Re: WEB NOVELA LEVYRRONI "El Marido Ideal" DE Gayle WILSON

por EsperanzaLR Vie Feb 12, 2016 4:06 pm

Prólogo
Sinclair Hall
Inglaterra, diciembre 1813
—No, señor Sinclair, no hay error. Hemos examinado cuidadosamente los términos
en que se redactó el testamento del coronel, se lo aseguro. Está bien claro que quería
confiarle a usted el cuidado de su hija.
William Sinclair, comandante retirado de las fuerzas de Su Majestad en Portugal, apretó
los labios. Era posible, suponía, que George Darlington le hubiese nombrado
responsable legal de su hija. Era casi tan fácil de creer como el hecho de que
Darlington fuese padre de una hija.
—¿Y la niña?
Al fin y al cabo, ella debía ser su principal preocupación. La pobre había perdido a
su padre, su único pariente conocido. Claro que, conociendo la historia de
Darlington, se preguntaba cuántas veces lo habría visto y sobre todo hasta qué punto
lo conocería.
—Está en un colegio de señoritas del norte. El lugar queda un tanto apartado, pero
tengo entendido que la familia tiene lazos allí.
—¿Algún pariente quizá? —preguntó, sintiendo el primer rayo de esperanza desde
que empezase aquella reunión con el abogado de George Darlington, que había ido
desde Londres para ponerlo al corriente de lo que se estipulaba en el testamento del
fallecido.
—No que yo sepa. Claro que puede que usted conozca detalles de la familia que yo
desconozco.
—La verdad es que sé muy poco del coronel Darlington —admitió—. Aparte de sus
labores militares, por supuesto.
—Camaradas de armas —añadió el abogado, sonriendo.
William pensó en lo mal que definía esa expresión su relación con Darlington, pero no
dijo nada. Fueran cuales fuesen sus carencias como oficial y en su opinión poseía
muchas, no tenía intención de hablar mal de un muerto.
Ni siquiera de un hombre que lo había cargado, sin ponerlo antes en su
conocimiento, con una niña a la que ni siquiera conocía. Una criatura cuya existencia
ignoraba hasta aquel momento.
—Bueno —exclamó el abogado, casi eufórico— ya le he robado suficiente tiempo y
creo que nos hemos ocupado de todos los detalles con el debido cuidado.
William se preguntó si aquel hombre sería tan obtuso como parecía o si simplemente se
sentía aliviado de que no le hubiese dado con la puerta en las narices tras exponer el
motivo de su visita. Seguramente se alegraba de haber podido colocar a la pobre niña
en las manos de otro.

por EsperanzaLR Vie Feb 12, 2016 4:47 pm

—Aquí está la dirección del colegio. Creo que los gastos de la niña están pagados
hasta el final del primer trimestre.
—Para lo cual no falta mucho —comentó William mientras tomaba el papel que le
entregaba el abogado—, si no recuerdo mal mis días de colegio. Y le aseguro que ha
pasado ya tanto tiempo desde entonces que los detalles ya se me escapan, pero
recuerdo estar en casa por Navidad.
El abogado hizo un mohín con los labios.
—No hay duda de que su memoria es excelente, señor Sinclair.
En aquella respuesta latía algo que Ian no pudo descifrar y estudió el rostro
simplón del hombre intentando encontrar qué era lo que le molestaba.
—Si no hay parientes —preguntó—, ¿dónde pasaba la niña las vacaciones durante
los años en que su padre estuvo destinado en el extranjero?
—Según tengo entendido, se quedaba en el colegio. Ya sabe, siempre hay unos
cuantos niños que no vuelven a casa en vacaciones, por una razón o por otra.
Sí, en su colegio también se daban esos casos. Recordaba vagamente un par o tres
de rostros pálidos por el invierno con la nariz pegada a los cristales de las ventanas
viendo perderse a sus compañeros en el paisaje cubierto de nieve.
—Ya —se limitó a decir, mientras recordaba las maravillosas fiestas de Navidad
que pasaba en casa de sus padres y pensaba, sin querer hacerlo, en una niña sola que
quizá no hubiese conocido nunca esa alegría, al menos en los últimos y penosos años
rotos por la guerra.
—No se moleste en acompañarme a la puerta —dijo el abogado al ver que William hacía
ademán de levantarse—. Tengo entendido que aún se está recuperando de sus
heridas y no querría que…
El hombre dejó la frase sin terminar, seguramente por efecto de la misma mirada
que William solía emplear siempre con éxito entre sus hombres cada vez que se faltaba a
la disciplina militar y no dejó de sorprenderle que siguiera surtiendo efecto aun con
un hombre que no era su subordinado y a pesar de que llevase más de un año sin
tenerla que utilizar.
—Estaré encantado de acompañarlo hasta la puerta —dijo.
El día había sido muy frío y húmedo y el cielo cubierto de diciembre no había
dejado de amenazar con nieve. Un tiempo así siempre recrudecía las secuelas de sus
heridas, pero Ian intentaba no prestarles atención. Lo mismo que hacían su familia y
sus empleados.
Era una lección que ambos habían aprendido durante su convalecencia, pero no
podía culpar a aquel hombre por no ser consciente de su sensibilidad hacia cualquier
comentario que tuviese que ver con su estado de salud.
—¿Está seguro de que no desea reconsiderar mi ofrecimiento? —continuó William,
mientras caminaba hacia la puerta—. No me gustaría pensar que ha tenido que pasar
la noche en camino con este tiempo.

por EsperanzaLR Vie Feb 12, 2016 4:58 pm

—No puedo permanecer más tiempo fuera de Londres, señor Sinclair, pero le
agradezco sinceramente su hospitalidad.
—En ese caso, le deseo que tenga un buen viaje, señor Smythe.
Cuando llegaron al recibidor, su mayordomo ayudó al señor Smythe a ponerse el
abrigo y luego éste se colocó el sombrero de piel de castor sobre su cráneo apenas
cubierto por un pelo ralo y gris. Lo vio incluso encogerse involuntariamente cuando
se abrió la puerta y el viento frío y húmedo entró a buscarlo.
—Mal día para hombres y bestias —dijo Williams mientras cerraba rápidamente la
puerta.
—He intentado convencerlo de que se quedase a pasar la noche, pero estaba ansioso
por marcharse.
—Puede que lo esperen festividades de Navidad en Londres —dijo el
mayordomo—. Debe estar deseando volver junto a su familia.
—Seguro —contestó William, pensando que aquellas iban a ser las primeras Navidades
que pasase en casa sin tener ningún miembro de la familia con quien celebrarlas.
El hermano pequeño de la familia estaba aún, peleando contra los franceses en la
Ibérica. Y como él mismo había pasado esas mismas circunstancias, sabía bien cómo
iba a pasar Sebastian la Navidad.
Habría vino, si el intendente era capaz de conseguirlo. Y quizá un par de pollos
famélicos y correosos, asados hasta llegar a ser comestibles. Después de la cena, los
oficiales se reunirían en torno al fuego o en el edificio que Wellington hubiese
designado como cuartel general para cantar villancicos. Puede que incluso se vieran
obligados a ponerse sus capas de lana para protegerse del frío que entrase por las
rendijas y que los dejaría helados hasta los mismos huesos.
Todos aquellos recuerdos le estaban haciendo sonreír. El calor de la camaradería los
ayudaría a soportarlo todo. Y al menos Sebastian no pasaría la Navidad solo.
Tampoco Val. La sonrisa de Ian se ensanchó, aunque no quería imaginarse cómo iba
a pasar su hermano mayor aquellas fiestas. Encerrado en el refugio de caza de la
familia Sinclair, Daré y su condesa parecían decididos a alargar su luna de miel hasta
más allá de un año. Y él sería la última persona en entorpecer la felicidad que su
hermano acababa de encontrar. Daré se la tenía bien ganada después de la lucha que
tras las bambalinas había mantenido con el mismo enemigo al que William y él habían
combatido por métodos más convencionales.
En cualquier caso, pensó mientras volvía cojeando junto al calor de la chimenea de
la biblioteca, su Navidad iba a ser bien solitaria. Y aquel pensamiento trajo consigo el
recuerdo de aquellos rostros pequeños y pálidos que se aplastaban contra el cristal de
Harrow hacía tanto tiempo.

por asturabril Vie Feb 12, 2016 6:44 pm

por Joanita Vie Feb 12, 2016 7:21 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !

por EsperanzaLR Sáb Feb 13, 2016 11:01 am

por Joanita Sáb Feb 13, 2016 12:02 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!

por SuenoLR Dom Feb 14, 2016 4:38 am

Sique mi Kat

por Joanita Dom Feb 14, 2016 4:39 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!

por EsperanzaLR Dom Feb 14, 2016 4:56 pm

Capítulo 1

—¿Perdón? —se disculpó Maite Darlington, levantando por fin la mirada. Estaba
arrodillada en el suelo de piedra, en las manos el bajo de la enagua de lana de Sally
Eddington.
Estaba subiéndoselo para que a la niña no le arrastrase por el suelo al caminar y la
concentración con la que estaba trabajando en la enagua sin que la pequeña se la
quitara le había impedido oír la primera parte del mensaje que la directora del
colegio le había enviado.
—Es su tutor —dijo Margaret Rhodes, ahuecándose en consonancia con la
importancia del mensaje que tenía que entregar—. Ha venido a llevarla con él a pasar
la Navidad.
—Qué bien, Sally —dijo Maite, mientras daba una larga y última puntada antes de
cortar el hilo con los dientes—. No sabía que te marchabas hoy.
La verdad es que incluso desconocía el hecho de que Sally tuviese un tutor.
Recordaba perfectamente que la niña, hasta aquel momento, había pasado todas las
vacaciones en el colegio. Sólo unas cuantas alumnas se quedaban allí en vacaciones y
ya que ella había sido siempre una de esas niñas, sabía bien quiénes eran las demás.
Y conocía también sus historias.
La pérdida de la madre, acaecida normalmente a causa del nacimiento demasiado
temprano de un segundo hijo; el casamiento en segundas nupcias del padre, quizá. O
simplemente, desinterés.
Ella misma podía encajar en la última categoría, pero el desinterés de su padre era
algo en lo que había dejado de pensar hacía ya tiempo. Incluso le estaba agradecida
por la educación que le había proporcionado, aunque nunca hubiera podido
disfrutar de su presencia. Y precisamente aquella semana la señora Kemp le había
ofrecido un puesto como profesora allí, en el internado, para el curso siguiente.
Así no tendría necesidad de marcharse, pensó satisfecha, estirando la falda de Sally
y acariciando después los bucles color zanahoria que rodeaban su carita pecosa.
—Pero yo no quiero ir —contestó Sally, abriendo de par en par los ojos.
—Tú no, tonta —dijo Margaret—. Ella.
Anne volvió la cabeza para mirar atentamente a Margaret por primera vez.
—¿Yo? —repitió, atónita.
—Y la señora Kemp ha dicho que no debe hacerlo esperar.
Maite fue a protestar, pero no lo hizo. Al fin y al cabo, aquel acontecimiento iba a
ser una agradable ruptura en la rutina de limpiar mocos y tomar lecciones.
O se trataba de una broma, o habían ido a buscarla por error, pero fuera como
fuese, resultaría más entretenido que lo que estaba haciendo. Si se trataba de una
broma, las otras chicas se reirían un buen rato a su costa, lo cual no le parecía mal. Y
si no lo era, el error se aclararía cuando llegase al despacho de la directora y mientras
tanto…

por Joanita Dom Feb 14, 2016 6:18 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!

por asturabril Dom Feb 14, 2016 7:56 pm

por SuenoLR Lun Feb 15, 2016 7:53 am

por EsperanzaLR Lun Feb 15, 2016 4:20 pm

—Claro, claro. Será mejor no hacerlo esperar —dijo alegremente—. Debe haber
venido desde Londres, supongo.
—No lo sé —contestó Margaret—, pero desde luego, traía un coche de caballos
impresionante.
—Si la señora Kemp te oyese hablar así, tú sí que ibas a terminar impresionada.
La niña contestó con una sonrisa y Maite echó a correr por el pasillo seguida de
Margaret. Aquellas carreras no serían un buen ejemplo en opinión de la señora
Kemp, en especial teniendo en cuenta que en pocos meses iba a ser profesora.
Redujo la marcha al acercarse a la puerta del despacho de la directora y se colocó
tras la oreja varios mechones que se habían escapado del moño en el que se había
recogido el pelo. Luego repasó el aspecto de su vestido de lana pasándose las manos
por el cuerpo. Después miró a Margaret para asegurarse de que estaba presentable
ya que, en opinión de la señora Kemp, siempre se podía mejorar su aspecto.
Y tenía razón. Llevaba el pichi desabrochado y sin dejar de andar de espaldas, le
abrochó los botones e hizo un par de arreglos más.
Los ojos desmesuradamente abiertos de Margaret deberían haberla puesto sobre
aviso, pero no cayó en la cuenta hasta que era demasiado tarde y se tropezó con algo
sólido y que emitió un sonido ahogado.
Mejor dicho, con alguien. Con alguien muy alto y cuyas ropas incluso para una
chica provinciana como ella, tenían el aspecto de estar a la última moda, empezando
por las impolutas botas altas y terminando en los amplios hombros de la chaqueta de
perfecto corte. Teniendo en cuenta el tiempo tan desapacible, seguro que un
sobretodo y un sombrero de copa completarían su atuendo.
—Dios mío, espero no haberle hecho daño —se disculpó.
Desde luego, aquel hombre parecía lo bastante fuerte como para no poder hacerle
daño, pero es que el sonido que había emitido le pareció de dolor. Y había algo en la
línea de su boca que parecía indicar cierta incomodidad.
Pero fue al verlo sonreír cuando miró sus ojos. Eran muy azules y sonreían tan
abiertamente como su boca.
Ojos de mirada sonriente. Era una frase que había leído una vez en una novela, un
pasatiempo expresamente prohibido por la señora Kemp. Hasta aquel día, no supo lo
que significaba y en aquel momento el corazón comenzó a latirle con cierta
irregularidad.
—Creo que sobreviviré a la carga —dijo el hombre—. Aunque siempre es
recomendable mirar por dónde se anda. Sólo por evitar encontrarse con sorpresas.
Maite se echó a reír.
—Imagínese lo aburrido que sería mirar siempre hacia donde uno se dirige.
Confieso que casi prefiero andar por la vida de espaldas.
Hubiera querido añadir: «Se conoce gente muy interesante de ese modo», pero no supo
decidir si parecería sofisticado o simplemente absurdo.

por asturabril Lun Feb 15, 2016 4:30 pm

por EsperanzaLR Lun Feb 15, 2016 4:45 pm

Y mientras intentaba aclarar el dilema, aquellos ojos azules fueron a posarse en
Margaret, sin dejar de sonreír. Anne tragó saliva y se volvió hacia su amiga. La niña
seguía con los ojos muy abiertos, tanto que casi podría calificarse de grosería estar
mirando al visitante con tanta desmesura.
—Hola —dijo él.
—Hola —murmuró ella.
El desparpajo y la confianza con que había transmitido el mensaje habían
desaparecido, aunque no podía culparla por ello. Ninguna de las dos estaba
acostumbrada a ver a alguien de una categoría social a tantos años luz de la suya.
—No estoy muy seguro de cómo debe hacerse —decía el caballero—, pero me he
acreditado ante la señora Kemp como tu tutor legal y ella ha estado de acuerdo en
que nos marchemos en cuanto estés preparada. Como no te he puesto sobre aviso
con anterioridad, supongo que necesitarás algo de tiempo para hacer las maletas.
Espero que lo hagas con la máxima rapidez posible porque el día está empeorando.
Margaret no dijo nada; se limitó a seguir mirándolo boquiabierta. Cuando el
silencio ocupó ya varios segundos, apartó a duras penas la mirada de él para
volverse hacia Maite.
—No soy yo —dijo, señalando con un dedo tembloroso—. Es ella. Ella es Maite
Darlington.
Aquellos ojos azules siguieron la dirección del dedo y Maite se dio cuenta de que
había dejado de sonreír y que la miraban con la misma sorpresa con que Margaret lo
había mirado antes a él.
—¿Usted es Maite Darlington? —preguntó, atónito.
Así que no había error, se dijo Maite, intentando encontrarle sentido a todo aquello.
—Sí, soy yo —contestó, inclinando levemente la cabeza.
—¿La hija del coronel George Darlington?
—¿Conoció usted a mi padre, señor?
Hubo otro breve silencio.
—Serví con su padre en la Península Ibérica, señorita. Permítame que le presente
mis condolencias por su pérdida.
A Maite nunca la habían llamado señorita y el tratamiento le resultó muy
sorprendente, pero también la ayudó a comprender que quizás aquel hombre era de
verdad su tutor. Quizás años atrás su padre hubiera nombrado un tutor para ella,
algún compañero de armas en el que confiase. Y entonces…
—Gracias —contestó con suavidad.
Hasta el momento había sufrido en abstracto por su padre, pero al no haberlo visto
durante los últimos siete años, se había recuperado rápidamente del dolor de su
muerte, de la que la habían informado hacía sólo dos meses.

por Joanita Lun Feb 15, 2016 5:48 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!

por nancynieto85 Mar Feb 16, 2016 12:12 am

Me gusta siguela porfavor Kat

por EsperanzaLR Mar Feb 16, 2016 1:47 pm

—Me llamo William Sinclair y en el testamento de su padre se me pide que actúe como
tutor en caso de su fallecimiento.
«Qué raro. No había dicho su padre me pidió, sino en el testamento de su padre se me pide».
—¿Y usted ha aceptado?
—El coronel Darlington era… un camarada de armas.
A Maite le llamó la atención aquella breve duda, pero la verdad era que ella sabía
bien poco de asuntos militares. Al parecer su padre había escogido a un hombre
entre sus conocidos que le merecía la confianza suficiente para ser nombrado tutor de
su hija.
¿Cuántos años habrían transcurrido desde que tomase aquella decisión? Y teniendo
en cuenta la confusión al pensar que se trataba de Margaret y no de ella, se preguntó
también si su padre se acordaría de su edad al redactar el testamento. Desde luego,
nunca la había felicitado por su cumpleaños, así que…
—Como usted puede ver, señor Sinclair, mi necesidad de un tutor es casi nula.
Cumpliré veinte años en mi próximo cumpleaños y la señora Kemp ha tenido la
amabilidad de ofrecerme un puesto como profesora aquí. Mi padre no conoció la
noticia antes de fallecer ya que el ofrecimiento se hizo con posterioridad.
—¿Quiere decir que mantenía correspondencia habitual con su padre?
El hombre la miraba con tanta atención que se sintió obligado a decirle la verdad.
—No.
—Ya.
Aunque había crecido entre niñas cuyos padres no deseaban cargar con la
responsabilidad de contratar tutores o institutrices para ellas, Maite se había visto
forzada a admitir que la ausencia absoluta de interés por parte de su padre no era
corriente. La mayoría de sus compañeras recibían alguna que otra carta o visita, pero
en todos los años que ella había pasado en Fenton no recordaba haber recibido
ninguna de ambas cosas.
—Siento mucho que haya hecho el viaje para nada —dijo—, sobre todo y tal y como
usted ha dicho, estando el tiempo tan revuelto.
El hombre apretó los labios y Anne reparó en las profundas líneas que enmarcaban
su boca. Se preguntó qué edad tendría, pero había algo en su rostro que hacía muy
difícil intuirla, a pesar de los mechones grises que ceñían sus sienes. Su mirada,
cuando sonreía, era la de un hombre joven. Pero en aquel momento…
—La verdad es que la perspectiva de pasar la Navidad solo me resulta muy
desagradable —dijo y volvió a sonreír.
Ella no temía la llegada de la Navidad. Más bien disfrutaba de la tranquilidad que
le proporcionaba. Sólo quedarían unas cuantas niñas en el colegio, la mayoría como
Sally, muy pequeñas. Y como ella era la mayor de todas, la que llevaba más tiempo
allí, las celebraciones de Navidad recaían sobre sus hombros. Y era una tarea con la
que disfrutaba mucho.

por EsperanzaLR Mar Feb 16, 2016 1:57 pm

Sin embargo, hubo algo en la declaración de aquel caballero que le llegó a lo más
hondo del corazón, igual que las lágrimas de Sally las primeras noches que pasó allí.
«¿Y quién eres tú, Maite Darlington, para sentir lástima por él?», se reprendió.
—¿Está segura de que no puedo convencerla de que venga conmigo? —insistió William
Sinclair—. No se imagina lo entusiasmado que está el servicio de mi casa ante la
perspectiva de tener una invitada. Mi existencia últimamente es demasiado tranquila
para su gusto, me temo y contaban con su llegada como excusa para una celebración
a la antigua usanza.
«Mi existencia últimamente…». Maite empezaba a atar cabos. William Sinclair había
confesado conocer a su padre de España y si había vuelto a Inglaterra estando las
fuerzas de la Corona aún en la guerra por el control de aquel país, sólo podía deberse
a una razón. Una razón que explicaba las líneas de sufrimiento de su rostro y su
reacción al chocar contra él.
Si aparte de una niña llorando había algo que podía llegarle al corazón, era
precisamente el sufrimiento de una criatura. De no haber sido por las estrictas
normas de la señora Kemp, el colegio habría sido por ella refugio de cualquier
criatura herida o sin hogar de los alrededores.
De hecho y sin que la señora Kemp lo supiera, a lo largo de los años su habitación
había servido de refugio a una amplia variedad de heridos o inválidos, e William Sinclair,
sin saberlo, le había hecho una invitación a la que le era imposible resistirse.
—En ese caso, no me gustaría desilusionarlos —dijo—, sobre todo en esta época del
año.
No era exactamente lo que él se esperaba, se decía Ian mientras aguardaba en el
despacho de la señora Kemp a que su ahijada hiciese las maletas.
Y Maite le había proporcionado la excusa perfecta para no seguir adelante con
aquella farsa. Pero por alguna razón, quizás tan peregrina como la que había
exhibido de que el servicio de su casa estuviese entusiasmado ante la idea de contar
con una invitada, había insistido en que pasase la Navidad con él. Menuda sorpresa
se iban a llevar cuando lo vieran aparecer no con la niña que todos esperaban, sino
con una hermosa joven.
—…Tremendamente de menos, señor Sinclair, pero desde luego no voy a negarle a
Maite esta oportunidad —estaba diciendo la señora Kemp—. Es una joven muy
inteligente y con los mejores sentimientos que he conocido nunca y me llena de
felicidad saber que podrá ocupar el puesto que merece en la sociedad. Temía que su
padre no se diera cuenta de la importancia de que Maite asista a los actos sociales
más destacados de la temporada.
Aquellas palabras lo dejaron helado. Había salido al amanecer de su casa esperando
volver con una niña, pero de pronto y sin aviso, se encontraba en la obligación de
presentar en sociedad a una joven. Un papel para el que no podía haber alguien
menos indicado que él.

por EsperanzaLR Mar Feb 16, 2016 2:06 pm

Al fin y al cabo, su contacto con la alta sociedad se había visto muy limitado por su
servicio en el extranjero y su prolongada convalecencia. Tenía amigos en ese círculo,
por supuesto, pero lo que supondría presentar en sociedad a la hija de George
Darlington iba mucho más allá de lo que se podía imaginar al iniciar aquel
descabellado viaje.
Sebastian lo habría acusado de ser un bobo sentimental y Daré le habría advertido
que si terminaba en la tumba por atreverse a recorrer medio país con aquella
tormenta de nieve, no quedaría nadie para ocuparse de Maite Darlington. Si es que
necesitaba que alguien cuidase de ella.
Y es que era ya toda una mujer. La mayoría de las chicas de su edad estaban ya
casadas y dispuestas a darle herederos a sus maridos y porque aquella hubiese
permanecido oculta tras los muros de Fenton, la sociedad no dejaría de considerarla
una mujer.
—¿Su… presentación? —repitió, casi horrorizado por lo que sabía de esas cosas.
Por supuesto que había bailado con muchas chicas en su presentación, como todos
los demás, pero nunca había sido responsabilidad suya el presentarlas. Y al parecer,
la señora Kemp estaba sugiriendo que eso precisamente era lo que debía hacer.
—Desde luego —corroboró la señora Kemp—. Su familia materna era bastante
respetable. Su abuelo era vizconde y tengo entendido que el apellido Darlington es
también muy honorable. El padre de Maite… —hizo una delicada pausa para arquear
las cejas— ¿Era amigo suyo, señor Sinclair?
—Conocido —aclaró con cautela.
Había decidido reservarse para sí mismo la opinión que tenía sobre Darlington.
Airearla sólo serviría para perjudicar a su hija.
—Ah… Ya me parecía que ustedes dos… —hizo otra pausa para mirar a William a los
ojos—. Desatendió a su hija durante años. Si no fuese por el carácter de Maite, debido
a su falta de apoyo financiero me habría visto obligada a expulsarla del colegio hace
años.
—Según me dijo el abogado, su padre se había hecho cargo de los gastos de su
educación.
—Sí, pero nada más. La pobre ha dependido de nuestra caridad para todo lo demás.
—Le aseguro, señora Kemp, que lo que se le deba será lo primero a lo que se
atienda en cuanto se disponga de los bienes que Darlington pudiera tener. Sin
embargo, conociendo su inclinación al juego y a otros… vicios, no estoy muy seguro
de a cuánto podrían ascender esos bienes, pero le aseguro que su bondad se verá
recompensada aunque sea de mi propio bolsillo.
—Yo no quiero dinero, señor Sinclair y mucho menos el suyo. Lo que sí deseo es
que Maite tenga la oportunidad de disfrutar de la felicidad que se merece. Es una
joven bondadosa, con un alma generosa y compasiva y quiero que alguien le
proporcione la situación que por su cuna le corresponde y que nosotros no podemos
ofrecerle aquí. ¿Me promete usted que hará todo lo posible por conseguirlo?

por EsperanzaLR Mar Feb 16, 2016 2:29 pm

William había viajado hasta allí dejándose llevar por un impulso y por la idea de poder
proporcionar unas fiestas de Navidad a una niña casi abandonada, pero lo que le
pedía la señora Kemp era algo de naturaleza bien distinta. Puede que no supiera
mucho de la presentación de una joven en sociedad, pero desde luego tenía la certeza
de cuál era la intención de tal acontecimiento.
La señora Kemp le estaba pidiendo que le buscase marido a Maite Darlington.
Como tutor suyo, sabía que en realidad, era lo menos que podía hacer por ella.
—Tiene mi palabra.
—Es la mejor oportunidad con que podías soñar, Maite querida y debes
prometerme que harás todo lo posible por aprovecharla —le dijo la señora Kemp.
—Creo que… no la entiendo muy bien. Es sólo una visita de Navidad —contestó
Maite sonriendo a la mujer que había sido lo más parecido a una madre que había
tenido. Su verdadera madre había muerto teniendo ella sólo cuatro años, poco antes
de ser enviada a Fenton.
—Puede que ésa fuera la intención inicial del señor Sinclair, pero creo haberle hecho
ver que su responsabilidad va mucho más allá. Al fin y al cabo es tu tutor y es
responsabilidad suya verte debidamente situada.
Maite movió la cabeza. Aún no estaba segura de comprender.
—¿Debidamente situada? —repitió—. Creía que habíamos acordado que el año que
viene tendría un puesto aquí como profesora.
—¡Ay, querida! Eso no puede compararse con la ocasión que se acaba de presentar.
Casi me cuesta creer que tu padre tuviese tan buen juicio a la hora de elegir a tu
tutor, pero así fue y ahora ha llegado tu momento.
—¿Mi momento?
—El momento de encontrar el lugar en el mundo que te pertenece por nacimiento.
Las dos sabemos que a veces puedes ser muy testaruda, querida, pero debes permitir
que el señor Sinclair te guíe. Estoy convencida de que sólo lo mueven los mejores
deseos para ti.
—Pero señora Kemp, usted sabe lo feliz que yo soy aquí. Estaría encantada de pasar
todas las Navidades con él ya que eso es lo que parece desear, pero vivir
permanentemente en su casa o depender de su caridad es algo que ni él ni yo
podemos desear. No sé qué clase de vida es a la que usted y él creen que tengo
derecho, pero le aseguro que la vida que deseo está aquí.
—No puedes evaluar lo que no conoces y estás a punto de entrar en un mundo que
desconoces por completo. Puede que al principio te intimide, pero… —la señora
Kemp pareció quedarse sin palabras y puso su mano en la mejilla de Maite, como si
fuese una de las alumnas más pequeñas necesitadas de consuelo—. Ay, querida, es
una oportunidad tan maravillosa… —insistió, ilusionada—. Lo único que te pido es
que la aproveches al máximo, pase lo que pase.
Lo cual no le proporcionaba ningún consuelo, pero tomó la mano de la señora
Kemp y apoyó brevemente en ella su mejilla antes de llevársela a los labios y besarla.

por EsperanzaLR Mar Feb 16, 2016 2:47 pm

—Lo haré —dijo, mirando aquella mano cuyas venas eran perfectamente visibles a
través de la piel tan fina—. Prometo hacerlo, señora Kemp. Testaruda o no, haré lo
que el señor Sinclair crea que es lo mejor. Se lo prometo.
Cuando se vio acomodada en el carruaje, la maleta asegurada en el portaequipajes y
las piernas y los pies cubiertos por una gruesa manta de piel, fue cuando Maite se dio
cuenta de verdad de lo que había ocurrido.
Confinada en una institución dirigida por reglas y disciplina, muchas veces había
soñado con la aventura, sobre todo durante la adolescencia. Pero nada de lo que
había vivido hasta el momento la había preparado para enfrentarse a una.
Y sin embargo, allí estaba, acomodada en un carruaje junto a un hombre al que no
conocía. La insistencia de la señora Kemp en que había visto los documentos en los
que se le acreditaba como su tutor legal, además de su obvio entusiasmo por las
posibilidades que el señor Sinclair podía ofrecerle, habían bastado para tranquilizarla
mientras estaba en el entorno familiar y protegido del colegio.
Pero al encontrarse a solas con su guardián, las historias que con tanto deleite había
leído sobre secuestros y cosas por el estilo le parecieron de pronto demasiado reales.
Y demasiado inciertas.
—¿Está cómoda? —preguntó el señor Sinclair, sonriéndole desde el asiento de
enfrente.
—Sí, mucho —contestó.
El carruaje no sólo estaba elegantemente decorado, sino que poseía una magnífica
suspensión y a pesar del frío reinante, su interior resultaba tan acogedor como su
habitación del tercer piso. Puede que incluso más. Sin embargo, era aquélla una
habitación que empezaba a echar cada vez más de menos.
—Bien —dijo él.
Se había quitado el sombrero y lo había dejado en el asiento a su lado y cuando
hubieron recorrido ya cierta distancia, apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y
cerró los ojos, dándole a Maite con sumo tacto la oportunidad de estudiar sus rasgos
a la luz del día, mucho menos benévola que la del interior del colegio.
No se había equivocado en su primera apreciación. William Sinclair había sido liberado
del servicio por enfermedad y aún no se había recuperado del todo. Además lo había
visto cojear al dirigirse al carruaje.
Unas sombras oscuras delimitaban sus ojos, su rostro estaba enjuto y bajo el color
oscuro de su piel, había un matiz de gris. Apretaba los labios, como si estuviese
combatiendo un dolor que ella casi podía sentir.
Pero a pesar de todo, era un rostro de un atractivo innegable. Tenía una nariz recta
y bien definida, al igual que la boca, una frente despejada y noble y un maxilar
fuerte. Tuviera la edad que tuviese, William Sinclair era un hombre muy atractivo. Y era
su tutor.

por EsperanzaLR Mar Feb 16, 2016 2:52 pm

¿Sería legal ejercer como tutor teniendo ella ya diecinueve años? Su
desconocimiento de las leyes era total, así que debía confiar en que el abogado de su
padre y la señora Kemp tuvieran más conocimiento al respecto que ella ya que
ninguno de los dos había expresado reserva alguna.
Se volvió a mirar por la portezuela. La nieve que llevaba días amenazando con caer
había empezado a cubrir el paisaje con fruición y se preguntó de nuevo cómo el
señor Sinclair se habría decidido a hacer aquel viaje teniendo en cuenta su estado de
salud.
No podía imaginar qué lo habría empujado a emprender aquella aventura por el
bien de una niña que ni siquiera conocía. El sentido del deber, seguramente. Y un
sentimiento de obligación hacia su padre, que debía haber sido amigo suyo.
Según había dicho, su padre y él habían sido compañeros de armas. Tendría que
preguntarle por ello. Quizás podría ayudarla a comprender al hombre que le había
dado la vida para abandonarla después. Seguro que él sabría más de él que ella. Ni
siquiera se acordaba de su cara.
Ella se parecía a su madre. No recordaba quién podía habérselo dicho, pero era una
certeza que la había acompañado toda su vida y al llegar a la edad adulta, el rostro
que el espejo le devolvía había llegado a ser igual al del camafeo de oro que seguía
llevando al cuello, la única cosa que había conservado de su madre.
Se llevó la mano al cuello y palpó su forma tan familiar para ella. Al menos algo le
resultaría familiar cuando llegasen a su destino, pensó, evitando deliberadamente
mirar el rostro marcado por el dolor de William Sinclair.

por Joanita Mar Feb 16, 2016 5:47 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!

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