Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:32 am
Grecia después de la boda.
–Pero tienes una casa aquí –protestó Mai.
–Visitaré Londres con regularidad, pero Grecia es mi hogar.
–Cuando planeabas casarte con Zara…
–Para. Tú y yo tendremos nuestro propio acuerdo.
–No quiero dejar a mi madre sola en Londres.
–Tu madre nos acompañará a Grecia, pero solo después de que hayamos disfrutado de
un tiempo juntos como recién casados. Ya he dado las instrucciones pertinentes para que se
encarguen de su alojamiento. ¿Has sabido ya algo de tu padre?
Sorprendida por la noticia de que ya estaba haciendo planes para que su madre los
acompañara a Grecia, Mai se quedó sin palabras. William parecía estar siempre un paso por
delante de ella.
–Creo que estaba molesto por algo cuando ha hablado hoy con mi madre –admitió
con reticencia.
–Tu padre no ha obtenido el trato que deseaba –le informó William–. Pero eso no
tiene nada que ver contigo y así se lo he dicho.
–¿De verdad? –preguntó Mai con el ceño fruncido. Empezaba a estar furiosa por el
tono autoritario de sus explicaciones. Obviamente, William estaba acostumbrado a hablar por
las mujeres que pasaban por su vida. Si no tenía cuidado y controlaba su actitud, pronto se
convertiría en su marioneta.
–Eres la mujer con la que voy a casarme. No es apropiado que tu padre hable de ti o
de tu madre de manera irrespetuosa y le he hecho una advertencia en ese aspecto.
A Mai se le heló la sangre en las venas, pues podía imaginarse la escena con Monty
Blake enfurecido y William frío como el hielo mientras le hacía la advertencia. Su padre era
un hombre temperamental, pero William era un individuo mucho más astuto y calculador.
–¿Cuándo podrás mudarte a mi casa de Londres? –preguntó William–. Sería perfecto
que pudieras hacerlo esta semana.
–¿Esta semana? –preguntó Mai.
–La boda se celebrará pronto. Yo estoy fuera del país y ahora mismo el personal
doméstico está a cargo de los niños. Si es posible preferiría que tú estuvieras en la casa
mientras estoy fuera. Si te preocupa que tu madre esté sola, tranquila. He contratado a alguien
para que viva con ella.
Mai colgó el teléfono inusualmente nerviosa, aceptando el hecho de que, sin importar
lo que ella pensara, su vida estaba a punto de cambiar por completo. Aunque no podía culpar
a William por desear que se implicara con los niños lo antes posible, se sentía como una
empleada con muchas tareas que cumplir. Como ya le había hablado a su madre de los tres
niños huérfanos que estaban bajo la tutela de William, Emilia Blake comprendió enseguida la
situación de su hija.
–Sin duda debes anteponer a William y a los niños, Mai –le dijo su madre–. No quiero
ser más carga de lo necesario. Me las arreglaré, siempre lo he hecho.
Bee le apretó el hombro con cariño.
–Nunca has sido una carga para mí.
–William espera ser lo primero, y eso es normal para un hombre que desea casarse
contigo –le dijo Emilia a su hija–. No permitas que yo sea una barrera entre vosotros.
Tras haber redactado innumerables listas y presentado su carta de dimisión, pues era
el último día del trimestre de primavera,Mai fue a su clase de gimnasia y sudó mientras
intentaba no asustarse por todas las cosas que le quedaban por hacer. La lista se hizo aún más
–Pero tienes una casa aquí –protestó Mai.
–Visitaré Londres con regularidad, pero Grecia es mi hogar.
–Cuando planeabas casarte con Zara…
–Para. Tú y yo tendremos nuestro propio acuerdo.
–No quiero dejar a mi madre sola en Londres.
–Tu madre nos acompañará a Grecia, pero solo después de que hayamos disfrutado de
un tiempo juntos como recién casados. Ya he dado las instrucciones pertinentes para que se
encarguen de su alojamiento. ¿Has sabido ya algo de tu padre?
Sorprendida por la noticia de que ya estaba haciendo planes para que su madre los
acompañara a Grecia, Mai se quedó sin palabras. William parecía estar siempre un paso por
delante de ella.
–Creo que estaba molesto por algo cuando ha hablado hoy con mi madre –admitió
con reticencia.
–Tu padre no ha obtenido el trato que deseaba –le informó William–. Pero eso no
tiene nada que ver contigo y así se lo he dicho.
–¿De verdad? –preguntó Mai con el ceño fruncido. Empezaba a estar furiosa por el
tono autoritario de sus explicaciones. Obviamente, William estaba acostumbrado a hablar por
las mujeres que pasaban por su vida. Si no tenía cuidado y controlaba su actitud, pronto se
convertiría en su marioneta.
–Eres la mujer con la que voy a casarme. No es apropiado que tu padre hable de ti o
de tu madre de manera irrespetuosa y le he hecho una advertencia en ese aspecto.
A Mai se le heló la sangre en las venas, pues podía imaginarse la escena con Monty
Blake enfurecido y William frío como el hielo mientras le hacía la advertencia. Su padre era
un hombre temperamental, pero William era un individuo mucho más astuto y calculador.
–¿Cuándo podrás mudarte a mi casa de Londres? –preguntó William–. Sería perfecto
que pudieras hacerlo esta semana.
–¿Esta semana? –preguntó Mai.
–La boda se celebrará pronto. Yo estoy fuera del país y ahora mismo el personal
doméstico está a cargo de los niños. Si es posible preferiría que tú estuvieras en la casa
mientras estoy fuera. Si te preocupa que tu madre esté sola, tranquila. He contratado a alguien
para que viva con ella.
Mai colgó el teléfono inusualmente nerviosa, aceptando el hecho de que, sin importar
lo que ella pensara, su vida estaba a punto de cambiar por completo. Aunque no podía culpar
a William por desear que se implicara con los niños lo antes posible, se sentía como una
empleada con muchas tareas que cumplir. Como ya le había hablado a su madre de los tres
niños huérfanos que estaban bajo la tutela de William, Emilia Blake comprendió enseguida la
situación de su hija.
–Sin duda debes anteponer a William y a los niños, Mai –le dijo su madre–. No quiero
ser más carga de lo necesario. Me las arreglaré, siempre lo he hecho.
Bee le apretó el hombro con cariño.
–Nunca has sido una carga para mí.
–William espera ser lo primero, y eso es normal para un hombre que desea casarse
contigo –le dijo Emilia a su hija–. No permitas que yo sea una barrera entre vosotros.
Tras haber redactado innumerables listas y presentado su carta de dimisión, pues era
el último día del trimestre de primavera,Mai fue a su clase de gimnasia y sudó mientras
intentaba no asustarse por todas las cosas que le quedaban por hacer. La lista se hizo aún más
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:37 am
larga tras la visita de Annabel, la eficiente ayudante personal que William había puesto a
cargo de la boda.
–¿Tengo que consultar a un estilista y a un asistente de compras? –repitió Mai
débilmente, contemplando con desconsuelo la agenda de citas organizadas para las
vacaciones de primavera, que comenzaban ese fin de semana. Además de una cita con un
bufete de abogados para hablar de su acuerdo prenupcial, había una sesión de un día en un
famoso salón de belleza–. Eso es ridículo. Eso no tiene nada que ver con la boda.
–El señor Demonides me ha dado instrucciones –le dijo Annabel con tono de hierro.
Mai tragó saliva y apretó los labios. Hablaría del tema directamente con William.
Probablemente pensara que el sueño de toda mujer era una sesión de maquillaje, pero ella se
sentía profundamente insultada por la proposición. La nueva cuidadora y acompañante de su
madre llegó esa misma noche y Mai habló con ella y la ayudó a instalarse antes de hacer su
propia maleta para mudarse a casa de William a la mañana siguiente.
Cuando llegó allí, la condujeron a una suite palaciega amueblada con todos los lujos y
comodidades existentes, incluyendo papel con membrete situado sobre un escritorio muy
femenino. La casa parecía funcionar igual que un hotel exclusivo. Una doncella apareció en
la puerta para ofrecerse a deshacer la maleta por ella. Mai superó su incomodidad ante tantas
atenciones y sonrió antes de irse a buscar a los niños.
Sin embargo, solo Eleni, la pequeña, estaba en casa. Paris estaba en la escuela y Milo
en la guardería, según le explicó la niñera. Un grupo de tres niñeras cuidaba de los niños por
horas. Mai averiguó lo que necesitaba saber sobre las rutinas básicas de los pequeños y se
arrodilló sobre la alfombra del cuarto de Eleni para jugar con ella. Inicialmente cuando se
acercaba y utilizaba el contacto visual, la niña se mostraba más receptiva, pero le costaba
mantener la atención. Cuando el viento cerró la puerta de golpe, Bee dio un respingo por el
ruido, pero advirtió sorprendida que Eleni no reaccionó en absoluto.
–¿Le han examinado los oídos? –preguntó Mai con el ceño fruncido.
La nueva niñera, que había reemplazado hacía poco a alguien, no tenía ni idea.
Durante los meses anteriores, los niños habían sufrido varios cambios en ese sentido y no
habían tenido mucha continuidad en sus cuidados. Tras localizar las cartillas médicas de los
niños, finalmente llamó a la clínica para preguntar. Descubrió que Eleni se había saltado un
chequeo de audición rutinario un par de meses atrás, así que concertó una nueva cita para la
niña. Cuando regresó a la habitación, la niñera estaba llevando a cabo sus propias pruebas e,
incluso para alguien sin experiencia, parecía evidente que el bebé podría tener problemas de
audición.
Milo, que se mostraba cariñoso con casi todo el mundo, la saludó como si fueran
amigos de toda la vida. Mai estaba leyéndole un cuento al niño para que durmiera la siesta
cuando Paris apareció en la puerta de la habitación y frunció el ceño al verla con su hermano
pequeño.
–¿Ahora cuidas tú de nosotros? –preguntó.
–Parte del tiempo. No necesitaréis tantas niñeras porque yo viviré aquí de ahora en
adelante. William y yo nos casaremos en pocas semanas –explicó Mai, intentando sonar más
calmada de lo que realmente se sentía.
Paris le dirigió una mirada de resentimiento, se metió en su habitación y cerró la
puerta tras él para dejar claro que quería intimidad. Mai suspiró y decidió respetar sus deseos
hasta haber ido a su escuela a hablar con su profesora. Ella era una desconocida. ¿Qué podía
esperar? Establecer una relación con unos niños que habían perdido a sus padres y todo lo
que les era familiar hacía pocos meses requeriría tiempo y mucha confianza por su parte; y
cargo de la boda.
–¿Tengo que consultar a un estilista y a un asistente de compras? –repitió Mai
débilmente, contemplando con desconsuelo la agenda de citas organizadas para las
vacaciones de primavera, que comenzaban ese fin de semana. Además de una cita con un
bufete de abogados para hablar de su acuerdo prenupcial, había una sesión de un día en un
famoso salón de belleza–. Eso es ridículo. Eso no tiene nada que ver con la boda.
–El señor Demonides me ha dado instrucciones –le dijo Annabel con tono de hierro.
Mai tragó saliva y apretó los labios. Hablaría del tema directamente con William.
Probablemente pensara que el sueño de toda mujer era una sesión de maquillaje, pero ella se
sentía profundamente insultada por la proposición. La nueva cuidadora y acompañante de su
madre llegó esa misma noche y Mai habló con ella y la ayudó a instalarse antes de hacer su
propia maleta para mudarse a casa de William a la mañana siguiente.
Cuando llegó allí, la condujeron a una suite palaciega amueblada con todos los lujos y
comodidades existentes, incluyendo papel con membrete situado sobre un escritorio muy
femenino. La casa parecía funcionar igual que un hotel exclusivo. Una doncella apareció en
la puerta para ofrecerse a deshacer la maleta por ella. Mai superó su incomodidad ante tantas
atenciones y sonrió antes de irse a buscar a los niños.
Sin embargo, solo Eleni, la pequeña, estaba en casa. Paris estaba en la escuela y Milo
en la guardería, según le explicó la niñera. Un grupo de tres niñeras cuidaba de los niños por
horas. Mai averiguó lo que necesitaba saber sobre las rutinas básicas de los pequeños y se
arrodilló sobre la alfombra del cuarto de Eleni para jugar con ella. Inicialmente cuando se
acercaba y utilizaba el contacto visual, la niña se mostraba más receptiva, pero le costaba
mantener la atención. Cuando el viento cerró la puerta de golpe, Bee dio un respingo por el
ruido, pero advirtió sorprendida que Eleni no reaccionó en absoluto.
–¿Le han examinado los oídos? –preguntó Mai con el ceño fruncido.
La nueva niñera, que había reemplazado hacía poco a alguien, no tenía ni idea.
Durante los meses anteriores, los niños habían sufrido varios cambios en ese sentido y no
habían tenido mucha continuidad en sus cuidados. Tras localizar las cartillas médicas de los
niños, finalmente llamó a la clínica para preguntar. Descubrió que Eleni se había saltado un
chequeo de audición rutinario un par de meses atrás, así que concertó una nueva cita para la
niña. Cuando regresó a la habitación, la niñera estaba llevando a cabo sus propias pruebas e,
incluso para alguien sin experiencia, parecía evidente que el bebé podría tener problemas de
audición.
Milo, que se mostraba cariñoso con casi todo el mundo, la saludó como si fueran
amigos de toda la vida. Mai estaba leyéndole un cuento al niño para que durmiera la siesta
cuando Paris apareció en la puerta de la habitación y frunció el ceño al verla con su hermano
pequeño.
–¿Ahora cuidas tú de nosotros? –preguntó.
–Parte del tiempo. No necesitaréis tantas niñeras porque yo viviré aquí de ahora en
adelante. William y yo nos casaremos en pocas semanas –explicó Mai, intentando sonar más
calmada de lo que realmente se sentía.
Paris le dirigió una mirada de resentimiento, se metió en su habitación y cerró la
puerta tras él para dejar claro que quería intimidad. Mai suspiró y decidió respetar sus deseos
hasta haber ido a su escuela a hablar con su profesora. Ella era una desconocida. ¿Qué podía
esperar? Establecer una relación con unos niños que habían perdido a sus padres y todo lo
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:43 am
esperaba que William estuviese preparado para asumir que solo el tiempo mejoraría la
situación.
Cuarenta y ocho horas más tarde, era una novedad para William regresar a una casa en
la que vivía una mujer y no tener que preocuparse por lo que le esperaba. Aún podía recordar
la sensación de no saber nunca lo que le esperaba al entrar en su propia casa. Esa experiencia
le había provocado una intensa necesidad de conservar su propio espacio. Se dijo a sí mismo
que Mai no contaba, que estaba allí por los niños, no por él, y que pronto aprendería a
respetar su privacidad. Sin embargo, se quedó desconcertado cuando su ama de llaves le
informó de que Mai había salido. Pero no le sorprendió tanto cuando la llamó al móvil y ella
admitió que regresaría en transporte público.
–No esperaba que regresaras tan pronto. Estaba visitando a mi madre –le dijo a la
defensiva.
Cuando Mai regresó por fin a la mansión, estaba sonrojada y casi sin aliento por haber
caminado muy deprisa desde la parada del autobús, así como molesta por el tono censurador
que William había empleado por teléfono. ¿Acaso no creía que tuviese derecho a salir? ¿Iba a
tener que pedirle permiso primero? ¿Su vida iba a quedar consumida por la de él?
Cuando entró en el recibidor, William apareció en una puerta y ella se quedó sin
respiración al verlo, como si acabase de colisionar con una pared de ladrillos. Seguía con su
traje negro y su camisa de rayas; la única muestra de informalidad era que se había aflojado
la corbata. Parecía un ángel oscuro enfadado, con sus rasgos rígidos, su mandíbula obstinada
y de nuevo con la barba incipiente. Pero le quedaba bien y aumentaba su sex-appeal, pensó, y
se sorprendió al notar que se le aceleraba el corazón y se le secaba la boca.
William sometió a su futura esposa a un severo escrutinio. Estaba hecha un desastre,
desde su pelo caótico hasta aquellos vaqueros que no le quedaban bien. Se dio cuenta de que
estaba ansioso por que comenzara su transformación.
–Di órdenes de que, si salías, tendrías un coche y un chófer –le recordó.
–Me parece demasiado para una chica acostumbrada a viajar en metro y en autobús.
–Pero ya no eres esa chica. Eres la mujer que se convertirá en mi esposa –respondió
William–. Y espero que te adaptes. Soy un hombre adinerado y podrías ser el objetivo de un
atracador o de un secuestrador. La seguridad personal debe ser ahora una parte fundamental
de tu estilo de vida.
La referencia a un secuestro enfrió las palabras acaloradas que Mai tenía en la punta
de la lengua y, aunque se había puesto rígida, asintió con la cabeza.
–Lo recordaré en el futuro.
Satisfecho, William abrió la puerta que tenía detrás.
–Quiero hablar contigo.
–Sí, tenemos que hablar –contestó Mai, aunque en realidad deseaba subir corriendo a
su dormitorio y quedarse allí hasta que su reacción hormonal adolescente muriese de muerte
natural y dejara de avergonzarla. Sentía que le ardía la cara como si fuera fuego. Hacía
mucho tiempo que un hombre no le provocaba ese efecto. Cuando había ocurrido en su
despacho, había dado por hecho que simplemente serían los nervios y la vergüenza, pero en
esa ocasión era menos ingenua y estaba dispuesta a ser sincera consigo misma. Como
espécimen físico, William Demonides no tenía igual. Era increíblemente guapo y pocas
mujeres serían inmunes a su atractivo. Eso era todo, se dijo a sí misma mientras pasaba frente
a él con la cabeza bien alta, hasta llegar a una sala amueblada como un despacho de lujo.
William tenía mucho sex-appeal y el cuerpo de Mai simplemente estaba diciéndole que sus
hormonas estaban sanas. Era así de sencillo, no había nada de lo que preocuparse. No
situación.
Cuarenta y ocho horas más tarde, era una novedad para William regresar a una casa en
la que vivía una mujer y no tener que preocuparse por lo que le esperaba. Aún podía recordar
la sensación de no saber nunca lo que le esperaba al entrar en su propia casa. Esa experiencia
le había provocado una intensa necesidad de conservar su propio espacio. Se dijo a sí mismo
que Mai no contaba, que estaba allí por los niños, no por él, y que pronto aprendería a
respetar su privacidad. Sin embargo, se quedó desconcertado cuando su ama de llaves le
informó de que Mai había salido. Pero no le sorprendió tanto cuando la llamó al móvil y ella
admitió que regresaría en transporte público.
–No esperaba que regresaras tan pronto. Estaba visitando a mi madre –le dijo a la
defensiva.
Cuando Mai regresó por fin a la mansión, estaba sonrojada y casi sin aliento por haber
caminado muy deprisa desde la parada del autobús, así como molesta por el tono censurador
que William había empleado por teléfono. ¿Acaso no creía que tuviese derecho a salir? ¿Iba a
tener que pedirle permiso primero? ¿Su vida iba a quedar consumida por la de él?
Cuando entró en el recibidor, William apareció en una puerta y ella se quedó sin
respiración al verlo, como si acabase de colisionar con una pared de ladrillos. Seguía con su
traje negro y su camisa de rayas; la única muestra de informalidad era que se había aflojado
la corbata. Parecía un ángel oscuro enfadado, con sus rasgos rígidos, su mandíbula obstinada
y de nuevo con la barba incipiente. Pero le quedaba bien y aumentaba su sex-appeal, pensó, y
se sorprendió al notar que se le aceleraba el corazón y se le secaba la boca.
William sometió a su futura esposa a un severo escrutinio. Estaba hecha un desastre,
desde su pelo caótico hasta aquellos vaqueros que no le quedaban bien. Se dio cuenta de que
estaba ansioso por que comenzara su transformación.
–Di órdenes de que, si salías, tendrías un coche y un chófer –le recordó.
–Me parece demasiado para una chica acostumbrada a viajar en metro y en autobús.
–Pero ya no eres esa chica. Eres la mujer que se convertirá en mi esposa –respondió
William–. Y espero que te adaptes. Soy un hombre adinerado y podrías ser el objetivo de un
atracador o de un secuestrador. La seguridad personal debe ser ahora una parte fundamental
de tu estilo de vida.
La referencia a un secuestro enfrió las palabras acaloradas que Mai tenía en la punta
de la lengua y, aunque se había puesto rígida, asintió con la cabeza.
–Lo recordaré en el futuro.
Satisfecho, William abrió la puerta que tenía detrás.
–Quiero hablar contigo.
–Sí, tenemos que hablar –contestó Mai, aunque en realidad deseaba subir corriendo a
su dormitorio y quedarse allí hasta que su reacción hormonal adolescente muriese de muerte
natural y dejara de avergonzarla. Sentía que le ardía la cara como si fuera fuego. Hacía
mucho tiempo que un hombre no le provocaba ese efecto. Cuando había ocurrido en su
despacho, había dado por hecho que simplemente serían los nervios y la vergüenza, pero en
esa ocasión era menos ingenua y estaba dispuesta a ser sincera consigo misma. Como
espécimen físico, William Demonides no tenía igual. Era increíblemente guapo y pocas
mujeres serían inmunes a su atractivo. Eso era todo, se dijo a sí misma mientras pasaba frente
a él con la cabeza bien alta, hasta llegar a una sala amueblada como un despacho de lujo.
William tenía mucho sex-appeal y el cuerpo de Mai simplemente estaba diciéndole que sus
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:47 am
significaba que se sintiera verdaderamente atraída por él.
William le preguntó por los niños y ella se relajó un poco contándole que a Eleni no le
había ido muy bien en la prueba de audición, y que el doctor sospechaba que sufría otitis
media adhesiva. La niña sería examinada para recibir tratamiento. Mai le habló después del
dibujo que Paris había hecho en la pared de su dormitorio. Consideraba que la ilustración de
su familia feliz, con sus padres y un hogar, hablaba por sí sola. No tenía fotos de sus padres y
Mai le preguntó a William si había alguna razón para ello.
–Creí que sería menos traumático así; tiene que seguir adelante.
–Creo que Paris necesita tiempo para llorar la pérdida de sus padres, y las fotos
familiares le ayudarían –explicó Mai con cuidado.
–Almacené los efectos personales de sus padres. Haré que miren si hay álbumes de
fotos –contestó William, y la sorprendió al aceptar su opinión.
–Creo que lo que pasa es que los niños han sufrido demasiados cambios en muy poco
tiempo. Necesitan una vida tranquila.
William suspiró con expresión sombría.
–Lo he hecho lo mejor que he podido, pero obviamente no ha sido suficiente. No sé
nada sobre niños. Ni siquiera sé cómo hablar con ellos.
–Igual que hablas con los demás; con interés y amabilidad.
William le dedicó una sonrisa reticente.
–No es mi estilo. Yo soy más de dar órdenes con ladridos, Maite.
–Llámame Mai. Todos lo hacen.
–No. Mai me suena a tía solterona.Maite es bonito.
–Pero yo no lo soy.
–Dales una oportunidad a los profesionales de la belleza –le aconsejó William sin
dudar.
Al oír ese consejo, Mai adoptó una postura de ofensa y levantó la barbilla.
–De hecho, es de eso de lo que quería hablar contigo.
Con disimulo, William observó como los botones se tensaban en su camisa, luchando
por contener sus pechos voluptuosos. Deseaba rasgarle la camisa y palpar sus senos con las
manos. Asombrado por la imagen, decidió que debía de estar muy necesitado de desahogo
sexual. Obviamente, había esperado demasiado para liberar su deseo. No quería ver a su
futura esposa de ese modo.
Perdida en sus pensamientos, Mai tomó aliento y habló con la brusquedad de la
incomodidad.
–Yo no quiero que me transformen. Estoy bien como estoy. O me tomas o me dejas.
A William no le hizo gracia aquella invitación. Se quedó mirando su rostro molesto.
–Debes apreciar que, en lo referente a tu apariencia, se requiere cierta cantidad de
esfuerzo. Ahora mismo no estás haciendo ningún esfuerzo en absoluto.
Encendida por aquel comentario crítico e hiriente, Mai irguió los hombros.
–No voy a cambiar para estar a la altura de un código sexista desfasado.
William emitió un gemido de impaciencia.
–No metas el feminismo en esto. ¿Cuál es tu problema? ¿Por qué no te preocupa tu
apariencia?
–No tengo ningún problema –respondió Mai con vehemencia–. Simplemente me
siento cómoda tal cual soy.
–Pero yo no. Espero que mejores tu aspecto como parte del trabajo.
–Esa es una petición demasiado personal… más allá de tus competencias –dijo Mai,
William le preguntó por los niños y ella se relajó un poco contándole que a Eleni no le
había ido muy bien en la prueba de audición, y que el doctor sospechaba que sufría otitis
media adhesiva. La niña sería examinada para recibir tratamiento. Mai le habló después del
dibujo que Paris había hecho en la pared de su dormitorio. Consideraba que la ilustración de
su familia feliz, con sus padres y un hogar, hablaba por sí sola. No tenía fotos de sus padres y
Mai le preguntó a William si había alguna razón para ello.
–Creí que sería menos traumático así; tiene que seguir adelante.
–Creo que Paris necesita tiempo para llorar la pérdida de sus padres, y las fotos
familiares le ayudarían –explicó Mai con cuidado.
–Almacené los efectos personales de sus padres. Haré que miren si hay álbumes de
fotos –contestó William, y la sorprendió al aceptar su opinión.
–Creo que lo que pasa es que los niños han sufrido demasiados cambios en muy poco
tiempo. Necesitan una vida tranquila.
William suspiró con expresión sombría.
–Lo he hecho lo mejor que he podido, pero obviamente no ha sido suficiente. No sé
nada sobre niños. Ni siquiera sé cómo hablar con ellos.
–Igual que hablas con los demás; con interés y amabilidad.
William le dedicó una sonrisa reticente.
–No es mi estilo. Yo soy más de dar órdenes con ladridos, Maite.
–Llámame Mai. Todos lo hacen.
–No. Mai me suena a tía solterona.Maite es bonito.
–Pero yo no lo soy.
–Dales una oportunidad a los profesionales de la belleza –le aconsejó William sin
dudar.
Al oír ese consejo, Mai adoptó una postura de ofensa y levantó la barbilla.
–De hecho, es de eso de lo que quería hablar contigo.
Con disimulo, William observó como los botones se tensaban en su camisa, luchando
por contener sus pechos voluptuosos. Deseaba rasgarle la camisa y palpar sus senos con las
manos. Asombrado por la imagen, decidió que debía de estar muy necesitado de desahogo
sexual. Obviamente, había esperado demasiado para liberar su deseo. No quería ver a su
futura esposa de ese modo.
Perdida en sus pensamientos, Mai tomó aliento y habló con la brusquedad de la
incomodidad.
–Yo no quiero que me transformen. Estoy bien como estoy. O me tomas o me dejas.
A William no le hizo gracia aquella invitación. Se quedó mirando su rostro molesto.
–Debes apreciar que, en lo referente a tu apariencia, se requiere cierta cantidad de
esfuerzo. Ahora mismo no estás haciendo ningún esfuerzo en absoluto.
Encendida por aquel comentario crítico e hiriente, Mai irguió los hombros.
–No voy a cambiar para estar a la altura de un código sexista desfasado.
William emitió un gemido de impaciencia.
–No metas el feminismo en esto. ¿Cuál es tu problema? ¿Por qué no te preocupa tu
apariencia?
–No tengo ningún problema –respondió Mai con vehemencia–. Simplemente me
siento cómoda tal cual soy.
–Pero yo no. Espero que mejores tu aspecto como parte del trabajo.
–Esa es una petición demasiado personal… más allá de tus competencias –dijo Mai,
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:52 am
por si acaso aún no había captado el mensaje–. Ya he renunciado a mi casa, a mi trabajo…
Mi aspecto es asunto mío.
William entornó los párpados y sus ojos se encendieron.
–No. Si quieres casarte conmigo, no es asunto tuyo.
Mai echó la cabeza hacia atrás y sus mechones castaños acariciaron sus hombros.
–Eso es ridículo.
–¿Lo es? Me parece que estás siendo testaruda. Es normal que una mujer se
enorgullezca de su apariencia. ¿Qué te ha ocurrido para que perdieras todo interés? –preguntó
William.
Se hizo el silencio y ella se estremeció, pues aquella pregunta había dado justo en la
diana. Había habido una época en la que se preocupaba mucho por su apariencia y elegía su
ropa con igual cuidado. Pero no era una época que quisiera recordar.
–No quiero hablar de eso. No es asunto tuyo.
–No es negociable. Habrá ocasiones públicas en las que querré que aparezcas a mi
lado. Ya no tienes excusa para ir por ahí con ropa fea y el pelo hecho un desastre.
La rabia recorrió el cuerpo de Bee como la lava buscando un respiradero.
–¿Cómo te atreves a hablarme así?
–Estoy siendo sincero contigo. Ven aquí –la agarró del codo y la condujo hasta un
espejo situado en la pared–. Y dime lo que ves.
Obligada a contemplar un reflejo que mostraba el pelo revuelto, una camisa vieja y
unos pantalones anchos, Mai deseó abofetearlo. Apretó los dientes.
–No importa lo que digas ni lo que quieras. ¡No pienso cambiar mi apariencia y eso
es todo!
–Si no lo haces, no habrá boda –amenazó William sin dudar–. Es parte del trabajo y
no renunciaré a mis expectativas.
Temblorosa como estaba por la fuerza de sus emociones, Mai le dirigió una mirada de
odio y levantó y bajó las manos en señal de finalidad.
–Entonces no habrá boda, porque tenemos que dejar clara una cosa ahora mismo,
William…
William arqueó una ceja en actitud sardónica.
–¿De verdad?
–¡No vas a mandar sobre mí de esta forma! No vas a decirme lo que he de hacer con
mi pelo o lo que debo ponerme –sus ojos marrones brillaban bajo la luz del
sol–. Eres un hombre dominante, pero yo no lo toleraré.
Su magnífico pecho subía y bajaba. ¿Sería un obseso de los pechos? Cuestionó
aquella fijación en busca de una excusa que explicase su extraño comportamiento. Los ojos
de Will tenían un color asombrosamente vívido. De hecho, parecía más atractiva enfadada de
lo que jamás le había parecido, pero aun así no toleraría aquel desafío.
–Es tu elección, Maite –le dijo con frialdad–. Siempre ha sido tu elección. En estos
momentos estoy teniendo serias dudas sobre casarme contigo, porque estás actuando de
manera irracional.
Ofendida por aquella acusación, Mai se agitó con furia.
–¿Yo estoy siendo irracional? –preguntó con incredulidad–. Explícamelo.
Con expresión fría,William abrió la puerta para que saliera.
–La discusión ha terminado.
Bee subió las escaleras enfurecida. Nunca había estado tan furiosa, pero William
Demonides lo había conseguido. «Que se pudra», pensó. «Que se pudra en el infierno».
Mi aspecto es asunto mío.
William entornó los párpados y sus ojos se encendieron.
–No. Si quieres casarte conmigo, no es asunto tuyo.
Mai echó la cabeza hacia atrás y sus mechones castaños acariciaron sus hombros.
–Eso es ridículo.
–¿Lo es? Me parece que estás siendo testaruda. Es normal que una mujer se
enorgullezca de su apariencia. ¿Qué te ha ocurrido para que perdieras todo interés? –preguntó
William.
Se hizo el silencio y ella se estremeció, pues aquella pregunta había dado justo en la
diana. Había habido una época en la que se preocupaba mucho por su apariencia y elegía su
ropa con igual cuidado. Pero no era una época que quisiera recordar.
–No quiero hablar de eso. No es asunto tuyo.
–No es negociable. Habrá ocasiones públicas en las que querré que aparezcas a mi
lado. Ya no tienes excusa para ir por ahí con ropa fea y el pelo hecho un desastre.
La rabia recorrió el cuerpo de Bee como la lava buscando un respiradero.
–¿Cómo te atreves a hablarme así?
–Estoy siendo sincero contigo. Ven aquí –la agarró del codo y la condujo hasta un
espejo situado en la pared–. Y dime lo que ves.
Obligada a contemplar un reflejo que mostraba el pelo revuelto, una camisa vieja y
unos pantalones anchos, Mai deseó abofetearlo. Apretó los dientes.
–No importa lo que digas ni lo que quieras. ¡No pienso cambiar mi apariencia y eso
es todo!
–Si no lo haces, no habrá boda –amenazó William sin dudar–. Es parte del trabajo y
no renunciaré a mis expectativas.
Temblorosa como estaba por la fuerza de sus emociones, Mai le dirigió una mirada de
odio y levantó y bajó las manos en señal de finalidad.
–Entonces no habrá boda, porque tenemos que dejar clara una cosa ahora mismo,
William…
William arqueó una ceja en actitud sardónica.
–¿De verdad?
–¡No vas a mandar sobre mí de esta forma! No vas a decirme lo que he de hacer con
mi pelo o lo que debo ponerme –sus ojos marrones brillaban bajo la luz del
sol–. Eres un hombre dominante, pero yo no lo toleraré.
Su magnífico pecho subía y bajaba. ¿Sería un obseso de los pechos? Cuestionó
aquella fijación en busca de una excusa que explicase su extraño comportamiento. Los ojos
de Will tenían un color asombrosamente vívido. De hecho, parecía más atractiva enfadada de
lo que jamás le había parecido, pero aun así no toleraría aquel desafío.
–Es tu elección, Maite –le dijo con frialdad–. Siempre ha sido tu elección. En estos
momentos estoy teniendo serias dudas sobre casarme contigo, porque estás actuando de
manera irracional.
Ofendida por aquella acusación, Mai se agitó con furia.
–¿Yo estoy siendo irracional? –preguntó con incredulidad–. Explícamelo.
Con expresión fría,William abrió la puerta para que saliera.
–La discusión ha terminado.
Bee subió las escaleras enfurecida. Nunca había estado tan furiosa, pero William
Demonides lo había conseguido. «Que se pudra», pensó. «Que se pudra en el infierno».
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:56 am
¿Cómo se atrevía a criticarla de ese modo? ¿Cómo se atrevía a preguntarle qué había ocurrido
para que perdiera el interés por su apariencia? ¿Cómo se atrevía a ser tan perspicaz?
Porque algo traumático le había ocurrido cuando estaba locamente enamorada de un
hombre que al final la había plantado. Ese hombre la había sustituido por una rubia tonta
cuyo aspecto y personalidad vacía habían dejado en evidencia lo que Mai creía que era una
relación sólida. Tras aquella llamada de atención, las preocupaciones por el pelo, las uñas, el
maquillaje y la ropa habían empezado a parecer superficiales, patéticas y una pérdida de
tiempo. Al fin y al cabo, Jon se había ido con una mujer completamente opuesta a ella, tanto
física como mentalmente. Durante meses, Mai se había despreciado a sí misma por seguir el
código de las chicas que insistía en que el aspecto de una mujer era de vital importancia para
un hombre. Ese código la había decepcionado profundamente pues, a pesar de sus esfuerzos,
había perdido a Jon. Y desde entonces se había negado a arreglarse y a competir con las
verdaderas bellezas del mundo.
¿Y por qué debería transformarse para William Demonides? Era igual que los demás
hombres que había conocido, desde su padre hasta Jon. Tal vez William la hubiera halagado
brevemente al decirle que era una hija leal y una maestra con talento, pero a pesar de esas
cualidades seguía juzgándola por su aspecto y estaba dispuesto a plantarla por no estar a la
altura de sus expectativas en belleza femenina. Pues a ella no le importaba.
No, pero sí le importaría a su madre, le recordó una vocecita en su cabeza. Si
cancelaba la boda, probablemente Emilia Blake perdería su casa, pues Bee estaba convencida
de que su padre intentaría castigarla por su fracaso al no obtener el precio deseado para el
grupo hotelero Royale. Monty Blake era ese tipo de hombre. Siempre necesitaba culpar a
alguien de sus errores, y su madre y ella serían objetivos fáciles para su ira.
Y si no se casaba con Sergios, Paris, Milo y Eleni sufrirían otra traición por parte de
un adulto.Mai había alentado a los niños a formar un vínculo con ella, había anunciado que
iba a casarse con William y había prometido quedarse con ellos. Paris no había parecido
impresionado, pero ella se imaginaba que quería que demostrase sus palabras antes de
arriesgarse a confiar en ella. Su hermana Zara ya había decepcionado a esos niños al ganarse
su aceptación y después desaparecer de sus vidas al darse cuenta de que no podía casarse con
su tutor porque se había enamorado de otro hombre. ¿Estaría ella dispuesta a comportarse del
mismo modo egoísta?
¿Todo por una visita al salón de belleza y algunas compras? ¿No estaría exagerando
un poco si dejaba plantado a William por algo tan trivial? Sin embargo, él tenía demasiada
perspicacia. Cuando le había preguntado por lo que había ocurrido para hacerle perder el
interés por su apariencia, la había desestabilizado y había herido su orgullo. Por eso había
perdido los nervios. La había avergonzado al llevarla frente a aquel espejo y obligarla a
mirarse con sus ojos. Por desgracia no le había gustado lo que había visto. Había visto que
necesitaba cortarse el pelo, que su armario necesitaba una puesta a punto y se había dado
cuenta de que estaba actuando de manera irracional si esperaba que un hombre tan sofisticado
como él la aceptase al natural.
Mai se arregló el pelo antes de bajar las escaleras, mucho más calmada que antes. Con
expresión rebelde levantó la mano para llamar a la puerta, pero entonces lo pensó mejor y
entró en el despacho sin previo aviso.
William estaba sentado a su escritorio, trabajando con el portátil. Levantó la cabeza y
la miró con seriedad.
Mai tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para alzarse sobre su orgullo herido y
abrir los labios para decir:
para que perdiera el interés por su apariencia? ¿Cómo se atrevía a ser tan perspicaz?
Porque algo traumático le había ocurrido cuando estaba locamente enamorada de un
hombre que al final la había plantado. Ese hombre la había sustituido por una rubia tonta
cuyo aspecto y personalidad vacía habían dejado en evidencia lo que Mai creía que era una
relación sólida. Tras aquella llamada de atención, las preocupaciones por el pelo, las uñas, el
maquillaje y la ropa habían empezado a parecer superficiales, patéticas y una pérdida de
tiempo. Al fin y al cabo, Jon se había ido con una mujer completamente opuesta a ella, tanto
física como mentalmente. Durante meses, Mai se había despreciado a sí misma por seguir el
código de las chicas que insistía en que el aspecto de una mujer era de vital importancia para
un hombre. Ese código la había decepcionado profundamente pues, a pesar de sus esfuerzos,
había perdido a Jon. Y desde entonces se había negado a arreglarse y a competir con las
verdaderas bellezas del mundo.
¿Y por qué debería transformarse para William Demonides? Era igual que los demás
hombres que había conocido, desde su padre hasta Jon. Tal vez William la hubiera halagado
brevemente al decirle que era una hija leal y una maestra con talento, pero a pesar de esas
cualidades seguía juzgándola por su aspecto y estaba dispuesto a plantarla por no estar a la
altura de sus expectativas en belleza femenina. Pues a ella no le importaba.
No, pero sí le importaría a su madre, le recordó una vocecita en su cabeza. Si
cancelaba la boda, probablemente Emilia Blake perdería su casa, pues Bee estaba convencida
de que su padre intentaría castigarla por su fracaso al no obtener el precio deseado para el
grupo hotelero Royale. Monty Blake era ese tipo de hombre. Siempre necesitaba culpar a
alguien de sus errores, y su madre y ella serían objetivos fáciles para su ira.
Y si no se casaba con Sergios, Paris, Milo y Eleni sufrirían otra traición por parte de
un adulto.Mai había alentado a los niños a formar un vínculo con ella, había anunciado que
iba a casarse con William y había prometido quedarse con ellos. Paris no había parecido
impresionado, pero ella se imaginaba que quería que demostrase sus palabras antes de
arriesgarse a confiar en ella. Su hermana Zara ya había decepcionado a esos niños al ganarse
su aceptación y después desaparecer de sus vidas al darse cuenta de que no podía casarse con
su tutor porque se había enamorado de otro hombre. ¿Estaría ella dispuesta a comportarse del
mismo modo egoísta?
¿Todo por una visita al salón de belleza y algunas compras? ¿No estaría exagerando
un poco si dejaba plantado a William por algo tan trivial? Sin embargo, él tenía demasiada
perspicacia. Cuando le había preguntado por lo que había ocurrido para hacerle perder el
interés por su apariencia, la había desestabilizado y había herido su orgullo. Por eso había
perdido los nervios. La había avergonzado al llevarla frente a aquel espejo y obligarla a
mirarse con sus ojos. Por desgracia no le había gustado lo que había visto. Había visto que
necesitaba cortarse el pelo, que su armario necesitaba una puesta a punto y se había dado
cuenta de que estaba actuando de manera irracional si esperaba que un hombre tan sofisticado
como él la aceptase al natural.
Mai se arregló el pelo antes de bajar las escaleras, mucho más calmada que antes. Con
expresión rebelde levantó la mano para llamar a la puerta, pero entonces lo pensó mejor y
entró en el despacho sin previo aviso.
William estaba sentado a su escritorio, trabajando con el portátil. Levantó la cabeza y
la miró con seriedad.
Mai tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para alzarse sobre su orgullo herido y
abrir los labios para decir:
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:58 am
–De acuerdo, lo haré… me haré el cambio.
–¿Has cambiado de opinión? –preguntó William impasible, sin alterar su expresión en
lo más mínimo ante su capitulación.
–Están las necesidades de mi madre y las de los niños –admitió–. No puedo ignorar
mis responsabilidades de esa forma.
–La gente lo hace constantemente.
Mai se enderezó un poco más.
–Pero yo no lo hago.
William apartó el portátil y se levantó de manera sorprendentemente fluida para un
hombre de su altura y de su fuerte complexión.
–No te enfrentes a mí –le dijo con voz profunda–. No me gusta.
–Pero tú no siempre lo sabes todo.
–Hay maneras mucho más sutiles de abordar los temas –le ofreció una copa y ella
aceptó. Se quedó de pie junto a su escritorio, con una copa de vino que realmente no deseaba.
–No sé si puedo ser sutil –confesó.
–Aprenderás. No será fácil vivir conmigo.
Y por primera vez, mientras se llevaba la copa a los labios y saboreaba aquel vino
caro y suave, Mai pensó en Melita. ¿Sería diferente con su amante? ¿Sería rubia o morena?
¿Cuánto tiempo llevaría en su vida? ¿Dónde viviría? ¿Con qué frecuencia la vería? Aquel
torrente de preguntas en su cabeza hizo que se sonrojara mientras intentaba controlar su
curiosidad. No era asunto suyo y no le importaba lo que hiciera, se dijo a sí misma. Iba a ser
su esposa solo de nombre, nada más.
–Brindaremos por nuestra boda –murmuró William.
–¿Y por entendernos mejor? –sugirió ella.
–No tenemos que entendernos. No tendremos que pasar tanto tiempo juntos. Pasado
un tiempo, ni siquiera tendremos que ocupar la misma casa al mismo tiempo.
Aterrorizada por aquella predicción, Mai se bebió el vino y dejó la copa sobre el
escritorio.
–Entonces, buenas noches –dijo prosaicamente.
Y, mientras subía las escaleras, se preguntó por qué se sentiría más sola de lo que se
había sentido en toda su vida. Al fin y al cabo, ¿acaso había esperado que William le ofreciera
su compañía y su apoyo? ¿Ni siquiera estaba preparado para compartir las responsabilidades
parentales con ella? Parecía que, en su cabeza, los parámetros de su relación ya estaban
tallados en piedra: no la amaba, no la desea ba y, en resumen, no la necesitaba salvo como
madre para los niños. Ser su esposa sería más un trabajo que cualquier otra cosa.
–¿Has cambiado de opinión? –preguntó William impasible, sin alterar su expresión en
lo más mínimo ante su capitulación.
–Están las necesidades de mi madre y las de los niños –admitió–. No puedo ignorar
mis responsabilidades de esa forma.
–La gente lo hace constantemente.
Mai se enderezó un poco más.
–Pero yo no lo hago.
William apartó el portátil y se levantó de manera sorprendentemente fluida para un
hombre de su altura y de su fuerte complexión.
–No te enfrentes a mí –le dijo con voz profunda–. No me gusta.
–Pero tú no siempre lo sabes todo.
–Hay maneras mucho más sutiles de abordar los temas –le ofreció una copa y ella
aceptó. Se quedó de pie junto a su escritorio, con una copa de vino que realmente no deseaba.
–No sé si puedo ser sutil –confesó.
–Aprenderás. No será fácil vivir conmigo.
Y por primera vez, mientras se llevaba la copa a los labios y saboreaba aquel vino
caro y suave, Mai pensó en Melita. ¿Sería diferente con su amante? ¿Sería rubia o morena?
¿Cuánto tiempo llevaría en su vida? ¿Dónde viviría? ¿Con qué frecuencia la vería? Aquel
torrente de preguntas en su cabeza hizo que se sonrojara mientras intentaba controlar su
curiosidad. No era asunto suyo y no le importaba lo que hiciera, se dijo a sí misma. Iba a ser
su esposa solo de nombre, nada más.
–Brindaremos por nuestra boda –murmuró William.
–¿Y por entendernos mejor? –sugirió ella.
–No tenemos que entendernos. No tendremos que pasar tanto tiempo juntos. Pasado
un tiempo, ni siquiera tendremos que ocupar la misma casa al mismo tiempo.
Aterrorizada por aquella predicción, Mai se bebió el vino y dejó la copa sobre el
escritorio.
–Entonces, buenas noches –dijo prosaicamente.
Y, mientras subía las escaleras, se preguntó por qué se sentiría más sola de lo que se
había sentido en toda su vida. Al fin y al cabo, ¿acaso había esperado que William le ofreciera
su compañía y su apoyo? ¿Ni siquiera estaba preparado para compartir las responsabilidades
parentales con ella? Parecía que, en su cabeza, los parámetros de su relación ya estaban
tallados en piedra: no la amaba, no la desea ba y, en resumen, no la necesitaba salvo como
madre para los niños. Ser su esposa sería más un trabajo que cualquier otra cosa.
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por nanatri Lun Oct 05, 2015 1:52 pm
holaa...esperando mas capis besos
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por SuenoLR Mar Oct 06, 2015 3:41 am
Sique mi Kat
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Mar Oct 06, 2015 10:13 am
Mis lindas lectoras hoy no tengo tiempo 
Seguira Manana
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por nanatri Mar Oct 06, 2015 11:40 am
buen dia besos!
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:33 am
nanatri escribió:holaa...esperando mas capis besos
Ok mi Nanatri ahora sigo
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:34 am
SuenoLR escribió:Sique mi Kat
Ahora sigo mi Tonia
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:34 am
nanatri escribió:
Tenga un lindo dia Nanatri 
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:35 am
asturabril escribió:
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:39 am
Capítulo 4
MAI salió del probador y se subió a la tarima para tener la mejor perspectiva posible
de su vestido de boda en los espejos de las paredes.
Aunque le molestaba admitirlo, William había elegido bien. Se había enfadado con él
cuando le había dicho que ya había seleccionado un vestido para ella.
–¿En qué diablos estabas pensando? –había preguntado Bee por teléfono–. A una
mujer le encanta elegir su vestido de boda.
–Estuve en un desfile de moda en Milán. La modelo lo llevaba puesto y supe
inmediatamente que era tu vestido –había respondido William con una gran seguridad en sí
mismo.
Había querido preguntarle a quién había acompañado al desfile de moda, porque no
creía que hubiera ido solo, pero se había guardado la pregunta. En ese sentido la ignorancia
era mucho más segura que tener demasiada información. Lo que no supiera no podría hacerle
daño, se dijo a sí misma, aunque tampoco corría peligro de hacerse daño. No podía permitirse
desarrollar sentimientos hacia un hombre que ni siquiera compartiría la cama con ella.
Aunque se lo había ofrecido, se recordó a sí misma, prefiriendo sacrificarse en caso de que
ella decidiera que no podía vivir sin sexo antes que permitirle mantener una aventura
extramatrimonial.
Ahora llevaba puesto el vestido de boda que William había elegido para ella, y
advirtió como el estilo realzaba su escote voluptuoso y enfatizaba su cintura estrecha. El
escote era más bajo de lo que le hubiera gustado, pero el corpiño ajustado realzaba su figura.
Aparentemente, William no se había ganado su terrible reputación con las mujeres sin haber
aprendido algunos trucos sobre moda por el camino. Mai habría sido la primera en admitir
que su apariencia ya había sufrido una gran transformación. Llevaba el pelo cortado a capas a
la altura de los hombros. Los cosméticos la habían ayudado a redescubrir sus pómulos y a
acentuar sus mejores rasgos al tiempo que hidrataban y pulían el resto de su cuerpo hasta casi
la perfección. La ironía residía en que, lejos de sentirse explotada o infravalorada por la
transformación, disfrutaba sabiendo que tenía mucho mejor aspecto.
En treinta y seis horas sería el día de su boda, pensó mientras respiraba
profundamente para calmar sus nervios. Aquella tarde tenía una última cita para firmar el
acuerdo prenupcial, que ya le habían explicado con todo detalle durante su primera visita al
bufete de abogados contratado por Sergios para proteger sus intereses. El tema de los
cuidados de su madre a largo plazo estaba cubierto, pero había tenido que pedir el derecho a
visitar a los niños con regularidad en caso de que el matrimonio se rompiera. Le preocupaba
más que Sergios pudiera negarse a eso que el hecho de que un divorcio la convertiría en una
mujer adinerada. Cuanto más tiempo pasaba con Paris, con Milo y con Eleni, más le parecía
que eran sus propios hijos.
Cuando Mai abandonó la tienda, elegante con un vestido gris a rayas y una chaqueta
fina, un guardaespaldas apareció a su lado y, en menos de un minuto, una limusina se acercó
a la acera para recogerla. Estaba acostumbrándose a que la malcriaran, pensó con cierta
culpabilidad cuando salió del coche más tarde frente a la oficina del abogado. Después de
solo tres semanas ya empezaba a olvidarse de lo que era caminar bajo la lluvia o esperar al
autobús.
Estaba sentada esperando cuando vio una cara familiar, y le sorprendió tanto que
simplemente se quedó mirándolo con el corazón acelerado. Era su exnovio, Jon Townsend, y
MAI salió del probador y se subió a la tarima para tener la mejor perspectiva posible
de su vestido de boda en los espejos de las paredes.
Aunque le molestaba admitirlo, William había elegido bien. Se había enfadado con él
cuando le había dicho que ya había seleccionado un vestido para ella.
–¿En qué diablos estabas pensando? –había preguntado Bee por teléfono–. A una
mujer le encanta elegir su vestido de boda.
–Estuve en un desfile de moda en Milán. La modelo lo llevaba puesto y supe
inmediatamente que era tu vestido –había respondido William con una gran seguridad en sí
mismo.
Había querido preguntarle a quién había acompañado al desfile de moda, porque no
creía que hubiera ido solo, pero se había guardado la pregunta. En ese sentido la ignorancia
era mucho más segura que tener demasiada información. Lo que no supiera no podría hacerle
daño, se dijo a sí misma, aunque tampoco corría peligro de hacerse daño. No podía permitirse
desarrollar sentimientos hacia un hombre que ni siquiera compartiría la cama con ella.
Aunque se lo había ofrecido, se recordó a sí misma, prefiriendo sacrificarse en caso de que
ella decidiera que no podía vivir sin sexo antes que permitirle mantener una aventura
extramatrimonial.
Ahora llevaba puesto el vestido de boda que William había elegido para ella, y
advirtió como el estilo realzaba su escote voluptuoso y enfatizaba su cintura estrecha. El
escote era más bajo de lo que le hubiera gustado, pero el corpiño ajustado realzaba su figura.
Aparentemente, William no se había ganado su terrible reputación con las mujeres sin haber
aprendido algunos trucos sobre moda por el camino. Mai habría sido la primera en admitir
que su apariencia ya había sufrido una gran transformación. Llevaba el pelo cortado a capas a
la altura de los hombros. Los cosméticos la habían ayudado a redescubrir sus pómulos y a
acentuar sus mejores rasgos al tiempo que hidrataban y pulían el resto de su cuerpo hasta casi
la perfección. La ironía residía en que, lejos de sentirse explotada o infravalorada por la
transformación, disfrutaba sabiendo que tenía mucho mejor aspecto.
En treinta y seis horas sería el día de su boda, pensó mientras respiraba
profundamente para calmar sus nervios. Aquella tarde tenía una última cita para firmar el
acuerdo prenupcial, que ya le habían explicado con todo detalle durante su primera visita al
bufete de abogados contratado por Sergios para proteger sus intereses. El tema de los
cuidados de su madre a largo plazo estaba cubierto, pero había tenido que pedir el derecho a
visitar a los niños con regularidad en caso de que el matrimonio se rompiera. Le preocupaba
más que Sergios pudiera negarse a eso que el hecho de que un divorcio la convertiría en una
mujer adinerada. Cuanto más tiempo pasaba con Paris, con Milo y con Eleni, más le parecía
que eran sus propios hijos.
Cuando Mai abandonó la tienda, elegante con un vestido gris a rayas y una chaqueta
fina, un guardaespaldas apareció a su lado y, en menos de un minuto, una limusina se acercó
a la acera para recogerla. Estaba acostumbrándose a que la malcriaran, pensó con cierta
culpabilidad cuando salió del coche más tarde frente a la oficina del abogado. Después de
solo tres semanas ya empezaba a olvidarse de lo que era caminar bajo la lluvia o esperar al
autobús.
Estaba sentada esperando cuando vio una cara familiar, y le sorprendió tanto que
simplemente se quedó mirándolo con el corazón acelerado. Era su exnovio, Jon Townsend, y
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:42 am
habían pasado más de tres años desde la última vez que se habían visto. Y sin previo aviso
allí estaba, a solo tres metros de distancia, ataviado con traje y corbata. Estaba delgado, tenía
el pelo negro y era atractivo. No era especialmente alto, pero sí más que ella. Mientras
intentaba recuperarse de la sorpresa, Mai se preguntó si tal vez trabajaba para la compañía,
porque acababa de licenciarse en Derecho cuando lo conoció.
Jon giró la cabeza y la reconoció casi en el mismo momento en que la recepcionista la
invitó a entrar en el despacho del señor Smyth. Con sus ojos azules llenos de sorpresa, Jon
atravesó el vestíbulo con el ceño fruncido.
–¿Mai? –preguntó como si apenas pudiera creer que estuviera frente a él.
–Jon… lo siento, tengo una cita –respondió ella poniéndose en pie.
–Estás tremenda –le dijo Jon con cariño.
–Gracias –ella apenas sonrió, pues no se había olvidado del dolor que le había
causado y estaba centrada en mantener la dignidad–. ¿Trabajas aquí?
–Sí, desde el año pasado. Te veré después de tu cita y hablamos –declaró Jon.
La sonrisa falsa de Mai disminuyó ante aquella desconcertante perspectiva, así que se
apresuró a entrar en el despacho de Halston Smyth con una mezcla de alivio y expectativa.
¿De qué querría hablar Jon con ella? Tal vez hubiera ocurrido hacía tres largos años, pero la
había dejado plantada, por el amor de Dios. ¿Acaso tenían viejos tiempos de los que ponerse
al día? Tras haber perdido el contacto con amigos mutuos después de la ruptura, lo dudaba
bastante. Ahora él estaba casado, o eso había oído, tal vez incluso tuviera hijos, aunque
cuando salían juntos no tenía claro que quisiera tenerlos. Claro que tampoco había tenido
claro que quisiera casarse hasta conocer a Jenna, la sustituta rubia y tonta de Mai, la hija de
un juez del Tribunal Supremo. Un contacto de lo más útil para un abogado joven y
ambicioso.
El señor Smyth repasó el contrato prenupcial de nuevo mientras otro miembro más
joven del bufete observaba atentamente. En su primera visita, Mai se había dado cuenta de
que, como la futura esposa de un multimillonario, la consideraban un pez gordo y se
mostraban ansiosos por complacer. En cuanto comprobó que habían incorporado al acuerdo
su deseo de mantener el contacto con los niños en caso de divorcio, se relajó. A pesar de
todas las advertencias para que considerase seriamente lo que estaba haciendo, firmó sobre la
línea de puntos preguntándose cuándo podría contratar las sesiones de fisioterapia para su
madre.
El señor Smyth la acompañó hasta el ascensor y, en el último minuto posible antes de
que las puertas se cerraran, Jon entró y se unió a su guardaespaldas y a ella.
–Hay una vinoteca a la vuelta de la esquina –le dijo.
Ella frunció el ceño.
–No sé si tenemos mucho de qué hablar.
–Bueno, no puedo persuadirte físicamente para que vengas conmigo con un hombre
de seguridad detrás.
–¿Conoce a este caballero, señorita Blake? –preguntó Tom, el guardaespaldas,
mirando a Jon con desconfianza.
Al ver la mirada de Jon,Mai estuvo a punto de carcajearse.
–Sí. Sí, lo conozco –confirmó–. Pero no puedo quedarme mucho.
Mai decidió que tras su propuesta debía de esconderse la curiosidad. Al fin y al cabo,
tres años atrás, cuando estaban juntos, ella era estudiante de Magisterio de último curso con
una vida bastante normal. Aunque su padre fuese rico, Mai nunca había disfrutado de una
pensión ni se le había permitido el acceso al exclusivo mundo de Monty Blake.
allí estaba, a solo tres metros de distancia, ataviado con traje y corbata. Estaba delgado, tenía
el pelo negro y era atractivo. No era especialmente alto, pero sí más que ella. Mientras
intentaba recuperarse de la sorpresa, Mai se preguntó si tal vez trabajaba para la compañía,
porque acababa de licenciarse en Derecho cuando lo conoció.
Jon giró la cabeza y la reconoció casi en el mismo momento en que la recepcionista la
invitó a entrar en el despacho del señor Smyth. Con sus ojos azules llenos de sorpresa, Jon
atravesó el vestíbulo con el ceño fruncido.
–¿Mai? –preguntó como si apenas pudiera creer que estuviera frente a él.
–Jon… lo siento, tengo una cita –respondió ella poniéndose en pie.
–Estás tremenda –le dijo Jon con cariño.
–Gracias –ella apenas sonrió, pues no se había olvidado del dolor que le había
causado y estaba centrada en mantener la dignidad–. ¿Trabajas aquí?
–Sí, desde el año pasado. Te veré después de tu cita y hablamos –declaró Jon.
La sonrisa falsa de Mai disminuyó ante aquella desconcertante perspectiva, así que se
apresuró a entrar en el despacho de Halston Smyth con una mezcla de alivio y expectativa.
¿De qué querría hablar Jon con ella? Tal vez hubiera ocurrido hacía tres largos años, pero la
había dejado plantada, por el amor de Dios. ¿Acaso tenían viejos tiempos de los que ponerse
al día? Tras haber perdido el contacto con amigos mutuos después de la ruptura, lo dudaba
bastante. Ahora él estaba casado, o eso había oído, tal vez incluso tuviera hijos, aunque
cuando salían juntos no tenía claro que quisiera tenerlos. Claro que tampoco había tenido
claro que quisiera casarse hasta conocer a Jenna, la sustituta rubia y tonta de Mai, la hija de
un juez del Tribunal Supremo. Un contacto de lo más útil para un abogado joven y
ambicioso.
El señor Smyth repasó el contrato prenupcial de nuevo mientras otro miembro más
joven del bufete observaba atentamente. En su primera visita, Mai se había dado cuenta de
que, como la futura esposa de un multimillonario, la consideraban un pez gordo y se
mostraban ansiosos por complacer. En cuanto comprobó que habían incorporado al acuerdo
su deseo de mantener el contacto con los niños en caso de divorcio, se relajó. A pesar de
todas las advertencias para que considerase seriamente lo que estaba haciendo, firmó sobre la
línea de puntos preguntándose cuándo podría contratar las sesiones de fisioterapia para su
madre.
El señor Smyth la acompañó hasta el ascensor y, en el último minuto posible antes de
que las puertas se cerraran, Jon entró y se unió a su guardaespaldas y a ella.
–Hay una vinoteca a la vuelta de la esquina –le dijo.
Ella frunció el ceño.
–No sé si tenemos mucho de qué hablar.
–Bueno, no puedo persuadirte físicamente para que vengas conmigo con un hombre
de seguridad detrás.
–¿Conoce a este caballero, señorita Blake? –preguntó Tom, el guardaespaldas,
mirando a Jon con desconfianza.
Al ver la mirada de Jon,Mai estuvo a punto de carcajearse.
–Sí. Sí, lo conozco –confirmó–. Pero no puedo quedarme mucho.
Mai decidió que tras su propuesta debía de esconderse la curiosidad. Al fin y al cabo,
tres años atrás, cuando estaban juntos, ella era estudiante de Magisterio de último curso con
una vida bastante normal. Aunque su padre fuese rico, Mai nunca había disfrutado de una
pensión ni se le había permitido el acceso al exclusivo mundo de Monty Blake.
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:47 am
Probablemente, Jon estaría al corriente de que estaba a punto de casarse con uno de los
hombres más ricos de Europa, y se preguntaría cómo había sucedido. Intentó no sonreír al
pensar que poca gente creería la verdad oculta tras aquel acontecimiento.
En el bar, el guardaespaldas eligió un asiento cercano y empezó a hablar por el móvil.
Jon pidió las bebidas y comenzó a hablar de cosas triviales. Mai recordó cuando su sonrisa
hacía que se le acelerase el corazón.
–Jenna y yo nos separamos hace un par de meses –le dijo él.
–Siento oír eso.
–Fue un encaprichamiento. Me arrepentí de dejarte.
–Eso ya no importa. No te guardo rencor –contestó Mai, sintiéndose algo incómoda
bajo su mirada azul.
–Eso es muy decente por tu parte. Ahora deja que te explique por qué quería invitarte,
y tú puedes decirme que soy calculador y todo eso –bromeó Jon, sacó un panfleto de su
bolsillo y lo deslizó sobre la mesa hacia ella–. Te estaría muy agradecido si considerases la
posibilidad de convertirte en presidenta de honor de esta organización benéfica. Hace muy
buenas obras y le vendría bien el apoyo.
Mai se quedó desconcertada, pues el Jon que ella recordaba estaba demasiado
centrado en ascender en su carrera como para perder el tiempo en recaudar dinero para
buenas causas. Parecía que la madurez le había vuelto mejor persona y eso resultaba
impresionante. Era miembro del consejo de administración de una organización benéfica para
niños discapacitados, parecida a una para la que ella había sido voluntaria cuando estudiaba.
–Dudo que pudiera hacer mucho personalmente, porque me instalaré en Grecia
después de la boda.
–Siendo la esposa de William Demonides, solo tu nombre sería suficiente para generar
un mejor perfil para la organización –le aseguró Jon con entusiasmo–. Y si decidieras
implicarte, tu aparición ocasional en ciertos acontecimientos públicos sería bien recibida.
Mai se sintió aliviada entonces al comprobar que el deseo de Jon de verla era más
profesional que personal. Apreciaba el hecho de que él evitara preguntarle por William. Se
separaron quince minutos más tarde, pero, antes de que ella pudiera darse la vuelta, Jon le dio
la mano.
–Antes hablaba en serio –le dijo–. Cometí un grave error. Siempre he lamentado
haberte perdido, Mai.
Mai se apresuró a apartar la mano y sus ojos se volvieron fríos.
–Es un poco tarde para decirme eso, Jon.
–Espero que seas feliz con Demonides –pero la mirada de su rostro indicaba que no
creía que pudiera serlo.
Incómoda con aquella conversación, Mai regresó a casa de William para tomar el té
con los niños. William llevaba viajando por el mundo por negocios más de dos semanas y su
único contacto era telefónico. Después de cenar, Bee repasó los deberes de Paris y bañó a
Milo y a Eleni antes de meterlos en la cama. En un mes operarían a Eleni para insertarle
drenajes timpánicos en ambos oídos para solucionar sus problemas de audición. Tras haber
consultado a la profesora de Paris, Mai había descubierto que al chico le costaba hacer
amigos en el colegio, y había intentado mejorar la situación invitando a algunos de sus
compañeros a jugar a casa después de la escuela. Paris empezaba a sentirse cómodo y, a
medida que lo hacía, se mostraba más receptivo hacia ella.
Justo antes de que Mai se fuese a la cama, William llamó desde Tokio.
–¿Quién era el hombre al que has acompañado al bar? –preguntó.
hombres más ricos de Europa, y se preguntaría cómo había sucedido. Intentó no sonreír al
pensar que poca gente creería la verdad oculta tras aquel acontecimiento.
En el bar, el guardaespaldas eligió un asiento cercano y empezó a hablar por el móvil.
Jon pidió las bebidas y comenzó a hablar de cosas triviales. Mai recordó cuando su sonrisa
hacía que se le acelerase el corazón.
–Jenna y yo nos separamos hace un par de meses –le dijo él.
–Siento oír eso.
–Fue un encaprichamiento. Me arrepentí de dejarte.
–Eso ya no importa. No te guardo rencor –contestó Mai, sintiéndose algo incómoda
bajo su mirada azul.
–Eso es muy decente por tu parte. Ahora deja que te explique por qué quería invitarte,
y tú puedes decirme que soy calculador y todo eso –bromeó Jon, sacó un panfleto de su
bolsillo y lo deslizó sobre la mesa hacia ella–. Te estaría muy agradecido si considerases la
posibilidad de convertirte en presidenta de honor de esta organización benéfica. Hace muy
buenas obras y le vendría bien el apoyo.
Mai se quedó desconcertada, pues el Jon que ella recordaba estaba demasiado
centrado en ascender en su carrera como para perder el tiempo en recaudar dinero para
buenas causas. Parecía que la madurez le había vuelto mejor persona y eso resultaba
impresionante. Era miembro del consejo de administración de una organización benéfica para
niños discapacitados, parecida a una para la que ella había sido voluntaria cuando estudiaba.
–Dudo que pudiera hacer mucho personalmente, porque me instalaré en Grecia
después de la boda.
–Siendo la esposa de William Demonides, solo tu nombre sería suficiente para generar
un mejor perfil para la organización –le aseguró Jon con entusiasmo–. Y si decidieras
implicarte, tu aparición ocasional en ciertos acontecimientos públicos sería bien recibida.
Mai se sintió aliviada entonces al comprobar que el deseo de Jon de verla era más
profesional que personal. Apreciaba el hecho de que él evitara preguntarle por William. Se
separaron quince minutos más tarde, pero, antes de que ella pudiera darse la vuelta, Jon le dio
la mano.
–Antes hablaba en serio –le dijo–. Cometí un grave error. Siempre he lamentado
haberte perdido, Mai.
Mai se apresuró a apartar la mano y sus ojos se volvieron fríos.
–Es un poco tarde para decirme eso, Jon.
–Espero que seas feliz con Demonides –pero la mirada de su rostro indicaba que no
creía que pudiera serlo.
Incómoda con aquella conversación, Mai regresó a casa de William para tomar el té
con los niños. William llevaba viajando por el mundo por negocios más de dos semanas y su
único contacto era telefónico. Después de cenar, Bee repasó los deberes de Paris y bañó a
Milo y a Eleni antes de meterlos en la cama. En un mes operarían a Eleni para insertarle
drenajes timpánicos en ambos oídos para solucionar sus problemas de audición. Tras haber
consultado a la profesora de Paris, Mai había descubierto que al chico le costaba hacer
amigos en el colegio, y había intentado mejorar la situación invitando a algunos de sus
compañeros a jugar a casa después de la escuela. Paris empezaba a sentirse cómodo y, a
medida que lo hacía, se mostraba más receptivo hacia ella.
Justo antes de que Mai se fuese a la cama, William llamó desde Tokio.
–¿Quién era el hombre al que has acompañado al bar? –preguntó.
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:54 am
Mai se tensó.
–Así que Tom es un espía, ¿no?
–Maite… –gruñó William con impaciencia, implacable como un león que le lanzaba
a su presa un rugido de advertencia.
–Solo era un viejo amigo al que no había visto desde la universidad –Mai vaciló, pero
decidió no decir nada más, pues sentía que no le debía a William ninguna explicación más.
–Descubrirás que muchos de tus viejos amigos aparecerán de la nada ahora que vas a
casarte conmigo –respondió William con cinismo.
–Eso me parece ofensivo. Ese amigo en particular me ha pedido que me involucre en
una organización benéfica para niños. No creo que le encuentres nada de malo a eso.
–¿Y por eso te da la mano?
Mai se puso roja.
–Me dio la mano, ¡ya ves qué cosa!
–En los lugares públicos espero que seas discreta.
Mai se sentía cada vez más furiosa.
–Siempre tienes que tener la última palabra, ¿verdad?
–Y siempre tengo razón,mi amorcito –convino William, sin inmutarse por la acusación.
Aquella noche, Mai se tumbó en su cama y jugó al «Y si» con Jon en el papel
protagonista. Al fin y al cabo era humana y no podía evitar preguntarse qué habría ocurrido si
se hubiera encontrado con su ex cuando no estuviera a punto de casarse con otro hombre.
Probablemente nada, pensó, pues de no haber sido por la presión que había ejercido William,
ella seguiría teniendo su apariencia de siempre y a Jon no le habría impresionado tanto. En
cualquier caso, William era mucho más guapo y con mucha más personalidad…
¿De dónde diablos había salido aquello? No podía negar que William fuese muy, muy
guapo, pero no era su hombre en el sentido en el que Jon lo había sido y nunca lo sería.
Decidió que era demasiado sensata para fantasear con esas posibilidades. Además, hacía
mucho que había llegado a la conclusión de que, si Jon la hubiese querido de verdad, nunca la
habría dejado plantada por tener una madre que necesitaría siempre ayuda. El rechazo de Jon
había hecho pedazos su sueño de tener una familia, cosa que Mai valoraba mucho.
–Es un vestido muy romántico –comentó Tawny, estudiando a su hermanastra con
curiosidad, pues el vestido de encaje era increíblemente femenino, muy alejado del estilo
conservador de Mai–. Una elección muy considerada para un hombre que se casa por
conveniencia.
Mai se puso roja y deseó que Zara, su otra hermana, no hubiera sido tan sincera con
su hermana pequeña, que no aprobaba que fuese a casarse con un hombre al que no amaba.
También deseaba que Zara no hubiese evitado lo que habría resultado una ocasión incómoda
para ella al alegar que no podía viajar estando embarazada.
–William no es romántico y yo tampoco lo soy.
–Cierto que los niños son monos –reconoció Tawny–. Y William irradia sexo por los
cuatro costados, pero solo para una mujer aventurera, y tú eres de lo más convencional que
hay.
–Nunca se sabe –contestó Mai levantando el ramo.
–Si yo fuese suspicaz, sospecharía que estás haciendo esto por el beneficio de tu
madre –dijo Tawny con el ceño fruncido, revelando una inteligencia afilada como un
cuchillo–. Harías cualquier cosa por ella y es una mujer encantadora.
–Sí, ¿verdad? Mi madre está muy contenta por mí. Por favor, no se lo eches a perder
dándole una idea equivocada sobre mi boda…
–Así que Tom es un espía, ¿no?
–Maite… –gruñó William con impaciencia, implacable como un león que le lanzaba
a su presa un rugido de advertencia.
–Solo era un viejo amigo al que no había visto desde la universidad –Mai vaciló, pero
decidió no decir nada más, pues sentía que no le debía a William ninguna explicación más.
–Descubrirás que muchos de tus viejos amigos aparecerán de la nada ahora que vas a
casarte conmigo –respondió William con cinismo.
–Eso me parece ofensivo. Ese amigo en particular me ha pedido que me involucre en
una organización benéfica para niños. No creo que le encuentres nada de malo a eso.
–¿Y por eso te da la mano?
Mai se puso roja.
–Me dio la mano, ¡ya ves qué cosa!
–En los lugares públicos espero que seas discreta.
Mai se sentía cada vez más furiosa.
–Siempre tienes que tener la última palabra, ¿verdad?
–Y siempre tengo razón,mi amorcito –convino William, sin inmutarse por la acusación.
Aquella noche, Mai se tumbó en su cama y jugó al «Y si» con Jon en el papel
protagonista. Al fin y al cabo era humana y no podía evitar preguntarse qué habría ocurrido si
se hubiera encontrado con su ex cuando no estuviera a punto de casarse con otro hombre.
Probablemente nada, pensó, pues de no haber sido por la presión que había ejercido William,
ella seguiría teniendo su apariencia de siempre y a Jon no le habría impresionado tanto. En
cualquier caso, William era mucho más guapo y con mucha más personalidad…
¿De dónde diablos había salido aquello? No podía negar que William fuese muy, muy
guapo, pero no era su hombre en el sentido en el que Jon lo había sido y nunca lo sería.
Decidió que era demasiado sensata para fantasear con esas posibilidades. Además, hacía
mucho que había llegado a la conclusión de que, si Jon la hubiese querido de verdad, nunca la
habría dejado plantada por tener una madre que necesitaría siempre ayuda. El rechazo de Jon
había hecho pedazos su sueño de tener una familia, cosa que Mai valoraba mucho.
–Es un vestido muy romántico –comentó Tawny, estudiando a su hermanastra con
curiosidad, pues el vestido de encaje era increíblemente femenino, muy alejado del estilo
conservador de Mai–. Una elección muy considerada para un hombre que se casa por
conveniencia.
Mai se puso roja y deseó que Zara, su otra hermana, no hubiera sido tan sincera con
su hermana pequeña, que no aprobaba que fuese a casarse con un hombre al que no amaba.
También deseaba que Zara no hubiese evitado lo que habría resultado una ocasión incómoda
para ella al alegar que no podía viajar estando embarazada.
–William no es romántico y yo tampoco lo soy.
–Cierto que los niños son monos –reconoció Tawny–. Y William irradia sexo por los
cuatro costados, pero solo para una mujer aventurera, y tú eres de lo más convencional que
hay.
–Nunca se sabe –contestó Mai levantando el ramo.
–Si yo fuese suspicaz, sospecharía que estás haciendo esto por el beneficio de tu
madre –dijo Tawny con el ceño fruncido, revelando una inteligencia afilada como un
cuchillo–. Harías cualquier cosa por ella y es una mujer encantadora.
–Sí, ¿verdad? Mi madre está muy contenta por mí. Por favor, no se lo eches a perder
dándole una idea equivocada sobre mi boda…
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 12:02 pm
–Ni la idea equivocada ni la acertada –murmuró Tawny, que no era tan fácil de
silenciar–. Pero prométeme que, si es horrible vivir con él, te divorciarás.
Mai asintió al instante para aliviar las preocupaciones de su hermanastra y bajó las
escaleras con cuidado. Estaba en casa de su madre porque había pasado su última noche de
soltera allí a petición de Emilia. Tawny no iba a ser dama de honor porque Mai no quería
llevar tan lejos la farsa de su boda.
–Pero te conozco. No lo harás si eso significa dejar atrás a esos niños tan monos –
añadió Tawny con un suspiro–. Serás como la fiel Penélope, atrapada con él para siempre, y
apuesto a que él lo utilizará a su favor cuando se dé cuenta de lo blanda que eres.
Mai no tenía intención de ser un pelele, convencida como estaba de que William no
tendría problemas en pisotear a una mujer blanda sin el menor remordimiento de conciencia.
Era duro, así que ella tendría que ser más dura. Se recordó ese hecho a sí misma cuando su
padre le ofreció el brazo a la entrada de la iglesia y sonrió educadamente. Monty Blake había
sido recientemente pisoteado por William y su ego y su bolsillo aún se resentían del
encuentro. Sin embargo, decía mucho sobre la influencia intimidatoria de William que su
padre siguiese dispuesto a participar en la boda.
Lleno de impaciencia, William se dio la vuelta en el altar para ver a la novia acercarse.
Con el rostro inescrutable, se quedó mirándola y frunció el ceño. Se había cortado el pelo
hasta los hombros. ¿De quién había sido esa idea estúpida? Pero, aparte de eso, Maite
estaba… exquisita, pensó finalmente tras una larga pausa mental mientras deslizaba la mirada
sobre su boca carnosa hasta llegar a aquellas curvas que nunca dejaba de admirar. Se
preguntó si los hombres desarrollaban un gusto por los pechos más grandes cuando llegaban
a determinada edad. Pero él tenía treinta y dos años, no cincuenta y dos. Sin embargo, al
contemplar aquellos montículos cremosos que subían y bajaban enmarcados en aquel escote,
no pudo negar que estaba hechizado. La modelo de la pasarela de Milán no había tenido nada
que mostrar salvo un pecho liso y huesudo. Sin embargo, en su lugar Beatriz habría sido un
éxito asombroso. Frunció el ceño al pensar en eso.
Decidida a no dejarse acobardar por el hecho de que su prometido estuviese
mirándola con severidad, Mai levantó la barbilla. Incluso la mujer más crítica del mundo
habría tenido que admitir que William estaba increíblemente guapo con aquel traje. Al ver
aquellos ojos duros puestos en ella se sintió algo mareada. El sacerdote de su iglesia tenía
cierta tendencia a irse por las ramas, pero pronto controló ese hábito después de que William
le instara en voz baja a que se diese prisa. Ofendida por la intervención de su prometido, Mai
se puso roja. ¿Acaso William no tenía ni idea de cómo comportarse en la iglesia? Bueno,
nunca era demasiado tarde para aprender algo, aunque sospechaba que Sergios se negaría a
aprender cualquier cosa de ella. Le puso el anillo de boda en el dedo sin ninguna ceremonia.
Ella se frotó la mano como si le hubiera hecho daño, aunque no era así.
–Has sido grosero con el sacerdote –le dijo cuando salían de la iglesia.
Él arqueó una ceja.
–¿Perdón?
–Ya me has oído. Hay algunas ocasiones en las que simplemente has de tener
paciencia y buenos modales, y la ceremonia de boda es una de esas ocasiones.
En el silencio que envolvía a la pareja, Milo saltó del regazo de su niñera y corrió
hacia Mai para agarrarse a su falda. Ella le acarició la cabeza para tranquilizarlo y le dio la
mano.
–Estaba repitiéndose –dijo William con voz fría, pero, al ver la sonrisa del niño
mientras miraba a Mai, contuvo su enfado por su impertinencia. Después de poco más de dos
silenciar–. Pero prométeme que, si es horrible vivir con él, te divorciarás.
Mai asintió al instante para aliviar las preocupaciones de su hermanastra y bajó las
escaleras con cuidado. Estaba en casa de su madre porque había pasado su última noche de
soltera allí a petición de Emilia. Tawny no iba a ser dama de honor porque Mai no quería
llevar tan lejos la farsa de su boda.
–Pero te conozco. No lo harás si eso significa dejar atrás a esos niños tan monos –
añadió Tawny con un suspiro–. Serás como la fiel Penélope, atrapada con él para siempre, y
apuesto a que él lo utilizará a su favor cuando se dé cuenta de lo blanda que eres.
Mai no tenía intención de ser un pelele, convencida como estaba de que William no
tendría problemas en pisotear a una mujer blanda sin el menor remordimiento de conciencia.
Era duro, así que ella tendría que ser más dura. Se recordó ese hecho a sí misma cuando su
padre le ofreció el brazo a la entrada de la iglesia y sonrió educadamente. Monty Blake había
sido recientemente pisoteado por William y su ego y su bolsillo aún se resentían del
encuentro. Sin embargo, decía mucho sobre la influencia intimidatoria de William que su
padre siguiese dispuesto a participar en la boda.
Lleno de impaciencia, William se dio la vuelta en el altar para ver a la novia acercarse.
Con el rostro inescrutable, se quedó mirándola y frunció el ceño. Se había cortado el pelo
hasta los hombros. ¿De quién había sido esa idea estúpida? Pero, aparte de eso, Maite
estaba… exquisita, pensó finalmente tras una larga pausa mental mientras deslizaba la mirada
sobre su boca carnosa hasta llegar a aquellas curvas que nunca dejaba de admirar. Se
preguntó si los hombres desarrollaban un gusto por los pechos más grandes cuando llegaban
a determinada edad. Pero él tenía treinta y dos años, no cincuenta y dos. Sin embargo, al
contemplar aquellos montículos cremosos que subían y bajaban enmarcados en aquel escote,
no pudo negar que estaba hechizado. La modelo de la pasarela de Milán no había tenido nada
que mostrar salvo un pecho liso y huesudo. Sin embargo, en su lugar Beatriz habría sido un
éxito asombroso. Frunció el ceño al pensar en eso.
Decidida a no dejarse acobardar por el hecho de que su prometido estuviese
mirándola con severidad, Mai levantó la barbilla. Incluso la mujer más crítica del mundo
habría tenido que admitir que William estaba increíblemente guapo con aquel traje. Al ver
aquellos ojos duros puestos en ella se sintió algo mareada. El sacerdote de su iglesia tenía
cierta tendencia a irse por las ramas, pero pronto controló ese hábito después de que William
le instara en voz baja a que se diese prisa. Ofendida por la intervención de su prometido, Mai
se puso roja. ¿Acaso William no tenía ni idea de cómo comportarse en la iglesia? Bueno,
nunca era demasiado tarde para aprender algo, aunque sospechaba que Sergios se negaría a
aprender cualquier cosa de ella. Le puso el anillo de boda en el dedo sin ninguna ceremonia.
Ella se frotó la mano como si le hubiera hecho daño, aunque no era así.
–Has sido grosero con el sacerdote –le dijo cuando salían de la iglesia.
Él arqueó una ceja.
–¿Perdón?
–Ya me has oído. Hay algunas ocasiones en las que simplemente has de tener
paciencia y buenos modales, y la ceremonia de boda es una de esas ocasiones.
En el silencio que envolvía a la pareja, Milo saltó del regazo de su niñera y corrió
hacia Mai para agarrarse a su falda. Ella le acarició la cabeza para tranquilizarlo y le dio la
mano.
–Estaba repitiéndose –dijo William con voz fría, pero, al ver la sonrisa del niño
mientras miraba a Mai, contuvo su enfado por su impertinencia. Después de poco más de dos
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 12:06 pm
semanas en el extranjero, había regresado a su casa de Londres y había observado un cambio
a mejor en los hijos de su primo Timon. Todos se habían calmado. Milo ya no necesitaba
tanto llamar la atención, la niña sonreía y hasta Paris se aventuraba a veces a decir algo
tímidamente.
William nunca había tenido un mejor amigo, pero, de haberlo tenido, Timon habría
sido lo más cercano a ello, aunque en apariencia el serio y tranquilo Timon habría parecido
tener poco en común con la naturaleza agresiva y extrovertida de William. Pero el vínculo
había estado allí y era una cuestión de honor para William lograr que los hijos de su primo
prosperasen. Parecía que Maite tenía la respuesta en ese terreno.
Un sinfín de cámaras les recibieron a la salida de la iglesia. Cuando a Mai se le
desorbitaron los ojos y se quedó helada, siendo alguien que no estaba acostumbrada a la
atención de los medios de comunicación, William se aprovechó del momento. La estrechó
entre sus brazos y, con una mano colocada en su espalda, agachó la cabeza y la besó para
recuperar su estatus quo del único modo posible.
La sorpresa hizo que a Mai le temblasen las rodillas con aquel beso. Nunca había
estado menos preparada para nada, y se vio abrumada por las sensaciones en un mar de
sensualidad: el aroma exótico de su colonia, la fuerza y el poder de aquel cuerpo musculoso,
la presión erótica de su boca. Y aunque en el fondo de su mente una voz le gritaba que se
apartase de él, su cuerpo le decía justo lo contrario. Era algo adictivo. Deseaba más, tanto que
temblaba con la asombrosa fuerza de aquel deseo. Su pasión masculina se abría paso a través
de sus defensas y despertaba un deseo primario oculto en su interior. La exploración de su
lengua en su boca hacía que su cuerpo temblara, al tiempo que el calor iba aumentando entre
sus muslos y los pechos se le hinchaban, presionando contra el encaje del sujetador hasta
hacer que se sintiera incómoda.
–Se supone que no has de saber tan bien, mi mujer –susurró William con la voz
quebrada mientras se apartaba.
Mai apartó las manos de sus hombros y se giró para posar para las cámaras. La cabeza
le daba vueltas y su cuerpo traicionero estaba rasgado por la angustia mientras intentaba
controlar el deseo que William había despertado en ella. Nunca se había sentido así, ni
siquiera con Jon. Era como si William hubiera despertado algo que no sabía que existiera, y
esa pérdida de control la había avergonzado profundamente. Santo Dios, se había aferrado a
él, había presionado los pechos contra su torso como si fuese una libertina y le había devuelto
el beso con demasiadas ganas. No podía volver a mirarlo, y por dentro se moría de
vergüenza. Obviamente, William había planeado darle un beso para beneficio de las cámaras,
pero ella se había lanzado a ello como si estuviese sedienta de sexo.
Con los dientes apretados tras su sonrisa decidida, William intentó controlar su
excitación y se recordó a sí mismo que acostarse con su esposa limitaría su libertad y le
privaría de las elecciones que cualquier hombre inteligente valoraría. Una mujer se parecía
mucho a otra; de noche, todos los gatos eran pardos. Se repitió aquel mantra con
determinación: no tenía intención de acostarse con su esposa, y tampoco lo necesitaba. Pensar
lo contrario era invitar al caos a entrar en su cabeza y en su vida. Romper las reglas de su
matrimonio le saldría caro, ¿y por qué arriesgarse? A no ser que se equivocara, y en lo
referente a las mujeres rara vez se equivocaba, su amante se esforzaría por impresionarlo en
su siguiente visita. Podría quedar satisfecho sin complicarse, y eso era lo único que importaba
realmente.
La recepción se celebraba en un hotel exclusivo donde los miembros de la seguridad
investigaban a todos los invitados.
a mejor en los hijos de su primo Timon. Todos se habían calmado. Milo ya no necesitaba
tanto llamar la atención, la niña sonreía y hasta Paris se aventuraba a veces a decir algo
tímidamente.
William nunca había tenido un mejor amigo, pero, de haberlo tenido, Timon habría
sido lo más cercano a ello, aunque en apariencia el serio y tranquilo Timon habría parecido
tener poco en común con la naturaleza agresiva y extrovertida de William. Pero el vínculo
había estado allí y era una cuestión de honor para William lograr que los hijos de su primo
prosperasen. Parecía que Maite tenía la respuesta en ese terreno.
Un sinfín de cámaras les recibieron a la salida de la iglesia. Cuando a Mai se le
desorbitaron los ojos y se quedó helada, siendo alguien que no estaba acostumbrada a la
atención de los medios de comunicación, William se aprovechó del momento. La estrechó
entre sus brazos y, con una mano colocada en su espalda, agachó la cabeza y la besó para
recuperar su estatus quo del único modo posible.
La sorpresa hizo que a Mai le temblasen las rodillas con aquel beso. Nunca había
estado menos preparada para nada, y se vio abrumada por las sensaciones en un mar de
sensualidad: el aroma exótico de su colonia, la fuerza y el poder de aquel cuerpo musculoso,
la presión erótica de su boca. Y aunque en el fondo de su mente una voz le gritaba que se
apartase de él, su cuerpo le decía justo lo contrario. Era algo adictivo. Deseaba más, tanto que
temblaba con la asombrosa fuerza de aquel deseo. Su pasión masculina se abría paso a través
de sus defensas y despertaba un deseo primario oculto en su interior. La exploración de su
lengua en su boca hacía que su cuerpo temblara, al tiempo que el calor iba aumentando entre
sus muslos y los pechos se le hinchaban, presionando contra el encaje del sujetador hasta
hacer que se sintiera incómoda.
–Se supone que no has de saber tan bien, mi mujer –susurró William con la voz
quebrada mientras se apartaba.
Mai apartó las manos de sus hombros y se giró para posar para las cámaras. La cabeza
le daba vueltas y su cuerpo traicionero estaba rasgado por la angustia mientras intentaba
controlar el deseo que William había despertado en ella. Nunca se había sentido así, ni
siquiera con Jon. Era como si William hubiera despertado algo que no sabía que existiera, y
esa pérdida de control la había avergonzado profundamente. Santo Dios, se había aferrado a
él, había presionado los pechos contra su torso como si fuese una libertina y le había devuelto
el beso con demasiadas ganas. No podía volver a mirarlo, y por dentro se moría de
vergüenza. Obviamente, William había planeado darle un beso para beneficio de las cámaras,
pero ella se había lanzado a ello como si estuviese sedienta de sexo.
Con los dientes apretados tras su sonrisa decidida, William intentó controlar su
excitación y se recordó a sí mismo que acostarse con su esposa limitaría su libertad y le
privaría de las elecciones que cualquier hombre inteligente valoraría. Una mujer se parecía
mucho a otra; de noche, todos los gatos eran pardos. Se repitió aquel mantra con
determinación: no tenía intención de acostarse con su esposa, y tampoco lo necesitaba. Pensar
lo contrario era invitar al caos a entrar en su cabeza y en su vida. Romper las reglas de su
matrimonio le saldría caro, ¿y por qué arriesgarse? A no ser que se equivocara, y en lo
referente a las mujeres rara vez se equivocaba, su amante se esforzaría por impresionarlo en
su siguiente visita. Podría quedar satisfecho sin complicarse, y eso era lo único que importaba
realmente.
La recepción se celebraba en un hotel exclusivo donde los miembros de la seguridad
investigaban a todos los invitados.
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 12:14 pm
–Zara ha sido una tonta –dijo Ingrid Blake, la madrastra de Mai–. Podría haber sido
ella la que ocupara tu lugar.
Con rostro austero, William le puso un brazo en la espalda a su esposa.
–No hay comparación. Maite es… especial –murmuró.
Mai se puso roja ante aquel cumplido inesperado, aunque el aparente desprecio hacia
Zara la avergonzó.
–Ingrid tiene la lengua afilada, pero podría haberme apañado yo sola –susurró cuando
su madrastra se alejó.
–Nunca me quedaré en silencio mientras insultan a mi esposa –contestó William–.
Pero solo un tonto se arriesgaría a despertar mi ira.
–Ingrid es una amargada, pero es la mujer de mi padre y un miembro de la familia –le
recordó Mai.
Al ver el brillo ansioso de su mirada, William se carcajeó.
–No puedes proteger a todos de mí.
Su risa vitalista, tan llena de energía, irónicamente la dejó de piedra, pues le recordó
todo el poder y toda la influencia que tenía, y lo mucho que daba por sentado. Pensó en su
padre llevándola al altar, aunque habría sido mucho más propio de él mostrar su
resentimiento negándose a formar parte de la ceremonia. La sumisión de Monty Blake a los
deseos de su marido había sorprendido a Mai y le había mostrado el significado de la
auténtica supremacía. No le cabía duda de que, si alguna vez osaba enfadar a William, se
convertiría en su peor enemigo.
–Creí que tu abuelo iba a venir hoy –dijo Mai.
–Tiene bronquitis y su médico le ha aconsejado que se quede en casa. Le verás
mañana cuando lleguemos a Grecia. No quería que se arriesgara a viajar.
No fue una boda particularmente grande; William aplicó la privacidad y la discreción
con la que le gustaba separar su vida privada de su vida pública. Aunque solo hubiera
cincuenta invitados, todos los de la lista de William eran alguien en el mundo empresarial.
Parecía tener muy pocos parientes, y explicaba que su abuelo había tenido solo dos hijos, y
que los dos habían muerto relativamente jóvenes.
–¿Estaba buscando un heredero cuando te descubrió a ti?
–No. Por entonces tenía a Timon. Los servicios sociales descubrieron mi parentesco
con Nectarios y le informaron de ello. Ni siquiera sabía que yo existía antes de eso. Vino a
verme cuando yo tenía diecisiete años. Yo necesitaba una educación decente y él me brindó
la oportunidad –admitió William.
Mai quería preguntarle más sobre su parentesco, pero su reticencia a hablar de su
pasado era evidente, y no le pareció ni el momento ni el lugar para insistir. Nerviosa por ser
el centro de atención, apenas probó bocado. Un grupo de música amenizó el evento. Mai vio
que una hermosa mujer miraba a Sergios con ojos lascivos y flexionó los dedos como garras
listas para arañar. No le gustaba que otras mujeres lo mirasen de esa manera, como si
estuvieran intentando imaginar cómo sería en la cama. Era ese maldito beso, que lo había
cambiado todo, incluso su manera de pensar en él.
No se imaginaba que un simple beso pudiera hacer que se sintiera ardiente,
hambrienta y desesperada por más. De hecho, siempre había pensado que ella no era muy
sexual, e incluso cuando estaba enamorada de Jon, mantenerlo alejado nunca le había
resultado un desafío. Había buscado algún tipo de compromiso por su parte antes de acostarse
con él, había querido que la intimidad sexual significara algo más allá de lo físico. Pero en
realidad sospechaba que siempre había sentido que Jon también se contenía, que no estaba
ella la que ocupara tu lugar.
Con rostro austero, William le puso un brazo en la espalda a su esposa.
–No hay comparación. Maite es… especial –murmuró.
Mai se puso roja ante aquel cumplido inesperado, aunque el aparente desprecio hacia
Zara la avergonzó.
–Ingrid tiene la lengua afilada, pero podría haberme apañado yo sola –susurró cuando
su madrastra se alejó.
–Nunca me quedaré en silencio mientras insultan a mi esposa –contestó William–.
Pero solo un tonto se arriesgaría a despertar mi ira.
–Ingrid es una amargada, pero es la mujer de mi padre y un miembro de la familia –le
recordó Mai.
Al ver el brillo ansioso de su mirada, William se carcajeó.
–No puedes proteger a todos de mí.
Su risa vitalista, tan llena de energía, irónicamente la dejó de piedra, pues le recordó
todo el poder y toda la influencia que tenía, y lo mucho que daba por sentado. Pensó en su
padre llevándola al altar, aunque habría sido mucho más propio de él mostrar su
resentimiento negándose a formar parte de la ceremonia. La sumisión de Monty Blake a los
deseos de su marido había sorprendido a Mai y le había mostrado el significado de la
auténtica supremacía. No le cabía duda de que, si alguna vez osaba enfadar a William, se
convertiría en su peor enemigo.
–Creí que tu abuelo iba a venir hoy –dijo Mai.
–Tiene bronquitis y su médico le ha aconsejado que se quede en casa. Le verás
mañana cuando lleguemos a Grecia. No quería que se arriesgara a viajar.
No fue una boda particularmente grande; William aplicó la privacidad y la discreción
con la que le gustaba separar su vida privada de su vida pública. Aunque solo hubiera
cincuenta invitados, todos los de la lista de William eran alguien en el mundo empresarial.
Parecía tener muy pocos parientes, y explicaba que su abuelo había tenido solo dos hijos, y
que los dos habían muerto relativamente jóvenes.
–¿Estaba buscando un heredero cuando te descubrió a ti?
–No. Por entonces tenía a Timon. Los servicios sociales descubrieron mi parentesco
con Nectarios y le informaron de ello. Ni siquiera sabía que yo existía antes de eso. Vino a
verme cuando yo tenía diecisiete años. Yo necesitaba una educación decente y él me brindó
la oportunidad –admitió William.
Mai quería preguntarle más sobre su parentesco, pero su reticencia a hablar de su
pasado era evidente, y no le pareció ni el momento ni el lugar para insistir. Nerviosa por ser
el centro de atención, apenas probó bocado. Un grupo de música amenizó el evento. Mai vio
que una hermosa mujer miraba a Sergios con ojos lascivos y flexionó los dedos como garras
listas para arañar. No le gustaba que otras mujeres lo mirasen de esa manera, como si
estuvieran intentando imaginar cómo sería en la cama. Era ese maldito beso, que lo había
cambiado todo, incluso su manera de pensar en él.
No se imaginaba que un simple beso pudiera hacer que se sintiera ardiente,
hambrienta y desesperada por más. De hecho, siempre había pensado que ella no era muy
sexual, e incluso cuando estaba enamorada de Jon, mantenerlo alejado nunca le había
resultado un desafío. Había buscado algún tipo de compromiso por su parte antes de acostarse
con él, había querido que la intimidad sexual significara algo más allá de lo físico. Pero en
realidad sospechaba que siempre había sentido que Jon también se contenía, que no estaba
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 12:19 pm
dispuesto a profundizar en su relación.
–Este día parece interminable –susurró William mientras comprobaba su móvil por
enésima vez.
–Pronto habrá acabado –le dijo Mai con calma, pues en la iglesia había descubierto
que para él todos los aspectos del día de su boda eran un desafío. Eso hizo que se preguntara
cómo habrían sido su primera boda y su primera esposa. ¿Estaría reviviendo recuerdos
incómodos? ¿Su primera boda habría sido un día de amor y felicidad para él? ¿Cómo podía
no preguntárselo? Aun así, William no le parecía el tipo de hombre propenso a enterrar su
corazón junto con su esposa muerta ocho años atrás. Era demasiado pragmático y le gustaban
demasiado las mujeres.
–Vamos a terminar con lo del baile –dijo él abruptamente, se puso en pie y le ofreció
la mano.
–Me encanta tu entusiasmo –contestó Mai con ironía, y sonrió alegremente al ver que
su madre la miraba con orgullo. Emilia Blake era una mujer feliz y William no solo la había
visitado antes de la boda, sino que también había hecho el esfuerzo de sentarse y hablar con
ella aquella tarde, lo cual Bee agradecía. Emilia pensaba que su yerno era el sol, la luna y las
estrellas, y Mai no había hecho ni dicho nada que pudiera cambiar esa impresión.
Aquel matrimonio tenía que funcionar, pensó nerviosa. Si su madre se iba a vivir a
Grecia, su relación estaría expuesta constantemente, así que tendría que asegurarse desde el
principio de que el matrimonio funcionara para ambos. Tendría que ser práctica, calmada y
tolerante, porque él no era ninguna de las dos últimas cosas. Sergios pegó su cuerpo a ella
mientras bailaba con un exquisito sentido del ritmo, y todos esos pensamientos racionales
abandonaron su cabeza de golpe, pues de pronto solo era consciente de la presión de sus
pezones contra el sujetador y de la oscuridad de sus ojos mientras la miraba. Sentía calor y
mariposas en la boca del estómago. Deseo, pensó mientras aquella sensación despertaba la
pasión en su pelvis.
–Dios… te mueves bien –susurró William, dándole una vuelta y admirando tanto su
energía como la curva de su trasero mientras ella se movía al ritmo de la música.
–Después de años de clases de baile, debería.
Desde ese momento el día pareció acelerarse. De mesa en mesa, de grupo en grupo,
hablaron con todos sus invitados. A Mai le impresionaba que William hubiera organizado un
espectáculo tan bueno. No le parecía el tipo de hombre sensible, pero durante todo el tiempo
que estuvo a su lado mantuvo el contacto físico ya fuera con un brazo o con una mano. Los
niños se cansaron y las niñeras se los llevaron de vuelta a casa. Menos de una hora después
de eso, William decidió que ellos también podían marcharse, así que se montaron en la
limusina que les esperaba y se fueron. Mai miró a su marido y advirtió que le aliviaba que la
boda hubiera terminado.
–¿No te gusta ninguna boda o solo la tuya? –preguntó ella.
–Ninguna –admitió William–. No puedo soportar la ingenuidad y las expectativas
irreales. No es la vida real.
–No, es esperanza y no tiene nada de malo que la gente aspire a tener un final feliz.
William se encogió de hombros en lo que pareció ser un gesto diplomático de
desacuerdo silencioso. Se acomodó en un rincón del asiento de cuero, con los muslos
estirados y relajados.
–¿Tú aspiras a tener un final feliz, Maite?
–¿Por qué no?
–No será conmigo –le prometió él–. Yo no creo en ellos.
–Este día parece interminable –susurró William mientras comprobaba su móvil por
enésima vez.
–Pronto habrá acabado –le dijo Mai con calma, pues en la iglesia había descubierto
que para él todos los aspectos del día de su boda eran un desafío. Eso hizo que se preguntara
cómo habrían sido su primera boda y su primera esposa. ¿Estaría reviviendo recuerdos
incómodos? ¿Su primera boda habría sido un día de amor y felicidad para él? ¿Cómo podía
no preguntárselo? Aun así, William no le parecía el tipo de hombre propenso a enterrar su
corazón junto con su esposa muerta ocho años atrás. Era demasiado pragmático y le gustaban
demasiado las mujeres.
–Vamos a terminar con lo del baile –dijo él abruptamente, se puso en pie y le ofreció
la mano.
–Me encanta tu entusiasmo –contestó Mai con ironía, y sonrió alegremente al ver que
su madre la miraba con orgullo. Emilia Blake era una mujer feliz y William no solo la había
visitado antes de la boda, sino que también había hecho el esfuerzo de sentarse y hablar con
ella aquella tarde, lo cual Bee agradecía. Emilia pensaba que su yerno era el sol, la luna y las
estrellas, y Mai no había hecho ni dicho nada que pudiera cambiar esa impresión.
Aquel matrimonio tenía que funcionar, pensó nerviosa. Si su madre se iba a vivir a
Grecia, su relación estaría expuesta constantemente, así que tendría que asegurarse desde el
principio de que el matrimonio funcionara para ambos. Tendría que ser práctica, calmada y
tolerante, porque él no era ninguna de las dos últimas cosas. Sergios pegó su cuerpo a ella
mientras bailaba con un exquisito sentido del ritmo, y todos esos pensamientos racionales
abandonaron su cabeza de golpe, pues de pronto solo era consciente de la presión de sus
pezones contra el sujetador y de la oscuridad de sus ojos mientras la miraba. Sentía calor y
mariposas en la boca del estómago. Deseo, pensó mientras aquella sensación despertaba la
pasión en su pelvis.
–Dios… te mueves bien –susurró William, dándole una vuelta y admirando tanto su
energía como la curva de su trasero mientras ella se movía al ritmo de la música.
–Después de años de clases de baile, debería.
Desde ese momento el día pareció acelerarse. De mesa en mesa, de grupo en grupo,
hablaron con todos sus invitados. A Mai le impresionaba que William hubiera organizado un
espectáculo tan bueno. No le parecía el tipo de hombre sensible, pero durante todo el tiempo
que estuvo a su lado mantuvo el contacto físico ya fuera con un brazo o con una mano. Los
niños se cansaron y las niñeras se los llevaron de vuelta a casa. Menos de una hora después
de eso, William decidió que ellos también podían marcharse, así que se montaron en la
limusina que les esperaba y se fueron. Mai miró a su marido y advirtió que le aliviaba que la
boda hubiera terminado.
–¿No te gusta ninguna boda o solo la tuya? –preguntó ella.
–Ninguna –admitió William–. No puedo soportar la ingenuidad y las expectativas
irreales. No es la vida real.
–No, es esperanza y no tiene nada de malo que la gente aspire a tener un final feliz.
William se encogió de hombros en lo que pareció ser un gesto diplomático de
desacuerdo silencioso. Se acomodó en un rincón del asiento de cuero, con los muslos
estirados y relajados.
–¿Tú aspiras a tener un final feliz, Maite?
–¿Por qué no?
–No será conmigo –le prometió él–. Yo no creo en ellos.
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Re: Web Novela "Boda sin sentimientos" De Lynne Graham
por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 12:24 pm
Eso era evidente, pensó ella cuando la limusina se detuvo frente a la casa londinense
que se había convertido en su nuevo hogar. Subieron las escaleras y estaban atravesando el
rellano para irse en direcciones opuestas cuando William se volvió hacia ella con cara
impasible.
–Voy a cambiarme y a salir. Te veré mañana en el aeropuerto.
Y con aquella afirmación expresada con el mínimo de drama, se alejó por el pasillo
donde estaba su habitación y desapareció de su vista. Se oyó una puerta cerrarse.Mai se
había quedado quieta y estaba muy pálida. Sentía como si le hubiera dado un puñetazo en el
estómago y apenas pudiera respirar. Era el primer día de su vida de casados, su noche de
bodas, y él iba a salir y a dejarla en casa sola.
¿Y por qué no iba a hacerlo? Se recordó a sí misma que aquel no era un matrimonio
normal. No era su deber hacerle compañía. Pero ¿iría a ver a otra mujer? ¿Por qué le
molestaba esa idea como si le hubieran clavado una flecha con la punta mojada en ácido? No
sabía por qué, solo sabía que le hacía daño y que se sentía horriblemente rechazada. Le
pareció humillante tener que pedirle ayuda a una de las doncellas para quitarse el vestido de
novia. Aun así sabía que, aunque hubiera estado disponible, no le habría pedido esa misma
ayuda a William. Aún triste y furiosa consigo misma por una reacción que no comprendía, fue
a darse una ducha para quitarse los restos de brillantina del cuerpo. William no era su marido,
al menos de verdad, así que ¿cuál era su problema?
¿Melita viviría en Londres o habría ido de visita? Tal vez William estuviera viéndose
con otra mujer. Probablemente se acostaría con alguna esa noche. Se le tensaron los músculos
del abdomen como en defensa propia y comenzó a sudarle la frente. No tenía sentido
mostrarse ingenua o mojigata sobre el vacío de su matrimonio, se dijo a sí misma furiosa.
Desde el principio, William le había pedido libertad para acostarse con otras mujeres con
regularidad. Según los medios de comunicación y las mujeres que, cuando era más joven,
habían sido de todo menos discretas con respecto a sus costumbres en la cama, William tenía
mucha energía sexual.
¿Y de qué iba a quejarse ella? Sergios estaba haciendo lo que había dicho que haría, y
al odiar lo que hacía era ella la que estaba rompiendo las reglas al implicarse personalmente.
Era el momento de ser sincera consigo misma, razonó. Por lo general un hombre con el
atractivo y la riqueza de William nunca se sentiría atraído por una mujer tan normal como
ella. No debía olvidar que su primera esposa, Krista, había sido muy hermosa, parecida a
Zara, con su rostro angelical y su melena rubia. Mai había logrado casarse con William
accediendo a permitirle libertad dentro del matrimonio y a cuidar de los hijos de su primo.
Así eran las cosas, y tendría que aprender a vivir con ello.
Llamaron a la puerta y ella respondió. Era Paris, vestido con su pijama de superhéroe
y con un álbum de fotos bajo el brazo.
–He visto salir al tío William. ¿Quieres ver mis fotos?
–¿Por qué no? –contestó Mai con alegría, pues últimamente repasar las fotos de sus
padres y de sus años de bebé se había convertido en una rutina en la vida del niño.
Solía mostrarle a Mai las fotos y le explicaba quiénes eran las personas y cuándo y
dónde creía que habían sido tomadas. Y ella exclamaba y le hacía preguntas mientras él
rememoraba con tristeza un periodo de su vida que ya había pasado.
–¿Quieres beber algo caliente que te ayude a dormir? –preguntó ella, y decidió que
aquella era una noche de bodas que nunca olvidaría.
Y si, sentada a un lado de la cama, con un brazo rodeando a Paris y una taza de
chocolate en la otra mano, Mai tuvo que parpadear para contener las lágrimas, su
acompañante estaba demasiado inmerso en sus fotos como para darse cuenta.
que se había convertido en su nuevo hogar. Subieron las escaleras y estaban atravesando el
rellano para irse en direcciones opuestas cuando William se volvió hacia ella con cara
impasible.
–Voy a cambiarme y a salir. Te veré mañana en el aeropuerto.
Y con aquella afirmación expresada con el mínimo de drama, se alejó por el pasillo
donde estaba su habitación y desapareció de su vista. Se oyó una puerta cerrarse.Mai se
había quedado quieta y estaba muy pálida. Sentía como si le hubiera dado un puñetazo en el
estómago y apenas pudiera respirar. Era el primer día de su vida de casados, su noche de
bodas, y él iba a salir y a dejarla en casa sola.
¿Y por qué no iba a hacerlo? Se recordó a sí misma que aquel no era un matrimonio
normal. No era su deber hacerle compañía. Pero ¿iría a ver a otra mujer? ¿Por qué le
molestaba esa idea como si le hubieran clavado una flecha con la punta mojada en ácido? No
sabía por qué, solo sabía que le hacía daño y que se sentía horriblemente rechazada. Le
pareció humillante tener que pedirle ayuda a una de las doncellas para quitarse el vestido de
novia. Aun así sabía que, aunque hubiera estado disponible, no le habría pedido esa misma
ayuda a William. Aún triste y furiosa consigo misma por una reacción que no comprendía, fue
a darse una ducha para quitarse los restos de brillantina del cuerpo. William no era su marido,
al menos de verdad, así que ¿cuál era su problema?
¿Melita viviría en Londres o habría ido de visita? Tal vez William estuviera viéndose
con otra mujer. Probablemente se acostaría con alguna esa noche. Se le tensaron los músculos
del abdomen como en defensa propia y comenzó a sudarle la frente. No tenía sentido
mostrarse ingenua o mojigata sobre el vacío de su matrimonio, se dijo a sí misma furiosa.
Desde el principio, William le había pedido libertad para acostarse con otras mujeres con
regularidad. Según los medios de comunicación y las mujeres que, cuando era más joven,
habían sido de todo menos discretas con respecto a sus costumbres en la cama, William tenía
mucha energía sexual.
¿Y de qué iba a quejarse ella? Sergios estaba haciendo lo que había dicho que haría, y
al odiar lo que hacía era ella la que estaba rompiendo las reglas al implicarse personalmente.
Era el momento de ser sincera consigo misma, razonó. Por lo general un hombre con el
atractivo y la riqueza de William nunca se sentiría atraído por una mujer tan normal como
ella. No debía olvidar que su primera esposa, Krista, había sido muy hermosa, parecida a
Zara, con su rostro angelical y su melena rubia. Mai había logrado casarse con William
accediendo a permitirle libertad dentro del matrimonio y a cuidar de los hijos de su primo.
Así eran las cosas, y tendría que aprender a vivir con ello.
Llamaron a la puerta y ella respondió. Era Paris, vestido con su pijama de superhéroe
y con un álbum de fotos bajo el brazo.
–He visto salir al tío William. ¿Quieres ver mis fotos?
–¿Por qué no? –contestó Mai con alegría, pues últimamente repasar las fotos de sus
padres y de sus años de bebé se había convertido en una rutina en la vida del niño.
Solía mostrarle a Mai las fotos y le explicaba quiénes eran las personas y cuándo y
dónde creía que habían sido tomadas. Y ella exclamaba y le hacía preguntas mientras él
rememoraba con tristeza un periodo de su vida que ya había pasado.
–¿Quieres beber algo caliente que te ayude a dormir? –preguntó ella, y decidió que
aquella era una noche de bodas que nunca olvidaría.
Y si, sentada a un lado de la cama, con un brazo rodeando a Paris y una taza de
chocolate en la otra mano, Mai tuvo que parpadear para contener las lágrimas, su
acompañante estaba demasiado inmerso en sus fotos como para darse cuenta.
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