Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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WebNovela LevyRroni You Were Mine(+18)

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Mensaje por EsperanzaLR Dom Dic 27, 2015 12:54 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Dic 28, 2015 5:14 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Dic 29, 2015 12:18 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Miér Dic 30, 2015 5:07 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Jue Dic 31, 2015 11:51 am

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Mensaje por EsperanzaLR Vie Ene 01, 2016 12:23 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 12:36 pm

Me encontraba tan preparada como podía estarlo para esto. Della se aseguró de que sabía que William traería a London a la barbacoa y de que han salido. Eso estaba bien. Yo iba a estar bien. Podría hacerle frente. Tía Darla tenía razón, con el tiempo me habría dejado de nuevo por alguien como London. Dijo que me amaba y en menos de tres meses ya salía con otra persona. Si estuviera durmiendo por ahí, teniendo aventuras de una noche, lo manejaría mejor. Pero saliendo con la misma chica, con la cual estuvo en una relación en la secundaria, demostraba el punto de la tía Darla. No se encontraba enamorado de mí. Si fuera así, no estaría moviéndose tan rápido.

Cerré el auto y tiré las llaves en mi bolso antes de dirigirme a la casa de los Kerrington. Podía oler la barbacoa en la brisa. Esta tarde sería divertida. Mis amigos se hallaban aquí. Y era una persona nueva.

Della abrió la puerta casi inmediatamente después de que toqué el timbre. Estaba radiante y más hermosa de lo normal. Cuando me abrazó, me sorprendió un poco, pero le devolví el abrazo.

―Está aquí. Afuera con los chicos. Ella está pegada a su lado. Ven a la cocina con nosotras ―susurró en mi oído.

Me sentí mal de que mis amigas pensaran que tenían que protegerme de William y su cita. Ya había sido demasiado frágil por mucho tiempo. No más. No necesitaba su preocupación o compasión.

―Estoy bien. Rayos, iré a tomar algo con ellos afuera para probar mi punto ―dije con buen humor.

Della me estudió el rostro por un momento y al parecer me creyó, porque pareció aliviada.

―Bien. Blaire está haciendo margaritas. Vamos a chismear. Dame tu bolso para dejarlo en el armario del pasillo ―dijo, tendiendo la mano.

Le di mi bolso y dejé que lo guardara mientras me dirigí a la cocina. Blaire se hallaba de pie con un delantal sobre sus pantalones cortos y blusa, con limones en las manos, los cuales apretaba en la licuadora. Nuestras miradas se encontraron mientras entré a la habitación.

―Es bueno verte la cara ―dijo.

―Igualmente ―contesté, y me senté frente a ella en el bar.

―Harlow acaba de ir a quitarle a Lila Kate a su tacaño padre. Estoy intentando darme prisa para poder sostenerla.

Rara vez puedo sostener a Lila Kate. Le sonreí a Blaire.

―Tomate tu tiempo. Puedo sostenerla hasta que termines.

―¡De acuerdo, la tengo! ―anunció Harlow mientras entraba a la cocina―. Si quieren sostenerla, es mejor que actúen rápido. No sé cuánto tiempo se quedará Grant fuera antes de venir a merodear.

Me levanté de un salto y fui a quitársela a Harlow.

―Yo primero ―dije mientras Harlow me la entregaba.

―No es fanática de recostarse. Piensa que quieres hacerla dormir, por lo que hace una pataleta. Le gusta ver cosas.

Incluso con seis meses de edad, aún era muy pequeña. Sus ojos eran enormes y se parecían mucho a los de su madre. Pero tenía las pestañas y el hoyuelo de su papá.

―Mira lo grande que estás ―dije, sentándome con ella en el regazo. Estiró la mano hacia mi cabello y agarró un puñado, pero no lo tiró. Simplemente quería sentirlo.

Estudió mis rostro con sus ojos, y me di cuenta que no tenía un toque oscuro en las entrañas. Nada pesado aplastándome. Tanto como amaba a Nate y a Lila Kate, cada vez que los he sostenido o incluso he estado a su alrededor antes, sentí una tristeza en mi corazón. Nunca quise aceptarlo, pero sabía por qué se encontraba allí.

Pero ahora era libre de eso. Podía ver sus pequeñas expresiones sin tristeza o culpabilidad. Me soltó el cabello y palmeó el cuello. La risa de Grant llegó por las ventanas, y comenzó a intentar ver por encima de mi hombro.

―Escuchaste a tu...

―No digas la palabra con P. Se dará cuenta que no está a su alrededor y comenzará a quejarse ―me advirtió Harlow desde donde se hallaba.

Eso era tan lindo.

―Disfrútala. Casi termino, y entonces es mía. Tengo un niño travieso que preferiría chocar los puños que abrazarme, así que necesito sostener algo pequeño y dulce ―dijo Blaire antes de encender la licuadora.

Lila Kate saltó ante el ruido y movió su pequeña cabeza para ver lo que ocurría. Me apretó el brazo con la mano, y apoyó la cabeza sobre mi pecho. Quería esto. Ahora podía admitirlo. Quería un bebé. Quería ser madre algún día. El hecho de que incluso pude pensar en ello sin sentir la culpa comiéndome viva fue tan liberador que casi comencé a llorar allí mismo.

Agaché la cabeza y parpadeé las lágrimas con rapidez. Tal vez algún día, les explicaría el pasado a mis amigos, pero aún no me encontraba lista. Ni siquiera le había contado a William. Casi esperé que llamara y preguntara por ello después de que le hablé en el campo de golf. Pero o se olvidó o se encontraba demasiado ocupado.

La licuadora se detuvo, y por suerte, mis ojos se sacaron. Besé el rostro de Lila Kate e inhalé su olor a bebé justo antes de que Blaire se acercara con las manos extendidas y una gran sonrisa tonta en la cara, diciendo―: Mi turno.

Se la entregué mientras la risa de Grant llegaba por la ventana de nuevo. Esta vez, Lila Kate comenzó a retorcerse para encontrarlo. Con un puchero, y arrugó la nariz como si estuviera a punto de llorar.

―Oh, no, no lo hagas. No lo necesitamos. Venga, vamos a explorar ―le dijo Blaire mientras salía con ella en brazos.

Harlow llenó dos vasos de margarita y me tendió uno.

―¿Quieres uno, Della? ―preguntó.

Della lavaba frutas y las ponía en un recipiente grande.

―No, estoy bien ahora. Gracias ―dijo.

Harlow reprimió una sonrisa y se sentó a mi lado.

―Te ves bien ―dijo.

―Gracias ―contesté antes de tomar un sorbo.

―No, me refiero a tus ojos. Te ves.... bueno, la mirada vacía se fue.

Bajé mi vaso y decidí ser tan honesta como podía sin contarles algo.

―Me estoy recuperando. Aprendiendo a dejar ir y vivir de nuevo.

Harlow sonrió.

―Estoy tan feliz de oírte decir eso.

―También yo ―dijo Della, luego hizo estallar una uva en la boca―. Traté de repararte, pero al parecer, soy mala en eso, así que no voy a intentarlo de nuevo.

Sabía que se refería a Charity, pero eso solamente me recordó que William se hallaba afuera con London.

―Parece haber encontrado su propia cita. Y es peor en eso que tú ―dijo Harlow con el ceño fruncido.

―Lo sé, ¿cierto? Pensaba lo mismo ―respondió Della.

Grant apareció en la puerta, y sus ojos fueron directo a Harlow.

―¿Está bien? ¿Dónde está? ―preguntó, escaneando el cuarto como si pudiera ponerse de pie y caminar por su cuenta.

―Blaire la tiene. Se encuentra bien ―dijo Harlow con una sonrisa―. Vuelve afuera.

Grant caminó hacia Harlow y la besó en la cabeza.

―¿Estás bien aquí?

Harlow le sonrió.

―Estoy con mis amigas bebiendo una margarita. ¿Qué crees? ―bromeó.

―Buen punto ―dijo, luego la besó en los labios.

―Oh, por el amor de Dios, ¡consigan una habitación! Son los peores del grupo ―dijo Della, riéndose.

Grant esbozó una sonrisa de suficiencia.

―Ay no, no sabía que estabas aquí ―dijo Blaire mientras entraba.

Lila Kate vio a Grant y comenzó a estirarse y quejarse para asegurarse de que todo el mundo supiera a quién quería.

―Ahí está mi chica ―murmuró con admiración Grant, y fue a quitársela a Blaire.

―Bueno, eso duró veinte minutos ―dijo Blaire arrastrando las palabras mientras caminaba para prepararse una margarita.

―Está mejorando ―añadió Harlow.

Lila Kate agarró con un puño la camisa de Grant como si estuviera sujetándose con su vida. Metió la cabeza en el cuello de Grant. Parecía completamente feliz.

―Necesitaba a su papi. Ustedes déjennos en paz ―dijo en voz baja mientras se giraba para salir de la cocina―. La llevo afuera conmigo.

Harlow tomó otro trago y negó con la cabeza, sin dejar de sonreír mientras los veía salir.

―Lo juro, voy a divertirme cuando crezca. La malcría.

Della se acercó y sentó con el recipiente de frutas.

―Lo admitiré, verlo con ella hace que quiera tener bebés mañana.
Todas reímos, porque sabíamos que pensábamos lo mismo. Grant Carter atado a un paquete de casi siete kilos de dulzura rosa haría que cualquier mujer quisiera bebés.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 12:43 pm

33

William

Grant salió de nuevo con Lila Kate en sus brazos. La apretaba contra su pecho como si fuera el único lugar en el que ella quería estar.

Podría haber tenido eso.

Maldición, ahí se encontraba el dolor intenso que venía junto con el pensamiento. Habíamos sido niños. No hubiera sido el cuento de hadas que la paternidad de Grant resultó ser. Empujando ese pensamiento a un lado, miré a London, quien enviaba mensajes de texto. Desde que llegamos, hacía eso. Perfeccionando el arte de verse completamente aburrida y jugando con su teléfono.

Della fue lo suficientemente generosa como para invitarla a quedarse en la cocina con ellas cuando llegamos, pero London se aferró fuertemente a mí y declinó la oferta. Aparentemente, de esa manera podía venir aquí a jugar con su teléfono. Agarré la cerveza que Wood me trajo y tomé un largo trago.

―Las chicas tienen margaritas allá adentro, London ―dijo Grant―. Estoy seguro de que estarán felices de compartir.

Levantó la mirada de su teléfono y le dio una sonrisa coqueta. Desde que llegamos, había hecho eso varias veces. ―Estoy bien aquí. Gracias de cualquier forma.

Él se encogió de hombros y se sentó, acomodando a Lila Kate sobre su hombro. Ella levantó la cabeza y nos dio una breve evaluación antes de meter el pulgar en su boca y colocar de nuevo, su cabeza sobre su pecho.

―La parrilla estará lista para los filetes en un par de minutos ―anunció Woods, poniéndose de pie y yendo a comprobar el fuego―. ¿Todos saben cómo sus mujeres quieren cocinadas sus carnes? ―preguntó.

―Harlow la come medio hecha ―dijo Grant―. Yo también.

―Con Blaire comemos medio hecha ―dijo Rush mientras caminaba detrás de Nate, que trepaba subiendo las escaleras.

―Medio hecha ―dije, y luego giré hacia London―. ¿Qué hay de ti?

Levantó la vista y arrugó la nariz. ―No como carne roja.

Le dije a la mujer que íbamos a una barbacoa. ¿Qué diablos creía que íbamos a comer? ―Entonces ¿no vas a comer? ―pregunté.

Se encogió de hombros. ―Estoy segura de que tienen ensalada o algo.

Woods, se aclaró la garganta y bajo de nuevo su mirada hacia el fuego. Trataba de no reírse. ―Uno de ustedes corra y pregúntele a Maite cómo come su carne.

―A ella le gusta bien cocida. Lo conversamos antes. Blaire se hallaba horrorizada y la acusó de arruinar un buen pedazo de carne ―dijo Rush.

Maite estaba aquí. No me di cuenta de que llegó.

Y me molestó el hecho de que Rush supiera cómo comía su carne. No sabía mierda como esa. Nunca comí carne con Maite.

―Voy a ir‖a‖ver‖qué‖otras‖cosas‖tiene‖Della,‖y,‖uh…‖ ―Me puse de pie, inventándome una excusa para entrar―. Regresaré enseguida.

No esperé a que London dijera que iba conmigo.

Entrando en la casa, inmediatamente oí sus risas. La de Maite destacaba entre las demás. Disfrutaba de sus compañías. Casi me di la vuelta y volví afuera. El verme podría arruinar su feliz estado de ánimo. Nunca puse una sonrisa en su cara. Pero quería verla.

Cuando entré en la cocina, los ojos de Blaire se encontraron con los míos, y sonrió. ―Ey, William.

Las otras tres cabezas se giraron en mi dirección. Aunque no se me escapó que Maite fue la última en mirar en mi dirección, sonreí e intenté parecer indiferente. ―¿Te aburriste con la conversación masculina afuera? ―preguntó Della.

―Todas parecen tener más diversión aquí ―contesté.

―Ah, la tenemos ―me aseguró Della.

Todas me miraban como si quisieran saber por qué entré en su guarida. Si tenía que decir algo. Mirar fijamente a Maite era demasiado obvio. ―Solo revisando para ver qué tienes para comer con el bistec. London no come carne roja.

Tan pronto como lo dije, quise retirarlo. ¿Por qué traje a London, maldita sea? Maite volvió a analizar su margarita y Harlow agarró un poco de fruta. Blaire de hecho, me miró.

Molesté a las mujeres. Genial.

―Uh, claro. Tenemos ensalada de fresa, papas al horno, espárragos y panecillos de mantequilla. Si hubiera sabido que no comía carne roja, podría haberle conseguido algo de salmón.

Maite bebía su margarita como si fuera agua. Su risa desapareció, y era mi culpa. Simplemente porque quería verla.

―Está bien. Sabía que era una barbacoa. Debería haberlo mencionado antes. Puede comer los acompañamientos. Seguro que come algo de eso.

―Puede comer las espinacas de la ensalada de fresa. Estoy segura de que es lo que normalmente come ―dijo Maite y levantó de nuevo su copa de margaritas.

Los ojos de Harlow se ampliaron, y Blaire agachó su cabeza para reírse.

Nadie más dijo nada.

¿Se burlaba Maite de London? ¿O interpretaba mal esto?

―Estoy seguro de que tienes razón ―respondí finalmente, y Maite giró su cabeza para mirarme. Me asustaba que fuera a ver algo que me molestara, pero en cambio, parecía a punto de reírse. Apretó sus labios como si estuviera aguantando. Se burlaba de London. Mi pecho se apretó. Se encontraba celosa. Maite, exactamente, no siguió adelante después de todo.

―Probablemente deberías volver afuera. Dejaste a London por ahí con los hombres. Estoy segura de que está aburrida ―dijo Blaire.

La miré y asentí. Me echaba. Lo entendí.

Justo cuando abrí la puerta para salir, oí la primera risa. Luego toda la cocina estalló en carcajadas. Sonreí, cerrando la puerta detrás de mí.

Woods, se dio la vuelta con una mirada divertida. ―¿Qué le dijiste para hacerlas reír de esa manera?

Me encogí de hombros. ―Soy un tipo divertido.

―¿Quién te mintió? ―preguntó Grant.

Lo ignoré y miré a London. ―¿Comes espinaca cruda? ―pregunté.

―Sí ―respondió.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 12:48 pm

34

Maite

La cena fue interesante. Thad llegó justo a tiempo para comer, estuvo atrapado en una reunión con su padre. Me sentí aliviada de verlo. Ser la única sin pareja fue raro, pero con Thad allí sin una cita lo hacía estar bien.

Después de tomarme la margarita para lidiar con William estando en la cocina, preocupándose por London, cambie al agua. Ya me estaba aburriendo con el asunto.

Blaire se sentó frente a mí, y Della se hallaba al otro lado de Thad. William y London se encontraban al final de la mesa cerca de Grant y Harlow. Así era más fácil no mirarlos.

―Me alegra que todo el mundo pudo venir esta noche. Ustedes son nuestros amigos más cercanos, y se han convertido en mi familia ―dijo Della, sonriendo mientras miraba hacia Woods.

La conversación cesó, y todos los ojos se movieron a Della.

―Queríamos decirles a todos a la vez, así que pensamos que esto sería una excusa para reunirlos y dejarlos saber las buenas noticias. ¡Estoy embarazada!

La sala estalló en aplausos, y Blaire saltó para arrojar sus brazos alrededor de Della, mientras Woods obtuvo palmadas en la espalda de los hombres. Me moví detrás de Blaire para abrazar a Della y felicitarla.

―Estoy tan feliz por ti ―dije.

―Gracias ―dijo con una gran sonrisa.

Dándome la vuelta, mis ojos atraparon a los de William mirándome. Me pregunté si pensaba en nuestro bebé. Quería que supiera la verdad. No que eso cambiara algo para él. Había sido la más afectada por ello. Pero aún así, debía saberlo.

Aparté la mirada y caminé hasta mi asiento. Thad estiró una mano y tomó mi vaso de agua. ―No bebas la maldita agua. Es contagiosa. Está poniendo bebés por aquí y por allá.

Me reí tan fuerte que recosté mi cabeza en su hombro. Tenía razón. Empezaba a pensar que había algo en el agua. Cuando dejé de reír, me palmeó la pierna y sonrió. ―Tenemos que cuidar del otro. El efecto dómino, ya sabes.

Lo que no se dio cuenta fue que yo quería esa vida. La que tenía el esposo que me adoraba y amaba a nuestros hijos. Mirando hacia Grant, lo observé besar la cabeza de Lila Kate mientras la cargaba. Entonces observe a Nate subirse en el regazo de Blaire y envolver sus pequeños brazos alrededor de su cuello y apretarla fuerte.

―Te ves más feliz ―dijo Thad, aún mirándome.

Regresé mi atención hacia él. ―Lo estoy. Está mejorando. Estoy mejorando.

Asintió y envolvió su brazo alrededor de mis hombros, entonces junto su cabeza con la mía. ―Todos te amamos. ¿Lo sabes, no? incluso Woods. Todos queremos que seas feliz.

Las lágrimas picaban en mis ojos, le permití sostenerme un minuto. ―Soy muy afortunada ―respondí.

―Sí, lo eres. Somos demasiado asombrosos ―bromeó.
Mi risa feliz secó mis lágrimas.

***

Cuando me entré en el estacionamiento de mi apartamento, la Harley estacionada bajo las farolas y el conductor recostado contra ella llamó mi atención. Era William. No podía ver su cara, pero su altura y la moto lo delataban.

Lo que no sabía era por qué se hallaba aquí y cómo demonios había llegado primero que yo desde la parrillada.

Después de asegurar mi carro, caminé hacia él. Se apartó de su moto y se dirigió hacia mí.

―¿Qué haces? ―le pregunté una vez que estuvo cerca.

―Quería hablar contigo sin audiencia. ¿Puedo entrar?

William en mi apartamento. ¿Me hallaba lista para eso? Ahora mismo, no tenía memorias encontradas en mi apartamento. Nadie lo había visitado; era solo un lugar donde dormía y me escondía del mundo. Llevar a William dentro cambiaría eso. Sería una parte de él.

―Por favor ―dijo, su voz rogando.

Cedí. ―Seguro, de acuerdo.

Acomodó su paso detrás de mí mientras caminábamos hacia las escaleras.

―¿Cómo llegaste primero que yo? ―pregunté.

―Le pedí a Thad que me llevara a mi moto y London se fue a casa en su carro. Ella no se montaría en mi moto, así que nunca la tomamos.

¿Cómo esperaba tener una relación con alguien que no se montaría en su moto? ―Suena como una combinación ganadora. Nada de carnes rojas o motocicletas. Tienen mucho en común ―dije, tratando de mantener mi voz ligera.

William dejó de caminar, y me pregunté si lo había hecho enojar. Ya casi estábamos en mi puerta. Me di vuelta para mirarlo, sin tener miedo de una confrontación. Si quería ser un bebé, entonces bien. Solo bromeaba. Un poco. ―No te gusta London ―dijo, observándome.

Podía mentir. Pero no lo haría. ―No me gustaba hace ocho años, tampoco.

Inclinó su cabeza hacia un lado y me estudió. ―Sé por qué no te gustaba en ese entonces. ¿Por qué no te gusta ahora?

¿En serio iba a ir allí? Me encogí de hombros y traté de dejarlo. Sacando mis llaves, desbloqueé la puerta. ―Ella no ha cambiado.

Mi puerta se abrió, y entró detrás de mí, como si trataba de atraparme así no podía salir corriendo de vuelta afuera. Odiaba que mi cuerpo hormigueara cuando se encontraba cerca. Necesitaba espacio, maldita sea. ―No te gustaba hace ocho años porque era mi ex novia. Tenías celos de cualquier atención que me daba.

Bajé mi cartera y llaves en la mesa y me di vuelta. ―Eso es cierto. ¿Qué quieres, William? ¿Quieres que admita que estoy celosa de ella ahora? ¿Por qué está contigo? ¿Eso eso lo que quieres conseguir? ¿Te hará sentir mejor?

Su manó se disparó hacia adelante y agarró mi muñeca, tirándome hacia él. ―Sí, Maite, eso haría mi jodido año. Porque si tú estás celosa de London, entonces aún tengo una oportunidad. Y esto no ha acabado.

Tenía que seguir respirando. Su agarre envió un zumbido eléctrico a través de mi brazo. Mi corazón se hallaba en un frenesí, y las mariposas en mi estómago se encontraban allí de nuevo.

―¿Es eso? ¿Estás celosa de London? ―Sus palabras salieron en una baja y ronca voz.

Quería mentirle, porque admitirle la verdad abriría esto de nuevo. Había cerrado la puerta, y alejado. Pero no había sido feliz. Lo extrañaba. Me paraba en mi ventana en la noche y miraba hacia la calle. Extrañaba ver su moto estacionada allí mientras me observaba. Cada vez que iba a mi carro para salir y no se hallaba alrededor, sabía que había hecho esto. Lo había empujado demasiado duro. ―Sí ―dije finalmente.
La mandíbula de William se apretó, y sus ojos destellaron con satisfacción. Entonces las venas en su cuello aparecieron, y me preparé.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 12:54 pm

35

William

Calmado, tenía que permanecer calmado. Pero quería atraparla en mis brazos y besarla hasta que ninguno de nosotros pudiera respirar. Se hallaba celosa. Se preocupaba lo suficiente como para que no le gustara verme con alguien más. ¡Infiernos sí!

―¿Entonces qué significa eso, Maite? Me querías fuera de tu vida, y retrocedí. ―Me arriesgaba. Lo sabía, pero tenía que saber.

Alejó la mirada de mí y enfocó sus ojos en algo por encima de mi hombro. ―Tal vez significa que siempre me he sentido de esta manera. ―Se encogió de hombros―. No lo sé. Sólo sé que te extraño. ―Se detuvo y se pasó las manos por su cara dejando salir un gruñido frustrado―. ¡No lo sé! Esta cosa con nosotros… ―Dejó caer sus manos para mirarme―. Hay algo que tienes que saber. O algo que necesito que sepas. Quiero que sepas.

Se quebraba. Sus defensas finalmente caían, y si iba a tener una oportunidad de entrar en su vida, sería esta. ―Te escucho.

Maite señaló al sofá y la silla en su pequeño apartamento. Ni siquiera miré alrededor hasta ese momento. Aquí no era donde pertenecía. No la quería aquí. Pintura manchaba los muros, y las cortinas se hallaban rotas. Cinta adhesiva alineaba la ventana, y su sofá se encontraba parchado varias veces. Mantuve mi cara neutral. No quería que pensara que la miraba hacia abajo por cómo vivía. Sólo odiaba saber que mientras yo me iba a la cama en un lujoso condominio, ella se hallaba aquí con nudos y cadenas en su maldita puerta.

Maite se sentó en una silla de vinil que parecía haber tenido mejores días en los setentas. Tomé asiento en el sofá.

―No tuve un aborto. Lo perdí ―dijo.

Eso me sacó de golpe de mis infelices pensamientos acerca de su departamento. ―¿Qué?

Dejó salir un suspiro, y sus hombros se relajaron. ―Mi tía Darla dijo que me ayudaría a hacer algo con el bebé. Pensé que era su manera amable de decirme que me llevaría a abortar. Me hice una bola y lloré por dos días después de eso y sufrí por el bebé que no conocía. No quería abortar, pero tenía dieciséis, mi padre nunca me permitiría tener un hijo. Mi tía Darla era todo lo que tenía, y si me iba a llevar a abortar, entonces no tenía a nadie en mi vida que apoyara mi decisión de tener al niño. Te llamé varias veces con la esperanza de que me ayudaras, pero nunca te localicé.

―Cuando tenía ocho semanas, mi tía me obligó a ir a una clínica; asumí que era una clínica de abortos. Nunca estuve tan aterrorizada en mi vida. Toda la mañana tuve calambres, pero me imaginé que era por todo el llanto y los nudos en mi estómago. Entonces el doctor me examinó, y sangraba. No lo supe hasta la semana pasada. Me dieron una inyección para el dolor porque me hallaba en medio de una pérdida precoz. Mis recuerdos de ese momento se enredaron por las drogas.

―Cuando desperté, me encontraba en casa de mi tía Darla, y sangraba mucho. Me dijo que el bebé se fue, así que asumí que me practicaron un aborto cuando me hallaba inconsciente. Nunca lo discutimos porque era demasiado doloroso. La semana pasada, la tía Darla dijo algo acerca de mi pérdida, y me confundí. Me dijo la verdadera historia. Dijo que nunca me habría llevado a abortar.

Finalmente dejó de hablar y la mirada cayó a sus manos.

―Me culpé y viví con esa culpa por tanto tiempo cuando nunca tuve que hacerlo. Quería que supieras la verdadera historia. Que no quería abortar a nuestro bebé. Que cuando fue el momento, me hallaba lista para hacer lo que fuera necesario para conservarlo.

Tragué el nudo en mi garganta, abrumado por la historia de Maite. Ni una sola vez la culpé. Me emborraché y permanecí así por más de una semana cuando finalmente tuve el valor de escuchar mis correos de voz. No tenía mi celular conmigo, por el que mis padres pagaron, pero podía entrar al buzón de voz manualmente. Cuando las plegarias desesperadas de Maite por ayuda terminaban con un mensaje final diciendo que abortó, mi mundo se detuvo.

Había lanzado una silla por el cuarto del barato hotel en el que me quedaba y la destrocé. Entonces metí la mano en el yeso antes de caer de rodillas y sollozar. Mi siguiente paso fue beber. Tenía que entumecer el dolor. Maite no querría que volviera por ella como planeé. La destruí. Me destruí. No podía enfrentarla.

Pero nunca la culpé. Era joven y se encontraba asustada. Su padre apenas aparecía en su casa, y trabajaba para ayudar a pagar las cuentas. No escuché los correos de voz, temeroso de escuchar lo que mis padres tenían que decir. Como resultado, arruiné mi vida.

Necesitaba decirle la verdad de porque me fui. Ahora.

―Maite, si me quedaba aquí, mis padres me habrían enviado a Yale. Hubiera pasado más de cuatro años allá. En vacaciones, me harían ir con mi familia a Boston. Entonces pasaría los veranos en una firma de abogados en Manhattan. Mis días en Rosemary Beach se terminarían.

―Así que tuve que escapar. Si huía y encontraba la manera de ser independiente de ellos, no tendrían poder sobre mí, y podía volver a verte. Entonces, cuando cumplieras dieciocho, podrías venir conmigo. Esa fue la única respuesta que encontré. No quería perderte.

Miré su rostro mientras escuchaba. Traté de explicarle esto tantas veces. Pero esta vez me escuchaba. Finalmente.

―Y lo del embarazo, no usaba el teléfono que pagaban mis padres. Lo dejé. Ahorraba para conseguir uno propio. Iba a llamarte en cuanto lo tuviera. Pero me hallaba preocupado por ti, y después de un mes, usé el teléfono en mi cuarto de hotel para escuchar mi correo de voz. Fue entonces cuando recibí todos tus mensajes. Mi mundo se desmoronó en esa habitación.

Maite dejó escapar una risa triste y sacudió la cabeza. ―Éramos tan jóvenes entonces. ¿Incluso recuerdas a esos niños? Olvidé lo que se sentía ser ellos ese verano.

Yo no. ―Pudimos haber sido niños, pero lo que sentía por ti era real. Nunca cambió o disminuyó. Ni una vez.

Nos sentamos ahí, ambos sin hablar, mientras el sonido de los autos en la calle y la música de los vecinos arriba de nosotros llenaban el silencio.

La miré, y ella miraba la pared, perdida en sus pensamientos. Mucho cambió desde ese verano cuando caminó en mi mundo para iluminarlo.

―Lo que dije cuando nos encontrábamos en la isla, me equivoqué ―dijo, volviendo su mirada hacia mí―. Me horrorizaba hacer lo que hicimos y ni una vez me sentirme culpable. Me odiaba por no sentir culpa. Pero quería vivir mi vida. Caminar a través de la niebla es solitario, y tienes razón, Jace quería que viviera. ―Se detuvo y apretó los ojos cerrados―. Creo, eso es, si quieres, creo que me gustaría que nos viéramos más. No de manera exclusiva, sólo casual. Tal vez. Si eso es algo que te gustaría hacer.

¿No de manera exclusiva? Joder. Controlé mi reacción y mantuve una expresión neutral. Me ofrecía una rama de olivo, o al menos una pequeñísima hoja, pero era algo. Era mejor de lo que teníamos ahora. ―Sí, me gustaría eso ―le respondí,

Sonrió, y el alivio en sus ojos hizo que todo valiera la pena. ―¿En serio? ―preguntó, como si fuera a cambiar de opinión.

―Absolutamente.

Miró alrededor incómodamente con una linda sonrisa en su rostro, entonces me volvió a mirar, insegura. ―¿Puedo…‖abrazarte?

Abrí mis brazos. ―Ven aquí ―le dije, y espero un segundo antes de envolver sus brazos a mi alrededor.

Inhalé y la sostuve. Enterrando la cabeza, pasé la nariz hacia arriba por su cuello y sonreí mientras se estremecía.

No era su número uno, pero eso no cambiaba el hecho de que era mía.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 12:59 pm

36

Maite

Si un hombre fuera a pedir comida para llevar y alquilar una película, ¿estarías interesada en unirte a él?

Sonreí hacia el mensaje de texto. Desde nuestra conversación de la otra noche, William me envío un par de textos al azar, pero nada más. No había estado segura de si él se encontraba ocupado o si solo estaba tanteando el terreno. Este texto aclaró el ambiente un poco.

Estacioné el carrito de golf, por lo que pude responder.

Depende del tipo preguntando. Tengo estándares.

Después presioné Enviar, metí mi teléfono en el bolsillo de mis pantalones cortos y salté hacia abajo para descargar la acción de sobra. Mi turno llegó a su fin, y el sol se estaba poniendo, por lo que el curso se cerró. El último grupo acababa de terminar.

Cuando mi teléfono vibró, rápidamente me puse de nuevo en marcha.

Es alto, muy guapo, gran sonrisa, sabe que te gusta el fettuccine Alfredo de pollo de Gambino, y tiene la intención de tener eso y un vaso de vino blanco esperándote al llegar a su casa.

Me reí en voz alta, y luego miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie me vio riendo como una loca en mi teléfono.

Vendido, escribí. Puedo ir a cualquier parte por eso del fettuccine.

Su respuesta fue rápida.

Anotado. ¿Nos vemos a las siete?

Le respondí: Bien.

Metí mi teléfono en mi bolsillo y me puse a trabajar. Necesitaba una ducha y cambiarme de ropa antes de ir allí. Olía a sudor y aceite bronceador. Por no hablar de la cerveza que se arrojó sobre mí antes. Riesgos laborales de trabajar como una chica de carrito de bebidas.

Me las arreglé para conseguir descargarlo todo en un tiempo récord y salir de allí sin que la tía Darla preguntara adónde iba. Ella no aprobaba a William, y aunque sostuviera algo contra él que sucedió hace años, yo no estaba segura de que dejaría eso ir. Me gustaría lidiar con ella cuando tenga tiempo.

Llegué a mi apartamento, me di una ducha, y me puse un par de mallas y un top que colgaba de un hombro. Era cómodo y lindo. No quería disfrazarme para ver una película en su casa. Eso parecía como si estuviera tratando de esforzarme demasiado.

Esto se suponía que era una cosa fácil.

Para el momento en que me detuve en su apartamento, eran las siete y cinco. Su Harley se encontraba aparcada fuera, y todas las luces de su apartamento se estaban encendidas. La primera vez que volví a entrar en el apartamento después de su regreso fue duro. Jace le quiso hacer una fiesta de bienvenida, y tuve que fingir que no perdí mi virginidad en su sofá. O dormido en su dormitorio más noches de las que podía contar.

Ahora estaba caminando de vuelta allí para pasar tiempo con William. Frente a esos recuerdos era aterrador. Pero eso era nuestro pasado, y no tenía que esconderme de ello.

Llamé a la puerta, y pude oír los pasos de William mientras venía por el pasillo. Cuando la puerta se abrió, la visión de él me tomó por sorpresa. A veces se me olvidaba cuán sexy era el hombre hasta que se encontraba allí en mi espacio de nuevo. No es de extrañar que mi corazón de dieciséis años fuera robado por él.

Su cabello estaba húmedo, y podía oler el jabón fresco sobre su piel. Una camiseta gris se aferraba a su pecho en unos pocos lugares en los que no se secó completamente antes de ponérsela. Los pantalones vaqueros que llevaba golpeaban sus caderas tan perfectamente que estaba segura de que se hicieron solo para él, para que todas las mujeres de todo el mundo pudieran desearle sobre la forma en que su estómago plano se propagaba y cortaba en forma de V, ya que desaparecía en sus vaqueros. Los pantalones también hacían cosas maravillosas a sus largas piernas. Los músculos de sus muslos se tensaban fácilmente cuando cambiaba su postura. Luego se encontraban sus curtidos pies descalzos, que no deberían excitar pero que, totalmente, lo hacían.

Aparté mi mirada para encontrármelo después de comérmelo con los ojos en la puerta de su casa. Estaba agradecida de que no se riera por mi lapso. Sonrió y dio un paso atrás para que entrara. ―Hace un momento preparé el vino ―dijo mientras caminaba, su aroma a limpio encontrándose con mi nariz.

¿Por qué esto me hacía querer lamer su cuello?

―Esperé para que pudieras alquilar la película. No estaba seguro de lo que querías ver. Tengo iTunes conectado en la televisión para que puedas buscar y alquilar lo que quieras.

Caminé hacia la cocina, que conducía a la sala de estar. ―Estoy de humor para una película de acción ―dije, pensando que no necesitaba ver nada romántico con él. Había estado pensando lamer su cuello. No necesitaba ver nada que me inspirara.

―Como he dicho, tu elección ―dijo mientras entraba de nuevo en su cocina.

Me puse de pie en el otro lado de la barra y vi cómo nos preparaba ambos platos. Él pidió lo mismo que yo, eso me recordó las veces que me llevó a comer ese verano. Siempre decía que yo pedía mejor que él y terminaba comiendo de mi plato y haciendo caso omiso de su propia comida.

―Vino. ―Empujó un vaso hacia mí.

―Gracias.

Recogió los platos y asintió hacia las puertas francesas que conducían a la terraza. ―¿Quieres comer ahí? Es más bonito que aquí.

―Sí. Déjame tomar el vaso, y abriré las puertas ―le dije, tratando de alcanzar el vaso que sirvió para sí mismo.

Caminamos hacia su balcón, y aunque los muebles aquí eran ahora diferentes, mi mente todavía volvía a la primera vez que estuve aquí con él. Dejó los platos, y alejé los pensamientos mientras me sentaba en la silla más cercana a mí. Recordar cómo éramos entonces solo confundiría las cosas ahora.

Una vez que sentado en su asiento, William me miró. ―No voy a mentir, pedir comida preparada de Gambino trajo algunos muy buenos recuerdos. ―Lo hacía, también. Nuestro pasado siempre estaría allí.

―No he tenido esto en... bien, desde hace tiempo ―admití. Porque comer aquello siempre me recordaba a él. No fue hasta que Jace comenzó a llevarme allí que tuve la oportunidad de disfrutar sin los recuerdos lastimándome demasiado.

Ninguno de los dos dijo nada cuando empezamos a comer.

La mención de Jace no era algo que quería hacer. No era justo para William. Habíamos hablado de Jace lo suficiente. Su memoria siempre estaría allí. Esto era sobre nosotros ahora.

―¿Que fue la cosa más emocionante que pasó hoy? ―preguntó William, y mis ojos se dispararon para encontrarse con los suyos. Sus ojos parpadeando mientras sostenía mi mirada atrapando mi aliento. Tantas emociones en esas profundidades verdes.

Todos los días ese verano, cuando me recogía del trabajo, me miraba y me hacía esa pregunta. Empezó como su manera de preguntarme acerca de mi día y se convirtió en mí tejiendo cuentos ridículos que nunca sucedieron solo para hacerlo reír. Al final, alcanzaba su mano y le decía que lo que me esperaba en el estacionamiento era la parte más emocionante de mi día.

Levanté mi bocado de fettuccine. ―Esto es por mucho la cosa más emocionante que ha pasado hoy. A menos de que cuente el hecho de que agarré al Sr. Wickingham meando en el décimo hoyo.

William hizo una mueca, y luego se echó a reír.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 1:05 pm

37

William

Una sensación de calidez se envolvió a mí alrededor, e inhalé más profundo el aroma a vainilla. Necesitando aferrarme a ella. Mis brazos se apretaron, y la sedosa suavidad que sostenía en mis brazos hizo un ruido que me recordó a un ronroneo.

Eso me despertó. Entrecerrando los ojos contra los rayos del sol filtrándose por las ventanas, observé a Maite profundamente dormida y acurrucada contra mí. Sus piernas enredadas con las mías, a la vez que el resto de su cuerpo estaba medio encima de mí mientras yacía en el sofá.

Habíamos visto la película anoche, o al menos tratamos. Maite se recostó sobre mí en algún punto, y fui incapaz de hacer algo más que ver sus pesados párpados pestañear hasta cerrarse. Ya dormida se acercó más a mí, hasta el punto en que tuve que recostarme para que ella pudiera acomodarse. El regalo de tenerla en mis brazos otra vez mientras dormía me dio una profunda satisfacción.

Prepararme para el momento en que abriera los ojos y se diera cuenta de que se había quedado dormida sobre mí era otra cosa. Estaría enojada. Al menos creí que podría estarlo. Después de tres copas de vino en el balcón y reírnos de las historias de cuando Blaire vino a Rosemary Beach por primera vez, Maite se relajó considerablemente la noche anterior.

Me gustaba escuchar su charla, averiguar todo lo que me perdí en su vida. Me contó sobre la vez en que se fue de casa de sus padres porque su padre se casó con una mujer llamada Renee, quien evidentemente que odiaba a Maite. Mi pecho dolió mientras la escuchaba bromear sobre dormir en el suelo y comer fideos durante meses.

Yo tuve mi propia parte de comer fideos y dormir en pisos también, pero eso era algo que nunca querría para ella. Cuando me fui de la ciudad, decidí construir una vida en un lugar seguro, con todo lo que ella necesitara.

No quería que se despertara y estuviera molesta por esto. No había dormido tan bien en años, y seguro como el infierno que no había despertado tan malditamente feliz en lo que se sentía como una eternidad. Ni siquiera nos habíamos besado anoche. No la presioné. Mis ojos se mantuvieron fijos en sus labios mientras hablaba, pero me sacudí mentalmente y forcé la mirada de vuelta a sus ojos.

Una de sus piernas se estiró sobre las mías mientras comenzaba a moverse. Aflojé mi agarre sobre ella cuando me di cuenta de que la había atraído hacia mí con tanta fuerza que probablemente eso era lo que la estaba despertando. Mi subconsciente trataba de mantenerla aquí, en este lugar. Ella dejó escapar un suave bostezo, y los dedos que había hundido en mi cabello durante toda la noche comenzaron a moverse. Luego se quedó completamente inmóvil, y supe que mi Maite finalmente despertó. Le di un momento para asimilar las cosas. Sí, estábamos enredados de todas las maneras posibles, pero permanecíamos completamente vestidos, y nada tocaba algo que no debería. Cuando volvió la cabeza y hundió la cara en mi pecho, sonreí. Quizá no iba a entrar en pánico después de todo.

―Lo siento tanto ―murmuró ella contra mi camisa.

―¿Por qué? ―pregunté, sonriendo a la parte superior de su cabeza.

Dejó escapar un gemido que era más allá de lo adorable. ―Me quedé dormida sobre ti.

Me moví e incliné su cabeza arriba para poder ver su rostro. ―Nunca te disculpes por eso. Jamás.

Ella me estudió un momento, luego lamió sus labios y bajó la mirada. ―Te estoy asfixiando, ¿puedes incluso respirar? ―Aún sonaba avergonzada. Empezó a levantarse pero mis brazos se apretaron a su alrededor. No estaba preparado para eso todavía.

―Dormí mejor de lo que he dormido en años. Eres la mejor manta que he tenido ―bromeé, tratando de aliviar la nerviosa rigidez en su cuerpo. Me gustó tenerla toda suave en mis brazos. Quería eso de vuelta. Ella soltó una carcajada e inclinó su frente de nuevo a mi pecho.

―El vino después de un largo día en el sol, me noquea ―dijo aún en tono de disculpa.

―Entonces tendré que recordar hacer eso más a menudo. ¿Qué harás esta noche después del trabajo?

Ella levantó la cabeza, y la sonrisa en sus labios hizo que mi corazón se apretara. Era la sonrisa de mi Maite. La que solía darme sólo a mí. ―Verte dos noches seguidas no es una cita casual ―dijo, como si necesitara un recordatorio. No quería pensar en lo que eso significaba. Ella no quería ser exclusiva, lo que significaba que podía salir con otras personas. Si eso realmente pasara, no me encontraba seguro de poder ser responsable de mis acciones. La idea de ella con alguien más me volvía loco. No iba a dejar que sucediera. Cómo mierda iba a detenerlo era otra cosa.

―Claro que lo es. Comimos, hablamos, vimos una película, y dormimos completamente vestidos. Eso es muy casual. Hagámoslo de nuevo esta noche.

La sonrisa en su rostro creció, y ella se movió de nuevo. De mala gana, aflojé mi agarre para que pudiera levantarse. Si la retenía, ella podría no volver. Siempre podría atar su trasero a la cama. Eso podría arreglar esta mierda de cita casual.

Maite se puso de pie y levantó las manos sobre su cabeza para estirarse, dejándome un pequeño vistazo de la suave piel de su estómago. Los pantalones que llevaba moldeaban cada curva y estuve cerca de pedirle que se diera la vuelta y se estirara otra vez para que pudiera ver su trasero en ellos. La camisa que llevaba puesta casi lo cubría. Anoche, todo lo que tuve fue una idea de lo que cubría.

―Hoy es mi día libre. Tengo que hacer las compras, limpiar mi departamento y...

―Visitar a Nate, pararte en la oficina de correos y obtener tu correspondencia. Luego ir a la playa y permanecer en el lugar donde perdimos a Jace ―terminé por ella. La había seguido durante meses. Sabía la típica rutina para su día de descanso. No quería recordarle a Jace, pero él era parte de su vida. Nuestra vida. Quería recordarlo. Quería ser capaz de decir su nombre sin preocuparme de que ella pudiera dejarme fuera.

Parpadeó hacia mí como si estuviera sorprendida de que supiera todo esto, pero no había tristeza allí. La culpa y el arrepentimiento no nublaban sus ojos. Volvió a caminar, tomó sus zapatos y se los puso de nuevo. No era un secreto que la seguía. Ella lo sabía.

Sentado, pasé la mano por mi cabello pero decidí que no importaba si era un desastre. Me incliné hacia adelante, descansando mis codos en las rodillas mientras la veía buscar su bolso. Ella necesitaba poner espacio entre nosotros, y si quería que esto funcionara de nuevo, iba a tener que dejarla.

―¿Mañana por la noche? ―pregunté, sabiendo que no necesitaba que entrara en detalles sobre lo que quería.

Se volvió hacia mí y pude ver las ruedas girando en su cabeza.

―Hay una fiesta de cumpleaños para el Señor Emerson en el club mañana por la noche. Está cumpliendo ochenta. La gente vendrá desde la ciudad. Es algo grande. Woods me pidió trabajar ese día.

El Sr. Emerson era el abuelo de London. Los ojos de Maite dijeron lo que ella no estaba diciendo. Ella esperaba que yo asistiera allí con London.

En realidad, olvidé que London me pidió ir con ella. La había rechazado. Después de la barbacoa, sabía que perdía mi tiempo y el suyo. Ella no encajaba en mi mundo. Estuvimos bien juntos una vez, pero me había alejado de esa vida, y estar cerca de London me recordó por qué huí de ella.

―No estaré ahí. No tenía nada que terminar en primer lugar, pero le dije a London que no íbamos a funcionar. Ella es parte de un mundo al que no quiero pertenecer.

Alivio brilló en sus ojos antes de que lo cubriera mirando lejos. ―Oh, bien ―replicó.

―¿Después de la fiesta? ―pregunté. No me daba por vencido.

Ella jugueteó con el dobladillo de su camisa. ―Siempre estoy muy cansada después de un gran evento en el club, así que no seré buena compañía. Solo querré comer y dormir.

Yo estaba completamente de acuerdo con eso. ―Te alimentaré y te daré un masaje de pies asesino, luego te dejaré ir a dormir.

La batalla interna desarrollándose en su rostro me hizo contener la respiración. ―De acuerdo. Pero no tienes que traer la comida. Nos mandan a casa con un montón de sobras de esas cosas. Tendré bastante para los dos.

Mentalmente salté y golpeé el aire con un grito de victoria. En la realidad, me las arreglé para ponerme de pie calmadamente y asentir con mi cabeza hacia la cocina. ―Genial, ¿quieres un poco de café antes de irte?
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 1:09 pm

38

Maite

Sostuve mi camisa contra mi nariz una vez más antes de quitármela e inhalar, olía como William. Y olía maravilloso. Cerrando mis ojos me permití recordar cuan bien se sintió su cuerpo duro bajo el mío cuando había despertado.

Vagamente recordé ser incapaz de mantener mis ojos abiertos anoche e inclinarme para tumbarme sobre su hombro, deseo haber estado despierta para más de eso, sentí como si me hubiese perdido. Pero entonces, si lo hubiese estado no había forma de que hubiera dormido sobre él.

Llevar puesta esta camisa todo el día era tentador, pero eso me haría una rarita. Me la saqué y comencé a lanzarla dentro del cesto de la ropa sucia y me detuve, en vez de eso la dejé caer sobre mi cama. Iba a dormir con ella puesta esta noche y no me iba permitir pensar sobre cuán raro era eso.

Acceder a ir a su casa de nuevo tan pronto probablemente era una mala idea, hacía las cosas parecer como si se estuvieran moviendo demasiado rápido. Tenía que proteger mi corazón con este hombre, ya sabía que tenía el poder para destrozarme, pero cuando había dicho que ya no estaba viendo a London, había cedido.

Saber que él no quería ser parte del mundo en que ella residía alivió mi mente. William nunca habló de sus padres y ellos no vivían en Rosemary Beach. No habían estado en Rosemary Beach desde el funeral de Jace, pero el verano estaría de regreso pronto. ¿Qué si ellos regresaban? William no había tenido que lidiar con ellos aún, ¿Ellos lo presionarían? ¿Huiría de nuevo? No podía montar sobre su motocicleta y manejar lejos incluso si me lo pedía. Mi vida estaba aquí, mi trabajo, mis amigos, mi mantita. Todo estaba aquí.

Protegerme no iba a ser fácil, no me tomaría mucho perderme en William otra vez, justo como anoche: dormir en sus brazos había venido tan naturalmente como respirar. Se había sentido correcto.

Mi corazón no estaba a salvo con él incluso si mi cuerpo tenía otras ideas.

Hoy necesitaba espacio, haría mi rutina habitual y distanciaría mis pensamientos de William.

***

Mientras compraba comestibles, compre papitas con sabor a pepinillos y helado con galletas de mantequilla de cacahuate solo por si acaso William viniera, esos eran sus refrigerios preferidos o lo habían sido cuando tenía dieciocho. Mientras limpiaba mi apartamento hice una lista de cosas que necesitaba conseguir para hacer el lugar lucir mejor, como una manta para poner sobre el sofá y quizás algunas cortinas nuevas para la ventana, también limpié cosas que raramente notaba, como el zócalo y la parte delantera de los gabinetes. Raspé la pintura que se estaba despegando y lijé la pared. Colgué una foto de la boda que me había enviado Della de ella, Blaire, Harlow y yo sobre el lugar.

En vez de despilfarrar en servilletas de papel, suavizante, fiambre de pavo y papel higiénico de capa triple, usé ese dinero para comprar gel de ducha y loción que había estado codiciando en la tienda nueva en la ciudad, entonces recogí un ramo de margaritas antes de ir a la playa.

No fue hasta que mis pies golpearon la arena caliente que me di cuenta que todas las elecciones que había hecho hoy giraban alrededor de William. Me detuve justo antes de alcanzar el lugar donde me había parado la noche que Jace nunca salió del agua. Mirando a las flores atrapadas en mí agarre tragué el nudo en mi garganta.

Las margaritas habían sido la única cosa sobre mi tiempo con William que no había sido capaz de dejar ir, fueron las primeras flores que alguien alguna vez me había dado. William llegó una noche en su motocicleta a mi remolque para recogerme y había sacado un ramo de su chaqueta, habían estado un poco destrozadas, pero para mí habían sido perfectas.

Una vez a la semana William tuvo margaritas esperando por mí en algún lugar. Las encontré en mi casillero en el trabajo, en mi porche y en la mesa que había reservado para nosotros en el club una noche. Me había dicho que las margaritas le recordaban a mí, no eran exageradas o previsibles como las rosas, eran hermosas y libres, iluminaban una habitación y aunque parecían inocentes existía un salvajismo sobre ellas.

Cuando Jace me dió rosas la noche que me dijo que no podía perderme y que yo era más que sexo para él, que me amaba, yo le había dicho que las margaritas funcionaban mejor en mí, desde ese momento me regalaba margaritas, jamás sabiendo que su primo me había dado margaritas primero.

Camine los últimos pocos pasos hasta que estaba de regreso en el lugar donde había perdido mi alma. Con la mirada perdida en el agua, cerré mis ojos y dejé al viento y el sonido de las olas envolverse a mí alrededor. Una tumba no era donde quise imaginar a Jace, era frio y oscuro en una tumba. Creía que su espíritu se quedó aquí cerca del océano que él amaba. Este lugar lo hizo feliz, era donde querría estar.

―Compré margaritas‖―dije.‖La‖playa‖estaba‖vacía‖y‖mis‖palabras‖se‖fueron‖ a‖la‖deriva‖en‖el‖viento―,‖Sé‖que eras tú quien siempre me daba margaritas pero necesitaba‖traértelas‖hoy‖―Me‖detuve‖y‖tomé‖una‖profunda‖respiración―.‖Porque‖ necesito decirte algo, quiero que entiendas y necesito tu perdón.

―Nunca‖te‖dije‖por qué me gustaban las margaritas, siempre hacías bromas sobre mí no queriendo rosas. Debería haberte dejado darme rosas, pero amaba las margaritas.

El viento voló algunos pétalos perdidos mientras me quedé de pie allí mirando las olas chocar contra la arena. ―Amaba‖las‖margaritas‖porque‖antes‖de‖ ti, antes de nosotros tuve un amor que fue grande. Uno que fue tan grande que sobrevivió todos estos años a pesar de que entraste en mi vida y encontré una parte de mi corazón que no sabía que me quedaba y la reclamaste. No lo sabes pero‖me‖salvaste… dos veces.

―No‖quiero‖que‖piensas‖que‖no‖estuve completamente contigo cuando me abrazabas porque lo estaba. El amor que me había encontrado antes permanecía allí, pero mi corazón era tuyo entonces, éramos nosotros. No sabía cómo decirte sobre‖William…

Una margarita voló libre de mi agarre y la observe ir a la deriva, entonces rodar a lo largo de la arena blanca antes de que una ola la agarrara dentro del agua.

―Lo‖ odié‖ por‖ dejarme. Lo odié por cosas que no debería haber hecho, porque era también un niño en aquella época. Hubo malentendidos y dolor que corrían profundo. Estaba perdida y la chica que había sido se había ido. Tú la encontraste y la protegiste de la destrucción completa porque ese era el rumbo en el que iba. Fuimos perfectos pero sólo por una temporada. Porque William regresó. Y cuando lo hizo, inclinó mi mundo.

Esperé por las lágrimas que llegaran, porque siempre lo hacían, pero hoy no había ninguna quemadura en mis ojos. Ningún dolor en mi pecho.

―Debería haber sido yo quien se ahogara esa noche. No tú. Yo. Pero no dejaste que eso suceda, porque de nuevo, tú me salvaste. No merecía ser salvada pero nunca pareciste verlo de esa manera.

―Te‖llevaste‖una‖parte de mí cuando te fuiste, esa parte de mi corazón que reclamaste aún está contigo ahí fuera. Siempre lo estará. Fuiste mi héroe.

Mire debajo otra vez a las margaritas en mi mano y me incliné para colocarlas sobre la arena. No las solté todavía porque al momento que lo hiciera, se volarían.

―Ha sido paciente conmigo, ha cuidado de mí cuando todo lo que hice fue alejarlo. Le he dicho cosas hirientes y quise herirlo tanto como yo estaba herida y aún así no se fue. Solo esperó.

―Cuando‖necesité ser salvada de la oscuridad que el perderte me había hecho pasar, ha sido el único quién me salvo. Me ha hecho reír de Nuevo. Me ha hecho sentir otra vez. Y quiero vivir otra vez. Si vivo mi vida eso no significa que te olvidaré. Eso no sucederá. Lo que nosotros tuvimos nunca me dejará. Tú nunca me dejar{s‖―Me puse de pie, dejando las margaritas sobre la arena hasta que cada una de ellas fue atrapada por el agua y se alejaron.

―Gracias‖Jace‖Newark‖por‖amarme,‖por‖salvarme,‖por‖ser‖mi‖héroe.

Una lágrima solitaria atrapó mi pestaña y rodço por mi mejilla. No la limpié, sería la última lágrima que dejaría aquí y eso la hacía especial.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 1:15 pm

39

William

Los ojos de Maite se cerraron hace treinta minutos, pero yo seguía sentado allí con sus pies en mi regazo mientras yacía en el sofá, usando un par de pantaloncillos cortados y una camiseta que trajo para cambiarse. Se comportó diferente esta noche. Su sonrisa apareció con facilidad, y había algo ligero en su risa. Permitirle cerrar los ojos e irse a dormir fue difícil. Quería oír su voz y empaparme del sonido de su risa.

Cuando llegó con un cambio de ropa, la envié al baño para que se duchara. Se relajó. Preparé los platos con todas las sobras que trajo y la escuché contarme sobre su noche. Cuando me dijo que London se encontraba con algún tipo, me miró con cuidado, como si eso fuera a molestarme. Levanté sus pies en mi regazo en ese momento y comencé con el masaje prometido mientras le hacía bromas por su ducha larga.

Bajé la mirada a sus pies y recordé la primera vez que los noté. Eran delicados, con deditos pequeños. Esa noche tenía las uñas pintadas de un rosa fuerte. En ese entonces, habían estado desnudos. Nunca quise besar los pies de una chica hasta que vi los de ella. La primera vez que me llevé sus dedos a los labios, se rio y retorció, intentando escaparse.

Le dije que lo único que amaba más que a ella eran sus pies, y se ruborizó, cubriéndose el rostro con las manos. Nunca toqué otros pies.

Levantando un pie perfecto, presioné un beso en el arco, luego lo volví a dejar sobre mi muslo antes de moverla para poder deslizarme detrás de ella y jalarla contra mi pecho. Se movió tan pronto como me acosté, y me daba miedo haberla despertado. Me quedé quieto y esperé mientras se giraba y procedía a acurrucarse contra mí, lanzando una pierna sobre mis muslos murmurando algo sobre que huelo bien y que no se cambiaría la camiseta.

Contuve la risa y esperé hasta que estuve seguro que dormía antes de acomodarme y acercarla más. El sueño vino con facilidad y pacíficamente.

***

Fueron la respiración de Maite y el calor de su mirada lo que me despertó esta vez. Abrí los ojos y noté que el sol no había salido por completo, por lo que el suave brillo de la mañana bañaba el rostro de Maite mientras me observaba. Una vez más nos encontrábamos completamente enredados, pero esta vez, no intentó escaparse. Siempre fue de acurrucarse. Eso también era algo que nunca permití después de ella. No podía dormir con una mujer tocándome. Ese derecho solo le pertenecía a Maite.

―Hola ―dije, mi voz ronca por el sueño.

La forma en que su pecho subió y bajó captó mi atención, y vi acelerarse el pulso en su cuello. ¿Le molestaba algo? Moví la mirada hacia su rostro.

―¿Te encuentras bien? ―pregunté, temeroso de que se aleje de mí ahora. Quería otra mañana de sostenerla mientras dormía.

Me dio un pequeño asentimiento, pero su respiración era corta y rápida. Algo estaba definitivamente mal. Moví la mano, la cual se encontraba presionada contra su espalda, y la quité, pensando que tal vez la sostenía con demasiada fuerza. Pero cuando la deslicé cerca de su costado, tomó una respiración. Me detuve y miré mi mano. Descansaba sobre su costado, pero un poco por debajo de su pecho.

¿Se‖ hallaba…?‖ La‖ miré‖ r{pidamente,‖ y‖ entonces‖ lo‖ vi.‖ La‖ necesidad‖ y‖ el‖ deseo. Sus párpados bajaron mientras respiraba profundamente. No quería malinterpretarla, pero la idea de que estuviera excitada hacía que mi sangre bombeara con fuerza hacia mi ya dura polla.

―Ah ―dijo suavemente, y cerró los ojos.

La hinchazón de mi erección apenas la rozaba, pero durante la noche, puso la pierna sobre la mía y se movió sobre mí de nuevo hasta que su calor se encontró directamente contra mi erección. Tenía la sensación de que no solo era una erección mañanera; mi cuerpo reaccionaba a su entrepierna presionada contra mí mientras dormía.

Levanté las caderas solo lo suficiente como para presionarme contra ella con firmeza, y sus ojos destellaron mientras me agarraba el hombro. ―¿Eso se siente bien? ―pregunté, deslizando una mano sobre su trasero así podía sentirla moverse más sobre mí.

Asintió mientras la acomodaba para que sus piernas abiertas se encontraran a horcajadas y abriéndola más. ―Oh, Dios ―gimió, mientras la presión entre nosotros hacía contacto completo.

Estirándome, tiré su cabello hacia atrás y le sostuve el rostro con las manos. ―¿Te despertaste con necesidades? ―pregunté, mi voz ahora bajando por la excitación en lugar de sueño.

No respondió, pero se meció contra mí, y su cabeza cayó hacia atrás mientras su boca se aflojaba. Dios, eso era sexy. Sus pechos saltaban por la respiración pesada, y los quería desnudos para poder verlos sacudirse. Me estiré por su camiseta, y levantó los brazos mientras se la quitaba, inclinándome para quitarle el sostén y descartarlo rápidamente.

Eran jodidamente hermosos. Ahora eran más grandes, pero sus pezones seguían siendo de ese color rosado, y la suavidad era más intensa. Siempre fui fan de lo que llenara bien mis manos. Maite las llenaba bien.

Hizo sonidos apreciativos mientras continuaba moviéndose sobre mí, obteniendo placer de la fricción. Le apreté los pezones y lamí cada punta dura mientras saltaban frente a mí, y se quedó quieta, permitiéndome llevarme uno a la boca y chuparlo.

Sus manos fueron a mi cabeza, y susurró mi nombre. Succioné con más fuerza antes de presionar el rostro entre ellos y lamer el centro, luego yendo al otro para darle la misma atención. Las mejores tetas del mundo.

―Quiero que te quites la camiseta ―dijo, jadeando mientras sus manos tiraban mi camiseta. Me alejé y mantuve la mirada en sus pechos, sin querer perderme ninguno de sus movimientos mientras la ayudaba a quitarme la camisa. Luego regresé a lamer y chupar.

Sus manos acariciaron mi pecho, y sus uñas me arañaron la espalda mientras mantenía sus globos suaves y carnosos presionados lo más cerca de mi rostro que podía. Cuando sus caderas comenzaron a hacer pequeños círculos mientras gimoteaba, la tomé de las caderas y me puse de pie con ella. Se aferró a mí, envolviendo los brazos y las piernas a mi alrededor, mientras me dirigía a la habitación. Todavía no habíamos estado juntos aquí, pero no iba a tomarla en un maldito sofá. Soñé y fantaseé con esto por años.

La acosté, tomé sus pantalones y bragas, y los quité con un jalón fuerte antes de moverme para arrastrarme sobre ella. ―Abre las piernas para mí, cariño ―demandé mientras le tocaba los muslos y los abría lo más que podía.

Maite no me detuvo. Dejó que los abriera. Tomando un respiro, observé la humedad cubriendo sus pliegues rosados.

Inhalé profundamente, y su excitación llenó mis sentidos. ―Mierda, nena, eso huele bien ―dije mientras me moví para presionar un beso en su monte desnudo. Hizo un sonido suplicante en su garganta. En otra oportunidad, haría que me pidiera que la pruebe, porque eso era caliente como el infierno. Pero justo ahora, necesitaba esto más que ella.

Pasé la lengua por el medio y luego la giré alrededor de su clítoris hinchado mientras se arqueaba de la cama y gritaba. Sus manos una vez más se aferraron a mi cabello como si intentara mantenerme allí y no permitir que me moviera. La idea de que forzara mi cabeza a estar entre sus piernas me hizo palpitar con más pasión.

Comencé a probarla y mordisquearla, disfrutando del sabor dulce que extrañaba y del aroma que era todo Maite. Mi nombre cayó de sus labios en un cántico, y me empapé de ese sonido. Cuando por fin gritó y comenzó a sacudirse por su primer orgasmo, la mantuve abajo y la lamí, saboreando su liberación mientras me rogaba que me detuviera.

Cuando los temblores cesaron, hacía ruidos de placer que sabía bordeaban en dolor mientras lamía su clítoris sensible. Solo un poquito más, y se dispararía de nuevo, pero antes quería estar en su interior. Me arrastré sobre ella, y la forma perezosa en que me miró mientras una sonrisa le curvaba los labios me quitó todo pensamiento racional.

Con un movimiento, me hundí completamente en su interior. Sus uñas me arañaron la espalda mientras se arqueaba en mí y gritaba mi nombre. Las paredes tensas de su calor me aferraban, y bajé la boca para moldearla en la de suya antes de moverme dentro de ella. Llevó mi lengua dentro de su boca y chupó, haciendo que mi habilidad para bajar el ritmo sea imposible. Que Maite chupara cualquier cosa de mi cuerpo me enviaba a un frenesí salvaje.

―Joder, oh, joder, eso se siente bien ―dije, alejando la boca de la suya para poder tomar aire―. Lo juro, nunca tendré suficiente de eso ―jadeé mientras miraba como saltaban sus pechos con cada empuje―. Joooooder. Mírate. Dios, nena ―gruñí, incapaz de tener suficiente. Quería ir más profundo. Quería estar tan enterrado en ella que marcara su cuerpo como mío.

―Por favor, más duro ―rogó, sus ojos vidriosos con placer.

¡Sí! Más duro, más profundo, más. Necesitaba más. Necesitaba todo de ella. Salí, y lloriqueó en protesta antes de que la girara sobre su estómago y le levantara las caderas. ―Ponte en cuatro ―demandé.

Se levantó y presionó la espalda para que la tomara de inmediato. ―Regresa dentro mío ―gimió.

Le agarré el trasero y volví a hundirme en ella, deslizándome más profundo desde este ángulo. Dejando caer la cabeza hacia atrás, grité mientras comenzó a ordeñar mi polla con cada zambullida.

Inclinándome hacia adelante, le agarré ambos pechos y los apreté. Necesitaba un maldito espejo para poder verlos moverse con cada empuje. Solo imaginar cómo lucía era suficiente. Me encontraba ahí, casi, llenándola con mi liberación…

¡Joder! ―Sin‖condón.‖Tengo…

―¡No! ―Estiró la mano y me agarró el trasero, manteniéndome en su interior―. Tomo la píldora ―jadeó―. Córrete dentro de mí.

Qué me corra dentro de ella. Como si fuera una orden, grité su nombre mientras mi cuerpo bombeaba en ella. Su grito fuerte le siguió al mío mientras se sacudía debajo de mí y me apretaba con tanta fuerza que sacó todo de mí. Todo lo que pude hacer fue envolver los brazos a su alrededor y esperar.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Ene 01, 2016 1:22 pm

40

Maite

Los labios de William rozaron mi espalda, y luego poco a poco se alejó de mí antes de que me derrumbara en la cama, completamente agotada. ―Quédate aquí ―dijo en voz baja. No estaba segura a donde pensaba que iba a ir, no es como si pudiera moverme después de eso

Su olor estaba en las sabanas apretado contra mi cara, y mi cuerpo se estremeció en respuesta. ¿En serio? ¿Ya temblaba? La mano de William estaba en mi muslo. ―Date vuelta ―dijo mientras gentilmente me ayudaba a moverme. Quería quedarme aquí con mi cara enterrada en su olor, pero si él quería que me diera vuelta, lo haría.

El abrió mis piernas y tomo la toalla con su mano y empezó a limpiarme. Justo como la primera vez. Lo miré con asombro mientras él me tocaba como si me fuera a romper. Una vez que terminó, levantó la mirada para encontrarse con la mía. La posesividad que relucía en su mirada me sobresaltó.

Había olvidado que nunca nadie me había mirado de la manera en que William lo hacía después de tener sexo. Fui una cogida fácil para Jace al principio, pero aun después de que todo cambió para nosotros, Jace nunca me había limpiado o mirado como si fuera su razón de vivir.

Solo William. Esa mirada, la vi antes, muchas veces, solo que lo había olvidado o me había reusado a recordar. Porque una vez que conocías esa mirada, era difícil aceptar menos. Me recorrió un cálido sentimiento, haciéndome sentir especial y querida, todo gracias a esa mirada.

Aventó la toalla usada a un lado y se aproximó para acostarse a mi lado, jalándome a sus brazos como antes lo hacía. Aun no podía hablar. La emoción en mi pecho era todo lo que podía manejar justo ahora. Esta era la razón por la que él pudo destruirme, la razón por la que construí muros. Porque estar enamorada de William te transforma, su devoción era difícil de encontrar. Lo sé ahora, no lo sabía entonces, no sabía lo insoportable que sería perderlo.

―No puedo compartirte ―dijo mientras presionaba su boca en mi sien―. Sé que quieres tomarlo con calma y que estas asustada, lo entiendo, pero, no puedo…‖esto‖es‖mío.‖Siempre lo fue. Tú fuiste mía entonces y eres mía ahora.

La idea de estar con alguien más después de experimentar eso parecía imposible. Yo sabía lo superficial que era el sexo sin sentido. Prefería no volver a tener sexo que pasar por eso de nuevo. ―Lo olvidé o tal vez no me podía permitir recordar ―dije mientras permanecía sobre su pecho ―¿Olvidar qué? ―preguntó mientras pasaba sus dedos de arriba abajo por mi brazo. ―A ti, como es estar contigo. No sería capaz de seguir adelante después de esto. Me has arruinado. No podré olvidar de nuevo.

Él tomó mi brazo y me empujó hacia abajo así él, podía ver mi cara desde arriba. ―¿Qué quieres decir? ―Lo había asustado, lo pude ver. El no entendía ―Quiero decir que nada se compara con tenerte dentro de mí, me refiero a que cuando me tratas como si fuera un tesoro especial y me das esa mirada posesiva, estoy arruinada. ¿Cómo podría superar eso? Lo olvidé una vez, pero no seré capaz de olvidarlo de nuevo.

Él tomó mi cara con una de sus grandes manos y rozó su pulgar sobre sus labios. ―¿Me estás diciendo que no serias capaz de dejar que nadie más toque tu cuerpo? ―Si

Cerró los ojos con fuerza y respiró hondo antes de que sus ojos se abrieran de nuevo y el verde se obscureciera. ―Eso es bueno cariño, porque eso significa que no tendré que ir a prisión por desgarrar a un hombre a pedazos por tocar lo que es mío.

Una risita salió de mí y él sonrió, luego se inclinó y capturó mis labios. No fue un beso hambriento, fue lento, delicioso y profundo. Me hundí en sus brazos y decidí que más tarde me preocuparía por cómo sobreviviría si él me dejara de nuevo.

***

Cuando abrí mis ojos esta vez, el sol brillaba afuera y me encontraba en la cama de William sola. Me gustó más despertar en sus brazos en el sofá. Me estiré, me di vuelta y miré alrededor de su habitación, no ha cambiado mucho desde la última vez que estuve aquí. Lo mejor de estar aquí fue que olía como él. Acurrucarse en las sabanas perfumadas de William era tentador, pero extrañaba que él estuviera aquí conmigo.

Me senté y levanté mis piernas de la cama grande y agarré la camiseta que él había dejado sobre la silla de la esquina. Después de ponérmela, pasé mis manos por mi cabello y fui a buscar a William.

Lo primero que vi fue su espalda. Incluso aunque él hacía algo tan simple como servir café, los músculos de su espalda se movían. El sudor que caía por su bien formado cuerpo era suficiente para que pudiera ver los hoyuelos en su espalda baja y la línea de sus caderas. Mis manos picaban por tocar cada centímetro de él, realmente quería ver su trasero desnudo. ―Si sigues viendo mi trasero de esa forma, no te daré este café que hice solo para ti, te extenderé abierta sobre la barra y haré que te vengas de nuevo. Su boca, me gustaba su lasciva boca. ―Esa no es una gran amenaza ―respondí y me acerqué a tomar la taza que sostenía en la mano. Desliza su otra mano alrededor de mi cintura, ahuecando mi trasero. ―Me alegra que pienses eso, no creo que salgas de aquí pronto.

Tan maravilloso como sonaba estar encerrada todo el día con William teniendo sexo, tenía que estar en el club a las tres. Trabajaba el último turno del día porque había trabajado hasta tarde la noche pasada. ―Tengo que ir a trabajar ―le recordé―. Y necesitas dejar de tocarme mientras sostengo café caliente, no quiero quemarte. El suspiró y alejó su mano. ―¿Cuándo sales de trabajar? ―Cerca de las siete ―contesté y tomé un sorbo de café de mi taza. Se pasó la mano por su cabello y observó la pared detrás de mí por un momento, sabía que estaba pensando, y eso me puso nerviosa, pero bebí de mi café y esperé. Nosotros no teníamos una definición para esto, para lo que estábamos haciendo. Yo tenía mis propios miedos y él tenía los suyos.

Si no lo hubiera atacado esta mañana después de despertar con su polla caliente entre mis piernas, entonces las cosas no hubieran avanzado. Ahora que había pasado, íbamos a tener que reevaluar las cosas. Esto no era una cita de sexo casual. Teníamos una historia. Teníamos emociones y sentimientos que se estaban volviendo profundos, y luego la forma en que me miró después de tener sexo. Todo esto hacia esto que fuera algo más.

―Después de esta mañana no creo que pueda estar sin ti, te quiero conmigo. No quiero espacio, te quiero aquí, conmigo, todo el maldito tiempo, quiero ser capaz de sostenerte cuando y donde quiera. Quiero irme a dormir contigo en mis brazos. En pocas palabras lo que necesito saber, es dónde estamos parados. ¿Qué pasa por tu cabeza?

Mi cabeza aún seguía repitiendo el sexo impresionante que habíamos tenido. No estaba lista para pensar más allá de eso. ―Tengo que alistarme e ir a trabajar, y tienes razón debemos hablar, pero por ahora ¿Podemos ser solo nosotros? Sin títulos ¿solo nosotros?

El frunció el ceño. ―Ser‖ “nosotros”‖ significa‖ que‖ ¿Puedo‖ agarrarte y besarte en público, o llamarte solo para escuchar tu voz, puedo? ¿Y qué vendrás a dormir conmigo todas las noches?

Dormir con él todas las noches era la única cosa de la que no estaba segura. No estaba preparada para depender de él. Mis preguntas acerca de sus planes para el futuro y su relación con sus padres aun no eran respondidas. Y no estaba segura que el pudiera responderlas ahora mismo. ―Si a todo excepto a dormir aquí a diario. Creo que por ahora deberíamos tener algunos límites. Líneas que no debemos cruzar. Solo para estar seguros que no nos estamos metiendo en algo para lo que no estamos preparados. ―O algo para lo que él no estaba listo. Le encantaba vivir en la carretera e ir de un lugar a otro. ¿Cuánto tiempo pasaría para que él recordara eso y se resintiera conmigo por ser lo que lo retendría aquí?

Dejó caer la cabeza y murmuro una maldición. No le gustó lo que dije Coloqué mi taza en la barra y deslice mis brazos por su cintura. ―No es malo,‖tu‖solo…‖necesitas‖estar‖seguro‖que‖esta‖es‖la‖vida‖que‖quieres. ―Corazón, tú en mi cama todas las noches es exactamente la vida que quiero. Lo he querido desde que tenía dieciocho, no necesito estar seguro de nada.

Quería creer eso. ―Aquí es donde estamos William. Tú no fuiste a la universidad y solo has tenido experiencia de bartender. No estoy segura de cómo vas a vivir sin un trabajo ahora mismo, a menos que te paguen realmente bien por ser parte de la junta en el club. Y yo, yo no fui a la universidad y soy la chica del carrito de bebidas del campo de golf. No tenemos idea de nuestros planes para el futuro. Soy la chica del parque de casas rodantes que está acostumbrada a crecer y vivir al día, y tú eres el chico que se suponía iba a ser el heredero del legado de Newark. Pero huiste de esa vida porque no era lo que querías. Así que aquí estamos. ¿Realmente quieres conseguir un trabajo de bartender aquí en Rosemary, cuando tus ahorros se agoten? Lo dudo mucho. Y este condominio no es lo suficientemente grande para criar a una familia, así que cuando te cases, vas a necesitar comprar una casa. Los dos sabemos que no puedes solventar una casa aquí, así que tendrás que mudarte ―me detuve y sentí pánico creciendo en mi pecho, estas eran las cosas en las que yo no quería pensar tampoco―. Por todo esto es por lo que necesitamos límites, necesito proteger mi corazón de alguna manera. Porque cuando te vayas, y sé que lo harás ‒estas hecho para cosas más grandes que ser un bartender‒, yo me quedaré aquí para recoger los pedazos.

Cuando me aleje de él, lo permitió. Tenía miedo de mirarlo a los ojos después de lo que dije. Él no había pensado en nada de eso. El solo vivía el ahora. Yo tuve que mostrarle el futuro.

No podía confiarle a William mi corazón, porque con él, sería para siempre. No pensé en nada de esto con Jace. Él pensó que quería una propuesta de matrimonio porque lo mencioné cuando estaba ebria. Pero la verdad era, que no planeé un futuro con Jace. En el fondo esperaba que él también me dejara. ―Será mejor que te alistes para el trabajo si no quieres llegar tarde ―dijo William rompiendo el silencio.

Mi estómago se anudó y lágrimas llenaron mis ojos. No había palabras tranquilizadoras o incluso emoción en su voz. Él ni siquiera estaba tratando de convencerme de que había una oportunidad para nosotros. Él sabía que tenía razón.

Di un paso atrás y asentí con gravedad sin mirarlo luego, me apresure a su habitación para guardar mi ropa en la maleta e irme. Me cambié y metí mi ropa de la noche pasada en la mochila. No lloraría, el dolor en mi pecho no me rompería. Iba a estar bien. Estaría bien, estaría bien.

Él no se acercó a abrazarme o decirme adiós. Así que me adelanté y fui hacia la puerta. Si con lo que dije lo alejé, entonces estaba contenta de saberlo ahora. Porque todo lo que describí fue una lista de escenarios. ¿Qué pasaría cuando tuviera que afrontar esos hechos en la realidad? ―¿Por qué yo Betty? ―preguntó y miré hacia atrás para verlo de pie en el pasillo viéndome marchar.

―¿Qué quieres decir? ―No te cuestionaste nada de esto con Jace. Solo viviste el presente. Sé que él no tenía ni idea de lo que iba a hacer o que camino iba a tomar. Vivía del fideicomiso de sus padres y disfrutaba la vida. No usaba su título. Aun así estabas con él. Eras feliz y confiabas en que todo saldría bien. Así que, ¿Por qué yo? ¿Por qué necesitas saber todo esto conmigo?

Odie decirlo en voz alta. Admitiendo esto me hacía sonar como si no hubiera amado a Jace lo suficiente y ese nunca fue el caso. Lo amaba. Él solamente no era mi verdadero amor. Tuve eso y lo perdí, después de eso, puedes sobrevivir cualquier cosa. ―Con Jace no me preocupaba como seguiría respirando si él se fuera de mi vida, contigo, lo quiero todo. Si tengo una probada de lo que podría ser, nunca querría dejarlo ir. Me enamoré de ti cuando tenía dieciséis y eso nunca cambió, pero confiarte mi corazón es diferente, contigo necesito saber que es para siempre.

No quería que respondiera y él no intento detenerme mientras abría la puerta y me iba.

41

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Mensaje por Joanita Vie Ene 01, 2016 7:35 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Sáb Ene 02, 2016 1:52 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Dom Ene 03, 2016 12:35 pm

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Mensaje por Joanita Dom Ene 03, 2016 2:57 pm

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Mensaje por asturabril Dom Ene 03, 2016 3:01 pm

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Mensaje por Joanita Dom Ene 03, 2016 4:57 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Ene 04, 2016 2:48 pm

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Mensaje por Joanita Lun Ene 04, 2016 7:01 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Ene 05, 2016 1:45 pm

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Mensaje por Joanita Mar Ene 05, 2016 5:38 pm

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