Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON

por EsperanzaLR Vie Jul 01, 2016 3:53 pm

—Pero a Elizabeth, sí. Es ella quien más ha trabajado para que tengas éxito.
—Éxito necesario para poder casarme bien. ¿O es ese matrimonio en sí el éxito para
el que ha trabajado?
La amargura que teñía sus palabras debía resultar obvia, pero los ojos de William no
cambiaron.
—Por supuesto —contestó.
—¿Y si mi idea de un buen matrimonio fuese distinta a la extendida entre la
sociedad?
—Nadie te obligará nunca a casarte con alguien a quien no quieras o con quien no
desees pasar el resto de tu vida. Lo único que Elizabeth y yo pretendemos es que
tengas la oportunidad de conocer a ese hombre.
«¿Y si ya lo conociera?». Tenía las palabras en la punta de la lengua, pero no se
atrevió a pronunciarlas. Y fue precisamente en aquel instante cuando oyó la voz de
Elizabeth.
—Creía que ya te habías ido —dijo la condesa de Daré.
Maite se volvió. Elizabeth estaba en la puerta con un libro en la mano y los miró a
ambos con curiosidad.
—¿Interrumpo? —preguntó, sorprendida.
—Nada más serio que una conversación sobre el último pretendiente de Maite —
contestó William. Parecía aliviado por la interrupción—. Le estaba diciendo que puede
contar con que asista a todos los eventos a los que ella decida asistir.
—Pues esta tarde no lo verás si no te das prisa. Y no creo que a lady Laúd le guste
esperar.
Maite sintió el deseo de rebelarse estallarle en el pecho. En verdad preferiría pasar
la tarde allí, pero al pensar en lo que aquellas dos personas habían hecho por ella,
supo que no podía negarse a ir. La habían llevado a Londres expresamente para que
asistiera a eventos como aquél y había permitido que su tutor se gastase una
cantidad enorme de dinero en todo aquello. Sería el colmo de la ingratitud negarse a
seguir adelante.
—Desde luego —dijo—. ¡Qué desconsiderada soy!. Nos veremos en la cena, espero.
Miró a William, pero no pudo inferir nada de su rostro. Seguía mirando a Elizabeth.
La condesa atraía las miradas sin dificultad. Siempre elegante y serena, era la clase
de mujer, bondadosa, culta e inteligente, que atraería a un hombre como William Sinclair.
¿Cómo iba a competir ella con mujeres así?
—Claro —contestó Elizabeth—. Pero ahora, he de insistir, querida.
Maite salió de la habitación y desde fuera la oyó decir:
—Te agradezco que me recomendases el libro de Voltaire, querido —le decía a su
cuñado—. Si tienes tiempo, me encantaría hablar contigo de algunos de sus puntos
de vista.

por asturabril Vie Jul 01, 2016 7:10 pm

por Joanita Sáb Jul 02, 2016 9:03 am

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!

por EsperanzaLR Sáb Jul 02, 2016 2:51 pm

—Lo que me sobra precisamente es tiempo, Lizzie y no hay nada con lo que pueda
disfrutar más que de una discusión con mi erudita hermana.
—¡Ni que fuera una intelectual! —contestó Elizabeth, riendo.
Lamentando que no le permitieran al menos sentarse y escucharles hablar de algo
mucho más sustancial que de recetas para limpiar las botas, Maite salió de tan mala
gana como si lo que la aguardase fuera algo mucho peor que el señor Travener y una
soprano italiana.
—Maite, me gustaría presentarte a mi hermano, el conde de Daré —dijo William.
Al parecer cada vez mentía mejor, porque no había nada en aquella presentación
que le gustase. Era más, la había estado temiendo desde que su hermano le expresase
su parecer sobre la cría de Darlington. Y no era que no compartiera la opinión que
George Darlington le merecía a su hermano, pero en las semanas que conocía a Maite
no había encontrado en ella ningún parecido con su padre.
—Val, te presento a mi protegida, Maite Darlington —dijo, mirándolo fijamente a
los ojos a modo de advertencia.
Val escrutó con la mirada a Maite antes siquiera de contestar.
—Señorita Darlington —dijo y en su voz no se reflejó, afortunadamente, nada de lo
que pensaba sobre ella.
—Milord —lo saludó Maite, inclinándose levemente antes de ofrecerle la mano.
—Bravo —exclamó Elizabeth.
Daré miró a su mujer.
—Así que era una prueba, ¿eh? ¿Debería sentirme honrado o insultado por ello?
—Estaba felicitando a Maite por lo bien que ha hecho su presentación —contestó
Elizabeth—. Es una pena, querido, que tus modales no estén a la altura.
—Desde luego —contestó él, haciéndole una reverencia a su esposa antes de
volverse hacia Maite—. Estoy encantado de conocerla, señorita Darlington —la
saludó con evidente sarcasmo.
—El placer es mío, milord —contestó Maite—. Por su proceder deduzco que es así.
Hubo un lacónico silencio.
—Tu gatita tiene uñas —dijo Daré.
—Pues alégrate de no ser un salteador de caminos —contestó William, que en silencio
aplaudió el que Maite no se hubiese dejado intimidar por el conde. Y si algo merecía
siempre la aprobación de Daré era el ingenio y el coraje.
—No dejo de desear haber estado allí aquella noche —contestó el conde.
—Pues le aseguro que no se perdió nada —replicó Maite—. Fueron los minutos más
terribles de mi vida.
—Según mi hermano, le salvó la vida.

por EsperanzaLR Sáb Jul 02, 2016 2:54 pm

—Me temo que ha habido algún malentendido, milord, puesto que lo que ocurrió
fue todo lo contrario. El señor Sinclair me salvó a mí.
—Teniendo en cuenta que ha sido el testamento de su padre quien los ha unido, me
alegro de que reine tanta admiración entre los dos, pero para alguien que no estuvo
presente, es difícil intuir lo que ocurrió de verdad.
—La verdad es que su hermano me rescató con un coste personal que todos
conocen bien —dijo con suavidad.
—Desde luego. De lo que no estaba seguro es de que usted fuera consciente de ello.
—Créame, milord, si le digo que soy muy consciente de hasta qué punto estoy en
deuda con mi tutor. En ese sentido no se ha incurrido en malentendido alguno.
—¿Es usted siempre tan sincera, señorita Darlington?
—Eso espero, milord —contestó, decidida a plantarle cara.
—En ese caso, me temo que he venido hasta aquí para nada.
—Lo lamento —contestó—. Con tanta lluvia, los caminos deben ser una auténtica
pesadilla. ¿Y para qué había venido usted a Londres, lord Daré? ¿Sólo para
recordarme lo que le debo a mi tutor?
—Pretendía llevarme a mi esposa conmigo.
—En ese caso, debería ser yo quien preguntase por qué has venido —intervino
Elizabeth.
—Tengo entendido que estabas aquí para preparar a la señorita Darlington para su
presentación en sociedad y me imaginaba que a estas alturas esa formación se habría
completado ya. Ahora veo que me equivoqué.
—Ya basta, Val —dijo William, intentando aligerar su tono de voz—. Perdona los
modales de mi hermano, Maite. A lo mejor podríamos convencer a Elizabeth de que
se ocupara personalmente de mejorar sus dotes de relación.
—Lleva intentándolo desde que nos casamos —replicó el conde— y veo, que en tu
opinión, ha fallado.
—Contigo puede que sea así, pero el trabajo de Elizabeth aquí ha sido inmejorable.
Tienes la prueba ante tus ojos.
Ian le había pedido al mayordomo de Daré que hiciese entrar a Anne en la
biblioteca cuando volviese del musical vespertino y aún llevaba puesto el vestido
azul pálido que había elegido para asistir.
Era de un tono que acentuaba la palidez de su piel y el rojo de su cabello y como
había sido confeccionado por la mejor de las modistas que el propio Daré había
recomendado, William pensó que su hermano no podría encontrar falta alguna en el
aspecto de Maite.
El conde se quedó mirando largamente a su hermano antes de volverse hacia ella e
inclinarse ligeramente, tal y como lo había hecho ante su esposa.
—Mis felicitaciones a todos —dijo—. La señorita Darlington es un diamante.

por EsperanzaLR Sáb Jul 02, 2016 2:57 pm

—Puede que te perdone. Me lo pensaré —contestó Elizabeth—.Maite, ¿querrías
ayudarme a hacer las maletas?
—Desde luego —contestó, sonriendo—. Espero verlo de nuevo antes de que se
marche, milord.
—¿De veras? En ese caso, puede que de verdad sea usted un dechado de virtudes.
Perdóneme si la he ofendido, señorita Darlington, pero es que suelo ser protector en
exceso con mis hermanos. Sólo tengo dos, como ya sabrá y ambos son propensos a
irreflexivos actos de valor. Es algo que está empezando a pasarle factura a mis
nervios.
—Jamás me habría imaginado que fuese usted a padecer de los nervios, milord,
aunque sin duda comprendo su preocupación —respondió Maite.
Por primera vez desde que entrara en la biblioteca, miró a William a la cara. Y éste sintió
que se le aceleraba el pulso. No había existido contacto físico al que poder achacar su
reacción, así que apartó la mirada.
Tenía que concentrarse en otra cosa, lo que fuera, quien fuese. Todo menos lo que
acababa de ver en los ojos de su protegida.
—Te echaremos de menos —le dijo a su cuñada.
—Ha sido un placer para mí poder ayudaros en esta causa, pero creo que mi trabajo
ya está hecho. Cualquiera que pueda entablar un combate dialéctico con Daré está
preparado para el resto de la sociedad. ¿Maite?
Cuando las dos salieron de la habitación, William ya no pudo evitar encontrarse con los
ojos de su hermano. Y el conde, por supuesto, no perdió el tiempo.
—Tenías razón. Tiene unos ojos que hablan por sí solos.
William se rió.
—Me ha dado la impresión de que no le has gustado demasiado. ¿Crees que tendrá
algo que ver con tu acoso?
—No me refería a eso.
Debería haberse imaginado que su hermano era demasiado astuto para no haberse
dado cuenta de cómo lo había mirado Maite. O de cómo había reaccionado él.
—Gratitud —dijo.
—Tampoco hablaba de eso —contestó, bajando la mirada hasta los pantalones
ajustados que su hermano llevaba puestos, e William sintió un flujo diferente de sangre
que le tiñó el cuello y las mejillas.
—Ni siquiera recordaba haberte visto enrojecer —dijo Daré—. Yo creo que eres
demasiado mayor para esas… chiquilladas.
—Vete al infierno —replicó William.
Su hermano sonrió, burlón.

por EsperanzaLR Sáb Jul 02, 2016 2:59 pm

—Ya me parecía a mí que defendías a tu protegida con vehemencia. En aquel
momento lo achaqué a la fiebre, pero ahora veo que tu complejo de caballero errante
ha tomado una… nueva dirección.
—Olvídalo, Val —le advirtió con dureza.
El conde ladeó la cabeza.
—No debes preocuparte por lo que he dicho antes. Si la hija de Darlington es la
mujer a la que quieres, no pondré ninguna objeción. Ya sabes lo que se dice sobre
aquéllos que están felizmente casados.
—¿Que no pueden dejar de meter las narices en asuntos que no les conciernen?
No quería que se llegase a saber lo que sentía por Maite, pero de entre todas las
personas del mundo, la última que habría querido que se enterase era su hermano. Él
sabía bien que nunca antes se había enamorado de una mujer.
—Creo que puedo reclamar mi derecho a preocuparme por tu felicidad —dijo Daré,
muy serio.
—Entonces, te ruego que no vuelvas a tocar este tema.
—No hay impedimento alguno para que cortejes a Maite Darlington. El hecho de
que sea tu protegida puede que dé que hablar, pero te aseguro por experiencia que
no importa lo que las murmuraciones te hagan pasar. La recompensa de tener a la
mujer que quieres hace que merezca la pena lo que se haya de pagar.
—Te equivocas conmigo, Val.
—¿Que me equivoco al pensar que estás enamorado de esa chica, o que no hay
impedimento alguno para que te dejes llevar por tus sentimientos?
—Maite es mi protegida y eso es todo lo que va a ser.
Su hermano se quedó callado un momento, sin dejar de mirarlo.
—¿Quieres decirme por qué? —le preguntó al final.
—No.
—Comprendo.
—Déjalo, Val —insistió con suavidad.
—Hace seis meses habría pensado que tu negativa a admitir lo que hay en los ojos
de esa chica cuando te mira y lo que te ocurre a ti al descubrirlo tenía algo que ver
con tus heridas.
—Pero ahora ya sabes que no es así.
—Puede que aún influya en algo tu salud, pero nada que pudiera ser un
impedimento para…
—El impedimento está en mi voluntad —replicó William—. Eso es todo lo que necesitas
saber.
—Perdóname —dijo su hermano sin el menor rastro de ironía—. Tienes razón. Lo
que decidas hacer en este asunto no me concierne.

por EsperanzaLR Sáb Jul 02, 2016 3:01 pm

—He de disculparme en nombre de mi marido —dijo Elizabeth mientras subían
juntas la escalera—. Es demasiado protector con sus hermanos y particularmente con
William, que lo ha pasado tan mal.
—¿Por qué tengo la impresión de que estás intentando decirme algo más? —le
preguntó, sonriendo.
—Supongo que tienes razón. Algo que sé que William nunca te diría y que es algo que
yo creo que debes saber.
—Acerca de las heridas de William.
—De su efecto, quizás.
—No comprendo.
—Creo que debo advertirte que…
—Elizabeth yo…
—Déjame terminar. Necesito decírtelo antes de marcharme. Será mi última lección
si quieres y quizás la más importante de todas.
Llegaron al primer descansillo y Elizabeth extendió hacia ella las manos. Maite
inmediatamente le ofreció las suyas.
—Me estás asustando —dijo con sinceridad.
—No es ésa mi intención. Y no sé hasta dónde llegan tus sentimientos, aunque soy
consciente de que tus sentimientos por mi cuñado no son los que una joven
albergaría por su tutor. No se trata sólo de gratitud y respeto, ¿o me equivoco?
¿Qué haría Elizabeth si lo negaba? Pero si lo hacía, si lo negaba, nunca llegaría a
saber lo que la cuñada de Ian creía que debía saber.
—Lo que me gustaría mucho saber es lo que he hecho para delatarme.
Elizabeth sonrió y apoyó la mano derecha en su mejilla. ¿Estaría ofreciéndole
consuelo?
—Apenas nada. Sólo he visto cómo lo mirabas esta tarde y es una mirada que he
visto en tus ojos unas cuantas veces más durante las últimas semanas. Hace bien
poco que me enamoré de un hombre al que creía que nunca iba a poder tener y
quizás por eso estoy más sensibilizada a ese respecto.
—Yo no… —comenzó, pero al mirar a la condesa a los ojos, no pudo continuar.
—William es un hombre merecedor de tu amor. Temía que por tu inexperiencia te
enamorases de alguien que no lo mereciera y que terminases con el corazón
destrozado y sin embargo…
Maite sintió un nudo de temor apretársele en el cuello.
—Sin embargo, nunca se me había ocurrido pensar que su corazón ya estuviera
comprometido —concluyó Elizabeth.

por EsperanzaLR Sáb Jul 02, 2016 3:06 pm

En un principio sintió un envite de entusiasmo, pero al ver la compasión que se
reflejaba en los ojos de la condesa, comprendió.
—William está enamorado de otra persona —susurró.
Intentó recordar alguna señal, alguna palabra que debiese haberla avisado. Pero a
pesar de que le había preguntado por qué no se había casado, no había nada, nada en
absoluto que…
—No sabía cómo decírtelo, o si debía o no hacerlo.
—Ojalá lo hubieras hecho antes —contestó, temiendo que William, al igual que
Elizabeth, pudiera habérselo imaginado.
—Eres muy joven.
—No. No creo que la edad tenga nada que ver con lo que siento.
—Sé que no, pero puede que con el tiempo…
—¿Ella lo ha rechazado? —la interrumpió.
—No lo sé. Igual que tú, no puedo imaginar que alguien pudiera rechazarlo, pero
muchas veces nos enamoramos de alguien que no comparte nuestro sentimiento. Y
también es posible, Maite, que él lo haya decidido así.
—¿Que lo haya decidido así?
—Puede que hasta que no se sienta recuperado del todo, crea que no puede
ofrecerle nada a una mujer.
—Si sus heridas le importan, es que esa mujer no lo merece. Si lo amase, nada más
le importaría.
—Conociendo a los hombres de la familia Sinclair como los conozco, sé que para
ellos hay cosas que nunca dejarán de importarles.
—¿Crees que ha podido no decírselo?
Elizabeth se encogió de hombros.
—Supongo que nunca sabremos lo ocurrido entre ellos. Por supuesto, William nunca se
lo dirá a nadie. Sea cual sea la razón, he creído que era justo que supieras que él no
puede devolverte tu afecto.
—He sido una estúpida —musitó—. Pensar que un hombre como él podría…
—No —cortó Elizabeth y la abrazó—. Nunca es una estupidez amar a un hombre
merecedor de nuestra devoción. Sólo es una estupidez si no es esa clase de hombre. Y
puede que Ian abra algún día los ojos y se dé cuenta de lo afortunado que sería
teniendo tu amor. Pero…
Pero las dos sabían que lo más probable era, que los sentimientos que tanto había
intentado ocultar en su corazón se marchitaran y murieran en silencio, desconocidos
como una flor que nace oculta y a la que nunca llega a alcanzar el calor del sol.
—Gracias por decírmelo —dijo Maite—. Gracias por todo.
Abrazó a la condesa de Daré y los ojos se le llenaron de lágrimas cuando Elizabeth
la abrazó también. Luego Maite se soltó y rápidamente dio la vuelta antes de que
Elizabeth pudiera verla llorar.
Ya lo haría en privado. Si su loco corazón estaba roto, era sólo culpa suya. Ian jamás
le había dado indicios de que para él pudiera llegar a ser algo más que su protegida.
Todo era culpa de su propia estupidez. De su error. Otra lección necesaria, quizás y
nadie excepto Elizabeth sabría jamás lo dolorosa que había sido. Si William Sinclair era
capaz de esconder tan bien su corazón, ella también lo sería.

por Joanita Sáb Jul 02, 2016 5:50 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!

por EsperanzaLR Dom Jul 03, 2016 2:53 pm

Joanita escribió:Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!

Ahora sigo Joanita

por EsperanzaLR Dom Jul 03, 2016 2:59 pm

Capítulo 8
—Elizabeth me pidió que te recordara que tienes una prueba hoy —dijo William—.
Supongo que con el lío del equipaje se olvidó de decírtelo anoche.
Una prueba de su vestido de baile, algo que sin que él se lo hubiera recordado,
Maite habría olvidado. Tenía muchas otras cosas en la cabeza.
No había vuelto a bajar después de despedirse de Elizabeth y se había pasado casi
toda la noche y buena parte de la mañana repitiendo mentalmente una y otra vez las
conversaciones de la tarde anterior, hasta tal punto de no pensar casi en nada más.
—Una prueba de mi vestido de baile —dijo, obligándose a levantar la mirada—. Lo
había olvidado.
William estaba de pie en la puerta, llenando casi el espacio con la anchura de sus
hombros. Llevaba una chaqueta azul marino de un tejido fino y pantalones de color
crema. El sol se reflejaba en sus botas pulidas y arrancaba destellos de su pelo
castaño.
Y a pesar de lo que le había dicho Elizabeth, verlo allí le alteró el pulso. Apartó la
vista por temor a lo que pudiera descubrir en sus ojos y miró la carta que le estaba
escribiendo a la señora Kemp.
Parecía menos cansado. Al menos sus facciones no parecían tan agotadas como en
la ocasión en que lo encontró dormido en la biblioteca, la tarde pasada.
Seguramente porque él no había tenido motivo para dar vueltas y más vueltas en la
cama ya que, desde que había reconocido la profundidad de sus sentimientos, le
resultaba aún más difícil ignorarlos. Sus ojos se iban hacia él como hacia un imán
cada vez que estaban en la misma habitación.
—¿Quieres que te acompañe? —se ofreció—. Como Elizabeth no está… parecía
preocupada porque alguien pudiera darle la aprobación final al vestido.
—Y no confiaba en mí para eso —concluyó Maite, con la mirada clavada en la carta.
«Me tratan como a una niña», pensó. Por supuesto, lo habían hecho desde un
principio y nada iba a cambiar.
Respiró hondo. Era aún una niña, en términos de experiencia. Si comparaba lo que
sabía de la vida con William y Elizabeth, sería imposible defender su causa.
—Estoy seguro de que no era eso lo que quería decir —explicó William.
—¿Entonces, qué?
Volvió a levantar la mirada y se sorprendió de lo que encontró en los ojos de William, a
pesar de que su vida fue fugaz.
¿La habría traicionado Elizabeth?, se preguntó, angustiada. No, la condesa nunca
rompería su confianza.
—Estoy seguro de que sólo pretendía recordar lo difícil que es juzgar un vestido
mirándose en un espejo. Siempre es mucho mejor contar con la opinión de alguien
que puede observar con objetividad el efecto.

por EsperanzaLR Dom Jul 03, 2016 3:03 pm

Observar con objetividad.
—¿Y es eso lo que quieres hacer?
—A menos que tengas alguna objeción.
—¿Por qué iba a tenerla? Tienes derecho a controlar tu inversión.
Él se quedó un momento como considerando su tono.
—¿Crees que estoy preocupado por mi… inversión?
—No pretendo ser irrespetuosa, te lo aseguro, pero has invertido mucho para
asegurar el éxito de mi presentación y es natural que te preocupe el efecto que vaya a
causar lo que te has gastado.
Hubo un corto silencio.
—Si no quieres que te acompañe, Maite, un simple «no» bastaría. Te aseguro que mi
ofrecimiento no se debe a que desee asegurarme de que compro lo que he pagado.
Por primera vez desde que se conocían, había un punto de absoluta frialdad en su
voz. Y le dolió oírlo, a pesar de que sabía que había sido ella quien lo había
empujado. Había sido injusta. Infantil. Desagradecida. Enamorada sin remedio.
—Estaría encantada de que me acompañases —dijo.
Su frase sonó algo tensa, pero él sonrió con la misma sonrisa que tanto la atrajo el
día que lo conoció.
—Echas de menos a Elizabeth —vaticinó—. Debería haberle pedido que se quedara
al menos hasta que hubieses salido unas cuantas veces más y estuvieras más
tranquila. Pero debo confesar que cuando me dijo lo del bebé…
No siguió al ver a Maite quedarse boquiabierta.
—No lo sabías —adivinó.
Maite negó con la cabeza. Se sentía traicionada. Elizabeth era su amiga y era de
esperar que hubiese compartido con ella una noticia tan maravillosa. El que no lo
hubiera hecho la hizo sentirse más como una extraña.
—Quizás pensó que ya lo sabías —dijo William, obviamente intentando rectificar la
omisión de la condesa.
Y de hecho había dado unas cuantas pistas, si lo pensaba bien. Signos que no había
analizado por estar tan preocupada por su propio dilema.
—Pues no —confesó, sintiéndose de nuevo infantil.
—Me ha parecido más seguro que Elizabeth estuviera ya en casa antes de que…
William dudó. Los dictados de la sociedad prohibían que se hablase de esas cosas con
una mujer soltera.
—Antes de que empiece a engordar —dijo Maite.
—Me pareció lo mejor.

por EsperanzaLR Dom Jul 03, 2016 3:05 pm

—Me alegro mucho por ellos —dijo con sinceridad. Le encantaban los niños y
seguro que a una mujer tan dulce como Elizabeth también le gustarían. Y en cuanto a
Daré… bueno, era evidente que la condesa estaba profundamente enamorada de él,
de modo que quizás lo hubiese juzgado demasiado a la ligera.
—Pero te sientes desilusionada porque no ha confiado en ti —se imaginó él.
—Un poco —confesó ella, sonriendo por primera vez. Siempre había podido contar
con la comprensión de William, una cualidad muy importante en un amigo. Y eso era lo
único que iba a ser para ella—.Y sé que es una estupidez. Al fin y al cabo, no soy de
la familia.
—Yo creo que es que quería decírselo a su marido antes que a nadie. Si ella misma
le hubiera pedido que viniera, habría sospechado algo, así que el mensaje que le trajo
aquí era mío. Y cuando Elizabeth te pidió anoche que la ayudases a hacer el equipaje,
creía que buscaba una oportunidad para decírtelo.
Y quizás hubiera sido así, pero que al final hubiese decidido que había otra cosa
más importante que decir en los pocos minutos de que iban a disponer a solas. Algo
vital para el bienestar de su amiga. Y después de decírselo, Maite había huido, de
modo que no había tenido oportunidad de compartir con ella lo del bebé.
—Le escribiré para decirle lo mucho que me alegro por ellos —dijo Maite—. A lo
mejor algún día necesita una gobernanta y se acuerda de mí —añadió con otra
sonrisa.
William se rió, aliviado de que la atmósfera hubiese vuelto a la normalidad. Y en el
fondo, ella también se alivió.
Aunque estuviese destinada a sentir un amor no correspondido por William Sinclair
durante el resto de sus días, esperaba ser al menos capaz de ocultárselo. Y a menos
que fuese capaz de actuar como si nada hubiese cambiado, él lo detectaría.
—Te agradecería que me dieses tu opinión sobre el vestido de baile —dijo—, si es
que estás seguro de que no te vas a aburrir como un condenado.
—Las sopranos italianas son un aburrimiento insoportable, pero ver a la preciosa
señorita Darlington con su vestido de baile será una delicia.
—Deberías darle unas clases al señor Travener. Él habría sido incapaz de decir algo
tan bonito.
—Habrá tenido que enfrentarse con menos abuelas portuguesas que yo, supongo,
así que carece de mi práctica. Nos vemos a las tres —dijo y se marchó.
De pronto el salón parecía muy vacío. Maite mojó la pluma en el tintero y limpió el
exceso de tinta en el borde antes de aplicarla al papel, pero no encontró qué decir, de
modo que la dejó sobre la mesa y releyó la carta. En ella le rogaba a la directora de
Fenton que le escribiese a su tutor pidiéndole que la permitiera volver allí.
Luego se levantó, se agachó delante del fuego y acercó el borde a las llamas, viendo
cómo el fuego ennegrecía y retorcía el papel hasta devorar sus palabras.
Cuando terminaron de desaparecer, se quedó un instante allí, con la frente apoyada
en la mano, antes de darse la vuelta y mirar a su alrededor. Se pasaría el resto de su

por EsperanzaLR Dom Jul 03, 2016 3:08 pm

vida en Fenton y sólo unas cuantas semanas en compañía del hombre al que amaba y
había descubierto que, pasara lo que pasase, estaba dispuesta a no perder ni un solo
día.
Impulsiva, romántica y muy, pero que muy tonta.
El vestido de baile era aún más bonito de lo que ella se había imaginado. William, a
pesar de su vanagloriada experiencia con las abuelas portuguesas, parecía haberse
quedado sin palabras. ¿Sería por el vestido, o por verla a ella con él? En cualquier
caso, su admiración le resultó muy complaciente y le curó un poco el corazón.
Llegaba ya a la puerta de la tienda cuando se dio cuenta de que William no la seguía,
sino que se había quedado un poco atrasado hablando con la modista. Seguramente
acordando el pago o la entrega en su casa.
El aire de la tienda era sofocante, casi opresivo y sin pensar en si su acción era
propia o no, abrió la puerta y salió sin esperar a su acompañante.
Habían dado instrucciones al cochero de que hiciera pasear a los caballos mientras
ellos estaban dentro y no había ni rastro del coche del conde y al mirar un poco más
hacia delante, se dio cuenta de que algo inusual estaba ocurriendo en la acera.
El hecho estaba causando tanta conmoción que se había congregado un grupo de
gente a su alrededor. A juzgar por sus ropas, aquellas gentes, la mayoría hombres, no
eran clientes de aquella zona de tiendas caras, sino más bien parecían rufianes de los
que patrullaban por la zona del puerto.
Volvió a mirar hacia el otro lado de la calle. El coche no estaba por ninguna parte.
De hecho, había muy poco tránsito.
Miró al interior de la tienda. William y la modista seguían conversando. Su tutor no
parecía haberse dado cuenta de que había salido.
Justo cuando se decía que estar en la calle sola no había sido una sabia decisión, oyó
el grito de un niño. Agudo y desesperado, Maite identificó, dado su pasado, cuál era
su origen.
Provenía precisamente del grupo de rufianes y apenas había dado un paso en
aquella dirección cuando oyó un segundo grito, aún más desesperado que el
primero. Y luego otro, seguido de más.
Sin pararse a pensar en su propia seguridad, Maite echó a correr. Cuando llegó lo
bastante cerca pudo ver entre los cuerpos apretados que se trataba de un niño al que
estaba pegando un hombre. La correa de cuero que utilizaba con aterradora precisión
era lo que producía el grito del niño cada vez que entraba en contacto con su cuerpo.
El hombre lo tenía sujeto con firmeza por un brazo, pero el niño intentaba
desesperadamente e inútilmente evitar sus golpes, lo que parecía estar enfureciendo
aún más a su verdugo y encantar a los espectadores, que lo animaban a seguir.
Furiosa, Maite se abrió paso entre los hombres, que sorprendidos le abrían paso,
hasta que se plantó en el centro del círculo y con la mano enguantada sujetó la correa
de cuero justo cuando iba a caer de nuevo sobre la escuálida espalda del niño.

por Joanita Dom Jul 03, 2016 4:59 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!!

por SuenoLR Lun Jul 04, 2016 3:32 am

Sique mi Kat

por Joanita Lun Jul 04, 2016 11:30 am

Siguelaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!

por Joanita Lun Jul 04, 2016 4:15 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!!!!

por Joanita Mar Jul 05, 2016 10:25 am

Siguelaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 1:31 pm

Joanita escribió:Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!!

Ahora sigo Joanita

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 1:32 pm

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 1:34 pm

El hombre se volvió, incrédulo. Era obvio que no esperaba interferencia alguna en
lo que estaba haciendo y mucho menos de una dama.
—Ya basta —dijo Maite, dando un tirón de la correa para intentar arrebatársela.
Pero el hombre no se lo permitió, sino que la hizo girar una vuelta más alrededor de
la muñeca.
—Suelte —dijo, rojo de ira.
—No puede pegar así a un niño en la vía pública —dijo Maite.
—Claro que puedo. Es mío y le pego cuando me da la gana.
—Haya hecho lo que haya hecho, no puede pegar así a su hijo. Va a…
La gente congregada se rió lo mismo que el hombre, que parecía burlarse del error
de Maite.
—¿Le parece que esta sabandija puede ser hijo mío? —le preguntó, tirando del
brazo del niño.
Era difícil saber a quién se parecía el niño. Tenía toda la piel ennegrecida de hollín y
las facciones desfiguradas por una mueca de dolor por el ángulo forzado en el que le
tenía el brazo. Llevaba el pelo enmarañado y tan cubierto de hollín como el resto del
cuerpo, de modo que era difícil saber de qué color era.
—Este mocoso lo he comprado y pagado con dinerito contante y sonante y luego el
muy desagradecido se me ha escapado. Tengo derecho a pegarle por eso.
Y seguramente la ley lo respaldaba, pensó Maite. Los muchachos, apenas unos
niños, se veían obligados a partirse la espalda trabajando en las fábricas y las minas
repartidas por todo el país. Y aquéllos a los que dedicaban a limpiar chimeneas como
aquel pobre se llevaban la peor parte.
—Me quema —dijo el chiquillo, hablando a Anne directamente. Sus ojos azules, la
única parte de su cuerpo que no podía estar cubierta de hollín, la miraron con un
brillo de esperanza.
—¿Que te quema? —repitió, insegura de haber comprendido bien.
—Me quema los pies para que suba por las chimeneas.
Maite sintió que el estómago se le encogía, e involuntariamente miró hacia abajo.
Los pies del niño, tan sucios como sus manos, brazos y cara, estaban descalzos y la
imagen que se formó en su cabeza de lo que acababa de referir, aquel tipo aplicando
el fuego de una antorcha a sus pies desnudos para obligarle a subir por el tiro
estrecho de una chimenea ya fue lo bastante vívida sin necesidad de constatación.
—¿Y también es legal quemar a un niño? —le preguntó furiosa a su dueño.
El tipo bajó la mirada, lo que le confirmó a Maite que sabía tan poco de la ley que
regulaba el trabajo de los menores como ella.
Decidida a obtener ventaja de la situación, soltó la correa y asió el brazo del niño.
Sorprendido bien por el descaro de su acción, o por el hecho de que una dama de

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 1:36 pm

calidad como ella se arriesgara a mancharse los guantes de piel con el crío, no opuso
resistencia cuando apartó al niño de su lado.
—Sálveme, señorita —gimió el niño, aferrándose a las faldas de Maite—. Me
arrancará la piel a tiras —dijo—. La última vez que me escapé, casi me mata y esta
vez lo hará.
—En cuanto te ponga las manos encima —lo amenazó el hombre, alargando un
brazo hacia él.
Pero Maite retrocedió, poniendo la mano en la cabeza del niño para apretarlo contra
ella.
—¿Qué está pasando aquí? —tronó una voz profunda a su lado.
Su tutor acababa de llegar a su lado. Parecía increíblemente competente y capaz de
manejar al violento dueño del niño, e incluso a los espectadores que habían crecido
en número.
—Estaba pegando a este niño —le explicó—. Creo que porque había huido de él.
Tenemos que llevarlo con nosotros.
—No dejen que me mate —lloró el pequeño.
—Nadie va a hacerte daño —dijo Maite—, te lo prometo.
Dijera lo que dijese William, jamás entregaría a aquella pobre criatura a manos de aquel
asesino. Ni aunque la ley lo respaldase. Pero el hombre no parecía dispuesto a
esperar a que Ian la apoyase o no, sino que tiró del brazo del niño para llevárselo.
—Ningún mocoso se ríe de Bob Thackett. He pagado más de lo que vale por este
granuja. Tengo papeles.
El chiquillo se aferró con tanta fuerza a Maite que ella también se vio arrastrada
hacia delante. Rápidamente Ian se interpuso entre ellos y soltó al muchacho.
Furioso, el hombre intentó esquivarlo para volver a agarrar al niño. Muchos
hombres que habían servido bajo las órdenes del honorable mayor William Sinclair
podrían haberle dicho al deshollinador que acababa de hacer un movimiento muy
peligroso, pero desgraciadamente para él, ninguno de ellos estaba por allí.
William lo agarró por las solapas del abrigo.
—Déjalo en paz —le advirtió, lo bastante alto como para que pudiera oírlo por
encima de las voces de los espectadores.
—¡Es de mi propiedad! —se revolvió.
—Eso lo decidirá el juez. Lo mismo que si tienes derecho o no a infligirle las heridas
que tiene por todo el cuerpo.
El deshollinador dejó de forcejear, seguramente considerando la amenaza y luego
entornó los ojos como considerando también el calibre del hombre que la había
proferido. William debía ser unos diez centímetros más alto que él, así que tuvo que
levantar bastante la cabeza.

por EsperanzaLR Mar Jul 05, 2016 1:38 pm

—Tengo derecho a castigarlo por haberse escapado —replicó colérico— y ningún
señoritingo va a decirme si puedo hacerlo o no.
Y una vez más, intentó alcanzar al niño. Maite retrocedió otro paso y el niño se alejó
aún más, hundiéndose en los pliegues protectores de la falda.
Entonces fue cuando se dio cuenta de que el corro de observadores los había
rodeado y uno de ellos, más atrevido que el resto, agarró al crío. Se dio la vuelta para
enfrentarse a él y al hacerlo, miró hacia la calle, preguntándose por qué nadie habría
acudido en su ayuda. Los escasos clientes de las tiendas que se habían acercado a
mirar parecían paralizados. Aunque algunas bandas de maleantes se aventuraban a
veces a atacar a aquéllos lo bastante descuidados como para aventurarse en
determinadas zonas de Londres, era inusitado que gente de su categoría fuese
abordada a plena luz del día y mucho menos en un barrio como aquél.
—William —le advirtió.
No se volvió a mirarla, pero dio un paso hacia atrás, protegiendo al niño desde el
otro lado.
—No te separes—le ordenó.
Seguía sujetando al deshollinador por las solapas, pero los rufianes que lo habían
seguido en su busca del aprendiz fugado, habían empezado a cerrar el círculo,
obligando a apartarse al resto de peatones. Y todo ocurrió con una rapidez que pilló
a Maite desprevenida.
—Que alguien llame a la policía —gritó William por encima de los gritos del chiquillo,
que seguía rogándole a Maite que la protegiera del látigo de su amo y por encima
también de los gritos del deshollinador que reclamaba su propiedad. Era poco
probable que alguien lo hubiese oído.
El cochero se daría cuenta enseguida de lo que pasaba, se dijo, pero de momento no
había ni rastro de él. Y en aquel momento, mientras intentaba atisbar alguna
posibilidad de rescate, alguien tiró de su brazo.
Consiguió soltarse y se acercó aún más a Ian. De pronto hubo una conmoción
delante de él, lo que lo empujó contra ella. El niño seguía aferrado a sus faldas como
un mono y él mismo u otra persona le pisó el bajo de la falda, con lo que una parte se
descosió en la cintura.
Justo cuando parecía a punto de caerse, una mano la sujetó por el brazo y luego por
la cintura. Era William.
Con el otro brazo comenzó a lanzar golpes con el bastón, utilizándolo como un
sable en la batalla, intentando mantener apartados a quienes los rodeaban. Pero
continuaban insistiendo, gritando e intentando agarrar al niño, que no dejaba de
gritar.
Por encima de todo aquello, Maite oía el zumbido del bastón de Ian al moverse en el
aire y al estrellarse contra algo.
Poco a poco, empezaba a cosechar algún éxito. La masa de cuerpos empezaba a
ceder, empujada por la furia con la que William manejaba el bastón.

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