Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 1:43 pm

Entonces algo fue a parar contra el pecho de William, salpicándole a ella en la mejilla y
bajó la cabeza en busca de la protección de su hombro. William, levantándola por la
cintura, la sacó de la acera hasta la mitad de la calle, utilizando el bastón para
combatir a sus atacantes y poder escapar.
En algún momento, aunque no podría decir cuándo, el niño se había soltado de su
falda y había desaparecido entre el delirio. En cuanto se dio cuenta, levantó la cabeza
y miró por encima del hombro de William intentando verlo, pero parecía haberse
desvanecido, aunque su dueño seguía al frente de la chusma, exigiendo que se lo
devolvieran.
Otro misil aterrizó en la espalda de William y un olor penetrante inundó al aire. Sólo
entonces se dio cuenta de que alguien les estaba lanzando huevos podridos.
Protegiéndose la cara con una mano, miró a William en busca de instrucciones.
Tenía los dientes apretados, los labios blancos y no dejaba de caminar arrastrando
parte de su peso calle adelante. Aquél era un hombre al que ella no conocía. Un
hombre de rostro duro que había sido creado por la violencia que había estallado a
su alrededor.
De pronto se tropezó en una piedra desigual del pavimento y cayó sobre una
rodilla, arrastrándola a ella con él. La caída de Maite se vio frenada por su cuerpo,
pero no así la de él. Aun así, con una rodilla y una mano en el suelo, William levantó el
bastón cuando la manada llegó a ellos, como lobos rodeando una oveja.
—¡Corre! —le ordenó él—. ¡Ahora!
Maite se levantó con las rodillas temblorosas, pero en lugar de correr, tiró de su
antebrazo, el que no tenía levantado para protegerse de la chusma.
—¡Vete, maldita sea! —ordenó él, sin dejar de mirar al enemigo.
—No sin ti.
No iba a marcharse. Pasara lo que pasara, no iba a dejarlo tirado en el suelo y a su
merced.
—Maldita seas —masculló.
Pero al mismo tiempo la miró a los ojos y quizás al ver su determinación, bajó el
bastón para apoyarse en él y levantarse. Para entonces, aquella gentuza ya los había
rodeado.
Uno de ellos lo golpeó con el puño y ella se preparó para recibir su peso, de modo
que William recuperó enseguida el equilibrio y cargó contra él con el bastón. Pero en
aquella ocasión, sus atacantes habían tenido tiempo de armarse.
Uno de ellos llevaba una fusta, que debía haberle arrebatado a un cochero cuyo
carruaje debía haberse visto bloqueado por el jaleo. Otro llevaba un trozo de tabla. Y
muchos de los golpes que dirigían al hombre que la defendía estaban alcanzando su
objetivo.
William retrocedía peleando, manteniéndola a ella a su espalda, esperando el siguiente
ataque, el siguiente golpe.

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 1:44 pm

Tuvo tiempo de preguntarse cuánto tiempo iba a poder aguantar antes de que
tropezase de nuevo.
Pero gracias a Dios no cayó. Aquellos indeseables estaban demasiado cerca como
para que hubiese tenido tiempo de ayudarlo a ponerse en pie.
Sin embargo, estaban siendo empujados inexorablemente hacia los edificios del otro
lado de la calle. Y cuando llegaran, lo que ocurriría en pocos segundos, la retirada
sería imposible.
—Vete —le ordenó de nuevo William, leyendo la situación como ella.
Al volverse para pronunciar la palabra, lo golpearon en el pecho con el tablón y dio
dos o tres pasos intentando no caer. Y no cayó, pero el avance la hizo quedar pegada
a la pared.
Hubo entonces un aullido de victoria entre la gente. Uno de ellos le arrebató el
bastón a William durante las décimas de segundo que se había visto obligado a
concentrarse en recuperar el equilibrio.
Indefenso, hizo lo único que podía para protegerla: se volvió de espaldas a quienes
los atacaban, apretándola contra la pared, apoyó las manos por encima de sus
cabezas y apoyó la mejilla en su pelo. Su posición la protegía, pero también le
bloqueaba la visión.
Algo golpeó la espalda de William, seguramente el tablón y el golpe fue tan fuerte que
su fuerza se transmitió a través de su cuerpo al suyo. Le oyó contener el aliento de
dolor y consciente de que no podía hacer otra cosa, Maite cerró los ojos y comenzó a
rezar.

por Joanita Mar Jul 05, 2016 2:01 pm

Siguelaaaaaaaaa por favor!!!!!!!!!!!!!!!

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 2:56 pm

Capítulo 9
Se oyó un disparo. William levantó la cabeza, probablemente para buscar de dónde
provenía. Con el corazón en la garganta, Maite se puso de puntillas para mirar por
encima del hombro, esperando ver al cochero de Daré con la misma clase de pistola
en la mano que William había utilizado tan efectivamente en el ataque de los salteadores.
Pero a quien vio fue a Doyle Travener, de pie en medio de la calle, apuntando con
una segunda pistola al hombre que blandía el tablón dispuesto a golpear con él la
cabeza de su tutor. Al oír el primer disparo, se había quedado paralizado, el tablón
aún en alto.
—Basta —dijo Travener.
Era tan absoluto el silencio que se había hecho después del disparo, que fue como si
aquella palabra hubiese sido pronunciada en el vacío.
Y de pronto, tan rápida e inexplicablemente como habían aparecido en aquella
esquina de una de las calles caras de la ciudad, la gente que había apoyado al
deshollinador se evaporó. Echaron a correr, cada uno en una dirección, esquivando
viandantes para desaparecer luego en el laberinto de callejones.
En cuestión de segundos fue como si aquella chusma nunca hubiera existido. Las
demás personas, los clientes que habían presenciado la refriega, parecían tan
sorprendidos como Maite. Durante unos segundos, nadie se movió, hasta que Doyle
Travener bajó la pistola y se acercó a ellos.
Para entonces Maite ya se había dado cuenta de que estaba ilesa. Claro que no había
sido ella quien había repelido el ataque, sino quien había sido protegida a un coste
tan alto que le daba miedo considerarlo. Entonces dejó de mirar a Travener. William
tampoco lo miraba, sino que tenía los ojos clavados en ella.
Un hilo de sangre corría por su mejilla y Maite lo recorrió con la mirada hasta
localizar un corte que tenía sobre la ceja. Luego miró sus ojos.
Así sería su mirada en la batalla, pensó. Aquella misma determinación fiera en sus
facciones, aquella misma voluntad que le había hecho pelear aquella tarde a pesar de
la desventaja, a pesar de los golpes, a pesar de la aparente futilidad de sus esfuerzos.
Una voluntad forjada años antes, muy lejos de los salones a los que él se refería con
jocosidad.
—¿Maite?
Su nombre fue apenas un susurro, un suspiro que sólo ella podía oír. Y por un
momento todo lo que los rodeaba dejó de existir. Sólo quedaron sus ojos mirándola,
sus labios pronunciando su nombre.
—Estoy bien —contestó, con la garganta tan constreñida por la emoción que apenas
podía hablar.
Levantó una mano entre sus cuerpos con la intención de rozar la línea de sus labios,
de cubrir con ella su mejilla, de tirar suavemente de él y acercarlo a su boca.

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 2:59 pm

Pero no hizo nada de todo aquello a pesar de la proximidad de sus cuerpos, sino
que sin dejar de mirarlo rozó con los dedos el corte de encima de la ceja.
William apartó la cara, pero no porque le hubiese hecho daño; más bien parecía que la
hubiera evitado deliberadamente y ella cerró la mano.
Nunca se le había ocurrido pensar que su corazón ya estuviera comprometido. Pero
lo estaba. Y no eran sus dedos los que quería que le rozasen la cara.
—¿Mayor Sinclair?
La voz de Travener era una intromisión, a pesar de la reacción de William y de mala
gana se volvió hacia él.
Un par de segundos después, William se separó de ella y a pesar de la proximidad de
Travener, la mirada de su tutor no se había apartado de su cara. Y siguió sin hacerlo.
—¿Está herida, señorita Darlington? —preguntó Travener.
Maite volvió a romper el lazo con aquellos penetrantes ojos azules y se volvió hacia
el salvador de ambos.
—Ocúpese del mayor Sinclair, por favor señor Travener. Yo estoy perfectamente.
—¿Mayor Sinclair? —repitió Travener con algo más de suavidad.
Vio respirar hondo a Ian antes de volverse hacia su interlocutor. Doyle Travener
aún tenía las pistolas en la mano.
—¿Quiere avisar a mi cochero, por favor? —le pidió Ian como si tal cosa; casi como
si Travener fuese alguien a quien poder enviar tranquilamente a sus recados.
—¿Seguro que está bien, señor?
—Completamente seguro, gracias. Sin embargo, la señorita Darlington debería ser
conducida a casa inmediatamente. Ha sufrido una tremenda impresión, como ya
podrá imaginarse.
Desde luego, se había llevado un buen susto, pero ni estaba herida ni mucho menos
histérica.
—Desde luego —dijo el señor Travener y partió a hacer lo que se le había pedido
como si la cadena de mando que podría haber unido a aquellos dos hombres en la
Península Ibérica no se hubiera roto.
Cuando Travener desapareció, William se volvió a mirarla a los ojos una vez más, pero
ya no la tocaba. Había tanta distancia entre ellos como si estuvieran bailando o
conversando en una calle concurrida.
Y sin embargo, Maite parecía estar sintiendo aún todos y cada uno de sus músculos.
Sentía los pechos palpitar de dolor, de miedo, de necesidad o de excitación. Y tenía
además la impresión de haber sido quemada por la intensidad de la emoción que
había brillado en sus ojos durante unos segundos largos como una eternidad.
—Una vez más te debo la vida —dijo ella cuando el silencio había durado ya
demasiado.

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 3:01 pm

Él apenas movió la cabeza, pero claramente diciendo que no. En su rostro había aún
algo de la rabia que había visto antes, pero delante mismo de sus ojos se obró el
cambio, transformándose de nuevo en el hombre que creía conocer.
—Deberías haber escapado cuando te lo dije. Podrían haberte hecho daño.
—Tú no escapaste.
La línea severa de sus labios se dulcificó un poco por un esbozo de sonrisa.
—No hubiera podido —dijo, tocándose la pierna.
—Me parece que ni siquiera hubieras sabido. Puede que sea ésa una lección que
tampoco yo he aprendido —contestó, sonriendo también—. Un fallo en las
enseñanzas de Elizabeth. O puede que sea más la hija de mi padre de lo que yo creía.
De nuevo cambió la expresión de sus ojos. Fue como si se retrajera dentro de sí
mismo, de un modo quizás más sutil que el paso dado antes para separarse de ella.
Percibió la llegada del carruaje al tiempo que Ian se volvía a mirar. El cochero
acercó el carruaje tanto como pudo, teniendo en cuenta la cantidad de gente que se
había congregado en la calle. ¿Dónde estarían todas aquellas personas cuando los
atacaron?
Entonces vio el bastón de Ian tirado en el suelo, entre ellos y el carruaje y se acercó a
recogerlo.
Al hacerlo vio al señor Travener de pie junto a la portezuela abierta. Debía haber
guardado las pistolas, pues tenía las manos libres. Pero en lugar de subir al carruaje,
volvió junto a su tutor para llevarle el bastón.
William lo miró un instante antes de aceptarlo y Maite reparó entonces en que sus
guantes de piel se habían echado a perder, pero miró a su tutor con una sonrisa para
indicarle lo poco que le importaba. Fue cuando descubrió que la intensidad de la
mirada de William había vuelto y se centraba en su cara.
—Gracias —dijo él con suavidad.
Esperaba que le ofreciera el brazo y la condujera al coche; era más, su apoyo habría
sido bien recibido porque las piernas habían empezado a temblarle. Empezaba a caer
en la cuenta de cuáles habrían sido las consecuencias del ataque de no haber
intervenido el señor Travener.
Aún no le habían expresado su gratitud, de modo que se acercó a él, que seguía
junto a la puerta, con la mano extendida. Doyle la tomó, pero en lugar de besarla, la
estrechó como habría hecho con un amigo.
—Gracias, señor Travener.
—Sólo lamento no haber llegado antes.
—Ha llegado a tiempo. Le debemos la vida.
—No me deben nada, señorita Darlington —contestó y miró a William que se acercaba—
. El mayor Sinclair ha sido quien ha peleado con ellos. Yo simplemente llegué a
tiempo de empujar a esas ratas a sus agujeros.

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 3:04 pm

—Es usted demasiado modesto, señor Travener —dijo William—. Su llegada ha sido
providencial. Permítame ofrecerle mi gratitud.
—No tan providencial —contestó Travener, sonriendo con picardía—. Confieso
haber venido aquí esperando un encuentro —miró brevemente a Maite—. Pero no
como éste, por supuesto.
—¿Un encuentro? —repitió William—. ¿Sabía que estaríamos aquí?
—Había invitado a la señorita Darlington a dar un paseo, pero ella me envió esta
mañana una nota diciendo que no iba a ser posible ya que tenía otra cita más
importante con su modista —sonrió a Maite—. Esperaba verla al salir de la tienda. La
verdad es que, para serle sincero ya había pasado por delante de la tienda media
docena de veces —admitió, riendo—, hasta que en esta última…
—La fortuna nos ha sonreído con que sea usted un pretendiente tan concienzudo —
dijo William—. Le doy las gracias en nombre de mi protegida y en el mío propio, por
supuesto. Su intervención ha sido oportuna y valiente.
—Mis días de servicio en el frente fueron breves, mayor y mis pocos actos de valor
insignificantes comparados con los suyos. Me alegro mucho de haber podido ser de
utilidad hoy, pero la verdad es que se ha tratado más de estar en el sitio adecuado en
el momento adecuado que de valor. Y de estar armado, por supuesto —añadió con
otra sonrisa.
Bajó el estribo del carruaje y sujetó la mano de Maite para que subiera. Desde dentro
del carruaje Maite se encogió al verle ofrecer aquella misma mano a su tutor. William
ignoró el gesto y subió apoyándose en el bastón y en el marco de la puerta.
—Que tenga un buen día, señor Travener —le dijo Ian por la ventanilla—.Y le ruego
de nuevo que acepte mi más sincera gratitud.
—En ese caso, ¿puedo aprovecharme de ella e ir mañana a visitar a la señorita
Darlington? Sólo para ver cómo se encuentra.
Will la miró esperando su respuesta y cuando ella asintió, contestó:
—Estaremos encantados de recibirlo, señor Travener.
Y golpeó el techo del carruaje con el bastón indicándole al cochero que se pusiera en
marcha.
Estuvieron unos minutos en silencio. No había conversación apropiada para aquella
situación, aunque en verdad Maite no estaba segura de cuál era la situación entre
ellos.
Ansiaba preguntarle hasta dónde llegaban sus heridas. Era obvio que estaba
sufriendo. Pero no se atrevió a preguntarle.
Y desde luego, lo que no podía preguntarle era si él también había experimentado
lo mismo que ella al abrazarla para protegerla.
—Hemos tenido mucha suerte —dijo al fin.
Él la miró a la cara.
—¿De verdad no has sufrido ningún daño?

por Joanita Mar Jul 05, 2016 5:26 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!!!!!!!!

por SuenoLR Miér Jul 06, 2016 4:24 am

Sique mi Kat

por Joanita Miér Jul 06, 2016 7:26 am

Siguelaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!!!!!!!

por EsperanzaLR Miér Jul 06, 2016 11:35 am

Joanita escribió:Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!!!!!!!!

Ahora sigo Joanita

por EsperanzaLR Miér Jul 06, 2016 11:37 am

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Miér Jul 06, 2016 11:39 am

—Ni siquiera un cardenal —contestó—. Si acaso un olor que tengo metido en la
nariz.
—Me temo que no es sólo un olor —contestó él, mirándose el abrigo.
—¿Qué habrá sido del niño?
El chiquillo había elegido el momento en que su dueño peleaba con su tutor para
sabiamente desaparecer. A aquellas alturas estaría ya bien lejos o escondido en
alguna parte.
—¿Cuántos años dirías que tenía? —preguntó William, rozándose el corte de la ceja.
—¿Qué edad? —repitió Maite, preguntándose qué importancia podría tener.
El niño era pequeño y delgado, seguramente mantenido así deliberadamente para
que pudiera meterse por el tiro de las chimeneas, pero había algo en su mirada que le
hacía parecer mayor. Y a pesar de sus años de experiencia en el trato con niños, no
podía estar segura.
—Ocho o nueve, quizás.
Ian asintió y miró por la ventana. Mientras lo hacía, estiró la pierna, pero al volverse
de nuevo hacia Maite debió sorprenderla llena de ansiedad. Ella bajó la mirada.
—¿Crees que habrá podido escapar? —preguntó, quitándose los guantes.
—Oportunidad de hacerlo ha tenido.
Últimamente la inquietud social había ido creciendo, con lo que aquel ataque no
estaba tanto dirigido a ellos en persona como a los privilegios y excesos que ejercían
como clase social. Y esos excesos, empezando por los de la Regente y continuando
con los de la nobleza y la aristocracia, debían ser terriblemente frustrantes para la
gente que tenía tan poco.
Tan poco. Como aquel pobre niño. Pasó las manos por las manchas que sus manos
habían dejado en la falda del vestido. No podía creer la clase de brutalidad a la que
se había visto sometido durante su corta vida. Era un milagro que hubiese
encontrado el valor suficiente para huir.
—Si quieres, enviaré al cochero y a un criado para que intenten encontrarlo —le
ofreció William.
Ella le sonrió.
—No lo encontrarán. Aun así, gracias por el ofrecimiento. Sólo espero que los
hombres que ayudaban a su dueño no lo encuentren tampoco.
—Ellos también serán conscientes de la inutilidad de buscarlo.
Volvió a tocarse el corte que tenía sobre la ceja, secándose la sangre que no dejaba
de manar. Maite se sacó de la manga un pañuelo y se lo ofreció.
—Se va a estropear -—dijo él, apartando rápidamente la mano, casi como si le diera
vergüenza que lo hubiese pillado tocándoselo.
—Me acabas de salvar la vida, Will Sinclair y antes de eso, intentaste salvar a un niño
de sus captores, así que creo que esto —dijo, sacudiendo el pañuelo de seda y

por EsperanzaLR Miér Jul 06, 2016 11:42 am

encaje—, sería un precio mínimo que pagar por tantos esfuerzos. A menos, claro está,
que mi vida tenga para ti menos valor que este pañuelo. Te aseguro que para mí no
es así.
Y volvió a sonreír al ver que lo aceptaba. Resultaba absurdamente pequeño en su
mano, pero se secó la sangre con él. Tras observarlo durante un momento, se inclinó
hacia él para quitarle el pañuelo de la mano.
—¿Puedo? —preguntó, recordando su reacción anterior al intentar limpiarle la
sangre.
—Claro —contestó él, inclinándose hacia delante y cerrando los ojos. Estaba lo
bastante cerca como para, a pesar de los residuos de huevo podrido, oler una vez
más las fragancias que quedarían siempre asociadas en su cabeza con William Sinclair.
Aquélla era la segunda vez que acudía en su rescate y una vez más, no lo había
encontrado nada romántico, sino más bien angustioso y terrible. Al parecer, la
ciudad de Londres estaba decidida a arrebatarle todas las fantasías con las que una
vez disfrutara.
William abrió los ojos. De vuelta al presente por lo que vio en ellos, presionó el corte con
el pañuelo, la vista clavada en lo que hacía, pero consciente de que él no había vuelto
a cerrar los ojos y que la miraba.
Pero ella se negaba a mirarlo. Ian Sinclair estaba enamorado de otra mujer y sabía
que lo que había creído ver en sus ojos al apoyarse contra ella era sólo eso: un
producto de su imaginación.
—Una costilla rota, me temo —dijo el doctor McKinley, palpando la espalda de
William—. Puede que más de una.
Presionó con más fuerza e Ian hizo una mueca, conteniendo el más mínimo quejido
que pudiera escapársele mientras el médico hacía su exploración.
—Puedo vendarle el tórax para aliviarle el dolor. El resto de daños son sólo
superficiales. Mi consejo es que se quede en la cama para que la pierna descanse. Esto
—dijo, tocándole el costado—, sanará mientras descansa la rodilla.
El peor efecto secundario de la confrontación del día anterior lo había sufrido la
rodilla. Debilitada por las heridas sufridas en la Península, se la había torcido al caer
y en aquel momento la tenía tan hinchada y le dolía tanto, que apenas podía
apoyarse en ella.
Cuando Maite y él habían llegado a casa el día anterior, le había escrito una nota a
su hermano. Sabía que Daré se presentaría en Londres tan pronto pudiera, pero no se
imaginaba que saldría para allá nada más recibir el mensaje. Daré había llegado antes
del amanecer y nada más saber de su estado, había mandado llamar a McKinley.
De no haber sido por expreso deseo suyo de que el examen del doctor se realizase
en privado, sabía que su hermano habría estado presente y él no quería que pudiese
ver en directo las consecuencias del ataque.

por EsperanzaLR Miér Jul 06, 2016 11:46 am

—Teniendo en cuenta que usted raras veces sigue los consejos de sus médicos,
señor Sinclair — continuó el doctor—, albergo pocas esperanzas de que en esta
ocasión se tome el tiempo necesario de descanso.
—Le aseguro, doctor McKinley, que he vivido de un modo mucho más tranquilo
desde la última vez que hablamos.
—Perdóneme, señor, si lo dudo. De hecho, la evidencia que tengo ante los ojos
demuestra precisamente todo lo contrario. ¿Le importaría explicarme cómo se las ha
arreglado para romperse las costillas y magullarse la espalda de este modo? Es una
pregunta por pura curiosidad médica, se lo aseguro. Si usted quiere matarse, no es
asunto mío.
William se echó a reír, pero enseguida deseó no haberlo hecho. El dolor que sintió en el
costado fue agónico.
—Yo lo siento por su hermano —continuó McKinley—. El pobre no tiene ni idea de
que, si sigue usted así, va a perderlo. Pero tengo la intención de explicarle qué clase
de loco tiene por hermano.
—Descubrirá que lo sabe muy bien —contestó, sonriendo.
—Me da la impresión de que usted no comparte la preocupación que el conde y yo
sentimos por su supervivencia —contestó el médico, un tanto seco—. Más bien me
parece que se burla. Me pregunto por qué ha querido que lo visite un médico si su
vida le importa tan poco.
Estaba claro que había conseguido enfadarlo y corría el peligro de que decidiera
revelarle a su hermano lo de la esquirla de metal que tenía alojada en el pecho.
—Mi protegida y yo fuimos atacados.
—¿Atacados? —repitió McKinley, sorprendido.
Utilizando el pie de la cama para sujetarse, se dio la vuelta.
—En una calle del centro. Un deshollinador estaba maltratando a un niño empleado
suyo y la señorita Darlington, que es impetuosa y valiente, intervino. Por alguna
razón que no puedo explicar, la situación se desbordó muy rápidamente y la gente
que se había congregado para presenciar el castigo del deshollinador se volvió
violenta.
—¿Y los atacaron?
—Mi protegida estaba intentando alejar al niño del deshollinador, lo cual no pareció
gustarles demasiado y todo se… se desmandó. Es la única explicación que puedo dar
de lo ocurrido.
—No puedo decir que la culpe por intentar rescatar al niño —dijo McKinley—. Es
una vergüenza para esta nación que se permita tratar así a los niños. La señorita
Darlington debe ser una mujer de gran carácter para atreverse a asumir la defensa de
un niño en una situación así.
—Estoy completamente de acuerdo en todo lo que ha dicho, doctor.

por EsperanzaLR Miér Jul 06, 2016 11:46 am

—Eso dijo Maite —contestó, consciente de que no se expresaba bien y que
seguramente su hermano no entendía nada.
Pero el efecto del láudano empezaba a ser muy intenso y de pronto, lo que lo
preocupaba desde el ataque del día anterior empezó a no parecerle importante y
muy difícil de explicar. Al fin y al cabo, Val estaba ya allí y no ocurriría nada más.
Cerró los ojos intentando controlar sus pensamientos. Sabía que había algo más que
necesitaba decirle a su hermano. Algo importante.
Quizás si hubiera dormido algo la noche anterior… lo último que había dicho el
doctor McKinley antes de salir de la habitación había sido intente dormir un poco.
Y con Val allí… abrió los ojos y encontró a su hermano aún de pie junto a la cama.
Había algo más que quería decirle, pensó, pero no parecía capaz de encontrar las
palabras adecuadas. A lo mejor, si cerraba los ojos un momento, sólo para
descansarlos, lo recordaría.
Daré soltó su mano y la dejó apoyada en el pecho antes de taparlo con la ropa de la
cama.
—Duérmete —le oyó decir—.Ya me lo contarás todo cuando despiertes.

por Joanita Miér Jul 06, 2016 12:36 pm

Siguelaaaaaaaaaaaaaa por favor!!!!!!!!!!!!!!

por asturabril Miér Jul 06, 2016 7:30 pm

por SuenoLR Jue Jul 07, 2016 1:20 am

Sique mi Kat

por Joanita Jue Jul 07, 2016 5:56 am

Siguelaaaaaaaaaaaaaa por favor!!!!!!!!!!!!!!

por asturabril Jue Jul 07, 2016 7:59 pm

por EsperanzaLR Vie Jul 08, 2016 3:14 pm

Joanita escribió:Siguelaaaaaaaaaaaaaa por favor!!!!!!!!!!!!!!

Ahora sigo Joanita

por EsperanzaLR Vie Jul 08, 2016 3:16 pm

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora Sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Vie Jul 08, 2016 3:19 pm

asturabril escribió:

por EsperanzaLR Vie Jul 08, 2016 3:21 pm

Capítulo 10
—¿Cómo está? —preguntó Maite al Conde de Daré.
Llevaba prácticamente toda la mañana esperando en el pasillo ante la habitación de
William y no se había atrevido a interpelar al médico.
—Está dormido —contestó Daré.
Hizo ademán de evitarla, como si tomase dirección al comedor para desayunar o
cenar, algo en lo que ella ni siquiera había pensado, pero Anne dio un paso hacia un
lado para bloquearle el camino.
Daré se detuvo y la observó arqueando una sola ceja y mirándola a la cara. Era más
alto que su hermano y aunque el parecido familiar entre ellos era evidente, sus
facciones eran más clásicas y elegantes. Y en aquel momento, sus gélidos ojos azules
parecían estarle haciendo un agujero en el cerebro.
—Necesito saber cómo está el señor Sinclair, lord Daré —dijo—. ¿Sería tan amable
de decírmelo?
—¿Y por qué está tan interesada en el estado de mi hermano? ¿Un sentimiento de
culpa, quizás? Tengo entendido que fue usted quien dio lugar a ese ridículo
contratiempo por el que resultó herido.
—¿Ridículo, milord? —preguntó, herida por la acusación—. No creo que a su
hermano le pareciera ridículo.
Sintió que las mejillas se le arrebolaban, en aquella ocasión, de ira.
—¿Le dio oportunidad de decidir si su interferencia en la vida de ese niño era algo
por lo que mereciera la pena morir?
La palabra le heló la sangre en las venas.
—¿Morir? —susurró.
—Willy no va a morir, gracias a Dios. Pero desde luego, no gracias a usted. A un
caballero no le queda más opción que acudir en defensa de la mujer que tiene bajo su
protección aunque sus acciones sean descabelladas.
—Aquel hombre estaba pegando al niño con una correa. ¿Qué quería que hiciera,
milord?
—Que se controle para no poner a mi hermano en peligro por sus quijotescos
motivos.
—Comprendo —contestó con sequedad—. Para usted es quijotesco intentar rescatar
a un niño.
—Tanto como fue quijotesco por parte de William intentar protegerla de las
consecuencias de sus propias acciones. Estoy muy molesto con los dos.
Intentó de nuevo evitarla y ella volvió a bloquearle el paso.

por Contenido patrocinado