi espalda era la prueba. No podíamos seguir haciendo esto. No podía embarazarme. No era una opción para mí. Jamás.


—Quédate quieta. Te limpiaré —dijo William, y se alejó, dejándome allí. Yo sólo quería hundirme en el sofá, pero sabía que no querría su semen por todo el mueble.



Mis piernas se sentían como gelatina. Regresó en menos de un minuto con un paño caliente, limpiando suavemente su liberación. Sonreí, sabiendo que se había visto mientras disparaba su semen en mi cuerpo. Su rugido de liberación fue más fuerte que los otros. Supe que le gustó verlo.


—Supongo que te marqué de nuevo —dijo con una sonrisa divertida mientras me giraba para sentarme en el sofá.


—Sí, lo hiciste —le respondí.



Los ojos de William recorrieron mi cuerpo. Luego recogió su camiseta y me la lanzó. —No puedo verte de esa manera o lo estaremos haciéndolo de nuevo en unos cinco minutos.


Me encantaba saber que me deseaba tanto. Me puse su camiseta, luego metí mis piernas debajo de mí.



—Si intentabas distraerme, hiciste un maravilloso trabajo —le dije.



—Bien. Me alegro que te distrajera, pero nena, el sexo contigo nunca es sobre nada excepto por el hecho de que me encanta estar dentro de ti.



Me gustó eso. Me hizo sentir como si me necesitará tanto como yo lo necesitaba.



—Te diría que tomáramos una ducha, pero me gusta saber que hueles a mí y a sexo. Me hace sentir como un maldito cavernícola. Si comienzo a golpear mi pecho, sólo ignórame. —Me guiñó un ojo y se subió sus vaqueros, dejándolos desabrochados y mostrando su sexy estómago, luego se sentó a mi lado.



—Recuérdame enviarles a esos estúpidos cabro*nes una nota de agradecimiento por darme una razón para encerrarte y mantenerte en mi camiseta.



Me reí y me apoyé contra él. Esto se sentía bien. Todo sobre William se sentía bien. Tal vez Dios lo hizo para mí. Había alguien ahí afuera que me quería, incluso si estuviese rota. Seguramente Dios no había destinado que viviera mi vida sola.
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