Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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WEBNOVELA "SU UNICA OPOTRUNIDAD" DE Linda Howard

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Mensaje por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:05 am

SuenoLR escribió:
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WEBNOVELA "SU UNICA OPOTRUNIDAD" DE Linda Howard - Página 2 Empty Re: WEBNOVELA "SU UNICA OPOTRUNIDAD" DE Linda Howard

Mensaje por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:11 am

3
William la observó a través de los cristales oscuros de las gafas para calibrar la reacción a su
insinuación verbal. El plan salía mejor de lo que había esperado; se sentía atraída por él y
apenas había intentado esconderlo. Lo único que tenía que hacer era aprovecharse de esa
atracción y ganarse su confianza, algo que normalmente podría requerir cierto esfuerzo, pero lo
que había planeado la colocaría en una situación que no era normal en ninguna acepción de la
palabra. Su vida y su seguridad dependerían de él.
Para su leve sorpresa, ella miró al frente y fingió no haberlo oído. Se preguntó si la habría
malinterpretado y no se sentía atraída por él. No, lo había observado abiertamente, y según su
experiencia, una mujer no miraba con fijeza a un hombre a menos que le resultara atractivo.
Lo que de verdad lo asombraba era lo atractiva que él la encontraba. No había contado con
eso, pero la química sexual era un demonio ingobernable que operaba más allá de la lógica.
Por las fotografías de la carpeta que había reunido sobre ella, había sabido que era bonita, con
brillantes ojos grises y pelo rubio dorado que le llegaba hasta los hombros. Lo que no había
captado era lo arrebatadora que resultaba.
La miró otra vez de reojo, en esa ocasión desde una perspectiva únicamente masculina. Tenía
una estatura media, aunque era algo más esbelta de lo que a él le gustaba, casi delicada. Casi.
Los músculos de sus brazos desnudos, al descubierto gracias a una blusa sin mangas, estaban
tonificados y algo bronceados, como si se ejercitara al aire libre. Un buen agente siempre debía
mantenerse en buena condición física, de manera que debía esperar que fuera más fuerte de
lo que parecía. Su aspecto delicado probablemente pillaba por sorpresa a muchas personas.
No cabía duda de que había sorprendido a Wilkins. Tuvo que contener una sonrisa. Mientras
Maite regresaba a la puerta de embarque a comprobar la situación de su vuelo, que William
había arreglado para que lo cancelaran, Wilkins le había contado cómo lo había golpeado con
el bolso blandiéndolo con un solo brazo, y que la maldita cosa debía de pesar una tonelada,
porque casi lo había tirado al suelo.
Por ese entonces, Wilkins y los otros tres, la «señora Fayne» y los dos «agentes» de seguridad
se habrían desvanecido del aeropuerto. Se había pedido al verdadero departamento de
seguridad que se mantuviera alejado y todo había salido a pedir de boca, aunque Wilkins se
quejó por recibir un trato tan rudo. «Primero esa pequeña bruja casi me rompe el brazo con ese
bolso y luego tú intentas romperme la espalda», había gruñido, provocando la risa de todos.
¿Qué diablos habría en el bolso? Ella lo había aferrado como si contuviera joyas, sin permitirle
que se lo llevara ni siquiera al ir juntos, y solo a regañadientes dejó que lo guardara en el
compartimento del equipaje. Lo asombró su peso; era demasiado pesado para contener la
simple muda de ropa requerida para un viaje de un día. Como mínimo pesaría unos treinta
kilos, quizá más. Bueno, no tardaría en averiguar lo que había en su interior.
-¿Qué pensabas hacer con ese tipo si lo hubieras atrapado? -preguntó, en parte para que
siguiera hablando y estableciera un vínculo con él y en parte por curiosidad. Había perseguido
a Wilkins con expresión decidida en la cara.
-No lo sé -repuso con tono lóbrego-. Solo sabía que no podía dejar que volviera a suceder.
-¿Volviera?
¿Es que iba a hablarle de Chicago?
-El mes pasado, un cretino con el pelo teñido de verde me robó el maletín en el aeropuerto de
Chicago -golpeó el reposabrazos del asiento-. Era la primera vez que me sucedía algo así en
uno de mis trabajos, y que pasara de nuevo un mes más tarde... me habrían despedido.
Demonios, yo misma me habría despedido si fuera la jefa.
-¿No atrapaste al tipo de Chicago?
-No. Me encontraba en el mostrador de Maletas Perdidas cuando tiró del maletín, salió por la
puerta y desapareció.
-¿Y qué hizo la seguridad del aeropuerto? ¿No intentó atraparlo?
-Bromeas, ¿verdad? -lo miró por encima del borde de las gafas.
-Supongo que sí -rio.
-Perder otro maletín habría sido una catástrofe, al menos para mí, y tampoco habría sido
positivo para la empresa.
-¿Sabes siempre lo que hay en los maletines?
-No, y no quiero saberlo. No importa. Alguien podría enviar un kilo de salami, o a su tío muerto,
o mil millones de dólares en diamantes... te haces una idea.
-¿Qué pasó cuando perdiste el maletín en Chicago?
-Mi empresa perdió un montón de dinero... más bien, la compañía aseguradora. Lo más
probable es que el cliente jamás nos vuelva a llamar o nos recomiende.
-¿Y qué te pasó a ti? ¿Te sometieron a alguna acción disciplinaria? -aunque sabía que no.
-No. En cierto sentido, me habría sentido mejor si me hubieran multado.
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:16 am

«Diablos, es buena», pensó con admiración... eso o decía la verdad y no había tenido nada
que ver con el incidente de Chicago. Supuso que era posible, aunque irrelevante. Tuviera o no
algo que ver, agradeció lo sucedido, porque de lo contrario jamás se habría fijado en ella y no
dispondría de esa pista sobre Crispin Hauer.
Pero no creía que fuera inocente; pensaba que estaba metida hasta el cuello. Sin embargo, era
una actriz merecedora de ganar un oscar... tan buena, que habría podido creer que no sabía
nada de su padre, de no ser por el bolso misterioso y su engañosa fuerza.William había sido
entrenado para encajar detalles en apariencia insignificantes y obtener un cuadro coherente;
además, la experiencia lo había vuelto muy cínico. Pocas personas eran tan honestas como
querían aparentar, y la gente que más se esforzaba, a menudo era la que más tenía que
ocultar. Él mismo era un experto en esconder los negros secretos de su alma.
Se preguntó qué revelaba sobre su propia naturaleza el hecho de que estuviera dispuesto a
acostarse con ella como parte del plan para ganarse su confianza, aunque quizá fuera mejor no
pensar en ello. Alguien tenía que estar dispuesto a llevar a cabo el trabajo sucio con el fin de
proteger a las personas corrientes. El sexo era... simplemente sexo. Parte del trabajo. Incluso
era capaz de separar sus emociones hasta el punto de anhelar que llegara el momento de la
tarea.
¿A quién quería engañar? Estaba impaciente por meterse entre las sábanas con ella. Maite,
con su cuerpo esbelto y fuerte y el brillo que a menudo iluminaba sus ojos, como si se sintiera
en paz consigo misma y el mundo que la rodeaba, lo fascinaba. ¿Cómo podía tener un aspecto
tan dulce cuando trabajaba codo a codo con el terrorista más buscado? Una parte de él, la más
importante, la despreciaba por lo que era. No obstante, a su parte animal lo estimulaba el lado
peligroso del juego, el reto de llevarla a la cama y convencerla de que confiara en él. Cuando
estuviera en su interior, no pensaría en los cientos de personas inocentes que su padre había
matado, solo en la unión de sus cuerpos. No se permitiría pensar en nada más para no correr
el riesgo de delatarse. No, le haría el amor como si hubiera encontrado a su alma gemela,
porque ese sería el único modo de engañarla.
Y se le daba bien hacer que una mujer creyera que la deseaba más que a nada en el mundo.
Sabía cómo conseguir que fuera consciente de él, cómo empujar sin asustarla... lo que lo llevó
de vuelta al hecho de que había soslayado por completo su insinuación. Sonrió para sus
adentros. ¿Es que creía que eso iba a funcionar?
-¿Quieres cenar conmigo esta noche?
-¿Qué? -se sobresaltó, como si hubiera estado enfrascada en sus propios pensamientos.
-Cenar. Esta noche. Después de entregar el maletín.
-Oh. Pero... se supone que debo entregarlo a las nueve. Será tarde y...
-Y los dos estaremos solos y tendremos que comer. Prometo no morderte. Es posible que
lama, pero no morderé.
Lo sorprendió soltando una carcajada.
De todas las reacciones que había anticipado, la risa no era una de ellas. Sin embargo, fue tan
libre y auténtica que sonrió en respuesta.
-Eso ha estado bien. Tendré que recordarlo -dijo.
Pasado un momento, cuando no volvió a hablar, se dio cuenta de que volvía a soslayarlo.
Movió la cabeza.
-¿Eso funciona con la mayoría de los hombres?
-¿Qué cosa?
-No hacer caso cuando te invitan a salir. ¿Huyen con el rabo entre las piernas?
-No que yo haya notado -sonrió-. Haces que parezca una mujer fatal, que rompe corazones a
diestro y siniestro.
-Probablemente lo eres. Sin embargo, los hombres somos duros. Por dentro podemos
desangrarnos, pero jamás lo revelaremos. Cena conmigo.
-Eres persistente, ¿ verdad?
-Aún no me has contestado.
-De acuerdo... no. Ya está, ahí tienes tu respuesta.
-Equivocada. Prueba otra vez. Sé que estás cansada -añadió con gentileza-, y con la diferencia
horaria, las nueve para ti es medianoche. Es solo una comida, Maite, no una velada de baile.
Eso puede esperar hasta nuestra segunda cita.
-Persistente y confiado - rio -. La respuesta sigue siendo no. No salgo con nadie.
En esa ocasión, más que asombrado quedó aturdido. ¿Es que había calculado tan mal?
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Oct 04, 2015 11:18 am

-¿Nunca? ¿O solo con hombres?
-Nunca -hizo un gesto con las manos-. Verás, es por eso por lo que intenté no prestarte
atención, no quería ofrecer una explicación que no ibas a aceptar. No, no soy lesbiana, me
gustan mucho los hombres, pero no tengo citas. Fin de la explicación.
-Si te gustan los hombres -continuó aliviado-, ¿por qué no sales con ellos?
-¿Lo ves? - demandó con frustración- . No la has aceptado. De inmediato te has puesto a
formular preguntas.
-Maldita sea, ¿es que pensaste que lo iba a dejar? Hay algo entre nosotros, Maite. Lo sé, y tú
también. ¿O también piensas soslayar eso?
-Es exactamente lo que voy a hacer.
William se preguntó si ella comprendía lo que acababa de reconocer.
-¿Te violaron?
-¡No! -exclamó-. Simplemente... no salgo.
Divertido, él pensó que estaba a punto de perder los estribos. Sonrió.
-Eres bonita cuando te enfureces.
-¿Cómo se supone que voy a seguir furiosa cuando dices cosas como esa? -rio.
-Esa es la intención.
-Bueno, ha funcionado. Lo que no ha conseguido es hacerme cambiar de idea -repuso con
amabilidad-. Es que... tengo mis motivos. Déjalo estar. Por favor.
-De acuerdo -guardó silencio un momento-. Por ahora -ella soltó un gemido exagerado que le
provocó una sonrisa -. ¿Por qué no intentas dormir un poco? -sugirió-. Debes de estar cansada
y aún nos queda mucho trayecto.
-Buena idea. No podrás atosigarme si duermo.
Apoyó la cabeza en el respaldo. William llevó la mano a la parte de atrás de su asiento y
extrajo una manta.
-Toma. Úsala como almohada, o el cuello se te quedará rígido.
-Gracias - se quitó los auriculares y acomodó la manta entre la cabeza y el hombro, luego se
dio la vuela para ponerse más cómoda.
William dejó que reinara el silencio y de vez en cuando la fue mirando para comprobar si se
había quedado dormida. Unos quince minutos más tarde, su respiración se tornó regular.
Aguardó unos minutos más, luego desvió el rumbo de la avioneta un poco al oeste, en línea
recta hacia el sol poniente.
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Mensaje por SuenoLR Lun Oct 05, 2015 4:08 am

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:50 am

SuenoLR escribió:Sique mi Kat


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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:52 am

4
-Maite -la voz era insistente, un poco difícil de oír, e iba acompañada de una mano en su
hombro, que la movía-. Maite, despierta.
Abrió los ojos y se estiró un poco para aliviar la tensión en la espalda.
-¿Hemos llegado?
William señaló los auriculares en su regazo y ella se los puso.
-Tenemos un problema - anunció despacio.
Experimentó un vacío en el estómago y el corazón le dio un vuelco. Pensó que ninguna otra
frase podía ser más aterradora cuando se volaba en avión. Respiró hondo para tratar de
controlar el pánico.
-¿Qué sucede? -preguntó con voz asombrosamente firme. Giró la cabeza, tratando de ver el
problema en el montón de diales de la cabina, aunque no tenía ni idea de lo que significaba
cada uno. Luego miró por la ventanilla el paisaje agreste que había debajo de ellos, bañado por
las sombras del sol que se ponía-. ¿Dónde estamos?
-En el sudeste de Oregón.
El motor tosió y amagó con pararse. Igual que su corazón. En cuanto captó la interrupción en
su ritmo, fue consciente de que el sonido constante del motor se había visto interrumpido varias
veces mientras dormía. Su subconsciente había registrado el cambio, pero sin colocarlo en
ningún contexto. En ese momento el contexto quedó claro.
-Creo que es la bomba de gasolina -añadió él en respuesta a su primera pregunta.
«Debo mantener la calma». Respiró hondo y sintió como si los pulmones se le hubieran
encogido.
-¿Qué vamos a hacer?
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 10:59 am

-Encontrar un lugar donde aterrizar antes de que se desplome -sonrió con expresión sombría.
Volvió a mirar por la ventanilla, estudiando los riscos, las enormes rocas y los finos arroyos que
cortaban el paisaje.
-Hmm, hmm - musitó.
-Sí. Llevo media hora buscando un sitio donde posamos.
En el equilibrio entre lo positivo y lo negativo, esa situación se decantaba demasiado hacia el
lado malo.
El motor volvió a toser. Toda la estructura la avioneta se sacudió. Igual que su voz cuando
preguntó:
-¿Has llamado por radio pidiendo socorro?
-Nos encontramos en medio de una gran zona vacía, entre radiofaros de navegación. He
intentado varias veces hablar con alguien, pero sin conseguir respuesta.
-Lo sabía -murmuró-. Tal como ha ido el día, sabía que tendría un accidente si me subía a otro
avión.
El tono de su voz hizo que William riera, a pesar de la precariedad de la situación. Alargó el
brazo y con suavidad le masajeó el cuello sobresaltándola con su contacto.
-Todavía no hemos caído, y voy a esforzarme para que no lo hagamos. Aunque el aterrizaje
quizá sea movido.
Ella no estaba acostumbrada a que la tocaran. Se había habituado a pasar sin el contacto
físico que tanto anhelaba la naturaleza humana, con el fin de mantener a la gente a distancia.
William McCall la había tocado más en una tarde que lo que nadie lo había hecho en los
últimos cinco años. La sorpresa de placer casi logró distraerla del momento por el que
pasaban... casi. Una vez más observó el implacable paisaje.
-¿Cómo tiene que ser de movido para que se lo pueda calificar de accidente?
-Si sobrevivimos, entonces lo podemos considerar un aterrizaje -volvió a apoyar la mano en los
controles y en silencio lamentó la conexión perdida con ella.
La vasta cordillera montañosa se extendía a su alrededor hasta donde alcanzaba la vista. Las
posibilidades de salir indemnes eran muy escasas. ¿Cuánto pasaría hasta que encontraran sus
cuerpos, si es que alguna vez los descubrían? Maite cerró las manos y pensó en Margreta. Su
hermana, al desconocer lo que había sucedido, pensaría lo peor... y morir en un accidente de
aviación no era lo peor. En su dolor, era posible que abandonara su refugio e hiciera algo
estúpido que quizá también le produjera la muerte.
Contempló las manos fuertes de William, tan diestras y seguras sobre los mandos. Su perfil
clásico se perfilaba contra el cielo bermellón, el tipo de crepúsculo que solo se podía presenciar
en los estados del oeste, y sin duda el último que vería. Él sería la última persona que
observaría o tocaría, y de pronto se sintió amargamente enfadada por no haber podido llevar el
tipo de vida que daba por hecha la mayoría de las mujeres, no haber tenido la libertad de
aceptar su invitación para cenar, de coquetear con él y, tal vez, ver el destello de deseo en sus
ojos dorados.
Se le habían negado muchas cosas, pero, por encima de todo, se le habían negado
oportunidades, y por eso jamás perdonaría a su padre.
El motor tosió otra vez y no recuperó el ritmo tranquilizador. El vacío invadió otra vez su
estómago. «Dios, oh, Dios, vamos a caer en picado». Clavó las uñas en las palmas de las
manos mientras luchaba por contener el pánico. Nunca antes se había sentido tan pequeña y
desvalida, tan frágil. Iba a morir, cuando aún no había vivido.
El aparato se sacudió. Se escoró hacia la derecha y empujó a Maite con tanta fuerza contra la
puerta que su brazo derecho quedó entumecido.
-Ya está -comentó William con los dientes apretados y los nudillos blancos mientras se
esforzaba por controlar la avioneta. Consiguió estabilizarla -. He de aterrizar ahora, mientras
aún mantengo algo de control. Busca el mejor sitio para hacerlo.
¿El mejor sitio? No había ningún mejor sitio. Necesitaban un terreno que fuera relativamente
llano y estuviera algo despejado.
Él ladeó un poco el ala derecha para disponer de una mejor vista.
-¿Ves algo? -preguntó Maite con voz algo trémula.
-Nada, maldita sea.
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:05 am

-Se supone que los pilotos deben decir algo distinto antes de sufrir un accidente - el humor no
era gran cosa para enfrentarse a la muerte, pero era lo que siempre había empleado para
afrontar los tiempos duros.
Increíblemente, él sonrió.
-Pero todavía no lo hemos sufrido, encanto. Ten un poco de fe. Te prometo que diré las
palabras adecuadas si no localizo pronto un lugar adecuado.
-Como no lo encuentres, las diré por ti - prometió con ardor.
Sobrevolaron unos riscos escarpados y ante ellos se abrió un agujero largo y estrecho que
parecía una puerta al infierno.
-¡Ahí! -exclamó William, bajando el morro de la avioneta.
-¿Qué? ¿Dónde? -se sentó erguida, con una esperanza imposible en su interior, aunque solo
veía ese agujero negro.
-El desfiladero. Esa es nuestra apuesta.
¿El agujero negro era un desfiladero? ¿No se suponía que los cañones eran grandes? Eso
parecía un arroyo. ¿Cómo diablos iba a encajar ahí dentro la avioneta? ¿Qué importaba,
cuando era la única posibilidad que tenían? El corazón se asentó en su garganta y Maite se
agarró con fuerza a los reposabrazos del asiento mientras William bajaba cada vez más el
aparato. El motor se paró. Durante un momento solo oyó -el terrible silencio, más ensordecedor
que un bramido. Luego fue consciente del aire que sacudía el fuselaje del avión, un aire que ya
no los sustentaba. Oyó los latidos de su propio corazón y el susurro de su aliento. Oyó todo
menos lo que más quería oír, el dulce sonido de un motor de avión. William no dijo nada. Todo
su ser se concentraba en mantener la avioneta estabilizada y en bajar en dirección a esa larga
y estrecha rendija en la tierra. El aparato se sacudió hacia la izquierda y se aproximó tanto a la
quebrada cara de la montaña que ella pudo ver la textura de la roca rojiza.
Se mordió el labio hasta que sintió sangre en la boca, luchando contra el terror que amenazaba
con estallar en gritos. No podía distraerlo en ese momento, sin importar lo que sintiera. Si
moría en ese instante, no quería hacerlo dominada por un pánico desbocado. Miraría a la
muerte acercarse a ella, observaría a William mientras se afanaba por llevarlos a la seguridad
y engañar al sombrío jinete.
Descendieron por debajo del crepúsculo, adentrándose en las sombras negras. Un frío más
profundo penetró por las ventanillas y la caló hasta los huesos. No podía ver nada. Se quitó las
gafas de sol y vio que William había hecho lo mismo. Tenía los ojos entrecerrados, la
expresión dura e intensa mientras estudiaba el terreno de abajo.
El terreno se precipitaba hacia ellos. Era bastante llano, aunque no suave ni despejado. Apoyó
los pies contra el suelo, con el cuerpo rígido, como si de esa manera pudiera forzar a la
avioneta a mantenerse en el aire.
-Agárrate -dijo con voz serena-. Voy a intentar llegar hasta el lecho de esa corriente. La arena
nos ayudará a frenar antes de que golpeemos contra las rocas.
¿Una ribera? Era evidente que interpretaba mejor que ella el terreno. Trató de ver la cinta de
agua, pero al final comprendió que estaba seca; el lecho era una línea fina y sinuosa que
parecía tan ancha como un coche mediano. Fue a decirle «Buena suerte», pero no le pareció
apropiado. Tampoco «Ha sido un placer conocerte». En última instancia solo consiguió musitar:
-De acuerdo.
Sucedió deprisa. De pronto dejaron de deslizarse por encima de la tierra. El suelo apareció de
pronto y lo golpearon con tanta fuerza que su torso se abalanzó hacia delante para luego volver
a caer hacia atrás. Volvieron a elevarse unos momentos cuando las ruedas rebotaron y
golpearon el suelo con más dureza. Maite oyó el chirrido de metal en protesta, después se
golpeó la cabeza contra la ventanilla lateral y durante un momento caótico no vio ni oyó nada,
simplemente sintió las sacudidas del aparato. Fue incapaz de agarrarse a nada y se agitó como
una camisa en una secadora. Entonces se produjo el bote más duro de todos y creyó que
hasta sus dientes se habían desencajado. Con un movimiento enfermizo el avión giró de lado y
al final se detuvo. El tiempo y la realidad se astillaron, se separaron y por unos momentos nada
tuvo sentido; no sabía dónde se hallaba ni qué había pasado.
Oyó una voz y el mundo retornó a su sitio.
-¿Maite? Maite, ¿te encuentras bien? - preguntaba William con tono urgente.
Ella intentó recuperar los sentidos, responderle. Aturdida y golpeada, se dio cuenta de que el
impacto del aterrizaje la había llevado hasta el límite del cinturón de seguridad, dejándola frente
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:09 am

a la ventanilla lateral, con la espalda hacia William. Sintió las manos de él y oyó sus
maldiciones bajas al soltarle el cinturón de seguridad y reclinarla contra su pecho.
Tragó saliva y al final consiguió recuperar la voz.
-Estoy bien -las palabras salieron como un graznido, pero si podía hablar significaba que
estaba viva. Los dos estaban vivos. Una incredulidad jubilosa se inflamó en su pecho. ¡William
había conseguido aterrizar!
-Hemos de salir de aquí. Puede que haya una pérdida de combustible -empujó la puerta y bajó
de un salto, arrastrándola consigo como si fuera un saco de harina.
Si una chispa llegaba hasta la gasolina, el avión y todo lo que había en su interior se
incendiaría como una bola de fuego.
Todo lo que había en su interior. Las palabras martillearon en su cerebro como guijarros en una
lata y con creciente horror comprendió de qué hablaba William. Su bolso seguía en el avión.
-¡Espera! - gritó, y el pánico descargó una nueva oleada de adrenalina por su sistema,
devolviéndole la solidez a sus huesos y la fuerza a sus músculos. Se retorció bajo sus manos y
aferró el asa de la puerta-. ¡Mi bolso!
-¡Maldita sea, Maite! -bramó él, tratando de que se soltara-. ¡Olvida el maldito bolso!
-¡No! -se soltó de él y comenzó a subir de nuevo al aparato.
Con una maldición, William la sujetó por la cintura y la alzó en el aire para separarla del avión.
- ¡Yo sacaré el maldito bolso! ¡Vete de aquí! ¡Corre!
Ella quedó consternada al ver que iba a arriesgar su vida para recuperar el bolso y que a la vez
le ordenaba que se pusiera a salvo.
-Yo lo sacaré - afirmó con determinación mientras tiraba del cinturón de William-. ¡Vete tú!
Durante una fracción de segundo él se quedó literalmente paralizado y la observó
conmocionado. Luego movió la cabeza y sin esfuerzo sacó el bolso. En silencio, Maite intentó
quitárselo, pero él le lanzó una mirada incendiaria y Maite no dispuso de más tiempo para
discutir. Con el bolso en la mano izquierda y sujetándola del brazo con la derecha, la remolcó a
la carrera, lejos de la avioneta. Los zapatos de ella se hundían en la tierra blanda y suave, pero
se esforzó por permanecer erguida y mantener el paso de William.
Se alejaron unos cincuenta metros antes de que él considerara que se hallaban a salvo. Dejó el
bolso, se volvió hacia ella como una pantera y le aferró los brazos como si quisiera sacudir- la.
-¿En qué diablos piensas? -comenzó con un tono de violencia apenas contenida, pero
entonces calló y la observó-. Estás sangrando - soltó. Sacó el pañuelo del bolsillo y lo pegó a la
barbilla de Maite. A pesar de la aspereza de su tono, su contacto fue de una gran gentileza -.
Dijiste que no estabas herida.
-No lo estoy -alzó la mano y se pasó el pañuelo por el mentón y la boca. No había mucha
sangre-. Me mordí el labio -confesó-. Antes de aterrizar. Para evitar gritar.
-¿Por qué no gritaste?
-No quería distraerte -los temblores empeoraban por segundos; intentó mantenerse firme, pero
las extremidades le temblaban como si los huesos se hubieran convertido en gelatina.
Él le alzó la cara y la observó en el crepúsculo. Musitó una maldición salvaje, luego bajó la
cabeza y pegó los labios a su boca. A pesar de la violencia que Sunny percibía en él, el beso
fue suave, más un saludo que un beso. Contuvo el aliento, embriagada por la ternura de sus
labios, el aroma cálido de su piel, la insinuación de su sabor. Cerró las manos sobre su
camiseta y se aferró a su fuerza.
-Eso es por ser tan valiente -murmuró al levantar la cabeza-. No podría haber pedido una
compañera mejor en un accidente de avión.
-Aterrizaje -corrigió con voz trémula-. Fue un aterrizaje.
Le dio otro beso, en esa ocasión en la sien. Maite emitió un sonido ahogado y se apoyó en él,
con un tipo de temblor diferente. William le enmarcó el rostro entre las manos y con los dedos
pulgares le acarició con suavidad la comisura de los labios mientras la estudiaba. Le tocó la
zona en que se había mordido, luego volvió a besarla y esa vez no hubo nada de suavidad.
El beso la sacudió hasta los cimientos. Fue hambriento, rudo, hondo. Había motivos para no
responder a él, pero no los recordó. Le aferró las muñecas y se puso de puntillas para ladear
los labios separados contra los suyos, abriendo la boca para la embestida de su lengua. Sabía
a hombre y a sexo, una poderosa combinación que se le subió a la cabeza con más rapidez
que un whisky fuerte. El calor se expandió desde la entrepierna y los pechos, un calor
desesperado que le provocó un gemido bajo.
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:14 am

Él la envolvió con un brazo y la pegó a su cuerpo, moldeándola desde las rodillas hasta los
senos mientras los besos se tomaban cada vez más profundos y ardientes. Ella le rodeó el
cuello con los brazos y se arqueó, queriendo notar la sensación de su cuerpo musculoso con
una urgencia que eliminaba toda razón. Instintivamente empujó las caderas contra las suyas y
la evidente erección se hundió en la unión de sus muslos. Maite gritó de necesidad, en un
deseo que ardía a través de cada célula de su cuerpo. La mano de William se cerró sobre un
pecho y le acarició el pezón a través de la blusa y el sujetador, mitigando e intensificando el
ansia que hacía que se inflamaran ante su contacto.
De pronto él apartó la cabeza.
-No me lo creo - susurró. Alzó las manos y separó los brazos de ella para alejarla. Parecía aún
más salvaje que momentos antes-. Quédate aquí -ordenó-. No te muevas ni un centímetro. He
de comprobar el avión.
La dejó de pie en la arena, en la creciente oscuridad, dominada de pronto por un frío que
penetraba hasta los huesos. Privada de su calor, de su fuerza, las piernas le cedieron despacio
y se hundió en el suelo.
William maldijo en voz baja mientras inspeccionaba el aparato en busca de alguna filtración de
combustible y otros daños. Adrede, había hecho que el aterrizaje fuera más duro de lo
necesario, y el avión tenía un tren de aterrizaje reforzado además de protección adicional en el
depósito de combustible, pero un piloto inteligente no daba nada por hecho. Debía
inspeccionarlo, representar su papel.
Pero no quería hacerlo; lo que deseaba era pegarla contra una de esas rocas y levantarle la
falda. ¡Maldición! ¿Qué le pasaba? En los últimos quince años había abrazado a muchas
mujeres hermosas y mortíferas, y a pesar de que dejaba que su cuerpo respondiera, su mente
siempre se había mantenido serena. Maite Miller no era la más hermosa, bajo ningún
concepto; era más diablillo que diosa, con ojos brillantes que invitaban a reír más que a la
seducción. Entonces, ¿por qué ansiaba tanto meterse bajo su ropa interior?
El peligro potenciaba las emociones y derribaba las inhibiciones. Habían pasado por una
situación extrema, estaban solos, y entre los dos existía una decidida atracción física. Él había
orquestado las dos primeras circunstancias; la tercera era una bonificación. Se trataba de una
situación de libro de texto; los estudios sobre la naturaleza humana demostraban que, si un
hombre y una mujer se juntaban en una situación peligrosa y solo contaban el uno con el otro,
no tardaban en formar vínculos sexuales y emocionales. William tenía la ventaja de que sabía
que el avión no había corrido ningún peligro de accidente. Maite creería que se hallaban
aislados, mientras que él sabía que no era así. Siempre que le hiciera la señal a Zane, los
«rescatarían», aunque no pensaba hacerlo hasta que Maite confiara en él y le hablara de su
padre.
Todo estaba bajo control. Ni siquiera se hallaban en Oregón, como le había dicho. Se
encontraban en Nevada, en un cañón estrecho que Zane y él habían explorado y elegido
porque se podía hacer aterrizar una avioneta, y, a menos que se dispusiera de equipo para
escalar rocas verticales, era imposible salir de él. No estaban cerca de ninguna ruta de vuelo
comercial, había desactivado el radiotransmisor para que ningún avión de búsqueda captara su
señal. Nadie los localizaría.
Maite se hallaba completamente bajo su control; pero ella no lo sabía.
La creciente oscuridad imposibilitaba ver gran cosa y era evidente que si el avión tenía que
estallar en llamas, ya lo habría hecho. Regresó al sitio donde Maite se sentaba en el suelo,
con las rodillas levantadas y los brazos alrededor de ellas y el maldito bolso cerca. Al acercarse
se puso de pie.
-¿Todo bien?
-Todo bien. No hay ningún escape de combustible.
-Bien -logró sonreír-. Sería inútil que pudieras arreglar el depósito si no queda nada de
gasolina.
-Maite... si es un conducto taponado, puedo arreglarlo. Si la bomba se ha estropeado, no
podré -decidió hacerle saber de inmediato que quizá no pudieran despegar al día siguiente.
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:19 am

Ella asimiló la información en silencio, al tiempo que se frotaba los brazos para mitigar el frío
del aire del desierto. La temperatura descendía en picado cuando bajaba el sol, uno de los
motivos por los que había elegido ese sitio. Tendrían que compartir el calor de sus cuerpos
para sobrevivir.
Se inclinó y levantó el bolso, maravillándose otra vez de su peso, luego la tomó del brazo para
caminar de vuelta al avión.
-Espero que tengas un abrigo en este maldito bolso, ya que lo consideraste tan importante
como para arriesgar la vida para recuperarlo -gruñó.
-Un jersey -musitó ella distraída mirando el cielo despejado con su dosel de estrellas. Las
paredes negras del desfiladero se erguían a ambos lados, convirtiendo el lugar en un gran
agujero en la tierra-. Estaremos bien -dijo- . Tengo algo de comida y...
-¿Comida? ¿Llevas comida ahí? - indicó el bolso.
-Cosas para una emergencia.
¿Por qué una mujer que estaba a punto de subir a un avión iba a guardar comida en su
maleta?
Llegaron al avión y William dejó el bolso en la tierra.
-Deja que saque algunas cosas y buscaremos dónde acampar para pasar la noche. ¿Puedes
meter algo más en su interior o está lleno?
-Está lleno -afirmó.
Él se encogió de hombros y sacó su propio bolso, donde guardaba las cosas que se suponía
que llevaría un hombre en un vuelo chárter: artículos para el aseo y una muda de ropa. El bolso
no era importante, pero no parecería adecuado que lo dejara atrás.
-¿Por qué no podemos acampar aquí?-inquirió Sunny
-Es el lecho de un río. Ahora está seco, pero si llueve en alguna parte de las montañas,
podríamos vemos atrapados por la corriente.
Mientras hablaba, sacó una linterna del salpicadero y una pistola del compartimento de la
puerta lateral del piloto. La encajó en su cinturón y pasó la manta alrededor de los hombros de
ella.
-Tengo algo de agua -extrajo un bidón de plástico que había rellenado con agua-. Esta noche
no pasaremos ningún apuro -le entregó la linterna y recogió los dos bolsos -. Abre el camino -
instruyó y señaló la dirección que quería.
El suelo del desfiladero era ascendente por un lado; el único terreno llano era el lecho del río.
La marcha fue pesada y Maite se mostró cautelosa con las rocas y las grietas.
William deseó que ella se hubiera quejado un poco, que no se mostrara tan agradable. La
mayoría de la gente se habría puesto histérica o formularía interminables preguntas acerca de
las posibilidades de ser rescatados en caso de no conseguir reparar la avioneta. Maite no. Se
enfrentaba a la situación, igual que lo había hecho en el aeropuerto, con un mínimo de
nerviosismo. De hecho, sin ninguno. Se había mordido el labio para no distraerlo mientras
aterrizaba.
El cañón era tan estrecho que no tardaron mucho en alcanzar la pared vertical. William eligió
una zona bastante llana de tierra arenosa de color gris, con unas rocas grandes que formaban
una especie de semi círculo.
-Esto nos protegerá algo del viento esta noche.
-¿Y qué me dices de las serpientes? -preguntó, clavando la vista en las rocas.
-Son posibles -dejó los bolsos. ¿Habría encontrado una debilidad que pudiera emplear contra
ella?- ¿Les tienes miedo?
-Solo a las humanas -miró alrededor como si evaluara la situación, luego irguió los hombros.
Con un tono casi alegre, añadió-: Establezcamos el campamento para que podamos comer.
Tengo hambre.
Se agachó junto a su bolso e introdujo la clave que abría el candado bastante grande que lo
protegía. Se abrió con un clic y luego Sunny corrió la cremallera. William quedó sorprendido al
descubrir que iba a poder averiguar con tanta facilidad qué guardaba en su interior; se agachó
a su lado.
-¿Qué tienes? ¿Barras de chocolate?
-Nada tan rico -rio ella entre dientes.
Él le quitó la linterna e iluminó el bolso mientras Maite iba sacando cosas. No había mentido
cuando le dijo que no quedaba sitio para nada más. Colocó en el suelo una bolsa de plástico
sellada
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 05, 2015 11:20 am

-Barras de nutrición -lo miró-. Saben como cabe esperar de semejantes barras, pero están
concentradas. Una barrita al día nos proporcionará todo lo que necesitamos para mantenernos
con vida. Tengo una docena.
El siguiente artículo era un teléfono móvil. Al activarlo lo observó con un frágil destello de
esperanza en los ojos. William sabía que allí no tendría señal, pero no la frenó, ya que algo en
su interior anhelaba ver la decepción que sabía que la iba a dominar.
-Nada -ella hundió los hombros y lo apagó. Sin decir otra palabra volvió a concentrarse en la
tarea de vaciar el bolso. Apareció una caja de plástico con la conocida cruz roja en la parte
superior-. Botiquín de primeros auxilios - murmuró y continuó -: Pastillas para depurar agua. Un
par de botellas de agua y de zumo de naranja. Barras de iluminación. Cerillas -enumeró cada
cosa a medida que la dejaba sobre el suelo-. Champú, desodorante, pasta dentífrica, toallitas
húmedas, cepillo para el pelo, rizador, secador, dos mantas... -calló al llegar al fondo del bolso
y empezar a tirar de algo más grande que todo lo anterior -...y una tienda.
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Mensaje por asturabril Lun Oct 05, 2015 7:02 pm

Arrow Arrow I love you I love you
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Mensaje por SuenoLR Mar Oct 06, 2015 3:42 am

Sique mi Kat
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Mensaje por EsperanzaLR Mar Oct 06, 2015 10:09 am

Mis lindas lectoras hoy no tengo tiempo Sad Seguira Manana
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:06 am

asturabril escribió:Arrow Arrow I love you I love you


I love you I love you I love you
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:11 am

SuenoLR escribió:
Sique mi Kat

Ahora sigo mi Tonia
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:15 am

5
Una tienda de campaña. William la observó y reconoció que era de supervivencia, lo que la
gente almacenaba en los refugios subterráneos en caso de una guerra o un desastre natural...
o lo que guardaría alguien que esperaba pasar mucho tiempo a la intemperie.
-Es pequeña -se disculpó ella-. En realidad, es para una persona, pero tenía que conseguir una
ligera para que yo pudiera transportarla. Aunque habrá espacio suficiente para que los dos
podamos dormir en ella, si no te importa la estrechez.
¿Por qué iba a llevar una tienda de campaña a bordo de un avión, cuando esperaba pasar la
noche en Seattle, en un hotel, y luego volver a Atlanta? ¿Por qué alguien iba a llevar un bolso
tan pesado cuando podría haberlo facturado? La respuesta era que no quería desprenderse de
él, pero William aún quería una explicación de por qué lo llevaba.
Algo no encajaba.
Su
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:19 am

No pudo evitarlo. El comentario le pareció tan ridículo que rio entre dientes. Ver el lado
gracioso de las cosas era lo que la había mantenido cuerda todos esos años. Una mano
grande se cerró en tomo a su nuca.
-Maite -continuó Chance con tono de advertencia-. Dímelo.
Sin dejar de sonreír, ella movió la cabeza.
-Esta noche nos encontramos aislados aquí, pero seguimos siendo desconocidos. Cuando
salgamos de esta situación no volveremos a vemos jamás, de modo que no tiene sentido que
nos contemos nuestra vida. Tú mantén tus secretos que yo mantendré los míos.
-De acuerdo - suspiró exasperado -. Por ahora. Además, no sé por qué importa tanto. A menos
que pueda arreglar el avión, vamos a permanecer aquí mucho tiempo, y el motivo por el que
llevas la tienda será irrelevante.
-Eso no es tranquilizador.
-Es la verdad.
-Cuando no aparezcamos en Seattle, alguien nos buscará. La Patrulla de Rescate Aéreo,
alguien. ¿Tu avión no lleva uno de esos radiofaros de señales?
-Nos encontramos en un desfiladero -no era necesario que dijera nada más. Cualquier señal
quedaría bloqueada por las paredes del cañón.
-Maldición -soltó ella. En esa ocasión fue él quien rio; movió la cabeza al soltarle el cuello y
ponerse de pie.
-¿Es lo peor que puedes decir?
-Estamos vivos. El resultado es tan bueno si pensamos en lo que podría haber pasado, que, en
comparación, encontrarnos aislados aquí solo se merece un «maldición». Quizá logres arreglar
el avión -se encogió de hombros-. No tiene sentido desperdiciar palabras feas hasta que
sepamos más.
Se inclinó y la ayudó a incorporarse.
-Si no consigo que arranque, te ayudaré con esas palabras. De momento, montemos la tienda
antes de que la temperatura siga bajando.
-¿Qué te parece si encendemos un fuego?
-Mañana iré a buscar madera... si la necesitamos. Esta noche podemos pasar sin una hoguera,
y no quiero desperdiciar las pilas de la linterna. Como tengamos que quedarnos algún tiempo,
vamos a necesitarla.
-Tengo las barras de iluminación.
-También las reservaremos. Por las dudas.
Juntos montaron la tienda en unos momentos. Aunque limpiaron el suelo de piedras, no iban a
gozar de una cama cómoda para la noche.
Al terminar, Sunny la observó con recelo. Era bastante larga para Chance, pero... midió
mentalmente el ancho de sus hombros, luego el de la tienda. Iba a tener que dormir de costado
toda la noche... o encima de él.
El calor que la recorrió le indicó qué opción prefería. El corazón le palpitó con más fuerza al
pensar en la intimidad forzada que compartirían, en estar pegada a su cuerpo fuerte y cálido,
quizá incluso en dormir en sus brazos.
Sin embargo, él no realizó ninguna insinuación, a pesar de que al mirar la tienda debió de llegar
a la misma conclusión que ella. Se inclinó para recoger la bolsa con las barritas de nutrición y
dijo:
-Sabía que esta noche ibas a aceptar cenar conmigo.
Ella rio, encantada por su tacto y su sentido del humor, y en ese momento se enamoró un poco
de él.
Tendría que haberse sentido alarmada, pero no fue así. Sí, eso la volvía emocionalmente
vulnerable, pero juntos habían pasado por una experiencia aterradora y en ese instante
necesitaba un ancla emocional. Hasta entonces no había descubierto nada en él que no le
gustara, ni siquiera esa insinuación de peligro que no dejaba de sentir. Algo que, en esa
situación, era positivo.
Comieron una barrita y bebieron un poco de agua. Luego guardaron todo en el bolso menos
dos mantas. No tenían que preocuparse de la presencia de osos, ya que en esa parte del país
solo debía de haber coyotes. Pero en principio su bolso era indestructible; aunque supuso que
lo descubriría si aparecía algún coyote, ya que no había sitio en la tienda para guardarlo.
William comprobó el dial luminoso de su reloj.
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:21 am

-Todavía es temprano, pero tendríamos que meternos en la tienda para reservar nuestro calor
corporal y no quemar calorías intentando mantenernos templados aquí afuera. Extenderé esta
manta en el suelo y usaremos las dos tuyas para taparnos.
Por primera vez ella se dio cuenta de que solo llevaba puesta la camiseta.
-¿No sería mejor que sacaras la chaqueta del avión?
-Es demasiado abultada para ponérmela en la tienda. Además, no siento tanto como tú el frío.
Estaré bien sin ella -se sentó y se quitó las botas, las metió en el interior de la tienda y luego
entró a gatas con la manta. Maite se desprendió de los zapatos y se alegró de tener puestos
los calcetines -. De acuerdo, pasa - indicó él-. Primero los pies.
Le entregó los zapatos, luego se sentó y entró como él le indicó. Estaba tendido de costado, lo
cual le brindó espacio para moverse, pero le costó mantener la falda baja al tiempo que trataba
de no subir la manta al acomodarse. Chance bajó la cremallera de las puertas de la tienda, se
quitó la pistola del cinturón y la dejó junto a su cabeza. Maite contempló la enorme pistola
automática; no era una experta en armas, pero sabía que era de gran calibre, o bien una 45 o
una 9 milímetros. Las había probado, pero le resultaban pesadas, por lo que había optado por
una de calibre inferior.
Él ya había desplegado las mantas y las tenía preparadas para cubrirlos. Maite pudo sentir su
calor corporal en aquel espacio reducido.
Ambos se movieron, tratando de ponerse cómodos. Debido a lo grande que era, intentó cederle
todo el espacio que pudo. Se puso de costado y dobló el brazo bajo la cabeza, aunque aún
seguían tropezando entre sí.
-¿Lista? -preguntó.
-Lista.
Apagó la linterna. La oscuridad fue completa, como en la profundidad de una cueva.
-Gracias a Dios que no soy claustrofóbica - respiró hondo. El aroma de él le llenó los pulmones.
-Piensa que te encuentras a salvo -murmuró William -. La oscuridad puede proporcionar
sensación de seguridad.
Se dio cuenta de que se sentía a salvo. Por primera vez en su memoria tenía la certeza de que
nadie salvo el hombre que había a su lado sabía dónde se encontraba. No era necesario que
comprobara las cerraduras, que buscara salidas alternativas. No tenía que preocuparse de que
la siguieran o de que le pincharan el teléfono o de cualquiera de las otras cosas que podían
pasar. Le preocupaba Margreta, pero debía pensar de manera positiva. Al día siguiente,
William descubriría que el problema era un conducto taponado, lo limpiaría y concluirían su
viaje. Sería demasiado tarde para entregar el paquete en Seattle, aunque teniendo en cuenta lo
sucedido, le importaba bien poco. Estaba profundamente agradecida de que se encontraran de
una pieza y relativamente cómodos. Intentó cambiar de postura. El suelo era tan duro como
una roca.
De pronto se sintió cansada. Los acontecimientos del día al final empezaban a pasarle factura.
Bostezó e inconscientemente trató de encontrar una postura más cómoda, volviéndose para
apoyar la cabeza en el otro brazo. El codo chocó con algo muy sólido y Chance gruñó.
-Lo siento -musitó. Terminó de moverse y sin darse cuenta lo golpeó con una rodilla - . El
espacio es tan reducido que tendré que dormir encima -oyó sus propias palabras y
conmocionada comprendió que las había dicho en voz alta. Abrió la boca para volver a
disculparse.
-O podría ser yo quien estuviera encima.
Las palabras de él la frenaron en seco. Contuvo el aliento y no fue capaz de soltarlo. La voz
profunda pareció reverberar en la oscuridad y en su conciencia. De repente notó todos y cada
uno de los centímetros de él, la promesa sensual de su voz. El beso podía achacarlo a una
simple reacción; el peligro a veces obraba como un afrodisíaco. Pero eso no era una reacción;
era deseo, cálido y curioso.
-¿He oído un no?
Los pulmones de ella volvieron a funcionar.
-No he dicho nada.
-A eso me refería -sonó divertido-. Creo que esta noche no tendré suerte.
-Supongo que no -repuso, más segura de sí misma-. Ya has agotado tu ración de suerte para
un día.
-Volveré a intentarlo mañana -ella contuvo una carcajada-. ¿Eso significa que no te he
asustado?
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:26 am

Pensó que, como mínimo, debería sentirse cautelosa. Pero no sabía por qué no se sentía
alarmada. De hecho, se sentía muy tentada.
-No, no estoy asustada.
-Bien -bostezó-. Entonces, por qué no te quitas ese jersey y me dejas usarlo como almohada, y
tú usa mi hombro. Los dos estaremos más cómodos.
El sentido común le indicó que él tenía razón, y también que sería buscarse problemas dormir
en sus brazos. Confiaba en que William se comportara, pero no estaba tan segura de sí
misma. Era sexy, la hacía reír, era fuerte y capaz, con un leve matiz perverso. Incluso era un
poco peligroso. ¿Qué más podía querer una mujer?
Posiblemente eso fuera lo más peligroso de él, lo que hacía que lo deseara. No le había
costado resistir a otros hombres, marchándose sin siquiera mirar atrás. Pero William
conseguía que añorara las cosas que se había negado a sí misma, la hacía ser consciente de
lo sola que se hallaba.
-¿Estás seguro de que puedes confiar en que yo me comporte? -preguntó ella medio en
broma-. No quería decir eso de estar encima. Estaba adormilada y se me escapó.
-Creo que podré manejarte si despiertas. Además, te quedarás dormida en cuanto dejes de
hablar.
-Lo sé -bostezó-. Me caigo, si disculpas la terminología.
-No nos caímos, aterrizamos. Vamos, quítate el jersey y luego podrás dormir.
No había espacio para sentarse, de modo que la ayudó a quitárselo. Lo enrolló y lo acomodó
bajo la cabeza, luego, con suavidad, como si temiera asustarla, la atrajo hacia su lado derecho.
Ella puso la cabeza en el hueco de su hombro.
La postura era sorprendentemente confortable. Pasó el brazo derecho por su torso, ya que no
había ningún otro sitio donde ponerlo. Bueno, había otros, pero ninguno parecía seguro.
Además, le gustaba sentir sus palpitaciones bajo la mano. Satisfacía su instinto primitivo, el
deseo de no estar sola por la noche.
-¿Cómoda? -preguntó él en voz baja.
-Mmnn.
Con la mano izquierda Chance tiró de una de las mantas y la cubrió hasta los hombros.
Envuelta en una atmósfera de calidez y oscuridad, ella se rindió al absoluto placer de yacer
junto a él. Los pechos, aplastados contra su costado, se contrajeron de placer y los pezones le
vibraron, diciéndole que se habían endurecido. Se preguntó si él podría sentirlos. Quiso
frotarse contra su cuerpo para intensificar la sensación, pero se quedó muy quieta y se
concentró en el ritmo de sus latidos.
Al besarla le había tocado los pechos. Quería volver a experimentar eso, sentir su mano dura
sobre su piel desnuda. Lo deseaba, anhelaba su contacto, su sabor y tenerlo dentro. La fuerza
de su deseo físico era tan poderosa que sintió dolor por el vacío.
«Si no salimos de aquí mañana», pensó con desesperación justo antes de dormirse, «estaré
debajo de él antes de que el sol vuelva a ponerse».
Maite se hallaba acostumbrada a despertarse de inmediato cuando algo la perturbaba; en una
ocasión, el tubo de escape de un coche había provocado en la calle un ruido parecido a un
estallido, y ella había sacado la pistola de debajo de la almohada y saltado de la cama antes de
que el ruido hubiera desaparecido por completo. Había aprendido a dormir cuando podía,
porque jamás sabía cuándo tendría que huir para salvar la vida. Podía contar con los dedos de
una mano las noches desde que dejó de ser niña en que había dormido sin despertar.
Pero despertó en los brazos de William consciente de que había dormido toda la noche; de un
modo muy básico, su presencia la había tranquilizado. Allí se encontraba a salvo y muy
relajada. La mano de él le acariciaba despacio la espalda; eso era lo que la había despertado.
Durante la noche se le había subido la falda, y en ese momento la tenía alrededor de la cintura.
Sus piernas se encontraban entrelazadas. No estaba completamente encima de él, aunque
faltaba poco. Tenía la cabeza apoyada en su torso en vez de en el hombro, y bajo el oído le
llegaba el firme palpitar de su corazón.
El movimiento lento de su mano continuó.
-Buenos días -saludó él con voz ronca por el sueño.
-Buenos días -no quería levantarse, pero sabía que tenía que hacerlo. La luz de la mañana se
filtraba a través de la tela de la tienda, bañándolos con un resplandor dorado.
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:29 am

WILLIAM debería inspeccionar la bomba de gasolina para que pudieran despegar y entablar
contacto por radio con alguien lo más pronto posible. Sabía lo que debía hacer, pero no se
movió, satisfecha con vivir el momento.
Él le tocó el pelo y le levantó un mechón.
-Podría acostumbrarme a esto - murmuró.
-Ya has dormido con otras mujeres antes.
-Pero no contigo.
Quiso preguntarle en qué era diferente; sin embargo, prefirió no saberlo. Nada bueno podía
salir de esa veloz atracción, porque no podía permitirlo. Debía creer que sería capaz de
arreglar el avión, que en cuestión de horas se separarían y nunca más volvería a verlo. Eso fue
lo único que le dio fuerzas para apartarse de él y arreglarse la ropa, apartarse el pelo de la cara
y abrir la tienda.
El frío aire de la mañana irrumpió en el interior.
-Vaya -dijo-. Un poco de café caliente nos vendría bien, ¿verdad? No llevarás café instantáneo
en el avión, ¿no?
-¿Quieres decir que no has metido café en ese bolso de supervivencia? -aceptó la actitud de
ella y no prosiguió con la conversación provocativa de antes.
-No, solo agua -salió a gatas y a través de la abertura él le pasó los zapatos y el jersey. Se los
puso con rapidez.
Después siguieron las botas de William y a continuación él. Se sentó en el suelo y se calzó las
botas.
-Maldición, hace frío. Iré a buscar la chaqueta a la avioneta. Yo me ocuparé de mis
necesidades allí, y tú dirígete al otro lado de esas rocas. No debería de haber ninguna
serpiente tan temprano, pero mantén ojo avizor.
Maite sacó algunas toallitas de papel del bolsillo de la falda y comenzó a rodear las rocas.
Diez minutos más tarde, después de haber satisfecho la llamada de la naturaleza, se lavó la
cara y las manos con unas toallitas húmedas, y después se cepilló los dientes y el pelo.
Sintiéndose más humana y capaz de enfrentarse al mundo, se tomó un momento para echar
un vistazo al desfiladero.
Realmente era una rendija en la tierra, de no más de cincuenta metros de ancho. Más o menos
a quinientos metros de distancia se ensanchaba un poco, pero la marcha era mucho más
ardua. El lecho de la corriente era el único lugar donde podrían haber aterrizado a salvo. Justo
más allá del punto más ancho, el cañón se desviaba hacia la izquierda, de modo que no supo
qué extensión tenía. El suelo se hallaba lleno de piedras grandes y pequeñas y moteado de
maleza. El terreno mostraba unos surcos profundos donde la lluvia había descendido por las
paredes para dirigirse hacia la corriente.
Todas las tonalidades del rojo se encontraban representadas en la tierra y la roca, desde el
orín hasta el bermellón, pasando por un rosa arenoso. El color de la maleza era pálido y seco,
como si lo hubiera aclarado el sol.
Ellos parecían ser las únicas criaturas vivas allí. No oyó el trinar de ningún pájaro ni el sonido
de insectos. Tenía que haber algo de vida silvestre, como lagartijas y serpientes, lo cual
significaba que habría algo para comer, aunque en ese momento la inmensa soledad resultaba
casi abrumadera.
Al mirar en dirección al avión, vio que William ya inspeccionaba su interior. Metió las manos
frías en los bolsillos de la rebeca y caminó hacia él.
-¿Quieres comer algo?
-Preferiría guardar la comida hasta que averigüe cuál es el problema -le sonrió-. No es mi
intención ofenderte, pero no quiero comer otra de esas barritas a menos que sea
absolutamente necesario.
-Y si logras que volvamos a despegar, crees que podrás aguantar hasta aterrizar en el
aeropuerto.
-Bingo.
-Yo tampoco he comido una -confesó. Se acercó para observar qué hacía.
Comprobaba los conductos de gasolina, con la cara concentrada que ponían los hombres
cuando realizaban trabajos mecánicos. Sunny se sintió inútil; podría haberlo ayudado si hubiera
estado trabajando en un coche, pero no sabía nada de aviones.
-¿Puedo echarte una mano en algo? -preguntó al final.
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 07, 2015 11:30 am

No, es solo cuestión de sacar los conductos de la gasolina y comprobar si tienen algún tapón.
Esperó unos minutos más, pero el proceso pareció más tedioso que interesante, y comenzó a
sentirse nerviosa.
-Creo que iré a explorar un poco.
-Mantente a distancia de grito -aconsejó él distraído.
La mañana, aunque fresca, empezaba a calentarse por momentos a medida que el sol
inflamaba el aire del desierto. Caminó con cuidado, mirando dónde ponía el pie, porque una
torcedura de tobillo podía significar la diferencia entre la vida y la muerte si tenía que correr.
Pensó que algún día un esguince solo representaría una molestia. Que algún día sería libre.
Alzó la vista al cielo azul y respiró hondo. Se había esforzado en retener la alegría en la vida.
Margreta no llevaba las cosas tan bien, pero ya tenía que cuidar de su corazón débil, que, así
como se podía controlar con medicación, representaba tomar ciertas precauciones. Si alguna
vez la encontraban, su hermana carecía de su habilidad para desaparecer de vista, ya que de
vez en cuando tenía que ir a ver a su médico para que le diera una nueva receta. Si se veía
obligada a buscar un médico nuevo, eso significaría pruebas nuevas y mucho dinero.
Era el motivo por el que jamás la veía. Era más seguro si no estaban juntas, por si alguien
buscaba a unas hermanas. Ni siquiera tenía el número de teléfono de Margreta. Era esta quien
la llamaba una vez a la semana al teléfono móvil, a una hora establecida, siempre desde una
cabina distinta. De esa manera, si capturaban a Maite, no dispondría de información que sus
captores pudieran sonsacarle, ni siquiera con drogas.
Tenía cuatro días hasta que Margreta la llamara. Si no contestaba el teléfono, o si su hermana
no llamaba, cada una debería suponer que la otra había sido descubierta. Si Maite no
respondía, Margreta escaparía de su escondite, porque con investigar a la compañía telefónica
podrían deducir su paradero hasta la ciudad adecuada. Maite no soportaba pensar en lo que
podría suceder en ese caso; Margreta, dominada por el dolor y la furia, era capaz de olvidarse
de la cautela y buscar venganza.
Cuatro días. El problema tenía que ser un conducto taponado. No podía ser otra cosa.
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Mensaje por SuenoLR Jue Oct 08, 2015 4:13 am

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