Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18)

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Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18) - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18)

Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:03 pm

26

Maite

William se encontraba de espaldas, tirándome hacia él cuando me vine en un orgasmo que estaba bastante segura, me había hecho desmayar. Me acurruqué en sus brazos y suspiré de alivio. Había hecho muy felices a mis necesitadas partes. Más que felices. Estaba dolorida por todas partes y me encantaba.



—Creo que puede que me hayas roto. —Ahogó una risa contra mi sien y colocó allí un beso.



—Espero que no, porque cuando tenga energía para moverme, me gustaría hacerlo de nuevo —le contesté tan dulcemente como pude.



—¿Porque de pronto me estoy sintiendo utilizado? —preguntó.



Pellizqué la piel que cubría sus abdominales. —Lo siento si te sientes utilizado, pero con un cuerpo como el tuyo, ¿qué esperas?


William rió y me puso de espaldas antes de cubrirme con su cuerpo. Sus ojos plateados brillaron al mirarme.



—¿Eso crees?


Solo asentí. Temía que diría algo más si hablaba. Como el hecho de que estaba enamorada de él.



—Eres tan hermosa —susurró mientras bajaba la cabeza para besar mi rostro, como si fuera algo para adorar.



No era hermosa. Él lo era, pero no señalé ese dato. Si quería pensar que lo era, entonces lo dejaría. Sus manos corrieron bajo mi cuerpo haciéndolo zumbar de placer.



—¿Despiertas así cada mañana? —preguntó con un brillo en sus ojos.



Podría mentir, pero había tenido suficiente de eso.


—Sí. A veces en medio de la noche también.



William levanto una ceja. —¿En medio de la noche?


Asentí.



Extendió la mano y peinó los mechones fuera de mi rostro. —¿Cómo se supone que te ayude en medio de la noche si no estás conmigo? —su voz sonaba realmente preocupada.


—No me quieres despertándote cada noche por sexo —le dije.



—Nena, si te despiertas caliente quiero estar listo y disponible —su voz bajó y deslizo una mano hacia abajo para ahuecarla entre mis piernas—. Esto es mío, y yo cuido de lo que me pertenece.



—William —advertí.


—¿Si?


—Voy a montarte aquí mismo y exprimir tus sesos si no dejas de decir cosas como esa.


William sonrió.



—Eso no es una gran amenaza, dulce Maite.



Volví la cabeza para sonreír y el reloj en mi mesita de noche me llamo la atención. ¡Oh mier*da! Empuje a William. —Tengo que estar en el trabajo en diez minutos —le grité a modo de explicación.



William se apartó de mí y salté fuera de la cama, sólo para darme cuenta que me encontraba bastante desnuda, y que William estaba tendido en la cama con una sonrisa, viéndome entrar en pánico.


—Por favor, no me importa. La vista es estupenda desde aquí —dijo con una sexy sonrisa.



Negué con la cabeza y agarré un par de bragas limpias y un sujetador, luego corrí al baño.



***



—Parece que alguien tuvo suerte o ¿esa sonrisa de felicidad es por todas esas donas que te llevé? —Jimmy arrastró las palabras mientras entraba a la cocina con un minuto de retraso.

Mi cara se sentía como si estuviera en llamas —Me encantan las donas. Gracias, y lo siento, lo olvide anoche. Fue un uh… día loco —contesté, eligiendo un delantal, asustada de hacer contacto visual con él.



—Nena, si acabara de salir de la cama de William Finlay estaría sonriendo como loco también. De hecho, estoy terriblemente celoso. Sé que mis donas no pusieron ese brillo de satisfacción en tus ojos.



Comencé a reír y cogí un lápiz y una libreta. —Es bastante asombroso.



—Oh, por favor, dame detalles. Pondré atención a cada palabra —rogó Jimmy saliendo hacia el comedor junto a mí.



—Ve a coquetear con mujeres y deja de fantasear con mi… mi…—¿Qué era William? No era mi novio. Era el padre de mi bebé y eso apenas sonaba justo.



—Es tu hombre. Dilo porque es verdad. El chico adora tu altar.



No respondí. No estaba segura de que contestar. Ya había mesas llenas y tenía trabajo que hacer. Woods, Jace y Thad, el rubio con cabello rizado de cuyo nombre me había enterado hace poco, estaban sentados en una de mis mesas. Fui a tomar las órdenes de bebidas del señor Lovelady y de su acompañante de hoy. Siempre tenía chicas con él que parecía que podían ser sus nietas, pero nunca lo eran. Según Jimmy, el señor Lovelady era más rico que Dios. A pesar de ello, era viejo. Lo que era sencillamente asqueroso.



Después de tomar sus órdenes de bebidas me dirigí a la mesa de Woods. Los tres chicos me sonrieron cuando me acerqué, y Thad me guiñó un ojo. Era el chico guapo a quien le gustaba coquetear, y todos lo sabían. Por lo que ignorarlo fue fácil.



—Buenos días, muchachos. ¿Qué puedo traerles para beber? —pregunté mientras colocaba sus vasos de agua en frente a ellos.



—Luces alegre esta mañana. Es bueno verte sonreír otra vez —dijo Thad mientras tomaba su vaso de agua y bebía un sorbo.



El sonrojo volvió a mis mejillas. Podía sentirlo. Eché un vistazo hacia Woods, quien me observaba con una mirada cómplice. Era lo suficientemente listo para entenderlo.



—Quiero un café —fue la única respuesta de Woods. Estaba muy agradecida de que no estuviera de humor para tomarme el pelo.



—Bethy no me dejó tocar las donas que Jimmy trajo esta mañana. No me di cuenta que las donas te ponían de tan buen humor —la sonrisa de satisfacción en el rostro de Jace dijo que sabía exactamente qué había sucedido. ¿Acaso, ahora todo el club iba a saber sobre mi vida sexual? ¿Era así de interesante?


—Sucede que me encantan las donas —respondí, estudiando mi libreta en vez de mirar a cualquiera de ellos.



—Siento como que me estoy perdiendo de algo aquí y odio sentirme excluido —dijo Thad apoyándose en la mesa e inspeccionándome más de cerca.



—Aléjate y pide tu maldita bebida —le espetó Woods.



Thad rodó los ojos y se echó hacia atrás en su asiento. —Todos están tan sensibles. Quiero una botella de agua mineral.



Lo anoté y luego miré hacia Woods. —¿Les gustaría que les traiga frutas frescas a la mesa?



Asintió. —Por favor.



Contenta de haber terminado con esos tres, me dirigí a la cocina luego de haber sido detenida por la Sra. Higgenbotham, la cual quería una Mimosa para ella y su hija, quien parecía tener unos dieciocho años. Jimmy estaba cargando su bandeja cuando entré a la cocina. Me miró por encima de su hombro.



—Sé que estoy siendo entrometido pero tengo que preguntar, ¿quién es la chica que William dejo aquí ayer al salir corriendo?



Meg. No sabía nada más sobre ella. Solo Meg, una vieja amiga. De hecho había olvidado que William la había dejado aquí.



—Es una vieja amiga suya. No sé mucho más.


—Woods la conoce bien también. Fue y habló con ella después de que ustedes salieran corriendo. Supuse que no era nueva si ambos la conocían.



Me recordé a mí misma que era parte de su pasado. No tenía razón para sentir celos de ninguna manera. Eran viejos amigos. Solo porque era una de ellos no significaba que tuviera que sentirme inferior.



Puse las frutas de Woods en mi bandeja y cogí las bebidas que todos habían pedido antes de volver a entrar al comedor. Me concentré en la entrega de bebidas a mis mesas antes de hacer un barrido mientras caminaba hacia la mesa de Woods. Vi a Woods entrecerrar sus ojos desde mi dirección hacia una mesa a mi izquierda. Estaba en el área de Jimmy.


Miré hacia atrás para ver si eso era una pista para que ayudara a alguien, cuando mis ojos se encontraron con los de Justin. Me detuve. Estaba aquí. Una sonrisa comenzó a formarse en mis labios cuando mis ojos se movieron para ver a Nan sentada a su lado, con una mueca de enfado en su rostro. Giré mi atención de nuevo hacia Woods y decidí pretender que no estaban aquí.



—Aquí está su fruta —podía oír el tono nervioso en mi voz y rogué que los chicos no se dieran cuenta—. Y aquí están sus bebidas. ¿Todos listos para ordenar ahora? —pregunté, forzando una sonrisa. Los tres se me quedaron mirando, haciendo todo aún más incómodo. Era algo que iba a tener que aprender a superar.



Nan era su hermana. Estaría en mi vida si William lo estaba. Aprender a vivir con alguien odiándome era una parte de la vida que necesitaría saber aceptar.



—Es su hermana. Haces esta cosa con él y tienes que lidiar con ella también —me dijo Jace como si no lo supiera. No me gustaba sentir como si cada emoción que tenía estuviera a la vista. Siempre había sido una persona reservada. Esto era demasiado.


Lo ignoré, sacando mi libreta y mirando deliberadamente a Woods. Aclaró su garganta y ordenó. Los otros también lo hicieron sin más palabras de sabiduría.

27

William

—Te llamé para preguntarte si podrías desayunar conmigo. ¿Por lo menos podrías darme treinta minutos de tu atención? Hace semanas que no nos hemos visto. Te echo de menos—Me afectó el dolor en la voz de Nan. Tenía razón. La estaba ignorando. Incluso no estaba seguro de lo me había dicho desde que Maite entró en el comedor. Estaba tan concentrado en que no cargara nada pesado y que nadie la estuviera molestando… o coqueteando con ella, que no me quedaba mucho tiempo en el almuerzo con mi hermana.



—Sí, lo siento —le dije, viendo la puerta por donde había visto a Maite entrar.



Otra vez cuéntame del torneo de navegación que estabas haciendo con el chico nuevo… me dijiste que su nombre era Charles.



Nan sonrió cuando le mencioné el nombre del chico y luego asintió. Me recordó a la pequeña niña que se entusiasmaba hablando de algo que le interesaba. No como un adulto enojado cuando crecía.—Sí. Es el nieto de los Kellars. Es de Cape Cod y es un experto en navegación. Navegó hasta aquí durnate el verano. Como sea, entró a un torneo y quiere llevarme con él. Sólo será por unos días.



Escuché mientras hablaba de Charles y su velero, pero era muy difícil no mirar alrededor y buscar a Maite. Necesitaba encontrar un balance entre estas dos mujeres en mi vida. Primero estaba Maite, pero amaba a mi hermana y me necesitaba. Incluso si en el desayuno la escuchaba hablar acerca de su última conquista. No tenía con quien hablar. Dejó de hablar y frunció su ceño por algo que pasaba detrás de mi hombro.



—Necesita concentrarse en su trabajo y dejar de mirarte. Dios, no sé por qué Woods no la despide.



Miré hacia atrás para ver a Woods, Jace y Thad sonriendo y bromeando con Maite, que se encontraba sonrojada.



—No está mirando ahora. Está demasiado ocupada coqueteando con los chicos. Sólo le importa el dinero. Realmente es patético. Me gustaría que vieras lo ridículo que es su intento. Quiero decir, los estoy viendo y…



—Nan, cállate —gruñí. No quería escuchar todas las tonterías que Nan decía respecto a Maite, tampoco quería ver a los chicos coquetear con ella, y que la hicieran sonrojar era más de lo que podía manejar. Iba a asegurarme de cada uno de esos hijos de put*a comprendieran que era mía.



—¿Vas a dejarme por ella? Está coqueteando con ellos, William. No puedo creer que simplemente te levantarás durante el desayuno para ir con el público que tiene esa pu*ta barata. —El ataque de celos que había tenido inmediatamente me había distraído y me había olvidado de mi hermana. Una neblina roja se apoderó de mí, y me giré hacia ella.



—¿Qué demonios acabas de decir? —le pregunté susurrando y levantándome sobre ella. Abrió la boca para hablar, pero sabía que si decía algo malo de Maite iba a perder el control.



—No lo hagas. Si es que quieres salir de aquí con un poco de dignidad. Si alguna vez vuelves a decir algo malo acerca de Maite ya no voy a volver a verte. Maldita sea, ¿lo entiendes?



Los ojos de Nan se abrieron. Nunca le había hablado de esa manera. Pero esta vez había llegado demasiado lejos. Se levantó de un salto y tiró su servilleta a la mesa.



—No puedo creerlo. Soy tu hermana. Ella sólo… ella sólo…


—Es la mujer de la que estoy enamorado. Necesitas recordarlo —dije terminando su oración.



Los ojos de Nan destellaron odio mientras se daba la vuelta y salía del club. No me importaba. Necesitaba que se fuera antes de que dijera alguna otra estupidez. No quería hacerle daño. La amaba, pero odiaba cada una de las palabras que salían de su boca. Una mano me tocó el brazo y me sacudió, antes de que lo hiciera, sabía que era Maite. Sus ojos azules estaban llenos de preocupación. Esto era a lo que tenía miedo. El odio de Nan hacia ella. No podía culparla, pero no podía vivir sin Maite. Pero en este momento necesitaba estar solo.



—Lo siento —le dije susurrando, luego aparté mi mano para sacar el dinero y ponerlo en la mesa antes de salir a perseguir a Nan fuera del comedor.


Pasé las siguientes tres horas en el gimnasio. Mi cuerpo estaba físicamente listo para golpear a quien sea para el momento en que llegué allí. Pero ahora mi ira se había desvanecido. En este momento sólo quería ver a Maite. Su turno ya había terminado y quería abrazarla. Se merecía una disculpa. Nunca debí haber permitido que Nan escogiese el club para desayunar. Me había pedido que me encontrara con ella en el club, así que fui. Incluso me había asegurado que estaríamos en la sección de Jimmy. No había querido incomodar a Maite. Pero de todos modos había fracasado. Esta es la última vez que le permitía a Nan acercarse a ella. No lo hará y __Maite no se lo merece.



Toqué la puerta y esperé. Nadie vino. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono sólo para recordar que Maite no tenía celular. Maldita sea. Iba a coger el teléfono de mi casa e iba a obligarla a tomarlo de nuevo. ¿Y si estaba herida? ¿Y si se había ido de aquí y no pensaba regresar?



—Salió con Jimmy —dijo Bethy detrás de mí. Me di la vuelta para ver a Bethy caminando desde el campo de golf—. Me la encontré después de que terminó su turno y me dijo que ella y Jimmy tenían una cita caliente.



—¿Por qué no me lo dijo? —Porque no sabía en dónde encontrarme, eso si es que me hubiera querido decir. Había huido de ella—. ¿A qué hora llegará? —le pregunté cuando Bethy se puso delante de mí y abrió la puerta.


—No lo sé. Estaba enojada. ¿Sabes algo de eso? —preguntó Bethy con voz agria, mientras empujaba la puerta.



No le pregunté si podía entrar, sólo seguí adentro. —Nan y yo fuimos a desayunar hoy al club. Y no nos fue muy bien.



Bethy arrugó la nariz con disgusto. —¿Eso crees? ¿Para qué? No puedo imaginar a la perra de tu hermana haciendo algo para disgustar a Maite. —Bethy arrojó su bolso y murmuró una maldición—. No necesita que la estresen, lo sabes muy bien. Está embarazada y está decidida a permanecer de pie la mayoría del tiempo y a llevar bandejas todo el día. Tú estás añadiendo más drama familiar, y no necesita eso. La próxima vez que quieras tener una reunión familiar con la malvada bruja, asegúrate de que sea en otro sitio.



Tenía razón. No debería haber dejado que Maite viera a Nan. Nunca debí haber creído en la amabilidad de Nan. O por lo menos en que se hubiera querido comportar. Esto fue mi culpa y necesitaba encontrar a Maite.



—¿En dónde está? —le pregunté.



Bethy se dejó caer en el sofá. —Consiguiendo un descanso de esta vida de mier*da en la que ha vivido últimamente —si Bethy quería hacerme daño, estaba haciendo un excelente trabajo. Estaba dispuesto a rogarle cuando la puerta se abrió.



—Siento llegar tarde. Fuimos a… —se detuvo cuando sus ojos se encontraron con los míos—. Hola.



—Hola —le dije acercándome para quedar enfrente de ella, pero con miedo a tocarla—. De verdad lo siento. Por favor vamos a tu cuarto y déjame explicártelo —hizo el primer movimiento y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.



—Está bien, no estoy molesta —me iba a consolar. Otra vez. Esto es lo que siempre hace: preocuparse por lo demás.



—No, no lo está —le respondí y tomé su mano para llevarla a su cuarto. Lejos de Bethy que en estos momentos no era mi mayor fan.



—Ve y deja que se arrastre. Lo necesita. Mier*da. Necesito que lo haga —dijo Bethy desde el sofá, tomando el control remoto de la televisión.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:05 pm

28

Maite

William continuó empujándome dentro de mi habitación hasta que la puerta estaba cerrada detrás de nosotros y él estuvo sentado sobre mi cama conmigo en su regazo. Había estado molesta antes, pero ahora estaba bien. Él había estado en una horrible situación y Nan se había alterado. Estaba segura de que Woods se encontraba bastante contento con que no hubiera habido una gran escena conmigo involucrada.

Nan sonrió cuando le mencioné el nombre del chico y luego asintió. Me recordó a la pequeña niña que se entusiasmaba hablando de algo que le interesaba. No como un adulto enojado cuando crecía.—Sí. Es el nieto de los Kellars. Es de Cape Cod y es un experto en navegación. Navegó hasta aquí durnate el verano. Como sea, entró a un torneo y quiere llevarme con él. Sólo será por unos días.



Escuché mientras hablaba de Charles y su velero, pero era muy difícil no mirar alrededor y buscar a Maite. Necesitaba encontrar un balance entre estas dos mujeres en mi vida. Primero estaba Maite, pero amaba a mi hermana y me necesitaba. Incluso si en el desayuno la escuchaba hablar acerca de su última conquista. No tenía con quien hablar. Dejó de hablar y frunció su ceño por algo que pasaba detrás de mi hombro.



—Necesita concentrarse en su trabajo y dejar de mirarte. Dios, no sé por qué Woods no la despide.



Miré hacia atrás para ver a Woods, Jace y Thad sonriendo y bromeando con Maite, que se encontraba sonrojada.



—No está mirando ahora. Está demasiado ocupada coqueteando con los chicos. Sólo le importa el dinero. Realmente es patético. Me gustaría que vieras lo ridículo que es su intento. Quiero decir, los estoy viendo y…



—Nan, cállate —gruñí. No quería escuchar todas las tonterías que Nan decía respecto a Maite, tampoco quería ver a los chicos coquetear con ella, y que la hicieran sonrojar era más de lo que podía manejar. Iba a asegurarme de cada uno de esos hijos de put*a comprendieran que era mía.



—¿Vas a dejarme por ella? Está coqueteando con ellos, William. No puedo creer que simplemente te levantarás durante el desayuno para ir con el público que tiene esa pu*ta barata. —El ataque de celos que había tenido inmediatamente me había distraído y me había olvidado de mi hermana. Una neblina roja se apoderó de mí, y me giré hacia ella.



—¿Qué demonios acabas de decir? —le pregunté susurrando y levantándome sobre ella. Abrió la boca para hablar, pero sabía que si decía algo malo de Maite iba a perder el control.



—No lo hagas. Si es que quieres salir de aquí con un poco de dignidad. Si alguna vez vuelves a decir algo malo acerca de Maite ya no voy a volver a verte. Maldita sea, ¿lo entiendes?



Los ojos de Nan se abrieron. Nunca le había hablado de esa manera. Pero esta vez había llegado demasiado lejos. Se levantó de un salto y tiró su servilleta a la mesa.



—No puedo creerlo. Soy tu hermana. Ella sólo… ella sólo…


—Es la mujer de la que estoy enamorado. Necesitas recordarlo —dije terminando su oración.



Los ojos de Nan destellaron odio mientras se daba la vuelta y salía del club. No me importaba. Necesitaba que se fuera antes de que dijera alguna otra estupidez. No quería hacerle daño. La amaba, pero odiaba cada una de las palabras que salían de su boca. Una mano me tocó el brazo y me sacudió, antes de que lo hiciera, sabía que era Maite. Sus ojos azules estaban llenos de preocupación. Esto era a lo que tenía miedo. El odio de Nan hacia ella. No podía culparla, pero no podía vivir sin Maite. Pero en este momento necesitaba estar solo.



—Lo siento —le dije susurrando, luego aparté mi mano para sacar el dinero y ponerlo en la mesa antes de salir a perseguir a Nan fuera del comedor.


Pasé las siguientes tres horas en el gimnasio. Mi cuerpo estaba físicamente listo para golpear a quien sea para el momento en que llegué allí. Pero ahora mi ira se había desvanecido. En este momento sólo quería ver a Maite. Su turno ya había terminado y quería abrazarla. Se merecía una disculpa. Nunca debí haber permitido que Nan escogiese el club para desayunar. Me había pedido que me encontrara con ella en el club, así que fui. Incluso me había asegurado que estaríamos en la sección de Jimmy. No había querido incomodar a Maite. Pero de todos modos había fracasado. Esta es la última vez que le permitía a Nan acercarse a ella. No lo hará y __Maite no se lo merece.



Toqué la puerta y esperé. Nadie vino. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono sólo para recordar que Maite no tenía celular. Maldita sea. Iba a coger el teléfono de mi casa e iba a obligarla a tomarlo de nuevo. ¿Y si estaba herida? ¿Y si se había ido de aquí y no pensaba regresar?



—Salió con Jimmy —dijo Bethy detrás de mí. Me di la vuelta para ver a Bethy caminando desde el campo de golf—. Me la encontré después de que terminó su turno y me dijo que ella y Jimmy tenían una cita caliente.



—¿Por qué no me lo dijo? —Porque no sabía en dónde encontrarme, eso si es que me hubiera querido decir. Había huido de ella—. ¿A qué hora llegará? —le pregunté cuando Bethy se puso delante de mí y abrió la puerta.


—No lo sé. Estaba enojada. ¿Sabes algo de eso? —preguntó Bethy con voz agria, mientras empujaba la puerta.



No le pregunté si podía entrar, sólo seguí adentro. —Nan y yo fuimos a desayunar hoy al club. Y no nos fue muy bien.



Bethy arrugó la nariz con disgusto. —¿Eso crees? ¿Para qué? No puedo imaginar a la perra de tu hermana haciendo algo para disgustar a Maite. —Bethy arrojó su bolso y murmuró una maldición—. No necesita que la estresen, lo sabes muy bien. Está embarazada y está decidida a permanecer de pie la mayoría del tiempo y a llevar bandejas todo el día. Tú estás añadiendo más drama familiar, y no necesita eso. La próxima vez que quieras tener una reunión familiar con la malvada bruja, asegúrate de que sea en otro sitio.



Tenía razón. No debería haber dejado que Maite viera a Nan. Nunca debí haber creído en la amabilidad de Nan. O por lo menos en que se hubiera querido comportar. Esto fue mi culpa y necesitaba encontrar a Maite.



—¿En dónde está? —le pregunté.



Bethy se dejó caer en el sofá. —Consiguiendo un descanso de esta vida de mier*da en la que ha vivido últimamente —si Bethy quería hacerme daño, estaba haciendo un excelente trabajo. Estaba dispuesto a rogarle cuando la puerta se abrió.



—Siento llegar tarde. Fuimos a… —se detuvo cuando sus ojos se encontraron con los míos—. Hola.



—Hola —le dije acercándome para quedar enfrente de ella, pero con miedo a tocarla—. De verdad lo siento. Por favor vamos a tu cuarto y déjame explicártelo —hizo el primer movimiento y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.



—Está bien, no estoy molesta —me iba a consolar. Otra vez. Esto es lo que siempre hace: preocuparse por lo demás.



—No, no lo está —le respondí y tomé su mano para llevarla a su cuarto. Lejos de Bethy que en estos momentos no era mi mayor fan.



—Ve y deja que se arrastre. Lo necesita. Mier*da. Necesito que lo haga —dijo Bethy desde el sofá, tomando el control remoto de la televisión.

***

William continuó empujándome dentro de mi habitación hasta que la puerta estaba cerrada detrás de nosotros y él estuvo sentado sobre mi cama conmigo en su regazo. Había estado molesta antes, pero ahora estaba bien. Él había estado en una horrible situación y Nan se había alterado. Estaba segura de que Woods se encontraba bastante contento con que no hubiera habido una gran escena conmigo involucrada.



William continuó empujándome dentro de mi habitación hasta que la puerta estaba cerrada detrás de nosotros y él estuvo sentado sobre mi cama conmigo en su regazo. Había estado molesta antes, pero ahora estaba bien. Él había estado en una horrible situación y Nan se había alterado. Estaba segura de que Woods se encontraba bastante contento con que no hubiera habido una gran escena conmigo involucrada.



—William, te prometo que todo está bien. Estoy bien —le aseguré, ahuecando su rostro en mis manos.



Lidiar con Nan y su odio era parte del trato. Lo sabía e iba a tener que vivir con eso si quería a William en mi vida.



Negó con la cabeza. —Nada sobre hoy estuvo bien. Nunca debería haber accedido a almorzar con ella allí. Sabía que no. Nunca debería haber confiado en que ella se comportaría como una persona normal. Lo lamento mucho, bebé. Te juro que eso nunca volverá a suceder.



Cubrí su boca con la mía y lo empujé hacia atrás en mi cama. —Te lo dije, está bien. Deja de disculparte —susurré contra sus labios.



Las manos de William deslizaron hasta mi camisa y encontraron mi sujetador, que ahora era dos tallas demasiado pequeño. Los tirantes cortaban mi piel después de haberlo usado todo el día. Lo desabrochó, después pasó sus manos sobre la piel marcada por la presión del sujetador mal ajustado.



—Necesitas un nuevo sujetador —dijo, rozando sus dedos ida y vuelta sobre mi espalda, haciéndome temblar de placer.



—Mmmm, si prometes hacer eso todas las noches, estaré bien —le aseguré inclinándome para besarlo otra vez.



Se retiró. —¿Por qué no me dijiste? —preguntó con una voz dolorida.



¿Decirle qué? Puse mis manos a cada lado de su cabeza y me levanté hasta que me cernía sobre él.



—¿Qué es lo que supone que tenía que decirte? —pregunté, confundida.



William deslizó sus manos alrededor de mis costados hasta que se deslizaron bajo mis pechos y olvidé que estábamos teniendo una conversación. Eso se sentía tan bien. Gimiendo, empuje mi pecho en sus manos, lista para rogar.



—Tu piel se cortó por ese jodido sujetador,Maite. ¿Por qué te lo pusiste? Te hubiera conseguido uno nuevo. Voy a conseguirte uno antes de que vayas a algún otro lado.



Todavía estaba hablando sobre mi sujetador. —William, necesito que me toques ahora. No te preocupes por mi sostén. Sólo, por favor…. —Incliné mi cabeza y le di pequeños piquitos en su hombro y besé un camino hacia su pecho.



—Tan bien como se siente eso, no puedes distraerme. Quiero saber por qué no me dijiste que tu maldito sujetador estaba lastimándote. No quiero que te lastimes.



Levanté la cabeza y lo estudié. Estaba frunciendo el ceño. Esto realmente lo molestaba. Nunca nadie se preocupó por mí de esta manera. No estaba acostumbrada a ello. Mi corazón se hinchó, me incline y me quité la camisa y el sujetador.


—William, necesito un nuevo sostén. Este ha quedado demasiado pequeño. ¿Podrías llevarme a conseguir uno? ¿Por favor? —bromeé mientras sus manos subieron y cubrieron mis hinchados senos, haciendo que mis bragas se hicieran crema, aún más.



—Tetas tan jodidamente perfectas como estas necesitan ser cuidadas. No puedo soportar la idea de ellas estando doloridas —Me sonrió—. a menos, por supuesto, que sea yo el que cause el dolor. —Pinchó ambos pezones duro y grité.



—Estas tetas son mías, Maite. Yo cuido lo que es mío —susurró antes de meterse un pezón dentro de su boca.


Solo asentí y me mecí contra él. Su erección estaba presionando contra mi hinchado clítoris y si me frotaba solo un poco más me iba a venir. Realmente necesitaba venirme.



—Despacio chica. Déjame quitarte esos shorts primero —dijo repartiendo besos hacia mi estómago, donde se demoró y lo besó dulcemente. Sus ojos se levantaron para mirarme, mientras desabrochaba lentamente mis shorts y comenzaba a empujarlos para bajarlos por mi cuerpo –. Parece que alguien necesita algo de atención. Estás toda hinchada y húmeda. Goteando. Joder eso es caliente —murmuró mientras separaba mis piernas y miraba hambrientamente entre ellas.



Se puso entre mis piernas hasta que su boca estaba tan cerca de mi clítoris que podía sentir su cálido aliento sobre él.



—Esta noche me voy a quedar aquí. No puedo dormir de noche sabiendo que quizás despiertas así y me necesites. La idea me vuelve loco. —Su voz se convirtió en un sonido ronco que siempre me excitaba.



Observé como sacaba su lengua y brillaba la barra de plata antes de que pasara su lengua a través de mis pliegues, deslizándola luego en mi interior. Agarré su cabeza y comencé a suplicarle por más, mientras me daba no uno, sino dos orgasmos antes de que levantara su cabeza y me sonriera maliciosamente.



—Eso es jodidamente adictivo. Nadie debería saber tan dulce,Maite. Ni siquiera tú.



Se puso de pie y se quitó la camiseta y los pantalones. Estaba de vuelta sobre mí antes de que pudiera admirar la vista durante mucho tiempo.



—Quiero que me montes —dijo, besándome otra vez mientras su erección se deslizaba entre mis piernas.



Lo empujé de vuelta y rodó fácilmente, de forma que pudiera subirme encima.



Mirarle mientras tomaba mi cuerpo lentamente, me encendía más que las palabras traviesas que siempre me susurraba al oído para hacerme venir. Podría amar a este hombre y ser feliz con él el resto de mi vida. Sólo esperaba tener la oportunidad.


El resto de los días fueron como un cuento de hadas. Fui a trabajar, William aparecía y me distraía con su fantástica presencia; terminábamos en algún lugar en el que no deberíamos estar, teniendo sexo salvaje, antes de volver a mi apartamento o a su casa, y hacer el amor en una cama. La segunda vez siempre era dulce. La primera vez siempre era intensa y necesitada por parte de ambos. Estaba bastante segura de que Woods nos había oído el día que habíamos terminado en el armario de alquiler desgarrándonos la ropa.



Todavía estaba tratando de decidir si esto era por las hormonas del embarazo o si siempre iba a querer a William así. Un toque suyo y estaba desesperada. Hoy, sin embargo, haríamos una pausa. Yo iba a trabajar todo el día en el torneo anual de golf. Había tenido que pelear con ambos, Woods y William, para que me dejaran trabajar hoy. Ninguno de ellos había creído que fuera seguro, pero por supuesto gané.



Nuestro uniforme de chicas del carrito fue pedido especialmente para hoy. Vestiríamos todo de blanco, como los golfistas. Nuestros shorts fueron remplazados con faldas que hacían juego con nuestros polos. Excepto, por supuesto, por Jimmy. Él iría en shorts. Era el único hombre en los carritos de bebidas hoy. Aparentemente también había sido pedido especialmente.



—Hay quince equipos. Maite, tú tomas los primeros tres equipos. Luego Bethy, tú tienes los tres siguientes. Carmen, tu tomas los tres siguientes. Natalie, tú tomas los tres próximos y Jimmy, tú tomas los tres últimos. Están todas las mujeres, quienes te han pedido específicamente. Este será todo un día de evento, mantengan a los golfistas felices y no agoten las bebidas. Vuelvan aquí a reabastecerse antes que se queden sin algo. Sus carros han sido pre-stockeados con las bebidas de elección de los golfistas que seguirán hoy. Cada uno tiene un walkie-talkie en su carro para contactarme en caso de emergencia. ¿Alguien tiene alguna pregunta? —Darla estaba de pie en el pórtico de las oficinas con las manos en las caderas, mirándonos desde arriba.



—Bien. Ahora tomen sus lugares. Maite, estarás ocupada de buenas a primeras. El resto de ustedes tiene que esperar y chequear sus equipos mientras ellos están a la espera de dar el primer golpe. Si quieren una bebida denles una. Si quieren comida, consigan un mesero. ¿Lo tienen?


Todos asentimos. Darla nos despidió y volvió a las oficinas.


—Odio los torneos. Solo espero que no tenga que lidiar con Nathan Ford. Es tan malditamente molesto. —Bethy gruñó mientras íbamos a tomar nuestros carros y a asegurarnos de que teníamos todo antes de encabezarnos hacia el primer hoyo.



—Quizás conseguirás a Jace —dije, esperando animarla.



Bethy frunció el ceño. —Nop. Ni una oportunidad. La tía Darla hizo el recorrido. Ella no me habría dado a Jace.


Ah. Bien, en ese caso yo tampoco tendría a William. Probablemente una buena cosa. Necesitaba enfocarme en el trabajo. No en como de bien lucía William en shorts y polo.


Estacioné el carro en el primer hoyo y fui a encontrar a mi primer grupo. Eran rostros familiares y eran un grupo más viejo. Serían lo suficientemente fáciles y eran excelentes dando propinas. Después de llevarles a todos botellas de agua, fui hasta mi siguiente grupo. Sorprendentemente estaba Jace, Tad y Woods. No había esperado tenerlos en mi grupo.



—Hola chicos, ¿no soy una suertuda? —me burlé.



—Estaba seguro de que tendríamos a Bethy. Demonios, mi día solo se está poniendo mejor —respondió Tad.


—Callate –gruñó Jace y le dio un codazo en el costado.



—No soy tan estú*pido como para dejar que Bethy tenga a Jace. Ella ignoraría a todos los demás —explicó Woods.


Le dí a los tres una botella de agua. —Estoy feliz de serviros, incluso si no soy Bethy —dije, sonriéndole a Jace.


—Si no puedo tener a Bethy, tú eres definitivamente mi sub campeón —dijo Jace con una sonrisa torcida. No pude evitarlo, me gustaba el chico. Se había probado a si mismo de sobra con sus sentimiento por Bethy.



—Bien. Ahora, todos ustedes háganme sentir orgullosa —animé mientras me dirigía a mi siguiente grupo. Este era mi primer grupo femenino. Las reconocí, pero no estaba segura de quiénes eran exactamente. Creía que la elegante rubia alta era la esposa del alcalde.


Una vez que tuvieron sus aguas cristalinas con rodajas de lima, me dirigí de nuevo al frente. Era casi la hora de empezar. Miré hacia atrás y busqué a William, pero no lo vi. No estaba segura de en qué equipo se encontraba, pero sabía que estaba jugando. Asumí que Grant estaría con él, pero tampoco lo vi.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:07 pm

29

William

Iba a matar a Grant mientras dormía. O tal vez aquí en público con testigos. Golpeé mis palos contra el piso y el caddie rápidamente los agarró, lo cual era bueno. Ya comenzaba a prepararme para lanzar algo.



—¿Meg? ¿En serio, Grant? ¿Le preguntaste a Meg? —gruñí, mirando más allá de Grant para ver a Meg registrarse y señalar el camino.



—Necesitábamos tres. Cabreaste a Nan, así que nos quedamos cortos. Todo el mundo ya estaba ocupado. Meg quería jugar. ¿Cuál es el problema? —Grant entregó su bolsa al caddie y me lanzó una mirada molesta.



__Maite era el gran problema. No le había dicho que Meg estaría en mi equipo, porque no lo sabía. Es decir, si nos ve puede pensar que estaba tratando de ocultárselo. Necesitaba encontrarla.



—¿Puedo ofrecerles agua? —preguntó una chica pelirroja cuyo nombre no podía recordar. Supuse que Woods se aseguró de no ponerme a Maite. Eso habría ayudado. Podría haberle explicado la situación y ella podría haber sido capaz de ver que era completamente inocente.


—Sí, por favor, Carmen —contestó Grant. Le dedicó una sonrisa fugaz y ella le bateó las pestañas. Probablemente se había acostado con ella. Si no, lo haría esta noche—. Dale una botella al gruñón también. Tiene que hidratarse a sí mismo — bromeó Grant.



—¿Listos para patear traseros? —preguntó Meg, caminando hacia nosotros.



No, estaba dispuesto a encontrar a Maite y explicarle esto. Miré por encima de la chica.



—¿Dónde es la alineación de Maite? —pregunté.



Ella hizo una mueca enfurruñada. —¿No soy lo suficientemente buena?



Sí, caramelo, eres perfecta. Él sólo tiene ojos para Maite. No es nada personal —explicó Grant, guiñándole un ojo. Ella le sonrió de nuevo.



Ella tiene el primer grupo. Creo que el señor Kerrington está en ese grupo.

—El joven Kerrington. La Sra. Darla dijo algo sobre que el señor Kerrington había solicitado a Maite —respondió la chica con una sonrisa de satisfacción.



Woods era un idiot*a. No lo dudaba.



—Buenos días, Meg. Lo siento, pero tenemos a un malhumorado William en nuestras manos —dijo Grant en forma de saludo a Meg, quien había olvidado se había unido a nosotros.



—Puedo verlo. Voy a tomar un riesgo aquí y asumir que Maite es la chica que persiguió dejándome sola, sin una explicación el otro día.



—Si persiguió a una chica, entonces sí, era Maite—contestó Grant.


No les hice caso y comencé a caminar hacia la parte delantera de la línea, cuando vi al primer grupo. El carrito de Maite también se alejaba al mismo tiempo.


Mier*da.


—¿Quieres calmarte? Maite no es la que se pone celosa. Ese eres tú —Se quejó Grant, luego tomó un trago de agua.



—Está bien, ¿es problema que esté jugando con ustedes dos? ¿De eso se trata? —preguntó Meg, mirándome directamente.


—No quiero molestar a Maite —respondí y miré hacia atrás en la dirección que había conducido.



—Oh. Bueno, es sólo golf, no una cita —dijo Meg.



Tenía razón. Estaba haciendo el ridículo. No estábamos en la secundaria y podía jugar al golf con una mujer. Maite ahora sabía que Meg era una vieja amiga y estábamos con Grant. No era como si estuviéramos sólo nosotros dos. Esto estaría bien.



—Estoy al borde. Lo siento. Tienes razón. No es la gran cosa —estuve de acuerdo decidí relajarme y disfrutar del día. Al menos Maite ya estaba adelantada. Estaría terminando y entrando pronto. Esa fue probablemente la razón por la que Woods la había solicitado. Así no estaría fuera en el sol tanto como las demás.



En el momento en que había hecho el sexto hoyo me había relajado y estaba disfrutando. A excepción de la ocasional preocupación por Maite estando en el calor, me sentía bien. Sabía que Woods la estaba cuidando y tan molesto como era, también era un alivio.



—Vamos Grant, hasta el momento William es el mejor de los tres, y yo soy la mejor de los dos. Éste es amigo tuyo. Puedes hacerlo —Meg se burló de él mientras se establecía para poner un par.



Grant le lanzó una mirada de advertencia. Embocar no era el punto fuerte de Grant y no le había tomado mucho tiempo a Meg darse cuenta de eso. Si él lograba meterla, sería un milagro.



—Creo que necesita un poco de ayuda, Meg. Tal vez podrías ir a darle una lección —sugerí. La mirada de enojo en el rostro de Grant nos dio risa. Maldición, era demasiado fácil—. Es posible que desees retroceder, Meg. Parece a punto de estallar. Si su palo sale volando no quieres estar en la línea de fuego.



Meg retrocedió y se detuvo a mi lado. —¿Realmente lanza palos? —preguntó ella con una sonrisa esperanzada.



—No te emociones demasiado. Si está lo suficiente enojado como para tirar palos entonces está jodidamente loco.



—No estoy asustada. Tienes los brazos más grandes —dijo Meg lanzando otra sonrisa hacia Grant. Ella lo estaba aguijoneando.



—¡Él no tiene brazos más grandes! —ladró Grant, poniendo recta su postura con una mirada defensiva en el rostro.


Meg se acercó y me apretó el brazo. —Um, sí, son bastante impresionantes. Muéstrame lo que tienes —molestó a Grant un poco más.



Grant tiró su camisa y se acercó para pararse frente a Meg flexionando sus músculos. —Siente eso, nena. Él no tiene nada contra mí. No es más que un chico guapo.



Rodando mis ojos me puse a caminar de regreso al carrito de golf. Grant se extendió y agarró mi brazo.



—No. Este es un concurso que malditamente voy a ganar. Flexiona tus brazos raquíticos. Vamos a ver quién es más caliente.



No tenía ganas de ganar este concurso. —Ganaste. Soy bueno con eso. Él tiene los brazos más grandes, Meg —dije, sacudiendo los brazos de su agarre.



—No, así no. No estabas flexionando cuando sentí los tuyos y estoy segura que eran más grandes —respondió ella con una sonrisa maliciosa. Estaba seguro de que esto era una mala idea. No creía que estuviera coqueteando, pero no estaba seguro.



—¡Eso es mentira! Flexiona el brazo, William. Estoy probando esto. Tengo las mejores armas.


—Sí, así es. Está bien —contesté.



—Flexiónalos ahora, lo digo en serio —exigió Grant. Ahora me encontraba en un concurso de me*ar. Uno, que con mucho gusto estaba dispuesto a dejarle ganar. Estaba listo para pasar al siguiente hoyo.


—Bien —estuve de acuerdo—. Si esto te hace pasar la pelota para que podamos pasar al siguiente hoyo, voy a flexionar mi brazo.



Grant sonrió y extendió el brazo otra vez para que ella los sintiera. Ella estaba esperándome. Flexioné y la dejé que sintiera. Esto era ridículo.



—Lo siento Grant, él gana esto —dijo Meg apretando mis brazos un poco demasiado tiempo. Dejé caer mi brazo y me dirigí al carrito.



—Mete la bola, Grant —grité.



—¡No ganaste! Ella te escogió porque se siente leal a ti ya que fue tu primer polvo —respondió.



Sacudí la cabeza hacia alrededor para ver si alguien lo había oído. Por suerte, parecía que nadie lo había hecho.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:09 pm

30

Maite

Me senté mientras subían a su carrito y conducían al siguiente hoyo. Se suponía que debía conseguir más bebidas. Mi deseo de ver a William se había llevado lo mejor de mí y había tomado un pequeño tour hasta encontrarlo. Ahora, deseaba no haberlo hecho. Por primera vez esta semana me sentía enferma del estómago otra vez. No me había dicho que Meg había sido su primera. Solo había dicho que eran viejos amigos. Saber qué clase de viejos amigos eran no ayudaba. Era muy consciente de que William tenía una cadena de chicas con las que había dormido. Era algo que sabía cuando había ido a su cama la primera vez. Pero verlo con ella. La que había sido su primera, me resultaba doloroso.

Mirarle mientras tomaba mi cuerpo lentamente, me encendía más que las palabras traviesas que siempre me susurraba al oído para hacerme venir. Podría amar a este hombre y ser feliz con él el resto de mi vida. Sólo esperaba tener la oportunidad.


El resto de los días fueron como un cuento de hadas. Fui a trabajar, William aparecía y me distraía con su fantástica presencia; terminábamos en algún lugar en el que no deberíamos estar, teniendo sexo salvaje, antes de volver a mi apartamento o a su casa, y hacer el amor en una cama. La segunda vez siempre era dulce. La primera vez siempre era intensa y necesitada por parte de ambos. Estaba bastante segura de que Woods nos había oído el día que habíamos terminado en el armario de alquiler desgarrándonos la ropa.



Todavía estaba tratando de decidir si esto era por las hormonas del embarazo o si siempre iba a querer a William así. Un toque suyo y estaba desesperada. Hoy, sin embargo, haríamos una pausa. Yo iba a trabajar todo el día en el torneo anual de golf. Había tenido que pelear con ambos, Woods y William, para que me dejaran trabajar hoy. Ninguno de ellos había creído que fuera seguro, pero por supuesto gané.



Nuestro uniforme de chicas del carrito fue pedido especialmente para hoy. Vestiríamos todo de blanco, como los golfistas. Nuestros shorts fueron remplazados con faldas que hacían juego con nuestros polos. Excepto, por supuesto, por Jimmy. Él iría en shorts. Era el único hombre en los carritos de bebidas hoy. Aparentemente también había sido pedido especialmente.



—Hay quince equipos. Maite, tú tomas los primeros tres equipos. Luego Bethy, tú tienes los tres siguientes. Carmen, tu tomas los tres siguientes. Natalie, tú tomas los tres próximos y Jimmy, tú tomas los tres últimos. Están todas las mujeres, quienes te han pedido específicamente. Este será todo un día de evento, mantengan a los golfistas felices y no agoten las bebidas. Vuelvan aquí a reabastecerse antes que se queden sin algo. Sus carros han sido pre-stockeados con las bebidas de elección de los golfistas que seguirán hoy. Cada uno tiene un walkie-talkie en su carro para contactarme en caso de emergencia. ¿Alguien tiene alguna pregunta? —Darla estaba de pie en el pórtico de las oficinas con las manos en las caderas, mirándonos desde arriba.



—Bien. Ahora tomen sus lugares. Maite, estarás ocupada de buenas a primeras. El resto de ustedes tiene que esperar y chequear sus equipos mientras ellos están a la espera de dar el primer golpe. Si quieren una bebida denles una. Si quieren comida, consigan un mesero. ¿Lo tienen?


Todos asentimos. Darla nos despidió y volvió a las oficinas.


—Odio los torneos. Solo espero que no tenga que lidiar con Nathan Ford. Es tan malditamente molesto. —Bethy gruñó mientras íbamos a tomar nuestros carros y a asegurarnos de que teníamos todo antes de encabezarnos hacia el primer hoyo.



—Quizás conseguirás a Jace —dije, esperando animarla.



Bethy frunció el ceño. —Nop. Ni una oportunidad. La tía Darla hizo el recorrido. Ella no me habría dado a Jace.


Ah. Bien, en ese caso yo tampoco tendría a William. Probablemente una buena cosa. Necesitaba enfocarme en el trabajo. No en como de bien lucía William en shorts y polo.


Estacioné el carro en el primer hoyo y fui a encontrar a mi primer grupo. Eran rostros familiares y eran un grupo más viejo. Serían lo suficientemente fáciles y eran excelentes dando propinas. Después de llevarles a todos botellas de agua, fui hasta mi siguiente grupo. Sorprendentemente estaba Jace, Tad y Woods. No había esperado tenerlos en mi grupo.



—Hola chicos, ¿no soy una suertuda? —me burlé.



—Estaba seguro de que tendríamos a Bethy. Demonios, mi día solo se está poniendo mejor —respondió Tad.


—Callate –gruñó Jace y le dio un codazo en el costado.



—No soy tan estú*pido como para dejar que Bethy tenga a Jace. Ella ignoraría a todos los demás —explicó Woods.


Le dí a los tres una botella de agua. —Estoy feliz de serviros, incluso si no soy Bethy —dije, sonriéndole a Jace.


—Si no puedo tener a Bethy, tú eres definitivamente mi sub campeón —dijo Jace con una sonrisa torcida. No pude evitarlo, me gustaba el chico. Se había probado a si mismo de sobra con sus sentimiento por Bethy.



—Bien. Ahora, todos ustedes háganme sentir orgullosa —animé mientras me dirigía a mi siguiente grupo. Este era mi primer grupo femenino. Las reconocí, pero no estaba segura de quiénes eran exactamente. Creía que la elegante rubia alta era la esposa del alcalde.


Una vez que tuvieron sus aguas cristalinas con rodajas de lima, me dirigí de nuevo al frente. Era casi la hora de empezar. Miré hacia atrás y busqué a William, pero no lo vi. No estaba segura de en qué equipo se encontraba, pero sabía que estaba jugando. Asumí que Grant estaría con él, pero tampoco lo vi.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:13 pm

***

Iba a matar a Grant mientras dormía. O tal vez aquí en público con testigos. Golpeé mis palos contra el piso y el caddie rápidamente los agarró, lo cual era bueno. Ya comenzaba a prepararme para lanzar algo.



—¿Meg? ¿En serio, Grant? ¿Le preguntaste a Meg? —gruñí, mirando más allá de Grant para ver a Meg registrarse y señalar el camino.



—Necesitábamos tres. Cabreaste a Nan, así que nos quedamos cortos. Todo el mundo ya estaba ocupado. Meg quería jugar. ¿Cuál es el problema? —Grant entregó su bolsa al caddie y me lanzó una mirada molesta.



__Maite era el gran problema. No le había dicho que Meg estaría en mi equipo, porque no lo sabía. Es decir, si nos ve puede pensar que estaba tratando de ocultárselo. Necesitaba encontrarla.



—¿Puedo ofrecerles agua? —preguntó una chica pelirroja cuyo nombre no podía recordar. Supuse que Woods se aseguró de no ponerme a Maite. Eso habría ayudado. Podría haberle explicado la situación y ella podría haber sido capaz de ver que era completamente inocente.


—Sí, por favor, Carmen —contestó Grant. Le dedicó una sonrisa fugaz y ella le bateó las pestañas. Probablemente se había acostado con ella. Si no, lo haría esta noche—. Dale una botella al gruñón también. Tiene que hidratarse a sí mismo — bromeó Grant.



—¿Listos para patear traseros? —preguntó Meg, caminando hacia nosotros.



No, estaba dispuesto a encontrar a Maite y explicarle esto. Miré por encima de la chica.



—¿Dónde es la alineación de Maite? —pregunté.



Ella hizo una mueca enfurruñada. —¿No soy lo suficientemente buena?



Sí, caramelo, eres perfecta. Él sólo tiene ojos para Maite. No es nada personal —explicó Grant, guiñándole un ojo. Ella le sonrió de nuevo.



Ella tiene el primer grupo. Creo que el señor Kerrington está en ese grupo.


—El joven Kerrington. La Sra. Darla dijo algo sobre que el señor Kerrington había solicitado a Maite —respondió la chica con una sonrisa de satisfacción.



Woods era un idiot*a. No lo dudaba.



—Buenos días, Meg. Lo siento, pero tenemos a un malhumorado William en nuestras manos —dijo Grant en forma de saludo a Meg, quien había olvidado se había unido a nosotros.



—Puedo verlo. Voy a tomar un riesgo aquí y asumir que Maite es la chica que persiguió dejándome sola, sin una explicación el otro día.



—Si persiguió a una chica, entonces sí, era Maite—contestó Grant.


No les hice caso y comencé a caminar hacia la parte delantera de la línea, cuando vi al primer grupo. El carrito de Maite también se alejaba al mismo tiempo.


Mier*da.


—¿Quieres calmarte? Maite no es la que se pone celosa. Ese eres tú —Se quejó Grant, luego tomó un trago de agua.



—Está bien, ¿es problema que esté jugando con ustedes dos? ¿De eso se trata? —preguntó Meg, mirándome directamente.


—No quiero molestar a Maite —respondí y miré hacia atrás en la dirección que había conducido.



—Oh. Bueno, es sólo golf, no una cita —dijo Meg.



Tenía razón. Estaba haciendo el ridículo. No estábamos en la secundaria y podía jugar al golf con una mujer. Maite ahora sabía que Meg era una vieja amiga y estábamos con Grant. No era como si estuviéramos sólo nosotros dos. Esto estaría bien.



—Estoy al borde. Lo siento. Tienes razón. No es la gran cosa —estuve de acuerdo decidí relajarme y disfrutar del día. Al menos Maite ya estaba adelantada. Estaría terminando y entrando pronto. Esa fue probablemente la razón por la que Woods la había solicitado. Así no estaría fuera en el sol tanto como las demás.



En el momento en que había hecho el sexto hoyo me había relajado y estaba disfrutando. A excepción de la ocasional preocupación por Maite estando en el calor, me sentía bien. Sabía que Woods la estaba cuidando y tan molesto como era, también era un alivio.



—Vamos Grant, hasta el momento William es el mejor de los tres, y yo soy la mejor de los dos. Éste es amigo tuyo. Puedes hacerlo —Meg se burló de él mientras se establecía para poner un par.



Grant le lanzó una mirada de advertencia. Embocar no era el punto fuerte de Grant y no le había tomado mucho tiempo a Meg darse cuenta de eso. Si él lograba meterla, sería un milagro.



—Creo que necesita un poco de ayuda, Meg. Tal vez podrías ir a darle una lección —sugerí. La mirada de enojo en el rostro de Grant nos dio risa. Maldición, era demasiado fácil—. Es posible que desees retroceder, Meg. Parece a punto de estallar. Si su palo sale volando no quieres estar en la línea de fuego.



Meg retrocedió y se detuvo a mi lado. —¿Realmente lanza palos? —preguntó ella con una sonrisa esperanzada.



—No te emociones demasiado. Si está lo suficiente enojado como para tirar palos entonces está jodidamente loco.



—No estoy asustada. Tienes los brazos más grandes —dijo Meg lanzando otra sonrisa hacia Grant. Ella lo estaba aguijoneando.



—¡Él no tiene brazos más grandes! —ladró Grant, poniendo recta su postura con una mirada defensiva en el rostro.


Meg se acercó y me apretó el brazo. —Um, sí, son bastante impresionantes. Muéstrame lo que tienes —molestó a Grant un poco más.



Grant tiró su camisa y se acercó para pararse frente a Meg flexionando sus músculos. —Siente eso, nena. Él no tiene nada contra mí. No es más que un chico guapo.



Rodando mis ojos me puse a caminar de regreso al carrito de golf. Grant se extendió y agarró mi brazo.



—No. Este es un concurso que malditamente voy a ganar. Flexiona tus brazos raquíticos. Vamos a ver quién es más caliente.



No tenía ganas de ganar este concurso. —Ganaste. Soy bueno con eso. Él tiene los brazos más grandes, Meg —dije, sacudiendo los brazos de su agarre.



—No, así no. No estabas flexionando cuando sentí los tuyos y estoy segura que eran más grandes —respondió ella con una sonrisa maliciosa. Estaba seguro de que esto era una mala idea. No creía que estuviera coqueteando, pero no estaba seguro.



—¡Eso es mentira! Flexiona el brazo, William. Estoy probando esto. Tengo las mejores armas.


—Sí, así es. Está bien —contesté.



—Flexiónalos ahora, lo digo en serio —exigió Grant. Ahora me encontraba en un concurso de me*ar. Uno, que con mucho gusto estaba dispuesto a dejarle ganar. Estaba listo para pasar al siguiente hoyo.


—Bien —estuve de acuerdo—. Si esto te hace pasar la pelota para que podamos pasar al siguiente hoyo, voy a flexionar mi brazo.



Grant sonrió y extendió el brazo otra vez para que ella los sintiera. Ella estaba esperándome. Flexioné y la dejé que sintiera. Esto era ridículo.



—Lo siento Grant, él gana esto —dijo Meg apretando mis brazos un poco demasiado tiempo. Dejé caer mi brazo y me dirigí al carrito.



—Mete la bola, Grant —grité.



—¡No ganaste! Ella te escogió porque se siente leal a ti ya que fue tu primer polvo —respondió.



Sacudí la cabeza hacia alrededor para ver si alguien lo había oído. Por suerte, parecía que nadie lo había hecho.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:14 pm

30



Maite



Me senté mientras subían a su carrito y conducían al siguiente hoyo. Se suponía que debía conseguir más bebidas. Mi deseo de ver a William se había llevado lo mejor de mí y había tomado un pequeño tour hasta encontrarlo. Ahora, deseaba no haberlo hecho. Por primera vez esta semana me sentía enferma del estómago otra vez. No me había dicho que Meg había sido su primera. Solo había dicho que eran viejos amigos. Saber qué clase de viejos amigos eran no ayudaba. Era muy consciente de que William tenía una cadena de chicas con las que había dormido. Era algo que sabía cuando había ido a su cama la primera vez. Pero verlo con ella. La que había sido su primera, me resultaba doloroso.

había estado coqueteando con él, y él lo había hecho de vuelta. Intentando impresionarla con sus músculos. Eran lo suficientemente impresionantes sin que los flexionara y los mostrara. ¿Por qué había hecho eso? ¿Quería que ella se sintiera atraída hacia él? ¿Tenía curiosidad de cómo era ella en la cama ahora?


Mi estómago se revolvió y obligué a mi carrito a andar y me alejé de los árboles tras los que me había estado escondiendo. No había pretendido esconderme. Había tomado un atajo para ver si William estaba en este hoyo. Pero cuando lo había visto sonriéndole a Meg y luego dejarla tocarlo había parado. No pude seguir.



Ella era parte de su mundo. Ella cabía en su mundo. En lugar de conducir un carrito de bebidas estaba jugando golf con él. Él no me podría haber invitado. Para comenzar no tenía ni idea de cómo jugar y luego, por supuesto, yo trabajaba aquí. No podía jugar. ¿Qué estaba haciendo él conmigo? Su hermana me odiaba. No podía ser parte de su vida. No realmente. Siempre estaría mirando desde el exterior. Odiaba como se sentía esto.



Estar con él era asombroso. En la privacidad de su casa o en mi condominio era fácil pretender que podíamos ser algo más. Pero, ¿qué pasa cuando se me note? ¿Cuándo esté muy embarazada y esté conmigo? La gente lo sabrá. ¿Cómo lo manejará? ¿Puedo esperar que lo haga?



Llené el carrito y dejé que mi mente jugara con todos los escenarios que podrían sucedernos. Ninguno de ellos terminaba felizmente. No pertenecía a la élite. Era solo yo. La semana anterior me había permitido jugar con la idea de quedarme. Criar este bebé con William. Aunque verlo con Meg había dolido, había sido el despertar que necesitaba. Nadie vivía en un cuento de hadas. Especialmente yo.



Para el momento en que volví, mi grupo había llegado hasta el último tramo. Sonreí y serví las bebidas e incluso bromeé con los golfistas. Nadie iba a saber que estaba molesta. Este era mi trabajo. Iba a ser buena en ello. No le diría nada a William esta noche. No tenía sentido. Él no estaba pensando con claridad. Solo pondría algo de distancia entre nosotros. No podía permitirme creer que él era mi “felices para siempre”. Era mas lista que eso.



***



No había sido capaz de llegar al final del día sin enfermarme. El calor me había afectado, pero maldita sea si Woods se enteraba. No necesitaba que pensara que no podía hacer mi trabajo. Bethy sostuvo mi cabello mientras vomitaba en el sanitario detrás de las oficinas. De verdad la amaba.



—Te excediste —regañó mientras levantaba la cabeza de mi última arcada.



No quería admitirlo pero probablemente tenía razón. Tomé la toalla húmeda que me estaba tendiendo y limpié mi cara antes de sentarme en el suelo y recostarme contra la pared.


—Lo sé. Pero no le digas a nadie —le pedí.



Bethy se sentó junto a mí. —¿Por qué?



—Porque necesito este trabajo. El dinero es bueno. Si voy a marcharme una vez que comience a notarse entonces necesito todo el dinero que pueda ahorrar. No será fácil conseguir trabajo mientras estoy embarazada.


Bethy volvió su cabeza y me miró. —¿Todavía estás planeando irte? ¿Qué hay de William?


No quería que Bethy se enojara con él. Recién comenzaba a ser amable con él de nuevo.



—Lo vi hoy. Estaba divirtiéndose. Encaja. Está donde pertenece. Yo estoy donde pertenezco. No encajo en su mundo.



—¿No tiene derecho a opinar en esto? Si tú dices la palabra, él te hará mudarte a su casa y se encargará de todo. No estarías trabajando en este club y estarías a su lado en todas partes. Tienes que saber eso.



No me gustaba la idea de ser una vividora más. Su madre y hermana hacían eso. No quería serlo también. No me importaba su dinero. Solo me importaba él. — No soy su responsabilidad.



—Discúlpame si difiero. Cuando te embarazó te convertiste en su máxima responsabilidad —dijo Bethy con un bufido.


Conocía la verdad sobre la noche que habíamos tenido sexo sin condón. Yo había ido hacia él. Lo había atacado. No había sido su culpa. Todas las otras veces él fue cuidadoso. No se lo había permitido esa noche. Fue mi error, no el suyo.



—Confía en mí cuando te digo que todo esto es mi culpa. No estuviste la noche que me embaracé. Yo sí.


—No todo puede ser tu culpa. No puedes quedar embarazada sola.



No iba a discutir con ella. —Solo no le digas a nadie que estuve enferma. No quiero que se preocupen.



—Bien. Aunque no estoy feliz por ello. Haces esto de nuevo y lo diré — advirtió.



Apoyé mi cabeza sobre su hombro. —Trato —acordé.



Bethy golpeó mi cabeza. —Eres una chica loca.



Sólo me reí, ya tenía razón.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:17 pm

31

William

Tan pronto como el torneo había terminado, me fui a casa para ducharme y arreglarme. Ni siquiera perdí el tiempo colgando el trofeo de segundo lugar. Abandoné a Grant y Meg, quienes querían celebrar. No me importa un Oops!. Sólo participé en el torneo porque había quedado con Nan y Grant a principios del verano. Lo hacíamos todos los años. Era por una buena causa.



Cuando me había detenido por las oficinas donde los carros estaban estacionados, Darla me dijo que Maite se había ido con Bethy hacía una hora. Llamé a Bethy, pero no obtuve respuesta. Pensé que el tiempo en que duraba duchándome y cambiando ya estarían de vuelta de donde sea que fueron.



El coche de Bethy se encontraba en el estacionamiento cuando llegué a su apartamento. Maite estaba en casa. Gracias a Dios. La había echado de menos como loco todo el día. Llamé tres veces y esperé con impaciencia a que abriera. Bethy me dio una sonrisa tensa. No era a quien quería ver.


—Hey —dije, dando un paso.



—Ya está dormida. Fue un día largo —dijo Bethy, todavía de pie sosteniendo la puerta abierta, como si quisiera que me fuera en ese momento.


—¿Está bien? —Le pregunté, mirando por el pasillo hasta la puerta cerrada de su habitación.



—Sólo cansada. Déjala dormir —respondió Bethy.


No me iba a ir. Podía cerrar la maldita puerta. —No voy a despertarla, pero tampoco voy a irme. Así que puedes cerrar la puerta —le dije antes de dirigirme a la habitación de Maite.



Eran sólo las seis de la tarde. No debería estar dormida tan temprano a menos que estuviera enferma. La idea de su agitado día hizo que mi corazón se acelerara. Debería haber insistido en que no trabajara hoy. Esto no era seguro para ella o el bebé


Abrí la puerta lentamente y entré. Entonces cerré con llave detrás de mí. Maite estaba acurrucada en el centro de la enorme cama. Parecía perdida allí. Tenía tendido su cabello largo y rubio sobre las almohadas, y una de sus largas piernas desnudas se había salido de las sabanas. Me quité la camisa y luego la arrojé por encima de la cómoda antes de desabrochar mis vaqueros y quitármelos. Cuando estuve en mis boxers retiré la sabana y me subí detrás de ella. La abracé contra mí y vino con mucho gusto. Un suspiro suave y un poco de saludo entre dientes era el sonido más adorable que jamás había escuchado. Sonriendo, enterré mi cara en su cabello y cerré los ojos.



Este era el único lugar en el que alguna vez quería estar. Deslicé mi mano y la puse sobre su estómago plano. La idea de lo que tenía en la mano en ese momento era abismante.



Un rastro suave por mi brazo y después a través de mi pecho trajo una sonrisa a mi cara cuando abrí los ojos. Maite se dio la vuelta frente a mí ahora. Tenía los ojos abiertos mientras miraba mi pecho y pasó el dedo sobre cada uno de mis pectorales, luego hacia arriba y al otro lado de mi hombro. Levantó los ojos y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.


—Hola —le susurré.



—Hola.



Ya estaba oscuro afuera, pero no tenía ni idea de lo tarde que era. —Te extrañé hoy.


Su sonrisa se desvaneció y desvió su mirada de mí. Esa era una extraña reacción. —Yo también —respondió, sin mirarme.



Extendí la mano y tomé su barbilla para que pudiera volver la mirada hacia mí.



—¿Qué está mal?



Forzó una sonrisa. —Nada.


Mentía. Algo estaba definitivamente mal.



—Maite, dime la verdad. Te ves molesta. Algo anda mal.



Comenzó a alejarse de mí, pero la abracé.



—Dime, por favor —Supliqué.



La tensión en su cuerpo se alivió un poco cuando le dije por favor. Tenía que recordar que ella era débil cuanto a esa palabra se refería.



—Te vi hoy. Te estabas divirtiendo... —Se fue apagando.


¿Era ése el problema? Oh... espera. Vio a Meg.



—Esto se trata de Meg. Lo siento, no sabía hasta que llegué allí que Grant le había pedido que remplazara a Nan. Mi hermana se echó atrás en último momento y Grant le pidió a Meg que tomara su lugar. Te hubiera dicho antes, si lo hubiera sabido.



La tensión en su cuerpo estaba de vuelta. Mier*da. Pensé que lo explicaba. ¿Estaba molesta por eso?



—Fue tu primera —La voz de Maite era tan suave que casi la perdí.


Alguien le había dicho. Joder. ¿Quién sabía, aparte de Grant? No era como si compartiera mi historia sexual con la gente. ¿Quién podría haberle dicho? Tomé su cara entre mis manos.


—Y tú eres la última.


Sus ojos se suavizaron. Me estaba volviendo bueno en esta cosa de hablar dulcemente. Antes, no me había preocupado mucho por decir lo correcto a las mujeres. Era fácil con Maite. Sólo estaba siendo honesto.


—Yo... —Se detuvo y se retorció en mis brazos—. Tengo que ir al baño — dijo. Estaba seguro de que no era lo que iba a decir al principio, pero la dejé levantarse.


Llevaba una camiseta amarilla y un par de bragas de color rosa que sabía que las chicas se referían como bóxer. A pesar de que ningún hombre que conociera usara algo así. Sus caderas parecían más grandes y la idea de acostarla sobre la cama y enterrarme en esas caderas me puso duro como una roca. Tenía que concentrarme. Estaba molesta por algo y no me estaba diciendo lo que era. Tenía que arreglar esto. No quería molestarla.



Mi teléfono sonó y estiré la mano para agarrarlo de la mesita de noche. Era Nan. No era con quien quería hablar en este momento. Pulsé ignorar. Después de desviar la llamada, miré la hora. Eran sólo las nueve y diez minutos.



__Maite salió del baño y sonrió tímidamente. —Estoy un poco hambrienta.


—Entonces, vamos a alimentarte —le dije levantándome y agarrando mis jeans.



—Tengo que ir a la tienda. Iba a ir antes, pero tenía sueño, así que pensé en tomar una siesta primero.


—Te voy a llevar a cenar y luego iremos de compras por la mañana. No hay tiendas abiertas a esta hora por aquí.


__Maite parecía confundida. —No hay ningún restaurante en la ciudad abierto tampoco.



—El club está abierto hasta las once. Sabes eso. —Tiré de la camisa por encima de mi cabeza y luego me acerqué a ella. Me estaba estudiando como si no entendiera.



—¿Qué? —Le pregunté agarrando su cintura y tirando de su cuerpo casi desnudo contra mí.



—La gente te verá conmigo en el club. Personas además de tus amigos — dijo lentamente, como si lo dejara asentarse.


—¿Y? —Le pregunté.



Inclinó la cabeza hacia atrás para poder mirarme. —Y trabajo allí. Saben que trabajo allí.



Todavía no entendía lo que estaba diciendo. —No te entiendo.



—Maite dejó escapar un suspiro exasperado. —¿No te importa que los demás miembros del club te vean cenando con un empleado?Me quedé helado. ¿Qué?


—Maite—dije lentamente, asegurándome de que la había oído bien—. ¿Acabas de preguntarme si me importa si alguien me ve comer contigo? Por favor, dime que no he entendido bien.

Eran sólo las seis de la tarde. No debería estar dormida tan temprano a menos que estuviera enferma. La idea de su agitado día hizo que mi corazón se acelerara. Debería haber insistido en que no trabajara hoy. Esto no era seguro para ella o el bebé


Abrí la puerta lentamente y entré. Entonces cerré con llave detrás de mí. Maite estaba acurrucada en el centro de la enorme cama. Parecía perdida allí. Tenía tendido su cabello largo y rubio sobre las almohadas, y una de sus largas piernas desnudas se había salido de las sabanas. Me quité la camisa y luego la arrojé por encima de la cómoda antes de desabrochar mis vaqueros y quitármelos. Cuando estuve en mis boxers retiré la sabana y me subí detrás de ella. La abracé contra mí y vino con mucho gusto. Un suspiro suave y un poco de saludo entre dientes era el sonido más adorable que jamás había escuchado. Sonriendo, enterré mi cara en su cabello y cerré los ojos.



Este era el único lugar en el que alguna vez quería estar. Deslicé mi mano y la puse sobre su estómago plano. La idea de lo que tenía en la mano en ese momento era abismante.



Un rastro suave por mi brazo y después a través de mi pecho trajo una sonrisa a mi cara cuando abrí los ojos. Maite se dio la vuelta frente a mí ahora. Tenía los ojos abiertos mientras miraba mi pecho y pasó el dedo sobre cada uno de mis pectorales, luego hacia arriba y al otro lado de mi hombro. Levantó los ojos y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.


—Hola —le susurré.



—Hola.



Ya estaba oscuro afuera, pero no tenía ni idea de lo tarde que era. —Te extrañé hoy.


Su sonrisa se desvaneció y desvió su mirada de mí. Esa era una extraña reacción. —Yo también —respondió, sin mirarme.



Extendí la mano y tomé su barbilla para que pudiera volver la mirada hacia mí.



—¿Qué está mal?



Forzó una sonrisa. —Nada.


Mentía. Algo estaba definitivamente mal.



—Maite, dime la verdad. Te ves molesta. Algo anda mal.



Comenzó a alejarse de mí, pero la abracé.



—Dime, por favor —Supliqué.



La tensión en su cuerpo se alivió un poco cuando le dije por favor. Tenía que recordar que ella era débil cuanto a esa palabra se refería.



—Te vi hoy. Te estabas divirtiendo... —Se fue apagando.


¿Era ése el problema? Oh... espera. Vio a Meg.



—Esto se trata de Meg. Lo siento, no sabía hasta que llegué allí que Grant le había pedido que remplazara a Nan. Mi hermana se echó atrás en último momento y Grant le pidió a Meg que tomara su lugar. Te hubiera dicho antes, si lo hubiera sabido.



La tensión en su cuerpo estaba de vuelta. Mier*da. Pensé que lo explicaba. ¿Estaba molesta por eso?



—Fue tu primera —La voz de Maite era tan suave que casi la perdí.


Alguien le había dicho. Joder. ¿Quién sabía, aparte de Grant? No era como si compartiera mi historia sexual con la gente. ¿Quién podría haberle dicho? Tomé su cara entre mis manos.


—Y tú eres la última.


Sus ojos se suavizaron. Me estaba volviendo bueno en esta cosa de hablar dulcemente. Antes, no me había preocupado mucho por decir lo correcto a las mujeres. Era fácil con Maite. Sólo estaba siendo honesto.


—Yo... —Se detuvo y se retorció en mis brazos—. Tengo que ir al baño — dijo. Estaba seguro de que no era lo que iba a decir al principio, pero la dejé levantarse.


Llevaba una camiseta amarilla y un par de bragas de color rosa que sabía que las chicas se referían como bóxer. A pesar de que ningún hombre que conociera usara algo así. Sus caderas parecían más grandes y la idea de acostarla sobre la cama y enterrarme en esas caderas me puso duro como una roca. Tenía que concentrarme. Estaba molesta por algo y no me estaba diciendo lo que era. Tenía que arreglar esto. No quería molestarla.



Mi teléfono sonó y estiré la mano para agarrarlo de la mesita de noche. Era Nan. No era con quien quería hablar en este momento. Pulsé ignorar. Después de desviar la llamada, miré la hora. Eran sólo las nueve y diez minutos.



__Maite salió del baño y sonrió tímidamente. —Estoy un poco hambrienta.


—Entonces, vamos a alimentarte —le dije levantándome y agarrando mis jeans.



—Tengo que ir a la tienda. Iba a ir antes, pero tenía sueño, así que pensé en tomar una siesta primero.


—Te voy a llevar a cenar y luego iremos de compras por la mañana. No hay tiendas abiertas a esta hora por aquí.


__Maite parecía confundida. —No hay ningún restaurante en la ciudad abierto tampoco.



—El club está abierto hasta las once. Sabes eso. —Tiré de la camisa por encima de mi cabeza y luego me acerqué a ella. Me estaba estudiando como si no entendiera.



—¿Qué? —Le pregunté agarrando su cintura y tirando de su cuerpo casi desnudo contra mí.



—La gente te verá conmigo en el club. Personas además de tus amigos — dijo lentamente, como si lo dejara asentarse.


—¿Y? —Le pregunté.



Inclinó la cabeza hacia atrás para poder mirarme. —Y trabajo allí. Saben que trabajo allí.



Todavía no entendía lo que estaba diciendo. —No te entiendo.



—Maite dejó escapar un suspiro exasperado. —¿No te importa que los demás miembros del club te vean cenando con un empleado?Me quedé helado. ¿Qué?


—Maite—dije lentamente, asegurándome de que la había oído bien—. ¿Acabas de preguntarme si me importa si alguien me ve comer contigo? Por favor, dime que no he entendido bien.

Eran sólo las seis de la tarde. No debería estar dormida tan temprano a menos que estuviera enferma. La idea de su agitado día hizo que mi corazón se acelerara. Debería haber insistido en que no trabajara hoy. Esto no era seguro para ella o el bebé


Abrí la puerta lentamente y entré. Entonces cerré con llave detrás de mí. Maite estaba acurrucada en el centro de la enorme cama. Parecía perdida allí. Tenía tendido su cabello largo y rubio sobre las almohadas, y una de sus largas piernas desnudas se había salido de las sabanas. Me quité la camisa y luego la arrojé por encima de la cómoda antes de desabrochar mis vaqueros y quitármelos. Cuando estuve en mis boxers retiré la sabana y me subí detrás de ella. La abracé contra mí y vino con mucho gusto. Un suspiro suave y un poco de saludo entre dientes era el sonido más adorable que jamás había escuchado. Sonriendo, enterré mi cara en su cabello y cerré los ojos.



Este era el único lugar en el que alguna vez quería estar. Deslicé mi mano y la puse sobre su estómago plano. La idea de lo que tenía en la mano en ese momento era abismante.



Un rastro suave por mi brazo y después a través de mi pecho trajo una sonrisa a mi cara cuando abrí los ojos. Maite se dio la vuelta frente a mí ahora. Tenía los ojos abiertos mientras miraba mi pecho y pasó el dedo sobre cada uno de mis pectorales, luego hacia arriba y al otro lado de mi hombro. Levantó los ojos y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.


—Hola —le susurré.



—Hola.



Ya estaba oscuro afuera, pero no tenía ni idea de lo tarde que era. —Te extrañé hoy.


Su sonrisa se desvaneció y desvió su mirada de mí. Esa era una extraña reacción. —Yo también —respondió, sin mirarme.



Extendí la mano y tomé su barbilla para que pudiera volver la mirada hacia mí.



—¿Qué está mal?



Forzó una sonrisa. —Nada.


Mentía. Algo estaba definitivamente mal.



—Maite, dime la verdad. Te ves molesta. Algo anda mal.



Comenzó a alejarse de mí, pero la abracé.



—Dime, por favor —Supliqué.



La tensión en su cuerpo se alivió un poco cuando le dije por favor. Tenía que recordar que ella era débil cuanto a esa palabra se refería.



—Te vi hoy. Te estabas divirtiendo... —Se fue apagando.


¿Era ése el problema? Oh... espera. Vio a Meg.



—Esto se trata de Meg. Lo siento, no sabía hasta que llegué allí que Grant le había pedido que remplazara a Nan. Mi hermana se echó atrás en último momento y Grant le pidió a Meg que tomara su lugar. Te hubiera dicho antes, si lo hubiera sabido.



La tensión en su cuerpo estaba de vuelta. Mier*da. Pensé que lo explicaba. ¿Estaba molesta por eso?



—Fue tu primera —La voz de Maite era tan suave que casi la perdí.


Alguien le había dicho. Joder. ¿Quién sabía, aparte de Grant? No era como si compartiera mi historia sexual con la gente. ¿Quién podría haberle dicho? Tomé su cara entre mis manos.


—Y tú eres la última.


Sus ojos se suavizaron. Me estaba volviendo bueno en esta cosa de hablar dulcemente. Antes, no me había preocupado mucho por decir lo correcto a las mujeres. Era fácil con Maite. Sólo estaba siendo honesto.


—Yo... —Se detuvo y se retorció en mis brazos—. Tengo que ir al baño — dijo. Estaba seguro de que no era lo que iba a decir al principio, pero la dejé levantarse.


Llevaba una camiseta amarilla y un par de bragas de color rosa que sabía que las chicas se referían como bóxer. A pesar de que ningún hombre que conociera usara algo así. Sus caderas parecían más grandes y la idea de acostarla sobre la cama y enterrarme en esas caderas me puso duro como una roca. Tenía que concentrarme. Estaba molesta por algo y no me estaba diciendo lo que era. Tenía que arreglar esto. No quería molestarla.



Mi teléfono sonó y estiré la mano para agarrarlo de la mesita de noche. Era Nan. No era con quien quería hablar en este momento. Pulsé ignorar. Después de desviar la llamada, miré la hora. Eran sólo las nueve y diez minutos.



__Maite salió del baño y sonrió tímidamente. —Estoy un poco hambrienta.


—Entonces, vamos a alimentarte —le dije levantándome y agarrando mis jeans.



—Tengo que ir a la tienda. Iba a ir antes, pero tenía sueño, así que pensé en tomar una siesta primero.


—Te voy a llevar a cenar y luego iremos de compras por la mañana. No hay tiendas abiertas a esta hora por aquí.


__Maite parecía confundida. —No hay ningún restaurante en la ciudad abierto tampoco.



—El club está abierto hasta las once. Sabes eso. —Tiré de la camisa por encima de mi cabeza y luego me acerqué a ella. Me estaba estudiando como si no entendiera.



—¿Qué? —Le pregunté agarrando su cintura y tirando de su cuerpo casi desnudo contra mí.



—La gente te verá conmigo en el club. Personas además de tus amigos — dijo lentamente, como si lo dejara asentarse.


—¿Y? —Le pregunté.



Inclinó la cabeza hacia atrás para poder mirarme. —Y trabajo allí. Saben que trabajo allí.



Todavía no entendía lo que estaba diciendo. —No te entiendo.



—Maite dejó escapar un suspiro exasperado. —¿No te importa que los demás miembros del club te vean cenando con un empleado?Me quedé helado. ¿Qué?


—Maite—dije lentamente, asegurándome de que la había oído bien—. ¿Acabas de preguntarme si me importa si alguien me ve comer contigo? Por favor, dime que no he entendido bien.

Eran sólo las seis de la tarde. No debería estar dormida tan temprano a menos que estuviera enferma. La idea de su agitado día hizo que mi corazón se acelerara. Debería haber insistido en que no trabajara hoy. Esto no era seguro para ella o el bebé


Abrí la puerta lentamente y entré. Entonces cerré con llave detrás de mí. Maite estaba acurrucada en el centro de la enorme cama. Parecía perdida allí. Tenía tendido su cabello largo y rubio sobre las almohadas, y una de sus largas piernas desnudas se había salido de las sabanas. Me quité la camisa y luego la arrojé por encima de la cómoda antes de desabrochar mis vaqueros y quitármelos. Cuando estuve en mis boxers retiré la sabana y me subí detrás de ella. La abracé contra mí y vino con mucho gusto. Un suspiro suave y un poco de saludo entre dientes era el sonido más adorable que jamás había escuchado. Sonriendo, enterré mi cara en su cabello y cerré los ojos.



Este era el único lugar en el que alguna vez quería estar. Deslicé mi mano y la puse sobre su estómago plano. La idea de lo que tenía en la mano en ese momento era abismante.



Un rastro suave por mi brazo y después a través de mi pecho trajo una sonrisa a mi cara cuando abrí los ojos. Maite se dio la vuelta frente a mí ahora. Tenía los ojos abiertos mientras miraba mi pecho y pasó el dedo sobre cada uno de mis pectorales, luego hacia arriba y al otro lado de mi hombro. Levantó los ojos y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.


—Hola —le susurré.



—Hola.



Ya estaba oscuro afuera, pero no tenía ni idea de lo tarde que era. —Te extrañé hoy.


Su sonrisa se desvaneció y desvió su mirada de mí. Esa era una extraña reacción. —Yo también —respondió, sin mirarme.



Extendí la mano y tomé su barbilla para que pudiera volver la mirada hacia mí.



—¿Qué está mal?



Forzó una sonrisa. —Nada.


Mentía. Algo estaba definitivamente mal.



—Maite, dime la verdad. Te ves molesta. Algo anda mal.



Comenzó a alejarse de mí, pero la abracé.



—Dime, por favor —Supliqué.



La tensión en su cuerpo se alivió un poco cuando le dije por favor. Tenía que recordar que ella era débil cuanto a esa palabra se refería.



—Te vi hoy. Te estabas divirtiendo... —Se fue apagando.


¿Era ése el problema? Oh... espera. Vio a Meg.



—Esto se trata de Meg. Lo siento, no sabía hasta que llegué allí que Grant le había pedido que remplazara a Nan. Mi hermana se echó atrás en último momento y Grant le pidió a Meg que tomara su lugar. Te hubiera dicho antes, si lo hubiera sabido.



La tensión en su cuerpo estaba de vuelta. Mier*da. Pensé que lo explicaba. ¿Estaba molesta por eso?



—Fue tu primera —La voz de Maite era tan suave que casi la perdí.


Alguien le había dicho. Joder. ¿Quién sabía, aparte de Grant? No era como si compartiera mi historia sexual con la gente. ¿Quién podría haberle dicho? Tomé su cara entre mis manos.


—Y tú eres la última.


Sus ojos se suavizaron. Me estaba volviendo bueno en esta cosa de hablar dulcemente. Antes, no me había preocupado mucho por decir lo correcto a las mujeres. Era fácil con Maite. Sólo estaba siendo honesto.


—Yo... —Se detuvo y se retorció en mis brazos—. Tengo que ir al baño — dijo. Estaba seguro de que no era lo que iba a decir al principio, pero la dejé levantarse.


Llevaba una camiseta amarilla y un par de bragas de color rosa que sabía que las chicas se referían como bóxer. A pesar de que ningún hombre que conociera usara algo así. Sus caderas parecían más grandes y la idea de acostarla sobre la cama y enterrarme en esas caderas me puso duro como una roca. Tenía que concentrarme. Estaba molesta por algo y no me estaba diciendo lo que era. Tenía que arreglar esto. No quería molestarla.



Mi teléfono sonó y estiré la mano para agarrarlo de la mesita de noche. Era Nan. No era con quien quería hablar en este momento. Pulsé ignorar. Después de desviar la llamada, miré la hora. Eran sólo las nueve y diez minutos.



__Maite salió del baño y sonrió tímidamente. —Estoy un poco hambrienta.


—Entonces, vamos a alimentarte —le dije levantándome y agarrando mis jeans.



—Tengo que ir a la tienda. Iba a ir antes, pero tenía sueño, así que pensé en tomar una siesta primero.


—Te voy a llevar a cenar y luego iremos de compras por la mañana. No hay tiendas abiertas a esta hora por aquí.


__Maite parecía confundida. —No hay ningún restaurante en la ciudad abierto tampoco.



—El club está abierto hasta las once. Sabes eso. —Tiré de la camisa por encima de mi cabeza y luego me acerqué a ella. Me estaba estudiando como si no entendiera.



—¿Qué? —Le pregunté agarrando su cintura y tirando de su cuerpo casi desnudo contra mí.



—La gente te verá conmigo en el club. Personas además de tus amigos — dijo lentamente, como si lo dejara asentarse.


—¿Y? —Le pregunté.



Inclinó la cabeza hacia atrás para poder mirarme. —Y trabajo allí. Saben que trabajo allí.



Todavía no entendía lo que estaba diciendo. —No te entiendo.



—Maite dejó escapar un suspiro exasperado. —¿No te importa que los demás miembros del club te vean cenando con un empleado?Me quedé helado. ¿Qué?


—Maite—dije lentamente, asegurándome de que la había oído bien—. ¿Acabas de preguntarme si me importa si alguien me ve comer contigo? Por favor, dime que no he entendido bien.

Eran sólo las seis de la tarde. No debería estar dormida tan temprano a menos que estuviera enferma. La idea de su agitado día hizo que mi corazón se acelerara. Debería haber insistido en que no trabajara hoy. Esto no era seguro para ella o el bebé


Abrí la puerta lentamente y entré. Entonces cerré con llave detrás de mí. Maite estaba acurrucada en el centro de la enorme cama. Parecía perdida allí. Tenía tendido su cabello largo y rubio sobre las almohadas, y una de sus largas piernas desnudas se había salido de las sabanas. Me quité la camisa y luego la arrojé por encima de la cómoda antes de desabrochar mis vaqueros y quitármelos. Cuando estuve en mis boxers retiré la sabana y me subí detrás de ella. La abracé contra mí y vino con mucho gusto. Un suspiro suave y un poco de saludo entre dientes era el sonido más adorable que jamás había escuchado. Sonriendo, enterré mi cara en su cabello y cerré los ojos.



Este era el único lugar en el que alguna vez quería estar. Deslicé mi mano y la puse sobre su estómago plano. La idea de lo que tenía en la mano en ese momento era abismante.



Un rastro suave por mi brazo y después a través de mi pecho trajo una sonrisa a mi cara cuando abrí los ojos. Maite se dio la vuelta frente a mí ahora. Tenía los ojos abiertos mientras miraba mi pecho y pasó el dedo sobre cada uno de mis pectorales, luego hacia arriba y al otro lado de mi hombro. Levantó los ojos y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.


—Hola —le susurré.



—Hola.



Ya estaba oscuro afuera, pero no tenía ni idea de lo tarde que era. —Te extrañé hoy.


Su sonrisa se desvaneció y desvió su mirada de mí. Esa era una extraña reacción. —Yo también —respondió, sin mirarme.



Extendí la mano y tomé su barbilla para que pudiera volver la mirada hacia mí.



—¿Qué está mal?



Forzó una sonrisa. —Nada.


Mentía. Algo estaba definitivamente mal.



—Maite, dime la verdad. Te ves molesta. Algo anda mal.



Comenzó a alejarse de mí, pero la abracé.



—Dime, por favor —Supliqué.



La tensión en su cuerpo se alivió un poco cuando le dije por favor. Tenía que recordar que ella era débil cuanto a esa palabra se refería.



—Te vi hoy. Te estabas divirtiendo... —Se fue apagando.


¿Era ése el problema? Oh... espera. Vio a Meg.



—Esto se trata de Meg. Lo siento, no sabía hasta que llegué allí que Grant le había pedido que remplazara a Nan. Mi hermana se echó atrás en último momento y Grant le pidió a Meg que tomara su lugar. Te hubiera dicho antes, si lo hubiera sabido.



La tensión en su cuerpo estaba de vuelta. Mier*da. Pensé que lo explicaba. ¿Estaba molesta por eso?



—Fue tu primera —La voz de Maite era tan suave que casi la perdí.


Alguien le había dicho. Joder. ¿Quién sabía, aparte de Grant? No era como si compartiera mi historia sexual con la gente. ¿Quién podría haberle dicho? Tomé su cara entre mis manos.


—Y tú eres la última.


Sus ojos se suavizaron. Me estaba volviendo bueno en esta cosa de hablar dulcemente. Antes, no me había preocupado mucho por decir lo correcto a las mujeres. Era fácil con Maite. Sólo estaba siendo honesto.


—Yo... —Se detuvo y se retorció en mis brazos—. Tengo que ir al baño — dijo. Estaba seguro de que no era lo que iba a decir al principio, pero la dejé levantarse.


Llevaba una camiseta amarilla y un par de bragas de color rosa que sabía que las chicas se referían como bóxer. A pesar de que ningún hombre que conociera usara algo así. Sus caderas parecían más grandes y la idea de acostarla sobre la cama y enterrarme en esas caderas me puso duro como una roca. Tenía que concentrarme. Estaba molesta por algo y no me estaba diciendo lo que era. Tenía que arreglar esto. No quería molestarla.



Mi teléfono sonó y estiré la mano para agarrarlo de la mesita de noche. Era Nan. No era con quien quería hablar en este momento. Pulsé ignorar. Después de desviar la llamada, miré la hora. Eran sólo las nueve y diez minutos.



__Maite salió del baño y sonrió tímidamente. —Estoy un poco hambrienta.


—Entonces, vamos a alimentarte —le dije levantándome y agarrando mis jeans.



—Tengo que ir a la tienda. Iba a ir antes, pero tenía sueño, así que pensé en tomar una siesta primero.


—Te voy a llevar a cenar y luego iremos de compras por la mañana. No hay tiendas abiertas a esta hora por aquí.


__Maite parecía confundida. —No hay ningún restaurante en la ciudad abierto tampoco.



—El club está abierto hasta las once. Sabes eso. —Tiré de la camisa por encima de mi cabeza y luego me acerqué a ella. Me estaba estudiando como si no entendiera.



—¿Qué? —Le pregunté agarrando su cintura y tirando de su cuerpo casi desnudo contra mí.



—La gente te verá conmigo en el club. Personas además de tus amigos — dijo lentamente, como si lo dejara asentarse.


—¿Y? —Le pregunté.



Inclinó la cabeza hacia atrás para poder mirarme. —Y trabajo allí. Saben que trabajo allí.



Todavía no entendía lo que estaba diciendo. —No te entiendo.



—Maite dejó escapar un suspiro exasperado. —¿No te importa que los demás miembros del club te vean cenando con un empleado?Me quedé helado. ¿Qué?


—Maite—dije lentamente, asegurándome de que la había oído bien—. ¿Acabas de preguntarme si me importa si alguien me ve comer contigo? Por favor, dime que no he entendido bien.

Eran sólo las seis de la tarde. No debería estar dormida tan temprano a menos que estuviera enferma. La idea de su agitado día hizo que mi corazón se acelerara. Debería haber insistido en que no trabajara hoy. Esto no era seguro para ella o el bebé


Abrí la puerta lentamente y entré. Entonces cerré con llave detrás de mí. Maite estaba acurrucada en el centro de la enorme cama. Parecía perdida allí. Tenía tendido su cabello largo y rubio sobre las almohadas, y una de sus largas piernas desnudas se había salido de las sabanas. Me quité la camisa y luego la arrojé por encima de la cómoda antes de desabrochar mis vaqueros y quitármelos. Cuando estuve en mis boxers retiré la sabana y me subí detrás de ella. La abracé contra mí y vino con mucho gusto. Un suspiro suave y un poco de saludo entre dientes era el sonido más adorable que jamás había escuchado. Sonriendo, enterré mi cara en su cabello y cerré los ojos.



Este era el único lugar en el que alguna vez quería estar. Deslicé mi mano y la puse sobre su estómago plano. La idea de lo que tenía en la mano en ese momento era abismante.



Un rastro suave por mi brazo y después a través de mi pecho trajo una sonrisa a mi cara cuando abrí los ojos. Maite se dio la vuelta frente a mí ahora. Tenía los ojos abiertos mientras miraba mi pecho y pasó el dedo sobre cada uno de mis pectorales, luego hacia arriba y al otro lado de mi hombro. Levantó los ojos y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.


—Hola —le susurré.



—Hola.



Ya estaba oscuro afuera, pero no tenía ni idea de lo tarde que era. —Te extrañé hoy.


Su sonrisa se desvaneció y desvió su mirada de mí. Esa era una extraña reacción. —Yo también —respondió, sin mirarme.



Extendí la mano y tomé su barbilla para que pudiera volver la mirada hacia mí.



—¿Qué está mal?



Forzó una sonrisa. —Nada.


Mentía. Algo estaba definitivamente mal.



—Maite, dime la verdad. Te ves molesta. Algo anda mal.



Comenzó a alejarse de mí, pero la abracé.



—Dime, por favor —Supliqué.



La tensión en su cuerpo se alivió un poco cuando le dije por favor. Tenía que recordar que ella era débil cuanto a esa palabra se refería.



—Te vi hoy. Te estabas divirtiendo... —Se fue apagando.


¿Era ése el problema? Oh... espera. Vio a Meg.



—Esto se trata de Meg. Lo siento, no sabía hasta que llegué allí que Grant le había pedido que remplazara a Nan. Mi hermana se echó atrás en último momento y Grant le pidió a Meg que tomara su lugar. Te hubiera dicho antes, si lo hubiera sabido.



La tensión en su cuerpo estaba de vuelta. Mier*da. Pensé que lo explicaba. ¿Estaba molesta por eso?



—Fue tu primera —La voz de Maite era tan suave que casi la perdí.


Alguien le había dicho. Joder. ¿Quién sabía, aparte de Grant? No era como si compartiera mi historia sexual con la gente. ¿Quién podría haberle dicho? Tomé su cara entre mis manos.


—Y tú eres la última.


Sus ojos se suavizaron. Me estaba volviendo bueno en esta cosa de hablar dulcemente. Antes, no me había preocupado mucho por decir lo correcto a las mujeres. Era fácil con Maite. Sólo estaba siendo honesto.


—Yo... —Se detuvo y se retorció en mis brazos—. Tengo que ir al baño — dijo. Estaba seguro de que no era lo que iba a decir al principio, pero la dejé levantarse.


Llevaba una camiseta amarilla y un par de bragas de color rosa que sabía que las chicas se referían como bóxer. A pesar de que ningún hombre que conociera usara algo así. Sus caderas parecían más grandes y la idea de acostarla sobre la cama y enterrarme en esas caderas me puso duro como una roca. Tenía que concentrarme. Estaba molesta por algo y no me estaba diciendo lo que era. Tenía que arreglar esto. No quería molestarla.



Mi teléfono sonó y estiré la mano para agarrarlo de la mesita de noche. Era Nan. No era con quien quería hablar en este momento. Pulsé ignorar. Después de desviar la llamada, miré la hora. Eran sólo las nueve y diez minutos.



__Maite salió del baño y sonrió tímidamente. —Estoy un poco hambrienta.


—Entonces, vamos a alimentarte —le dije levantándome y agarrando mis jeans.



—Tengo que ir a la tienda. Iba a ir antes, pero tenía sueño, así que pensé en tomar una siesta primero.


—Te voy a llevar a cenar y luego iremos de compras por la mañana. No hay tiendas abiertas a esta hora por aquí.


__Maite parecía confundida. —No hay ningún restaurante en la ciudad abierto tampoco.



—El club está abierto hasta las once. Sabes eso. —Tiré de la camisa por encima de mi cabeza y luego me acerqué a ella. Me estaba estudiando como si no entendiera.



—¿Qué? —Le pregunté agarrando su cintura y tirando de su cuerpo casi desnudo contra mí.



—La gente te verá conmigo en el club. Personas además de tus amigos — dijo lentamente, como si lo dejara asentarse.


—¿Y? —Le pregunté.



Inclinó la cabeza hacia atrás para poder mirarme. —Y trabajo allí. Saben que trabajo allí.



Todavía no entendía lo que estaba diciendo. —No te entiendo.



—Maite dejó escapar un suspiro exasperado. —¿No te importa que los demás miembros del club te vean cenando con un empleado?Me quedé helado. ¿Qué?


—Maite—dije lentamente, asegurándome de que la había oído bien—. ¿Acabas de preguntarme si me importa si alguien me ve comer contigo? Por favor, dime que no he entendido bien.

Eran sólo las seis de la tarde. No debería estar dormida tan temprano a menos que estuviera enferma. La idea de su agitado día hizo que mi corazón se acelerara. Debería haber insistido en que no trabajara hoy. Esto no era seguro para ella o el bebé


Abrí la puerta lentamente y entré. Entonces cerré con llave detrás de mí. Maite estaba acurrucada en el centro de la enorme cama. Parecía perdida allí. Tenía tendido su cabello largo y rubio sobre las almohadas, y una de sus largas piernas desnudas se había salido de las sabanas. Me quité la camisa y luego la arrojé por encima de la cómoda antes de desabrochar mis vaqueros y quitármelos. Cuando estuve en mis boxers retiré la sabana y me subí detrás de ella. La abracé contra mí y vino con mucho gusto. Un suspiro suave y un poco de saludo entre dientes era el sonido más adorable que jamás había escuchado. Sonriendo, enterré mi cara en su cabello y cerré los ojos.



Este era el único lugar en el que alguna vez quería estar. Deslicé mi mano y la puse sobre su estómago plano. La idea de lo que tenía en la mano en ese momento era abismante.



Un rastro suave por mi brazo y después a través de mi pecho trajo una sonrisa a mi cara cuando abrí los ojos. Maite se dio la vuelta frente a mí ahora. Tenía los ojos abiertos mientras miraba mi pecho y pasó el dedo sobre cada uno de mis pectorales, luego hacia arriba y al otro lado de mi hombro. Levantó los ojos y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.


—Hola —le susurré.



—Hola.



Ya estaba oscuro afuera, pero no tenía ni idea de lo tarde que era. —Te extrañé hoy.


Su sonrisa se desvaneció y desvió su mirada de mí. Esa era una extraña reacción. —Yo también —respondió, sin mirarme.



Extendí la mano y tomé su barbilla para que pudiera volver la mirada hacia mí.



—¿Qué está mal?



Forzó una sonrisa. —Nada.


Mentía. Algo estaba definitivamente mal.



—Maite, dime la verdad. Te ves molesta. Algo anda mal.



Comenzó a alejarse de mí, pero la abracé.



—Dime, por favor —Supliqué.



La tensión en su cuerpo se alivió un poco cuando le dije por favor. Tenía que recordar que ella era débil cuanto a esa palabra se refería.



—Te vi hoy. Te estabas divirtiendo... —Se fue apagando.


¿Era ése el problema? Oh... espera. Vio a Meg.



—Esto se trata de Meg. Lo siento, no sabía hasta que llegué allí que Grant le había pedido que remplazara a Nan. Mi hermana se echó atrás en último momento y Grant le pidió a Meg que tomara su lugar. Te hubiera dicho antes, si lo hubiera sabido.



La tensión en su cuerpo estaba de vuelta. Mier*da. Pensé que lo explicaba. ¿Estaba molesta por eso?



—Fue tu primera —La voz de Maite era tan suave que casi la perdí.


Alguien le había dicho. Joder. ¿Quién sabía, aparte de Grant? No era como si compartiera mi historia sexual con la gente. ¿Quién podría haberle dicho? Tomé su cara entre mis manos.


—Y tú eres la última.


Sus ojos se suavizaron. Me estaba volviendo bueno en esta cosa de hablar dulcemente. Antes, no me había preocupado mucho por decir lo correcto a las mujeres. Era fácil con Maite. Sólo estaba siendo honesto.


—Yo... —Se detuvo y se retorció en mis brazos—. Tengo que ir al baño — dijo. Estaba seguro de que no era lo que iba a decir al principio, pero la dejé levantarse.


Llevaba una camiseta amarilla y un par de bragas de color rosa que sabía que las chicas se referían como bóxer. A pesar de que ningún hombre que conociera usara algo así. Sus caderas parecían más grandes y la idea de acostarla sobre la cama y enterrarme en esas caderas me puso duro como una roca. Tenía que concentrarme. Estaba molesta por algo y no me estaba diciendo lo que era. Tenía que arreglar esto. No quería molestarla.



Mi teléfono sonó y estiré la mano para agarrarlo de la mesita de noche. Era Nan. No era con quien quería hablar en este momento. Pulsé ignorar. Después de desviar la llamada, miré la hora. Eran sólo las nueve y diez minutos.



__Maite salió del baño y sonrió tímidamente. —Estoy un poco hambrienta.


—Entonces, vamos a alimentarte —le dije levantándome y agarrando mis jeans.



—Tengo que ir a la tienda. Iba a ir antes, pero tenía sueño, así que pensé en tomar una siesta primero.


—Te voy a llevar a cenar y luego iremos de compras por la mañana. No hay tiendas abiertas a esta hora por aquí.


__Maite parecía confundida. —No hay ningún restaurante en la ciudad abierto tampoco.



—El club está abierto hasta las once. Sabes eso. —Tiré de la camisa por encima de mi cabeza y luego me acerqué a ella. Me estaba estudiando como si no entendiera.



—¿Qué? —Le pregunté agarrando su cintura y tirando de su cuerpo casi desnudo contra mí.



—La gente te verá conmigo en el club. Personas además de tus amigos — dijo lentamente, como si lo dejara asentarse.


—¿Y? —Le pregunté.



Inclinó la cabeza hacia atrás para poder mirarme. —Y trabajo allí. Saben que trabajo allí.



Todavía no entendía lo que estaba diciendo. —No te entiendo.



—Maite dejó escapar un suspiro exasperado. —¿No te importa que los demás miembros del club te vean cenando con un empleado?Me quedé helado. ¿Qué?



—Maite—dije lentamente, asegurándome de que la había oído bien—. ¿Acabas de preguntarme si me importa si alguien me ve comer contigo? Por favor, dime que no he entendido bien.



Se encogió de hombros.


Dejé caer mis manos de su cintura y me acerqué a la puerta. Tenía que ser una broma. ¿Cuándo alguna vez le había hecho creer que me avergonzaba de ella? La miré de nuevo. Cruzó los brazos sobre su pecho mientras me miraba.



—¿Cuándo alguna vez te he hecho creer que no quería ser visto contigo? Porque si fue así entonces te juro que voy a ir a arreglarlo.


Se encogió de hombros otra vez. —No lo sé. Realmente, nunca hemos ido a una cita. Quiero decir, fuimos al bar de country ese día, pero en realidad no era una cita. Tus eventos sociales normalmente no me incluyen a mí.



Mi pecho se contrajo. Tenía razón. Nunca la había llevado a ninguna parte que no fuera para comprar muebles y un paseo a Sumit y de regreso. Joder. Era un idio*ta.



Tienes razón. Apesto. Nunca te he llevado a ningún lugar especial —dije en voz baja y luego sacudí la cabeza. En realidad nunca había tenido una relación antes. Me cogía a las chicas y luego las enviaba a casa.



—¿Así que todo este tiempo pensaste que me avergonzaba de ti? — pregunté, sabiendo que no quería oír la respuesta. Iba a doler como un hijo de pu*ta.



—No exactamente avergonzado. Sólo... sólo pensaba que no encajaba en tu mundo. Eso lo sé. Sólo porque estoy embarazada de nuestro bebé no significa que tengas que reclamarme de cualquier modo. Estás siendo de apoyo.



—Maite. Por favor. Detente ahora. No puedo escuchar nada más —Cerré la distancia que había puesto entre nosotros—. Tú eres mi mundo. Quiero que todos lo sepan. No sé cómo ir a citas, así que nunca llegué a pensar en llevarte a una. Pero puedo prometer ahora mismo, voy a estar llevándote a tantas malditas citas que no va a haber una persona en esta ciudad que no sepa que adoro la tierra que pisas —prometí extendiendo mi mano y tomando la suya—. Perdóname por ser un idio*ta.



__Maite parpadeó para contener las lágrimas y asintió. Me pregunté cuántas veces iba a meter la pata antes de acertar en esto.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:18 pm

32

Maite

El teléfono que William había comprado para mi estaba en la barra de la cocina cuando salí de mi habitación. Esta era la tercera vez en la semana que lo dejaba por ahí para que yo lo encontrara. Esta vez también había una nota. La recogí.



Piensa en el bebé. Es necesario para las emergencias.



Eso fue un golpe bajo. Sonriendo cogí el teléfono y lo puse en mi bolsillo. No iba a darse por vencido hasta que lo aceptara.


Hoy fue mi segundo chequeo médico. Le dije eso a William en nuestra tercera cita el lunes en la noche. Había estado muy decidido a llevarme a citas toda la semana. Anoche le había rogado quedarnos en casa y ver una película. Había hecho su punto. Todos en el pueblo nos habían visto juntos. Estaba segura de que todos estaban hartos de vernos juntos a estas alturas. La idea me hizo sonreír aún más.



Saqué el teléfono de mi bolsillo. Me había olvidado de recordarle a William de la consulta de hoy. Ahora tenía un teléfono para llamarlo. Su nombre era el primero en mi lista de contactos FAVORITOS. No me sorprendía.El teléfono sonó tres veces antes de que contestara.



—Oye, te llamo de vuelta —la voz de William sonaba molesta.



—Bien, pero… —empecé a decir cuando el amortiguo el teléfono para hablar con otra persona. ¿Qué estaba pasando?



—¿Estas bien? —espetó.


—Si, estoy bien pero…



—Entonces, te llamo después —me interrumpió antes de que pudiera terminar, y cortó la llamada.


Me senté allí y me quedé mirando el teléfono. ¿Qué había sucedido? Tal vez debería haber preguntado si estaba bien. Cuando no volvió a llamar en los próximos diez minutos, decidí ir a vestirme para mi cita. Seguramente volvería a llamar antes de que fuera hora de irse.



Una hora más tarde y todavía no había llamado. Debatí entre llamarlo o no. Tal vez había olvidado de que llamé. Siempre podía pedir prestado el coche de Betty e ir a mi cita. El lunes, cuando le dije, parecía emocionado por ir. No podía dejarlo.



Apreté su número de nuevo. Sonó cuatro veces esta vez.



—¿Qué? —la voz de Nan me sorprendió, ¿estaba con Nan?



—Uh, um… —No estaba segura de que decirle. No podía contarle lo de mi cita —¿Esta William por ahí? —le pregunté nerviosamente.


Nan dejó escapar una risita dura. —Increíble. Te dijo que llamaría de nuevo ¿por qué no le das un poco de espacio para respirar? William no te necesita. Esta visitando a su familia. Mi mamá y mi papá están aquí. Nos estamos preparando para ir a un almuerzo familiar. Cuando esté listo para hablar contigo, lo hará.



Entonces, me colgó.



Me dejé caer sobre la cama. Esta teniendo un almuerzo familiar con su madre, su hermana y mi papá. ¿Por eso me colgó? No quería que supiera que estaba con ellos. Su comida familiar venía antes que el bebé y yo. Esto era lo que esperaba, pero luego había sido tan dulce y protector. ¿Estaba siendo necesitada? No era una persona necesitada, si no que me había convertido en una. ¿No? De pie, puse el teléfono en la cama. No lo quería más. La voz odiosa de Nan se estaba burlando de mí cuando dijo que estaba comiendo con su padre. Cogí mi bolso. Tuve tiempo de ir a las oficinas y pedir prestado el coche de Bethy.



Al momento que llegué a las oficinas, estaba sudando. Demasiado para parecer linda en mi cita. No me importó. Era el menor de mis problemas. Subí las escaleras y Darla me encontró cuando salía por la puerta.



—No trabajas hoy —dijo en cuanto me vio.



—Lo sé. Tengo que pedir prestado el coche de Bethy. Tengo una cita medica en Destin que… uh… olvidé —Odiaba mentir, pero decirle la verdad era más de lo que podía manejar.



Darla me observó un momento y luego metió la mano en el bolsillo de sus pantalones y sacó sus llaves.



—Llévate mi coche. Voy a estar aquí todo el día. No lo necesito.



Quería abrazarla, pero no lo hice. No esta segura de que acostumbrara tener ese tipo de reacción por una cita médica. —Muchas gracias. Le llenaré el tanque — le aseguré.


Asintió con la cabeza y me corrió. Corrí por las escaleras, me metí en su Cadillac y me dirigí hacia Destin. El viaje de ida no fue tan malo, y sólo tuve que esperar quince minutos antes de que me llamaran a la sala de exámenes. La enfermera era toda sonrisas mientras sacaba una maquina con una pantalla pequeña.



—Solo tienes diez semanas, para oír el latido del bebé vamos a tener que hacer un ultrasonido. Debemos de escuchar el latido del bebé y ver un pequeño destello aquí también.



Iba a ver a mi bebé y oír el latido de su corazón. Esto era real. Las pocas veces que me imaginé este momento no lo hice estando sola. Había pensado que alguien estaría conmigo. ¿Y si no encuentran su latido? ¿Qué pasa si algo va mal? No quería pasar por esto sola.


El médico entró con una sonrisa reconfortante. —Pareces aterrorizada. Este es un momento feliz. Todos tus signos vitales están bien. No hay necesidad de estar tan nerviosa —me aseguró—. Ahora recuéstate —hice lo que me dijo y la enfermera puso mis piernas en los estribos.


—No estás lo suficiente avanzada para hacer esto externamente y ser capaz de ver u oír al bebé. Tenemos que hacer un ultrasonido vaginal que significa que tenemos que ir por esa vía. No duele. Sentirás un poco de presión por la varita, eso es todo —explicó la enfermera.



No los veía. La idea de él metiéndome una varita solo me puso peor. Me concentré en la pantalla.



—Muy bien, aquí vamos. Sencillo, estate quieta —me instruyó el doctor.



Miré a la pantalla en blanco y negro, esperando pacientemente a algo que pareciera un bebé. Un pequeño golpeteo llenó la sala y se sentía como si mi corazón hubiera dejado de latir.


—¿Eso es…? —le pregunté, repentinamente incapaz de decir nada más.



—Sí. Latiendo justo ahí. Lindo y fuerte —dijo el doctor.


Me quedé mirando la pantalla y la enfermera señaló lo que parecía un pequeño guisante.



—Aquí está él o ella. Tamaño perfecto para diez semanas.


No podía tragar el nudo en mi garganta. Las lágrimas rodaron por mi cara, pero no me importaba. Me quedé paralizada mirando el pequeño milagro en la pantalla, mientras sus latidos llenaban la sala.



—El bebé y tú lo están haciendo excelente —dijo el doctor mientras lentamente sacaba el instrumento de mi interior y la enfermera me bajaba la bata y me dio la mano para levantarme el ánimo.



Un poco de flujo sanguíneo es perfectamente normal después de este procedimiento, así que no te alarmes —dijo el doctor, poniéndose de pie y acercándose al lavabo para lavarse las manos. —. Sigue tomando estas vitaminas prenatales y ven a verme otra vez en cuatro semanas.



Asentí con la cabeza. Seguía impresionada.



—Aquí tienes —dijo la enfermera y me entregó unas pequeñas fotos de mi ultrasonido.


—¿Son mías? —le pregunté mirando las fotos de mi bebé.



—Por supuesto que si —respondió con un tono divertido.


—Gracias —le dije mientras miraba cada una de ellas y miraba al pequeño chicharito que sabía estaba vivo dentro de mí.



—De nada —me dio una palmadita en la rodilla—. Puedes vestirte ahora. Todo se ve muy bien.



Asentí con la cabeza y me enjugué una lágrima que se había escapado y ahora corría por mi mejilla.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:20 pm

33

William

—¿Dónde está, Bethy? —Demandé, saliendo de la habitación de Maite sosteniendo su teléfono celular. Lo había dejado aquí.



Bethy me gruñó y azotó la puerta de uno de los gabinetes de la cocina.


—El hecho de que tu penoso trasero no sepa dónde está solo me hace odiarte más.



¿Qué demonios estaba mal con ella? Había tenido un día del infierno. Diciéndole a mi madre que tendría que conseguirse otra casa y diciéndole que iba a pedirle a Maite que se casara conmigo los había mandado a todos a una rabia salvaje. Bueno, no a todos. El padre de Maite se había visto bien con ello. Nan y mi madre se habían vuelto locas. Habíamos pasado varias horas gritándonos los unos a los otros y había hecho amenazas que planeaba mantener. Se suponía que Nan iba a irse de vuelta a la escuela el lunes. No iba a estar hasta vacaciones de invierno y estaba seguro de que ella terminaría en Vail con amigos entonces. Eso era lo que hacía cada año. Normalmente yo también, pero no este año.



—He tenido que lidiar con mi madre y hermana por las pasadas cuatro horas. Correr a mi madre de la casa e informarles a ella y Nan que planeo pedirle a Maite que se case conmigo no es exactamente una batalla sencilla. ¡Así que perdóname si necesito un poco de ayuda recordando donde esta Maite!



Bethy golpeó la botella de agua en la barra y su gruido molesto se convirtió más en un ceño de disgusto. Creí que una vez que escuchara que iba a proponerme a Maite iba a estar feliz. Aparentemente no.



—Espero que no le hayas comprado un anillo —fue su única respuesta.



Estaba cansado de sus juegos —Dime donde esta —bramé.


Bethy puso ambas manos en la barra y se inclinó hacia delante dándome un ceño furioso, no sabía de lo que era capaz la chica .



—Vete. Al. Cara*jo.



Joder. ¿Qué había hecho?



La puerta se abrió y Maite entró caminando sonriendo hasta que sus ojos se encontraron con los míos. Entonces su sonrisa se desvaneció. Estaba molesta conmigo también. No era bueno.


—Maite—dije mientras caminaba hacia ella y comenzó a hacerse hacia atrás.



—No —replicó, sosteniendo en alto ambas manos para detenerme de acercarme más. Estaba sosteniendo algo. Se veía como fotografías. ¿De qué demonios tenía ella fotografías? ¿Algo de mi pasado? ¿Estaba molesta por una chica con la que había hecho algo una vez?



—¿Eso es lo que creo que es? —Bethy preguntó empujándome para pasarme y corriendo hacia Maite.


__Maite asintió y le entregó las fotografías. Bethy se cubrió la boca.



—Oh Dios mío. ¿Escuchaste el latido del corazón?



Ante las palabras latido del corazón mi pecho cayó como si acabara de ser rasgado de par en par. La comprensión llegó mi. Hoy era jueves. Era la cita de Maite con el doctor. Me había llamado para recordármelo y le colgué.



—Maite, mier*da, nena, lo siento tanto. Yo estaba lidiando con mi…



—Tu familia. Lo sé. Nan me lo dijo cuando llamé de vuelta. No quiero escuchar tus excusas. Solo quiero que te vayas —su voz era plana. No había emoción en ella.



Regresó su atención de vuelta a las fotografías y señaló algo—: Justo allí. ¿Puedes creer que eso está dentro de mí?



Bethy volvió su ceño de odio de mi a la fotografía y una suave sonrisa tocó su rostro. —Es asombroso.



Estaban paradas ahí mirando las fotografías de mi bebé. __(tn) había escuchado su latido hoy. Sola. Sin mí.


—¿Puedo ver? —pregunté, asustado de que me dijera que no o peor, me ignorara.


En su lugar, tomó las fotografías de Bethy y me las pasó. —Es la cosita pequeñita que se ve como un chícharo. Ese es… nuestro bebé —terminó. Se había visto renuente a llamarlo nuestro bebé. No podía culparla.



—¿Su corazón esta bien? Quiero decir, ¿late apropiadamente y todo? — pregunté, mirando fijamente la fotografía en mi mano.



—Si. Dijeron que todo esta perfecto —replicó—. Si quieres puedes quedarte con esa. Tengo tres. Pero ahora me gustaría que te fueras.


No me iba a ir. Bethy haciendo guardia no me iba a detener tampoco. Iba a decirlo todo delante de Bethy si tenía que hacerlo, pero me negaba a dejar este condominio.



—Mi madre y tu padre se aparecieron sin avisar hoy. Nan se va a la universidad el lunes. Mamá pensó que me iría también así que regresó para mudarse por el resto del año. Le informé que no me iría y que necesitaba encontrar otra casa. También les dije que iba a quedarme hasta que decidieras que nos mudáramos a cualquier otro lugar. Que tenía la intención de pedirte que te casaras conmigo —hice una pausa y miré su rostro pálido. No era la reacción que estaba esperando—. Eso no salió muy bien. Hubo muchos gritos. Horas de gritos y amenazas. Cuando me llamaste acababa de anunciarles a los tres que me iba a casar contigo. Todo el infierno se había desatado. Iba a llamarte de vuelta una vez que tuviera a mi madre y Abe de vuelta en sus carros y encaminados de vuelta al pueblo. No quería que tuvieras que encararlos también. Pero mi madre no se va sin una pelea. Nan empacó todo y se fue a la universidad esta tarde. Se niega a hablarme nunca más —me detuve y tomé aliento—. No puedo decirte cuanto lo lamento. El hecho de que olvidé la cita de hoy es imperdonable. Tengo que disculparme contigo. Desearía que pudiera dejar de joderlo todo.



—¿No ibas a tener un almuerzo con tu familia? —preguntó.



—¿Mi familia? ¿Qué? ¡No!



La rígida postura se relajó. —Oh —dijo con un suspiro.


—¿Por qué creías que almorzaría con ellos? No te dejaría colgada para ir a pasar tiempo con ellos.



—Nan —replicó con una triste sonrisa.


—¿Nan? ¿Cuándo demonios hablaste con Nan? —había estado hablando con Nan toda la mañana.



—Cuando te llamé de nuevo. Nan respondió y dijo que no tenías tiempo para mí porque ibas a comer con tu familia.



Mi mentirosa hermanita mejor se alegraba de que su trasero estuviera encaminado de vuelta a la costa este porque si no iría a anillar su cuello si pudiera poner mis manos en ella.



—¿Te fuiste a esa cita pensando que los había mandado a volar a ti y a nuestro bebé por ellos? ¡Joder! —Empujé a un lado a Bethy y tiré de Mai hacia mis brazos—. Eres mi familia, Maite. Tú y éste bebé. ¿Me comprendes? Me perdí de algo hoy de lo cual nunca me perdonaré a mí mismo. Quería estar allí y escuchar el latido de su corazón. Quería sostener tu mano cuando lo vieras por primera vez.



__Maite inclinó su cabeza atrás y sonrió hacia mi —Sabes que puede ser una niña.



—Seh, lo sé.



—Entonces deja de llamar a nuestro bebé un Él —replicó.


Seguiría llamando al bebé un él. Sonriendo, besé su frente. —Podemos ir a tu habitación y me cuentas de la cita. Quiero saberlo todo.



Asintió y miro hacia Bethy. —¿Vas a seguir frunciéndole el ceño o vas a perdonarlo?


Bethy se encogió de hombros. —No estoy segura aún.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:23 pm

34

Maite

La escuela había comenzado. Los turistas y los visitantes del verano se habían ido a casa. El club tenía mucho menos tráfico y debido a esto las propinas también decayeron. Lo más importante era que William no había mencionado lo del matrimonio de nuevo desde la noche en el apartamento, cuando me había contado que era lo que había dicho a su madre, su hermana y mi padre. Ni siquiera los mencionó de nuevo. A veces me preguntaba si había cambiado de opinión o si me lo había imaginado.



Si no fuera por Bethy preguntándome cada semana si William había sacado el tema a colisión, volvería a pensar que había sido un invento de mi imaginación. Cada vez que le decía que no lo había hecho, se ponía más y más agitada. Por no hablar de que mi corazón dolía un poco más. Tenía miedo de que lo hubiese pensado y decidido que era un error. Antes de que lo hubiese mencionado esa noche ni siquiera me había dejado creer que querría casarse conmigo. Pensé que criaría al bebé desde dos casas diferentes. Si mis pensamientos volaban hacia el futuro, los bloqueaba. No era algo que quería esperar.



Mis horas se estaban reduciendo debido a la cada vez más lenta temporada, y me preguntaba si necesitaría conseguir un segundo trabajo. No había mucho para elegir por aquí. Y también era muy probable que William no se lo tomara bien.


Cuando entré en mi habitación había dos cosas que me llamaron la atención. Había pétalos de rosa sobre la cama y en el centro de ellas había un sobre con mi nombre escrito claramente en la parte delantera. Lo cogí y lo abrí. El papel se sentía caro y tenía un Finlay en relieve sobre la parte superior.



Encuéntrame en la playa.


Con amor



William.

Su letra anormalmente perfecta me hizo sonreír. Fui a mi armario y saqué un vestido blanco que tenía dos rayas negras a lo largo del dobladillo. Si había planeado algo romántico en la playa no iba a usar mi ropa de trabajo. Después de cepillar mi pelo y retocar mi maquillaje me dirigí hacia las puertas francesas que daban al abismo y me dirigí a la playa. William estaba vestido con unos pantalones cortos color caqui y una camisa de botones. Me alegró haberme cambiado. Estaba de espaldas a mí y tenía las manos en los bolsillos mientras miraba el mar. Quería detenerme y admirarlo mientras observaba el agua, pero también estaba ansiosa por verlo. Se había ido cuando me desperté esta mañana.



Bajé por el camino hacia la arena. Estaba extrañamente desierta excepto por nosotros dos. A pesar de que las multitudes se redujeron, aún estábamos a treinta y un grados, y era soleado fuera. Al mirar hacia abajo me di cuenta de algo en la arena. Alguien había escrito en ella. Había un palo acostado a un lado. Me detuve y leí en voz alta.



—Maite Wynn, ¿quieres casarte conmigo? — Mientras las palabras me calaban, William caminó a través de ellas, y se arrodilló sobre una rodilla delante de mí.



Una pequeña caja apareció en su mano y la abrió lentamente, mostrando un anillo de diamante que capturaba los rayos del sol. Parecía que cobraba vida, ya que brillaba. Estaba sucediendo. ¿Quería esto? Sí. ¿Confiaba en él?... Sí. ¿Estaba él preparado? No estaba segura. No quería que esto fuera algo que hacía porque se sentía presionado. Sería fácil llegar abajo y poner el anillo en mi dedo. Pero ¿era lo que William realmente quería?



—No tienes que hacer esto —me obligué a decir con la mirada fija en él. No había hablado con su hermana o su madre en las últimas semanas. Por mucho que me disgustaran... no las odiaba y no quería ser lo que se interpusiera entre él y su familia.



William negó con la cabeza. —No, no tengo que hacer nada. Pero quiero pasar el resto de mi vida contigo. Nadie más que tú.



Sus palabras eran las adecuadas. Todavía sentía como que algo andaba mal. No podía realmente querer esto. Era joven, rico y hermoso. No tenía nada que ofrecerle. Lo ataría. Cambiaría su mundo.



—No puedo hacer esto. No puedo arruinar tu futuro. Puedes ir a hacer cualquier cosa. Te prometí que dejaría que formaras parte de la vida de nuestro bebé. Eso no va a cambiar cuando sientas que estás listo para irte. Siempre te dejaré.



—No digas una palabra más. Lo juro Maite, estoy a segundos de tirar tu cu*lo en ese océano. —Se levantó y su mirada firme sostuvo la mía—. Ningún hombre ha amado a una mujer tanto como yo te amo. Nada vendrá antes que tú. No sé qué más tengo que hacer para demostrarte que no te fallaré de nuevo. No voy a hacerte daño. No tienes que estar sola nunca más. Te necesito.



Tal vez esto no estaba bien y tal vez estaba cometiendo un error, pero sus palabras tiraron de los rincones de mi corazón que de alguna manera no había logrado tocar hasta ese momento. Tomé la caja de su mano y levanté el anillo libre.



—Es hermoso —le dije. Debido a que lo era. No era demasiado llamativo o exagerado. Era perfectamente simple.



—Nada menos que eso sería digno de tu dedo —respondió y tomó el anillo de mi mano. Luego volvió a arrodillarse y sus ojos se encontraron con los míos.


—Por favor, Maite Wynn, ¿quieres ser mi esposa?



Quería esto. A él.



—Sí —le dije y puso el anillo en mi dedo.



—Gracias a Dios —susurró cuando se puso de pie de nuevo y capturó mi boca en un beso hambriento. Esto era real y tal vez no sería para siempre, pero era mío por ahora. Me gustaría encontrar una manera de dejarlo ir si quería. Pero lo amaba. Eso nunca iba a cambiar.



—Múdate conmigo —rogó.



—No puedo. Tengo que pagar mi mitad del arrendamiento —le recordé.



—He pagado el contrato de arrendamiento en su totalidad durante un año. Cada centavo que has dado, Woods lo ha metido en una cuenta de ahorros con tu nombre en él. Lo mismo para Bethy. Ahora, por favor, vive conmigo.



Quise enojarme, pero ahora mismo no podía. Apreté otro beso en sus labios y asentí.



—Y por favor, deja de trabajar —agregó.


—No —le contesté. No haría eso.



—Eres mi prometida ahora. Vas a ser mi esposa. ¿Por qué quieres trabajar en un club de campo? ¿No quieres hacer algo más? ¿Qué pasa con la universidad? ¿Quieres hacerlo? ¿Existe algún título que quieras? No estoy tratando de quitarte tus opciones, quiero darte más.



Iba a ser su esposa. Esas palabras se hundieron en mí mientras lo miraba a los ojos. No tenía que renunciar a la universidad como había hecho con la secundaria. Podría obtener un título y tener una profesión.



—Quiero eso. Es sólo que... déjame acostumbrarme. Es mucho, demasiado rápido —le dije, envolviendo mis brazos a su alrededor.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:25 pm

35

William

__Maite se encontraba decidida a elaborar un aviso de dos semanas con Woods. No iba a discutir con ella. Ya había accedido a todo lo que le pedí. Y no estaba dispuesto a empujar mi suerte. Me senté a la mesa con mi ordenador portátil y una taza de café esperando a que ella terminara su turno.



Woods había dejado de hablar conmigo durante unos minutos, pero aparte de eso había sido una tarde tranquila. Casi todo el mundo se había ido de la ciudad. Jace estaba dando vueltas por Bethy pero no estaba seguro de que lo fuera hacer por mucho tiempo más. Había visto la mirada inquieta de sus ojos, el otro día cuando habíamos jugado una ronda de golf. No estaba acostumbrado a estar en esta ciudad más de un verano.



—¿Este asiento está ocupado? —Miré hacia arriba para ver a Meg ocupar el asiento frente a mí. No la había visto mucho desde el torneo de golf. Miré hacia atrás para ver a Maite recargar el agua de alguien, pero sus ojos estaban sobre mí.



—Sí, lo está —contesté sin mirar a Meg.


—Sé que estás comprometido con la rubia. Todo el mundo lo sabe. No estoy aquí para joderte —respondió ella.


__Maite me sonrió y luego se volvió para caminar de regreso a la cocina.



Mier*da. ¿Qué significaba esa sonrisa?



—Tiene un gran maldito diamante en su mano. No tiene nada de qué preocuparse y ella lo sabe. Cálmate, amigo. Estás volviéndote loco por nada.


Enfoqué mi atención en Meg. —Ella sabe que tú fuiste mi primera. Le molesta.


Meg se rió entre dientes. —Puedo asegurar que los recuerdos que tengo de nuestra experiencia y de la realidad que ella está viviendo son completamente diferentes. Tuve el virgen cachondo. Ella tiene el profesional experimentado.



Miré hacia atrás para ver si Maite estaba de vuelta aquí. No quería que escuchara esto.



—Sólo tienes que sentarte en otro lugar. Está bastante emocional en estos momentos. No quiero molestarla.



Nadie sabía que estaba embarazada todavía. Había estado dejando que Maite decidiera cuándo decirle a la gente.



—Ella no está hecha de porcelana. No se romperá. ¿Sabe que la tratas como a una maldita muñeca?


—Sí, lo sé. Estamos trabajando en eso —dijo Maite mientras se acercaba a nuestra mesa y me sirvió más café en mi taza—. No creo que hayamos sido oficialmente presentadas. Soy Maite Wynn.



Meg dio un rápido vistazo asustado hacia mí y luego se volvió a Maite.



— Meg Carter.



—Es un placer conocerte al fin, Meg. ¿Puedo ofrecerle algo de beber?


Esto no era lo que yo había estado esperando. No es que no me gustara, porque lo hacía. Significaba que estaba haciendo que se sintiera más segura conmigo.



—¿Si pido una coca-cola light él va a tomar un oscilación en mí? —se preguntó Meg.



__Maite se rió y negó con la cabeza. —No. Va a ser un buen chico. Te lo prometo. —Entonces ella me miró—. ¿Tienes hambre?



—Estoy bien —le aseguré.


Ella asintió con la cabeza y se dirigió a la cocina.



—Yo podría estar un poco enamorada de ella. Es ardiente. Pero entonces, si alguien te va a atar a ti tendría que ser un paquete completo.



Sonriendo tomé un sorbo de mi café. Luego volvió a mirar a la puerta esperando a Maite que caminara de regreso. No podía esperar a llegar a casa para tener su pequeño y sexy cu*lo.



***



__Maite se mantuvo inclinada sobre el asiento presionando besos en mi cuello y mordisqueando mi oído. Fue realmente muy duro para mí mantener la concentración al conducir de vuelta a casa.



—Estoy a punto de parar y coger a mi caliente novia si no se detiene —le advertí pellizcando su labio inferior cuando me besó muy cerca de la boca.


—Eso suena más como una promesa que una amenaza —bromeó ella, deslizando su mano entre mis piernas y ahuecando mi erección.



—Mier*da nena, me estás volviendo loco —gruñí, apretándolo en su mano.


—¿Si lo chupo te puedes concentrar lo suficiente para conducir? —preguntó ella mientras empezaba a desabotonar mis pantalones vaqueros.



—Lo más que probable es que nos estrellemos contra una palmera, pero me importa una mier*da en estos momento —le contesté mientras su mano se deslizó por la parte delantera de mi ropa interior.



Por suerte, no tendríamos que averiguarlo. Entré en la calzada y frené el coche en el aparcamiento justo cuando Maite llegó a mi pantalón desabrochado. Mi teléfono se disparó por tercera vez. Lo tenía en vibrador y en privado para que no nos molestase por el parpadeo en la pantalla. Mi madre me había llamado más temprano, mientras yo había estado esperando por Maite, y no estaba de humor para contestar. Una vez que se detuvo empezó de nuevo. Maldita sea.



Iba a tener que apagarlo o lidiar con ella. Maite tenía mi polla en sus manos, así que estaba pensando que apagarlo funcionaría mejor. Al mirar hacia abajo me di cuenta de un número de la ciudad a través de mi pantalla, parpadea. El código de área era familiar, pero no podía ubicarlo.



—¿Quién es? —Preguntó Maite.



—No estoy seguro, pero están determinados.


__Maite dejó de tocarme. —Responde. Me portaré bien durante unos minutos.



Apreté respuesta. Tenía que deshacerme de ellos y tener a mi chica dentro. Pero antes de que pudiera saludar a mi madre, empezó a hablar y mi mundo fue arrancado debajo de mis pies.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:27 pm

36

Maite

La cara de William se puso pálida. Cogí su mano, pero no reaccionó. Se quedó allí sentado escuchando hablar a la persona en la otra línea. Cuanto más hablaban más blanco se volvía. Mi corazón estaba acelerado. Algo terrible había pasado. Me quede esperando a que él dijera algo. Cualquier cosa. Pero no lo hizo.



—Estoy en camino —dijo con una voz plana antes de dejar caer su teléfono en su regazo y moviendo su mano de mi agarre para sujetar el volante.



—¿Hay algún problema? —pregunté más asustada ahora de lo que había estado mientras él estuvo al teléfono.


—Entra a la casa, Maite. Me tengo que ir. Nan ha tenido un accidente. Algún maldito velero —Cerró sus ojos fuertemente y masculló una maldición—. Solo necesito que salgas del auto y vayas adentro. Te llamare cuando pueda pero tengo que irme, ahora.



—¿Esta herida? ¿No puedo ir contigo?


—¡NO! —rugió, sin dejar de mirar hacia el frente—. No puedes venir conmigo. ¿Por qué siquiera preguntarías eso? Mi hermana está en la UCI y no responde. Tengo que ir a verla y necesito que salgas del auto.



Estaba herido y asustado. Entendía eso. Pero quería estar ahí para él. Lo amaba y no lo quería sufriendo solo.


—William, por favor déjame ir contigo…



—¡SAL DEL AUTO! —gritó tan fuerte que mis oídos escocieron. Busqué a tientas por el pomo de la puerta y agarré mi bolso.



Aceleró el motor y siguió mirando hacia el frente mientras sus nudillos se volvían tan blancos como su rostro, resultado de agarrar el volante tan fuerte. Quería decir más pero él estaba tan alterado, que estaba asustada de lo que haría. No quería oírme hablar ni tampoco quería mirarme.



No quería llorar en frente de él. Eso no era lo que necesitaba en este momento. Salí del auto tan rápido como pude. Antes de poder cerrar la puerta por completo, tiró el auto en reversa y dio la vuelta fuera del camino de entrada. Me quedé allí, viendo cómo se alejaba. No podía ayudarlo. No era necesaria.



Las lágrimas ahora corrían libremente por mi cara. Estaba sufriendo. Mi corazón se rompió por él. Una vez que llegará ahí y la viera, me llamaría. Tenía que creer eso. Quería llamarlo y obligarlo a hablarme pero mis oídos aún zumbaban y mi corazón seguía herido por sus palabras.


Finalmente giré a mirar atrás en la casa. Era grande, extensa y oscura. Nada era acogedor en ella sin Justin. No quería estar aquí sola, pero tampoco tenía un auto para manejar donde Bethy. No debería haberme mudado. Había sido demasiado pronto. Todo con William se movía demasiado rápido. Ahora, todo estaba a punto de ser probado. No estaba segura sí estaba lista para esa prueba. Aún no.



Llamar a Bethy y decirle que necesitaba un aventón al trabajo y que William se había ido no era algo para lo que estaba preparada esta noche. Ella encontraría algo malo con esto y me haría sentir incluso peor. Entendía el miedo de William y el modo en que reaccionó y se fue, pero Bethy no lo haría. Al menos no creía que lo hiciera. William había ganado algunos puntos a su favor cuando puso el anillo en mi dedo en frente de ella y quería mantenerlo de ese modo.



Abrí mi bolso para sacar las llaves cuando me di cuenta que no las había traído. William me había llevado al trabajo. No había creído necesitarlas. Mirando hacia atrás a la oscura casa, estaba casi aliviada de que no tendría que estar allí sola esta noche. El club estaba tan solo a cinco kilómetros de aquí. Podía caminar.



Entonces el departamento de Bethy estaba a solo un corto paseo desde el club. La brisa de la tarde había calmado los ánimos y no estaba tan mal. Puse la cartera sobre mi hombro y comencé a bajar por el sendero de ladrillo pavimentado hacia la calle.



Tomó cerca una hora y cincuenta minutos llegar donde Bethy. Su auto no se encontraba en el estacionamiento. Había una gran posibilidad de que estuviera quedándose con Jace esta noche. Supongo que debería haber pensado en eso. Me detuve y miré a la puerta del departamento. No tenía la energía para caminar de vuelta. Mi terquedad de no llamar por un aventón estaba mordiéndome el trasero.



Me agaché y levanté el tapete. Ahí en la alfombra estaba la llave de repuesto. Debió haberla puesto de nuevo después que me mude. Solamente había dejado de esconderla allí porque yo se lo había pedido. Esta noche vino extremadamente útil. De todos modos, dudaba que ella fuera a llegar hasta mañana. No tenía que contarle sobre todo esto esta noche.



Llevé la llave adentro conmigo y luego me dirigí de nuevo hacia mi baño a tomar una ducha. William insistió que ella mantuviera la cama que él había comprado en el segundo dormitorio en vez de quitarla cuando me mude. Otra cosa que podía agradecer por esta noche.



***



Me las arreglé para llegar al trabajo sin que Bethy supiera que había necesitado pasar la noche en su departamento. No era que pensara que le importaría, pero no estaba preparada para responder sus preguntas o escuchar sus opiniones.



Después de ponerme un uniforme limpio del cuarto de suministros me dirigí hacia la cocina. Justo antes de llegar a la puerta, Woods salió y apunto su mirada hacia mí.


—Estaba esperándote —dijo y movió su cabeza hacia el pasillo que conducía a su oficina—. Necesitamos hablar.



Lo más probable es que supiera sobre Nan. Estaba segura de que todos en su círculo ya sabían. ¿Iba a preguntarme sobre ella? Realmente esperaba que no lo hiciera. Admitiendo eso sabía que nada me haría sonar como si no me preocupara. ¿William pensaba que no me preocupaba? ¿Era mi responsabilidad llamarlo? Él era el herido. Su reacción la noche anterior me había asustado, pero si me necesitaba tendría que olvidarme de eso.


—¿Has dormido? —preguntó Woods mirando atrás hacia mí.



Asentí. En verdad no había dormido muy bien pero había logrado dormir un poco. La caminata de cinco kilómetros había ayudado a agotarme a tal punto que no pude mantener mis ojos abiertos una vez que me acosté.


Wood abrió su puerta y la sostuvo para que yo pudiera entrar. Ingresé y caminé hasta ubicarme al lado de las sillas frente a su escritorio. Él se paró frente a éste y se sentó en el borde mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.



Un ceño arrugó su frente mientras me estudiaba. Estaba empezando a preguntarme si esto era acerca de otra cosa. Había pensado que era sobre Nan, pero quizás no lo era. ¿Había hecho algo mal?



—Recibí una llamada de Grant esta mañana. Está en el hospital y está preocupado por ti. Dijo que William apareció en medio de la noche y estaba furioso. Viendo como por primera vez en su vida Nan y William no están en buenos términos y ahora ella está en ese estado, William no se lo está tomando bien. Grant estaba preocupado en cuanto al modo en que te dejo y se preguntaba si estabas bien.



Mi corazón dolió. Odiaba saber que William sentía tanto dolor y no había nada que pudiera hacer. No me llamaba y eso solo me hacía creer que no quería hablar conmigo. Yo era el motivo de su distanciamiento con Nan. Era el motivo por el cual él no había hablado con ella en semanas. Yo era el motivo por el cual él pasaba por esto. Lágrimas picaron mis ojos. Por mucho que no quisiera admitirlo, yo era el motivo de que esto fuera aún más duro para William. Si no hubiera causado su pelea entonces él no estaría viviendo con la culpa en la que sabía estaba nadando en estos momentos.



Esto era porque William y yo nunca funcionaríamos. Pretender que los cuentos de hadas eran reales había sido increíble. Pero no había sido real. Habíamos estado aguardando hasta el momento que el hecho de que no encajábamos en este mundo nos desmoronará. Necesitaba a su familia en estos momentos. Yo no era su familia.



Ni siquiera era aceptada por su familia. ¿Cómo encajaba yo en todo esto?



—No… no sé qué hacer —Me ahogué, odiando que Woods fuera a verme llorar. No quería que me viera llorar. No quería que nadie me viera.



—Él te ama —dijo Wood suavemente.



No estaba segura siquiera si él creía esas palabras. No ahora. Tal vez William había pensado que me amaba pero ¿Cómo podría seguir amándome? Lo había provocado a volverse en contra de Nan y ahora él podría perderla.



—¿En verdad es así? —Era una pregunta que yo necesitaba responder, no Woods.



—Sí, nunca lo había visto de la manera que es contigo con alguien más. Ahora mismo… No obstante, los próximos días o semanas, el tiempo que esto dure, es probable que no lo parezca. Pero lo hace. No estoy diciéndote esto por William. Él es un imbé*cil y no le debo nada. Estoy diciéndote esto por ti. Es la verdad y necesitas oírla en este momento.



Sacudí la cabeza. No necesitaba escucharlo. Pensar claramente y decidir qué era lo mejor para mí y mi bebé era lo que necesitaba hacer. ¿Podía traer un bebé a una familia que podría nunca aceptarlo? ¿Si yo nunca encajé entonces como lo haría mi bebé?



—No puedo decirte que creer. Pero si necesitas cualquier cosa, estoy aquí. Sé que William tiene un garaje lleno de autos pero si no puedes manejar uno entonces puedo llevarte al médico o a la tienda. Solo llámame si me necesitas.



Mi próxima cita con el medico era en 5 días. ¿Cómo iba a lograr entrar a la casa? Y él nunca me había mostrado donde estaban las llaves de su auto o dado permiso para manejarlos.


—Me quede fuera de la casa. Él pensó que tenía mi llave cuando se fue —Le dije.



—¿Dónde te quedaste anoche? —Me preguntó bajando sus manos de su pecho y poniéndose de pie. Parecía enfadado. No tenía intención de hacerlo enojar. Solamente estaba exponiendo que tenía un problema. Todas mis ropas estaban en la casa de William.



—Donde Bethy.


—¿Cómo llegaste ahí?



—Caminé.



—¡Mier*da! Maite, eso son al menos cinco kilómetros. Estaba oscuro anoche cuando William te dejo. Tienes un teléfono ahora, úsalo —Estaba gritando.



—Quería caminar. Necesitaba caminar. No me grites —Levanté la voz y le di una mirada enojada.



La tensión en los hombros de Woods se fue y suspiró.



—Lo siento. No debería haberte hablado de ese modo. Es que estas tan jodidamente determinada a ser independiente. Déjame explicarme. Llámame si alguna vez necesitas un aventón. Me gusta pensar que somos amigos. Ayudo a mis amigos.



Necesitaba amigos.


—También me gusta pensar que somos amigos — contesté.



Él asintió —Bien, pero como tu jefe no te voy a dejar trabajar hoy. Te quiero en la casa de William dentro de una hora. Te llevaré allí.


Antes de que pudiera preguntarle cómo, ya tenía su teléfono en su oreja.



—La tengo en mi oficina. No puede entrar a la casa —Hizo una pausa.


—No, mier*da. Camino hasta el departamento de Bethy anoche. Voy a llevarla allí si puedes conseguir que la empleada de la limpieza vaya a abrir el lugar —Hizo una pausa otra vez.



—No hay problema. Feliz de ayudar. Mantenme informado. Estoy pensando en todos —Colgó y me miró—. Grant mandará a la empleada a abrir la casa. Ve a buscar algo para comer de la cocina y luego podemos dirigirnos hacia allá. Dijo que le daría cerca de veinte minutos.


No tenía hambre pero asentí. —Está bien—Emprendí camino hacia la puerta, entonces paré y me giré para volver a mirarlo—. Gracias.



Woods hizo un guiño. —Es un placer.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:29 pm

37

William

No había sido capaz de cerrar los ojos. Me senté en el sillón de cuero junto a la cama del hospital y miré fijamente a mi hermana menor. Ella aún no había abierto los ojos. Los monitores parpadearon y emitieron un pitido diciéndome que estaba viva. Su forma sigue sobre la cama con una gasa envuelta alrededor de la cabeza y las agujas en sus brazos lo hacían sentir como si se hubiera ido. Las últimas palabras que le había dicho habían sido duras. Parecían crueles ahora. Sólo había querido que madurara. Ahora eso nunca podría suceder.



La rabia que había sentido cuando llegué había sido arrancada de mí cuando puse los ojos en ella. Sólo viéndola tan rota y desvalida me estaba matando. Yo no podía comer ni dormir. Sólo necesitaba que abriera los ojos. Tenía que decirle que la amaba y que lo sentía. Le prometí que siempre me tendría. No importara lo que pasara. Luego había tirado esto en ella. Porque no podía aceptar a Maite.



Mi estómago se anudó pensando en cómo había dejado a Maite. Sus ojos habían estado abiertos y aterrorizados. Me había alejado dejándola mal también, pero estaba asustado. No podía llamarla todavía. No mientras Nan estuviese así. Ya había puesto a Maite antes que a Nan y mira dónde terminé. Esta vez Nan tenía que venir primero. Si ella sabía que estaba aquí sentado esperando, abriría sus ojos.


Sabía que lo haría.



La puerta se abrió y Grant dio un paso dentro. Sus ojos se abrieron al instante por Nan. El dolor que brilló en ellos no me sorprendió. A pesar de que actuaba como si no le cayera bien, sabía que él se preocupaba por Nan. Ella había sido la pequeña mocosa necesitada que era imposible de no amar cuando estábamos creciendo. Esos tipos de vínculos son imposibles de romper.



—Acabo de hablar con Woods.Maite está bien. No pudo entrar a la casa anoche, pero se quedó dónde Bethy. Llamé a Henrietta y abrió la casa para ella. —habló en voz baja como si fuera a despertar a Nan o la molestara al hablar de Maite.



Yo la había dejado sola de pie en la calzada a altas horas de la noche. Gracias a Dios que tenía un teléfono. La idea de ella siendo abandonada en la oscuridad era más de lo que podía manejar en estos momentos.


—¿Está enojada?



Lo que realmente quería preguntar era si estaba molesta conmigo. ¿Cómo podía no estar molesta conmigo? La había abandonado después de gritarle para que se fuera de mi coche. Cuando mamá me había dicho sobre Nan, algo en mí había cambiado y lo había perdido.



—Él me dijo que iba a cuidar de ella... —Grant se fue apagando.



Yo sabía lo que estaba pensando. Dejar que Woods cuidara de Maite era peligroso. Él era rico, exitoso y su familia no la odiaba. ¿Y si ella se daba cuenta que yo era un desperdicio de su tiempo?



—Está embarazada —le dije. Tenía que contárselo a alguien.


—Oh infiernos —murmuró, y se dejó caer en la dura silla de plástico que estaba recostada en un rincón de la habitación—. ¿Cuándo te enteraste?



—Me contó poco después de que volviera.



Grant cubrió su boca y sacudió la cabeza. No había sido algo que había esperado oír. Pero entonces no sabía que estábamos comprometidos tampoco. Él había dejado Rosemary ya cuando me había comprometido. No le había dicho.



—¿Es por eso que te comprometiste? —En realidad no era una pregunta. Era más bien un comunicado.



—¿Cómo sabes eso?



Movió los ojos a Nan.


—Nan me dijo.



Nan había necesitado ventilarse, estaba seguro. El hecho de que ella hubiese elegido a Grant para desahogarse era interesante. Normalmente, los dos apuntaban hacia la garganta del otro. Rara vez pasaban tiempo de calidad juntos.



—Ella no estaba feliz por eso —le dije.



—No, no lo estaba —Concordó.



Miré por encima hacia ella y deseaba que Dios pudiera cambiarme de lugar con ella en ese momento. Odiaba que me necesitara, y esto era algo que no podía arreglar para ella. Había estado arreglando sus problemas durante toda su vida. Y ahora, cuando más me necesitaba todo, lo que podía hacer era sentarme aquí y mirarla fijamente con impotencia.



—Ella piensa que has perdido la cabeza. Si supiera sobre el bebé pensaría que le preguntaste a Maite sólo por el bebé.


—No le pregunté por el bebé. Le pregunté porque no puedo vivir sin ella. Sólo necesito que Nan entienda eso. Me he pasado la vida haciendo a Nan feliz. Tratando de hacer lo imposible por arreglar sus problemas. Yo era su madre y su padre. Y ahora que he encontrado lo que me hace feliz, ella no lo puede aceptar. — Sentí que mi garganta se cerraba y sacudí mi cabeza. No iba a llorar—. Yo sólo quería que aceptara que Maite me hace feliz.



Grant dejó escapar un profundo suspiro.



—Creo que con el tiempo lo hará. Nan quiere que seas feliz también. Ella cree que sabe lo que es mejor para ti. Al igual que tú crees que sabes lo que es mejor para ella. —El tono de su voz cuando dijo la última parte estaba apagado.



Él había querido decir algo más profundo de lo que estaba diciendo. O yo estaba exhausto y necesitaba tomar una siesta.



—Eso espero —le contesté, y luego recosté mi cabeza contra la silla y cerré mis ojos—. Necesito una siesta. No puedo seguir con esto. Mi cabeza está confusa.



La silla en la que había estado sentado raspo a través del piso mientras se levantaba. Yo escuché mientras caminaba a través de la habitación de vuelta hacia la puerta.



—Estate pendiente de Maite por mí. Por favor —pedí, abriendo mis ojos para asegurarme de que seguía allí y me escuchara.


—Lo haré —me aseguró, después salió por la puerta.



***



Dos días más tarde y todavía no había señales de mejora. Nan no estaba despertando. Me había levantado para tomar una ducha y cambiarme, porque mi madre insistió. No podía lidiar con ella y preocuparme por Nan. Sólo hice lo que me pidió para que se callara.



Hoy Grant se había sentado aquí conmigo la mayor parte del día. No habíamos hablado mucho, pero después de haber tenido a alguien más aquí, ayudó. Mi madre dijo que no podía manejarlo y se quedaba en el hotel la mayoría del tiempo. De vez en cuando Abe intervendría para ver cómo estaba, pero no me esperaba nada más de él. Tampoco se preocupaba por la hija que había criado. Al hombre le faltaba un órgano vital, un corazón.


—Hablé con Maite hoy —dijo Grant, rompiendo el silencio.



Sólo escuchar su nombre me hizo doler. La echaba de menos. La quería aquí, pero sólo podría alterar a todo el mundo. Necesitaba a Nan mejor. Cuando se despertara no tenía por qué saber que Maite estuvo aquí. Sólo la trastornaría.


—¿Cómo sonaba? —¿Ella me odia?



—Bien. Supongo. Tal vez triste. Está preocupada por ti y Nan. Pregunta por Nan antes de preguntar por ti. Ella también... también preguntó si su padre estaba bien hoy. No sé por qué le importa, pero lo hizo.



Porque ,Maite se preocupaba más de lo que debería por todo el mundo. Yo incluido. Era demasiado buena para mí y yo sólo iba a seguir haciéndole daño. Mi familia no la aceptaría. El padre que la abandonó a ella y a su madre se había casado con mi mamá. Yo había comenzado con esa pelota girando en toda la maldita foto. Todo lo que siempre haría es hacerle daño a largo plazo.



—Tiene cita con el médico hoy. Woods me dijo que él la llevará. No sabe qué sé del bebé.



Otra cita del médico que me iba a perder. ¿Cuánto tiempo más ella aguantaría esto? Yo le había dicho que ella y nuestro bebé eran lo primero, pero esta era la segunda vez que mi familia vino antes de su cita con el médico. ¿Y por qué demonios estaba Woods llevándola?



—¿Por qué Woods, la lleva? Tengo tres vehículos en el garaje.



Grant me dio un ceño molesto.



—Sí, así es. Pero nunca le diste permiso para conducir uno y nunca le dijiste dónde podía encontrar las llaves, así que ella no puede tocarlos. Woods ha sido su chófer durante toda la maldita semana.



Jo*der.



—Sé que estás sufriendo a causa de Nan. Ella es como tu hija. Tú eres el único padre verdadero que ha tenido. Pero si no te ajustas fuera de esto y te pones en contacto con Maite no estoy seguro de que ella y su bebé van a estar cerca cuando decidas ir a casa. Seguro que no quiero que mi sobrina o sobrino tenga el apellido Kerrington —espetó y salió de la habitación.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:30 pm

38

Maite

Me senté en la sala de espera y me esforcé en no mirar a las otras mujeres embarazadas que también estaban esperando. Había tres de nosotras. La mujer delante de mí se acurrucó contra el brazo de su marido. Él le susurraba cosas en el oído, haciéndola sonreír. Su mano nunca dejó su estómago. No había una actitud posesiva. Sólo protectora. Era como si él estuviese protegiendo a su esposa e hijo con ese simple gesto.



La otra mujer estaba mucho más lejos de cualquiera de nosotras, y su bebé se estaba moviendo. Su marido tenía ambas manos en su estómago y la miraba con asombro. Había una dulce mirada de adoración en su rostro. Ellos estaban compartiendo un momento y el sólo mirar en esa dirección me hacía sentir como si me estuviera entrometiendo.



Entonces, ahí estaba yo. Con Woods. Le había dicho que no necesitaba que viniera conmigo pero él había dicho que le gustaría hacerlo. No entraría a la sala de examen porque en lo absoluto lo dejaría verme casi desnuda en una pequeña y delgada bata de algodón, por lo que iba a sentarse en la sala de espera.



Se las había arreglado para conseguir una taza de café complementario y desde que sólo le había dado un sorbo, asumí que sabía horrible. Extrañaba el café. Probablemente sería delicioso para mí. Necesitaba comprar algo de café descafeinado.



—Maite Wynn —llamó la enfermera desde la puerta que conducía a las salas de examen.



Me levanté y le sonreí a Woods.



—No debería tardar mucho.



Él se encogió.



—No tengo prisa.



—Tu esposo puede venir contigo —dijo la enfermera alegremente.



Mi cara estuvo instantáneamente caliente. Supe, sin mirar mis mejillas, que estaba ruborizada.



—Es sólo un amigo —le corregí rápidamente.



Esta vez fue ella quién se sonrojó. Obviamente no había leído mi registro para ver que estaba soltera.



—Lo lamento. Uh, bueno él puede venir también si quiere oír el latido del corazón.



Sacudí la cabeza. Eso era demasiado personal. Woods era un amigo pero yo no estaba lista para compartir algo tan importante como los latidos del corazón de mi bebé con él. William ni siquiera lo había hecho aún.



—No, así está bien.



No me volteé hacia Woods porque estaba avergonzada de nosotros dos. Él sólo me estaba ayudando. Ser etiquetado como el papá del bebé no había sido con lo que había contado.



***



El examen no se hizo esperar. Esta vez había sido capaz de oír los latidos del bebé sin tener una varita atorada en mi interior. Fue tan fuerte y dulce como antes. El embarazo estaba progresando bien y estaba limpia para ir con una cita dentro de cuatro semanas a partir de ahora.


Caminando de regreso a la sala de espera, encontré a Woods leyendo la revista Parenting. Él levantó la mirada y me sonrió tímidamente.



—El material de lectura aquí es limitado —explicó.



Ahogué la risa.



Se paró y caminamos juntos hasta la puerta. Una vez que estuvimos en el auto él miró en mi dirección.



—¿Tienes hambre?



En realidad sí tenía, pero entre más tiempo pasaba con Woods más incómoda me sentía. No pude evitar la sensación de que a William no le gustaría esto. Nunca le ha gustado que este mucho alrededor de Woods. A pesar de que necesitaba el aventón, estaba comenzando a preocuparme de que esto haya sido una mala idea. Sería mejor si Woods solamente me deja de regreso en la casa de William.



—Estoy más cansada que otra cosa. ¿No podrías simplemente dejarme en donde William? —pregunté.



—Por supuesto —contestó con una sonrisa. Woods era muy fácil de manejar. Me gustaba eso. No estaba de humor para lo difícil.



—¿Todavía no has hablado con William? —preguntó él.



Esa no era una pregunta que quisiera responder. Demasiado para no ponerse difícil. Yo sólo sacudí la cabeza. Él no necesitaba una explicación y si lo hacía, pues muy mal porque yo no tenía una. Me había rendido y hace dos noches llamé a William para ir directamente al buzón de voz. Le dejé un mensaje pero no me había devuelto la llamada. Estaba comenzando a preguntarme si él tenía la esperanza de que yo me fuera cuando él regresara. ¿Cuánto tiempo se supone que estaría en su casa?



—No está lidiando bien con esto, imagino. Te llamará pronto —dijo Woods.



Podía darme cuenta por el tono de su voz que ni siquiera creía lo que estaba diciendo. Sólo era para hacerme sentir mejor. Cerré mis ojos y pretendí dormir, así él no diría nada más. No quería hablar de eso. No quería hablar de nada.



Woods encendió la radio y conducimos en silencio por el resto del camino hacia Rosemary. Cuando el coche se detuvo, abrí mis ojos para ver la casa de William frente a mí. Estaba de regreso.



—Gracias —dije, mirando en dirección a Woods.



Su expresión era seria. Podía decir que estaba pensando en algo que no quería compartir conmigo. No necesitaba preguntar para saber qué era. Piensa que yo debería irme también. William no iba a llamarme y había una posibilidad de que no fuese a volver. No podía simplemente vivir en su casa.



—Llámame si necesitas algo —dijo Woods reuniéndose con mi mirada.



Asentí pero ya estaba decidida a no llamarlo más. Incluso si a William no le importaba lo que hiciera, no se sentía correcto. Abrí la puerta del auto y di un paso hacia afuera. Con un saludo final, me dirigí hacia la puerta del frente y de vuelta a la casa vacía.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:32 pm

39

William

Siete días y Nan aún no había abierto sus ojos. Mi madre pasaba cada vez menos. Grant estaba comenzando a ser el único visitante que se quedaba y se mostraba regularmente. Abe pasaba una vez al día por solo unos minutos a la vez. Éramos Nan y yo contra el mundo una vez más.



—Necesitas llamarla, —dijo Grant, rompiendo el silencio. Sabía de quién estaba hablando. Maite estaba constantemente en mi mente. Me sentía culpable mientras me sentaba allí mirando a mi hermana y todo en lo que podía pensar era Maite.


No puedo, —respondí, incapaz de mirarlo. Él vería que me había dado por vencido si lo hacía.


—Esto no es justo para ella. Woods dijo que ella no está yendo allá y que no ha lo llamado en tres días. Él sigue checando las cosas a través de Bethy pero incluso Bethy no está segura de que Maite se va a quedar por más tiempo. Tú necesitas llamarla.



Dejarme sería la mejor cosa que ella haría. ¿Cómo podría yo ser lo que ella merece si estaba dividido entre mi hermana y ella todo el tiempo? No podía mantener a Nan a salvo. ¿Cómo podía ella confiar en mí para mantenerla a ella y al bebé a salvo?



—Ella merece algo mejor, —manejé decir en voz alta. En vez de sólo decirlo en mi cabeza.


—Sí, probablemente es así. Pero ella te quiere a ti.



Dios, eso dolía. Yo también la quería. Quería a nuestro bebé. Quería esa vida que me dejé pretender que podía tener. ¿Cómo podría darle eso a ella si mi hermana nunca despertaba? Yo estaría lleno de culpa y dolor. No sería el hombre que ella merece. Esto eventualmente me comería hasta que no valga nada para nadie.


—No puedo, —fue todo lo que manejé decir.



Grant maldijo y se levantó, lanzando su chaqueta en el piso antes de salir de la habitación y cerrar la puerta de golpe. Él no entendía. Nadie lo hacía. Sólo me quedé mirando la pared frente a mí. Estaba comenzando a entumecerme. Estaba perdiendo todo lo que me había dejado amar una vez.



La puerta se abrió y miré esperando ver a Grant. En vez de él era Abe. No estaba de humor para verlo a él. Él había abandonado a las dos personas que más amaba en el mundo en algún momento de sus vidas.



—¿Por qué cara*jo vienes aquí? A ti no te importa una mier*da, —Gruñí.
Abe no respondió. Camino hacia la silla que Grant había dejado vacía y se sentó. Él nunca se sentaba ni se quedaba por un largo tiempo. El hecho de que él iba a hacerlo ahora no me pareció bien. Necesitaba estar solo.



—Me importa. Tu madre no sabe que estoy aquí. Ella no aprobaría lo que estoy a punto de decirte. Pero creo que mereces saberlo.



No había nada que ese hombre tuviera que decir que yo quisiera escuchar pero me quedé en silencio y esperé. Mientras más rápido dijera lo que quería más pronto se iría.



—Nanette no es mi hija. Tu madre siempre ha sabido eso. Ella quería que Nan fuera mía pero los dos sabíamos cuando ella quedó embarazada que eso era imposible. Nosotros habíamos terminado por casi ocho meses cuando ella me llamó. Ella acababa de darse cuenta que estaba embarazada y estaba asustada. Ella aún estaba enamorada de tu papá, que fue por lo que terminamos para empezar. Yo no podía superar a la leyenda que era Dean Finlay. Quería ser suficiente para alguien. Nunca lo sería para Georgianna. Pero la amaba y ella estaba preocupada sobre cómo iba a manejar otro hijo. Yo era joven y estú*pido así que volví con ella y hablamos sobre matrimonio. Le dije que tendría que pensar sobre él. —Él se detuvo y me miró. Yo aún no me recuperaba del hecho de que él no era el papá de Nan.



—Una vez que llegué Georgie estaba dejándote con Dean cuando fuera que podía y aún salía con amigas como si no estuviera embarazada. Ella no me diría quién era el papá. Yo acababa de llegar mi límite cuando Rebecca vino de visita. —Sus ojos se suavizaron y los cerró brevemente. Nunca había visto al hombre mostrar tanta emoción.



—Ella era hermosa. Largo cabello rubio que parecía como si fuera tejido por los ángeles. Los ojos verdes más grandes que había visto y tan malditamente dulce. Ella te amaba. No le gustaba que tu madre te llevara con Dean. A ella le preocupaba que no estuvieras a salvo con un montón de estrellas de rock. Ella se quedaba contigo cuando tu madre salía. Te hacía estos panqueques con orejas de Mickey Mouse que te encantaban. Fui atraído por ella y no podía alejarme. Tu madre nos usó a los dos por un tiempo. Rebecca no se iría porque se preocupaba por ti. Y yo no me iría porque me había enamorado de Becca. —Esta no era la historia que mi madre me había contado. Esta no era la historia que me habían hecho creer todos estos años pero ahora que he conocido a Blaire… que la conocía… esto tenía mucho más maldito sentido.



—Tu mamá vino a casa ebria una noche. Ella no estaba muy adelantada en su embarazo y anunció que Dean también era el papá de este bebé. Yo estaba furioso de que ella había estado tomando y aún más furioso de que tu padre había hecho esto de nuevo sin intención de hacerle bien a Georgie. Así que lo llamé y le dije que quería hablar con él. La charla no salió bien. Él dijo que el bebé no era suyo. Si fuera de él, él encantado lo clamaría pero no lo era. Ella había estado acostándose con el cantante de Slacker Demon por cerca de un mes. El bebé era de Kiro y bueno, tú creciste alrededor de Kiro. Lo conoces lo suficientemente bien para saber que no es de material de padre.



¿Kiro era el papá de Nan? Enterré mi cara en mis manos mientras diferentes recuerdos venían a mí. Kiro viniendo tarde a gritarle y maldecir a mi mamá por robar a su hija. Kiro llamando a mamá pu*ta barata y esperando que ‘su chica’ no terminara de la misma manera. Yo había olvidado esas cosas. O sólo las bloqueé.



—A través de eso Becca y yo nos acercamos. Dean te tomó y juró que él iba a hacerse cargo de lo que era suyo. Tu madre maldijo y empujó a Becca por las escaleras llamándola de formas que no voy a repetir y nos dijo a ambos que nos fuéramos después de que me vio besando a Becca una noche. Nos fuimos después de eso. Becca lloró demasiado porque estaba preocupada por ti. Ella siempre se preocupaba por ti.



Cuando él hablaba sobre Becca todo lo que yo podía ver era el rostro de Maite. Su rostro dulce e inocente y mi pecho sentía como si estuviera a punto de explotar.



—Le pedí a Becca que se casara conmigo. Ella aceptó. Semanas después de nuestra luna de miel nos dimos cuenta de que estaba embarazada de gemelas. Esas niñas eran mi mundo. Yo adoraba el suelo por el que caminaban casi tanto como adoraba a su madre. Nunca pasó un día sin que estuviera agradecido por la vida que me habían dado. —Él se detuvo y ahogó un sollozo.



—Entonces un día Val y yo estábamos conduciendo de vuelta de las compras. Habíamos ido a comprarle unos zapatos para voleibol. Sus pies habían crecido en el verano pero los de Maite no. Ellas eran casi idénticas pero estaba comenzando a parecer como que Maite podría ser la más chica de las dos. Estábamos riendo porque yo estaba cantando junto con una tonta banda de chicos en la radio. No vi… no vi la luz roja. Fuimos golpeados por el lado del auto donde estaba Val por un camión que iba a ochenta millas por hora. —Se detuvo y pasó una mano sobre su cara para limpiar las lágrimas y soltar otro sollozo.



—Perdí a mi bebé. No había estado prestando atención. Con ella, perdí a mi esposa, quien no podía mirarme y a mi otra hija quiera era sólo una cáscara de la chica que había sido. Luego tú te presentaste con la fotografía de Nanette y en vez de quedarme y ser el hombre que mis chicas necesitaban que fuera, huí. Me dije a mí mismo que ellas necesitaban más de lo que yo podía darles. Nunca seré capaz de perdonarme a mí mismo. Nunca sería capaz de seguir adelante y verme sólo las lastimaría más. Así que las dejé. Me odiaba en ese momento; me odio ahora. Pero soy un hombre débil. Debí haberme quedado. Cuando me enteré de que Becca estaba enferma fui a beber en exceso. La idea de un mundo sin Becca en él era imposible para mí de aceptar. Pero ir a ver a mi vibrante esposa, a quien amaba y siempre voy a amar, acostada allí muriendo no era algo que podía hacer. Había enterrado a mi hija. No podía enterrar a mi esposa. Porque era débil dejé a mi bebé que enterrara a su mami. Nunca me perdonaré por eso. —Finalmente miró en mi dirección.



—Todo lo que ves es un hombre egoísta que sólo piensa en sí mismo. Tienes razón. No merezco el amor de nadie o el perdón. No lo quiero. Tu madre y Nan me querían. Las dos actuaban como si me necesitaran. Yo podía pretender con ellas. La verdad es que tu madre está tan perdida y rota como lo estoy yo. Tal vez por diferentes razones pero los dos estamos vacíos por dentro. Yo iba a aclarar todo esto y decirle a Nan hace tres meses. No podía continuar con esta farsa. Yo sólo quería ir y sentarme al lado de la tumba de mi esposa y llorar. Pero luego Maite me llamó. Ella me necesitaba, pero yo no tenía nada que darle. Así que le mentí. No sabía mucho del hombre en el que te convertirías pero sabía una cosa. Tú amabas apasionadamente. Tú harías lo que fuera por tu hermana. Yo no tenía dudas en mi mente de que el momento en que pusieras tus ojos en Maite ella llegaría hasta ti. El espíritu gentil y dulce que había en su madre está en Maite. Val era como yo. Pero Maite… ella es mi Becca. Ella es muy parecida a ella. Ningún hombre puede estar cerca de ella y no amarla. Yo quería alguien fuerte y capaz de cuidarla. Así que la envié hacia ti. —Él se limpió el resto de las lágrimas y se puso de pie. Yo estaba sin palabras.



—No te vuelvas como yo. No la decepciones como lo hice yo. Tú sólo mereces lo que te haces a ti mismo ser digno de tener. Haz lo que yo no pude. Sé un hombre. —Abe se dio la vuelta y salió sin otra palabra.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:35 pm

40

Maite

No había estado durmiendo por mucho tiempo cuando mi teléfono sonó. Era media noche y sólo unas pocas personas tenían mi número. Mi estomago se anudaba mientras alcanzaba mi teléfono. Era William.



—Hola —dije casi asustada temiendo lo qué había llamado para decirme.


—Hola, soy yo. —Su voz sonaba como que había estado llorando. Oh Dios… por favor no dejes que Nan este muerta.



—¿Ella está bien? —Pregunté, esperando que esta vez Dios realmente haya oído mi plegaria.


—Ella está despierta. Está un poquito desorientada pero me reconoció cuando abrió sus ojos así que memoria está bien.



—Oh gracias Dios. —Me senté sobre la cama y decidí que necesitaba intentar esa cosa de rezar un poco más a menudo.



—Lo siento, Maite. De verdad lo siento. —Su voz estaba ronca. Podia oír el dolor atado en sus palabras y no tenia que preguntar qué quería decir. Había llegado el momento. Simplemente no podía decirlo.



—Está bien. Sólo cuida a Nan. En serio me alegro de que ella esté bien William. Tal vez puede que no me creas eso pero he estado rezando. Quería que ella esté bien. —Necesitaba que él me creyera.



Aún si no hubo amor perdido entre Nan y yo ella era importante para él.



—Gracias —dijo él—. Ya voy para la casa. Estaré allí a más tardar mañana por la noche.



No estaba segura si eso significaba que él quería que me fuera para entonces o si nos despediríamos en persona. Escapar sería mucho más fácil. No tener que enfrentarlo. Ya dolía suficiente por el teléfono. Ver su rostro iba ser tan difícil pero no podía dejar que me destruyera. Yo tenía que pensar en nuestro bebe. Esto ya no era sólo sobre mí.



—Hasta entonces —Respondí.



—Te amo. —Oír las palabras me lastimaba más que cualquier otra cosa. Quería creer que él lo hacía pero no era suficiente. El amor que él podría sentir por mí no era suficiente.



—También te amo —respondí y colgué el teléfono antes de hacerme un ovillo y llorar hasta quedarme dormida.

***



El timbre de la puerta sonó justo mientras estaba saliendo de la ducha. Agarré la ropa que me había preparado para ponerme y rápidamente me vestí antes de envolver mi cabello en una toalla y bajar a toda prisa las escaleras.



Cuando abrí la puerta y vi a mi padre parado allí no estaba segura de qué pensar. ¿Lo había enviado William para deshacerse de mí? No. William no haría eso. Pero ¿por qué estaba él aquí?



—Hola, Maite. Yo, uh, vengo para hablar contigo. —Él no se veía como si no hubiese dormido en días y su ropa estaba arrugada. Al ver a la hija que él amaba en el hospital debía haber sido duro para él. Rechacé esa amargura. No iba a pensar eso. Él era el papá de Nan también. Al menos él estaba allí para ella ahora aún si había jodido la primera parte de su vida.



—¿Sobre qué? —Pregunté, sin moverme para dejarlo entrar. No estaba segura si había algo que él tenía que decir que yo quisiera escuchar.



—Es sobre Nan… y tú.



Sacudí mi cabeza. —No me importa. No estoy de humor para escuchar cualquier cosa que tengas que decir. Tu hija despertó. Me alegra que no haya muerto. —Empecé a cerrar la puerta.



—Nan no es mi hija —dijo él. Las únicas palabras que me habrían detenido de cerrar la puerta de un portazo en su cara. Dejé que sus palabras penetraran mientras lentamente abrí la puerta de nuevo. ¿Qué quiso decir con que Nan no era su hija?



Sólo lo miré fijamente. Esto no tenía sentido.



—Necesito decirte la verdad. William va a decírselo a Nan cuando esté preparada. Pero quería ser quien te lo diga.



¿Qué sabia William? ¿Había estado mintiéndome? No estaba segura de que pudiera respirar.



—¿William? —Pregunté, retrocediendo en caso de que no pudiera respirar profundamente y me desmayara. Necesitaba sentarme.



—Le conté todo a William ayer. Él había sido informado de la misma mentira que tu pero ahora sabe la verdad.



La verdad. ¿Cuál era la verdad? ¿Había una verdad o era mi existencia entera era una mentira? Me senté en las escaleras y miré al hombre que pensé que era mi padre mientras él entraba y cerraba la puerta tras él.



—¿En verdad es así? —Era una pregunta que yo necesitaba responder, no Woods.



—Sí, nunca lo había visto de la manera que es contigo con alguien más. Ahora mismo… No obstante, los próximos días o semanas, el tiempo que esto dure, es probable que no lo parezca. Pero lo hace. No estoy diciéndote esto por William. Él es un imbé*cil y no le debo nada. Estoy diciéndote esto por ti. Es la verdad y necesitas oírla en este momento.



Sacudí la cabeza. No necesitaba escucharlo. Pensar claramente y decidir qué era lo mejor para mí y mi bebé era lo que necesitaba hacer. ¿Podía traer un bebé a una familia que podría nunca aceptarlo? ¿Si yo nunca encajé entonces como lo haría mi bebé?



—No puedo decirte que creer. Pero si necesitas cualquier cosa, estoy aquí. Sé que William tiene un garaje lleno de autos pero si no puedes manejar uno entonces puedo llevarte al médico o a la tienda. Solo llámame si me necesitas.



Mi próxima cita con el medico era en 5 días. ¿Cómo iba a lograr entrar a la casa? Y él nunca me había mostrado donde estaban las llaves de su auto o dado permiso para manejarlos.


—Me quede fuera de la casa. Él pensó que tenía mi llave cuando se fue —Le dije.



—¿Dónde te quedaste anoche? —Me preguntó bajando sus manos de su pecho y poniéndose de pie. Parecía enfadado. No tenía intención de hacerlo enojar. Solamente estaba exponiendo que tenía un problema. Todas mis ropas estaban en la casa de William.



—Donde Bethy.


—¿Cómo llegaste ahí?



—Caminé.



—¡Mier*da! Maite, eso son al menos cinco kilómetros. Estaba oscuro anoche cuando William te dejo. Tienes un teléfono ahora, úsalo —Estaba gritando.



—Quería caminar. Necesitaba caminar. No me grites —Levanté la voz y le di una mirada enojada.



La tensión en los hombros de Woods se fue y suspiró.



—Lo siento. No debería haberte hablado de ese modo. Es que estas tan jodidamente determinada a ser independiente. Déjame explicarme. Llámame si alguna vez necesitas un aventón. Me gusta pensar que somos amigos. Ayudo a mis amigos.



Necesitaba amigos.


—También me gusta pensar que somos amigos — contesté.



Él asintió —Bien, pero como tu jefe no te voy a dejar trabajar hoy. Te quiero en la casa de William dentro de una hora. Te llevaré allí.


Antes de que pudiera preguntarle cómo, ya tenía su teléfono en su oreja.



—La tengo en mi oficina. No puede entrar a la casa —Hizo una pausa.


—No, mier*da. Camino hasta el departamento de Bethy anoche. Voy a llevarla allí si puedes conseguir que la empleada de la limpieza vaya a abrir el lugar —Hizo una pausa otra vez.



—No hay problema. Feliz de ayudar. Mantenme informado. Estoy pensando en todos —Colgó y me miró—. Grant mandará a la empleada a abrir la casa. Ve a buscar algo para comer de la cocina y luego podemos dirigirnos hacia allá. Dijo que le daría cerca de veinte minutos.


No tenía hambre pero asentí. —Está bien—Emprendí camino hacia la puerta, entonces paré y me giré para volver a mirarlo—. Gracias.



Woods hizo un guiño. —Es un placer.


37



William



No había sido capaz de cerrar los ojos. Me senté en el sillón de cuero junto a la cama del hospital y miré fijamente a mi hermana menor. Ella aún no había abierto los ojos. Los monitores parpadearon y emitieron un pitido diciéndome que estaba viva. Su forma sigue sobre la cama con una gasa envuelta alrededor de la cabeza y las agujas en sus brazos lo hacían sentir como si se hubiera ido. Las últimas palabras que le había dicho habían sido duras. Parecían crueles ahora. Sólo había querido que madurara. Ahora eso nunca podría suceder.



La rabia que había sentido cuando llegué había sido arrancada de mí cuando puse los ojos en ella. Sólo viéndola tan rota y desvalida me estaba matando. Yo no podía comer ni dormir. Sólo necesitaba que abriera los ojos. Tenía que decirle que la amaba y que lo sentía. Le prometí que siempre me tendría. No importara lo que pasara. Luego había tirado esto en ella. Porque no podía aceptar a Maite.



Mi estómago se anudó pensando en cómo había dejado a Maite. Sus ojos habían estado abiertos y aterrorizados. Me había alejado dejándola mal también, pero estaba asustado. No podía llamarla todavía. No mientras Nan estuviese así. Ya había puesto a Maite antes que a Nan y mira dónde terminé. Esta vez Nan tenía que venir primero. Si ella sabía que estaba aquí sentado esperando, abriría sus ojos.


Sabía que lo haría.



La puerta se abrió y Grant dio un paso dentro. Sus ojos se abrieron al instante por Nan. El dolor que brilló en ellos no me sorprendió. A pesar de que actuaba como si no le cayera bien, sabía que él se preocupaba por Nan. Ella había sido la pequeña mocosa necesitada que era imposible de no amar cuando estábamos creciendo. Esos tipos de vínculos son imposibles de romper.



—Acabo de hablar con Woods.Maite está bien. No pudo entrar a la casa anoche, pero se quedó dónde Bethy. Llamé a Henrietta y abrió la casa para ella. —habló en voz baja como si fuera a despertar a Nan o la molestara al hablar de Maite.



Yo la había dejado sola de pie en la calzada a altas horas de la noche. Gracias a Dios que tenía un teléfono. La idea de ella siendo abandonada en la oscuridad era más de lo que podía manejar en estos momentos.


—¿Está enojada?



Lo que realmente quería preguntar era si estaba molesta conmigo. ¿Cómo podía no estar molesta conmigo? La había abandonado después de gritarle para que se fuera de mi coche. Cuando mamá me había dicho sobre Nan, algo en mí había cambiado y lo había perdido.



—Él me dijo que iba a cuidar de ella... —Grant se fue apagando.



Yo sabía lo que estaba pensando. Dejar que Woods cuidara de Maite era peligroso. Él era rico, exitoso y su familia no la odiaba. ¿Y si ella se daba cuenta que yo era un desperdicio de su tiempo?



—Está embarazada —le dije. Tenía que contárselo a alguien.


—Oh infiernos —murmuró, y se dejó caer en la dura silla de plástico que estaba recostada en un rincón de la habitación—. ¿Cuándo te enteraste?



—Me contó poco después de que volviera.



Grant cubrió su boca y sacudió la cabeza. No había sido algo que había esperado oír. Pero entonces no sabía que estábamos comprometidos tampoco. Él había dejado Rosemary ya cuando me había comprometido. No le había dicho.



—¿Es por eso que te comprometiste? —En realidad no era una pregunta. Era más bien un comunicado.



—¿Cómo sabes eso?



Movió los ojos a Nan.


—Nan me dijo.



Nan había necesitado ventilarse, estaba seguro. El hecho de que ella hubiese elegido a Grant para desahogarse era interesante. Normalmente, los dos apuntaban hacia la garganta del otro. Rara vez pasaban tiempo de calidad juntos.



—Ella no estaba feliz por eso —le dije.



—No, no lo estaba —Concordó.



Miré por encima hacia ella y deseaba que Dios pudiera cambiarme de lugar con ella en ese momento. Odiaba que me necesitara, y esto era algo que no podía arreglar para ella. Había estado arreglando sus problemas durante toda su vida. Y ahora, cuando más me necesitaba todo, lo que podía hacer era sentarme aquí y mirarla fijamente con impotencia.



—Ella piensa que has perdido la cabeza. Si supiera sobre el bebé pensaría que le preguntaste a Maite sólo por el bebé.


—No le pregunté por el bebé. Le pregunté porque no puedo vivir sin ella. Sólo necesito que Nan entienda eso. Me he pasado la vida haciendo a Nan feliz. Tratando de hacer lo imposible por arreglar sus problemas. Yo era su madre y su padre. Y ahora que he encontrado lo que me hace feliz, ella no lo puede aceptar. — Sentí que mi garganta se cerraba y sacudí mi cabeza. No iba a llorar—. Yo sólo quería que aceptara que Maite me hace feliz.



Grant dejó escapar un profundo suspiro.



—Creo que con el tiempo lo hará. Nan quiere que seas feliz también. Ella cree que sabe lo que es mejor para ti. Al igual que tú crees que sabes lo que es mejor para ella. —El tono de su voz cuando dijo la última parte estaba apagado.



Él había querido decir algo más profundo de lo que estaba diciendo. O yo estaba exhausto y necesitaba tomar una siesta.



—Eso espero —le contesté, y luego recosté mi cabeza contra la silla y cerré mis ojos—. Necesito una siesta. No puedo seguir con esto. Mi cabeza está confusa.



La silla en la que había estado sentado raspo a través del piso mientras se levantaba. Yo escuché mientras caminaba a través de la habitación de vuelta hacia la puerta.



—Estate pendiente de Maite por mí. Por favor —pedí, abriendo mis ojos para asegurarme de que seguía allí y me escuchara.


—Lo haré —me aseguró, después salió por la puerta.



***



Dos días más tarde y todavía no había señales de mejora. Nan no estaba despertando. Me había levantado para tomar una ducha y cambiarme, porque mi madre insistió. No podía lidiar con ella y preocuparme por Nan. Sólo hice lo que me pidió para que se callara.



Hoy Grant se había sentado aquí conmigo la mayor parte del día. No habíamos hablado mucho, pero después de haber tenido a alguien más aquí, ayudó. Mi madre dijo que no podía manejarlo y se quedaba en el hotel la mayoría del tiempo. De vez en cuando Abe intervendría para ver cómo estaba, pero no me esperaba nada más de él. Tampoco se preocupaba por la hija que había criado. Al hombre le faltaba un órgano vital, un corazón.


—Hablé con Maite hoy —dijo Grant, rompiendo el silencio.



Sólo escuchar su nombre me hizo doler. La echaba de menos. La quería aquí, pero sólo podría alterar a todo el mundo. Necesitaba a Nan mejor. Cuando se despertara no tenía por qué saber que Maite estuvo aquí. Sólo la trastornaría.


—¿Cómo sonaba? —¿Ella me odia?



—Bien. Supongo. Tal vez triste. Está preocupada por ti y Nan. Pregunta por Nan antes de preguntar por ti. Ella también... también preguntó si su padre estaba bien hoy. No sé por qué le importa, pero lo hizo.



Porque ,Maite se preocupaba más de lo que debería por todo el mundo. Yo incluido. Era demasiado buena para mí y yo sólo iba a seguir haciéndole daño. Mi familia no la aceptaría. El padre que la abandonó a ella y a su madre se había casado con mi mamá. Yo había comenzado con esa pelota girando en toda la maldita foto. Todo lo que siempre haría es hacerle daño a largo plazo.



—Tiene cita con el médico hoy. Woods me dijo que él la llevará. No sabe qué sé del bebé.



Otra cita del médico que me iba a perder. ¿Cuánto tiempo más ella aguantaría esto? Yo le había dicho que ella y nuestro bebé eran lo primero, pero esta era la segunda vez que mi familia vino antes de su cita con el médico. ¿Y por qué demonios estaba Woods llevándola?



—¿Por qué Woods, la lleva? Tengo tres vehículos en el garaje.



Grant me dio un ceño molesto.



—Sí, así es. Pero nunca le diste permiso para conducir uno y nunca le dijiste dónde podía encontrar las llaves, así que ella no puede tocarlos. Woods ha sido su chófer durante toda la maldita semana.



Jo*der.



—Sé que estás sufriendo a causa de Nan. Ella es como tu hija. Tú eres el único padre verdadero que ha tenido. Pero si no te ajustas fuera de esto y te pones en contacto con Maite no estoy seguro de que ella y su bebé van a estar cerca cuando decidas ir a casa. Seguro que no quiero que mi sobrina o sobrino tenga el apellido Kerrington —espetó y salió de la habitación.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:37 pm

38



Maite



Me senté en la sala de espera y me esforcé en no mirar a las otras mujeres embarazadas que también estaban esperando. Había tres de nosotras. La mujer delante de mí se acurrucó contra el brazo de su marido. Él le susurraba cosas en el oído, haciéndola sonreír. Su mano nunca dejó su estómago. No había una actitud posesiva. Sólo protectora. Era como si él estuviese protegiendo a su esposa e hijo con ese simple gesto.
La otra mujer estaba mucho más lejos de cualquiera de nosotras, y su bebé se estaba moviendo. Su marido tenía ambas manos en su estómago y la miraba con asombro. Había una dulce mirada de adoración en su rostro. Ellos estaban compartiendo un momento y el sólo mirar en esa dirección me hacía sentir como si me estuviera entrometiendo.



Entonces, ahí estaba yo. Con Woods. Le había dicho que no necesitaba que viniera conmigo pero él había dicho que le gustaría hacerlo. No entraría a la sala de examen porque en lo absoluto lo dejaría verme casi desnuda en una pequeña y delgada bata de algodón, por lo que iba a sentarse en la sala de espera.



Se las había arreglado para conseguir una taza de café complementario y desde que sólo le había dado un sorbo, asumí que sabía horrible. Extrañaba el café. Probablemente sería delicioso para mí. Necesitaba comprar algo de café descafeinado.



—Maite Wynn —llamó la enfermera desde la puerta que conducía a las salas de examen.



Me levanté y le sonreí a Woods.



—No debería tardar mucho.



Él se encogió.



—No tengo prisa.



—Tu esposo puede venir contigo —dijo la enfermera alegremente.



Mi cara estuvo instantáneamente caliente. Supe, sin mirar mis mejillas, que estaba ruborizada.



—Es sólo un amigo —le corregí rápidamente.



Esta vez fue ella quién se sonrojó. Obviamente no había leído mi registro para ver que estaba soltera.



—Lo lamento. Uh, bueno él puede venir también si quiere oír el latido del corazón.



Sacudí la cabeza. Eso era demasiado personal. Woods era un amigo pero yo no estaba lista para compartir algo tan importante como los latidos del corazón de mi bebé con él. William ni siquiera lo había hecho aún.



—No, así está bien.



No me volteé hacia Woods porque estaba avergonzada de nosotros dos. Él sólo me estaba ayudando. Ser etiquetado como el papá del bebé no había sido con lo que había contado.



***



El examen no se hizo esperar. Esta vez había sido capaz de oír los latidos del bebé sin tener una varita atorada en mi interior. Fue tan fuerte y dulce como antes. El embarazo estaba progresando bien y estaba limpia para ir con una cita dentro de cuatro semanas a partir de ahora.


Caminando de regreso a la sala de espera, encontré a Woods leyendo la revista Parenting. Él levantó la mirada y me sonrió tímidamente.



—El material de lectura aquí es limitado —explicó.



Ahogué la risa.



Se paró y caminamos juntos hasta la puerta. Una vez que estuvimos en el auto él miró en mi dirección.



—¿Tienes hambre?



En realidad sí tenía, pero entre más tiempo pasaba con Woods más incómoda me sentía. No pude evitar la sensación de que a William no le gustaría esto. Nunca le ha gustado que este mucho alrededor de Woods. A pesar de que necesitaba el aventón, estaba comenzando a preocuparme de que esto haya sido una mala idea. Sería mejor si Woods solamente me deja de regreso en la casa de William.



—Estoy más cansada que otra cosa. ¿No podrías simplemente dejarme en donde William? —pregunté.



—Por supuesto —contestó con una sonrisa. Woods era muy fácil de manejar. Me gustaba eso. No estaba de humor para lo difícil.



—¿Todavía no has hablado con William? —preguntó él.



Esa no era una pregunta que quisiera responder. Demasiado para no ponerse difícil. Yo sólo sacudí la cabeza. Él no necesitaba una explicación y si lo hacía, pues muy mal porque yo no tenía una. Me había rendido y hace dos noches llamé a William para ir directamente al buzón de voz. Le dejé un mensaje pero no me había devuelto la llamada. Estaba comenzando a preguntarme si él tenía la esperanza de que yo me fuera cuando él regresara. ¿Cuánto tiempo se supone que estaría en su casa?



—No está lidiando bien con esto, imagino. Te llamará pronto —dijo Woods.



Podía darme cuenta por el tono de su voz que ni siquiera creía lo que estaba diciendo. Sólo era para hacerme sentir mejor. Cerré mis ojos y pretendí dormir, así él no diría nada más. No quería hablar de eso. No quería hablar de nada.



Woods encendió la radio y conducimos en silencio por el resto del camino hacia Rosemary. Cuando el coche se detuvo, abrí mis ojos para ver la casa de William frente a mí. Estaba de regreso.



—Gracias —dije, mirando en dirección a Woods.



Su expresión era seria. Podía decir que estaba pensando en algo que no quería compartir conmigo. No necesitaba preguntar para saber qué era. Piensa que yo debería irme también. William no iba a llamarme y había una posibilidad de que no fuese a volver. No podía simplemente vivir en su casa.



—Llámame si necesitas algo —dijo Woods reuniéndose con mi mirada.



Asentí pero ya estaba decidida a no llamarlo más. Incluso si a William no le importaba lo que hiciera, no se sentía correcto. Abrí la puerta del auto y di un paso hacia afuera. Con un saludo final, me dirigí hacia la puerta del frente y de vuelta a la casa vacía.



39



William



Siete días y Nan aún no había abierto sus ojos. Mi madre pasaba cada vez menos. Grant estaba comenzando a ser el único visitante que se quedaba y se mostraba regularmente. Abe pasaba una vez al día por solo unos minutos a la vez. Éramos Nan y yo contra el mundo una vez más.



—Necesitas llamarla, —dijo Grant, rompiendo el silencio. Sabía de quién estaba hablando. Maite estaba constantemente en mi mente. Me sentía culpable mientras me sentaba allí mirando a mi hermana y todo en lo que podía pensar era Maite.


—No puedo, —respondí, incapaz de mirarlo. Él vería que me había dado por vencido si lo hacía.


—Esto no es justo para ella. Woods dijo que ella no está yendo allá y que no ha lo llamado en tres días. Él sigue checando las cosas a través de Bethy pero incluso Bethy no está segura de que Maite se va a quedar por más tiempo. Tú necesitas llamarla.



Dejarme sería la mejor cosa que ella haría. ¿Cómo podría yo ser lo que ella merece si estaba dividido entre mi hermana y ella todo el tiempo? No podía mantener a Nan a salvo. ¿Cómo podía ella confiar en mí para mantenerla a ella y al bebé a salvo?



—Ella merece algo mejor, —manejé decir en voz alta. En vez de sólo decirlo en mi cabeza.


—Sí, probablemente es así. Pero ella te quiere a ti.



Dios, eso dolía. Yo también la quería. Quería a nuestro bebé. Quería esa vida que me dejé pretender que podía tener. ¿Cómo podría darle eso a ella si mi hermana nunca despertaba? Yo estaría lleno de culpa y dolor. No sería el hombre que ella merece. Esto eventualmente me comería hasta que no valga nada para nadie.


—No puedo, —fue todo lo que manejé decir.



Grant maldijo y se levantó, lanzando su chaqueta en el piso antes de salir de la habitación y cerrar la puerta de golpe. Él no entendía. Nadie lo hacía. Sólo me quedé mirando la pared frente a mí. Estaba comenzando a entumecerme. Estaba perdiendo todo lo que me había dejado amar una vez.



La puerta se abrió y miré esperando ver a Grant. En vez de él era Abe. No estaba de humor para verlo a él. Él había abandonado a las dos personas que más amaba en el mundo en algún momento de sus vidas.



—¿Por qué cara*jo vienes aquí? A ti no te importa una mier*da, —Gruñí.
Abe no respondió. Camino hacia la silla que Grant había dejado vacía y se sentó. Él nunca se sentaba ni se quedaba por un largo tiempo. El hecho de que él iba a hacerlo ahora no me pareció bien. Necesitaba estar solo.



—Me importa. Tu madre no sabe que estoy aquí. Ella no aprobaría lo que estoy a punto de decirte. Pero creo que mereces saberlo.



No había nada que ese hombre tuviera que decir que yo quisiera escuchar pero me quedé en silencio y esperé. Mientras más rápido dijera lo que quería más pronto se iría.



—Nanette no es mi hija. Tu madre siempre ha sabido eso. Ella quería que Nan fuera mía pero los dos sabíamos cuando ella quedó embarazada que eso era imposible. Nosotros habíamos terminado por casi ocho meses cuando ella me llamó. Ella acababa de darse cuenta que estaba embarazada y estaba asustada. Ella aún estaba enamorada de tu papá, que fue por lo que terminamos para empezar. Yo no podía superar a la leyenda que era Dean Finlay. Quería ser suficiente para alguien. Nunca lo sería para Georgianna. Pero la amaba y ella estaba preocupada sobre cómo iba a manejar otro hijo. Yo era joven y estú*pido así que volví con ella y hablamos sobre matrimonio. Le dije que tendría que pensar sobre él. —Él se detuvo y me miró. Yo aún no me recuperaba del hecho de que él no era el papá de Nan.



—Una vez que llegué Georgie estaba dejándote con Dean cuando fuera que podía y aún salía con amigas como si no estuviera embarazada. Ella no me diría quién era el papá. Yo acababa de llegar mi límite cuando Rebecca vino de visita. —Sus ojos se suavizaron y los cerró brevemente. Nunca había visto al hombre mostrar tanta emoción.



—Ella era hermosa. Largo cabello rubio que parecía como si fuera tejido por los ángeles. Los ojos verdes más grandes que había visto y tan malditamente dulce. Ella te amaba. No le gustaba que tu madre te llevara con Dean. A ella le preocupaba que no estuvieras a salvo con un montón de estrellas de rock. Ella se quedaba contigo cuando tu madre salía. Te hacía estos panqueques con orejas de Mickey Mouse que te encantaban. Fui atraído por ella y no podía alejarme. Tu madre nos usó a los dos por un tiempo. Rebecca no se iría porque se preocupaba por ti. Y yo no me iría porque me había enamorado de Becca. —Esta no era la historia que mi madre me había contado. Esta no era la historia que me habían hecho creer todos estos años pero ahora que he conocido a Blaire… que la conocía… esto tenía mucho más maldito sentido.



—Tu mamá vino a casa ebria una noche. Ella no estaba muy adelantada en su embarazo y anunció que Dean también era el papá de este bebé. Yo estaba furioso de que ella había estado tomando y aún más furioso de que tu padre había hecho esto de nuevo sin intención de hacerle bien a Georgie. Así que lo llamé y le dije que quería hablar con él. La charla no salió bien. Él dijo que el bebé no era suyo. Si fuera de él, él encantado lo clamaría pero no lo era. Ella había estado acostándose con el cantante de Slacker Demon por cerca de un mes. El bebé era de Kiro y bueno, tú creciste alrededor de Kiro. Lo conoces lo suficientemente bien para saber que no es de material de padre.



¿Kiro era el papá de Nan? Enterré mi cara en mis manos mientras diferentes recuerdos venían a mí. Kiro viniendo tarde a gritarle y maldecir a mi mamá por robar a su hija. Kiro llamando a mamá pu*ta barata y esperando que ‘su chica’ no terminara de la misma manera. Yo había olvidado esas cosas. O sólo las bloqueé.



—A través de eso Becca y yo nos acercamos. Dean te tomó y juró que él iba a hacerse cargo de lo que era suyo. Tu madre maldijo y empujó a Becca por las escaleras llamándola de formas que no voy a repetir y nos dijo a ambos que nos fuéramos después de que me vio besando a Becca una noche. Nos fuimos después de eso. Becca lloró demasiado porque estaba preocupada por ti. Ella siempre se preocupaba por ti.



Cuando él hablaba sobre Becca todo lo que yo podía ver era el rostro de Maite. Su rostro dulce e inocente y mi pecho sentía como si estuviera a punto de explotar.



—Le pedí a Becca que se casara conmigo. Ella aceptó. Semanas después de nuestra luna de miel nos dimos cuenta de que estaba embarazada de gemelas. Esas niñas eran mi mundo. Yo adoraba el suelo por el que caminaban casi tanto como adoraba a su madre. Nunca pasó un día sin que estuviera agradecido por la vida que me habían dado. —Él se detuvo y ahogó un sollozo.



—Entonces un día Val y yo estábamos conduciendo de vuelta de las compras. Habíamos ido a comprarle unos zapatos para voleibol. Sus pies habían crecido en el verano pero los de Maite no. Ellas eran casi idénticas pero estaba comenzando a parecer como que Maite podría ser la más chica de las dos. Estábamos riendo porque yo estaba cantando junto con una tonta banda de chicos en la radio. No vi… no vi la luz roja. Fuimos golpeados por el lado del auto donde estaba Val por un camión que iba a ochenta millas por hora. —Se detuvo y pasó una mano sobre su cara para limpiar las lágrimas y soltar otro sollozo.



—Perdí a mi bebé. No había estado prestando atención. Con ella, perdí a mi esposa, quien no podía mirarme y a mi otra hija quiera era sólo una cáscara de la chica que había sido. Luego tú te presentaste con la fotografía de Nanette y en vez de quedarme y ser el hombre que mis chicas necesitaban que fuera, huí. Me dije a mí mismo que ellas necesitaban más de lo que yo podía darles. Nunca seré capaz de perdonarme a mí mismo. Nunca sería capaz de seguir adelante y verme sólo las lastimaría más. Así que las dejé. Me odiaba en ese momento; me odio ahora. Pero soy un hombre débil. Debí haberme quedado. Cuando me enteré de que Becca estaba enferma fui a beber en exceso. La idea de un mundo sin Becca en él era imposible para mí de aceptar. Pero ir a ver a mi vibrante esposa, a quien amaba y siempre voy a amar, acostada allí muriendo no era algo que podía hacer. Había enterrado a mi hija. No podía enterrar a mi esposa. Porque era débil dejé a mi bebé que enterrara a su mami. Nunca me perdonaré por eso. —Finalmente miró en mi dirección.



—Todo lo que ves es un hombre egoísta que sólo piensa en sí mismo. Tienes razón. No merezco el amor de nadie o el perdón. No lo quiero. Tu madre y Nan me querían. Las dos actuaban como si me necesitaran. Yo podía pretender con ellas. La verdad es que tu madre está tan perdida y rota como lo estoy yo. Tal vez por diferentes razones pero los dos estamos vacíos por dentro. Yo iba a aclarar todo esto y decirle a Nan hace tres meses. No podía continuar con esta farsa. Yo sólo quería ir y sentarme al lado de la tumba de mi esposa y llorar. Pero luego Maite me llamó. Ella me necesitaba, pero yo no tenía nada que darle. Así que le mentí. No sabía mucho del hombre en el que te convertirías pero sabía una cosa. Tú amabas apasionadamente. Tú harías lo que fuera por tu hermana. Yo no tenía dudas en mi mente de que el momento en que pusieras tus ojos en Maite ella llegaría hasta ti. El espíritu gentil y dulce que había en su madre está en Maite. Val era como yo. Pero Maite… ella es mi Becca. Ella es muy parecida a ella. Ningún hombre puede estar cerca de ella y no amarla. Yo quería alguien fuerte y capaz de cuidarla. Así que la envié hacia ti. —Él se limpió el resto de las lágrimas y se puso de pie. Yo estaba sin palabras.



—No te vuelvas como yo. No la decepciones como lo hice yo. Tú sólo mereces lo que te haces a ti mismo ser digno de tener. Haz lo que yo no pude. Sé un hombre. —Abe se dio la vuelta y salió sin otra palabra.

40



Maite



No había estado durmiendo por mucho tiempo cuando mi teléfono sonó. Era media noche y sólo unas pocas personas tenían mi número. Mi estomago se anudaba mientras alcanzaba mi teléfono. Era William.



—Hola —dije casi asustada temiendo lo qué había llamado para decirme.


—Hola, soy yo. —Su voz sonaba como que había estado llorando. Oh Dios… por favor no dejes que Nan este muerta.



—¿Ella está bien? —Pregunté, esperando que esta vez Dios realmente haya oído mi plegaria.


—Ella está despierta. Está un poquito desorientada pero me reconoció cuando abrió sus ojos así que memoria está bien.



—Oh gracias Dios. —Me senté sobre la cama y decidí que necesitaba intentar esa cosa de rezar un poco más a menudo.



—Lo siento, Maite. De verdad lo siento. —Su voz estaba ronca. Podia oír el dolor atado en sus palabras y no tenia que preguntar qué quería decir. Había llegado el momento. Simplemente no podía decirlo.



—Está bien. Sólo cuida a Nan. En serio me alegro de que ella esté bien William. Tal vez puede que no me creas eso pero he estado rezando. Quería que ella esté bien. —Necesitaba que él me creyera.



Aún si no hubo amor perdido entre Nan y yo ella era importante para él.



—Gracias —dijo él—. Ya voy para la casa. Estaré allí a más tardar mañana por la noche.



No estaba segura si eso significaba que él quería que me fuera para entonces o si nos despediríamos en persona. Escapar sería mucho más fácil. No tener que enfrentarlo. Ya dolía suficiente por el teléfono. Ver su rostro iba ser tan difícil pero no podía dejar que me destruyera. Yo tenía que pensar en nuestro bebe. Esto ya no era sólo sobre mí.



—Hasta entonces —Respondí.



—Te amo. —Oír las palabras me lastimaba más que cualquier otra cosa. Quería creer que él lo hacía pero no era suficiente. El amor que él podría sentir por mí no era suficiente.



—También te amo —respondí y colgué el teléfono antes de hacerme un ovillo y llorar hasta quedarme dormida.

***



El timbre de la puerta sonó justo mientras estaba saliendo de la ducha. Agarré la ropa que me había preparado para ponerme y rápidamente me vestí antes de envolver mi cabello en una toalla y bajar a toda prisa las escaleras.



Cuando abrí la puerta y vi a mi padre parado allí no estaba segura de qué pensar. ¿Lo había enviado William para deshacerse de mí? No. William no haría eso. Pero ¿por qué estaba él aquí?



—Hola, Maite. Yo, uh, vengo para hablar contigo. —Él no se veía como si no hubiese dormido en días y su ropa estaba arrugada. Al ver a la hija que él amaba en el hospital debía haber sido duro para él. Rechacé esa amargura. No iba a pensar eso. Él era el papá de Nan también. Al menos él estaba allí para ella ahora aún si había jodido la primera parte de su vida.



—¿Sobre qué? —Pregunté, sin moverme para dejarlo entrar. No estaba segura si había algo que él tenía que decir que yo quisiera escuchar.



—Es sobre Nan… y tú.



Sacudí mi cabeza. —No me importa. No estoy de humor para escuchar cualquier cosa que tengas que decir. Tu hija despertó. Me alegra que no haya muerto. —Empecé a cerrar la puerta.



—Nan no es mi hija —dijo él. Las únicas palabras que me habrían detenido de cerrar la puerta de un portazo en su cara. Dejé que sus palabras penetraran mientras lentamente abrí la puerta de nuevo. ¿Qué quiso decir con que Nan no era su hija?



Sólo lo miré fijamente. Esto no tenía sentido.



—Necesito decirte la verdad. William va a decírselo a Nan cuando esté preparada. Pero quería ser quien te lo diga.



¿Qué sabia William? ¿Había estado mintiéndome? No estaba segura de que pudiera respirar.



—¿William? —Pregunté, retrocediendo en caso de que no pudiera respirar profundamente y me desmayara. Necesitaba sentarme.



—Le conté todo a William ayer. Él había sido informado de la misma mentira que tu pero ahora sabe la verdad.



La verdad. ¿Cuál era la verdad? ¿Había una verdad o era mi existencia entera era una mentira? Me senté en las escaleras y miré al hombre que pensé que era mi padre mientras él entraba y cerraba la puerta tras él.



—Siempre he sabido que Nan no era mi hija. Lo que es más importante, tu madre sabía que Nan no era mi hija. Tienes razón, tu madre nunca me hubiera permitido dejar a mi novia embarazada y huir con ella. Por nada del mundo. Ella casi no me dejo abandonar a mi ex novia quien estaba embarazada de otro miembro de los chicos de Slacker Demon porque estaba preocupada por lo que pasaría con William. Su corazón era simplemente tan grande como sabes que era. Nada de lo que sabias era una mentira, Maite. Nada. El mundo que conocías no era una mentira.



—No entiendo. Sé que mi mama no estaba involucrada en nada de esto. Eso nunca fue un interrogante en mi mente. Pero no comprendo. Si tú no eres el papá de Nan, ¿Por qué nos abandonaste por ellas?



—Conocí a tu mamá al tiempo que trataba de ayudar a mi ex novia a lidiar con su último problema. Tu mamá también había venido para ayudar a su amiga. Ambos nos preocupamos por Georginna. Ella nos había necesitado y tratamos de ayudarla. Pero mientras ella estaba de fiesta y actuando como si no tuviera un niño pequeño en casa para cuidar y un embarazo que estaba ignorando, me enamore de tu madre. Ella era todo lodo lo que Georgianna no era. La adoraba, y por cualquier razón, ella se enamoro de mí. Cuando nos marchamos, Dean había venido para llevarse a William y Kiro, el vocalista de Slaker Demon y el verdadero padre de Nan, habían intervenido para ofrecer su ayuda. Georgianna se enteró sobre Becca y yo. Nos envió a hacer las maletas y con gusto nos fuimos. Tu madre se preocupaba por William y llamó a Dean para que viera cómo estaba él durante un tiempo.



—¿Mamá conocía a William?Imaginar a mi mamá cuidando de William como un pequeño niño atascado con dos padres jodidos hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas. Él había conocido cuan maravillosa era mi madre antes aún si no lo recordaba.



—Sí. Él le decía Beck Beck. Él la prefería a ella que a Georgianna y eso tampoco se acomodo bien con Georgie. Cuando Georgianna recuperó de nuevo a William se rehusó a dejar que tu madre viera cómo estaba él. Tu madre lloró durante semanas preocupándose por el pequeño niño que había llegado a amar. Pero esa era tu mamá. Siempre preocupándose demasiado. Su corazón era más grande que el de cualquiera que jamás haya conocido… hasta ti. Eres como ella, cielo.



Levante mis manos para detenerlo. No nos uniría esto. No estaba llorando porque sabía que mi madre era inocente de las mentiras que había escuchando antes. Estaba llorando porque ella había querido a William antes también, su niñez enteras había sido solitaria.



—Casi he terminado. Déjame terminar, luego me iré y nunca me veras de nuevo. Lo juro.



Él sabía que también me iba. Que esta cosa con William y yo había terminado. El dolor agudo en mi pecho era casi demasiado.



—La muerte de Val fue mi culpa. Pasé esa luz roja. No había estado prestando atención y perdí una de mis niñas ese día. Pero te perdí a ti y a tu madre también. Fueron heridas demasiado y fue todo mi culpa. No fui lo suficientemente hombre para quedarme y soportar verlas a las dos en tanto dolor. Así que hui. Dejé que te encargaras de Becca cuando debí haber sido yo pero era demasiado débil. No podía soportar la idea de ver a mi Becca enferma. Me acabaría. Me emborrache hasta quedar inconsciente. Era la única manera de permanecer insensible. Luego llamaste y dijiste que ella había muerto. Mi Becca no estaba más en esta tierra. Iba a decirle a Nan la verdad sobre su padre e iba a marcharme. No estaba seguro de a donde iría pero no me importaba si vivía o moría.



Entonces llamaste y me necesitaste. No era ni siquiera un hombre. Era despreciable. Pero no podía defraudarte. Ya te había hecho sufrir tanto sola. Te envié hacia William. Él no era exactamente el tipo de chico que un hombre quiere alrededor de su hija pero sabía que él vería en ti lo que yo vi en Becca. Un sustento. Una razón para vivir. Una razón para luchar. Una razón para cambiar. Él era fuerte. Podia protegerte y sabia que si lo presionaba lo haría.



Todo esto era demasiado. No podía hacer que tuviera sentido. ¿Él me había enviado hacia William?



¿El chico que adoraba a su hermana que me odiaba y me culpaba por todo lo malo en su vida?



—Él me odia —le dije—. Él odiaba lo que yo era.



La sonrisa de mi padre era triste. —Sí, él odiaba a quien pensaba que eras, pero luego te conoció. Él estaba a tu alrededor y eso fue todo lo que se necesito. Tu eres excepcional, Maite. Justo como lo era tu madre. No hay muchas personas en este mundo tan fuerte como lo eres tú. Tan llena de amor y dispuesta a perdonar. Siempre envidiaste la forma en que Val podía cautivar una habitación. Pensaste que ella tenía lo mejor de las dos. Pero lo qué Val sabía y lo qué yo sabía era qué éramos afortunados porque teníamos a personas como tú y tu madre en nuestras vidas. Val te adoraba. Ella vio que tú eras quien tenía el espíritu de tu madre. Nosotros estábamos asombrados con las dos. Aún lo estoy y aunque todo lo que he hecho es lastimarte desde el día que perdimos a tu hermana, te he amado. Siempre lo haré. Eres mi pequeña niña. Mereces lo mejor en este mundo y no soy lo mejor. Voy a irme y jamás voy a molestarte otra vez. Necesito vivir por el resto de esta vida solo. Recordando lo que alguna vez tuve.



El dolor en sus ojos destrozaba mi alma. Él tenía razón. Él nos había abandonado a mí y a mamá cuando más lo necesitábamos. Pero tal vez nosotros lo habíamos abandonado también. No habíamos ido detrás de él. Sólo lo habíamos dejado irse. El día que perdimos a Valerie había marcado todas nuestras vidas. Mamá y Val se habían ido ahora y nosotros nunca podríamos recuperarlas. Pero nosotros estábamos aquí. No quería vivir el resto de mi vida sabiendo que mi padre estaba ahí afuera en algún lugar solo. Mi mamá no querría eso. Nunca quiso que estuviera solo. Lo amó hasta que inhaló su última respiración. Val no querría eso. Ella había sido una niña de papi.



Me puse de pie y di un paso hacia él. Las lágrimas contenidas en sus ojos comenzaron a correr lentamente por su rostro. Era una sombra del hombre que una vez fue pero era mi papá. Un sollozo corrió por mi pecho y me lancé en sus brazos. Cuando me envolvieron y me sostuvieron firmemente dejé en libertad todo el dolor. Lloré por la vida que habíamos perdido. Lloré por él porque no era lo suficientemente fuerte y lloré por mí porque era el momento.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:41 pm

41



William

La casa estaba a oscuras y en silencio cuando abrí la puerta y entré. ¿Maite habría apagado todas las luces si estuviera aquí sola? Había estado tan concentrado en llegar a casa con ella después de hablar con Nan, que no había considerado el hecho de que ella podía haberme dejado. ¿Me había dejado?



Me volví y subí de a dos escalones a la vez. Una vez que llegué al escalón más alto, empecé a correr. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. No podía haber desaparecido. Le dije que la amaba. Le había dicho que iba a venir a casa. Tenía que estar aquí. Tenía que contarle todo. Tenía que decirle que las cosas serían diferentes. Decirle que me recordaba a su madre. Que me acordaba de sus panqueques de Mickey Mouse. Tenía que decirle que iba a ser el hombre que ella necesitaba. Iba a ser el mejor padre que el maldito mundo había conocido.



Tiré de la puerta que conducía a mi habitación y me precipité por las escaleras, necesitando verla. Dios, deja que esté allí. Por favor, que esté allí.



La cama estaba vacía. No. ¡NO! Recorrí la habitación en busca de sus cosas. Algo que me dijera que no me había abandonado. No podía haberse ido. La perseguiría. Me pondría de rodillas y me arrastraría. Sería su maldita sombra hasta que ella cediera y me perdonara.



—¿William? —Su voz quebró el silencio y el martilleo en mi cabeza. Me di la vuelta para verla sentada en el sofá. Su pelo era una maraña y su rostro soñoliento era perfecto.



—Estás aquí. —Me caí de rodillas ante ella y dejé caer mi cabeza en su regazo. Ella estaba allí. Ella no me había abandonado.



Sus manos tocaron mi cabeza mientras pasaba las manos por mi cabello. —Sí, estoy aquí —respondió con voz insegura. Yo la estaba asustando pero sólo necesitaba un minuto para asegurarme de que no me había dejado. Que no había arruinado esto por completo. No quería ser como su padre. El hombre perdido y vacío que había visto ayer no era quien yo siempre quise ser.



Y sabía que lo sería sin Maite a mi lado—. ¿Estás bien? —preguntó.



Asentí, pero mantuve mi cabeza en su regazo. Ella continuó tratando de calmarme, acariciándome suavemente. Cuando estuve seguro de poder hablar con ella sin romperme completamente, levanté la cabeza para mirarla.



—Te amo. —La forma en que lo dije fue tan feroz que casi sonaba como si estuviera maldiciendo.



Una sonrisa triste y pequeña tiró de sus labios. —Lo sé y no pasa nada. Entiendo. No voy a hacerte elegir. Sólo quiero que seas feliz. Te mereces ser feliz. He tenido mucho tiempo para pensar en ello y voy a estar bien. No tienes que preocuparte por mí. Soy fuerte. Puedo hacer esto por mi cuenta.



No estaba siguiendo lo que ella estaba diciendo. ¿Qué estaba haciendo por su cuenta? —¿Qué? —pregunté, repitiendo sus palabras en mi cabeza.



—Hablé con mi papá hoy. Lo sé todo. Es difícil de comprender, pero todo tiene más sentido ahora.



¿Abe había venido aquí? Vino y le contó todo. Ella sabía... pero lo que decía todavía no tenía sentido.



—Bebé, tal vez es porque no he dormido mucho en los últimos ocho días, o porque estoy tan aliviado de que estés aquí, pero no entiendo lo que estás tratando de decirme.
Una lágrima brillaba en sus ojos. Me levanté de un salto y tiré de ella en mi regazo. Yo no quería hacerla llorar. Pensé que esto era una cosa feliz. Ella sabía la verdad, ella siempre la había sabido, su mamá era tan pura y sincera como ella creía. Yo estaba en casa y listo para ser todo lo que se merecía en su vida. Moriría para hacerla feliz.



—Te amo, y porque te amo te estoy dejando ir. Quiero que hagas de tu vida lo que quieres. Yo no quiero ser una cadena alrededor de tu pierna.



—¿Qué acabas de decir? —pregunté cuando las palabras “dejarme ir” se hundieron en mí. Como el infierno que ella me dejaría ir.



—Ya me oíste, William. No hagas esto más difícil de lo que es —susurró.



La miré con incredulidad. Ella realmente quería decir lo que decía. La había dejado aquí, pensando todo tipo de cosas mientras me sentaba en el hospital con Nan. Debería haber llamado, pero no lo hice. Por supuesto, ella estaba confundida.



—Escúchame, Maite. Si tratas de ir a ninguna parte, voy a perseguirte. Voy a ser tu sombra. No voy a dejarte fuera de mi vista, porque no puedo vivir sin ti. Cometí tantos malditos errores que no quiero ni contarlos, pero voy a empezar a hacer las cosas bien de aquí en adelante. Te juro que esto no volverá a suceder. Ahora sé que aquí es donde se supone que debo estar. No más mentiras. Sólo nosotros.



Ella sollozó y enterró su cabeza en mi hombro. La tiré con más fuerza contra mí.



—Lo digo en serio. Te necesito. No me puedes dejar.


—Pero yo no encajo. Tu familia me odia. Puedo hacerte la vida difícil.



Ahí es donde ella estaba equivocada. —No. Tú eres mi familia. Mi madre nunca ha sido mi familia.



Ella nunca ha tratado de serlo. Mi hermana no podía venir, pero sí me dijo que te preguntara si podía ser capaz de ser parte de la vida de su sobrina o sobrino. Así que lo está intentando. Y en cuanto a hacer mi vida más difícil, tú, Maite Wynn, haces mi vida completa.



La boca de Maite cubrió la mía mientras agarraba puñados de mi camisa. Su lengua se deslizó en mi boca y la saboreó. La había extrañado tando. ¿Cómo pude haber pensado por un minuto que podía sobrevivir sin esto? ... Sin ella, no lo sé.

42



Maite



—Necesito estar dentro de ti —susurró William en mi oído mientras besaba a lo largo de mi mandíbula y deslizaba sus manos debajo de mi camiseta de tirantes.



—Bien —le contesté, tratando de alcanzar su camisa y tirando de ella por encima de su cabeza. Él se rió y levantó las manos para que me fuera más fácil, después me quité la parte de arriba también.



—Maldita sea, han crecido desde que me fui —murmuró, ahuecando cada uno de mis pechos en sus manos—. ¿Hay... leche en ellos ya? —preguntó.



—No —me reí.



—Estoy tratando muy duro de no ser un hombre sobre esto, pero no puedo evitarlo. Estoy jodidamente emocionado al respecto —admitió ante mirándome a través de sus pestañas mientras ponía un pezón en su boca.



—Oh —gemí y agarré su cabeza para mantenerlo allí. De alguna manera, se habían puesto aún más sensibles. Con cada tirón de su boca, mi clítoris palpitaba. Era como si hubiera una línea directa entre ambos.



—Quitemos esas bragas —dijo William con la boca llena mientras tiraba de mis bragas. Me relajé y las deslicé hacia abajo con su ayuda. Él dejó de chupar un pezón sólo para ir al otro.



—Mier*da —gruñó, deslizando un dedo dentro de mí—. Estás mojada. Siempre tan húmeda y lista.



Alcancé su hebilla y comencé a desabrochar sus vaqueros. Yo quería que estuviera desnudo también.



Todavía no —dijo, moviéndome de su regazo, y recostándome en el sofá—. Necesito probarte.



Lo observé mientras empujaba mis piernas y bajaba la cabeza para lamer justo a través del centro de mis pliegues.



—¡Oh Dios! ¡William! —grité, levantando mis caderas para estar más cerca de su boca. La barra se deslizó sobre mi clítoris mientras él lo tiraba contra mi yema hinchada, una y otra vez. Me volvía loca.



—Me encanta cuando te retuerces —dijo con una sonrisa maliciosa. A mí me encantaba cuando él me hacía retorcer.



Su dedo se deslizó en mi calor mientras él continuaba la tortura en mi clítoris con el piercing de su lengua. Ese hombre sexy y salvaje era mío. Era difícil de entender a veces, pero yo estaba tan contenta de haberme presentado en su puerta hacía cuatro meses.



Se puso de pie y empujó sus pantalones y calzoncillos boxer hasta salir de ellos. Me miró a los ojos. Era hermoso. Dejé que mis ojos recorrieran su cuerpo. Nada podía hacerlo más perfecto. Excepto...



—¿William?



—¿Sí?



—¿Podrías perforar tus pezones? —le pregunté, sorprendiéndome a mí misma por el pedido.



William rió mientras volvía sobre mí. —Ahora quieres mis pezones perforados, ¿cierto?



Asentí con la cabeza, deslicé las manos por su pecho y corrí mis pulgares sobre sus pezones. —Me gustan tus otros piercings.



Besó mi cuello y pasó la mano por mi pierna hasta que enganchó su brazo por debajo de la rodilla y tiró de ella. —¿Vas a besarlos y hacer que se sientan mejor? Porque estoy pensando que va a doler como la mier*da.



—Te prometo que haré que se sientan muy bien. —Sonreí.



—Todo lo que quieras, bebé. Eso sí, no me pidas que perfore nada al sur de mi cintura.



Levanté las cejas. Yo no había pensado en eso. Antes de que pudiera decir nada más, William estaba empujando dentro de mí, y todos los otros pensamientos se alejaron. Me estaba llenando y estirando, y todo fue perfecto en el mundo otra vez.


—¡Mier*da! ¿Cómo llegaste a estar tan apretada? —jadeó William por encima de mí, mientras sus brazos temblaban teniendo mi espalda.



Tiré mi cabeza hacia atrás y levanté las caderas. Era mejor. No había pensado que eso podría mejorar. —Es más sensible —logré decir con un grito ahogado.



—¿Te duele? —preguntó, tirando hacia atrás. Me agarró el cu*lo y me sostuvo.



—¡NO! Es bueno. Es muy bueno. Más duro, William. Por favor. Se siente increíble.
William gimió y se terminó de hundir en mi interior.



—No voy a durar mucho tiempo. Estás muy apretada. Me voy a venir. —Él dejó de moverse, y poco a poco se echó hacia atrás. Yo estaba tan cerca. No quería que fuera más despacio. La sensación que cada embestida enviaba a través de mí era increíble.



Necesitaba más de él. Lo empujé hacia atrás con toda la fuerza que tenía. Se sentó, mirándome mientras yo rápidamente me subía sobre él y me dejaba caer duro y rápido.
—¡Santa MIER*DA! —gritó agarrando puñados de mi cabello.



Me moví hacia arriba y hacia abajo en él, mientras mi cuerpo se encontraba cada más cercano al éxtasis.



—Bebé, me voy a venir, ¡ARRRRGGGGHHHH! —gritó William. Entonces, agarró mi cara y me besó con una fiereza que me envió al borde con él. Gritando en su boca, fui golpeada con la liberación mientras él me abrazaba con fuerza, saboreando y chupando mi lengua en su boca. Me dejé caer sobre él y me abracé a su cuerpo. Nos quedamos allí, jadeando en silencio. Mi vagina se mantenía contraída como si mi cuerpo estuviera experimentando réplicas. Cada vez que lo hacía, William gemía.



Cuando estuve segura de poder hablar de nuevo, incliné mi cabeza hacia atrás y lo miré. —¿Qué acaba de pasar? —pregunté.



Él se rió y negó con la cabeza. —No lo sé. Sólo sacaste el jodido el infierno fuera de mí. Te lo juro, ese va directo al libro, bebé. No creía que podría ser mejor y acabas de demostrarme que estaba equivocado. Santo infierno, eres salvaje.



Enterré mi cara en su pecho y me eché a reír con él. Yo había estado un poco fuera de control.



—Más vale que esto no sea una cosa de las embarazadas, o tu pequeño cu*lo caliente va a vivir embarazado durante los próximos treinta años.

43



William



Sostenía la mano de Maite entre la mía y miraba por encima de su hombro mientras ella hojeaba una revista paternal. Todas las fotografías de pañales y artículos para bebés eran terroríficas. No se lo quería admitir, pero la idea de un bebé estaba empezando a asustarme. Los senos grandes, el sexo en medio de la noche y dulces caderas de Maite eran grandes ventajas y era fácil de olvidar exactamente por qué eso estaba sucediendo.



—Maite Wynn. —la enfermera llamó su nombre y miré el diamante en su dedo. En dos semanas ese nombre iba a cambiar. Estaba listo para ello. No me gustaba que la llamaran Wynn. Ella ya era Maite Finlay para mí.



—Esos somos nosotros, —dijo, sonriéndome antes de ponerse de pie. Muy apenas su barriga se notaba. No estaba seguro cómo era que íbamos a poder ver algo más grande que un chícharo pero Maite me aseguraba que en realidad podríamos ver al bebé. Que ya tenía brazos y piernas, tan loco como eso sonara.



No solté su mano mientras nos guiaban a la sala de examen. La enfermera me miró varias veces.



Más vale que no estuviera a punto de decirme que no iba a poder entrar porque yo iba a estar presente le guste o no. Ya era hora de que viera a mi bebé.



—Aquí, —dijo la enfermera, dando un paso atrás e indicándonos que entráramos a la habitación—.



Adelante, quítate todo y ponte el vestido. El Doctor Nelson va a tener que hacer un examen vaginal también el día de hoy. Pero primero va a hacer el ultrasonido.



Maite no actuaba como si fuera la gran cosa el hecho de que estaba a punto de desnudarse. La enfermera me miró de nuevo. —¿Está bien que éste sí esté aquí?



¿Éste? ¿Qué rayos significaba eso?



Maite sonrió y me miró. —Sí, éste es el padre.



La enfermera se enderezó y me dio una sonrisa enorme y llena de alivio. —Eso es maravillo.



Odiaba la idea de que alguien tan joven como tú que pasara por esto sola.



Maite se sonrojó y se dirigió a una pequeña habitación con una cortina por delante. Una vez que la enfermera se fue me acerqué y entré en lo que parecía ser un pequeño vestidor.



—¿Qué quiso decir con “éste”? —le pregunté.



Se mordió el labio inferior y cerró los ojos con fuerza. —¿Tengo que responder a esa pregunta?



—Uh, sí. Especialmente después de ese comentario. —Estaba preparándome para que no me gustara la respuesta.



—Woods me acompañó a mi última cita. Ellos le dijeron que podía entrar y yo les dije que no, que él sólo era un amigo.



Casi me había olvidado de eso. Sabía por qué ella había tomado un aventón con él. Yo no estaba con ella. Pero saber que otro hombre había estado allí con ella cuando me necesitaba era difícil de digerir. Me di cuenta que su rostro palideció y me incliné para besar sus labios. —Está bien.Debería haber estado aquí. No lo estuve.



Ella asintió con la cabeza. —Lo siento.



—No lo estés. Soy yo quien lo siente.



La puerta de la sala de examen se abrió de nuevo y asomé la cabeza fuera del vestuario.



La enfermera estaba sonriéndome y tirando de una máquina con una pantalla pequeña en ella.



—¿Está ella casi lista? —la sonrisa divertida en el rostro de la enfermera era graciosa.



—Ya casi, —le dije antes de mirar a Maite quien estaba de un color rojo brillante. No pude evitar reírme—. Cámbiate, sexy. Voy a estar al otro lado.



Maite asintió y salí de detrás de la cortina.



Me acerqué a la mesa y miré a la máquina. —¿Así que es de esta forma en que vemos el bebé?—le pregunté preguntándome cómo lo hacían exactamente.



—Sí. Debido a que Maite sólo tiene Medicaid tenemos que usar esto. Esto es todo lo que Madicaid cubre. Tenemos una nueva en 3D que utilizan la mayoría de las mamás y realmente deseo que Medicaid cubriera ésta porque se puede ver al bebé con claridad. Pero no lo hace.



Hice una pausa y miré de la máquina a la enfermera. ¿Maitee tenía Medicaid? ¿Qué rayos? Ni siquiera había pensado en el hecho de que ella necesitaba seguro. Siempre había tenido lo mejor que el dinero podía comprar; eso no era algo sobre qué pensar.



—Quiero la máquina 3D. Voy a pagar lo que sea que cueste ahora mismo, pero quiero lo mejor que este hospital pueda proporcionar.



La enfermera observó mis aretes y luego mi camiseta la cual había visto mejores días. Era una que mi papá me dio después de una de sus giras hace casi cinco años. Me gustaba porque me quedaba ajustada y Maite parecía gustarle las camisetas apretadas. —Yo…eh…no creo que entiendes cuánto los ultrasonidos como ese cuestan. Es muy dulce de tu parte querer darle esa experiencia a Maite pero es muy…



—Puedo cubrir todo procedimiento disponible. Te dije que pagaría por él ahora. Quiero el mejor ultrasonido para Maite y mi bebé.



La enfermera comenzó a abrir la boca cuando Maite salió de la habitación llevando un vestido de algodón fino. —Por favor, no discutas con él. Va a causar problemas si lo haces. Sólo dame la ecografía 3D.



La enfermera se encogió de hombros. —Está bien, si eso quieren, pero va a tener que pagar por adelantado.



Abrí mi billetera y le entregué mi tarjeta de color negro American Express. Sus ojos se abrieron y asintió con la cabeza antes de salir de la habitación.



—Debo decirte que estaba perfectamente bien con un ultrasonido regular pero eso sería una mentira. He visto las fotografías de los ultrasonidos 3D en las revistas para futuros padres y realmente quería uno.



Maite estaba sonriendo como el niño que estaba a punto de ir a Disney World por primera vez.Diablos, para verla sonreír así compraría la máquina 3D.



—Mi chica y mi bebé van a tener lo mejor. Siempre.



La puerta se abrió otra vez y la enfermera entró mirándome como si estuviera soñando. Me entregó mi tarjeta. La tomé y la metí de nuevo en mi billetera.



—¿Eres el hijo de Dean Finlay? —preguntó, por fin.



—Sí. Ahora vamos a ver a mi bebé, —respondí.



La mujer asintió entusiasmadamente y se volvió para ver a Maite. —La máquina 3D está en una habitación especial. ¿Estás cómoda caminando a través del pasillo en eso?



—¿Alguien va a verla? —le pregunté poniéndome enfrente de Maite, porque yo no estaba cómodo con eso.



La enfermera abrió la puertita de un gabinete y tiró de una manta. —Toma, envuélveme esto alrededor de ella.



La envolví hasta que estuvo completamente cubierta. Maite presionó sus labios tratando de no sonreír. Le guiñé un ojo y le di un beso en la nariz. Caminamos por un largo pasillo donde pasamos a otra pareja y al doctor de Maite, quien preguntó por qué estábamos cambiando de habitación. La enfermera rápidamente le dijo que yo había pagado por el ultrasonido 3D y el doctor parecía muy complacido mientras nos seguió a la habitación.



Maite se acostó en una mesa y comenzaron a prepararla mientras yo me senté a esperar pacientemente. Una vez que tuvieron su estómago descubierto la enfermera puso un poco de gel transparente en él y luego se volvió hacia mí. —¿Quieren saber el sexo del bebé?



—Pregúntale a la madre, —le respondí, molesto porque me preguntó a mí en lugar de Maite.


—Me gustaría saberlo, —dijo Maite, mirándome.



—Yo también, —dije.



Luego el doctor comenzó a mover algo sobre el estómago de Maite y un ruido de latidos pequeños llenó la habitación. Era más rápido de lo normal. —¿Es ese el latido de mi bebé? —pregunté, poniéndome de pie porque estar sentado ya era imposible. Mi corazón latía tan fuerte como el de la pantalla.


—¿Él? —preguntó Maite.



—Sí, es definitivamente un niño, —dijo el doctor.



Extendí mi mano y tomé la de Maite, incapaz de apartar los ojos de la pantalla. Ese era nuestro bebé. Iba a tener un hijo. Joder…Estaba a punto de llorar.

FIN

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Mensaje por EsperanzaLR Sáb Nov 21, 2015 5:43 pm

Muchas Gracias Tami por compartirla es muy interesante
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Mensaje por asturabril Sáb Nov 21, 2015 8:33 pm

Gracias Tami por compartir
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Nov 22, 2015 12:13 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Nov 23, 2015 1:27 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Nov 24, 2015 2:30 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 4:45 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Jue Nov 26, 2015 1:05 pm

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