Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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Webnovela LevyRroni Twisted Perfection (+18)

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Nov 24, 2015 2:42 pm

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EsperanzaLR
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Webnovela LevyRroni Twisted Perfection  (+18) - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRroni Twisted Perfection (+18)

Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 11:55 am

—Ten —dijo William, caminando detrás de mí.



Me volví hacia él y estaba sosteniendo una copa de vino tinto. Lo acepté y esperé que mi falta de experiencia en el departamento de vino no fuese demasiado evidente en mi rostro cuando le di un sorbo. Estaba segura de que era caro, pero no sería capaz de notar la diferencia entre un vino barato o bueno. Apenas bebía.



—Gracias —me las arreglé para responder sin sonar tan insegura como me sentía.



—Ven, siéntate. Podemos ver la vista igual de bien desde aquí —dijo señalando dos tumbonas.



Me acerqué para dejarme caer en el espeso cojín acolchado y estiré las piernas.



William deslizó su tumbona más cerca de la mía con la pierna y luego se dejó caer sobre ella. Movió el brazo que nos separaba. Si me movía un centímetro nos rozaríamos. Era tentador.



—No te pregunté si te gustaba el vino tinto —dijo.



Probablemente estaba notando mis pequeños sorbos. Me estaba fijando en que sí me gustaba. No estaba segura de cómo me afectaría, sin embargo. —No estaba segura de sí me gustaba o no. Realmente no lo he bebido mucho en el pasado. Pero este es bueno.



Él sonrió y bebió un trago. Realmente no debería mirarle, pero los músculos de su garganta se movían al tragar y era fascinante. William dejó la copa sobre la mesa en el otro lado de la silla pero no me quitó los ojos de encima. —Había planeado ser bueno esta noche. Pero no puedo. No si me miras así —dijo William mientras tomaba la copa de mi mano y la ponía al lado de la suya—. Creo que voy a estar bien si puedo hacer esto. Sólo una pequeña probada. Ha pasado mucho tiempo y parece que no puedo pensar en otra cosa salvo en lo mucho que deseo besarte. —Rozó mis labios con su dedo—. Y las muchas partes de ti que quiero tocar —dijo, deslizando una de sus manos alrededor de mi cintura. Entonces la deslizó aún más abajo, hasta que estuvo ahuecando mi trasero—. Demonios, nena, no llevas nada de ropa interior bajo esos pantalones cortos.



El recordatorio de la delgada tela siendo la única barrera allí para absorber la humedad que sus palabras causaban me preocupó. No quería una mancha de humedad en mis pantalones cortos. Eso sería humillante. —Ven aquí —ordenó, pasándome la mano por la cintura y subiéndome a su regazo. No quería estar a horcajadas. ¿Qué si ya estaba mojada ahí abajo? Su mano se cerró sobre mi muslo y me estremecí, incapaz de impedir que moviera mi pierna por encima de su regazo, hasta que mi entrepierna se cernió sobre él. Iba a arruinar estos pantalones.



Las manos de William se metieron en mi pelo y tiró de mi cabeza hasta que sus labios cubrieron los míos. En el momento en que su lengua se metió en mi boca y se movió contra la mía, dejó de importarme el posible fiasco en mis pantalones, al que tendría que hacer frente más tarde. Sólo quería más de él. Me sostuvo la cara con una mano y luego pasó la pun***ta de su talentosa lengua sobre la parte superior de mi boca, haciendo que me hundiera en él. La dura cresta de su erección presionó firmemente contra el dolor ardiente que estaba vivo y listo. Sabía lo bien que se sentía William dentro de mí y mi cuerpo estaba gritando por más.



—Tan dulce —murmuró contra mis labios. Entonces su atenta boca comenzó a burlarse de mi mandíbula hasta que dejó que se abriera contra mi cuello. El calor de su aliento hizo que mis pezones palpitaran. William movió su mano entre mis piernas hasta que encontró la evidencia de mi excitación—. Ya estás mojada —dijo contra mi cuello y luego lamió la piel de allí suavemente—. ¿Sabes lo increíblemente sexy que es que tus pantalones cortos estén mojados? —No respondí. No podía. Estaba conteniendo la respiración, a la espera—. No creo que lo sepas —dijo sin dejar de besar mi cuello—.Maite, esta noche no se iba a tratar de sexo —dijo, mirándome a través de sus pestañas. Su boca estaba tan cerca de mi escote que quería meter mi pecho en su cara y rogar—. Sólo quería una probada. El problema es que se me olvidó tu embriagador aroma.



Quiero estar dentro de ti, nena. Aquí mismo. Quiero arrancar esos pantalones de tu cuerpo y deslizarme dentro de ti. —Estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa si él me tocaba un poco más. Un pequeño gemido se me escapó y ni siquiera me importó que le estuviese mostrando lo débil y necesitada que estaba—. ¿Estás sufriendo? —preguntó mientras se estiraba y tiraba de la parte delantera de mi camisa hacia abajo, para luego hacer lo mismo con el sujetador, hasta que ambos pechos estuvieron libres—. Soy un hombre de pechos y los tuyos son un jodido paraíso. Tan redondos y suaves. —Le dio un beso a uno de mis apretados pezones y luego sacó la lengua y la pasó lentamente a lo largo de la pun***ta—. Pequeñas y redondas cerezas. Hechas para ser chupadas —susurró antes de abrir la boca y hacer precisamente eso. No podía dejar de agarrar su cabeza desesperadamente y sostenerlo ahí. No quería que se detuviera. Podía sentir todo el camino hacia abajo, entre mis piernas. Cada tirón de mi pezón traía deliciosas oleadas de placer a través de mí. La mano de William se deslizó hacia la parte delantera de mis pantalones y levanté las caderas para darle mejor acceso. Cubrió mi suave montículo y gimió cuando sus dedos encontraron mi resbaladizo calor. Estaba empapada, y en cualquier otro momento me habría preocupado. Ahora sólo necesitaba más.



Dos de sus dedos encontraron mi hinchado clítoris y comenzó a frotarlo con un ritmo constante que coincidía con la forma de chupar de su boca sobre mi pezón. Echó la cabeza hacia atrás y pasó de un pecho al otro. Era lo máximo que dejaría que alejara la cabeza.



La magia que sólo William parecía capaz de causar comenzó a construirse y separé más mis muslos. Pellizcó mi clítoris al mismo tiempo que mordía mi pezón, y la dicha que había estado esperando estalló a mi alrededor. Tiré de su pelo y grité su nombre mientras todo mi cuerpo se estremecía por el violento orgasmo. —Ah, Dios —jadeó con voz entrecortada y envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo para sostenerme contra su pecho. Me desplomé contra él. La respiración de William era tan pesada como la mía y solté las manos, que todavía tenía llenas de su cabello.



—Lo siento —me las arreglé para soltar.



—¿Por qué? —preguntó él con la boca apretada contra mi cuello.



—Por tirarte del pelo.



Una suave risa vibró en su cuerpo y lamió la tierna carne que había mordisqueado antes. —No lo sientas. Eso fue ardiente. Tan jodidamente caliente. Cada vez que desees tirar de mi pelo mientras estás gritando mi nombre, hazlo.



Sentí su erección debajo de mí y mi complacido cuerpo palpitante saltó en respuesta. No habíamos terminado. Eso había sido un aperitivo. Sacudí las caderas contra él, saboreando el placentero dolor que creaba. Las manos de William detuvieron mis movimientos y me mantuvieron quieta. —No.



Me quedé helada. ¿Estaba lastimándolo?



Contuvo el aliento y luego me levantó y me bajó de su cuerpo. Tal vez había sido demasiado ruidosa y nos iba a llevar al interior. —Tengo mucho trabajo que hacer.

Debería llevarte a casa.



¿Qué? ¿A casa? ¿Eh? Me quedé sentada mientras él se levantaba y se ajustaba a sí mismo antes de agarrar nuestras copas de vino. No me había movido para seguirlo. Todavía estaba procesando lo que estaba sucediendo.



Bajó la mirada hacia mí y lo que parecía una mueca de dolor cruzó su rostro. Antes de que pudiera preguntarle qué le pasaba, bajó las copas y se agachó para acomodar mi sujetador y mi camisa en su lugar. Luego tomó mi mano y me levantó. —Tengo que llevarte de regreso. —Fue todo lo que dijo antes de volver a tomar las copas de vino y entrar.



Como en piloto automático, le seguí. Puso ambas copas en su bar y luego agarró las llaves. Me miró, sonrió y asintió hacia la puerta.



Realmente nos estábamos yendo. De acuerdo. Mi estómago se sentía enfermo. Había hecho algo mal. ¿Había visto lo mucho que ansiaba su toque? ¿Eso le asustaba? Me asustaba a mí lo desesperadamente deseosa que estaba por su toque. Me asustaba que me hiciera sentir consuelo en una forma en la que nadie más había sido capaz de lograr. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para que estuviera cerca de mí por más tiempo. Volver al condominio solo significaba una noche más con los sueños de los que quería escapar. Recuerdos que me controlaban. Quería lo que William podía darme. Pero no lo conseguiría. Él se estaba deshaciendo de mí.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 11:57 am

25

William

Una vez que la tuve a salvo en la camioneta, tuve que planear una explicación. La confusión en sus grandes ojos azules había sido obvia. Pero cada vez que lo intentaba, no podía pensar en una forma de decirlo sin asustarla.



Yo también estaba asustado de que pudiera discutir conmigo, y todo lo que me iba a tomar venirme abajo era una pequeña mirada suplicante de ella. Mi polla todavía palpitaba dolorosamente, y el hecho de que supiera que no llevaba unas malditas bragas y estaba empapada por ese orgasmo que le había dado solamente me ponía más duro.



Lanzarla a mi cama y follarla hasta que la tuviera gritando mi nombre otra vez y diciéndome que ese pequeño co***ño suyo era mío había sido la única cosa en la que podía pensar mientras la tocaba.



Pero entonces se había corrido en mi regazo y sabía que era el momento de demostrar, tanto a mí como a ella, que era capaz de ser desinteresado. Esta noche había sido sobre ella. No lo que ella podía hacer por mí, sino solo sobre su placer. No quería que esta relación estuviera construida sobre el sexo. Había más allí con Maite. Me gustaba estar a su alrededor. Quería protegerla. Me tenía tan atado que no podía pensar claramente.



Llevarla de regreso al apartamento de mier***da de Tripp iba a matarme. No quería que durmiera allí con él en la habitación de al lado, pero tampoco podía trasladarla a mi casa. Esto estaba moviéndose demasiado deprisa, y una chica como Maite saldría corriendo. No quería que ella huyera. Perseguiría su trasero en caso de que lo intentara, pero no quería que lo intentara. Quería que se quedara porque quería quedarse conmigo.



Ser el tipo de hombre con el que una chica se quedaría era más difícil de lo que pensaba. —¿Hice algo mal? —preguntó Maite, interrumpiendo mis pensamientos. Ya estaba deteniéndome en el apartamento de Tripp. Había estado tan desgarrado sobre qué decirle, que no había dicho nada. Mier***da. Estaba preocupada. Aparqué la camioneta y la miré. El ceño en su frente me preocupó. No era mi intención hacerla fruncir el ceño.



Extendí la mano y alisé la piel fruncida con mi pulgar. —No, en absoluto. Estuviste perfecta.



Su ceño no desapareció. No se lo creía. Debería haberle explicado esto. Simplemente no podía encontrar las palabras correctas. —Está bien. Si estás seguro —dijo lentamente y extendió la mano hacia la manija de la puerta.



—Espera, lo tengo. Te acompañaré hasta la puerta —dije, abriendo mi puerta de un tirón y rodeando la camioneta para abrir su puerta. Todavía me miraba frunciendo el ceño, con una mirada de confusión en su rostro. Era adorable. Tomé sus manos y la ayudé a bajar. Mis ojos se centraron en la mancha de humedad que era muy visible en la entrepierna de sus pantalones cortos. Mirando alrededor, busqué la Harley de Tripp y la encontré estacionada junto al coche de Maite. Infiernos, no. Él no iba a ver esto. La evidencia de su co***ño mojado era solo para mis ojos. Metiendo la mano en la camioneta agarré una sudadera del asiento trasero.



—Ponte esto —dije, pasándola por encima de su cabeza antes de que pudiera protestar o siquiera preguntar.



Metió los brazos por las mangas obedientemente y cayó hasta la mitad de sus muslos. Cubriéndola completamente y a sus pantalones cortos. Dejé escapar un suspiro de alivio.—¿Por qué llevo tu sudadera? —preguntó, estudiándome como si pensara que podría haberme vuelto loco.



Deslicé la mano alrededor de su cintura y la acerqué más a mí, luego bajé la cabeza hasta que mi boca estaba junto a su oído. —Es la casa de Tripp, y ese pequeño y dulce punto húmedo en tus pantalones cortos no son para los ojos de nadie excepto para los míos. Cuando entres, cámbiate en algo suelto y holgado. Y por lo más sagrado, por favor, ponte bragas y un sujetador.



Della asintió. La dejé ir y dio un paso atrás. Olía demasiado bien. Verla empequeñecida por mi sudadera no estaba ayudando. Estaba empeorando mi polla hinchada. —Ve dentro. Tengo que quedarme aquí. Si voy hasta la puerta no seré capaz de marcharme.



Metió las manos en los bolsillos delanteros de la sudadera. —Está bien. Te, uh, te veré mañana, entonces —tartamudeó, luego se dio la vuelta y caminó hacia el apartamento. Esperé hasta que estuvo a salvo en el interior antes de volver a mi camioneta y marcharme. Debería haberla acompañado a la puerta, pero sabía que verla en el apartamento de Tripp sacaría al hombre de las cavernas que había dentro de mí incluso más y la seguiría al interior y nos encerraría en su habitación. Esta había sido la única manera de dejarla ir.



Ya era hora de que tratara con mi padre.

***

Mi madre me recibió en la puerta con el ceño fruncido. No preguntó cómo estaba ni intentó mantener una pequeña charla. Solo señaló hacia la sala y dijo—: Tu padre está en su oficina. —Luego se alejó sin otra palabra.



La mayoría de mi vida, mi madre solo era cariñosa si yo estaba haciendo exactamente lo que ella quería de mí. Siempre que fallaba o la disgustaba, me permitía saber cómo se sentía exactamente respecto a mí. Debería haberlo superado ya. Era un hombre de veinticuatro años. Buscar la aprobación de mi madre era una cosa de mi pasado. Sin embargo, su amor con condiciones era difícil de tragar a veces.



Llamé a la puerta de la oficina de mi padre y luego la abrí. No tenía sentido esperar a que me dijera que entrara. Estaba enfadado conmigo, de cualquier modo. Se encontraba sentado en su escritorio con el teléfono en la oreja cuando entré. Sus ojos me miraron con desaprobación a través de las gafas que solo llevaba cuando leía.



—Por supuesto. Estoy de acuerdo. William acaba de entrar en mi oficina. Hablaré con él y te diré a dónde vamos desde aquí —dijo en el teléfono antes de colgar e inclinarse hacia atrás en su silla para estudiarme con una mirada de desprecio.



La amargura de saber que mi abuelo le había dado el título de vicepresidente y lo trasladó a la gran oficina el año en que se graduó de la universidad estaba siempre allí. Actuaba como si tuviera mucho que demostrarle, cuando había trabajado en ese club más de lo que él lo había hecho.Se había ensuciado las manos o tratado con empleados. Sin embargo, esperaba que yo pagara mis cuotas.



—Espero que estés aquí para explicarme por qué tirarías todo en lo que hemos trabajado porque crees que vas a ser infeliz. Eso es mentira, hijo. Ningún hombre de sangre roja sería infeliz con una mujer como Angelina Greystone.



No había trabajado por nada. No iba a decirme con quién tenía que casarme. Apreté los dientes y contuve las maldiciones e insultos. No me facilitarían las cosas ahora.—No la amo. Ni siquiera me gusta mucho. No podría pasar por ello. Lo siento, pero por mucho que desee el empleo con el que me crie pensando que sería mío, no arruinaré mi vida y la de ella.

Mi padre se inclinó sobre sus codos, que descansaban sobre el escritorio. — El amor no hace un buen matrimonio. No es para siempre. Te deja. Cuando la realidad se establece y la realidad se pone difícil, el amor te abandona y te quedas sin nada. Te casas con alguien que quiere las mismas cosas que tú. Que no está esperando amor sino éxito. Angelina entiende esto. Tú no.



Cuando mi abuela estuvo enferma, fui a visitar a mis abuelos cada vez que pude. Un día me había sentado en el porche con mi abuelo mientras veíamos a mi abuela pintar uno de sus muchos cuadros. El amor y el afecto en su rostro eran inconfundibles. Se había girado hacia mí ese día y me había dicho—: No te pierdas el amor con una buena mujer, hijo. No importa lo que te diga tu viejo, el amor es real. Yo nunca habría tenido éxito en mi vida sin esa mujer de ahí. Ella ha sido mi columna vertebral. Ha sido mi razón para todo lo que he hecho. Un día tu deseo de hacerte un nombre por ti mismo comenzará a alejarse. Ya no será tan importante. Pero cuando estás haciéndolo por alguien más, alguien por quien moverías cielo y tierra, entonces nunca perderás el deseo de tener éxito. No puedo imaginar este mundo sin ella en él. Ni siquiera quiero.



No había pensado en esas palabras otra vez hasta ahora. El hombre que había levantado a mi padre era similar a él de muchas maneras. Pero había una diferencia. Mi padre lo hacía todo por él mismo. Su deseo de triunfar era egoísta. No había amor en su trabajo. Mi abuelo había construido este negocio por amor a la mujer con la que se casó. Lo había visto con mis propios ojos. No quería ser mi padre. Quería ser mi abuelo.—Tenemos que estar en desacuerdo —dije finalmente, sabiendo que la mención de sus padres solo le enfurecería. Él siempre pensó que mi abuelo tomó malas decisiones, incluso aunque era el hombre que construyó este club.



Mi padre sonrió y negó con la cabeza. —No, hijo, no lo hacemos, porque estoy a cargo aquí. Si eliges no hacer lo que es mejor para este club y para tu futuro, entonces no estás listo para hacerte cargo de nada. No puedo ascenderte si no puedo confiar en que tomes decisiones inteligentes. Tu trabajo en el club está a salvo por ahora, pero eso no significa que no venga alguien en quien pueda confiar más para hacer tu trabajo.



No solo no iba a darme la posición por la que había trabajado tan duro, sino que estaba amenazando la posición que tenía actualmente. Quería decirle que le jodieran y marcharme. Antes de que esto acabara, podría terminar haciendo precisamente eso. Sin embargo, por respeto al hombre que había construido esto con el deseo de cedérselo a cada generación del nombre Kerrington, me quedaría. A ese hombre le respetaba. Al que estaba frente a mí no le respetaba. Si me presionaba demasiado, me iría. Me preguntaba si me echaría siquiera de menos entonces.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 11:59 am

26

Maite

Me puse un chándal y una camiseta antes de regresar al salón y hablar con Tripp. Prefería quedarme en esta habitación y pensar en todo. Seguía intentando averiguar qué ocurrió y qué hice mal con William. Me daba todo tipo de señales mixtas. O bien estaba disgustado por mi culpa y había decidido no acostarse conmigo o estaba dispuesto a deshacerse de mí. No lo sabía. Pero entonces me hizo usar su camiseta y me dijo que me pusiera ropa más holgada. No estaba segura de qué pensar sobre eso.



Tan pronto como tuve ese orgasmo en su regazo había hecho lo imposible por alejarme de él. De camino aquí me convencí de que grité demasiado fuerte y lo lastimé tirando de su cabello como una mujer loca. Entonces quizás se sentía tan avergonzado como yo por la mancha de humedad en mis pantalones y era por eso que quería que me cambiara. No quería que Tripp me viera y supiera que él fue la causa de eso. Alcancé su sudadera y me la puse. Olía a William. Me gustó eso. Había querido oler más de él esta noche. El rechazo que estuve esperando evitar se estaba asentando.



Podía hablar con Tripp. No le diría exactamente qué ocurrió pero podía obtener su opinión de chico sobre las cosas.



Los ojos de Tripp se alzaron del libro que leía y me sonrió. —Con ropa de Kerrington ya. Mier***da, el hombre se mueve rápido —bromeó.



Suspiré y me dejé caer en el sofá frente a la silla en la que se encontraba sentado. —No es lo que parece. Confía en mí. —La deflación en mi voz fue un poco más obvia de lo que pretendía.



—Oh-oh. ¿Qué ocurre? —preguntó Tripp, dejando su libro en la mesilla junto a él e irguiéndose en el asiento.



Pensé cuidadosamente en mis palabras. No quería contarle demasiado, pero quería su opinión. —William cortó las cosas con Angelina y fuimos a hablar de ello —comencé. Tripp asintió. Ya sabía mucho, pero aún seguía debatiéndome sobre qué decirle—. Almorzamos juntos y me explicó que no era feliz con ella. No quería que le dijeran con quién casarse. Luego volvimos a su casa. Quería mostrármela y me encantó. —Me detuve y me mordí el labio un momento para pensar en mis próximas palabras.



—Nunca lleva chicas a su casa. Era de sus abuelos, así que es su límite de espacio. Solo he estado ahí un puñado de veces.



Eso captó mi atención. —Los cuadros de su abuela siguen por todas las paredes. Son preciosos.



Las cejas de Tripp se dispararon. —¿Te contó sobre ella?



Asentí y Tripp cruzó las manos sobre su pecho mientras sonreía. — Maldición, chica, ¿qué le has hecho a Kerrington?



Bueno, eso era lo que me preguntaba también. —Creo que pudo haber decidido que llevarme allí fue un error. Yo… nosotros… las cosas se calentaron un poco en el porche y luego se detuvo y me trajo de vuelta. Dijo que tenía cosas que hacer. Solo así. Sin otra explicación. Fue raro.



Tripp frunció el ceño y se quedó en silencio por un momento. —Ustedes han tenido, uh, tenido sexo antes, ¿no? Es lo que tengo entendido.



Asentí. —Y hoy no ocurrió —continuó.



—No, estaba realmente preparado para deshacerse de mí.



Tripp se frotó la barbilla y luego sacudió la cabeza. —No sé qué diablos pasa. Eso no suena como el tipo que conozco. —Se inclinó, descansando los codos sobre las rodillas—. ¿Estás bien? ¿Te molestó?



Me sentía confundida y un poco herida, pero estaba bien. Sonreí. —Estoy bien. Simplemente no estoy segura de lo que ocurrió. Sigo pensando que hice algo mal.



Tripp extendió la mano y tiró de la manga de la sudadera de William. — ¿Cuándo conseguiste esto?



No había forma de que le dijera el por qué Woods me hizo ponérmela. Eso era demasiado vergonzoso. —Um, cuando me trajo aquí. Me la dio antes de obligarme a entrar.



Tripp tenía una pequeña sonrisa en sus labios. —¿Vio mi moto?



Asentí. —¿Qué dijo cuándo te la dio?



—Um, dijo que entrara y me pusiera ropa holgada.



Tripp se echó a reír y se recostó en su asiento. Una vez terminó se fijó en mis pantalones de chándal y luego me miró. —Hiciste lo que te dijo.



Asentí de nuevo. —Le gustas. Puede que esté un poco asustado y haciendo cosas estúpidas, pero le gustas. La ropa holgada es porque no quiere que te mire y me imagine cosas. Kerrington se ha vuelto posesivo. Nunca lo había visto antes, pero es divertido como el infierno. Creo que le enviaré un mensaje diciéndole que vamos a nadar y ver lo rápido que trae su celoso cu***lo hasta aquí.



—¡No, no lo hagas! Creo que iba a enfrentar a su padre.



Tripp sonrió. —Bromeaba. Es gracioso.



Se quedó en silencio y yo odiaba el silencio incómodo. Sin embargo, me sentí aliviada de que pensara que William actuaba raro porque se sentía posesivo conmigo. Quizás era malo querer eso, pero me hizo sentir hormigueante y cálida. —Supongo que debería planear un viaje solo cuando me vaya fuera.



No lo sabía con certeza todavía. —Eso depende de cuándo te marchas y de si William está realmente interesado en algo más conmigo. Si esto es solo una aventura para él entonces puede que esté lista para huir muy pronto.

***

Anoche me desperté gritando con Tripp sosteniéndome de nuevo. Estaba jodiendo mi sueño y el suyo. No lo culparía si decidía marcharse pronto solo para poder dormir sin las interrupciones nocturnas. Mis ojos se sentían hinchados por el llanto añadido de esta vez. A veces los gritos se mezclaban con los sollozos. Esta noche había sido una de esas noches. Me pasé una hora en el baño intentando cubrir la hinchazón con maquillaje. No sabía si ayudaría.



—Chica, tengo a ocho mujeres que vinieron aquí solicitándome, si no tomaría la mesa seis por ti —dijo Jimmy con los ojos abiertos mientras entraba en la cocina.



—¿Qué pasa con la seis? —pregunté, atando el delantal.



—No sé cuánto sabes, pero William cortó con esa molesta heredera Greystone. Mi conjetura es que su papá está enojado. De todos modos, la heredera, su tensa madre y la señora Kerrington están sentadas en la seis. No puede salir nada bueno de esa reunión.



Oh, no. No quería lidiar con esas tres. Pero no tenía opción. Éramos sólo Jimmy y yo para el turno del desayuno. Tendríamos más ayuda para el turno del almuerzo. —Te asusté. Mier***da. Lo siento. Es bueno. Tú no las molestaste, William lo hizo. Simplemente sírveles la comida y todo debería estar bien.



Tenía razón. Ni siquiera sabían que existía. Además, no estaba segura de lo que ocurría con William. Ayer me confundió por completo. —Puedo hacerlo —le aseguré a Jimmy, tomando la bandeja de aguas para la mesa cuatro.



Cuando tuve la mesa servida y las órdenes tomadas me dirigí a la mesa seis. Las tres mujeres parecían estar en una profunda conversación. Estuve a punto de pasarlas y darles unos cuantos minutos más antes de interrumpirlas. Pero eso podría molestarlas y no quería añadirme a este drama. —Buenos días —dije más en un chillido que un saludo. Fantástico. La señora Kerrington me disparó una mirada molesta. Nunca la había conocido, pero la reconocí por esos oscuros ojos marrones que me miraban. No había duda de que era la madre de William.



—Agua con gas.



—Agua con gas marca Evian con hielo —dijo Angelina.



—Lo mismo —dijo sin mirarme la tercera mujer, que tenía que ser su madre.



Me dirigí rápidamente hacia la cocina y respiré profundamente. Eran igual que el resto de clientes. No había razones para entrar en pánico. Preparé sus bebidas y regresé para servirlas.—Sólo necesita tiempo. Nunca le gustó que le dijeran qué hacer. No es por ti, querida. Es un hombre y es tan impredecible como todos. El chico quiere plantar su semilla salvaje. —La madre de William se encontraba estirada sobre la mesa acariciando la mano de Angelina mientras lo decía.



—No creo que sea eso. Realmente no le gusto. Dijo que seríamos miserables juntos. Y quizás tenga razón. Quiero cosas que él no. Obviamente.



La señora Kerrington suspiró. —Sí. Bueno, su padre está muy decepcionado con él. Esperábamos que pensara en algo más que en sí mismo esta vez. Pero es un niño mimado. Siempre se ha salido con la suya. Es mi culpa, por supuesto. Debería haberle dicho que no más a menudo.



Deposité el agua enfrente de ellas e intenté ser lo más invisible posible. —Traiga una bandeja de fruta, por favor, y asegúrese de que el kiwi esté incluido.



Asentí una vez antes de marcharme. Quería escuchar más, pero entonces sería mejor que no lo hiciera. Quería discutir con ellas. William no era egoísta. No era algún chico teniendo una rabieta. Era un hombre adulto cansado de ser controlado y manipulado. ¿Y quién creía Angelina que era? Quería cosas diferentes, obviamente. Como si fuera tan noble. Zorra.



Di un portazo y dejé escapar un gruñido agravado. —Vaya, dulce. Te ves lista para desgarrar a alguien —dijo Jimmy mientras pedía la orden de su bandeja.



—La madre de William es exasperante. Y esa… esa, ugh… Dios, me alegra que no se vaya a casar con esa mujer. Es simplemente… Quiero abofetearla.



Jimmy empezó a reírse cuando la puerta detrás de mí se cerró y sus ojos se agrandaron. Casi tenía miedo de darme la vuelta. —Tengo que darte la razón en ambas afirmaciones. —La sexy voz de William era divertida. Me giré y lo observé completamente. Su oscuro cabello estaba peinado de forma desordenada y sus vaqueros abrazaban perfectamente sus caderas. La blanca camisa Oxford que llevaba sólo hacía que su tez aceitunada destacara incluso más.



—Lo siento —me las arreglé para decir mientras mi ritmo cardíaco se aceleraba. Me quedé mirando su mano y pensando en cómo se sintió cuando la deslizó bajo mis pantalones cortos ayer.



—No lo hagas. Dije que concordaba contigo. —Alcé los ojos para encontrarme con los suyos. Pensaba que era divertido que no me gustara su madre o su ex novia. Podía verlo en sus ojos.



—Buenos días —dijo, y echó un vistazo detrás de mí hacia el personal de cocina, que sabía que eran más un público atento de lo que parecían.



—Buenos días —contesté.



—Les llevaré su fruta —dijo, acercándose para tomarla. Ni siquiera la había pedido todavía.



—Esa no puede ser de ellas; no la he pedido —dije cuando se volvía hacia la puerta con la fruta que incluía el kiwi.



—Es de ellas. Mi madre raramente ordena otra cosa para el desayuno. Esta gente lo sabe.

Luego salió por la puerta. —La orden para la mesa cuatro está lista —gritó Harold desde los fogones. Fui y conseguí la comida.



Intenté no mirar por encima hacia la mesa en la que sabía que William estaba con Angelina. Podía escucharlo hablar, y por el rabillo del ojo pude ver que se había sentado con ellas. Mi estómago se anudó con el pensamiento.



Me las arreglé para copiar correctamente las órdenes de los clientes de la cuatro. Luego me costó toda mi fuerza de voluntad no regresar corriendo a la cocina para esconderme de ver esto. Pero a pesar de que William les había llevado la comida, yo era la camarera. Necesitaba asegurarme de que no necesitaban nada. Especialmente desde que William se sentó con ellas. —¿Puedo traerles algo más? —le pregunté a su madre directamente. Él se había sentado junto a Angelina y no podía mirarlos.



—Más agua con gas, pero esta vez sin tanto hielo, y añádele algunas frambuesas. —Su tono era molesto y no sabía si era debido a William o a mi servicio.



Asentí y volví a la cocina.



Jimmy me esperaba con las manos en las caderas. —¿Qué diablos fue todo eso? —preguntó.



No estaba segura de a qué se refería. —¿El qué? —pregunté confusa.



Jimmy ondeó la mano hacia la puerta y de nuevo a mí. —¿La loca mier***da que vi pasando entre tú y el jefe? Por favor, no me digas que eres la razón por la que William se ha rebelado contra sus padres. Esto no terminará bien —dijo entre dientes, recogiendo su bandeja.



Ya no estaba segura de lo que era. Negué. —No lo creo. —Esa era la mejor respuesta que tenía.



—¿No lo crees? —preguntó con una mirada incrédula en su cara—. De verdad, chica, si fueras la razón, lo sabrías. No estoy seguro de qué pensar sobre todo esto o de ti, pero te avisaré: es un Kerrington. Ten cuidado.



Jimmy caminó por la cocina y le observé alejarse. Actuaba como si ser un Kerrington fuera una cosa mala. Nada sobre William que hubiera visto era malo.



Preparé el agua con gas con menos hielo y frambuesas frescas y luego se la llevé a la madre de William. Me negué a mirarlo.



Su conversación cesó cuando me acerqué, y el silencio en la mesa era incómodo. No me quedé por allí. Fui a tomar los pedidos de bebidas de los que acababan de sentarse en la mesa uno y me centré en atender a mis otros clientes.



Cuando regresé al comedor diez minutos más tarde, William se encontraba de pie y yéndose con la mujer. Odiaba que me molestara. ¿A esto se refería Jimmy? Él nunca dejaría de ser una parte de ellos. Eventualmente volvería a ella.



Me las arreglé para terminar mi turno, y una vez que mi delantal fue arrojado al cesto de la ropa sucia estuve lista para salir de aquí. —El señor Kerrington llamó y pidió que lo vieras en su oficina antes de que te vayas, Maite —dijo Juan desde la parte trasera.



Oh, mier**+da. —Gracias —respondí y me dirigí hacia la oficina de William. ¿Lo había arruinado con su mamá? Odiaba este sentimiento. Odiaba querer complacerlo y ni siquiera estar segura de si lo hacía. Y odiaba que se hubiera ido con ella. ¿A dónde fueron? ¿La besó? ¿Se disculpó? ¿Se volvió a comprometer? ¿Me diría que decidió que lo que sucedió ayer fue un error? Tal vez se había ido por la respuesta que le di en el porche y mi incapacidad para controlarme.



Golpeé la puerta y esperé. Esperaba que no estuviera aquí y pudiera irme antes, entonces la puerta se abrió y William se estiró, tirándome al interior antes de cerrarla de golpe y bloquearla detrás de él con un ligero clic.



Entonces estaba sobre mí. Sus manos apretadas firmemente en mi cintura y mordiendo hambrientamente mi labio inferior. No había nada de dulzura en su lengua mientras invadía mi boca.



Se estiró hacia abajo, agarrando mi pierna y levantándola para envolverla alrededor de su cintura, luego ahuecó mi trasero y continuó asaltando mi boca con deliciosos golpes de su lengua.



Envolví los brazos alrededor de su cuello y me aferré a él. Esto no era lo que había esperado, pero me sentía tan perdida en el placer que no me importaba. —¿Cambiaste esos pantalones cortos por unos holgados ayer? —preguntó William mientras su boca viajaba hacia mi cuello.



—Sí —respondí sin aliento.



—¿Tripp no vio ese húmedo y dulce lugar? —Sus obscenas palabras hicieron que lloriqueara y me contoneará más cerca de él.



—No, utilicé tu sudadera y un par de pantalones de chándal el resto del día —le aseguré.



—Bien —gruñó, y envolvió sus brazos alrededor de mi espalda, llevándome hacia su escritorio y sentándome en él—. Necesito probarlo. Ahora.



Antes de que pudiera entender lo que decía, levantó mi falda, agarró mis bragas y las tiró lo suficientemente fuerte como para que el sonido de la tela al ser rasgada me asustara. Sacó las rasgadas bragas de mi cuerpo y las lanzó al suelo. Luego tomó mis pies, flexionando mis rodillas, y los empujó contra el borde del escritorio, dejándome completamente abierta. Estaba jadeando con anticipación mientras caía sobre sus rodillas y comenzaba a mordisquear la cima de mis muslos. No podía evitar retorcerme mientras respiraba entrecortadamente.



Finalmente, su lengua se movió sobre mi húmedo centro y habría saltado si no fuera porque sus manos se encontraban sujetando mis caderas. Comenzó a empujar su lengua dentro y fuera de mí, haciendo que me apretara codiciosamente contra él con cada entrada, como si pudiera mantenerlo allí siempre. —Había olvidado cuán maravilloso sabías —murmuró contra mi clítoris antes de empujarlo en su boca y chuparlo.



—Oh, Dios, William. Oh, Dios —gemí.



Mis caderas comenzaron a retorcerse involuntariamente. No podía controlarme a mí misma. Su boca se movió por el interior de mi muslo y dejé caer mi cabeza con frustración. El latido entre mis piernas era casi doloroso. —William, por favor —supliqué.



Alzó la cabeza y la mirada en su rostro me dijo que estaba tan encendido como yo. Me encantaba que probarme le hiciera eso.—¿Te vas a correr en mi boca? —preguntó, sacando su lengua y moviéndola sobre mi entrada, por mi hinchado clítoris.



—Lo necesito —jadeé.



—¿Este lindo y pequeño coñito necesita correrse? —preguntó, dándome una larga lamida con su lengua. Me retorcí y lloriqueé.

—No puedo decir que no a eso. Es demasiado malditamente dulce —dijo roncamente mientras se estiraba y cubría mi boca con su mano antes de empujar mi clítoris en su boca y meter dos dedos en mi húmeda entrada. Estos bombearon en mi interior mientras su lengua golpeaba mi clítoris y lo chupaba. Mi grito fue silenciado por su mano. No se detuvo hasta que mi tembloroso cuerpo no pudo soportar más atención en mi sensible carne, y lo empujé lo suficiente hacia arriba como para ponerlo sobre mí, así podía envolverme a su alrededor. Me las arreglé para no tirar de su cabello, pero grité y lamí su mano. ¿Terminé demasiado fuerte?



—Trataba de hacer esto sólo para ti. Intentando mostrarte que eres especial, pero joder, nena, quiero estar dentro de ti. Creo que estoy a punto de explotar — dijo William contra mi hombro.



¿Qué? ¿Estaba tratando de hacerme sentir especial? ¿Es por eso que me dejó así ayer? No lo pensé demasiado. Ya me encontraba lista para más. Mis temblores se habían calmado. Desabroché sus vaqueros y los tiré hacia abajo junto con sus bóxers rápidamente. —Por favor, ahora. Te necesito dentro de mí —supliqué. Quería esa proximidad.



Gimió y alcanzó el bolsillo de sus pantalones, sacando un condón. Sus ojos encontraron los míos y sonrió. —Lo puse allí antes de llamarte. No era mi intención, pero también sabía que no podría ser capaz de detenerme.



Me sentía tan aliviada de que tuviera uno que no me importó.



Lo deslizó en su dura longitud y luego abrió mis piernas, mirándome. Sabía que temblaba. —Es tan malditamente lindo —susurró y movió un dedo a lo largo de la tierna carne. Lo observé, totalmente fascinada mientras sostenía su gruesa polla en su mano y presionaba la pun***ta en mi entrada. Siseó cuando se deslizó lentamente en mi interior—. Tan apretada —jadeó.



Alcé las caderas para tomarlo más profundamente, y se deslizó hasta que estuve totalmente llena. Me moví contra él. Estaba siendo tan dulce y relajado conmigo. No acostumbraba a eso.



Decidí que necesitaba un empujón. Había decidido que esto era lo que quería y no estaba segura del por qué. No había controlado mis reacciones con él. Tiré la camisa por encima de mi cabeza y desabroché mi sujetador mientras él permanecía en silencio, observando mi pecho desnudo. Sabía que eran su debilidad. Sus ojos se ampliaron con excitación. Los cubrí y comencé a girar mis pezones entre mis dedos mientras seguía congelado en mi interior. Sentí su polla temblar y eso solo me hizo sentir más poderosa. —¿Te gusta esto? —pregunté, arqueando la espalda y tirando más fuerte de mis pezones.



—Oh, sí. Joder, sí —respondió antes de que su boca cubriera un pezón y sus caderas comenzaran a moverse dentro y fuera.



Extendí aún más las piernas y dejé caer mis manos, dejando que mi pecho sobresaliera hacia él. —Más duro, William. Lo necesito más duro —rogué y observé cómo el controlado placer en sus ojos se derrumbaba y una salvaje mirada tomaba su lugar. Sus manos agarraron mis caderas y comenzó a golpear en mi interior mientras sus ojos observaban cada movimiento de mis tetas.



—¿Es lo suficientemente duro para ti? —preguntó en un estrangulado susurro.



—Más, más duro —respondí.



Salió de mi interior y me giró sobre la mesa. —Agárrate de la mesa —me ordenó, y sus manos tiraron hacia atrás de mis caderas un segundo antes de que estuviera llenándome de nuevo con un duro empujón—. ¿Es lo suficientemente duro para ti, cariño? —preguntó mientras golpeaba dentro de mí por atrás.Me aferré a la mesa y lancé la cabeza hacia atrás. Estaba tan cerca de otro orgasmo y sabía que esta vez sería más intenso. Tenerlo en mi interior siempre lo hacía más increíble.



Un ruidosa bofetada me sorprendió y luego un púnzate dolor me recorrió antes de que su mano comenzara a acariciar el área en mi trasero que había azotado. Oh. Me gustaba eso. —Maldita sea, tu cu***lo luce bien con la marca de mi mano en él —gruñó.



Me empujé hacia atrás e hizo lo mismo con la otra nalga. Lloriqueé y apreté las paredes de mi vagina, presionándolo aún más fuerte. —Joder, nena —gritó en respuesta.



—Voy a correrme —chillé cuando el éxtasis comenzaba a bombear en mis venas. La mano de William amortiguó mis gemidos mientras su cuerpo temblaba detrás de mí y gemía mi nombre una y otra vez, su polla sacudiéndose en mi interior varias veces.



Permanecimos así por unos segundos, hasta que nuestros cuerpos comenzaron a relajarse mientras salíamos de nuestra neblina. Su mano cayó de mi boca y sentí un rastro de besos en mi espalda. —Tan bueno. Siempre es así contigo, Maite.



Sus palabras hicieron que mi pecho doliera. Se sentía de la misma forma para mí, pero era uno de los tres tipos con los que había dormido, así que no tenía mucho con quién comparar.



Salió de mi interior lentamente, haciéndome jadear. Luego su boca estaba en mi trasero. Besando la punzante piel que había golpeado hacía unos segundos. Si continuaba así de dulce iba a aferrarme a él y a no dejarlo ir nunca dejarlo ir. —Tan perfecta —dijo contra mi acalorada piel.



Lo miré por encima de mi hombro. Se encontraba de rodillas y besando mi trasero. Sonreí. —Me gustó. No tienes que seguir besándolo.



Me sonrió y me dio una rápida lamida. —Me gusta ver mi mano aquí. Estás marcada.



Me reí y se levantó, pasando sus manos por mi cuerpo. Las puso sobre mis pechos y sostuvo su peso en ellas. —Necesito marcarlos como míos también. Aunque aún no sé cómo hacerlo —dijo contra mi oído. Disfruté de su toque y dejé caer la cabeza sobre su hombro.



—Mmm —respondí.



No puedo azotarlos. Tal vez necesito morderlos —dijo roncamente, haciéndome temblar.



—Te gustará. ¿Quieres que los muerda? —Dejó escapar un suspiro—. Eres tan sexy, Maite. Estoy tan jodido que no puedo pensar bien. Ahora mismo sólo quiero deslizarme en tu interior y quedarme allí. Vas a matarme, niña.



Sonriendo, giré entre sus brazos. —Sigue hablando así y voy a comenzar a pedir más —le dije.



William arqueó una ceja. —¿Ya quieres más?



Asentí.



Dejó salir una pequeña maldición. —Sólo tenía un condón aquí. Y era sólo por si acaso.



Un golpe en la puerta de William nos detuvo. —¿William? —dijo la voz de Tripp desde el otro lado de la puerta.

William alcanzó mi desechado sujetador y comenzó a vestirme. Le habría ayudado, pero fue demasiado rápido. Cuando me puso mi camisa y bajó mi falda, comenzó a abrocharse los vaqueros. —¿Sí? —dijo, pasándose las manos por su cabello y guiñándome un ojo. Caminó hacia la puerta y la abrió.



Tripp entró, sus ojos encontrándome y luego dirigiéndose hacia William. —Ya me voy —dije con una sonrisa demasiado forzada. Podía ver en los ojos de Tripp que sabía exactamente lo que habíamos estado haciendo aquí.



—Te llamaré más tarde —dijo William cuando lo pasaba. Asentí, pero mantuve los ojos en la salida.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:01 pm

27

William

Observé a Maite marcharse y me pregunté si hice lo incorrecto permitiendo que Tripp nos viera de esta manera. Su cabello había estado revuelto, sus labios hinchados, y la apariencia de satisfacción femenina rezumaba de ella. Quería que Tripp viera que era mía. Que quería ser mía. Pero tal vez esto fue un error. No pensé en la reacción de Maite ante esto, o en cómo se sentiría. —Supongo que eso aclara su confusión de ayer —dijo Tripp después de cerrar mi puerta y entrar.



¿Qué quiso decir? —¿Qué confusión?



Tripp se encogió de hombros y se hundió en una de las sillas de cuero que había frente a mi escritorio. Luego enarcó una ceja. —No hicieron nada en esta silla, ¿verdad?



Rodé los ojos y me senté en el borde del escritorio. —¿Qué quisiste decir con ese comentario? ¿Qué confusión?



—La parte en la que ayer la abandonaste como a una patata caliente y la dejaste completamente confundida e insegura de sí misma. Aún así, se sentó obedientemente en unos pantalones de chándal y tu maldita sudadera todo el día, e incluso durmió con ella.



¿Ella durmió con mi sudadera? Empecé a sonreír, y cuando el hecho de que Tripp sabía en qué dormía ella se registró en mi cerebro, fruncí el ceño en su lugar. —¿Cómo demonios sabes con qué duerme? —pregunté, poniéndome de pie.



Tripp inclinó la cabeza hacia un lado y me miró fijamente. Ni siquiera intentó defenderse.

—¿De verdad la conoces? ¿O solo estás jugando con ella? Porque ya la han jodido una vez desde que la conozco y creo que tú podrías tener el poder de romperla.



La sangre comenzó a hervir en mis venas. Iba a darle una paliza. ¿Y quién demonios la había jodido? —Es posible que quieras tener cuidado con lo que dices. Me importa una mier***da quién eres o quién demonios se supone que soy yo. ¿Y qué quieres decir con que ya la han jodido antes? —Entonces el recuerdo de Jace sentado en mi oficina, diciéndome que se involucró con su jefe volvió a mí. ¿Qué dijo exactamente?



Tripp levantó ambas manos. —Tranquilízate y escúchame. Maldita sea, ¿cuándo te volviste tan impulsivo?



—Dime qué sucedió con su antiguo jefe. El de Dallas.



Tripp frunció el ceño. —El bastardo jugó con ella. Estaba casado y su esposa embarazada. Maite no lo sabía porque él no llevaba un anillo y nunca venía al bar. Era nueva. Él aparecía tarde por la noche y le coqueteaba un poco. Luego iba a recogerla y venía más a menudo. Era un bar grande. Nadie preguntaba. Lo vi acostarse con camareras antes, pero no sabía con seguridad si era eso lo que sucedía con Maite. Hasta que su esposa apareció. Maite se encontraba furiosa, más que molesta. Por eso la envié aquí. Él no tenía el poder de romperla. Pero creo que tú sí lo tienes.



Su antiguo jefe había estado casado. ¡Maldita sea! No es de extrañar que fuera tan cuidadosa manteniéndose alejada de mí cuando estuve comprometido. Se preocupaba de que la historia se repitiera. Yo era un idio***ta. —No le haré daño —prometí. No lo haría.



—Ella sería fácil de romper.



No me gustaba que continuara diciendo eso. —¿Qué quieres decir? —¿La había visto tener un ataque de pánico?



—Grita de noche. Cada maldita noche, grita como si alguien estuviera golpeándola. Es malditamente atemorizante. Tampoco se despierta. Nada de lo que hago la calma. Grita hasta que acaba. Luego se despierta. A veces no lo hace. A veces vuelve a tumbarse y sigue dormida. Simplemente me siento allí, horrorizado, y la observo. Intento abrazarla y calmarla cuando se despierta, pero nunca ayuda. Tiembla, y me rompe el corazón. No puedo hacerlo mejor. Todo lo que sé es que tiene alguna mier***da jodiendo su cabeza. No sé qué y no sé por qué, pero está allí y le hace daño. Así que, si estás en esto por un polvo, entonces con mucho gusto pelearé contigo. Porque esa chica no es del tipo con el que jodes. Ella no es lo suficientemente fuerte para eso.



Iba a vomitar. Mi estómago se apretaba tan estrechamente que no podía moverme. Gritaba por la noche. El terror congelado que vi esa noche en la fiesta fue bastante aterrador. Se aferraba a mí desesperadamente. Me preocupaba poder tratar con eso sola. No sabía que tenía pesadillas. Me dolía el pecho y me ardían los ojos. Odiaba esto. Odiaba saber que algo la atormentaba. Quería arreglar esto. Arreglarlo todo por ella.



Me di la vuelta y me dirigí a la puerta. Iba a encontrarla. Íbamos a hablar de esto. Estaría allí la próxima vez que se despertara gritando. Tripp podía no ser capaz de consolarla, pero estaba seguro de que yo si lo haría. Haría que desapareciera. Tenía que hacerlo. No sabía si podría vivir con ella herida de esa manera. —¿A dónde vas? —preguntó Tripp.



—A encontrarla —respondí.



—¿De verdad crees que es la manera de manejarlo? ¿La conoces en absoluto? Asústala y correrá. Necesitas detenerte y pensar sobre esto. Si quieres ayudarla, entonces bien. Me alegro. Necesita a alguien. No me quiere, y honestamente, no sé si yo podría manejarlo. Tengo mis propios demonios. Pero te quiere. Sostuvo esa sudadera tan estrechamente anoche cuando se despertó y enterró su rostro en ella como si estuviera intentando olerte, eso es lo que me preocupaba. No podía imaginarme que ella te importara lo suficiente como para hacerle frente a esta locura. Es ardiente. Se suponía que eso era por lo que permanecías en esto. Pero si te preocupas por ella lo suficiente como para quedarte a pesar de que tiene problemas y no es fácil, entonces bueno. Estoy aliviado.



Me volví para mirarlo. —Seré todo lo que necesite que sea. No puedo alejarme, lo intenté. Estoy enganchado. Y ahora mismo estoy a punto de perder la cabeza porque no sé cómo ayudarla. Sólo necesito encontrarla y sostenerla durante el resto del maldito día. Necesito saber que está bien.



Tripp caminó hacia mí. —No sé si está lista para que lo sepas. No creo que confíe en que la quieras cuando descubras que tiene problemas. Grandes problemas emocionales. Tienes que facilitar esto. No vayas a decirle que sabes y esperes que ella lo maneje. Estará furiosa conmigo por decírtelo y aterrorizada de ser herida cuando salgas corriendo. Así que se te adelantará. Correrá lejos. Es la forma en que lidia con las cosas.



Odiaba esto. Tenía razón, pero lo odiaba. —¿Qué hago? —pregunté, necesitando que alguien me lo dijera. No podía perderla.



—Te llamaré esta noche cuando se vaya a dormir. Ven y duerme en el sofá. Cuando empiece a gritar, tú estarás allí. Verá que no estás asustado y podrás demostrarle que no vas a salir corriendo.



Está bien. Podía hacer eso. Podía esperar hasta esa noche. Pero todavía iba a encontrarla ahora. Aunque sólo fuera para abrazarla. No le diría por qué. Simplemente necesitaba asegurarme de que estuviera bien, por mi cordura.

***

Tripp abrió la puerta y retrocedió para dejarme pasar. Permanecía sentado en el aparcamiento cuando me llamó hace dos minutos para decirme que ella ya dormía. No sabía cuánto tomaría para que los gritos comenzaran, y no quería que Tripp fuera el que la sostuviera cuando se despertara esta vez. Nunca más. —¿Ya te encontrabas aquí? —preguntó.



—Sí.



—¿No acabas de traerla a casa del trabajo hace apenas dos horas?



—Sí.



Tripp se rió entre dientes y negó con la cabeza. —¿Te marchaste, siquiera?



—No.



Parecía divertido. —Hay una almohada y una manta en el sofá. Me voy a la cama. Es tarde y necesito dormir algo. La última noche fue dura.



No tenía que preguntar por qué. Sabía qué quería decir con dura y me volvía loco al pensar en el hecho de que yo no había estado allí. Que sufrió y que yo no tenía ni idea. —Gracias —respondí.



—No me agradezcas. Todavía no has pasado por esto. Puede que me odies cuando haya acabado. —No tenía ni idea de lo que decía. La abracé cuando había estado completamente desprotegida y congelada en la fiesta. Vi la mirada en blanco en sus ojos, y me asustó, pero no quise salir corriendo. Quería protegerla. Esto sólo hacía que el instinto que ella sacaba de mí empeorara.



Me tumbé en el sofá y miré al techo. No me sentía seguro de si sería capaz de dormirme. No sabiendo que en cualquier momento ella iba a estar sufriendo. Mi pecho se comprimía por la idea, y tenía que tomar profundas respiraciones para aliviar la presión.



¿Qué le sucedió para causar esto? Mi mente volvió al primer día que la vi. Se hallaba tan condenadamente sexy y adorable tratando de descubrir la manera de cargar combustible. Pensé que era sólo un poco de diversión sin preocupaciones para distraerme. No había estado preparado para la forma en que sabía, sin embargo. Y el olor. Dios, olía tan malditamente bien. Me volví un poco loco esa noche. Cada vez que la llevaba a un orgasmo, necesitaba hacerlo otra vez. Seguí pensando en el hecho de que se trataba de algo de una noche y luego ella se habría ido. Así que había querido más. Nunca hice tanto sexo oral en una noche durante toda mi vida. Pero no fui capaz de conseguir suficiente de ella. Luego, finalmente se quedó dormida por el cansancio y me obligué a dejarla allí.



Cerré los ojos mientras el dolor se deslizaba a través de mí. ¿Se despertó gritando esa noche también? ¿Y sola? ¿La había follado y dejado para que tratara con su dolor? No podía tumbarme aquí. Me senté y enterré la cabeza en mis manos. Desde el comienzo cometí errores con ella. Asumía las cosas incorrectas. Ni una sola vez pareció débil y frágil hasta esa noche en el club, cuando tuvo ese ataque de pánico y se derrumbó completamente. Fue el primer vistazo de lo que ella mantenía tan bien escondido.



No podía quedarme más tiempo aquí. Necesitaba verla dormir. Necesitaba estar allí en el momento en que gritara. Caminé hacia su puerta y la abrí.



Esperé hasta que mis ojos se adaptaran a la oscuridad, antes de entrar y cerrar la puerta detrás de mí.



Ella se acurrucaba en la cama en una pequeña bola. Como si estuviera protegiéndose a sí misma. Mi sudadera se la tragaba, pero la abrazaba con fuerza contra ella como dijo Tripp. Verla en mi sudadera de esa manera tenía a mi hombre de las cavernas golpeándose en el pecho. Era mía. Ella lo sabía. Quería subirme a la cama y abrazarla. Quería sentir tanto que enterrara la nariz en mi ropa, yo podría ayudarla con facilidad. Podía olerme.



Permanecía allí por una razón. No podía sentarme. Estaba inquieto. Me quedé de pie en la esquina con los brazos cruzados sobre el pecho y la observé dormir. Se encontraba tan tranquila. Era difícil creer que tuviera problemas durmiendo.



Un pequeño gemido vino de ella y mi cabeza se alzó de golpe, atento. Estudié su rostro y esperé. Empezó a retorcer puñados de mi sudadera, luego un extraño ruido comenzó en su garganta. Crucé la habitación de inmediato. Justo cuando me senté en la cama a su lado, dejó salir un grito que helaba la sangre y su cuerpo se sacudió y se retorció en la cama. La alcancé y luchó contra mí. Sus ojos se hallaban estrechamente cerrados, pero lloraba y luchaba contra mí con una fuerza sorprendente. Cada sonido que salía me desgarraba. Odiaba saber que se sentía perdida en algún terror desconocido y que no podía salvarla. La estreché con fuerza contra mi pecho y empecé a susurrarle suaves palabras al oído. Le prometí que no iba a ir a ninguna parte y le supliqué que volviera a mí. Le dije que era hermosa y que cuidaría de ella, que sólo necesitaba que abriera los ojos y me mirara. Otras palabras brotaron de mí mientras mis ojos ardían y mi corazón se aceleraba. Sus gritos continuaron, pero dejó de luchar contra mí y se fue acercando. Enterró su cabeza en mi hombro e inhaló profundamente, luego lloró con alivio. Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuello y me sostuvo mientras se subía a mi regazo. Los gritos se convirtieron en pequeños sollozos y luego cesaron por completo.



Sentí la humedad de mis lágrimas en el rostro. Las limpié rápidamente antes de que pudiera verme, luego pasé mi mano suavemente por su cabeza y empecé a susurrarle que me encontraba allí. Que la tenía y que estaría bien. —¿William? —Se ahogó en un sollozo y continuó abrazándome tan fuerte como yo la abrazaba.



—Sí, nena, te tengo. Estás bien —dije suavemente contra su oído.



La tensión de su cuerpo se liberó y se derritió contra mí con un profundo suspiro. —Creo que mi sueño acaba de mejorar —murmuró y apoyó la cabeza en mi pecho.



Me quedé esperando que dijera algo más, pero no lo hizo. Se quedó acurrucada en mis brazos y en cuestión de segundos su respiración más profunda me confirmó que dormía profundamente.



Me acomodé de nuevo en su cama y mantuvo su agarre sobre mí. La solté el tiempo suficiente para tirar de las mantas sobre nosotros. Luego la envolví en mis brazos otra vez y permití que mis ojos se cerraran. Se encontraba bien. Estaba a salvo.
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Webnovela LevyRroni Twisted Perfection  (+18) - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRroni Twisted Perfection (+18)

Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:05 pm

28

Maite

El calor y el delicioso aroma de la sudadera con capucha de William se sentía más fuerte de lo que era cuando me dormí. Me acurruqué más cerca y el cuerpo duro y los brazos envueltos a mí alrededor hicieron que me detuviera. Tomé otra respiración profunda y me di cuenta que no era la sudadera de William lo que estaba oliendo. Abrí los ojos y miré hacia arriba para ver la barbilla sin afeitar de William. Estaba en la cama conmigo. También completamente vestido. Como yo. Recordé la noche anterior y estaba segura que me metí en la cama sola. —Buenos días —dijo con su voz profundamente sexy, sorprendiéndome. Sus ojos aún permanecían cerrados.



—Um... buenos días —contesté, mirándolo. Una sonrisa apareció en sus labios, abrió los ojos y movió la cabeza para poder mirarme.



—Te sientes verdaderamente bien en la mañana —dijo, deslizando la mano alrededor de mi cintura.

Él también lo hacía. ¿Pero de dónde salió?



—Uh, gracias. Um, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunté.



El humor en sus ojos fue reemplazado por algo más. Me preguntaba si herí sus sentimientos. ¿Olvidé algo? ¿Estaba desmayada ahora? Oh Dios... —Vine anoche luego de que te fueras a dormir —dijo.



El alivio me inundó. No me desmayé y olvidé algo. Estaba bien. Pero ¿por qué regresó? —¿Por qué?



—Porque quería estar aquí cuando tuvieras una pesadilla. Debo ser yo quien te sostenga, no Tripp. ―La comprensión lentamente apareció en mi cabeza y empecé a alejarme de él. Sus brazos se apretaron a mí alrededor y no podía moverme—. No lo hagas —dijo simplemente—. Déjame terminar.



Me quedé inmóvil en sus brazos. Mi cuerpo completamente rígido. Vino a ver a mi locura. ¿La vio? No me desperté. ¿Me dejaba ahora? ¿Vio cuán demente era? Odiaba a Tripp. Le contó. Ayer nos vio juntos y le advirtió que estaba loca.



—Tripp se preocupó por mis intenciones contigo. Vino a mi oficina ayer para hablar conmigo sobre ello antes de que nos sorprendiera juntos. Quería ver cuán serio era con respecto a ti. Fue ahí para advertirme. Lo convencí de que era más serio contigo de lo que lo que jamás fui con otra chica y me contó acerca de tus pesadillas. Quería estar aquí. No podía soportar la idea de él sosteniéndote. De que pasaras por eso y yo no estuviera aquí para ti. No te enfades conmigo, cariño. Por favor, no quiero que nunca duermas sin mí a tu lado de nuevo. No puedo soportar la idea de que trates con esto sola.



Las lágrimas inundaron mis ojos, hundí el rostro en su pecho y dejé escapar un pequeño sollozo. Sus palabras eran tan dulces y honestas. Estuvo aquí. Me vio y quería estar aquí otra vez. ¿Por qué? ¿Acaso no lo asustó? —No llores. No puedo soportar verte llorar. Sólo quiero hacerte feliz.



Sus palabras se albergaron en mi corazón y supe en ese momento que me había enamorado de William. Podía ser estú***pido de mí parte amar a alguien, pero lo hacía. Lo amaba. No podía decirle, sin embargo. Él no lo sabía todo acerca de mí, y decirle que lo amaba era injusto. Pero lo hacía. Lo amaba tanto.



Me sequé las lágrimas de los ojos antes de mirarlo nuevamente. —¿Por qué quieres permanecer cerca de mí? Has visto lo estropeada que estoy. ¿Por qué no huyes?



William me acunó el rostro en su mano y presionó un beso en la pun***ta de mi nariz. —Por esto. No entiendes por qué alguien te querría. ¿Tiene alguna idea de cuántas Angelinas conocí? Esperan atención y lealtad. Utilizan su belleza para controlar. Pero tú... tú no tienes una maldita pista de lo increíblemente hermosa y deseable que eres. No eres calculadora y egoísta. Y me haces querer ser mejor.



Estaba completamente acabada. Este hombre tenía el poder de destruirme. Me acerqué a él y me senté a horcajadas sobre su regazo. Alcancé el dobladillo de su camisa y tiré de ella por encima de su cabeza antes de sacarme la sudadera. Quería sentir su piel contra la mía.



Presioné mi pecho desnudo contra el suyo y gemí de placer. Su pecho subía y bajaba con fuerza y apretó las manos en mi cintura. Pero no se movió. Me dejó hacer esto. Me aparté lo suficiente para rozar mis pezones por sus duros pectorales mientras miraba nuestra acalorada piel tocarse. —Bebé —gruñó cuando su mano me apretó la cintura.



—Se siente bien, ¿no? —pregunté, incapaz de apartar los ojos de nuestros pechos. Me arqueé hacia adelante y corrí mis pezones sobre los suyos. El aliento rápido que inhaló entre dientes me hizo sonreír.



—Asombroso —respondió.



Lo amaba. Dejé que eso se absorbiera mientras pasaba las manos por sus anchos hombros y abajo por sus brazos. Quería besarlo por todas partes. Quería conocer su cuerpo mejor que el mío. —¿Puedo darte un beso? —le pregunté mirándolo.



—Por favor —respondió.



Le di un beso en la tetilla derecha y sus manos subieron para agarrar mi cabeza. Él no esperaba eso. Pensó que quería un beso. No entendió lo que pedí. Seguí besándolo mientras bajaba por su cuerpo y lamía cada ondulación apretada de su estómago. Cuando mis manos encontraron sus vaqueros los desabroché y bajé la cremallera. Luego los bajé y William levantó las caderas lo suficiente para que desciendan por su trasero. Continué llevándolos aún más abajo por sus piernas hasta que yacían en un montón en el suelo. Sonriendo para mí misma, comencé a besar mi camino hasta sus piernas musculosas disfrutando de cada estremecimiento de su cuerpo mientras lamía la parte interior de su muslo. Entonces llegué arriba y tomé la erección que estaba vertical en completa atención de mis manos. —Maite. — William respiró inestablemente.



No levanté la mirada hacia él cuando abrí la boca y lo deslicé adentro hasta que la cabeza de su polla rozó la parte posterior de mi garganta. —Dulce, JODER —gritó y su mano tiró suavemente mi cabello únicamente volviéndome más decidida a volverlo loco.



Despacio, pasé la lengua por su carne sensible. Su cuerpo temblaba bajo mis caricias y me encantaba. Apreté la boca sobre la cabeza de su polla de nuevo y lo tomé profundamente, entonces lo dejé deslizarse completamente afuera de mi boca con un pequeño estallido antes de llenarme con su dura carne palpitante otra vez. —Maite, bebé, ven aquí. Voy a venirme —dijo con voz entrecortada.



Quería que se viniera. Quería esto con él. Ahuequé sus pelotas en mis manos y comencé a masajearlas suavemente y apretarlas mientras chupaba más fuerte en la punt***a de su pene antes de tomarlo tan profundamente como pude hasta que me atraganté. —Joder, mier***da, oh, oh —gimió. Le gustaba oírme atragantarme.



Lo hice otra vez, y su mano se apretó en mi cabello y echó la cabeza hacia atrás. —Voy a venirme en esa preciosa boca —advirtió. Lo tomé aún más profundo y dejé que el nauseoso ruido durara más tiempo esta vez, antes de retroceder.



Con un rugido me agarró la cabeza aún cuando lanzó su liberación en mi boca. Nunca dejé que un hombre me hiciera eso antes. Pero me encantó. Me encantaba sentir que su cuerpo temblaba y escuchar sus palabras de elogio. Una vez que me tragué todo, recorrí con la lengua la cabeza roja de su suave polla, me agarró y me apartó de él con una sonrisa. —Me vas a matar pero va a ser la muerte más dulce que cualquier hombre haya conocido jamás.



Entré en sus brazos cuando me envolvió en un abrazo.



Hundió la cabeza en la curva de mi cuello y hombro, y dejó escapar un suspiro tembloroso. —No me dejes, Maite.



Aquellas palabras significan más de lo que él podía alguna vez saber.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:07 pm

29

William

No iba a ser capaz de terminar cualquier trabajo hoy. Mi mente estaba en encontrar la manera de convencer a Maite de mudarse a mi casa. Hoy. No podía tratar con ella en casa de Tripp más tiempo. Eso, y el recuerdo de mi pene enterrado tan profundo en su garganta que estaba jodidamente teniendo arcadas. Maldita sea. Nunca había tenido una mama***da como esa. Había sido completamente diferente a cualquier otra que había experimentado.

Maite no se había preocupado por terminar de una vez o lo que seguía. Me había chupado con total desenfreno. Había tratado de detenerla cuando se había atragantado la primera vez, pero luego ella lo había hecho de nuevo y me rompí. Cuando me vine en su boca, tenía miedo de que la hubiera empujado demasiado lejos, pero entonces había tratado de chuparme un poco más.



Dios. Estaba duro como una piedra otra vez. Ese recuerdo iba a guardarse con fuerza para el resto de mi vida. Tenía que encontrarla. Trabajaba en el turno del almuerzo y me había quedado escondido aquí. Tenía miedo de que no fuera capaz de controlarme a mí mismo si sentía como si estuviera siendo humillada o si alguien miraba su cu***lo.



Me dirigí a mi coche cuando vi a Maite de pie en su coche hablando con Bethy, que parecía que acababa de salir del trabajo, también. Amaba a Jace como un hermano, pero no confiaba en Bethy. Era un poco demasiado salvaje y no sabía si me gustaba la idea de que anduviera con Maite. No me extrañaría de ella que tratara y juntarla con un tipo. Bethy necesitaba saber cómo estaban las cosas, y que Maite era mía.



Me acerqué a ellas y tiré a Maite en mis brazos, lo que la hizo chillar en sorpresa. Inclinó la cabeza hacia atrás y me sonrió. —Oye tú. No te vi en el almuerzo.



La mirada juguetona de sus ojos tenía mi palpitante polla ya dura. —Tuve que trabajar un poco. Terminé ahora.



—Oh —dijo, sin moverse de mis brazos. Me acerqué a ella y la dejé sentir la prueba de mi excitación contra su espalda.



—Así que, ésta es la razón por la que no vas pasar por la cosa de Greystone —dijo Bethy. No era una pregunta. Estaba afirmando algo que ya había sospechado.



—Sí, lo es.



Bethy sonrió y asintió con la cabeza. —Bien. Lo reconoces —miró de nuevo a Maite—. Bueno, no creo que a nadie le importaría si traes al jefe. Desde que se distrae contigo, todo debería estar bien. Estás invitada y él también.



Maite asintió con la cabeza, y Bethy meneó sus dedos en un adiós antes de irse. —¿De que hablaba? —le pregunté.



Se giró en mis brazos y dio un paso más cerca, por lo que mi erección estaba rozando su estómago. Maldita sea, era una bromista. —El personal del club hará una fogata el sábado por la noche. Es algo que hacen al final de la temporada de vacaciones de primavera, antes de que llegue la temporada de verano. ¿Quieres ir?



Sabía sobre las fogatas del personal. Había tenido que ir a rescatar a varios ex empleados de la cárcel en el pasado, por exhibicionismo en la playa durante una de estas hogueras. No estaba dispuesto a dejarla ir sin mí. —Si quieres ir, voy a ir contigo.



Ella frunció el ceño. —¿Crees que está bien que ellos sepan que estamos saliendo? Dado que eres el jefe.



Pude ver directamente hacia abajo a su camisa y su generoso escote me estaba distrayendo. —Va a estar bien. Ellos necesitan saber que eres mía.



Se movió contra mí y picardía brilló en sus ojos. —Maite, cariño, si no quieres ser follada en el armario más cercano tendrás que parar.



Maite inclinó la cabeza hacia un lado. —Me gustan los armarios.



Infierno. Tomé su mano y la arrastré riendo a la parte posterior del cobertizo de los carros. Saqué las llaves para abrir el armario de suministros. Era agradable y frío porque era donde guardábamos las cervezas para el carro de las chicas.



Hablaríamos de mudarse de donde Tripp más tarde. Luego, de hacerse la prueba y conseguir alguna forma de control de natalidad. Quería sentir a Maite sin malditas barreras.

***

Las únicas cosas que Maite tenía que mover entraban en dos maletas. Tripp me había dicho que se iba en una semana más o menos y que ella estaría sola otra vez pronto, pero eso no alivió mi mente. Dormiría sola allí. No estaba dispuesto a dejarla dormir sola. Alguna vez.



Finalmente accedió a vivir conmigo, pero me decía que me iba a arrepentir.



Ambos habíamos sido analizados ayer y estábamos limpios. Sin embargo, la recomendación de la píldora que se le había dado a Maite decía que lo mejor era esperar siete días hasta que tuviéramos relaciones sexuales sin protección.



Sólo la idea de que podría deslizarme dentro de ella sin preocuparme, hacía difícil concentrarme.



Me senté en el porche esperando a que Maite volviera del trabajo. No le estaba programando más turnos de noche. Odiaba que no estuviera conmigo. Además, no me gustaba que, sentada en el comedor, la miraran. Me hacían enojar.



Era mejor si permanecía alerta en nosotros. Lo último que necesitaba era que mi padre averiguara sobre Maite y le echara la culpa por el hecho de que no me casaría con Angelina.



Mi teléfono sonó interrumpiendo mis pensamientos y lo saqué de mi bolsillo, para ver el nombre de Jimmy en la pantalla. Mier***da. Estaba trabajando ésta noche también. No llamaría a menos que algo hubiera salido mal. Me puse de pie listo para volver al club. —Hola.



—William. Hola, soy Jimmy. Tengo un problema en mis manos. Es Maite.



Estaba corriendo hacia la puerta al oír su nombre. —¿Qué pasa? —le exigí mientras abría la puerta de mi camioneta y me metía dentro.



—No lo sé, hombre. Ella se asustó o algo así. No puedo explicarlo. Estaba trabajando y todo estaba bien. Entonces, algunos adolescentes entraron. Drew Morgan y su equipo. Tenían un torneo de tenis hoy. Creo que uno de ellos la acorraló en su camino al baño. No estoy seguro, pero ella no reacciona y está en la esquina de atrás, fuera del baño de mujeres. Estoy cuidándola, pero no puedo lograr que me responda. Hace sonidos de sollozos a veces, pero aparte de eso no dice nada.



Mi corazón se sentía como si estuviera a punto de salirse de mi pecho. — Quédate con ella. No permitas que nadie se le acerque. Estaré allí en menos de cinco minutos. Sólo quédate con ella, Jimmy. Dile que ya voy, ¿bien? Dile que estoy en camino. —Lance el teléfono en el asiento y me apresuré al club. Estaba asustada. Iba a golpear al niño que la alteró. Nunca la debí haber dejado allí. Entrando en el estacionamiento, los neumáticos chirriaron y dejé la camioneta encendida mientras cerré la puerta de golpe en el parque y me fui corriendo hacia la entrada trasera. Vi la espalda de Jimmy mientras él bloqueaba la vista a cualquiera. Pasé delante de él, me incliné delante de ella y la agarré en mis brazos.

—Está bien, cariño. Te tengo. Vuelve a mí, ¿si? —dije mientras caminaba de vuelta a la privacidad de mi camioneta con ella. Cuando me volví para abrir la puerta con mi espalda, vi que Jimmy estaba allí mirándonos.



—No le digas a nadie acerca de esto —le advertí.



Él sólo asintió antes de que diera la vuelta y la llevara a la camioneta. Me senté en el asiento del pasajero y la arropé contra mi pecho. —Vuelve a mí, bebé. Nadie va a hacerte daño. Te tengo —la tranquilicé, apretándola contra mi pecho—. No debería haberte dejado, y lo siento. Pero ahora estoy aquí. Estás bien.



Sus amplios ojos vacíos parpadearon lentamente y luego el reconocimiento que en ellos apareció cuando se centró en mí, era de alivio. Sus brazos rodearon mi cuello y se agarró fuertemente. —Lo siento. Lo hice otra vez. Lo siento mucho. Me iré. Te lo prometo. —Sus palabras ilegibles no tenían sentido hasta que dijo que se iría. Apreté mi agarre sobre ella.



—No te vas a ir a ningún lado, o te perseguiré en busca de tu cu***lo. Yo soy el que lo siente. No estaba aquí cuando me necesitabas. Debería haber estado aquí. Cuéntame lo que pasó. No te abandonaré de nuevo. Te lo juro.



Sollozó y presionó su rostro contra mi cuello. —Esto va a suceder de nuevo. Siempre va a suceder. No puedo hacer que se detenga. He intentado, pero no puedo. No debería estar trabajando aquí. Es un lugar muy agradable para una persona demente.



—No lo hagas —le solté, tirando de ella hacia atrás para que me mirara a la cara. Quería que me viera cuando le dijera esto. Necesitaba que me creyera—. No estás loca. Eres hermosa y divertida. Eres desinteresada y de gran corazón. Eres una gran trabajadora y no esperas nada de nadie. No. Estás. Demente. —Tomé su cara entre mis manos—. No quiero nunca, y digo NUNCA, escucharte llamándote así de nuevo. ¿Me entiendes? Dirás que eres cualquiera de esas cosas que dije, pero nunca una loca. —La puse en mis brazos y la abracé. No confiaba en mí mismo para decir algo más en este momento. Mis emociones corrían demasiado cerca de la superficie.



—Estaba éste chico. Era un par de años más joven que yo. —Hizo una pausa y respiró hondo—. Dijo que quería encerrarme en una habitación y hacerme cosas. Esto… —se detuvo y la oí tragar saliva—, no es que me diera miedo de verdad. Fue cuando amenazó con encerrarme en una habitación. Mis mie... mis miedos aparecieron. El pánico se apodero de mí.



Tenía miedo de estar encerrada. ¿Por qué? ¿Alguien le había hecho esto? Aparté el cabello de su rostro, y le di un beso en la parte superior de su cabeza. —Vamos a casa. Entonces, ¿quieres decirme algo más? Ayúdame a entender, así puedo ayudarte ¿Por favor?



No respondió de inmediato, pero finalmente asintió. —Si tú quieres — respondió.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:08 pm

30

Maite

William me habría llevado dentro si yo lo hubiera dejado. Él se movía sobre mí con tanto cuidado que si yo no lo amara, estaría molesta. Estaba preocupado por mí y se merecía entender algo de esto. Tal vez no todo, pero necesitaba saber algo.



—Tenía un hermano mayor. Sólo he visto fotos de él y mi padre. No me acuerdo de ellos. Era demasiado joven cuando ocurrió todo. —No estaba segura de que si le decía esto, no iba a enviarme a otra picada, pero tenía que intentarlo.



Se sentó a mi lado, puso su brazo alrededor de mi espalda y me atrajo hacia su pecho. Era como si supiera que lo necesitaba para esto. Su mano se entrelazó con la mía y la apretó. Yo iba a estar bien. Él estaba aquí conmigo.



—Un día fueron a hacer los mandados. Yo era una recién nacida y mi madre me estaba amamantando. No fuimos con ellos. Nunca volvieron. Fueron fusilados junto con varias otras personas en un supermercado local. Un tipo estaba enfadado o algo, y disparó a diez personas antes de que él mismo se disparara. Mi padre y mi hermano habían estado de pie en la fila para pagar, cuando él caminó dentro. Ellos fueron los dos primeros muertos. —Esa era la historia que había oído muchas veces de mi madre mientras explicaba los peligros si salíamos. Yo los sabía muy bien. Me enterré de nuevo en los brazos de William y mantuve mi mente lejos de desenfocarme y perderme en mis recuerdos.



—Te tengo. Estoy aquí —me aseguró.



Su otra mano encontró la mía y la sostuvo también. —La madre de mi madre había estado mentalmente enferma. Yo nunca la conocí. Ella estaba en un hogar especial. No teníamos otra familia. Mi padre había crecido en hogares de acogida. Ninguno de ellos tenía hermanos. Mi abuela había perdido contacto con la realidad poco después del nacimiento de mi madre.Su padre no la había visto en mucho tiempo. Mamá fue criada por la madre de su padre, que murió cuando ella tenía dieciséis años. Ella y mi padre se reunieron en una casa de acogida cuando tenían diecisiete. Por las fotos que teníamos podía ver a una mujer sana y buena madre. Mi hermano parecía amarla. Ella parecía feliz. Pero nunca conocí a esa mujer. Nos trasladamos después del asesinato de mi padre y mi hermano. Ella nos trasladó desde una pequeña ciudad de Nebraska para una aún más pequeña en Georgia. Mis primeros recuerdos fueron en esa casa en Macon. Los ojos salvajes de mi madre y los ajustes de griterío eran todo lo que sabía de la vida. Ella podía ser muy dulce a veces, pero en otras ocasiones era aterradora. Hablaba con mi hermano mucho. Por años, no entendí con quién estaba hablando. Éramos sólo nosotras dos. Pero ella lo veía, creo.



Cerré los ojos ante el recuerdo de mi madre hablando con mi hermano muerto, como si estuviera allí. El plato de comida con sus bocadillos favoritos que dejaba sin comer y con moho en la mesa. Una vez que llegaba a estar tan podrida había sido incapaz de ir a la cocina sin tener náuseas. Ella finalmente lo tiraba a la basura y hacía un poco más. —¿Nadie veía que ella no se sentía bien? —preguntó William mientras trazaba círculos con su pulgar en mi mano.



—No. Nadie nos veía para nada. Nadie sabía que yo existía. Nunca salíamos de casa. Nunca. Mi madre creía que el peligro estaba fuera. Ella se mantenía a salvo.



William contuvo el aliento y yo esperé las preguntas. Las que yo había respondido un millón de veces desde su suicidio. —¿De dónde conseguiste comida?



—Había una tienda de comestibles que la entregaba. Ella llamaba y ordenaba.



—¿De dónde sacaste el dinero?



—Mi padre tenía una buena póliza de seguro. Mi madre vendió la casa en Nebraska y utilizó sus ganancias para comprar una más pequeña en un lugar más barato para poder pagar en efectivo.



—¿La escuela?



—Fui educada en casa.



—¿Nunca dejaste tu casa? ¿Nunca?

Esto era lo que para la gente parecía muy difícil de aceptar. Era una idea extraña para ellos, lo que había sido mi realidad. —Mi madre sufría de un caso severo de agorafobia2. Debido a que la enfermedad mental venía de familia, hizo su caso mucho peor. La muerte de mi hermano y mi padre la disparó y se volvió desesperada por protegernos. Hasta la medida de quitarme la vida. Yo no sabía nada del mundo hasta que tuve edad suficiente para salir a hurtadillas por la noche. Braden, mi mejor amiga y la razón por la que estoy en esta búsqueda de experimentar la vida, vivía al lado. Tenía curiosidad acerca de nosotras, porque ella y sus padres se habían dado cuenta de que nunca salimos de la casa.



La noche que me escapé por primera vez, ella me vio porque había estado observando mi casa por la noche, en su cama, para ver si alguna vez salíamos. Estaba convencida de que éramos vampiros y quería demostrárselo a sus padres. No llegué muy lejos. Sólo me paré frente a mi casa, miré hacia la luna y toqué la hierba. Las cosas simples que siempre había querido hacer. Braden salió y habló conmigo esa noche mientras seguía pensando que posiblemente era un vampiro. Nuestra amistad creció a lo largo de los años y mi escabullimiento cambió y se volvió más intenso a medida que fui creciendo. Braden sabía más de mí que nadie. Ella era la única persona que realmente sabía que yo existía. También sabía que me preocupaba perder a mi mamá si alguien alguna vez lo descubría. Así que guardó mi secreto.



No pude decir nada más. Necesitaba parar. Esto era suficiente. Lo otro era demasiado oscuro y dolía demasiado. —¿Dónde está tu mamá?



—Está muerta.



Él no respondió. Sus brazos se apretaron sobre mí. —No puedo hablar más ésta noche. Eso es suficiente.



Él no discutió. Se limitó a seguir sosteniéndome. Nos sentamos en silencio por un largo tiempo, hasta que mis ojos se pusieron pesados, y poco a poco me fui quedando dormida.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:09 pm

31

William

No había palabras. Había sostenido a Maite toda la noche y no se había despertado gritando ni una vez. Ahora que sabía el horror que había vivido, me preguntaba qué estaba soñando que la hizo gritar. Sabía que tenía que ver con su madre. Había más en la historia de lo que me había dicho, pero por el momento eso era todo lo que ella quería que yo supiera. Era suficiente.



La vi dormir tranquilamente a mi lado al salir el sol, y la luz del día por la mañana temprano comenzó a bailar en el agua. Tenerla en mi habitación y en mi cama era perfecto. Nada había sido tan perfecto. Pero mi pecho estaba apretado y mi corazón se sentía pesado. Maite había sufrido tanto dolor y abuso emocional que no estaba seguro de cómo ayudarla a curarse.



Se agitó en mis brazos y besé la pun***ta de su nariz. Era mía. Iba a cuidar de ella. Quería ayudarla a olvidar todo el dolor y la oscuridad en sus ojos. Sus largas pestañas revolotearon mientras sus ojos se abrieron, y me miró. —Buenos días —le dije mientras se estiraba en mis brazos con una sonrisa soñolienta.



—No creo que haya dormido tan profundamente en mucho tiempo —dijo ahogando un bostezo.



—Es porque soy malditamente cómodo —bromeé.



—Estoy de acuerdo. Toda esta suavidad es cómoda —dijo, y sonrió con malicia hacia mí.



—¿Suavidad? Te voy a mostrar suavidad —dije y la voltee boca arriba para presionar mi mañanera erección contra la entrepierna de sus bragas—. No hay nada suave sobre eso.



Hizo un ronroneo y abrió sus piernas para que yo encajara cómodamente entre ellas. —No, nada suave en absoluto —estuvo de acuerdo y levantó sus caderas para frotarse contra mí.



Podía sentir la seda húmeda de sus bragas a través de mi ropa interior y gemí de placer. Ya estaba mojada. —Iba a levantarme y hacerte el desayuno —le dije mientras seguía frotando su húmedo co***ño contra mi polla.



—Mmm, eso es dulce. ¿Por qué no me haces el amor primero? —dijo, tratando de alcanzar el borde de mi camiseta con la que la había vestido la noche anterior, antes de llevarla a la cama. También me tomé la libertad de quitarle el sujetador porque no podía ser cómodo para dormir. Esta mañana los dos globos redondos rebotaron libremente en mi cara y me olvidé del desayuno y mis buenas intenciones. Incluso las palabras "hacerme el amor" me habían sorprendido al principio, pero ya no importaba. Maite estaba en mi cama y estaba desnuda. Comenzó a quitarse sus bragas cuando decidí ponerme al día y me quite mi camisa, para luego sacar mis boxers y arrojarlos a un lado.



Maite abrió las piernas y sonrió con picardía hacia mí. —Mételo sin nada. Puedes sacarlo —dijo, levantando sus caderas invitándome.



Sacarlo no siempre era seguro, pero jódeme porque no me importaba en este momento. Quería estar dentro de ella sin barreras y el néctar dulce goteando de su apertura era más de lo que podía manejar. Abrí más sus piernas y me sumergí.



Los dos gritamos de placer mientras la llenaba en un movimiento rápido. El calor era tan suave y firme a mí alrededor. Nunca me había sentido así antes.



Estaba tan cerca de llegar que tuve que quedarme quieto. —William, esto se siente tan bien. Te sientes tan bien. Te necesito cerca. Tan cerca —jadeó mientras su pecho subía y bajaba debajo de mí.



Me agaché y froté con mi dedo el jugo de su co***ño sobre su clítoris, para estimular. Comenzó a resistirse debajo de mí y yo entraba y salía de ella lentamente. Una vez que se perdió y las paredes de su calor se empezaron a apretar yo iba a tener que sacarlo. Yo estaba demasiado cerca. La sensación me estaba matando.



—Sólo así. Oh, William, sí, frota, sí, Oh Dios Mío, sí. —Sus plegarias y gritos se detuvieron justo antes de que ella se estremeciera debajo de mí y gritara mi nombre.



Me moví en ella una vez más antes de sacudir hacia fuera y venirme en todo su estómago. Ver mi esperma agrupado arriba en su estómago plano sólo hizo que mi pecho se apretara más fuerte. Mía. La marqué de nuevo. Ella era mía.



Poco a poco me levanté y luego fui por una toalla caliente para limpiarla. Cuando regresé, estaba mirando mi desorden y sonriendo. Empecé a limpiarlo y se rió. —¿Qué es tan gracioso? —le pregunté.



Me encantaba escuchar su risa. —Nunca he tenido a un hombre viniéndose en mí de esa manera antes. Creo que me ha gustado mucho.



La idea de otro hombre viniéndose en alguna parte cerca de ella me molestó. No quería imágenes visuales de Maite y algún otro chico. ¿Con cuántos chicos podía haber estado? Perdió la mayor parte de su vida encerrada por su madre. —Te ves molesto. ¿Qué he dicho?



Terminé de limpiarla, y luego la miré. —No has dicho nada malo. Es que... es que no me gusta pensar en ti y otro chico.



2 Es un trastorno de ansiedad que consiste en el miedo a los lugares donde no se puede recibir ayuda, por temor a sufrir una crisis de pánico.

Se incorporó sobre los codos. —Sólo he estado con tres contándote a ti.



Dos más de lo que me haría feliz. Pero no era justo molestarme. Me había acostado con más mujeres de las que podía contar. —Tú fuiste mi segundo si eso ayuda.



¿Su segundo? ¿Qué diablos...? ¿Qué significaba eso? Ah, infierno. No quería pensar en esto. Había tenido relaciones sexuales después de nuestra primera vez juntos. Con Angelina. Pero jódeme si no era difícil de tragar. Ella había ido a Dallas y se conectó con su jefe casado allí. ¿Por qué me había alejado esa noche?



Porque ella era una aventura de una noche. Una aventura de una noche que voló por completo mi mente, pero aún así. Había hecho lo que ambos esperábamos que hiciera. ¿O ella lo había hecho?



No podía pensar en eso. Salí de la cama y me dirigí de nuevo al baño para calmarme. No era su culpa. Me estaba convirtiendo en un bastardo posesivo, y ella no se merecía eso.



Una pequeña mano me tocó el hombro. —¿Estás bien?



Me di la vuelta, y ella estaba de pie completamente desnuda con un gesto de preocupación en su frente. Había despertado feliz y yo lo había arruinado con mi necesidad de poseerla. ¿Qué estaba mal conmigo?



La atraje hacia mí hasta que sus pechos rozaron el mío. —Lo siento. Soy un imbécil. Tengo todos estos pensamientos idiotas sobre alguien más... sobre algunos... mier***da. Ni siquiera puedo decirlo.



Maite se acercó más, pasó sus manos por mi pecho, y las enganchó detrás de mi cuello. —Nadie ha estado dentro de mí sin un condón. Sólo tú. Cuando esta semana haya terminado, tú serás el único hombre que me haya llenado con su semen.



El hombre de las cavernas que llevaba dentro se golpeaba el pecho ante la idea de liberarme dentro de ella y dejarme venir en el pequeño agujero apretado con el que estaba obsesionado.



Quité el cabello de su rostro y levanté su barbilla hasta que pude presionar mis labios firmemente contra los suyos. Esta chica me iba a consumir.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:12 pm

32

Maite

El resto de la semana, William me llevó a trabajar y se sentaba en una mesa vacía mientras lo hacía. Cuando mi turno terminaba, me pedía que le dijera algo que yo siempre había querido hacer, pero nunca tuve la oportunidad. Cada día lo hacía posible. Habíamos andado en bote, dado un paseo en helicóptero, saltamos en parapente, y comimos ostras crudas. Rara vez se iba de mi lado. El sexo era asombroso y parecía ser cada vez mejor y más intenso. Ya no estaba teniendo pesadillas. Me dormía profundamente, y despertaba relajada y descansada al día siguiente.



Esa noche era la hoguera del personal y nos esperaban allí. Todavía no estaba convencida de que ir con William fuera una buena idea. Aparte de Bethy y Jimmy, nadie más sabía que estábamos saliendo. No me había topado con alguien más en nuestras citas. Me vestí con mi bikini y me coloqué un vestido a juego. No estaba segura de ser lo suficientemente valiente como para nadar, pero Bethy le dijo a todo el mundo que al menos nos mojaríamos los pies. Estaba preparada para eso y más.



William estacionó su camioneta y la bordeó, determinado a que no pudiera abrir la puerta de un auto por mí misma. En realidad, era lindo.



Su mano se deslizó en la mía y la sostuvo. Eso fue todo. Si cualquier miembro del personal sentía curiosidad por nosotros, William estaba a punto de dejar todo muy claro. —¿Seguro que no quieres darte la vuelta y correr? —pregunté, sonriéndole.



—Nop.



—Me pueden tratar de manera diferente —contesté, pensando que podría causarle malos pensamientos a otros trabajadores.



—Los despediré.



Me detuve y lo miré. Estaba sonriendo. Le golpeé el brazo. —Eso no es gracioso.



—Sí, sí lo es. Además, si te molestan, los voy a despedir.



Nota mental: no le digas si alguien te molesta.



El olor de la leña y el sonido de la música llenaron el aire a medida que entrábamos en la reunión. Algunos bailaban. Otros tostaban algo sobre el fuego, y otros jugaban vóleibol a la luz de la luna. —¿Tienes sed? —preguntó William, llevándome hacia el barril que estaba colocado en los bloques.



—No me gusta mucho la cerveza de barril. Una vez me enfermé —le dije.



Frunció el ceño. —¿Cuánto bebiste?



—Lo tomé de un embudo, así que no estoy segura.



Las cejas de William se dispararon. —¿La tomaste de un embudo?



Era uno de mis puntos en la lista para hacer: “Ir a una fiesta y beber un montón de cerveza”. No sabía cómo hacerlo con un embudo, pero no fue difícil probarlo. Braden me advirtió que me enfermaría, pero lo intenté de todos modos. —Seh. Fue una decisión idio***ta. Fiesta de fraternidad —expliqué. Había estado en esa fiesta cuando me encontré con el chico al que le di mi virginidad. Tres citas más tarde me habló de sexo. Era tan ingenua y estúpida.



—Estás aquí —dijo Bethy, sonriendo mientras caminaba con una taza grande en su mano—. Bebe. La cerveza es gratis.



Sacudí la cabeza. —Maite no bebe cerveza de barriles. ¿Hay algo más para beber aquí? — preguntó William.



Bethy asintió, se acercó a un refrigerador y me tiró una botella de agua. Perfecto. —Gracias —le dije, y me saludó antes de volver a caminar hacia donde la gente bailaba. Jace salió y envolvió sus brazos alrededor de ella.



—¿Estás en contra de que beba cerveza de barril? —preguntó William.



. Sacudí la cabeza y tomé un sorbo de agua.—Genial, necesito algo. —Se acercó allí y me quedé donde estaba. No lo iba a seguir a donde quiera que vaya. Me estaba involucrando demasiado en lo que a él se refería. No quería ser co-dependiente. Mi psiquiatra me habló sobre eso. Ella dijo que necesitaba trabajar duro en ser independiente, y que eso podría ser difícil para mí después de la vida que había vivido.



—Hola, Maite, ¿verdad? —preguntó un chico que no reconocí, con un leve farfullo.



Asentí. No estaba segura de quién era, o cómo conocía mi nombre. —Nelton, soy el profesor del club de tenis —dijo con un guiño.



Asentí y miré a Harold desde la cocina, hablando con William. —Encantada de conocerte —contesté.



—Te he estado mirando. No estoy seguro si estás disponible o no. —Se acercó un paso más y me las arreglé para moverme a la derecha sin que se viera como si estuviera tratando de alejarme de él.



—Oh —fue todo lo que dije. No estaba segura de si tenía que anunciar que estaba en una relación con William o no.



—¿Eres amiga del señor Kerrington? Vi que llegaste con él.



—¿Puedo ayudarte, Nelton? —dijo William antes de moverse detrás de mí. Dejé escapar un suspiro de alivio. No quería responder a eso.



—No, señor. Estaba conociendo a Maite. —La mano de William se deslizó por mi estómago y la dejó extendida allí como un gesto posesivo. Nelton no se lo perdió. Abrió mucho los ojos y asintió.



—Fue bueno conocerte, Maite —dijo—. Nos vemos señor Kerrington. — Luego, se alejó.



—No te puedo dejar sola por tres minutos —dijo antes de morder mi oreja.



—Tu profesor de tenis es espeluznante —le dije.



William se rió entre dientes. —Estoy de acuerdo, pero los pumas lo aman. Sé que es un hecho que duerme con varios de ellos, pero los mantiene felices, así que no dejo que se vaya. No es bueno para los negocios.



No estaba segura de qué eran los pumas, pero no pregunté. Necesitaba ir al baño. Miré a mí alrededor y no había baños en ningún lugar. Encontré a Bethy y decidí preguntarle. —Necesito preguntarle a Bethy algo. Ya vuelvo —le dije antes de apresurarme hacia ella. No quería decirle que tenía que ir al baño. Prefería preguntarle a Bethy.



Ella me vio acercarme, se salió de los brazos de Jace, y se acercó a mí. —Oye, ¿estás bien?



—Sí, sólo necesito ir al baño. ¿Dónde lo hacemos aquí?



Bethy sonrió y asintió hacia el agua donde la gente estaba chapoteando y nadando en las olas. —¿En el abismo? —pregunté confundida.



Asintió.



Mier***da. Estaba en problemas.



Volví hacia William, que me estaba observando de cerca. Iba a tener que decirle, tan frustrada y avergonzada como estaba. Quizás podría caminar por la playa y luego hacer pis. Nadie podría verme entrar y saber lo que estaba haciendo.



Una chica gritó que tenía que ir al baño y corrió hacia el agua. Eso fue asqueroso.



Me detuve frente a William y sentí mi cara calentarse. Hablar de funciones corporales con los chicos no era algo que se me diera bien. —¿Qué está mal? —preguntó.



Agaché la cabeza y respiré hondo. —Tengo que hacer pis.



No dijo nada al principio y luego se echó a reír. —¿Por eso corriste a buscar a Bethy?



Asentí. —¿Por qué no me dijiste?



Mantuve mi cabeza abajo. —Por esto.



Se rió más fuerte y entrelazó sus dedos con los míos. —¿Te dijo a donde ir?



Asentí otra vez.



Me atrajo hacia él. —¿Quieres que te lleve a casa?



Quería. No quería utilizar el océano. Pero tampoco quería que nos fuéramos. —Tal vez pueda caminar a la playa y utilizarla, así nadie me ve —sugerí.



—¿Puedo ir contigo? —preguntó.



Negué con la cabeza. De ninguna manera. Eso era muy malo. —Déjame llevarte a casa.



Podría hacer esto. —Estaré de vuelta en un minuto —le aseguré.



—No me gusta la idea que entres en el agua sola, en la oscuridad —dijo William apretando su agarre en mi mano.



—Pero necesito hacer pis. Estaría de vuelta pronto y me movería si todos lo hicieran.



William no dejó ir mi mano. —No me gusta.



Le fruncí el ceño. —Pero tengo que ir —le dije.



—Entonces te llevo alguna parte. O voy a la playa también, o te llevo a un baño.



Lo pensé y decidí que no iba a ser capaz de ir al agua y hacer pis. Suspiré derrotada. —Llévame a un baño.



Sonrió. —El baño más cercano al que puedo llevarte está en casa.



—Entonces llévame a casa.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:13 pm

33

William

Maite me había pedido que esperara por ella en la camioneta. No quería que fuese adentro así ella podría ir al baño. Estuve de acuerdo con eso. No había manera de dejarla entrar sola en el agua oscura, pero podía hacer esto. Sin embargo, después de varios minutos en los que Maite no regresó, decidí ir a verificar las cosas. Había tenido tiempo suficiente para hacer pis.



Cuando mi pie golpeó el escalón más alto escuché la voz aguda y familiar de Angelina. Mier***da. Su auto no se encontraba allí. ¿Qué hacía en mi casa?



Abrí la puerta y entré en la sala de estar. Maite se quedó ahí con los brazos cruzados de forma protectora sobre su pecho, apoyada contra la pared, mientras Angelina le seguía tirando preguntas. —¿Qué mier***da estás haciendo en mi casa? —rugí, mientas pasaba al lado de Angelina y agarraba a Maite para poder protegerla. Era un milagro que Angelina no le hubiese causado otro ataque de pánico. Pasé la mano por su espalda para calmarla, mientras miraba a Angelina, quién observaba con atención.



—¿Ésta es la razón? ¿Tiraste tu futuro por ella? Trabaja como camarera en un club, William. ¿Qué demonios estás pensando? Mírala. Ella es… ella es… nada. Nada de ella encaja contigo. ¿La estás follan***do como una forma de rebelarte?



Maite se estremeció en mis brazos y yo estaba realmente cerca de no importarme que Angelina fuera una mujer. Quería hacerle daño. —Ten mucho cuidado con lo que dices. Es mi casa en la que entraste. Voy a conseguir que encierren tu trasero en una cárcel hasta que tu padre llegue y pague tu fianza.



Maite se encontraba rígida en mis brazos. Deslicé mi dedo bajo su barbilla y levanté su rostro para poder ver sus ojos. Ella estaba conmigo. Bien.



Miré de nuevo a Angelina. —Tienes que irte. Nunca vuelvas a dar un paso en mi casa. Y aléjate de Maite. Si hablas con ella o le haces daño, te arrepentirás.



Angelina siseó y se echó el pelo sobre su hombro. —No me amenaces, William Kerrington. No estoy asustada de ti. Esta… esta farsa que estás teniendo con ella —señaló a Maite con su larga uña—, es ridícula. Todavía me habría casado contigo. Todo lo que tenías que decirme era que necesitabas sacarla de tu sistema.



Maite se estremeció en mis brazos otra vez, y yo ya había tenido suficiente. —Sal. De. Aquí. Ahora —grité.



—Bueno, tengo que llamar a alguien para que me recoja. Mi padre me dejó acá. Pensé que podría esperarte y hablar contigo. Pero ella vino en vez de ti.



—Tienes tu teléfono. Deja mi casa y llama a alguien para que te recoja. Te quiero fuera de aquí.



Angelina se dio la vuelta y sus tacones resonaron en mi piso de madera. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, tomé a Maite, la llevé a mi habitación y me senté con ella en la cama. —Mírame —dije, necesitaba ver su rostro.



Levantó los ojos hacia mí, y la confusión y el dolor que esperaba ver no se encontraban allí. En lugar de eso se encontraba… enojada. —¿Ibas a casarte con esa perra? ¿En serio? ¿En qué pensaban tus padres? Ella es horrible, William. Eres mucho mejor que eso. No puedo…



Cubrí su boca con la mía antes de que pudiera decir algo más. Me hallaba tan malditamente aliviado al oír la ira en su voz en vez de dolor, sólo tenía que asegurarme de que ella estuviese bien.



Maite me devolvió el beso con igual vigor y luego me empujó. —Todavía necesito ir al baño —dijo y se puso de pie.



Sonreí mientras ella corría al baño.



Entonces el hecho de que mi padre iba a saber de Maite, hizo que cualquier humor que estuviera allí despareciera. Odiaría esto. La odiaría. Si había una forma de callar a Angelina, lo haría. Sólo que no sabía cómo. Ella era una mujer despechada. La habían abandonado y ahora se encontraba furiosa.



Agarré mi iPhone y lo apagué. Si llamaba esta noche todavía no me encontraba listo para tratar con él. Me aseguraría de que Maite estuviera lejos cuando tuviera esa conversación. Si me empujaba demasiado, empacaría y me iría.



Maite tenía una lista de lugares que quería ver y yo me aseguraría de que los viera todos.



La puerta del baño se abrió y ella salió con un bikini amarillo que apenas contenía sus tetas. Como el que había usado ese día en la playa, haciendo que cada hombre a su alrededor babeara. La observé mientras caminaba hacia mí. —¿Sabes qué día es hoy? —preguntó. Mis ojos se hallaban en su pecho. Sus tetas rebotaban mientras caminaba.



—Sábado —contesté.



Levantó la mano, desató la correa del bikini y la dejó caer al suelo, sus pechos al descubierto. No parecía que fuéramos a volver a la hoguera. —Han pasado siete días desde que tomé la primera pastilla —dijo, mientras ponía los pulgares en los costados de su bikini, y poco a poco los deslizaba por sus piernas.



Habían pasado siete días. ¿Cómo demonios olvidé eso? Tiré mi camiseta por encima de mi cabeza, me paré, la agarré y luego la arrojé en la cama. —Yo preocupándome de la loca de mi ex, y tú sales del baño, desnudándote. Mier***da, mujer, eres cada maldita fantasía que he tenido.



Levantó las manos encima de su cabeza y se agarró del cabecero. —Quiero que te vengas dentro de mí. Una y otra vez —dijo, abriendo las piernas y arqueando la espalda juguetonamente.



Me saqué mis shorts y me subí encima de ella. —La primera vez va a ser más rápido porque no puedo esperar. Necesito esto. Iremos lento y fácil la siguiente vez, lo juro.



Se lamió los labios lentamente. —Entonces fóllame duro.



Iba a estallar antes de estar dentro de ella si seguía ese pequeño acto de niña traviesa que se porta mal.



Levantó sus caderas y me estrellé contra ella en un movimiento fuerte. —¡Sí! Oh Dios, sí —gritó y no me preocupé por nada más. Quería un chico malo y yo estaba dispuesto a desatarlo. La idea de venirme dentro de ella hacia que mis bolas se contrajeran de sólo pensarlo. No iba a ser capaz de detenerme esta noche. La iba a foll***ar por toda la casa.



Me deslicé dentro y fuera, una y otra vez, mientras se retorcía debajo de mí. Pedía más y gritaba mi nombre. Sus uñas arañaban mi espalda, y yo sabía que sus marcas estarían allí mañana. Eso me volvió más loco. Quería sus marcas por todo mi cuerpo. Tan profundas como marcaría su co***ño en ese momento.



Maite levantó sus rodillas y apretó mis caderas con sus piernas. —Me voy a venir —jadeó—. Oh, Dios. Ahora, yo, ahhhh —gritó y me clavó las uñas en la espalda mientras se aferraba de mí.



Dejé que me apretara hasta que exploté en su interior. Mi cuerpo temblaba mientras me metía dentro de ella una última vez, y dejaba que mi semilla inundara sus paredes. Quería gritar en señal de triunfo sabiendo que esto era mío. Nadie de mi familia podría hacerme salir de esto. De ella.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:15 pm

34

Maite

Bebía café mientras me sentaba afuera, en el pórtico de William, y observaba las olas romperse contra la arena. Me había prohibido ir a trabajar hoy. Dijo que tenía que encargarse de su papá y tenerme ahí lo estresaría. Le preocupaba que saliera lastimada. Después de la noche que pasamos, me encontraba muy débil para hacer algo más. Así que, había aceptado, y me quedé aquí.



Si trabajar en el club iba a ser un problema, necesitaría conseguir un trabajo en algún otro lugar. Pero eso no era algo con lo que quisiera lidiar hoy. La intensidad de anoche seguía conmigo. Había perdido la cuenta de cuantos orgasmos tuve, pero sabía que William se había corrido dentro de mí cinco veces. Cada vez había sido memorable.



Tomé mi píldora, fue lo primero que hice esta mañana antes de cepillar mis dientes. Si íbamos a empezar a tener sexo así no podía perderme ninguna.



No podía tener hijos. Ese sería un destino horrible para darle a un niño. Una madre quien estaba destinada a volverse loca en algún momento. Ningún niño necesitaba una vida como la que yo tuve. Juré que nunca le haría a alguien, lo que mi madre me hizo, pero no podía estar segura. No si me quebraba mentalmente. Mi madre no había sido una mala persona. Sólo estaba enferma.



Me sacudí el miedo porque estaba siendo cuidadosa. No quedaría embarazada.



Mi celular timbró y me estiré para tomarlo. El nombre de Braden destellaba en toda la pantalla. No había hablado con ella en más de una semana. Había estado tan envuelta en William que no me tomé el tiempo de llamarla. —Buenos días —dije en el teléfono.



—Buenos días, extraña quien ya no llama a su mejor amiga. ¿Cómo estás? — replicó ella.



—Estoy bien. —El significado detrás de esa simple palabra era poderoso.



Braden se echó a reír. —Bien, ¿eh? ¿Cómo de bien? ¿Cómo que él es súper caliente y te da múltiples orgasmos? O ¿bien como que nunca has tenido mejor sexo? O ¿bien como que te vas a casar con él y tener niños?



Había estado sonriendo hasta la última oración. Mi sonrisa desapareció y mi corazón golpeteó contra mi pecho. Casarme con él y tener niños… nunca podría casarme con él. Él sabía eso. Le había dicho que estaba loca y que podría quebrarme mentalmente en cualquier momento. ¿Siquiera me amaba? No lo creía. Pero yo lo amaba. Lo amaba más que a nada. Y no podía casarme con él. Ese sería el final tarde o temprano, porque yo no podía casarme con él. Él quería tener niños. No necesitaba una esposa quien, con el tiempo, iba a volverse loca.



Oh, Dios. ¿Qué estaba haciendo?



—Maite, ¿estás bien? —preguntó la voz de Braden. Podía escuchar la preocupación en ella—. Mier***da. Maite no pensé antes de decir eso. Maldición cariño, lo siento. No quería decir eso. Piensa en el chico y en el sexo caliente. Piensa en todo lo que necesitas decirme. Concéntrate. Quédate conmigo. —Ella trabajaba duro para regresarme al camino. El problema es que no estaba fuera de este. Era muy consciente de la verdad. Los hechos. Me permití olvidarlos.



—Lo amo. No puedo amarlo —dije silenciosamente en el teléfono.



La puerta detrás de mí se abrió y me volví para ver a un hombre que sólo había visto una vez antes. Había sido en el baile, cuando había ido a cantar. Era el padre de William.



—No digas eso, Maite. Puedes amarlo. Mereces esto. No eres tu madre. Puedes ser feliz. Eso es lo que he querido para ti por tanto tiempo. ¿Él también te ama? —la voz de Braden me preguntó en la otra línea.



Levanté la mirada hacia el padre de William mientras él se acercaba y tomaba asiento enfrentándome. ¿Por qué se encontraba aquí? Se suponía que estaba con William. —No puedo. No lo sé. —le dije, incapaz de apartar la mirada de los duros y fríos ojos frente a mí.



—Sí puedes. Puedes tener bebés. Ellos serán hermosos y especiales como tú. No pienses que no puedes. —Tenía que detenerla. Podía sentir la oscuridad comenzando a acercarse. Visiones de mi madre y sus ojos salvajes mirándome fijamente. El teléfono cayó de mi mano.



—Vamos a mantenerlo simple. —El hombre me miraba fijamente, con repulsión en su voz—. ¿Cuánto dinero va a tomar para hacer que te vayas y nunca pongas un pie de vuelta en esta ciudad otra vez? Di tu precio y es tuyo.



Maite, Maite, vamos a cantar una canción. Maite, Maite, ven a comer con tu hermano. Su comida se está enfriando. Te está esperando. Maite, ¿viste la camisa favorita de tu hermano en el cuarto de lavado? Él dijo que tú la tomaste y está muy molesto. No va a comer Maite. No va a comer. Tenemos que hacerlo comer.



¿Saliste, Maite? Tu hermano dijo que sí. Dijo que te escabulliste cuando yo dormía. Él te ve. Sólo quiere protegerte. Yo no lo protegí, pero él me está ayudando contigo. ¿No quieres estar segura, Maite? No puedes salir allá afuera.



Maite, dijo que me esperaba. Me ama, Maite. Tú no me amas. Quieres desobedecerme y correr por ahí en la oscuridad de la noche. Él no me desobedece. Desearía haberse quedado conmigo. Ahora me está esperando. Dijo que comería su comida si voy con él. Maite, ¿cómo voy hacia él? ¿Qué tengo que hacer?



¡Mami! ¡NO! ¡Mami! ¡NO! —mis lloriqueos no alivian el dolor. La sangre está en todos lados. En una piscina alrededor de su cuerpo. La dejé, y ella fue hacia él. No debería haberla dejado. No debería haberla dejado.



Parpadeé varias veces. Estaba en el piso. Toqué la cálida madera debajo de mí y lentamente cedí. Yacía en el pórtico. Confundida miré alrededor y vi mi teléfono tirado en el camastro a mi lado, y mi taza de café en la mesa junto a ésta.



El Sr. Kerrington había estado aquí. Había estado en el teléfono con Braden. Mier***da, Braden, me estiré por mi teléfono y tenía varias llamadas perdidas de ella, y dos de William. No había estado fuera por mucho tiempo. Había pasado sólo una hora después de la última vez que revisé. Bien.



Eché un vistazo hacia atrás, a la puerta, y me pregunté qué iba a hacer con lo del Sr. Kerrington.



¿Lo había soñado o fue real? ¿Me dejaría sólo así? ¿Había llamado a William? Comencé a ponerme de pie cuando escuché la puerta principal abrirse y entonces William vino corriendo hacia la sala y directo hacia mí. Rápidamente me levanté, justo a tiempo para que él entrara corriendo al pórtico y me jalara en sus brazos. —¿Estás bien? No contestabas. Llamé y no contestaste. ¿Por qué estabas en el piso? ¿Pasó? ¿Tuviste un ataque de pánico? ¿Por qué? Ven aquí. —Él balbuceaba mientras se sentaba en el camastro donde había estado sentada antes y me sostuvo en su regazo.



Cepilló mi cabello hacia atrás, quitándomelo de la cara, y presionó un beso firme y duro en mis labios.—Me diste un susto de muerte, Maite. ¿Por qué no contestabas, nena? ¿Estás bien?


No quería decirle la verdad, pero no quería mentirle tampoco. De todas maneras, no estaba segura si su padre había estado aquí, así que no iba a decirlo. —Hablaba con Braden y dijo algo que desencadenó un recuerdo. Ella no quería hacerlo, sólo pasa a veces. Creo que me desmayé. Desperté en el piso. Ha llamado más veces que tú. Necesito devolverle la llamada, probablemente está enloqueciendo.



William me jaló a sus brazos. —Maldición. Odio que hayas pasado por eso sola. No puedo soportarlo. Joder —gruñó mientras me sujetaba con fuerza.



No podía seguir haciendo esto. Se molestaba por mis problemas. Ya estaba jodida y sólo iba a empeorar. Era inevitable. ¿Podría él manejar eso? No. Sabía que no podría. También sabía que quería niños. —No siempre puedes estar conmigo, William. Tienes que aceptar que esto pasará algunas veces cuando no estés cerca.



William dejó salir un suspiro derrotado. —Puedo hacer eso. No quiero que jamás estés sola cuando eso pase. Voy a encontrar una cura. Voy a encontrar a los mejores malditos doctores que puedan ayudarte con esto. Podemos vencerlo. Te lo prometo. —Sonaba tan determinado. No había sido honesta con él. No le había explicado que este era sólo el comienzo de mi locura.

La mirada en mis ojos reflejaba lo que sentía. ¿Eso significaba que me amaba? ¿Lo había dejado enamorarse de mí, completamente ciego de a quién amaba?
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:16 pm

center]35[/center]

William

Maite había hablado con Braden y aseguró que todo iba bien, que no era su culpa, y entonces se fue a acostar para tomar una siesta. Parecía cansada. Algo no iba bien. No sabía que tomase una siesta durante el día. Y cuando me contó sobre su episodio no me lo dijo todo. Podía ver algo en sus ojos. Una duda.



Me paré en la puerta de la habitación y la observé dormir. Se encontraba encorvada en una bola, lo que hacía a menudo.



Verla en el suelo cuando entré fue como una patada en el estómago. Temía, mientras manejaba a casa, que esto fuese lo que había sucedido. No me sentí seguro de ello hasta que la vi ahí, luchando por levantarse. Odiaba la idea. Odiaba que incluso tuviera las malditas cosas. Le iba a conseguir ayuda. Inmediatamente.



Mi padre también estuvo ausente hoy. No pude encontrarlo para así lidiar con él. No era justo que necesitase dejar a Maite aquí, sola, cuando podría haber estado en el club conmigo. Ya no iba a hacerle esto. Esa era probablemente la razón de que hubiera tenido ese maldito ataque de pánico, de todas formas. Pensaba que la escondía de mi papá y que ella era el problema. Debería haberlo pensado.



Un golpeteo en la puerta interrumpió mis pensamientos y cerré la puerta de la habitación, así quien sea que fuera no despertara a Maite antes de que fuera a abrirla.



Tripp se encontraba de pie al otro lado de la puerta, con las manos metidas en la parte de enfrente de sus vaqueros. Abrí la puerta y retrocedí un paso para dejarlo pasar. —Tripp —dije, saludándolo.



—Vine a decir adiós. Es tiempo de que deje este lugar y encuentre algún otro. Mi padre vino a verme ayer y no fue bueno —explicó.



Entendía eso. Tal vez irme era mi única respuesta. Era la de él. —¿A dónde irás? —pregunté.



Se encogió de hombros. —Todavía no lo sé. Lo sabré cuando lo encuentre.



Asentí y eché un vistazo por el pasillo. —Te invitaría a tomar algo, pero Maite está dormida. Tuvo una mala mañana y no quiero molestarla.



—Entiendo. Quería decirle adiós también, pero no tengo que hacerlo. Solo díselo por mí.



No me gustaba que pensara que necesitaba decirle algo a ella, pero asentí. No necesitaba comportarme como un idio***ta por eso. —Lo haré.



—¿Va a quedarse entonces, supongo?



—Sí.



—¿Y tu papá está bien con eso? Escuché que Angelina lo sabe ahora. Como que salió el rumor.



Mier***da. —No he hablado con mi padre.



—Necesitas hacerlo. Antes de que llegue a ella primero.



Tenía razón, evidentemente. Necesitaba asegurarme de que mi padre se quedara malditamente lejos de Maite. —Lo haré.



—¿Es tu para siempre? ¿Vale la pena para tirar todo por la borda?



Sabía que preguntaba como un amigo quien tomó una decisión similar, pero con un diferente resultado. —Lo es. Nadie más. Es todo lo que alguna vez querré.



Tripp sonrió. —No puedo creerlo, William Kerrington de verdad se ha enamorado.



La palabra enamorado me sorprendió, pero solo porque no la había dicho aún. Era extraño para mí. No había pensado en esa palabra, pero tenía razón. Estaba enamorado. Miré hacia la puerta de la habitación y pensé en Maite durmiendo tranquilamente allí, en mi cama. La amaba. Amaba saber que se encontraba ahí. Que era mía. Que podía cuidar de ella. —Sí, la amo —dije simplemente.



Tripp me pegó en la espalda. —Bien. Lo necesita.



Entonces abrió la puerta y salió. No miré atrás para verlo irse o para despedirlo con la mano. Fui a la puerta y me quedé allí, al otro lado de esta. Puse las manos en cada lado del marco y descansé mi cabeza contra esta. La amaba. La amaba con algo tan feroz que no podía siquiera nombrarlo. Lo que sea que necesitaba hacer para ayudarla, lo haría. Sería feliz. Pasaría cada segundo de mi vida haciéndola sonreír. Necesitaba encontrarle un doctor. Ese era el primer paso, conseguirle ayuda.

La perilla se giró y la puerta se abrió lentamente. Dejé caer las manos a mis costados mientras los ojos de Della se trababan con los míos. Su cabello se hallaba despeinado por dormir y todavía se veía cansada. —¿Me amas?



Escucharla decirlo hizo que mi corazón se disparara. Lo sabía. —Sí. Más que a la vida.



En vez de lanzarse a mis brazos y decirme que también me amaba, dejó caer el rostro en sus manos y sollozó. Esto no era lo que esperaba. —¿Maite? —pregunté mientras el pánico comenzaba a tomar su lugar en mi pecho esta vez.



—No puedes amarme. Mereces a alguien mejor. No a mí —sollozó, levantando la vista hacia mí. Sus ojos se encontraban llenos de lágrimas mientras varias se derramaban por su rostro.



—No hay nadie mejor que tú, Maite.



Sacudió la cabeza. —No, no, no. ¿No me ves? No soy estable. A largo plazo… después… en la vida podría volverme como mi madre. Tú no puedes amarme.



¿Su madre? No se iba a volver como su madre. ¿Por qué siquiera pensaría eso? —Lo eres para mí, nena. Solo tú. No vas a ser como tu madre. Eres especial, única, y vamos a conseguirte ayuda. Pero estaré a tu lado todo el tiempo. Nunca te dejaré. Lo juro.



El rostro manchado de lágrimas de Maite se alzó. Estiré el brazo para limpiar las lágrimas de sus mejillas y la jalé más cerca, así podía besarla. —No quiero destruirte —susurró.



—Perderte sería lo único que me podría destruir.



Cerró los ojos firmemente. —¿Pero qué pasa si me vuelvo loca?



Tenía que hacerle ver que no iba a permitir que eso pasara. No era su madre, maldita sea. —No lo harás. No te dejaré.



Maite sorbió por la nariz y sacudió la cabeza. —No puedes controlarlo.



Sí podía. Encontraría una jodida forma de controlarlo. —Eres mía. ¿Me escuchas? Eres mía, Maite Sloane. Cuidaré de ti. Nada va a alejarte de mí. Nada.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:19 pm

36

Maite

Pasé lo que quedaba del día de ayer acurrucada en el regazo de William mientras nos sentábamos en el porche delantero y observábamos el océano. No hablamos mucho. Simplemente nos sostuvimos al otro. Intentaba creerle mientras me tranquilizaba cada tanto con palabras.



Hoy había programado la alarma porque tenía el turno del desayuno en el trabajo y no me iba a perder otro día porque William creyera que necesitaba consentirme. Era una chica grande y podía lidiar con las cosas. Me llevó al trabajo y me besó muchas veces antes de dejarme así podía ir a prepararme en la cocina. Él tenía trabajo que hacer en su oficina y me prometió que trabajaría allí y no iba a estar encima de mí.



Tuve que rogarle mucho, pero aceptó. Entré en la cocina para ver a una hermosa rubia con una gran barriga de embarazada hablando con Jimmy. Él frotaba su estómago y arrullaba al bebé. Ella alzó la mirada para encontrar la mía y una sincera sonrisa tocó sus labios. Me sentí instantáneamente curiosa. —Hola —dijo y su voz me recordó a la miel caliente. Era suave, pero tenía un acento sureño. No estaba segura de qué parte del sur era. Mi mirada atrapó el gran diamante en su mano. Debe ser un miembro de aquí. Pero ¿por qué se encontraba aquí en la cocina, con Jimmy?



—Hola —respondí.



Jimmy me miró y sonrió. —Me alegra que hayas vuelto, chica. Ayer fue un desastre sin ti.



Le devolví la mirada, pero mi interés estaba de regreso en la rubia.



—Maite, esta es Blaire. Es mi mejor amiga, la que huyó y me dejó por otro hombre. Uno por el que no puedo culparla porque es una pieza caliente. Blaire esta es Maite. Ella podría o no estar acostándose con el jefe.



—¡Jimmy! —dijimos ambas al mismo tiempo. No podía creer que hubiese dicho eso. Ni siquiera sabía quién era esta Blaire.



—¿William, verdad? ¿Ese jefe? —preguntó Blaire con una sonrisa traviesa.



Me gustaba. —Por supuesto, William. La chica tiene buen gusto. No se va a acostar con ese hombre viejo.



—¿Puedes dejar de decir “acostar”? —Podía sentir mi rostro calentarse.



—Jimmy no debería haberme dicho nada, pero siendo que lo hizo, puedo decir, William es un gran chico. Si de hecho estás…. Um… acostándote con él, elegiste a uno bueno.



No podía creer que estuviéramos hablando de eso. Forcé una sonrisa. — Gracias.



La rubia me miró como si estuviera realmente feliz de saber que podría estar haciéndolo con William. Me pregunté si eran amigos. Casi sentí celos hasta que recordé su gran estómago y gran diamante. Estaba tomada. Muy tomada. —Si no tengo a este bebé esta semana, quizás podamos salir juntas y almorzar. —Bajé la mirada a su barriga y luego la levanté a su rostro. Era muy probable que diera a luz en cualquier minuto. Era pequeña, excepto por esa pelota de baloncesto en su estómago.



—De acuerdo. Eso suena genial —respondí.



—Maite Sloane —una dura voz dijo mi nombre y me giré para ver a un oficial de policía parado en la entrada de la cocina.



—Sí, señor —respondí. La última vez que un oficial de policía vino en mi búsqueda no terminó bien. El miedo que venía siempre con ese recuerdo me dejó congelada en mi lugar. No me gustaban los oficiales de policía.



—Tiene que venir conmigo, señorita Sloane —dijo mientras mantenía la puerta abierta para que saliera. Podía sentir todos los ojos de la cocina en mí. Quería esconderme de ellos, pero no me podía mover—. Señorita Sloane, si no viene voluntariamente tendré que ir en contra de los deseos del señor Kerrington y arrestarla aquí en el recinto del club.



¿Arrestarme? Mi corazón latió acelerado con el recuerdo de esposas cerrándose en mis muñecas mientras el oficial leía mis derechos. Tenía que luchar con esto. Este no era el momento para salir de mi zona. No podía tener un ataque de pánico ahora. Tenía que evitar perder la cabeza.



—¿Por qué la están arrestando? Seguro como el infierno que no creo que William sepa de esto —dijo Jimmy enojado, dando un paso delante de mí.



—El señor Kerrington sí sabe. Él es quien me envió aquí a escoltar fuera del edificio a Maite Sloane y arrestarla una vez que estuviera en el estacionamiento. De todas formas, si no viene voluntariamente, la arrestaré a ella y a todos los que se interpongan.

Iba a arrestar a Jimmy por intentar ayudarme. Tenía que ir. No creía que William supiera de esto. Algo estaba mal y William me encontraría. No tendría un ataque por esto. No lo tendría. —Está bien, Jimmy —dije, lo rodeé y fui hacia la puerta. No miré hacia atrás mientras salía por la puerta y me enfocaba en salir del edificio. Estuve tentada a gritar por William, pero no lo hice. No podía hacer que mi boca se moviera. Me congelaba lentamente.



Una vez que estuve cerca del coche de policía, el oficial me empujó, causando que me tropezara. Evité caerme y agarré el frente del coche. Comenzó a decirme que tenía derecho a guardar silencio y dejé de escucharlo. Intenté no pensar en las esposas de metal cerrándose en mis muñecas. Si pensaba mucho en eso, me perdería.



El oficial abrió la puerta trasera, puso su mano en mi hombro y me empujó. Quise decirle que dejara de lastimarme, que iría de buena gana, pero no pude. Las palabras no salían. Había olvidado cómo usarlas. El terror empezaba a hacerse cargo.



Quería a William. Tenía miedo. Las lágrimas se deslizaron silenciosamente por mis mejillas y me centré en William. En su cara esta mañana, cuando me despertó con sus besos. Lo amaba. Nunca le dije que lo amaba. Tenía que decírselo.



El coche se detuvo frente a la casa de William. Me sentí aliviada. No iba a la cárcel. No sabía por qué me hallaba aquí, pero el alivio alejó todo lo demás.



Dos Mercedes negros estaban estacionados en la entrada. El lado del conductor se abrió primero y el padre de William bajó. Tropecé en el camino de baldosas y logré sostenerme antes de caer y el policía sosteniendo mi brazo tiró de la articulación.



—Gracias, Josiah, por ayudarme a manejar este asunto con delicadeza —le dijo el señor Kerrington al oficial. Soltó mi brazo y asintió. Le entregó un juego de llaves al señor Kerrington antes de rodearme y entrar en su coche.



Nos quedamos en silencio mientras el policía se iba, dejándome esposada. —Hola de nuevo, señorita Sloane. Espero que esta vez pueda permanecer coherente el tiempo suficiente para que le explique lo que está a punto de ocurrir —dijo, dando un paso hacia mí.



—Después de nuestro último encuentro, cuando perdiste el conocimiento, revisé tus antecedentes. Encontré que mi hijo está tirando por la borda su futuro por una mujer que está demente. O al menos lo estará pronto. Aparentemente corre por tu familia. Ya estás mostrando señales de inestabilidad. Se supone que debes ver a un psiquiatra tres veces a la semana, pero huiste sin decir nada hace seis meses. Has estado en la cárcel por el asesinato de tu madre, en el cual fuiste declarada inocente porque corroboraron tu coartada. Sin embargo, tu registro de locura está aquí. No puedo dejar que el heredero del nombre Kerrington pierda su vida en alguien como tú. No eres lo suficientemente buena para mi hijo.



Sacó un brazalete de diamantes que debe haber costado una fortuna. —Y para asegurarme de que no vuelvas a pisar Rosemary Beach nunca más, tengo evidencia de que robaste este brazalete a una cliente. Se le cayó mientras cenaba con nosotros y tú lo trajiste aquí y lo escondiste en tu maleta. Ella está dispuesta a perdonarte y dejarlo estar si dejas la ciudad. El oficial que te trajo a mí tiene esto registrado, te arrestará y la víctima de este robo presentará cargos si no dejas la ciudad inmediatamente.



Señaló al otro Mercedes sedan negro estacionado en la entrada. —Tus bolsos están dentro. Confío en que entrarás voluntariamente al auto y dejarás que te lleven a algún lugar lejos de aquí. No importa a dónde. Sólo vete.



Me quedé allí, sopesando mis opciones. No tenía mi teléfono. No estaba segura dónde se encontraba. Lo había dejado en la casa esta mañana. Todavía tenía las esposas puestas y era muy probable que fuera a la cárcel por un crimen porque me tendieron una trampa. ¿Dónde estaba William? —Si amas a mi hijo y creo que en ese cerebro inestable que tienes crees que lo haces, lo dejarás en paz. Déjalo ir. No necesita esto o a ti. Necesita a alguien que pueda darle niños saludables. Alguien a quien no necesite cuidar. ¿No quieres eso para él?



Lo hacía. Quería todo eso para él. Asentí. —Bien. Entonces entre al coche y váyase señorita Sloane.



Levanté la mirada hacia la casa que representaba al hombre que amaba y una lágrima cayó por mi cara. Esto era lo correcto. Era tiempo de que me fuera. —¿Puedo pedirle una cosa? Por favor, dígale que me fui porque era lo mejor para él. No porque no lo amara. Porque sí lo amo. Quiero que sea feliz y quiero que tenga lo mejor en la vida. Sé que no soy lo mejor.



El señor Kerrington no respondió. Sólo se quedó de pie sosteniendo la puerta trasera del coche abierta, esperando a que entrara. —Por favor, no quiero que crea que no lo amo. No se merece eso —rogué.



—A William no le importará el que te hayas ido. Deja de engañarte, chica. Eres sólo una distracción para él.



En mi corazón sabía que eso no era cierto, pero mis emociones no podían resistir otro golpe. Estaba demasiado cerca de derrumbarme. Traté de tragar el nudo en mi garganta. —Bien, pero ¿qué pasa con mi auto? —pregunté mientras caminaba hacia el sedán con las manos todavía detrás de mí.



—Volverá a ti. Pero por ahora, te irás en esto. Necesitamos asegurarnos de que no te robes nada más antes de liberarte. Le dejaré la llave de las esposas a Leo, tu conductor. Una vez que estés segura de a dónde irás, te las quitará. Es por su seguridad, por supuesto.



No respondí. Sólo me subí. Cuando la puerta se cerró de golpe detrás de mí, apoyé la cabeza en la ventana, incapaz de recostarme por culpa de mis manos. Observé cómo se desvanecía Rosemary en la distancia mientras se alejaba de la pequeña ciudad conduciendo. —¿A dónde, señorita? —preguntó Leo desde el asiento delantero.



—Macon, Georgia —respondí. Era tiempo de que volviera a casa.

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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:21 pm

37

William

Mi madre llamó y dijo que mi padre quería verme. Estaba listo para esta conversación, así que mientras Maite trabajaba, fui a verlo. Excepto que él no se encontraba en casa. Mamá me dijo que tomara asiento y que me prepararía un desayuno mientras lo esperaba. Luego de dos horas de escuchar las preocupaciones de mi madre sobre mi futuro, y decirme los deseos de mi abuelo, me puse de pie. No iba a quedarme más tiempo. Maite saldría de su segundo turno pronto, e iba a estar allí cuando lo hiciera. No tenía más tiempo que perder.



Mi teléfono sonó por quinta vez consecutiva y miré hacia abajo para ver el número de Blaire en la pantalla. No había hablado con ella desde que dejó Rosemary con su prometido y ahora mismo no era el momento. Tenía otra mier***da con la que lidiar. La llamaría más tarde. Apagué mi teléfono y lo metí de nuevo en el bolsillo. —Él estará aquí en unos pocos minutos más, cariño. Sólo dale tiempo. Es un hombre ocupado. Déjame ver si puedo encontrarlo. —Comenzó a llamarlo cuando oí una de las dos puertas de entrada abrirse y cerrarse, y luego el clic de los zapatos de vestir de mi padre sobre el suelo de mármol.



—Está aquí. —Sonrió. El alivio en su rostro era obvio. Estaba cansándose de entretenerme. El sentimiento era mutuo.



—Lamento llegar tarde. Tenía un asunto que atender. Problemas con el personal que pasaste por alto, pero ahora está arreglado. Necesitamos discutir tu futuro y decidir qué es exactamente lo que quieres con tu vida. Entiendo que Angelina no lo es. Estoy preparado para aceptarlo. Pero necesitamos hablar.Iba a arrestar a Jimmy por intentar ayudarme. Tenía que ir. No creía que William supiera de esto. Algo estaba mal y William me encontraría. No tendría un ataque por esto. No lo tendría. —Está bien, Jimmy —dije, lo rodeé y fui hacia la puerta. No miré hacia atrás mientras salía por la puerta y me enfocaba en salir del edificio. Estuve tentada a gritar por William, pero no lo hice. No podía hacer que mi boca se moviera. Me congelaba lentamente.



Una vez que estuve cerca del coche de policía, el oficial me empujó, causando que me tropezara. Evité caerme y agarré el frente del coche. Comenzó a decirme que tenía derecho a guardar silencio y dejé de escucharlo. Intenté no pensar en las esposas de metal cerrándose en mis muñecas. Si pensaba mucho en eso, me perdería.



El oficial abrió la puerta trasera, puso su mano en mi hombro y me empujó. Quise decirle que dejara de lastimarme, que iría de buena gana, pero no pude. Las palabras no salían. Había olvidado cómo usarlas. El terror empezaba a hacerse cargo.



Quería a William. Tenía miedo. Las lágrimas se deslizaron silenciosamente por mis mejillas y me centré en William. En su cara esta mañana, cuando me despertó con sus besos. Lo amaba. Nunca le dije que lo amaba. Tenía que decírselo.



El coche se detuvo frente a la casa de William. Me sentí aliviada. No iba a la cárcel. No sabía por qué me hallaba aquí, pero el alivio alejó todo lo demás.



Dos Mercedes negros estaban estacionados en la entrada. El lado del conductor se abrió primero y el padre de William bajó. Tropecé en el camino de baldosas y logré sostenerme antes de caer y el policía sosteniendo mi brazo tiró de la articulación.



—Gracias, Josiah, por ayudarme a manejar este asunto con delicadeza —le dijo el señor Kerrington al oficial. Soltó mi brazo y asintió. Le entregó un juego de llaves al señor Kerrington antes de rodearme y entrar en su coche.



Nos quedamos en silencio mientras el policía se iba, dejándome esposada. —Hola de nuevo, señorita Sloane. Espero que esta vez pueda permanecer coherente el tiempo suficiente para que le explique lo que está a punto de ocurrir —dijo, dando un paso hacia mí.



—Después de nuestro último encuentro, cuando perdiste el conocimiento, revisé tus antecedentes. Encontré que mi hijo está tirando por la borda su futuro por una mujer que está demente. O al menos lo estará pronto. Aparentemente corre por tu familia. Ya estás mostrando señales de inestabilidad. Se supone que debes ver a un psiquiatra tres veces a la semana, pero huiste sin decir nada hace seis meses. Has estado en la cárcel por el asesinato de tu madre, en el cual fuiste declarada inocente porque corroboraron tu coartada. Sin embargo, tu registro de locura está aquí. No puedo dejar que el heredero del nombre Kerrington pierda su vida en alguien como tú. No eres lo suficientemente buena para mi hijo.



Sacó un brazalete de diamantes que debe haber costado una fortuna. —Y para asegurarme de que no vuelvas a pisar Rosemary Beach nunca más, tengo evidencia de que robaste este brazalete a una cliente. Se le cayó mientras cenaba con nosotros y tú lo trajiste aquí y lo escondiste en tu maleta. Ella está dispuesta a perdonarte y dejarlo estar si dejas la ciudad. El oficial que te trajo a mí tiene esto registrado, te arrestará y la víctima de este robo presentará cargos si no dejas la ciudad inmediatamente.



Señaló al otro Mercedes sedan negro estacionado en la entrada. —Tus bolsos están dentro. Confío en que entrarás voluntariamente al auto y dejarás que te lleven a algún lugar lejos de aquí. No importa a dónde. Sólo vete.



Me quedé allí, sopesando mis opciones. No tenía mi teléfono. No estaba segura dónde se encontraba. Lo había dejado en la casa esta mañana. Todavía tenía las esposas puestas y era muy probable que fuera a la cárcel por un crimen porque me tendieron una trampa. ¿Dónde estaba William? —Si amas a mi hijo y creo que en ese cerebro inestable que tienes crees que lo haces, lo dejarás en paz. Déjalo ir. No necesita esto o a ti. Necesita a alguien que pueda darle niños saludables. Alguien a quien no necesite cuidar. ¿No quieres eso para él?



Lo hacía. Quería todo eso para él. Asentí. —Bien. Entonces entre al coche y váyase señorita Sloane.



Levanté la mirada hacia la casa que representaba al hombre que amaba y una lágrima cayó por mi cara. Esto era lo correcto. Era tiempo de que me fuera. —¿Puedo pedirle una cosa? Por favor, dígale que me fui porque era lo mejor para él. No porque no lo amara. Porque sí lo amo. Quiero que sea feliz y quiero que tenga lo mejor en la vida. Sé que no soy lo mejor.



El señor Kerrington no respondió. Sólo se quedó de pie sosteniendo la puerta trasera del coche abierta, esperando a que entrara. —Por favor, no quiero que crea que no lo amo. No se merece eso —rogué.



—A William no le importará el que te hayas ido. Deja de engañarte, chica. Eres sólo una distracción para él.



En mi corazón sabía que eso no era cierto, pero mis emociones no podían resistir otro golpe. Estaba demasiado cerca de derrumbarme. Traté de tragar el nudo en mi garganta. —Bien, pero ¿qué pasa con mi auto? —pregunté mientras caminaba hacia el sedán con las manos todavía detrás de mí.



—Volverá a ti. Pero por ahora, te irás en esto. Necesitamos asegurarnos de que no te robes nada más antes de liberarte. Le dejaré la llave de las esposas a Leo, tu conductor. Una vez que estés segura de a dónde irás, te las quitará. Es por su seguridad, por supuesto.



No respondí. Sólo me subí. Cuando la puerta se cerró de golpe detrás de mí, apoyé la cabeza en la ventana, incapaz de recostarme por culpa de mis manos. Observé cómo se desvanecía Rosemary en la distancia mientras se alejaba de la pequeña ciudad conduciendo. —¿A dónde, señorita? —preguntó Leo desde el asiento delantero.



—Macon, Georgia —respondí. Era tiempo de que volviera a casa.

***

Mi madre llamó y dijo que mi padre quería verme. Estaba listo para esta conversación, así que mientras Maite trabajaba, fui a verlo. Excepto que él no se encontraba en casa. Mamá me dijo que tomara asiento y que me prepararía un desayuno mientras lo esperaba. Luego de dos horas de escuchar las preocupaciones de mi madre sobre mi futuro, y decirme los deseos de mi abuelo, me puse de pie. No iba a quedarme más tiempo. Maite saldría de su segundo turno pronto, e iba a estar allí cuando lo hiciera. No tenía más tiempo que perder.



Mi teléfono sonó por quinta vez consecutiva y miré hacia abajo para ver el número de Blaire en la pantalla. No había hablado con ella desde que dejó Rosemary con su prometido y ahora mismo no era el momento. Tenía otra mier***da con la que lidiar. La llamaría más tarde. Apagué mi teléfono y lo metí de nuevo en el bolsillo. —Él estará aquí en unos pocos minutos más, cariño. Sólo dale tiempo. Es un hombre ocupado. Déjame ver si puedo encontrarlo. —Comenzó a llamarlo cuando oí una de las dos puertas de entrada abrirse y cerrarse, y luego el clic de los zapatos de vestir de mi padre sobre el suelo de mármol.



—Está aquí. —Sonrió. El alivio en su rostro era obvio. Estaba cansándose de entretenerme. El sentimiento era mutuo.



—Lamento llegar tarde. Tenía un asunto que atender. Problemas con el personal que pasaste por alto, pero ahora está arreglado. Necesitamos discutir tu futuro y decidir qué es exactamente lo que quieres con tu vida. Entiendo que Angelina no lo es. Estoy preparado para aceptarlo. Pero necesitamos hablar.

No estaba seguro si confiaba en su fácil aceptación a mi rechazo sobre casarme con Angelina. Él había estado forzándolo desde que tenía diez. Miré a mi madre, que me daba una sonrisa falsa mientras retorcía sus manos nerviosamente en su regazo. Algo pasaba. Debían tener otra futura esposa en la fila. Esa era la única razón por la que siquiera estaría listo para considerar algo más.—¿Podemos discutir negocios en mi oficina y dejar a tu madre relajarse y disfrutar el resto de su día?



Lo seguí por el pasillo hacia su oficina. Tenía exactamente treinta minutos antes de que Maite saliera del trabajo. Podría darle veinte minutos y luego me iría. Necesitaba hablar rápido. —¿Cigarro? —preguntó mientras se detenía en el humidificador3 que mi madre le había dado como regalo de bodas. Desde entonces, tenía una habitación construida en la casa para su gran colección de cigarros, pero mantuvo algunos aquí por conveniencia.



—No —respondí y me paré junto a la ventana en lugar de sentarme frente a su escritorio como si fuera un niño que necesitaba dirección.



—Muy bien. Yo tampoco necesito uno. Esperaré a disfrutar uno esta noche. Douglas Mortimar estará aquí para la cena. Espero que te nos unas. —Douglas Mortimar era uno de los grandes inversores en el club. Tenía un hoyo entero dedicado a él en el campo de golf. Nunca había sido invitado a reuniones como esta.



—¿Por qué? —pregunté, todavía no preparado para confiar en él. No podía recordar a Mortimar teniendo una hija. Si no me equivocaba, él tenía un hijo que era mucho más grande que yo y que venía en los veranos con su familia.



—Quieres una parte más grande en este negocio, y estoy dándotelo.



Esa no era la respuesta correcta. —Ve al punto. ¿Qué es lo que necesitas de mí? Sé que Angelina te contó sobre Maite. No soy tan estú***pido como para creer que ella se guardaría esa pieza de información. Es una perra vengativa, lo cual es una de las razones por las que no quiero estar atascado con ella el resto de mi vida. Por lo tanto, ahora sabes sobre Maite. Abordemos eso primero, ya que es lo que realmente impulsó esta reunión.



La mandíbula de mi padre se apretó y supe que había arruinado completamente su trampa cuidadosamente trazada. Esta reunión fue para atraerme y mostrarme todo lo que podía tener, luego me golpearía con un ultimátum con respecto a Maite. Necesitaba entender que nada venía antes que ella. Que si no podía aceptarla, me iría. El Club Kerrington quedaría en manos de un pariente lejano, o incluso en las del hijo de Mortimar ya que papá lo amaba tanto.



—Sé sobre tu pequeña aventura. La he conocido. Ella no es exactamente lo que uno llamaría mentalmente estable.



¿Qué quería decir con que la había conocido? ¿Cuándo? ¿Cómo la “conoció”? Me moví a través de la habitación y puse ambas manos sobre el escritorio en el que se encontraba sentado y miré hacia sus calculadores ojos. — ¿Qué quieres decir con eso? —gruñí.



Mi padre no se inmutó. Me disparó una mirada enfadada con una expresión de indiferencia. —Significa exactamente lo que dije. No está bien mentalmente y tú eres consciente de ello. De todos modos, hice un poco de investigación sobre ella y va mucho más profundo de lo que creo que sabes o entiendas.



Lucía demasiado calmado. Algo andaba mal. —¿Cuándo la conociste?



—Pasé por tu casa ayer a la mañana. Estaba sola y apenas había dicho una palabra cuando se puso completamente catatónica. No respondió. Sólo se sentó ahí, mirando al espacio. Eres un hombre inteligente, hijo. ¿Realmente no piensas que hay un futuro con esta chica?



Ayer. Regresé a casa y ella encontraba en el suelo. Mier***da. —¿La dejaste allí, en el suelo, así? ¿No pensaste en llamarme?



Mi padre encogió sus hombros. —No iba a tocarla. Podría haber colapsado sobre mí como hizo con su madre. Hice un poco de investigación.



La dejó así. El odio hirvió a través de mí mientras miraba a este hombre que ni siquiera conocía. Me crió pero no lo conocía. —¿Te dijo que la policía la encontró con sus manos cubiertas de sangre? Se hallaba sentada junto al cuerpo muerto de su madre meciéndose hacia delante y hacia atrás, sin responder y con sangre en sus manos. La única razón por la que no fue encerrada es porque tenía una coartada. Su vecina dijo que había estado fuera con ella toda la noche. Aparentemente, ella fue la persona que llamó al nueve-uno -uno.



Mi estómago se revolvió. Maite había encontrado el cuerpo de su madre. Mier***da. No me dijo eso. Tampoco me dijo que había sido una sospechosa en la muerte de su madre o cómo murió. Había tanto que no sabía. —No sabía que había encontrado a su madre. Mier***da. —Tropecé hacia atrás y me hundí en la silla detrás de mí. No es de extrañar que estuviera tan jodida. Vivió con una mujer loca, encerrada lejos del resto del mundo. Luego se volvió lo suficientemente fuerte para escapar, y tuvo que volver a casa para encontrarla muerta. Sangre en sus manos. Mier***da. Tenía que irme. Necesitaba abrazarla. Podría estar bien, pero yo no. ¿Cuánto tuvo que soportar en tan poco tiempo?



—Tengo que irme —dije, poniéndome de pie y dirigiéndome a la puerta.



—Como padre tengo que tomar decisiones que son lo mejor. Recuerda eso cuando pienses que estoy controlando tu vida. Estoy ayudándote a convertirte en el Kerrington para el que fuiste creado.



No miré hacia atrás. No me importaba lo que quería o quién pensaba que debería ser. La imagen de mi abuelo mirando a mi abuela con tanto amor en sus ojos volvió a mí. Dijo que no podía imaginar un mundo sin ella en él. Entendía eso ahora. No era hijo de mi padre. Era hijo de su padre. El sórdido y jodido bastardo que era mi padre no era algo que había sido heredado de sus padres. Ellos habían sido la razón de que yo encontrara felicidad en mi vida. Mi abuelo me había enseñado qué buscar.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:22 pm

38

Maite

Para el momento en que Leo estacionó en la entrada de la casa de Braden, mis muñecas estaban a carne viva y tenía tantas ganas de ir al baño que mi estómago se acalambró. —Eso es todo —dije a través de los dientes apretados mientras los tensaba firmemente por el dolor.

Él abrió la puerta y salió, luego abrió mi puerta y no esperé a que alguien me cogiese y me sacara. Me dolía demasiado para eso.



No dijo nada mientras abría las esposas en mi espalda. Sentí ganas de llorar de alivio cuando mis manos cayeron inertes a los lados.



Se movió para abrir el maletero y puso mis maletas en el suelo. Con un pequeño asentimiento, se metió en el auto y se alejó. Fui a levantar las bolsas, pero un agudo dolor se disparó por mis brazos. Decidí que mis maletas se podrían quedar aquí fuera, por ahora.



Caminé hacia la puerta y miré hacia la casa que había ayudado a decorar a Braden antes de que se casara. Su marido se la compró para ambos cuatro meses antes de la boda, así Braden podía arreglarla para que se mudaran una vez estuvieran casados. Fue romántico. Me había quedado en su casa y deseé que algún hombre me amara así algún día.



3 Contenedor para mantener los cigarros frescos.

No estaba destinada a ser amada de esa forma. No podía. Mi deseo de querer eso fue egoísta. Estirándome, presioné el timbre y esperé.



Cuando la puerta se abrió, no era Braden, quien había esperado que estuviera aquí así podría lanzarme a sus brazos y llorar. En su lugar, estaba Kent, su esposo.—¿Maite? —preguntó, sus ojos ampliándose con sorpresa.



—Hola, Kent —dije con voz cansada. Mi vejiga pedía ser liberada—. ¿Puedo usar tu baño?



Dio un paso hacia atrás y me dejó entrar. —Uh, por supuesto, sabes dónde está.



Pasé junto a él y decidí que tomaría un minuto para reponerme después de haberme aliviado.

***

Una vez que terminé, me quedé de pie frente al espejo y miré mis hinchados ojos rojos. Me veía tan patética como me sentía. Lavé mis muñecas con agua y jabón y luego las sequé. La delicada piel picaba, pero al menos se sentían limpias ahora.



Caminé de nuevo hacia la entrada para ver a Kent entrando con mis maletas. Sus ojos encontraron los míos y la simpatía y la preocupación en ellos sólo me hicieron sentir aún más patética. —Gracias. Me temo que no tengo auto. No conseguí que me lo devolvieran. Aunque voy a encontrar una forma para que lo hagan.



Kent bajó las maletas y asintió hacia la cocina. —Vamos. Vamos a conseguirte algo de beber y de comer si tienes hambre. Llamé a Braden. Está volviendo a casa del trabajo.



Miré el reloj. Ni siquiera eran las tres en punto aún. Braden estaría en la escuela todavía. Era maestra de tercer grado. Me senté en uno de los altos taburetes de la barra que Braden y yo encontramos en una boutique por una ridícula cantidad de dinero. Pero a ella le encantó y Kent no le dijo que no. —Sé que no soy Braden. Pero puedes hablar conmigo si lo necesitas —dijo Kent mientras me preparaba un té helado. Ni siquiera me preguntó qué quería. Ya lo sabía. Con Braden habíamos sido un paquete. Kent la amaba y pasó por alto el hecho de que pasaba demasiado tiempo dedicada a mí. Una vez dijo que era una de las razones por las que la amaba.



—Prefiero decirlo una sola vez. No estoy segura de poder decirlo dos veces —dije mientras él ponía un vaso frente a mí. Sabía que lo entendía. Me había visto tener más de un problema. No estaba segura de si Braden alguna vez le dio detalles. Una vez, pensé que no compartiría nada con nadie, pero ahora que sabía lo que se sentía amar a alguien y querer compartir todo con ellos… creía otra cosa. Estaba bien con eso. Si le decía, era su historia también. Tenía todo el derecho.



—Si hay alguien al que haya que moler a golpes, sólo dímelo.



El hecho de que Kent estuviera tan preocupado por mí alivió mi mente. No estaba segura de a dónde iba a ir ahora, pero necesitaba una semana o más antes de seguir con mi vida de nuevo. No me sentía lista para estar sola. Todavía no.



La puerta del frente se abrió y los tacones de Braden hicieron clic por el pasillo mientras corría hacia nosotros. —¡Maite! —gritó y me puse de pie. Las lágrimas llenaban mis ojos. Necesitaba verla.



—En la cocina, Bray —respondió Kent.



Braden llegó corriendo a la cocina y se me escapó un sollozo cuando la vi correr directamente hacia mí. Sus brazos se envolvieron a mí alrededor y me aferré a ella. Me había enviado a este viaje para encontrarme a mí misma y, sin embargo, encontré mucho más. Quería ser capaz de expresarle que esto no era sólo un corazón roto. Había hecho recuerdos para toda una vida, recuerdos que no cambiaría por nada en el mundo. Pero justo ahora, sólo necesitaba que me sostuviera mientras ambas llorábamos.



Ella ni siquiera sabía por qué lloraba, sólo me sostuvo y lloró. La había extrañado muchísimo. Llegué al lugar correcto. Este era mi hogar. Incluso con los recuerdos que me atormentaban, aquí era donde pertenecía. Braden era mi hogar. Era todo lo que tenía. —¿Por qué no vamos a la sala y ustedes dos se sientan en el sofá y lloran todo lo que quieran? —dijo Kent con voz suave.



Braden asintió pero no me soltó. Soltamos unos cuantos sollozos antes de retroceder lo suficiente como para mirarnos. —¿Estás bien? —preguntó.



Asentí y luego sacudí mi cabeza. —No lo sé. Estoy perdida y confundida.



Braden se agachó y sujetó mi mano. —Vayamos a la sala y pongámonos cómodas.



No me sentía lista para hablar ahora pero ambos se merecían una explicación. Necesitaba decirles exactamente lo que ocurrió en Rosemary. Y quizás podrían ayudarme a descifrar qué iba a hacer con mi vida ahora. Mis viajes se acabaron. Necesitaba vivir mi vida aquí. Donde estaba segura de mi entorno y no podía herir a nadie más.



***



Empecé explicando cómo ocurrió todo en la estación de gas y luego cómo terminé ahí una vez más por culpa de Tripp. Luego les dije sobre cómo perdí mi corazón con William y cómo lo volvería a hacer de nuevo.



Cuando terminé, Braden se secaba los ojos de nuevo. —Odio a ese hombre. Quiero estrangularlo. ¿Cómo pudo hacerte eso? ¿Y William lo sabe?



Sacudí la cabeza y me detuve. No tenía idea de si William lo sabía o no. ¿Pesaba que lo había abandonado? ¿Importaba?



—No importa. No puedo quedarme con él. Sabes eso más que nadie. ¿Qué sucederá cuando me rompa y pierda la cordura? No quiero que William me ame y se quede con la sombra de una mujer igual que yo me quedé con mi madre. Tiene una vida frente a él por lo mucho que ha trabajado. No puedo ser lo que necesita. Estoy tratando ser quién yo necesito. No soy lo que ningún hombre necesita, Braden. Sabes eso.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:25 pm

39

William

El horario del almuerzo había terminado hace diez minutos. No llegaba tarde todavía. Aparqué la camioneta y me dirigí dentro. No había visto a Maite en seis horas y eso ya era malditamente demasiado. No la vería de nuevo hasta dentro de dos turnos. No importa cuando ruegue. Empujé la puerta de la cocina y todos se congelaron. Normalmente mi entrada no se notaba mucho. Estaban acostumbrados a que entrara y saliera. Jimmy registraba las entradas. Me miró y ladeó la cadera. —¿Ahora apareces preocupándote por la falta de ayuda por aquí? Vas y arrestas a la maldita mejor ayudante que tuve desde que Blaire trabajó aquí. Luego no hay explicaciones ni se te ve por aquí.



¿Arrestar su ayudante? ¿Qué ayudante? —¿De qué estás hablando? —pregunté, buscando a Maite. Tal vez ella pudiera explicarme este arrebato a lo reina del drama.



—Oh, no lo sé, William. Quizás el hecho de que la po-po apareció y arrestó a la pequeña y dulce Maite y la asustó de muerte después de que tú no hagas nada. Dejaste que se la llevaran y no te preocupaste por el hecho de que hoy tenía que trabajar dos turnos.



Agarré la primer cosa que pude alcanzar, lo cual era el frente de la camisa de Jimmy. —¿Qué acabas de decir acerca de Maite y la policía? Deja de parlotear y jodidamente explícate —le grité. La sangre corría hacia mi cabeza y latía en mis sienes. Sabía que algo iba mal, pero nada de lo que Jimmy dijo tenía sentido.



—La policía vino y se llevó a Maite justo después de que llegara aquí esta mañana. ¿No lo sabías? Dijeron que el señor Kerrington quería que la escoltaran fuera del edificio antes de que la esposen. Estaba asustada, hombre. Realmente asustada.



Solté la camisa de Jimmy y me tambaleé hacia atrás. El maldito controlador egoísta había arrestado a mi Maite. Ella estaba asustada. Iba a necesitarme y yo no estaba allí. —¡Joder! —grité, salí hecho una furia de la cocina y empecé a correr. Tenía que encontrarla.



—Fue Josiah Burton quien la arrestó —gritó Jimmy detrás de mí.



Iba a ir tras Burton primero. Fui a la escuela con Josiah y no sería la primera ver que lo golpee como loco. Sin embargo, sería la primera vez que me acusaran de agresión a un oficial. —Si sabes algo, llámame —respondí y abrí la puerta para ir a la estación de policía y hacia el lamentable policía en esta ciudad que podía ser comprado.



Por último iría a ver a mi padre. Él no sería tan fácil de amenazar.

***

No me registré en el escritorio principal cuando llegué a la estación. —Tiene que registrarse, señor Kerrington —dijo Margaret Fritz mientras pasaba junto a ella sin una palabra.



El oficial adjunto Josiah Burton se encontraba en su oficina cuando llegué, entré sin golpear y cerré la puerta de golpe detrás de mí. La trabé en caso de que necesitara tiempo para matarlo. Me di la vuelta para mirar al hombre al que sabía le habían pagado para cumplir las órdenes de mi padre. —Será mejor que empieces a disculparte, hijo de pu***ta, o la última cosa que haré antes de que me encierren será volar tu lamentable cabeza —gruñí.



Josiah se levantó de su escritorio, sus ojos pequeños y brillantes dando vueltas en sorpresa. —Hice lo que tu padre me dijo que hiciera. Cubrí todo. El papeleo está hecho y archivado; no puede volver a la ciudad. Me aseguré de eso. Cálmate. Está hecho. No hay razón para ponerse tan demandante.



Pensaba que sabía sobre esto. Forcé que la intensa necesidad de arrancarle la cabeza bajara y lo miré, decidiendo exactamente como jugar eso. Necesitaba más información.—¿Cuándo la arrestaste?





Josiah sacudió la cabeza. —No lo hice. Como tu padre me pidió sólo la esposé y la puse en la parte trasera del coche patrulla. Asustarla un poco. Luego llevarla a él.



Mi pecho estaba a punto de explotar. La habían asustado a propósi***to. Mi padre pagaría por esto. Cada minuto que estuvo asustada lo pagaría diez veces más. —¿Dónde se encontraba mi padre? ¿A dónde la llevaste?



Josiah frunció el ceño. —A tu casa.



La llevó a mi casa. —¿Está todavía allí?



—No, hombre. Te lo dije, hice todo el papeleo. Fue advertida de no volver o la arrestaría y fue enviada a dónde demonios Leo tuvo que llevarla.



—¿Por qué no puede volver? —pregunté convirtiendo mis manos en puños.



Josiah empezó a responder y se detuvo. Me estudió un minuto y luego su mandíbula cayó. —No sabías. Él hizo esto y tú no lo sabías. Joder —dijo, recostándose en su silla—. Oh, hombre, William. Creí que sabías. Creí que estaba loca y tenías miedo de lo que podía llegar a hacer. Iba a deshacerme de ella por ti. Tu padre dijo que era peligrosa. Un caso mental. Incluso la maltraté un poco. No lo sabía… por favor, dime que esta chica tiene la cabeza jodida y que lo que hice estuvo bien.



Cerré mis ojos fuertemente tratando de no pensar en la parte que dijo sobre maltratarla un poco. Necesitaba golpear a alguien. —¿Cómo la maltrataste? — pregunté en voz baja y tranquila.



—Sólo la sacudí con fuerza por el brazo innecesariamente y puse las esposas un poco apretadas.



Agarré el frente de su uniforme y lo levanté de su asiento. —Incluso si estuviera loca, es una mujer. Ninguna mujer necesita ser tratada de esa manera. Nunca. —Tomé una respiración profunda—. Es la mujer que amo. —Lo lancé a su silla de nuevo y golpeé la pared. No me disculpé o esperé para ver si tendría que lidiar con cargos en mi contra. Abrí la puerta e hice mi camino de regreso a mi camión, ignorando las preguntas mientras pasaba.



Leo. Tenía que encontrar al maldito Leo.

***

Leo no se encontraba en la ciudad. Mis padres se habían ido en un avión a Nueva York después que dejé la casa. Nadie sabía nada. Me quedé en mi porche mirando hacia el océano mientras llamaba a Maite por centésima vez sólo para ir al buzón de voz. —Es Maite. No puedo responder mi teléfono ahora, pero déjame un mensaje y te contactaré.Bip.



—Soy yo de nuevo. Te has ido. No estuve allí y te lastimaron. Dios, bebé, saber cuán asustada debes haber estado y no estuve allí. Necesito encontrarte. Donde sea que estés. Necesito encontrarte, Maite. Llámame. Déjame saber que estás bien.

Bip.



Luego, tono de marcación.



Dejé caer mi teléfono en la mesa y me agarré de la barandilla frente a mí. Iba a dormir sin mí esta noche. Sus pesadillas volverían y yo no estaría allí. ¿Alguien estaría allí? ¿Estaba sola?
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:27 pm

40

Maite

Mi teléfono no estaba. Había desempacado todas mis cosas y mi teléfono no se encontraba ahí. William no me podría llamar. Tal vez eso era lo mejor. Decirle que no era buena para él no había funcionado antes. Su padre forzaba mi mano y le demostraba a William la verdad. Yo no valía la pena.



La idea de que su padre le hubiera mentido a William para hacerle creer que lo abandoné voluntariamente, o que en realidad había robado algo, dolía. No quería que pensara que haría cualquiera de esas cosas. No fui capaz de volver a dormir después de despertarme a mí, Braden y a Kent gritando la otra noche. Me senté y pensé en lo que tenía que hacer a continuación. A dónde tenía que ir. Cómo debía vivir mi vida. ¿Veré alguna vez a William de nuevo? Me libró de caer dormida de nuevo y dejar que otro mal sueño viniera a atormentarme. Todo estaba demasiado fresco justo ahora.

Un rápido golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos y Braden abrió la puerta y entró sosteniendo una taza de café. —Pensé que podrías estar despierta —dijo, sonriendo y tendiéndome la taza.



. —Gracias —dije y tomé la taza. Después de tomar un sorbo, miré a Braden—. Lamento lo de la otra noche.



Braden frunció el ceño. —No tienes por qué disculparte. Yo lamento que tengas esos malditos sueños. Lamento que no pueda hacer nada para que desaparezcan. Lamento que encontraras alguien a quien amar y todo se viniera abajo. Lo siento por toda la mier***da con la que has estado lidiando. Pero tú no tienes nada por qué disculparte, Maite Sloane. Nunca lo tendrás.



Tener a Braden me había salvado. A nadie le importaba hasta Braden. De alguna manera, me gané la lealtad de esta persona de gran corazón a la que nunca le podría agradecer lo suficiente. —¿Crees que terminaré como mi madre? —pregunté, porque era mi mayor temor. Sobre todo ahora.



—No. No lo creo. Creo que tu madre sufrió un trauma mientras tenía a un recién nacido y eso se mezcló con la depresión post-parto que sufría en ese momento. Recuerda que eso fue encontrado en sus registros. Tenía problemas y luego perdió a su marido y a su hijo tan trágicamente. No había nadie ahí para ella. Ninguna familia. Nada. Sólo tenía esta pequeña bebé y sí, no pudo más. La mayoría de los humanos lo haría en su posición. Si hubiera habido una familia para ver cómo se encontraba y ver su espiral fuera de control, entonces creo que ella hubiera mejorado. Que tu vida habría sido muy diferente. Pero no pasó de esa manera. Ella estaba sola y se perdió. Eso no te sucederá a ti. Porque me tienes a mí y jamás te dejaré sola. Tienes una familia.



Quería creerle. Quería que hubiera una razón para que mi madre no hubiese sido capaz de volver a mí. Que no hubiese sido solamente inevitable. —¿Y qué sobre mi abuela? Se encontraba en un asilo mental —le recordé. Ese hecho me perseguía.



—¿Siquiera sabes por qué? ¿Alguna vez has investigado sobre eso? No sabes por qué o si al menos es verdad. Tu madre te dijo esto y no se hallaba mentalmente ahí, Maite. Creo que has vivido creyendo algunas cosas que no son ciertas. Te aterrorizan. Pero con toda honestidad, Maite, si fueras a perder la cabeza, cariño, lo habrías hecho cuando entramos en lo de tu madre con la navaja en su mano y los cortes en sus muñecas. No te derrumbarás. Lo lograste a través de eso y eres lo suficientemente valiente como para aprender a vivir. Puedes hacerlo, Maite. Puedes vivir una vida plena y feliz. Una que tu madre merecía, pero que le fue arrebatada con engaños. No dejes que tus miedos te alejen de ello. Por favor.



Quería eso. Quería vivir. Por el padre y el hermano que nunca conocí y por mi madre, que le fue arrebatada una vida de felicidad. Quería vivir por ellos. Y quería vivir por mí. —¿Por qué no lo llamas?



No tenía que preguntarle a quién se refería. Sabía a quién se refería. Ella quería que llamara a William. Yo quería una vida con él. Lo amaba. Pero, ¿cómo podría interponerme entre él y su padre? Su padre me odiaba. Estaría entre él y su familia. Si William me quería más que a la vida para la que había nacido tener, entonces me encontraría. No iba a confundirlo al llamarlo. Necesitaba tiempo para decidir si perder a su familia para tenerme valía la pena. —Creo que esperaré. Sabe de dónde soy y sabe tu nombre. Si realmente quisiera encontrarme, podría hacerlo con bastante facilidad. Hay mucho en juego para William. No estoy segura de que valga la pena todo eso.



Braden puso su brazo alrededor de mis hombros y apoyó su cabeza contra la mía. —¿Cuántas veces tengo que decirte que eres especial? Cualquier persona que te conoce y no quiera llegar a conocerte y ser parte de tu vida es estúpida. Lo vi cuando era sólo una niña.



Sonreí. —No. Tú creíste que yo era un vampiro y querías ser mi amiga para que no te comiera.



Braden se rió entre dientes. —Bueno, eso también. Pero muy pronto descubrí que no eras un chupasangre y aún así me agradaste.



Nos sentamos en silencio por unos minutos, perdidas en nuestros pensamientos. —Me voy a tomar el día libre hoy. Vamos de compras —dijo finalmente Braden.



—De acuerdo. Eso suena bien. —Lo que sea que me sacara de esta casa y mi mente de Rosemary… y William.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:29 pm

41

William

No había dormido en toda la noche. Pero me había dado cuenta de algunas cosas. Si Maite fue forzada a salir sin tiempo para pensar en ello, se me ocurrió que el único lugar al que regresaría era Georgia y su amiga Braden. Esa era la única persona a la que sabía que estaba unida.



Había llamado a Josiah a las seis de la mañana y lo tuve realizando una búsqueda de Braden, mujer alrededor de veinte años en Macon, Georgia. Eso era todo lo que sabía. A los diez minutos tenía un nombre, un número de teléfono y dirección. Braden Fredrick vivía en Macon, Georgia, con su esposo Kent.



Llamé al número que Josiah me dio y me mandó al correo de voz dos veces.



Llamé a Josiah nuevo. —Dame un número de Kent Fredrick. Tiene que trabajar en algún lugar. Debe haber un número de trabajo.



—Está bien. Dame un segundo —respondió Josiah sin dudarlo. Oí el golpeteo de las teclas—. Ah, aquí está. Es un abogado. Fredrick y Fredrick. Parece que su padre es el otro Fredrick. 478 - 555 a 5515



Escribí el número. —Gracias —le dije y colgué para marcar el nuevo número.



—Fredrick y Fredrick licenciados en leyes. ¿Cómo puedo dirigir su llamada?



—Necesito hablar con Kent Fredrick —contesté.



—Espere un segundo. Creo que su línea está ocupada. Oh, espere. Está libre. Sólo un momento y lo transferiré.



Esperé mientras la música clásica sonaba en la línea. No podía estar quieto. Caminé de un lado a otro a través de mi porche trasero. Estaba cerca.—Kent Fredrick —dijo la voz de un hombre.



—Kent. Es William Kerrington…



—Ya era hora señor Kerrington. No me gusta ver a mi esposa molesta y cuando Maite está molesta, mi esposa también.



Sabía dónde encontraba. Me detuve, casi temeroso a la esperanza. —¿Sabes dónde está Maite?



—Sí, está en nuestra casa. Llegó ayer en un completo desastre. Tu padre necesita su cu***lo pateado. Y el jurado aún está deliberando sobre ti.



Estaba allí. Empecé a moverme. Comencé a caminar por el porche y luego eché a correr mientras golpeaba los escalones e iba a mi camioneta. —¿Está bien? ¿Está herida? —Josiah puede haberme conseguido este número, pero si la lastimó no me importaría un cara***jo.



—Sus muñecas están en carne viva porque la dejaron esposada durante cinco horas mientras viajaba en un coche. Pero aparte de eso, sólo su corazón. Está rota. Pero bueno, Maite siempre ha estado un poco rota.



Maite y rota en la misma frase me pusieron ansioso. Necesitaba buscarla. — Estoy en camino. No dejes que se vaya.



—¿Vienes aquí a buscarla?



—Sí —le contesté.



—Bueno, no estoy tan seguro de estar de acuerdo contigo llevándola a cualquier lugar cerca de ese miserable cu***lo de tu padre. ¿Quién dice que no la volverá a lastimar? Maite no tiene ningún familiar. Braden es eso para ella. Y cuando me casé con Braden, conseguí a Maite también. Sabía que iban juntas. Esas dos son muy unidas. Yo protejo lo que es mío.



Agarré el volante. —Maite es mía. No nos equivoquemos al respecto. Estaré ahí en cinco horas. —Colgué el teléfono y conecté la dirección de Fredrick en el GPS.

***

Luego de tres horas conduciendo mi teléfono sonó y el nombre de mi padre iluminó la pantalla. Pensé en enviarlo al correo de voz y cambié de opinión. Ya era hora de que me ocupara de ese hombre. No iba a llevar a Maite de regreso allí. No podría. Él no iba a aceptarla y yo no iba a vivir sin ella, así que no había futuro para mí en el Club Kerrington. —¿Qué? —dije, decidiendo que no merecía un saludo apropiado. Lo dejaría hablar y luego le diría lo que había decidido.



—¿Dónde estás? Me llamaron del club diciendo que no te presentaste esta mañana. Están teniendo problemas por estar faltos de personal en el comedor, y dos de los carros no están trabajando.



—Entonces arréglalo. Es tu club. No me importa lo que suceda en el lugar. Te aseguraste de ponerme completamente en tu contra cuando enviaste a Maite lejos. La lastimaron, idio***ta hijo de pu***ta. Y ahora me has perdido. No quiero tener nada que ver contigo, mi madre, quien te ayudó, o ese club. No puedes controlarme. No voy a dejarte. Estoy alejándome de todo. Tengo la sangre de mi abuelo en las venas y puedo hacer algo con mi vida. No te necesito. Nunca lo hice. —No esperé su respuesta. Presioné finalizar y sonreí a la carretera frente a mí. Estaba yendo a buscar a la única persona que me hizo querer vivir y construir una vida para nosotros. No sería la mimada y privilegiada vida en la que me había criado, pero sería una llena de amor y hasta Maite, eso era algo que me había perdido.



Mi teléfono comenzó a sonar de nuevo y el código de área de Macon, Georgia apareció, pero era un nuevo número. Ninguno de los dos que había guardado en mi teléfono. —Hola.



—¿Es William Kerrington? —Una voz femenina preguntó al otro lado del teléfono.



—Sí, lo es —le contesté.



—Es Braden Fredrick. Tengo que hacerte unas cuantas preguntas antes de permitir que vengas disparado de regreso en la vida de Maite. No estoy tan convencida como mi esposo de que es algo bueno que vengas aquí.



Sonreí al escuchar el protector tono en la voz de la mujer. Maite tenía una campeona y amaba a esta desconocida mujer por esa sola razón. Cualquiera que protegía a mi Maite tenía mi total respeto. —Está bien. Pregúntame lo que necesitas —le respondí.



Hizo una pausa. —¿Por qué estás viniendo aquí?



—Porque no puedo vivir sin Maite. No quiero. Ella es la razón por la que me levanto en las mañanas.



Silencio. Me preguntaba si iba a decir más. Esperé. —Está bien. Buena respuesta. Me podrías gustar. ¿Crees que Maite está loca o, posiblemente, podría volverse loca?



—No. Es brillante y llena de vida. Tiene problemas por superar, pero va a mejorar. Pretendo ayudarla y creo que un día cercano no va a lidiar con cualquiera de las cosas que la atormentan.



Hubo un suspiro de alivio en el otro extremo. —Última pregunta. ¿Por qué amas a Maite?



Ni siquiera tuve que pensar en ello. —Hasta que Maite entró en mi vida, no entendía la idea del amor. Nunca había estado enamorado y experimenté muy poco amor en mi vida. Pero lo vi una vez. Mis abuelos se amaron hasta el día de su muerte. Pensé que era un mito. Entonces conocí a Maite. Se metió bajo mi piel y luego empezó a abrir emociones en mí que no sabía que existían. No hay pretensiones con ella. No tiene idea de que es hermosa y es completamente desinteresada. Pero incluso si no fuera todas esas cosas, su risa y la mirada en sus ojos cuando es realmente feliz es lo único que me importa en la vida.



Un suave sollozo en la otra línea me sorprendió. —Está bien. Ven a por ella. Estoy de acuerdo.



Sonreí al pequeño hipo en la otra línea. —Casi estoy ahí.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Nov 25, 2015 12:32 pm

42

Maite

Braden había tenido que ir a una reunión en su escuela. No lo mencionó sino hasta después del almuerzo, salió corriendo de aquí bastante rápido luego de que sonara la alarma de recordatorio. Consideré tomar una siesta o al menos intentar hacerlo, no estaba segura si dormiría bien esta noche, tampoco. Odié el pensamiento de que tal vez haya despertado a Braden y a Kent con mis gritos.



Miré el reloj.



Habían pasado casi veinticuatro horas desde que llegué aquí. Ni una llamada de William. Él era un hombre listo y si hubiera querido comprobar y ver que me encontraba aquí, ya lo habría hecho.



Dolió. Quería que le importara. Quería que me amase lo suficiente.



El timbre de la puerta sonó y me quedé paralizada en la cocina. No estaba segura de sí debía abrir la puerta. Ellos no me habían dicho nada sobre esto. Además, era mediodía y Braden y Kent normalmente estaban en el trabajo a esta hora. Algunos días Kent trabajaba desde casa, como lo hizo ayer cuando llegué, pero hoy no se encontraba aquí. Ni siquiera había un coche afuera.



El timbre sonó de nuevo. Quienquiera que fuese, seguía insistiendo. Caminé por el pasillo y luego por el vestíbulo. Sería capaz de ver quién era a través de las ventanas a ambos lados de la puerta.



William estaba de pie observando ansiosamente la puerta con las manos metidas en los bolsillos. Estaba aquí. ¿Por qué se encontraba aquí? —Vamos, Maite, sé que estas ahí. Por favor abre la puerta, nena —rogó, y fue seguido de un golpe en la puerta.



Estaba aquí por mí. Di un paso hacia adelante y tomé el picaporte. Se hallaba ahí; quería verme. No había llamado, sino que simplemente había venido por mí. Empecé a abrir la puerta y William la empujó el resto del camino mientras entraba a la casa como una exhalación. Sus ojos se enfocaron en mí, y me tomó atrayéndome dentro de sus brazos. —Me he estado volviendo loco —murmuró contra mi cabello—. No podía dormir, no podía comer. Lo siento. Realmente lo siento. Te juro que nunca voy a perdonarlo. Jamás. —Continuó abrazándome y prometiéndome cosas. Deslicé mis brazos alrededor de su cintura y descansé mi cabeza en su pecho. Había venido. Eso era todo lo que me importaba—. Te amo, Maite. No puedo perderte. Sólo a ti Maite, eso es todo lo que necesito. Sólo a ti. Vamos a encontrar una vida juntos. Una nueva. Que sea nuestra. Una que podamos crear.



Iba a renunciar a su familia y al club. ¿Podía dejarlo hacer eso? —No quiero que renuncies a todo aquello por lo que trabajaste —dije contra su pecho.



—Perdí mi tiempo. No puedo vivir una vida donde otro hombre controle cada uno de mis movimientos. Te lastimó, Maite. Te asustó, nena, y no puedo olvidar eso; no puedo superarlo. Está muerto para mí. Esa vida está muerta para mí. Sólo te necesito a ti.



Quería a William.



Extendí mi mano y la pasé por su cabello y por la barba en su rostro. —Te extrañé.



—Estuve en el infierno desde que entré a esa cocina y me dijeron que te habías ido. Nunca más. Lo juro.



Necesitaba escucharlo todo. Había venido aquí listo para dejar su vida atrás y comenzar una nueva conmigo; necesitaba saber en lo que se metía. No había sido completamente honesta con él; debería saber a cerca de mi madre y cómo la encontré, y saber sobre mi abuela y el hecho de que posiblemente podría heredar la locura de mi madre. —Deberías escuchar todo primero. Sobre cómo mi mamá murió y cómo podría terminar loca, también. No puedo dejarte tomar esta decisión sin que sepas todo lo que hay por saber sobre mí. Todas esas cosas que oculté y no las compartiría con nadie, necesito compartirlas contigo ahora. Luego puedes decidir si lo valgo.



William se inclinó, tocando mi boca con la suya y rozando mis labios con los suyos varias veces. —Nena, estoy tan alejado de aquello que podrías decirme cualquier cosa y no tendría problemas con eso. Pero si te hace sentir mejor, entonces dímelo, quiero saberlo todo. Quiero que seas capaz de decirme todo y que tengas fe de que no me iré a ningún lado.



Si iba a hacer que esto funcionase, entonces tenía que creer en él. Esto era una parte de mí que necesitaba saber. Era tiempo de que hablase de eso. —Hubo una fiesta. Una que iban a tener los chicos de la secundaría. Braden planeó durante una semana escaparse conmigo para ir allí. Iba a estar con su prima de Mississippi; lo tenía todo planeado. Me sentía entusiasmada. Nunca había estado cerca de otras personas. —Cerré los ojos fuertemente, porque sabía que decírselo podría llevarme muy posiblemente a tener un ataque. Quería ser lo suficientemente fuerte para contar esta historia, al menos a William.



—Tómate tu tiempo —me dijo, apretándome fuerte.



—Me sentía nerviosa. Mamá me había atrapado escabulléndome muchas veces durante los últimos meses. Cada vez terminaba mal. La mayoría de las veces me azotaba con un cinturón de cuero. Le aterrorizaba que yo me fuera. Y había estado hablando más con mi hermano. Él le decía que la extrañaba y quería que fuera con él. Eso me asustaba; sabía que la única forma en que podía ir con él era… muriendo. —Hice una pausa y respiré profundo—. Nos escabullimos esa noche sin problemas, fui a mi primera fiesta. Tuve mi primer encuentro con el sexo, no lo hice yo, sino otra pareja; estaban haciéndolo en el baño cuando fui a buscar uno libre para usar. Me fascinaron. Habían estado aferrados uno al otro con tanta fuerza, y yo quería eso. Quería estar así de cerca con alguien. El sexo y la idea de ello me intrigaron luego de ver aquello. Esa fue la parte fácil de recordar, fue la única cosa brillante esa noche, odiaba pensar en esta última parte.



—Habíamos regresado tarde a casa. Eran alrededor de las tres de la mañana y me sentía más feliz de lo que alguna vez me sentí. Un chico me había besado y me encantó. Fue real. Había vivido... Pero entonces llegamos a casa. Braden nunca entró conmigo. Ella siempre esperaba fuera hasta que me encontraba segura dentro. Las luces estaban encendidas en toda la casa, podíamos ver la luz de mi habitación encendida desde el jardín delantero, y esa fue nuestra primera señal de que algo andaba mal. Mi madre normalmente se quedaba en la oscuridad, esperando por mí con un cinturón cuando descubría que había salido de la casa. — Sentí mi cuerpo temblar. Mi respiración haciéndose más pesada y más dificultosa. No iba a dejar que mi miedo ganara. Iba a superar esto. Reuní toda la fuerza que pude y miré a William.



—Braden no se fue cuando abrí la puerta. Me siguió dentro y se quedó de pie en la puerta. Ambas lo sabíamos. El silencio nos lo decía. No llegué lejos. La casa era pequeña y caminé desde la sala de estar hacia el pasillo. La sangre... su sangre. —Respiré profundo—. La alfombra del baño la absorbía; la vi y lo supe. Fueron sólo unos pasos pero se sintieron como una milla desde ese lugar en el pasillo hasta la puerta del baño. Ella yacía ahí, muy quieta en el suelo de baldosas. Sus muñecas estaban abiertas, y sobre el charco de sangre a su alrededor había una navaja. Me perdí en ese momento; comencé a gritar y sostuve su mano en un intento de traerla de regreso. Pero la verdad era que quería ir con mi hermano… y lo hizo.



William me presionó más duro contra su pecho. —Oh, cariño. Lo siento tanto. Por todo. Estoy malditamente apenado.



No había terminado. Quería que así fuera, pero no lo había hecho. Había llegado hasta aquí y tenía que seguir. —Braden escuchó mis gritos y corrió hasta el baño. La miré y le dije que mi mamá se había ido. Fue ahí cuando me desconecté de todo. No recuerdo la llamada al 911 ni la llegada de los paramédicos, estaba perdida en un mundo donde mi madre seguía viva y no podía alcanzarla. Finalmente, cuando regresé a la realidad, Braden se encontraba a mi lado, limpiándome, enjuagando la sangre de mis manos. Luego me cambió en ropas limpias y se quedó a mi lado, sosteniendo mi mano mientras respondía preguntas; hubo muchas preguntas, y se negó a irse de mi lado. Cuando todo terminó, me mudé a la casa de al lado para vivir con ella y sus padres durante los siguientes años. Estaba determinada a que viviera con ellos. Estaba segura que se preocupaban por lo sucedido. Braden me había tenido en secreto de ellos durante todos esos años y les asustaba. No los culpaba. Nunca me acogieron, podía verlo en sus ojos; esperaban que me quebrase. A veces los entiendo porque yo hago lo mismo. Esperar...



—No lo digas. ¿Me escuchas? No te atrevas a decirlo. No vas a quebrarte. Eres la persona más fuerte que alguna vez conocí. Estoy admirado por todas las cosas por las que atravesaste y el hecho de que aún puedas iluminar una habitación cuando entras a ella. Cuando te veo, veo vida. Veo alegría. Veo mi futuro.



Yo era su futuro. Él era el mío. Si tuviera una vida con William por la que esperar, sabía que podría luchar con cualquier oscuridad que intentara alcanzarme. Antes de William, no sabía por qué seguía viviendo; en mi búsqueda para encontrarme a mí misma, me había encontrado con mucho más. Ahora sabía por lo que quería vivir. Entendía el amor; lo había encontrado.

***

William rechazó la oferta de Braden de que nos quedáramos. Ella discutió al respecto y me sorprendió. William me hizo traer mis dos maletas; no nos fuimos muy lejos porque aún no me sentía lista para dejar a Braden. En el momento en que la puerta se cerró detrás de él, William tiró al suelo la maleta que había traído conmigo y se dirigió hacia a mí para cargarme. Me cargó hasta la cama tamaño King que se posicionaba en el centro de la habitación. —Necesito que hagas algo —dijo William mientras se quitaba la camisa y la arrojaba al suelo para luego comenzar a desabrocharse sus vaqueros.



—De acuerdo —respondí, mirando sus manos en lugar de su rostro. Amaba verlo bajar sus vaqueros y verlo libre.



—Cuando esté profundamente enterrado dentro de ti, necesito que me digas que me amas.



El vulnerable pedido me hizo darme cuenta que nunca se lo había dicho, me senté y coloqué mis manos en su pecho mientras se inclinaba sobre mí. —Sabes que te a...



No aún. Cuando esté en tu interior. Dímelo entonces —dijo con su dedo sobre mis labios para evitar que lo dijera. Me quité la camiseta y él trabajó rápidamente con el resto. Sus manos tomaron mis rodillas y separó mis piernas de modo que me tenía abierta para él—. Necesito besarte ahí. Creo que me ha extrañado —susurró, y bajó su cabeza hasta que estuvo entre mis piernas. Me sacudí debajo de él y enterré las manos en su cabello gritando su nombre cuando su lengua se deslizó hasta mi centro y luego comenzó a hacer círculos alrededor de mi hinchado clítoris—. ¿Ves? Me extrañó —susurró sonriéndome antes de enterrar dos dedos dentro de mí y luego lamiendo mis jugos, que fluían libremente por el intenso placer que su lengua causaba.



—Sí, muchísimo —concordé y mantuvo su cabeza quieta cuando metió mi clítoris en su boca y comenzó a chupar. Estaba tan cerca del orgasmo pero lo quería a él dentro—. Te necesito dentro de mí —jadeé, haciendo que volviera sobre mi cuerpo para que me llenara.



Lentamente William dejó un sendero de besos por mi estómago, mi pecho y mi cuello, hasta que sus labios se cernían sobre los míos. Dejó caer varios besos mariposa en mi boca. Separé mis piernas para que él pudiera entrar entre ellas. La cabeza de su erección rozaba mi centro y me volvía loca.



Se sostuvo sobre mí y bajó sus caderas hasta que lentamente se hundió dentro de mí. La sensación de sentirme completa me abrumó. William me hacía un todo. Sanaba todo lo que estaba mal conmigo. Tenerlo así de cerca era todo lo que alguna vez necesitaría.



Comenzó a mover sus caderas adelante y atrás mientras sus brazos se tensaban a cada lado de mí. Subí mis manos por sus brazos y me aferré a los abultados bíceps para poder sentirlo moverse bajo mi toque. Mirando arriba, mis ojos se posaron sobre los suyos. —Te amo —dije sin reservas porque eran las palabras más sinceras que habían sido dichas de mi boca. William se detuvo y su garganta trabajó cuando tragó fuerte. Extendí mis manos y corrí mis uñas suavemente por su cuello. Cada parte de él me fascinaba.



—Te amo. Nunca te dejaré y te juro, cariño, que jamás estarás sola.



Sus palabras estuvieron atadas con emoción. Levanté mis ojos desde el punto en su cuello para ver lágrimas no derramadas en sus ojos.



Levanté mis piernas sobre sus caderas y las envolví firmemente alrededor de su cuerpo, entonces deslicé mis brazos alrededor de su cuello y lo atraje más cerca de mí. No tenía que explicarle lo que necesitaba. Él lo sabía. Estaba segura en este momento que también lo necesitaba. Nuestros cuerpos se movieron uno contra el otro. Era como si nos hubiéramos convertido realmente en uno. Esto era una conexión más profunda de lo que alguna vez conocería. —¿Esto es hacer el amor? —le pregunté cuando mi orgasmo se comenzó a construir.



—Cada vez que estoy dentro de ti es hacer el amor, nena. Cada jodida vez.



Sonriendo, besé su hombro y me sostuve fuerte de él mientras las olas de placer comenzaron a explotar en mi cuerpo. El cuerpo de William se tensó, luego se sacudió antes de soltar un gemido y llenarme con su liberación. Cuando se relajó, rodó a un lado y me arrastró con él. Me miró con tal devoción que mi garganta se cerró.



No quería que este momento pasara. Nunca. Si pudiera estar siempre así de cerca de él, mi vida estaría completa. William comenzó a besarme de nuevo cuando su teléfono sonó. Frunció el ceño y observó el aparato a un lado de nosotros en la cama. Podía ver el nombre de Jace en la pantalla. —Es Jace. —Miré la hora en el teléfono. Era la una de la madrugada—. ¿Por qué está llamando tan tarde? Atiende.



William se inclinó sobre mí y lo levantó, luego presionó el botón en el teléfono. —¿Hola? —Vi cómo toda la emoción dejó su rostro. No dijo nada. Obviamente Jace hablaba porque William escuchaba, pero no respondía. No podía decir de qué se trataba a partir de la expresión en su cara—. Sigo aquí —le aseguró William a Jace, pero eso fue todo lo que dijo. Nada más.



Luego cortó la llamada unos segundos más tarde. Se sentó ahí, observando al teléfono en su mano. No podía leer su rostro. Sin embargo, algo andaba mal. Actuaba extraño. —¿Qué es lo que quería? —le pregunté.



William negó con la cabeza. —Nada. No quería nada. Sólo tenía que decirme que mi papá murió por un ataque al corazón hace treinta minutos.

Fin.

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Mensaje por EsperanzaLR Miér Nov 25, 2015 4:50 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Jue Nov 26, 2015 1:07 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Vie Nov 27, 2015 11:35 am

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Mensaje por EsperanzaLR Sáb Nov 28, 2015 12:23 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Dom Nov 29, 2015 11:58 am

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