Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON

por Joanita Vie Jul 22, 2016 12:46 pm

Siguelaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!!

por EsperanzaLR Vie Jul 22, 2016 2:04 pm

Joanita escribió:Siguelaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!![/size]

Ahora sigo Jaonita

por EsperanzaLR Vie Jul 22, 2016 2:12 pm

Capítulo 15
—Debemos estar a punto de llegar —dijo Maite.
Hacía ya tiempo que se había hecho de noche y aunque no tenía modo de saber el
tiempo transcurrido, le parecía que llevaban toda una eternidad de viaje. Más de lo
que podía tardar un viaje a Londres. Claro que la naturaleza de aquel viaje en
particular debía ser responsable de la opresiva ansiedad que sentía por su duración.
El señor Travener estaba sentado frente a ella intentando leer la esfera de su reloj,
pero el interior del coche estaba demasiado oscuro para ver las manillas, de modo
que volvió a guardarlo y apartó la cortinilla de la ventana.
¿Estaría intentando evaluar la oscuridad externa?, se preguntó Maite. ¿O esperaría
ver alguna evidencia de que se aproximaban ya a las afueras de la ciudad?
—Falta poco —contestó él, dejando caer de nuevo la cortinilla.
No podía saber si esa estimación estaba basada en algo que había visto o
simplemente pretendía con ella aplacar su impaciencia. Si se trataba de lo segundo,
no lo había conseguido.
A pesar de que habían avanzado a un buen ritmo durante horas, tenía la terrible
premonición de que llegaban tarde. Era una sensación de la que había intentado
desprenderse, pero como no lo consiguió, decidió al menos no comentarla en voz
alta.
Al fin y al cabo, no podía culpar de ello a los esfuerzos del señor Travener. Desde
que salieran del colegio, sólo se habían detenido a cambiar de caballos. La señora
Kemp le había advertido, que independientemente de las circunstancias, no le haría
ningún bien a su reputación ser vista en un viaje largo en compañía de un joven que
no era de su familia, así que no descendió del carruaje ni en una sola de las posadas.
La directora del colegio no había estado muy convencida de dejarla marchar en la
única compañía del señor Travener, pero como se encontraban al final del
cuatrimestre de primavera, no había ninguna otra profesora a la que poder enviar
con ellos. Al final, la urgencia de la situación y la insistencia del señor Travener sobre
la seguridad de Maite la inclinaron a dar su permiso, aunque no su aprobación.
Doyle se había ofrecido a cada parada para ir a buscarle algún tentempié, pero
Anne lo había rechazado. No podría comer. Pero en la última parada insistió en que
tomase una taza de vino caliente para que le diese fuerzas.
Y Maite se había dejado convencer, pero el vino era tan fuerte que se había quedado
dormida y cuando despertó, aún aturdida por los efectos del vino, tuvo la sensación
de que algo iba mal, muy mal.
—No recordaba que el viaje a Londres durase tanto —dijo en voz alta.
—Vamos muy bien, se lo prometo —contestó él—. De hecho, me ha sorprendido lo
mucho que hemos avanzado en la última parada.
Y justo entonces, tuvo la sensación de que los caballos aminoraban la marcha.
—¿Nos detenemos? —preguntó, levantando la cortinilla.

por EsperanzaLR Vie Jul 22, 2016 2:19 pm

Y así era. Por el hueco de la ventana vio que una luz se acercaba a ellos en la
oscuridad opaca de la niebla y dado su previo encuentro con los salteadores, sintió
un escalofrío de temor.
¿Otra posada? No podía haber pasado tanto tiempo desde la última vez que
cambiaron de caballos.
Cuando el coche estuvo parado por completo, el señor Travener abrió la puerta de
par en par, sin temor aparente a quien se acercaba a ellos y bajó de un salto.
—Venga, señorita Darlington —le dijo, ofreciéndole la mano para bajar.
Deseosa como estaba de bajar, ahora que el viaje había terminado, se levantó quizás
con demasiada precipitación y la cabeza empezó a darle vueltas. Ojalá no hubiese
bebido el dichoso vino. Puso su mano en la de él y bajó.
La escena que encontró fuera no era la que esperaba. No había posada, ni estaban a
las puertas de la elegante casa del conde de Daré. Ni siquiera estaban en Londres, o
en cualquier entorno civilizado.
Y estaba muy claro que los dos hombres que estaban junto al coche, uno de ellos
con la antorcha, no eran caballeros. Al menos no habrían sido considerados así en la
sociedad inglesa.
Se volvió a mirar a Travener, quien al parecer aguardaba su reacción.
—¿Dónde estamos? —le preguntó.
—Lamento informarla de que estamos en Escocia, señorita Darlington.
—¿Escocia? —repitió, incrédula.
La repetición tenía por objetivo ganar algo de tiempo, porque el vino que había
consumido le dificultaba el pensamiento. Sin embargo, si era Escocia lo que de
verdad había dicho Doyle, no cabía duda de qué pretendía llevándola allí.
—¿Y mi tutor? —preguntó, rezando porque la historia que le había contado sobre
William fuese una mentira—. ¿Qué pasa con el mayor Sinclair?
—Sabía que nunca me perdonaría por lo que he hecho y no podía soportarlo.
—¿Por eso ha decidido secuestrarme? ¿Y espera que lo perdone por ello?
—Esperaba que no considerase así este viaje.
—¿Y cómo quiere que lo considere? Me ha engañado, señor Travener. A mí y a la
señora Kemp. Al menos dígame la verdad sobre William.
—La verdad sobre William —repitió él en tono casi burlón.
—El mayor Sinclair.
—Perdóneme si me equivoco, señorita Darlington, pero la forma en que acaba de
pronunciar el nombre de su tutor… me ha parecido que había algo… impropio,
quizás, en su voz.
—Lo que ha oído en mi voz, señor Travener, es preocupación —replicó, aún
intentando deshacerse del letargo del vino—. Una preocupación perfectamente

por EsperanzaLR Vie Jul 22, 2016 2:20 pm

propia por mi tutor. ¿Acaso pretende que no me preocupe su bienestar? Antes me
dijo que probablemente no pasaría de esta noche y en lugar de llevarme a su lado,
me ha traído aquí.
Miró a su alrededor. Los dos hombres que habían acudido a su encuentro parecían
estar escuchando, pero a la luz de la antorcha no podía decir cuáles eran sus
intenciones. Y por mucho que le gustase creer lo contrario, era muy poco probable
que Travener los hubiese hecho ir si había la más mínima posibilidad de que
intervinieran.
—Dígame la verdad —le exigió de nuevo.
—Le he dicho la verdad sobre todo y muy especialmente sobre mis sentimientos
por usted. El mayor Sinclair resultó herido en el duelo de esta mañana. Fue un
trágico accidente, pero no podía permitir que lo ocurrido se interpusiera entre
nosotros. No ha sido culpa mía.
—¿Y esto? ¿Tampoco es culpa suya?
—Estoy enamorado de ti, Maite. Lo he estado desde que te conocí. Sabía que tú no
sentías lo mismo por mí, al menos hasta ahora. Y cuando te marchaste tan
repentinamente de Londres, temí no volver a verte nunca.
—Lléveme de vuelta a Fenton, por favor.
Y se dio la vuelta dispuesta a subirse al coche. Levantó el pie, pero cuando fue a
ponerlo en el escalón, increíblemente no consiguió hacerlo. Travener la sujetó por un
brazo para evitar que cayera, pero apretó tanto que le hizo daño.
—No puedo, querida mía. Créeme si te digo que he pensado mucho en lo que es
mejor para los dos. Si te llevo de vuelta a Fenton, nunca podré volver a verte y para
mí eso sería… impensable —añadió en voz baja e intensa.
—Yo no estoy enamorada de usted, señor Travener.
—Puedo conseguir que eso cambie.
—No puede obligar a una persona a querer a otra.
«Lo mismo que no se puede dejar de querer a alguien», pensó, recordando el rostro de
William
—Lo intentaré —dijo Travener—. Lo mismo que intentaré hacerte feliz desde ahora
hasta el día de mi muerte.
Ella respiró hondo intentando que se le despejara la cabeza. Era evidente que sus
palabras no estaban surtiendo efecto alguno en la seguridad del señor Travener. Y lo
que le pasara en la cabeza parecía estar empeorando en lugar de mejorar, a pesar del
frío abrazo de la noche.
Volvió a mirar a los hombres que se habían acercado al coche. A la luz de la
antorcha apenas pudo distinguir una construcción. Parecía una pequeña posada, algo
más grande que las granjas que estaba acostumbrada a ver en Inglaterra, pero quizás
hubiese dentro alguien que poseyera una pizca de decencia.

por Joanita Vie Jul 22, 2016 4:39 pm

Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!

por SuenoLR Sáb Jul 23, 2016 3:05 am

Sique mi Kat

por Joanita Sáb Jul 23, 2016 12:14 pm

Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!!

por Joanita Sáb Jul 23, 2016 5:53 pm

Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!

por Joanita Dom Jul 24, 2016 6:38 am

Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!

por EsperanzaLR Dom Jul 24, 2016 9:59 am

Joanita escribió:Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!

Ahora sigo Joanita

por EsperanzaLR Dom Jul 24, 2016 10:00 am

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Dom Jul 24, 2016 10:03 am

—¿Es que no van a ayudarme? —les preguntó levantando la voz—. Este hombre me
ha secuestrado en contra de mi voluntad.
Travener también se volvió a mirarlos pero sin soltarle el brazo. Al parecer no temía
que su respuesta pudiera ser afirmativa. Tras un momento, sonrió.
—He de decirte, querida, que les he pagado bien para que me ayuden. Dudo que
puedas convencerlos de cambiar de bando.
—Si me ayudan —les dijo—, mi tutor les recompensará generosamente.
—Teniendo en cuenta que el tutor de la señorita Darlington está en Londres, no se
encuentra en posición de cumplir la palabra de su protegida —dijo Travener y
añadió en voz baja—: No parecen muy interesados, querida. Yo no perdería el
tiempo, si estuviese en tu lugar,
—¡Mi tutor les dará dos veces lo que este hombre les haya ofrecido si me llevan a
Londres! —les gritó, buscando en sus rostros un atisbo de compasión.
—Podría ser —contestó Travener, que no parecía inquietarse por todo aquello—, si
su estimado tutor estuviese aquí. Pero desgraciadamente no es ése el caso. Está en
Londres herido. ¿Y quién sabe? Todas las promesas que intente hacerles a estos
caballeros respecto a lo que estaría dispuesto a hacer por recuperarla bien podrían
ser discutibles.
Maite se dio la vuelta entonces para mirarlo directamente a los ojos, sin molestarse
ya en ocultar su desprecio, pero él ladeó ligeramente la cabeza y la miró enarcando
las cejas.
Estaba disfrutando con todo aquello. Se estaba burlando de sus ruegos y del miedo
que intentaba desesperadamente ocultar. Había estado jugando con ella desde el
principio, como un gato jugaría con un desgraciado ratón al que hubiera capturado.
Una comparación muy acertada. Travener estaba jugando con ella permitiéndole
imaginar que había alguna posibilidad de salir de allí, cuando no había nadie que
pudiera saber que estaban allí. Ni la señora Kemp, que la creía de camino a Londres,
ni William, que incluso en aquel momento…
Respiró hondo para combatir la tensión que le estaba oprimiendo el pecho. Pero si
Travener había mentido sobre todo lo demás, debía haber mentido también sobre el
estado de William. En la historia que le había contado sobre el duelo nada tenía sentido. Si
pudiese mantener la cabeza fría…
¿Mantener la cabeza fría, cuando ni siquiera era capaz de pensar a derechas? Estaba
sola en mitad de Escocia con un loco y para cuando alguien sospechase que algo no
iba bien, sería ya demasiado tarde.
—No voy a casarme contigo —le dijo—.Y no creo, que ni siquiera aquí, se pueda
obligar a una mujer a subir al altar.
—No creo que vayas a ser la primera novia a la que traen a casarse aquí a
regañadientes. Ni la primera a la que haya que convencer para que suba al altar. Pero
espero que no tengamos que llegar a esa situación. Sería una locura que pretendieras
resistirte.

por EsperanzaLR Dom Jul 24, 2016 10:06 am

Pero no fue la amenaza lo que más la asustó, sino que la voz de Travener fuese
suave, casi como una caricia. Tanto que le heló la sangre. Como si la idea de la
resistencia le gustase. La violencia estaba impresa implícitamente en sus palabras.
Gritando o peleando no conseguiría nada. Era más, tenía la impresión de que hasta
le gustaría. Y no le quedaba más remedio que admitir que seguramente a los
escoceses también les daría lo mismo. Estaban bien pagados.
—No voy a casarme contigo, Travener, digas lo que digas. Has demostrado ser un
mentiroso y un sinvergüenza y nada de lo que hagas puede hacerme cambiar de
opinión.
Pero él se echó a reír.
—Créeme, cariño: antes de que volvamos a Inglaterra, estarás deseosa de ser mi
esposa. Y muy agradecida porque aún desee casarme contigo. Y lo estaré, no temas.
—¿Por qué haces esto? —le preguntó, detestando la nota de desesperación que se
percibía en su voz. Porque estaba más que claro que no era el amor lo que lo movía.
—Digamos simplemente que he desarrollado una pasión por ti que no puedo
controlar. Estoy seguro de que la directora de tu colegio os habrá avisado sobre la
naturaleza de las bajas pasiones de los hombres. Puede que incluso tu tutor lo haya
hecho también.
Era como si hubiese salido de Fenton con una persona y llegado a Escocia con otra.
No había nada del hombre tímido al que ella consideraba poco más que un
muchacho encantador. Un muchacho que se creía enamorado de ella. Un muchacho
al que había calificado de inofensivo.
Pero al final, cuando era ya demasiado tarde, había descubierto que Doyle Travener
no era nada de todo aquello: ni inofensivo, ni enamorado de ella. Y eso era lo que
más la asustaba.
—Hace poco más de una hora, diría yo. Menos incluso. A la señorita no la vi,
¿sabe?, pero él le llevó una copa de vino caliente al coche mientras cambiaban de
caballos. Los suyos estaban agotados de verdad.
«No creo que tanto como los míos», pensó William, algo más aliviado. Así que le llevaban
menos de una hora de ventaja.
Travener había tenido que pasar, obligado, más tiempo en Fenton que él, que se
había limitado a constatar que Anne no estaba y que Travener había ido a buscarla.
Después ni siquiera se había detenido a darle las explicaciones que demandaba la
señora Kemp, sino que se había limitado a prometerle que volvería con Maite sana y
salva.
A partir de aquel momento, no había mostrado piedad con los caballos que había
alquilado, ni había reparado en gastos a la hora de reemplazarlos por los mejores que
había encontrado en las postas de la carretera del norte. Y el escudo de armas de su
hermano grabado en la portezuela del carruaje abierto y rápido que conducía había
actuado como un acicate suplementario. Lo mismo que el dinero que había repartido

por EsperanzaLR Dom Jul 24, 2016 10:07 am

con generosidad para que los cambios de caballos se efectuasen con la mayor
brevedad.
A medida que avanzaba hacia el norte, el frío de la noche había ido aumentando y a
pesar de las muchas capas de ropa que llevaba, el abrigo de lana se había empapado
hacía ya tiempo y las manos, a pesar de los guantes de piel, se le habían quedado
ateridas de frío.
Pero había partido con la única compañía de las pistolas de Daré a aquella
búsqueda y no lamentaba haberlo hecho. No podía saber lo que le esperaba al final
de aquel viaje, aunque se temía lo peor y se había jurado que de la situación que se
encontrase en Escocia sólo habría tres testigos. Y sólo dos de ellos sobrevivirían para
ver salir el sol.

por Joanita Dom Jul 24, 2016 10:29 am

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!

por Joanita Dom Jul 24, 2016 10:39 am

Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!!

por SuenoLR Lun Jul 25, 2016 1:53 am

Sique mi Kat

por Joanita Lun Jul 25, 2016 5:21 am

Siguelaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!!

por Joanita Lun Jul 25, 2016 7:52 am

Siguelaaaaaaaaaaaaaa por favor! !!!!!!!

por EsperanzaLR Lun Jul 25, 2016 2:37 pm

Joanita escribió:Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!

Ahora sigo Joanita

por EsperanzaLR Lun Jul 25, 2016 2:41 pm

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia

por EsperanzaLR Lun Jul 25, 2016 2:43 pm

apítulo 16
—Busco a una mujer —dijo William.
Cuando abrió la puerta, el viento empujó la niebla dentro de la estancia de la
posada como si llevase consigo una cortina. El aire avivó las ascuas exiguas de la
chimenea y un humo negruzco salió en espirales hacia el techo, mezclándose con el
blanco que partía de las pipas de arcilla que fumaban los hombres sentados a la mesa
central, sobre la que había dispuesto un juego de damas.
—No hay mujeres aquí.
El jugador que había hablado no era el mayor, pero sí el más grande. Y era obvio
por la rapidez con que había contestado a la pregunta de un extraño que era el jefe.
—La mujer que estoy buscando es mi protegida —explicó, dirigiéndose a él—. Ha
sido raptada y la han traído al norte. He seguido el avance de su secuestrador por las
postas y como no han llegado a la siguiente, el posadero me ha enviado aquí.
—Entonces es que no ha sabido seguir el rastro —contestó el hombre—, porque ya
le he dicho que no hay ninguna mujer aquí. Ni su protegida ni ninguna otra.
Mientras lo decía, se había rascado la barba pelirroja con una manaza enorme y
después, como si hubiera perdido interés en la conversación, volvió sus ojos del color
del barro al tablero de juego.
—Si no está aquí, dígame dónde.
Empuñó con firmeza la pistola que había ocultado bajo la capa corta del abrigo,
confiando en que la humedad de la lluvia no le impidiese disparar si era necesario.
En cuanto la pistola quedó al descubierto, un silencio denso se hizo entre los
jugadores y los demás parroquianos. Tras un momento, el que había hablado antes
levantó de nuevo la mirada y la fijó en William.
—Él dijo que era su prometida. ¿Cómo diablos vamos a saber quién dice la verdad?
—Quizás sería mejor creer simplemente en esto —dijo y extendió el brazo hasta
apuntar directamente a un mechón de pelo grasiento que caía sobre la frente de su
interlocutor.
Los ojos del hombre no reaccionaron ante la amenaza, pero siguió mirando a William
durante casi un minuto de silencio.
—Llega demasiado tarde.
William sintió que el corazón se le subía a la garganta.
—No es demasiado tarde a menos que esté muerta —contestó—. ¿Es eso lo que
quiere decir? ¿Que la ha asesinado?
El hombre reaccionó.
—No está muerta, que yo sepa, pero si quiere llevársela para que no se case con
otro… para eso, como si lo estuviera. No sé si me explico. Pero no tiene de qué
preocuparse, porque él quiere casarse con ella. En cuanto la convenza.

por EsperanzaLR Lun Jul 25, 2016 2:54 pm

Hubo una risa burlona de alguien que quedaba en la sombra, pero William no se
molestó en buscarlo con la mirada, sino que sus ojos siguieron fijos en el hombre de
la barba pelirroja.
—Lléveme hasta ellos.
—Ella dijo que pagaría.
—Y usted no la creyó. Qué pena.
—Más vale pájaro en mano… —se sonrió.
—En el futuro espero que recuerde lo mucho más ventajoso que habría sido para
usted haber elegido proteger a una mujer indefensa en lugar de ayudar a un perro
mentiroso. Espero que ya le haya pagado lo que le debe, porque le costará trabajo
cerrar el trato con un muerto. Y que sean uno o dos los muertos que deje atrás esta
noche, poco me importa.
William señaló la puerta con un leve movimiento de la pistola. Tras un segundo de
duda, el pelirrojo se levantó. Debía medir unos cinco o seis centímetros por encima
del metro ochenta y dos de Ian y su peso debía ser por lo menos el doble.
—Lo llevaré hasta ellos, pero le advierto que no quiero tener un asesinato en mi
propia casa.
—Ya. Pero no le importa tener un secuestro y una violación, ¿eh?
El hombre no dijo nada, como tampoco abrieron el pico los observadores. Sería
imposible negar que supieran lo que Travener se traía entre manos.
—¿O es que sus escrúpulos se aplican sólo a sus propias mujeres? —continuó William.
La amargura por el hecho de que no hubiesen intentado ayudar a Maite lo corroía
por dentro.
—Ya me ocupo yo bien de que mis mujeres no corran ese peligro —espetó el
escocés—. No soy yo su tutor, ¿verdad?
William sintió que se le revolvía el estómago, porque sería igualmente difícil convencer a
nadie de la invalidez de esa acusación. Al fin y al cabo, era la misma que él se había
venido haciendo en el curso de aquella loca persecución.
El dueño de la pensión había abierto la puerta de uno de los dormitorios del
segundo piso para desaparecer después en la oscuridad del pasillo. Y cuando, tras un
momento de duda, William abrió la puerta, no hubo golpe de viento que pudiera advertir
a los ocupantes de que su intimidad había sido invadida.
El fuego que ardía en el hogar era tan mísero que la habitación estaba tan fría y
mucho más oscura que el pasillo desde el que miraba. Dentro de la sórdida
habitación no había vela alguna encendida, o si las había habido, se habían
consumido hacía ya tiempo.
Tardó otro minuto en que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad. Y cuando lo
hicieron, empuñó la pistola en espera de que su objetivo se materializase.
Lo primero que iluminó el escaso fuego fue una cena dispuesta en una mesa
pequeña colocada delante de la chimenea. Una porción de carne intacta nadaba en

por EsperanzaLR Lun Jul 25, 2016 2:56 pm

una balsa de grasa a la que las llamas arrancaban destellos iridiscentes. Una
rebanada de pan había sido partida en dos porciones, ninguna de las cuales había
sido tocada.
Lo que atrajo su mirada a continuación, aun a su pesar, fue la cama. Recorrió el
colchón despacio, pero necesitó mirar dos veces para llegar a la conclusión de que no
había nadie en ella.
De haber estado Travener con Maite allí, habría disparado sin dudar. William Sinclair,
oficial y caballero, ambas cosas por nacimiento y por real decreto, sabía que no
habría tenido compasión ni remilgos a la hora de disparar a aquel bastardo por la
espalda.
Sólo cuando verificó que la cama estaba vacía, se acordó de respirar. Y sólo
entonces la mano que blandía la pistola comenzó a temblar.
¿Por alivio, o por temor de descubrir algo aún peor de lo que se esperaba al abrir
aquella puerta?
De nuevo volvió a mirar a su alrededor, examinando cuidadosamente las sombras,
aunque su mente se negase a contemplar lo que estaba buscando. Y lo que encontró
nunca podría haberlo imaginado, ni durante un segundo de las largas horas que
había pasado arreando a los caballos en la noche y la lluvia.
Se esforzó por enfocar sus ojos en la escena que lentamente iba cobrando forma al
pie de la cama, a pesar de que el martilleo de su corazón, alojado en aquel momento
en la garganta, amenazaba con ahogarlo. Dos figuras inmóviles en la oscuridad, cuya
postura narraba lo ocurrido mejor que las palabras.
El fuego de la chimenea hacía brillar el pelo dorado de Travener. Quizás fuese aquel
brillo lo que había llamado su atención, más que el torso desnudo y de bruces en el
suelo. Luego siguió con la mirada sus nalgas pálidas y continuó por sus piernas
abajo, que se perdían en las sombras que cubrían las tablas desiguales de madera del
suelo.
Atraído por un revoltijo blanco que quedaba junto a los pies de Doyle, siguió
buscando con la mirada. Fue entonces cuando encontró a su protegida.
Anne estaba en el rincón, aferraba contra sus pechos el extremo de la sábana que
estaba medio caída en el suelo. Por encima del borde, sus hombros desnudos
brillaban como perlas.
Su brazo derecho, con el que no sujetaba la sábana, estaba doblado por el codo y
parecía suspendido en el aire. Entonces reparó en lo que tenía en la mano: era un
cuchillo.
La punta de la hoja no estaba dirigida a su raptor, sino clavada en su propia
garganta, de tal modo que su carne se hundía hacia dentro por la presión. Un
riachuelo de sangre, negro con aquella luz, manaba de la herida y caía por la línea de
su cuello para parar sobre su pecho derecho, visible por encima de la sábana con la
que había intentado cubrir su desnudez.

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