Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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WEBNOVELA "SU UNICA OPOTRUNIDAD" DE Linda Howard

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Mensaje por EsperanzaLR Dom Oct 18, 2015 11:01 am

la hemorragia. Tuvimos que reponerle casi todo el volumen de sangre antes de tener la
situación bajo control -se frotó la cara-. Durante un momento reinó una situación crítica. La
presión sanguínea se desplomó y sufrió una parada cardíaca, pero la recuperamos. La
respuesta de sus pupilas es normal y sus constantes vitales satisfactorias. Ha tenido suerte.
-Suerte - repitió William, aún aturdido por la mezcla de buenas noticias y la exposición de sus
daños.
-Fue el fragmento de una bala lo que la hirió. Debió de producirse durante un rebote.
William sabía que no había recibido el impacto mientras la tuvo en la ribera. Tuvo que pasar
cuando lo derribó para apartarlo del disparo de Darnell. Evidentemente este falló, y la bala
rebotó en una roca del arroyo y se fragmentó.
Lo había estado protegiendo. Otra vez.
-Permanecerá en la UCI al menos veinticuatro horas, quizá cuarenta y ocho, hasta que
comprobemos si hay una infección secundaria. De verdad creo que ahora tenemos la situación
bajo control -sonrió-. Saldrá de aquí en una semana.
William se apoyó contra la pared y se inclinó para sujetarse las rodillas. La cabeza le daba
vueltas. La mano de Zane le aferró el hombro, prestándole su apoyo.
-Gracias -le dijo al cirujano, ladeando la cabeza para poder verlo.
-¿Necesita echarse? -preguntó el médico.
-No, estoy bien. ¡Dios! Me siento muy bien. ¡Va a recuperarse!
-Sí -corroboró el médico y volvió a sonreír.
Maite no llegaba a recuperar totalmente la consciencia, como una boya que se sumergiera
para volver a emerger a la superficie. Al principio estaba fragmentada. Podía oír voces en la
distancia, aunque no era capaz de discernir ninguna palabra. Asimismo era consciente de algo
en la garganta, pero no sabía que se trataba de un tubo. No tenía idea de dónde se hallaba, ni
siquiera de que se encontrara tumbada.
Cuando volvió a emerger, pudo sentir el suave algodón de las sábanas.
La siguiente vez logró abrir un poco los ojos, pero tenía la visión borrosa y no le encontró
sentido a lo que parecía una montaña de aparatos.
En algún punto se dio cuenta de que se hallaba en un hospital. Sentía dolor, pero desde lejos.
El tubo ya había desaparecido de su garganta. De forma vaga recordaba que se lo habían
quitado, lo cual fue desagradable, pero su sentido del tiempo se hallaba tan confuso que creía
recordar que aún lo tenía incluso después de que se lo extrajeran. La gente no dejaba de
aparecer en el pequeño espacio que era suyo, para encender luces brillantes, hablar, tocarla y
hacerle cosas íntimas.
Poco a poco, al luchar contra el efecto de la anestesia y los medicamentos, comenzó a
recuperar el dominio de su cuerpo. Logró hacer un gesto débil hacia su vientre y gemir una
única palabra.
-¿Bebé?
-Está bien -fue la respuesta de la enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos, que la
entendió y le dio una palmadita.
Eso la dejó satisfecha. Tenía una sed horrible.
-Agua - fue su siguiente palabra, y le introdujeron fragmentos pequeños de hielo en la boca.
Sin embargo, con el retorno de la consciencia llegó el dolor. Se acercaba más a medida que el
efecto de los medicamentos se mitigaba. El dolor era fuerte, pero casi le dio la bienvenida,
porque significaba que estaba viva.
A la persona que más a menudo veía era al enfermero llamado Jerry. Entró en el cubículo,
sonriendo como de costumbre, y dijo:
-Alguien quiere verla.
Maite movió la cabeza con violencia, lo cual fue un error. Provocó oleadas de dolor que
pudieron con los medicamentos que lo mantenían a raya.
-Ningún visitante -logró decir. Daba la impresión de que llevaba días, siglos, en la UCI, pero
cuando se lo preguntó a Jerry, este repuso:
-Unas treinta y seis horas. Pronto la trasladaremos a una habitación privada.
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Oct 18, 2015 11:10 am

Cuando lo hicieron, tenía la cabeza lo bastante despejada como para ver el techo y las luces.
Captó un vistazo de un hombre alto de pelo negro y de inmediato apartó la vista.
Instalarla en la habitación privada fue toda una operación, que requirió la intervención de dos
bedeles, tres enfermeras y media hora. Cuando concluyó el traslado, estaba cansada de todo,
incluida de sí misma. La cama era agradable y fresca; habían elevado el cabecero y colocado
una almohada bajo su cabeza. Encontrarse un poco erguida hizo que se sintiera normal y
controlada en un cien por cien.
Había flores en la habitación. Rosas claras que emitían un aroma algo picante que neutralizaba
el olor antiséptico del hospital. Las observó pero no preguntó quién las había enviado.
-No quiero visitas -informó a las enfermeras -. Solo deseo descansar.
Se le permitió comer algo gelatinoso y beber té suave. Al segundo día en la habitación privada,
bebió un poco de caldo y durante quince minutos le permitieron estar sentada en una silla. Le
agradó poder levantarse, aunque solo fueran los pocos segundos que tardó en trasladarse de
la cama a la silla. Le gustó aún más cuando la llevaron de vuelta a la cama.
Aquella noche, se levantó por sus propios medios de la cama, aunque el proceso fue lento y
doloroso, y caminó la extensión de la cama. Tuvo que agarrarse a esta para apoyarse, pero las
piernas no le cedieron.
El tercer día recibió otra entrega de una floristería. Jamás había tenido plantas en su casa, por
el mismo motivo por el que nunca había tenido una mascota, pues no paraba de trasladarse y
no podría cuidar de ellas. Mientras contemplaba las hojas verdes, intentó reconciliarse con la
idea de que a partir de ese momento podría tener las plantas que quisiera. Todo había
cambiado. Crispin Hauer estaba muerto y Margreta y ella eran libres.
Pensar en su hermana despertó todas sus alarmas. ¿Qué día era? ¿Cuándo debía llamar
Margreta? De hecho, ¿dónde estaba su teléfono móvil?
La tarde del cuarto día se abrió la puerta y entró William.
Giró la cabeza para mirar por la ventana. La verdad era que la sorprendía que le hubiera
concedido tanto tiempo para recuperarse. Lo había mantenido a distancia lo que había podido,
pero suponía que debía de haber un último acto antes de que cayera el telón.
Hasta entonces había contenido el dolor interior concentrándose en el dolor físico; pero en ese
momento cobró protagonismo. Luchó por recuperar el control. No ganaría nada montando una
escena; solo perder su autoestima.
-Me he quedado con tu teléfono móvil - dijo, situándose entre la ventana y ella, para que tuviera
que mirarlo o volver a girar la cabeza. El modo en que abrió la conversación garantizó que no
la desviara -. Margreta llamó ayer...
Maite cerró los puños, luego relajó la mano derecha, ya que el movimiento había tensado la
aguja del goteo pegada al dorso. Margreta habría experimentado pánico al oír que respondía la
voz de un hombre.
-Hablé deprisa -continuó William-. Le indiqué que te habían disparado pero que te ibas a
recuperar y que Hauer estaba muerto. Le dije que hoy te traería el teléfono y que podía
llamarte esta noche para verificarlo todo. Ella no respondió nada, aunque tampoco me colgó.
-Gracias - musitó. Había manejado la situación de la mejor manera posible.
Se dio cuenta de que William mostraba una diferencia sutil. No solo era por su ropa, aunque
en ese momento lucía pantalones negros y una camisa blanca de seda. Toda su actitud era
distinta. Desde luego, ya no interpretaba al encantador piloto privado. En ese instante era él
mismo, y la realidad era la que siempre había percibido debajo de la superficie de su encanto.
Era el hombre que lideraba una especie de comando, que ejercía una influencia enorme para
que las cosas salieran a su manera. El leve peligro que antes solo había vislumbrado, se
manifestaba en su totalidad, en sus ojos y en la autoridad con la que hablaba.
Se acercó al costado de la cama, tanto que se apoyó en la barandilla. Con una suavidad
exquisita, posó los dedos en su vientre.
-Nuestro bebé está bien -dijo.
Lo sabía. Aturdida, lo miró fijamente, aunque se daba cuenta de que debería de haber sabido
que el cirujano se lo contaría.
-¿Me lo ibas a decir? -preguntó sin apartar los ojos de su cara, como si quisiera captar cada
matiz de su expresión.
-No pensé en ello -repuso con sinceridad. Había estado en el proceso de reconciliarse ella
misma con el hecho; aún no le había dado tiempo a formar ningún plan.
-Esto cambia las cosas.
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Oct 18, 2015 11:12 am

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Última edición por EsperanzaLR el Lun Oct 19, 2015 10:15 am, editado 1 vez
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Mensaje por asturabril Dom Oct 18, 2015 7:33 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 19, 2015 10:17 am

15
Ocho días después del tiroteo, Maite recibió el alta médica del hospital. Podía caminar con
cuidado, pero su fuerza era casi inexistente, y había tenido que ponerse el camisón y la bata
que le había llevado William, ya que no podía soportar el roce de nada alrededor de la cintura.
No tenía ni idea de lo que iba a hacer. No se hallaba en condiciones de tomar un vuelo para
Atlanta, por no mencionar que tendría que viajar con el camisón; sin embargo, debía encontrar
un lugar donde alojarse. En cuanto supo que le iban a dar el alta, abrió la guía y llamó a un
hotel, se cercioró de que tenía servicio de habitaciones y reservó una habitación. Hasta que
pudiera volver a cuidar de sí misma, era lo mejor que podía hacer.
Al principio, en el hospital había albergado la frágil esperanza de que Margreta pudiera ir a
quedarse con ella y ayudarla hasta que se recuperara. Con su padre muerto, ya no tenían que
seguir escondiéndose. Pero aunque Margreta había parecido aliviada y feliz, había rehusado la
sugerencia de Maite de que se trasladara a Des Moines. Intercambiaron sus números
telefónicos, pero eso fue todo... y su hermana no volvió a llamar.
Maite lo comprendía. Margreta siempre tendría problemas para relacionarse con las personas,
para crear lazos. Probablemente se sentía muy cómoda con el contacto de larga distancia que
tenía con Maite y no deseara otra cosa. Intentó contener la tristeza al darse cuenta de que
jamás tendría a la hermana que había deseado; la melancolía la dominaba con facilidad esos
días.
Sabía que en parte se debía al caos hormonal del embarazo. Yacía en la cama del hospital y
se ponía a pensar en cómo siempre había querido tener un jardín con flores, y de pronto sentía
pena de sí misma y permanecía como una idiota con lágrimas en los ojos.
Una de las enfermeras la informó de que la depresión siempre acompañaba a la recuperación
física. Pasaría a medida que se fortaleciera y pudiera hacer más cosas.
Pero la mayor parte de su depresión se debía a William. La visitaba a diario, y en una ocasión
incluso llevó al hombre alto, de aspecto letal, con el que lo había visto hablar la noche que
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 19, 2015 10:26 am

resultó herida. Para su sorpresa, lo presentó como su hermano Zane. Este le había estrechado
la mano con exquisita delicadeza, le había mostrado fotos de su bonita esposa y sus tres
adorables hijos y dedicado media hora a hablar de las hazañas de su hija, Nick. Si la mitad de
lo que contaba era verdad, más valía que el mundo empezara a prepararse para cuando la
pequeña fuera mayor.
Después de que Zane se hubo marchado se quedó aún más deprimida. Zane tenía todo lo que
ella siempre había anhelado: una familia a la que quería y que a su vez lo quería.
Cuando la visitaba, William evitaba tocar el tema que se interponía entre los dos como una
serpiente enroscada. Había hecho lo que había hecho, y nada que pudieran decir modificaría la
realidad. Debía respetar, aunque a regañadientes, que no intentara excusarse. A cambio, le
hablaba de su familia en Wyoming y de la montaña a la que todavía llamaban hogar, aun
cuando solo sus padres vivían todavía allí. Tenía cuatro hermanos y una hermana, una docena
de sobrinos... y una sobrina, la famosa Nick, a la que evidentemente adoraba. Su hermana era
entrenadora de caballos y estaba casada con uno de sus agentes; un hermano era ranchero y
se había casado con la nieta de una antigua familia enemiga; otro hermano era un ex piloto de
combate casado con una cirujana ortopédica; Zane estaba casado con la hija de un embajador;
y Joe, el hermano mayor, era el general Joseph Mackenzie, jefe del estado mayor conjunto.
Ella pensaba que todo eso no podía ser verdad; sin embargo, las historias vibraban con un deje
de autenticidad. Entonces recordaba que William era un consumado actor y la amargura volvía
a dominarla.
Le daba la impresión de que le resultaba imposible salir de su estado de ánimo. Siempre había
sido capaz de reír, pero en ese momento incluso le costaba sonreír. Sin importar cuánto
intentara distraerse, el conocimiento siempre estaba ahí, grabado en su corazón como una
maldición que le robaba el gozo de vivir: William no la amaba. Todo había sido fingido.
Era como si una parte de ella hubiera muerto. Por dentro se sentía fría y vacía. Intentaba
ocultarlo, trataba de decirse que la depresión desaparecería si no le prestaba atención y se
concentraba en cosas mejores, pero cada día el gris que dominaba su ser parecía extenderse y
ahondarse.
El día que le dieron de alta, la enfermera llegó con una silla de ruedas y Maite llamó a un taxi
para que se encontrara con ella quince minutos más tarde ante la entrada del hospital. Se
sentó con cuidado y la enfermera depositó el neceser y la mochila en su regazo, luego la planta
encima.
-Seguro que tendré que firmar algunos papeles antes de irme -comentó.
-No, creo que no -repuso la mujer mientras inspeccionaba sus órdenes -. Según esto, ya puede
marcharse. Lo más probable es que su marido se haya ocupado de todo.
Maite contuvo el deseo de soltar que no estaba casada. Él no lo había mencionado, y la
verdad era que ella no había pensado cómo iba a pagar los cuidados hospitalarios, pero en ese
momento se dio cuenta de que ciertamente William se había encargado de todo. Quizá
consideraba que lo mínimo que podía hacer era pagar la factura.
Le sorprendía que no se hubiera presentado, después de lo pertinaz que se había mostrado en
formar parte de la vida del bebé y en visitarla. Por lo que sabía, quizá hubiera tenido que irse a
cumplir con alguna misión misteriosa.
Lo subestimó. Cuando la enfermera la llevó hasta la sala de altas, vio un Ford Explorer verde y
familiar aparcado ante la entrada. William bajó del vehículo y fue a su encuentro.
-Ya he llamado a un taxi -dijo ella, aunque sabía que era una pérdida de aliento.
-Es una pena -le quitó las cosas y las metió en el Explorer, luego abrió la puerta del pasajero.
Maite comenzó a adelantarse lentamente en la silla de ruedas, preparándose para ponerse de
pie; había dominado el proceso en una silla normal, pero en una de ruedas era más
complicado. William la miró exasperado, luego se inclinó y la tomó en sus poderosos brazos,
manejando su peso con facilidad mientras la introducía en el vehículo.
-Gracias -repuso ella con cortesía. Al menos iba a mostrarse educada, aparte de que su
método había sido menos doloroso y agotador que el suyo.
-De nada -le puso el cinturón de seguridad y se aseguró de que la correa no le rozara la cicatriz
de la operación; luego cerró la puerta y rodeó el coche para sentarse ante el volante.
-He reservado una habitación en un hotel -explicó ella-. Pero no sé dónde está, de modo que
no puedo darte instrucciones sobre cómo llegar.
-No vas a ir a un hotel -gruñó él.
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 19, 2015 10:29 am

-He de ir a alguna parte -señaló-. No puedo conducir y tampoco moverme por un aeropuerto,
de modo que la única solución lógica es un hotel con servicio de habitaciones.
-No. Te llevo a casa conmigo.
-¡No! -exclamó con vehemencia; todo en su ser rechazaba la idea de pasar días en su
compañía.
-No tienes elección -afirmó con tono lóbrego-. Vas a venir aunque grites y patalees todo el
trayecto.
Era tentador. Pero la incisión hizo que descartara la idea. Calló hasta que se dio cuenta de que
conducía al aeropuerto.
-¿Adónde vamos?
-Ya te lo he dicho -la miró con impaciencia-. Demonios, Maite, sabes que no vivo en Des
Moines.
-De acuerdo, sé dónde no vives. Pero no sé dónde vives -no pudo resistir añadir -: Y aunque
me lo hubieras dicho, probablementé sería una mentira.
En esa ocasión su mirada fue incendiaria.
-Wyoming - soltó con los dientes apretados -. Te llevo a casa, a Wyoming.
Durante el vuelo ella guardó silencio, y solo habló cuando fue necesario, y entonces
únicamente con monosílabos. Chance la estudió cuando la atención de Maite se concentraba
en el paisaje, y las gafas escondían sus ojos. Habían volado tanto el tiempo que estuvieron
juntos, que le parecía natural volver a estar en un avión a su lado, como si fuera su lugar
natural. Ella apenas se había quejado, aunque él sabía que debía de sentirse agotada e
incómoda.
Parecía tan frágil, como si una ráfaga fuerte de viento pudiera llevársela. Sus mejillas y labios
no tenían color y había perdido unos cinco kilos que no le sobraban. El cirujano le había
asegurado que se recuperaba con normalidad, y así como el embarazo era demasiado reciente
para que alguna prueba les indicara algo sobre la condición del feto, habían tomado todas las
precauciones y tenía absoluta seguridad de que el bebé progresaría bien. A pesar de lo mucho
que lo entusiasmaba el embarazo, le preocupaba que le comiera todas las fuerzas y atrasara
su recuperación. Maite necesitaba todos los recursos de que disponía, pero la naturaleza se
encargaría de que el bebé en desarrollo fuera el primero en recibir lo que necesitaba. El único
modo en que podía estar seguro de que se recobrara, era tenerla vigilada en todo momento. El
mejor lugar para ello era Mackenzie's Mountain.
Había llamado para informar de que llevaría allí a Maite. Les había contado toda la situación,
que estaba embarazada y que pensaba casarse con ella, pero que aún estaba furiosa con él y
que no lo había perdonado. Sabía que recuperar sus favores era una misión difícil. Pero en
cuanto la tuviera en la Montaña, podría tomarse su tiempo para vencer las barreras que había
erigido.
Mary se mostró complacida. Dio por hecho que Maite lo perdonaría, y como había estado
insistiéndole en que se casara y le diera nietos, probablemente pensaba que iba a recibir todo
lo que quería.
William iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance para que así fuera, porque ambos
querían lo mismo. Había jurado que jamás se casaría ni tendría hijos, pero el destino había
intervenido para que las cosas fueran diferentes. La idea de casarse lo asustaba, tanto que ni
siquiera había sacado el tema con Maite. No sabía cómo decirle lo que ella necesitaba
conocer sobre él, y tampoco sabía qué haría ella una vez que lo averiguara, si aceptaría su
proposición o le diría que desapareciera.
Lo único que le daba esperanza era que le había dicho que lo amaba. No lo había vuelto a
mencionar desde que averiguó que todo había sido preparado, pero no era una mujer que
amara a la ligera. Si en su interior quedaba una chispa de amor, si él no había conseguido
extinguirla del todo, encontraría una manera de avivarla.
Aterrizó en la pista de la propiedad de Zane y el corazón le dio un vuelco al ver que él los
esperaba. Hasta el interés de Sunny cobró vida. Se irguió en el asiento y por primera vez
desde que recibió el disparo, vio un destello de curiosidad en su rostro.
-¿Qué pasa? -preguntó.
-Parece una fiesta de bienvenida -repuso William con una sonrisa.
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 19, 2015 10:35 am

Todo el clan Mackenzie .se hallaba reunido junto a la pista. Todos. Josh y Loren habían llegado
desde Seattle con sus tres hijos. Mike y Shea y sus dos niños, Zane y Barrie, con los gemelos
en brazos. Y Joe, enfundado en su uniforme de la Fuerzas Aéreas, con más condecoraciones
en la pechera de las que debería estar permitido. William no supo cómo había sacado tiempo
de su apretada agenda para presentarse... aunque prácticamente podía hacer lo que quisiera,
ya que era el militar de más alto rango de la nación. Caroline, de pie a su lado, espléndida para
su edad con un traje pantalón de color turquesa y sandalias blancas, probablemente había
tenido más problemas para sacar tiempo libre. Era una de las mejores físicas del mundo. Sus
cinco hijos los acompañaban, y John, el mayor, no era el único que en esa ocasión estaba con
su novia. Mac rodeaba con gesto protector el hombro de Maris. Y los abuelos se hallaban en
medio de todo el grupo, con Nick feliz en los brazos de Wolf.
Cada uno de ellos, hasta los pequeños, sostenían un globo en la mano.
-Santo cielo -murmuró Maite. Esbozó una leve sonrisa, que él no había visto en ocho días.
Apagó el motor y bajó, luego se dirigió a la otra puerta y con cuidado la tomó en brazos. Estaba
tan absorta por la reunión, que incluso le pasó el brazo por el cuello.
Esa debió de ser la señal. Wolf se inclinó y dejó a Nick en el suelo. La pequeña corrió hacia
William como una bala, gritando su nombre con la habitual letanía:
-¡Tío Willy, Tío Willy, Tío Willy! -el globo que sostenía se agitaba enloquecidamente. Toda
la familia la siguió.
A los pocos segundos se vieron rodeados. Intentó presentar a Maite, pero había demasiado
alboroto para que pudiera acabar una frase. Sus cuñadas reían y charlaban como si la
conocieran de años; los hombres sonreían; Mary irradiaba felicidad y la voz de Nick podía oírse
por encima del ruido.
-Es un vestido muy, muy bonito -agarró un extremo de la bata de seda y le sonrió a Maite.
Todo el mundo rio, incluida Maite. El corazón de William experimentó una oleada de gozo.
Sintió un nudo en la garganta y cerró los ojos durante unos segundos. Cuando los abrió, Mary
había tomado el control.
-Debes de estar cansada -le decía con su dulce acento del sur-. No has de preocuparte de
nada, querida. Tengo una habitación preparada para ti en la casa y puedes dormir todo lo que
desees. William, llévala hasta el coche, pero ten cuidado con ella.
-Sí, señora -aceptó.
-¡Espera! -gritó Nick de repente-. ¡Olvidé el cartel!
-¿Qué cartel? -inquirió William, moviendo con delicadeza a Maite para que pudiera observar a
su sobrina.
Metió la mano en el bolsillo de sus pantalones cortos rojos y sacó un papel arrugado. Se puso
de puntillas para entregárselo a Maite
-Lo hice yo -anunció orgullosa-. La abuela me ayudó -Maite lo desplegó-. Usé un rotulador
rojo- informó Nick -. Porque es el más bonito.
-Desde luego que sí -convino Maite. Tragó saliva. William bajó la vista para mirar el papel en
sus manos temblorosas.
Las letras eran todas de diferentes tamaños. La pequeña debió afanarse con ellas bastante,
con la paciente ayuda de Mary, porque las palabras resultaban legibles.
-«Bienvenida a Casa, Maite» -leyó esta en voz alta-. Es el cartel más bonito que jamás he
visto -dijo, luego enterró la cara en el cuello de William y se puso a llorar.
-Sí -comentó Michael-. Es evidente que está embarazada.
Era difícil decir quién se enamoró de quién, si Maite de los Mackenzie o estos de ella. Una vez
que William la depositó en la cama de matrimonio que Mary le había preparado, sin decirle que
era su viejo dormitorio, Maite pareció una reina en su corte. En vez de ponerse a dormir, se
reclinó sobre unos cojines y al rato se presentaron todas las mujeres y la mayoría de los niños
pequeños, distribuidos en la cama, en el suelo y en sillas. Los gemelos jugaban a ir de un lado
a otro de la cama. Shea y Benjy, en el suelo, gritaban «Más, más», cada vez que Maite
callaba. Nick, con las piernas cruzadas sobre la cama, se concentraba en preparar otro cartel
con su rotulador rojo. Como el primero había sido un rotundo éxito, ese era para Barrie, y lo
adornaba con estrellas. Loren, que era médico, quería conocer los detalles de la herida recibida
y saber cómo se encontraba en ese momento. Caroline realizaba una sesión improvisada de
belleza, cepillándole el cabello a Sunny para recogérselo y dejarle algunos mechones sexys
alrededor de la cara. Maris, con sus brillantes ojos oscuros, le contaba cómo había ido su
embarazo mientras Mary lo supervisaba todo. William dejó a su familia para que hiciera lo que
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 19, 2015 10:38 am

mejor sabía, urdir un hechizo de calidez y protección, y se dirigió al granero. Se sentía
nervioso, preocupado y un poco asustado, y necesitaba un poco de paz y serenidad. Cuando
esa noche se hubiera calmado la situación, tendría que hablar con Maite. No podía postergarlo
más tiempo. Rezaba para que lo perdonara, para que lo que pensaba decirle no la alejara de
él, porque la amaba tanto que no sabía si podría vivir sin ella. Cuando hundió la cara en su
cuello y lloró, el corazón se le detuvo, porque había recurrido a él en vez de apartarse.
Había vuelto a reír. Era el sonido más dulce que jamás había oído y casi lo había desarmado.
No era capaz de imaginar su vida sin esa risa.
Cruzó los brazos sobre la puerta de un establo y apoyó la barbilla encima. Tenía que
perdonarlo. Tenía que hacerlo.
-Es duro, ¿verdad? -comentó Wolf con su voz ronca, situándose junto a William en postura
similar-. Amar a una mujer. Y es lo mejor del mundo.
-Pensé que jamás me pasaría -indicó-. Tuve tanto cuidado. Nada de matrimonio ni hijos. Pensé
que acabaría conmigo. Pero ella me cegó. Me enamoré tan pronto, que no tuve ocasión de
huir.
Wolf se irguió y entrecerró los ojos.
-¿A qué te refieres con «acabaría conmigo»? ¿Por qué no quieres hijos? Te encantan.
-Sí -musitó-. Pero son Mackenzie.
-Tú eres un Mackenzie -afirmó con voz acerada.
Cansado, William se frotó la nuca.
-Ese es el problema. No soy un verdadero Mackenzie.
-¿Quieres ir a la casa y decirle a esa pequeña mujer que no eres su hijo? -soltó Wolf.
-¡Diablos, no! -no era su intención herirla.
-Eres mi hijo. En todos los sentidos que de verdad cuentan, eres mío.
Esa verdad aquietó a William. Volvió a apoyar la cabeza en los brazos.
-Jamás entendí cómo pudiste aceptarme con tanta facilidad. Sabes qué clase de vida llevaba.
Es posible que no conozcas los detalles, pero te haces una buena idea. Era poco más que un
animal salvaje. Mamá no tenía idea, pero tú sí. Y aun así me aceptaste en tu casa, confiaste en
mí para que estuviera junto a Mary y Maris...
-Y esa confianza estaba justificada, ¿no? -preguntó Wolf.
-Pero podría haber sido lo contrario. No disponías de manera alguna de saberlo -calló un
momento y buceó en su oscuridad-. Cuando contaba unos diez años, quizá once, maté a un
hombre -expuso sin rodeos-. Ese era el chico salvaje que trajiste a casa. Robaba, mentía,
atacaba a otros chicos y los golpeaba, luego les arrebataba lo que quería. Esa es la clase de
persona que soy. Ese chico vivirá siempre en mí.
Wolf lo observó fijamente.
-Si tuviste que matar a un hombre a esa edad, sospecho que el canalla lo merecía.
-Sí, lo merecía. Los chicos que viven en la calle son presa fácil para esos pervertidos -apretó
las manos-. He de decírselo a Sunny. No puedo pedirle que se case conmigo sin saber dónde
se mete, qué clase de genes le pasaré a sus hijos -río con aspereza-. Salvo que no sé qué
clase de genes son. No sé qué hay en mi pasado. Puede que mi madre fuera una prostituta
drogadicta y...
-Detente ahí mismo -cortó Wolf. Chance miró al único padre que había conocido, al hombre
que más respetaba en el mundo.
-No sé quién te dio a luz, pero conozco las razas, hijo, y tú eres un pura sangre. ¿Sabes qué es
lo que más lamento en la vida? No haberte encontrado hasta que tenías catorce años. No
sentir tu mano agarrada a mi dedo al dar tu primer paso. No levantarme contigo por la noche
cuando te salían los dientes o estabas enfermo. No haber sido capaz de abrazarte tal como
necesitabas que te abrazaran, como lo necesitan todos los niños. Cuando te acogimos, no
podía hacer nada de eso, porque eras tan nervioso como un potrillo salvaje. No te gustaba que
te tocáramos y yo intenté respetar eso.
»Pero debes saber una cosa. Estoy más orgulloso de ti de lo que jamás lo he estado de algo
en mi vida, porque eres uno de los mejores hombres que he conocido y tuviste que esforzarte
más que la mayoría para llegar donde estás. Si hubiera podido elegir a un niño a quien adoptar,
siempre habrías sido tú».
William observó a su padre con los ojos húmedos. Wolf Mackenzie le dio un abrazo a su hijo
adulto, tal como había querido hacer todos esos años.
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 19, 2015 10:43 am

-Te habría elegido a ti - repitió.
William entró en el dormitorio y cerró la puerta a su espalda. Hacía tiempo que todos se habían
marchado, la mayoría a sus respectivos hogares, aunque algunos iban a pasar la noche allí, o
en la casa de Zane o de Michael. Maite parecía agotada, pero había algo de color en sus
mejillas.
-¿Cómo te sientes? -musitó.
-Extenuada -apartó la vista de él-. Mejor.
Se sentó a su lado en la cama.
-Tengo que contarte algunas cosas -comenzó.
-Si se trata de una explicación, no te molestes -repuso-. Me utilizaste. Perfecto. Pero, maldita
sea, no tenías por qué haber ido tan lejos. ¿Sabes cómo hace que me sienta haber sido tan
tonta de enamorarme de ti, cuando para ti solo era un juego? ¿Le gustó a tu ego...?
Le tapó la boca con la mano. Por encima de sus dedos bronceados, los ojos de ella lo
contemplaron con furia. William respiró hondo.
-Lo primero y más importante, te amo. No fue un juego. Empecé a enamorarme en cuanto te vi.
Traté de impedirlo, pero... -se encogió de hombros y volvió a lo que contaba-. Te amo tanto que
me duele por dentro. No soy bastante bueno para ti, y lo sé...
Ella le apartó la mano con el ceño fruncido.
-¿Qué? Quiero decir, estoy de acuerdo, después de lo que hiciste, pero... ¿a qué te refieres?
Le tomó la mano y se sintió aliviado cuando no la quitó.
-Soy adoptado -dijo-. Esa parte está bien. Es la mejor. Pero no sé quiénes son mis padres
biológicos ni nada sobre ellos. Me arrojaron a la calle y se olvidaron de mí. Crecí en las calles.
No recuerdo haber tenido jamás un hogar hasta aproximadamente los catorce años, cuando
me adoptaron. Podría venir de la gente más horrenda del planeta, y lo más probable es que
sea así, porque de lo contrario no me habrían dejado para que me muriera de hambre en la
cuneta. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, pero si te casas conmigo, debes saber lo que
vas a recibir.
-¿Qué? -repitió, como si no pudiera entender lo que le decía.
-Tendría que haberte pedido antes que te casaras conmigo -continuó-. Pero... demonios,
¿Cómo podía hacerlo? Soy una carta oculta. Conmigo no sabes lo que recibes. Iba a dejarte ir,
pero me enteré de la existencia del bebé y no pude hacerlo. Soy egoísta, Maite. Lo quiero
todo, a ti y al bebé. Si crees que puedes correr el riesgo...
Ella se echó hacia atrás, con una expresión tan indignada e incrédula en la cara que William
casi no pudo soportarlo.
-No me lo creo -dijo, y le dio una bofetada.
Aún no había recuperado las fuerzas, pero seguía teniendo un golpe duro. Chance permaneció
sentado, sin siquiera frotarse la mejilla. El corazón se marchitaba en su interior. Si quería volver
a abofetearlo, imaginaba que lo merecía.
-¡Tonto! -gritó-. ¡Por el amor de Dios, mi padre era un terrorista! Esa es la herencia que llevo
yo, ¿Y a ti te preocupa no saber quiénes eran tus padres? ¡Ojalá yo jamás hubiera conocido a
mi padre! ¡No me lo creo! ¡Pensaba que no me amabas! ¡Todo habría sido perfecto de haber
sabido que me querías!
William pronunció un juramento sobresaltado, una de esas palabras feas que había oído Nick.
Contempló su rostro indignado y hermoso y el peso que le oprimía el pecho desapareció como
si nunca hubiera existido. De pronto quiso reír.
-Te amo tanto que me siento enloquecer. Y bien, ¿quieres casarte conmigo?
-Tendré que hacerlo - aceptó ella a regañadientes-. Te hace falta alguien que te vigile. Y deja
que te diga una cosa, William Mackenzie, si piensas que vas a ir por el mundo dejando que te
apuñalen y te disparen mientras te da un subidón de adrenalina, será mejor que recapacites.
Te vas a quedar en casa conmigo y con este bebé. ¿Lo has entendido?
-Entendido -después de todo, los hombres Mackenzie siempre hacían lo necesario para
mantener felices a sus mujeres.
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Mensaje por asturabril Lun Oct 19, 2015 3:55 pm

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Mensaje por SuenoLR Mar Oct 20, 2015 5:22 am

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Oct 20, 2015 10:48 am

asturabril escribió:Arrow Arrow I love you I love you


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Mensaje por EsperanzaLR Mar Oct 20, 2015 10:49 am

SuenoLR escribió:
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Mensaje por EsperanzaLR Mar Oct 20, 2015 10:52 am

EPÍLOGO
Maite dormía, extenuada por el prolongado parto y luego el susto y la tensión de haber tenido
que ser sometida a una cesárea. Tenía los ojos sombreados por la fatiga, pero a William le
parecía que nunca había estado más hermosa. Su cara, cuando depositó al bebé en sus
brazos, se había iluminado. Jamás olvidaría ese momento. El personal médico había
desaparecido de la habitación, y solo habían estado su mujer y su hijo.
Bajó la vista a la carita arrugada y también cansada de su bebé. Dormía corno si hubiera
corrido una maratón, con las manitas regordetas apretadas con fuerza. Tenía el pelo negro y
aunque costaba identificar el color de ojos de un recién nacido, pensó que quizá terminaran por
ser del mismo gris luminoso de Maite.
Zane asomó la cabeza por la puerta.
-Hola - musitó -. Me han enviado a reconocer el terreno. Duerme aún, ¿no?
-Tuvo un parto complicado -explicó al observar el rostro dormido de su mujer.
-Diablos, si el pequeño pesa casi cinco kilos. No me extraña que necesitara ayuda -entró en la
habitación y sonrió al examinar la carita quieta -. Deja que lo sostenga en brazos. Debe
empezar a conocer a la familia -le quitó el bebé a su hermano y con habilidad lo acunó contra
su pecho-. Soy tu tío Zane. Me verás bastante. Tengo dos hijos pequeños que se mueren por
jugar contigo, y tu tía Maris, la conocerás en un minuto, uno un poco mayor que tú. No te
faltarán compañeros de juego, si alguna vez abres los ojos.
Los párpados del bebé no se abrieron, ni siquiera cuando Zane lo meció. Movió los labios
rosados en un inconsciente gesto de succión.
-Uno olvida lo pequeños que son -comentó en voz baja al apoyar la mano sobre la cabeza del
pequeño. Miró a William y sonrió-. Parece que sigo siendo el único en saber cómo traer al
mundo a una niña.
-Sí, bueno, es mi primer intento.
-Y también será el último, como todos pesen cinco kilos -sonó una voz desde la cama. Maite
suspiró y se apartó el pelo de los ojos; sonrió al ver a su hijo-. Deja que lo tenga -extendió los
brazos.
Esas cosas tenían un protocolo. Zane le pasó el bebé a William y este se lo llevó a Maite. No
importaba las veces que lo viera, siempre lo conmovía la comunión entre la madre y el recién
nacido, esa expresión absorta, como si se reconocieran mutuamente en un sentido básico y
primario.
-¿Te sientes bien como para tener compañía? -preguntó Zane-. Mamá está impaciente y se
muere por tener al pequeño en brazos.
-Me siento bien -comentó, aunque William sabía que no era así. Le dio un beso, y a pesar de
que el pequeño tenía unas horas de vida, lo invadió el deseo. Ella lo empujó con un poco de
rubor-. Vete -bromeó.
-¿Cómo vais a llamarlo? -quiso saber Zane -. Llevamos meses preguntándonoslo, pero no lo
habéis dicho. No podréis guardar el secreto mucho más tiempo.
William pasó el dedo por la mejilla del bebé, luego rodeó a Maite y a su hijo con un brazo. La
vida no podía ser mejor.
-Wolf -dijo-. Es el pequeño Wolf.
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Mensaje por asturabril Mar Oct 20, 2015 8:01 pm

cheers cheers I love you I love you
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Oct 21, 2015 10:10 am

asturabril escribió:cheers cheers I love you I love you


Wink Wink Wink I love you I love you I love you I love you
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Mensaje por asturabril Miér Oct 21, 2015 7:11 pm

Very Happy Very Happy I love you I love you
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Mensaje por EsperanzaLR Jue Oct 22, 2015 9:44 am

asturabril escribió:Very Happy Very Happy I love you I love you


I love you I love you I love you I love you I love you
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Mensaje por SuenoLR Sáb Oct 24, 2015 6:15 am

Muchas Gracias mi Kat me encanto
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Mensaje por EsperanzaLR Sáb Oct 24, 2015 8:59 am

SuenoLR escribió:
Muchas Gracias mi Kat me encanto


Gracias a ti por leerla mi Tonia Besotes
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Mensaje por asturabril Dom Oct 25, 2015 8:00 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 26, 2015 11:53 am

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Mensaje por asturabril Lun Oct 26, 2015 10:09 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Oct 27, 2015 11:49 am

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