Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada

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When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada - Página 4 Empty Re: When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada

Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 06, 2016 5:07 pm

24

Maite

Cuando William me presentó a Rush Finlay, todo tuvo sentido. Manning y Finlay. Rush era el hijo de Dean Finlay. Así era como William lo conocía. Por sus padres. Guau. Mientras que William no lucia como el hijo de un Dios del rock, Rush definitivamente sí. Desde su lengua perforada, la cual mostraba cuando hablaba, a los tatuajes en sus brazos y cuello, al pavoneo que poseía, Rush Finlay gritaba a Slacker Demon descendencia.

Su esposa, Blaire, era el tipo de belleza que te dejaba sin habla por un momento porque no tenías la seguridad si era real. El rubio-blanco de su cabello la hacía ver casi angelical. Tenía una amabilidad en su sonrisa que la hacía aún más celestial, pero entonces abría la boca, y un acento aún más sureño que el de Harlow salía. No podía evitar sonreír. Pero no era una modelo o estrella de cine, ya que ese era el tipo de mujer que esperaba ver envuelta posesivamente en el brazo de Rush Finlay. Pero de nuevo, ella era lo suficientemente hermosa para ser ambas, así que no lo cuestioné. Ella encajaba con él. Más de lo que creía que alguien más podría.

Hablé con Blaire sobre Harlow y de Lila Kate. Me preguntó acerca de Jimmy, ya que él me dio su número después de que su chica de la limpieza se retirara, pero nunca mencionó que yo limpiara su casa. De una forma, me sentía contenta, porque eso solo me recordaría lo mucho que no encajaba aquí. Pero entonces, también me hizo preguntarme si contrató a alguien más. En verdad me caería bien el trabajo.

Una de las cosas que se convertía más difícil de ignorar eran las mujeres que coqueteaban con William. Él no las notaba, pero incluso las meseras les daban miradas destinadas a hacerle saber que se encontraban disponibles.

Si‖conseguir‖mujeres‖era‖tan‖f{cil‖para‖William…‖¿por‖qué‖estaba‖conmigo?

***

Dos horas más tarde, la innovadora ceremonia estuvo completa, y la fiesta se trasladó al Club Kerrington. Y desafortunadamente, ahora las mujeres caminaban con sus bikinis, y coqueteaban más con William. Algunas abiertamente se acercaban a él y le preguntaban si querían nadar o bailar. Casualmente él rechazaba las ofertas, pero era como si yo no estuviera de pie allí. No me había quitado el vestido de verano todavía, porque no me sentía cómoda usando un traje de baño delante de todas esas personas. Pero empecé a pensar que tal vez necesitaba hacerlo si quería mantener la atención de William.

Vi a Blaire al otro lado de la piscina, todavía usaba la blusa y falda corta que tenía antes. No se pavoneaba alrededor en su traje de baño. Tampoco parecía molesta por las mujeres que miraban a su esposo con miradas codiciosas.

Pero ella estaba casada con Rush.

Esta era mi primera cita con William.

—¿Quieres una bebida? —me preguntó William. Su mano se deslizó a mi cintura mientras se doblaba y me susurraba en el oído.

—Sí, por favor —dije, necesitando algo para distraerme.

—Quédate aquí. Iré al bar. ¿Más champan? ¿O algo más?

No quería quedarme aquí. ¿No podíamos esperar a que un mesonero pasara con una de esas bandejas? Pero entonces dudé que él quisiera las bebidas frutales que servían. —Champan está bien —respondí.

Me apretó el costado. —Ahora vuelvo.

Justo como temí, las mujeres aprovecharon la oportunidad y se acercaron a él mientras se alejaba de mí. Él fue educado y no pareció interesado, pero aún era difícil de observar. Porque esas chicas no estarían nerviosas cuando él las tocara. Ellas tendrían sexo con él detrás de una palmera aquí si él quisiera. Con eso era con lo que tenía que competir.

Además, tenía una oscuridad retorcida en mi pasado que nunca sería capaz de decirle completamente a William. Ellas no tenían ese tipo de problema. Eran libres para disfrutar de sus cuerpos y hacer felices a los hombres. Me sentía enferma.

Una rubia envolvió los brazos alrededor de William y le besó en la mejilla. Él gentilmente la apartó, pero continuó hablando con ella mientras buscaba nuestras bebidas. No podía ver esto. Puse mi atención en otra parte. Harlow y Grant se fueron con Lila Kate; no se quedaron mucho en la fiesta. No conocía a nadie más. William me presentó a varias personas, pero realmente no los conocía.

No miraría a William de nuevo. También consideraba quitarme mi vestido de verano. Pero estas mujeres tenían cuerpos mucho mejores que el mío. Eran delgadas, sin relleno añadido en sus traseros. Y sus senos eran bonitos y redondos y perfectamente posicionados en sus pechos. No muy grandes o muy pequeños.

Quitarme el vestido podría ser una mala idea después de todo. Al menos, William no sería capaz de ver exactamente cuan imperfecto era mi cuerpo. Dios, odiaba esta sensación. Nunca me comparaba con otras mujeres. Al menos, en el pasado. Aquí me encontraba ahora, haciéndolo.

Mi mirada regresó hacia William. Sostenía ahora dos bebidas y se dirigía a mí. La rubia se fue. Él parecía molesto. Esperaba que no fuera porque se encontraba aquí conmigo ya que podría estar teniendo sexo ahora mismo con un número de dispuestas y hermosas mujeres.

Podía perderlo.

Tan, tan fácilmente.

Apenas comenzaba a tenerlo.

Cuando finalmente llegó hasta mí, me entregó el champán. —Una vez que lo termines, ¿estas lista para irte? Yo estoy listo para tenerte a solas. He cumplido mi deber y mostré mi cara aquí.

Tuve la urgencia de beber de golpe la copa y tragar la rosada bebida burbujeante. Me encontraba lista para irme también; antes de que William recibiera una oferta que no pudiera rechazar. Me sentía agradecida por su rancho en las afueras de Texas. No imaginé que hubiera hermosas y delgadas modelos herederas lanzándoseles encima allí.

—Sí. Me gustaría irme cuando estés listo —admití.

William me estudió la cara un momento y luego tomó el champán de mi mano. —Te voy a comprar una botella en la tienda si quieres más. Nos vamos —dijo, poniendo la copa en la mesa más cercana a nosotros y dejando su pequeña copa de líquido ambarino sin tocar allí, también.

Su mano se posó en mi espalda baja, y me condujo a través de la multitud mientras nos llevaba a donde el aparcacoches esperaba.

Una vez que estuvimos en la camioneta, William se acercó y me tomó la mano, entrelazando sus dedos con los míos. —Gracias por venir conmigo esta noche. Solo vine porque Harlow pensó que debería mostrar mi cara ya que me encontraba en la ciudad. Ella es amiga de Bethy y Tripp. Me alegré el tenerte conmigo. Hizo la noche soportable.

Ese hombre y sus palabras. Casi me hizo olvidar lo difícil que era ver a las mujeres coquetear con él con cada aliento que daba. Aunque, él no les coqueteaba. Pero no veía a William como alguien que coqueteaba. No era su estilo. No quería decir que no disfrutara de su atención. ¿Cómo no podría? Eran hermosas y dispuestas.

—Me gustó conocer a tus amigos —le dije.

Me apretó la mano. —A ellos les gustó conocerte.

Quería preguntarle cómo conocía a la rubia que lo abrazó y besó. Pero no lo hice. Mantuve la boca cerrada.

—¿Quieres que me detenga y consiga más champán? —preguntó, con un rastro de humor en su voz.

Negué con la cabeza y reí.

—Me gusta oírte reír. No lo has hecho mucho esta noche —dijo, mientras su pulgar comenzó a acariciar me la mano—. Te reíste más hoy cuando éramos sólo nosotros.

—Me encontraba muy ocupada asimilando todo.

—Gracias por no quitarte ese pequeño vestido.

¿Por qué dijo eso? ¿Se preocupó por cómo me vería sin él?

—Si te lo hubieras quitado, me temo que nos hubiéramos ido incluso antes, porque hubiera sido desechado. No me gusta la idea de otro hombre mirando lo que es mío.

Guau. Vale.‖¿Yo‖era‖suya?‖Oh…‖Vaya.

—Me quedé pensando en cómo reaccionaría si querías nadar. Trataba de idear excusas para mantener ese dulce culo cubierto.

El dolor entre mis piernas comenzó de nuevo. Al oírlo llamar mi trasero un dulce culo, al parecer, me excitaba. Me gustaba cómo se sentía cuando me tocaba el trasero. Me retorcí en el asiento, y su mano se apretujó alrededor de la mía.

No dijimos nada más. En el momento en que estacionó la camioneta en mi apartamento, el aire se sentía caliente, y respiraba con dificultad. Echando un vistazo a William, vi su mandíbula apretada con fuerza. Su mano todavía sostenía la mía con firmeza.

Cuando apagó el motor y finalmente me soltó la mano, abrió de golpe la puerta y se fue tan rápido que habrías pensado que se encontraba en llamas. Lo observé mientras tomaba largas zancadas hacia mi lado de la camioneta y abrió la puerta. Empecé a salir, pero luego me hizo retroceder, encerrándome.

Sus fosas nasales se ensancharon mientras se acercaba a mí, y sus ojos reflejaban una mirada de necesidad que comprendía. Todo mi cuerpo se sentía febril, pero sus manos solamente me tocaban las caderas. Su cabeza bajó a mi oído, y recorrió con su nariz de arriba abajo mi cuello. —Dios, hueles tan bien. Podría olerte por la jodida eternidad y ser feliz.

Le agarré los hombros y me sostuve. Las palabras como esas saliendo de William Manning se me subían a la cabeza.

—Cuando entremos, quiero quitarte este vestido. Déjame verte en ese traje de baño.‖Por‖favor.‖No‖voy‖a‖pedir‖nada‖m{s.‖Deja‖que‖te‖mire‖y‖te‖toque…‖Solo‖un‖ poco.

Mi cuerpo se sentía tan febril que me hallaba lista para arrancarme toda la ropa ahora mismo por él, pero sabía que el momento en que lo hiciera, entraría en pánico. La realidad se afianzaría. Me las arreglé para asentir y dejé que me sacara de la camioneta. Presionó un duro beso caliente en mis labios, más agresivo que los anteriores. Me aferré mientras tomaba ese beso. No era uno de los sencillos y dulces, pero era emocionante.

Cuando apartó la boca de la mía, murmuró una maldición, luego me llevó a la puerta del apartamento, y la abrió antes de meterme rápidamente.

Antes de que pudiera recuperar el aliento, sus manos agarraban el borde de mi vestido. —Solo voy a quitarte esto. Eso es todo. Necesito verte —me susurró en el oído, pero no se movió hasta que asentí.

Cuando le di el visto bueno, levantó el vestido lentamente. Una vez que no cubría mi trasero, gimió. Alcé los brazos, y lo levantó y me lo quitó. No me moví. Sabía lo que miraba, y cerré los ojos con fuerza. No había mirado mi trasero en el espejo en mucho tiempo. Hubo una buena probabilidad de que estuviera en mala forma. Realmente esperaba que no lo estuviera. Aun caminaba mucho. Aseguraba que por caminar toda mi vida era una de las razones por la que mi trasero no fuera masivo.

Su dedo rozó la parte inferior de mi nalga izquierda, y me quedé sin aliento, pero no me moví. Él me tocaba. Apenas.

—Hay una peca aquí. Me encanta esta peca. La mejor maldita peca en el mundo —dijo con una voz gruesa, profunda.

Entonces oí que se movía, y miré hacia atrás para verlo arrodillándose. Empecé a girar, y sus manos me agarraron la cintura y me mantuvo quieta.

—Por favor, Maite. No lo hagas. Aun no —rogó. Así que me quedé quieta.

Su cálido aliento se cernía sobre mi piel, y temblé. Saber que su rostro se hallaba tan cerca de cualquier parte de mí era emocionante, pero esto era casi demasiado. Entonces sus labios rozaron el mismo lugar que tocó, y lancé un grito ahogado por la conmoción y placer.

—Sólo tenía que besarla —dijo, presionando sus labios contra ese lugar de nuevo. Entonces sus manos se deslizaron a lo largo de mi trasero, y apretó suavemente—. Juro, Maite, que este culo es la perfección —dijo en un tono reverente—. Estoy tan jodidamente contento de que no usaste este traje de baño delante de otros hombres esta noche. Este es mi culo. No quiero que nadie más vea esta pequeña pieza jugosa de los cielos.

Cerré los ojos con fuerza. ¿Realmente lo dejé arrodillarse detrás de mí y que jugara con mi trasero? Me latía el corazón, y la fiebre de mi cuerpo aumentó a su punto más alto.

William movió una parte del traje de baño que me cubría el trasero otra vez hasta que más de mi nalga estaba desnudada y presionó otro beso para mí. Oh, Dios, me besaba el trasero.

—Incluso hueles bien aquí. Puedo oler cómo esto te excita. Se mezcla bien con esa dulce crema con aroma de canela que se aferra a ti.

Realmente necesitaba algo para sostenerme antes de que me derritiera en un charco. Mis rodillas se doblaron un poco, y las manos de William apretaron mi cintura, mientras se levantaba detrás de mí. No cubrió mi nalga descubierta, y deslizó su cuerpo contra el mío.

Me besó en el hombro, luego me apartó el cabello del cuello y pasó la nariz sobre la curva de mi oreja. —No quiero hacer nada para lo que no estés lista. Pero quiero tocarte. Eso es todo. Nada más. ¿Estas lista para eso? Si no, está bien. Puedo solo mirar. —Sonaba como si la última parte fuera arrancada de él de mala gana.

Todas esas mujeres hermosas arrojándose a él, y me deseaba a mí. Me eligió a mí. Podía dejar que me tocara algo. No tenía pánico todavía, y en este momento, lo único que podía pensar era en William y en cómo se sentía. Cómo me hacía sentir. —Sí —dije, sonando como si estuviera completamente sin aliento.

Pasó un dedo por mi cuello y envolvió un mechón de cabello alrededor de él. —Gracias. Por confiar en mí. No tienes que hacerlo, y saber que te gusta mi contacto es la jodida cosa más hermosa que nadie jamás me ha dado.

No comenzó a agarrarme el cuerpo. En su lugar, nos quedamos allí, mientras jugaba con mi cabello y siguió pasando la nariz y los labios sobre mi cuello y oreja. Poco a poco me recosté en él mientras mi cuerpo se relajaba bajo su suave caricia.

—Tu cabello es como jugar con seda —susurró—. Y tu piel. —Pasó una mano por mi brazo desnudo y deslizó esa misma mano sobre la nalga que dejó al descubierto—. He decidido que estoy obsesionado con la seda —agregó.

Empecé a retorcerme cuando su mano subió por mi cuerpo, dando vueltas alrededor de la parte delantera y deteniéndose en mi estómago. —Date la vuelta, y deja que te vea —dijo, dando un paso atrás de mí.

Respiraba pesadamente, y sabía que podía verlo. Pero estar frente a él lo hacía más real. Me gustaría ser capaz de verlo mientras me miraba.

Su mirada recorrió mi cuerpo poco a poco, de arriba a abajo. Tenía una mirada de adoración en su rostro que me hizo sentir querida. Importante. Protegida.

Esas eran tres cosas que nunca había sentido.

No lloraría.

Se acercó y puso los dedos en mi estómago, trazando mi ombligo. Entonces las dos manos se encontraban sobre mí, mientras las movía lentamente hasta que rozó la parta baja de mis pechos. Con un dedo, trazó mi escote y se sumergió en la grieta entre mis pechos. —Quiero a estos desnudos y en mis manos —dijo, mientras subía la mirada para encontrarse con la mía en una petición silenciosa.

Inhalé bruscamente pero no de miedo. Yo también quería eso. Las áreas alrededor de mis pezones dolían, dolían tanto. —Está bien —dije, sabiendo que no haría nada hasta que dijera que podía hacerlo.

Él deslizó sus brazos alrededor de mí y desató la parte de arriba y posterior de mí traje. Se cayó y se deslizó al suelo, y mis senos rebotaron libres.

—Joder, son increíbles —dijo exhalando, mientras sus manos los acunaron y su pulgar jugó con mis pezones—. ¿Los puedo probar? —Sonaba como si estuviera rogando de nuevo.

—Sí —dije con voz entrecortada, extendiendo la mano para agarrar sus brazos en caso de que mis rodillas cedieran completamente.

William gruñó y bajó la cabeza. Entonces su lengua me acarició el seno derecho. Hizo un sonido de placer en el pecho antes de que metiera todo un pezón en su boca y lo chupara.

Mis piernas se debilitaron, y grité mientras el placer se disparó a través de mi cuerpo.

William me levantó antes de que me derrumbara en el suelo y me llevó hasta el sofá, hundiéndose conmigo firmemente en su regazo. Me besó los labios mientras yo jadeaba, todavía aturdida por su boca sobre mi pecho.

Una de sus manos todavía me acariciaba los pechos, y quería su boca allí de nuevo. —¿Puedo probarlos de nuevo?

Asentí, con ganas de empujar su cabeza hasta mis pechos y nunca dejarle soltarlos.

La cálida boca de William metió el otro pezón en su boca, y grité de nuevo mientras colocaba las manos en puños en su cabello. Me preocupaba hacerle daño, pero tenía que aferrarme a algo. Sus manos me sostenían los pechos mientras los besaba e incluso mordisqueaba. Gemí y grité su nombre mientras le sostenía la cabeza contra mí. Quería que esto durara para siempre.

El dolor entre mis piernas era tan intenso ahora que tenía que retorcerme y apretar las piernas. Algo para hacer que se detuviera. Necesitaba que se detuviera.

—Abre las piernas. Haré que se sienta mejor —dijo William en un tono exigente que me sobresaltó.

No estaba segura de qué hacer. Si abría las piernas, sabía que iba a tocarme allí. Mi cuerpo decía que sí, que lo necesitaba, pero mi cerebro me decía que dolería. Me encontraba sucia allí.

—Por favor, nena. Déjame ocuparme de ese coño. Está tan húmedo que puedo olerte, Maite. Me está volviendo loco. Incluso lo besaré si me lo permites. Cualquier cosa, nena. Haré cualquier cosa por ti. Cualquier maldita cosa. —Su voz sonaba desesperada.

Lo amaba.

No quería perderlo con alguna mujer que no necesita que le rogara.

Quería hacerlo feliz.

Empujé el miedo y abrí las piernas lo suficiente para que su mano se deslizara entre ellas. Suavemente me abrió más las piernas, y contuve la respiración mientras su mano se deslizaba por mi muslo.

Luché contra el pánico. Traté de contenerlo. Este era William. Él era bueno para mí. Lo amaba.

Luego deslizó un dedo dentro de mi bikini, y el dolor se desvaneció cuando los recuerdos se estrellaron sobre mí. Iba a vomitar.

No podía hacer esto. Oh, Dios, no podía hacer esto.

Le empujé la mano, me levanté y corrí al baño. No podía vomitar.

Abrí el grifo, me eché agua fría en la cara varias veces y me dije una y otra vez que me encontraba bien.

25

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Mensaje por Joanita Dom Mar 06, 2016 7:35 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!!
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Mensaje por asturabril Dom Mar 06, 2016 7:41 pm

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Mensaje por Joanita Lun Mar 07, 2016 8:23 am

Siguelaaaaaaaaaaaaaaa por favor
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Mensaje por tamalevyrroni Mar Mar 08, 2016 3:48 pm

Nunca odié tanto a alguien como me odiaba en ese momento. El único hombre al cual odiaba más era su maldito padrastro. Con miedo de tocarla, me paré a su lado mientras se echaba agua fría en su rostro y cantaba en voz baja—: Estás bien. Todo está bien. Estás bien. Todo está bien.

Con‖cada‖“bien”,‖mi‖pecho‖se‖sentía‖como‖si‖estuviera‖siendo‖desgarrado.

Mi cabeza me dijo que me detuviera. Presioné demasiado. Pero no podía dejar de tocarla. Se sentía tan jodidamente bien. Ver su rostro mientras le daba placer era como crack. Quería más y más de eso.

Sin embargo, la asusté al final. Pedí demasiado.

Pero no iba a perderla. Haría lo que sea que quisiera que hiciera. Sólo no quería perderla.
Después de lo que pareció una eternidad, cerró el agua y extendió la mano para agarrar una toalla para secar su rostro. Respiró profundamente varias veces antes de dejar caer la toalla y voltearse para enfrentarme.

Empecé a disculparme cuando su boca formó un puchero y después rompió a llorar. ¡Mierda!

Sin esperarla, la halé a mis brazos. No sabía qué decir. No sabía si lloraba por mi culpa y lo que hice, o si lloraba por su propia reacción.

—Está bien, cariño. Te tengo. Está bien —dije, tratando de calmarla. Odiaba los sollozos que causaban que su cuerpo temblara en mis brazos.

—Lo siento ta-a-anto. —Lloró ruidosamente.

Que se joda eso. La recogí, la cargué hasta la cama, y me senté con ella aún en mis brazos. Me apoyé contra la cabecera y la sostuve como a un bebé, acurrucándola en mi pecho.—Te dije que no te disculparas conmigo. Jamás. Soy el que lo lamenta, Maite.

Agarró mi camiseta en su puño y lloró más duro.

—Estoy ro-o-o-ta —sollozó—. No ti-i-i-ienes que conforma-a-arte con ro-oo-ota. —Dejó salir un chillido ruidoso como si estuviera de luto por una muerte.

Dios, lo juro, si alguna vez encontraba al hombre que le hizo esto, pagaría.

Metí su cabeza bajo mi barbilla y apreté mi agarre en ella. —Eres perfecta. Tan perfecta que me quitas el aliento. Estoy completamente obsesionado contigo. Eres todo lo que veo ya, Maite. Nada de ti está roto. Por favor, no dejes que te vuelva a escuchar decir eso. Quiero que te veas como yo lo hago. Esta belleza asombrosa que me tiene completamente fascinado. Ella es una luchadora. Es fuerte. Es divertida, amable y honesta. No juzga a los demás. Acepta a las personas por quienes son. No espera nada pero le da belleza al mundo que la rodea libremente. Esa es la que veo, Maite. Esa es quien eres. Ve eso también, cariño. Por favor, ve eso también.

Su llanto se disolvió en pequeños hipos, pero su agarre en mi camiseta sólo se intensificó. Observé a medida que finalmente inclinaba su cabeza hacia atrás para mirarme con ojos rojos e hinchados. Incluso ahora, era todavía asombrosa.

—¿Piensas eso... de mí?

Presioné un beso en su frente. —Sí, lo hago.

Empezó a decir algo, y su cuerpo se tensó. Sabía que justo ahora se daba cuenta que aún se hallaba sin la parte superior. Me moví rápidamente, me quité la camiseta y se la puse. No quería que se moviera. Todavía no.

Me ayudó metiendo sus brazos a través de los hoyos. Era demasiado grande en ella, pero verla cubierta en mi camiseta acarició a la bestia posesiva.

—Gracias —dijo, envolviendo sus brazos alrededor de su estómago como si estuviera acurrucándose con mi camiseta. Me gustó eso también.

—Pedí demasiado esta noche. Esto fue mi culpa. Seré más cuidadoso en el futuro. Lo juro. Por favor, no dejes de confiar en mí —declaré, necesitando que me creyera.

Frunció el ceño. —Siempre me preguntaste. Pude haber dicho que no. No fue tu culpa.

Pero lo era, —La próxima vez que quieras más, tendrás que pedirlo. No insistiré de nuevo. Te lo juro.

Entonces ambos sabríamos que ella lo quería.

Suspiró y cubrió su rostro con ambas manos. —Desearía no ser así.

Yo también. Pero por razones diferentes. Desearía que no tuviera pesadillas en su pasado. Odiaba que hubiera sufrido de algo tan horrible. Demonios, odiaba que hubiera sufrido en absoluto.

—¿Me abrazaras esta noche de nuevo mientras dormimos?

—Nunca tienes que preguntar eso, Maite. La respuesta siempre es sí.

***

Tarde la mañana siguiente, dejé a Maite de pie en la puerta usando mi camiseta. Fue la cosa más difícil de hacer. No me gustaba dejarla. La quería conmigo.

—Usa mi camiseta en la noche. Me gusta saber que tienes algo mío cuando no estoy.

Asintió y me dejó besarla antes de agarrar mi mochila y dirigirme de vuelta a Texas.
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Mensaje por tamalevyrroni Mar Mar 08, 2016 4:19 pm

26

Maite

Jimmy apareció en mi puerta con dos capuchinos el lunes en la mañana. Me sentía tan contenta de verlo que lo abracé con fuerza antes de quitarle mi increíble café. —Regresaste. ¿Te sientes mejor? ¿Puedes dormir?

Me sonrió. Le encantaba la atención. —Sí, estoy bien. Tuve un par de noches difíciles, pero estoy mejor. Puedo ver que quitaron la cinta.

Asentí. Trataba de no pensar en el tiroteo. Por lo poco que había visto en las noticias, sabía que a Jacob lo tenían detenido sin derecho a fianza. Sería juzgado por asesinato. Y los padres de Melanie habían venido a llevarse su cuerpo de vuelta a Iowa para enterrarla.

—Me alegra que regresaras.

—Me extrañaste, ¿cierto? Bien. Escuché que rompiste el corazón de Thad mientras no estuve. Pero dado que fue por William Manning, voy a decirte que es una jugada inteligente, dulzura. Thad podrá ser lindo, y su trasero podría ser la cosa más firme que he visto alguna vez, pero le gusta mojar la polla en una nueva mujer cada maldita noche. No es tu tipo en absoluto.

Fruncí el ceño, y entonces me reí por su descripción de Thad. —Más información de la que necesitaba, pero está bien.

—Bebe ese capuchino, cariño, porque vas a necesitarlo. Escuché que la bruja malvada de la playa regresó. Llegó de París ayer en la noche. Prepárate. Nannette es una malévola, malévola perra. También va a echarte un vistazo y se enojará. No sabe lidiar con que haya una mujer más caliente que ella, y cariño, eres ardiente.

Estaría mintiendo si dijera que no tenía curiosidad acerca de Nan. Era la hermana de William. Pero también, tenía que decirle lo de su espejo. William no volvió a hablar de eso, pero sabía que tenía que decirle a Nan lo que había sucedido. Cada vez que limpiaba esa habitación, veía el espacio vacío y temía tener que decirle lo que hice.

Había una buena posibilidad de que Nan me despidiera. También me preparaba para eso. Pero iba a llamar a Blaire Finlay en la tarde y ver si podía limpiar su casa. Si me despedían del lugar de Nan, entonces al menos no me dolería el recorte de presupuesto.

Agarré la mochila y la colgué de mi brazo para seguir a Jimmy hasta su auto. —¿Cómo te enteraste de lo de Thad? —pregunté.

Jimmy sonrió como si conociera el mejor secreto del mundo. —Recibí una llamada de William anoche. Quería asegurarse de que estuviera en casa y que te recogería del trabajo. También me explicó que necesitaría saber la próxima vez que saliera de la ciudad o que no pudiera llevarte a trabajar. No quería que Thad fuera mi primera opción. Dijo que se encargaría de todo. —Jimmy movió las cejas de arriba abajo—, así que obviamente, después de esa muy intimidante llamada, llamé a Blaire y le pregunté qué pasaba. No sabía los detallas, así que llamó a Harlow, quien, por supuesto, lo sabía. Entonces Blaire me llamó y me lo contó todo.

No pude evitar reírme. —No puedo creer que llamaras a Blaire Finlay y le preguntaras qué sabía.

Jimmy rió y encendió el coche. —Blaire fue mi chica antes de ser una Finlay. Incluso casada con el ardiente, sexy como el infierno, tómame ahora, de Rush Finlay, aún es mi chica.

Por la forma en la que Rush miraba a su esposa, no imaginaba que le agradara que nadie llamara a Blaire mi chica, ni siquiera Jimmy, quien aparentemente se derretía por el cuerpo de Rush a pesar de que su amiga se casó con él.

—Ahora, dime, ¿algún detalle jugoso que puedas compartir sobre William?

Pensé en la noche anterior y en lo bien que me hizo sentir. Incluso después de que enloquecí y arruiné el momento, fue amable y dulce.

—Lo amo. —Listo, lo dije. Tenía que decírselo a alguien.

Jimmy pisó el freno y me miró. Gracias a Dios, no habíamos salido del estacionamiento. —No acabas de decir eso.

Me encogí de hombros. —No puedo evitarlo. No se lo diré. Pero él hace que sea imposible no amarlo. Es…‖ simplemente‖ lo‖ que‖ toda‖ chica‖ sueña.‖ Me‖ hace sentir bien cuando todo parece mal.

Jimmy apoyó la cabeza contra el asiento y gruñó con frustración. — Pequeña, ¿qué estás pensando? No puedes enamorarte de William Manning. Ni siquiera vive aquí, para empezar. Las relaciones a larga distancia no funcionan. Es un hombre adulto muy saludable. Va a necesitar regresar, y tendrá mujeres que se le arrojen encima en Texas. No puedes amarlo. Él el de clase que disfrutas y aprecias. No de la que amas.

Mi buen humor se evaporó. Y un retorcido nudo se formó en mi estómago.

¿Jimmy tenía razón? Probablemente. Sabía mucho más de relaciones que yo.

¿William tenía que tener sexo? No me había acostado con él. Oh, Dios.

—Probablemente tiene una mujer en Texas, o incluso un par que le dan lo que quiere. Tienes que saber eso, cariño. Y apuesto que no dormiste con él, ¿cierto? No respondas eso, sé que no lo hiciste. Lo habría visto en todo tu rostro si lo hubieras hecho. Entonces, eso significa que regresó a Texas caliente. Va a conseguirlo de algún lugar, Maite. Esos son los hechos, y no quiero que salgas herida.

¿Herida? Me sentía devastada. —Pero lo amo. —Fue todo lo que pude decir.

Jimmy se estiró y apretó mi muslo. —Lo siento. No quiero que te sientas mal. Pero tienes que mirar hacia otro lado ante esto. ¿Te ha dicho que te ama?

Negué con la cabeza.

Jimmy suspiró. —Chica, ¿qué voy a hacer contigo? El amor es una de esas cosas con las que tienes que ser cuidadosa. No bajar la guardia. Todavía tengo este amigo con el que podemos ir a una cita doble.

William declaró que yo era suya. Que no quería que nadie más me viera con mi traje de baño. No sabía si eso significaba que éramos exclusivos, porque aparentemente, no sabía mucho de nada. Pero tampoco quería salir con alguien más. Y no pensaba que William quisiera que lo hiciera.

Si le pertenecía,‖no‖se‖acostaría‖con‖nadie‖m{s…¿cierto?

El William que yo conocía no lo haría. No creía que él tuviera sexo con alguien más. No me dijo que me amaba, pero dijo cosas que me hacía sentir como si le perteneciera…y‖como‖si‖él‖me‖perteneciera‖a‖mí.‖Como si quisiera ser mío.

—Dijo que era suya —solté.

Las cejas de Jimmy se arquearon. —¿En serio? ¿Dijo eso? ¿Cómo lo dijo? Repítelo letra por letra. Quiero decir, sé que no quería que Thad te llevara a ningún lugar, pero imaginé que estaba protegiéndote del mujeriego que tenía los ojos puestos en ti. No pensé que fuera porque tenía la intención de reclamarte.

No quería compartir mi tiempo privado con William con alguien más. Pero tampoco quería cometer un error y terminar tan irremediablemente rota que no pudiera recuperarme. —Dijo que le alegraba que no hubiera utilizado mi traje de baño delante de todos en la fiesta, porque no quería que otro hombre mirara lo que era suyo.

Jimmy dejó escapar un silbido. —Tal vez es mejor que no salgas con nadie por ahora. Tal vez lo juzgué todo mal. No quiero que un vaquero enojado venga a Rosemary Beach listo para acabar con alguien. Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo? Trata de no amarlo demasiado. Cuida tu corazón, si puedes hacerlo.

Ya le había entregado a William Manning mi corazón. Ya no me quedaba nada para cuidar. Pero nole dije eso a Jimmy.
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Mensaje por tamalevyrroni Mar Mar 08, 2016 4:22 pm

27

William

La camioneta de Cordelia se hallaba frente a mi casa cuando regresé del almuerzo con mis padres. No era algo con lo que querría lidiar hoy, ni nunca. Necesitaba agarrar mi billetera y regresar al trabajo. Ya era tarde.

Abrí la puerta de la casa y me maldije por dejarla sin seguro. Aparentemente, tendría que comenzar a cerrar con llave, porque mi vecina se rehusaba a escucharme y mantener las distancias.

—Cord, ¿dónde estás? —grité cuando abrí la puerta a una sala vacía.

—Ven a encontrarme —gritó burlonamente.

Mierda. Esto no era bueno.

Me quité los guantes de trabajo y mis botas para evitar dejar un rastro de barro en la casa. Luego me dirigí a mi dormitorio para echar a mi visita.

Efectivamente, se encontraba allí, desnuda en mi cama. Tendría que lavar esas sábanas para deshacerme de su olor. Me sentía cansado y hecho una mierda. Esta vez, cruzó la línea.

—Vístete y vete.

—No, William. Mírame. Deseaste esto una vez. Estábamos tan bien juntos. Te deseo….‖tanto‖ —dijo, abriendo sus piernas y deslizando su mano entre ellas y tocándose a sí misma.

—Has ido demasiado lejos, Cordelia. Te quiero fuera de mi casa. Si necesito llamar a mamá para que venga a echarte, lo hare —amenacé. Pensé que la idea de mi madre encontrándola desnuda en mi cama sería suficiente para que cualquier mujer se pusiera de pies y se fuera.

—William, no hagas esto. Por favor. Te extraño. Te necesito tanto. Quiero que me folles como sea que tú quieras. Te daré cualquier cosa que quieras. Déjame chuparte la polla. Puedes atarme como sé que te gusta hacerlo.

—¡Detente! —Mi grito furioso finalmente la calló—. Estoy enamorado de alguien. Ella es todo lo que anhelo. Y solo la deseo a ella. Por lo que, necesito que busques tu ropa y te marches de mi casa, Cord. Ahora. —Me giré y la dejé allí, sin gustarme la imagen de ella en mi cama. Debería ser Maite quien estuviera allí. La dulce y sensual Maite.

Necesitaría conseguir sábanas nuevas y un nuevo colchón antes de que trajera a Maite. Me desharía de los muebles donde follé con Cordelia y otras mujeres. Maite era demasiada buena para estar donde las demás habían estado. Era especial.

Los pasos de Cord finalmente me alertaron de que no se rindió. Cuando levanté la mirada, cargaba con su ropa y se pavoneaba desnuda por mi casa. Maldición, ¿acaso no tenía ni un poco de vergüenza? Le di la espalda para que no creyera que quería verla en ese estado y disfrutara de provocarme.

Cuando la puerta se cerró detrás de ella y oí su camioneta arrancar, finalmente dejé escapar un suspiro de alivio y me dirigí a mi habitación para quitar esas malditas sábanas. Por suerte, mi madre siempre se aseguraba de que tuviera dos conjuntos de sábanas listas. Dijo que siempre necesitaría una de respaldo. Como siempre, mi madre tenía razón.

Una vez que terminé, supe que perdí demasiado tiempo. Mañana a primera hora, tendría que ir al corral. Tenía una cita con un hombre que llegaría a las cuatro para ver un caballo que tenía a la venta. Necesitaba tener todo listo de nuestras rutinas mañaneras antes de que él llegara.

Major caminaba hacia la casa de mis padres cuando salí de la mía. —¿No irás a los corrales? —gritó desde lo más bajo de la colina.

—No, esperaré hasta mañana. Ve a buscar a esa yegua que venderé, necesito que esté limpia después de su cabalgata mañanera.

Major asintió. —Entonces, me encargaré de eso. Mañana tengo que estar en San Antonio. Papá quiere reunirse conmigo.

No lo envidiaba. Su relación con su papá era una mierda desde que durmió con su madrastra hace un año. —Buena suerte —fue mi única respuesta.

Me lanzó una mala mirada y se dirigió de vuelta hacia la casa de mis padres.

Sonriendo, fui hacia mi camioneta y subí en ella.

Aun no podía creer que el estúpido hubiera dormido con su madrastra. A pesar de que solo era tres años mayor que él. Lo último que supe fue que ya no era su madrastra. Y por el acuerdo prenuncial que firmó, esto la dejaba sin nada.
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Mensaje por tamalevyrroni Mar Mar 08, 2016 4:27 pm

28

Maite

Tuve mucho cuidado en quedarme abajo y en ser silenciosa durante la limpieza. No quería despertar a la mujer que toda Rosemary Beach me enseñó a temer. Pero hoy realmente tenía algo para limpiar; ella estuvo desordenando.

Pasé más de una hora limpiando lo que parecía una botella de vino que estalló por todo el piso de la cocina. Fragmentos de vidrio cubrían el suelo, la bebida seca y pegajosa se esparció por todo el lugar. Cajones, pisos, mostradores; por todas partes. Una vez que me las arreglé para limpiar el lío, fui capaz de limpiar los platos y vasos que encontré tirados alrededor de la planta baja.

Luego encontré un montón de ropa en el suelo del lavadero. La mayoría se veía limpia, y estaba segura de que casi toda necesitaba una limpieza en seco. Parecía ser que solo lanzó el contenido de su equipaje en el suelo. Me tomó otra hora ordenar el lavado en seco, y luego empecé con una carga de la blanca.

Una vez que la planta baja brillaba y tenía el lavado bajo control, era pasado el mediodía. Decidí que podía seguir en silencio y trabajando en las habitaciones más alejadas de la suya en el segundo piso. Ella estaría dormida en el tercer piso. Sabía qué habitación era la suya.

Los cuartos que permanecían intactos eran fáciles. Solo tenía que sacudir el polvo, barrer y fregar. La misma rutina. Cuando llegué a la sala de juegos, me estremecí, pensando que tendría que contarle sobre el espejo. También había vasos vacíos. Parecía que ya podría saber que desapareció su espejo. También debió haber tenido gente aquí. Restos de comida estaban esparcidos en los platos, y en las copas, restos de diferentes bebidas alcohólicas. La basura llenaba el suelo.

Lo peor era el condón usado en la esquina, al costado del sofá de cuero. Asqueroso. Me puse los guantes que compré cuando tenía puntos de sutura y agarré un gran fajo de papel higiénico antes de recoger y desecharlo. Al menos quien lo usó, lo ató.

Cuando terminé en la sala de juegos, eran casi las tres. Normalmente terminaba para las tres, pero aún quedaba el piso de arriba. Y ella seguía durmiendo.

Fui a abajo, saqué toda la basura, y puse el reciclaje en los contenedores correctos, entonces regresé adentro y consideré reorganizar su alacena cuando oí pasos en la escalera. Finalmente.

Enderecé mi ropa y metí mi cabello suelto detrás de las orejas. Cuando Nannette entró en la cocina, me vio y frunció el ceño, luego arrojó su cabello sobre su hombro. Como predije, era impresionante. Largo cabello rubio rojizo caía por su espalda. Apenas se cubría, con un corto camisón negro y sedoso que mostraba su perfecta piel pálida.

―¿Eres la limpiadora? ―preguntó en un tono enojado.

―Sí, señora ―contesté.

―¿Por qué sigues aquí? Son más de las tres. ¿Siempre te toma todo este maldito tiempo?

―Terminé con todo, excepto el piso de arriba. Estaba esperando que se despertara.

Me arrugó su nariz. ―Bueno, ve a limpiarlo. Estoy despierta. Deja de estar ahí sorprendida frente a mí.

Necesitaba contarle sobre el espejo, pero no se veía como si quisiera conversar. Por lo que rápidamente, corrí escaleras arriba y me concentré en limpiar todo lo que podía. No quería que tuviera una queja. Aparte del espejo.

Me tomó dos horas más arriba. Dejó una estela de desastres en su habitación. Eso hizo que el resto de su casa se viera favorablemente impecable.

Cuando quedé satisfecha, bajé para verla acurrucada en el sofá con el mando a distancia en su mano, y una taza de café sobre la mesa a su lado. Parecía más despierta.

―Te‖ tomó bastante tiempo. Eres lenta. Apresúrate, o te vas ―dijo bruscamente.

―Lo lamento. Lo haré ―respondí, pensando que era injusto que ella pensara que podía ser más rápida.

Puso los ojos en blanco y me despidió con un movimiento de su mano. Sin embargo, tenía que decirle sobre el espejo. No dormiría de la preocupación hasta que lo hiciera.

―Mientras no se encontraba, hubo un accidente cuando limpiaba las ventanas de la sala de juegos. Me caí, y el espejo junto a la ventana con vistas al Golfo se vino abajo conmigo. Se rompió, y el marco también. Lo descontaré de mi cheque‖de‖pago‖hasta‖que‖esté‖completamente‖cubierto.‖Lo‖siento‖mucho…

―Al infierno que lo harás. Me pagarás ahora. Ese espejo costó más de cinco mil dólares. Vino de París, al igual que la mayoría de los muebles de esta casa.

No tenía cinco mil dólares. Hasta este momento tenía ahorrados dos mil, pero eso era todo. ¿Cómo un espejo costaba tanto? No esperaba esto. ―Lo lamento. No tengo esa cantidad. Ahora mismo, le puedo dar dos mil y luego trabajar hasta pagarlo. Eso es lo mejor que puedo hacer ―expliqué, esperando que esta mujer tuviera algún tipo de empatía en ella.

Me miró con furia, esos ojos verdes eran implacables. Estaba en problemas. Serios problemas. ―No, no lo harás. Contactaré con la agencia y haré que me lo reembolsen. Me enviaron una estúpida, por lo que pueden pagar por ello.

Cuando comencé a trabajar para ellos, tuve que firmar un formulario de consentimiento de que cualquier daño que ocurriera, era mi responsabilidad. Nunca imaginé que rompería un espejo de cinco mil dólares. ―No lo cubrirán. Harán que yo lo pague.‖Es‖mi‖responsabilidad.‖Todo‖lo‖que‖tengo‖es…

―Ni siquiera la mitad. Te escuché la primera vez. Ve a lloriquear con otra persona. Quiero mi dinero, así que consíguelo, o llamo a la policía y dejo que ellos traten con tu trasero ladrón.

La policía. Oh, Dios, iba a ir a la cárcel por esto. ―No lo robé. Se rompió ―empecé a explicar.

―¡Cállate! Fuera de mi casa. No hay ninguna prueba de que se rompió. No está aquí. Quiero mis cinco mil por él, o puedes decirle a la policía que no lo robaste. Ahora, fuera de mi casa.

No dije nada más. Parecía a punto de explotar si le hablaba de nuevo. Esto no fue lo que imaginé. De ninguna manera. Pensé que se molestaría, pero que al menos me dejaría pagarle.

Me apresuré hacia la puerta y agarré mi mochila antes de correr hacia la carretera principal. Fuera de su propiedad. Esta noche, tenía una lección con el doctor Munroe, pero no podía ir. Necesitaba ir a casa y averiguar qué hacer. Lo llamé y le dije que no me sentía bien, luego caminé lentamente a casa.

29

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Mensaje por Joanita Mar Mar 08, 2016 7:20 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Jue Mar 10, 2016 4:17 pm

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Mensaje por asturabril Jue Mar 10, 2016 7:33 pm

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Mensaje por Joanita Sáb Mar 12, 2016 10:07 am

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 12:30 pm

Cuando se hicieron las diez y media y aún no llamaba Maite, la llamé. Algo estaba mal. Ya me habría llamado si todo estuviera bien. El teléfono sonó hasta que fue a la contestadora. Colgué e intenté de nuevo. Lo mismo.

Traté de no entrar en pánico, y marqué el número de Jimmy.

Contestó al tercer repique. —Hol...

—¿Has visto a Maite? —pregunté, sin dejarlo terminar su saludo.

—Sí, caminaba a casa más tarde de lo usual así que le di un aventón. Dijo que le dolía la cabeza, que iba a bañarse e ir la cama.

Un dolor de cabeza era normal. No necesitaba entrar en pánico, pero maldita sea, quería saber que se encontraba bien. No me gustaba no escuchar su voz.—Ve a chequearla. No está respondiendo su teléfono, y necesito saber que está bien. Podría estar enferma.

Jimmy suspiró. —Estoy asumiendo que esta orden también significa que te quedarás en el teléfono conmigo mientras hago lo que pides.

Ni siquiera me importaba que estuviera siendo sarcástico. Sólo quería saber que Maite se encontraba bien. —Sí, eso es lo que significa.

—De acuerdo. Pero si está durmiendo, esto la despertará.

Pensé en eso, pero no podía quedarme con la duda. Seguía imaginándola enferma en el baño, demasiado débil para llamar a alguien, o desmayada en el piso. Mis miedos se tornaban más exagerados con cada segundo que pasaba.

—Sí que eres sobre-protector con ella. Cualquiera pensaría que tienen una relación —dijo en un tono de diversión.

—Estamos en una relación seria y muy exclusiva. ¿No te lo dijo?

Jimmy se aclaró la garganta. —Ella no tenía la seguridad de qué eran. Pero sí me dijo que no podía salir en una cita doble porque pensaba que no te gustaría eso.

Claro que no me gustaría, joder. ¿Qué pensó Maite que se trató este fin de semana? Vine a la ciudad sólo para evitar que saliera con alguien más. Hice mi interés muy claro, una y otra vez. —Pensó bien. —Fue mi única respuesta. Esta no era una conversación que necesitara tener con Jimmy.

—Supongo que si no estás obteniendo nada por otro lado, entonces...

—Jimmy, ¿estás tratando de descubrir si estoy follándome a otra mujer mientras estoy en Texas? Porque si eso se trata y estás intentando proteger a Maite, entonces debes entender algo: no quiero a nadie más que no sea Maite. Jamás. Así que deja de tratar de hacerme enojar, y ve a chequear a mi mujer. Ahora.

Jimmy se rió. —Bueno, está bien. Puedo hacer eso.

Suspiré de alivio. Ella no pensaba en salir con otras personas. Jimmy sólo quería ver si yo lo hacía. Estaría enojado con él si no fuera por el hecho que se preocupaba por ella. Sólo trataba de cuidarla. Me gustaba eso.

Esperé mientras Jimmy caminó hasta el apartamento de Maite y tocó la puerta. —Maite, cariño. Si estás despierta, ¿podrías abrir? Tengo a un vaquero enojado en mi teléfono interrumpiendo mis telenovelas.

Esperé mientras escuché a Jimmy tocar de nuevo.

—Escuché el pestillo —dijo Jimmy, y el pánico lentamente empezó a menguar.

—Hola —dijo su suave voz desde dentro de su apartamento.

—¿Quieres hablar con él? —preguntó Jimmy.

Escuché el sonido apagado de ellos susurrando con una mano sobre el teléfono. Lo odiaba. Algo estaba mal. Tendría que dejar la mierda aquí de nuevo y regresar a Rosemary Beach.

—Hola, lo siento. Dormía. Fue un día largo. —La voz de Maite vino a través del teléfono, áspera por el sueño. No mentía. Estuvo en cama. Se encontraba bien.

—¿Te sientes enferma? Haz que Jimmy chequee tu temperatura —comenté, sintiéndome ansioso de que algo estuviera mal.

—Estoy bien. Ninguna fiebre, lo prometo. Te llamaré mañana. Sólo necesitaba dormir esta noche. Pero no estoy enferma. No me siento enferma.

lgo estaba mal. Podía sentirlo. —De acuerdo. Duerme entonces, nena. Sin embargo, querré escuchar tu voz en la mañana. No seré capaz de concentrarme hasta que sepa que estás mejor.

—Te llamaré—me aseguró.

—Buenas noches. Dulces sueños —susurré justo antes de finalizar la llamada.

Mierda, ahora yo no iba a dormir. Algo estaba mal, y no me iba a decir lo que era. Vendí el cuarto caballo hoy, pero tenía que estar aquí cuando el comprador viniera a cargarlo mañana. También me traería el cheque para que pudiéramos terminar el papeleo. Entonces tenía que ir a los corrales y conseguir algo de ganado. Debería haber ido ayer. Ya como iba, tenía muchas cosas retrasadas.

Pero Maite me necesitaba, y no podía estar allí. Otra razón por la cual la quería aquí. Demonios, no podía decirle eso aún. Ni siquiera se encontraba lista para dejarme tocar su coño.

Arrojando mi teléfono, fui al refrigerador a buscar una cerveza. Tenía una larga noche por delante, y si empezaba a pensar en el coño de Maite, sólo se haría más larga.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 12:36 pm

30

Maite

No pude dormir después de que Jimmy vino a golpear mi puerta. Escuchar la voz de William y su preocupación hizo que me diera un ataque de llanto. Entonces me senté y pensé en todas las formas posibles en las que podía ganar dinero, y rápido. Cuando cobrara el sueldo de esta semana, tendría dos mil ochocientos dólares a mi favor. Aún necesitaría dos mil doscientos dólares más.

Tenía miedo de intentar conseguir un trabajo de noche sirviendo mesas. Todavía tenía problemas para hablar cuando me estresaba o tenía un ataque de pánico. Y mi escritura aún era muy mala. Dudaba que incluso fuera capaz de llenar una solicitud. Vi el amanecer, sabiendo que solamente iba a tener que ver cómo evolucionaría. Si denunciaba el espejo robado, entonces no tendrían evidencias para arrestarme. Y tenía la prueba de un corte en la mano para sostener mi versión de los hechos.

Lo máximo que un juez haría sería obligarme a regresarle el dinero, lo cual era lo que le dije que haría. Sabía que tenía que llamar a William durante la mañana. Anoche, se encontraba preocupado, pero todavía no podía hablarle.

Todo este lío era demasiado molesto. Si le contaba lo que su hermana amenazaba con hacer, temía que pensara que quería que le pagara por mí. No podía dejarlo hacer eso, o que pensara que quería que lo hiciera. Era mi problema, no el suyo.

Marqué su número, y apenas sonó una vez antes de que respondiera.

—Buenos días. ¿Te sientes mejor? —Su voz hizo que todo lo malo que me acosaba se desvaneciera. Lo extrañaba. Me encantaban nuestras conversaciones nocturnas. Ayer, quería hablarle, pero sabía que no podía. Habría sabido que me encontraba molesta, y no podía ocultárselo.

—Sí. Estoy mucho mejor. Gracias. Siento lo de anoche —contesté.

—El que estés bien es todo lo que me importa. Aunque no mentiré, extrañé escucharte leerme anoche. Fue difícil dormir sin eso.

Sonreí por primera vez desde el terrible encuentro con Nan. Me alegraba, incluso cuando las cosas apestaban.

—Por lo general eso no me sucede. Pero si vuelve a ocurrir, prometo llamar antes de ir a dormir. Debería haber pensado en haber llamado más temprano y avisarte. —Tratar de sonar normal fue difícil. Pero hice lo mejor que pude.

—Dejaré que vayas a trabajar. Ten un buen día, nena.

Me despedí y colgué, dejando que la sensación de calor que tuve cuando me llamó "nena" se quedara conmigo la mayor parte de la mañana.

***

Era casi mediodía cuando recibí la llamada por parte de la agencia de limpieza de que había sido despedida. Nan los llamó, y no querían conexión alguna conmigo. Debía ir a recoger mi pago y no presentarme a las dos cosas que tenía programadas para la semana. Me las arreglé para terminar de limpiar esa tarde el resto de la casa de los Carter sin llorar.

Iba a estar bien. Llamaría a Blaire Finlay. Dos casas pagarían las facturas. No tendría ningún sobrante para extras o ahorros, por lo que el pago de Nan sería difícil. Por lo menos, tenía que encontrar otra casa para limpiar, u otro trabajo.

Antes de ir a casa, iba a entregarle un cheque a Nan de dos mil cuatrocientos dólares. Eso era todo lo que tenía en este momento. No pensaría en el alquiler por el momento; me preocuparía por eso la próxima semana. Justo ahora, necesitaba demostrar que intentaba pagar por el espejo. No quería a la policía detrás de mí.

La idea de enfrentar de nuevo a Nan era aterradora. Sin embargo, cuando por fin llegué a su casa, había dos coches afuera, el caro coche deportivo de Nan y una camioneta negra. El que tuviera compañera podría ser bueno. Seguramente no sería desagradable delante de los invitados.

Después de darme unas palabras de aliento, subí los escalones de la entrada y toqué el timbre. Le daría el cheque, me disculparía otra vez, y le prometería que le daría más dinero tan pronto como me fuera posible. Entonces me iría. Podía hacerlo.

La puerta se abrió antes de lo que esperaba, y de inmediato la expresión de Nan se convirtió en una mueca de disgusto.

—¿Qué estás haciendo aquí? Llamé a la agencia y te despedí. ¿También tengo que llamar a la policía?

Repasé lo que había practicado y dije—: Aquí está un cheque con todo lo que tengo ahora mismo. Le traeré más tan pronto como pueda. Lo siento mucho por el espejo. —Mi voz solamente se quebró una vez de los nervios.

Rush Finlay se acercó por detrás de Nan. Sin sonreír. ¿Qué hacía aquí?

—¿Nan? ¿Qué está pasando? ¿Acabas de decir que...? —se detuvo y me miró—. Es Maite, ¿correcto? —Asentí—. ¿Despediste a Maite?

—¡Robó un espejo de cinco mil dólares de mi casa! Sí, la despedí. Este es un cheque por ni siquiera la mitad, y piensa que está bien —escupió Nan.

Rush no pareció creerle. Se volvió hacía mí.

—Maite, ¿robaste un espejo?

Negué con la cabeza.

—No. Pero sí lo rompí. Me caí. Fue un accidente. Le expliqué, pero...

—¡Está mintiendo! ¡Es la chica de la limpieza, Rush! ¡Dios! ¿Siempre tienes que poner a alguien más por encima de mí? He estado fuera por meses, ¿y esto es lo que recibo como bienvenida? ¿Una sirviente ladrona y mi hermano aliándose en mi contra? —gritó. Pero el hecho de que llamó hermano a Rush me confundió. ¿Cómo es que Rush era su hermano? William era su hermano, pero Rush y William no eran hermanos.

—Te trajo un cheque y te está prometiendo traer más cuando pueda. ¿Suena como alguien que robó tu espejo? No, no es así. Cálmate de una puta vez, y piensa en esta mierda antes de reaccionar. Ya no tienes diez malditos años, Nan. Crece. — Rush se encontraba claramente enojado.

—Me voy. Volveré con el resto del dinero tan pronto como pueda —le dije de nuevo, luego me apresuré a bajar las escaleras.

Probablemente debería haber dado la vuelta y continuar defendiéndome. Había una buena posibilidad de que Rush podría comenzar a creerle, y entonces no conseguiría trabajo en su casa. Tendría que esperar para llamar a Blaire por el trabajo. Al menos tenía un testigo que me vio pagarle algo por el espejo y que me comprometí a pronto darle más.

Era un viaje de casi trece kilómetros a casa. Tenía el tiempo suficiente para pensar en lo que iba a hacer el resto de la semana ya que no tenía casas para limpiar.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 12:43 pm

31

William

Mi teléfono sonó mientras entraba a la casa luego de un largo día en los corrales.

Era Rush.

—Hola —dije, no solía recibir llamadas de él.

—Nan volvió a casa —dijo, no sonando muy contento con esto. No podía decir que lo culpaba, pero entonces, pensé que amaba a su hermana.

—Sí —le dije, preguntándome que mierda tenía que ver eso conmigo.

—¿Sabes algo de un espejo en la casa de Nan?

¡Mierda! Me olvidé del espejo. Y Nan se encontraba en casa. Hijo de puta. Maite habría tenido que ir a limpiar ayer. De repente, su dolor de cabeza tenía muchísimo más sentido.

—La primera mañana que conocí a Maite, se cayó limpiando la ventana, y el puto espejo se quebró a su alrededor. Los pedazos abrieron su mano. Tuve que conseguirle unas puntadas. Me olvidé de la maldita cosa. Imaginé que Nan ni siquiera lo notaría. —pero sabía que sí. Porque Rush me llamó. Si ella había sido cruel con Maite, le daría una visita, y no sería una que ella quisiera tener.

—Probablemente no lo hizo. Excepto que Maite le contó acerca de ello y le prometió pagárselo —dijo Rush, todavía sonando enojado sobre algo.

—¡Mierda! Debí reemplazar la maldita cosa. Yo sólo me encontré... ocupado con unos asuntos y lo olvidé.

—Sí, debiste. Hoy le trajo a Nan un cheque por dos mil cuatrocientos dólares, luego de que Nan hiciera que la despidieran de la agencia. Supongo que perdió todos sus trabajos. Y está en la puta bancarrota. Iba a alejar el cheque de Nan, pero temí que presentara cargos contra Maite o alguna otra mierda estúpida como esa. Pienso que Maite tal vez necesite un poco de ayuda en este momento.

—¿Dos mil? ¡Qué demonios! ¿Cuánto quiere Nan por el maldito espejo?

Era la más mala y vengativa perra que jamás conocí. Cuando se ofreció a ayudar a Harlow con una transfusión de sangre luego del nacimiento de Lila Kate, pensé por un momento que había encontrado un corazón. Pero aparentemente no.

—Afirma que cuesta cinco grandes y que lo trajeron de París. Yo digo que toda esa mierda son mentiras, pero está determinada a conseguir el dinero. Imagino que yo detendré esto si tú no lo haces. Pero sé que si fuera Blaire a quién jodieran, me gustaría ser quien arreglara la situación. Nadie más.

—Estaré ahí en la mañana. No dejes que Nan se acerque a Maite de nuevo. Arreglaré esta mierda y traeré a Maite conmigo. No puedo terminar nada, porque mi mente se encuentra siempre con ella. La quiero aquí.

—Nan se alejará por ahora. No me encontraba feliz, y ella sabe que estoy enojado. También le informé que se metió con tu novia. No tomó esa información bien. Creo que cuando me fui, se quedó despotricando acerca de no creer esta mierda. —Rush rió entre dientes. Pero mi mente ya se encontraba en la siguiente cosa. Tenía planes que hacer y una chica que convencer de mudarse a Texas conmigo.

Después de finalizar la llamada con Rush, empecé a empacar e hice unas llamadas a mi padrastro y al alcalde, diciéndoles que tenía unos asuntos por resolver fuera de la ciudad, y dejándoles una lista de cosas con las que necesitaba ayuda mientras me encontraba fuera.

Entonces me dirigí al aeropuerto y tomé el primer vuelo.

***

No ir directamente con Maite fue duro. Pero primero iba a lidiar con mi “querida‖hermana".‖El‖avión aterrizó cerca de la medianoche. Había arreglado con Rush que enviara al aeropuerto la camioneta que usualmente tomaba prestada cuando me encontraba en la ciudad.

Fue un poco después de las dos de la mañana cuando llegué a la puerta de Nan, luego de insertar el código en la caja de seguridad.

No me molesté en tocar, sólo ingresé el código y fui dentro. Escuchaba la televisión y las risas en la sala de entretenimiento. Caminé a través del vestíbulo, dirigiéndome hacia el ruido.

Nan yacía en el sofá con una copa de vino en su mano, contándole a otra chica, sentada frente a ella, algo aparentemente hilarante. No veía a Nan como el tipo de persona divertida. O como una buena contadora de historias.

Sus ojos se cruzaron con los míos, y se sacudió antes de que la ira brillara en sus ojos. —No puedes irrumpir en mi casa de esta manera, William. Llamaré a la policía —espetó.

—Por favor, hazlo. Justo llamaba a nuestro padre y le dejaba saber nuestro problema con esto, puesto que ésta es su casa. Me dejó saber, más de una vez, que era bienvenido a usarla cuando sea que quisiera.

Justo como sabía que pasaría, mis palabras la dejaron fría. Ella odiaba cualquier razón para involucrar a Kiro en su vida. Y también sabía que tenía razón. Ésta no era su casa. No pagó por ella ni por ninguna otra maldita cosa aquí. Me enteré de esto último cuando llamé a Kiro mientras esperaba por mi vuelo. Pagó por la casa, amueblada. Ese espejo no fue algo que haya comprado. Perra.

Perra malvada.

—No puedo creer que estés aquí por ella. Era mi sirvienta, William. Seguramente puedes hacerlo mejor que eso. Es una clase de bajeza para un hijo de Kiro. ¿Mi papito querido sabía que te acostabas con la servidumbre mientras te encontrabas aquí? —Había una amargura en Nan que jamás ví en nadie de su edad. Se la comía. La hacía cruel y descorazonada. Y tan malditamente frívola.

—Ésta es tu única advertencia, hermanita. Dices otra palabra negativa de Maite, y me aseguraré que lo lamentes por años. ¿Me entiendes? Porque lo juro por Dios, hablo muy enserio.

Su labio elaboró un gruñido, y se giró, mirando a su amiga. —Lo siento por esto, Laney. Estoy segura de que él se irá una vez que haya terminado de quejarse.

Apenas una mirada a la pelirroja me bastó para saber que se encontraba más interesada en que me quedara que Nan. —Llamé a Kiro. Éste lugar fue comprado amueblado. El maldito espejo no costó cinco mil. Por otra parte, investigué un poco más. Maite se cayó y se cortó la mano en tu casa con tus cosas mientras trabajaba. Luego fue despedida por ello. Soy su testigo, porque me encontraba aquí, y fui el único que la llevó al hospital para conseguirle puntos de sutura. Hay un registro médico de las puntadas. De la manera en que lo veo, Maite necesita un abogado, porque tiene un infierno de caso. Toda la situación es un puto juicio esperando suceder. Resultó herida en el trabajo y luego la despidieron. Puede demandar a la agencia de limpieza, y puede demandarte. ¿No haría eso los nuevos titulares?

Los ojos de Nan se agrandaron, y disfruté cada maldito minuto de esto desde que mis palabras se hundieron en ella.

—Incluso iba a sugerir que te demandara por el dinero que ya te dio, más un millón de dólares por daños y prejuicios. Eres la hija de KiroMannings, después de todo. Bien podría ir a por mucho más. Puedes permitírtelo.

Nan dejó salir una risa que sonó forzada. —Ella no puede permitirse un maldito abogado. Eso no va a pasar.

—Ella no tendrá que pagar por uno. Ya llamé al mío.

Nan tiró su copa de vino, y se levantó. —¿En serio, William? ¿También tú? La maldita familia entera me odia. ¿Ahora te irás del lado de una chica a la que te follas?

Di un paso hacia ella, recordándome que no les pegaba a las mujeres. Pero maldición, era duro. Quería retorcer su cuello. —Nunca. Vuelvas. A. Llamar. A Maite. Así. Es más de lo que te imaginarías. Ni siquiera sabe que estoy aquí, porque no me contó esta mierda que sucedió contigo. Rush lo hizo. —Dejé que las palabras se hundieran en ella. Luego añadí—: Traes el odio en ti misma, Nan. Deja de ser una perra.

Dije todo lo que vine a decir. Girándome, me dirigí a la puerta.

—¿Rush te llamó? —Su voz sonaba más pequeña. Incluso el hermano que adoraba, quién la amaba cuando nadie más lo hacía, se cansó de su mierda. Recibía su merecido, finalmente.

—Sí, lo hizo. También odia ver a Maite sufrir en tus malévolas manos —dije, mirándola.

Ya no lucía enojada. Deprimida era una mejor descripción. Era una lástima que ni a una parte de mí le importara. Compartíamos un padre, pero odiaba a esta mujer. No sólo por lo que le hizo a Maite, sino también por cómo trató a Harlow la primera vez que vino a Rosemary Beach. No odiaba fácilmente, pero Nan sacaba esa emoción en la gente.

—Espera. Aquí, toma el maldito cheque. No quiero más dinero. Pero tampoco quiero verla de nuevo. No obtendrá su trabajo de regreso.

Regresé y tomé el cheque de su mano extendida. Ella simplemente dejó los ahorros de toda la vida de Maite allí acostados sobre su mesa de café, debajo de un tazón de fruta, como si se tratara de una servilleta.

Lo metí cuidadosamente en mi bolsillo, le di a Nan una última mirada de lástima. —Espero que entiendas algún día que la arrogancia no tiene ningún atractivo. Después de un tiempo, todos se alejan de ti para siempre. Líbrate de lo que sea que es esa mierda que controla tu cabeza, y cambia. Porque ya perdiste a todo el mundo. No pierdas a Rush también.

El dolor que cortó su expresión fue suficiente. Salí.

Estaba listo para cuidar de mi chica.
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When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada - Página 4 Empty Re: When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada

Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 12:54 pm

32

Maite

Un timbre en la distancia interrumpió mis sueños, me volví en círculos en busca de la fuente. No vi nada más que las nubes que me rodeaban. El sonido se detuvo, pero luego volvió. Frustrada, tropecé, pero entonces lo comprendí. Se trataba de un sueño.

Mis ojos se abrieron de golpe, y el sonido era mi teléfono. Frotándome los ojos, me senté y lo busqué, todavía un poco desorientada. El sol aun no salía, y seguía oscuro afuera. Había tardado una eternidad en dormirme.

Mi teléfono siguió sonando hasta que, por fin, vi la pantalla brillando en la oscuridad. Salí de la cama y lo recogí de donde había caído al suelo. Botas de vaquero. William.

—Hola —dije en un susurro ronco.

—Hay alguien en tu puerta. ¿Puedes abrir para que puedan regresar a la cama y dormir? —dijo en con su profundo acento sexy al otro extremo de la línea.

Fruncí el ceño, y luego oí el golpe. Tardé unos segundos en registrar que William se encontraba en mi puerta. Dejé mi teléfono en la cama y salí corriendo a abrir la puerta. ¿Por qué estaba aquí? Su llamada telefónica anoche fue tan breve que me preocupé. Ni siquiera me pidió que le leyera.

Esta era la razón. Venía a verme.

Abrí la puerta y entró en el apartamento, viéndose tan perfecto como siempre. Fue entonces cuando recordé que mi cabello era un desastre. Ni siquiera me arreglé frente al espejo.

Pero él estaba aquí. Simplemente no me importa nada más.

—Lo siento, te desperté, pero no quería dormir en la camioneta durante toda la noche cuando puedo meterme en la cama y dormir contigo en mis brazos.

Me desmayé. Este hombre y sus palabras.

Sonreí. Me sentía tan feliz de verlo que no pude evitarlo. Sabía que tenía una sonrisa tonta en mi cara. Pero tener William aquí me provocaba vértigo. No esperaba verlo de nuevo tan pronto, y después de la semana que tuve hasta ahora, necesitaba esto.

El solo estar a su lado arreglaba todo.

Cerró la distancia entre nosotros y pasó su mano por mi cabello con una sonrisa divertida en los labios. —Me gusta esto. Verte así.

Quería fundirme con él. —Estás aquí. —Fue todo lo que pude decir.

Asintió. —Lo estoy. Hablaremos de ello mañana. Vamos a llevarte a la cama.

Vendría conmigo. Esto era… Oh, mierda. Estaba soñando. Apostaba que esto era un sueño. Era lo único que tenía sentido. No quería que esto fuera un sueño. Quería que él estuviera aquí, maldita sea.

—Pellízcame —dije, mientras su mano se deslizó por mi espalda baja.

Frunció el ceño. —¿Por qué habría de hacer eso?

—Para demostrar que no estoy soñando —expliqué.

Su profunda risa me hizo sentir un hormigueo en todo el cuerpo. —¿Y si mejor hago esto? —dijo, poco antes de que su boca cubriera la mía.

Comenzaba a abrirme para él cuando mordió suavemente mi labio inferior, provocando que me sobresaltara. —¿Ves, nena? Estás despierta —dijo, deslizando la mano por encima de mi trasero y dándole un apretón antes de volver a mi espalda baja.

Quería más de eso, pero me estaba llevando a la habitación.

—¿Por qué estás aquí?—pregunté cuando tomó las sábanas y les echó hacia atrás para mí. Me arrastré hacia ellas obedientemente.

—Porque necesitaba verte —dijo simplemente.

Lo vi quitarse las botas y desabrocharse la camisa de franela y tirarla en la silla. Llevaba una camiseta que se ajustaba de manera perfecta, pude distinguir cada línea hermosa que definía su pecho y espalda. Cuando se metió en la cama a mi lado, levanté la sábana para él. No quería que pensara que aún tenía que dormir sobre ellas. Todavía tenía sus vaqueros puestos. No podía estar cómodo.

—Puedes quitártelos si quieres. Dormirás mejor —dije, antes de que se sentara en la cama junto a mí.

Hizo una pausa por un momento y luego empezó a desabrocharse los vaqueros. Sentí su mirada en mí mientras lo hacía, pero yo estaba demasiada concentrada en mirarlo directamente a la cara. Sus grandes manos quitaron rápidamente los pantalones, y se deslizaron por sus gruesos y musculosos muslos. Tuve que recordar respirar. Me olvidé de respirar.

—¿Seguro que estás bien con esto? Puedo dormir con mis pantalones, nena.

Se preocupaba de que no enloqueciera por tenerlo en ropa interior. Bueno, comenzaba a enloquecer, pero por una razón diferente. William Manning en serio lograba que los bóxer blancos se lucieran deliciosos. Entré en pánico después de romper ese espejo, por lo que disfrutar de él en esa condición no estuvo en mi agenda de ese día. Pero en este momento…

—Estoy bien. Quiero decir, estás bueno. Quiero decir, estoy bien, y… oh, solo entra en la cama —divagué.

William sonrió. Luego se deslizó a mi lado, pero cuidó de no tocarme. Reaccioné tan mal en nuestro manoseó la última vez, que ahora me sentía tímida. Pero no estaba segura de tener el descaro de hacer un movimiento o pedirle que él lo hiciera. La idea de tomar una decisión sobre ello era estresante.

No importaba. No ahora. William se encontraba aquí esta noche, de todas maneras. Me acurruqué a su lado, y acurruqué contra él, pero no hice nada más. Mirándolo, pude ver sus largas pestañas descansando sobre sus pómulos. Ya había cerrado los ojos. Sonriendo satisfecha, también cerré los míos.

***

La siguiente vez que abrí los ojos, el sol se filtraba por las persianas, y William me envolvía en sus brazos. Eché mi cabeza hacia atrás para ver si estaba despierto. Sus ojos aún seguían cerrados, pero sus brazos me rodearon con más fuerza mientras una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—¿Estás despierta? —preguntó aturdido, luego poco a poco abrió los ojos y se encontró con mi mirada.

—Sí —respondí, sintiéndome demasiado bien en mi vida a pesar de ser una chica sin trabajo, ni dinero.

—Umm… ¿Quieres contarme de tu semana ahora o después del café y los waffles?

Sonriendo, le di un beso en su brazo. —¿Es tu forma de pedirme que te haga unos waffles?

Se encogió de hombros, sonriendo como si supiera que iba a conseguir lo que sea que quisiera. —Puede ser.

Besé su brazo de nuevo. —Tienes que dejar que me mueva para poder hacer eso.

Bajó la cabeza, y pasó sus labios suavemente sobre mi frente. —Pero se siente tan bien tenerte acurrucada en mis brazos.

Concordé que este era mi lugar favorito. En la tierra.

—¿Por qué no me cuentas de tu semana ahora? —dijo en un tono más serio.

Me preguntaba por mi semana como si ya lo supiera. —Hablé contigo anoche por teléfono. Ya sabes todo sobre de mi semana —dije, probándolo.

—No…‖ Sólo‖ sé‖ lo‖ que‖ me‖ has‖ dicho.‖ Quiero‖ toda‖ la‖ historia. Que nada quede fuera. —El humor en su voz desapareció. Lo sabía. Por eso vino aquí.

—¿Quién te lo dijo? —pregunté, moviéndome hacia atrás, o al menos, intentando hacerlo. Su dominio sobre mí no aflojaba.

—Tu deberías. —Fue su respuesta.

—No es tu problema.

Eso llamó su atención. Sus ojos se abrieron de par en par, y se movieron rápido. Pensé por un segundo que se levantaría, pero me hizo rodar sobre mi espalda y colocó una mano en cada lado de mí cabeza y se cernió sobre mí. — Cualquier cosa que te afecte es mi problema. Eres mía. Aunque no sepa lo que pasó ese día. Incluso si Nan no fuera mi hermana. Este sería mi problema, porque te duele. Sé que te causa dolor. —Su voz se suavizó en esa última frase. Bajó su cuerpo, pero no se presionó contra mí. Acarició mi cuello por un momento, y todo mi cuerpo volvió a la vida. Una sensación de calor se extendió por mi cuerpo—. Cuando te hacen daño, me destroza. Cuando eres feliz, siento que soy el dueño de este jodido mundo.

Este hombre era demasiado. —Tú tienes un rancho que dirigir y una vida en Texas. No quiero molestarte con mis problemas.

William suspiró y me besó en la mandíbula antes de volver a encontrarse con mi mirada. —Sí, tengo un rancho que dirigir, y está en Texas. Pero tú estás sobre todo eso. Si me necesitas, tú vienes primero.

Sonriendo, le di un beso en su brazo. —¿Es tu forma de pedirme que te haga unos waffles?

Se encogió de hombros, sonriendo como si supiera que iba a conseguir lo que sea que quisiera. —Puede ser.

Besé su brazo de nuevo. —Tienes que dejar que me mueva para poder hacer
eso.

Bajó la cabeza, y pasó sus labios suavemente sobre mi frente. —Pero se siente tan bien tenerte acurrucada en mis brazos.
Concordé que este era mi lugar favorito. En la tierra.

—¿Por qué no me cuentas de tu semana ahora? —dijo en un tono más
serio.

Me preguntaba por mi semana como si ya lo supiera. —Hablé contigo anoche por teléfono. Ya sabes todo sobre de mi semana —dije, probándolo.

—No…‖ Sólo‖ sé‖ lo‖ que‖ me‖ has‖ dicho.‖ Quiero‖ toda‖ la‖ historia. Que nada quede fuera. —El humor en su voz desapareció. Lo sabía. Por eso vino aquí.

—¿Quién te lo dijo? —pregunté, moviéndome hacia atrás, o al menos, intentando hacerlo. Su dominio sobre mí no aflojaba.

—Tu deberías. —Fue su respuesta.

—No es tu problema.

Eso llamó su atención. Sus ojos se abrieron de par en par, y se movieron rápido. Pensé por un segundo que se levantaría, pero me hizo rodar sobre mi espalda y colocó una mano en cada lado de mí cabeza y se cernió sobre mí. — Cualquier cosa que te afecte es mi problema. Eres mía. Aunque no sepa lo que pasó ese día. Incluso si Nan no fuera mi hermana. Este sería mi problema, porque te duele. Sé que te causa dolor. —Su voz se suavizó en esa última frase. Bajó su cuerpo, pero no se presionó contra mí. Acarició mi cuello por un momento, y todo mi cuerpo volvió a la vida. Una sensación de calor se extendió por mi cuerpo—. Cuando te hacen daño, me destroza. Cuando eres feliz, siento que soy el dueño de este jodido mundo.

Este hombre era demasiado. —Tú tienes un rancho que dirigir y una vida en Texas. No quiero molestarte con mis problemas.

William suspiró y me besó en la mandíbula antes de volver a encontrarse con mi mirada. —Sí, tengo un rancho que dirigir, y está en Texas. Pero tú estás sobre todo eso. Si me necesitas, tú vienes primero.

Sonriendo, le di un beso en su brazo. —¿Es tu forma de pedirme que te haga unos waffles?
Se encogió de hombros, sonriendo como si supiera que iba a conseguir lo que sea que quisiera. —Puede ser.

Besé su brazo de nuevo. —Tienes que dejar que me mueva para poder hacer
eso.

Bajó la cabeza, y pasó sus labios suavemente sobre mi frente. —Pero se siente tan bien tenerte acurrucada en mis brazos.

Concordé que este era mi lugar favorito. En la tierra.

—¿Por qué no me cuentas de tu semana ahora? —dijo en un tono más serio.

Me preguntaba por mi semana como si ya lo supiera. —Hablé contigo anoche por teléfono. Ya sabes todo sobre de mi semana —dije, probándolo.

—No…‖ Sólo‖ sé‖ lo‖ que‖ me‖ has‖ dicho.‖ Quiero‖ toda‖ la‖ historia. Que nada quede fuera. —El humor en su voz desapareció. Lo sabía. Por eso vino aquí.

—¿Quién te lo dijo? —pregunté, moviéndome hacia atrás, o al menos, intentando hacerlo. Su dominio sobre mí no aflojaba.

—Tu deberías. —Fue su respuesta.

—No es tu problema.

Eso llamó su atención. Sus ojos se abrieron de par en par, y se movieron rápido. Pensé por un segundo que se levantaría, pero me hizo rodar sobre mi espalda y colocó una mano en cada lado de mí cabeza y se cernió sobre mí. — Cualquier cosa que te afecte es mi problema. Eres mía. Aunque no sepa lo que pasó ese día. Incluso si Nan no fuera mi hermana. Este sería mi problema, porque te duele. Sé que te causa dolor. —Su voz se suavizó en esa última frase. Bajó su cuerpo, pero no se presionó contra mí. Acarició mi cuello por un momento, y todo mi cuerpo volvió a la vida. Una sensación de calor se extendió por mi cuerpo—. Cuando te hacen daño, me destroza. Cuando eres feliz, siento que soy el dueño de este jodido mundo.

Este hombre era demasiado. —Tú tienes un rancho que dirigir y una vida en Texas. No quiero molestarte con mis problemas.

William suspiró y me besó en la mandíbula antes de volver a encontrarse con mi mirada. —Sí, tengo un rancho que dirigir, y está en Texas. Pero tú estás sobre todo eso. Si me necesitas, tú vienes primero.

Un te amo estaba allí mismo, en la punta de mi lengua. Quería que lo supiera. Pero él no me había dicho esas palabras aún. Tenía miedo de que pensara que yo estaba confundida y era una ingenua por lo nuestro. Así que me guardé esas palabras. Pero yo las grité en mi cabeza y mi alma. Amaba a este hombre.

—Tu cheque está en el bolsillo de mis vaqueros. Nan me lo regresó anoche. No le debes nada. Ella no compró ese espejo. Kiro compró la casa amueblada. Es todo suyo, y al él no le importa un jodido espejo.

Lo miré fijamente. No sabía qué decir. Vi la furia en el rostro de Nan. Y no estaba tan segura de que ella concordara con esto. Cuando William se fuera, los policías podrían a aparecer y arrestarme. Ese dinero era mi prueba de que tenía la intención de pagarle. —Necesito que ella tenga ese dinero, William.

Sacudió la cabeza. —Está controlado. No te molestará de nuevo.

Cuando él se fuera, ella lo haría. —No me puedes proteger de todo.

—Puedo protegerte de mi hermana. Y joder, sí, puedo protegerte de todo. Cualquier mierda que se cruce en mi camino. Lo arreglaré —Bromeaba, pero podía ver la seriedad en sus ojos.

—William —comencé, pero colocó su dedo sobre mis labios.

—Yo me encargo. Lo manejaré. Ella es quien teme que la demandes. Te lastimaste en su casa mientras trabajabas, y luego fuiste despedida. No se comunicará contigo de nuevo. Demonios, probablemente no va a respirar el mismo aire que tú por un tiempo. Fui muy cuidadoso con mis amenazas de lo que le haría si se metía contigo una vez más.

—No la demandaré porque me caí y rompí su espejo.

—Pero eso no lo sabe ella, nena. Y es todo lo que importa. —Rodó lejos de mí y se puso de pie. Fui bendecida con una vista de su trasero en esos calzoncillos blancos. Dios bendiga a Estados Unidos y el culo de William Manning.

—¿Levantarás ese trasero tuyo y me harás unos waffles? Porque, nena, si sigues mirándome como si fuera comida, no podré con la tentación de meterme en la cama y hacer exactamente lo que tengo en mente.

Me encantaría que volviera a la cama e hiciera cosas conmigo. Pero no quería tener que pedírselo. No sabía cómo hacer eso. Sabía que él me deseaba, pero aun así… la idea era tan vergonzosa.

¿Cómo se le pide a un hombre que toque tu vagina?

Encogiéndome ante ese pensamiento, me puse de pie y le dediqué una sonrisa.

—Te haré unos waffles. Ponte los vaqueros, así no estaré distraída.

William río mientras me apresuraba al baño a cepillarme el cabello y los dientes.

Luego fui y le preparé a mi chico su desayuno mientras que él se encontraba al otro lado de la barra y me observaba.
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When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada - Página 4 Empty Re: When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada

Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 1:00 pm

33

William

Si ella se inclinaba otra vez y me mostraba ese lunar, me volvería loco. Había comido mis waffles y sobrevivido a ella agitando el batidor manual sin sostén bajo su camiseta. Esa fue una vista malditamente agradable. Pero ahora estaba limpiando la cocina, y seguía inclinándose.

Me había ofrecido a limpiar, pero me había empujado por la pequeña esquina y dijo que lo haría más rápido ya que conoce donde están todas las cosas. Así que ahora me estaba dando una vista de su trasero y ese lunar. Mi lunar.

Amaba ese lunar.

Demonios, estaba caliente. Me tenía tan enrollado, y estaba tratando tan duro de ser bueno. Pero sabía cómo se sentía ese trasero en mis manos y esos dulces pezones apretados bajo mi lengua.

Gruñendo, me alejé de la vista más linda que he visto y caminé para sentarme en el sofá.

Me hundí en él y tuve que ajustar mi maldita polla. Mis vaqueros se sentía de repente muy apretados, y el cierre me dejaría una marca si no me controlaba pronto. Necesitaba pensar en otra cosa además del cuerpo de Maite.

La primera cosa asesina de erecciones en la que podía pensar: mi madre. Ella hubiese querido saber dónde estaba. Necesitaba llamarla y explicarle. Solo había llamado a mi padrastro. No me había explicado a ella. Lo que significaba que me haría muchas preguntas. Estaba listo para decirle sobre Maite. Quería hablar sobre ella. Mi madre era probablemente la única persona que quisiera escucharme hablar sobre ella.

¿Estás bien? la voz de Maite se infiltró en mis pensamiento, y me giré para verla caminando hacia mí. Esas largas piernas y... mierda, esos pechos se balanceaban. Ella necesitaba un sujetador. Yo necesitaba que ella usara un sujetador. La erección que había desinflado estaba de vuelta con una venganza. Joder.

stoy bien le aseguré, vino y se hundió a mi lado, sentándose sobre sus piernas y acurrucándose a mi lado. Carne suave presionada contra mí, y yo estaba latiendo. El dulce olor a canela encontró mi nariz, y estiré mis piernas con la esperanza de darme un poco más de espacio en estos vaqueros.

No te ves bien. Estás haciendo una mueca dijo ella, alcanzó mi cara y ahuecándola. Tan malditamente dulce.

Estoy tratando de ser bueno, nena. Pero mirarte lo hace muy difícil admití.

Oh dijo suavemente. Casi un susurró. Sus ojos cayeron a mi regazo, e inspiró una respiración.

No había manera de ocultar que estaba duro como una roca. No había tenido que lidiar con esta mierda desde la secundaria. No tenía erecciones a menos de que supiese que iba a pasar algo. Sin embargo, una mirada a Maite, y mi polla se paraba por atención.

Luce como si estuviese apretado ahí dijo, aun susurrando como si alguien además de mí pudiese escucharla.

Así es.

Tomó otra respiración rápida, luego estiró su mano para tocar mi pierna. Estaba realmente cerca de comenzar a rogarle que me tocara. Mi cerebro estaba perdiendo sangre, y toda se dirigía al sur. ¿Podrías sacarlo y dejarme... quiero decir, puedo tocarlo?

¡Demonios, sí!

Mis manos fueron al cierre y lo abrieron en tiempo record, luego bajo mis pantalones por mis piernas lo suficiente para que mi polla salga libre. Me miraba tan intensamente que juro que estaba a punto de explotar solo por su mirada.

Las yemas de sus dedos trazaron suavemente la cresta dura a través de mis calzoncillos. No había sacado esos. No estaba seguro de que estuviese lista para realmente verla.

¿Puedes sacarla? preguntó, sus ojos mirando los míos, luego cayendo de vuelta a mi regazo.

La chica me preguntaba como si fuese a decirle que no. Mi polla había decidido hace más de un mes que solo quería actuar para ella. Le pertenecía tanto como le pertenecía yo.

Pausé un momento y miré su cara para asegurarme de que estaba lista para esto antes de bajar mis calzoncillos y dejarle ver lo que estaba pidiendo. Realmente no quería que saliese corriendo para mojarse la cara con agua al ver mi polla. La idea de asustarla me destrozaría.

Sus manos se movieron como en cámara lenta hasta que un dedo recorrió la dura cabeza hinchada y las venas a través de la longitud. No podía respirar. El oxígeno se rehusaba a entrar a mis pulmones. Dime como tocarlo dijo, pasando el dedo de vuelta a la cabeza.

¿Quería que me pusiera a hablar ahora? Envuelve... dije, luego respiré buscando más aire . Envuelve tu mano a su alrededor, y deslízalo de arriba abajo.

Hizo exactamente lo que dije, y estrellas comenzaron a nublar mi visión. Tuve que pestañear muchas veces para aclararlo. Miré su pequeña mano alrededor de polla, y dejé salir el maldito pre-semen. Se detuvo. Sus ojos subieron a los míos.

¿Te gusta esto? preguntó, respirando pesadamente. Esto la excitaba. Demonios, sus pezones estaban duros y empujando a través de esa delgada camiseta.

No tienes idea respondí con dificultad.

Apretó su agarre cuando deslizó la mano hacia arriba, y sus ojos se abrieron cuando el claro fluido apareció en la punta.

Jooooder gemí, y dejé caer mi cabeza en el sofá. Estaba en una especie de paraíso, y no quería salir de ahí.

¿Demasiado apretado? preguntó, inocentemente.

Dios, nena, no. Muy bueno jadeé.

Su agarre permaneció apretado, y comenzó a mover mi polla de arriba abajo con más vigor. Mi boca se abrió, y tomé el brazo del sofá para sostenerme.

¿Ya llegaste, o... llegarás más? preguntó mientras el presemen recubría mi polla bajo su agarre. Ella no había retrocedido, en cambio, lo había usado para lubricación.

Mantente así, y voy a... explotar.

La pequeña pícara sonrió. Estaba disfrutándolo. Joder, eso era casi demasiado. Quería aguantar y disfrutar esto por más tiempo. No iba a asustarla y venirme sobre su mano. Pero hacer que se fuera para terminar bajo mi propia mano no sonaba muy atractivo.

Giré mi cabeza para mirarla, y ese fue el error. Tenía su labio inferior entre sus dientes, y con cada movimiento de su mano, sus pechos rebotaban. Estaba listo.

Me voy a correr dije, sacando su mano de mí.

Espera, no dijo, alcanzándome de nuevo.

Nena, voy a...

El tirón hacia arriba y su olor me golpearon a la vez. Grité su nombre exactamente como lo hice cuando la advertí. Continuó moviendo su mano en mí, y seguí corriéndome. Cayendo atrás contra el sofá, creo que pude haber gemido. Ya no estaba seguro. Mi cerebro estaba confuso y mi cuerpo tarareaba con un placer tan intenso que no estaba seguro de que podría caminar otra vez.

Luego su mano se detuvo, e inhale una gran respiración.

Demonios, eso fue... increíble dije, mirando a su pequeña mano cubierta con mi liberación.

Solo la vista de eso tenía a mi polla volviendo a la vida otra vez. Demonios, ella me estaba convirtiendo en un animal. Acababa de tener el mejor orgasmo de mi vida por su mano.

Déjame limpiarte dije, levantando mis calzoncillos y poniéndome de pie para subir mis vaqueros por mis caderas . Voy a buscar una toalla húmeda comencé, pero ella se puso de pie sonriendo.

Yo lo lavaré me aseguró. Luego me empujó hacia abajo . Parece que necesitas un momento.

Mi chica hacia bromas. Reí, y ella me lanzó una mirada hacia atrás y me guiñó un ojo. Ella malditamente me guiñó.
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When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada - Página 4 Empty Re: When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada

Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 1:04 pm

34

Maite

Lave mis manos bajo el agua tibia y miré la sonrisa tonta en mi cara. Yo hice eso. Hice a William gemir y gritar e incluso agarrar el sofá como si su vida dependiera de ello hasta que acabó. Yo. Lo hice. Y ni una sola vez había ido a ese lugar oscuro. Estuve envuelta en ver a William y sabiendo que fui la que le dio ese placer. Fue demasiado. Conseguí enloquecerme por ello.

Entonces la manera en que me observó, con asombro, como si fuera un maravilloso regalo. Siempre me hizo sentir especial, pero en ese momento, me sentí como una diosa. Su diosa.

Tú estás totalmente complacida contigo misma dijo su voz profunda, y observé a través del espejo mientras caminaba detrás de mí. Tenía una perezosa, sonrisa satisfecha en el rostro, la puse ahí. Estaba satisfecha conmigo.

Lo estoy admití.

Aparto mi cabello lejos del cuello y presiono beso allí. Umm, es hermoso y sexy dijo con un susurró . Pero también demasiado caliente.

Sentí piel de gallina cubrirme cuando su lengua se movió rápidamente y lamió mi cuello. Solo tengo un pequeño problema con ello dijo, entonces mordisqueo mi oreja.

¿Sí?

Su mano se presionó contra mi estómago y me jalo contra él. Sí, lo tengo. Me viste venirme sobre tu mano. Ahora quiero verte venir sobre la mía dijo, mientras sus dedos tocaban la cintura de mis pantalones.

Hemos intentado eso antes. Entré en pánico. No quería arruinar esta mañana. ¿Qué pasa si no estoy lista? pregunté, incapaz de negar como la punta de sus dedos se deslizó por la parte superior de mis pantalones me hizo temblar de excitación.

Se detuvo un momento, y entonces su boca dejo un rastro de besos por mi cuello y sobre mi hombro. Pensé sobre eso. He estado pensando sobre eso. Necesito que te quedes conmigo cuando te toque. Así que quiero intentarlo de nuevo, pero no pararé de hablarte. Te tranquilizaré todo el tiempo y te aseguraré que soy yo. ¿Podemos intentarlo?

Mi pecho estaba adolorido, pero el espacio entre mis piernas se sentía en llamas. Quería esto. Mi cuerpo lo quería. Y amaba a William. Él quería esto. Está bien respondí.

Buenas noticias gruñó. Me levantó como a un niño y me llevó a la cama y se recostó a mi lado . Hueles tan bien. Cuando regresé a casa, me recosté en mi cama esa noche, y podía oler un rastro de ti. Me provocaba. Te quería ahí. Conmigo susurró en mi oído, mientras lentamente comenzaba a introducir sus manos dentro de mis pantalones. No tenía ropa interior abajo, y él estaba a punto de descubrirlo.

Cuando bajo lo suficiente para darse cuenta, se detuvo. Nena, no estás usando ropa interior dijo con voz profunda.

Volteé mi cabeza así podía verlo.

Sus ojos se parecían mucho a cuando lo toque. Esto lo excitaba mucho. La humedad entre mis piernas empeoró, y me avergonzaba que descubriera cuán encendida estaba.

Abre tus piernas. Por favor, para mí. Déjame tocarte. Quiero verte correrte para mí. Sentir tu humedad en mi mano. ¿Puedes darme eso, Maite? Lo deseo demasiado.

Trague nerviosamente. Ahora estoy mojada dije sintiéndome mortificada incluso al decirlo.

Sus ojos brillaron con algo tan intenso que hizo que mi corazón se detuviera. Sus dedos se deslizaron por encima de mi montículo y sus pliegues. La necesidad anhelante que tuve toda la mañana ahora era un latido, y tuve que tomar su brazo para evitar salir disparada de la cama.

Oh, demonios dijo con un gemido, y enterró la cabeza en el cuello . El coño más dulce en el mundo está mojado para mí.

Estaba feliz con eso. Hubiera dado un suspiro de alivio, pero sus dedos empezaron a moverse, y todo lo que podía hacer eran sonidos y aferrarme de sus brazos y tomar en mis puños la sabana.

Eso es todo de mí. Mi mano entre tus piernas. Mis dedos tocando tu pequeño coño. Yo, nena. Yo. Es todo mío. Siempre cuido de ti. Nada ni nadie va a herirte. Su voz susurrada en mi oído. Temblaba y me aferraba a él.

Quería mantenerme en ese momento, y hacía un trabajo maravilloso. No estaba segura si podría estar en cualquier otro lugar.

Cuando estés lista, voy a poner mi boca justo ahí dijo, mientras pasaba su dedo sobre mi punto más sensible . Voy a lamer este botón hasta que grites y arañes mi espalda mientras te vienes en mi cara. Lo amarás. Juro que sí. Vas a sostener mi cabeza ahí y rogarme que no me detenga. Porque así será.

La sensación que se construye dentro de mí crecía, y sabía que era. Una ocasión‖me‖di‖cuenta‖antes‖que‖las‖cosas…‖pasaran.‖Tuve‖fantasías‖en‖mi‖mente‖ con chicos en la escuela cuando estaba en mi cama por la noche. Pero esto era algo más fuerte. Era similar, pero más grande. Lo quería. Lo quería con William.

Eso es, nena. Déjame tener tu placer. Dámelo. Quiero verte caer por mí. Quiero ver a mi chica sentirse bien en mis brazos. Eres tan hermosa.

Con esas palabras, me vine, gritando su nombre mientras mi cuerpo temblaba y él me apretaba fuerte. Su mano sosteniéndome, arropándome y llevándome entre las olas de éxtasis conmigo. Coreé su nombre. Lo escuche a lo lejos.

Estaba diciéndome nena y que fue increíble.

No quería regresar. Este viaje era el que quería vivir.

Pero eventualmente, se alivió, y lentamente descendí a la tierra. Los brazos de William aún seguían a mí alrededor, manteniéndome cerca, y su mano permaneció en mí. Su respiración era fuerte, y sus ojos estaban oscurecidos y cálidos mientras me miraban. Dios, eres hermosa respiró, cuando parpadeé y finalmente me concentré en él.

Aún no podía hablar. Eso no había sido en absoluto lo que experimenté en mi cama cuando fui joven. Mis dedos no me hicieron eso. ¿Incluso fue saludable? Era tan Bueno que debería ser peligroso. Y quería hacerlo. Ahora.

No quiero mover mi mano. Está cubierta de ti, y quiero mantenerla de esta manera dijo, moviendo su cabeza para presionar un beso en mi nariz . Esa fue la cosa más erótica que he visto. Lo juro por Dios, me tuviste tan envuelto en ti que no podía ver bien. Voy a quedarme en esta cama y hacerte venir una y otra vez si me lo permites.

Lo dejaría. Me agradaba esa idea. Mucho.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 1:08 pm

35

William

Podría morir como un hombre feliz. Me daban pena los demás hombres en el mundo, porque nunca sabrían cómo se veía Maite cuando acababa. Yo sí. Ella era mía. El latido en mi pecho era fuerte. Luché para calmarlo. Pero Dios, lo quería.

Maite salió del dormitorio vestida con pantalones vaqueros cortos azules y una blusa de color amarillo pálido que ató en su cintura. Se veía joven y fresca. Quería llevarla de vuelta a la cama y hundirme en todo ello. Verla ponerse traviesa y montar mi mano como si su vida dependiera de ello.

Pero me había dado suficiente hoy. No iba a presionarla de nuevo. No cuando habíamos tenido tanto éxito esta mañana. Mi charla y el mantenerla conmigo todo el tiempo, no sólo había funcionado, pero también la excitó más. Cuanto más hablaba, más caliente se ponía.

Era suficiente por ahora.

—¿Cuándo tienes que irte? —preguntó, interrumpiendo mis pensamientos y me recordó que tenía que dejarla.

—Quería hablar contigo acerca de eso —le dije, preguntándome cómo pedirle que viviera conmigo a varios estados de distancia. Sonaba un poco loco, pero, sinceramente, no me importaba. Era mi única.

Su ceño se frunció, e inclinó la cabeza como si me espera.

—Quiero que te mudes a... Texas... conmigo... a... mi casa.

Eso no había sido fácil en absoluto.

La forma en que su mandíbula cayó abierta y sus ojos se convirtieron en platos demostró que había ido todo mal. Mierda.

—¿Q-qué? —escupió.

asé mis manos por mi cara y reprimí un gruñido de frustración. Ella me hizo decir esa mierda. Me perdí tanto a su alrededor que no podía pensar con claridad. Sólo solté las cosas así nomás. Nunca había deseado nada tanto como quería a esta mujer en mi cama todas las noches durante el resto de mi vida.

—No tienes un trabajo, excepto por tu concierto en Harlow, y no tienes familia aquí. No hay razón para quedarse. Puedo obtener otro empleo de profesor de lectura para trabajar contigo en Fort Worth. Eso sería lo único manteniéndote aquí. Te quiero conmigo, Maite. Odio no tenerte cerca.

Esos ojos expresivos la delataban. Le gustaba la idea, pero también la asustaba. Éramos nuevos.

Nuestra amistad era de casi dos meses ahora, pero como pareja, éramos nuevos.

—Tú me quieres allí... contigo —dijo, sonando como si estuviera perdida en un sueño.

—Sí —respondí con firmeza.

Encerró en un puño una parte de su cabello y miró a su alrededor con nerviosismo. Entonces comenzó a caminar de ida y vuelta en un pequeño círculo. Casi como si se paseara.

Esperé. Estaba pensando, y quería que pensara bastante sobre esto. Entonces quería que dijera que sí y empacara sus maletas.

—Tú‖no…‖hay‖tantas‖cosas.‖Necesito‖tiempo.‖Necesitamos‖tiempo.‖Estoy‖ instalada aquí, y tengo amigos. Tengo a Jimmy. Tengo un lugar que es mío. No se puede... no podemos vivir juntos así como así. Odio cuando te vas, también, pero... pero William. —Se detuvo y dejó caer las manos a los costados como si estuviera llevando el mundo sobre sus hombros—. Hay tantas cosas que no sabes. Y no estoy lista para contártelas. Tanto que hay dentro de mí. Es oscuro, y es... no es un lugar al que quiero llevarte. Pero necesito tiempo. Necesitamos tiempo. Me gusta esto. Cuando vienes a la ciudad, podemos pasar tiempo juntos. Y nuestras conversaciones nocturnas y mi lectura para ti. Y me gusta el Dr. Munroe. Me está ayudando, y estoy a gusto con él. No puedo simplemente irme contigo porque quiero estar cerca de ti.

Discutir con ella era mi reacción instintiva. Era bueno en debate. Podría llegar a una razón de que todo eso no importaba.

Lo que me detuvo fue la mirada suplicante en sus ojos. No quería que discuta. Quería que dejara pasar esto.

Lo haría. Por ella. Por ahora.

—Bueno. Entonces sé que cuando estés lista, voy a estarlo también —dije finalmente.

Dejó escapar un profundo suspiro y me sonrió débilmente. —Gracias por quererme.

Palabras que llevaría de regreso a Texas conmigo, que iba a cargar como un dolor en mi pecho cada vez que pensara en ellas.

Mi chica nunca debería tener que agradecer a nadie por quererla. En algún lugar de su mente, pensó que no era digna. Eso era lo que más dolía.

De pie en la puerta después de llevarla a almorzar y besarla por más de una hora, sabía que tenía que dejarla. De nuevo. Mi mundo de vuelta en casa estaba llamándome. Tenía que ir a manejar el rancho y la vida que había hecho para mí.

La abracé con fuerza una vez más y le susurré al oído—: Cuídate. Y extráñame cuando me haya ido.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 1:12 pm

36

Maite

Tomé la cuchara que Jimmy me entregó y la hundí en el bote de helado con venganza. Necesitaba comida para la depresión. Había estado confundida desde que William se marchó esta mañana. Pude haberme ido con él. Me lo pidió.

Si hubiera dicho que sí, lo hubiera perdido mucho antes. Él no había estado a mi lado el tiempo suficiente para conocerme realmente. Solo conocía pequeñas partes de mí, ¿Qué pasaría cuando los recuerdos salieran a la luz y me quedara bajo el agua caliente de la ducha gritando y destruyéndome a mí misma? Él no había visto eso. Pensaría que soy una loca. Porque era seguro de que lo estuviera.

A veces, el pasado se abría paso y cuando ocurría, me volvía loca.

Mantenía todo eso oculto de él. Conocía solo la superficie, casi nada. Solo conocía lo suficiente. Mi pasado me marcó.

Arruinó mi habilidad de acercarme a alguien.

Excepto William. Le estaba permitiendo entrar. Hoy quedó demostrado.

—¿Quieres hablar de ello o solo comer? —preguntó Jimmy con el ceño fruncido.

—No quiero hablar de eso —contesté, y metí otra cucharada de helado a mi boca.

—El hombre vino desde Texas un martes por la noche para que esa bruja malvada te diera tu dinero y asegurarse de que estuvieras bien antes de regresar a su casa al día siguiente a trabajar. Creí que deberías ser toda sonrisa y risitas. No estar molesta e intentando comer todo ese bote de helado.

No se lo diría a Jimmy. Si lo hacía, le contaría más y más, y no quería permitir que mi pasado entrara. No esta noche. —Solo odio cuando se marcha — dije en su lugar.

—Umm, chica, eso lo hace el resto del mundo. Él tiene que trabajar — concordó Jimmy.

Eso hizo que una risa saliera de mí, pero murió casi al instante. Las chicas en Fort Worth no tenían que verlo marcharse. Él vivía allí. Con ellas. Podían verlo y hablar con él. No tenía que volar los bordes de un estado para arreglar sus problemas.

—Lo que sea que estés pensando, detente, por favor —dijo Jimmy, señalándome con su cuchara—. El hombre trajo su trasero hasta aquí por ti. No hace eso por nadie más. Diablos, dudo que siquiera sonría en Texas. Sonríe demasiado solo para ti. Ahora podrá descansar esa sexy boca un poco.

Reí. Fuerte.

Jimmy se echó hacia atrás y sonrío. Satisfecho consigo mismo.

El sonido de mi teléfono hizo que se pusiera de pie y se despidiera. —Es ese sexy trozo de carne Texana. Hablaremos mañana.

Bajé la mirada hacia el teléfono, esperando ver las botas de vaquero, pero era una llamada desconocida. No se lo dije a Jimmy.

—Adiós, Jimmy. Y gracias —grité.

Me lanzó un beso y cerró la puerta detrás de sí.

Esperé hasta que desapareció de la puerta antes de responder.

—Hola.

—Crees que él es tuyo, pero no lo es. Me follaba a mí antes de conocerte, y me follara después de ti.

Sostuve el teléfono en mi mano durante mucho tiempo después de que la mujer terminó la llamada.

Una hora después, William me llamó para decirme que estaba a salvo en su casa, pero cansado. Me llamaría mañana.

***

A la mañana siguiente, me rehusé a pensar en la extraña llamada telefónica. Debió ser un número equivocado. Ella nunca dijo el nombre de William. Empujé eso a un lado y finalmente llamé a Blaire Finlay para programar un encuentro con ella para la siguiente semana y limpiar su casa. Luego fui a la tienda y pagué mis cuentas de la semana.

Regresé a mi apartamento y limpié de arriba abajo. Para cuando llegó la hora de mi reunión con el Dr. Munroe, me sentía mejor. Había recobrado el control, y sabía que cuando llamara a William esta noche, todo estaría bien.

Solo lo extrañaba.

Eso era todo.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 1:17 pm

37

William

Me desvestí y me recosté en la cama mientras escuchaba a Maite leerme su libro más nuevo. Esta noche parecía extraña o nerviosa. No estaba seguro de cuál. Tuve que ayudarla varias veces. Una vez que llegó al final del capítulo dos, iba a dejar que se detuviera. Este libro era más difícil, y parecía cansada.

—¿Quieres que continúe? —preguntó.

—Así está bien. Estás mejorando mucho, nena. Me siento tan orgulloso de ti —Y lo estaba. Ya leía al nivel de un estudiante de cuarto grado. El doctor Munroe dijo que era porque en la escuela realizó un gran esfuerzo por aprender, y lo hizo. Simplemente no le enseñaron cómo lidiar con su impedimento. Ahora que trabajaba en ello, aprendía fácilmente utilizando los conocimientos que le enseñaron.

—Mi escritura no es la mejor, pero hoy escribí una carta. No fue una real. Se suponía que escribiera una falsa dirigida a alguien agradeciéndole por un regalo. Solo me equivoqué en dos palabras. El doctor Munroe lució muy complacido —El orgullo en su voz hizo que mi pecho se apretara. Amaba saber que se encontraba orgullosa de sus logros. Debería hacerlo.

—Espero que me escribas una carta —le dije. La mantendría todo el día metida en mi bolsillo y la sacaría cuando necesitara mi dosis de Maite.

Se rió suavemente. —No estoy preparada para eso todavía. Permíteme mejorar. No quiero que el doctor Munroe corrija una carta que escribí para ti. Así que tendría que llegarte sin editar.

Nada que me diera podría ser menos que perfecto. Porque sería de ella. Lo que hubiera escrito. Si se equivocada en cada letra y en cada palabras, entonces esa era la maldita forma en la que se suponía fuera. Porque las habría escrito para mí.

—No me importa cuántos errores tenga, Maite. Sería de ti. Eso es todo lo que importa —le
dije.

Suspiró con suavidad. —Dices las cosas más dulces.

Podía decir cosas aún más dulces si me dejara. Me sentía tentado en intentarlo. Juro por Dios, aún podía olerla en mi mano. Puse esos dedos en mi nariz y los olí durante todo el maldito día.

—¿Qué vistes, Maite? —pregunté.

—Tu camiseta, ¿qué más usaría?—respondió. Podía escuchar la diversión en su voz.

—Recuéstate en tu cama para mí —La ponía a prueba. Me detendría si se resistía aunque sea una vez.

—De acuerdo —exhaló—. Me encuentro en mi cama.

Maldita sea. Sí. Se hallaba dispuesta a jugar.

—¿Estás acostada? —La quería sobre su espalda con sus piernas abiertas para mí.

—Sí. —Su respuesta fue rápida y sonaba ansiosa. Sabía lo que yo quería.

—Nena ¿dejarás que esas piernas bonitas se abran para mí? —Esperé, sin saber si iría así de lejos.

Después de unos pocos segundos, contestó—: Sí.

Saqué mi polla endurecida de mis bóxers y la envolví con mi mano. La imagen de Maite acostada sobre su espalda en mi camiseta y con sus piernas abiertas para mí, me tenían listo para volver al maldito avión.

—Sabes qué quiero que hagas, ¿verdad?

—Sí —susurró.

—¿Lo harás? ¿Puedo escucharte dándote placer?

Su respiración excitada. —¿Tú lo harás?

—¿Haré qué, nena?

—También, ¿lo harás?

Sonriendo, acaricié mi longitud. —Ya lo hago. Saber te encuentras en tu cama con las piernas abiertas y usando mi camiseta me tiene tan excitado que duele.

—Oh —dijo, entonces dejó salir un suave gemido.

Que... me... jodan... lo hacía. —¿Dónde se encuentran tus dedos?

—En mi... allá abajo —respondió.

Oh, sí. Cerré los ojos y dejé que su voz y su imagen tocándose se apoderaran de mis pensamientos. —¿Estás mojada por mí?

—Sííí —contestó, con su respiración entrecortada.

—Juega con él con delicadeza por mí. Haz que mi dulce coño se sienta bien. No me encuentro junto a ti para encargarme. Necesito que lo hagas y me dejes escucharte. Quiero escuchar esos sonidos que emites.

—¡Ahhh! —gimió. Le encantaban mis palabras.

—Frota ese clítoris duro e hinchado. Quiero besarlo. Tanto... Deslizar mi lengua a lo largo de los puntos sensibles y chupar ese caliente botón dentro de mi boca hasta que tires mi cabello y grites mi nombre.

—Ooooh, Dios —gimió.

—Eso es. Piensa en mi cabeza entre esas piernas. Todas abiertas para mí. Puedo lamer toda esa dulzura. Solo yo. Justo allí contigo. Solo nosotros, nena. Tus puños apretados en mi cabello y mis manos... mis manos en tus muslos suaves y cremosos, manteniéndote abierta. Inhalándote.

—¡William! ¡Oh... aaaah!

Su orgasmo me dio el mío. Escuché mientras lo montó hasta acabar y deseé encontrarme allí para verlo.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 1:24 pm

38

Maite

Durante la próxima semana, no sólo le leí a William en la noche. Terminamos nuestras‖veladas‖haciendo‖otras‖cosas…

Sonriendo ante mi secreto, pasé tiempo extra cepillándome el cabello. Limpié la casa de Harlow dos veces y me reuní con Blaire Finlay. Necesitaría a alguien tres días a la semana. Tenía que hablar con Harlow de trabajar en su casa dos días y en la de Blaire tres días para satisfacer las necesidades de todos. La actual señora de la limpieza de Blaire aún no se retiraba, así que había tiempo para resolverlo. Tenía dos semanas más.

A principios de la semana, Jimmy descubrió que hoy era mi cumpleaños. Decidió que me llevaría a celebrar. Lo celebré sola la mayor parte de mi vida. Recordaba tener un pastel una vez cuando tenía siete años. Mi madre hizo uno e invitó a los niños del vecindario. Pensé que lo hizo por mí, y por un momento, me sentí muy especial.

Luego, más tarde ese día, la encontré de rodillas frente a uno de los papás en la fiesta. Él decía cosas que no quería recordar mientras ella le agarraba los muslos y le daba una mamada. Ese hombre vivía al otro lado de la calle con su esposa y dos hijos.

No sólo me di cuenta de que algo andaba mal con mi madre, sino que preparó la fiesta para acercarse a ese hombre. No a mí. Fue mi primer y último pastel de cumpleaños.

Esta noche tendría un nuevo recuerdo. Jimmy quería que fuéramos a bailar y comer pastel. Así que íbamos a hacer precisamente eso. Celebraría mis veintitrés años con alguien que se preocupaba por mí.

Retrocediendo y mirándome en el espejo, me sentí bastante bonita. El vestido que llevaba puesto era de color naranja suave y me recordaba una puesta de sol. No tenía tirantes y caía hasta la mitad del muslo, se ceñía a la cintura con un cinturón marrón tejido. Me puse las botas de vaquera que compré para complacer a William. Aun no las había visto, pero utilicé un poco de mis ahorros para comprarlas. Se encontraban en oferta a mitad de precio, así que sólo gasté demasiado pero no un montón.

El golpe en la puerta fue seguido por un—: ¡Abre, cumpleañera!

Sonreí y fui a abrirle la puerta a Jimmy.

Dejó escapar un bajo silbido e hizo girar su dedo en el aire para que me diera una vuelta. —Voy a tener que actuar como si fuera heterosexual esta noche para mantener a los hombres alejados de ti. Maldita sea, mujer, te ves bien.

Riendo, agarré el pequeño bolso que compré el año pasado en una tienda de segunda mano, pero nunca tuve la oportunidad de usar. Era de color dorado metálico pero simple, con una fina cadena. —Vamos a bailar —le dije, tomó mi mano y la metió en el hueco de su brazo.
—Me sé mover, chica. Sólo espera.

No tenía ninguna duda de eso.

***

Nos dirigimos a la ciudad en vez de salir de ella, pero sabía que no había ningún lugar para bailar en Rosemary Beach. Frunciendo el ceño, miré a Jimmy, que cantaba “Born in the U.S.A”, y daba golpecitos en el volante como si fuera una batería.

—¿A dónde vamos a bailar? —pregunté.

—Em, a un lugar llamado Flora Bama —respondió, lanzándome una sonrisa demasiado grande. Algo ocurría.

—Pero no estamos saliendo de la ciudad —señalé.

Asintió. —Sí. Primero tengo que ir a dejar algo al club.

Bueno, eso tenía sentido. Me senté y vi pasar la pequeña ciudad cuando nos detuvimos en la entrada trasera del club, donde estacionaban los trabajadores. Jimmy llevó el auto hasta un camino de grava que parecía conducir hacia el agua.

¿Iba a entregar algo en la playa?

—Aquí estamos —dijo, sonriéndome mientras abría la puerta. Condujo tan cerca de la playa como pudo.

—Sólo tienes que caminar por el sendero de madera hacia esa luz que está por delante —dijo Jimmy, señalando hacia lo que parecía la cima de una pequeña carpa desde aquí. Había palmeras en el camino.

—¿Necesitas que entregue algo? —pregunté, tratando de averiguar lo que me pedía.

—Síp. Sólo tú puedes entregarte. Feliz cumpleaños, Maite. Te ves increíble. Ahora, sigue ese camino —dijo con un guiño, luego volvió a subirse a su auto y se marchó. Me quedé mirando entre el camino y el lugar por donde Jimmy se acababa de ir.

Entonces comencé a entenderlo. Jimmy me vino a dejar. A mí. Me di la vuelta y me encaminé por el sendero de madera. A mitad de camino, no pude soportarlo más, así que empecé a correr. Sabía quién me esperaba al final. Sabía con quién me vino a dejar. Y quería llegar allí.

Una vez que pasé la hilera de palmeras, lo vi.

Llevaba una camisa blanca abotonada con las mangas arremangadas hasta los codos y un par de pantalones cortos color caqui. Se encontraba de pie en el interior de una carpa blanca iluminada por la luz de las velas, con un pastel de cumpleaños de tres pisos a su lado. Era de un bonito color rosado pálido y brillaba bajo las tenues luces. Globos plateados llenaban la carpa.

—Feliz cumpleaños, Maite —dijo William, sonriendo.

Dejé escapar una risa de sorpresa, luego me puse a llorar y corrí hacia él.

Me encontró a mitad de camino, me levantó en sus brazos, y enterró la cara en mi cuello.—Sorpresa.

Me eché hacia atrás y lo besé con fuerza. No sabía de qué otra manera expresar la emoción que me invadía. Era tan abrumadora, me sentí como si fuera a hacer combustión por la felicidad. Hizo todo esto por mí. Un pastel y globos. Y lo más importante: él.

—¿Cómo supiste que era mi cumpleaños? —pregunté, a pesar de que la respuesta era obvia: Jimmy. Pensé en decirle a William pero me preocupó que pensara que le estaba pidiendo que regresara otra vez. No quería eso, así que no dije nada.

—Debiste decírmelo tú, no Jimmy. Nunca quiero perderme tu cumpleaños. Jamás.

Me limpié las lágrimas de la cara y le sonreí a este maravilloso hombre que por alguna razón quería estar conmigo. —Tú y tus palabras —dije, luego lo besé de nuevo.

Sus grandes y fuertes manos se envolvieron alrededor de mi cintura y me mantuvieron allí mientras nos probábamos y alimentábamos el uno del otro. Tenerlo aquí conmigo era el mejor regalo de cumpleaños. Incluso sin el pastel y los globos. Él era perfecto.

—Vamos, tienes que apagar las velas, y luego te daré pastel —murmuró contra mis labios.

—Eso es un montón de pastel para nosotros —dije, ni siquiera tratando de fingir que no me encantaba la idea de que me hubiera conseguido un pastel gigantesco.

Se rió entre dientes. —Comeremos hasta hartarnos, puedes llevarte un poco a casa, y luego podemos enviar los restos a los amigos.

Me gustó esa idea. —Puedo comer mucho —dije, mirando el glaseado cremoso y lamiendo mis labios. Tendría que caminar sin parar durante días para quemar esas calorías.

William me guiñó un ojo. —Muy bien. Me gusta la idea de ese culo caliente balanceándose un poco más.

Realmente necesitaba controlarme.

Metió una vela en el piso superior y se encogió de hombros. —Iba a poner veintitrés velas, pero Harlow señaló que la brisa aquí era fuerte. Nunca las podría mantener encendidas. Así que usaremos solo una.

Sacó un fósforo y se movió para proteger la vela mientras la encendía.

—Pide un deseo, nena.

No podía pensar en nada que no tuviera‖en‖este‖momento…‖excepto‖por‖ una cosa. Pero sabía que los deseos no borraban el pasado. No podían cambiar lo que ya sucedió. Así que en su lugar, agradecí por lo que tenía y apagué la vela.

William comenzó a cortar un enorme trozo de pastel, tomó un tenedor y lo levantó hacia mí. —Ven a sentarte conmigo. —Hizo un gesto hacia el sillón blanco que se encontraba en la esquina con vistas al golfo.

Se sentó y abrió los brazos para que me apoyara. Tenía la mitad de mi cuerpo encima de él cuando sus brazos me envolvieron.

—Ese pedazo es demasiado grande —dije, mirando el relleno rojo.

—Vamos a compartir —me informó—. Abre.

Hice lo que me dijo, y deslizó un bocado en mi boca. La dulce crema del glaseado y el relleno de frambuesas estaban deliciosos. —Mmm —dije con aprobación.

—Me gusta verte comer. Y alimentarte —dijo William, mientras levantaba otro pedazo de pastel. Comenzó a moverlo a mi boca, pero negué con la cabeza.

—Tu turno —le informé.

—Ver la manera en que sacas la lengua para lamerte los labios y oírte gemir es mucho mejor que comer este pastel —dijo, y me limpió un poco de glaseado de la cara.

Abrí la boca, tratando de no reírme cuando me dio otro bocado.

—Sí, ahí está esa lengua —dijo, sonando completamente fascinado al verme comer mi pastel.

Terminé de masticar y tragué, luego volví a negar con la cabeza. —Necesito un descanso entre bocados —le dije, riendo mientras sostenía otro pedazo frente a mi cara.

—Me gustan tus botas —dijo, en vez de discutir conmigo—. Quiero verte en nada más que esas botas.

Mi compra valió totalmente lo que costó.

—Por favor, come más para mí. Es tan jodidamente sexy —rogó, pasando la nariz por mi cuello.

Riendo, me giré y lo miré. —¿Cómo verme comer va a ser sexy?

William sonrió, pasó una mano por mi espalda, y me apretó el trasero. —Por varias razones.

—Come un pedazo —dije, levantando el tenedor y sosteniéndolo en su boca.

Comió obedientemente, y besé el glaseado de sus labios.

—Ahora puedo ver la ventaja de que yo también coma pastel —dijo cuándo me aparté.

Sonriendo, me recosté en su pecho y disfruté la vista de las olas estrellándose frente a mí. Mis piernas se enredaron con las suyas, y él continuó alimentándome. Se lo permití.

Porque amaba a este hombre.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 1:29 pm

39

William

Maite se dio por vencida con el trozo de pastel, y finalmente bajé el plato. Tenía que admitir que el solo verla comer me satisfacía, sabiendo que era un pastel de cumpleaños que yo elegí para darle.

Me moví para que pudiera colocarse entre mis piernas. La acerqué hacia mí antes de darle su primer regalo.

—Feliz cumpleaños —dije, levantando la caja más grande que se encontraba a mi lado.

Se quedó sin aliento cuando tomó la caja. Me miró fijamente antes de regresar su atención a la caja. —¿Me trajiste un  regalo? —preguntó, emocionada —.‖Quiero‖decir,‖pensé‖que‖tú‖eras‖mi‖regalo,‖pero‖esto…

Sonriendo, besé su sien. —No, esta es tu fiesta, y yo soy tu único invitado, porque soy egoísta y te quiero solo para mí. Y este es tu primer regalo.

—¿El primero? —preguntó, y asentí.

Luego, me sorprendió. Abrió el regalo como si tuviera cinco años. Observarla abrirlo fue más excitante que darle de comer pastel, y eso que ya estaba jodidamente excitado.
 
Cuando abrió la tapa de la caja, sacó el bolso azul de Michael Kors que Blaire me ayudó a escoger.

—También hay una cartera que combina allí dentro.

La tocó con reverencia, como si estuviera hecha de oro fino en lugar de cuero. —Esto es caro, ¿verdad?

n realidad, no. Podría haber sido peor. Pero le dije a Blaire que tenía que ser práctico. Maite necesitaba un bolso para uso diario, no algo demasiado caro que la pusiera nerviosa de llevar.

—Es un lindo bolso para que lo uses en lugar de tu mochila —expliqué.

Sonrió y lo puso de regreso dentro de la caja, luego se giró y me besó suavemente en los labios. —Gracias. Es el regalo más lindo que he tenido.

Esto no había terminado. Me agaché y levanté el siguiente regalo.

—¿Hay más? Pensé que bromeabas.

—Es mejor que lo creas.

Una vez más, rasgó el papel como una niña pequeña, y me encontré a mí mismo deseando haber grabado este momento para verlo una y otra vez.

Abrió la caja para encontrar tres conjuntos de pijamas de seda francesa. Levantando uno de los shorts, lo sostuvo en alto y luego lo tocó con su rostro. Regresándolo a su lugar, levantó la camisola. Era un rosa pálido con encaje blanco. —Se siente tan suave —dijo con asombro.

Debería. Eran de la mejor calidad.

—Me  gusta la idea de que uses mi camiseta. Pero también sé que te gustan tus shorts y blusas de tirantes porque son suaves. Así que te conseguí otras cosas suaves con las cuales dormir. Porque cuando estés conmigo no necesitarás mi camiseta para cubrirte.

Colocó la prenda dentro del elegante envoltorio y dejó escapar un suspiro de felicidad. —Esos conjuntos van a estropear el resto de mis pijamas de por vida.

Eso estaba bien. Le daría esas caras pijamas francesas si eso es lo que quería, tanto tiempo como quisiera.

Otra vez, me besó y susurró un gracias contra mis labios.

Tomé la tercera caja. La más pequeña. Y esa era más para mí que para ella.

—El último —dije mientras le entregaba la caja rectangular.

Lo abrió con más cuidado, como si tuviera miedo de romper lo que fuera que hubiera dentro.

Dentro se encontraba una sencilla llave situada entre terciopelo.

—Es la llave de mi casa. Cuando estés lista, puedes mudarte en el momento que desees.

La tomó y la sostuvo en su mano por unos segundos y no dijo nada. Finalmente, levantó sus ojos para que se encontraran con los míos. —Un día, cuando conozcas todo de mí, puedes volver a regalarme esto. Pero ahora, no lo conoces todo. No puedo aceptarlo.

Ella creía que su oscuro pasado cambiaría cómo me sentía. Nada de lo que pudiera decirme cambiaría eso. La amaba.

Pero no usaría esas palabras para convencerla. Ella tendría que decidir esto a su propio ritmo. No iba a obligarla. La quería en mi cama, en mi casa. Quería que fuera nuestra casa. Pero no hasta que estuviera lista para eso. No hasta que ella me quisiera.

No hasta que quisiera un para siempre.
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When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada - Página 4 Empty Re: When I'm Gone WebNovela LevyRroni Adaptada

Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 1:37 pm

40

Maite

Actuaba como si el hecho de que no aceptara la llave no fuera la gran cosa. Pero así se sentía. Mi pecho no dejó de doler desde que se la devolví. Pero William nunca lo volvió a mencionar ni se mostró molesto.

Sostuvo mi mano y caminamos juntos por la playa. Me persuadió de comer unos bocados más de torta, y luego nos abrazamos en el diván, observando la luz de la luna en el agua.

La única cosa que estaba mal es que no me besó de nuevo. No me miró con esos ojos llenos de necesidad. Era como si me estuviera sosteniendo a un brazo de distancia mientras estaba justo allí, conmigo. Antes, había sido coqueto y juguetón.

Luego de la llave, todo eso cambió. Él cambió.

Una vez que volvimos al apartamento, me dijo que me adelantara y usara el baño primero. Que se prepararía para la cama después de mí. No se vio superado por el deseo por mí, o me tomó en sus brazos una vez que estuvimos en la privacidad de mi apartamento. Fue amable y educado, pero eso era todo. Nada más.

Me puse uno de los nuevos pijamas que me dio. Este era blanco con detalles en plateado. También pensé que era el más sexy. Justo ahora, quería ver esa chispa y saber que no lo perdí cuando no acepté su llave.

¿Por qué no la acepté? Tomarla no significaba que fuera a usarla. No me la dio pensando que iba a mudarme al minuto en que la aceptara. Lo dijo. Era su manera de dejarme saber que la oferta estaba allí para que la aceptara cuando estuviera lista.

Necesitaba hablar con él.

Manejé mal todo el asunto.

Abrí la puerta del baño y caminé a la habitación.

—No, Cordelia. No estoy allí. Estoy fuera de la ciudad. Volveré el domingo, probablemente. Quizás antes. No estoy seguro.

Me quedé inmóvil fuera de la puerta. ¿Quién era Cordelia? Mi estómago se retorció, y mi corazón se hundió al oírlo decir que era posible que volviera a casa antes. Lo arruiné de verdad.

—No es mi culpa que las dejaras. Y no, no puedes entrar a mi casa mientras no‖estoy.‖La‖dejé‖cerrada…‖Cord,‖vamos.‖Para‖de‖jugar‖conmigo.‖No‖seas‖así.

Estaba molesto. Y la llamó Cord.

—Como dije, volveré a casa el domingo —espetó, y luego metió su teléfono en su bolsillo con un suspiro.

Me alejé de la puerta y respiré varias veces para calmarme. No significaba nada. Cordelia podía ser alguien con quien trabajaba o algún familiar. O simplemente una amiga.

—¿Quién era? —pregunté, mientras abría ampliamente la puerta. No era mi intención preguntar, pero necesitaba saber.

William volvió su atención del suelo a mí. Su mirada me devoró lentamente mientras abarcaba mis pijamas nuevos. Cuando finalmente llegó hasta mi rostro, sus ojos estaban encendidos con ese calor que extrañé más temprano. —De verdad me gusta la seda francesa —dijo, acercándose a mí.

Casi lloré de alivio.

Su mano se posó en mi cadera y luego se deslizó para a cunar mi trasero.

—No te gusta dormir en bragas, ¿o sí, nena?

—No. —Lo observé mientras sus ojos se volvían oscuros y cálidos.

—Seda cubriendo este trasero es más de lo que cualquier hombre puede soportar. Quiero besar mi peca. Y verla asomarse debajo del encaje. —Me giró—. Pon tus manos en el respaldo del sofá y resalta este dulce trasero para mí, sólo un poquito. Por favor, Maite —susurró mi nombre tan cerca de mi oído que su aliento le hizo cosquillas a mi piel.

Hice exactamente lo que me pidió, su gruñido de satisfacción hizo que valiera la pena.

Sus manos se deslizaron por mis caderas y muslos mientras se ponía de rodillas detrás de mí. Sus labios suaves y la barba áspera en su mandíbula rozaron la parte trasera de mis muslos. Dejó un camino de besos por cada uno hasta que encontró la peca que nunca había visto, pero que él parecía amar. El sonido satisfecho en su garganta mientras besaba ese lugar hizo que mis rodillas se debilitaran. Me aferré al sofá justo cuando su lengua lamía el punto debajo de mi trasero.

—Oh, Dios. —Me incliné para prepararme mejor, porque de otra manera iba a terminar en el suelo.

—Puedo olerte. Quiero extender estas piernas y besarte allí. Sólo yo, Maite. Estos somos tú y yo, nena. —Su voz estaba tensa, y sabía que me daba la opción. Por eso confiaba tanto en él. Siempre se preocupaba especialmente de no dar un paso de más o de impulsarme a hacer algo que no quisiera.

—Bien. —Esa era la única palabra que podía formar en el momento. Estaba esperando que extendiera mis piernas donde estaba parada, pero William se puso de pie y me tomó en sus brazos. Mi jadeo de sorpresa lo hizo sonreír mientras me llevaba a la habitación. —Mi chica pertenece a una cama —dijo suavemente, y me dejó dulcemente en mi cama deshecha—. Sigue mirándome. Durante todo el tiempo, quiero esos ojos aquí —me instruyó mientras señalaba sus propios ojos.

Asentí.

Acarició la parte interna de mis espinillas con cuidado adicional. Se me hacía difícil inhalar, y él jugaba con mis piernas. ¿Qué iba a suceder cuando en realidad pusiera su cabeza entre ellas?


Me corrí escuchándolo por teléfono diciéndome que quería hacer esto. Pero la realidad era aterradora. Tomé puñados de las sábanas y observé mientras la mano de William iba más allá de mis rodillas, abriendo mis piernas, dándole a mis muslos atención extra-especial.

—Ojos en los míos, Maite. —Su tono era ronco y profundo. Esto lo excitaba.

Volví mi mirada a la suya y me guiñó. —Así está mejor. Quiero esos bonitos ojos azules en los míos. Cuando te bese, no los cierres. Mantenlos en mí. ¿Está bien?

—Sí —respondí entre jadeos.

Las comisuras de sus labios se curvaron mientras bajaba su cabeza, manteniendo su mirada fija en la mía. —Abre más para mí —susurró, mientras presionaba un beso en mi rodilla.

Más. Oh, Dios.

Comencé a cerrar mis ojos, cuando un pequeño pellizco de sus dientes hizo que los abriera volando.

Me sonreía. —Ojos en mí —repitió—. Si los cierras de nuevo, te daré vuelta y morderé tu trasero. Y es algo que de verdad quiero hacer. Así que no me tientes.

¿Entonces iba a morderme si cerraba mis ojos? Oh, Dios.

William dejó besos por la parte interna de mis muslos. Sus párpados se cerraron hasta que tuvo esa mirada sexy que me hacía estremecerme. Yo hacía ligeros sonidos que ni siquiera reconocía. Pero ver la cabeza de William moverse hacia abajo causaba una explosión de sensaciones en mi cuerpo. Gruñó cuando su boca alcanzó su destino, y sus ojos destellaron con una mirada hambrienta justo antes de que sintiera su lengua rozar el lugar donde más palpitaba.

Cuando cerró sus labios alrededor de ese pequeño punto y chupó, sacudí mis caderas, incapaz de detenerme, y grité su nombre.

—Ojos, Maite. Mírame ahora, nena.

—No‖puedo…‖no‖pares‖—rogué.

Su lengua se deslizó sobre mí de nuevo y rodeó mi clítoris. —No quiero parar. Haré esto por siempre, si quieres, pero necesito que me mires. Obsérvame. Quiero que veas quién te está haciendo sentir bien. Que te quedes aquí conmigo. Obligué a mis ojos a abrirse, y su mirada se fijó en la mía inmediatamente. Amaba sus ojos.

—Ahí están esos ojos bonitos con los que sueño —murmuró, mientras continuaba utilizando su lengua para darme un tipo de placer que nunca imaginé que existía.

Con cada caricia de su lengua, sentía la presión construyéndose dentro de mí. La explosión estaba por llegar. Mis piernas temblaban, y mi visión comenzaba a desenfocarse. El nombre de William salía de mis labios una y otra vez, pero no podía detenerme.

—Eso es —me animó. Su susurro sexy sólo lo empeoró, mientras la calidez de su aliento cosquilleaba donde estuvo su lengua—. Dámelo. Déjame tenerlo. Termina en mi rostro.

Con esas palabras finales, me derrumbé.

41

William
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 2:14 pm

Había con certeza que no volvería a ver nada más hermoso en mi vida.

Levantando mi cabeza, presioné un beso en el interior de su muslo. Antes de que pudiera regresar por completo de su clímax, me recosté a su lado para poder meterla dentro de mis brazos y abrazarla. Nunca me dejó ni una vez. Sus ojos estuvieron llenos de deseo. Ni una vez vi miedo en ellos, y los había estado observando con detenimiento. Cuando le pedí que me dejara bajar a sus piernas, sabía que le pedía demasiado. Estaba preparado para detenerme en el momento en que entrara en pánico.

Pero ella se quedó conmigo. Ninguna oscuridad de su pasado vino a quitarnos eso. Cuando gritó mi nombre y se estremeció debajo de mí, en ese momento, me sentí como el rey del mundo.

Sus ojos parpadearon contra su mejilla mientras los abría y cerraba varias veces. No insistí en que los mantuviera abiertos cuando su orgasmo la golpeó. Ella había estado perdida en su propio placer, y la quería así. Disfruté la forma en que el placer recorrió su cuerpo y se la llevó por un momento.

Sosteniéndola con fuerza contra mí, presioné un beso en cada uno de sus párpados. Hizo un pequeño sonido que me recordó a un gatito. Fue casi un ronroneo.

—¿Qué me has hecho, Maite Ellis?

Echó su cabeza hacia atrás y me miró. —Creo que eres tú quien me ha hecho algo a mí —replicó, una sonrisa tímida pero satisfecha en sus labios.

Riéndome entre dientes, enterré mi rostro en su cabello e inhalé. —Dios, nena, no tienes ni idea. Me tienes a tu jodida merced. Y ni siquiera me importa.

Maite se me acercó y pasó su mano sobre mi cabeza, deslizando sus dedos en la cinta de cuero que usaba para amarrarme. Con un tirón, liberó mi cabello, luego envolvió mis mechones alrededor de sus dedos mientras jugaba con ellos, sin dejar de sonreír como si supiera el secreto de toda la felicidad.

—Me encanta tu cabello —suspiró.

—La próxima vez que besé tu dulce coño quiero tus manos en mi cabello — dije, cerrando mis ojos mientras ella comenzaba a masajear mi cuero cabelludo.

—Tengo miedo de perder el control y jalonearlo.

—Sería jodidamente caliente si lo haces.

La suave risa de ella me hizo sonreír.

Nos abrazamos en silencio durante varios minutos. Sus manos se quedaron en mi cabello, jugando con él y frotando mi cabeza. Nunca me había sentido tan feliz.

—Gracias por esta noche. Solo tuve una tarta de cumpleaños y una fiesta una vez en mi vida, que yo pueda recordar. Y terminó siendo un día que prefiero olvidar. Pero tú me diste una fiesta de cumpleaños de cuentos de hadas. Me sentí especial.

Su confesión envío una dolorosa punzada de dolor a través de mí. Mierda. Odiaba escuchar cómo esta hermosa mujer fue abusada e infeliz. Se merecía una vida de cuentos de hadas, pero en cambio vivió un infierno. Pasaría el resto de nuestras vidas asegurándome de que tuviera fiestas de cumpleaños solo aptas para una jodida reina. Cuando estuviéramos viejos y canosos, tendría tantos buenos recuerdos que no podría recordar uno malo. Pasaría el resto de mi vida borrando esa mierda.

—Mi mejor regalo fuiste tú —dijo, y presionó un beso en mi mandíbula.

Toda mi ira contra la injusticia de su vida se desvaneció. Ella se encontraba a salvo y en mis brazos. Era mía.
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