Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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Webnovela LevyRorni Adaptada Torment.

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Mar 07, 2017 6:16 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Miér Mar 08, 2017 2:27 pm

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Mensaje por SuenoLR Jue Mar 09, 2017 6:42 am

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Mensaje por EsperanzaLR Jue Mar 09, 2017 5:17 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Vie Mar 10, 2017 6:31 pm

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Mensaje por SuenoLR Sáb Mar 11, 2017 4:21 am

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Mensaje por SuenoLR Lun Mar 13, 2017 6:49 am

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Mar 13, 2017 5:52 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Mar 14, 2017 6:48 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Miér Mayo 03, 2017 4:24 pm

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Mensaje por asturabril Miér Mayo 03, 2017 7:19 pm

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Mensaje por SuenoLR Jue Mayo 04, 2017 3:39 am

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Mensaje por EsperanzaLR Jue Mayo 04, 2017 5:28 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Oct 07, 2017 3:02 pm

Durante la noche, una capa de niebla se movía sin viento como un ejército, instalándose en la ciudad de Fort Bragg. No se fue cuando salió el sol, y su tristeza se filtraba en todos lados. Así, durante todo el día del viernes en la escuela, Mai sentía que estaba siendo arrastrada por una lenta marea. Los maestros estaban fuera de foco, sin compromisos, y lentos en sus conferencias. Los estudiantes se sentaban aletargados, luchando por mantenerse despiertos a través de las largas horas del día.

Para el momento en que las clases estaban terminando, la tristeza había penetrado hasta la misma esencia de Mai. Ella no sabía lo que estaba haciendo en esa escuela que no era en realidad la suya, en esta vida temporal que sólo resaltaba su carencia de una real, permanente. Todo lo que quería hacer era meterse en su cama y dormir hasta que todo pasara, no sólo el clima o su larga primera semana en Shoreline, sino también la discusión con William y todas las preguntas e inquietudes que daban vueltas por su mente.

Dormir la noche anterior había sido imposible. En las horas más oscuras de la mañana, había vuelto sola a su habitación. Había caminado y girado sin tener realmente sueño. El hecho que William se mantuviera distante ya no la sorprendía, pero eso no significaba que fuera más fácil. ¿Y esa orden insultante que le había dado de permanecer dentro del perímetro de la escuela? ¿En qué época estaban, en el siglo XIX? Se le cruzó por la cabeza que tal vez William le había hablado así hace siglos, pero —al igual que Jane Eyre o Elizabeth Bennet2— Mai estaba segura de que a ninguna versión anterior de ella misma le habría gustado eso. Y ciertamente no le gustaba ahora.

Aún estaba enojada y perturbada después de clases, moviéndose a través de la niebla hacia los dormitorios. Sus ojos estaban nublados y ella estaba prácticamente sonámbula en el momento en el abrió la puerta de su habitación. Tambaleándose en el cuarto oscuro y vacío, casi no vio el sobre que alguien había deslizado por debajo de su puerta.

Era de color crema, suave y cuadrado, y cuando lo giró, vio su nombre escrito en él. Lo abrió, esperando una disculpa por parte de él. Sabiendo que ella le debía una también.

La carta estaba escrita a máquina en un papel de color crema doblado en tres partes.

2 Jane Eyre es la protagonista de la novela del mismo nombre escrita por Charlotte Brontë, publicada en 1847; mientras que Elizabeth Bennet es la protagonista de “Orgullo y Prejuicio”, la más famosa de las novelas de Jane Austen, publicada en 1813. Ambas transcurren en el siglo XIX y son consideradas clásicos de la literatura en lengua inglesa.

Querida Mai:

Hay algo que he esperado demasiado tiempo para decirte. ¿Puedes encontrarte conmigo en la cuidad, cerca de Noyo Point, a eso de las seis de esta noche? El autobús Nº 5 pasa a un cuarto de milla al sur de Shoreline, por la autopista 1. Utiliza este pase de autobús. Estaré esperándote cerca del Acantilado Norte. No puedo esperar a verte.

Con amor, William.

Sacudiendo el sobre, Mai sintió un pequeño papel en el interior. Sacó una delgada tarjeta azul y blanca, un billete de autobús con el número cinco impreso en la parte delantera y un improvisado mapa de Fort Bragg dibujado en la parte de atrás. Eso era todo. No había nada más.

Mai no podía entenderlo. No decía nada acerca de lo que pasó en la playa. Ninguna indicación de que William entendía lo errático que era prácticamente desvanecerse una noche, y esperara que ella fuera a su encuentro al día siguiente.

No había disculpas de ningún tipo.

Era extraño. William podía aparecer en cualquier lugar en cualquier momento. Él solía ser ajeno a las realidades logísticas que los seres humanos tenían que soportar.

La carta se sentía fría y rígida en sus manos. Su lado más temerario tenía ganas de pretender que nunca la había recibido. Estaba cansada de discutir con William, cansada de que él no le confiara los detalles. Por el estúpido lado enamorado de Mai se preguntaba si no estaba siendo demasiado dura con él. Porque su relación valía la pena el esfuerzo. Ella intentó recordar cómo sus ojos habían brillado y cómo su voz había sonado cuando le contó esa historia acerca del tiempo que habían pasado juntos en California durante la fiebre del oro. La forma en que la había visto a través de la ventana y se había enamorado de ella por milésima vez.

Esa era la imagen que se llevó con ella pocos minutos después, mientras caminaba a través del largo camino hacia la puerta principal de Shoreline, hacia la parada donde podría tomar el autobús que la llevaría hasta William. Una imagen de sus suplicantes ojos violetas arrulló su corazón mientras esperaba de pie bajo un húmedo cielo gris. Observaba los coches incoloros materializarse en la niebla, pasando rápidamente por las curvas cerradas sin barandillas de la autopista 1, y desapareciendo de nuevo.

Cuando se giró para mirar el formidable campus de Shoreline en la distancia, recordó las palabras de Jasmine en la fiesta: “siempre que nos quedemos bajo la sombrilla de su vigilancia, podemos hacer casi todo lo que nos plazca”. Mai estaba saliendo de debajo de la sombrilla, pero, ¿dónde estaba el daño? Ella no era realmente una estudiante allí y, de todos modos, ver a William de nuevo valía el riesgo de ser atrapada.

Unos minutos después de la media hora, el autobús número cinco se detuvo en la parada.

El autobús era viejo, gris y destartalado, al igual que el chofer que hizo palanca al abrir la puerta para permitirle subir a Mai. Ella tomó un asiento vacío cerca de la parte delantera. El autobús olía a telas de araña, o a un ático rara vez utilizado. Tuvo que aferrarse al barato cojín del asiento de cuero sintético mientras el autobús salía disparado alrededor de las curvas a cincuenta millas por hora, como si a unos pocos centímetros más allá del camino, el acantilado no cayera una milla directo hacia el irregular océano gris.

Para el momento en que llegaron a la ciudad, estaba lloviendo, una constante llovizna ladeada apenas por debajo de un aguacero real. La mayoría de los negocios en la calle principal ya estaban cerrados, y la ciudad se veía húmeda y un poco desolada. No era exactamente la escena que había tenido en mente para una feliz conversación de reconciliación.

Al bajar del autobús, Mai sacó la gorra de esquí de su mochila y se la jaló encima de la cabeza. Podía sentir el frío de la lluvia en su nariz y en sus dedos. Divisó un doblado letrero verde de metal y siguió su flecha hacia Noyo Point.

El punto era una península ancha, sin el exuberante verde del terreno del campus de Shoreline, sino con una mezcla de hierba desigual y costras húmedas de arena gris. Los árboles mermaban aquí, con hojas despojadas por el irregular viento marino. Había un solitario banco en un trozo de barro en el borde final, a unos cien metros de la carretera. Allí debe haber sido donde quería William que se encontraran. Pero desde donde estaba, Mai podía ver que él todavía no estaba allí. Miró su reloj. Ella había llegado cinco minutos tarde.

William nunca llegaba tarde.

La lluvia parecía asentarse en las puntas de sus cabellos en lugar de empaparlo como por lo general lo hacía. Ni siquiera la Madre Naturaleza sabía qué hacer con una Mai teñida de rubio. No tenía ganas de esperar a William en la intemperie. Había una hilera de tiendas en la calle principal. Mai fue a pasar el rato allí, parándose en un porche de madera bajo un toldo de metal oxidado. LOS PECES DE FRED, decía el letrero con descoloridas letras azules en la tienda cerrada.

Fort Bragg no era pintoresco como Mendocino, la ciudad donde ella y William se habían detenido antes de que él la hubiera llevado volando hasta la costa. Era más industrial, un pueblo pesquero realmente antiguo con muelles podridos, asentado en la entrada de una curva donde la tierra se estrechaba paulatinamente hacia el agua. Mientras Mai esperaba, una bote lleno de pescadores llegaban a tierra. Ella observó la delgadísima línea de hombres, entumecidos en sus empapados impermeables, subir las rocosas escaleras desde los muelles debajo.

Cuando llegaron al nivel de la calle, caminaron solos o en grupos silenciosos, pasando junto al banco vacío y los tristes árboles ladeados, más allá de las calladas entradas de las tiendas hasta un estacionamiento de grava en el borde sur de Noyo Point. Se subieron a las viejas y maltratadas camionetas, encendieron los motores, y se fueron, con el sombrío juego de caras diluyéndose hasta que una se destacó —y él no provenía de ningún bote. De hecho, parecía haber aparecido de repente entre la niebla. Mai saltó hacia atrás contra la persiana metálica de la tienda de peces y trató de recuperar el aliento.

Cam.

Él estaba caminando hacia el oeste por la grava justo delante de ella, flanqueado por dos pescadores vestidos de oscuro que no parecían notar su presencia. Estaba vestido con estrechos jeans negros y una chaqueta de cuero negro. Su pelo oscuro era más corto que cuando lo había visto por última vez, y brillaba bajo la lluvia. Un indicio del negro estallido del tatuaje era visible a un lado de su cuello. En contraste con el telón de fondo del cielo sin color, sus ojos eran tan intensamente verdes como lo habían sido siempre.

La última vez que lo había visto, Cam había estado al frente de un repugnante ejército negro de demonios, tan insensible y cruel y simplemente... demoníaco. Hizo que se le helara la sangre. Ella tenía una cadena de maldiciones y acusaciones listas para lanzarle, pero sería aún mejor si pudiera simplemente evitarlo por completo.

Demasiado tarde. La verde mirada de Cam cayó sobre ella... y ella se congeló. No porque él encendiera cualquier falso encanto ante lo que casi había caído en Espada y Cruz. Sino que él se veía realmente alarmado de verla. Él viró, moviéndose contra el flujo de los pocos pescadores rezagados, y estuvo a su lado en un instante.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Cam parecía más que alarmado, decidió Mai, parecía casi atemorizado. Tenía los hombros agrupados en torno al cuello y no podía depositar los ojos en nada por más de un segundo. Él no había dicho nada acerca de su cabello, casi parecía como si no lo hubiera notado. Mai estaba segura de que no se suponía que Cam supiera que ella estaba aquí en California. Mantenerla alejada de gente como él era el punto principal de su reubicación. Ahora ella lo había estropeado.

—Yo sólo... —Ella miró el camino de grava blanca detrás de Cam, que cortaba a través de la hierba que bordeaba los acantilados—. Sólo estoy dando un paseo.

—No lo estás.

—Déjame en paz. —Trató de empujar más allá de él—. No tengo nada que decirte.

—Lo que estaría bien, ya que no se supone que debemos estar hablando el uno con el otro. Pero se supone que no debes dejar la escuela.

De repente se sintió nerviosa, como si él supiera algo que ella no. —¿Cómo sabías siquiera que voy a la escuela aquí?

Cam suspiró. —Lo sé todo, ¿de acuerdo?

—¿Entonces estás aquí para luchar con William?

Los ojos verdes de Cam se estrecharon. —¿Por qué yo...? Espera, ¿estás diciendo que estás aquí para verlo?

—No suenes tan conmocionado. Estamos juntos. —Parecía como si Cam aún no hubiera entendido que ella había escogido a William en lugar de a él.

Cam se rascó la frente, viéndose preocupado. Cuando finalmente habló, sus palabras fueron apresuradas. —¿Fue él quien envió por ti? ¿Mai?

Ella hizo una mueca, cediendo ante la presión de su mirada. —Recibí una carta.

—Déjame verla.

Ahora Mai se tensó, examinando la expresión peculiar de Cam, intentando entender lo que él sabía. Él parecía tan incómodo como se sentía ella. Ella no se movió.

—Fuiste engañada. Grigori no enviaría por ti justo ahora.

—No sabes lo que haría él por mí. —Mai se dio la vuelta, deseando que Cam no la hubiera visto nunca, deseando estar lejos. Sintió la estúpida necesidad de alardearle a Cam que William la había visitado anoche. Pero el alarde terminaría ahí. No había mucha gloria en trasmitirle los detalles de su intercambio de palabras.

—Sé que él moriría si tú murieras, Mai. Si quieres vivir un día más, es mejor que me muestres la carta.

—¿Me matarías por un pedazo de papel?

—Yo no lo haría, pero el que te envió esa nota probablemente tiene la intención de hacerlo.

—¿Qué? —Sintiéndola casi ardiendo en el bolsillo, Mai resistió el impulso de empujar la carta en sus manos. Cam no sabía de lo que estaba hablando. No podía. Pero cuanto más la miraba, más se empezaba a preguntar acerca de la extraña carta que llevaba. Ese billete de autobús, las instrucciones. Había sido extrañamente técnica y formulista. No como William, en lo absoluto. La sacó del bolsillo, los dedos temblando.

Cam se la arrebató, haciendo una mueca mientras leía. Él murmuró entre dientes mientras sus ojos recorrían el bosque al otro lado de la carretera. Mai miró a su alrededor también, pero no pudo ver nada sospechoso acerca de los pocos pescadores que quedaban cargando su equipo en camiones oxidados.

—Vamos —dijo finalmente él, agarrándola por el codo—. Ya pasó la hora para regresarte a la escuela.

Ella se apartó. —No voy a ningún lugar contigo. Te odio. ¿Qué estás haciendo siquiera aquí?

Él la rodeó en círculo. —Estoy cazando.

Ella lo evaluó, tratando de no demostrar que todavía la ponía nerviosa. Un Cam delgado, vestido de punk-rock, desarmado. —¿En serio? —Ella ladeó la cabeza—. ¿Cazar qué?

Cam miró más allá de ella, hacia el ocaso que barría el bosque. Él asintió una vez. —
Ella.

Mai estiró el cuello para ver de quién o de qué estaba hablando Cam, pero antes de poder ver algo, él la empujó bruscamente. Hubo un extraño resoplido de aire, y algo plateado pasó rápidamente delante de su cara.

—¡Al suelo! —Gritó Cam, presionando fuertemente los hombros de Mai. Ella se hundió en el suelo del porche, sintiendo el peso de él encima, oliendo el polvo en los tablones de madera.

—¡Sal de encima de mí! —Gritó. Mientras se retorcía con asco y sentía el frío miedo presionándola. Quienquiera que estuviera afuera, tenía que ser realmente malo. De lo contrario no habría estado nunca en una situación en la que Cam fuera quien la protegía.

Un momento después, Cam salió disparado por el vacío estacionamiento. Estaba corriendo hacia una chica. Una chica muy bonita, más o menos de la edad de Mai, vestida con una larga capa marrón. Tenía rasgos delicados y cabello blanco-rubio alzado en una cola de caballo, pero había algo extraño en sus ojos. Tenían una expresión vacía que, incluso desde esta distancia, dejó a Mai rígida por el miedo.

Había más: La chica estaba armada. Ella sostenía un arco de plata y estaba posicionando una flecha a toda prisa.

Cam aceleró hacia adelante, con los pies crujiendo en la grava mientras se movía en línea recta hacia la chica, cuyo extraño arco de plata brillaba incluso en la niebla. Como si no fuera de esta tierra.

Apartando los ojos de la lunática chica con la flecha, Mai giró de rodillas y escaneó el estacionamiento para ver si alguien más sentía tanto pánico como ella. Pero el lugar estaba vacío, inquietantemente tranquilo.

Sus pulmones se sentían apretados, casi no podía respirar. La chica se movía como una máquina, sin vacilación. Y Cam estaba desarmado. La chica estaba tirando de la cuerda del arco y Cam estaba en el campo de tiro.

Pero le tomó una fracción de segundo demasiado larga. Cam se estrelló contra ella, golpeándola hasta que cayó de espaldas. Luchó brutalmente hasta sacarle al arco de las manos, aporreándola con el codo en la cara hasta que ella lo soltó. La chica dio un alarido —un inocente sonido alto— y retrocedió en el suelo mientras Cam giraba el arco contra ella. Ella levantó la mano abierta en actitud de súplica.

Luego Cam desató la flecha directo en su corazón.

Al otro lado del estacionamiento, Mai gritó y se mordió el puño. A pesar de que quería estar muy, muy lejos, se encontró poniéndose torpemente de pie y acercándose al trote. Algo estaba mal. Mai esperaba encontrar a la chica allí tendida, sangrando, pero la chica no luchaba, no lloraba.

Porque ella ya no estaba allí en absoluto.

Ella, y la flecha que Cam le había disparado, habían desaparecido.

Cam recorrió el estacionamiento, agarrando las flechas que la arquera había derramado, como si fuera la tarea más urgente que hubiera realizado alguna vez. Mai se agachó donde la chica había caído. Pasó el dedo por la áspera grava, desconcertada y más aterrada de lo que había estado un momento antes. No había ninguna señal de que alguien hubiera estado allí alguna vez.

Cam regresó al lado de Mai con tres flechas en una mano y el arco de plata en la otra. Instintivamente, Mai estiró la mano para tocar una. Nunca había visto nada igual. Por alguna razón, la recorrió una onda de extraña fascinación. Se le puso la piel de gallina. Su cabeza nadaba.

Cam jaló las flechas lejos. —No lo hagas. Son mortales.

No parecían mortales. De hecho, las flechas ni siquiera tenían punta. No eran más que palos de plata que terminaban en un extremo plano. Y sin embargo, una había hecho desaparecer a esa chica.

Mai parpadeó un par de veces. —¿Qué acaba de suceder, Cam? —Su voz se sentía pesada—. ¿Quién era ella?

—Era una desterrada. —Cam no la miraba. Estaba obsesionado con el arco de plata en sus manos.

—¿Una qué?

—La peor clase de ángel. Se puso del lado de Satanás durante la revuelta, pero en realidad no puso los pies en el mundo subterráneo.

—¿Por qué no?

—Ya conoces esa clase. Igual que las chicas que quieren ser invitadas a la fiesta pero que en realidad no piensan aparecer. —Él hizo una mueca—. Tan pronto como terminó la batalla, trataron de dar marcha atrás al cielo, pero ya era demasiado tarde. Sólo tienes una oportunidad con esas nubes. —Miró a Mai—. La mayoría de nosotros, de todos modos.

—Así que, si no están con el Cielo... —Ella aún se estaba acostumbrando a hablar en concreto sobre estos temas—. ¿Están... con el infierno?

—Difícilmente. Aunque recuerdo cuando vinieron gateando de regreso. —Cam se rió de forma siniestra—. Por lo general tomamos casi a cualquier persona que podamos conseguir, pero aún Satanás tiene sus límites. Él los expulsa permanentemente, los enceguece para agregar heridas al insulto.

—Pero esa chica no era ciega —susurró Mai, recordando la forma en que su arco había seguido a Cam en cada movimiento. La única razón por la que no le había atinado era porque él se había movido tan rápido. Y aun así, Mai había sabido que había algo fuera de lugar en esa chica.

—Lo era. Ella simplemente utiliza otros sentidos para sentir su camino en el mundo. Ella en cierto modo puede ver. Tiene sus limitaciones y sus ventajas. —Los ojos de él nunca dejaron de peinar la línea de árboles. Mai se calló por completo ante la idea de más Desterrados anidados en el bosque. Más de esos arcos de plata y flechas.

—Bueno, ¿qué pasó con ella? ¿Dónde está ahora?

Cam se limitó a mirarla. —Está muerta, Mai. Poof. Es historia.

¿Muerta? Mai miró el lugar sobre el terreno en donde había ocurrido, ahora tan vacío como el resto del lote. Dejó caer la cabeza, sintiéndose mareada. —Yo... yo pensé que no podías matar a los ángeles.

—Sólo por falta de una buena arma. —Él hizo brillar las flechas hacia Mai una última vez antes del embalarlas en una tela que sacó del bolsillo y meterlas dentro de su chaqueta de cuero—. Estas cosas son difíciles de conseguir. ¡Oh, deja de temblar!, no te voy a matar. —Se volvió y empezó a probar las puertas de los coches en el lote, sonriendo cuando vio la ventanilla baja del lado del conductor de una camioneta gris y amarillo. Metió la mano dentro y giró la cerradura—. Agradece que no tengas que caminar de regreso a la escuela. Vamos, entra.

Cuando Cam abrió la puerta del lado del pasajero, a Mai se le cayó la mandíbula. Ella se asomó a la ventana abierta y lo vio palanqueando el encendido. —¿Crees que simplemente voy a entrar a un coche recién cableado justo después de verte asesinar a alguien?

—Si yo no la hubiera matado... —tanteó los alrededores debajo del volante—, ella te habría asesinado, ¿de acuerdo? ¿Quién crees que te envió esa nota? Fuiste sacada de la escuela para ser asesinada. ¿Eso lo hace parecer más fácil?

Mai se apoyó en el capó de la camioneta, sin saber qué hacer. Pensó de nuevo en la conversación que había tenido con William, Arriane y Gabbe justo antes de haber dejado Espada y Cruz. Habían dicho que la señorita Sofía y los demás en su secta podrían venir tras ella. —Pero ella no se parecía a... ¿son los Desterrados parte de los Ancianos?

Para entonces, Cam ya tenía el motor en marcha. Él saltó rápidamente fuera, dio la vuelta, y apresuró a Mai dentro sobre el asiento del pasajero. —Avanza, date prisa. Esto es como arrear a un gato. —Por último, la tenía sentada y con el cinturón de seguridad puesto—. Desafortunadamente, Mai, tienes más de un tipo de enemigo. Razón por la cual te voy a regresar a la escuela, donde es seguro. Justo. Ahora.

Ella no pensaba que sería inteligente estar a solas en un coche con Cam, pero no estaba segura de que estar aquí por su cuenta fuera más inteligente. —Espera un minuto —dijo mientras él giraba hacia Shoreline—. Si estos Desterrados no son parte del cielo o el infierno, ¿de qué lado están?

—Los Desterrados son una repugnante sombra gris. En caso de que no te hayas dado cuenta, hay peores cosas allí afuera que yo.

Mai cruzó las manos sobre su regazo, ansiosa por volver a su dormitorio, donde podría sentirse —o por lo menos fingir que se sentía— a salvo. ¿Por qué debería creerle a Cam? Había caído en sus mentiras muchas veces antes.

—No hay nada peor que tú. Lo que quisiste... lo que trataste de hacer en Espada y Cruz fue horrible y estuvo mal. —Ella sacudió la cabeza—. Sólo estás tratando de engañarme de nuevo.

—No lo hago. —La voz de él tenía menos argumentos de lo que ella habría esperado. Parecía pensativo, incluso sombrío. Para entonces, había aparcado en el largo y arqueado camino de entrada de Shoreline—. Nunca quise hacerte daño, Mai, nunca.

—¿Es por eso que llamaste a todas esas sombras a la batalla cuando yo estaba en el cementerio?

—El bien y el mal no están tan claramente definidos como piensas. —Miró por la ventana hacia los edificios de Shoreline, que parecían oscuros y deshabitados—. Tú eres del sur, ¿verdad? En esta ocasión, de todos modos. Entonces deberías entender la libertad que tienen los vencedores para reescribir la historia. Semántica, Mai. ¿Qué piensas del mal? Bueno, para los de mi clase es un simple problema de connotación.

—William no lo cree así. —Mai deseaba poder haber dicho que era ella quien no lo creía así, pero todavía no sabía lo suficiente. Todavía se sentía como si estuviera asimilando muchas de las explicaciones de William por fe.

Cam estacionó la camioneta en un pedazo de hierba detrás de su dormitorio, salió y caminó alrededor para abrirle a ella la puerta del pasajero. —William y yo somos dos caras de una misma moneda. —Él le ofreció la mano para ayudarla a descender, ella la ignoró—. Debe dolerte escuchar eso.

[Ella quería decirle que eso no podía ser verdad, que no había similitudes entre Cam y William, sin importar qué tanto Cam intentara encubrir las cosas. Pero en la semana que había estado en Shoreline, Mai había visto y oído cosas que entraban en conflicto con lo que ella había creído una vez. Pensó en Francesca y Steven. Ellos nacieron del mismo lugar: Érase una vez, antes de la guerra y de la Caída, en la que había habido un solo lado. Cam no era el único que clamaba que la brecha entre los ángeles y los demonios no era del todo blanco y negro.

La luz estaba encendida en su ventana. Mai imaginó a Shelby sobre la alfombra naranja, con las piernas cruzadas en la posición del loto, meditando. ¿Cómo podría Mai entrar y fingir que no acababa de ver morir a un ángel? ¿O que todo lo que había sucedido esta semana no la había dejado llena de dudas?

—Vamos a dejar los acontecimientos de esta noche entre nosotros, ¿de acuerdo? — Dijo Cam—. Y de aquí en adelante, haznos a todos un favor y permanece en el campus, donde no te meterás en problemas.

Ella pasó junto a él, fuera del haz de los faros de la camioneta robada y dentro de las sombras que cubrían las paredes de su dormitorio.

Cam volvió a entrar en la camioneta, acelerando el motor desagradablemente. Pero antes de alejarse, bajó la ventanilla y le gritó a Mai: —No hay de qué.

Ella se dio la vuelta. —¿Por qué?

Él sonrió y apretó el acelerador. —Por salvar tu vida.

Capítulo 6

Trece Días
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Oct 07, 2017 3:23 pm

Alguien estaba golpeando—. ¡Ya está aquí! —Los golpes se hicieron más insistentes. Mai no sabía qué hora era, pero era demasiado temprano para todas las risas que se oían al otro lado de la puerta.

—Tus amigos —dijo Shelby desde la litera de arriba. Mai gimió y se deslizó fuera de la cama. Ella miró a Shelby, quien estaba apoyada sobre su estómago desde la litera de arriba, ya vestida con vaqueros y una camiseta roja hinchada, haciendo el crucigrama del sábado.

—¿Alguna vez duermes? —Murmuró Mai, alcanzando en su armario de un tirón el manto púrpura que su madre había cosido para su cumpleaños número 13. Ella apretó la cara contra la mirilla y vio las caras sonrientes de Dawn y Jasmine. Ellas estaban con bufandas brillantes y orejeras. Jasmine traía un portavasos con cuatro cafés y Dawn traía una gran bolsa de papel marrón en la mano, volvieron a llamar.

—¿Las vas a llevar lejos de aquí o debo llamar a la seguridad del campus? — Preguntó Shelby.

Haciendo caso omiso de ella, Mai abrió la puerta y las dos niñas pasaron junto a ella a la habitación, hablando a millas por minuto. —Ya era hora... —rió Jasmine, le entregó a Mai una taza de café antes de seguir platicando—. Tenemos mucho que discutir.

Ni Dawn ni Jasmine habían estado en su habitación antes, pero Mai estaba disfrutando de la forma en que actuaban como si fuera su casa. Eso le recordó a Penn, que le había “prestado” la llave de repuesto a la habitación de Mai para que pudiera ir si fuera necesario. Mai miró su café y tragó saliva. De ninguna manera podía emocionarse aquí, ahora, en frente a ellas tres. Dawn estaba en el baño, a través de los armarios al lado del fregadero. —Como miembro integrante del comité de planificación, creemos que debes ser parte del discurso de bienvenida de hoy —dijo, mirando a Mai con incredulidad—. ¿Cómo no te has vestido todavía? El barco se va, como, en una hora.

Mai se rascó la frente. —Mmm, ¿recuérdame?

—Ugh —gimió Dawn espectacularmente—. ¿Branshaw Amy? ¿Mi pareja de laboratorio? ¿Cuyo padre es propietario del monstruoso yate?

Todo estaba volviendo a ella. Sábado. El viaje en yate por la costa. Jasmine y Dawn habían puesto la idea al comité de Shoreline, y había de alguna manera conseguido su aprobación. Mai había accedido a ayudar, pero ella no había hecho nada. Todo lo que podía pensar ahora era en el rostro de William; cuando ella le había hablado de ello, inmediatamente desechó la idea de que Mai podía tener diversión sin él. Ahora Dawn fue a rebuscar en el armario de Mai. Sacó una camiseta de manga larga de color berenjena, se la tiró a Mai, y la metió en el cuarto de baño. —No se te olvide ponerte mallas por debajo. Hace frío en el agua.

En su camino, Mai tomó su teléfono celular del cargador. Anoche, después de que Cam la había dejado, ella se había sentido tan asustada y sola que había roto la regla número uno del Sr. Cole y había enviado un mensaje de texto a Callie. Si el Sr. Cole supiera lo necesario que era saber de su amiga... que probablemente aún estaría furiosa con ella. Ahora era demasiado tarde. Ella abrió la carpeta de mensajes de texto y recordó que sus dedos habían sido sacudidos cuando escribió el texto: ¡Finalmente obtuve un teléfono celular! Recepción irregular, pero voy a llamar cuando pueda. Todo está muy bien aquí, pero, ¡te echo de menos! ¡Escribe pronto!

No hubo respuesta de Callie. ¿Estaba enferma? ¿Ocupada? ¿Fuera de la ciudad? ¿Ignorando a Mai por haberla ignorado? Mai se miró en el espejo. Ella se veía y se sentía como una mierda. Pero había acordado ayudar a la Dawn y Jasmine, así que se puso la camiseta y el vestido y se trenzó el pelo rubio con unas pocas horquillas. Para el momento en que Mai salía del cuarto de baño, Shelby estaba ayudando a las chicas con el desayuno que habían traído con ellas en la bolsa de papel. Se veían muy bien: panecillos de cereza y buñuelos de manzana, panecillos y bollos de canela y tres diferentes tipos de jugo. Jasmine le entregó un panecillo de gran tamaño de salvado y una tarrina de queso crema. —El alimento del cerebro.

—¿Qué es todo esto? —Miles asomó la cabeza por la puerta entreabierta.

Mai no podía ver sus ojos bajo su gorra de béisbol tirada hacia abajo, pero su cabello castaño estaba volteado a los lados, y los gigantes hoyuelos se le formaban cuando sonreía. Dawn entró en un ataque instantáneo de risa, por la sencilla razón de que Miles era lindo, y Dawn era Dawn. Pero Miles no parecía darse cuenta. Él era más relajado e informal en torno a un grupo de niñas femeninas, y Mai era ella misma. Tal vez él tenía un montón de hermanas o algo así. No era como algunos de los otros niños en Shoreline, a quienes ser popular les parecía importante. Miles era auténtico, era real.

—¿No tienes amigos de tu mismo sexo? —Preguntó Shelby, pretendiendo estar más molesta de lo que realmente estaba. Ahora que conocía a su compañera de habitación un poco mejor, Mai estaba empezando a encontrar el humor abrasivo de Shelby casi encantador.

—Por supuesto. —Miles entró a la sala, totalmente imperturbable—. Es justo, mis amigos no suelen aparecer con el desayuno. —Él deslizó un enorme rollo de canela de la bolsa y le dio un mordisco gigante—. Te ves bien, Mai —dijo con la boca llena.

Mai se sonrojó, Dawn detuvo su risa y Shelby comenzó a toser en la manga: — ¡Incómodo!

Al primer sonido de la bocina en el pasillo, Mai saltó. Los demás la miraron como si estuviese loca, pero Mai todavía estaba acostumbrada a las alarmas en Espada y Cruz. En su lugar, la voz de Francesca se escuchó en la habitación: —Buenos días, Shoreline. Si quieren unirse a nosotros en el viaje de vela de hoy, el autobús hacia la marina se va en diez minutos. Vamos a convocar a la entrada sur por un conteo de votos. ¡Y no se olviden de llevar ropa abrigada!

Miles tomó otro pastel para el camino. Shelby se puso un par de botas con un patrón de puntos. Jasmine apretó la banda de sus orejeras rosadas y se encogió de hombros hacia Mai. —¡Hasta ahí llegó la planificación! Tendremos que mandar a volar la dirección de bienvenida.

—Siéntate junto a nosotras en el autobús —instruyó Dawn—. Nosotras marcaremos en el mapa todo el camino hasta Noyo Point.

Noyo Point. Mai tuvo que forzarse a tragar un bocado de panecillo de salvado. La expresión muerta en el rostro de la chica Desterrada, incluso mientras estaba viva; el horrible viaje a casa con Cam —el recuerdo le puso la piel de gallina a Mai. No ayudaba que Cam le hubiera restregado en la cara el hecho de que salvó su vida. Justo después de que le dijera que no saliera del campus otra vez. Una cosa tan extraña para decir. Casi como si él y William estuvieran confabulados.

—¿Así que todos vamos? —Ella nunca había roto una promesa a William antes. A pesar de que nunca había prometido realmente no ir en el yate. Pero si estaba de acuerdo con aceptar las reglas de William, tal vez no tendría que enfrentarse a que otra persona perdiera la vida. A pesar de que era probablemente su paranoia de niña de nuevo.

Esa nota la había atraído fuera del campus. Un viaje en barco de la escuela era algo completamente distinto. No era como si los Desterrados pilotearan el barco.

—Por supuesto que todos vamos. —Miles agarró la mano de Mai, tirando de ella a sus pies y hacia la puerta—. ¿Por qué no lo haríamos?

Este fue el momento de la elección: Mai podía permanecer con seguridad en el campus de la manera en que William (y Cam) le habían dicho. Como una prisionera. O podría salir por esa puerta y demostrarse a sí misma que su vida era suya.

Media hora más tarde, Mai estaba mirando, junto con la mitad del total de estudiantes de Shoreline, a un brillante yate blanco de lujo de 130 pies. Hasta en Shoreline el aire había sido más puro, pero en el agua, en la marina adyacente a los muelles, había todavía una fina niebla de fieltro de sobra del día anterior. Cuando Francesca bajó del autobús, ella murmuró: —Ya es suficiente —y levantó la palma de la mano en el aire. Muy casual, como si estuviera haciendo a un lado las cortinas de una ventana, literalmente, la niebla se separó con sus dedos, abriéndose un camino de cielo despejado directamente sobre el barco reluciente. Lo hizo tan sutilmente, que ninguno de los estudiantes no Nephilim o maestros podría decir que cualquier otra cosa que no fuera la naturaleza estaba trabajando. Pero Mai boqueó, no estaba segura de que acababa de ver lo que ella pensaba que había visto hasta que Dawn empezó a aplaudir muy silenciosamente.

—Impresionante, como siempre.

Francesca sonrió ligeramente. —Sí, eso es mejor, ¿no?

Mai empezaba a notar todos los pequeños detalles que podrían haber sido obra de un ángel. El viaje en autobús fletado había sido mucho más suave que el autobús público que había tomado bajo la lluvia el día anterior. Los escaparates parecían frescos, como si toda la ciudad hubiera recibido una nueva capa de pintura. Los estudiantes estaban en fila para embarcar en el yate, que estaba deslumbrante en el camino deslumbrante donde las cosas eran muy caras. Su perfil liso y curvo como una concha marina, y cada uno de sus tres niveles tenía su propia cubierta amplia de blanco. De donde entraron en la cubierta de proa, Mai podía ver a través de los enormes ventanales en tres cabinas afelpadamente proporcionadas.

Ella siguió a Miles en la cabina en el segundo nivel del yate. Las paredes eran de un gris oscuro tranquilo, con bancos largos en blanco y negro, y blancas paredes curvas. Una media docena de estudiantes ya se habían arrojado en los bancos tapizados y fueron recogiendo la gran cantidad de alimentos que cubría las mesas del centro. En el bar, Miles se abrió una lata de Coca-Cola, la dividió entre dos vasos de plástico, y le entregó uno a Mai. —Así que el demonio le dice al ángel: “¿Demandarme? ¿Dónde crees que vas a tener que ir a encontrar un abogado?” —Él le dio un codazo—. ¿Lo tienes? Los abogados vienen supuestamente todos del...

Un chiste. Su mente había estado en otro lugar y ella había pasado por alto el hecho de que Miles había estado contando una broma. Se obligó a mirarlo, riendo a carcajadas, incluso golpeando la parte superior de la barra. Miles pareció aliviado, pero un poco sospechoso de su reacción exagerada.

—Wow —dijo Mai, sintiéndose horrible mientras reducía su risa falsa—. Ese era uno bueno.

A su izquierda, Lilith, la alta trilliza que Mai había encontrado en el primer día de clases, se detuvo de morder una tártara de atún en su camino a la boca. —¿Qué clase de broma mestiza es esa? —Ella estaba frunciendo el ceño, sobre todo a Mai, sus labios brillantes situados en un gruñido—. ¿En realidad crees que eso es gracioso? ¿Alguna vez has estado en el infierno? No es cosa de risa. Lo esperamos de Miles, pero yo pensé que tú tenías mejor gusto.

Mai se quedó desconcertada. —No me di cuenta que era una cuestión de gusto, — dijo—. En ese caso, definitivamente estoy pegada a Miles.

—Shhhh. —Las manos de Francesca de repente estaban tanto en los hombros de Mai como los de Lilith—. De lo que sea que se trate, recuerden: Estás en un barco con setenta y tres estudiantes no Nephilim. La palabra del día es la discreción.

Esa era todavía una de las partes más extrañas acerca de Shoreline, que a Mai le preocupaba. Todo el tiempo que pasaban con los niños regulares en la escuela, pretendiendo que no estaban haciendo lo que fuera que en realidad estaban haciendo los Nephilim. Mai aún quería hablar con Francesca sobre las Anunciadoras, acerca de lo que había hecho a principios de esa semana en el bosque.

Francesca se alejaba y Shelby empujó a un lado a Mai y Miles. —¿Exactamente cuán discreta crees que necesito ser mientras setenta y tres remolinos no Nephilim realizan los aseos de la cabina?

—Eres mala. —Mai se echó a reír, y luego dio un respingo cuando Shelby le tendió su plato—. Mira quién comparte —dijo Mai—. Y se llama a sí misma una hija única.

Shelby tiró la placa posterior después de que Mai le había alcanzado una aceituna. —Sí, bueno, no te acostumbres a ello ni nada.

Cuando el motor aceleró bajo sus pies, la barcada del conjunto de estudiantes vitoreó. Mai prefirió momentos como este en Shoreline, cuando en realidad no podría decir quién era Nephilim y quién no. Una fila de niñas desafiaron el frío afuera, riendo con el pelo volando por el viento. Algunos de los chicos de su clase de historia estaban haciendo un juego de póquer, juntos, en una esquina de la cabina principal. Esa mesa era donde Mai habría esperado encontrar a Roland, pero estaba visiblemente ausente.

Cerca de la barra, Jasmine estaba tomando fotos de toda la escena, mientras que Dawn indicaba a Mai, imitando con una pluma y papel en el aire que todavía tenía que escribir su discurso. Mai se dirigía más a unirse a ellos cuando, por el rabillo del ojo, vio a Steven por las ventanas. Él estaba solo, apoyado en la barandilla en un abrigo negro largo, un sombrero tapando su pelo. Todavía la ponía nerviosa pensar en él como un demonio, sobre todo porque a ella realmente le gustaba, o al menos lo que sabía de él. Su relación con Francesca la confundía aún más. Eran como una unidad: le recordó lo que Cam había dicho la noche anterior acerca de que él y William no eran del todo diferentes. La comparación todavía la molestaba cuando ella abrió la puerta de vidrio polarizado y salió a la cubierta. Todo lo que podía ver en el lado oeste de la embarcación era el infinito azul del cielo despejado sobre el azul de mar. El agua estaba en calma, pero un fuerte viento arrancó a los lados del barco. Mai tuvo que aferrarse a la barandilla, entrecerrando los ojos en la luz brillante del sol, protegiéndose los ojos con la mano mientras se acercaba a Steven. No vio a Francesca en ningún lugar.

—Hola, Mai. —Él sonrió a ella y tomó su sombrero cuando llegó a la barandilla. Su rostro estaba moreno para noviembre—. ¿Cómo va todo?

—Esa es una buena pregunta —dijo.

—¿Te has sentido abrumada esta semana? ¿Nuestra demostración con la Anunciadora no te trastornó demasiado? Ya sabes —bajó la voz—, nunca hemos enseñado eso antes.

—¿Trastornarme? No. Me gustó —dijo Mai rápidamente. —Quiero decir, era difícil de ver. Pero también es fascinante. He querido hablar de ello con alguien... —Con los ojos Steven en ella, se acordó de la conversación que había escuchado de sus dos maestros con Roland. Cómo había sido Steven, no Francesca, quien había sido más abierto a la inclusión de Anunciadoras en el plan de estudios—. Quiero aprender todo sobre ellas.

—¿Todo sobre ellas? —Steven inclinó la cabeza, tomando el sol en su piel ya dorada—. Eso podría tomar un tiempo. Hay miles de millones de Anunciadoras, una para casi todos los momentos de la historia. El campo es interminable. La mayoría de nosotros ni siquiera sabe por dónde empezar.

—¿Es por eso que no las han enseñado antes?

—Es polémico —dijo Steven—. Hay ángeles que creen que las Anunciadoras no tienen ningún valor. O que las cosas malas que a menudo se anuncian son mayores que las buenas. Ellos llaman a los defensores como yo “ratas de paquete histórico”, demasiado obsesionados con el pasado para prestar atención a los pecados del presente.

—Pero eso es como decir... que el pasado no tiene ningún valor.

Si eso fuera cierto, significaría que todas las vidas anteriores de Mai no sumaban nada, que su historia con William también fue inútil. Así que todo lo que importaba era lo que ella sabía de William en esta vida. ¿Y sería realmente suficiente? No, no lo era. Tenía que creer que hubo más de lo que sentía por William: un recurso valioso a lo largo de la historia, algo más grande que un par de noches de besos felices y un par de noches más de discutir. Porque si el pasado no tenía ningún valor, en realidad era todo lo que tenían.

—A juzgar por la expresión de tu cara —dijo Steven—, parece como si tuviera a otro de mi lado.

—Espero que no estés llenando la cabeza de Mai con cualquiera de tus inmundicias diabólicas. —Apareció Francesca detrás de ellos. Tenía las manos en las caderas y una mueca en su rostro. Hasta que comenzó a reírse, Mai no tenía ni idea de que estaba bromeando.

—Estábamos hablando de las sombras, quiero decir, las Anunciadoras —dijo Mai—. Steven me acaba de decir que piensa que hay miles de millones de ellos.

—Steven también piensa que no necesita llamar a un fontanero cuando el inodoro se desborda. —Francesca sonrió con gusto, pero había una corriente oculta en su voz que hizo a Mai sentirse avergonzada, como si hubiera hablado también con valentía—. ¿Quieres dar testimonio de más escenas horribles como la que hemos examinado en clase el otro día?

—No, eso no es lo que quería decir.

—Hay una razón por la cual ciertas cosas es mejor dejarlas en manos de expertos. — Francesca miró a Steven—. Me temo que, como un inodoro desbordado, las Anunciadoras como una ventana al pasado son sólo una de esas cosas.

—Por supuesto que entiendo por qué, en particular, podrían estar interesados en ellos —dijo Steven, llamando la atención completa de Mai. Así que Steven lo entendía. Sus vidas pasadas.

—Pero hay que entender —agregó Francesca, —que vislumbrar las sombras es muy arriesgado, sin el entrenamiento apropiado. Si estás interesada, hay universidades, programas académicos rigurosos que incluso estarían encantados de hablar contigo. Pero, por ahora, Mai, debes perdonar nuestros errores al demostrar antes del tiempo a una clase de secundaria; debes dejar las cosas así.

Mai se sintió extraña y expuesta. Ambos la estaban viendo. Inclinada un poco sobre la barandilla, podía ver algunos de sus amigos en la cubierta principal del buque que estaba debajo. Miles tenía un par de binoculares presionados a los ojos y estaba tratando de señalar algo a Shelby, que lo ignoraba detrás de sus gigantes lentes de sol. En la popa, Dawn y Jasmine se sentaron en una repisa con Amy Branshaw. Ellas estaban inclinadas sobre una carpeta de Manila, haciendo notas rápidas.

—Debería ir a ayudar con el discurso de bienvenida —dijo Mai, alejándose de Francesca y Steven. Podía sentir sus ojos en ella todo el camino hasta la escalera de caracol. Mai llegó a la cubierta principal, se escondió debajo de una fila de velas recogidas, y se apretujó adelante de un grupo de estudiantes no-Nephilim que estaban de pie en un aburrido círculo en torno al Sr. Kramer, el profesor larguirucho de biología, quien estaba exponiendo algo sobre el frágil ecosistema justo debajo de sus pies.

—¡Allí estas! —Jasmine empujó a Mai dentro de su grupo—. Un plan esta finalmente tomando forma.

—Genial. ¿Cómo puedo ayudar?

—A las doce en punto, vamos a sonar la campana. —Dawn señaló una enorme campana de bronce colgada de una viga blanca por una polea, cerca de la proa del barco—. Luego voy a darles la bienvenida a todos, Amy va a hablar acerca de cómo este viaje llegó a ser, y Jas va a hablar sobre los próximos eventos sociales de este semestre. Todo lo que necesitamos es que alguien diga algo ecológico.

Las tres chicas miraron a Mai. —¿Qué, este es un velero híbrido o algo así? — preguntó Mai.

Amy se encogió de hombros y meneó la cabeza. La cara de Dawn se iluminó con una idea. —¿Podrías decir algo como que estar aquí nos hace a todos más ecologistas porque el que vive más cerca de la naturaleza actúa más cerca de la naturaleza?

—¿Eres buena escribiendo poemas? —Preguntó Jasmine—. Podrías tratar de hacerlo, sabes, ¿por diversión?

Culpable de evadir cualquier responsabilidad real, Mai sintió la necesidad de ser obediente. —Poesía ambiental —dijo, pensando que en la única cosa que ella era peor que poesía y biología marina era hablar en público—. Claro. Puedo hacerlo.

—Okey, ¡uf! —Dawn limpió su frente—. Bien, entonces esta es mi visión. —Ella se subió en la repisa donde había estado sentada y comenzó a hacer una lista de cosas con los dedos que Mai sabía debía prestar atención (“¿No sería grandioso si nos alineamos desde los más bajos hasta los más altos?”), especialmente desde que, en muy poco tiempo, estaba programada para decir algo inteligente, y cadencioso, sobre el medio ambiente frente a un centenar de sus compañeros de clase.

Pero su mente todavía estaba nublada de esa bizarra conversación con Francesca y Steven. “Deja a los Anunciadores a los expertos”. Si Steven estaba en lo cierto, y realmente había un Anunciador en cada momento de la historia, bueno, era como decirle a ella que les dejara todo el pasado a los expertos. Mai no estaba tratando de requerir conocimientos sobre Sodoma y Gomorra, era su propio pasado, el de ella y William, el que le interesaba. Y si alguien tenía que ser un experto en eso, Mai se imaginaba que tenía que ser ella.

Pero Steven lo había dicho él mismo: Había un trillón de sombras allí afuera. Estaría cerca de lo imposible siquiera localizar los que tengan algo que ver con ella y William, y mucho menos saber qué hacer con ellos si alguna vez se encontrara a los correctos.

Ella levantó la vista a la cubierta del segundo piso. Sólo podía ver la parte de arriba de las cabezas de Francesca y Steven. Si Mai dejaba correr su imaginación libremente, podía armar una clara conversación entre ellos. Acerca de Mai. Y acerca de los Anunciadores. Probablemente comprometiéndose a no mencionarlos delante de ella nunca más. Estaba bastante segura que, en lo que se trataba de sus vidas pasadas, ella estaba sola.

Espera un minuto. El primer día de clase. Mientras rompían el hielo. Shelby dijo… Mai se puso de pie, olvidando por completo que estaba en medio de una reunión, y ya estaba cruzando el puente, cuando un grito desgarrador resonó detrás de ella. En cuanto se dio vuelta hacia el sonido, Mai vio un destello de algo negro aparecer en la proa del barco. Un segundo después, se había ido. Luego un splash.

—¡Oh Dios mío! ¡Dawn!—Jasmine y Amy estaban inclinando la mitad de su cuerpo en la proa, viendo hacia abajo en el agua. Estaban gritando.

—¡Voy por el bote salvavidas! —gritó Amy, corriendo a la cabina.

Mai brincó sobre la repisa junto a Jasmine y tragó saliva por lo que veía. Dawn había caído por la borda y se agitaba en el agua. Al principio, su cabeza de cabello oscuro y sus brazos agitándose eran todo lo que se veía, pero luego levantó la mirada y Mai vio el terror en su blanco rostro. Un horrible segundo después, una gran ola sobrepasó el pequeño cuerpo de Dawn, el bote seguía moviéndose mientras se alejaba de ella.

Las chicas temblaban, esperando que volviera a emerger.

—¿Qué paso? —Steven demandó, de repente a su lado. Francesca fue aflojando un aro salvavidas de sus ataduras debajo de la proa.

Los labios de Jasmine temblaban. —Ella estaba tratando de hacer sonar la campana para llamar la atención de todos y dar un discurso. Apenas se inclinó, no sé cómo perdió el balance. Mai dio otra dolorosa mirada sobre la proa del barco. La caída al agua helada era probablemente de diez metros. Todavía no había señal de Dawn.

—¿Dónde está ella? —exclamó Mai—. ¿Puede nadar? —Sin esperar por una respuesta, agarró el salvavidas de las manos de Francesca, metió un brazo en él, y se subió a la cima de la proa.

—Mai, ¡detente!

Mai escuchaba el grito detrás de ella, pero ya era demasiado tarde. Se sumergió en el agua, aguantando la respiración, pensando en William en el camino hacia abajo, y en su último clavado en el lago. Sintió el frío en su caja torácica en primer lugar, un endurecimiento alrededor de sus pulmones por el shock de la temperatura. Esperó hasta que descendió lentamente, a continuación, pataleó hacia la superficie. Las olas se volcaban sobre su cabeza, arrojándole sal en la boca y en la nariz, pero ella se aferró fuertemente al salvavidas. Era incómodo nadar con él, pero si encontraba a Dawn, las dos lo necesitarían para mantenerse a flote mientras esperaban por el bote salvavidas. Ella podía sentir vagamente un clamor en el yate, gente gritando y corriendo alrededor de la cubierta, llamándola. Pero si Mai iba a ser algún tipo de ayuda para Dawn, ella tenía que desconectarse de todo ello.

Mai pensó que había visto el punto oscuro de la cabeza de Dawn en el agua congelada. Se precipitó hacia adelante, en contra de las olas, hacia ella. Sus pies tocaron algo, ¿una mano? Pero luego se fue, y no estaba segura si había sido Dawn en absoluto. Mai no podía sumergirse mientras estuviera sujeta al salvavidas, y tenía un mal presentimiento de que Dawn estaba en lo profundo. Ella sabía que no podía dejar ir su salvavidas. Pero no podría salvar a Dawn al menos que lo hiciera. Lanzándose hacia un lado, Mai llenó sus pulmones con aire, luego se sumergió en el fondo, nadando fuertemente hasta que la cálida superficie desapareció y el agua se volvía tan fría que dolía. No podía ver nada, sólo asirse de donde podía, esperando alcanzar a Dawn antes de que fuera muy tarde.

Fue el cabello de Dawn lo primero que sintió Mai, el choque de delgadas y oscuras ondas. Tanteando más abajo con su mano, ella sintió las mejillas de su amiga, luego el cuello, luego los hombros. Dawn se había hundido bastante profundo en muy poco tiempo. Mai deslizó sus brazos debajo de las axilas de Dawn, luego usó toda su fuerza para jalarla hacia arriba, pataleando con fuerza hacia la superficie. Estaban lejos debajo del agua, la luz del día era un resplandor lejano. Y Dawn se sentía más pesada de lo que podría ser, como si un gran peso se añadiera a ella, arrastrándola a las dos hacia abajo.

Por fin Mai salió a la superficie. Dawn chisporroteaba, arrojando agua por la boca y tosía. Sus ojos estaban rojos y su pelo estaba enmarañado en la frente. Con un brazo colocado sobre el pecho de Dawn, Mai suavemente remó, llevándolas a las dos hacia el salvavidas.

—Mai —Dawn susurró. En las agitadas olas, Mai no podía escucharla, pero podía leer sus labios—. ¿Qué está pasando?

—No lo sé. —Mai meneó su cabeza, esforzándose por mantenerlas a flote a ambas.

—¡Nada hacia el bote salvavidas!

El llamado venía desde atrás. Pero nadar a cualquier lado era imposible. Ellas apenas podían mantener sus cabezas fuera del agua. La tripulación estaba bajando una balsa salvavidas inflable. Steven estaba dentro de ella. Tan pronto como el barco tocó el mar, él comenzó a remar con fuerza hacia ellas. Mai cerró los ojos y dejó que el alivio la arrastrara con la próxima ola. Si sólo ella aguantara un poco más, estarían bien.

—Agarra mi mano —Steven gritó a las chicas. Las piernas de Mai se sentían como si hubiera estado nadando por una hora. Ella empujó a Dawn hacia él para que pudiera ser la primera que saliera. Steven se había despojado de sus pantalones y la camisa oxford blanca, que estaba mojada ahora y aferrada a su pecho. Sus musculosos brazos eran enormes cuando alcanzó a Dawn. Tenía la cara roja por el esfuerzo, gruñó y la lanzó en brazos. Cuando Dawn estaba sobre la borda, lo suficiente para que ella no cayera de nuevo, Steven se volvió y rápidamente se apoderó de los brazos de Mai.

Se sentía sin peso, prácticamente elevada fuera del agua con su ayuda. Sólo cuando sintió que su cuerpo se deslizaba el resto del camino en la balsa fue cuando se dio cuenta de lo empapada y congelada que estaba. Excepto donde los dedos de Steven debían estar. Allí las gotas de agua de su piel estaban hirviendo. Ella se sentó, moviéndose para ayudar a Steven a terminar de empujar a la temblorosa Dawn dentro de la balsa. Exhausta, Dawn apenas podía arrastrarse hacia arriba. Mai y Steven tomaron cada uno un brazo y la levantaron.

Estaba casi dentro del bote cuando Mai sintió una sacudida terrible que tiró a Dawn nuevamente al agua. Los ojos oscuros de Dawn sobresalían, y gritaba mientras se deslizaba hacia atrás. Mai no estaba preparada: Dawn se resbaló, y Mai se cayó contra un lado de la balsa.

—¡Agárrate! —Steven sostuvo a Dawn de la cintura justo a tiempo. Se puso de pie, casi volcando la balsa. En cuanto se enderezó para sacar a Dawn del agua, Mai vio el breve destello de oro que se extendía desde su espalda. Sus alas. La forma en que sobresalían de inmediato, en el momento en que Steven necesitaba la mayor fuerza, parecía pasar casi contra su voluntad. Eran brillantes, la clase de color de las joyas caras. Mai las había visto sólo por detrás de vitrinas en las tiendas de departamento. Ellas no eran como las alas de William. Las de William eran cálidas y acogedoras, magníficas y atractivas; las de Steven eran toscas e intimidantes, dentadas y aterradoras.

Steven gruñó, los músculos en sus brazos se tensaron, y sus alas batieron una sola vez, dándole el suficiente impulso para elevar a Dawn fuera del agua. Las alas se expandieron lo suficiente para planear con Mai contra el otro lado de la balsa. Tan pronto como Dawn estuvo a salvo, los pies de Steven aterrizaron de nuevo en el suelo de la balsa. Sus alas inmediatamente se deslizaron en su piel. Salieron dos pequeños desgarros en la espalda de la camisa que vestía, la única prueba que lo que Mai había visto había sido real.

Tenía la cara lavada y sus manos temblaban. Los tres se derrumbaron dentro de la balsa. Dawn no se había dado cuenta de nada, y Mai se preguntó si alguien más lo había visto. Steven miró a Mai como si la viera desnuda. Ella quería decirle que había sido sorprendente ver sus alas, que no lo había sabido hasta entonces, que incluso el lado oscuro de los ángeles caídos podría ser tan impresionante. Ella buscó hacia Dawn, en parte esperando ver sangre en algún lugar de su piel. Realmente sentía como si algo la hubiera llevado en sus mandíbulas. Pero no había ninguna señal de herida alguna.

—¿Estás bien? —susurró Mai finalmente.

Dawn negó con la cabeza, enviando gotitas de agua volando desde su cabello. — Puedo nadar, Mai. Soy una buena nadadora Algo me había… algo…

—¿Está todavía allí? —terminó Steven, recogiendo la pala y acarreando de nuevo hacia el yate.

—¿Qué sentiste? —preguntó Mai—. Un tiburón o…

Dawn se estremeció. —Manos.

—¿Manos?

—Mai —ladró Steven. Se volvió hacia él: parecía un ser diferente del que le había estado hablando minutos antes en la cubierta. Había una dureza en sus ojos que nunca había visto antes—. Lo que hiciste fue… —Se interrumpió. Su rostro goteante parecía salvaje. Mai contuvo la respiración, esperando. Imprudente. Estúpido. Peligroso—. Muy valiente —dijo finalmente, las mejillas y la frente volvieron a su expresión habitual.

Mai exhaló, teniendo un momento difícil incluso para encontrar su voz para decir “gracias”. Ella no podía quitar sus ojos de las piernas temblorosas de Dawn. Y el aumento de marcas finas de color rojo que aparecían alrededor de los tobillos. Marcas que parecía habían sido dejadas por dedos.

—Estoy seguro de que las niñas tienen miedo —dijo Steven en voz baja—. Pero no hay razón para que haya una histeria general en toda la escuela. Permíteme tener una charla con Francesca. Hasta que sepas de mí: Ni una palabra de esto a nadie más. ¿Dawn? —La niña asintió con la cabeza, luciendo aterrorizada.

—¿Mai?

Su rostro se contrajo. No estaba segura de mantener este secreto. Dawn casi había muerto.

—Mai. —Steven se apoderó de su hombro, se quitó las gafas de marco cuadrado, y miró fijamente los ojos color avellana de Mai con sus propios ojos marrones oscuros. A medida que la balsa salvavidas se izaba hasta la cubierta principal, donde esperaba el resto de la escuela, su aliento era caliente en su oreja—. Ni una palabra. A nadie. Es por tu propia protección.

Capítulo 7

Doce Días
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Webnovela LevyRorni Adaptada Torment. - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRorni Adaptada Torment.

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 08, 2017 12:53 pm

—No entiendo por qué estás actuando tan rara —le dijo Shelby a Mai a la mañana siguiente—. Has estado aquí, qué, ¿seis días? Y ya eres la mayor heroína de Shoreline. Tal vez estés a la altura de tu reputación después de todo.

El cielo de la mañana estaba salpicado por nubes… cúmulos. Mai y Shelby se paseaban a lo largo de la pequeña playa de Shoreline, compartiendo una naranja y un termo de té chino. Un fuerte viento llevó a la tierra el aroma de las viejas secuoyas de por debajo de los bosques. La marea estaba alta y era fuerte, provocando que hubiera grandes áreas de algas de nudo negro, medusas, y trozos de madera podrida en la ruta de acceso de las niñas.

—No fue nada —murmuró Mai, aunque no era del todo cierto. Saltar al agua helada después de Dawn, había sido sin duda algo. Pero Steven —la severidad de su tono, la fuerza de su apretón en el brazo— hacía estremecer a Mai siempre que hablaba del rescate de Dawn.

Ella miró a la espuma salada de una ola a su izquierda, ya retrocediendo. Estaba tratando de no mirar las aguas profundas y oscuras más allá, entonces no tendría que pensar en las manos heladas de las profundidades. Por “su” propia protección. Steven debía haber usado el “su” en su forma plural. Como que la protección era para todos los estudiantes. De lo contrario, si sólo era por Mai…

—Dawn está bien —dijo—. Eso es lo que importa.

—Um, sí, gracias a ti, vigilante de la playa.

—No empieces a llamarme vigilante de la playa.

—¿Prefieres pensar en ti misma como una aprendiz del oficio de salvadora? — Shelby había utilizado su manera más inexpresiva de burla—. Frankie dice que algún ser misterioso ha estado merodeando alrededor de la escuela las dos últimas noches. Tú debes darle lo que…

—¿Qué? —Mai casi escupió su té—. ¿Quiénes?

—Repito: alguien misterioso. Qué sé yo. —Shelby se sentó en una piedra caliza plana, degradada, saltando expertamente unas piedras en el océano—. Sólo alguna locura. He oído hablar de Frankie Kramer sobre él en el barco ayer, después de todo el alboroto.

Mai se sentó junto a Shelby y comenzó a revolver en la arena de las piedras.

Alguien estaba merodeando Shoreline. ¿Y si era William?

Sería típico de él. Muy obstinado en mantener su promesa de no verla, pero sin poder mantenerse alejado. Pensar en él hizo que su anhelo aumentara. Ella se podía sentir casi al borde de las lágrimas, aunque fuera una locura. Era probable que el ser misterioso ni siquiera fuera William. Podría ser Cam. Podría ser cualquiera. Podría ser un desterrado.

—¿Lo de Francesca te tiene preocupada? —Le preguntó Shelby.

—¿No lo estarías tú?

—Espera un minuto. ¿Es por eso que no escapaste anoche? —Fue la primera noche en que Mai no había sido despertada por Shelby entrando por la ventana.

—No —el brazo de Shelby se movía en un movimiento de yoga. Lo movió seis veces en un amplio arco, llegando casi hasta el final de nuevo a ellas, como un boomerang.

—¿A dónde vas todas las noches, de todos modos?

Shelby metió las manos en los bolsillos de su chaleco de esquí, hinchada y roja. Ella estaba mirando las olas grises tan intensamente que era evidente que había visto algo por ahí o que estaba eludiendo la pregunta.

Mai siguió su mirada, casi aliviada al no ver nada en el agua, sólo las ondas de color gris y negro en todo el camino hasta el horizonte. —Shelby.

—¿Qué? No voy a ninguna parte.

Mai comenzó a ponerse de pie, molesta porque Shelby sentía que no podía decirle nada. Mai ya estaba sacudiéndose la arena húmeda de la parte trasera de sus piernas cuando la mano de Shelby la tiró hacia abajo en la roca.

—Bueno, yo solía ir a ver a mi estúpido y lamentable novio. —Shelby suspiró fuertemente, lanzando una piedra ingenuamente al agua, cerca de darle a una gorda gaviota descendiendo hacia un pez—. Antes de que él se convirtiera en mi estúpido y lamentable ex-novio.

—Oh, Shel, lo siento. —Mai se mordió el labio—. Yo ni siquiera sabía que tenías un novio.

—Tuve que empezar a mantenerlo en condiciones de competencia. Se centró demasiado en el hecho de que yo tenía una nueva compañera de cuarto. Le molestaba que viniera más tarde en la noche. Quería conocerte. No sé qué clase de chica cree que soy. No te ofendas, pero tres son una multitud en mi pueblo.

—¿Quién es él? —preguntó Mai—. ¿Es de aquí?

—Phillips Aves. Él está en el último año de la escuela principal.

Mai no creía que ella lo conociera.

—¿Ése chico pálido con el pelo teñido de rubio? —dijo Shelby—. ¿De la clase que parecen albinos, como David Bowie? Realmente no puedes no haberlo visto. —Torció la boca—. Por desgracia.

—¿Por qué no me dijiste que rompieron?

—Yo prefiero descargar canciones de Vampiro Weekend que sincronizar los labios para cuando no estás cerca. Mejor para mis chakras. Además —señaló con un dedo regordete a Mai—, tú eres la que siempre está de mal humor o rara hoy en día. ¿William te trata mal o algo así?

Mai se echó hacia atrás, apoyándose en los codos. —Eso requeriría, en realidad, que nos viéramos, cosa que no se nos permite hacer.

Si Mai cerró los ojos, dejando que el sonido de las olas la llevara de regreso a la primera noche que había besado a William. En esta vida. La maraña húmeda de sus cuerpos en Savannah, en el paseo marítimo. La presión hambrienta de sus manos tirando de ella. Todo parecía posible entonces. Ella abrió los ojos. Ahora estaba tan lejos de todo eso.

—Así que, tu lamentable y asno ex-novio...

—No —Shelby hizo un silbido con los dedos en la boca—. No quiero hablar de nada más sobre LYAN (lamentable y asno ex-novio). Supongo que tú quieres hablar acerca de William. Adelante.

Era eso, exactamente. Pero no era que Mai no quisiera hablar de William… Era más bien que si empezaba a hablar acerca de él, no podría ser capaz de callar. En su mente, sonó como un registro mental, al repetir, oh, las cuatro experiencias físicas que había tenido con él en esta vida (ella decidió empezar a contar desde el momento en que él dejó de fingir que ella no existía). Imaginó que ella no estaba a la altura de Shelby, que probablemente había tenido toneladas de novios, y toneladas de experiencia. Mai no era nadie en comparación…

Un beso que apenas podía recordar con un muchacho que había estallado en llamas. Un puñado de momentos muy calientes con William. Todo eso lo resumía. Mai no era precisamente una experta en el amor.

Una vez más sintió la injusticia de su situación: William tenía todos estos grandes recuerdos de ellos juntos para recurrir cuando las cosas se ponían difíciles. Ella no tenía nada.

Hasta que miró a su compañera de cuarto. —¿Shelby?

Shelby tenía la capucha roja sobre la cabeza y estaba metiendo un palo en la arena mojada. —Te dije que no quiero hablar de él.

—Ya lo sé. Me preguntaba, ¿recuerdas cuando mencionaste que sabías vislumbrar vidas pasadas?

Esto era lo que ella había estado a punto de preguntarle a Shelby cuando Dawn cayó por la borda.

—Yo nunca dije eso. —El palo cayó más profundamente en la arena, la cara de Shelby estaba enrojeciendo y el pelo rubio en la cola de caballo se encrespaba.

—Sí... lo hiciste. —Mai inclinó la cabeza—. Lo escribiste en mi papel. Ese día, ¿cuando estábamos haciendo lo de romper el hielo? Tú me lo arrebataste de las manos y me dijiste que podías hablar más de dieciocho idiomas y echar un vistazo a vidas pasadas, y eso es lo que necesito.

—Recuerdo lo que dije. Pero entendiste mal lo que quise decir.

—De acuerdo —dijo Mai lentamente—, bien.

—El hecho de que antes he vislumbrado una vida pasada no quiere decir que sepa cómo hacerlo, y no dije que fuera mía.

—Por lo tanto, ¿no era tuya?

—Por supuesto que no, la reencarnación es para los monstruos.

Mai frunció el ceño y clavó las manos en la arena mojada, con ganas de enterrarse en ella.

—Hola, era una broma. —Shelby le dio un codazo a Mai juguetonamente—. A medida especialmente para la chica que ha tenido que pasar por la pubertad mil veces. — Ella hizo una mueca—. Una vez fue suficiente para mí, muchas gracias.

Mai sí era esa chica. La chica que había tenido que pasar por la pubertad mil veces. Nunca había pensado en ello antes de esa manera. Era casi divertido: Desde el exterior, pasando por un sinfín de pubertades parecía la peor parte de su suerte. Pero era mucho más complicado que eso. Mai empezó a decir que iría a través de los mil granos y de las fluctuaciones hormonales más si pudiera echar una mirada en sus vidas pasadas y comprender más acerca de sí misma, pero luego levantó la mirada hacia Shelby. —Si no era tuya, ¿de quién era la vida pasada a la que le echaste un vistazo?

—¿Por qué eres tan curiosa? Maldita sea.

Mai podía sentir que su presión arterial aumentaba. —Shelby, dios mío, ¡me tiraste un hueso!

—Está bien —dijo Shelby finalmente, haciendo un movimiento hacia fuera con sus manos—. Yo estaba en una fiesta una noche en Corona. Las cosas se pusieron bastante locas, sesiones de espiritismo medio desnudos y esa mierda, y… bueno, esa no es realmente la historia. Así que recuerdo dar un paseo para tomar aire. Estaba lloviendo, y era difícil ver a dónde iba. Di la vuelta a la esquina en un callejón y estaba ese tipo, miraba una especie de marcha al futuro. Estaba inclinado sobre una esfera en la oscuridad. Yo nunca había visto nada igual, en forma de globo, pero estaba brillante, flotando por encima de sus manos. Él estaba llorando.

—¿Qué era?

—Yo no sabía entonces, pero ahora sé que era un mensajero.

Mai estaba hipnotizada. —¿Y viste algunas de las vida pasadas que estaba vislumbrando? ¿Cómo era?

Shelby encontró los ojos de Mai y tragó saliva. —Fue muy espantoso, Mai.

—Lo siento —dijo Mai—. Sólo estaba preguntando porque…

Se sentía como una gran cosa admitir lo que estaba a punto de admitir. Francesca definitivamente se opondría a esto. Pero Mai necesita respuestas, y necesitaba ayuda. Ayuda de Shelby.

—Necesito a vislumbrar algunas de mis vidas pasadas —dijo Mai—. O por lo menos necesito intentarlo. Por las cosas que han ido ocurriendo recientemente, se supone que debo simplemente aceptarlo porque no conozco nada mejor, pero podría conocer algo mejor, mucho mejor, si tan solo pudiera ver de dónde vengo. Dónde he estado. ¿Eso tiene algún sentido?

Shelby asintió con la cabeza.

—Necesito saber lo que tenía en el pasado con William, para así poder sentirme más segura de lo que tengo con él ahora. —Mai tomó un respiro—. Ese tipo, el de la calle…. ¿Viste lo que le hizo al Anunciador?

Shelby arrugó sus hombros. —Como que él lo guió de alguna forma. Yo ni siquiera sabía lo que era en ese momento, y no sé cómo lo rastreó. Ese es el por qué la demostración de Francesca y Steven me asustó tanto. Vi lo que pasó esa noche, y he estado tratando de olvidarlo desde ese entonces. No tenía idea de que lo que estaba viendo era un Anunciador.

—Si yo pudiera rastrear a un Anunciador, ¿Crees que podrías guiarlo?

—No lo prometo —dijo Shelby—, pero voy a hacer el intento. ¿Sabes cómo seguirlo?

—No realmente, pero, ¿qué tan difícil puede ser? Ellos me han estado siguiendo toda mi vida.

Shelby tomó su mano sobre la mano de Mai en la roca. —Quiero ayudarte, Mai, pero es raro. Estoy asustada. ¿Qué tal si ves algo que… tú sabes, que no deberías?

—Cuando tú rompiste con SAEB…

—Pensé que ya te había dicho que no…
—Sólo escucha: ¿No estás feliz de haber descubierto lo que sea que te hizo terminar con él, antes que después? Quiero decir, ¿qué tal si te hubieras comprometido o algo así, solamente entonces…?

—Bla, bla... —Shelby alzó una mano para detener a Mai—. Punto tomado. Ahora, vamos, encontremos una sombra.

Mai guío a Shelby a través de la playa y hasta las escaleras de piedra empinada, donde las pocas verbenas maltratadas, rojas y amarillas se habían empujado hacia arriba a través del suelo húmedo y arenoso. Ellas cruzaron la elegante terraza verde, tratando de no interrumpir a un grupo de estudiantes no Nephilim en un juego definitivo de frisbee3. Ellos pasaron junto a la ventana de la sala de su dormitorio del tercer piso y llegaron alrededor de la parte trasera del edificio. A la orilla del bosque de las secoyas4, Mai apuntó a un espacio entre los árboles. —Ahí fue donde encontré uno la última vez.

Shelby recorrió el boque delante de Mai, metiéndose a través de hojas como garras de los árboles de arce entre las secoyas y deteniendo el marco de un enorme helecho.

Estaba oscuro debajo de los secoyas, y Mai estaba feliz por la compañía de Shelby. Ella pensó en el otro día, qué tan rápido había pasado el tiempo mientras ella perseguía esa sombra, llevándola a ningún lado.

De repente, se sintió abrumada.

—Si podemos encontrar y atrapar a un anunciador, y si incluso pudiéramos conseguir un vislumbro para trabajar —dijo ella—, ¿cuáles crees que sean las posibilidades de que el Anunciador tenga algo para mostrar acerca de William y yo? ¿Qué tal si sólo obtenemos una horrible escena de la Biblia como la que vimos en clase?

Shelby sacudió su cabeza. —Acerca de William, no lo sé. Pero si podemos convocar y vislumbrar a un Anunciador, entonces tendrá que ver contigo. Se supone que ellos deben ser convocados… específicamente… aunque no siempre vas a estar interesada en lo que tengan que decir. Del mismo modo como se mezcla el correo basura con tu correo importante, pero sigue estando dirigido a ti.

—¿Cómo pueden ser… convocados… específicamente? Eso significaría que Francesca y Steven estuvieron en la destrucción de Sodoma y Gomorra.

—Bueno, sí. Ellos han estado alrededor desde siempre. Corre el rumor de que sus hojas de vida son bastantes impresionantes. —Shelby miró extrañamente a Mai—. Pon tus erróneos ojos detrás de tu cabeza. ¿De qué otro modo crees que consiguieron trabajos en Shoreline? Esta es una escuela realmente muy buena.

Algo oscuro y resbaladizo se movió sobre ellas: el manto pesado de un Anunciador extendiéndose soñolientamente en las sombras de las alargadas ramas de una secoya.

—Ahí. —Mai apuntó, sin gastar nada de tiempo. Ella se balanceó a sí misma en una rama baja que se alargaba detrás de Shelby. Mai se tuvo que balancear en un pie e inclinarse hacia la derecha solo para rozar al Anunciador con sus dedos—. No lo puedo alcanzar.

Shelby recogió una piña y la lanzó al centro de la sombra, que cayó bajo una rama.

—¡No! —susurró Mai—. Lo arruinarás.

—Me está enojando ser tan cuidadosa. Sólo extiende tu mano.

3 Juego donde lanzas un platillo y la otra persona lo tiene que cachar.

4 Árbol conífero de copa estrecha, tronco muy lignificado y hojas persistentes, que puede llegar hasta los 100 m debido a la extensa duración de su vida.

Haciendo muecas, Mai hizo lo que le dijo.

Ella vio la piña rebotar en el lado expuesto de la sombra, luego escuchó un suave sonido silbante que solía llenar sus oídos con temor. Un lado de la sombra se estaba deslizando, muy lentamente, lejos de la rama. Se deslizó y aterrizó al otro lado del tembloroso brazo extendido de Mai. Ella pellizcó los bordes con sus dedos.

Mai saltó de la rama donde había estado plantada y se acercó a Shelby, con sus heladas manos ofreciendo humedad.

—Aquí —dijo Shelby—. Yo cogeré la mitad y tú la otra mitad, justo como vimos en clase. Eww, está blando. Está bien, afloja tu apretón, él no se va a ir a ninguna parte.

Pareció como si hubiera pasado mucho tiempo antes de que la sombra hiciera algo. Mai casi sintió como si estuviera jugando con la vieja tabla de la Ouija que había tenido cuando era pequeña. Con una inexplicable energía en las puntas de sus dedos. La ligera sensación, del continuo movimiento antes de que pudiera ver cualquier diferencia en la forma del Anunciador.

Después hubo un fuerte viento. La sombra se fue contrayendo, doblándose lentamente en su propia oscuridad. Luego, toda la cosa había tomado el tamaño y la forma de una larga caja. Que se cernía por encima de su alcance.

—¿Ves eso? —jadeó Shelby. Su voz era casi inaudible sobre el sonido del fuerte viento de la sombra—. Mira, ahí en medio.

Así como había pasado en clase, un oscuro velo parecía despegarse del Anunciador, revelando impactantes ráfagas de color. Mai cubrió sus ojos, viendo cómo la brillante luz parecía regresar dentro de la pantalla de la sombra, en una imagen confusa fuera de foco. Luego, finalmente, terminó en formas distintas de colores apagados. Ellas estaban viendo una sala. La parte trasera de un sillón a cuadros azul con el reposapiés levantado y un botón de la esquina deshilachado. Una vieja televisión con paneles de madera mostraba al aire una repetición de Mork y Mindy con el volumen apagado. Un gordo terrier Jack Russel se acurrucó en un mosaico de la alfombra.

Mai vio una puerta giratoria siendo empujada, abriendo a lo que parecía una cocina. Una mujer, más grande que lo que había sido la abuela de Mai antes que muriera, caminó directamente. Ella estaba vistiendo un vestido blanco y rosado estampado, pesados tenis blancos, y unos lentes espesos con una cadena alrededor de su cuello. Estaba cargando una bandeja de fruta picada.

—¿Quiénes son estas personas? —se preguntó Mai en voz alta.

Cuando la anciana puso la bandeja en la mesita de café, una huesuda mano manchada se extendió por alrededor de la silla y seleccionó un pedazo de plátano.

Mai se inclinó para ver más claramente, y el enfoque de la imagen se desplazó con ella. Como un panorama 3-D. Ella ni siquiera había notado al anciano sentado en el sofá. Él era frágil, con unas pocas delgadas partes de cabello blanco, y la edad se notaba por toda su frente. Su boca se estaba moviendo, pero Mai no podía escuchar nada. Una hilera de fotografías enmarcadas se alineaba en la repisa de la chimenea. El fuerte viento en los oídos de Mai se volvió más fuerte, tan fuerte que le hizo hacer una mueca de dolor. Sin ella haciendo nada más que preguntarse por esas fotografías, la imagen del Anunciador se enfocó de repente. Dejó a Mai con la sensación de un latigazo… y un extremo primer plano de una fotografía enmarcada.

Un delgado marco plateado alrededor de una placa de vidrio manchado. Dentro, la pequeña fotografía tenía un borde festoneado alrededor de una amarillenta imagen en blanco y negro. Dos caras en la fotografía: la de ella y la de William.

Sosteniendo un suspiro, ella estudió su propio rostro, que lucía un poco joven en comparación al de ahora. Largo cabello oscuro hasta los hombros. Una blusa blanca con un collar de Peter Pan. Una amplia falda cepillando la mitad de sus rodillas. Las manos blancas enguantadas, sosteniendo las de William. Él estaba mirando directamente hacia ella, sonriendo.

El Anunciador comenzó a vibrar, luego a temblar; luego la imagen interior comenzó a parpadear y a desaparecer.

—No —gritó Mai, lista para lanzarse al interior. Sus hombros conectaban con el borde del Anunciador, pero eso fue lo más lejos que pudo conseguir. Un poco de frío amargo la trajo de vuelta y dejó su piel sintiéndose calmada. Una mano la sujetó alrededor de su muñeca.

—No pienses en ideas locas —la advirtió Shelby.

Muy tarde.

La pantalla se volvió oscura y el Anunciador cayó de sus manos al piso del bosque, quebrándose en pedazos como cristal negro roto. Mai suprimió un quejido. Su pecho se agitó. Ella sintió cómo una parte de su cerebro moría.

Haciéndola arrodillarse en cuatro, ella presionó su frente al suelo y rodó hacia su costado. Estaba más frío, más oscuro de lo que había estado cuando habían empezado. El reloj en su muñeca decía que eran pasada las 2 en punto, pero había sido en la mañana cuando habían venido al bosque. Mirando al occidente, hacia la orilla de los bosques, Mai podía ver la diferencia de la luz golpeando el dormitorio.

Shelby se arrodilló junto a ella. —¿Estás bien?

—Estoy tan confundida. Esas personas… —Mai acunó su frente—. No tengo idea de quiénes son.

Shelby aclaró su garganta y lucía incomoda. —No crees que, um. ¿Tal vez tú solías conocerlos? Como, hace mucho tiempo. Como, tal vez ellos eran tus…

Mai esperó a que ella terminara. —¿Mis qué?

—¿Realmente no se te ha ocurrido que esas personas fueron tus padres en otra vida? ¿Que así es como se ven ahora?

La mandíbula de Mai cayó abierta. —No. Espera… ¿tú te refieres a que he tenido diferentes padres en cada una de mis pasadas vidas? Yo pensé que Harry y Doreen… yo sólo supuse que ellos habían estado conmigo todo el tiempo.

De repente, ella recordó algo que William había dicho, acerca de su madre haciendo mala col hervida en esa vida pasada. En ese momento no se había fijado en ello, pero ahora tenía un poco más de sentido. Doreen era una gran cocinera. Todos en el este de Georgia lo sabían. Lo que significaba que Shelby debía de estar en lo correcto. Mai probablemente debía tener toda una nación de familias pasadas que ella ni siquiera podía recordar.

—Soy tan estúpida —dijo. ¿Por qué no había prestado más atención a la forma en que lucían el hombre y la mujer? ¿Por qué no había sentido la más mínima conexión hacia ellos? Sintió como si hubiera vivido toda su vida y sólo ahora descubriera que fue adoptada. ¿Cuántas veces había sido dejada en manos de diferentes padres?—. Esto es… esto es…

—Totalmente enredado —dijo Shelby—. Lo sé. En el lado bueno, tú probablemente podrías haberte ahorrado mucho dinero para terapias si pudieras mirar atrás a tus demás familias, ver todos los problemas que tuviste con cientos de madres antes de esta.

Mai enterró su cara entre sus manos.

—Eso es, si necesitas terapia familiar —suspiró Shelby—. Lo siento, ¿quién está hablando de sí misma otra vez? —Ella levantó su mano izquierda, luego lentamente la puso abajo—. Sabes, Shasta no está tan lejos de aquí.

Capítulo 8

Once Días
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Webnovela LevyRorni Adaptada Torment. - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRorni Adaptada Torment.

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 08, 2017 1:27 pm

Para: thegaprices@aol.com

De: maitep44@gmail.com

Enviado: Lunes, 11/15 a las 9:49

Asunto: Pasando el tiempo aquí

Queridos mamá y papá:

Siento haber estado fuera de contacto. Las cosas en la escuela han estado ocupadas, pero estoy teniendo un montón de buenas experiencias.

Mi clase favorita en estos días es humanidades. Ahora mismo estoy trabajando en una asignación extra para tener créditos que ocupa mucho de mi tiempo. Los he echado de menos y espero verlos pronto. Gracias por ser unos padres tan grandes. No creo decirles lo suficiente.

Con amor, Mai.

Mai hizo clic en Enviar en su laptop y rápidamente cambió su navegador de nuevo en la presentación en línea de Francesca que se estaba dando en la parte delantera de la habitación. Aún no estaba acostumbrada a estar en una escuela donde les entregaban las computadoras, con acceso inalámbrico a Internet, en medio de la clase. Espada & Cruz tenía un total de siete computadoras de los alumnos, las cuales estaban en la biblioteca. Incluso si lograbas poner tus manos en la contraseña cifrada para acceder a la Web, cada sitio estaba bloqueado a excepción de unos pocos de investigaciones académicas.

Los correos a sus padres habían sido alertados por el sentimiento de culpa. La noche anterior, ella había tenido una extraña sensación por el mero hecho de conducir a la comunidad de retiro en Mount Shasta, que estaba engañando a sus verdaderos padres, los que la habían criado en esta vida. Claro, en algún momento, estos otros padres habían sido reales, también. Pero era un pensamiento demasiado extraño para que Mai lo absorbiera realmente.

Shelby no estaba ni una décima parte de cabreada de lo que podía haberlo estado acerca conducir a Mai todo el camino sin razón. En cambio, ella sólo puso en marcha el Mercedes y se dirigió a pie hasta la In-N-Out Burger para poder conseguir un par de sándwiches del menú de queso a la plancha con salsa especial.

—No le des un segundo pensamiento —dijo Shelby, limpiándose la boca con una servilleta—. ¿Sabes el número de ataques de pánico que mi familia ha atornillado sobre mí? Créeme, soy la última persona que va a juzgarte por esto.
 
Ahora Mai miraba a través del salón de clases a Shelby, y sintió una intensa gratitud por la chica que, una semana antes, la había aterrorizado. El cabello grueso rubio de Shelby estaba recogido por una banda de toalla, y tomaba notas diligentes sobre la conferencia de Francesca.

En cada pantalla, Mai podía ver que su visión periférica estaba fijada en el azul y oro de la presentación de PowerPoint que Francesca estaba haciendo clic a paso de un tortuga. Incluso Dawn. Parecía especialmente valiente hoy en una camiseta ardiente de color rosa y una cola de caballo alta. ¿Era posible que ella ya se hubiera recuperado de lo que había sucedido en el barco? ¿O estaba encubriendo el terror que debe haber sentido, y tal vez aún sentía?

Mirando por encima del monitor de Roland, Mai arrugó la cara. No le sorprendió que hubiera sido prácticamente invisible desde que llegó a Shoreline, pero cuando realmente apareció en la clase, ella estaba molesta, en realidad, de verse en una escuela reformatoria siguiendo las reglas.

Al menos Roland no parecía especialmente interesado en la conferencia sobre “Oportunidades de Empleo para Nephilim: Cómo sus habilidades especiales pueden darte un ala sobre ti”. De hecho, la mirada de Roland estaba más decepcionada que otra cosa. Su boca se puso en ceño fruncido y no dejaba de sacudir ligeramente la cabeza. También era extraño el hecho de que cada vez que Francesca hacía contacto visual con los estudiantes, claramente pasaba sobre Roland.

Mai entró al chat de la clase para ver si Roland había iniciado sesión. Se suponía que era un instrumento para que la clase se echara preguntas el uno al otro, pero las preguntas que Mai tenía para Roland no eran por la discusión en clase. Él sabía algo, algo más de lo que había dejado ver el otro día, y sin duda tenía que ver con William. También quería preguntarle dónde había estado el sábado, y si había oído sobre el viaje que Dawn se había ido por la borda.

Excepto que Roland no estaba en línea. La única persona de la clase que estaba iniciado sesión en el chat de la clase era Miles. Un cuadro de texto con su nombre en él apareció en su pantalla:

¡Holaaaaa! ¿Hay alguien ahí?

Estaba sentado junto a ella. Mai aún lo oía reírse. Sería bonito que él recibiera una patada de sus propios chistes tontos. Esto era exactamente el tipo de relación, ridícula y de burlas, que le gustaría tener con William. Si no fuera tan melancólico todo el tiempo. Si siquiera estuviera alrededor.

Pero no lo estaba.

Ella le contestó: ¿Cómo es el clima por allá?

Poniéndose más soleado ahora, él escribió, sin dejar de sonreír. Oye, ¿qué has hecho anoche? Me pasé por tu habitación para ver si querías cenar conmigo.

Ella levantó la vista de su computadora, directamente a Miles. Sus profundos ojos azules eran tan sinceros, que tenía una necesidad de contarle todo lo que había sucedido. Él había sido tan sorprendente el otro día, escuchándola hablar de su tiempo en Espada y Cruz. Pero no había manera de responder a su pregunta a través del chat. Por mucho que quería decirle, no sabía si debía hablar de ello. Incluso dejar entrar a Shelby en su proyecto secreto era prácticamente buscarse problemas con Steven y Francesca.

La expresión de Miles cambió desde una sonrisa ocasional normal a un gesto torpe. Eso hizo a Mai sentirse mal, y también un poco sorprendida. ¿Qué podría provocar este tipo de reacción en él?

Francesca apagó el proyector. Cuando cruzó los brazos sobre el pecho, las mangas de seda rosa de la blusa campesina brotaron de su chaqueta de cuero recortado. Por primera vez, Mai se dio cuenta de lo lejos que estaba Steven. Él estaba sentado en el alféizar de la ventana en la esquina oeste de la habitación. Apenas había dicho una palabra en clase en todo el día.

—Vamos a ver qué tan bien prestaron atención —dijo Francesca, sonriendo ampliamente a los estudiantes—. ¿Por qué no que se dividen en parejas y se turnan para llevar a cabo simulacros de entrevistas?

Con el sonido de todos los otros estudiantes al levantarse de sus sillas, Mai gimió internamente. Ella no había oído casi nada de la clase de Francesca y no tenía idea de qué era la asignación.

Además, sabía que sólo se agachaba en el programa Nephilim temporalmente, ¿pero era demasiado pedir a sus maestros el recordar de vez en cuando que ella no era como el resto de los niños en la clase?

Miles tocó la pantalla del ordenador en el que le había enviado mensajes: ¿Quieres acompañarme? En ese momento, Shelby apareció.

—Yo digo que hagamos la CIA o Médicos sin Fronteras —dijo Shelby. Haciendo un gesto para Miles para sentarse en el escritorio junto al de Mai. Miles se quedó allí—. No hay ningún modo que ficticiamente solicite una posición de asistente de dentista.

Mai miró hacia atrás y adelante entre Shelby y Miles. Los dos parecían sentirse propietarios sobre ella, algo que no se había dado cuenta hasta ahora. A decir verdad, ella quería ser compañera de Miles, no lo había visto desde el sábado. Como que lo había estado extrañando. En una forma amistosa. Como de “vamos a juntarnos a tomar un café y ponernos al día”, más que de “vamos a pasear por la playa al atardecer donde tú podrás sonreírme con esos increíbles ojos azules”. Debido a que ella estaba con William, no pensaba en los otros chicos. Definitivamente no comenzó a ruborizarse intensamente en la mitad de la clase recordándose a ella misma que no pensara en otros tipos.

—¿Todo bien por aquí? —Steven puso la palma sobre la mesa de Mai y le dio un gran guiño de “tú puedes decirme cualquier cosa” con sus cejas, y cabeceó.

Pero Mai aún se ponía nerviosa cuando él estaba a su alrededor después de lo que le había dicho a ella y a Dawn en la balsa salvavidas el otro día. Lo bastante nerviosa que había evitado incluso llevarse de nuevo con Dawn.

—Todo está muy bien —respondió Shelby. Ella tomó a Mai por el codo y tiró de ella hacia la cubierta, donde algunos de los otros estudiantes que estaban emparejados ya llevaban a cabo sus entrevistas simuladas—. Mai y yo estábamos a punto de hablar de resúmenes.

Francesca apareció detrás de Steven. —Miles —dijo en voz baja—, Jasmine todavía necesita un compañero si quieres colocar una mesa junto a ella.
 
Unos escritorios más abajo, Jasmine dijo: —Dawn y yo no podríamos estar de acuerdo sobre quién debe jugar la estrella principiante y quién debería jugar… —su voz bajó una octava—, a director de casting. Así que ella me abandonó por Roland.

Miles parecía decepcionado. —Director de casting —murmuró—. Finalmente, he encontrado mi vocación. —Él se dirigió a unirse a su compañera, y Mai lo vio alejarse. Con la situación difusa, Francesca dirigió a Steven de nuevo al frente de la sala. Pero así como él caminaba junto a Francesca, Mai podía sentirlo mirándola.

Ella sutilmente comprobó su teléfono. Callie aún no le había enviado un mensaje de texto. Eso no era propio de ella, y Mai se culpó a sí misma. Tal vez sería mejor para ambas si Mai sólo mantenía su distancia. Sólo por un tiempo.

Ella siguió a Shelby fuera, a un asiento en el banco de madera construido en la curva de la cubierta. El sol estaba brillante en el cielo claro, pero la única parte de la cubierta que no estaba llena ya con los estudiantes estaba bajo la fresca sombra de una secoya. Mai cepilló una capa de agujas de color verde opaco del banco y cerró rápidamente la cremallera de su jersey un poco más alta al cuello.

—Fuiste muy buena con todo lo de anoche —dijo ella en voz baja—. Yo me estaba volviendo loca...

—Ya lo sé —rió Shelby—. Estabas toda… —Ella hizo una mueca como de zombie temblando.

—Dame un respiro. Eso fue duro. Mi única oportunidad de aprender algo acerca de mi pasado, y me ahogué totalmente.

—Ustedes los sureños y su culpa... —Shelby hizo un encogimiento de un solo hombro—. Tienes que cortarte con un poco más de holgura. Estoy segura de que hay muchos más parientes que esos dos viejitos que vinieron. Tal vez incluso algunos que no están tan cerca a la puerta de la muerte. —Antes de que la cara de Mai pudiera colapsar, Shelby agregó—: Todo lo que estoy diciendo es que si alguna vez te sientes como para localizar a otro miembro de la familia, sólo di la palabra. Tú estás creciendo en mí Mai, que es un poco raro.

—Shelby —Mai susurró de repente, con los dientes apretados—. No te muevas. — Más allá de la cubierta, la más grande y siniestra Mensajera que Mai había visto en su vida estaba ondulándose en la sombra larga por un enorme árbol de secoya.

Poco a poco, a raíz de los ojos de Mai, Shelby miró hacia el suelo. La Mensajera jugaba con las sombras de los árboles para usarlo como camuflaje. Partes de ella siguieron en contracciones.
 
—Se ve enfermo, o caprichoso… o no sé —Shelby terminó apagándose, rizando su labio—. Hay algo malo en él, ¿no?

Mai miró más allá de Shelby, a la escalera de caracol hasta la planta baja del alojamiento. Debajo de ellos había un montón de soportes de madera sin pintar que apuntalaban a la cubierta. Si Mai podría apoderarse de la sombra, Shelby podría unirse a ella en la cubierta antes de que nadie viera nada. Ella podría ayudar a Mai a vislumbrar su mensaje allí arriba, en el tiempo en el que se reuniría con la clase.
 
—No estás seriamente considerando lo que estoy pensando —dijo Shelby—. ¿Verdad?

—Espera aquí un momento —dijo Mai—. Estate lista cuando te llame.

Mai descendió unos pocos pasos, bajando la cabeza para estar a la misma altura que los demás alumnos. Ellos estaban concentrados por las entrevistas. Shelby estaba de espaldas a Mai. Ella daría una señal si alguien notara que se había ido.
 
Mai oía a Dawn en la esquina improvisando con Roland.
 
—Sabes, me quedé atónita cuando fue nominado para un Golden Globe...

Mai volvió a mirar a la oscuridad que se extendía sobre la hierba. Se le ocurrió preguntarse si los demás estudiantes la habían visto. Pero no podía preocuparse por ello. Estaba perdiendo el tiempo.

La Mensajera estaba a unos buenos 10 pies de distancia, pero cuando se puso de pie cerca de la cubierta, Mai quedó protegida de las miradas de los estudiantes. Sería demasiado obvio si caminara hacia allí.  

Ella tenía que tratar de bajarla sin usar las manos. Y no tenía ni idea de cómo hacer eso.  

Fue entonces cuando se dio cuenta de la figura inclinada sobre la secuoya. También se ocultaba de la vista de los demás estudiantes de la cubierta. Cam estaba fumando un cigarrillo, tarareando para sí mismo, como si no le preocupara nada en el mundo. Salvo que estaba totalmente cubierto de sangre. Tenía el cabello de su frente enredado. Los brazos arañados y mascullados. Su camiseta estaba manchada de sudor y sus pantalones estaban salpicados también.

Él lucía mal y desagradable, como si acabara de salir de la batalla. Sólo que no había nadie a su alrededor, ni cuerpos ni nada. Sólo Cam.

Él le guiñó un ojo.

—¿Qué haces aquí? —Susurró—. ¿Qué hiciste?
 
Su cabeza giraba por el horrendo olor que desprendía su ropa ensangrentada.

—Oh, sólo salvo tu vida. Una vez más... ¿cuántas veces van? —Golpeó la ceniza de su cigarrillo—. Hoy fue el grupo de la señorita Sophia. Y no puedo decir que no lo disfruté. Monstruos sangrientos. Vienen por ti, también, como ya sabes. Les han indicado que estarías aquí. Y que te gusta pasear por este bosque oscuro y sin vigilancia. —Señaló.

—¿Sólo los mataste? —Preguntó horrorizada, mirando a la cubierta en busca de Shelby o de alguien que los viera. No.

—Un par de ellos, sí, ahora mismo, con mis propias manos. —Cam mostró sus manos cubiertas con algo rojo y viscoso que Mai realmente no quería ver—.  Estoy de acuerdo con que los bosques son encantadores, Mai, pero también están llenos de cosas que esperan verte muerta. Hazme una promesa.

—No, no te prometeré nada.

—Bien —rodó los ojos—. Entonces hazlo por Grigori y quédate en la escuela. —Él apagó su cigarrillo en la hierba y desplegó sus alas—. No siempre puedo estar aquí para verte, y Dios sabe que Grigori tampoco puede.

Las alas de Cam eran altas y un poco estrechas y estaban apartadas hacia atrás de sus hombros. Elegantes y oro y salpicadas de rayas, ella desea no sentirse fascinada por ellas, pero lo estaba. Al igual que las alas de Steven, las de Cam también eran irregulares, y también parecían haber sobrevivido a una vida de luchas.

Las rayas negras de Cam eran una cualidad oscura y sensual. Había algo magnética sobre ellas. Pero no, ella odiaba todo lo relacionado a Cam. Siempre lo haría.

Cam golpeó sus alas para elevar sus pies del suelo. El aleteo de las alas era tremendamente fuerte y comenzó un remolino de viento que levantó las hojas del suelo.

—Gracias —dijo Mai, quebrándose, mientras navegaba bajo la cubierta. Luego se fue a la sombra del bosque.  

¿Cam era su protector ahora? ¿Dónde estaba William? ¿Shoreline no era seguro?

En la estela de Cam, la Mensajera, la razón por la que Mai había venido a este lugar en primer lugar, subió en espiral hasta convertirse en un pequeño ciclón negro. Por último, la sombra vagó en el aire sobre su cabeza.

—Shelby —Mai susurró en voz alta—, baja aquí.

Shelby miró a Mai y al ciclón que se formaba en forma de Mensajera que se sobre ellas. —¿Qué te tomó tanto tiempo? —Preguntó corriendo por las escaleras cuando vio a la Mensajera caer directamente en los brazos de Mai.  

Mai gritó, pero por suerte Shelby puso una manos sobre su boca.  

—Gracias —dijo Mai con sus palabras sordas contra los dedos de Shelby.

Las chicas estaban acurrucadas a tres pasos de distancias de la cubierta, a la vista de cualquiera que pudiera cruzar al lado de la sombra. Mai no podía estirar la rodilla bajo el peso de la sombra. Era el más pesado y frío que ella había sostenido contra su piel. No era negro, como la mayoría, sino de un color gris verdoso enfermizo. Parte de él aún estaba en movimiento, iluminado como por relámpagos lejanos.  

—No tengo un buen presentimiento sobre esto —dijo Shelby.  

—Vamos —dijo Mai—. Lo convoqué. Ahora es tu turno de vislumbrarlo.

—¿Mi turno? ¿Quién dijo acerca yo teniendo un turno? Tú eres la que me arrastró hasta aquí.

Shelby agitó sus manos como si la última cosa que quisiera fuera tocar la bestia en los brazos de Mai. —Sé que te dije que te iba a ayudar a encontrar a tus familiares, pero cualquier tipo de relación que hay aquí… yo creo que ninguna de nosotras quiere conocerla.

—Shelby, por favor —dijo Mai gimiendo por el peso, el frío y la suciedad general de la sombra—. Yo no soy Nephilim. Si no me ayudas, no puedo hacer esto.

—¿Qué es exactamente lo que estás intentando hacer? —dice una voz detrás de ellas, desde la parte superior de la escalera.

Steven tenía sus manos cerradas en la barandilla y miraba a las chicas. Parecía más grande de lo que era en clases, como si hubiera duplicado su tamaño. Sus ojos marrones parecían tormentosos. Pero Mai podía sentir el calor proveniente de ellos. Incluso el Mensajero en sus brazos se estremeció y se alejó.

Las dos chicas se sorprendieron, por lo que gritaron.  

Asustado por el sonido, la sombra se escondió bajo los brazos de Mai. Se movía tan rápido que no tenía oportunidad de detenerlo dejando nada atrás. Su movimiento desprendía un mal olor.  

Lejos sonó la campana. Mai podía sentir a todos los niños a tropel hacia el comedor para el almuerzo. A su salida, Miles asomó su cabeza sobre la barandilla mirando a Mai, pero echó un vistazo a la expresión rojo vivo de Steve y se deslizó a lo largo.  

—Mai —dijo Steve, más cortés de lo que esperaba—. ¿Te importaría verme después en la escuela?

Cuando él levantó sus manos de la barandilla, estaba caliente y quemada. Steve abrió la puerta antes incluso de que Mai contestara. Su camisa gris estaba un poco arrugada y su corbata negra de punto se relajó en su cuello. Él había retomado su expresión de serenidad, pero ella sabía que le costaba como los demonios. Se limpió las gafas con un pañuelo con un monograma y se apartó.  

—Por favor, entra.

La oficina no era grande, lo suficientemente ancha como para un escritorio negro de gran tamaño y lo suficiente larga para tres estantes negros, cada uno repleto de cientos de libros gastados. Pero no era incómodo, e incluso daba la bienvenida. No como Mai se había imaginado una oficina de un demonio.  

Había una alfombra persa en el centro de la sala, una amplia ventana mirando hacia el este, a las secoyas. Ahora, en el anochecer, en el bosque parecía un ser etéreo casi de color lavanda.

Steve se sentó en una de las dos sillas marrones del escritorio. Y con un gesto indicó a Mai que tomara la otra. Ella estudió las obras de arte enmarcadas. La mayoría eran retratos con mayor o menor grado de detalle. Mai reconoció unos bocetos de Steve y varias representaciones en adulación a Francesca.  

Mai suspiró preguntándose por dónde comenzar —Siento haber convocados a los Mensajeros, yo…

—¿Le has dicho a alguien lo que sucedió con Dawn en el agua?

—No, usted dijo que no.

—¿No se lo dijiste a Shelby, ni a Miles?

—No lo he dicho a nadie.

Lo consideró por un momento. —¿Porqué llamaste a los Mensajeros “sombras” el otro día, cuando estábamos hablando en el barco?

—Sólo se me escapó. Mientras crecía, siempre las llamé “sombras”. Siempre venían a mí. Así que yo así los llamaba, antes de que supiera qué eran. —Mai se encogió de hombros—. Estúpido, realmente.

—Eso no es estúpido. —Steven se levantó y fue hacia el último estante. Bajó un libro grueso con una polvorienta cubierta roja y lo llevó de nuevo a la mesa. “PLATÓN: LA REPÚBLICA”. Steven lo abrió por la página exacta que había estado buscando dándole la vuelta delante de Mai. Era una ilustración de un grupo de hombres dentro de una cueva, encadenados uno al lado del otro, frente a una pared.

—¿Qué es esto? —preguntó Mai. Su conocimiento sobre Platón comenzó y terminó cuando hablaron del aburrido entorno a Sócrates.

—La prueba del por qué tu nombre para los Mensajeros es bastante inteligente. — Steven apuntó a la ilustración—. Imagina que esos hombres malgastaron su vida viendo sólo las sombras en esta pared.

Ella miró más allá del dedo de Steven al segundo grupo de hombres. —¿Así que ellos nunca pueden dar la vuelta, nunca ven a la gente y a las cosas que muestran las sombras?

—Exacto. Y porque ellos no pueden ver lo que en realidad muestran, asumen que lo que pueden ver, esas sombras en la pared, son la realidad. Ellos no tienen idea de que las sombras son meras representaciones y distorsiones de algo mucho más verdadero y más real. —Él paro—. ¿Entiendes porqué te estoy contando esto?

Mai sacudió su cabeza. —¿Quieres que deje de entretenerme con los Mensajeros?  

Steven cerró el libro con un chasquido, luego cruzó al otro lado de la habitación. Ella sintió como si lo hubiera decepcionado de alguna manera. —No creo que dejarás de… entretenerte con los Mensajeros, incluso si yo te lo pido. Pero quiero que entiendas con lo que estás tratando la próxima vez que convoques a una. Los Mensajeros son sombras de acontecimientos pasados. Pueden ser útiles, pero también contienen algunas cosas muy distorsionadas, a veces peligrosas distorsiones. Hay mucho que aprender. Una limpia y segura técnica de convocación; luego, por supuesto, una vez que hayas perfeccionado tus talentos, el ruido de los Mensajeros puede ser separado y su mensaje ser claramente escuchado.

—¿Te refieres a ese ruido silbante? ¿Hay una forma de escuchar a través de eso?

—No importa. Todavía no. —Steven se volteó y hundió las manos en sus bolsillos—. ¿En qué estaban Shelby y tú después de hoy? —Mai se sintió ruborizada e incómoda. Esta reunión en absoluto iba como ella había esperado. Ella había pensado quizás en una detención, algo como recoger la basura.
 
—Estábamos tratando de aprender más acerca de mi familia —finalmente dejó salir. Afortunadamente, Steven parecía no tener idea de que ella había visto antes a Cam—. O supongo que debería decir, mis familias…

—¿Eso es todo?

—¿Estoy en problemas?

—¿No estaban haciendo nada más?

—¿Qué más estaría haciendo? —Se le pasó por la mente que Steven podría pensar que ella estaba tratando de estar en contacto con William, tratando de enviarle un mensaje o algo. Como si supiera cómo hacer eso.
 
—Convoca una ahora —dijo Steven, abriendo la ventana. Había pasado el atardecer y el estómago de Mai le decía que la mayoría de los otros estudiantes estarían sentados para cenar.
 
—Yo… Yo no sé si puedo.

Los ojos de Steven parecían más cálidos que antes, casi emocionados. —Cuando convocamos Mensajeros, estamos pidiendo una especie de deseo. No un deseo de algo material, sino un deseo de entender mejor el mundo, nuestro papel en él y lo que va a ser de nosotros.

Inmediatamente, Mai pensó en William, lo que más quería para su relación. Ella no sentía que tenía un papel en lo que iba a ser de ellos, y ella quería uno. ¿Era por eso que ella había sido capaz de convocar las Mensajeros incluso antes de que supiera cómo?

Nerviosamente, se centró en su silla. Cerró sus ojos. Imaginó una sombra separándose de una larga oscuridad que se extendía desde los troncos de los árboles de afuera, la imaginó rodando lejos y creciendo, llenando el espacio de la ventana abierta. Luego flotando cerca de ella. Olió el suave y mohoso aroma primero, casi como aceitunas negras, luego abrió sus ojos a la frescura en su mejilla. La temperatura en la habitación había bajado unos pocos grados. Steven frotó sus manos en la repentinamente húmeda, ventosa oficina.

—Sí, eso es —murmuró él. El Mensajero estaba a la deriva en el aire de su oficina, delgada y transparente, no más grande que un pañuelo de seda. Se deslizó directamente hacia Mai, luego envolvió un borroso zarcillo de la nada alrededor de un pisapapeles de vidrio soplado en el escritorio. Mai jadeó. Steven estaba sonriendo cuando dio un paso hacia ella, guiándola en posición vertical hasta que se volvió una pantalla negra.
 
Luego estaba en sus manos y ella comenzó a tirar. El cuidadoso movimiento se sentía como si tratara de extender una masa de tarta sin romperla, algo que Mai había visto a su madre hacer al menos cien veces. La oscuridad se arremolinaba en colores grises y apagados; entonces la imagen a blanco y negro más débil apareció. Una habitación con una cama individual. Mai, claramente una Mai antigua, recostada de lado, mirando fijamente la ventana abierta. Ella debía haber tenido dieciséis años. La puerta detrás de la cama se abrió y un rostro iluminado por la luz del pasillo, apareció. La madre.
 
¡La madre que Mai había ido a ver con Shelby! Pero más joven, mucho más joven, quizás tanto como quince años, las gafas se posaban en la punta de su nariz. Ella sonrió, como si estuviera complacida de encontrar a su hija durmiendo, luego cerró la puerta. Un momento después, un par de dedos se apoderaron del fondo del cristal de la ventana. Los ojos de Mai se ensancharon mientras la antigua Mai se sentó en la cama. Afuera de la ventana, los dedos se tensaron; luego un par de manos se volvieron visibles, luego dos fuertes brazos, se veían azules a la luna. Luego el resplandeciente rostro de William mientras entraba por la ventana.

El corazón de Mai se aceleró. Quería sumergirse en el Mensajero, como había querido ayer con Shelby. Pero entonces Steven chasqueó sus dedos y todo se apresuró como una persiana veneciana enrollándose a la parte superior del marco de la ventana. Luego se rompió y se desparramó hacia abajo. La sombra yacía en suaves fragmentos en el escritorio. Mai alcanzó uno, pero se desintegró en sus manos.
 
Steven se sentó detrás de su escritorio, sondeando a Mai con sus ojos como para ver lo que el atisbo le había hecho a ella. De repente se sintió muy privado, lo que acababa de presenciar con el Mensajero; ella no sabía si quería que Steven supiera con cuánta fuerza esto la había sacudido. Después de todo, técnicamente él estaba en el otro lado. En los últimos días había visto más y más el demonio en él. No sólo el llameante temperamento brotando de él literalmente hasta echar vapor, sino las alas de oro oscuro y glorioso, también. Steven era magnético y encantador, justo como Cam, y, recordó que, al igual que Cam, era un demonio.

—¿Por qué me estás ayudando con esto?

—Porque no quiero que te lastimes —susurró apenas Steven.
 
—¿Eso realmente sucedió?

Steven apartó la mirada. —Es una representación de algo. Y quién sabe cuán deformado está. Es una sombra de un acontecimiento pasado, no de la realidad. Siempre hay algo de verdad en el Mensajero, pero nunca es la simple verdad. Eso hace a los Mensajeros tan problemáticos, y tan peligrosos a aquellos sin la formación apropiada. — Echó un vistazo a su reloj. Desde abajo vino el sonido de una puerta abriéndose y cerrándose. Steven se puso rígido cuando escuchó una serie rápida de tacones altos que hacían clic hacia arriba en las escaleras. Francesca.

Mai trató de leer el rostro de Steven. Él le dio “La República!, que ella deslizó en su mochila.
 
Justo antes de que el hermoso rostro de Francesca apareciera en la entrada, Steven le dijo a Mai: —La próxima vez que Shelby y tú decidan no completar una de sus tareas, te pediré que escribas cinco páginas de investigación. Esta vez, sólo te hago una advertencia.

—Entiendo. —A Mai le llamó la atención el ojo de Francesca en la entrada. Ella le sonrió a Mai, aunque fuera una sonrisa de despedida de vete o de no-creas-que-me-estásengañando-con-una-sonrisa-de-niño, era imposible decirlo. Temblando un poco cuando se puso de pie y arrojó su mochila por encima de su hombro, Mai llegó a la puerta, llamando de nuevo a Steven—. Gracias.

Shelby tenía encendido el fuego en la chimenea cuando Mai regresó a su habitación en la residencia de estudiantes. La olla caliente fue enchufada al lado de la luz de noche de Buda y toda la habitación olía como a tomates.

—Ya no teníamos macarrones con queso, pero te hice un poco de sopa. —Shelby sirvió un tazón lleno, molió un poco de fresca pimienta negra encima y se lo llevó a Mai, quien había colapsado su cama—. ¿Fue terrible?

Mai observó el vapor elevarse de su tazón y trató de decidir qué decir. Extraño, sí. Confuso. Un poco aterrador. Potencialmente… poderoso. Pero no había sido terrible, no. — Estuvo bien. —Steven parecía confiar en ella, al menos en la medida en que iba a permitir que siguiera convocando a los Mensajeros. Y el resto de los estudiantes parecían confiar en él, incluso lo admiraban. Nadie más actuó preocupado por sus motivos o sus lealtades. Pero con Mai, él era tan secreto, tan difícil de leer. Mai había confiado en las personas equivocadas antes. Una búsqueda descuidada a lo mejor. “En el peor de los casos, es una buena manera de conseguir que te maten”, era lo que la señorita Sophia había dicho sobre la confianza la noche en que había tratado de asesinar a Mai.

Era William quien le había aconsejado a Mai que confiara en sus instintos. Pero sus propios sentimientos parecían lo menos fiable. Ella se preguntó si William ya había sabido acerca de Shoreline cuando le dijo eso, si su consejo era un modo de prepararla para esta larga separación, cuando ella tuviera menos y menos certeza sobre todo en su vida. Su familia. Su pasado. Su futuro.

Ella levantó la vista del tazón y vio a Shelby. —Gracias por la sopa.

—No dejes que Steven frustre tus planes —Shelby resopló—. Deberíamos continuar trabajando en los Mensajeros. Estoy tan cansada de estos ángeles y demonios y sus ostentaciones de poder. “Oooh, sabemos mejor que tú porque somos ángeles en serio y tú sólo eres el hijo bastardo de algún ángel que quiso pasarla bien”.
 
Mai se rió, pero ella estaba pensando que el mini-sermón de Platón y él dándole La República en la noche era lo opuesto de una ostentación de poder. Claro, no se lo diría esa noche a Shelby, no ahora que ella había caído en su habitual rutina de Estoy-en-unadiatriba-contra-Shoreline en la litera inferior de Mai.

—Es decir, sé que tienes cualquier cosa con William —continuó Shelby—, pero en verdad, ¿qué de bueno ha hecho un ángel alguna vez por mí?

Mai se encogió de hombros apologéticamente.  

—Te diré: nada. Nada además de enamorar a mi mamá y luego deshacerse de nosotras dos antes de que yo naciera. Real conducta celestial. —Resopló Shelby—. El asunto es que toda mi vida mi mamá me dijo que debo estar agradecida. ¿Agradecida por qué? ¿Por estos poderes diluidos y esta enorme frente que heredé de mi padre? No gracias. —Ella pateó la litera con abatimiento—. Daría lo que fuera por ser normal.

—¿De verdad? —Mai había pasado toda la semana sintiéndose inferior a sus compañeros Nephilim. Ella sabía que nadie estaba contento con su suerte, pero no podía creer eso. ¿Qué ventaja podría ver Shelby en no tener sus poderes de Nephilim?— Espera —dijo Mai—, el infeliz ex-novio. ¿Él…?

Shelby apartó la mirada. —Estábamos meditando juntos y, no sé, de alguna forma, durante el mantra, yo levité accidentalmente. No fue gran cosa, yo estaba como a dos pulgadas del piso. Pero Phil no paraba. Comenzó a molestarme con qué más podía hacer y preguntándome todo tipo de preguntas extrañas.
 
—¿Cómo qué?

—No lo sé —dijo Shelby—. Algunas cosas sobre ti, en realidad. El quería saber si me habías enseñado a levitar. Si tú podías levitar también.

—¿Por qué yo?
 
—Probablemente más de sus fantasías pervertidas de compañera de habitación. De todos modos, deberías haber visto la expresión de su rostro ese día. Como si yo fuera una especie de fenómeno de circo. No tuve más elección que romper las cosas.
 
—Eso es terrible. —Mai apretó la mano de Shelby—. Pero parece que es su problema, no el tuyo. Sé que el resto de los niños en Shoreline ven a los Nephilim graciosos, pero he estado en muchas escuelas secundarias, y estoy empezando a pensar que simplemente esa es la forma en que la mayoría de los niños por naturaleza se inclinan. Además, nadie es “normal”. Phil debe haber tenido algo fuera de lo normal acerca de él.

—En realidad, había algo acerca de sus ojos. Eran azules, pero se descoloraron, eran casi deslavados. Él tenía que llevar puestos esos contactos especiales para que las personas no se quedaran mirándolo. —Shelby sacudió la cabeza hacia un lado—. Además de, ya sabes, esa tercera tetilla. —Ella se echó a reír, su rostro se enrojeció para el momento en que Mai se unió y prácticamente estaba llorando cuando una luz golpeteando el cristal de la ventana cerrada las calló.
 
—Es mejor que no sea él. —La voz de Shelby instantáneamente se serenó cuando saltó de la cama y se arrojó a abrir la ventana, derribando una yuca de conserva en su prisa.
 
Mai estaba en la ventana en un momento porque, para entonces, ella podía sentirlo. Aseguró sus palmas al alfeizar, se inclinó hacia adelante en el vivaz aire de la noche. Ella estaba cara a cara, labio a labio, con William. Por un breve momento, pensó que él estaba mirando más allá de ella, a la habitación, a Shelby, pero entonces él la estaba besando, ahuecando la parte posterior de su cabeza con sus suaves manos y empujándola hacia él, llevándose su aliento. El valor de una semana de calor fluyó a través de ella, junto con una disculpa tácita de las duras palabras que habían dicho la otra noche en la playa.

—Hola. —Susurró él.

—Hola.

Sus alas parecían batir en el cielo casi al mismo tiempo que su corazón. Ella quería tocarlas, sepultarse en ellas del modo en que lo había hecho la otra noche en la playa. Era imponente verlo flotar fuera de su ventana en el tercer piso. William estaba vistiendo pantalones vaqueros y una camiseta blanca. Ella podía ver el remolino en su cabello. Sus tremendas alas blancas color perla se batían suavemente detrás de él, penetrando la negra noche, atrayéndola a ella.
 
Él tomó su mano y la tiró sobre el alféizar y en el aire y en sus brazos. Pero entonces la puso sobre una repisa amplia y llana bajo la ventana que ella nunca había notado antes. Ella siempre sentía el impulso de gritar cuando se sentía muy feliz. —No se supone que estés aquí. Pero estoy tan contenta de que lo estés.

—Pruébalo —dijo él, sonriendo cuando la puso contra su pecho de modo que su cabeza estuviera justo sobre su hombro. Él envolvió su cintura con un brazo. Sus alas irradiaban calor. Cuando ella vio sobre su hombro, todo lo que podía ver era blanco; el mundo era blanco, todo suavemente texturizado y resplandeciente por la luz de la luna. Y luego las grandes alas de William comenzaron a batirse. Su estómago se cayó un poco y ella sabía que estaba siendo elevada. No, disparada, directamente al cielo. La repisa debajo de ellos se fue haciendo más pequeña y las estrellas encima se veían más brillantes y el viento se rompía a través de su cuerpo, revolviendo su cabello por todo su rostro.

Se elevaron, más alto en la noche, hasta que la escuela era sólo una mancha negra abajo en la tierra. Hasta que el océano era sólo una manta de plata en la tierra. Hasta que ellos perforaron una ligera capa nubosa.

Ella no estaba fría o asustada. Se sentía libre de todo lo que la sobrecargó en la tierra. Libre de peligro, libre de cualquier dolor que alguna vez había sentido. Libre de la gravedad. Y tan enamorada. La boca de William trazó una línea de besos en un lado de su cuello. Envolvió sus brazos apretados alrededor de su cintura y giró su rostro hacia él. Sus pies estaban encima de los de él, justo como cuando habían bailado sobre el océano en la hoguera. No había más viento; el aire alrededor de ellos era silencioso y tranquilo. Los únicos sonidos eran el batir de las alas de William cuando estuvieron suspendidos en el cielo, y el latir de su propio corazón.
 
—Momentos como este —dijo él—, hacen que todo por lo que hemos tenido que pasar valga la pena.

Entonces la besó como nunca antes lo había hecho. Un largo y prolongado beso que parecía reclamar sus labios para siempre. Sus manos trazaron la línea de su cuerpo, ligeramente al principio y luego más enérgicamente, deleitándose en sus curvas. Ella se fundió en él y él pasó sus dedos a lo largo de la parte de atrás de sus muslos, sus caderas, sus hombros. Él tomó control de cada parte de ella.
 
Ella sintió los músculos bajo su camisa de algodón, sus brazos tensos y su cuello, el hueco en la parte baja de su espalda. Ella besó su mandíbula, sus labios. Aquí en las nubes, con los ojos de William centellando más brillantes que cualquier estrella que ella había visto, aquí era donde Mai pertenecía.

—¿Podemos simplemente quedarnos aquí para siempre? —Preguntó ella—. Nunca tendré suficiente de esto. De ti.

—Espero que no —William sonrió, pero pronto, demasiado pronto, sus alas cambiaron, aplanándose. Mai sabía lo que venía después. Un lento descenso. Ella besó a William una última vez y aflojó sus brazos alrededor de su cuello, preparándose para volar… pero luego perdió su agarre.

Y cayó.

Pareció suceder a cámara lenta. Mai se volcó hacia atrás, agitando los brazos violentamente, y luego la corriente de frío y viento, y ella se desplomó y su aliento la dejó. Lo último que vio fueron los ojos de William, la conmoción en su rostro.  Pero luego todo se aceleró, y ella caía tan furiosamente que no podía respirar. El mundo era un vacío negro girando, y se sintió con nauseas y asustada, sus ojos ardiendo con el viento, su visión oscureciéndose y formando un túnel. Ella iba a desmayarse.
 
Y eso sería todo.

Nunca sabría quién era realmente, nunca sabría si había valido la pena. Nunca sabría si era digna del amor de William, y él del de ella. Todo había terminado; y esto era todo. El viento era una furia en sus oídos. Ella cerró los ojos y esperó el final.
 
Y luego él la atrapó.

Había brazos alrededor de ella, fuertes brazos familiares, y estaba desacelerando suavemente, no cayendo… ella estaba siendo acunada. Por William. Sus ojos estaban cerrados, pero Mai lo conocía. Ella comenzó a sollozar, tan aliviada de que William la hubiera atrapado, de que la hubiera salvado. En ese momento, nunca lo había amado más… sin importar cuántas vidas había vivido.
 
—¿Estás bien? —susurró William, su voz suave, sus labios tan cerca de los de ella.

—Sí. —Ella pudo sentir el batir de sus alas—. Me atrapaste.

—Siempre te atraparé cuando caigas.

Lentamente, ellos descendieron al mundo que habían dejado atrás. A Shoreline y al océano, dando lengüetadas contra los acantilados. Cuando se acercaron al dormitorio, él la estrechó con fuerza, suavemente deslizándose hacia la repisa de la ventana, bajando con un toque ligero como una pluma. Mai plantó sus pies en el alfeizar y alzó la vista a William. Ella lo amaba. Era la única cosa de la que estaba segura.
 
—Ya está —dijo, pareciendo serio. Su sonrisa se endureció, y el brillo de sus ojos pareció desvanecerse—. Esto debería satisfacer tu pasión por los viajes, al menos por un rato.

—¿Qué quieres decir con pasión por los viajes?

—¿La manera en que te sigues saliendo del campus? —Su voz tuvo mucho menos calor del que tenía hace un momento—. Tienes que dejar de hacer eso cuando no estoy alrededor para cuidar de ti.

[—Oh, vamos, sólo fue un estúpido viaje de campo. Todos estaban allí. Francesca, Steven… —se interrumpió, pensando en la forma en que Steven había reaccionado a lo que le había sucedido a Dawn. Ella no se atrevió a traerla a su viaje por carretera con Shelby. O entrar corriendo en Cam bajo la cubierta.
 
—Tú has estado haciendo las cosas muy difíciles para mí —dijo William.

—Tampoco he estado teniendo el momento más fácil.

—Te dije que había reglas. Te dije que no salieras de este campus. Pero tú no me has escuchado. ¿Cuántas veces me has desobedecido?

—¿Desobedecido? —Ella rió, pero por dentro se sentía mareada y enferma—. ¿Qué eres tú, mi novio o mi maestro?

—¿Sabes qué sucede cuando te extravías aquí? ¿El peligro en que te pones a ti misma sólo porque estás aburrida?

—Mira, el gato está fuera de la maleta —dijo ella—. Cam ya sabía que estaba aquí.

—Por supuesto que Cam sabe que estas aquí —dijo William, exasperado—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que Cam no es la amenaza en este momento? Él no tratará de influir en ti.

—¿Por qué no?

—Porque él sabe mejor. Y tú deberías saber mejor también que escabullirse de esa forma. Hay peligros que posiblemente no puedas imaginar.

Ella abrió su boca, pero no sabía que decir. Si le contaba a William que había hablado con Cam ese día, que él había matado a varios del séquito de la Señorita Sophia, sólo probaría su punto. La cólera llameó en Mai, en William, en sus reglas misteriosas, en su trato como a una niña. Ella habría dado cualquier cosa para quedarse con él, pero sus ojos se habían endurecido como hojas planas y grises, y su tiempo en el cielo se sintió como un sueño distante.

—¿Entiendes la clase de infierno que paso para mantenerte a salvo?

—¿Cómo se supone que entienda cuando no me dices nada?

Las bellas facciones de William se volvieron una expresión aterradora. —¿Esto es culpa de ella? —Él sacudió su pulgar hacia su dormitorio—. ¿Qué clase de ideas siniestras ha estado metiendo en tu cabeza?
 
—Puedo pensar por mí misma, gracias. —Mai entornó sus ojos—. Pero, ¿cómo conoces a Shelby?

William ignoró la pregunta. Mai no podía creer la forma en que él le estaba hablando, como si ella fuera una especie de mascota mal portada. Toda la calidez que la había llenado hace un momento cuando William la había besado, sostenido, mirado… no era suficiente cuando se sentía tan fría cada vez que él le hablaba.

—Quizá Shelby está en lo correcto —dijo ella. No había visto a William en tanto tiempo, pero el William que ella quería ver, aquel que la amaba más que a nada, aquel que la seguiría por milenios porque no podía vivir son ella, aún estaba arriba en las nubes, no aquí abajo, dándole órdenes. Quizá, aún después de todas esas vidas, ella no lo conocía verdaderamente—. Tal vez los ángeles y los humanos no deberían…

Pero ella no pudo decirlo.
 
—Mai. —Sus dedos se enrollaron alrededor de su muñeca, pero ella se sacudió. Sus ojos estaban abiertos y oscuros y sus mejillas estaban blancas del frío. Su corazón la impulsaba a tomarlo y mantenerlo cerca, a sentir su cuerpo presionado contra el suyo, pero en sus adentros ella sabía que este no era el tipo de pelea que podía curarse con un beso.
 
Ella lo empujó más allá a una parte más estrecha de la repisa y abrió la ventana, se sorprendió al ver que la habitación ya estaba oscura. Ella entró, y cuando se volvió hacia William, notó que sus alas temblaban. Casi como si estuviera a punto de gritar. Ella quería volver con él, sostenerlo y calmarlo y amarlo.

Pero no podía.
 
Ella cerró la ventana y se quedó sola en la oscura habitación.

Capítulo 9

Diez Días
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Webnovela LevyRorni Adaptada Torment. - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRorni Adaptada Torment.

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 08, 2017 1:57 pm

Cuando Mai despertó el martes en la mañana, Shelby ya se había ido. Su cama estaba hecha, la colcha de retazos a mano doblada a sus pies, y su chaleco rojo acolchado y bolso de mano habían sido tomados de la pinza de ropa en la puerta.

Todavía en pijama, Mai metió una taza de agua en el microondas para preparar té y se sentó a revisar su correo electrónico.

Para: maitep44@gmail.com
De: callieallieoxenfree@gmail.com
Enviado el: Lunes, 11/16 a las 1:34 am.
Asunto: Tratando de no tomarlo como algo personal
Querida M,

Recibí tu texto, y lo primero es lo primero, te extraño demasiado. Pero tengo una sugerencia realmente fuera de tema: es llamarte y ponerme al día. La loca Callie y sus ideas salvajes. Sé que estás ocupada. Sé que estás bajo vigilancia pesada y es difícil escaparte. Lo que no sé es un sólo detalle de tu vida. ¿Con quién almuerzas? ¿Qué clase te gusta más? ¿Qué pasó con ese chico? Ves, yo ni siquiera sé su nombre. Odio eso.

Me alegro de que tengas un teléfono, pero no me envíes mensajes para decirme que me vas a llamar. Sólo llama. No he escuchado tu voz en años. No estoy enojada contigo. Aún.

XO. C.

Mai cerró el correo electrónico. Era casi imposible enojar a Callie. De hecho, nunca lo había hecho antes.

El hecho de que Callie no sospechara que Mai estaba mintiendo era sólo una prueba más de cuán distantes estaban ahora. La vergüenza que sentía Mai era pesada, ajustándose justo entre sus hombros.

Leyó el siguiente correo electrónico:

Para: maitep44@gmail.com

De: thegaprices@aol.com

Enviado el: Lunes, 11/16 a las 8:30 pm

Asunto: Bueno, dulzura, también te queremos

Mai bebé,

Tus correos electrónicos siempre alegran nuestros días. ¿Cómo está el equipo de natación? ¿Estás secando tú cabello ahora que hace frío afuera? Lo sé, estoy molestando, pero te echo de menos.

¿Crees que en Espada y Cruz te concedan permiso para salir de la escuela para Acción de Gracias la próxima semana? ¿Papá podría llamar el decano? No vamos a contar nuestros pollos todavía, pero tu padre salió a comprar un pavo por si acaso. He estado llenando el congelador con pasteles extras. ¿Te sigue gustando el de papas dulces? Te amamos y pensamos en ti todo el tiempo.

Mamá.

La mano de Mai colgaba congelada en el ratón. Era la mañana del martes. Acción de Gracias era en una semana y media. Era la primera vez que su festividad favorita no había cruzado siquiera por su mente. Pero tan rápido como había entrado, Mai trató de desterrarla. No había forma de que el señor Cole le permitiera volver a casa para Acción de Gracias.

Estaba a punto de hacer click en responder cuando un cuadro naranja parpadeante en la parte inferior de la pantalla le llamó la atención. Miles estaba en línea. Había estado tratando de hablar con ella.

Miles (08:08): Buenos días, señorita Mai.

Miles (08:09): me MUERO de hambre. ¿Te despiertas con tanta hambre como yo?

Miles (8:15): ¿Quieres desayunar? Me deslizare por tú habitación en mi camino. ¿5 minutos?

Mai miró su reloj. 08:21. Hubo un golpe que retumbó en la puerta.

Ella todavía estaba en pijama.

Todavía tenía cabeza de estar en la cama. Abrió la puerta un poco.

El sol de la mañana salió a los pasillos de piso de madera dura. Le recordó a Mai a cuando bajaba la escalera de madera siempre iluminada por el sol en la casa de sus padres para el desayuno, la forma en que el mundo entero parecía más brillante a través de la lente de un pasillo lleno de luz.

Miles no estaba usando su gorra de los Dodgers hoy, así que era una de las pocas veces que podía ver claramente sus ojos. Eran realmente azul profundo, el cielo azul de verano a las nueve en punto. Tenía el pelo mojado, goteando sobre los hombros de su camiseta blanca. Mai tragó, no podía evitar que su mente lo imaginara en la ducha. Él le sonrió, mostrando un hoyuelo y su sonrisa súper blanca. Parecía tan California hoy; Mai se sorprendió al darse cuenta de lo bien que él se veía.

—Hey. —Mai mantuvo gran parte de su cuerpo en pijama como pudo detrás de la puerta—. Acabo de ver tus mensajes. Estoy dentro en lo del desayuno, pero no estoy vestida todavía.

—Puedo esperar. —Miles se apoyó contra la pared del pasillo. Su estómago gruñó en voz alta. Trató de cruzar los brazos sobre la cintura para cubrir el sonido.

—Seré rápida. —Mai rió, cerrando la puerta. Se puso de pie ante su armario, tratando de no pensar en Acción de Gracias o sus padres o Callie o por qué tanta gente importante se estaba escapando de ella a la vez.

Tiró de un yérsey gris largo de su vestuario y lo lanzó sobre un par de jeans negros. Se cepilló los dientes, se puso grandes zarcillos de aro de plata y un chorrito de crema de manos, agarró su bolso, y se estudió en el espejo.

No se parecía a una chica que estaba atrapada en alguna pelea por el poder luchando por una relación, o una chica que no podía ir a casa con su familia para Acción de Gracias. En el momento, ella parecía una chica que estaba emocionada de abrir una puerta y encontrar a un tipo ahí que la hacía sentirse normal y feliz y realmente como si todo alrededor fuera maravilloso.

Un tipo que no era su novio.

Ella suspiró, abriendo la puerta a Miles. Su rostro se iluminó.

Cuando llegaron al exterior, Mai se dio cuenta de que el clima había cambiado. El aire de la mañana iluminada por el sol era tan rápido como lo había sido en la cornisa del techo de la última noche con William. Y se había sentido helada entonces.

Miles tendió la chaqueta de color caqui enorme para ella, pero ella lo despidió con un gesto. —Sólo necesito un poco de café para calentarme.

Se sentaron en la misma mesa donde se habían sentado la semana anterior. Inmediatamente, un par de camareros estudiantes corrieron. Los dos chicos parecían ser amigos de Miles y tenían una manera fácil de bromear.

Mai ciertamente nunca recibía este nivel de servicio cuando se sentaba con Shelby. Mientras los chicos disparaban preguntas: cómo lo había hecho el equipo de fantasía de Miles la noche anterior, si había visto ese clip de YouTube del tipo haciéndole una broma a su novia,: si tenía planes para después de la clase de hoy... Mai miró alrededor de la terraza buscando a su compañera de habitación, pero no pudo encontrarla.

Miles contestaba todas las preguntas de los chicos, pero parecía sin interés de extender la conversación más allá. Señaló a Mai. —Esta es Mai. Ella quiere una gran taza de su café más caliente y...

—Huevos revueltos —Mai dijo, doblando el pequeño menú que el comedor de Shoreline imprimía cada día.

—Lo mismo para mí, chicos, gracias. —Miles entregó de nuevo los dos menús y se volvió completamente enfocado en Mai—. Parece que no te he visto por ahí mucho recientemente fuera de clase. ¿Cómo van las cosas?

La pregunta de Miles la sorprendió. Tal vez porque ella ya se estaba sintiendo como un imán de culpa esta mañana. Le gustaba que no hubiera un “¿Dónde te has estado escondiendo?”, o “¿Estás evitándome?” clavado al final. Sólo una pregunta: “¿Cómo van las cosas?”

Ella le sonrió, entonces de alguna manera se perdió el rastro de su sonrisa y era casi una mueca de dolor cuando dijo: —Las cosas están bien.

—Uh-oh.

Una horrible pelea con William. Mentiras a mis padres. La pérdida de mi mejor amiga. Parte de ella quería dar rienda suelta a todo eso sobre Miles, pero ella sabía que no debía. No podía. Eso sería tomar su amistad a un nivel que no estaba segura era una buena idea. Nunca había tenido un amigo chico muy cercano antes, el tipo de amigo con el que compartías todo y que era como una mejor amiga. ¿No se pondrían las cosas… complicadas?

—Miles —dijo finalmente—, ¿qué hace la gente por aquí en Acción de Gracias?

—No lo sé. Creo que nunca he estado alrededor para averiguarlo. Me gustaría poder perderme algunas veces. Acción de Gracias en mi casa es desagradablemente enorme. Al menos un centenar de personas. Como diez maldiciones. Y es de etiqueta.

—Estás bromeando.

Él negó con la cabeza. —Me gustaría estarlo. En serio. Tenemos que contratar cuidadores de autos. —Después de una pausa dijo—: ¿Por qué me lo preguntas? Espera, ¿necesitas un lugar para ir?

—Uhh...

—Tú vienes. —Él se rió al ver su expresión sorprendida—. Por favor. Mi hermano no regresa a casa de la universidad este año y él era mi único salvavidas. Puedo mostrarte los alrededores de Santa Bárbara. Podemos deshacernos del pavo y obtener los mejores tacos del mundo en el Súper Rica. –Levantó una ceja—. Va a ser mucho menos tortuoso tenerte ahí conmigo. Incluso podría ser divertido.

Mientras Mai reflexionaba sobre su oferta, sintió una mano sobre su espalda. Ella conocía ahora ese toque, calmante hasta el punto de tener poderes de curación. Francesca.

—Hablé con William anoche —dijo Francesca.

Mai trató de no reaccionar cuando Francesca se inclinó. ¿William había ido a verla después de Mai lo había echado? La idea la puso celosa, aunque no sabía muy bien por qué.

—Está preocupado por ti. —Francesca hizo una pausa, aparentemente para buscar la cara de Mai—. Le dije que lo estás haciendo muy bien, teniendo en cuenta tu nuevo entorno. Le dije que me pondría a mí misma a tu disposición para lo que necesites. Por favor, comprende que deberías venir a mí con tus preguntas. —Había un filo en su mirada, una dura y feroz cualidad. “Ven a mí en lugar de a Steven” parecía estar allí, sin decirlo.

Y a continuación Francesca se fue, tan pronto como había aparecido, el forro de seda de su capa de lana blanca silbante en contra de sus medias negras.

—Así que... Acción de Gracias —Miles dijo finalmente, frotándose las manos.

—Está bien, está bien. —Mai se tragó el resto de su café—. Voy a pensar en ello.

Shelby no se presentó a la cabaña de los Nephilim para la clase de esa mañana, una conferencia sobre la convocatoria de antepasados angélicos, algo así como enviar un correo de voz celestial. Al mediodía, Mai estaba empezando a ponerse nerviosa.

Pero, de cara a su clase de matemáticas, finalmente vio el familiar chaleco rojo acolchado y prácticamente corrió hacia él.

—¡Hey! —Ella tiró de la gruesa cola rubia de caballo de su compañera de habitación—. ¿Dónde has estado?

Shelby se dio la vuelta lentamente. La expresión de su rostro puso a Mai de regreso a su primer día en Shoreline.

Las fosas nasales de Shelby estaban rojas y las cejas estaban inclinadas hacia delante.

—¿Estás bien? —Preguntó Mai.

–Bien. —Shelby se volteó lejos y empezó a juguetear con el casillero más cercano, haciendo girar una combinación, a continuación saltó abierto. Dentro había un casco de fútbol y una maleta suficiente para guardar botellas vacías de Gatorade.

Un cartel de las Chicas Lakers estaba pegado en el interior de la puerta.

—¿Es siquiera tu armario? —Mai preguntó. Ella no sabía de un sólo chico Nephilim que usara un casillero, pero Shelby estaba familiarizada con éste, sacudiendo calcetines sucios de sudor temerariamente por encima del hombro.

Shelby golpeó el casillero cerrándolo, luego se trasladó a girar la combinación de la siguiente. —¿Ahora me estás juzgando?

–No. —Mai negó con la cabeza—. Shel, ¿qué está pasando? Desapareciste esta mañana, te perdiste de clase.

—Estoy aquí ahora, ¿no? —Suspiró Shelby—. Frankie y Steven son mucho más laxos de dejar a una chica tomar un día personal que los humanoides por aquí.

—¿Por qué necesitas un día personal? Estabas bien la noche anterior, hasta que...

Hasta que William se presentó.

Justo cerca del momento que William se asomó a la ventana, Shelby se había puesto toda pálida y silenciosa y se había ido directo a la cama, y...

Mientras Shelby miraba a Mai como si su coeficiente intelectual hubiera caído súbitamente a la mitad, Mai se dio cuenta del resto de la sala. Cuando los casilleros de color óxido terminaban, las paredes grises alfombradas estaban llenas de niñas: Dawn, Jasmine y Lilith. De muy buen gusto, chicas cardigans como Amy Branshaw de las clases por la tarde de Mai. Chicas punky con perforaciones que se parecían un poco a Arriane, pero menos divertidas para hablar. Unas pocas chicas que Mai nunca había visto antes. Chicas con los libros agarrados contra su pecho, goma estallando en sus bocas y los ojos como dardos en la alfombra, al techo con vigas de madera, la una a la otra. A cualquier lugar, menos directamente a Mai y Shelby.

Aunque era evidente que todos estaban escuchando.

Una sensación de malestar en el estómago empezaba a decirle por qué. Fue la mayor colisión de Nephilim y no Nephilim que Mai había visto hasta ahora en Shoreline. Y todas las chicas en este pasillo se habían dado cuenta antes que ella: Shelby y Mai estaban a punto de pelear por un hombre.

—Oh. —Mai tragó—. Tú y William.

—Sí. Nosotros. Hace mucho tiempo. —Shelby no la miraba.

—Está bien. —Mai se centró en la respiración. Podía manejar esto. Pero los rumores volaban alrededor de la pared de chicas, poniendo su piel de gallina, y se estremeció.

Shelby se burlaba. —Siento que la idea te repugne tanto.

—No es eso. —Pero Mai sí se sentía disgustada. Disgustada consigo misma—. Yo siempre... pensé que era la única...

Shelby puso las manos en las caderas. —¿Tú pensabas que cada vez que desaparecías por diecisiete años William sólo se rascaba la panza? Tierra a Mai, hay un “Antes de ti” para William. O un “en el medio”, o lo que sea. —Hizo una pausa para dar a Mai una mirada entrecerrada de lado—. ¿Eres así de egocéntrica?

Mai estaba sin habla.

Shelby gruñó y se volvió hacia el resto de la sala. —Este campo de fuerza de estrógeno se tiene que disipar —gritó, meneando sus dedos hacia ellas—. Muévanse lejos. Todas ustedes. ¡Ahora!

Mientras las chicas se escurrían fuera, Mai presionó la cabeza contra el armario de metal frío. Quería arrastrarse en su interior y esconderse.

Shelby apoyó su espalda contra la pared al lado de la cara de Mai.

—Tú sabes —dijo ella, suavizando su voz—, William es un novio terrible. Y un mentiroso. Él te está mintiendo.

Mai se enderezó y se fue hacia Shelby, sintiendo sus mejillas enrojecerse. Mai podría estar molesta con William en este momento, pero nadie hablaba mal sobre su novio.

—Whoa. —Shelby se movió lejos—. Cálmate, ahí. Por Dios. —Ella se deslizó por la pared para sentarse en el suelo—. Mira, yo no debería haber sacado el tema. Fue una noche tonta hace mucho tiempo y el tipo estaba claramente triste sin ti. Yo no te conocía entonces, así que pensé que todo el asunto acerca de ustedes dos... era sumamente aburrido. Lo cual, si debes saber, explica el enorme rencor que he mantenido con tu nombre en él.

Ella acarició el suelo junto a ella, y Mai se deslizó por la pared para sentarse también. Shelby le dio una sonrisa vacilante. —Te lo juro, Mai, nunca pensé que te conocería. Nunca definitivamente esperé que fueras... genial.

—¿Crees que soy genial? —Preguntó Mai, riendo en voz baja para sí misma—. Tenías razón sobre mí siendo egocéntrica.

—Uf, justo lo que pensé. Tú eres uno de esos con quien es imposible enojarse, ¿no? —Suspiró Shelby—. Muy bien. Lo siento por ir detrás de tu novio y, ya sabes, odiarte antes de conocerte. No voy a hacerlo de nuevo.

Esto era extraño. Lo que podría haber conducido a dos amigas al instante a separase estaba en realidad acercándolas. Esto no era culpa de Shelby. Cualquier destello de ira que Mai sentía era algo que tenía que tomar con... William. Una estúpida noche, Shelby había dicho. ¿Pero que había ocurrido realmente?

La puesta de sol encontró a Mai caminando por los pasos rocosos a la playa. Fuera hacía frío, más frío aún cuando ella se acercaba al agua. Los últimos rayos de luz del día bailaban fuera de láminas delgadas de nubes, coloreando el océano de naranja, rosa y azul pastel. El mar en calma se extendía delante de ella, luciendo como un camino hacia el cielo.

Hasta que llegó al amplio círculo de arena, todavía ennegrecida de la hoguera de Roland, Mai no sabía lo que estaba haciendo allí. Entonces se encontró arrastrándose detrás de la roca alta de lava, donde William la había arrastrado lejos. Cuando los dos habían bailado, y luego pasaron los preciados pocos momentos que tenían juntos discutiendo por algo tan estúpido como el color de su pelo.

Callie tuvo una vez un novio en Dover con quien ella había roto después de una pelea sobre una tostadora.

Uno de ellos había atascado la cosa con una rosquilla de gran tamaño, y el otro se había enojado. Mai no podía recordar todos los detalles ahora, pero se acordó de pensar: “¿Quién rompe por un aparato de cocina?”

Pero nunca fue realmente acerca de la tostadora, Callie le había dicho. La tostadora era sólo un síntoma, algo que representaba todo lo que estaba mal entre ellos.

Mai odiaba que ella y William siguieran metiéndose en discusiones. La de la playa, sobre su trabajo con el tinte, le recordó la historia de Callie. Se sentía como una vista previa de alguna más grande y fea discusión en camino.

Poniéndose contra el viento, Mai se dio cuenta de que había llegado hasta aquí para tratar de localizar dónde habían ido mal la otra noche. Estaba idiotamente buscando signos en el agua, alguna pista tallada en la roca volcánica. Estaba buscando por todas partes excepto en su interior. Porque lo que estaba dentro de Mai era el enigma de su gran pasado. Tal vez las respuestas estaban aún en algún lugar en los mensajeros, pero, por ahora, ellos permanecían frustrantemente fuera de su alcance.

No quería culpar a William. Ella era la que había sido tan ingenua como para suponer que su relación había sido exclusiva a través del tiempo. Pero él nunca le había dicho lo contrario. Así que prácticamente la había puesto a caminar derecho a este choque. Fue vergonzoso. Y un artículo más a marcar en la casilla correspondiente en la larga lista de cosas que Mai pensó que merecía conocer y que William le decía.

Sintió algo que ella pensaba que era lluvia, una sensación de llovizna en las mejillas y los dedos. Sin embargo, era tibia en lugar de fría. Era arenoso y suave, no mojado. Volvió el rostro hacia el cielo y quedó cegada por la luz violeta brillante. No queriendo proteger sus ojos, vio incluso cuando se hizo tan brillante que le dolía. Las partículas lentamente derivando hacia el agua cerca de la costa, cayendo en un patrón y describiendo la forma que ella reconocería en cualquier lugar.

Él parecía haber crecido más hermoso. Sus pies descalzos se cernían pulgadas fuera del agua mientras se acercaba a la orilla. Sus amplias alas blancas parecían estar ribeteadas con luz violeta y se batían casi imperceptiblemente en el viento áspero. No era justo. La forma en que la hacía sentir cuando lo miraba, asombrada y extasiada y asustada un poco. No podía pensar en otra cosa. Cada frustración o irritación desapareció. Sólo había esa innegable atracción sobre él.

—Sigues apareciéndote —susurró.

La voz de William oyéndose sobre el agua. —Te dije que quería hablar contigo.

Mai sintió que se le arrugaba la boca hacia arriba. —¿Acerca de Shelby?

—Sobre el peligro en el que sigues metiéndote —William habló tan claramente. Había estado esperando que su mención de Shelby provocara alguna reacción. Pero William sólo ladeó la cabeza. Llegó al borde húmedo de la playa, donde el agua espumosa rodaba, y flotó por encima de la arena en frente de ella—. ¿Qué hay de Shelby?

—¿Realmente vas a pretender que no sabes?

—Espera. —William bajó los pies al suelo, doblando las rodillas cuando sus pies descalzos tocaron la arena. Cuando se enderezó, sacó sus alas hacia atrás, lejos de su cara, y envió una onda de viento de nuevo con ellos. Mai consiguió su primera sensación de lo pesadas que debían ser.

Le tomó menos de dos segundos a William alcanzarla, pero cuando deslizó sus brazos alrededor de su espalda y la atrajo hacia él, no podría haber llegado lo suficientemente rápido.

—No vayamos a lograr otro mal comienzo —dijo.

Ella cerró los ojos y dejó que la elevara del suelo. Su boca encontró la de ella y ella inclinó su rostro hacia el cielo, dejando que la sensación de él la abrumara. No había oscuridad, no más frío, sólo la hermosa sensación de ser bañada en su luz violeta. Incluso el ímpetu del océano había sido anulado por un suave zumbido, la energía que William llevaba en su cuerpo.

Sus manos estaban envueltas y apretadas alrededor de su cuello, y luego acariciando los firmes músculos sobre sus hombros, rozando el perímetro suave y grueso de sus alas. Eran fuertes y blancas y brillantes, siempre mucho más grandes de lo que recordaba. Dos grandes aspas que se extendían desde los costados, cada centímetro de ellas perfecto y suave. Ella podía sentir una tensión en contra de los dedos, como tocar una tela tensa. Pero más sedoso, suave y delicioso que el terciopelo. Parecían responder a su toque, incluso extendiéndose hacia delante para frotarse contra ella, tirando de ella más cerca, hasta que estaba enterrada en ellas, cavando más y más, y todavía no lo suficiente. William se estremeció.

—¿Está bien? —Susurró ella, porque a veces él se ponía nervioso cuando las cosas entre ellos empezaban a calentarse—. ¿Te duele?

Esta noche, sus ojos se veían codiciosos. —Se siente maravilloso. Nada se compara.

Sus dedos se deslizaban a lo largo de su cintura, deslizándose dentro de su suéter. Por lo general, la más suave caricia de las manos de William la ponía débil. Esta noche su toque fue más contundente. Casi tosco. No sabía lo que se había metido en él, pero a ella le gustaba.

Sus labios trazaron los de ella, entonces subieron, siguiendo el puente de su nariz, bajando con ternura en cada uno de sus párpados. Cuando él se retiró, ella abrió los ojos y lo miró.

—Eres tan hermosa —le susurró.

Era exactamente lo que la mayoría de las niñas hubieran querido escucha, sólo que, tan pronto como él lo dijo, Mai se sintió arrancada de su cuerpo, sustituido por el de otra persona.

Shelby.

Pero no sólo de Shelby, porque, ¿cuales eran las probabilidades de que ella hubiera sido la única? ¿Había otros ojos y narices y pómulos tomando besos de William? ¿Otros cuerpos se habían reunido con él en una playa?

¿Otros labios enredados, otros corazones latiendo? ¿Había otros elogios susurrados sido intercambiados?

—¿Qué está mal? —Preguntó.

Mai se sintió mal. Podían haber empañado ventanas con sus besos, pero tan pronto como comenzaban a usar sus bocas para otras cosas, como hablar, todo se ponía tan complicado.

Ella volvió la cara. —Me mentiste.

William no se burló o se enojó, como ella estaba esperando que lo hiciera, casi queriendo que él lo hiciera. Se sentó en la arena. Apoyó sus manos en las rodillas y miró a las olas espumosas. —¿Acerca de qué, exactamente?

Incluso cuando las palabras salieron, Mai lamentó hacia dónde se dirigía. —Podría tomar tu enfoque, no decirte nada, nunca.

—Yo no puedo decir lo que sea que quieres saber si no me dices lo que te molesta.

Pensó en Shelby, pero cuando se imaginó jugando la tarjeta de celos, sólo para que él la tratara como a una niña, Mai se sintió patética. En cambio, dijo: —Me siento como si fuéramos extraños. Como si no te conociera mejor que a alguien más.

—Oh. —Su voz era tranquila, pero su rostro era tan exasperadamente estoico, Mai quería sacudirlo. Nada lo sacaba de quicio.

—Me tienes de rehén aquí, William. No sé nada. No conozco a nadie. Estoy sola. Cada vez que te veo, has puesto un nuevo muro, y no me dejas entrar. Nunca me dejas entrar. Me arrastraste todo un camino hasta aquí...

Ella estaba pensando en California, pero era más que eso. Su pasado, la concepción limitada de él que ella tenía, desplegado en su mente como el carrete reducido de una película, desenrollado en el suelo.

William la había arrastrado mucho, mucho más allá de California. Él la había arrastrado a través de siglos de discusiones como ésta. A través de las muertes agonizantes que causaron dolor a todos a su alrededor, como las buenas personas de edad que había visitado la semana pasada. William había arruinado la vida de esa pareja. Matando a su hija. Todo porque él había sido un ángel que vio algo que quería y fue tras ello.

No, él no acababa de arrastrarla a California. Él la había arrastrado a una maldita eternidad. Una carga que debería haber sido sólo de él para soportar. —Estoy sufriendo, yo y todos los que me quieren, por tu maldición. Por todos los tiempos. Por tu culpa.

Él hizo una mueca como si ella lo hubiera golpeado. —Quieres ir a casa —dijo.

Ella pateó la arena. —Quiero regresar. Quiero que deshagas lo que esa que me hizo entrar en esto. Sólo quiero vivir y morir una vida normal y romper con gente normal sobre cosas normales como tostadoras, no secretos sobrenaturales del universo, con los que ni siquiera me confías.

—Espera. —La cara de William se había vuelto completamente blanca. Sus hombros se pusieron rígidos y sus manos temblaban. Incluso sus alas, que hace unos momentos le habían parecido tan poderosas, parecían frágiles. Mai quería acercarse y tocarlas, como si de alguna manera ellas le dirían si el dolor que veía en sus ojos era real. Pero ella se mantuvo firme.

—¿Estamos rompiendo? —le preguntó, con voz débil y baja.

—¿Estamos siquiera juntos, William?

Se puso de pie y tomó su rostro. Antes de que ella se pudiera alejar, sintió el calor surgir en sus mejillas. Ella cerró los ojos, tratando de resistir la fuerza magnética de su toque, pero era tan fuerte, más fuerte que cualquier otra cosa.

Borró su ira, dejándola por el suelo. ¿Quién era ella sin él? ¿Por qué el movimiento de atracción hacia William siempre derrotaba cualquier cosa que la apartaba? La razón, sensibilidad, auto conservación: Ninguno de ellos podía competir jamás. Debía haber sido parte del castigo de William. Que estaba ligada a él para siempre, como una marioneta a su titiritero. Ella sabía que no debía quererlo con cada fibra de su ser, pero no podía evitarlo. Mirando hacia él, sintiendo su toque, el resto del mundo se desvaneció en un segundo plano.

Ella sólo deseaba que amarlo no siempre tuviera que ser tan duro.

—¿Qué es eso de querer una tostadora? —William le dijo al oído.

—Supongo que creo que no sé lo que quiero.

—Yo sí. —Sus ojos estaban atentos, sosteniendo los de ella—. Te quiero a ti.

—Lo sé, pero...

—Nada va a cambiar eso. No importa lo que oigas. No importa lo que pase.

—Pero necesito más que ser querida. Necesito que estemos juntos, realmente juntos.

—Pronto. Te lo prometo. Todo esto es sólo temporal.

—Eso has dicho. —Mai vio que la luna se había elevado por encima. Era de color naranja brillante y menguante, un resplandor tranquilo—. ¿Sobre qué quieres hablar conmigo?

William escondió su pelo rubio detrás de la oreja, examinando el mechón por demasiado tiempo. —La escuela —dijo con una vacilación que le hizo pensar que estaba siendo menos que sincero—. Le pedí a Francesca que cuidara de ti, pero yo quería verlo por mí mismo. ¿Estás aprendiendo algo? ¿Estás teniendo un buen tiempo?

Ella sintió la urgencia repentina de presumir con él acerca de su trabajo con los mensajeros, de ella hablando con Steven, y los atisbos que había tenido de sus padres. Pero el rostro de William parecía más ansioso y abierto de lo que había visto en toda la noche. Él parecía estar tratando de evitar una pelea, por lo que Mai decidió hacer lo mismo.

Ella cerró los ojos. Le dijo lo que él necesitaba oír. La escuela estaba bien. Ella estaba bien. Los labios de William cayeron sobre los de ella de nuevo, brevemente, acaloradamente, hasta que su cuerpo entero estaba hormigueando.

—Me tengo que ir —dijo al fin, poniéndose de pie—. Ni siquiera debería estar aquí, pero no puedo mantenerme lejos de ti. Me preocupo por ti en cada momento. Te amo, Mai. Te amo tanto que duele.

Ella cerró los ojos contra el golpe de sus alas y el picor de la arena levantada a su paso.

Capítulo 10

Nueve Días
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Webnovela LevyRorni Adaptada Torment. - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRorni Adaptada Torment.

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 08, 2017 2:13 pm

Haciéndose eco de una serie de sonidos susurrantes y repiques cortando a través de la canción del águila pescadora, una nota larga, el canto de metal contra metal, entonces el choque de la hoja de plata fina mirando la guardia de su oponente.

Francesca y Steven estaban peleando.

Bueno, no... estaban practicando esgrima. Una demostración para los estudiantes que estaban a punto de organizarse en parejas por su cuenta.

—Saber cómo manejar una espada, ya sea de las láminas de luz que estamos utilizando hoy en día, o algo tan peligroso como un arma blanca, es una habilidad invaluable —dijo Steven, cortando la punta de su espada en el aire en movimientos cortos, como un látigo—. Los ejércitos del Cielo y el Infierno rara vez participan en la batalla, pero cuando lo hacen... —Sin mirar, rompió su espada hacia el lado de Francesca, y sin mirar, ella trajo elevó su espada y detuvo el golpe—, no serían afectados por la guerra moderna. Dagas, arcos y saetas, gigantes espadas de fuego, estas son nuestras herramientas eternas.

El duelo que siguió era para mostrar el resultado, sólo una lección. Francesca y Steven ni siquiera estaban enmascarados.

Era tarde en la mañana del miércoles, y Mai estaba sentada en la cubierta del banco ancho entre Jasmine y Miles. La clase entera, incluyendo a sus dos maestros, habían cambiado su ropa habitual por los habituales trajes blancos que siempre se usaban. La mitad de la clase sostenía máscaras negras de malla en sus manos. Mai había llegado al armario de suministros justo después de que la última mascarilla había sido tomada, lo que no le había molestado en absoluto. Ella tenía la esperanza de evitar la vergüenza de tener de testigo a toda la clase de su torpeza: Era obvio, por la forma en que los demás estaban haciendo estocadas a los lados de la cubierta, que habían pasado a través de estas prácticas antes.

—La idea es presentarse como el objetivo más pequeño posible para su oponente — explicó Francesca al círculo de los estudiantes que la rodeaban—. Así que establecen su peso en un pie y diríjanse hacia delante con el pie del lado que sostienen la espada, avanzando y retrocediendo una y otra vez, entrando en el radio de ataque y alejándose a continuación.

Ella y Steven de pronto estaban envueltos en una ráfaga de golpes y paradas, haciendo un ruido denso como expertos luchando contra los demás golpes. Cuando la espada de él avistó por la izquierda, se lanzó hacia delante, pero ella se echó hacia atrás, barriendo su espada hacia arriba y alrededor, tocándolo en la muñeca. —Touché —dijo ella, riendo.

Steven se dirigió a la clase. —Touché, por supuesto, es el francés para “tocado”. En la esgrima, contamos con puntos de toque.

—Si estuviéramos luchando de verdad —dijo Francesca—, me temo que la mano de Steven estaría tirada en un charco de sangre sobre la cubierta. Lo siento, cariño.

—No te preocupes —dijo—. No. Te. Preocupes. —Él se lanzó a su lado, casi parecía levantarse del suelo. En el frenesí que siguió, Mai perdió la pista de la espada de Steven, ya que cruzaba por el aire una y otra vez, casi cortando a Francesca, que se agachaba hacia los lados, justo a tiempo y reapareció detrás de él.

Pero él estaba preparado para ella, y golpeó su hoja antes de dejar su punto y chocar su empeine.

—Me temo que tú, mi querida, has bajado con el pie equivocado.

—Vamos a ver. —Francesca planteó una mano y se alisó el pelo, los dos mirándose el uno al otro con una intensidad asesina.

Cada nueva ronda de juego violento causaba a Mai una tensión en alarma. Estaba acostumbrada a estar nerviosa, pero el resto de la clase estaba también sorprendentemente nervioso hoy. Nerviosos de la emoción. Viendo a Francesca y Steven, ninguno de ellos podía estar quieto.

Hasta hoy, ella se había preguntado por qué ninguno de los otros Nephilim en Shoreline jugaba en cualquiera de los equipos de deportes universitarios. Jasmine arrugó la nariz cuando Mai le preguntó si ella y Dawn estaban interesadas en nadar en equipos de pruebas de aptitud en el gimnasio. De hecho, hasta que ella escuchó a Lilith en el vestuario esta mañana quejándose que todos los deportes, excepto la esgrima, eran “exquisitamente aburridos”, Mai había supuesto que los Nefilim sólo no eran atléticos. Pero no era eso en absoluto. Ellos solo escogían cuidadosamente a qué jugar.

Mai hizo una mueca de dolor mientras se imaginaba a Lilith, que conocía la traducción al francés de todos los términos de esgrima —que Mai ni siquiera sabía en Inglés—, lanzando su esbelto, rencoroso ser en un ataque. Si el resto de la clase era una décima parte tan experta como Francesca y Steven, Mai iba a acabar en un montón de partes del cuerpo menos para el final de la sesión.

Sus profesores eran obviamente expertos, caminando ágilmente dentro y fuera de las estocadas. La luz del sol se reflejaba en sus espadas, en sus blancos chalecos acolchados.

Las rubias olas gruesas en cascada de Francesca se elevaban en un hermoso halo alrededor de sus hombros mientras ella le daba la vuelta a Steven. Sus pies tejían patrones en el piso con tanta gracia que el encuentro parecía casi como una danza. La expresión en sus rostros era tenaz y llena de una determinación brutal por ganar.

Después de los primeros toques, estaban igualados. Ellos debían estarse cansando. Llevaban esgrimiendo por más de diez minutos sin éxito. Comenzaron a tirar con tanta rapidez que los arcos de sus hojas desaparecían, sólo había una furia fina y un zumbido leve en el aire y la grieta constante de sus hojas entre sí. Las chispas comenzaron a volar cada vez que sus espadas conectaban. ¿Las chispas de amor o de odio? Hubo momentos en que casi parecían ambos.

Y eso agitaba a Mai. Porque el amor y el odio se supone que están limpiamente en los lados opuestos del espectro. La división parecía tan clara como... bueno, los ángeles y los demonios le habían parecido una vez. Ya no era así. Mientras miraba a sus maestros con temor y miedo, los recuerdos de la discusión de la noche anterior con William cruzaban por su mente. Y sus propios sentimientos de amor y odio —o, si no completamente de odio, por lo menos una creciente ira— anudados dentro de ella.

Una alegría resonó de sus compañeros de clase. Mai, por sólo parpadear, se lo había perdido. La punta de la espada de Francesca clavada en el pecho de Steven. Cerca del corazón. La apretó contra él hasta el punto que inclinó su hoja delgada en un arco. Ambos se detuvieron por un momento, mirándose el uno al otro a los ojos. Mai no podría decir si esto también era parte del espectáculo.

—Justo a través de mi corazón —dijo Steven.

—Como si tuvieras uno... —susurró Francesca.

Los dos profesores parecían momentáneamente inconscientes de que estaban rodeados de estudiantes.

—Otra victoria para Francesca —dijo Jasmine. Ella inclinó la cabeza hacia Mai y bajó la voz—. Ella viene de una larga lista de ganadores. ¿Steven? No tanto. —El comentario pareció cargado, pero Jasmine sólo se limitó ligeramente fuera de la banca, deslizó la máscara sobre su rostro, y se apretó la cola de caballo. Lista para ir.

Cuando el resto de los estudiantes comenzó a animarse a su alrededor, Mai trató de imaginar una escena similar entre ella y William: Mai tomando la delantera, sujetándolo a merced de su espada como Francesca lo había hecho con Steven. Era, francamente, imposible de imaginar. Y eso molestaba a Mai. No porque ella quisiera posesionarse encima de William, sino porque no quería ser ella a quien dominaran. La noche anterior, ella había estado demasiado a su merced.

Recordar ese beso la ponía ansiosa, enrojecida y abrumada... y no en el buen sentido.

Ella lo amaba. Pero...

Ella debería haber sido capaz de pensar la frase sin virar en esa pequeña fea conjunción. Pero no pudo. Lo que había en este momento no era lo que quería. Y si las reglas del juego siempre iban a quedar así, ella no sabía si aún quería jugar. ¿Qué tipo de pareja era ella para William? ¿Qué tipo de pareja era él para ella? Si William había estado atraído a otras chicas... en algún momento debió habérselo preguntado también.

¿Podía alguien dar a cada uno una mayor igualdad de condiciones?

Cuando William le dio un beso, Mai conoció en sus huesos que él era su pasado. Atrapada en su abrazo, ella estaba desesperada porque se quedara en su presente. Pero, al segundo que sus labios se separaron, no podía estar segura de que fuera su futuro. Necesitaba la libertad de tomar esa decisión, de una manera u otra.

Ella ni siquiera sabía qué más había por ahí.

—Miles —llamó Steven. Estaba totalmente en el modo de maestro, blandiendo su espada en un estuche de cuero negro estrecho y asintiendo con la cabeza a la esquina noroeste de la cubierta—. Vas a ser pareja con Roland aquí.

A su izquierda, Miles se inclinó para susurrarle: —Tú y Roland se conocen... ¿cuál es su talón de Aquiles? Yo no voy a perder con el chico nuevo.

—Um... yo realmente no... —La mente de Mai quedó en blanco. Mirando por encima a Roland, cuya máscara ya cubría su rostro, se dio cuenta de lo poco que realmente sabía acerca de él. Aparte de su catálogo de productos en el mercado negro. Y su forma de tocar la armónica. Y la forma en que había hecho reír tanto a William el primer día en Espada y la Cruz. Ella aún no había encontrado de lo que habían estado hablando... o lo que Roland estaba haciendo en Shoreline, de todos modos.

Cuando se refería al Sr. Sparks, Mai estaba definitivamente en la oscuridad.

Miles le dio unas palmaditas en la rodilla. —Mai, estaba de broma. No hay forma de que ese tipo no vaya a patearme el culo. —Se levantó, riendo—. Deséame suerte.

Francesca se había mudado al otro lado de la cubierta, cerca de la entrada al albergue, y estaba tomando una botella de agua. —Kristy y Millicent, tomen esta esquina —dijo a dos niñas Nephilim con coletas y tenis en pareja negros—. Shelby y Dawn, vengan a emparejarse aquí. —Hizo un gesto a la esquina de la cubierta directamente en frente de Mai—. El resto de ustedes va a ver.

Mai estaba aliviada de que su propio nombre no había sido llamado. Cuanto más veía del método de enseñanza de Francesca y Steven, menos lo entendía.

Una demostración intimidante tomó el lugar de cualquier instrucción real. No “mirar y aprender”, sino directamente a “ver y sobresalir”. Cuando los primeros seis estudiantes tomaron sus lugares en la cubierta, Mai sintió una gran presión para recoger todo el arte de la esgrima de inmediato.

—¡En garde! —Gritó Shelby, lanzándose hacia atrás en una posición en cuclillas con la punta de su espada a pocos centímetros de Dawn, cuya espada estaba cubierta todavía.

Los dedos de Dawn zigzagueando a través de su pelo negro corto, fijando secciones de él hacia atrás con un puñado lleno de clips de mariposa. —¡No puedes “en gardarme” mientras me estoy preparando para la batalla, Shelby! —Su voz aguda se hacía aún mayor cuando se sentía frustrada—. ¿Qué, fuiste criada por lobos? —Le sopló a través de la última barra de plástico entre los dientes—. Está bien —dijo, sacando su espada—. Ahora estoy lista.

Shelby, que había estado sosteniendo su profunda estocada en todo el tiempo de acicalamiento de Dawn, ahora se enderezó y miró sus uñas quebradas.

—Espera, ¿tengo tiempo para una manicura? —Dijo, jugando con la mente de Dawn el tiempo suficiente para permitir que ella se lanzara en una postura ofensiva y girara alrededor de su espada.

—¡Qué grosera! —Gritó Dawn pero, para sorpresa de Mai, ella inmediatamente mostró su habilidad, su espada silbando con destreza a través del aire y golpeando a un lado de Shelby. Dawn era una dura (o sea, muy buena) esgrimista.

Junto a Mai, Jasmine se dobló de risa. —Una pareja hecha en el infierno.

Una sonrisa se había deslizado en la cara de Mai también, porque ella nunca había conocido a nadie tan optimista inquebrantable como Dawn. Al principio, Mai había sospechado falsedad, una fachada. De donde Mai venía, el Sur, eso de ser siempre feliz, no habría sido real. Pero Mai había quedado impresionada por la rapidez con que Dawn se recuperó después de ese día en el yate. El optimismo de Dawn parecía no conocer límites. Por ahora, era difícil para Mai estar alrededor de la niña sin reírse. Y era especialmente duro cuando Dawn estaba centrando su alegría femenina en vencer toda la basura de alguien tan fríamente opuesta como Shelby.

Las cosas entre Mai y Shelby aún eran un poco raras. Ella lo sabía, Shelby lo sabía, incluso la luz de noche de Budha en su habitación parecía saberlo. La verdad era que Mai casi disfrutaba viendo a Shelby luchar por su vida, mientras que Dawn la atacaba felizmente.

Shelby era una luchadora constante, paciente. Donde la técnica de Dawn era vistosa y llamativa, sus miembros girando en un tango virtual a través del piso, Shelby era cuidadosa con sus estocadas, como si sólo estuviera racionado un poco. Ella mantenía las rodillas dobladas y nunca dio nada.

Sin embargo, ella había dicho que había renunciado a William después de una noche. Se había apresurado a decir que era debido a los sentimientos de William por Mai... que interferían con todo lo demás. Pero Mai no le creyó. Algo era extraño acerca de la confesión de Shelby, algo no encajaba con la reacción de William cuando Mai casi había traído el tema hasta la noche anterior. Había actuado como que no había nada que contar.

Un golpe fuerte tomó de nuevo la atención de Mai.

A través del suelo, Miles de alguna manera había aterrizado sobre su espalda. Roland se cernía sobre él. Literalmente. Él estaba volando.

Las enormes alas que se habían desplegado desde los hombros de Roland eran tan grandes como una gran capa llena de plumas como las de un águila, pero con un hermoso tejido veteado de oro a través de sus alas oscuras. Él debía tener ahora las mismas ranuras cortadas en su traje de esgrima que William tenía en su camiseta. Mai nunca había visto las alas de Roland antes, y como los otros Nephilim, no podía dejar de mirar. Shelby le había dicho que sólo unos pocos Nephilim tenían alas, y ninguno de ellos iba a Shoreline. Ver a Roland en una batalla, incluso en una práctica de lucha con espadas, envió una onda de excitación nerviosa a través de la multitud.

Las alas llamaban mucho la atención, y le tomó a Mai un momento darse cuenta que la punta de la espada de Roland se movía justo por encima del esternón de Miles, fijándolo al suelo. El brillante traje de esgrima blanco y las alas de oro de Roland enmarcaban una silueta recortada contra el oscuro, frondoso rastro que bordeaba el suelo. Con su máscara de malla negra puesta, Roland lucía aún más intimidante, más amenazante que si hubiera podido ver su rostro. Ella esperaba que su expresión fuera divertida, porque realmente tenía a Miles en una situación vulnerable. Mai se puso de pie para ir hasta él, sorprendida al encontrar sus rodillas temblando.

—¡Oh, Dios Mío, Miles! —Dawn gritó desde el otro lado de la cubierta, olvidando su propia batalla el tiempo suficiente para que Shelby fuera con una estocada hacia ella, tocando el pecho blindado de Dawn, y anotando el punto ganador.

—No es la forma más deportiva para ganar —dijo Shelby, cubriendo su espada—. Pero a veces esa es la manera en que resulta.

Mai corrió por delante de ellas y el resto de los Nephilim que no estaban involucrados en el duelo con Roland y Miles. Ambos jadeaban. Para entonces, Roland se había instalado en el suelo, retrayendo sus alas dentro de su piel. Miles se veía bien, era Mai la que no podía dejar de temblar.

—Me atrapaste —Miles rió nerviosamente, apartando la punta de la espada—. No vi tu arma secreta viniendo.

—Lo siento, hombre —dijo Roland sinceramente—. No quise dar rienda suelta a tus alas. A veces sólo pasa cuando me pongo en marcha.

—Bien, buen juego. Hasta ese momento, de todos modos. —Miles levantó la mano derecha para recibir ayuda para levantarse de la tierra—. ¿No se dice “buen juego” en la esgrima?

—No, nadie dice eso. —Roland se sacó su máscara con una mano y, sonriendo, dejó caer la espada de la otra. Tomó la mano de Miles y tiró de él en un movimiento rápido—. Buen juego tú también.

Mai dejó escapar el aliento. Por supuesto que Roland no iba realmente a lastimar a Miles. Roland era poco convencional e impredecible, pero no era peligroso, aunque se habían aliado con el equipo contrario la noche anteriormente del cementerio en Espada y Cruz. Pero no había ninguna razón para temerle. ¿Por qué había estado tan nerviosa? ¿Por qué no podía conseguir que su corazón dejase de acelerarse?

Entonces comprendió por qué. Era a causa de Miles. Porque él era el amigo más cercano que tenía en Shoreline. Lo único que sabía era que hacía poco, cada vez que estaba alrededor de Miles, le hacía pensar en William, y arrastrando un montón de cosas entre ellos. Y cómo a veces, en secreto, deseaba que William pudiera ser un poco más como Miles. Alegre y relajado, atento y, naturalmente, dulce. Menos atrapado en cosas como estar condenado desde el principio de los tiempos.

Un destello de blanco se precipitó, pasando a Mai, hasta el bando de Miles. Dawn. Ella saltó sobre Miles, con los ojos cerrados y la boca en una sonrisa enorme. — ¡Estás vivo!

—¿Vivo? —Miles la puso de nuevo sobre sus pies—. Yo apenas tuve el viento golpeándome. Menos mal que nunca has llegado a ver uno de los partidos de fútbol.

De pie detrás de Dawn, viendo cómo ella acariciaba a Miles donde la espada había abierto su chaleco blanco, Mai sentía extrañamente avergonzada. No era que quisiera a Miles como mascota, ¿verdad? Ella sólo quería... No sabía lo que quería.

—¿Quieres esto? —Roland apareció a su lado, dándole la máscara que había estado usando—. Tú eres la próxima, ¿no es cierto?

—¿Yo? No. —Ella sacudió la cabeza—. ¿No es la campana a punto de sonar?

Roland negó con la cabeza. —Buen intento. Sólo te toca, y nadie va a saber que nunca lo hayas hecho antes.

—Lo dudo. —Mai pasó los dedos por la fina pantalla de malla—. Roland, tengo que preguntarte…

—No, yo no iba a lastimar a Miles. ¿Por qué todo el mundo está tan asustado?

—Ya lo sé... —ella trató de sonreír—. Se trata de William.

—Mai, conoces las reglas.

—¿Qué reglas?

—Puedo conseguirte un montón de cosas, pero no puedo conseguirte a William. Vas a tener que esperar.

—Espera, Roland. Yo sé que él no puede estar aquí ahora mismo. Pero, ¿qué reglas? ¿De qué estás hablando?

Él señaló a su espalda. Francesca estaba haciendo señas hacia Mai con un dedo. Los otros Nephilim habían tomado asiento en los bancos, a excepción de unos pocos estudiantes que parecía se estaban preparando para los duelos. Jasmine y una niña coreana llamada Sylvia, dos chicos altos, delgados, cuyos nombres Mai nunca podría recordar, y Lilith, plantada sola, examinando la contundente punta de goma de su espada, escrudiñando con cuidado.

—¿Mai? —dijo Francesca en voz baja. Hizo un gesto al espacio en la cabina de enfrente de Lilith—. Toma tu lugar.

—La prueba de fuego —silbó Roland, palmeando la espalda de Mai—. No muestres miedo.

Sólo había otros cinco estudiantes de pie en medio de la cubierta, pero a Mai le parecía como si fueran un centenar.

Francesca se quedó con los brazos casualmente cruzados sobre el pecho. Su rostro estaba sereno, pero a Mai le parecía una serenidad forzada. Tal vez tenía la intención de que Mai perdiera el duelo de la manera más brutal y vergonzosa posible. ¿Por qué sino ella enfrentaba a Mai contra Lilith, que se alzaba sobre Mai por lo menos un pie, y cuyo pelo color rojo fuego salía de detrás de la máscara como la melena de un león?

—Nunca he hecho esto —dijo Mai sin convicción.

—Está bien, Mai, no es necesario ser experta —dijo Francesca—. Estamos tratando de evaluar tu capacidad de relación. Sólo recuerda lo que Steven y yo te mostramos al inicio de la sesión y va a irte bien.

Lilith se echó a reír y marcó con la punta de su espada una amplia Z. —La marca de cero, perdedora —dijo.

—¿Mostrando el número de amigos que tienes? —Preguntó Mai. Recordando lo que Roland le había dicho acerca de no mostrar ningún temor. Ella deslizó la máscara hacia abajo sobre su rostro, y tomó la espada de Francesca. Mai ni siquiera sabía cómo sujetarla. Dejó caer el balón con el mango, preguntándose si ponerlo en su mano derecha o izquierda. Ella escribía con la mano derecha, y bateaba con la izquierda.

Lilith ya estaba mirándola como si deseara que Mai estuviera muerta, y Mai sabía que en este momento no podía permitirse el lujo de poner a prueba su swing en ambas manos. ¿Siquiera lo llamaban “swing” en la esgrima?

Sin decir palabra, Francesca se movió detrás de ella. Ella se puso de pie con los hombros cepillando la espalda de Mai, prácticamente doblando su estrecho cuerpo en torno a Mai y tomando la mano izquierda de Mai, y la espada, en la suya.

—También soy zurda —dijo.

Mai abrió la boca, insegura de si protestar o no.

—Al igual que tú. —Francesca se inclinó a su alrededor y le dio a Mai una mirada de complicidad. A medida que se reposicionaba su agarre, algo cálido y tremendamente suave fluía a través de los dedos de Francesca hacia Mai. Fuerza, o coraje tal vez… Mai no entendía cómo funcionaba, pero estaba agradecida.

—Tú quieres un agarre de luz —dijo Francesca, dirigiendo los dedos de Mai alrededor de la empuñadura en la espada—. Lo coges con demasiada fuerza y la dirección de la hoja se vuelve menos ágil, y tus movimientos defensivos más limitados. Cógelo más ligeramente, y la hoja podrá girar fuera de tus manos.

Sus dedos suaves y finos guiaban a Mai para sostener la curvada empuñadura de la espada justo debajo de la guardia. Con una mano en la espada y la otra en el hombro de Mai, Francesca ligeramente dio un paso hacia los lados, bloqueando el paso.

—Avanza. —Ella se trasladó hacia adelante, y empujó la espada en la dirección de Lilith.

La chica pelirroja se pasó la lengua por los dientes y miró a Mai con algo así como el síndrome del niño.

—Desarma. —Francesca movió la espalda de Mai como si fuera una pieza de ajedrez. Ella dio un paso atrás y voló en círculos para hacer frente a Mai, susurrando—: El resto es sólo dorar el lirio.

Mai hizo una mueca. ¿Dorar el qué?

—¡En garde! —casi gritó Lilith. Sus largas piernas se doblaron, y su brazo derecho sosteniendo la espada fue directamente hacia Mai.

Mai se retiró a un paso rápido y, a continuación, cuando se sintió a una distancia lo suficientemente segura, se lanzó hacia delante con la espada extendida.

Lilith cruzó con destreza a la izquierda de la espada de Mai, se dio la vuelta, luego regresó desde abajo con la suya, chocando contra la de Mai. Las dos hojas se deslizaron una contra otra hasta que llegaron a un punto medio, entonces se mantuvieron. Mai tenía que poner toda su fuerza en detener la hoja de Lilith. Sus brazos temblaban, pero se sorprendió al encontrar que podría tener a Lilith de vuelta en esta posición. Por fin, Lilith se separó y dio marcha atrás.

Mai la vio hundir y girar un par de veces, y comenzó a hacerla retroceder. Lilith era una gruñona, haciendo toneladas de ruido de lleno-de-esfuerzo. Era un poco de distracción. Ella hizo un ruido enorme y simuló ir en una dirección, para luego batir la punta de su hoja en torno a un alto arco para tratar de rebasar las defensas de Mai.

Así que Mai intentó la misma jugada. Cuando ella abrió la punta de su espada alrededor para conseguir su primer punto, justo al sur del corazón de Lilith, la niña soltó un rugido ensordecedor.

Mai se estremeció y retrocedió. Ella no creía que había tocado siquiera a Lilith muy duro. —¿Estás bien? —Gritó, a punto de levantar la máscara.

—Ella no está herida —respondió Francesca por Lilith. Una sonrisa se abrió en sus labios—. Ella está enfadada porque la estás venciendo.

Mai no tenía tiempo para preguntarse qué significaba que Francesca pareciera estar disfrutando de repente por sí misma, ya que Lilith se disparaba hacia ella una vez más, con la espada a punto. Mai levantó la espada para encontrarse con Lilith, girando la muñeca para chocar tres veces antes de que se separaran.

El pulso de Mai estaba corriendo, y se sentía bien. Sintió una energía fluyendo a través de ella que no había sentido en mucho tiempo. Ella era realmente buena en esto, casi tan buena como Lilith, que parecía que había sido criada para trinchar a las personas con objetos filosos. Mai, que nunca siquiera había tomado una espada, se dio cuenta que en realidad tenía una oportunidad de ganar. Sólo un punto más.

Ella podía oír a los otros estudiantes animando, algunos incluso gritando su nombre. Ella podía oír a Miles, y pensó que podía oír a Shelby, lo que en realidad la alentó. Pero el sonido de sus voces se tejía a través de algo más. Algo estático y fuerte también. Lilith luchó tan ferozmente como siempre, pero de repente Mai estaba teniendo dificultades para concentrarse. Ella retrocedió y parpadeó, mirando al cielo. El sol estaba oculto por los árboles sobresalientes, pero eso no era todo. Un número cada vez mayor de sombras se estaba extendiendo de las ramas, como manchas de tinta extendiéndose justo sobre la cabeza de Mai.

No, no ahora, no en público con todo el mundo mirando, y no cuando le podía costar el juego. Sin embargo, nadie se fijaba en ellas, lo que parecía imposible. Estaban haciendo tanto ruido que era imposible para Mai hacer otra cosa que taparse los oídos y tratar de bloquearlas. Ella se llevó las manos a sus oídos, lo que hizo que la punta de la espada apuntara hacia el cielo, confundiendo a Lilith.

—No dejes que te asuste, Mai. ¡Ella es tóxica! —Dawn señaló desde el banquillo.

—Usa el prise de fer (movimiento de esgrima) —gritó Shelby—. Lilith apesta en el prise de fer. Corrección: Lilith apesta en todo, pero sobre todo en el prise de fer.

Tantas voces, más, al parecer, de las que había antes en la cubierta. Mai hizo una mueca de dolor, tratando de bloquear todo. Pero una voz separada de la multitud, como si estuviera susurrando en su oído, justo detrás de la cabeza. Steven:

—Aleja el ruido, Mai. Encuentra el mensaje.

Ella movió alrededor su cabeza, pero él estaba en el otro lado de la cubierta, mirando hacia los árboles. ¿Él estaba hablando de los otros Nephilim? ¿De todo el ruido y la charla que estaban haciendo? Ella miró sus rostros, pero ni siquiera estaban hablando. Entonces, ¿quién era? Por un breve momento, ella atrapó los ojos de Steven, y él levantó la barbilla hacia el cielo. Como si estuviera apuntando a las sombras.

En los árboles por encima de su cabeza. Los anunciadores hablaban.

Y ella podía oírlos. ¿Habían estado hablando todo el tiempo?

Latín, ruso, japonés. Inglés con acento del sur. Mal francés. Susurros, cantos, malas direcciones, líneas de verso de rima. Y un largo grito espeluznante en busca de ayuda.

Ella negó con la cabeza, todavía con la espada de Lilith en la bahía, y las voces de arriba se quedaron con ella. Miró a Steven, a continuación a Francesca. Ellos no mostraron signos, pero ella sabía que los escuchaban. Y ella sabía que ellos sabían que ella estaba escuchándolos también.

Escuchando el mensaje detrás del ruido.

Toda su vida había oído el mismo ruido cuando las sombras llegaban: el susurro, feo, el ruido húmedo. Pero ahora era diferente... Un ruido metálico.

La espada de Lilith chocó contra la de Mai. La muchacha estaba resoplando como un toro furioso. Mai podía oír su propia respiración dentro de la máscara, jadeando mientras trataba de sostener la espada de Lilith. Entonces se oía mucho más entre todas las voces. De pronto, podía centrarse en ellas. Encontrar el equilibrio solo significaba separar la estática de las cosas importantes. Pero, ¿cómo?

Il faut faire le golpe doble. ca Après, c'est un fácil Gagner, (Debe ser el doble golpe. Después de eso, es fácil ganar), uno de los anunciadores murmuró en francés.

Mai tenía tan sólo dos años en Francés de la escuela secundaria, pero las palabras la tocaron en algún lugar más profundo que su cerebro. No era sólo su cabeza entendiendo el mensaje. De alguna manera, su cuerpo lo sabía también. Se filtró en ella, hasta los huesos, y recordó: Había estado en un lugar como éste, en una lucha a espada de este tipo, en un enfrentamiento como éste.

El anunciador recomendaba la cruz doble, un movimiento de esgrima complicado en el que dos ataques separados venían uno después del otro.

Su espada se deslizó de su oponente y las dos se separaron. Un momento antes que Lilith, Mai se lanzó hacia adelante en un limpio movimiento intuitivo, metiendo la punta de su espada a la derecha, luego a la izquierda, luego al ras contra el lado de la caja torácica de Lilith. Los Nephilim animaban, pero Mai no se detuvo. Ella se desenganchó, luego retrocediendo por segunda vez, hundiendo la punta de la hoja en el relleno cerca del intestino de Lilith.

Con esa eran tres.

Lilith tiró su espada al suelo, tiró fuera su máscara, y dio a Mai un terrible ceño antes de irse rápidamente a la sala de vestuarios.

El resto de la clase estaba sobre sus pies, y Mai podía sentir a sus compañeros de clase que la rodeaban. Dawn y Jasmine la abrazaron por ambos lados, apretándola delicadamente. Shelby vino hacia adelante junto con un “choca esos cinco”, y Mai podía ver a Miles esperar pacientemente detrás de ella. Cuando fue su turno, la sorprendió, levantándola del suelo en un abrazo largo, apretado.

Ella le devolvió el abrazo, recordando lo incómoda que se había sentido antes, cuando ella había ido hacia él después de su juego, sólo para encontrar que Dawn había llegado primero. Ahora no estaba más que contenta de tenerlo, contenta de su simple y honesto apoyo.

—Quiero lecciones de esgrima de ti —le dijo, riendo.

En sus brazos, Mai miró hacia el cielo, a las sombras alargadas en las ramas. Sus voces eran suaves ahora, menos claras, pero aún seguían siendo más claras de lo que nunca antes habían sido antes, como si una radio llena de estática que había estado escuchando durante años finalmente se hubiera sintonizado. Pero no sabía si se suponía que debía sentirse agradecida o asustada.

Capítulo 11

Ocho Días
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Webnovela LevyRorni Adaptada Torment. - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRorni Adaptada Torment.

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 08, 2017 2:28 pm

—Espera. —La voz de Callie resonó a través de la línea—. Déjame pellizcarme para asegurarme de que no estoy…

—No estás soñando —dijo Mai en su celular prestado. La recepción era irregular desde su posición en el borde del bosque, pero el sarcasmo de Callie llegaba alto y claro—. Soy realmente yo. Siento haber sido una porquería de amiga.

Era jueves después de la cena, y Mai estaba apoyada contra el tronco de un árbol corpulento de secoya detrás de su dormitorio. A su izquierda estaba una ondulante colina y luego un acantilado, y más allá de eso, el océano. Todavía había una pequeña luz ámbar en el cielo sobre el agua. Sus nuevos amigos estarían todos en la posada haciendo s’mores5, contando historias de demonios alrededor del mundo. Era un evento social de tipo DawnJasmine, parte de las Noches Nephilim que Mai se suponía tenía que ayudar a organizar, pero todo lo que había realmente hecho era solicitar unas cuantas bolsas de bombones y un poco de chocolate negro del comedor.

Y luego se había escapado al sombrío límite de los bosques para evitar a todos en Shoreline y volverse a conectar con algunas otras cosas importantes: Sus padres. Callie. Y los Anunciadores.

Ella esperó hasta la noche para llamar a casa. Jueves de mitad de precios significa que su mamá estaría afuera jugando Mah-Jong 6con los vecinos y su papá estaría en el cine local viendo la ópera Atlanta en transmisión simultánea. Ella podía manejar sus voces en el contestador de diez años de antigüedad, podía dejar un mensaje de voz de treinta segundos diciendo que estaba pidiéndole desesperadamente al Sr. Cole dejarla salir del campus para Acción de Gracias, y que los amaba mucho.

Callie no iba a dejarla ir tan fácilmente.

5 S’mores: Mezcla de galleta con chocolate y malvaviscos que se calientan en la hoguera, típico de los Estados Unidos.

6 Mah-Jong: Es un juego de mesa de origen chino, exportado al resto del mundo, y particularmente a Occidente, a partir de 1920.

—Pensé que sólo te dejaban llamar los miércoles —estaba diciendo Callie ahora. Mai había olvidado la estricta política sobre el teléfono en Espada y Cruz—. Al principio dejé de hacer planes los miércoles, esperando por tu llamada —dijo Callie—. Pero después de un tiempo, me rendí. En fin… ¿Cómo obtuviste un celular?

—¿Eso es todo? —preguntó Mai—. ¿Cómo obtuve un celular? ¿No estás molesta conmigo?

Callie dejó salir un largo suspiro. —Sabes, pensé en estar molesta. Incluso practiqué toda la pelea en mi mente. Pero luego perdíamos las dos. —Hizo una pausa—. Y la cosa es que te extraño, Mai. Así que me dije: ¿por qué perder el tiempo?

—Gracias —Mai susurró, cerca de las lágrimas, de felicidad—. Entonces, ¿qué ha pasado contigo?

—Unh-Unh. Estoy a cargo de esta conversación. Ese es tu castigo por desaparecer de mi radar. Y lo que quiero saber es: ¿Qué ha pasado con ese tipo? Creo que su nombre comienza con una C...

—Cam —gimoteó Mai. ¿Cam fue el último chico del que le habló a Callie?— Él no resultó ser… la clase de chico que pensaba que era. —Hizo una pausa por un momento—. Estoy viendo a alguien más ahora, y las cosas están realmente… —Ella pensó en la cara radiante de William, la manera en que había oscurecido tan rápido desde la última vez que ellos se vieron fuera de su ventana.

Luego pensó en Miles. El cálido, confiable, encantador y sin dramas Miles, quien la invitó a la casa de su familia para Acción de Gracias. Quien ordenó pepinillos en su hamburguesa en el comedor a pesar de que no le gustaban, sólo para que él pudiera dárselos a Mai. Quien inclinaba su cabeza cuando se echaba a reír, por lo que podía ver el brillo en sus ojos en las sombras gracias a su gorra de los Dodgers.

—Las cosas están bien —dijo finalmente—. Hemos estado compartiendo bastante.

—Ooh, saltando de un chico de reformatorio a otro. Viviendo el sueño, ¿no? Pero este suena serio, puedo escucharlo en tu voz. ¿Van a pasar Acción de Gracias juntos? ¿Vas a traerlo a casa para enfrentar la ira de Harry? ¡Hah!

—Um… si, probablemente —balbuceó Mai. Ella no estaba totalmente segura si estaba hablando de William o de Miles.

—Mis padres están insistiendo en una gran reunión familiar en Detroit ese fin de semana. —Dijo Callie—. Lo cual estoy boicoteando. Quiero ir, pero supongo que estarás confinada en la villa de la reforma. —Ella hizo una pausa, y Mai se imaginó acurrucada sobre su cama en su cuarto en Dover. Parece hace mucho tiempo atrás desde que Mai fue enviada a la escuela. Muchísimo había cambiado—. Si vas a estar en casa, sin embargo, y vas a traer al chico del reformatorio, trata de detenerme.

—Okay, pero Callie…

Mai fue interrumpida por un chillido. —¿Entonces está arreglado? Imagínate: En una semana vamos a estar acurrucadas en tu sofá, ¡poniéndonos al día! Voy a hacer mi famosa caldera de maíz para que nos ayuden a soportar las aburridas diapositivas que tu padre nos enseñará. Y tu loco poodle estará frenético…

Mai nunca había estado en la casa de piedra rojiza de Callie en Filadelfia, y Callie nunca había estado en la casa de Mai en Georgia. Las dos sólo las habían visto en fotos. Una visita de Callie parecía tan perfecto, tan exactamente lo que necesitaba Mai ahora mismo. También parecía completamente imposible.

—Buscaré los vuelos ahora.

—Callie…

—Te mandaré un correo, ¿okay? —Callie colgó antes de que Mai pudiera incluso responder.

Esto no estaba bien. Mai cerró el celular. Ella no debería sentirse como si Callie estuviera siendo una intrusa auto-invitándose al Día de Acción de Gracias. Ella debía sentirse feliz de que su amiga todavía quisiera verla. Pero lo único que sentía era impotencia, nostalgia, y culpabilidad de perpetuar este estúpido ciclo de mentiras.

¿Era acaso posible simplemente ser normal y feliz por una sola vez? ¿Qué diablos haría falta en la Tierra, o más allá de ella, para que Mai estuviese contenta con su vida como Miles parecía estar? Su mente se mantenía dando vueltas alrededor de William. Y ella tenía la respuesta: La única manera en que podría estar despreocupada otra vez sería nunca haber conocido a William. Nunca haber conocido el verdadero amor.

Algo crujió en las copas de los árboles. Un viento gélido asaltó su piel. No se había estado concentrando en un Anunciador en concreto, pero se dio cuenta que, al igual que Steven le había dicho, sus deseos por respuestas habían provocado una.

No, no una.

Ella se estremeció, mirando arriba en la maraña de ramas. Cientos de sombras furtivas, turbias y con mal olor.

Fluían juntas en las ramas de secoya encima de ella. Como si alguien en las nubes hubiese arrojado una olla gigante de tinte negro que se extendía a través del cielo y goteaba hacia abajo en la copa de los árboles, goteando de una rama a otra hasta que el bosque era un sólido baño de negritud. Al principio era casi imposible saber dónde una sombra terminaba y comenzaba la siguiente, cuál sombra era real y cuál era un Anunciador.

Pero pronto empezaron a transformarse, y se hacían evidentes, disimuladamente, como si estuvieran moviéndose inocentemente en la luz mortecina del día, pero luego con más audacia. Ellos saltaban libres por las ramas que ocupaban, arrojando sus anillos de oscuridad abajo, abajo, cerca de la cabeza de Mai. ¿Señalándola o amenazándola? Se armó de valor pero no pudo recuperar el aliento. Eran demasiados. Era demasiado. Ella trató de buscar aire, tratando de no entrar en pánico, sabiendo que ya era demasiado tarde.

Así que corrió.

Ella comenzó al sur, hacia el dormitorio. Pero el abismo negro arremolinado de las copas de los árboles se movía con ella, silbando a lo largo de las ramas más bajas de las secoyas, más cerca. Ella sentía los pinchazos helados de su toque en los hombros. Gritó mientras ellos buscaban a tientas por ella, golpeándose con fuerza con sus propias manos.

Ella cambió el curso, se giró hacia la dirección opuesta, hacia el hospedaje Nephilim al norte. Donde podría encontrar a Miles, Shelby o incluso a Francesca. Pero los Anunciadores no la dejarían ir. Inmediatamente, ellos se deslizaron adelante, desplegándose en frente de ella, tragándose la luz y bloqueando el paso hacia el hospedaje. Su silbido se ahogo en el murmullo lejano de la fogata Nephilim, haciendo a los amigos de Mai parecer imposiblemente lejos.

Mai se forzó a si misma a parar y tomar un profundo respito. Ella sabía más acerca de Los Anunciadores de lo que había sabido antes. Ella debería estar menos temerosa ahora. ¿Cuál era su problema? Tal vez sabía que se estaba acercando más a algo, alguna memoria o información que pudiese alterar su vida.

Y su relación con William. La verdad era que ella no sólo esta aterrorizada por los Anunciadores. Ella estaba aterrorizada de lo que podría ver a través de ellos.

O escuchar.

Ayer, la mención de Steven acerca de sintonizar el ruido de los Anunciadores había finalmente encajado; ella podía escuchar el sonido de sus vidas pasadas. Ella podía reducir la estática y enfocarse en lo que quería saber. Lo que necesitaba saber. Steven tal vez quería darle una pista, debía saber que ella escucharía y tendría nuevos conocimientos de los Anunciadores.

Ella se volvió y dio un paso atrás en la oscura soledad de los árboles. El silbante sonido de los Anunciadores se calmó, y se asentaron.

La oscuridad debajo de las ramas la envolvió en frío y en el turbio olor a hojas en descomposición. En el crepúsculo, Los Anunciadores se deslizaron hacia adelante, acomodándose en la penumbra alrededor de ella, camuflándose otra vez entre las sombras naturales. Algunos de ellos se movían con rapidez y frialdad, como soldados; otros tenían una ágil gracia. Mai se preguntaba si su apariencia reflejaba algo de los mensajes que contenían.

Muchas cosas acerca de los Anunciadores se sentían todavía impenetrables. Sintonizarlos no era intuitivo, como juguetear con un dial de radio antigua. Lo que había escuchado ayer, una voz entre un montón de voces, había llegado a ella por accidente.

El pasado podría haber sido incomprensible para ella antes, pero podía sentirlo presionando contra las superficies oscuras, a la espera de entrar en la luz. Ella cerró los ojos y juntó las manos. Allí, en la oscuridad, con el corazón palpitante, deseó que salieran. Ella convocó a esas, las más frías y oscuras cosas, pidiéndoles que le entregaran su pasado, para iluminar su historia y la de William. Ella los invitó a resolver el misterio de quién era y por qué él la había escogido a ella.

Incluso si la verdad rompía su corazón.

Una suntuosa, femenina risa salió del bosque. Una risa muy clara y plena, que se sentía como si envolviera a Mai, rebotando en las ramas de los árboles. Trató de averiguar su origen, pero había tantas sombras reunidas que Mai no sabía cómo localizar la fuente. Y entonces ella sintió su sangre helarse.

La risa era la de ella.

O fue una vez la de ella, atrás cuando era una niña. Antes de William, antes de Espada y Cruz, antes de Trevor… antes de una vida llena de secretos y mentiras y preguntas sin respuesta. Antes de que ella viera a un ángel. Era una inocente risa, muy despreocupada, que ya no lo pertenecía.

Un soplido del viento se arremolinó en las ramas superiores, y una dispersión de agujas de madera marrón rojiza cayó al suelo. Crepitaban como gotas de lluvia mientras se unían a sus predecesores en el suelo del bosque. Entre ellos se encontraba una fronda grande. Gruesa y con plumas, totalmente intacta, se desvío lentamente hacia abajo de alguna manera fuera del poder de la gravedad. Era negro en lugar de marrón. Y en vez de caer al suelo, se dobló ligeramente sobre la palma extendida de Mai.

No era una rama, sino un Anunciador. En cuanto ella se inclinó para examinarlo más de cerca, oyó la risa de nuevo. En algún lugar en el interior, otra Mai se reía.

Gentilmente, Mai le dio un tirón a los bordes espinosos del Anunciador. Era más flexible de lo que esperaba, pero estaba frío como el hielo y se sentía desagradable contra sus dedos. Se hizo más grande en el toque más ligero. Cuando había crecido a alrededor de un pie cuadrado, Mai lo soltó y se alegró de verlo flotar al nivel de sus ojos. Ella hizo un esfuerzo especial para centrarse en escuchar, y apagar todo lo que estaba a su alrededor.

Nada al principio, y luego…

Una risa más alta coreó desde las sombras. Luego el velo de la oscuridad se destrozó y una imagen vino claramente.

Esta vez, William fue el primero en venir en la visión.

Incluso en la pantalla del Anunciador, era el cielo verlo. Su cabello era un par de pulgadas más largo de lo que lo usaba ahora. Y estaba bronceado, sus hombros y el puente de su nariz eran ambos profundos, dorados.

Vestía traje de baño azul marino ajustado alrededor de sus caderas, el tipo que había visto en fotos de la familia de los años setenta. Le hacía ver tan bien.

Detrás de William estaba el borde verde de un espeso bosque, la lluvia densa y un exuberante verde brillante, pero con frutos y flores blancas que Mai nunca había visto antes. Se puso de pie en el borde de un acantilado bajo pero espectacular, bajó la mirada hacia una piscina con burbujas de agua. Pero William no dejaba de mirar hacia arriba, hacia el cielo. Rió de nuevo. Y luego la propia voz de Mai, descompuesta por la risa.

—¡Date prisa y baja ahora mismo!

Mai se inclinó hacia delante, más cerca de la ventana del Anunciador, y se vio en su yo anterior flotando en un bikini amarillo de corte alto. Su largo cabello danzaba alrededor de ella, flotando en la superficie del agua como un profundo halo negro. William mantenía sus ojos en ella pero también por encima. Los músculos en su cuerpo estaban tensos. Mai tenía un mal presentimiento de que ya sabía por qué.

El cielo se llenó de Anunciadores, como una bandada de cuervos enormes negros, una nube tan espesa que bloqueaba el sol. La Mai de hace mucho tiempo atrás en el agua no notó nada, no vio nada. Pero, al ver a todos los Anunciadores revoloteando y reuniéndose en el aire húmedo de esa selva tropical, en una imagen hecha por un Anunciador, tenía a la Mai en el bosque con una sensación de un súbito mareo.

—Me haces esperar por siempre —dijo el William del ayer—. Apúrate que me congelo.

William apartó la vista del cielo, viéndola con una expresión desbaratada. Su labio estaba temblando y su cara estaba fantasmalmente blanca. —No te congelarás —le dijo ella.

¿Estaban las lágrimas de William secándose? Cerró los ojos y se estremeció. Entonces, arqueando sus manos sobre la cabeza, empujó la roca y se tiró en clavado al agua.

William emergió un momento después, y la Mai del ayer nadó hacia él. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello, su cara era brillante y feliz. Mai vio todo el juego con una mezcla de enfermedad y satisfacción. Ella quería que su antiguo yo tuviera la mayor cantidad de lo que pudiese obtener de William, de sentir esa cercanía inocente, extasiada de estar con la persona que amaba.

Pero ella sabía, así como William lo sabía, así como el montón de Anunciadores lo sabían, exactamente qué era lo que iba a pasar tan pronto como Mai presionara sus labios contra los de él. William tenía razón: Ella no se iba a helar.

Ella iba a arder en una explosión de aterradoras llamas.

Y William se quedaría con ella para llorar.

Pero él no era el único. Esta chica había tenido una vida, amigos y una familia que la amaba, quienes se sintieron desbastados cuando la perdieron.

De repente, Mai estaba enfurecida. Furiosa con la maldición que había estado colgando sobre ella y William. Ella había sido inocente, impotente; no entendía nada de lo que iba a suceder. Ella todavía no entendía por qué había pasado; por qué siempre tenía que morir tan rápido después de encontrar a William. Por qué no había pasado todavía en esta vida.

La Mai del agua todavía estaba viva. Mai no la dejaría… no podría dejarse morir.

Ella agarró al Anunciador, encrespando sus extremidades en sus puños. Se retorció e inclinó, torciendo las imágenes de los nadadores como un espejo de la Casa de la Risa. Dentro de su pantalla, las otras sombras descendían.

Los nadadores se estaban quedando sin tiempo.

En la frustración, Mai gritó y tornó sus puños al Anunciador, el primero, luego el otro, dando golpes encima de la escena que estaba frente a ella. Ella golpeaba una y otra vez, agitándose y llorando mientras trataba de parar lo que iba a ocurrir.

Entonces sucedió: Su puño derecho se abrió paso y su brazo se hundió hasta el codo. Instantáneamente, sintió el shock del cambio de temperatura. El calor de un atardecer de verano se extendía a través de su palma. La gravedad varió. Mai no podía decir qué era lo que estaba arriba y qué era lo que estaba abajo. Ella sintió su estómago rebufar y creyó que iba a vomitar.

Podía pasar. Ella podía salvar a su propia yo del pasado. Tentativamente, estiró su brazo izquierdo hacia delante.

Él también desapareció en el Anunciador, como si pasara a través de una brillante, húmeda lámina de gelatina que ondulada y se ampliada, como si sólo podía dejarla pasar.

—Me quiere también —dijo en voz alta—. Puedo hacer esto. Puedo salvarla. Puedo salvar mi vida.

Ella se inclinó ligeramente y luego metió su cuerpo en el Anunciador.

Había rayos solares, tan brillantes que tuvo que cerrar sus ojos, y un calor tropical que un brillo de sudor inmediatamente estalló en su piel. Y una condición nauseabunda de la gravedad inclinándose y volcándose, como una zambullida a gran altura. En un momento ella estaría cayendo…

Excepto que algo la tenía agarrada de su tobillo izquierdo. Y del derecho. Algo que la empujaba. Ese algo fue tirando de Mai con mucha fuerza hacia atrás.

—¡No! —Mai chilló, porque ahora podía ver, podía ver, muy por debajo, un estallido de color amarillo en el agua.

Demasiado brillante para ser su traje de baño. ¿Fue hace mucho tiempo cuando Mai ya estaba incendiándose? Luego todo se desvaneció.

Mai estaba siendo tirada de vuelta hacia la fría, oscura parcela de secoyas detrás de los dormitorios de Shoreline. Su piel se sentía fría y pegajosa, su balance estaba todo hecho añicos y cayó de bruces sobre la tierra y las agujas de secoya en el suelo del bosque. Rodó y vio dos figuras en frente de ella, pero su visión estaba girando tanto que no podía decir quiénes eran.

—Pensé que te encontraría aquí.

Shelby. Mai sacudió su cabeza y parpadeó unas pocas veces. No sólo Shelby, Miles también. Los dos lucían exhaustos. Mai estaba exhausta. Ella miró su reloj, sin sorprenderse de cuánto tiempo había gastado vislumbrando el Anunciador. Era un poco después de la una de la mañana. ¿Qué estaban haciendo Miles y Shelby despiertos?

—¿Qué… Qué… qué estabas tratando de…? —Miles tartamudeó, señalando el lugar donde el Anunciador debía estar. Ella miró por arriba de su hombro. Se había roto en un centenar de agujas de pino que caían como lluvia, lo suficientemente frágiles para convertirse en cenizas cuando aterrizaban.

—Creo que voy a enfermarme —murmuró Mai, rodando a un lado y apuntando detrás de un árbol cercano. Ella exhaló un par de veces, pero nada ocurrió. Cerró los ojos, atormentada por la culpa. Había sido muy débil y era muy tarde para salvarse a sí misma.

Una mano fría la envolvió y apartó sus cortos rizos rubios de su cara. Mai vio los pantalones negros de yoga de Shelby raídos y sus pies descalzos, y sintió una ola de gratitud.

—Gracias —dijo ella. Después de un largo momento, se secó la boca y, vacilante, se puso de pie—. ¿Están molestos conmigo?

—¿Por qué molesta? Estoy orgullosa de ti. Lo adivinaste. ¿Por qué necesitarás de alguien como yo ahora? —Shelby le dio a Mai un encogimiento de hombro.

—Shelby…

—No, te diré por qué me necesitas —espetó Shelby—. ¡Para mantenerte lejos de catástrofes como en la que estabas a punto de meterte! Quieras o no, debo añadir. ¿Qué estabas tratando de hacer? ¿Sabes lo que le pasa a la gente que se mete dentro de los Anunciadores?

Mai sacudió su cabeza.

—Yo tampoco, ¡pero dudo que sea bonito!

—Tienes que saber lo que estás haciendo —Miles dijo de repente detrás de ellas. Su cara lucía más pálida de lo normal. Mai debió haberlo sacudido fuertemente.

—Oh, ¿y presumo que sabías lo que estabas haciendo tú? —desafió Shelby.

—No —murmuró él—. Pero un verano mis padres me hicieron tomar un taller con este antiguo ángel que sabía cómo, ¿okey? —él se volteó hacia Mai—. ¿Y la manera en que lo estabas haciendo? No estabas ni cerca. Realmente me asustaste, Mai.

—Lo siento. —Mai hizo una mueca de dolor. Shelby y Miles estaban actuando como si los hubiera traicionado al salir aquí sola—. Pensé que ustedes iban a la fogata detrás de los dormitorios.

—Pensábamos que tú irías —replicó Shelby—. Estuvimos allí un rato, pero luego Jasmine comenzó a llorar porque Dawn había desaparecido, y los profesores se pusieron raros, especialmente cuando se dieron cuenta que tú también estabas extraviada, así que la fiesta se terminó. Así que a continuación mencioné casualmente a Miles de que tenía algo de idea de dónde podías estar y que me iba a buscarte, y de repente el Sr. Pegajoso…

—Espera un minuto —interrumpió Mai—. ¿Dawn está desaparecida?

—Probablemente no —sugirió Miles—. Quiero decir, sabes cómo son ella y Jasmine. Ellas son escurridizas.

—Pero era su fiesta —dijo Mai—. Ella no se perdería su propia fiesta.

—Eso es lo que Jasmine sigue diciendo —planteó Miles—. Ella no fue al cuarto anoche, y no había ningún alboroto en la mañana, así que finalmente Frankie y Steven los instruyeron a todos a volver a sus dormitorios, pero…

—Veinte dólares a que Dawn está atrapada con algún no-Neph extranjero en los bosques de alrededor. —Shelby hizo rodar sus ojos.

—No. —Mai tenía un mal presentimiento acerca de esto. Dawn estaba muy emocionada por la fogata. Ella había ordenado franelas, incluso aunque no había manera en el mundo que convenciera a alguno de los niños Nephilim de usarlas. Ella no desaparecería así nada más, no por voluntad propia—. ¿Por cuánto tiempo ha desaparecido?

Cuando los tres salieron de los bosques, Mai estaba mucho más agitada. Y no sólo por Dawn. Estaba temblando por lo que había visto en el Anunciador. Mirar la muerte de cerca de su antiguo yo era una agonía, y esta fue la primera vez que lo había visto. William, por su parte, había tenido que verlo cientos de veces. Sólo ahora ella podía entender por qué él había sido tan frío con ella cuando se conocieron por primera vez: para ahorrarle a los dos el trauma de pasar por otra espantosa muerte. La realidad de la situación de William empezó a abrumarla, y estaba desesperada por verlo.

Cruzando el césped hacia el dormitorio, Mai tenía que cubrir sus ojos. Linternas potentes barrían el campus. Un helicóptero zumbando en la distancia, su reflector trazaba la línea de la costa, barriendo hacia atrás y adelante a lo largo de la playa. Una amplia línea de hombres con uniformes oscuros caminaban por el sendero del dormitorio de los Nephilim hasta el comedor, lentamente examinando el suelo.

Miles dijo: —Esa es una formación común de grupos de búsqueda. Forman una línea y no dejan una pulgada de terreno no cubierto.

—Oh Dios —dijo Mai en voz baja.

—Ella estaba realmente perdida. —Shelby hizo una mueca—. El karma no es bueno.

Mai echó a correr al hospedaje Nephilim. Miles y Shelby la siguieron. El sendero, cubierto de flores tan hermosas a la luz del día, ahora lucía demasiado grande en las sombras. Delante de ellos, la fogata se había desvanecido a brasas, pero todas las luces estaban prendidas en los dormitorios. El gran edificio del lado A estaba iluminado y lucía formidable en la noche oscura.

Mai podía ver el miedo en las caras de muchos de los niños Nephilim que estaban sentados en las bancas alrededor de la cubierta. Jasmine estaba llorando, su gorro de lana roja estaba ladeado en su cabeza. Ella estaba agarrando la mano estirada de Lilith en apoyo mientras dos policías con una libreta les hacían mil preguntas.

El corazón de Mai estaba con la chica. Ella sabía cuán horroroso podía ser ese proceso. Los policías pululaban alrededor de la cubierta, repartiendo fotocopias en blanco y negro de una fotografía ampliada reciente de Dawn que alguien había impreso de Internet.

Al mirar hacia abajo en la imagen de baja resolución, Mai se sorprendió al ver cuánto Dawn y ella se asemejaban, al menos, antes de que ella tiñera su cabello. Recordó la mañana después de que lo hizo, cómo Dawn se mantenía bromeando de no ser gemelas nunca más.

Mai cubrió su grito con la mano. Su cabeza le dolía y comenzó a sumar cosas que no tenían sentido. Hasta ahora.

El terrible momento en la balsa salvavidas. La fuerte advertencia de Steven de mantenerlo en secreto. La paranoia de William acerca de los “peligros” que él nunca le explicaba a Mai. Los Desterrados que la habían llevado fuera del campus, la amenaza que Cam había destruido en el bosque. La manera en que Dawn se parecía mucho a ella en la difusa fotografía.

Quien sea que había tomado a Dawn se había equivocado. Era a Mai a quien quería.

Capítulo 12

Siete Días
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 08, 2017 2:46 pm

Viernes por la mañana, los ojos de Mai parpadearon abriéndose y se centraron en el reloj. Las siete y media AM. Ella apenas había dormido, era un desastre, preocupada al extremo por Dawn y aún enojada por la vida pasada que había vislumbrado el día anterior a través del Anunciador. Era tan extraño haber visto los momentos previos a su muerte. ¿Habrían sido todos así? Su mente seguía chocando contra el mismo muro una y otra vez:

Si no hubiera sido por William...

¿Habría tenido una oportunidad de tener una vida normal, una relación con otra persona, casarse, tener niños, y envejecer como el resto del mundo? Si no hubiera sido porque William se enamoró de ella hace ya tantos siglos, ¿Dawn estaría desaparecida hoy?

Estas preguntas eran simplemente desvíos, que finalmente iban a parar a lo más importante: ¿Era posible el amor con otra persona? ¿Era posible siquiera el amor con alguien más? El amor se suponía que era fácil, ¿no? Entonces, ¿por qué se sentía tan atormentada?

La cabeza de Shelby se asomó de la litera de arriba, su cola de caballo rubia cayendo detrás de ella como una pesada cortina. —¿Estás tan asustada por todo esto como yo?

Mai dio unas palmaditas en su cama para que Shelby se deslizara hacia abajo y se sentara a su lado. Todavía en pijamas de franela roja gruesa, Shelby se deslizó en la cama de Mai, junto con dos barras gigantes de chocolate. Mai iba a decir que no podría comer, pero cuando el olor del chocolate flotó hacia su nariz, desprendió la lámina de color bronce y le dio a Shelby una pequeña sonrisa.

—Da justo en el blanco —dijo Shelby—. ¿Recuerdas lo que dije anoche sobre Dawn besándose con algún chico al azar? Me siento muy mal por ello.

Mai negó con la cabeza. —Oh, Shel, no lo sabías. Tú no te puedes sentir mal por eso. —Ella, por el otro lado, tenía un montón de razones para sentirse mal por lo que le había sucedido a Dawn. Mai había pasado mucho tiempo en sentirse responsable de la muerte de personas cercanas a ella: Trevor, luego Todd, y luego la pobre, pobre Penn. Su garganta se cerró con el pensamiento de la adición de Dawn a la lista. Se secó una lágrima silenciosa antes de Shelby la pudiera ver. Llegaría el punto en el que tendría que ponerse a sí misma en cuarentena, manteniéndose alejada de todos a quienes amaba para que pudieran estar a salvo.

Un golpe en la puerta hizo que Mai y Shelby se sobresaltaran. La puerta se abrió lentamente. Miles.

—Ellos encontraron a Dawn.

—¿Qué? —Preguntaron Mai y Shelby al unísono.

Miles arrastró la silla del escritorio de Mai hacia la cama y se sentó frente a las chicas. Él tomó su gorra y se secó la frente. Estaba perlada de sudor, como si hubiera venido corriendo a través del campus para decírselo.

—No pude dormir anoche —dijo, girando la gorra en sus manos—. Me levanté temprano, a caminar. Me encontré con Steven y él me dijo la buena noticia. La gente que se la llevó la trajo de vuelta a la salida del sol. Ella está sacudida, pero no le hicieron daño.

—Es un milagro —murmuró Shelby.

Mai estaba más dudosa. —No lo entiendo. ¿Ellos simplemente la trajeron de vuelta? ¿Ilesa? ¿Cuándo ha pasado esto alguna vez? —¿Y cuánto tiempo había llevado quienquiera que fuera a darse cuenta de que tenía a la chica equivocada?

—No fue tan fácil —admitió Miles—. Steven estaba involucrado. Él la rescató.

—¿De quién? —Mai casi gritó.

Miles se encogió de hombros, balanceándose sobre las dos patas traseras de la silla. —No tengo idea. Estoy seguro de que Steven sabe, pero, uh, yo no soy su primera elección de confidente.

Que Dawn hubiera sido encontrada ilesa pareció relajar a todos, excepto a Mai. Su cuerpo estaba entumecido. No podía dejar de pensar: Debería haber sido yo.

Se levantó de la cama y agarró una camiseta y pantalones vaqueros de su armario. Tenía que encontrar a Dawn. Dawn era la única persona que podía responder a sus preguntas. Y a pesar de que ella nunca entendería, Mai sabía que le debía una disculpa.

—Steven dijo que la gente que la llevó no volverá nunca más —agregó Miles, viendo la preocupación de Mai.

—¿Y tú le crees? —Se burló Mai.

—¿Por qué no habría de hacerlo? —Preguntó una voz desde la puerta abierta. Francesca estaba apoyada contra el umbral con un abrigo de color caqui. Ella irradiaba calma, pero no parecía precisamente contenta de verlos—. Dawn está hoy en casa y está a salvo.

—Quiero verla —dijo Mai, sintiéndose ridícula de pie su camiseta hecha jirones y los pantalones cortos arrugados en los que había dormido.

Francesca frunció los labios. —La familia de Dawn la recogió hace una hora. Ella va a estar de vuelta en Shoreline cuando sea el momento adecuado.

—¿Por qué estás actuando como si nada? —Mai levantó los brazos—. Como si Dawn no hubiera sido secuestrada.

—Ella no fue secuestrada —le corrigió Francesca—. Ella fue “tomada prestada”, y resultó ser un error. Steven lo tiene manejado.

—Um,¿ se supone que eso nos debe hacer sentir mejor? ¿Ella fue tomada prestada? ¿Para qué?

Mai buscó en los rasgos de Francesca, y no vio nada más que calma sensata. Pero entonces, algo en los ojos azules de Francesca cambió: se redujeron, y a continuación se ampliaron, mientras un ruego silencioso pasó de Francesca a Mai. Francesca quería que Mai no mostrara lo que ella sospechaba frente a Miles o Shelby. Mai no sabía por qué, pero confiaba en Francesca.

—Steven y yo esperamos que el resto de ustedes estarán bastante agitados — continuó Francisco, ampliando su mirada para incluir a Miles y Shelby—. Las clases de hoy se cancelan, y vamos a estar en nuestras oficinas, por si quieren venir y hablar. —Sonrió de esa manera angelical deslumbrante de ella, luego se volvió en sus tacones altos y caminó por el pasillo.

Shelby se levantó y cerró la puerta detrás de Francesca. —¿Puedes creer que ella utilizó el término “tomar prestado” para referirse a un ser humano? ¿Acaso Dawn es un libro de biblioteca? —Ella apretó sus manos en alto—. Tenemos que hacer algo para alejar nuestras mentes de todo esto. Quiero decir, estoy feliz de que Dawn esté bien, y confío en Steven —creo—, pero aún me siento alterada por toda la cuestión.

—Tienes razón —dijo Mai, mirando por encima a Miles—. Vamos a distraernos. Podríamos ir a dar un paseo...

—Es demasiado peligroso. —Shelby lanzó los ojos de lado a lado.

—O ver una película...

—Demasiado inactivo. Mi mente se va.

—Eddie dijo algo acerca de un partido de fútbol durante el almuerzo —tiró Miles.

Shelby golpeó una mano contra su frente. —¿Hace falta que les recuerde que he terminado con los niños de Shoreline?

—¿Qué tal un juego de mesa?

Finalmente, los ojos de Shelby se iluminaron. —¿Y qué tal el juego de la vida? ¿Cómo en “de las vidas pasadas? Podríamos hacer esa cosa en la que localizamos a tus familiares de nuevo. Yo te puedo ayudarte.

Mai mordió su labio inferior. La imagen de ayer a través del Anunciador la había sacudido seriamente. Ella todavía estaba desorientada físicamente, emocionalmente agotada, y no comenzaba a hacerse la idea de hacer frente a la forma en que la había hecho sentir sobre William.

—No lo sé... —dijo.

—¿Quieres decir, más de lo que estaban haciendo ayer? —Preguntó Miles.

Shelby giró la cabeza y lo miró. —¿Todavía estás aquí?

Miles cogió una almohada que había caído al suelo y se la tiró. Ella se la arrojó con fuerza de nuevo a él, quien pareció impresionado con sus reflejos.

—Está bien, está bien. Miles puede quedarse. Las mascotas siempre vienen bien. Y es posible que necesitemos a alguien a quien tirar debajo del autobús. ¿Verdad, Mai?

Mai cerró los ojos. Sí, ella se moría de ganas de saber más sobre su pasado, pero, ¿y si era tan difícil de tratar como lo había sido el día anterior? Incluso con Miles y Shelby a su lado, ella tenía miedo de intentarlo de nuevo.

Pero entonces recordó el día que Francesca y Steven habían vislumbrado el Anunciamiento de Sodoma y Gomorra delante de la clase. Después, el resto de los estudiantes se había tambaleado, pero Mai seguía pensando que si hubieran o no visto esa escena espantosa no importaba en lo más mínimo: aún había sucedido. Al igual que su pasado.

Por el bien de todas sus antiguas yo, Mai no podía alejarse ahora. —Vamos a hacerlo —le dijo a sus amigos.

Miles dio a las chicas unos minutos para vestirse, y volvieron a reunirse en el pasillo. Pero, a continuación, Shelby se negó a salir al bosque donde Mai había convocado a los anunciadores.

—No me mires así. Dawn acabó atrapada, y los bosques son oscuros y espeluznantes. Realmente no quieres ser la siguiente, ¿sabes?

Fue entonces cuando Miles insistió en que sería bueno para Mai tratar de convocar a los Anunciadores en un lugar nuevo, como el dormitorio.

—Sólo silba y vienen corriendo —dijo—. Haz de esas anunciadoras tus perras. Tú sabes que lo deseas.

—No quiero que empiecen a merodear por aquí, sin embargo —dijo Shelby, volviéndose a Mai—. Sin ánimo de ofender, pero a una chica le gusta su privacidad.

Mai no estaba ofendida. Pero no era como si los Anunciadores fueran a dejar de seguirla, sin importar dónde los convocara. Ella no quería que las sombras pasaran por la puerta de la habitación sin anunciarse, al igual que Shelby.

—La cosa con los Anunciadores es demostrar control. Es como entrenar un nuevo cachorro. Sólo tienes que hacerle saber quién es el jefe.

Mai ladeó su cabeza hacia Miles. —¿Desde cuándo sabes tantas cosas útiles acerca de los Anunciadores?

Miles se sonrojó. —No siempre soy aplicado en las clases, pero soy capaz de unas cuantas cosas.

—¿Y qué? ¿Ella sólo se para allí y los convoca? —preguntó Shelby.

Mai se quedó de pie al lado de la colorida estera de yoga de Shelby que estaba en la mitad de la habitación y pensó en cómo Steven la había entrenado.

—Vamos a abrir una ventana —ella dijo.

Shelby brincó para levantar el marco de la ventana, dejando entrar una fría ráfaga de aire. —Buena idea. Lo hace más acogedor.

—Y frío —dijo Miles, levantando la capucha de la sudadera.

Luego los dos se sentaron en la cama frente a Mai, como si fuera una artista en el escenario. Ella cerró los ojos, tratando de no sentirse observada.

Pero en lugar de pensar en las sombras, en lugar de convocarlos en su mente, todo en lo que podía pensar era en Dawn y en cuán aterrorizada debió haber estado la noche antes, en cómo se debía estar sintiendo ahora, de nuevo con su familia. Se había recuperado después del extraño accidente en el yate, pero esto era mucho más serio. Y era culpa de Mai. Bueno, de Mai y de William, por traerla aquí.

Él seguía diciendo que la iba a llevar a un lugar seguro. Ahora Mai se preguntada si todo lo que estaba haciendo era volver a Shoreline peligroso para todo el mundo

Un gemido de Miles hizo que Mai abriera los ojos. Miró justo por encima de la ventana, donde un Anunciador de color gris carbón estaba sobre el techo. Primero parecía como si hubiera sido una sombra normal, emitida por la lámpara de piso que Shelby había movido hacia la esquina. Pero luego el Anunciador comenzó a esparcirse sobre el techo hasta que la habitación parecía cubierta por una capa de pintura mortal, dejando una estela de frío y de mal olor sobre la cabeza de Mai. Fuera de su alcance.

El Anunciador que ella ni siquiera había convocado, el Anunciador que ella no podía contener, bueno, se estaba burlando de ella.

Inhaló nerviosamente, recordando lo que Miles había dicho acerca del control. Se concentró tan ferozmente que su cerebro empezó a doler. Su rostro estaba rojo y sus ojos estaban fijos en el punto donde ella iba a tener que rendirse. Pero luego, el Anunciador se debilitó, deslizándose hacia los pies de Luces como una gruesa y espesa alfombra. Entrecerrando los ojos, se distinguió una pequeña sombra, café y redondita que se cernía sobre el más oscuro, sobre él más grande, rastreando sus movimientos, casi en la forma en que un gorrión puede volar en una estrecha consonancia con un halcón. ¿Qué era este entonces?

—Increíble —susurró Miles. Mai trató de dejar que las palabras de Miles se hundieran como un cumplido. ¿Estas cosas que la habían aterrorizado toda su vida, que la hacían miserable? A las que siempre había temido... ahora le servían. Lo que en realidad era increíble. No le había ocurrido hasta que había visto la intriga en el rostro de Miles. Por primera vez, se sentía bastante bien.

Controló su respiración y se tomó el tiempo para guiarlo hasta sus manos. Una vez que el gran y gris Anunciador estuvo dentro de su alcance, el más pequeño salió del suelo como un doble de oro a la luz de la ventada, mezclándose con los tablones de madera.

Mai tomó los bordes del Anunciador y contuvo su aliento, rezando porque el mensaje dentro fuera más inocente que el de ayer. Ella tiró, sorprendida de sentir a esta sombra darle más resistencia de lo que cualquiera de las otras había puesto. Se veía tan suave e insustancial, pero se sentía rígido en sus manos. Para el momento en que lo hubo engatusado en una ventada de un pie cuadrado, sus brazos le dolían.

—Esto es lo mejor que puedo hacer —le dijo a Miles y a Shelby. Ellos se levantaron, acercándose.

El velo gris dentro del Anunciador se levantó, o Mai pensó que lo había hecho, pero luego otro velo gris estaba debajo. Ella entrecerró los ojos hasta que vio la textura gris moviéndose turbulentamente, dándose cuenta que no era la sombra lo que ella estaba viendo. El velo gris que estaban mirando era una espesa nube de humo de cigarrillo. Shelby tosió.

El humo en realidad nunca se aclaró, pero los ojos de Mai se acostumbraron: pronto puso ver una mesa en forma de media luna con un fieltro rojo arriba. Jugando cartas que estaban acomodadas en filas sobre la superficie. Una fila de extraños estaba sentada a un lado. Algunos parecían acelerados y nerviosos, como el hombre calvo que permanecía aflojando su corbata de puntos y silbando por lo bajo. Otros lucían cansados, como la mujer con el cabello arreglado que incineraba un cigarrito en un vaso medio lleno de algo. Su espesa máscara de pestañas se estaba cayendo de sus pestañas superiores, dejando un camino de color negro bajo sus ojos.

Y al otro lado de la mesa, un par de manos estaban volando a través de una baraja de cartas, lanzando de manera experta una carta a cada persona de la mesa. Mai se inclinó cerca de Miles para poder ver mejor. Estaba distraída por las luces de neón de las miles de maquinas tragamonedas detrás de las mesas. Eso fue antes que viera al distribuidor.

Ella pensó que se acostumbraría a ver versiones de sí misma en los Anunciadores. Joven, llena de esperanza, siempre ingenua. Pero esta era diferente. La mujer que distribuía las cartas en el sórdido casino lucía una camiseta blanca de Oxford, pantalones negros ajustados, y un chaleco que hacía su pecho sobresalir. Sus uñas eran largas y rojas, con lentejuelas brillando en los dos dedos meñiques, y seguía usándolos para alejarse el cabello de la cara. Su concentración se cernía en el juego de los jugadores, así que ella nunca miraba a nadie a los ojos. Era tres veces más vieja que Mai, pero todavía había algo entre ellas.

—¿Esa eres tú? —Miles preguntó, tratando fuertemente de no sonar horrorizado.

—¡No! —dijo Shelby planamente—. Es bastante vieja. Y Mai sólo vive hasta los diecisiete. —Le lanzó a Mai una mirada nerviosa—. Quiero decir, en el pasado, ese había sido el trato. Esta vez, sin embargo, estoy segura que vivirás hasta una edad avanzada. Tal vez tan vieja como esta señora. Quiero decir…

—Suficiente Shelby —dijo Mai.

Miles sacudió su cabeza. —Tengo tanto con lo que ponerme al día.

—De acuerdo, si no soy yo, debe ser… no lo sé, alguien relacionado a mí. —Mai miró mientras la mujer retiraba las fichas del hombre calvo con la corbata. Sus manos se parecían a las de Mai. La forma de su boca era similar—. ¿Creen que es mi mamá? ¿O mi hermana?

Shelby estaba garabateando notas furiosamente en el lado de un manual de yoga. — Sólo hay una manera de saberlo. —Ella le entregó sus notas a Mai: Vegas: Hotel y Casino Mirage, turno de noche, mesa estacionaria cerca al show del tigre de Bengala, Vera tenía un buen arreglo en las uñas.

Miró hacia la distribuidora. Shelby era estricta con los detalles que Mai nunca se daba cuenta. El nombre en el prendedor de la distribuidora decía VERA en letras blancas. Pero la imagen estaba empezando a tambalearse y a desvanecer.

Pronto, toda la imagen se desvanecería en pequeñas sombras que caerían al piso como cenizas de papel quemado.

—Pero, esperen, ¿este no es el pasado? —preguntó Mai.

—No pienses eso —dijo Shelby—. O, por lo menos, no es un pasado lejano. Había un anuncio para la nueva temporada del Circo del Sol en el fondo. Entonces, ¿qué dices?

¿Ir todo el trayecto hacia Vegas a encontrar a esta mujer? Una hermana de mediana edad sería probablemente más fácil para acercarse que padres en sus ochentas, pero aún así. ¿Pero qué si hacen todo el recorrido y Mai se atraganta de nuevo? Shelby le dio un codazo.

—Oye, de verdad debes agradarme si estoy aceptando ir a Vegas. Mi mamá era una mesera durante un par de años cuando era un niño. Te lo digo. Es el infierno en la tierra.

—¿Cómo podemos llegar allí? —preguntó Mai, sin querer pedirle a Shelby si podría pedir prestado el carro de SAEB de nuevo—. ¿Qué tal lejos está Las Vegas, de todas maneras?

—Demasiado lejos para manejar —dijo Miles—. Lo que está bien para mí, porque quiero practicar deslizarme.

—¿Practicar deslizarte?

—Deslizarme —Miles se arrodilló en el suelo y limpió los fragmentos de sombra entre sus manos. Parecían casi cansados, pero Miles seguía arrodillado con ellos en sus dedos hasta que formaron una bola desordenada—. Te dije que no podía dormir anoche. Irrumpí en la oficina de Steven por la ventana.

—Sí, claro —ladró Shelby—. Tú reprobaste levitación. Definitivamente no eres lo suficientemente bueno como para flotar hasta su ventana.

—Y tú no eres lo suficientemente fuerte para arrastrar el estante de libros —dijo Miles—. Pero yo sí, y tengo esto para demostrarlo. —Él sonrió, sosteniendo un grueso tomo titulado “Anunciadores: Cómo Convocarlos, Vislumbrarlos y Viajar en Diez Mil Fáciles Pasos”—. También tengo un enorme moretón en mi espinilla por una salida pobremente planificada, pero de todas maneras… —Se giró hacia Mai, quien estaba pasando un duro momento en contenerse de arrancarle el libro de las manos—. Estaba pensando, con tu obvio talento para vislumbrar, y mi conocimiento superior...

Shelby se burló. —Qué has leído, ¿el tres por ciento del libro?

—Un muy útil tres por ciento —dijo Miles—. Creo que somos capaces de hacer esto. Y no terminar perdidos por siempre.

Shelby ladeó su cabeza sospechosamente pero no dijo nada más. Miles seguía amasando al Anunciador en su palma, luego empezó a estirarlo. Después de un minuto o dos, había crecido en una hoja de gris casi del tamaño de la puerta. Sus bordes eran débiles y era casi translúcido, pero cuando lo presionaba de su lado un poco, parecía como una forma firme, como un yeso después de haber sido puesto a secar. Miles alcanzó el lado izquierdo del rectángulo oscuro, sintiendo su superficie, buscando algo.

—Esto es extraño —él masculló, controlando el Anunciador con sus dedos—. El libro dice que si haces el área del Anunciador lo suficientemente grande, la tensión superficial se reduciría hasta un radio que permitiría la penetración de la superficie. Él suspiró—. Se supone que hay un…

—Excelente libro, Miles —Shelby puso los ojos en blanco—. Eres un verdadero experto ahora.

—¿Qué estás buscando? —preguntó Mai, acercando a Miles. De repente, mirando sus manos recorrer la superficie, lo vio.

Un picaporte.

Ella pestañeó y la imagen se desvaneció, pero sabía dónde había estado. Se acercó a Miles y presionó su mano contra el lado izquierdo del Anunciador. Allí. El tacto de eso en contra de su dedo la hizo jadear. Se sentía como una clase de picaporte de metal pesado con un cerrojo y cerradura de los que se usan para asegurar una puerta. Estaba congelado, y áspero por el oxido invisible.

—¿Ahora qué? —dijo Shelby. Ella miró hacia sus dos amigos concertados, se encogió de hombros, jugueteó con la cerradura, y luego lentamente deslizó el cerrojo hacia a un lado. Con el cerrojo suelto, una puerta de sombra se abrió, casi golpeándolos a los tres.

Lo hicimos —susurró Shelby. Estaban mirando a un largo y profundo túnel negro con rojo. Se veía húmedo, frío y pegajoso adentro y olía como a moho y a cócteles hechos con licor barato. Mai y Shelby se miraron la una a la otra desconcertadas. ¿Dónde estaba la mesa de Blackjack? ¿Dónde estaba la mujer que habían estado buscando antes? Un brillo rojo alumbró desde la profundidad, y luego Mai podía escuchar maquinas de juego sonando, y monedas golpeando en canastas de metal.

—¡Bien! —dijo Miles, agarrando su mano—. Leí acerca de esta parte, es una fase transitoria. Sólo tienes que seguir.

Mai alcanzó la mano de Shelby, agarrándola fuertemente mientras Miles entraba en la húmeda oscuridad, y tiraba de los tres.

Caminaron un par de metros adelante, lo suficiente como para llegar a la puerta del verdadero dormitorio de Mai y Shelby. Pero tan pronto como la puerta nebulosa del Anunciador se cerró con un pfffffft profundamente inquietante, la orilla del lago se había ido. Lo que había sido de un rojo intenso, aterciopelado, brillando a la distancia, de repente se convirtió en blanca brillante. La luz blanca salió disparada hacia delante, envolviéndolos, llenando sus oídos con el sonido.

Los tres tuvieron que proteger sus ojos. Miles siguió adelante, dirigió a Mai y Shelby detrás de él. De lo contrario, Mai pudo haber quedado paralizada. Las dos palmas de sus manos sudaban en el interior de las manos de sus amigos. Ella estaba escuchando un solo acorde de la música, ruidosa y perfectamente sonora.

Mai se frotó los ojos, pero era la cortina nebulosa del Anunciador que le oscurecía la visión. Miles se adelantó y se frotó suavemente con un movimiento circular, hasta que empezó a despegarse, como pedacitos de pintura vieja que caían del techo. Y con cada copo que caía llegaban ráfagas de aire del desierto árido en la frialdad oscura que a Mai le calentó la piel. A medida que el Anunciador se hacía pedazos a sus pies, la visión anterior ahora tenía sentido: estaban mirando hacia abajo la zona de Las Vegas. Mai sólo la había visto en fotos, pero ahora tenía la punta del Hotel de la Torre Eiffel de Paris y Las Vegas al mismo nivel.

Lo que significaba que era muy, muy alto. Se atrevió a dar un vistazo hacia abajo: Ellos estaban fuera de pie, en un techo en alguna parte, con el borde de sólo uno o dos pies más allá de sus dedos de los pies. Y más allá, la zona de tráfico de Las Vegas, una línea de palmeras, una piscina de natación elaboradamente iluminada. Todo por lo menos treinta pisos más abajo.

Shelby soltó la mano de Mai y comenzó a caminar en los límites de la cubierta de cemento marrón. Tres idénticas alas largas y rectangulares se extendían desde un punto central. Mai se dio la vuelta, a trescientos sesenta grados teniendo luces brillantes de neón, y más allá, una cadena de montañas áridas lejanas, extrañamente iluminada por la contaminación lumínica de la ciudad.

—Maldita sea, Miles —dijo Shelby, saltando sobre los tragaluces para explorar más de la cubierta—. Ese paseo fue increíble. Estoy casi atraída por ti ahora mismo. Casi.

Miles hundió las manos en los bolsillos. —Um... ¿gracias?

—¿Dónde estamos exactamente? —Mai preguntó. La diferencia entre su caída sola a través del anunciador y esta experiencia fue como la noche y el día. Esto era mucho más civilizado. No había nadie que quisiera lanzarse hacia arriba. Además, había mucho trabajado. Al menos, pensó que lo había.

—¿Qué sucedió con la vista que tuvimos antes?

—Tuve que enfocar para salir —dijo Miles—. Pensé que sería extraño si los tres saliéramos como una nube en el centro del piso del casino.

—Sólo un poco —dijo Shelby, tirando de una puerta cerrada—. ¿Alguna idea brillante sobre cómo bajar de aquí?

Mai hizo una mueca. El anunciador estaba temblando en el suelo a sus pies. No podía imaginar que tuviera la fuerza para ayudarlos ahora. No muy lejos de este techo y no regresarían a la orilla del lago.

—¡No importa! soy una genia —dijo Shelby en el techo. Ella se inclinó sobre uno de los tragaluces y luchó con un bloque. Con un gruñido, se abrió, entonces levantó un panel de cristal con bisagras.

Metió la cabeza, y les dio un gesto a Mai y a Miles para unírsele. Con cautela, Mai se asomó por el tragaluz abierto a un gran cuarto de baño, opulento. Había cuatro lugares generosos de tamaño, por un lado, una línea de lavabos de mármol frente a un espejo dorado por el otro. Un sofá de felpa color malva, y una sola mujer se sentaba allí, mirando en el espejo. Mai sólo podía ver la parte superior de su pelo negro, pero su imagen mostraba una cara muy maquillada, espeso flequillo, y una mano cuidada con manicure francesa volviendo a aplicar una capa innecesaria de lápiz labial rojo.

—Tan pronto como esa Cleopatra se haya ido a través de ese tubo de lápiz labial, sólo bajaremos —Shelby susurró.

Debajo de ellos, Cleopatra se levantó. Ella chasqueó los labios y se limpió una mancha roja de los dientes. Luego se marchó hacia la puerta.

—Vamos a ver si lo entiendo —dijo Miles—. ¿Tú quieres que “baje” a un cuarto de baño de mujeres?

Mai echó un mirada desolada a todo el techo. No había realmente más de una sola manera de entrar. —Si alguien te ve, sólo finges que entraste a la puerta equivocada.

—O que ustedes dos estaban ocupados en uno de los cuartos —añadió Shelby—. ¿Qué? Es Las Vegas.

—Vamos. —Miles se ruborizó mientras bajaba los pies por delante a través de la ventana. Extendió sus brazos lentamente, hasta que sus pies se cernieron un poco más de la parte superior de mármol del alto espejo.

—Ayuda a Mai a bajar —dijo Shelby.

Miles se trasladó a bloquear la puerta del baño, luego levantó los brazos para coger a Mai. Ella trató de imitar su técnica sin problemas, pero sus brazos se tambalearon cuando se sentó a través del tragaluz. No podía ver por debajo de ella, pero sintió el fuerte agarre de Miles alrededor de su cintura antes de lo que ella hubiera esperado.

—Puedes soltarte —dijo, y cuando lo hizo, él la bajó con cuidado al suelo. Sus dedos se extendieron alrededor de su caja torácica, a sólo una delgada camisa negra lejos de su piel. Sus brazos estaban alrededor de ella cuando sus pies tocaron el azulejo. Estaba a punto de darle las gracias, pero cuando miró sus ojos, se quedó muda.

Ella se retiró de su alcance demasiado rápido, murmurando en tono de disculpa y tropezó con sus pies. Ambos se inclinaron en contra del lavabo, nerviosos, evitando el contacto visual mirando fijamente a la pared.

Eso no debería haber ocurrido. Miles era sólo su amigo.

—¡Hola! ¿Alguien me va a ayudar? —Los pies, con las medias coloridas de Shelby, colgaban del tragaluz, pateando con impaciencia. Miles se trasladó a la ventana y la agarró del cinturón, facilitándole bajar por la cintura. Bajó a Shelby mucho más rápido, Mai se dio cuenta, de lo que la había bajado a ella.

Shelby, con los pies en el suelo de baldosas de oro, abrió la puerta. —Vamos, ustedes dos, ¿qué están esperando?

En el otro lado de la puerta, las camareras vestidas elegantemente de negro con lentejuelas se apresuraban en sus tacones altos, con las bandejas de cocteleras equilibradas en las curvas de sus brazos. Los hombres con costosos trajes oscuros llenando las mesas de Blackjack, donde gritaban como adolescentes cada vez que les repartían una mano de cartas. No había máquinas tragamonedas traqueteando ni golpes sin fin. Era callado, y exclusivo, y sin ser emocionante, pero no era nada parecido a la escena que había visto en el Anunciador.

Una camarera se acercó a ellos. —¿Puedo ayudarles? —Ella bajó la bandeja de acero inoxidable para estudiarlos.

—Oh, caviar —dijo Shelby, recogiendo tres y entregándolos a cada uno.

—¿Ustedes están pensando en lo que yo estoy pensando?

Mai asintió con la cabeza. —Estábamos bajando las escaleras.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el vestíbulo luminoso del brillante casino, Mai tuvo que ser empujada fuera por Miles. Se dio cuenta de que habían llegado finalmente al lugar correcto. Las camareras eran más viejas, cansadas, mostrando menos carne. No se deslizaban por la alfombra naranja manchada, sino que se arrastraban. Y los clientes se veían con mucho más sobrepeso, de clase media, de mediana edad, autómatas tristes, vaciado sus billeteras. Todo lo que tenían que hacer era encontrar a Vera.

Shelby los llevó a través de un laberinto de estrechas máquinas tragamonedas, grupos de gente en las mesas de la ruleta gritando a la pequeña bola que hacía girar la rueda, más allá de los grupos grandes, la gente agitaba los dados y a continuación los lanzaba, animando los resultados, una fila de mesas que ofrecían juegos de póker y extraños juegos con nombres como “Pai Gow”, hasta que llegaron a un grupo de mesas de Blackjack.

La mayoría de los distribuidores eran hombres. Altos, encorvados, hombres de pelo graso, hombres con gafas, bigote gris, un hombre que llevaba una máscara quirúrgica sobre su rostro. Shelby no se detuvo para quedarse con la boca abierta con cualquiera de ellos, y tuvo razón: Allí, en el extremo posterior del casino, estaba Vera.

Su cabello negro estaba recogido en un moño desequilibrado. Su rostro pálido se veía delgado y flácido. Mai no sentía la misma efusión emocional que había sentido cuando ella miró a sus padres de su vida anterior en Shasta.

Pero, de nuevo, ella todavía no sabía quién era Vera para ella, además de una mujer cansada, de mediana edad, que sostenía las cartas a una mujer pelirroja medio dormida para que cortara. Descuidadamente, la pelirroja cortó el paquete en el centro; entonces las manos de Vera comenzaron a volar.

Otras mesas en el casino estaban abarrotadas, pero la pelirroja y su esposo diminutivo fueron las dos únicas personas con Vera. Sin embargo, era un buen espectáculo para ella, rompiendo las cartas con una destreza que el trabajo pareciera sin esfuerzo. Mai podía ver un lado elegante de Vera que no había notado antes. Un gusto por lo dramático.

—Por lo tanto... —dijo Miles, cambiando su peso junto a Mai.

—Sí, vamos a.. o... —las manos de Shelby, de repente sobre los hombros de Mai, prácticamente la jalaron a uno de los asientos de cuero vacíos en la mesa.

A pesar de que estaba muriendo por mirarla, Mai evitaba el contacto con sus ojos en un primer momento. Ella estaba nerviosa de que Vera pudiera reconocerla antes de que ella tuviera la oportunidad. Pero los ojos de Vera pasaron por cada uno de ellos con sólo el más suave interés, y Mai recordó lo diferente que parecía ahora que había blanqueado su cabello. Ella tiró de si misma con nerviosismo, sin saber qué hacer a continuación.

Luego Miles dejó caer un billete de veinte dólares frente a Mai, y recordó el juego que se suponía que debía estar jugando. Ella deslizó el dinero sobre la mesa. Vera frunció la ceja. —¿Tienes Identificación?

Mai negó con la cabeza. —¿Tal vez sólo pudiera ver?

Al otro lado de la mesa, la pelirroja se quedó dormida, con la cabeza sobre el hombro rígido de Shelby. Vera rodó los ojos por la escena y empujó el dinero de Mai, apuntando a las luces de neón de la publicidad del Circo du Soleil.

—El circo era para niños. —Mai suspiró. Iban a tener que esperar hasta que Vera saliera de trabajar. Y para entonces probablemente ella tendría menos interés en hablar con ellos. Sintiéndose derrotada, Mai se acercó a retirar el dinero de Miles.

Los dedos de Vera fueron alejándose así como los de Mai se extendían por el dinero, y tocaron sus yemas. Ambas asintieron. El choque raro de Mai brevemente fue cegador. Contuvo el aliento. Ella miró los ojos color avellana de Vera.

Y lo vio todo: Una casa de dos pisos en una ciudad canadiense cubierta de nieve. Los copos de hielo en las ventanas, el viento susurrando en los cristales. Una niña de diez años de edad viendo la televisión en la sala, meciendo a un bebé en su regazo. Era Vera, pálida y en vaqueros deslavados y un suéter con un cuello de tortuga marina grueso, una manta de lana barata amontonada entre ella y el respaldo del sofá. Un tazón de palomitas de maíz en la mesa de café, reducido a un puñado de granos, no hechos. Un gato naranja gordo rondando la chimenea, silbidos en el radiador.

Y Mai era su hermana, ella era el bebé en sus brazos.

Mai sintió meciéndose en la silla del casino, por el dolor de recordar todo esto. Con la misma rapidez, la impresión se desvaneció, reemplazada por otra.

Mai como una niña persiguiendo a Vera, escaleras arriba, escaleras abajo, con los zapatos de gama por debajo de sus pies, su presión en el pecho por la risa sin aliento, cuando el timbre sonó y un muchacho rubio, de pelo liso llegó a recoger a Vera para una cita, ella se detuvo, se enderezó su ropa y le dio la espalda, y dio la vuelta... Un latido más tarde y Mai era la misma adolescente, con un lío de pelo rizado hasta los hombros color negro.

Tumbada en la colcha de mezclilla de Vera, el tejido grueso de alguna manera como un consuelo, hojeando el diario secreto de Vera. Él me ama, Vera había escrito una y otra vez y otra en cursiva. Y a continuación, las páginas se apartaron, por la cara furiosa de su hermana que se aproximaba, con las huellas de sus lágrimas claras...

Y, de nuevo, una escena diferente, Mai aún mayor, tal vez diecisiete años. Ella se preparó para lo que se aproximaba.

La nieve caía del cielo suave blanco y estático. Vera y algunos amigos de patinaje estaban en el hielo del estanque detrás de su casa, haciendo círculos rápidamente, feliz riendo, y en el borde de hielo de la laguna, Mai se agachó, el frío se filtraba a través de la ropa fina, mientras que anudaba sus patines, con prisa, como de costumbre, para alcanzar a su hermana. A su lado, sintió calidez que no tenía que mirar para identificar. William estaba en silencio, de mal humor, sus patines ya bien atados. Podía sentir la necesidad de darle un beso y, sin embargo, ninguna sombra era visible. La noche con todas sus estrellas de puntos brillantes, claras y llenas de posibilidades.

Mai buscó las sombras, entonces se dio cuenta de que su ausencia tenía sentido. Estos eran los recuerdos de Vera. Y la nieve hizo que todo fuera más difícil de ver. Sin embargo, William debía saber, como lo hizo cuando se zambulló en el lago. Debe haberlo sentido cada hora. ¿Alguna vez importaba lo que pasaba con la gente como Vera después de que Mai fuera asesinada?

Hubo un sonido de estallido a un lado de Mai del lago, como la caída de un paracaídas. Y después: Un tiro floreciente de fuego en medio de una tormenta de nieve. Una enorme columna de llamas de color naranja brillante se disparó hacia el cielo en el borde del estanque.

En donde había estado Mai. Los patinadores acometieron inconcientemente hacia ella y se dispararon a otro lado del charco. Pero el hielo se derretía, rápidamente, catastróficamente, sus patines se sumergían en el agua fría. Vera gritó, resonó en la noche azul, su mirada congelada por la agonía de todo lo que podía ver Mai.

En el casino, Vera tiró de su mano, temblando como si hubiera sido quemada. Sus labios temblaban un par de veces antes de que se formaran las palabras: —Eres tú. —Ella sacudió la cabeza—. Pero no puede ser.

—Vera —susurró Mai, llegando de nuevo a la mano de su hermana. Quería abrazarla, tomar todo el dolor que a Vera le había provocado y transferirlo a sí misma.

—No —Vera negó con la cabeza, retrocediendo y moviendo el dedo hacia Mai—. No, no, no... —Tropezó con la mesa a su espalda y envío una gigantesca pila de fichas de póquer en cascada fuera de la mesa. Los discos de color se deslizaron por el suelo, provocando una oleada de exclamaciones y suspiros de los jugadores que saltaron de sus asientos para recogerlos.

—¡Maldita sea, Vera! —Gritó un hombre en cuclillas encima del estruendo. Mientras él se contoneaba de su mesa con un traje gris de poliéster barato y zapatos negro desgastados, Mai dio una mirada de preocupación compartida con Miles y Shelby. Tres chicos menores de edad no querían tener nada que ver con el distribuidor. Pero él seguía masticando hacia Vera, con el labio curvado en disgusto—. ¿Cuántas veces…?

Vera había establecido sus pies de nuevo, pero seguía mirando, aterrada, a Mai, como si Mai fuera el diablo en lugar de su hermana muerta. Los ojos delineados de Vera eran blancos de terror mientras ella tartamudeaba: —Ella no p-p-puede estar aquí.

—Cristo —murmuró el jefe de la sala, mirando a Mai y sus amigos, a continuación, hablando y caminando—. Envíame a seguridad. —Consiguió decir a un matón.

Mai retrocedió entre Miles y Shelby, quien dijo entre dientes: —¿Qué tal uno de esos paseos, Miles?

Antes de que Miles pudiera contestar, tres hombres con enormes muñecas y cuello aparecieron por encima de ellos. El jefe de la sala agitó las manos.

—Llevarlos a la pluma. Vean qué otro tipo de problemas han causado.

—Tengo una idea mejor —gruñó la voz de una muchacha detrás de la pared de los guardias de seguridad.

Todas las cabezas se dieron media vuelta para buscar la voz, pero sólo el rostro de Mai se iluminó. —¡Arriane!

La pequeña chica brilló en una sonrisa hacia Mai cuando se deslizó entre la multitud. Con zapatos de plataforma de cinco pulgadas, su pelo recogido todo loco, y sus ojos casi tragados por el delineador oscuro, Arriane encajaba con la extraña clientela del casino perfectamente. Nadie parecía saber muy bien qué hacer, menos Shelby y Miles.

El jefe de la sala se desvió para afrontar a Arriane. Olía a betún de zapatos y medicamentos para la tos.

—¿Necesita llevarlos a la pluma, también, señorita?

—Oh, suena divertido —dijo ella, abriendo mucho los ojos—. ¡Ay, estoy con exceso de reservas esta noche! Tengo boletos de primera fila al Grupo de los Hombres Azules, y por supuesto que hay una cena con Cher después de la feria. Una cosa más que tenía que hacer... —Ella se golpeó el mentón, y luego miró a Mai—. Ah, sí... llevar a estos tres chicos fuera de aquí.

—¡Nosotros lo haremos! —Ella lanzó un beso al jefe de la sala humeante, se encogió de hombros en disculpa a Vera, y chasqueó los dedos.

Entonces todas las luces se apagaron.

Capítulo 13

Seis Días
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Webnovela LevyRorni Adaptada Torment. - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRorni Adaptada Torment.

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 08, 2017 3:09 pm

Moviéndonos rápidamente a través del laberinto oscuro, Arriane se movía como si tuviese visión nocturna.

—Manténganse frescos los tres —cantó—. Los sacaré de aquí en un instante.

Ella sostuvo la muñeca de Mai con un estricto control, y Mai, a su vez, la mano de Miles. Miles sostenía la de Shelby, mientras ella maldecía al ultraje de tener que ser la última en la cola de escape.

Arriane los llevaba inequívocamente, y aunque Mai no podía ver lo que estaba haciendo, podía oír a la gente gruñir y gritar mientras Arriane les decía: “¡Lo siento por eso!” “¡Oops!” y “¡Lo siento!”

Los llevó por los pasillos oscuros llenos de turistas ansiosos utilizando sus teléfonos celulares como linternas. Subieron escaleras oscuras, mal ventiladas por el desuso y repletas de cajas de cartón vacías. Por último, ella abrió de una patada una puerta de salida de emergencia, conduciéndolos a un callejón oscuro y estrecho. El callejón estaba escondido entre el Mirage y otro hotel. Una hilera de contenedores de basura enviaba el mal olor de los caros alimentos en descomposición mientras un canal de agua verde formaba un pequeño y vil río, dividiendo el callejón por la mitad. Al frente, en medio de las brillantes y animadas luces de neón en el Strip, un antiguo reloj negro daba las doce.

—Ahhh. —Arriane inhaló profundamente—. El comienzo de otro glorioso día en La Cuidad del Pecado. Me gusta empezar bien, con un gran desayuno. ¿Quién tiene hambre?

—Um... eh... —balbuceó Shelby, mirando a Mai, a continuación a Arriane, y después al casino—. ¿Qué acabas...? ¿Cómo lo…?

La mirada de Miles se fijó en la brillante y jaspeada cicatriz brillante que se extendía por un lado del cuello de Arriane. Mai ya se había acostumbrado a Arriane, pero estaba claro que sus amigos no sabían qué hacer por ella.

Arriane le agitó su dedo a Miles. —Este chico parece como si pudiese comer su peso en galletas. Vamos, conozco un mugriento sitio para comer.

A medida que iban por el callejón hacia la calle, Miles se giró hacia Mai y vocalizó.

—Eso fue impresionante.

Mai asintió. Era lo único que podía hacer para mantener el paso de Arriane mientras trotaba por el Strip. Vera. Ella no podía superarlo. Todos esos recuerdos, vislumbrados en un instante. Habían sido dolorosos y alarmantes, y sólo podía imaginar lo que había sido para Vera. Pero para Mai también había sido profundamente satisfactorio. Más que con ninguna de sus visiones a través de los Mensajeros hasta el momento, esta vez se sentía como si hubiera experimentado una de sus vidas pasadas. Extrañamente, ella había visto también algo que ni siquiera había visto antes. La vida de su anterior yo. Vida que había sido plena y significativa antes de que William hubiese aparecido.

Arriane los llevó a un IHOP7, un estuco edificio que parecía tan antiguo que podría ser anterior a todo lo que había en el Strip. Parecía más claustrofóbico y más triste que otros IHOP.

Shelby entró, empujando la puerta de cristal, haciendo sonar los baratos cascabeles atados con cinta adhesiva en el techo. Ella agarró un puñado de monedas de la taza junto a la caja registradora antes de reclamar un lugar en el rincón más alejado. Arriane se deslizó a su lado, mientras que Mai y Miles tomaron asiento al otro lado del naranja y agrietado sofá de cuero.

Con un silbido y un gesto circular rápido, Arriane ordenó una ronda de café de la rellenita y bella camarera con el lápiz clavado en el pelo. El resto de ellos se centraron en el grueso menú laminado sujeto en espiral. Girar las páginas era una batalla contra el antiguo jarabe de arce, manteniendo toda la cosa junta. Y una buena manera de evitar hablar acerca de los problemas de los que habían escapado por poco.

Finalmente, Mai tuvo que preguntar. —¿Qué estás haciendo aquí, Arriane?

—Ordenando algo con un nombre gracioso. Rooty Tooty8, supongo, ya que aquí no tienen quesadillas. No me decido.

Mai rodó los ojos. Arriane no necesitaba actuar de manera tan evasiva. Era evidente que su esfuerzo de rescate no había sido una coincidencia. —Sabes lo que quiero decir.

—Estos son días extraños, Mai. Yo pensé en pasarlos igualmente en una extraña ciudad.

—Sí, bueno, están a punto de terminar. ¿No están ellos de acuerdo con la tregua de la línea de tiempo?

Arriane dejó su taza de café y acunó la barbilla con la palma de su mano. —Bueno, aleluya. Ellos les están enseñando algo en esa escuela, después de todo.

7 The International House of Pancakes (IHOP) es un restaurante establecido en los Estados Unidos especializado en desayunos.

8 Rooty Tooty : Es un menú del IHOP que contiene dos huevos, dos tiras de tocino, dos salchichas de cerdo, dos tiras de jamón, croquetas de patatas, dos tortitas de mantequilla suave y esponjosa (presumiblemente con un poco de fruta).

—Sí y no —dijo Mai—. Oí a Roland decir algo acerca de cómo William estaría contando los minutos. Él dijo que tenía algo que ver con una tregua, pero no sabía exactamente de cuántos minutos estábamos hablando.

A su lado, el cuerpo de Miles parecía haberse endurecido ante la mención de William. Cuando la camarera llegó para tomar sus órdenes, él las ladró casi empujando el menú hacia ella. —Solomillo y huevos, poco hechos.

—¡Oooh!, varonil —dijo Arriane, mirando a Miles con aprobación en medio del juego pito, pito, gorgorito, dónde vas tú tan bonito. A la era verdadera, pim, pam fuera...9 al que estaba jugando con su menú—. Rooty Tooty Fresh 'n' Fruity10. — Enuncia ella correctamente como si fuese la Reina de Inglaterra, manteniendo una cara recta.

—Pigs in a blancket11 —dijo Shelby—. En realidad, hagan eso y una tortilla de clara de huevo, sin queso. Aw, qué demonios. Pigs in a blancket.

La camarera se dirigió a Mai. —¿Y qué hay de ti, cariño?

—Desayuno simple. —Mai sonrió en tono de disculpa en nombre de sus amigos—. Revueltos, mantenga la carne.

La camarera asintió con la cabeza, yendo hacia la cocina.

—Bueno, ¿y qué más has oído? —Preguntó Arriane.

—Um. —Mai empezó a jugar con la jarra de miel que estaba junto a la sal y la pimienta—. Hubo algunas charlas de… ya sabes… el fin de los tiempos.

Riendo disimuladamente, Shelby salpicó tres pequeñas cucharadas de crema en su café. —¡El Fin de los Tiempos! ¿Realmente crees en esa mierda? Quiero decir, ¿cuántos milenios hemos estado esperando por eso? ¡Y los humanos creen que han sido pacientes por un par de escasos cientos de años! Ja. Como si algo alguna vez fuera a cambiar.

Arriane miró a su alrededor un segundo antes de poner a Shelby en su lugar, pero luego dejó su café. —Cuán grosero de mi parte no presentarme a tus amigos, Mai.

—Um, sabemos quién eres —dijo Shelby.

—Sí, había un capítulo entero de ti en mi libro de Historia de Ángeles en octavo grado —dijo Miles.

9 Es un cántico infantil que se utiliza para elegir algo cuando no sabes que escoger, yo lo puse como se dice en España, por ejemplo en algunos sitios de América Latina lo ponen como de tin marín de dó pingüé cuca la mácara títere fue, yo no fui, fue teté, pégale pégale que ella fue"

10 Es un menú del IHOP que contiene dos huevos, dos tiras de tocino, dos salchichas de cerdo, dos tiras de jamón, croquetas de patatas, dos tortitas de mantequilla suave y esponjosa y que lleva algo de fruta.

11 Blancket: Es una comida que se prepara de diferentes formas de acuerdo al país, pero por lo general es una salchicha (hot dog) envuelta en una masa o en una tira de tocino.

Arriane aplaudió. —¡Y ellos me dijeron que el libro había sido prohibido!

—¿En serio? ¿Estás en un libro? —Mai rió.

—¿Por qué estás tan sorprendida? ¿No me encuentras histórica? —Arriane se volvió hacia Shelby y Miles—. Ahora díganme todo sobre ustedes. Necesito saber con quién ha estado haciendo amigos mi chica.

—Nephilim no practicante, ni creyente. —Shelby levantó su mano.

Miles miraba fijamente su comida. —Y el ineficaz… tátara- tátara- tátara… nieto de enésimo grado de un ángel.

—Eso no es verdad —Mai le dio un golpe al hombro de Miles—. Arriane, debes haber visto cómo nos ayudó a andar a través de la sombra esta noche. Él era estupendo. Eso es por lo que estamos aquí, porque él leyó este libro y lo siguiente ya lo sabes, él podía…

—Sí, me estaba preguntando sobre eso —Arriane dijo sarcásticamente—. Pero me preocupa más esta. —Ella gesticuló hacia Shelby. El rostro de Arriane era mucho más serio de lo que Mai estaba acostumbrada. Incluso sus maníacos y claros ojos azules parecían estables—. No es un buen momento para ser un no-practicante de nada. Todo está en proceso de cambio, pero habrá un ajuste de cuentas. Y tendrás que escoger un lado o el otro.

Arriane se quedó mirando deliberadamente a Shelby. —Tenemos que saber dónde estamos parados.

Antes de que alguien pudiera responder, la mesera reapareció, blandiendo una enorme bandeja marrón de plástico con comida. —Bien, ¿cómo es esto de servicio rápido? —preguntó ella—. Ahora, ¿cuál de ustedes quería los cerdos?

—¡Yo! —Shelby sobresaltó a la mesera con la rapidez con la que alcanzó el plato.

—¿Alguien necesita salsa de tomate?

Ellos sacudieron sus cabezas.

—¿Mantequilla extra?

Mai apuntó abajo, a la bola de helado de mantequilla ya en sus panqueques. — Estamos listos. Gracias.

—Si necesitamos cualquier cosa —dijo Arriane, batiendo abajo el batido de crema con cara feliz en su plato—, gritaremos.

—Oh, sé que lo harán. —La mesera rió entre dientes, metiendo la bandeja bajo su brazo—. Gritan como si el mundo estuviera a punto de acabar.

Después de que se marchara, Arriane fue la única que comió. Ella arrancó un arándano de la nariz del panqueque, lo hizo estallar en su boca y lamió sus dedos con deleite. Finalmente echó un vistazo alrededor de la mesa. —Manos a la obra —dijo Arriane—. No hay nada bueno sobre la carne y los huevos fríos. —Suspiró—. Vamos, chicos. Han leído los libros de historia. Ya saben sobre el entrenamiento.

—Yo no. —dijo Mai—. No sé nada sobre ningún entrenamiento.

Arriane succionó meditativamente de su tenedor. —Buen punto. En ese caso, permíteme presentarte mi versión. La cual es más divertida que los libros de historia, porque de todos modos no censuraré las grandes peleas y las maldiciones y todas las cosas sexys. Mi versión tiene todo, menos el efecto 3D, el cual, tengo que decirlo, es totalmente sobrevalorado. Vieron esa película con… —ella se dio cuenta de todas las miradas en blanco en sus rostros—. Oh, no importa. Bien, esto inicia hace miles de años. Ahora, ¿tengo que ponerles al día con Satanás?

—Emprendió una temprana lucha de poder contra Dios. —La voz de Miles era una monotonía, como si estuviera repitiendo un plan de clase de tercer grado mientras clavaba un poco de carne con su tenedor.

—Antes de eso eran muy cercanos —añadió Shelby, sumergiendo sus cerdos en mantas de miel—. Quiero decir, Dios llamó a Satanás su “estrella de la mañana”. Así que no es como si Satanás no fuera digno o amado.

—Pero él prefirió reinar en el Infierno que servir en el Cielo —intervino Mai. Ella podía no haber leído las historias de Nephilim, pero había leído Paradise Lost12. O al menos, CliffsNotes13.

—Muy bien. —Arriane emitió, inclinándose hacia Mai—. Ya sabes, Gabbe era un gran amigo de las hijas de Milton en sus días. A ella le gusta tomar el crédito por esa frase, y yo soy toda como “¿no eres suficientemente querida ya?” Pero, lo que sea. —Arriane llevó hacia adentro un bocado de los huevos de Mai—. Maldita sea, estos están buenos. ¿Podemos conseguir alguna salsa picante aquí? —Ella bramó hacia la cocina—. Bien, ¿dónde estábamos?

—Satanás —dijo Shelby a través de su boca llena de panqueque.

—Así es. Así que... di lo que quieras acerca de El Diablo Grande14, pero él es… — Arriane sacudió la cabeza—, un poco responsable al introducir la idea de la libre voluntad entre los ángeles. Quiero decir: Él realmente nos dio al resto de nosotros en qué pensar. “¿De qué lado estás?” Considerando la opción, un montón de ángeles cayeron.

12 Paradise Lost :El paraíso perdido es un poema narrativo de John Milton. Milton responde a través de una descripción psicológica de los principales protagonistas del poema: el diablo, Dios, Adán y Eva, cuyas actitudes acaban por revelar el mensaje esperanzador que se esconde tras la pérdida del paraíso original.

13 CliffsNotes: Esta guía de estudio completa proporciona un enfoque único para la lectura de la Santa Biblia y ayuda a los lectores de buceo profundo en el Nuevo Testamento para analizar las enseñanzas de Jesús a través de la poesía y la parábola. La guía también conduce a los lectores a través del Antiguo Testamento, la fundación para el judaísmo y el cristianismo y el faro moral y político de muchas naciones del mundo occidental.

14 El Diablo Grande: En español original.

—¿Cuántos? —preguntó Miles.

—¿Los Caídos? Suficientes para causar algo como un callejón sin salida. —Arriane pareció pensativa por un momento, luego hizo una mueca y gritó a la camarera—. ¡Salsa Picante! ¿Existe en este establecimiento?

—¿Qué hay de los ángeles que cayeron, pero que no se aliaron con…? —Mai se interrumpió, pensando en William. Ella era consciente de que estaba susurrando, pero esto se sentía como algo verdaderamente importante como para estarlo discutiendo a la mitad de una cena. Incluso en un restaurante en su mayor parte vacío en medio de la noche.

Arriane bajó su voz también. —Oh, hay un montón de ángeles que cayeron pero todavía técnicamente están aliados con Dios. Pero entonces están esos que se arrojaron con Satanás. Los llamamos demonios, a pesar de simplemente ser ángeles caídos que tomaron muy malas decisiones. No es como si hubiera sido fácil para alguien. Desde la Caída, ángeles y demonios han estado juntos, dividiéndose en el medio, bla bla bla. —Ella untó mantequilla en el panqueque.

—Pero todo eso puede estar a punto de cambiar. Mai miró hacia sus huevos, incapaz de comer.

—Así que, um, antes, tú parecías estar sugiriendo que mi lealtad tenía algo que ver con eso... —Shelby parecía ligeramente menos dudosa de lo que generalmente estaba.

—No la tuya exactamente —Arriane sacudió la cabeza—. Sé que se siente como si todos nosotros hubiéramos estado en “veremos” por siempre. Pero al final, va a bajar un poderoso ángel escogiendo un lado. Cuando eso ocurra, la balanza finalmente se inclinará. Ahí es cuando importa en qué lado estás.

Las palabras de Arriane recordaron a Mai ser encerrada con llave en toda la subida en esa pequeña capilla con la señora Sophia, como ella se mantuvo diciendo que el destino del universo tenía algo que hacer con Mai y William. Había sonado loco en el momento. Y aunque Mai pensó no estar exactamente segura de lo que todos estaban hablando, ella sabía que tenía que ver con William regresando por aquí.

—Es William —ella dijo suavemente—. El ángel que puede inclinar la balanza es William.

Eso explicaba la agonía que él llevaba todo el tiempo, como una maleta de dos toneladas. Eso explicaba por qué él había estado lejos de ella tanto tiempo. Lo único que no explicaba era por qué parecía haber algunas preguntas en la mente de Arriane acerca de qué lado de la balanza se inclinaría. Qué lado ganaría la guerra.

Arriane abrió la boca, pero en vez de responder, atacó el plato de Mai de nuevo. — ¿Puedo conseguir un poco de la maldita salsa picante aquí? —Gritó.

Una sombra cayó sobre la mesa. —Te daré algo llameante.

Mai miró detrás de ella y retrocedió la vista: un chico muy alto con un abrigo largo marrón, desabotonado para que Mai pudiera ver un destello de algo plateado metido dentro de su cinturón. Tenía la cabeza rapada, una delgada y recta nariz, y una boca llena de dientes perfectos. Y ojos blancos. Ojos totalmente vacíos de color. Sin iris, sin pupilas, nada en absoluto.

Su expresión extraña y vacante le recordó a Mai a la chica Desterrada. A pesar de que Mai no hubiera visto lo suficientemente cerca a la chica para entender lo que estaba mal con sus ojos, ahora tenía una conjetura bastante buena.

Shelby miró al chico, tragó con fuerza, y se remetió en su desayuno. —Nada que ver conmigo —mascullo.

Ahórratelo —Arriane le dijo al chico—. Puedes poner tu puño en el sándwich que estoy a punto de servirte.

Mai miró con los ojos ensanchados cuando la diminuta Arriane se levantó y limpió sus manos en sus vaqueros. —Vuelvo en seguida, chicos. Oh, y, Mai, recuérdame regañarte por esto cuando vuelva. —Antes de que Mai pudiera preguntar qué tenía ese chico que hacer con ella, Arriane lo había agarrado por el lóbulo de la oreja, lo había torcido fuertemente, y golpeó ruidosamente su cabeza contra el cristal de la vitrina cercana a la barra.

El ruido rompió la pereza tranquila de la tarde-noche del restaurante. El chico aulló como un niño cuando Arriane torció su oreja del otro lado y se subió encima de él. Bramando en dolor, empezó a dar saltos bruscos con su delgado cuerpo hasta que arrojó a Arriane lejos, y sobre la vitrina.

Ella rodó a lo largo de su longitud y se detuvo al final, derribando una tarta de merengue de limón de mucha altura, luego saltó a sus pies en la barra. Dio un salto mortal hacia él y lo atrapó por el cuello con las piernas, entonces se puso a trabajar golpeando su rostro con sus pequeños puños.

—¡Arriane! —Gritó la mesera—. ¡No en mis pasteles! ¡Trato de ser tolerante! ¡Pero necesito de mi sustento para cuidarme!

—Oh, ¡bien! —Gritó Arriane—. Vamos a llevarlo a la cocina. —Ella soltó al chico, que se deslizó hasta el suelo, y le dio una patada con su tacón de plataforma. Él tropezó ciegamente hacia la puerta que daba a la cocina del restaurante—. Vamos, ustedes tres — llamó a su mesa—. Bien podrían aprender algo.

Miles y Shelby arrojaron sus servilletas, recordándole a Mai a los niños en Dover que acostumbraban a dejarlo todo y salir corriendo por los pasillos gritando “¡Pelea! ¡Pelea!” en cualquier momento cuando había un mínimo rumor de una riña.

Mai siguió detrás, un poco más vacilante. Si Arriane estaba sugiriendo que este chico había aparecido a causa suya, esto levantaba muchas otras preguntas descabelladas. ¿Qué pasa con las personas que habían tomado a Dawn? ¿Y por qué dispararon flechas a la chica Desterrada que Cam había matado en Noyo Point?

Un fuerte golpe sonó desde el interior de la cocina y tres hombres aterrorizados con delantal sucio salieron rápidamente. Para el momento en que Mai se colocó junto a ellos a través de la puerta giratoria, Arriane estaba sujetando con fuerza al chico con el pie en su cabeza, mientras que Miles y Shelby lo ataban con el tipo de hilo utilizado para asegurar un filete.

Sus ojos vacíos miraron a Mai, pero también a través de ella.

Lo habían amordazado con un trapo de cocina, así que Arriane se burló. —¿Quieres relajarte un poco? ¿En el refrigerador de la carne? —El chico sólo podía gemir. Él había dejado de poner cualquier tipo de lucha.

Agarrándolo por el cuello, Arriane lo arrastró a través del suelo hacia la cámara frigorífica, le dio unas patadas más en buena medida, entonces cerró la puerta con calma. Ella quitó el polvo a sus manos y se volvió hacia Mai con un gesto de represión en su rostro.

—¿Quién está detrás de mí, Arriane? —La voz de Mai estaba temblando.

—Un montón de gente, nena.

—¿Era eso…? —Mai pensó en su reunión con Cam— ¿un Desterrado?

Arriane se aclaró la garganta. Shelby tosió.

—William dijo que no podía estar conmigo porque atraía demasiado la atención. Me dijo que estaría a salvo en Shoreline, pero fueron allí también.

—Sólo porque rastrean tu camino. Tú atraes la atención también, Mai. Y cuando estás en el mundo rompiendo casinos, podemos sentirlo. Eso va para los chicos malos, también. Es por eso que estás en esa escuela en primer lugar.

—¿Qué? —Dijo Shelby—. ¿Ustedes la esconden con nosotros? ¿Qué pasa con nuestra seguridad? ¿Y si esta gente Desterrada sólo se presenta en la escuela?

Miles no dijo nada, sólo miraba con alarma de Mai a Arriane.

—¿No entiendes qué es el camuflaje Nephilim? —Preguntó Arriane—. ¿William no te dijo sobre su… como es… la coloración de protección?

La mente de Mai volvió a la noche en que William la dejó en Shoreline. —Tal vez ha dicho algo acerca de un escudo, pero... —Había tantas cosas dando vueltas en su cabeza esa noche. Había sido suficiente con intentar procesar que William la dejaría. Ahora, ella sintió una oleada de náuseas de culpa—. Yo no entendía. No dio más detalles, sólo repetía que tenía que quedarme en el campus. Pensé que estaba siendo demasiado protector.

—William sabe lo que está haciendo. —Arriane se encogió de hombros—. La mayoría de las veces. —Ella metió su lengua en la esquina de su boca pensativamente—. Bueno, a veces. De vez en cuando.

—¿Quieres decir que después de eso no puede verla cuando ella está con un grupo de Nephilim? —Ese fue Miles, que parecía haber encontrado su lengua otra vez.

—En realidad, un Desterrado no puede ver todo —dijo Arriane—. Estaban cegados durante la revuelta. Yo estaba aparte de la historia… ¡lo que es bueno! Los ojos puestos fuera y todo el jazz de Edipo. —Suspiró—. Oh, bueno. Sí, los Desterrados. Pueden ver la llama de tu alma… que es mucho más difícil de ver cuando estás con un montón de Nephilim.

Los ojos de Miles se agrandaron. Shelby se mordía nerviosamente las uñas.

—Así que esa es la forma en que confundió a Dawn.

—No es como si fueras un niño congelado esta noche, de todos modos —dijo Arriane—. Infierno, es la forma en que te encontré. Eres como una vela en una cueva oscura aquí. —Cogió una lata de crema batida del mostrador y se disparó un chorro en la boca—. Me gusta un poco de crema después de una pelea. —Bostezó, lo que hizo a Mai mirar el reloj digital de color verde sobre el mostrador. Eran las dos y media de la mañana—. Bueno, tanto como me encanta patear culos y tomar nombres, ustedes tres están pasando el toque de queda. —Arriane silbó entre dientes y una gota gruesa de un Mensajero sangró de las sombras debajo de las mesas de la preparatoria—. Nunca hago esto, ¿de acuerdo? Si alguien pregunta, yo nunca hago esto. Viajar en Mensajeros es m-u-y peligroso. ¿Escuchaste eso, héroe? —dijo golpeando la frente a Miles, luego chasqueó sus dedos. La sombra recuperó al instante la forma de una puerta perfecta en el centro de la cocina—. Pero estoy aquí en este momento y es la forma más rápida de llegar a casa y llevarlos a un lugar seguro.

—Bien —dijo Miles, como si estuviera tomando notas.

Arriane negó con la cabeza. —No te hagas ilusiones. Te voy a llevar de vuelta a la escuela, donde te quedarás —hizo contacto visual con cada uno de ellos—. O tendrás que responderme.

—¿Tú vienes con nosotros? —Preguntó Shelby, finalmente, mostrando sólo un pequeño atisbo de respeto hacia Arriane.

—Míralo de esta manera. —Arriane guiñó un ojo a Mai—. Te has convertido en una especie de cohete. Alguien tiene que mantener un ojo sobre ti.

Viajar con Arriane fue aún más suave de lo que había sido en el camino a Las Vegas. Se sentía como entrar a casa después de estar fuera en el sol: La luz era un poco tenue cuando cruzó la puerta, pero parpadeó un par de veces y se acostumbró a ella. Mai se decepcionó un poco cuando se encontró de nuevo en su dormitorio después de el flash y la emoción de Las Vegas. Pero entonces pensó en Dawn y en Vera. Casi decepcionada. Sus ojos se fijaron en todos los signos familiares que estaban de vuelta: dos literas sin hacer, el desorden de las plantas en el alféizar de la ventana, las colchonetas de yoga de Shelby apiladas en la esquina, la copia de Steven de la República de Platón en el escritorio de Mai y una cosa que no esperaba ver. William, vestido de negro, prendiendo fuego en el hogar.

—¡Aaaugh! —Gritó Shelby, cayendo de nuevo en brazos de Miles—. ¡Quieres aterrorizarme con el infierno! Y en mi propio lugar de refugio. No es gracioso, William. — Dijo, lanzándole una mala mirada a Mai, como si hubiera tenido algo que ver con su aparición.

William, ignorando a Shelby, le dijo con calma a Mai: —Bienvenida de nuevo.

Ella no sabía si correr a él o echarse a llorar. —William.

—¿William? —Jadeó Arriane. Sus ojos se abrieron como si hubiera visto un fantasma.

William se quedó inmóvil, no tenía previsto encontrarse con Arriane, tampoco. —Yo… yo apenas la necesito un momento. Luego me voy. —Parecía culpable, incluso asustado.

—Bien —dijo Arriane, agarrando a Miles y Shelby por la nuca—. Nos estábamos yendo. Ninguno de nosotros lo vio aquí. —Se los llevó con ella—. Te buscaremos más tarde, Mai.

Shelby parecía que no podía salir del dormitorio con la suficiente rapidez. Los ojos de Miles la miraron tempestuosos, y se quedaron fijos en Mai hasta que Arriane prácticamente lo lanzó al pasillo, cerrando la puerta detrás de ellos con un gran golpe. Entonces William se acercó a Mai. Ella cerró los ojos y dejó que el calor de su cercanía le llegara. Inhalándolo, feliz de estar en casa. Shoreline no era su casa, pero William la hacía sentir en casa. Incluso cuando estaba en los lugares más extraños. Aun cuando su relación era un desastre.

Así se veía ahora.

No la estaba besando aun, ni siquiera la había abrazado. Se sorprendió de que ella quisiera que él hiciera esas cosas, incluso después de todo lo que había visto. La ausencia de su toque le causó un profundo dolor en el pecho. Cuando abrió los ojos, estaba de pie allí, a escasos centímetros de distancia, estudiando minuciosamente cada parte de ella con sus ojos violeta.

—Me asustaste.

Ella nunca le había oído decir eso. Estaba acostumbrada a ser ella la única que tenía miedo.

—¿Estás bien? —Preguntó.

Mai negó con la cabeza. William le tomó la mano y la guió sin decir palabra a la ventana, fuera de la abrigada habitación cerca del fuego y de nuevo en la noche fría, sobre la cornisa de la ventana por donde había llegado a ella antes.

En el cielo, la luna era alargada y pequeña. Las lechuzas estaban durmiendo en los bosques de secuoyas. Desde aquí Mai podía ver las olas rompiendo suavemente en la orilla, por el otro lado del campus, una sola luz en lo alto del albergue de los Nephilim, pero no podía decir si era de Francesca o de Steven.

Ella y William se sentaron en la cornisa, balanceando las piernas. Se apoyó en la ligera inclinación de la cubierta detrás de ellos y miró a las tenues estrellas, que se hallaban escondidas en el cielo, como si estuvieran envueltas por el más fino halo de una nube. No pasó mucho tiempo antes de que Mai se echara a llorar.

Porque él estaba enojado con ella o porque ella estaba enojada con él. Debido a que su cuerpo había pasado por tantas cosas, dentro y fuera de los Mensajeros, a través de las fronteras estatales, en el pasado reciente y de vuelta aquí. Debido a que su corazón y su cabeza estaban enredados y confundidos, y estar cerca de William lo complicaba aun más. Debido a que Miles y Shelby parecían odiarlo. Debido al terror en el rostro de Vera cuando reconoció a Mai. Debido a todas las lágrimas que su hermana debió haber llorado por ella, y debido a que Mai la había herido de nuevo al presentarse a la mesa de Blackjack. Debido a todas sus familias anteriores, sumidos en la tristeza porque sus hijas tuvieron la mala suerte de ser la reencarnación de una niña tonta en el amor. Porque pensar en esas familias hacía que Mai quisiera desesperadamente ver a sus padres de nuevo en Thunderbolt. Porque ella era responsable por el secuestro de Dawn. Porque ella tenía diecisiete años, y aún estaba con vida, contra miles de años de probabilidades. Porque ella sabía lo suficiente como para temer lo que el futuro traería. Porque, mientras tanto, eran las tres y media de la mañana, y ella no había dormido en días, y no sabía qué más hacer.

Ahora él la sostenía, cubriendo su cuerpo con su calidez, mientras ella se apretaba contra él, que la mecía en sus brazos. Ella sollozaba e hipaba y deseaba un pañuelo para sonarse la nariz. Se preguntó cómo era posible sentirse tan mal por tantas cosas a la vez.

—Shhh —William susurró—. Shhh.

Hace unos días, ella había estado enferma viendo a William enamorado en el olvido, en ese Mensajero. La ineludible violencia pegada a su relación parecía insuperable. Pero ahora, especialmente después de hablar con Arriane, Mai podía sentir que algo grande venía. Algo había cambiado, tal vez todo el mundo cambiara con Mai y William flotando justo en el borde. Estaba alrededor de ellos, en el éter, y afectaba la forma en que ella veía, y William también.

El aspecto desvalido que había visto en sus ojos en esos momentos justo antes de morir. Ahora se sentía como si estuvieran en el pasado. Recordó la forma en que la había mirado después de su primer beso en esta vida en la playa pantanosa cerca de Espada y Cruz. El sabor de sus labios sobre los de ella, la sensación de su aliento en su cuello, sus manos fuertes envueltas alrededor de ella. Todo había sido tan maravilloso, excepto por el miedo en sus ojos.

Pero William no la había mirado así desde hace tiempo. La forma en que la miraba era como que no se rendiría. Él la miró como si fuera a quedarse, casi como si tuviera que hacerlo. Las cosas eran diferentes en esta vida. Todo el mundo lo decía, y Mai podía sentirlo también: una revelación de crecimiento cada vez mayor dentro de ella.

Ella se había visto morir a sí misma, y sobrevivió. William no tenía que asumir su castigo solo. Era algo que podrían hacer juntos.

—Quiero decir algo —dijo contra su camisa, secándose los ojos con la manga—. Quiero decirlo antes de hablar de cualquier cosa.

Podía sentirle la barbilla cepillando la parte superior de su cabeza. Él asentía con la cabeza.

—Sé que tienes que tener cuidado con lo que me dices. Sé que he muerto antes. Pero no me iré a ninguna parte esta vez, William, puedo sentirlo. Al menos no sin una lucha. — Ella trató de sonreír—. Creo que nos va a ayudar dejar de tratarme como si fuera una frágil pieza de vidrio. Así que te pido, como tu amiga, como tu novia, como tú sabes, el amor de tu vida, que des un poco más por mí. De lo contrario me siento aislada y ansiosa y…

Él le cogió la barbilla con el dedo y echó la cabeza hacia arriba. Estaba mirándola con curiosidad. Ella esperó a que la interrumpiera, pero no lo hizo.

—No puedo dejar Shoreline —continuó—. Me fui porque no entendía por qué importaba. Y puse a mis amigos en peligro a causa de ello.

William giró su cara hacia él. Sus ojos violetas brillaban prácticamente. —He fracasado muchas veces antes —susurró—. Y en esta vida quizás me equivoqué siendo cauteloso. Yo debería haber sabido que pasarías cualquier prueba que te hicieran. No podrías ser... la chica que amo si no lo hicieras. —Mai esperó a que sonriera para ella. Él no lo hizo—. Hay tantas cosas en juego en esta ocasión. He estado tan enfocado en…

—Ellos son los que tomaron a tu amiga —dijo William—. Difícilmente pueden identificar entre la derecha de la izquierda, y mucho menos de qué lado están trabajando.

Mai pensó en la niña a la que Cam había disparado con la flecha de plata, en el chico guapo de ojos vacíos en el comedor. —Debido a que son ciegos.

William miró sus manos, frotándose los dedos juntos. Parecía como si fuera a estar enfermo. —Ciegos pero letales. —Se acercó a ella y trazó uno de sus rizos rubios con el dedo—. Fuiste inteligente tiñéndote cabello. Te mantuvo a salvo cuando yo no podía llegar lo suficientemente rápido.

—¿Inteligente? —Mai se horrorizó—. Dawn podría haber muerto debido a que tenía en mis manos una botella barata de agua oxigenada. ¿Cómo es eso inteligente? Si... si me tiñera el pelo de negro mañana, ¿significa que los Desterrados serían capaces de encontrarme?

William, más o menos, negó con la cabeza. —No deberían encontrar tu camino en este campus en lo absoluto. Nunca deberían ser capaces de poner sus manos en ninguno de ustedes. Estoy trabajando día y noche para protegerte a ti y a la escuela entera. Alguien los está ayudando, y no sé quién.

—Cam. —¿Qué más podría estar haciendo aquí?

Pero William negó con la cabeza. —Quienquiera que sea, se va a arrepentir.

Mai cruzó los brazos sobre su pecho. Su rostro todavía se sentía caliente de tanto llorar. —¿Supongo que esto quiere decir que no iré a casa para Acción de Gracias? —Ella cerró los ojos, tratando de no tener una imagen triste de sus padres—. No puedo responderte eso.

—Por favor. —La voz de William era seria—. Es sólo un poco más.

Ella asintió con la cabeza. —La tregua temporal.
—¿Qué? —Se apoderó de sus hombros con fuerza—. ¿Cómo dices?

—Ya lo sé. —Mai esperaba que no pudiera sentir que su cuerpo había comenzado a temblar. Se puso peor cuando ella trató de actuar más segura de lo se sentía—. Y sé que en algún momento cercano, tú inclinarás la balanza entre el Cielo y el Infierno.

—¿Quién te dijo eso?

William fue arqueando los hombros hacia atrás, lo que ella sabía que significaba que estaba tratando de mantener sus alas sin desplegar.

—Yo me lo imaginé. Pasan muchas cosas aquí cuando tú no estás.

Un toque de envidia pasó por los ojos de William. Al principio se sentía casi bien ser capaz de provocar eso en él, pero Mai no quiso darle celos. Sobre todo con tantas cosas mejores a mano.

—Lo siento —dijo—. Lo último que necesitas ahora es que te distraiga. Lo que estás haciendo... suena como algo muy importante.

Ella lo dejó ahí, con la esperanza de que William se sintiera lo suficientemente cómodo para decirle más. Esta era la conversación más abierta, honesta y madura que había tenido, quizás nunca.

Pero, luego, demasiado pronto, la nube que ni siquiera ella sabía que había estado temiendo pasó por el rostro de William. —Sácate todo eso de la cabeza. No sabes lo que crees saber.

La decepción inundó el cuerpo de Mai. Todavía la trataba como una niña. Un paso adelante, diez pasos hacia atrás.

Ella levantó sus pies y se puso de pie en la cornisa.

—Yo sé una cosa, William —dijo ella, mirándole fijamente—. Si fuera yo, no sería una pregunta. Si el universo entero estuviera esperándome para inclinar la balanza, yo elegiría el lado del bien.

Lo ojos violetas de William miraban hacia adelante, hacia el bosque sombrío.

—Acabas de elegir bien —repitió. Su voz sonaba entre adormecida, triste y desesperada. Más triste de lo que nunca lo había escuchado.

Mai tuvo que resistir el impulso de agacharse y pedir disculpas. En su lugar, se dio la vuelta, dejando a William atrás. ¿No era obvio que él tenía que elegir el bien? ¿Lo dudaría alguien?

Capítulo 14

Cinco Días
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Oct 09, 2017 2:44 pm

Alguien los había delatado.

El domingo por la mañana, mientras el resto del campus aún estaba en temprana calma, Shelby, Miles y Mai se sentaron a un lado de la oficina de Francesca a la espera de ser interrogados. Su oficina era más amplia que la de Steven y más clara también, con un alto techo inclinado y grandes ventanas con vistas al bosque del norte, cada una con cortinas gruesas de terciopelo color lavanda, separadas para mostrar un cielo azul impactante.

Una gran fotografía enmarcada de una galaxia, colgada sobre el escritorio de mármol, era la única pieza de arte de la habitación. Las sillas estilo barroco en las que se sentaron eran elegantes pero incómodas. Mai no podía dejar de estar inquieta.

—Dato anónimo, mi trasero —murmuró Shelby citando el duro correo que habían recibido cada uno de Francesca esta mañana—. Este inmaduro chismoso huele a Lilith.

Mai no pensaba que fuera posible que Lilith —o cualquiera de los estudiantes realmente— hubiera sabido que ellos habían dejado el campus. Alguien más había involucrado a sus profesores en esto.

—¿Por qué se demoran tanto? —Miles asintió hacia la oficina de Steven al otro lado de la pared, donde podían oír a sus profesores discutiendo en voz baja.

—Es como si ya vinieran con nuestro castigo sin ni siquiera saber el resto de la historia. —Él mordió su labio inferior—. ¿Cuál es nuestro lado de la historia, por cierto?

Pero Mai no estaba escuchando. —Realmente no veo qué es tan difícil —dijo, sosteniendo el aliento, más para ella misma que para los demás—. Debes escoger un lado y seguir adelante.

—¿Huh? —dijeron al unísono Miles y Shelby.

—Lo siento —dijo Mai—. Es sólo… tú sabes, ¿lo que Arriane dijo sobre inclinar la balanza, la otra noche? Le conté a William, y se volvió muy raro, de verdad. ¿No es obvio que aquí hay una respuesta correcta y una equivocada?

—Es obvio para mí —dijo Miles—. Hay una buena elección y una mala.

—¿Cómo puedes decir eso? —Preguntó Shelby—. Esa clase de pensamiento es exactamente lo que nos metió en este lío en primer lugar. ¡La fe ciega! Aceptación de una dicotomía prácticamente obsoleta.

Su rostro estaba tomando un color rojo y su voz se había vuelto tan ruidosa que Steven y Francesca probablemente la habían oído.

—Estoy tan cansada de todos esos ángeles y demonios tomando lados... blah blah blah, ellos son malos, no, ellos son malos, siguen y siguen, como si supieran qué es lo mejor para todos en el universo.

—¿Así que estas sugiriendo que William está aliado con el mal? —Se burló Miles—. ¿Trayendo el fin del mundo?

—Me importa muy poco lo que William está haciendo —dijo Shelby—. Y francamente me resulta difícil creer que todo depende de él, de todos modos.

Pero tenía que ser así. Mai no podía pensar en otra explicación.

—Mira, tal vez las líneas no están cortadas tan claramente como pensamos que estaban —continuó—. Quiero decir, ¿quién dice que Lucifer es tan malo...?

—Um, todo el mundo —dijo Miles, mirando a Mai por apoyo.

—Mal —ladró Shelby—. Un grupo muy persuasivo de ángeles que buscan mantener su estatus quo. Sólo porque ganaron una gran batalla hace mucho tiempo, ellos piensan que les da el derecho.

Mai observó las cejas levantadas de Shelby mientras ella se desplomaba contra el respaldo rígido de su silla. Sus palabras la hicieron pensar sobre algo que había oído en otra parte…

—Los vencedores reescribirán la historia —murmuró. Eso era lo que Cam le había dicho ese día en el Noyo Point. ¿No era eso a lo que se refería Shelby? ¿Que los perdedores terminarán con una mala reputación? Ambos puntos de vista eran similares —por supuesto, Cam era legítimamente malo, ¿verdad? Y Shelby sólo estaba hablando.

—Exacto. —Shelby asintió hacia Mai—. Espera... ¿Qué?

Sólo entonces Francesca y Steven caminaron a través de la puerta. Francesca se sentó en la silla negra giratoria de su escritorio. Steven estaba detrás de ella, sus manos descansando ligeramente en el respaldo de la silla.

Parecía como Brisa en sus Jeans y una camisa bien planchada mientras Francesca lucía severa en su vestido negro a medida con el cuello rígido de corte cuadrado.

Trajo a la mente de Mai el pensamiento de Shelby sobre líneas difusas y las connotaciones de palabras como “ángel” y “demonio”. Por supuesto, era superficial hacer juicios basados únicamente en la ropa de Steven y Francesca, pero, de nuevo, no era sólo eso. De muchas maneras, era fácil de olvidar quién era quién.

—¿Quién va primero? —preguntó Francesca, descansando sus manos con manicura entrelazadas en el escritorio de mármol—. Sabemos qué pasó, así que ni se molesten en hablar de esos detalles. Esta es su oportunidad de decirnos por qué.

Mai inhaló profundo. A pesar que había estado para que Francesca regresara a la habitación, pronto ella no quería que Shelby o Miles la cubrieran.

—Fue mi culpa —dijo ella—. Quería... —Ella miró la elaborada expresión de Steven, luego miró hacia abajo a su regazo.

—Vi algo en los Mensajeros, algo sobre mi pasado, y quería ver más.

—¿Entonces fuiste a dar una vuelta peligrosa, un paseo no autorizado a través de un mensajero, poniendo en peligro a dos de tus compañeros, quienes deberían haberlo pensado mejor... el día después que otro de tus compañeros fuera secuestrado? — preguntó Francesca.

—Eso no es justo —dijo Mai—. Usted fue la única que minimizó lo que le sucedió a Dawn. Pensamos que íbamos a buscar algo, pero...

—¿Pero…? —Acusó Steven—. ¿Pero ahora te das cuenta de lo absolutamente estúpida que era esa línea de pensamiento?

Mai se agarró a los apoyabrazos de su silla, tratando de contener las lágrimas. Francesca estaba enojada con ellos tres, pero parecía que toda la furia de Steven estaba enfocada únicamente en Mai. No era justo.

—Sí, está bien, nos escapamos de la escuela y fuimos a las Vegas —dijo ella finalmente—. Pero la única razón por la que estábamos en peligro fue porque usted me mantuvo en la oscuridad. Usted sabía que alguien estaba detrás de mí y probablemente sabía por qué. No hubiera dejado el campus si me lo hubiera dicho.

Steven miró a Mai con ojos de fuego. —Si estás diciendo que honestamente debemos ser tan explícitos contigo, Mai, entonces estoy decepcionado. —Él puso la mano en el hombro de Francesca—. Tal vez tenías razón sobre ella, querida.

—Espere... —dijo Mai.

Pero Francesca hizo una señal de detenerla con su mano.

—Necesitamos ser explícitos también sobre el hecho de que la oportunidad que se te ha dado en Shoreline en cuanto a educación y crecimiento personal es, para ti, ¿una experiencia de miles de años? —Una mancha rosada se formó en sus mejillas—. Has creado una situación muy incómoda para nosotros. La escuela en general —ella hizo un gesto a la parte sur del campus—, tiene detenciones, y sus programas de servicio comunitario para estudiantes que se salen de la línea. Pero Steven y yo no tenemos un sistema de castigo como tal. Hemos tenido la fortuna hasta ahora de tener estudiantes que no cruzaron nuestros muy indulgentes límites.

—Hasta ahora —dijo Steven, mirando a Mai—. Pero Francesca y yo estamos de acuerdo en que una rápida y severa sentencia debe ser dictada.

Mai se inclinó en la silla.

—Pero Shelby y Miles no...

—Exacto —Francesca asintió—. Por lo que, cuando sean despedidos, Shelby y Miles se reportaran al Sr. Kramer en la escuela principal de servicio a la comunidad. El Festival anual de la cosecha de Shoreline comienza mañana. Así que tendrá trabajo para ustedes.

—Qué fácil —dejó salir Shelby, mirando a Francesca—. Quiero decir, el festival de la cosecha suena como mi clase de diversión.

—¿Qué hay de Mai? —preguntó Miles.

Los brazos de Steven se cruzaron, y sus complicados ojos avellana miraron hacia abajo a Mai sobre la montura de sus gafas.

—En efecto, Mai no tiene permiso de salir.

¿No tenía permiso de salir? ¿Eso es todo?

—Clases, comida, dormitorio. —Francesca recitó—. Hasta que escuche algo diferente de nosotros, y mientras esté bajo nuestra supervisión, esos son los únicos lugares que le son permitidos, y nada de sumergirse en los mensajeros. ¿Entendido?

Mai asintió.

Steven agregó: —No nos provoques de nuevo. Incluso nuestra paciencia llega a un final.

Clase-comidas-dormitorio, no dejaba a Mai muchas opciones un domingo por la mañana. El alojamiento era oscuro y el comedor no abría hasta las once. Después que Miles y Shelby salieran arrastrando los pies de mala gana hacia el campamento del Sr. Kramer, Mai no tuvo más remedio que volver a su habitación.

Ella cerró la cortina de la ventana que a Shelby le gustaba dejar siempre abierta, luego se hundió en la silla de su escritorio. Podría haber sido peor. En comparación con las celdas de hacinamiento en solitario de bloques de cemento en Espada y Cruz, casi parecía como si todo fuera más fácil.

Nadie estaba sellando un par de pulseras de seguimiento en su mano. De hecho, Steven y Francesca le habían dado prácticamente las mismas restricciones que William. La diferencia era que sus profesores sí podían observarla día y noche. William, por su parte, no debía estar allí en absoluto.

Molesta, encendió el computador, casi esperando que su acceso a Internet estuviera restringido. Pero ella inició sesión como de costumbre y encontró tres mensajes de sus padres y uno de Callie. Tal vez el lado bueno de estar encerrada era que estaría obligada a tener finalmente un mejor contacto con sus amigos y familiares.

Para: maitep44@gmail.com

De: thegaprices@aol.com

Enviado: Viernes, 11/20 at 8:22 am

Asunto: Perro—Pavo

¡Mira esta foto! Vestimos a Andrew de Pavo para la fiesta de otoño del vecindario, como puedes ver las marcas de mordidas en las plumas: Le encantaron ¿Qué crees? ¿Deberíamos hacer que lo usara de nuevo para cuando vengas para acción de gracias?

Para: maitep44@gmail.com

De: thegaprices@aol.com

Enviado: Viernes, 11/20 at 9:06 am

Asunto: Pd

Tu padre leyó mi mensaje y pensó que tal vez te había hecho sentir mal. Ningún sentimiento de culpa, cariño.

Si se les permite volver a casa para Acción de gracias, nos encantaría... si no puedes, re programaremos para otro momento. Te amamos.

Para: maitep44@gmail.com

De: thegaprices@aol.com

Enviado: Sábado, 11/21 at 12:12 am

Asunto: Sin asunto

Déjanos saber de todos modos ¿de acuerdo?, besos y abrazos. Mamá.

Mai sostuvo su cabeza en sus manos. Había estado equivocada. Todos los castigos del mundo no harían más fácil responderles a sus padres. Ellos vestían a su Poodle como un pavo, ¡por Dios!, le rompía el corazón pensar en decepcionarlos. Así que se demoró abriendo el mensaje de Callie.

Para: maitep44@gmail.com

De: callieallieoxenfree@gmail.com

Enviado: Viernes, 11/20 at 4:14 pm

Asunto: ¡AQUÍ ESTÁ!

Creo que la reserva del vuelo habla por sí misma. Mándame tu dirección y tomaré un taxi cuando llegue el jueves por la mañana. ¡Mi primera vez en Georgia! ¡Con mi más antigua y mejor amiga! ¡Va a ser taaaan divertido! ¡Te veo en SEIS DIAS!

En menos de una semana, la mejor amiga de Mai estaría apareciendo en la casa de sus padres, sus padres estarían esperándola, y Mai estaría justo aquí, encerrada en su dormitorio. Una enorme tristeza la engulló. Habría dado cualquier cosa por ir con ellos, pasar algunos días con gente que la amaba, que le daría un descanso de las agotadoras y confusas dos semanas que había pasado encadenada en esas paredes de madera.

Ella abrió un nuevo mensaje apresurado, integrado por un mensaje apresurado.

Para: cole321@swordandcross.edu

De: mp44@gmail.com

Enviado: Domingo, 11/22 at 9:33 am

Hola, Sr Cole. No voy a rogarle que me deje ir a casa para Acción de Gracias. Conozco una desesperada pérdida de esfuerzo cuando veo una. Pero no tengo el corazón para decirles a mis padres ¿Les dejaría saber? Dígales que lo siento. Las cosas están bien. Más o menos. Estoy nostálgica.

Mai.

Un golpe en la puerta hizo saltar a Mai, y dio clic en enviar, sin revisar los errores tipográficos o admisiones embarazosas de emoción.

—¡Mai! —La voz de Shelby se escuchó desde el otro lado—. ¡Abre! Mis manos están llenas de basura del festival de la cosecha. Quiero decir, generosidad. —Los golpes continuaron en el otro lado de la puerta, más fuertes ahora, con un ocasional lloriqueo.

Abriendo la puerta, Mai se encontró con una jadeante Shelby, caída bajo el peso de una enorme caja de cartón. Había varias bolsas de plástico a través de sus dedos. Sus rodillas temblaban cuando se tambaleó en la habitación.

—¿Puedo ayudarte con algo? —Mai tomó el ligero cuerno de la abundancia de mimbre que descansaba en la cabeza de Shelby como un sombrero cónico.

—Me pusieron en decoraciones —Shelby se quejó, lanzando la caja al suelo—. Daría cualquier cosa por estar en la basura como Miles. ¿Sabes lo que pasó la ultima vez que alguien usó la pistola de silicona?

Mai se sintió responsable por los castigos de Shelby y Miles. Se imaginó a Miles peinando la playa con una de esas varas para basura que había visto en convictos a la orilla de la vía en Thunderbolt.

—Ni siquiera sé lo que es el festival de la cosecha.

—Odioso y pretencioso, eso es lo que es —dijo Shelby, cavando a través de la caja y tirando las bolsas de plástico llenas de plumas al suelo, tubos de brillos, y una resma de papel de construcción de color otoño—. Es básicamente un gran banquete donde todos los donantes de Shoreline recaudan fondos para la escuela. Todos vuelven a casa sintiéndose caritativos porque descargaron unas pocas latas de judías verdes de un banco de alimentos en Fort Bragg. Ya verás mañana por la noche.

—Lo dudo —dijo Mai—. Estoy castigada, ¿recuerdas?

—No te preocupes, serás arrastrada a esto, algunos de los mayores donantes son ángeles defensores, así que Frankie y Steven tienen que poner un espectáculo. Lo que significa que todos los Nephilim tenemos que estar ahí, sonriendo.

Mai frunció el ceño, mirando su reflejo no Nephilim en el espejo. Otra razón más por la que debería quedarse aquí.

Shelby maldijo en voz baja. —Dejé la estúpida pintura del pavo en la oficina del Sr Kramer —dijo ella, poniéndose de pies y dándole una patada a la caja de decoraciones—. Tengo que volver, —Cuando Shelby pasó junto a ella hacia la puerta, Mai perdió el balance y empezó a tambalearse, tropezó con la caja y su pie se atascó en algo frío y húmedo mientras caía.

Aterrizó primero en el suelo de madera, la única cosa que detuvo su caída fue la bolsa de plumas, que pareció soltar pelusas coloridas debajo de ella. Mai miró hacia atrás para ver cuánto daño había hecho, esperando que las cejas de Shelby se unieran en exasperación. Pero Shelby aún estaba con una mano apuntando hacia el centro de la habitación. Un Mensajero, de color marrón estaba flotando tranquilamente ahí.

—¿No es un poco arriesgado? —Preguntó Shelby—. ¿Convocar un mensajero una hora después de ser atrapados por convocar a un mensajero? Realmente no escuchaste nada, ¿cierto? Casi admiro eso.

—Yo no lo convoqué. —Mai insistió, quitándose un montón de plumas de la ropa—. Me tropecé y estaba ahí, esperando, o algo. —Se acercó para examinar la nebulosa de color pardo, era tan delgada como una hoja de papel y no tan grande como un mensajero, pero la forma en que flotaba por el aire frente a ella, casi retándola a rechazarlo, la ponía nerviosa.

No parecía necesitar guía de forma alguna. Flotaba, apenas moviéndose, luciendo como su pudiera flotar allí todo el día.

—Espera un minuto —murmuró Mai—. Esta vino con la otra el otro día, ¿lo recuerdas?

Esta era la extraña sombra marrón que había flotado a la par con la sombra negra que los había llevado a Las Vegas. Ambos habían entrado por la ventana el viernes en la tarde; esta era la que había desaparecido. Mai lo había olvidado hasta el momento.

—Bueno —dijo Shelby apoyada en la escalera de la litera—. ¿Vas a buscar una visión o qué?

El mensajero era del color de una habitación llena de humo, de nocivo color marrón, y nebuloso al tacto. Mai la alcanzó, corriendo sus dedos a lo largo de sus húmedos límites. Sentía su nubloso aliento sacudiendo su pelo. El aire alrededor del mensajero era húmedo, aunque salubre. Un dulce canto lejano de gaviotas hizo eco desde dentro.

Ella no podía vislumbrar nada. Pero ahí estaba el mensajero, pasando de una malla de humo marrón en algo claro y perceptible. Independientemente de Mai. Ahí estaba el mensaje lanzado por la sombra a la vida. Era una vista aérea de una isla. Al principio estaban muy alto, así que todo lo que Mai pudo ver fue un pequeño oleaje de roca negra escarpada con una franja de árboles de pino repicando en su base.

Luego, lentamente el mensajero se sumergió en él, como un pájaro descendiendo para descansar en la copa de un árbol, en una pequeña y desierta playa. El agua estaba turbia por la arena arcillosa de plata. Un puñado de rocas rodeaba la suave marea.

Y de pie, discretamente entre dos de las más altas rocas, William miraba el mar. La rama de un árbol estaba cubierta de sangre.

Mai jadeó cuando se acerco más y vio lo que William estaba mirando. No era el mar. Sino un hombre muerto tendido sobre la dura arena. Cada vez que las olas llegaban al cuerpo, ellas retrocedían, tiñéndose de un rojo oscuro e intenso.

Pero Mai no podía ver la herida que había causado la muerte del hombre. Alguien más, en un largo abrigo negro, se inclinó sobre el cuerpo, atándolo con una gruesa cuerda. Su corazón latía. Mai miró nuevamente a William, no tenía ninguna expresión, pero sus hombros se contraían.

—Date prisa. Estás perdiendo el tiempo, la marea está bajando, de todos modos. — Su voz era tan fría que hizo temblar a Mai.

Un segundo después, la escena del mensajero desapareció. Mai contuvo la respiración hasta que cayó al suelo en una pila. Luego, a través del cuarto, la sombra de la ventana que Mai había derribado antes se sacudió.

Mai y Shelby se miraron inquietas, luego vieron como una ráfaga de viento atrapaba al mensajero y lo dirigía hacia la ventana. Mai agarró la muñeca de Shelby.

—Te diste cuenta. ¿Quién más estaba ahí con William? ¿Quién estaba inclinado sobre ese... —ella tembló de nuevo—, hombre?

—Dios, no lo sé, Mai. Estaba un poco distraída por el hombre muerto. Sin mencionar la rama ensangrentada que tu novio estaba sosteniendo. —El intento de Shelby de ser sarcástica se disminuyó ante lo terrorífico de su voz—. ¿Así que él lo mató? —Le preguntó a Mai—. ¿William mató a quien quiera que fuera ese?

—No lo sé. —Mai parpadeó—. No lo digas de esa manera, tal vez hay una explicación lógica…

—¿Qué crees que estaba diciendo al final? —Preguntó Shelby—. Vi sus labios moverse, pero no entendí nada... odio eso de los mensajeros.

“Date prisa. Estas perdiendo tiempo, la marea está bajando, de todos modos”.

Shelby no había oído eso, ¿Cuán insensible y sin remordimiento William sonaba?

Luego Mai recordó: No hace mucho tiempo ella pudo oír a los mensajeros, antes que los ruidos fueran sólo eso, ruidos: gruesos susurrós a través de las copas de los árboles. Fue Steven quien le dijo cómo sintonizar esas voces en su interior. En cierto modo, Mai lo deseaba. Tenía que haber más que este mensaje.

—Tengo que vislumbrarlo de nuevo —dijo Mai, dando un paso hacia la ventana abierta. Shelby la jaló hacia atrás.

—Oh, no, no lo harás. Ese mensajero puede estar en cualquier lugar ahora, y estás bajo arresto domiciliario, ¿recuerdas? —Shelby empujó a Mai en la silla de su escritorio— . Te vas a quedar aquí mientras yo voy a la oficina de Kramer para recuperar mi Pavo. Vamos a olvidar que esto alguna vez pasó, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Bien, estaré de vuelta en cinco minutos, así que no desaparezcas.

Pero tan pronto como la puerta se cerró, salió por la ventana, subiendo a la parte plana de la cornisa donde William y ella se habían sentado la noche anterior. Sacar lo que estaba en su mente en estos momentos era imposible. Tuvo que llamar a la sombra de nuevo. Incluso si se metiera en más problemas. Incluso si ella viera algo que no le gustara.

El final de la mañana se había convertido en ventoso, y Mai tuvo que agacharse y agarrarse de las tejas de madera para mantener el equilibrio. Sus manos estaban frías. Su corazón se sentía entumecido. Ella cerró los ojos.

Cada vez que trataba de convocar a un mensajero, se acordó de la poca formación que había tenido.

Siempre había sido afortunada... si ver a tu novio mirar a alguien que había matado, era considerarse afortunado. Un húmedo toque se deslizó a través de sus brazos. Era la sombra marrón. La cosa horrible que le había mostrado, ¿otra cosa horrible? Sus ojos se abrieron de golpe. Lo era. Arrastrándose hacia su hombro como una serpiente. Lo arrancó y lo sostuvo frente a ella, tratando de girarlo, e hizo una bola con las manos. El mensajero rechazó su toque, flotando hacia atrás, fuera de su alcance, un poco más allá del borde del techo.

Ella miró hacia abajo, dos pisos hasta el suelo. Un rastro de los estudiantes que salían de los dormitorios, dirigiéndose al comedor para almorzar, un flujo de color en movimiento a lo largo de una hoja de hierba de color verde brillante. Mai se tambaleó con un golpe de vértigo y sintió que caía hacia adelante.

Pero entonces la sombra se precipitó como un jugador de fútbol, golpeando su espalda contra la inclinación del techo. Allí se quedó, pegada contra las tejas, jadeando cuando el mensajero bostezó de nuevo. El humeante velo se difuminó en la luz. Y Mai estaba de nuevo con William y su rama ensangrentada. De nuevo al graznido de las gaviotas volando en círculos, y el hedor de la putrefacción surgió a lo largo de la costa, la vista de olas heladas que rompían en la playa, y de nuevo a las dos figuras que estaban en el suelo.

El muerto estaba atado. El vivo se paró junto a William.

Cam.

No, tenía que ser un error. Ellos se odiaban entre sí. Acababan de librar una gran batalla el uno contra el otro. Ella podía aceptar que William hiciera cosas oscuras para protegerla de la gente que venía tras ella. Pero, ¿qué clase de cosa le haría buscar a Cam? Trabajar con Cam... ¿quien se complacía con la muerte?

Ellos estaban en una acalorada discusión de algún tipo, pero Mai no podía distinguir las palabras. Ella no podía oír nada más allá del reloj en el centro de la terraza, que acababa de dar las once.

Ella tensó sus oídos a la espera que los gongs parasen. —Déjame llevarla a Shoreline. —Al fin oyó a William decir. Esto debía haber sido antes que llegaran a California. ¿Pero por qué William tenía que pedirle permiso a Cam? A menos que...

—Está bien —dijo Cam uniformemente—. Llévala a la escuela y luego encuéntrame. No cometas errores, estaré observando.

—¿Y luego? —William sonó nervioso. Cam pasó los ojos sobre el rostro de William.

—Tú y yo tenemos trabajo que hacer.

—¡No! —Gritó Mai reduciendo la sombra con sus dedos, con rabia. Pero tan pronto como sus manos rompieron a través de la fría y resbaladiza superficie, se lamentó. La sombra se rompió en fragmentos, instalando una pila de cenizas a su lado. Ahora no podía ver nada. Ella trató de reunir los fragmentos de la manera en que Miles lo había hecho, pero estaban temblando y no podía. Ella agarró un puñado de piezas sin valor, sollozando entre ellas.

Steven había dicho que a veces los mensajeros distorsionan lo que era real. Al igual que las sombras proyectadas en la pared de una cueva.

Pero siempre había algo de verdad en ellos, también. Mai pudo sentir la verdad en las húmedas y frías piezas, incluso aunque las retorciera tratando de exprimir toda su agonía.

William y Cam no eran enemigos, eran compañeros.

Capítulo 15

Cuatro Días
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Webnovela LevyRorni Adaptada Torment. - Página 2 Empty Re: Webnovela LevyRorni Adaptada Torment.

Mensaje por tamalevyrroni Lun Oct 09, 2017 3:25 pm

—¿Más Tofurky15? —Connor Madson, un chico de cabello rubio muy claro de la clase de biología de Mai y uno de los camareros estudiantes de Shoreline, se acercó a ella con una bandeja de plata en el Festival de la Cosecha el lunes a la noche.

—No, gracias —Mai apuntó a la pila de gruesas rebanadas tibias de carne falsa todavía en su plato.

—Tal vez más tarde. —Connor y el resto de los meseros becados de Shoreline eran apropiados para el Festival de la Cosecha, en traje y ridículos sombreros de peregrino. Se deslizaban pasándose los unos a los otros por la terraza, que estaba casi irreconocible como el lugar pretencioso y casual para agarrar algunos panqueques antes de clases; había sido transformado en un salón de banquetes al aire libre a toda regla.

Shelby todavía estaba refunfuñando mientras pasaba de una mesa a otra, acomodando tarjetas de lugar y encendiendo velas. Ella y el resto del Comité de Decoraciones habían hecho un trabajo hermoso: hojas de seda roja y naranja habían sido esparcidas sobre los largos manteles blancos, panecillos recién horneados fueron acomodados en cornucopias pintadas en dorado, lámparas de calor suavizaban la brisa fresca del océano. Incluso las piezas centrales de pavo coloreadas por números lucían estilizadas.

Todos los estudiantes, la facultad, y los cerca de cincuenta más grandes donantes de la escuela habían acudido en lo mejor para la cena. Dawn y sus padres habían llegado para la noche. A pesar de que Mai no había tenido la oportunidad de hablar con Dawn todavía, ella parecía recuperada, incluso feliz, y había saludado a Mai alegremente desde su asiento junto a Jasmine.

La mayoría de los veinte, más o menos, Nephilim estaban sentados juntos en dos mesas circulares adyacentes, con la excepción de Roland, que estaba sentado en un rincón lejano con una cita misteriosa. Después, la cita misteriosa se levantó, levantó su amplio sombrero en forma de capullo, y le dio a Mai un pequeño saludo furtivo.

Arriane.

15 Tofurky: Marca de comida vegetariana.

A pesar de si misma, Mai sonrió… pero un segundo después, se sintió cercana a las lágrimas. Ver a esos dos riendo juntos le recordó a Mai la asquerosamente siniestra escena que había observado en el Anunciador el día anterior. Cómo Cam y William, Arriane y Roland se suponía que estaban en lados opuestos, pero todos sabían que eran un equipo.

Aún así, eso se sintió diferente de alguna manera.

El Festival de la Cosecha se supone que era un último “hurra” antes del Día de Acción de Gracias antes que las clases terminaran. Después, todos tendrían otro Día de Acción de Gracias, un real día de Acción de Gracias, con sus familias. Para Mai, era el único Acción de Gracias que iba a tener. El Sr. Cole no le había escrito de vuelta. Después del castigo de anteayer y después de la revelación en la azotea, ella estaba pasando un momento difícil como para sentirse agradecida por casi nada.

—Apenas estás comiendo —dijo Francesca, dando una gran porción de puré de papas en el plato de Mai. Mai se estaba sintonizando cada vez más al resplandor emocionante que caía sobre todos cuando Francesca les hablaba. Francesca poseía un carisma místico, simplemente por la virtud de ser un ángel.

Ella le sonreía a Mai como si no se hubieran encontrado en su oficina el día de ayer, como si Mai no hubiera estado encerrada bajo llave.

A Mai se le había dado el asiento de honor en la cabecera de la gran mesa del profesorado, junto a Francesca. Todos los donantes llegaron en multitud para estrechar manos con el profesorado. Los otros estudiantes en la cabecera de la mesa —Lilith, Beaker Brady, y una chica coreana de melena oscura que Mai no conocía— habían aplicado para sus asientos en un concurso de ensayos. Todo lo que Mai tenía que hacer era fastidiar a sus maestros lo bastante para que tuvieran suficiente miedo de dejarla fuera de su vista.

La comida estaba finalmente terminando cuando Steven se inclinó hacia adelante en su silla. Como Francesca, él no demostró nada del veneno de ayer. —Asegúrate que Mai se presente a sí misma al Dr. Buchanan.

Francesca metió el último pedazo de un bollo de pan de maíz untado con mantequilla en su boca. —Buchanan es uno de los mayores defensores de la escuela —le dijo a Mai—. ¿Puede ser que hayas escuchado hablar de su programa “Demonios en el extranjero”?

Mai se encogió de hombros mientras los camareros reaparecían para llevarse los platos.
—Su ex-esposa tenía linaje de ángel, pero después de su divorcio cambió algunas de sus alianzas. Aún así... —Francesca miró a Steven—, una buena persona para conocer. ¡Oh, hola, Sra. Fisher! Qué agradable que viniera.

—Sí, hola. —Una anciana con un afectado acento británico, un abrigo de visón voluminoso, y más diamantes alrededor de su cuello de los que Mai nunca antes había visto, extendió una mano enguantada a Steven, quien se puso de pie para saludarla. Francesca se levantó también, inclinándose hacia adelante para saludar a la mujer con un beso sobre cada mejilla—. ¿Dónde está mi Miles? —preguntó la mujer.

Mai saltó. —Oh, usted debe ser la… ¿abuela de Miles?

—Dios mío, no —retrocedió la mujer—. No tengo hijos, nunca me casé, bah. Soy la Sra. Ginger Fisher, de la rama NorCal del árbol familiar. Miles es mi sobrino nieto. ¿Y tú eres?

—Maite Price.

—Maite Price, sí. —La Sra. Fisher bajó la vista de su nariz a Mai, entrecerrando los ojos—. Leí sobre ti en una u otra historia. Aunque no puedo recordar qué fue exactamente lo que hiciste…

Antes de que Mai pudiera responder, las manos de Steven estaban sobre sus hombros. —Mai es una de nuestras nuevas estudiantes —él tronó—. Estarás feliz de saber que Miles ha trabajado a su modo para hacerla sentir cómoda aquí.

Los ojos de la Sra. Fisher estaban entrecerrados, mirando más allá de ellos, buscando el césped lleno de gente. La mayoría de los invitados habían dejado de comer, y ahora Shelby estaba encendiendo las antorchas tiki fijas al suelo.

Cuando la antorcha más cercana a la cabeza de la mesa se volvió brillante, iluminó a Miles, inclinado sobre una mesa de al lado para quitar algunos platos.

—¿Es ése mi sobrino-nieto… atendiendo las mesas? —La Sra. Fisher presionó una mano enguantada en su frente.

—En realidad... —dijo Shelby, metiéndose en la conversación, el encendedor de las antorchas en una mano—, él es el recolector de basu…

—Shelby —la cortó Francesca—. Creo que esa antorcha cerca de las mesas de los Nephilim acaba de apagarse. ¿Podrías arreglarlo? ¿Ahora?

—¿Sabe qué? —dijo Mai a la Sra. Fisher—. Voy a traer a Miles aquí. Debe estar ansiosa por ponerse al día.

Miles había cambiado la gorra de los Dodgers y la sudadera por un par de pantalones tweed marrones y una camisa abotonada de un brillante color naranja. De alguna manera una elección audaz, pero lucía bien.

—¡Hey! —él saludó con la mano con la que no estaba equilibrando una pila de platos sucios. A Miles parecía no importarle ser ayudante de las mesas. Estaba sonriendo, en su elemento, charlando con cualquiera en el banquete mientras él limpiaba los platos.

Cuando Mai se acercó, puso los platos boca abajo y le dio un gran abrazo, apretándola más cerca al final.

—¿Estás bien? —preguntó él, inclinando su cabeza a un costado para que su cabello marrón cayera sobre sus ojos. No parecía acostumbrado a la forma en que se movía sin su gorra arriba, y el flequillo rápidamente volvió—. No luces muy bien. Quiero decir… luces fantástica, eso no es lo que quise decir. En absoluto. Realmente me gusta ese vestido. Y tu pelo luce bonito. Pero también luces como... —él frunció el ceño—, caída.

—Eso es perturbador. —Mai pateó el césped con la punta de su tacón negro—. Porque es lo mejor que me he sentido en toda la noche.

—¿En serio? —El rostro de Miles se iluminó bastante tiempo para tomarlo como un cumplido. Después cayó—. Sé que debe apestar estar castigada. Si me lo preguntas, Frankie y Steven de esta manera están exagerando. Manteniéndote bajo sus manos toda la noche…

—Lo sé.

—No parece ahora, pero estoy seguro que nos están mirando. Oh, estupendo — gruñó—. ¿Es esa mi tía Ginger?

—Acabo de tener el placer —rió Mai—. Ella quiere verte.

—Estoy seguro de que sí. Por favor, no pienses que todos mis parientes son como ella. Cuando conozcas a todo el resto del clan el Día de Acción de Gracias…

El Día de Acción de Gracias con Miles. Mai se había olvidado completamente de eso.

—Oh —Miles estaba mirando su rostro—. ¿No piensas que Frankie y Steven van a hacer que te quedes el Día de Acción de Gracias?

Mai se encogió de hombros. —Pensé que eso era lo que se significaba “hasta nuevo aviso”.

—Entonces eso es lo que te está poniendo triste. —Él puso una mano sobre el hombro desnudo de Mai. Ella había estado lamentando el vestido sin mangas hasta ahora, hasta que sus dedos pasaron sobre su piel. No era parecido al toque de William, que era electrificante y mágico cada vez, pero era reconfortante, sin embargo.

Miles dio un paso más cerca, bajando su rostro al de ella. —¿Qué es?

Ella alzó la vista a sus ojos azul oscuro. Su mano todavía sobre su hombro. Sintió a sus labios separándose con la verdad, o lo que pensaba que era la verdad, lista para desahogar su interior con alguien.

Que William no era quien ella pensaba. Lo que tal vez significaba que ella no era quien creía que era. Que todo lo que sintió sobre William en Espada y Cruz todavía estaba ahí —la hizo marearse, pensar en todo eso—, pero ahora también era todo tan diferente. Y que todos seguían diciendo que esta vida era diferente, que este era el momento de romper el ciclo… pero nadie le decía lo que significaba. Que tal vez no terminaría con William y Mai juntos. Que quizás se suponía liberarse a sí misma y hacer algo por ella misma.

—Es difícil ponerlo todo en palabras —dijo ella finalmente.

—Lo sé —dijo Miles—. Tuve un momento difícil como eso yo mismo. En realidad, hay algo que he estado queriendo decirte…

—Mai —Francesca repentinamente se encontraba ahí, prácticamente apretujándose entre nosotros dos—. Es tiempo de irse. Te escoltaré de vuelta a tu cuarto ahora.

Hasta ahí llegó lo de hacer algo por mí misma.

—Y, Miles, a tu tía Ginger y a Steven les gustaría verte.

Miles le lanzó una mirada comprensiva a Mai antes de atravesar penosamente la terraza hacia su tía.

Las mesas estaban limpias, pero Mai pudo ver a Arriane y Roland partiéndose de la risa cerca del bar. Un grupo de chicas Nephilim apostadas alrededor de Dawn. Shelby estaba parada al lado de un chico alto con el pelo rubio teñido y de pálida, casi blanca piel.

Saeb. Tenía que ser. Estaba inclinado sobre Shelby, claramente todavía interesado, pero ella estaba claramente enfadada. Tan enfadada, que ni siquiera notó a Mai y Francesca caminando cerca… pero su ex-novio lo hizo. Su mirada pendiente de Mai. El pálido no tan azul de sus ojos era espeluznante.

Entonces alguien gritó que la fiesta posterior se iba a trasladar a la playa, y Shelby enganchó la atención de Saeb, dándole la espalda, diciendo que sería mejor que no la siguiera a la fiesta.

—¿Deseas poder unirte a ellos? —preguntó Francesca en tanto se movían lejos de la conmoción de la terraza. El ruido y el viento, ambos silenciosos, mientras caminaban por el largo sendero de grava hacia los dormitorios. Mai empezó a preguntarse si Francesca era responsable del silencio absoluto.

—No. —A Mai le habían gustado todos ellos bastante, pero si llegara a adjuntar la palabra “deseo” a cualquier cosa ahora mismo, no sería para ir a alguna fiesta sobre la playa. Ella desearía… bueno, no estaba muy segura de eso. Algo que tuviera que ver con William, era lo que sabía… ¿pero qué? Que él le dijera lo que estaba pasando, tal vez. Que en vez de protegerla ocultándole la verdad, lo hiciera confiándole la verdad.

Ella aún amaba a William. Por supuesto que sí. Él lo sabía más que nadie.

Su corazón se aceleraba cada vez que lo veía. Lo anhelaba. ¿Pero qué tan bien, realmente, lo conocía ella?

Francesca fijó sus ojos en la hierba recubriendo el sendero de acceso al dormitorio. Muy sutilmente, sus brazos extendidos a ambos lados, como una bailarina de ballet en la barra.

—Ni lilas ni rosas —murmuró entre dientes mientras sus dedos cerrados empezaban a temblar—. ¿Qué, entonces?

Vino un suave sonido de roces, como las ramas de una planta siendo tiradas de una cama del jardín y, repentinamente, milagrosamente, un borde de flores como rayos de luna surgió a ambos lados del camino.

Gruesas y exuberantes, y una altura de unos treinta centímetros, no eran cualquier flor. Eran raras y delicadas peonías salvajes, con capullos tan grandes como pelotas de béisbol. Las flores que William le había llevado a Mai cuando ella estuvo en el hospital, y tal vez otras veces anteriores a esa. Terminando el camino en Shoreline, ellas brillaban en la noche como estrellas.

—¿Qué fue eso? —preguntó Mai.

—Para ti —dijo Francesca.

—¿Por qué?

Francesca tocó brevemente su mejilla. —A veces las cosas hermosas entran en nuestra vida de la nada. No siempre podemos entenderlas, pero tenemos que confiar en ellas. Sé que quieres cuestionar todo, pero a veces vale la pena tener sólo un poco de fe.

Estaba hablando de William.

—Me ves a mí y a Steven —continuó Francesca—, y sé que podemos ser confusos. ¿Lo amo? Sí. Pero cuando la batalla final venga, tendré que matarlo. Esa es nuestra realidad. Ambos sabemos exactamente dónde nos encontramos.

—¿Pero tú no confías en él?

—Confío en que sea fiel a su naturaleza, la cual es de demonio. Necesitas confiar en que aquellos que te rodean serán fieles a sus naturalezas. Incluso cuando parece que están traicionando quiénes son.

—¿Y si no es tan fácil?

—Eres fuerte, Mai, independiente de todo y de cualquiera. El modo en que respondiste ayer en mi oficina, pude verlo en ti. Y me hizo sentir muy… contenta.

Mai no se sentía fuerte. Se sentía tonta. William era un ángel, así que su naturaleza tenía que ser buena. ¿Se supone que iba a aceptar eso ciegamente? ¿Y qué había acerca de su verdadera naturaleza? No todo era tan blanco y negro. ¿Mai era la razón de por qué las cosas eran tan complicadas entre ellos? Mucho tiempo después de que entró en su cuarto y cerró la puerta detrás suyo, no podía sacar las palabras de Francesca de su cabeza.

Cerca de una hora después, un golpe en la ventana hizo a Mai saltar mientras se quedaba mirando fijamente el fuego disminuyendo en el hogar. Antes de que incluso pusiera levantarse, hubo un segundo golpe en el panel, pero este sonó más vacilante. Mai se levantó del piso y se dirigió a la ventana. ¿Qué estaba haciendo William aquí? Después de hacer semejante escándalo sobre cómo era de inseguro verse, ¿por qué seguía apareciendo?

Ni siquiera sabía lo que William quería de ella… además de atormentarla, la manera en que ella había sido atormentada por él en esas otras versionas de ella en los Anunciadores. O, como él dijo, amó las tantas versiones de ella. Esta noche, todo lo que ella quería de él, era ser dejada en paz.

Abrió los postigos de las persianas de madera, después subió el panel, golpeando una de las miles de plantas de Shelby. Apuntaló sus manos en el alféizar, y luego sumió la cabeza en la noche, preparada para atacar a William.

Pero no era William quien estaba parado en la cornisa de la ventana a la luz de la luna.

Era Miles.

Había cambiado sus extravagantes ropas, pero no había incluido la gorra de los Dodgers. La mayor parte de su cuerpo estaba en las sombras, pero el contorno de sus hombros anchos era claro contra la profunda noche azul. La tímida sonrisa de él trajo una sonrisa de respuesta en el rostro de ella. Estaba sosteniendo una cornucopia dorada llena de lirios naranjas arrancados de uno de los centro de mesa del Festival de la cosecha.

—Miles —dijo Mai. La palabra se sintió graciosa en su boca. Fue matizada con una agradable sorpresa, cuando hace sólo un momento había estado tan preparada para ser desagradable. El latido de su corazón se reanimó, y no pudo dejar de sonreír.

—¿Qué loco es que yo pueda caminar de la cornisa fuera de mi ventana a la tuya?
Mai sacudió su cabeza, demasiado asombrada. Ella nunca había estado en el cuarto de Miles en el lado de la residencia de los chicos. Ni siquiera sabía dónde estaba.

—¿Ves? —Su sonrisa se ensanchó—. Si no hubieras sido castigada, nunca nos hubiéramos conocido. Está bastante bonito aquí fuera, Mai; deberías salir. ¿No te asustan las alturas o algo así?

Mai quiso salir a la cornisa con Miles. No quería recordar las veces que había estado ahí fuera con William. Ellos dos eran tan diferentes. Miles… fiable, dulce, preocupado. William… el amor de su vida. Si sólo fuera tan simple. Parecía injusto, e imposible, compararlos.

—¿Cómo es que no estás en la playa con todos? —preguntó ella.

—No todos están en la playa —Sonrió Miles—. Tú estás aquí. —Él ondeó la cornucopia de flores en el aire—. Traje estas para ti de la cena. Shelby tiene todas esas plantas en su lado del cuarto. Pensé que podrías poner estas sobre tu escritorio.

Miles empujó el cuerno por la ventana para ella. Estaba rebosante con las brillantes flores naranja. Sus estambres negros temblaban en el viento. No eran perfectas, algunas incluso se estaban marchitando, pero eran muchas más hermosas que las peonías más grandes que Francesca había hecho florecer. A veces las cosas hermosas entran a nuestra vida de la nada.

Esta era probablemente la cosa más linda que alguien había hecho por ella en Shoreline… o la vez que Miles había irrumpido en la oficina de Steven para robar el libro así Mai aprendería cómo pasar a través de una sombra. O la vez que Miles la había invitado a desayunar, el primer día que la conoció.

O qué rápido Miles la había incluido en sus planes del Día de Acción de Gracias. O la ausencia absoluta de resentimiento en el rostro de Miles cuando le habían asignado el deber de la basura después que ella lo había metido en problemas por escabullirse. O el modo en que Miles…

Ella podía seguir, se dio cuenta, toda la noche. Llevó las flores por la sala y las puso sobre el escritorio.

Cuando volvió, Miles le estaba tendiendo una mano para que pasara por la ventana. Ella podría inventar una excusa, algo pobre para no romper las reglas de Francesca. O simplemente podría tomar su mano, cálida, fuerte y segura, y deslizarse por la misma. Podía olvidarse de William por sólo un momento.

Afuera, el cielo era una explosión de estrellas. Brillaban en la oscura noche como los diamantes de la Sra. Fisher, pero más claros, más brillantes, e incluso más bellos. Desde aquí, el dosel de secoyas al este de la escuela parecía espeso, oscuro y amenazante; al oeste estaba el agua agitándose incesantemente y el distante resplandor de la hoguera ardiendo en la playa ventosa. Mai había notado esas cosas antes desde la cornisa. Océano. Bosque. Cielo. Pero todas las otras veces que había estado aquí, William había consumido toda su atención. Casi cegándola, hasta el punto que ella nunca había tomado realmente la escena.

Era realmente impresionante.

—Probablemente te estarás preguntando por qué vine —dijo Miles, lo que hizo a Mai darse cuenta que ambos habían permanecido en silencio por un momento—. Empecé a decírtelo antes, pero… yo no… no estoy seguro…

—Me alegra que hayas venido. Me estaba aburriendo un poco allí, mirando el fuego. —Ella le dio una media sonrisa.

Miles metió las manos en sus bolsillos. —Mira, sé que tú y William…

Mai gruñó involuntariamente.

—Tienes razón, no debería mencionar esto…

—No, ese no es el por qué gruño.

—Es sólo que… Sabes que me gustas, ¿verdad?

—Um.

Por supuesto que le gustaba a Miles. Eran amigos. Buenos amigos.

Mai se mordió el labio. Ahora ella era la que estaba haciendo el tonto, lo que nunca era una buena señal. La verdad: Miles le gustaba. Y ella le gustaba a él, también. Con sus ojos azules como el océano y la sonrisita que él daba cada vez que rompía a sonreír. Además, transmitía que era la persona más amable que jamás había conocido.

Pero ahí estaba William, y antes de él había estado también William, y William de nuevo, otra vez, y otra vez y… era infinitamente complicado.

—Lo estoy estropeando —Miles hizo una mueca—. Cuando todo lo que quería decir era buenas noches.

Ella lo miró y encontró que él la estaba mirando. Sacó sus manos de sus bolsillos, encontrando las suyas y juntándolas en el espacio entre sus pechos. Él se fue inclinando lentamente, deliberadamente, dándole a Mai otra oportunidad para sentir la espectacular noche alrededor de ellos.

Ella sabía que Miles iba a besarla. Sabía que no debería permitírselo. Debido a William, por supuesto… pero también por lo que había sucedido cuando besó a Trevor. Su primer beso. El único beso que ella había tenido con alguien más aparte de William. ¿Podía estar ligada a William la razón de que Trevor muriera? Y si al momento en que ella besaba a Miles, él… ella ni siquiera podía soportar pensar en eso.

—Miles —Lo presionó para que retrocediera—. No deberías hacer esto. Besarme es... —ella tragó—, peligroso.

Él sonrió. Por supuesto que él lo haría, porque él no sabía nada sobre Trevor. —Creo que correré mis propios riesgos.

Ella trató de empujarlo de vuelta, pero Miles tenía una manera de hacerla sentirse bien acerca de casi todo. Incluso esto. Cuando su boca cayó sobre la de ella, contuvo la respiración, esperando lo peor.

Pero nada sucedió.

Los labios de Miles eran como suaves plumas, besándola lo bastante gentilmente como para que todavía lo sintiera como su buen amigo… pero con suficiente pasión para probarle que había más de donde este había venido. Si ella quería.

Pero aunque no hubieran llamas, ni piel quemada, ni muerte o destrucción —¿y por qué no estaban allí?— el beso se supone que debía sentirse equivocado. Por tanto tiempo, todo lo que sus labios habían querido eran los de William, todo el tiempo. Solía soñar con su beso, su sonrisa, sus preciosos ojos violetas, su cuerpo sosteniendo el de ella. Se supone que nunca iba a haber nadie más.

¿Y si había estado equivocada sobre William? ¿Y si ella podía ser muy feliz —o simplemente feliz— con otro chico?

Miles la alejó, pareciendo contento y triste al mismo tiempo. —Entonces, buenas noches. —Él se volvió, casi como para irse corriendo de vuelta hacia su cuarto. Pero entonces se dio la vuelta. Y tomó su mano.

—Si alguna vez sientes que las cosas no están funcionando, ya sabes, con... —él alzó la vista al cielo—, estoy aquí. Sólo quiero que lo sepas.

Mai asintió, ya luchando contra una ola batiente de confusión. Miles apretó su mano, luego despegó en la otra dirección, saltando sobre el techo de tejas inclinado, de vuelta a su lado de la residencia estudiantil.

Sola, ella recorrió sus labios donde los de Miles habían estado. La próxima vez que viera a William, ¿sería capaz de decirle? Le dolía la cabeza por todos los altibajos del día, y quería meterse en la cama.

Mientras se deslizaba a través de la ventana de su cuarto, se volvió una vez más para asimilar la vista, para recordar cómo todo había lucido en la noche, cuando tantas cosas habían cambiado.

Pero en vez de estrellas, árboles y olas chocando, los ojos de Mai se fijaron en algo más detrás de una de las muchas chimeneas del techo. Algo blanco y ondulante. Un par de alas iridiscentes.

William. Agachado, sólo la mitad de él oculta de la vista, a sólo unos centímetros de distancia de donde ella y Miles se habían besado.

Había vuelto a ella. Su cabeza estaba colgada.

—William —llamó, sintiendo a su voz atrapar su nombre.

Cuando él giró su rostro a ella, la mirada dibujada en su rostro era de agonía absoluta. Como si Mai hubiera arrancado su corazón. Dobló sus rodillas, desplegó sus alas, y despegó hacia la noche.

Un momento después, él parecía como cualquier otra estrella en el brillante cielo negro.

Capítulo 16

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Oct 09, 2017 4:51 pm

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