WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Vie Jul 08, 2016 3:25 pm
—Bien poco puedo hacer para que cambie su opinión sobre mí, lord Daré —dijo. «Y
me importa lo más mínimo», añadió para sí—. Sin embargo, me gustaría obtener una
respuesta a mi pregunta.
—Pero yo no deseo dársela. Si me disculpa, señorita Darlington…
Y se inclinó ante ella en un gesto demasiado educado para la conversación que
estaban manteniendo.
—Yo no le gusto —dijo Maite— y es algo que ya me ha dejado perfectamente claro.
Lo que haya hecho para inspirar ese rechazo…
—Lo único que no me gusta, señorita Darlington, es el hecho de que haya puesto en
peligro a mi hermano. Le advertí desde el primer momento que aceptar su tutoría
sólo iba a traerle complicaciones, pero ni siquiera yo puedo concebir hasta qué punto
ha resultado que estaba en lo cierto.
—Desde el principio —repitió ella—. ¿Y por qué creía usted, incluso antes de
conocerme, que sólo iba a traerle complicaciones? Le aseguro que esa nunca ha sido
mi reputación y que tampoco es así en opinión de su hermano. Me pregunto por qué
pensaba usted así.
Hubo una pequeña duda y tras ella, el tono del duque fue aún más frío.
—Puede que simplemente esté mejor dotado que otros para juzgar a las personas,
señorita Darlington.
—Pero antes de que su hermano aceptase mi tutoría, usted no podía conocerme.
Daré apretó los labios como si hubiese tenido que contener la respuesta. Y cuando
los abrió fue para decir.
—Le dijo a Ian que el chico era demasiado mayor. ¿Quiere explicarme qué quería
decir con eso?
La pregunta le resultó casi incomprensible. Ella se esperaba algo totalmente
distinto, algo cáustico y amargo. Acusador. Y el encontrarse con aquella pregunta la
confundió. ¿Qué podía tener que ver la edad del niño con…?
Sin embargo, William le había hecho la misma pregunta en el coche.
—William me preguntó cuántos años me parecía que tenía el niño. Yo no comprendí qué
importancia podía tener y sigo sin comprenderla, pero le di mi opinión.
—¿Y cuál era?
—Ocho, más o menos. Es difícil de adivinar, dadas las carencias que ha debido
soportar. Era pequeño y delgado, pero aun así… ¿Qué diferencia puede suponer la
edad que pueda tener?
—No estoy seguro, pero a William debe parecerle importante ya que ha intentado
decírmelo a pesar de la dosis de calmante que le había administrado el médico,
aunque supongo que el láudano podría ser responsable de la importancia de la edad
del niño.
—De no ser porque ayer me hizo a mí la misma pregunta, cuando nada podía
interferir en su capacidad de raciocinio.
me importa lo más mínimo», añadió para sí—. Sin embargo, me gustaría obtener una
respuesta a mi pregunta.
—Pero yo no deseo dársela. Si me disculpa, señorita Darlington…
Y se inclinó ante ella en un gesto demasiado educado para la conversación que
estaban manteniendo.
—Yo no le gusto —dijo Maite— y es algo que ya me ha dejado perfectamente claro.
Lo que haya hecho para inspirar ese rechazo…
—Lo único que no me gusta, señorita Darlington, es el hecho de que haya puesto en
peligro a mi hermano. Le advertí desde el primer momento que aceptar su tutoría
sólo iba a traerle complicaciones, pero ni siquiera yo puedo concebir hasta qué punto
ha resultado que estaba en lo cierto.
—Desde el principio —repitió ella—. ¿Y por qué creía usted, incluso antes de
conocerme, que sólo iba a traerle complicaciones? Le aseguro que esa nunca ha sido
mi reputación y que tampoco es así en opinión de su hermano. Me pregunto por qué
pensaba usted así.
Hubo una pequeña duda y tras ella, el tono del duque fue aún más frío.
—Puede que simplemente esté mejor dotado que otros para juzgar a las personas,
señorita Darlington.
—Pero antes de que su hermano aceptase mi tutoría, usted no podía conocerme.
Daré apretó los labios como si hubiese tenido que contener la respuesta. Y cuando
los abrió fue para decir.
—Le dijo a Ian que el chico era demasiado mayor. ¿Quiere explicarme qué quería
decir con eso?
La pregunta le resultó casi incomprensible. Ella se esperaba algo totalmente
distinto, algo cáustico y amargo. Acusador. Y el encontrarse con aquella pregunta la
confundió. ¿Qué podía tener que ver la edad del niño con…?
Sin embargo, William le había hecho la misma pregunta en el coche.
—William me preguntó cuántos años me parecía que tenía el niño. Yo no comprendí qué
importancia podía tener y sigo sin comprenderla, pero le di mi opinión.
—¿Y cuál era?
—Ocho, más o menos. Es difícil de adivinar, dadas las carencias que ha debido
soportar. Era pequeño y delgado, pero aun así… ¿Qué diferencia puede suponer la
edad que pueda tener?
—No estoy seguro, pero a William debe parecerle importante ya que ha intentado
decírmelo a pesar de la dosis de calmante que le había administrado el médico,
aunque supongo que el láudano podría ser responsable de la importancia de la edad
del niño.
—De no ser porque ayer me hizo a mí la misma pregunta, cuando nada podía
interferir en su capacidad de raciocinio.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Vie Jul 08, 2016 3:27 pm
Daré medio sonrió.
—Muy astuta, señorita Darlington. Puede que haya sido su intelecto lo que haya
atraído tanto a mi hermano. Y yo que creía que eran sus ojos de intensa mirada.
Examinó las palabras intentando encontrar otro significado aparte del obvio, que
era el más increíble.
—¿Atraer yo a su hermano? —repitió.
—¿Es que él no se lo ha dicho? Qué torpeza por mi parte haber desvelado su
secreto. Me temo que William sigue aferrado a la absurda noción de que por sus heridas
no puede despertar el interés de mujer alguna, por mucho que él se sienta atraído
por esa mujer. Me pregunto cómo su intelecto no le ha permitido llegar a esa
conclusión.
«Por mucho que él se sienta atraído por esa mujer… por mucho que él…».
—No se estará usted refiriendo a mí, ¿verdad?
—Entonces me pregunto por qué iba a molestarme yo en mantener esta
conversación con usted, señorita Darlington. Aún no estoy senil, a pesar de la
diferencia de nuestras edades.
—Pero…
Intentó recordar las palabras de Elizabeth, pero al hacerlo, recordó lo que había
vislumbrado en los ojos de Ian el día anterior. Y a la luz de lo que el conde acababa
de decir, su mirada cobraba un nuevo e intenso sentido que la obligaba a
reconsiderar todo lo que había creído entender en su relación.
Y sorprendentemente, el conde esperó.
—Está enamorado de otra persona —dijo al fin, consciente de que había sido esa
información lo que la había empujado a creer todo lo demás.
—¿Y quién le ha dicho eso? ¿El noble y testarudo de mi hermano?
—Su esposa.
—¿Elizabeth? —exclamó, arrugando el entrecejo—. No sé por qué ha podido pensar
algo así.
—Quizás porque se lo haya dicho su hermano —sugirió Maite.
—De ser así, le aseguro que lo habría hecho deliberadamente. Esa absurda nobleza
de la que le hablaba antes…
—¿Por lo de su salud?
—Otra quijotada suya. Son perfectos el uno para el otro —añadió, burlón.
—Se equivoca —dijo, intentando desesperadamente no dar lugar a la esperanza.
William Sinclair estaba enamorado de otra mujer. Por eso había retirado la cabeza
cuando ella había querido tocarlo.
Claro que también podía tener otro motivo, mucho más agradable para ella, por
supuesto. ¿Sería de verdad posible que su tutor, tal y como acababa de sugerir su
—Muy astuta, señorita Darlington. Puede que haya sido su intelecto lo que haya
atraído tanto a mi hermano. Y yo que creía que eran sus ojos de intensa mirada.
Examinó las palabras intentando encontrar otro significado aparte del obvio, que
era el más increíble.
—¿Atraer yo a su hermano? —repitió.
—¿Es que él no se lo ha dicho? Qué torpeza por mi parte haber desvelado su
secreto. Me temo que William sigue aferrado a la absurda noción de que por sus heridas
no puede despertar el interés de mujer alguna, por mucho que él se sienta atraído
por esa mujer. Me pregunto cómo su intelecto no le ha permitido llegar a esa
conclusión.
«Por mucho que él se sienta atraído por esa mujer… por mucho que él…».
—No se estará usted refiriendo a mí, ¿verdad?
—Entonces me pregunto por qué iba a molestarme yo en mantener esta
conversación con usted, señorita Darlington. Aún no estoy senil, a pesar de la
diferencia de nuestras edades.
—Pero…
Intentó recordar las palabras de Elizabeth, pero al hacerlo, recordó lo que había
vislumbrado en los ojos de Ian el día anterior. Y a la luz de lo que el conde acababa
de decir, su mirada cobraba un nuevo e intenso sentido que la obligaba a
reconsiderar todo lo que había creído entender en su relación.
Y sorprendentemente, el conde esperó.
—Está enamorado de otra persona —dijo al fin, consciente de que había sido esa
información lo que la había empujado a creer todo lo demás.
—¿Y quién le ha dicho eso? ¿El noble y testarudo de mi hermano?
—Su esposa.
—¿Elizabeth? —exclamó, arrugando el entrecejo—. No sé por qué ha podido pensar
algo así.
—Quizás porque se lo haya dicho su hermano —sugirió Maite.
—De ser así, le aseguro que lo habría hecho deliberadamente. Esa absurda nobleza
de la que le hablaba antes…
—¿Por lo de su salud?
—Otra quijotada suya. Son perfectos el uno para el otro —añadió, burlón.
—Se equivoca —dijo, intentando desesperadamente no dar lugar a la esperanza.
William Sinclair estaba enamorado de otra mujer. Por eso había retirado la cabeza
cuando ella había querido tocarlo.
Claro que también podía tener otro motivo, mucho más agradable para ella, por
supuesto. ¿Sería de verdad posible que su tutor, tal y como acababa de sugerir su
EsperanzaLR- Mensajes : 17168
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Vie Jul 08, 2016 3:30 pm
hermano, no se creyera merecedor de su amor? La idea era tan absurda que la habría
descartado inmediatamente, de no ser por…
Miró al conde a los ojos, cuya mirada ya no era fría ni burlona. Parecía, eso sí, algo
divertido y haciendo un esfuerzo de paciencia mientras la veía asimilar la idea que
acababa de implantarle en la cabeza.
Se lo había dicho deliberadamente porque sabía que William nunca lo haría. Y no había
nadie que conociera mejor a su tutor que su hermano. Y si Daré creía que era cierto…
—Gracias —le dijo con suavidad.
La línea severa de sus labios se relajó y aquel gesto le recordó al de otro hombre
que, tras la furia de la batalla, le dedicó una enigmática sonrisa.
—Voy demasiado formalmente vestido para interpretar el papel de Cupido y nunca
volveré a hacerlo, créame. El uso que haga de esta información es asunto suyo. No
suelo interferir en la vida de mi hermano. Sin embargo, nunca lo había visto
enamorado, excepto de la yegua que tenía cuando era niño.
—¿Está seguro, milord, de…?, es que no puedo permitirme un error en algo así.
—Willy admira el valor. A pesar de la indiscutible belleza de sus ojos, sospecho que la
atracción que mi hermano siente por usted tenga más que ver con esa cualidad que
con cualquier otra cosa.
—¿Está diciéndome que se siente atraído por mi valor? —preguntó, permitiéndose
una sonrisa.
La frialdad de la mirada de Daré había desaparecido por completo. Es más, parecía
mirarla con aire de conspirador.
—Perdone si no soy capaz de explicar cumplidamente la atracción de mi hermano.
Las personas se enamoran, según he descubierto, por las más sorprendentes razones.
—Y al fin y al cabo, yo no poseo ninguna otra cosa que pueda recomendarme —
añadió Maite, sonriendo.
Al parecer, estaba empezando a comprender al irónico hermano de William y quizás a
comprender también el amor de Elizabeth por él. Las personas se enamoran por las
más sorprendentes razones.
—Un corazón abierto y galante es la cualidad que garantizará para siempre el
respeto de un Sinclair y ruego porque usted posea ambas cosas para lidiar con el
recalcitrante de mi hermano. Y ahora, con su permiso, señorita Darlington, me
gustaría mucho disfrutar de mi cena. Es que tengo el desafortunado hábito de
desmayarme en las escaleras. Pregúnteselo a Elizabeth si lo desea.
—Maite —dijo, tendiéndole la mano—. Me llamo Maite.
Él la estudió largamente y ella lo miró a los ojos sin temor e intentando controlar la
sonrisa que pugnaba por aflorar a sus labios. Al final, Daré tomó su mano y se la
llevó a los labios, tal y como había hecho en otra ocasión.
descartado inmediatamente, de no ser por…
Miró al conde a los ojos, cuya mirada ya no era fría ni burlona. Parecía, eso sí, algo
divertido y haciendo un esfuerzo de paciencia mientras la veía asimilar la idea que
acababa de implantarle en la cabeza.
Se lo había dicho deliberadamente porque sabía que William nunca lo haría. Y no había
nadie que conociera mejor a su tutor que su hermano. Y si Daré creía que era cierto…
—Gracias —le dijo con suavidad.
La línea severa de sus labios se relajó y aquel gesto le recordó al de otro hombre
que, tras la furia de la batalla, le dedicó una enigmática sonrisa.
—Voy demasiado formalmente vestido para interpretar el papel de Cupido y nunca
volveré a hacerlo, créame. El uso que haga de esta información es asunto suyo. No
suelo interferir en la vida de mi hermano. Sin embargo, nunca lo había visto
enamorado, excepto de la yegua que tenía cuando era niño.
—¿Está seguro, milord, de…?, es que no puedo permitirme un error en algo así.
—Willy admira el valor. A pesar de la indiscutible belleza de sus ojos, sospecho que la
atracción que mi hermano siente por usted tenga más que ver con esa cualidad que
con cualquier otra cosa.
—¿Está diciéndome que se siente atraído por mi valor? —preguntó, permitiéndose
una sonrisa.
La frialdad de la mirada de Daré había desaparecido por completo. Es más, parecía
mirarla con aire de conspirador.
—Perdone si no soy capaz de explicar cumplidamente la atracción de mi hermano.
Las personas se enamoran, según he descubierto, por las más sorprendentes razones.
—Y al fin y al cabo, yo no poseo ninguna otra cosa que pueda recomendarme —
añadió Maite, sonriendo.
Al parecer, estaba empezando a comprender al irónico hermano de William y quizás a
comprender también el amor de Elizabeth por él. Las personas se enamoran por las
más sorprendentes razones.
—Un corazón abierto y galante es la cualidad que garantizará para siempre el
respeto de un Sinclair y ruego porque usted posea ambas cosas para lidiar con el
recalcitrante de mi hermano. Y ahora, con su permiso, señorita Darlington, me
gustaría mucho disfrutar de mi cena. Es que tengo el desafortunado hábito de
desmayarme en las escaleras. Pregúnteselo a Elizabeth si lo desea.
—Maite —dijo, tendiéndole la mano—. Me llamo Maite.
Él la estudió largamente y ella lo miró a los ojos sin temor e intentando controlar la
sonrisa que pugnaba por aflorar a sus labios. Al final, Daré tomó su mano y se la
llevó a los labios, tal y como había hecho en otra ocasión.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Vie Jul 08, 2016 3:32 pm
Y sin embargo, no tuvo nada en común con aquel otro gesto. No dejó de mirarla
mientras rozaba con los labios el dorso de la mano y la retuvo mientras la miraba un
instante más.
—Ojalá pudiera matar al hombre que hirió a mi hermano. Quiero que lo sepas, si
vamos a mantener alguna relación. Y en cuanto a la mujer que le haga daño en el
futuro…
—Sospecho que también desearía matarla. Pero he de decirle que no me siento
amenazada, milord. Si hay algo que puedo asegurarle es que jamás haré daño a su
hermano deliberadamente. Tiene mi palabra.
Él la miró un instante más y luego asintió. Y cuando quiso pasar, Maite no le
bloqueó el paso, sino que se quedó donde estaba, la mirada clavada en la puerta que
tenía enfrente.
Cuando William abrió los ojos, se dio cuenta de que había estado dormido todo el día.
Apenas había luz en la habitación y las ventanas estaban oscuras y opacas. Volvió la
cabeza hacia el lugar en el que se sentaba Daré. No esperaba que su hermano
estuviese allí después de tantas horas, pero conociendo a Val, no le habría
sorprendido.
Pero sí se llevó una buena sorpresa al identificar a su ocupante. La luz de la
lámpara encendida al otro lado de la habitación arrancaba reflejos cobrizos al pelo de
su protegida. Las pestañas le oscurecían los ojos. Parecía estarse mirando las manos,
inmóviles en el regazo.
No recordaba haberla visto nunca tan inmóvil. Siempre había animación en sus
facciones, los ojos llenos de humor y vida. O de ira, como el día anterior.
Quizás estuviera dormida, a pesar de lo rígido de la silla. Pero justo en aquel
momento levantó la cabeza, como si hubiera presentido que la estaba mirando.
Esperaba verla sonreír en cuanto se diera cuenta de que estaba despierto, pero no
fue así. Es más, los ángulos y planos de su cara parecían distintos. Era difícil
identificar el cambio sutil, pero había una serenidad en sus facciones que no había
visto antes. Una madurez tranquila que parecía haberse desarrollado de la noche a la
mañana.
—Estás despierto —dijo.
No era una pregunta, por supuesto, pero lo curioso era que, lo mismo que había
notado en su rostro, lo notó en su voz. Era tan suave como las sombras que envolvían
la habitación, lejos del alcance de la luz que brillaba en el rincón.
Pero no pudo descifrar su tono, a pesar de haber llegado a ser un experto en ello. Al
fin y al cabo, cuando encontrase al marido perfecto para la mujer de la que se había
enamorado, esos recuerdos pasarían a ser lo único que le quedase. Y lo único que lo
mantendría durante los años de soledad que lo esperaban.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —le preguntó.
—Desde que tu hermano se marchó.
mientras rozaba con los labios el dorso de la mano y la retuvo mientras la miraba un
instante más.
—Ojalá pudiera matar al hombre que hirió a mi hermano. Quiero que lo sepas, si
vamos a mantener alguna relación. Y en cuanto a la mujer que le haga daño en el
futuro…
—Sospecho que también desearía matarla. Pero he de decirle que no me siento
amenazada, milord. Si hay algo que puedo asegurarle es que jamás haré daño a su
hermano deliberadamente. Tiene mi palabra.
Él la miró un instante más y luego asintió. Y cuando quiso pasar, Maite no le
bloqueó el paso, sino que se quedó donde estaba, la mirada clavada en la puerta que
tenía enfrente.
Cuando William abrió los ojos, se dio cuenta de que había estado dormido todo el día.
Apenas había luz en la habitación y las ventanas estaban oscuras y opacas. Volvió la
cabeza hacia el lugar en el que se sentaba Daré. No esperaba que su hermano
estuviese allí después de tantas horas, pero conociendo a Val, no le habría
sorprendido.
Pero sí se llevó una buena sorpresa al identificar a su ocupante. La luz de la
lámpara encendida al otro lado de la habitación arrancaba reflejos cobrizos al pelo de
su protegida. Las pestañas le oscurecían los ojos. Parecía estarse mirando las manos,
inmóviles en el regazo.
No recordaba haberla visto nunca tan inmóvil. Siempre había animación en sus
facciones, los ojos llenos de humor y vida. O de ira, como el día anterior.
Quizás estuviera dormida, a pesar de lo rígido de la silla. Pero justo en aquel
momento levantó la cabeza, como si hubiera presentido que la estaba mirando.
Esperaba verla sonreír en cuanto se diera cuenta de que estaba despierto, pero no
fue así. Es más, los ángulos y planos de su cara parecían distintos. Era difícil
identificar el cambio sutil, pero había una serenidad en sus facciones que no había
visto antes. Una madurez tranquila que parecía haberse desarrollado de la noche a la
mañana.
—Estás despierto —dijo.
No era una pregunta, por supuesto, pero lo curioso era que, lo mismo que había
notado en su rostro, lo notó en su voz. Era tan suave como las sombras que envolvían
la habitación, lejos del alcance de la luz que brillaba en el rincón.
Pero no pudo descifrar su tono, a pesar de haber llegado a ser un experto en ello. Al
fin y al cabo, cuando encontrase al marido perfecto para la mujer de la que se había
enamorado, esos recuerdos pasarían a ser lo único que le quedase. Y lo único que lo
mantendría durante los años de soledad que lo esperaban.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —le preguntó.
—Desde que tu hermano se marchó.
EsperanzaLR- Mensajes : 17168
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por SuenoLR Sáb Jul 09, 2016 12:12 am
Sique mi Kat
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por Joanita Sáb Jul 09, 2016 7:33 am
Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 12:52 pm
SuenoLR escribió:Sique mi Kat
Ahora sigo mi Tonia
EsperanzaLR- Mensajes : 17168
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 12:53 pm
Joanita escribió:Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!
Ahora sigo Joanita
EsperanzaLR- Mensajes : 17168
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 12:55 pm
—¿Val se ha ido?
Saberlo le causó cierto temor, aunque a su cabeza aún aturdida por la medicación le
resultó difícil identificar la razón. Recordaba haberle hecho venir, pero de lo que no
estaba seguro era de haberle explicado por qué. Si Val ya no estaba en Londres…
—Sólo a comer y a dormir. Estuvo de viaje prácticamente toda la noche. Al parecer,
tu nota era bastante urgente.
William intentó recordar la lógica que le había instigado a tal urgencia. De lo único que
se acordaba era de creer que Anne estaba en peligro y hasta que él fuese de nuevo
capaz de protegerla…
Capaz de protegerla. Aquellas palabras parecieron burlarse de él a través de la nube
de láudano que oscurecía su pensamiento. Tan incapaz iba a ser de proteger a Maite
como de convencerse de no estar enamorado de ella. El hecho de estar postrado en
una cama se burlaba de ambas cosas.
—Pero no me ha dicho por qué le pediste que viniera —añadió.
Porque… Las razones, aun aquellas que conseguía encontrar en su desordenado
cerebro, parecían tan insustanciales como el humo. ¿Sería porque, tal y como había
dicho McKinley, Maite Darlington fuese un imán para los problemas? ¿O porque sus
propias limitaciones le habían hecho exagerar el significado de los dos incidentes en
los que ella había corrido peligro? Dar respuesta a las dos preguntas quedaba fuera
de su alcance por aquella noche. Lo mismo que combatir aquellos peligros había
resultado estar humillantemente fuera de su alcance físico.
—Es mi hermano —confesó— y estoy acostumbrado a depender de él.
Se tocó con la mano el vendaje que el doctor le había aplicado en la frente.
—¿Te duele la cabeza?
—No mucho más que el resto del cuerpo.
Sonrió y sólo entonces se dio cuenta de la dolorosa sequedad de sus labios. El
láudano, que siempre le producía ese efecto, uno de los efectos secundarios menores.
Los peores para él eran las pesadillas y los temblores, de los que había tenido una
buena dosis mientras lo repatriaban herido.
Ojalá el doctor McKinley no hubiera insistido tanto en que se lo tomara. Necesitaba
mantener la guardia alta y las emociones controladas estando con Maite, algo que
cada día le costaba más trabajo. Y después de lo ocurrido el día anterior…
El recuerdo de su cuerpo pegado al de ella fue de pronto demasiado vívido y tuvo
la sensación de estar sintiendo aún la curva de sus pechos al respirar. E,
increíblemente, dado el estado de debilidad de su cuerpo, estaba reaccionando del
mismo modo ante el recuerdo que lo había hecho ante la dulce realidad. Al menos
aquella vez…
—¿Por qué me preguntaste por el niño? —quiso saber Maite
William respiró hondo para volver al presente. Era una ironía recordar lo mucho que
estimaba antes su dominio de sí. Qué burla, ante lo que sentía por su protegida,
Saberlo le causó cierto temor, aunque a su cabeza aún aturdida por la medicación le
resultó difícil identificar la razón. Recordaba haberle hecho venir, pero de lo que no
estaba seguro era de haberle explicado por qué. Si Val ya no estaba en Londres…
—Sólo a comer y a dormir. Estuvo de viaje prácticamente toda la noche. Al parecer,
tu nota era bastante urgente.
William intentó recordar la lógica que le había instigado a tal urgencia. De lo único que
se acordaba era de creer que Anne estaba en peligro y hasta que él fuese de nuevo
capaz de protegerla…
Capaz de protegerla. Aquellas palabras parecieron burlarse de él a través de la nube
de láudano que oscurecía su pensamiento. Tan incapaz iba a ser de proteger a Maite
como de convencerse de no estar enamorado de ella. El hecho de estar postrado en
una cama se burlaba de ambas cosas.
—Pero no me ha dicho por qué le pediste que viniera —añadió.
Porque… Las razones, aun aquellas que conseguía encontrar en su desordenado
cerebro, parecían tan insustanciales como el humo. ¿Sería porque, tal y como había
dicho McKinley, Maite Darlington fuese un imán para los problemas? ¿O porque sus
propias limitaciones le habían hecho exagerar el significado de los dos incidentes en
los que ella había corrido peligro? Dar respuesta a las dos preguntas quedaba fuera
de su alcance por aquella noche. Lo mismo que combatir aquellos peligros había
resultado estar humillantemente fuera de su alcance físico.
—Es mi hermano —confesó— y estoy acostumbrado a depender de él.
Se tocó con la mano el vendaje que el doctor le había aplicado en la frente.
—¿Te duele la cabeza?
—No mucho más que el resto del cuerpo.
Sonrió y sólo entonces se dio cuenta de la dolorosa sequedad de sus labios. El
láudano, que siempre le producía ese efecto, uno de los efectos secundarios menores.
Los peores para él eran las pesadillas y los temblores, de los que había tenido una
buena dosis mientras lo repatriaban herido.
Ojalá el doctor McKinley no hubiera insistido tanto en que se lo tomara. Necesitaba
mantener la guardia alta y las emociones controladas estando con Maite, algo que
cada día le costaba más trabajo. Y después de lo ocurrido el día anterior…
El recuerdo de su cuerpo pegado al de ella fue de pronto demasiado vívido y tuvo
la sensación de estar sintiendo aún la curva de sus pechos al respirar. E,
increíblemente, dado el estado de debilidad de su cuerpo, estaba reaccionando del
mismo modo ante el recuerdo que lo había hecho ante la dulce realidad. Al menos
aquella vez…
—¿Por qué me preguntaste por el niño? —quiso saber Maite
William respiró hondo para volver al presente. Era una ironía recordar lo mucho que
estimaba antes su dominio de sí. Qué burla, ante lo que sentía por su protegida,
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 1:00 pm
además de su determinación de no enamorarse de ninguna mujer, teniendo en
cuenta que ya no tenía nada que ofrecer. Ni siquiera la vida.
—Me pareció demasiado… listo.
—¿Demasiado listo?
William intentó recordar lo que le había hecho sospechar. Afortunadamente, cuanto más
tiempo permanecía despierto, más se le aclaraba la cabeza.
—Tenía que saber lo que ocurriría si se escapaba, como también sabría, que a pesar
de acudir a ti, no conseguiría escapar al castigo último. El deshollinador tenía
derecho legal a hacer lo que estaba haciendo. Y cualquier niño que ha trabajado de
ese modo ha probado ya demasiadas veces la correa como para ser relativamente
insensible a ello.
—¿Y a que le quemen los pies? ¿También tiene que ser insensible a eso?
—Es que no los tenía quemados —recordó. Aquello era precisamente lo que le
había llamado la atención en el incidente—. Se los miré atentamente.
—No pudiste verle las plantas.
—Esa práctica causa quemaduras también en los bordes y en la parte superior del
pie. Sería imposible controlar la antorcha hasta tal punto que sólo se le quemasen las
plantas. Los pies del niño no tenían rastro de ese maltrato. Ni siquiera viejas
cicatrices.
Maite movió la cabeza. Estaba intentando reconciliar lo que estaba oyendo con lo
ocurrido.
—Entonces, ¿por qué lo diría?
—Para despertar tu compasión, quizás.
Ella volvió a mover la cabeza casi inconscientemente.
—Si fue así, funcionó —dijo al fin.
—Habría funcionado con cualquiera que tuviese buen corazón.
Ella se rió y su risa resonó en el pecho de Ian. Había nacido para la alegría. Lo había
sabido desde el momento mismo en que sus ojos, brillantes de ganas de vivir, lo
habían desafiado en los pasillos de Fenton.
—Mi principal defecto, según la señora Kemp.
—Creo que ella consideraba tu principal defecto cierta tendencia al romanticismo —
recordó William.
La risa se desvaneció primero de sus labios y poco después, de sus ojos, que
siguieron mirándolo.
—Es de lo que tú tienes miedo —dijo en voz baja.
El corazón se le detuvo un segundo y luego comenzó a latir muy deprisa, un
fenómeno que antes sólo había experimentado al enfrentarse al combate. Lo mismo
que un temor que comenzaba a calarle en los huesos.
cuenta que ya no tenía nada que ofrecer. Ni siquiera la vida.
—Me pareció demasiado… listo.
—¿Demasiado listo?
William intentó recordar lo que le había hecho sospechar. Afortunadamente, cuanto más
tiempo permanecía despierto, más se le aclaraba la cabeza.
—Tenía que saber lo que ocurriría si se escapaba, como también sabría, que a pesar
de acudir a ti, no conseguiría escapar al castigo último. El deshollinador tenía
derecho legal a hacer lo que estaba haciendo. Y cualquier niño que ha trabajado de
ese modo ha probado ya demasiadas veces la correa como para ser relativamente
insensible a ello.
—¿Y a que le quemen los pies? ¿También tiene que ser insensible a eso?
—Es que no los tenía quemados —recordó. Aquello era precisamente lo que le
había llamado la atención en el incidente—. Se los miré atentamente.
—No pudiste verle las plantas.
—Esa práctica causa quemaduras también en los bordes y en la parte superior del
pie. Sería imposible controlar la antorcha hasta tal punto que sólo se le quemasen las
plantas. Los pies del niño no tenían rastro de ese maltrato. Ni siquiera viejas
cicatrices.
Maite movió la cabeza. Estaba intentando reconciliar lo que estaba oyendo con lo
ocurrido.
—Entonces, ¿por qué lo diría?
—Para despertar tu compasión, quizás.
Ella volvió a mover la cabeza casi inconscientemente.
—Si fue así, funcionó —dijo al fin.
—Habría funcionado con cualquiera que tuviese buen corazón.
Ella se rió y su risa resonó en el pecho de Ian. Había nacido para la alegría. Lo había
sabido desde el momento mismo en que sus ojos, brillantes de ganas de vivir, lo
habían desafiado en los pasillos de Fenton.
—Mi principal defecto, según la señora Kemp.
—Creo que ella consideraba tu principal defecto cierta tendencia al romanticismo —
recordó William.
La risa se desvaneció primero de sus labios y poco después, de sus ojos, que
siguieron mirándolo.
—Es de lo que tú tienes miedo —dijo en voz baja.
El corazón se le detuvo un segundo y luego comenzó a latir muy deprisa, un
fenómeno que antes sólo había experimentado al enfrentarse al combate. Lo mismo
que un temor que comenzaba a calarle en los huesos.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 1:07 pm
Y es que no estaba preparado para aquello. Que ella hubiera identificado sus
temores era algo tan inesperado como lo había sido la confrontación en la calle.
Intentó pensar en cómo repeler el ataque y deseó que el control que siempre había
gobernado su comportamiento no se hubiese visto debilitado por los efectos de la
droga. De la droga y del contacto inesperado de su cuerpo hambriento y dolorido
con el cuerpo joven y fuerte de Maite Darlington.
Joven, fuerte y hermoso. Y merecedor de algo más que de los despojos del hombre
que fue una vez.
Si hubiese alguna garantía del tiempo que iba a resistir su corazón, podría haberse
mostrado tan débil como para ofrecérselo. Y teniendo en cuenta su naturaleza, ella
incluso podría haberlo aceptado, sin pararse tan siquiera a compararlo con su valía.
—No comprendo —dijo él.
—Tienes miedo de que lo que siento por ti sea el resultado de mi buen corazón —
dijo—. O de mi romanticismo.
—¿Lo que sientes por mí? —repitió con incredulidad.
—Al menos ten la delicadeza de hablarme con sinceridad —le pidió—. Tu hermano
me lo dijo… que un corazón abierto y galante siempre se ganaría el favor de los
Sinclair. Yo estoy intentando tener ambas cosas. Espero que tú también lo intentes.
Hizo una pausa, mirándolo a los ojos como si esperase su confirmación, pero Ian se
sintió incapaz de dársela.
La sangre le rugía en las venas, casi tan fuerte como para hogar el sonido de su voz.
—Entonces, seré yo la primera en sincerarme —contestó ella ante su falta de
respuesta—. Estoy enamorada de ti. No sé cuándo comenzó; ni siquiera cuándo me
di cuenta de ello por primera vez. Siempre había pensado que reconocería
inmediatamente al hombre al que amaría en mi vida. Sin embargo…
La voz se le rompió y los ojos se le llenaron de lágrimas, pero parpadeó
rápidamente.
—Sin embargo —continuó y su voz era tan baja que William tenía que esforzarse para
seguir sus palabras—, ocurrió tan despacio que no me di cuenta de lo que estaba
ocurriendo hasta que era ya demasiado tarde. Tanto que no podía preparar mi
corazón ante la cruel posibilidad de que tú no me quisieras.
Hizo otra pausa, conteniendo la emoción que amenazaba con desbordarla.
—De modo que no tengo protección alguna contra lo que siento —dijo—, pero
puedo asegurarte con toda la sinceridad y el valor que poseo que lo que siento por ti
en mi corazón no tiene nada que ver con la compasión.
El silencio se prolongó mientras sus palabras se repetían una y otra vez en su
cabeza. Y si su razón fuese la que ella declaraba, podría haber bastado para
derrumbar su determinación. Pero no lo era.
Él era el guardián de su corazón, que había sido creado para la alegría y no para el
sufrimiento. La decisión que había tomado sobre su futuro no tenía nada que ver con
temores era algo tan inesperado como lo había sido la confrontación en la calle.
Intentó pensar en cómo repeler el ataque y deseó que el control que siempre había
gobernado su comportamiento no se hubiese visto debilitado por los efectos de la
droga. De la droga y del contacto inesperado de su cuerpo hambriento y dolorido
con el cuerpo joven y fuerte de Maite Darlington.
Joven, fuerte y hermoso. Y merecedor de algo más que de los despojos del hombre
que fue una vez.
Si hubiese alguna garantía del tiempo que iba a resistir su corazón, podría haberse
mostrado tan débil como para ofrecérselo. Y teniendo en cuenta su naturaleza, ella
incluso podría haberlo aceptado, sin pararse tan siquiera a compararlo con su valía.
—No comprendo —dijo él.
—Tienes miedo de que lo que siento por ti sea el resultado de mi buen corazón —
dijo—. O de mi romanticismo.
—¿Lo que sientes por mí? —repitió con incredulidad.
—Al menos ten la delicadeza de hablarme con sinceridad —le pidió—. Tu hermano
me lo dijo… que un corazón abierto y galante siempre se ganaría el favor de los
Sinclair. Yo estoy intentando tener ambas cosas. Espero que tú también lo intentes.
Hizo una pausa, mirándolo a los ojos como si esperase su confirmación, pero Ian se
sintió incapaz de dársela.
La sangre le rugía en las venas, casi tan fuerte como para hogar el sonido de su voz.
—Entonces, seré yo la primera en sincerarme —contestó ella ante su falta de
respuesta—. Estoy enamorada de ti. No sé cuándo comenzó; ni siquiera cuándo me
di cuenta de ello por primera vez. Siempre había pensado que reconocería
inmediatamente al hombre al que amaría en mi vida. Sin embargo…
La voz se le rompió y los ojos se le llenaron de lágrimas, pero parpadeó
rápidamente.
—Sin embargo —continuó y su voz era tan baja que William tenía que esforzarse para
seguir sus palabras—, ocurrió tan despacio que no me di cuenta de lo que estaba
ocurriendo hasta que era ya demasiado tarde. Tanto que no podía preparar mi
corazón ante la cruel posibilidad de que tú no me quisieras.
Hizo otra pausa, conteniendo la emoción que amenazaba con desbordarla.
—De modo que no tengo protección alguna contra lo que siento —dijo—, pero
puedo asegurarte con toda la sinceridad y el valor que poseo que lo que siento por ti
en mi corazón no tiene nada que ver con la compasión.
El silencio se prolongó mientras sus palabras se repetían una y otra vez en su
cabeza. Y si su razón fuese la que ella declaraba, podría haber bastado para
derrumbar su determinación. Pero no lo era.
Él era el guardián de su corazón, que había sido creado para la alegría y no para el
sufrimiento. La decisión que había tomado sobre su futuro no tenía nada que ver con
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 1:09 pm
el testamento de su padre, sino con el legado que la cobardía de Darlington le había
metido dentro del pecho. Era como si pudiera sentirlo físicamente. Como si fuese el
peso del metal frío, como la muerte que inevitablemente le acarrearía.
—Créeme —contestó, odiándose por lo que iba a hacer. Y sin embargo, aquel odio
no sería nada comparado con lo que sentiría si se dejaba llevar por el egoísmo y
aceptaba lo que ella le ofrecía—: no es que no valore tu afecto…
Tuvo que detenerse al ver el impacto de su rechazo en la cara de Maite. Un
momento antes sus facciones le habían parecido más maduras, pero en aquel instante
las vio envejecer ante sus ojos. La curva suave y joven de sus mejillas se endureció y
perdió turgencia. Sus labios adelgazaron.
—Valorarlo sí, pero desearlo, no —replicó.
Se preguntó si sería capaz de seguir adelante con aquella mentira al recordar las
noches que había pasado despierto, deseándola. Soñando con ella. Necesitándola de
tal modo que todo el cuerpo le dolía y temblaba en la oscuridad.
—El problema no está en lo que tú me ofreces —dijo con suavidad.
—Tu hermano me dijo que no crees merecer el amor de una mujer.
—Mi hermano dice muchas cosas —contestó, sonriendo—. A veces incluso cree que
sabe de mí más que yo mismo. No tenía derecho a hablarte de mis sentimientos y lo
único que puedo decirte es que siento muchísimo que haya creado este
malentendido.
—Elizabeth me dijo que estás enamorado de otra mujer. Si me dijeras que eso es
cierto, entonces… entonces nunca volvería a hablarte de lo que acabo de decir.
Un corazón abierto y galante. Una mentira más y ella terminaría por olvidar lo que
creía sentir por él. «Es tan joven…», pensó, intentando justificarse por lo que iba a
hacer. Demasiado joven para poder sentir algo demasiado trascendente.
«Tienes miedo de que lo que siento por ti sea el resultado de mi buen corazón. O de mi
romanticismo». Se equivocaba, por supuesto, porque lo que de verdad temía, más que
a nada en el mundo, era de que no fuese así.
Una mentira más. «Al menos ten la delicadeza de hablarme con sinceridad».
—Elizabeth se equivocaba —dijo y no pudo soportar ver la chispa de esperanza que
se encendía en sus ojos, de modo que añadió las palabras que iban a destruirla, con
tanta certeza como se estaba destruyendo a sí mismo—. Pero mi hermano también.
Ella no dijo nada, sino que siguió mirándolo a los ojos. Y entonces, cuando él supo
que no iba a soportar ni un instante más su escrutinio, la vio asentir con un
movimiento casi imperceptible.
Se levantó y sin volver a mirarlo, lo dejó solo con el recuerdo frío y negro de la
respuesta que había presenciado en su rostro al pronunciar la mentira que había
elegido. Sabía que era la más cruel de las dos armas que ella le había puesto en las
manos, pero la había elegido porque sería, o así lo esperaba él, la más efectiva.
metido dentro del pecho. Era como si pudiera sentirlo físicamente. Como si fuese el
peso del metal frío, como la muerte que inevitablemente le acarrearía.
—Créeme —contestó, odiándose por lo que iba a hacer. Y sin embargo, aquel odio
no sería nada comparado con lo que sentiría si se dejaba llevar por el egoísmo y
aceptaba lo que ella le ofrecía—: no es que no valore tu afecto…
Tuvo que detenerse al ver el impacto de su rechazo en la cara de Maite. Un
momento antes sus facciones le habían parecido más maduras, pero en aquel instante
las vio envejecer ante sus ojos. La curva suave y joven de sus mejillas se endureció y
perdió turgencia. Sus labios adelgazaron.
—Valorarlo sí, pero desearlo, no —replicó.
Se preguntó si sería capaz de seguir adelante con aquella mentira al recordar las
noches que había pasado despierto, deseándola. Soñando con ella. Necesitándola de
tal modo que todo el cuerpo le dolía y temblaba en la oscuridad.
—El problema no está en lo que tú me ofreces —dijo con suavidad.
—Tu hermano me dijo que no crees merecer el amor de una mujer.
—Mi hermano dice muchas cosas —contestó, sonriendo—. A veces incluso cree que
sabe de mí más que yo mismo. No tenía derecho a hablarte de mis sentimientos y lo
único que puedo decirte es que siento muchísimo que haya creado este
malentendido.
—Elizabeth me dijo que estás enamorado de otra mujer. Si me dijeras que eso es
cierto, entonces… entonces nunca volvería a hablarte de lo que acabo de decir.
Un corazón abierto y galante. Una mentira más y ella terminaría por olvidar lo que
creía sentir por él. «Es tan joven…», pensó, intentando justificarse por lo que iba a
hacer. Demasiado joven para poder sentir algo demasiado trascendente.
«Tienes miedo de que lo que siento por ti sea el resultado de mi buen corazón. O de mi
romanticismo». Se equivocaba, por supuesto, porque lo que de verdad temía, más que
a nada en el mundo, era de que no fuese así.
Una mentira más. «Al menos ten la delicadeza de hablarme con sinceridad».
—Elizabeth se equivocaba —dijo y no pudo soportar ver la chispa de esperanza que
se encendía en sus ojos, de modo que añadió las palabras que iban a destruirla, con
tanta certeza como se estaba destruyendo a sí mismo—. Pero mi hermano también.
Ella no dijo nada, sino que siguió mirándolo a los ojos. Y entonces, cuando él supo
que no iba a soportar ni un instante más su escrutinio, la vio asentir con un
movimiento casi imperceptible.
Se levantó y sin volver a mirarlo, lo dejó solo con el recuerdo frío y negro de la
respuesta que había presenciado en su rostro al pronunciar la mentira que había
elegido. Sabía que era la más cruel de las dos armas que ella le había puesto en las
manos, pero la había elegido porque sería, o así lo esperaba él, la más efectiva.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 1:18 pm
—¿Me has hecho llamar? —preguntó el conde de Daré. Había abierto la puerta de
par en par, más seguro quizás de su recibimiento.
—Entra —le pidió y esperó a que Daré hubiese cerrado la puerta y estuviera junto a
la cama.
Hubiera preferido no tener que llevar aquella conversación en forma tan directa,
pero las cosas que tenía que decirle a su hermano no podían esperar. Ya había
causado bastante daño por su reticencia a hablar con sinceridad.
—Le has dicho a mi protegida que estoy enamorado de ella.
Leyó la sorpresa en los ojos de su hermano con la misma facilidad que leyó el dolor
en los de Maite.
—Parece que la señorita Darlington no pierde el tiempo para conseguir lo que desea
—comentó, intentando no sonreír.
—Es muy joven y lo que cree sentir por mí se basa en un infortunio y teniendo en
cuenta su edad, puede que en una tendencia natural al romanticismo.
—¿Y lo que tú sientes por ella?
—No tenías derecho a hablarle de ello.
Daré arqueó una sola ceja.
—Tenía el derecho de un hermano, creo yo.
—Eres un arrogante y un bastardo —masculló—. No tienes ni idea de lo que has
hecho.
—¿Acaso niegas que la quieres? Pues te aseguro que eso no va a hacerte ningún
bien. Te conozco demasiado.
—No me conoces en absoluto. No si crees que la razón por la que he ocultado lo
que siento es por la cojera. ¿Es que me tomas por imbécil, o por un hombre tan
simple capaz de rechazar el amor de] Maite porque no pueda bailar con ella?
Las pupilas de su hermano se dilataron.
—No tienes ni idea de lo que has hecho —continuó Ian, haciendo énfasis en todas
sus palabras—. Que yo decida amar o dejar de amar no es asunto tuyo, como
tampoco lo es lo que haga con mis sentimientos. No soy Sebastian, que no conoce sus
propias emociones lo bastante bien para controlarlas. Soy el Sinclair que no es ni
impetuoso ni irreflexivo. ¿Cómo te atreves a cuestionar las decisiones que tomo sobre
mi propia vida? ¿Y cómo te atreves a confiar mis sentimientos a una mujer?
La respuesta de Val fue la furia. Seguramente nadie le había hablado al conde de
Daré así y mucho menos uno de sus hermanos. Afortunadamente, tuvo el detalle de
no contestar y a pesar de su ira, William respiró hondo para terminar lo que había
comenzado.
—Eres el cabeza de esta familia, pero no por ello tienes derecho a interferir en mi
vida. Desde que he vuelto a Inglaterra no has dejado de tratarme como a un niño,
incapaz de decidir lo que puedo o no puedo hacer. Y porque te quiero, he soportado
par en par, más seguro quizás de su recibimiento.
—Entra —le pidió y esperó a que Daré hubiese cerrado la puerta y estuviera junto a
la cama.
Hubiera preferido no tener que llevar aquella conversación en forma tan directa,
pero las cosas que tenía que decirle a su hermano no podían esperar. Ya había
causado bastante daño por su reticencia a hablar con sinceridad.
—Le has dicho a mi protegida que estoy enamorado de ella.
Leyó la sorpresa en los ojos de su hermano con la misma facilidad que leyó el dolor
en los de Maite.
—Parece que la señorita Darlington no pierde el tiempo para conseguir lo que desea
—comentó, intentando no sonreír.
—Es muy joven y lo que cree sentir por mí se basa en un infortunio y teniendo en
cuenta su edad, puede que en una tendencia natural al romanticismo.
—¿Y lo que tú sientes por ella?
—No tenías derecho a hablarle de ello.
Daré arqueó una sola ceja.
—Tenía el derecho de un hermano, creo yo.
—Eres un arrogante y un bastardo —masculló—. No tienes ni idea de lo que has
hecho.
—¿Acaso niegas que la quieres? Pues te aseguro que eso no va a hacerte ningún
bien. Te conozco demasiado.
—No me conoces en absoluto. No si crees que la razón por la que he ocultado lo
que siento es por la cojera. ¿Es que me tomas por imbécil, o por un hombre tan
simple capaz de rechazar el amor de] Maite porque no pueda bailar con ella?
Las pupilas de su hermano se dilataron.
—No tienes ni idea de lo que has hecho —continuó Ian, haciendo énfasis en todas
sus palabras—. Que yo decida amar o dejar de amar no es asunto tuyo, como
tampoco lo es lo que haga con mis sentimientos. No soy Sebastian, que no conoce sus
propias emociones lo bastante bien para controlarlas. Soy el Sinclair que no es ni
impetuoso ni irreflexivo. ¿Cómo te atreves a cuestionar las decisiones que tomo sobre
mi propia vida? ¿Y cómo te atreves a confiar mis sentimientos a una mujer?
La respuesta de Val fue la furia. Seguramente nadie le había hablado al conde de
Daré así y mucho menos uno de sus hermanos. Afortunadamente, tuvo el detalle de
no contestar y a pesar de su ira, William respiró hondo para terminar lo que había
comenzado.
—Eres el cabeza de esta familia, pero no por ello tienes derecho a interferir en mi
vida. Desde que he vuelto a Inglaterra no has dejado de tratarme como a un niño,
incapaz de decidir lo que puedo o no puedo hacer. Y porque te quiero, he soportado
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 1:20 pm
e incluso perdonado tus desmesurados intentos de protegerme. Pero te juro, Val, que
nunca te perdonaré por esto.
El conde siguió sin responder, aunque el pequeño rubí que le sujetaba la cortaba
subía y bajaba con la fuerza de su respiración y tenía los dientes apretados. Siguió
esperando, al parecer consciente de que su hermano no había terminado.
—Me gustaría pedirte que te marcharas de esta casa. Sé que no tengo derecho a
hacerlo ya que la casa y su contenido te pertenece. Te aseguro que si pudiera…
No terminó la frase. No quería admitir que era incapaz físicamente de marcharse. Y
qué satisfacción le habría proporcionado salir de la casa de su hermano dando un
portazo, rechazando su caridad y su preocupación. Pero ya que no podía hacerlo, lo
mejor era intentar echarlo a él. Y a juzgar por la forma en que lo miraba, su hermano
parecía tan sorprendido por aquella salida tan fuera de su comportamiento habitual
que puede que incluso lo consiguiera.
—Quiero disculparme por… —empezó Daré.
—¡No quiero que te disculpes, maldita sea! Quiero que te vayas.
Hubo otro silencio, en el que el conde evaluó su tono.
—Ha sido un error por mi parte interferir en tu vida —dijo Daré al fin—. Hablaré
con Maite y se lo diré así.
—Ya he hablado yo con Maite y no tienes ni idea del daño que has causado, de
modo que si te atreves a hablar con ella antes de marcharte, te juro que nunca volveré
a mirarte a la cara. Y lo que hubiera entre nosotros en el pasado, el amor fraterno
que…
—No —le interrumpió Daré que no quería oír aquella amenaza.
—Entonces, vete —repitió, implacable.
—Comprendo que…
—Lo único que tienes que comprender es que ésta es mi decisión y créeme, no la
tomo a la ligera o sin razones de peso. Y no tiene nada que ver con la vanidad, el
orgullo o alguna de las sandeces a las que la has achacado.
—Si la quieres… —intentó decir Daré.
—Si es así, tú no tienes nada que decir.
Otro silencio.
—Eres mi preocupación. Al menos, concédeme eso.
—No lo soy. Sé que estás acostumbrado a pensar en mí como en un niño que
necesita tu tutela y puede que en un tiempo fuera así. Pero después de lo de la
Península, te aseguro que no.
—Me temo que…
—Lo que deberías temer es la ruptura de nuestra relación, que ocurrirá si persistes
en esto. No hay nada que debas temer de mí más que eso.
nunca te perdonaré por esto.
El conde siguió sin responder, aunque el pequeño rubí que le sujetaba la cortaba
subía y bajaba con la fuerza de su respiración y tenía los dientes apretados. Siguió
esperando, al parecer consciente de que su hermano no había terminado.
—Me gustaría pedirte que te marcharas de esta casa. Sé que no tengo derecho a
hacerlo ya que la casa y su contenido te pertenece. Te aseguro que si pudiera…
No terminó la frase. No quería admitir que era incapaz físicamente de marcharse. Y
qué satisfacción le habría proporcionado salir de la casa de su hermano dando un
portazo, rechazando su caridad y su preocupación. Pero ya que no podía hacerlo, lo
mejor era intentar echarlo a él. Y a juzgar por la forma en que lo miraba, su hermano
parecía tan sorprendido por aquella salida tan fuera de su comportamiento habitual
que puede que incluso lo consiguiera.
—Quiero disculparme por… —empezó Daré.
—¡No quiero que te disculpes, maldita sea! Quiero que te vayas.
Hubo otro silencio, en el que el conde evaluó su tono.
—Ha sido un error por mi parte interferir en tu vida —dijo Daré al fin—. Hablaré
con Maite y se lo diré así.
—Ya he hablado yo con Maite y no tienes ni idea del daño que has causado, de
modo que si te atreves a hablar con ella antes de marcharte, te juro que nunca volveré
a mirarte a la cara. Y lo que hubiera entre nosotros en el pasado, el amor fraterno
que…
—No —le interrumpió Daré que no quería oír aquella amenaza.
—Entonces, vete —repitió, implacable.
—Comprendo que…
—Lo único que tienes que comprender es que ésta es mi decisión y créeme, no la
tomo a la ligera o sin razones de peso. Y no tiene nada que ver con la vanidad, el
orgullo o alguna de las sandeces a las que la has achacado.
—Si la quieres… —intentó decir Daré.
—Si es así, tú no tienes nada que decir.
Otro silencio.
—Eres mi preocupación. Al menos, concédeme eso.
—No lo soy. Sé que estás acostumbrado a pensar en mí como en un niño que
necesita tu tutela y puede que en un tiempo fuera así. Pero después de lo de la
Península, te aseguro que no.
—Me temo que…
—Lo que deberías temer es la ruptura de nuestra relación, que ocurrirá si persistes
en esto. No hay nada que debas temer de mí más que eso.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Sáb Jul 09, 2016 1:24 pm
—William…
El miedo que había visto en los ojos de su hermano quedó expresado en aquella
única palabra.
Y al oírlo, William se explicó lo que pudo.
—Si hubiera algún modo de hacerla mía, créeme: lo haría.
Aquella vez, el silencio duró más y en él reverberaron todos los recuerdos de lo que
habían significado el uno para el otro y al final, fue el conde de Daré quien asintió.
—Si me necesitas, no tienes más que hacérmelo saber.
E inclinándose leve y formalmente, dio media vuelta. Y, como Maite, no miró atrás
antes de cerrar a su espalda.
El miedo que había visto en los ojos de su hermano quedó expresado en aquella
única palabra.
Y al oírlo, William se explicó lo que pudo.
—Si hubiera algún modo de hacerla mía, créeme: lo haría.
Aquella vez, el silencio duró más y en él reverberaron todos los recuerdos de lo que
habían significado el uno para el otro y al final, fue el conde de Daré quien asintió.
—Si me necesitas, no tienes más que hacérmelo saber.
E inclinándose leve y formalmente, dio media vuelta. Y, como Maite, no miró atrás
antes de cerrar a su espalda.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por Joanita Sáb Jul 09, 2016 2:00 pm
Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por SuenoLR Dom Jul 10, 2016 3:29 am
Sique mi Kat
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Dom Jul 10, 2016 1:44 pm
Joanita escribió:Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!
Ahora sigo Joanita
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Dom Jul 10, 2016 1:45 pm
SuenoLR escribió:Sique mi Kat
Ahora sigo mi Tonia
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Dom Jul 10, 2016 1:47 pm
Capítulo 11
Había un cierto parecido en todo, pensó Maite mientras evolucionaba con los pasos
ya familiares del cotillón. No un parecido en los bailes, por supuesto, sino entre los
días agotadores de la temporada de actos sociales, en la que estaba pasando sin
descanso de un evento a otro, con el tiempo justo para cambiarse de vestido para la
siguiente ocasión.
Las exigencias del riguroso calendario que lady Laúd había impuesto habían
tenido, sin embargo, dos de los resultados pretendidos. A lo largo de la sesión de
cenas y salidas en los que había sido presentada y durante los cuales debía conversar
con extraños, no había tenido tiempo de pensar en William. Y por las noches estaba tan
agotada que casi siempre conseguía quedarse dormida sin llorar. Casi siempre.
Con su amabilidad acostumbrada, su tutor había hecho que los días transcurridos
desde la marcha de su hermano fuesen lo más fáciles posibles para ella. Seguramente
debería agradecerle sus esfuerzos, pero ya que consistían en mantenerse lo más
alejado de ella posible en las raras ocasiones en las que estaba en casa, se sentía
dividida entre la gratitud y un dolor inenarrable.
Al principio utilizaba la excusa de las heridas recibidas en la pelea para quedarse en
su habitación y después, a medida que fueron pasando las semanas, procuraba cenar
siempre fuera en las contadas ocasiones en las que ella cenaba en casa, aunque ella
sospechaba que cenaba en la soledad de su habitación, mientras ella hacía lo mismo
en la soledad del comedor.
De no haber sido por la repentina marcha del conde de Daré, habría sospechado
que su tutor la evitaba porque su declaración le hacía sentirse incómodo, pero había
llegado a la conclusión de que la ruptura entre hermanos había ocurrido porque William
creía que la indiscreción de Daré había sido dolorosa para ella. En eso no se
equivocaba, por supuesto, pero ella no le echaba la culpa al conde.
—¿Un refresco? —sugirió su acompañante.
La pregunta la sacó de la nube de abstracción en la que últimamente pasaba
demasiado tiempo. La música había cesado.
—Magnífico —contestó, abriendo el abanico.
A pesar de la agradable temperatura de la noche y de que las puertas que daban al
jardín estaban abiertas, el salón de baile estaba abarrotado y hacía mucho calor.
La idea de salir resultaba francamente tentadora, pensó Anne al sentir una gota de
sudor resbalar entre sus pechos. La oscuridad de fuera parecía hacerle guiños,
ofrecerle un breve escape de lo que se había convertido en una pesadilla de
demasiado calor, demasiados olores y demasiados cuerpos compitiendo por un
espacio escaso.
Había terminado por ir marcando los días que faltaban para el final de la
temporada como un preso que midiera el final de su condena. Y casi en eso se había
convertido. Algo que no tenía más remedio que soportar antes de poder volver a
Fenton y a la vida que se había preparado allí mucho antes de conocer aquella otra.
Había un cierto parecido en todo, pensó Maite mientras evolucionaba con los pasos
ya familiares del cotillón. No un parecido en los bailes, por supuesto, sino entre los
días agotadores de la temporada de actos sociales, en la que estaba pasando sin
descanso de un evento a otro, con el tiempo justo para cambiarse de vestido para la
siguiente ocasión.
Las exigencias del riguroso calendario que lady Laúd había impuesto habían
tenido, sin embargo, dos de los resultados pretendidos. A lo largo de la sesión de
cenas y salidas en los que había sido presentada y durante los cuales debía conversar
con extraños, no había tenido tiempo de pensar en William. Y por las noches estaba tan
agotada que casi siempre conseguía quedarse dormida sin llorar. Casi siempre.
Con su amabilidad acostumbrada, su tutor había hecho que los días transcurridos
desde la marcha de su hermano fuesen lo más fáciles posibles para ella. Seguramente
debería agradecerle sus esfuerzos, pero ya que consistían en mantenerse lo más
alejado de ella posible en las raras ocasiones en las que estaba en casa, se sentía
dividida entre la gratitud y un dolor inenarrable.
Al principio utilizaba la excusa de las heridas recibidas en la pelea para quedarse en
su habitación y después, a medida que fueron pasando las semanas, procuraba cenar
siempre fuera en las contadas ocasiones en las que ella cenaba en casa, aunque ella
sospechaba que cenaba en la soledad de su habitación, mientras ella hacía lo mismo
en la soledad del comedor.
De no haber sido por la repentina marcha del conde de Daré, habría sospechado
que su tutor la evitaba porque su declaración le hacía sentirse incómodo, pero había
llegado a la conclusión de que la ruptura entre hermanos había ocurrido porque William
creía que la indiscreción de Daré había sido dolorosa para ella. En eso no se
equivocaba, por supuesto, pero ella no le echaba la culpa al conde.
—¿Un refresco? —sugirió su acompañante.
La pregunta la sacó de la nube de abstracción en la que últimamente pasaba
demasiado tiempo. La música había cesado.
—Magnífico —contestó, abriendo el abanico.
A pesar de la agradable temperatura de la noche y de que las puertas que daban al
jardín estaban abiertas, el salón de baile estaba abarrotado y hacía mucho calor.
La idea de salir resultaba francamente tentadora, pensó Anne al sentir una gota de
sudor resbalar entre sus pechos. La oscuridad de fuera parecía hacerle guiños,
ofrecerle un breve escape de lo que se había convertido en una pesadilla de
demasiado calor, demasiados olores y demasiados cuerpos compitiendo por un
espacio escaso.
Había terminado por ir marcando los días que faltaban para el final de la
temporada como un preso que midiera el final de su condena. Y casi en eso se había
convertido. Algo que no tenía más remedio que soportar antes de poder volver a
Fenton y a la vida que se había preparado allí mucho antes de conocer aquella otra.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Dom Jul 10, 2016 1:49 pm
Porque ya no habría otra. Aunque raras veces carecía de acompañante para asistir a
algún evento, era consciente de no haber despertado una pasión eterna en el corazón
de alguno de los caballeros que había conocido, con la excepción quizás del señor
Travener, que la seguía con una devoción tan absoluta que incluso lady Laúd lo
había comentado.
Volvió a mirar hacia las puertas del salón que conducían al jardín, preguntándose si
sería capaz de burlar la vigilancia de lady Laúd y escabullirse fuera. Sólo iba a ser un
momento…
Sin embargo, una de las reglas principales de Elizabeth era no ponerse jamás en una
situación en la que la reputación pudiera quedar comprometida y aventurarse lejos
de la luz y de la gente era una situación potencialmente peligrosa.
Miró a su alrededor en busca de lady Laúd, o incluso de su acompañante, que debía
estar ya de vuelta con los refrescos en la mano, pero al no ver a ninguno de ellos,
echó a andar hacia las puertas del otro lado del salón.
Y mientras miraba a su alrededor aún buscándolos, tropezó con alguien. Era un
caballero de edad con un anticuado traje que entraba ofreciendo el brazo a una mujer
de su misma edad a la pista de baile.
—Lo siento. Discúlpeme —dijo, lamentando haber atraído la atención sobre sí
misma.
Podía haber ido por el perímetro del salón, pero creía que atravesando por el centro
tendría tiempo de llegar antes de que empezase la música. Y de no haber habido
tanta gente abandonando la pista tras el último baile y entrando para el siguiente, lo
habría conseguido.
Sonrió al caballero ante el que se había disculpado, esperando una respuesta del
mismo tipo, pero lo que ocurrió fue que el hombre se quedó mirándola fijamente a la
cara.
—La hija de Darlington —dijo.
«Un conocido de mi padre», pensó Maite
—Así es, señor —contestó, sonriendo de nuevo—. ¿Conocía usted a mi padre?
Mientras esperaba la respuesta fue como si una repentina quietud se apoderara del
salón de baile. La orquesta aún no había empezado a tocar, los bailarines ocupaban
ya sus lugares, esperando las primeras notas. Y el resto de los invitados los
contemplaban.
Sólo unos minutos antes habría recibido con alivio aquel receso, pero en aquel
momento sintió que cientos de miradas se habían detenido en el lugar en el que el
conocido de su padre y ella estaban hablando. Y mientras esperaba su respuesta, el
silencio se hizo aún mayor.
—Conocí a su padre —dijo el hombre y su voz se oyó en aquel extraño silencio—.Y
no tengo dudas respecto a quién fue: un cobarde y un asesino. No deseo estar en la
misma habitación que su hija.
algún evento, era consciente de no haber despertado una pasión eterna en el corazón
de alguno de los caballeros que había conocido, con la excepción quizás del señor
Travener, que la seguía con una devoción tan absoluta que incluso lady Laúd lo
había comentado.
Volvió a mirar hacia las puertas del salón que conducían al jardín, preguntándose si
sería capaz de burlar la vigilancia de lady Laúd y escabullirse fuera. Sólo iba a ser un
momento…
Sin embargo, una de las reglas principales de Elizabeth era no ponerse jamás en una
situación en la que la reputación pudiera quedar comprometida y aventurarse lejos
de la luz y de la gente era una situación potencialmente peligrosa.
Miró a su alrededor en busca de lady Laúd, o incluso de su acompañante, que debía
estar ya de vuelta con los refrescos en la mano, pero al no ver a ninguno de ellos,
echó a andar hacia las puertas del otro lado del salón.
Y mientras miraba a su alrededor aún buscándolos, tropezó con alguien. Era un
caballero de edad con un anticuado traje que entraba ofreciendo el brazo a una mujer
de su misma edad a la pista de baile.
—Lo siento. Discúlpeme —dijo, lamentando haber atraído la atención sobre sí
misma.
Podía haber ido por el perímetro del salón, pero creía que atravesando por el centro
tendría tiempo de llegar antes de que empezase la música. Y de no haber habido
tanta gente abandonando la pista tras el último baile y entrando para el siguiente, lo
habría conseguido.
Sonrió al caballero ante el que se había disculpado, esperando una respuesta del
mismo tipo, pero lo que ocurrió fue que el hombre se quedó mirándola fijamente a la
cara.
—La hija de Darlington —dijo.
«Un conocido de mi padre», pensó Maite
—Así es, señor —contestó, sonriendo de nuevo—. ¿Conocía usted a mi padre?
Mientras esperaba la respuesta fue como si una repentina quietud se apoderara del
salón de baile. La orquesta aún no había empezado a tocar, los bailarines ocupaban
ya sus lugares, esperando las primeras notas. Y el resto de los invitados los
contemplaban.
Sólo unos minutos antes habría recibido con alivio aquel receso, pero en aquel
momento sintió que cientos de miradas se habían detenido en el lugar en el que el
conocido de su padre y ella estaban hablando. Y mientras esperaba su respuesta, el
silencio se hizo aún mayor.
—Conocí a su padre —dijo el hombre y su voz se oyó en aquel extraño silencio—.Y
no tengo dudas respecto a quién fue: un cobarde y un asesino. No deseo estar en la
misma habitación que su hija.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Dom Jul 10, 2016 1:56 pm
Maite no se habría sorprendido más aunque la hubiese abofeteado y antes de que
ella pudiera hacerlo y desde luego mucho antes de que pudiese responder a aquella
increíble acusación, el caballero le dio deliberadamente la espalda.
Pero en lugar de abandonar el salón como había dicho, se quedó allí de pie y Maite
tardó unos segundos en darse cuenta de lo que significaba aquel gesto. Darle la
espalda deliberadamente a alguien era el peor insulto que una persona podía hacerle
a otra en aquella esfera.
La espalda de su traje de gala que le colgaba de unos hombros estrechos y delgados
era lo único que podía ver. Y no podía oír nada en absoluto, aparte de un horrísono
vacío.
Pero las palabras de aquel hombre se le repetían en la cabeza una y otra vez. «Y no
tengo dudas respecto a quién fue: un cobarde y un asesino. No deseo estar en la misma
habitación que su hija».
Su primer instinto fue el de salir huyendo, pero Maite Darlington no había huido de
una sola cosa en toda su vida. Podía ser muchas cosas, pero no una cobarde. Su
segundo impulso fue el de ponerle la mano en el hombro al caballero, obligarle a
darse la vuelta y preguntarle qué quería decir.
Pero de pronto reconoció que siempre había sabido que había algo vergonzoso en
George Darlington. Y en aquel terrible aislamiento, sola y rodeada de cientos de
personas, cientos de pequeños indicios en los que debería haber reparado se
encadenaron en su cabeza como los relámpagos de una tormenta de verano,
brillantes e intensos.
La falta de respuestas de Ian cuando le preguntaba por la relación con su padre. La
forma tan extraña en que le había explicado el testamento el día en que se
conocieron. La mirada de Elizabeth cuando Anne le comentó la supuesta amistad con
su padre. Y sobre todo, la reacción de su tutor tras el comentario que ella misma hizo
de que su valor era herencia de su padre. Un cobarde y un asesino.
Incluso había percibido en alguna ocasión una mirada extraña en los caballeros a
los que había sido presentada. Algo que había notado y que no había comprendido.
Todos eran de la edad de su padre o mayores… como aquel hombre que seguía
dándole la espada, erguido.
—La señorita Darlington es ahora la protegida de William Sinclair, general Mayfield.
Supongo que usted no lo sabe.
Aquella voz serena y familiar la trajo de vuelta al presente. Doyle Travener estaba
delante de aquel hombre.
Querido señor Travener… de nuevo dispuesto a acudir en su ayuda, a pesar de
todas las miradas. El ataque que habían sufrido en la calle, durante el cual había
hecho un disparo de aviso para dispersar a la chusma y en aquel momento y gracias
a Dios, había tenido la presencia de ánimo suficiente para evocar el nombre de su
tutor.
ella pudiera hacerlo y desde luego mucho antes de que pudiese responder a aquella
increíble acusación, el caballero le dio deliberadamente la espalda.
Pero en lugar de abandonar el salón como había dicho, se quedó allí de pie y Maite
tardó unos segundos en darse cuenta de lo que significaba aquel gesto. Darle la
espalda deliberadamente a alguien era el peor insulto que una persona podía hacerle
a otra en aquella esfera.
La espalda de su traje de gala que le colgaba de unos hombros estrechos y delgados
era lo único que podía ver. Y no podía oír nada en absoluto, aparte de un horrísono
vacío.
Pero las palabras de aquel hombre se le repetían en la cabeza una y otra vez. «Y no
tengo dudas respecto a quién fue: un cobarde y un asesino. No deseo estar en la misma
habitación que su hija».
Su primer instinto fue el de salir huyendo, pero Maite Darlington no había huido de
una sola cosa en toda su vida. Podía ser muchas cosas, pero no una cobarde. Su
segundo impulso fue el de ponerle la mano en el hombro al caballero, obligarle a
darse la vuelta y preguntarle qué quería decir.
Pero de pronto reconoció que siempre había sabido que había algo vergonzoso en
George Darlington. Y en aquel terrible aislamiento, sola y rodeada de cientos de
personas, cientos de pequeños indicios en los que debería haber reparado se
encadenaron en su cabeza como los relámpagos de una tormenta de verano,
brillantes e intensos.
La falta de respuestas de Ian cuando le preguntaba por la relación con su padre. La
forma tan extraña en que le había explicado el testamento el día en que se
conocieron. La mirada de Elizabeth cuando Anne le comentó la supuesta amistad con
su padre. Y sobre todo, la reacción de su tutor tras el comentario que ella misma hizo
de que su valor era herencia de su padre. Un cobarde y un asesino.
Incluso había percibido en alguna ocasión una mirada extraña en los caballeros a
los que había sido presentada. Algo que había notado y que no había comprendido.
Todos eran de la edad de su padre o mayores… como aquel hombre que seguía
dándole la espada, erguido.
—La señorita Darlington es ahora la protegida de William Sinclair, general Mayfield.
Supongo que usted no lo sabe.
Aquella voz serena y familiar la trajo de vuelta al presente. Doyle Travener estaba
delante de aquel hombre.
Querido señor Travener… de nuevo dispuesto a acudir en su ayuda, a pesar de
todas las miradas. El ataque que habían sufrido en la calle, durante el cual había
hecho un disparo de aviso para dispersar a la chusma y en aquel momento y gracias
a Dios, había tenido la presencia de ánimo suficiente para evocar el nombre de su
tutor.
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por EsperanzaLR Dom Jul 10, 2016 1:58 pm
—¿Sinclair? —repitió el general, obviamente sorprendido—. Debe estar usted
equivocado, caballero. El hermano de Sinclair fue una de las víctimas de Darlington.
Él sería la última persona que…
—No su hermano, señor —lo corrigió Doyle y miró brevemente a Maite antes de
volverse de nuevo al general—. El más joven de los hermanos Sinclair sigue fuera. La
señorita Darlington es la protegida del mayor William Sinclair, que resultó… —Travener
dudó—. El tutor de la señorita Darlington es el Sinclair que estaba con Wellington
cuando murió su hijo.
—Me dijeron que había fallecido a causa de las heridas.
—Creo que durante un tiempo…
La esperanza se asomó de pronto al corazón de Maite, que decidió intervenir. Si
Mayfield había confundido a Ian con su hermano menor, cabía la posibilidad de que
hubiese confundido a su padre con otra persona.
—Estoy segura, señor, que puesto que usted ha confundido la identidad de mi
tutor, ha confundido también la identidad de mi padre.
—No hay posibilidad de error en las acciones de su padre —espetó el general,
mirándola por encima del hombro—. Me dijeron que el mayor Sinclair había muerto
por las heridas recibidas y gracias a Dios, no fue así.
Sus ojos oscuros, penetrantes como saetas bajo las cejas blancas e hirsutas, la
miraron con desprecio y se volvió hacia Doyle sin más.
—¿Por qué iba a acceder precisamente Sinclair a ser el tutor de esta mujer?
Durante unos segundos Travener retuvo la respuesta, aunque a Maite le pareció que
no sólo ella, sino todo el mundo en el salón la esperaba.
—Fue nombrado su tutor en el testamento de Darlington. Quizás el coronel se dio
cuenta de que Sinclair era precisamente el único hombre al que podía encomendarle
esa tarea y que independientemente de sus sentimientos hacia él, se tomaría en serio
esa responsabilidad, lo mismo que siempre se tomó muy en serio el bienestar de los
hombres bajo su mando.
—Aceptando ser el tutor de la hija de Darlington, Sinclair ha deshonrado la
memoria de los hombres que ese cobarde asesinó. Incluyendo la de mi hijo.
Hubo otro largo silencio y Maite le rogó a Doyle en silencio que lo rompiera. Pero lo
que dijo no era la contradicción que ella esperaba.
—Hay hombres que son incapaces de reaccionar ante las crisis que se producen en
el campo de batalla, señor, pero tanto usted como yo sabemos que eso no es
asesinato. Su acusación es imperdonable.
—Darlington asesinó a mi hijo con su cobardía —replicó el general Mayfield—, del
mismo modo que si le hubiera disparado al corazón. No puedo comprender cómo se
atreve usted a defenderlo cuando…
—No pretendo defender al coronel Darlington. Sólo pretendo proteger a su hija de
algo de lo que ningún hombre razonable la haría responsable.
equivocado, caballero. El hermano de Sinclair fue una de las víctimas de Darlington.
Él sería la última persona que…
—No su hermano, señor —lo corrigió Doyle y miró brevemente a Maite antes de
volverse de nuevo al general—. El más joven de los hermanos Sinclair sigue fuera. La
señorita Darlington es la protegida del mayor William Sinclair, que resultó… —Travener
dudó—. El tutor de la señorita Darlington es el Sinclair que estaba con Wellington
cuando murió su hijo.
—Me dijeron que había fallecido a causa de las heridas.
—Creo que durante un tiempo…
La esperanza se asomó de pronto al corazón de Maite, que decidió intervenir. Si
Mayfield había confundido a Ian con su hermano menor, cabía la posibilidad de que
hubiese confundido a su padre con otra persona.
—Estoy segura, señor, que puesto que usted ha confundido la identidad de mi
tutor, ha confundido también la identidad de mi padre.
—No hay posibilidad de error en las acciones de su padre —espetó el general,
mirándola por encima del hombro—. Me dijeron que el mayor Sinclair había muerto
por las heridas recibidas y gracias a Dios, no fue así.
Sus ojos oscuros, penetrantes como saetas bajo las cejas blancas e hirsutas, la
miraron con desprecio y se volvió hacia Doyle sin más.
—¿Por qué iba a acceder precisamente Sinclair a ser el tutor de esta mujer?
Durante unos segundos Travener retuvo la respuesta, aunque a Maite le pareció que
no sólo ella, sino todo el mundo en el salón la esperaba.
—Fue nombrado su tutor en el testamento de Darlington. Quizás el coronel se dio
cuenta de que Sinclair era precisamente el único hombre al que podía encomendarle
esa tarea y que independientemente de sus sentimientos hacia él, se tomaría en serio
esa responsabilidad, lo mismo que siempre se tomó muy en serio el bienestar de los
hombres bajo su mando.
—Aceptando ser el tutor de la hija de Darlington, Sinclair ha deshonrado la
memoria de los hombres que ese cobarde asesinó. Incluyendo la de mi hijo.
Hubo otro largo silencio y Maite le rogó a Doyle en silencio que lo rompiera. Pero lo
que dijo no era la contradicción que ella esperaba.
—Hay hombres que son incapaces de reaccionar ante las crisis que se producen en
el campo de batalla, señor, pero tanto usted como yo sabemos que eso no es
asesinato. Su acusación es imperdonable.
—Darlington asesinó a mi hijo con su cobardía —replicó el general Mayfield—, del
mismo modo que si le hubiera disparado al corazón. No puedo comprender cómo se
atreve usted a defenderlo cuando…
—No pretendo defender al coronel Darlington. Sólo pretendo proteger a su hija de
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por Joanita Dom Jul 10, 2016 7:22 pm
Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!!!
Joanita- Mensajes : 210
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Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON
por SuenoLR Lun Jul 11, 2016 12:22 am
Sique mi Kat
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