Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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WebNovela LevyRroni You Were Mine(+18)

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Mensaje por tamalevyrroni Mar Dic 01, 2015 12:58 pm

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Sipnosis:

A los ojos de los millonarios playboys que frecuentan el club de golf Kerrington, en Rosemary Beach, William Newark es un héroe. Bajo la presión de sus padres para convertirse en un abogado y llevar una vida elitista y conservadora, William desapareció de la ciudad cinco años atrás para viajar por el mundo, perdiendo la oportunidad de heredar millones. Sin embargo, pocos saben la razón por la cual huyó…

Maite Lowry se estaba desmoronando mucho antes de que su novio se ahogara en las aguas turbulentas intentando salvarla después de que ella se emborrachara…‖ otra vez. Ser la niña que pasó de vivir en casas rodantes a trabajar como la chica de los carritos en el club Kerrington, hizo que Maite fuera fácil de impresionar. Pero cinco años atrás, antes de tener una reputación como una chica fiestera y fácil, ella pasó un solo verano con William Newark que cambió su vida para siempre…
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Mensaje por EsperanzaLR Mar Dic 01, 2015 3:14 pm

Gracias por compartirla Tami es linda historia besos
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Mensaje por EsperanzaLR Mar Dic 01, 2015 3:14 pm

I love you I love you I love you I love you I love you
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Mensaje por asturabril Mar Dic 01, 2015 7:43 pm

Gracias Tami me gusta Arrow Arrow I love you I love you
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Dic 02, 2015 12:16 pm

Prólogo

William

Todo el mundo ha tenido ese momento definitivo en la vida. Esa única elección que tienes que tomar. Tuve mi momento y eso me ha perseguido desde entonces. En esos momentos definitivos, puedes pavimentar el camino a la felicidad o arrepentirte de cada paso desde entonces. Para mí, no sé qué camino habría sido el mejor, porque entre mis dos opciones, ninguna la incluía a ella.
Era joven y tan jodidamente asustado. Asustado de ser obligado por mis padres a ser alguien que yo no quería ser. Asustado de tomar la decisión correcta. Asustado de dejarla. Pero más importante, asustado de perderla.

Ella era mi gran pesar. Dejarla me cambió. En ese momento subí a mi moto y conduje fuera de Rosemary Beach, Florida, dejando mi verdadera felicidad detrás. Sólo tuve ese verano con ella, tres meses que me alteraron para siempre. Pero lo que  nunca sería capaz de perdonarme era que esos meses la cambiaron mucho más a ella. Estaba más allá de rota. No podía llegar a ella.

Ver su dolor rompió mi alma. Perder a mi primo Jace causó un profundo dolor en ambos, algo que no quería revivir. Él viviría por siempre en mi corazón. Nunca olvidaría su risa, su despreocupada manera de amar y vivir su vida. No vivió en este mundo sintiendo miedo. Eligió su camino, y caminó por él. Fue el mejor hombre. Y yo fui capaz de dar un paso atrás y permitirle tenerla. Ella se merecía al mejor hombre.

Ahora él no está y nuestros mundos se han desbalanceado. Porque ya no puedo retroceder más. Nadie está protegiéndola. Nadie está abrazándola, pero jodidamente no me permitiría acercarme a ella. No me permitía arreglar el pasado, aunque no tenía muchas esperanzas ya que me maché y la deje sin otra opción que estar con Jace.

Si sólo pudiera abrazar este vacío y aceptarlo. Pero no puedo. No cuando veo su perdido y hermoso rostro. Me necesitaba tanto como yo la necesito. Nuestra historia no ha acabado. Nunca podrá acabar. Si tuviera que quedarme aquí y velar por ella, aunque no me permita acercármele, lo haría. Por el resto de mí jodida vida. Me quedaría justo aquí. Asegurándome que Maite estuviera bien.


Última edición por tamalevyrroni el Miér Dic 02, 2015 12:20 pm, editado 1 vez
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Dic 02, 2015 12:19 pm

1

Ocho años atrás


William


Este no era simplemente otro verano. Este era mi último verano en Rosemary Beach. Ya sentía la sofocante presencia de mi padre y sus planes para mí. Se hallaba tan seguro que iría a Yale en el otoño. Entré, gracias a sus conexiones. Me hizo dar un recorrido por el campus, una vez que estuve allí, me obligó a aceptar. ―Nadie rechaza a Yale. ―Eso era todo lo que siempre salía de su boca. Yale esto, Yale lo otro. Maldita Yale.

Yo quería montar mi Harley. Quería otro jodido tatuaje. Quería sentir el viento en mi cabello y saber que no tenía que estar en ningún lugar que no quisiera. Que la vida era libre. Yo era libre. Antes que este verano terminara, me iría sin decir una palabra. Dejando atrás el dinero y el poder que venían con ser un Newark y encontraría mi camino. Este no era mi mundo, nunca encajé aquí.

―Hola, cariño, no te vi entrar ―dijo London Winchester mientras deslizaba un brazo alrededor del mío y se aferraba a él. Esta era otra razón por la que tenía que largarme de aquí. London. Mi madre ya planeaba nuestra boda. Sin importar que hayamos roto el mes pasado. London, su madre, la mía, todas creían que sólo pasaba por una fase de mal humor o algo así. Mi madre dijo que estaba bien si necesitaba echar una cana al aire este verano. London sería paciente.

―¿Dónde está Rush? ―pregunté, mirando alrededor de la casa llena de gente. Si Rush Finlay se hallaba haciendo fiestas otra vez, entonces su madre y su hermana menor, Nan, tenían que hallarse fuera de la ciudad. Rush era el dueño de la casa. Su padre era el baterista de la legendaria banda de rock, Slacker Demon. Su madre y su hermana se beneficiaban de todo el dinero que tenía, gracias a su papá. Su mamá fue una grupie y aunque su papá, Dean Finlay, parecía preocuparse por su hijo, no le importaba una mierda su mamá. Nunca se casaron. Nan tenía otro papá, quién tampoco se hallaba involucrado.

―Afuera, en la piscina. ¿Quieres que te lleve con él? ―me preguntó dulcemente. Ese tono dulce era tan falso que era ridículo. La chica era venenosa. La había visto en acción.

―Yo puedo encontrarlo ―respondí, soltándome y alejándome sin mirar atrás.

―¿En serio? ¿Así va a ser ahora? ¡No voy a esperarte por siempre, William Newark! ―gritó detrás de mí.

―Bien ―dije con calma sobre mi hombro, luego me dirigí a la multitud, esperando poner un poco de gente y distancia entre nosotros. Estuve con ella por dos años. En verdad había sido una buena follada y una vez pensé que tal vez era la indicada. Pero nunca pude decirle que la amaba. El año pasado, me di cuenta que solo la toleraba. Me daba pavor verla y cuando enfrenté los hechos, me di cuenta que solo me quedaba a su lado por hacer felices a mis padres. Pero terminé con eso. No más hacer felices a mis padres. Yo tenía que ser feliz.

―¡William! ―gritó Woods Kerrington desde un círculo de chicas rodeándolo. Era un jodido conquistador. Les hacía creer que tenían una oportunidad.

Conteniendo la risa, asentí en su dirección. ―¿Qué pasa?

―Espero que un montón de cosas ―respondió, y esta vez me reí―. Jace se encuentra afuera con Rush y Grant, si lo buscas.

―Gracias.

Jace era mi primo menor y Woods era su mejor amigo. Los había tenido a ambos en mi vida tanto tiempo como podía recordar.

Pasando a través de la multitud, me dirigí a la puerta trasera.
―¡Basta! Dije que no, Jonathon. No me encuentro interesada.

Me detuve de golpe. Eso no sonaba bien.
―¿Te traje aquí esta noche y no voy a recibir ni un gracias por eso? ―El chico se hallaba molesto y sonaba como un cabrón.

La chica no respondió inmediatamente. Me moví hacia las voces y me detuve afuera de la cocina. Reconocí al tal Jonathon del que hablaba la chica. Era instructor de tenis en el club de campo Kerrington, que era propiedad de la familia de Woods. Si se encontraba a punto de aprovecharse de esta chica, entonces sacaría su culo a la calle.

―Yo solo… no lo sé… quiero irme. ―La manera en que se quebró la voz de la chica me dijo que se sentía asustada.

―Jódete, perra. No me importa cuán calientes sean tus tetas.  No voy a tolerar tu mierda. Puedes encontrar la puerta tú misma ―gruñó Jonathon.

Di un paso hacia la puerta mientras el tipo salía. Estúpido de mierda.

Lo metí de nuevo a la cocina con un fuerte empujón. Se iba a disculpar por ser un idiota antes de sacarlo de la fiesta. Dudaba que Rush supiera que se hallaba aquí. Jonathon no era de nuestro círculo de amigos. Algunas de las mujeres con las que había dormido incluían a un par de nuestras madres. No se encontraba en nuestra lista de favoritos.

Hacer que se disculpe le haría algún bien al idiota. La pobre chica debería pensarlo mejor antes meterse con el ayudante del club. Tal vez aprendería una lección después de esto.

―¿Qué carajos? ―gritó, y luego abrió ampliamente los ojos cuando se dio cuenta quien era yo. Mi papá era de la directiva del club Kerrington, podía hacer que lo despidieran con una sola palabra. Él lo sabía.

―Eso es lo que me preguntaba, Jonathon. ¿Qué carajos? ¿Qué carajos haces en la casa de Finlay y por qué carajos tratas tan mal a tu cita? ¿Es demasiado joven para ti? Sé que prefieres a las cuarentonas ―dije, provocándolo. Quería acabarlo. Solo un movimiento equivocado y eso era todo lo que necesitaba para asegurarme de que perdiera el trabajo sin sentir una pizca de remordimiento.

―Yo no… quiero decir, fui invitado. Tengo una invitación. Esta es solo una chica cuya tía trabaja en el club. No es nadie.

Al mirar a la chica en cuestión, la reconocí de inmediato por sus grandes ojos marrones. Era la sobrina de Darla, Maite. La había visto antes. Demonios, era difícil no notarla. Jonathon tenía razón sobre sus tetas. Eran notables. Pero su lindo rostro y mirada inocente me impidieron hacer un movimiento. Además, Darla daba mucho miedo. Manejaba la contratación de los empleados del club y trabajaba allí desde siempre.
―Maite, ¿cierto? ―le pregunté.

Sus grandes ojos se hicieron incluso más grandes antes de asentir.
―Este chico es un imbécil, cariño. No deberías confiar en él. Ten cuidado de quien te invita a salir.

―¿La conoces? ―preguntó incrédulamente Jonathon, como si ella fuera demasiado inferior a mí para notarla.
El estúpido de mierda acababa con mis nervios. Dirigí mi atención a él. ―Sí. Conozco a su tía. La mujer que te contrató, imbécil. Me pregunto, ¿cómo se sentiría si supiera cuan mal trababas a su sobrina?

Su miedo fue notorio. Tenía un buen trabajo en el club y no quería perderlo.
―Vete. No vuelvas. Finlay se enterará de esto y te dará más que una advertencia. Pateará tu lamentable culo. Le gusta Darla, a todos nos gusta. Mantente jodidamente lejos de su sobrina.

Volvió su atención a Maite. El brillo furioso en sus ojos iba dirigido a ella. Maite retrocedió, poniendo más distancia entre ellos, hasta que su espalda estuvo pegada contra la pared. El imbécil disfrutaba asustarla.
Poniéndome entre ambos, miré a Jonathon. ―Vete. Ahora.

Me di cuenta que le costó mucho mantener la boca cerrada, pero lo hizo. Lo vi murmurar una maldición antes de girarse para salir de la cocina.

―Asegúrate de no detenerte hasta salir de la propiedad ―grité a sus espaldas.

Cuando se fue, me giré hacia Maite, quien se retorcía las manos y me miraba nerviosa. La había librado del cabrón. ¿Por qué parecía alterada?

―¿Ahora estás bien? ―le pregunté.

Se mordió el labio inferior, luego se encogió de hombros. ―Yo…‖mmm…‖no‖
lo sé.

¿No lo sabía? No pude evitar sonreír. Era malditamente linda. Pero muy joven. ―¿Por qué no lo sabes? ―pregunté. Disfrutaba de la manera en que hablaba. Su voz era ronca pero dulce.

Dejó escapar un pequeño suspiro y bajó la mirada al suelo. ―Él me iba a llevar. No vivo cerca.

Como si la fuera a dejar volver al auto con ese hijo de puta. Tenía que ser cuatro años mayor que ella. Era mayor que yo. ―Yo te llevaré. Soy confiable. Jonathon no. Además, es demasiado viejo para ti. El tipo iría a la cárcel si te toca.

Levantó los ojos para mirarme. ―Casi tengo diecisiete ―dijo, como si eso fuera legal, sin embargo, era un poquito mayor de lo que esperé. Era tan expresiva. Me gustaba eso. No trataba de batir las pestañas o fruncir los labios para ser sexy. Era real. ¿Cuánto tiempo pasó desde que estuve con una chica que era autentica? Pero era joven y creció en un mundo diferente al mío.

―Sí, cariño. Pero Jonathon tiene casi veinte. No debería acercase a ti.

Parecía afligida, luego asintió. Seguramente no se había querido quedar con ese tipo, ¿no? Al diablo con eso, ¿qué le enseñó Darla a esta chica?

―Lo siento por echarlo, pero no te trató correctamente.

Volvió a abrir los ojos y un hoyuelo apareció en su mejilla. ―Oh, no te disculpes‖por‖eso.‖Quería‖que‖regres{ramos‖a‖una‖habitación‖y‖eh…‖―se calló. No tenía que explicarlo. Me encontraba bastante seguro de lo que quería hacer con ella en la habitación.

―Vamos. Te llevaré a casa ―dije, asintiendo hacia la puerta.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Dic 02, 2015 12:33 pm

2


Maite


OhDiosmío, ohDiosmío, ohDiosmío, William Montgomery, o Newark ―no estaba segura; había oído a las personas llamarlo por ambos nombres―, estaba hablándome. De verdad estaba mirándome y hablándome. Era difícil respirar. Cuando empujó a Jonathon en la cocina, luciendo como un ángel vengador, mi corazón se puso frenético.

Era el hombre más hermoso que alguna vez había visto. Tenía diez cuando lo vi por primera vez en el club. Yo había estado intentando cargar el carrito de las bebidas para tía Darla porque estaba enojada conmigo por correr enfrente de los miembros en lugar de quedarme sentada en su oficina hasta que terminara la reunión. Así que había pensado que si la ayudaba, estaría feliz de nuevo.

El problema era que no podía llevar las cajas de las bebidas porque eran demasiado pesadas, así que había llevado de a cuatro por vez desde la nevera al carrito. Habían hecho treinta y dos grados afuera, y luego de cinco viajes, me sentía cansada. Dejé que mi atención vagara y terminé tropezando en un escalón y dejando caer todas las botellas de cerveza que tenía en mis brazos. Había vidrios rotos por todos lados.

Sabía que la tía Darla nunca más me dejaría venir y quedarme con ella. Terminaría encerrada con la vieja vecina olorosa del apartamento de al lado, que me gritaba todo el tiempo mientras papi trabajaba. Y él se la pasaba trabajando.

William había entrado y había visto mi desastre. Sin una palabra, comenzó a limpiarlo. Me había quedado allí parada, asombrada de él en sus pantalones cortos caqui y camisa polo blanca, luciendo como un modelo adolescente de revista. Cuando levantó la vista hacia mí y me guiñó un ojo, perdí mi corazón de diez años con él.

Esa había sido nuestra última interacción, aunque había estado observándolo desde lejos todos estos años. Era mi sueño favorito cuando estaba despierta. Y ahora, aquí se encontraba él, salvándome de nuevo.

Lo seguí mientras salía de la cocina. Cuando vio la gran multitud de personas apretujándose en la sala de estar, extendió una mano hacia atrás y tomó la mía. Cualquier capacidad de respirar desapareció. William Montgomery Newark tocaba mi mano. La sostenía. Si moría hoy, estaría bien. Porque gracias a este momento, ahora mi vida estaba completa.

Él hizo su camino a través de la multitud, sosteniendo mi mano. Las personas llamaban su nombre y varios me miraban con curiosidad cuando lo veían tirando de mí. Yo no sabía qué hacer con la atención. Estas eran personas que había visto mi vida entera, pero ellos nunca me habían reconocido.

―¿Qué estás haciendo? ―preguntó London horrorizada justo cuando nos liberamos de las personas. Esto no era bueno. William y London habían sido pareja por un par de años. Todos lo sabían. Cuando oí que él había terminado las cosas con London, había estado tan feliz que había sonreído como una idiota por una semana. Lo que era tonto, en serio. No era como si William fuera a darse cuenta de que yo existía ahora que London estaba fuera de la foto.

―Yéndome ―respondió William sin mirarla.

―¿Estás yéndote? ¿Con ella? ―preguntó, todavía más horrorizada.

William dejó ir mi mano y abrió la puerta principal.

―Síp. ―Fue su única respuesta.

―¿Quién es ella? ―preguntó London, luciendo furiosa.

―Eso no es asunto tuyo ―respondió él, luego me miró―. Vamos, cariño.

Me llamó cariño. En serio iba a desmayarme. Justo aquí, en el suelo de mármol.

―¡William, no salgas por esa puerta! ―advirtió London mientras él abría la puerta y se hacía a un lado para que yo pasara. Salí rápidamente antes de que London decidiera lanzarse sobre mí.

―Ignórala ―susurró mientras pasaba por mi lado.

Era como si compartiéramos un secreto. Me estremecí.

Él le cerró la puerta a London, que gritaba sin parar y dejó salir un suspiro aliviado.
―Demonios, ella es agotadora.

No parecía estar triste por su ruptura. Eso era bueno. No podía pensar en nada que decirle que no sonara estúpido. Deseé tener una idea ingeniosa para mantenerlo cerca de mí.

―¿Alguna vez has montado en una motocicleta? ―preguntó, deteniéndose enfrente de una. Sabía que conducía una Harley. Todos lo sabían. Pero no había pensado en andar con él. Esta noche se ponía mejor.

―Eh, no ―respondí, tratando de evitar que la sensación de vértigo se mostrara en mi rostro.

―Seré tu primero. Dulce ―dijo, luego me guiñó.

Mi corazón se paró. William me había guiñado. Había estado tan preocupada sobre esta noche. No había estado segura sobre Jonathon, pero había querido ver cómo salía la otra mitad. Había oído todo sobre ello, pero nunca había participado. Nunca había imaginado que me tomaría de las manos con William, que iba a guiñarme, que conseguiría subirme a la parte trasera de su moto. Esta noche sería la más épica de mi vida. Estaba segura de ello.

―Está bien ―conseguí decir sin tropezar con las palabras.

Sonrió y era perfecto. Amaba su sonrisa. Me extendió su casco.

―Ponte esto ―me instruyó.

Nunca me había puesto un casco de motocicleta, por lo que lo sostuve y lo estudié por un momento. No quería hacerlo mal. Estaba bastante segura de que necesitaría ajustar la correa debajo de mi barbilla.

La mano de William tomó el casco. Alcé la vista, preocupada de que me hubiera tomado demasiado tiempo y él hubiera cambiado de idea.

―Lo siento. Eso fue grosero. Debí haberlo hecho por ti. Nunca has subido en una moto ―dijo simplemente, luego lo puso en mi cabeza y ajustó las tiras.

Se encontraba tan cerca que podía olerlo. Tenía una esencia maravillosa que asumí que era colonia, que se mezclaba con la brisa marina. Inhalé profundamente mientras él ajustaba el casco.

―Ahí está. Ahora tenemos esa cabeza preciosa toda sana y salva ―dijo mientras se alejaba de mí y pasaba una pierna por encima de la motocicleta―. Toma mis hombros y trépate a la parte de atrás. Sostente de mí tan fuerte como lo necesites.

Acababa de decir que mi cabeza era preciosa. No podía pensar en nada más en ese momento. Estaba demasiado concentrada. ¿Acaso me quedé dormida? ¿Era otro de mis sueños? Si era así, era uno verdaderamente bueno. Excepto que todavía no estábamos besándonos. Me gustaban mucho más los sueños en que nos besábamos.

Me acerqué y puse mis manos en sus hombros como él había dicho, luego pasé mi pierna sobre el asiento y me senté detrás. Él dijo que me sostuviera fuerte, pero ¿se refería a sus hombros? Había visto a personas en motocicletas lo suficiente para saber cómo los acompañantes siempre envolvían sus brazos alrededor de los conductores, pero no sabía si William quería que hiciera eso. Antes de que pudiera seguir pensando en ello, él lanzó sus manos hacia atrás y tiró de mis brazos alrededor de su parte media.

―Fuerte, cariño. Sostente fuerte ―repitió, y así lo hice.

Presionar mi pecho contra la espalda de William era maravilloso. Con cada respiración que tomaba, todo lo que podía oler era a él. Sentía la dura calidez de su espalda contra mi pecho y todo hormigueaba. Estaba agradecida de que estuviera oscuro y él no podía ver exactamente cuánto disfrutaba mi cuerpo.

La Harley vino a la vida debajo de nosotros, y partimos. El agarre que tenía en William se apretó instantáneamente mientras aceleraba por la carretera principal. Mi corazón latía tan rápido que quizás él podía sentirlo. Era excitante. Nunca hacía cosas peligrosas. Era responsable. Tenía que. Mi papá no me aparecía mucho en casa, y cuando sí, no me quería allí. Era un recuerdo constante de mi madre, que lo abandonó con una hija y había corrido a los brazos de otro hombre. Él la odiaba por abandonarlo. No por dejarnos a los dos. Simplemente a él. Era egoísta, pero también lo era mi madre. Así que hacía todo lo que podía para probarle que no era como ella.

La tía Darla estaría tan decepcionada de mí en este momento, pero no pude evitarlo. Era una experiencia de una vez en la vida. Las chicas como yo no conseguían viajar en la parte trasera de la moto de William. Era intocable. Y esta noche me había visto. Me había salvado. De nuevo.

Estaba segura de que nunca habría un hombre que se comparara a William. Era el epítome de la perfección. Y yo era simplemente otra chica del parque de casas rodantes. Alguien que no habría visto si no hubiera sido por tía Darla. A él le caía bien. Lo hacía por ella.

Por mucho que necesitara recordarme esto a mí misma, no quería en este momento. Simplemente quería memorizar cuán bien se sentía su cuerpo contra el mío. Los músculos tensos de su abdomen se flexionaron mientras doblaba en una calle que nos llevaría hacia el club y por la parte más rica de la ciudad. Yo vivía hacia el otro lado. En toda la emoción de estar en la moto de William, olvidé decirle dónde vivía. Mi remolque no se ubicaba en Rosemary Beach. No había remolques en Rosemary Beach. La casa promedio costaba al menos cinco millones de dólares. Mi remolque se encontraba a treinta minutos al norte de la ciudad.

Podía dejarlo llevarme al club. La tía Darla todavía estaría trabajando. Ella vivía más cerca, porque el señor Kerrington le suministraba un apartamento en la propiedad. Estaría molesta conmigo cuando le explicara lo que había sucedido, pero no podía pedirle a William que me llevara todo el camino hasta casa. Era demasiado lejos.

―Simplemente llévame a la oficina de la tía Darla ―le dije, inclinándome lo suficiente cerca de su oído para que pudiera oírme sobre el viento.

Él giró su cabeza ligeramente a la derecha, más cerca de mí.

―Sé dónde está su apartamento. Pensé que vivías allí.

Ya desearía. La vida sería mucho más fácil si fuera así. La tía Darla era la única persona que conocía que me amaba incondicionalmente.

―No, pero está bien. Vivo demasiado lejos. Simplemente voy a ir a su casa esta noche.

William no respondió al principio, pero luego comenzó a desacelerar y frenó en una estación de servicio. Cuando paró, tuve un momento de pánico, porque no sabía qué se suponía que hiciera con mis piernas. No quería hacer que su motocicleta cayera. Sería horrible.

William posó ambas piernas en el suelo. La vista de él bajo de las luces del cartel de la tienda, su maravilloso cuerpo a horcajadas de su Harley, era simplemente otra imagen que iba a guardar en mi memoria.

Luego se giró para mirarme.
―¿Darla va a molestarse contigo por esto?

Podría mentirle, pero algo en esos ojos suyos me hizo querer decirle todo. Así que me encogí de hombros, manteniendo mi boca cerrada.

Una sonrisa apareció en sus labios perfectamente formados y mi concentración al entero fue a su boca. El labio inferior ligeramente más lleno que el superior, pero era una diferencia tan ligera que la mayoría de las personas no se darían cuenta. Yo simplemente estaba tan obsesionada con él que me daba cuenta de todo. En algunos de mis sueños, había chupado ese labio inferior. Era muy chupable.

»¿Maite? ―Su voz interrumpió mis fantasías, y separé mi vista para volver a encontrar sus ojos. Ya no sonreía. Lucía divertido.

―¿Mm? ―respondí como una idiota. Me había atrapado observando fijamente su boca.

―Te pregunté si preferirías que te llevara a casa. No me importa conducir más lejos. Tuviste una noche dura. No quiero que tengas que enfrentarte a una Darla enojada.

Ella iba a estar enojada. No sabía por qué estaría más molesta: porque hubiera ido a la fiesta de Rush Finlay con Jonathon, o porque hubiera viajado en la parte trasera de la moto de William. Tenía la sensación de que iba a estar igual de enojada por las dos.

―Vivo a treinta minutos ―expliqué, dejando caer mi mirada al pavimento manchado con aceite en lugar de mirarlo a los ojos. No confiaba en mí misma respecto a no perderme en otro sueño despierta.

―¿Con tus padres? ―preguntó.

―Mi papá.

Él dejó salir un silbido bajo.
―¿Papá o Darla? ¿Cuál va a estar más enojado?

Dejé salir un suspiro. Papá no iba a estar en casa esta noche. Salía la mayoría de los viernes y sábados por la noche, dado que no tenía que trabajar al día siguiente.

―Darla. Papá no va a estar en casa esta noche.

William no respondió inmediatamente, por lo que estudié el piso mientras esperaba a que se decidiera. Volver a mi remolque era la mejor opción, pero me sentiría tan mal por hacer que William gastara su combustible y tiempo en eso.

―¿A menudo pasas la noche sola en casa? ―preguntó. La preocupación en su voz me sorprendió. Alcé la vista hacia él y, como era de esperar, fruncía el ceño.

―Sólo los fines de semana ―respondí y su ceño se hizo más profundo.

―Eso no es seguro. ―Dejó salir un suspiro y sacudió su cabeza―. Voy a llevarte a lo de Darla. Me siento mejor sobre eso. No deberías quedarte sola durante los fines de semana.

¡Tenía casi diecisiete! ¿Por qué actuaba como si tuviera diez años? ¿Lucía como una niña?

―Voy a cumplir diecisiete en septiembre, no soy una niña. He estado sola en casa los fines de semana durante la mayor parte de mi vida. ―Ahora me sentía un poco enojada con él. No quería que William me viera como a una niña. Este año sería una estudiante de tercer año en el instituto.

Una sonrisa tiró de sus labios, pero intentaba reprimirla. Podía verlo luchar contra ella. Si no hubiera sido tan malditamente hermoso, habría bajado de su moto y hubiera hecho dedo para volver a casa. Había hecho eso antes, también.

―Nunca dije que fueras una niña, Betty. Eso no era lo que pensaba cuando dije que no era seguro.

Todo lo que tomó fue una mirada sexy y oír su cálida voz profunda para tenerme a su merced de vuelta, encantada. Iría a donde fuera que él quisiera.

―Está bien ―respondí.

Él rió esta vez, luego se giró y encendió la motocicleta de nuevo.
―Sostente fuerte ―me recordó.

Una vez que mis brazos estuvieron envueltos alrededor de él, nos disparamos de vuelta a la oscura carretera que guiaba al club. Esta noche iba a enfrentar la ira de la tía Darla. Pero valdría tanto la pena.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Dic 02, 2015 12:43 pm

3

Presente


William


Me senté en mi Harley y esperé a que Maite saliera de la casa club. Woods me enviaba el horario de trabajo de Maite cada dos semanas, y me aseguraba de que llegara a casa desde el trabajo con seguridad todas las noches. No la acechaba, exactamente. Era sólo la única manera de poder permanecer cuerdo.

Velar por ella era todo lo que hacía. Si me acercaba demasiado, enloquecía. La última vez que intenté hablar con ella, empezó a gritar. No fui capaz de calmarla. La veía perderse lentamente. Y me destrozaba.

Así que la seguí al trabajo todos los días, y la seguía a casa todas las noches. Una vez que se encontraba a salvo en su apartamento, a menudo estacionaba al otro lado de la carretera y veía su ventana hasta que se quedaba a oscuras. Nunca me miró, aunque no ocultaba el hecho de que la seguía. No tenía sentido esconderme de ella.

Las últimas palabras que en realidad me dijo, no, me gritó, porque hubo mucho de eso, fue hace dieciocho meses en la playa cuando perdimos a Jace. Mi primo, mi mejor amigo, y el amor de Maite. Se ahogó al salvar su vida cuando entró en el océano borracha y quedó atrapada en una corriente. Perderlo se llevó una parte de mi alma. Él fue el hermano pequeño que nunca tuve. El buen heredero de Newark. Fue todo lo que yo debería haber sido y no pude.

Y amábamos la misma chica. Aunque él nunca lo supo.

Verla alejarse de la vida más y más cada día era tan condenadamente difícil. Jace no hubiera querido esto. Lo hubiera odiado. La amaba más de lo que se amaba a sí mismo. Verla así habría roto su corazón.

Maite balanceó su largo cabello oscuro por encima de su hombro mientras salía de la casa club. Los pantalones cortos que llevaba fueron una vez apretados y ahuecaban su perfecto trasero redondo. Pero al igual que perdió la voluntad de vivir, también perdió peso. Demasiado.

La necesidad de sostenerla y ayudarla a sanar era tan jodidamente fuerte. Pero no me quería. No me di cuenta de cuanto me odiaba hasta que volví a Rosemary hace poco más de dos años. Corrí como el infierno hace ocho años de una amenaza que me asfixiaba. Mi padre quería algo de mí que yo no quería, y no era capaz de escapar.

Tenía dieciocho años y sentía miedo, porque en tres cortos meses, una chica de dieciséis años, se convirtió en mi única preocupación en la vida. Maite robó mi corazón el verano en que la conocí en la fiesta de Rush. Cuando estuve dispuesto a tirar la vida que planeé desde hace un año con el fin de estar con ella, mi padre me recordó cuanto control tenía sobre mí.

No habría sido capaz de mantener a Maite si me quedaba. Esa no era la vida que me habría dejado tener. Así que me fui, con la esperanza de que cuando regresara en dos años, cuando tuviera la edad suficiente, pudiera llevarla conmigo. Pero en primer lugar, tuve que escapar.

Vi como Maite abrió la puerta de su viejo destartalado Ford Taurus y se metió dentro. Por la forma rígida en que caminaba y la forma en que mantuvo su enfoque lejos de mí me dijo que sabía que me encontraba aquí. Esperaba que estuviera aquí.

Una vez habría mostrado la sonrisa más hermosa en el mundo y corrido a mis brazos. Pero eso era el pasado. Rompí eso. La rompí a ella, y ni siquiera lo supe.

Encendí mi motocicleta y salí a la carretera, dándole a Maite espacio suficiente mientras le seguía a su casa. Rara vez iba algún otro lado. Algunos días iba a casa de Grant y Harlow para visitarlos y a su bebé. Otros días iba con Blaire y Rush. Pero aparte de esas raras ocasiones, simplemente iba a casa.

Su casa era otra cosa que me comía vivo. Lo odiaba. Odiaba que saliera por la noche para dormir en un apartamento a quince millas fuera de la ciudad con vecinos cuestionables. Tenía un bonito apartamento en la propiedad del club, completamente pagado, pero después de la muerte de Jace, se mudó. Blaire dijo que necesitaba escapar de los recuerdos, que la playa era demasiado dolorosa para ella.

Pero Dios, lo odiaba. Maite merecía más que esta vida. La chica joven con ojos grandes marrones y tiernos, tan confiada e inocente, me obsesionaba. Por mi culpa, esa chica se había ido. Destruí esa confianza e inocencia.

El auto de Maite giró en la estación de servicio justo dentro de los límites de la ciudad. No necesitaba conseguir gasolina. Lo sabía porque conocía los días que tenía que rellenarla. Lo hizo hace dos días. Todavía tenía varios días antes de que necesitara más. Estacioné a través de la carretera y la observé.

La vi estacionar su auto y salir. Se agarró a la puerta cuando se giró y miró en mi dirección antes de cerrar la puerta. Al menos me miró esta vez. Esperaba que volviera a ignorarme y entrara, pero no lo hizo.

Mantuvo la mirada enojada en mí cuando cruzó el estacionamiento y se dirigió en mi dirección. Oh, mierda. Parecía enojada, y no había nadie alrededor para calmarla cuando se echara sobre mí. Tal vez esto era algo bueno. La última vez que se echó sobre mí, Grant y Woods la retuvieron y llevaron a su casa. Siempre que hablaba, solo gritaba más fuerte. Oír mi voz era suficiente para enfurecerla.

No entendía el desprecio que le escondía a Jace y sólo me mostraba cuando nadie‖ miraba…‖ hasta aquel día en la playa. El recuerdo de sus palabras me desgarró, e hice una mueca. Esa mierda siempre iba a atormentarme. Yo nunca lo superaría.

Me bajé de la motocicleta y esperé lo que planeaba decirme. Reconocía mi existencia. Tomaría lo que pudiera conseguir.

Se detuvo frente a mí y puso sus manos en las caderas. Incluso con la pérdida de peso, Maite todavía tenía caderas. Eran más delgadas, pero se encontraban allí. Tenía fantásticas caderas. ―Deja de seguirme ―exigió, con furia en sus ojos―. ¡No necesito que me aceches como un psicópata!

Tenía que ir con cuidado con ella. Quería que hablara conmigo; no quería hacerla enojar. ―Sólo estoy asegurándome de que estás a salvo ―contesté en el tono más suave que pude.

Maite dejó escapar un gruñido de frustración. ―¡No lo hagas! No necesito que te asegures de que estoy a salvo. No importa si estoy segura. No he sido tu preocupación en mucho tiempo. ―Trataba de controlarse. Quería golpearme. Gritarme. Quería culpar a alguien más por la muerte de Jace, y yo era la persona más fácil de odiar.

―Es importante para mí que estés a salvo ―dije simplemente.

Cerró los ojos y respiró hondo. Sus manos se apretaban fuertemente en puños mientras descansaban en sus caderas. ―No me gusta verte. No me gusta que me mires. Quiero estar sola. Conseguiré una orden de restricción en contra tuya, William, lo juro por Dios ―amenazó.

Los dos sabíamos que no le hice nada y no sería capaz de conseguir una orden de restricción. Pero decírselo sólo la molestaría. ―Sé que me odias. Durante mucho tiempo, no sabía por qué. Pero lo hago ahora. Infiernos, Maite, me odio a mí mismo ―admití―. Eso no significa que no me preocupe por ti. Estoy preocupado por ti, y si no me quieres cerca de ti, lo entiendo. Pero voy a mantenerte tan segura como pueda. Lamento si eso te molesta.

Maite dejó escapar una risa histérica que no era una risa en absoluto. Amaba la risa de Maite. La de cuando era feliz. Oír su risa y ver su sonrisa una vez me había encantado. Haría cualquier cosa por ella. Ahora no era nada más que un sonido hueco, difícil que sólo se añadía al dolor entre nosotros.

―¿Por qué has vuelto? Estaba bien. Jace y yo estábamos bien. Era feliz, William. Era tan condenadamente feliz. ―Su voz se quebró, y quería acercarme a ella. La cáscara dura, enojada con la que se rodeaba se resquebrajaba―. Verte lo arruinó. ¡Todo! Arruinó todo. Entonces… tú… ―Dejó escapar un grito y se llevó las manos sobre los ojos―. Traté de hacernos funcionar. Traté de que me agradaras. Traté de aceptar que Jace te quería, y quería olvidar el pasado. Quería olvidar ese verano. Lo hice, Jace. ¿Por qué tuviste que hacerme recordar? Por qué tuviste‖que‖hacerlo…―tragó saliva―. Era feliz. Creí que Jace era mi único. Luego volviste y jodiste todo. ¿Por qué? ―Su voz se hallaba tan rota. Las lágrimas llenaban sus ojos cuando me miró.

Volví con la excusa de comprobar a mi amiga Della Sloane. La conocí en Dallas en un restaurante donde era camarera y yo camarero. La envié aquí para conseguir un trabajo en el club y vivir en mi apartamento después de que se acostara con nuestro jefe, del cual no sabía que él era casado en ese momento. No vivía en el apartamento, desde el verano conocí a Maite, cuando mi abuelo me lo dio como regalo de graduación. Envié a Della al único lugar en que sabía que estaría a salvo. Tuve razón. Ahora se encontraba comprometida con Woods Kerrington y era completamente feliz.

En ese momento, me dije que volví a casa porque oí la voz de Jace en el teléfono y extrañé mi hogar. Supe que Jace se encontraba con Maite, y tan duro como fue aceptarlo, él era el mejor hombre. Era bueno para ella.

Mirando hacia atrás ahora, podía admitir que vine a casa por ella. Quería ver a Maite. Quería ver si el tiempo y la distancia verdaderamente terminaron con lo que alguna vez tuvimos.

No lo hicieron.

―Quería volver a casa ―dije, incapaz de decirle la verdad completa.

Los hombros de Maite se hundieron, y cruzó los brazos sobre su estómago de manera protectora. ―Éramos felices. Lo arruinaste.

No tuvo que explicar. Entendí. Cuando caminé hasta la puerta de Jace y Maite contestó, fue como si todos esos años desaparecieran. La chica que me mostró que realmente valía la pena luchar por el amor se encontraba allí, mayor, pero más hermosa de lo que recordaba. Era mi chica. Y llevaba la camiseta de mi primo, como si acabara de salir de su cama.

No hablamos. Solo nos quedamos allí y nos miramos. Por un momento, casi esperé que saltara en mis brazos, pero luego Jace caminó detrás de ella y la envolvió con sus brazos alrededor de su cintura, sonriendo como el hombre más feliz de la tierra.

Mi mundo se cayó en ese momento. Aunque hubiera sabido que la perdí, no hubiese vuelto hasta entonces. Todos estos años, viví con un corazón bien resguardado. Nunca me acerqué a una chica. Mi corazón fue hace años reclamado. Ni una sola vez tuve la tentación de dárselo a nadie más.

―Lo siento ―dije finalmente. Y lo sentía. Lamentaba haber llegado a casa. Debido a que tenía razón. Arruiné todo lo que construyeron. No fui capaz de dejar de comérmela con los ojos, no podía estar satisfecho de ella. Cuando Jace no se encontraba cerca, la miraba con avidez, como si mi último aliento dependiera de ello. Nunca hablamos, pero las palabras no eran necesarias. Decía lo suficiente con mis ojos.

―Siempre me recordarás lo que perdí. Dos veces. Sólo pierdo contigo, William. Dejas destrucción a tu paso. No puedo soportar perder nada más.

Más de una vez desde que Jace se ahogó, rogué a Dios por haber sido yo. Si hubiera estado allí esa noche, habría salvado su vida. No hubiese dejado que se ahogara salvando a Maite. Lo habría salvado de esas olas. Hubiera sido yo quien se ahogara esa noche. Y todo hubiese ido bien en el mundo.

Oír a Maite decirme lo que ya sabía, y con lo que lidiaba todos los días cuando abría los ojos, me hacía imposible respirar. No valía el aire que respiraba.

Saber que la mujer a la que amaría hasta el día en que muriera creía lo mismo, hacía que mi vida pareciera sin sentido.

Lo cual era la razón por la que mantenerla a salvo. Tenía que hacer que esta vida significara algo. Esta vida que no merecía. Mantener a Maite segura no sólo significa algo, significaba todo.

No esperó a que respondiera. Se dio la vuelta y se dirigió al otro lado de la calle, luego se subió a su auto. Esperé hasta que estuviera en el camino y se dirigiera a casa antes de salir a la carretera y seguirla.
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Mensaje por tamalevyrroni Miér Dic 02, 2015 12:48 pm

4

Maite

Me coloqué detrás de las cortinas y miré a Tipp al otro lado de la calle. Se encontraba sentado en su motocicleta con la mirada fija en mi ventana. Normalmente, se iba cuando apagaba la luz por la noche. Una vez que se iba, las prendía nuevamente. Esta noche no se marchó. Apagué la luz desde hace una hora, y todavía se encontraba sentado allí, viendo a mi ventana.

Estuve adormecida durante tanto tiempo que ignorarlo no fue difícil. Pero últimamente, comenzaba a llegar hasta mí. El entumecimiento que había abrazado se desvanecía poco a poco, y las emociones enterradas encontraron un camino hacia la superficie, pasando mi escudo.

Hubo un tiempo en que me hallaba enfadada con el mundo, pero pensé que había superado esa parte del proceso de duelo. Lloré todas mis lágrimas. Cuando llegó el entumecimiento, lo mantuve cerca. Quería eso. Lo necesitaba para poder seguir viviendo. La culpa y el dolor me destrozaban.

Woods no era capaz de mirarme por el papel que desempeñé en la muerte de Jace, y me aferré a eso. Todavía me odiaba. Sabía que era mi culpa. Me agarré de eso. Necesitaba ser odiada. No necesitaba compasión. No merecía piedad. Debía ser odiada. Quería ser odiada. Woods me dio eso.

Todos los demás se preocupaban por mí. No quería su preocupación. Todos vieron lo que sucedió. Todos deberían odiarme. Pero no lo hicieron. Me alejé de ellos, debido a que la pena era demasiada. No era de mí de quien debían preocuparse. No era digna de su preocupación. No era digna de su simpatía.

Luego se encontraba William. Por mucho que quería que se fuera, no lo hacía. No se marchaba.

Ya no trataba de hablar conmigo. Lo dejó de intentar hace mucho tiempo. Pero siempre se hallaba allí, en mi maldito espejo retrovisor, siguiéndome. De pie en las sombras, mirándome como un loco protector. No necesitaba protección. No de él, especialmente.

Apreté la manta a mí alrededor y me senté en el sofá, en la oscuridad. Ese era mi único refugio. Mi apartamento. Un lugar en el que Jace nunca antes estuvo. No existían recuerdos de tiempos felices aquí. Excepto que William invadió este mundo, sentándose allí cada noche, mirándome.

Después que me arruinó, usé mi cuerpo para encontrar la felicidad. Me dije que buscaba a alguien más, pero realmente trataba de borrarlo de mis recuerdos. Así que salí de fiesta. Y me acosté con chicos. Me convertí en una persona completamente diferente a la chica que dejó atrás.

Cada vez que cerraba los ojos y daba mi cuerpo a otro chico, esperaba olvidarlo.

Pero nunca lo hice.

Siempre se encontraba allí, en el fondo de mi mente. En la manera dulce, gentil que me sostuvo nuestra primera vez juntos, incluso mientras me recordaba que ahí a fuera existía algo más. Luego recordaba lo mucho que me dolió perder eso.

Jace apareció, y lo quise simplemente porque se parecía mucho a William. Me lo recordaba, también. No era como los demás. Al principio, me usó para tener sexo, pero siguió volviendo. Me hacía sonreír y me decía cosas bonitas.

Cuando me decidí a luchar por mí misma y dejar de dar mi cuerpo a cualquier chico caliente y rico que me coqueteara, Jace hizo su movimiento y, al igual que Cenicienta, encontré por fin el amor con mi príncipe.

Me asustaba tanto amar a Jace, pero hizo que fuera difícil no amarlo. Era mayor que cuando conocí a William, y me dije que eso fue diferente porque fue un amor de niños. Que me enamoré más profunda e intensamente porque era joven. Que viví en un cuento de hadas.

Lo que tuve con Jace fue real. Me aferré a eso, y por un tiempo breve, fui feliz. Entonces William volvió a Rosemary Beach, y al solo verlo, mi corazón se estrelló contra mi pecho. Toda la intensada que dije que solo era la fascinación que me abrumó por ser joven, me invadió inmediatamente. Odié que sacara a relucir eso.

Odiaba lo que hizo de mí.

Lo odiaba.

Pero fingí, porque Jace lo amaba. Y Jace no podía saber lo que pasó entre William y yo.

El sonido del rugido de la motocicleta de William volviendo a la vida me hizo suspirar de alivio. Finalmente se iba. Odiaba la oscuridad. No comí en todo el día, y necesitaba prepararme algo antes de ir a la cama.

Sentada en silencio, esperé diez minutos antes de levantarme y encender las luces. William se fue por esta noche. No tendría que verlo de nuevo hasta la mañana, cuando volviera mientras me preparaba para el trabajo.

Esta noche lo reconocí. Le hablé. Quería vomitar todo el odio y el dolor que tenía dentro de mí, en él. Sabía que lo soportaría, sabía que no me miraría con simpatía. Y tuve razón. Era William. El calmado y sólido William.

Las palabras que le dije fueron duras y crueles. La culpa se instaló dentro de mí. No se merecía eso, pero se las dije de todos modos. Su inmutación ante mis palabras fue la única señal de que lo afectaron. Jace odiaría en lo que me convertí. Pero no pude detenerme.

El adormecimiento finalmente se desvanecía. La vida era asimilada. La realidad se hallaba aquí. Tenía que seguir adelante.

Todo cambió cuando Harlow dio a luz. Harlow era mi amiga y la prometida de Grant. Quedó embarazada accidentalmente, a pesar de que tenía un problema cardíaco que la hizo tener un embarazo riesgoso, y por un momento después del nacimiento, no nos hallábamos seguros de sí sobreviviría. Nos encontrábamos acampando en el vestíbulo del hospital cuando Woods se acercó a mí. Me dijo que no era mi culpa el que Jace se fuera. Que se equivocó al culparme; que simplemente no fue capaz de aceptar que Jace hubiese muerto. Todavía se hallaba enojado, pero quería que yo fuera feliz de nuevo y sabía que Jace querría eso, también. Entonces me abrazó.

El adormecimiento comenzó a desvanecerse en ese momento, y casi le rogué que me odiara. Necesitaba su odio. Pero la sinceridad en sus ojos al apretarme los hombros y decirme que encontrara la felicidad de nuevo, me enmudeció. Della rompió en un ataque de llanto, se acercó y me abrazó después de ver a Woods perdonándome. Todo fue demasiado.

Desde ese día, todo cambió. Mi seguro mundo de inexistencia se desmoronó. Y William todavía se encontraba allí, siguiéndome.

Tenía miedo de depender de William, porque esto se acabaría, también. Se iría. Y me quedaría con otra cosa que superar. Tenía que irse ahora. Sabía, por experiencia, que sólo encontraría maneras para destruirme. No podría volver a vivir si tuviera que protegerme de William.

5

Ocho años atrás

William
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Dic 02, 2015 5:38 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Jue Dic 03, 2015 12:30 pm

―¿Qué demonios está pasando en la playa? ―murmuré cuando llegamos al apartamento que mi abuelo me dio como regalo de graduación. Mis padres no se alegraron por eso, pero el padre de mi madre les informó que yo necesitaba mi propio espacio, lejos de ellos. Este fue su regalo. Me mudé al día siguiente. Tener libertad en mi propia casa, me permitió escapar del control de mis padres. Me ofreció una muestra de lo que podía tener.

―Parece una fogata ―dijo Woods, afirmando lo obvio.

―¿Y no fuimos invitados? ―preguntó Jace.

―No es nuestra gente. Estamos muy cerca de los límites de la ciudad. Esa zona, no forma parte de la playa de Rosemary. Supongo que son de Destin. Lugareños, quizás ―explicó Woods.

Salimos de la camioneta de Woods, y les sonreí en respuesta a ambos. Pronto me iría, y quería pasar todo el tiempo que pudiera con Jace y sus amigos antes de hacerlo. No sabía cuándo volvería. También tenía mis propios amigos, pero podía visitarlos cuando viajaba. Ninguno de ellos pasaba aquí los veranos. Yo siempre lo hice, porque era amigo de los chicos del internado. El año que pasé ahí con Jace, Woods, y Thad fue épico. La mierda de la que nos escapábamos con la influencia del papá de Woods... cada vez que Rush Finlay venía a visitar a Grant, realmente lográbamos tener un poco de diversión. Nadie quería molestar al hijo de un dios del rock.

―Vamos a encontrar algunos problemas ―sugerí,‖y‖Woods‖se‖rio mientras Jace gritaba y se bajada de la camioneta con un salto.

―Apuesto que, en esa multitud, hay bellezas en bikini buscando pasar un buen rato ―Thad elevó la voz mientras recogía su largo cabello rubio en una coleta.

―Eso es lo que estoy pensando. No he tenido a nadie desde que rompí con London ―admití.

―Maldición, ella es jodidamente sexy. No he descubierto por qué dejaste de palmear ese culo ―dijo Thad.

―Está loca ―le dijo Woods. Conocía las historias. Las oyó de Jace.
Asentí en acuerdo.

―Voy a ir a tomar ese paquete de seis de la nevera ―dijo Jace.

―Tengo que utilizar algo de enjuague bucal ―dijo Woods, siguiéndolo hasta mi apartamento.

―Los encontraré allá abajo ―les dije. Thad siguió a los otros dos; imaginé que también iba tras el enjuague bucal. Todos tenían dieciséis, y dudaba que alguno de ellos consiguiera a alguien esta noche, pero no iba a decírselos. Esta gente probablemente tenía mi edad o más.

Entré en la luz del fuego y miré alrededor. Los bikinis realmente alegrarían a Thad. Sonriendo, me acerqué para permanecer en las afueras de la fiesta y así poder observar un poco desde las sombras, antes de ver si esto era en lo que quería entrar.

Un gran trozo de madera yacía a la derecha, oculto entre las sombras, y pude distinguir la silueta de una persona ocupándola. Conocía ese pedazo de madera. A menudo, venía aquí de noche para sentarme y observar las olas.

Curioso, me acerqué. Al hacerlo, el ocupante de mi asiento se dio la vuelta para mirarme. La luz de la luna la iluminó perfectamente, y reconocí el dulce rostro y los grandes ojos castaños mirándome. Maite.

No la volví a ver desde el fin de semana pasado, cuando la llevé donde su tía Darla, pero escuché que seguía encontrando fiestas de la ciudad. Al menos esta vez, se encontraba sola y no peleando con un idiota.

―¿Siempre encuentras buenas fiestas? ―pregunté mientras me sentaba a su lado.

Al principio no respondió, y me pregunté si me recordaba. ―William‖―le‖ recordé―. Te di un aventón de la fiesta de Rush el fin de semana pasado.

Sonrió y bajó la cabeza. ―Sé quién eres ―dijo en voz baja, pero ese tono ronco en su voz me produjo un pequeño escalofrío. Tenía que recordar que esta chica era demasiado joven para mí.

―Bien. Entonces no soy fácil de olvidar ―bromeé.

Se rió y me miró. ―Sabía quién eras el pasado fin de semana.

Interesante. Pero claro, iba mucho al club. La había visto varias veces.

―Entonces, ¿de quién es está fiesta? ―pregunté, observando la multitud antes de volver a mirarla.

Suspiró. ―Gente de la escuela. En su mayoría, estudiantes del último año. Mi amiga fue invitada por un chico de último año por el que siente algo. No quería venir sola. Por lo que, aquí estoy.

Y se sentaba sola en la oscuridad. No exactamente a salvo.

―¿Ahora dónde está tu amiga? ―pregunté.

―Ahí, la del bikini de la bandera americana con ese chico que tiene su mano debajo de su trasero ―dijo, señalando a la pareja que se besaba abiertamente delante de todos―. No siempre toma decisiones inteligentes ―dijo Maite con el ceño fruncido mientras apartaba la mirada de su amiga y la bajaba a sus manos cruzadas sobre su regazo.

También llevaba un traje de baño, pero usaba un pareo. Podía ver las cintas de color rosado, atadas a su cuello. Solo mostraba sus piernas. Sus piernas realmente largas.

―¿Por qué estás aquí? ―preguntó ella, mirándome de nuevo.

Incliné mi cabeza hacia el bloque de apartamentos a nuestra izquierda.

―Vivo allá.

Frunció el ceño. ―Creía que la casa de tus padres se hallaba al otro lado de la playa de Rosemary.

¿Sabía la ubicación de la casa de verano de mis padres? Eso era sorprendente. Me preguntaba qué más sabía de mí.

―Me mudé después de la graduación ―expliqué.

Suspiró melancólicamente. ―Eso debe ser agradable.

No tenía ni idea. Pero entonces, no sabía de qué huía. No tenía personas tratando de tomar decisiones en su vida por ella. Ese era mi infierno a enfrentar.

Gritos y silbidos me detuvieron de decir algo más. Eché un vistazo a la multitud para ver que la amiga de Maite estaba en topless, y el chico con quien se encontraba succionaba sus tetas, ahí mismo, delante de todos. La chica inclinó su cabeza hacia atrás mientras sostenía la del chico contra su pecho.

―Oh, Dios ―dijo Maite a mi lado.

―Tu amiga es un poco exhibicionista ―dije, apartando la mirada de la acción frente a mí hacia Maite, que observaba, horrorizada.

―Enloqueció.‖ Últimamente no sé qué se le ha metido ―dijo Maite, tapándose los ojos―. No quiero ver eso.

Riendo, extendí la mano y tomé las suyas, alejándolas de su rostro.

―Vamos a dar un paseo. Quizás hayan terminado con esto cuando regresemos. Podemos evitar el sexo en público de verdad.

Maite suspiró y deslizó su mano en la mía, luego asintió. ―Está bien. Sí. Porque a este ritmo, probablemente van a hacerlo.

Woods, Thad, y Jace necesitaban apresurarse y llegar hasta aquí para el espectáculo. Probablemente era la única acción que tendrían esta noche.

Nos alejamos de los apartamentos y nos adentramos más en la oscuridad. Sostuve la mano de Maite, porque se sentía bien. Siempre y cuando ella estuviera de acuerdo, seguiría haciéndolo.

―¿Cuántos años tiene tu amiga? ―le pregunté.

―La semana pasada cumplió diecisiete. Sus padres se están divorciando, y lo está tomando mal. Hace un mes, su madre entró en su habitación y la atrapó dándole una mamada a un chico. Fue malo. Perdió la cabeza. Pero sus padres no están haciendo mucho para detenerla.

―Puede que no sea inteligente seguirla a las fiestas. No puede ser seguro para ti. Los chicos podrían pensar que también estás dispuesta a eso ―dije. No me agradaba la idea de algún chico forzando a Maite. Era tan malditamente dulce, con un cuerpo que era demasiado maduro para ella. Hice mi mejor esfuerzo para no comérmela con los ojos. Era más fácil pensar en ella como una chica de dieciséis años, si no miraba sus atractivos muy desarrollados.

―Si esto es lo que pretende hacer en estas fiestas, ya no la acompañaré. No quiero verla hacer esto. Además, la próxima semana comienzo a trabajar en el club.

No tendré tiempo para ir de fiesta con ella. Estoy ahorrando para tener mi propia casa en cuanto me gradúe.

¿Estaría trabajando en el club? Me gustaba eso. Más de lo que debería.

―¿En serio? ¿Qué estarás haciendo?

―El único trabajo por el cual el señor Kerrington le permitiría a tía Darla contratarme, para el puesto de salvavidas en la piscina.

Entonces usaría uno de esos trajes de baño de color rojo durante todo el día. Incluso más atractiva. Nunca visité la piscina del club, pero podría empezar a hacerlo.

―Estoy seguro de que te verás bien con el uniforme ―dije, incapaz de no decirlo. Coqueteaba, pero maldita sea, era difícil no hacerlo.

Se detuvo un momento y me miró con esos ojos grandes. La sorprendí. Lo cual la hizo aún más malditamente atractiva. Realmente le sorprendió que pensara que se vería bien en un traje de baño.

―¿Qué? ―pregunté, sonriendo.

―Tengo que usar un traje de baño ―dijo lentamente, como si no me hubiera dado cuenta de cuál sería su uniforme.

Asentí. ―Sí.

Se miró a sí misma como si estuviera comprobando para ver si veía lo mismo que ella.

―Puedes ver que tengo sobrepeso, ¿no? ―dijo finalmente, volviendo a levantar su mirada hacia mí.

¿Qué? ¿Bromeaba? ―¿Estás bromeando? ―pregunté.

Sacudió lentamente su cabeza mientras me observaba como si esperara que notara algo. ¿La chica realmente no sabía que su cuerpo era increíble? ¿O buscaba un cumplido? No tenía la sonrisa coqueta e insinuante que usan la mayoría de las chicas cuando querían cumplidos. Se veía malditamente seria.

―No tienes sobrepeso ―dije, dejando caer la mirada de nuevo hacia su pareo.

―No debes haberme visto claramente la semana pasada. Mi... Tengo partes del cuerpo muy grandes ―dijo, y comenzó a caminar de nuevo. Esta vez, no sostenía mi mano. Parecía que intentaba alejarse de mí.

Di dos pasos hacia ella, agarré su mano y la detuve. ―Maite, no hemos terminado esta conversación. Ven aquí ―dije mientras renuentemente me miraba.

―Por favor, dejemos esto ―dijo.

Negué con la cabeza. ―De ninguna manera.

Se tensó y se dio la vuelta para mirarme. ―Lamento haber dicho algo. Hablemos de otra cosa.

―Quítate el pareo ―le dije. Podría no hacer un movimiento sobre ella, pero estaría maldito si no le demostraba lo sensual que era su cuerpo. Necesitaba ser consciente de eso, así se protegería.

Sus ojos se abrieron ampliamente, y esta vez, ella negó con la cabeza.

―Por favor, Maite. Por mí ―dije, utilizando todas las habilidades que había perfeccionado para encantar a las mujeres.

Vaciló y luego dejó escapar un profundo suspiro antes de agarrar el dobladillo de su pareo y estirarlo por encima de su cabeza. No lo dejó caer a la arena, sino que lo sostuvo apretadamente a su costado mientras cerraba los ojos, incapaz de mirarme.

Me alegré por ese momento para reponerme. Había sido capaz de decir que bajo sus ropas su cuerpo era ardiente, pero verlo en bikini era otra cosa. Sus tetas se hallaban a punto de escaparse de ese pequeño top, y sus caderas... maldición, sus caderas eran perfectas. Tenía una cintura diminuta, pero la manera en que se ensanchaban sus caderas me dijo que su parte trasera iba a ser jodidamente increíble. Luego estaban esas piernas.

―Te lo dije ―dijo en voz baja.

Mis ojos volvieron rápidamente a su cara mientras me miraba con una forzada sonrisa nerviosa e insegura. Comenzó a levantar su pareo para colocárselo de nuevo, pero agarre su brazo para detenerla.

―No ―dije. No había terminado de mirarla. Podría no terminar nunca.

―Esto es vergonzoso ―dijo en un susurro.

Tragué duro. Joder, esto iba a estar en mi mente por meses. Demasiado joven, William. Demasiado joven. Es demasiado joven.

―Date la vuelta ―dije.

Sacudió la cabeza. ―No, no puedo. Eso es peor.

Santa mierda, era ciega. ―En este momento, tengo que recordarme que eres demasiado joven. Tengo dieciocho años, y eso te hace ilegal. Pero esta vista hace que sea difícil que me importe. No sé quién te dijo que tienes sobrepeso, pero cariño, eres jodidamente perfecta.

La respiración de Maite se intensifico, y su pecho subía y bajaba. Realmente quería bajar ese top y llenar mis ojos y manos con sus tetas.

―¿De verdad? ―preguntó.

Asentí. ―Ahora, ¿por favor te das la vuelta? ―pregunté, sabiendo que esto iba a joderme. Si la vista era algo mejor, iba a estar desahuciado. Esa sonrisa dulce y cara hermosa no necesitaban venir con este paquete. Era demasiado.

Lentamente giró, y su redondo y firme culo, se encontraba apenas cubierto por la parte inferior que usaba. El traje no era para una chica con un cuerpo como este. Me hallaba jodidamente agradecido de que usara el pareo. Si los chicos de esa fiesta conseguían un vistazo de ella, habrían pululado como buitres voraces.

―Joder ―murmuré, incapaz de no hacer comentarios.

Rápidamente se giró, y atrapó su labio inferior entre sus dientes. Nuevamente, algo le preocupaba.

―Sé que es grande ―dijo, casi disculpándose.

Tuve que dibujar una línea con ella en mi cabeza. Porque me encontraba a punto de cometer un gran error. Me iría pronto, y no podía tocarla. Incluso si lo deseaba, malditamente demasiado. Maite era demasiado dulce. Demasiado inocente. No era alguien que debería llegar a tocarla.

―No. No es demasiado grande. Es sexy, Maite. Todo tu cuerpo es sexy como el infierno. Haces que los chicos piensen cosas y las anhelen. Necesitas ser consciente de ello. Usar un traje de baño de esa manera puede empujar a un hombre al borde. Tienes un cuerpo con el que los chicos fantasean. No seré capaz de sacarlo de mi mente durante mucho tiempo. Por lo que es una locura esta mierda del sobrepeso. Nunca creas que eres menos que una preciosidad. Y protege eso. Ahora, ponte de nuevo el pareo. Por favor ―dije.

Maite no se movió de inmediato, y aproveché el último vistazo que iba a obtener de su cuerpo. Cuando volvió a ponerse el pareo, respiré profundamente de nuevo.

―Gracias ―dijo finalmente.

―¿Por qué? ―pregunté.

―Por hacerme sentir hermosa.
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Mensaje por tamalevyrroni Jue Dic 03, 2015 12:36 pm

6

Maite

Temía usar un traje de baño y sentarme en el soporte de salvavidas donde la gente podría verme. Pero gracias a William, esta semana no fue la terrible experiencia que pensé que sería. No me sentía gorda. Sentía que me veía bien. El traje de salvavidas cubría mucho más que el que Meredith me prestó para la fiesta.

Pocas veces veía a gente de mi edad en la piscina, así que no era la gran cosa, de todos modos. En su mayoría había madres jóvenes y sus hijos. Algunas chicas de mi edad y mayores venían a tumbarse, pero la mayoría lo hacían en la playa, no en la piscina. Mi mayor problema esta semana había sido Chad. Era uno de los salvavidas y me prestó interés. Lo cual resultó ser molesto. No me encontraba interesada, pero él no captó la indirecta.

Me cubrí la cara con un poco más de bloqueador solar y me puse nuevamente mis gafas de sol antes de subir por la escalera para cambiar lugares con Fern, otra salvavidas, que estuvo trabajando en la parte menos profunda. Todo el mundo quería uno de los atriles con las sombrillas. Trabajar la parte menos profunda era agotador, pero estaba dispuesta a mojarme y refrescarme, así que no me importaba.

―Alerta de chico caliente. William Newark acaba de entrar ―susurró Fern mientras caminaba sonriendo hacia mí.

Rápidamente lo busqué y encontré de pie cerca de la entrada, detenido por una de las camareras que atendían la zona de la piscina. Sentí una punzada de celos cuando inclinó la cabeza y le susurró al oído. La camarera se rió, y él sonrió antes de caminar hacia la piscina. Vi como sus ojos se dirigieron al grupo de salvavidas y recorrieron la multitud hasta que encontraron los míos.

La sonrisa tonta en mi cara se hallaba allí antes de que pudiera detenerla. William sonrió, me observó de arriba abajo en el traje de baño antes de encontrar mis ojos de nuevo. Asintió con un brillo en sus ojos que hicieron que las mariposas en mi estómago tomaran vuelo.

―Oh Dios mío, te está mirando ―dijo Fern con un tono asombrado.

―Es un amigo ―le expliqué antes de que me avergonzara. No quería que William pensara que tenía que venir a hablarme o que lo esperaba.

Le di una última sonrisa antes de dirigirme a la parte menos profunda de la piscina. Él tenía una toalla en la mano, pero no iba a asumir que se encontraba allí para pasar el rato en la piscina. Sólo estaría de paso.

También tenía que asegurarme de que ningún niño se ahogara en mi turno. Desear a William no era una buena idea de ninguna forma.

Entré en la piscina y me refresqué antes de sentarme en el borde, donde se suponía que el salvavidas de la sección debería quedarse. No robé ninguna mirada de William. Tomó todo mi autocontrol, pero me las arreglé durante al menos diez minutos.

Cuando la falta de acción en la piscina se volvió insoportable, miré casualmente hacia los sillones alineados bajo las sombrillas y encontré a William con bastante facilidad. Hablaba con la camarera con la que coqueteó cuando llegó aquí. Ella era mayor. Suponía que era incluso uno o dos años mayor que él. Parecía disfrutar de su atención, y era demasiado doloroso de ver. Aparté mi mirada y la dirigí de regreso a los niños en la piscina.

―Es tu descanso ―dijo la voz familiar de Chad mientras se sentaba a mi lado―. Estoy aquí para rescatarte.

Lo miré y forcé una sonrisa. No estaba segura de que me gustara mucho. Había hecho varios comentarios sobre mi cuerpo que me avergonzaron. ―Gracias ―le dije, poniéndome de pie.

―Esa es una buena vista ―dijo cuando me di la vuelta. Me encogí ante la idea de que estuviera mirando mi trasero.

No respondí, ni reaccioné. Era mejor simplemente ignorar los comentarios de Chad. Me dirigí a la sala de descanso donde había dejado mi almuerzo esta mañana. Me encontraba aquí desde hacía tres horas, pero me moría de hambre.

Cuando entré en la esquina de la sección del personal, oí pasos detrás de mí. Mirando hacia atrás, vi a William y me detuve por completo. ¿Qué diablos hacía?

―Oye ―dijo.

―Hola ―le contesté, pero sonó como si le estuviera haciendo una pregunta.

―¿Estás en tu descanso? ―preguntó.

Asentí, todavía sin estar segura de por qué me siguió.

―¿Tienes algo que ponerte encima de tu traje?

Asentí nuevamente.

Esta vez, sonrió. ―Póntelo, y vamos a comer.

Vamos a comer. Quería comer. Conmigo. ―Está bien ―dije, obediente. Como si fuera a decirle que no.

―Tengo una pizza esperando por nosotros y una habitación reservada. Lo arreglé cuando llegué aquí.

Oh, guau. Está bien. Metí la mano en la bolsa colgada de mi hombro, saqué mi pareo y me lo puse. ―Listo ―dije, y me tendió la mano.

―Vamos. Estoy hambriento. Sé que también debes estarlo.

Una vez más, me limité a asentir. Me sentía tan confundida.

William me llevó a la entrada trasera de la cafetería de la piscina y hacia un cuarto reservado para fiestas privadas. Una mesa se encontraba puesta con una pizza y dos bebidas esperándonos.

―Sólo conseguí Coca-Cola. Si quieres algo más, házmelo saber, y haré que Crystal lo consiga. Ella es la que hizo esto por mí.

―Coca-Cola está bien ―contesté estúpidamente.

―¿Interrumpí tus planes para el almuerzo? ―preguntó, luciendo preocupado.

Actuaba como una idiota. Necesitaba controlarme. Negué con la cabeza. ―No. Iba a comer en la sala de descanso. Empaqué un almuerzo, pero es sólo un sándwich de pavo y una manzana. Esto es mucho mejor.

William sonrió de nuevo y sacó una silla para mí. ―Bien.

Me senté, y tomó asiento frente a mí. ―¿Cómo va el trabajo? ―preguntó, agarrando un pedazo de pizza y poniéndolo en mi plato.

Comenzaba a pensar que pude haber pasado por un golpe de calor y esto era un sueño loco que produjo mi mente. ―Yo, uh, está bien. Quiero decir, me gusta.

Tomó otro pedazo de pizza y lo puso en su plato. ―Tenía razón acerca del traje. Haces que se vea bien.

Me sonrojé y agaché la cabeza para ocultar mi reacción estúpida.

―¿Has estado en alguna fiesta salvaje esta semana? ―preguntó en un tono burlón.

Me reí y sacudí la cabeza. ―No. Todo trabajo y nada de juegos ―le dije, y agarré la pizza. Olía delicioso, y mi estómago ya gruñía.

―Le dejé las aceitunas. Me encantan, pero no sabía si te gustaría ―dijo mientras me observaba tomar un bocado. Nunca lo admitiría, pero me hubiera comido cualquier cosa que pusiera en esta pizza. Por el sólo hecho de que la compró para mí. Ningún chico me había comprado comida antes.

―Me gustan las aceitunas ―dije, después de tragar.

Asintió. ―Anotado. La próxima vez, puedes tener mis aceitunas.

La próxima vez. De acuerdo. Habría una próxima vez en la que me compraría pizza.

―¿Trabajas los fines de semana? ―me preguntó.

―No. Sólo trabajo de lunes a viernes este verano.

William tomó una bebida y me estudió por un momento. Tener toda su atención me ponía nerviosa. ―Tengo que ir en auto a Nueva Orleans el sábado para recoger algo. ¿Quieres dar un paseo?

Tenía que estar sufriendo un golpe de calor. No había ninguna otra explicación. ―Claro. Suena divertido ―contesté. Si iba a tener alucinaciones, bien podría disfrutarlas.
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Mensaje por tamalevyrroni Jue Dic 03, 2015 12:43 pm

7

Presente

William

Estacioné mi motocicleta y me recosté contra ella con mis brazos cruzados sobre mi pecho, esperando. Maite aún tenía diez minutos más antes de que su turno terminara, pero salí de una reunión de la junta con Woods una hora atrás, y no tenía sentido irme y regresar tan pronto.

Tacones sonaron en el pavimento, y me giré para ver a Della caminando hacia mí. Su normalmente sonrisa feliz no estaba, y un ceño de preocupación la reemplazaba. Iba a casarse en un par de semanas. Tenía la invitación en el mesón de mi cocina. Aún no les compraba un regalo.

―¿Estás esperando a Maite? ―preguntó mientras se detenía enfrente de mí.

Asentí. Sabía que yo hacía esto los días que Maite trabajaba.

―¿Aún se rehúsa a hablar contigo?

Asentí de nuevo. No quería hablar sobre la semana pasada y todo lo que Maite dijo. Algunas cosas eran demasiado dolorosas para verbalizarlas.

―Odio verte así. Desearía que me explicaras lo que está sucediendo. Nadie entiende por qué Maite te odia tanto y por qué la sigues a diario para asegurarte de que está bien. Es una devoción que solo he visto en hombres que están enamorados, pero ¿cómo puedes tú estar enamorado de Maite? Apenas la conoces. No estuviste aquí el tiempo suficiente para conocerla, y ella era novia de Jace. Algo no cuadra, William. Eres mi amigo. Cuando necesité algo siempre estuviste ahí para mí. Te quiero, y odio ver que te hagas esto a ti mismo. Quizás necesites alejarte de nuevo y colocar algo de distancia entre tú y Rosemary Beach.

Una vez esperé poder sentir algo más por Della, pero su corazón había estado con Woods Kerrington antes de que siquiera la conociera. Solo que yo no lo sabía. Aunque no importaba. Siempre estuvimos destinados a ser amigos.

―No puedo dejarla ―fue todo lo que dije. Della merecía saber más. Ella confió en mí cuando no tenía a nadie más con quien hablar, y sabía que estaría ahí para mí de la misma manera. Éramos cercanos. Pero esto... esto era más de lo que podía decirle a nadie. No era una historia que estuviera preparado para compartir.

Della suspiró y acercó la mano para apretar mi brazo. ―Quiero que alguien la ayude. Lo quiero. Todos lo queremos. Pero, William, ¿por qué tú?

Aparté los ojos de la puerta para mirar a Della. ―Porque la he amado desde que tenía dieciocho años. Es todo lo que puedo decirte. Y, por favor, no le repitas eso a nadie. ―Admitirle eso a alguien más era algo liberador de alguna manera.

Los ojos de Della se expandieron por la sorpresa, y estaba sin palabras. Sabía más que nadie ahora. ―Oh, guau ―susurró―. Tú... está bien. Um... guau ―tartamudeó, insegura de cómo responder.

Este era nuestro secreto, y ahora se lo había dicho a alguien. El tiempo que tuve con Maite ya no era algo que quisiera meter debajo de una alfombra o mantener escondido. Me sentía cansado de esconder la verdad. Si Jace hubiese vivido, me habría llevado el secreto a la tumba. Pero él ya no estaba. Y yo iba a estar aquí listo para el día en que Maite estuviese preparada para hablar conmigo.

La puerta se abrió, y Maite salió. Deslizó su mirada hacia mí, y por un breve momento, estuvimos ahí mirándonos. Me estaba reconociendo. ¿Por qué?

―Me tengo que ir ―le dije a Della, lanzando una pierna sobre mi moto y viendo a Maite subirse en su auto.

―¿Ella... ella engañó a Jace contigo? ―preguntó Della como si estuviera temerosa de la respuesta.

―No. Amaba a Jace ―respondí, y el alivio fue obvio cuando Della dejó escapar una exhalación. Enderecé la moto y asentí en señal de despedida antes de seguir el auto de Maite fuera del estacionamiento.

***

Me encontraba de pie en mi balcón, mirando las olas chocar contra la orilla, incapaz de dormir. Así era como pasaba la mayoría de mis noches. No quería dejar a Maite esta noche. Había visto su sombra en la oscuridad mientras ella me miraba desde su ventana. Mientras pudiera observarla mirándome, no iba a dejarla. Pero una vez que finalmente se retiró, supe que era momento de irse. Ella quería que me fuera.

Un golpe en mi puerta me sacó de mis pensamientos. Caminé de vuelta a través de las puertas francesas del balcón, preguntándome quién era. Nadie venía tan tarde. La esperanza de que fuera Maite fue breve y fugaz. Cuando abrí la puerta del frente y vi a Woods de pie ahí, supe que Della no fue capaz de mantener lo que le dije para ella misma. En el fondo sabía, cuando se lo admití, que le diría a una persona. La persona a la que le decía todo. Aceptaba eso. Di un paso atrás y le hice señas para que entrara.

Woods no habló mientras entraba en mi apartamento y caminaba hacia la
sala.

―Te dijo lo que dije. ―Decidí ir al punto de esta visita.

―Está dormida y no tiene idea de que estoy aquí. Pero sí, me dijo porque está preocupada por ti. Y preocupada por Maite. Estoy aquí porque estoy malditamente confundido. He tratado con cada jodido escenario que pueda pensar en mi cabeza, y nada tiene sentido. ¿Dieciocho? Dejaste la ciudad cuando tenías dieciocho. Maite tendría, qué, ¿dieciséis?

Caminé para abrir la puerta y mirar hacia fuera, incapaz de mirarlo. Admitirle esto a Della era una cosa, pero decirle a Woods, el mejor amigo de Jace, era otra. Ya tenía el odio de Maite para lidiar con él. No quería el de Woods también. Incluso si lo merecía. ―El verano antes de que me fuera ―le recordé―. Estuviste ahí. Y sabes que me ausentaba bastante. Nadie sabía dónde y con quién.

Woods exhaló y murmuró una maldición. ―¿Era Maite?

Recordaba. Había estado tan atrapado con ella, y me había acostumbrado a dar excusas siempre que quería salir. ―Sí ―dije simplemente.

―Maldición. No puedo creer que fuera Maite.

―Iba a regresar por ella cuando pudiera. Pero era demasiado joven, y habría acabado en la cárcel si nos hubiesen atrapado. Era mi secreto. Casi no me iba por ella. Pero luego mi papá se enteró y me dejó claro que mi tiempo en Rosemary Beach había acabado. Había pasado el año escolar en Yale y mis veranos en Manhattan en la firma. Si me quedaba, la perdería. Si me iba, entonces tenía la oportunidad de regresar por ella.

Woods no respondió al principio.

Este era un secreto que había llevado por un largo tiempo. Uno que cambió todo para mí. Lo entendía. Estaba listo para aceptarlo. Si alguien me odiaba, entonces lidiaría con eso también. Todo lo que importaba ahora era que cuidara de Maite. Era todo lo que me quedaba.

―Jace iba a pedirle que se casara con él ―dijo finalmente Woods.

―Lo sé. Él era el mejor hombre. Iba a darle la vida que merecía, y yo quería eso para ella. Quería que fuera feliz. Quería que tuviera la vida para la que estaba hecha. Ella lo amaba. Eso era lo que importaba. Yo era su pasado. Un pasado que ahora odia.

Woods caminó para pararse a mi lado. ―¿Él nunca lo supo?

Negué con mi cabeza. ―No. No había razón para decirle. Maite era suya. La había perdido mucho tiempo atrás.

―Pero la amas.

―Más que a mi siguiente aliento ―respondí.

―Mierda ―murmuró Woods.

No le diría nada más. Las razones de ella para odiarme eran su secreto. No mío.

―¿Te odia por irte? ―preguntó.

Me odiaba por destruir todo. Me odiaba por no estar ahí cuando me necesitó. ―Le recuerdo todo lo que perdió con Jace. Necesita odiar a alguien, así que me odia a mí. Y aceptaré eso. Seré lo que sea que ella necesite que sea.

Woods se mantuvo ahí a mi lado y no preguntó nada más. Pero no me culpó. No se enojó conmigo. Solo se quedó ahí conmigo.
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Mensaje por tamalevyrroni Jue Dic 03, 2015 12:51 pm

8

Maite

La boda de Harlow y Grant ha sido fácil de celebrar por la simple razón de que Harlow está viva, de pie en altar con su milagroso bebé. Fui a la boda y compartí llantos de felicidad porque Grant tenía a su esposa y a su niña. No las había perdido después de todo.

Ahora, tres meses después, no solo tenía que asistir a otra boda, sino que tenía que permanecer allí. No podía sólo aparecer por un par de horas y pretender sonreír. Estaríamos pasando cuatros días en una isla privada que Woods había rentado para la boda. Quería algo íntimo donde no sintiera que tenía que invitar a cada miembro del club de campo. Así que encontró esta isla cerca de Florida Keys que podía ser rentada para bodas y otros eventos especiales. Solo familia cercana y amigos habían sido invitados, con todos los gastos pagados.

Luego también estaba el hecho que William fue invitado a la celebración. Tenía que estar a su alrededor en un encuentro social en frente de mis amigos por cuatro largos días. Aunque me encontraba feliz por Della y Woods, estar alrededor de William no sería fácil.

Della me dijo que William sería mi acompañante en la boda. Después de mi borrachera en el club hace un tiempo atrás, cuando le grité a William, todo el mundo sabía que algo malo pasaba entre nosotros, pero no podían descubrir qué. Simplemente asumieron que me encontraba mal de la cabeza. Della no iba a perder la oportunidad de asignar a William como mi acompañante, incluso aunque eso tuviera más sentido después de mi colapso, ya que William venía siendo el primo de Jace y todo.

Me paré en el aeropuerto privado fuera de Rosemary Beach. Dean Finlay ofreció el jet privado de Slacker Demon para llevar personas a la isla. Los novios le habían enviado boletos de avión al resto de los invitados. Este nos llevaría a la isla durante la semana.

Della se hallaba de pie al final de las escaleras que conducen al avión, hablando felizmente con Blaire. Estas eran mis amigas. Las amaba. Estar con ellas no debería ser tan duro. Respirando profundo, estiré una mano para tomar la manilla de mi maleta rodante y me dirigí al avión.

La mirada de Della se movió hacía mí, y su sonrisa se amplió. Era tan feliz. Había superado tanto. Recordaba a la chica que había venido a Rosemary Beach, protegida y perseguida por su pasado. Ya no se parecía más a esa chica. No era una víctima. Era una sobreviviente.

―Estamos todos aquí ahora ―dijo, y dio un paso hacia mí para abrazarme―. Me alegra tanto que vinieras. Gracias ―me susurró al oído mientras me sostenía firmemente para no dejarme ir.

―No me perdería esto por nada del mundo ―le dije.

―Llevaré eso, señorita ―dijo un hombre, tendiéndome su mano para tomar mi maleta.

Entregué mi equipaje a la tripulación y luego miré a Blaire. ―Hola, tú ―dije, sonriendo. Blaire era mi mejor amiga. Gracias a ella, estuve con Jace. Me había mostrado que haciéndome digna del amor era la mejor manera de conseguir al chico que quería. En tantas formas, Blaire me había ayudado a encontrar una parte de la chica que había sido antes de William. No por completo, pero algo de mi viejo yo había vuelto debido a Blaire.

Una vez fui como Blaire. Fuerte, confiada, independiente. Pero como todo lo demás en la vida, William me lo quitó.

―¿Estás bien? ―preguntó, estudiando mi cara. Sólo Blaire tenía las agallas para preguntarme si me encontraba bien. Todo el mundo se abstenía de preguntar, temerosos de mi reacción. Quería decirle que el entumecimiento se había ido. Pero que había sido remplazado por los sentimientos que había estado reteniendo. Tenía que lidiar con ello.

Pero no ahora. Esta era el fin de semana de Della y Woods. No lo arruinaría con mi depresión. ―Lo estoy haciendo bien. Iba a ir la semana pasada, para tuve que trabajar sobretiempo por varios días.

Blaire me alzó una ceja. ―Díselo a Nate. Estuvo preguntando por “Tía Betty”los últimos días. Ha estado acostumbrado a verte por lo menos una vez por semana, sabes.

Ese chiquito era una de las luces de mi vida. Lo amaba. Tuve tanto de no poder estar cerca de él cuando nació. Temí que ver a Blaire y a Rush con su bebé sería mucho para mí. Sentiría el dolor y arrepentimiento cuando lo mirara. Pero no pasó. Nate se ganó mi carrazón con su dulce sonrisa de bebé. Fue encantador desde el primer día. ―¿Estará aquí esta semana? ―pregunté, mirando al lado del avión, sintiéndome culpable por no visitarlo ahora.

―Viene mañana en la noche con Dean. Su abuelo quería estar con él en la casa y darnos una noche solos en la isla.

Sacudí la cabeza. La idea de que Dean Finlay, el dios del rock, iba a cuidar de un bebé era simplemente divertido. Pero amaba a ese chico.

―Muy bien, señoritas, contengan la hora del chisme. Es hora de dirigirnos al sur ―dijo Wood cuando me detuve en la cima de las escaleras. Sus ojos se hallaban fijos con los de Della. Conocía Woods desde que era una niña. Verlo a su lado nunca dejaba de sorprenderme. Él no era del tipo de asentarse. Pero ella era su mundo.

―Adelante ―replicó Della.

No escaneé el interior del jet, pero sentí sus ojos en mí tan pronto me encontraron. William se hallaba aquí. La presión de su mirada hacia las cosas difíciles. Incómodas. No quería sentir nada en cuanto a él se refería.

―Maite ―llamó la voz de Harlow en un saludo agradable, y me giré para verla sentada en uno de los sofás de cuero que se alineaban en el interior del avión. No sostenía a Lila Kate. No esperaba que dejara de lado a su bebé, también. Especialmente ya que aún era tan pequeña. Tenía cuatros meses ahora pero fue prematura. Era una pequeña cosita, aun así era tan perfecta. Justo como su madre.

Caminé para sentarme junto a Harlow. ―¿Dónde está Lila Kate? ―pregunté. No la había visitado últimamente, tampoco. Harlow asintió al lado izquierdo del avión, y miré hacía allí para ver a Grant de pie por el bar con su pequeña bebita en brazos mientras la mecía y le hablaba suavemente.

―La está durmiendo. Tuve que rogarle para traerla al avión. Le asustaba completamente la idea de ella volando. Pero también le tomó un mes ponerla en un carro. Dudo que alguien más vaya a sostenerla mientras estemos en el cielo. Ni siquiera yo ―me dijo con una sonrisa divertida.

Al observar a Grant con su bebita, tan cuidadoso y protector, recordé el hombre de pie en el hospital, mirando la puerta por la que Horlow había sido internada cuando entró en labor de parto. Estuvo de pie allí perdido y sin moverse por horas. Había sido duro para todo el mundo, sentí como que perdía a Jace de nuevo, pero Grant era un desastre. Yo no rezaba frecuentemente, pero esa semana, había rezado mucho. ―Eso es adorable ―dije.

―Dios, no lo es. Lo juro, cuando hace esa clase de cosas, quiero atacarlo. Completamente de una vez.

Reí, y era una risa real. Se sentía bien. Extrañaba reír. No lo hacía a menudo. Nate me daba mi risa semanal. Siempre me hacía olvidar con su pequeño encanto de pequeñín.

―¿Qué es tan divertido por aquí? ―preguntó Blaire, tomando asiento a mi lado.

―Papi Grant es exasperante para Harlow ―dije con una risita, mirándola.

Blaire sonrió mientras miraba a Grant, quien ahora tenía su cabeza metida cerca de Lila Kate mientras continuaba meciéndose con ella. ―Es tan apestosamente lindo. Lo juro. No puedo imaginar a Rush con una bebita. Pero al ver a Grant con Lila Kate me hace querer una.

―¿Otro bebé tan pronto? ―le preguntó Harlow a Blaire.

Blaire sonrió y se encogió de hombros. ―Tal vez no aun. Nate todavía necesita ser el bebé por un rato más. Además, nos tiene con las manos llenas. Lo de caminar fue duro, pero lo de correr es todavía más difícil. No puedo atraparlo cuando se corre.

Necesitaba esto. Me senté mientras mis amigas discutían de sus niños y contaban historias sobre su día a día como madres, haciéndome reír. Las amaba y a sus familias. Por casi dos años, me había perdido tanto, cerrándome de la emoción. Me sentía cansada de eso. Tal vez el entumecimiento protector yéndose era una buena cosa.

9

Ocho años atrás…

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Mensaje por EsperanzaLR Jue Dic 03, 2015 4:32 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Vie Dic 04, 2015 12:08 pm

Maite se había convertido en una adicción. Aunque sabía que no la podía tener, no podía mantenerme alejado de ella. Ver su rostro encenderse todos los días cuando me veía era malditamente asombroso. Después de que se montó en la parte trasera de mi motocicleta ese fin de semana hasta Nueva Orleans y de regreso, empecé a inventar excusas para verla todos los días. Jace seguía pidiéndome que pasara tiempo con él y con los chicos, pero no podía evitar querer ver a Maite. La idea de que terminaría en otra fiesta y yo no estaría ahí para protegerla me impedía darle mucho espacio.

A ella no parecía importarle. Demonios, me miraba como si fuera la única persona a la que quisiera ver. Eso se sentía malditamente bien. Era consciente de que ella tenía un enamoramiento conmigo. Era demasiado obvio para no darse cuenta. Se volvía cada vez más difícil no tocarla. Realmente quería tocarla, pero ahora mismo, me conformaría con un beso.

Me encontraba sentando en mi motocicleta fuera de su tráiler, esperándola. Ella no quería que fuera hasta la puerta, y aunque no me gustaba, respetaba sus deseos y la esperaba en la motocicleta. Íbamos a ir a Destin esta noche por un concierto de verano, yo había conseguido las entradas. Varias bandas que nos gustaban a ambos estarían ahí.

La puerta del golpeado tráiler se abrió y ella salió corriendo, usando un corto vestido de verano que mostraba su caliente cuerpo. Estaba perdido. Lo juro, me encontraba listo para romperme. Mantener mis manos alejadas de ella en ese atuendo iba a ser imposible. Los chicos iban a mirarla esta noche, y maldita sea no iba a dejarles creer que ella estaba disponible.

Se detuvo y me miró mientras se subía a la motocicleta. ―Iba a usar pantalones cortos por la motocicleta, pero tengo mi bikini debajo así que supuse que estaría bien usar esto. ―Parecía nerviosa. Pasamos tanto tiempo juntos las últimas dos semanas, que no tenía idea de cómo aún podía estar insegura alrededor mío.

―Me gusta el vestido ―le aseguré, dándole mi mano para ayudarla a montarse en la parte trasera. Luego le di el casco que guardé solo para ella.

―¿Tienes que estar en casa a una hora determinada? ―pregunté, sabiendo que la respuesta era probablemente un no. Su padre casi nunca se encontraba en casa. Solo cuando se quedaba con su tía Darla es que tenía una hora de llegada.

―No. Papá no estará en casa esta noche ―respondió, deslizando sus brazos alrededor de mi cintura y presionando su pecho contra mi espalda. Eso nunca pasaba de moda. Sentir sus pechos presionados contra mí era parte de la adición que había desarrollado.

―Bien. Eres mía por esta noche ―respondí antes de encender la motocicleta y lanzarme al camino. Miré hacia abajo para ver sus piernas desnudas apretadas a mi alrededor, y tuve que tomar un respiro. Esto era lindo. Demasiado lindo.

Aceleraba por momentos solo para escucharla gritar y apretarme más fuerte. Pensar en abandonarla al final del verano empezaba a molestarme. ¿Quién estaría aquí para cuidar de ella? Era tan dulce e inocente. No podía soportar la idea de alguien lastimándola o aprovechándose de ella. Y si era honesto conmigo mismo, odiaba la idea de alguien más tocándola. No tenía ningún derecho sobre ella, pero se sentía como si fuera mía.

Cuando me miraba con esos ojos llenos de adoración todo iba bien en el mundo. Ella pertenecía a mí en ese momento. Lo sabía por la manera en la que esas estrellas en sus ojos solo aparecían para mí. La había visto con otros chicos mientras trabajaba y nadie conseguía la misma mirada de adoración que yo obtenía. Esa era solo para mí.

***

Una vez que llegamos a la playa donde sería el concierto, nos encontré un lugar y extendí la manta que traje. Imaginé que estaríamos parados la mayor parte de la noche para ver sobre las cabezas de todos una vez que las bandas empezaran a tocar, pero ahora mismo, teníamos más de una hora antes de que el show empezara. La gente se encontraba esparcida por todo el lugar en sus propias mantas y sillas, bebiendo y pasándola bien.

Maite se sentó a mi lado pero dejó algo de espacio entre nosotros. No me gustaba eso, pero ella siempre me daba espacio. Como si tuviera miedo de que la alejaría si se acercaba demasiado. Ella estaba siendo inteligente. Pero yo ya no podía ser inteligente por más tiempo.

Me estiré, enredé mi brazo alrededor de su cintura y la jalé hacia mí hasta que su pierna estuvo tocando la mía y su costado presionado contra el mío. Ella hizo un sonido de sorpresa pero no intentó alejarse. Pero yo ya sabía que no lo haría.

―Te ves hermosa esta noche ―le dije.

Como siempre, se sonrojó con mi comentario. ―Gracias ―respondió en voz baja.

Mantuve mi mano en su cintura y empecé a dibujar pequeños círculos en su costado con mi dedo. Ella se puso rígida al principio pero después se estremeció. Ese fue mi punto final. ―Ven aquí ―dije, luego la moví para que se sentara sobre mí. Sus ojos se abrieron mientras se sentaba en mi regazo, de frente a mí. Tomé su rostro entre mis manos y antes de que pudiera cambiar de opinión cubrí su boca con la mía.

Inhaló fuertemente, y por un momento no reaccionó. Y luego sus manos lentamente fueron a mi cabello y yo me hundí, listo para probarla. Sentir su dulce calidez me hizo estremecer. Era mejor de lo que hubiera esperado. Deslicé mis manos bajo su vestido para sentir su piel desnuda mientras ella gimió suavemente y se inclinó hacia mí.

Joder, esto era bueno. No, era perfecto. Era uno de esos besos que cambian todo. Quería sentir más de ella, pero estábamos en una playa pública, y no me gustaba la idea de que otros chicos vieran lo que es mío.

Cuando arqueó su espalda, presionando sus pechos contra mi pecho para conseguir fricción, rompí el beso, antes de que perdiera el control y pusiera mis manos en sus pechos, los cuales había estado usando como inspiración todos los días.

El rostro de Maite estaba sonrojado, y respiraba fuerte mientras me alejaba de ella. Lucía mareada y yo quería rugir de placer al saber que yo puse esa mirada ahí. La sostuve cerca mientras intentaba tranquilizar mi respiración. Sus ojos se movieron de los míos a mis labios una y otra vez.

Dejó salir un largo suspiro y se hundió en mi regazo. Mi erección la saludó y ella se puso rígida. El hecho de que estuviera sentada sobre mi polla no ayudaba a que me calmara. ―No te muevas, nena ―le dije entre dientes. Me recordé a mí mismo que otros chicos podrían estar viendo esto. No me gustaba que la vieran así. Era la única razón por la cual la levanté y la moví lejos de mí. La necesidad de presionarme contra su centro era intensa. Pero no aquí. No podía hacer esto aquí.

―Lo siento ―susurró. Miré a su rostro. Lucía preocupada y avergonzada. Diablos.

La mantuve cerca de mi costado. Inclinando mi cabeza para que mi boca estuviera contra su oreja, presioné un beso a un lado de su cuello. ―Nunca digas que lo sientes por eso.

Ella me estudió por un momento antes de responder. ―Bien.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Dic 04, 2015 12:16 pm

10

Maite

Algo cambió esa noche. Después de ese beso, las manos de William estaban siempre sobre de mí, y no me dejaba alejarme de su lado. Era la sensación más maravillosa del mundo. Quería que me besara de nuevo. Me habían besado antes, pero no así. Nunca de esa manera.

El sol se había puesto, y en la oscuridad, William me había acercado más. Sus manos se encontraban debajo de mi vestido ahora y descansando sobre mi estómago. Su tacto en mi piel desnuda se sentía como una corriente eléctrica fluyendo a través de mí. No tenía ni idea de quién estaba cantando o que decían. Cerré mis ojos mientras me inclinaba contra William, y sentí su dureza contra mi espalda. Cuando me había hundido contra ella, tuve que reprimir un grito de placer. La sensación entre mis piernas era nueva, pero me había afectado muy rápido.

Sus manos se movieron lentamente hasta que descansaban a solo unos centímetros de mis pechos. Respiré con fuerza. No podía evitarlo. Con cada respiración, su ancho pulgar barría por debajo de la parte superior de mi bikini. Incapaz de siquiera fingir que estaba escuchando a la banda, recosté mi cabeza en su pecho y respiré con voz temblorosa.

—¿Qué pasa? —preguntó en mi oído—. ¿Está bien esto?

Quería gritar ¡Dios, sí! Pero no lo hice. Simplemente asentí. Esta noche las cosas habían tomado un giro drástico. Había estado convenciéndome a mí misma de que William me veía como una amiga y nada más. Entonces él me había besado. Me dije que él queriendo ser sólo mi amigo era imposible ahora. Mi obsesión por él alcanzó su nivel máximo. No podía ocultarlo más.

—¿Podemos irnos ahora? —preguntó, moviendo sus manos de su lugar de descanso. Quería gemir en señal de protesta. Se encontraba tan cerca. El hormigueo en mi cuerpo había estado haciendo cosas entre mis piernas de nuevo. Me estaba volviendo un poco loca.

Me las arreglé para asentir de nuevo. William recogió la manta y la arrojó sobre su brazo, y luego me agarró de la mano y me llevó a través de la multitud. Su altura hacía que le fuera sencillo navegar a través de los cuerpos, ya que él era más alto que la mayoría de ellos. No estaba lista para ir a casa, pero la idea de llegar a presionar mi cuerpo muy necesitado contra el suyo por la próxima hora sonaba maravilloso. Tal vez podría encontrar algo de alivio de esa manera.

No fue hasta que nos encontrábamos fuera de la multitud que me di cuenta de que no íbamos al estacionamiento donde habíamos dejado su motocicleta. Íbamos más lejos de la playa, hacia el tramo por delante donde no había condominios o casas.

Estaba oscuro, y miraba en busca de cangrejos mientras nos alejábamos del ruido. Mi ritmo cardíaco se aceleró y las mariposas en mi estómago empezaron a revolotear de nuevo mientras nos dirigíamos hacia la oscuridad de la playa desierta. Caminamos bajo un puente, y William se detuvo y echó la manta antes de mirarme.

—Ven aquí, Maite —dijo. Sus ojos eran difíciles de ver en la oscuridad, pero no le cuestioné. Estaba bastante segura de que si él me pedía que saltara desde el puente hacia el agua oscura, lo haría.

Cogió el dobladillo de mi vestido y lo haló, luego lo dejó caer sobre la manta. —No puedo prometer nada, Maite. Y no debería tocarte. Pero quiero hacerlo tan condenadamente mucho. Dime que me detenga, y lo haré, cariño.

¿Decirle que se detenga? No en esta vida. No dije nada.

—¿Quieres que te toque? —preguntó en un susurro mientras extendía su mano y me acercaba más hacia él.

Logré asentir esta vez.

aldición. El calor de su aliento me hizo temblar, y me acercó más a él. —Eres tan bella. Duele mirarte y no tocarte —dijo contra mi cuello, y luego depositó un beso allí—. He tratado de luchar contra esto. Solo quiero mantenerte a salvo. Incluso de mí —dijo de nuevo mientras su boca se movía para besar mi mandíbula.

No quería ser protegida de él. Nunca. —No quiero ser a salvada de ti —le dije. Antes de que pudiera perder mi coraje, estiré mis manos y desaté la parte superior de mi bikini, tomando una respiración cuando ambos nos congelamos. Se caería y me expondría en el momento en que uno de nosotros se moviera. Quería sus manos sobre mí. No tenía miedo de William. Estaba enamorada de él.

William se movió primero, y cerré mis ojos cuando la parte superior de mi traje de baño se cayó, dejando que la brisa bailara sobre mis pechos desnudos.

—Santa mierda —susurró William, asombro en su voz, lo que hizo que mis pezones se tensaran y el cosquilleo entre mis piernas se encendiera de nuevo.

Se sintió como una eternidad antes de que sus grandes y cálidas manos me cubrieran. La sensación de su mano contra mí me hizo gritar su nombre mientras me estiraba para agarrar sus brazos. No estaba segura si podría permanecer de pie si es que él hacía mucho más.

Pasó sus pulgares sobre mi área sensible. Mis piernas temblaban, y me aferré con más fuerza, agarrando sus manos. —Mírame, Maite —dijo en un susurro ronco. Me obligué a abrir mis ojos, sabiendo que él vería todo lo que sentía reflejado en ellos. Ya no era capaz de ocultar mis sentimientos por él. No más.

Sus manos se movieron de mis pechos. Empecé a protestar antes de que pudiera detenerme, pero me tiró contra él mientras estiraba sus manos alrededor de mí y desabrochaba la parte posterior de mi traje para que así mi top ya no colgara allí, sino cayera a la arena de abajo. Luego, sus manos estaban de nuevo sobre mí, sosteniendo el peso de mis pechos mientras los miraba con reverencia. Temblé y sus ojos se encontraron con los míos.

—¿Confías en mí? —preguntó.

—Sí —respiré. El sonido desesperado en mi voz debería haber sido embarazoso, pero no fue así. No cuando él estaba mirándome de esa manera.

Bajó su cabeza y cubrió mi boca con la suya de nuevo. El sabor a menta de él hizo que mis rodillas se debilitaran. Agarré sus brazos de nuevo, y un gemido provino de su pecho antes de que se echara hacia atrás y luego me llevara a la manta con él. —Siéntate a horcajadas sobre mí de nuevo —dijo, colocándome sobre su regazo. Tuve cuidado de no hundirme en él de nuevo. No quería ponerle fin a esto. Pero me agarró de las caderas y me empujó hacia abajo hasta que mi centro se encontraba fuertemente presionado contra su dureza—. Joder —gimió, y me di cuenta de que se sentía igual de bien para él, también. Había pensado que él lo había detenido antes porque no le gustaba.

Me sentí aliviada, porque esta fricción se sentía mejor que cualquier cosa que hubiéramos hecho hasta ahora. Me relajé en su regazo. William me besó en la boca de nuevo, pero luego sus labios se movieron a mi cuello, su boca rozando a través de mi clavícula. Mis pechos dolían tanto. Ver sus labios tan cerca era demasiado.

Antes de que pudiera perderlo y gemir, su boca se movió más abajo, y le dio un beso a uno de mis pezones erectos antes de meterlo en su boca caliente. La sensación que siguió envió una serie de fuegos artificiales a través de mi cuerpo. Agarré su cabeza y lo sostuve allí. Esto era el cielo, y no quería que se detuviera. Nunca.

Sus dientes se burlaban de mí, y luego succionó más duro. Canté su nombre, sosteniendo su cabeza contra mí. Cuando se trasladó a mi otro seno, lloriqueé en alivio. Esto era increíble. Sus caderas se movían debajo de mí, y la otra parte de mi cuerpo se despertó de nuevo. El hormigueo en mis pechos se unió al que había entre mis piernas. Me froté contra él, y gimió mientras continuaba adorando mis pechos.

Lo tomé como una buena señal y empecé a mecerme contra él de nuevo. Con cada roce de su dureza contra mí, me volvía más loca. Había algo allí que necesitaba. —William —jadeé, sin saber qué era lo que estaba tratando de conseguir, aunque sabía que lo quería.

Levantó su cabeza de mi pecho y reclamó mi boca de nuevo. Deposité toda mi hambre en el beso, queriéndolo tan cerca de mí como fuera posible. Se retiró por un segundo y se quitó la camisa por su cabeza antes de regresar a nuestro beso. Mis húmedos y sensibles pezones se encontraban presionados contra su pecho, y quería llorar de alegría.

Lo necesitaba más cerca. Me froté contra él con más fuerza, y mi respiración se volvió irregular. Tenía que llegar allí. No podía controlarme. Había una necesidad dentro de mí haciéndose cargo de todo lo demás.

Entonces la mano de William se deslizó dentro de mi bikini, y dejé de moverme y contuve el aliento. Él iba a tocarme. Ahí. Oh Dios.

—Confía en mí —dijo, como un recordatorio.

Asentí, pero no respiré. Cuando su dedo se deslizó a lo largo de mis pliegues, todo mi cuerpo se sacudió en respuesta. —¡Oh, Dios! —grité, incapaz de contenerme.

—Shhh. Tranquila, nena. Te tengo —dijo en mi oído mientras me sujetaba contra él. Su respiración era igual de pesada y errática como la mía—. Estás empapada —dijo mientras su dedo se deslizaba fácilmente a lo largo de mí, porque él tenía razón: estaba mojada.
Agaché mi cabeza, de repente avergonzada. ¿Se suponía que debía estar mojada? ¿Estaba asqueado?

—Maite, cariño, mírame —dijo, usando su mano libre para levantar mi cabeza. Me obligué a hacer lo que pedía, y el calor de sus ojos hizo que mi aliento se trabara.

—El hecho de que estás mojada para mí es tan sexy. Esto significa que me quieres tanto como yo te quiero, y nada podría ser más dulce que eso. Nunca — dijo, y luego deslizó un dedo dentro de mí.

En ese momento, creería cualquier cosa que él dijera. —Quiero probarte, aquí —dijo, hundiendo más su dedo en mí. Había oído hablar de eso. Sabía que la gente lo hacía, pero no estaba segura de por qué—. ¿Puedo probarte? ¿Me dejarás? —preguntó, su voz tensa. Quería que él disfrutara de esto tanto como yo. Si él quería probar, entonces le dejaría.

Asentí, y me movió rápidamente. Me recostó sobre mi espalda mientras sacaba mi bikini por mis piernas. Me encontraba completamente desnuda. Ningún chico me había visto alguna vez desnuda. De repente, me sentía muy nerviosa.

William no se dio cuenta, sin embargo. Su atención se centraba por completo en mi zona más privada. Separó mis muslos, y la luz en sus ojos se volvió más brillante. Ahí abajo no podría ser atractivo. ¿Por qué parecía gustarle tanto?

Descendió hasta que su cabeza se encontraba entre mis piernas. Su dedo estuvo sobre mí de nuevo, pero esta vez fue diferente. Estaba completamente abierta para él. No oculta debajo de mi bikini. —Eres hermosa, incluso aquí —dijo en un suave susurro mientras corría un dedo lentamente hacia abajo hasta que se encontró con la apertura en la que había estado antes.

—Ahhh, William —dije mientras mis caderas se mecieron involuntariamente ante el toque de su dedo.

—Mmm—respondió antes de que el calor de su lengua me tocara.

—¡Aaahhhhh! —Grité ante el contacto. Era mucho mejor que la sensación de su dedo, algo que pensé que sería imposible.

—Sabes mejor de lo que imaginaba —dijo contra mi piel caliente, luego me lamió de nuevo. No podía respirar. Estaba perdida. Esto era demasiado y no lo suficiente.

La boca de William empezó a probarme con desenfreno mientras deslizaba su lengua dentro de mí, y luego retrocedía, rodeando el área más sensible allí. Cada vez que tocaba un punto, gritaba su nombre. No podía evitarlo.

El creciente sentimiento en mi interior se intensificó, y sabía que quería lo que sea que fuera. Si me moría por esto, estaría de acuerdo con ello. Valió la pena. Solo quería más. Me sentía como si estuviera a punto de caer, y no estaba seguro de adónde
.
—William —dije, agarrando sus hombros.

—Vente para mí, cariño. Quiero probarlo —dijo mientras su mano se movía por mi cuerpo hasta acunar mi pecho.

Exploté, o al menos el mundo que me rodeaba lo hizo.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Dic 04, 2015 12:22 pm

11

Presente

William

Ni una vez me miró. También fue deliberado. Sonriendo para mí mismo, dejé de observarla tan de cerca y volví mi atención hacia Woods mientras tomaba asiento a mi lado.

―¿Estás bien? ―me preguntó. Ésta era una pregunta habitual. Especialmente desde que le conté de mi pasado con Maite.

―Sí ―respondí, sin querer arruinar el fin de semana―. ¿Estás listo para que te amarren?

Woods sonrió y miró a Della, quien se encontraba junto a la barra sirviéndose un vaso de agua.

―Más que nada en mi vida. Me habría casado con ella antes si me lo hubiera permitido. Pero Della se merece una boda de cuento de hadas. Quería darle eso.

Della se giró para mirar a Woods como si supiera que hablábamos de ella y le sonrió con dulzura.

Me dio una palmada en la rodilla y se levantó.

―Es bueno charlar contigo, pero tengo que hablar de algo con mi hermosa prometida en la trastienda.

Woods se marchó antes de que pudiera responder. No iba a llevarla a la trastienda para hablar. Riendo entre dientes, regresé mi atención a Maite, quien se encontraba sentada entre Harlow y Blaire. Sonriendo. Sonriendo de verdad. Estaba feliz. Lo que sea que hablaban, la hacía sonreír. Extrañé tanto esa sonrisa. Ahora nunca me sonreía.

Grant se movió para sentarse junto a Harlow, con la bebé pegada a su pecho. Harlow le dijo algo, y él sonrió y se inclinó para presionar un beso en sus labios. Observé a Maite mientras asimilaba su felicidad. No había resentimiento en su rostro. Pero había anhelo. Me produjo dolor. Odiaba saber que Maite se encontraba sola. Odiaba que no me permitiera acercarme a ella.

El piloto habló por el altavoz y le dijo a todo el mundo que se prepararan para el despegue. Rush se acercó y tomó la mano de Blaire, llevándola a una zona más privada. Maite pareció perdida en ese momento. Como si no estuviera segura de dónde encajaba ahora.

Thad tomó el asiento vacío a su lado y dijo algo para hacerla sonreír. Quería hacerle tragarse sus dientes de chico guapo de un puñetazo y darle las gracias al mismo tiempo. Vio lo mismo que yo, y fue a arreglarlo. Ella se lo permitió. Él no le rompió el corazón.

Me recosté en el asiento y abroché el cinturón como todos los demás. Descansé la cabeza contra el respaldo y cerré los ojos. No podía sentarme ahí y observar a Thad entretener a Maite durante las próximas dos horas. Me alegraba de que estuviera allí para ella, pero observarlo era demasiado difícil.

***

Cuando Della y Woods dijeron que todos nos alojaríamos en nuestras propias cabañas privadas, había esperado algo menos lujoso. Esto se hallaba lejos de una choza. Me paré dentro de una pequeña casa que se asentaba directamente sobre el agua azul claro. Había un camino hacia la parte principal de la isla y a las otras «chozas». Paredes de piedra y una chimenea eran solo parte de las sorprendentes comodidades. La casa era abierta por sus cuatro costados, dándome una vista del agua a donde quiera que mirara. Por la noche, las paredes descendían con el toque de un botón.

La cama extra grande en el centro de la habitación se encontraba rodeada por una mierda de gasa blanca que colgaba del techo. Dejé mi bolsa de lona sobre la cama y salí hacia el agua para echar un buen vistazo de los alrededores. Esto definitivamente era un cuento de hadas. Woods no bromeó. Fue a por todo.

Un movimiento a mi izquierda captó mi atención, y me giré para ver a Maite salir de la choza de al lado, llevando un traje de baño. Aún no me había visto, así que retrocedí, quedando fuera de vista. Observé mientras se cubría de protector solar antes de tumbarse en la hamaca doble de teca. Solo había dos chozas por cada extensión de la isla, veinte extensiones en total. Mi única vecina era Maite. No iba a gustarle esto, pero no se lo dejaría saber ahora mismo. Esperaría hasta que fuera demasiado tarde como para que pidiera otra choza.

En el interior, me senté en el glorificado asiento que era como una pelota así podía observarla sin que me viera. Miró alrededor una vez, y sonreí desde mi escondite. Luego se dio la vuelta y desató la parte de arriba. Mierda. No podía verla, pero solo con saber que si se sentaba conseguiría un vistazo de sus tetas era suficiente para mantenerme en el borde. Recé silenciosamente para que tuviera que alcanzar algo. Pronto.

Una vez desató los lazos de su bikini para mí. Pero perdí a esa chica, junto con las miradas de adoración. El dolor se deslizaba por mi pecho cada vez que pensaba en que jamás volvería a tener eso. No iba a mentir. Lo busqué en otras partes. Cuando supe que nunca tendría a Maite otra vez, traté de recuperar ese sentimiento que tuvimos. Intenté con muchas mujeres. Pero incluso las que tenían estrellas en los ojos, nunca dieron la talla. No eran Maite.

Me tomó seis largos años enfrentar el hecho de que solo la querría a ella. Al volver a Rosemary Beach y verla con Jace, me dije a mí mismo que su felicidad sería suficiente. Pero no lo fue. Quise más. Así que dejé Rosemary Beach otra vez, sin querer arruinar lo que tenían con Jace.

Pero mi partida no ayudó. Solo empeoró las cosas.

Nunca debería haber vuelto. Pero lo hice, y ahora no podía cambiar eso.

No dejaría a Maite de nuevo.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Dic 04, 2015 12:29 pm

12

Maite

Esto era más fácil de lo que esperaba. La paz y la tranquilidad eran perfectas. Sentí el calor del sol en mis brazos y piernas mientras caminaba hacia el luau en la parte principal de la isla. Esta no era la cena de ensayo ―la cual sería mañana por la noche. Esta era la versión de Della y Woods de una fiesta de soltero y soltera. Woods fue inflexible acerca de no tener una, y no quería que Della tuviera una, tampoco. Quería salir de fiesta con sus amigos como una pareja, sin celebrar aparte. Así que lo haríamos al estilo de la isla en un luau. Los tops de coco y las faldas de paja auténticos que Della dejó en nuestras cabañas fueron una sorpresa. Tenía que admitir que eran más cómodas de lo que imaginé. Me alegré de haberme bronceado un poco en mis brazos antes de ponerme el top.

Antorchas tiki iluminaban el camino mientras me dirigía hacia la multitud congregada.

―Hola, Maite. ―La voz de William me sorprendió, y me di media vuelta para verlo; llevaba un par de pantalones cortos y nada más. Ahora tenía varios tatuajes. No quería estudiarlos o admirarlos, así aparté la mirada de su pecho desnudo y me giré.

―Hola ―le contesté con frialdad. Ignorarlo en esta isla sería incómodo para todos. No quería eso para Woods y Della. Ya era hora de que superara esto y terminara toda emoción en lo que respectaba a William.

Como si hubiera leído mis pensamientos, me dio espacio y no dijo una palabra más. Caminamos en silencio hacia el grupo, y luego William caminó a la derecha de la barra sin mirar atrás en mi dirección.

Dejando escapar el aliento que había estado conteniendo, me fui en la dirección opuesta y encontré a Blaire tomando una bebida con sabor a fruta y hablando con Della.

―Rush es un gran fan del atuendo. Dijo que estaba eternamente agradecido ―decía Blaire, riendo, mientras caminaba hacia arriba. Sólo podía imaginar lo emocionado que Rush se encontraba por el sujetador de coco y la falda que Blaire llevaba.

―Hola, Maite ―dijo Della a través de su risa―. Parece que los hombres están muy contentos con los trajes de las chicas esta noche. Bueno, excepto por Grant. Harlow me envió un mensaje de que se encontraba teniendo dificultades para salir de la cabaña en él. Grant se comportaba como un hombre de las cavernas por el hecho de que lo llevara en público.

Eso sonaba como Grant. Fue todo diversión y juegos hasta que Harlow entró en su vida. Ahora era un padre protector y un marido posesivo. Se veía bien en él.

―Entonces, ¿te gusta tu cabaña? ―preguntó Della, mirándome con cuidado. Como si estuviera preparada para que dijera que no me encantaba.

―Creo que es fabulosa. Definitivamente no es una choza, más como un paraíso personal en el agua.

Della miró por encima de su hombro y luego a mí y sonrió. ―Bien. Me alegra que estés feliz. Hemos equipado cada cabaña en la isla. Quiero que todos estén contentos con su alojamiento.

―En serio. Este lugar es increíble ―le aseguré.

―Rush y yo nos quedamos en la isla principal ―dijo Blaire, tomando un sorbo de su bebida―. Esas cabañas lucen fabulosas, pero una vez que Nate llegue aquí, no sería capaz de dormir pensando en él corriendo al agua tan fácilmente. Pero la cabaña que nos dieron en la isla principal es preciosa. Nos encanta, y está lo suficientemente lejos del agua como para que no esté nervioso por Nate saltando en ella.

Blaire miró por encima de su hombro, y luego me miró con el ceño fruncido. ―Maite, ¿qué está pasando entre tú y William? ―preguntó. Claro que Blaire solo me lo preguntaría directamente. Esquivé esta pregunta de ella tantas veces que ya no podía contarlas.

―Nada ―contesté, sintiéndose culpable por no decirle la verdad.

―Me estás mintiendo. Puedo verlo en tu cara. Además, William vigila cada movimiento tuyo.

Della tenía una mirada nerviosa en su rostro. Ella sabía algo. Ella y William eran amigos. Buenos amigos. Fue la razón por la que vino a Rosemary Beach en el primer lugar. Había estado tan increíblemente celosa de ella. Incluso me odié a mí misma por ello, también. Fingir que no me estuvo carcomiendo por dentro cuando ella se quedó en el condominio de William fue duro. Pero entonces no hubieron sido más que un par de semanas antes de que fuera obvio que Della quería a Woods.

―Maite, mírame ―dijo Blaire en voz baja.

La miré, y el ceño fruncido de preocupación en su rostro sólo se hizo más profundo. ―¿Pasó algo contigo y William?

Me encontraba cansada de fingir que no sucedió. ―Hace mucho tiempo. Antes de que se fuera de Rosemary Beach por primera vez ―admití en un susurro.

Della dejó escapar un suspiro, y la miré para ver el alivio en su rostro. Ella lo sabía. Él le dijo. Pero ella no dijo nada. Ni siquiera a Blaire.

―Eso pensé. Es lo único que tenía sentido ―dijo Blaire, estudiando a alguien al otro lado de la fogata. No tenía que mirar para saber que observaba a William―. ¿Era serio?

―Sí ―le contesté. No podía decirle más. No podría decirle más a nadie. Era un secreto que dolía demasiado como para compartir. Fue mi error más grande. Nunca me lo perdonaría. Cada vez que sostenía a Nate y Lila Kate, sabía que nunca sería digna de tener hijos. No podría perdonarme. ¿Cómo podía esperar que alguien más lo hiciera?

―Pero fue hace mucho tiempo. ¿Por qué estás tan enojada con él? ―preguntó Blaire.

Porque me hizo cuestionar mi amor por Jace. Porque me recordó que tuve algo grande una vez. Algo enorme. Me recordó que lo que sentía por Jace no era tan grande. Y me odié a mí misma por ello. Lo odiaba por ello. ―No puedo hablar de ello. Por favor, sólo déjalo ―le dije, incapaz de mirarla.

No esperé una respuesta. Forcé una sonrisa a Della, luego me volví y me dirigí fuera del grupo. Quería la oscuridad por un momento. Estar sola. Reponerme para poder volver atrás y fingir que me encontraba bien.

Oí pasos detrás de mí y caminé más rápido. Blaire no era alguien que daba marcha atrás. Estaría preocupada por mí ahora. Solo deseaba que por una vez lo hiciera. Que me permitiera lidiar con esto sola.

―No, Blaire. Yo me encargo ―dijo la voz de William, deteniéndome en mi lugar.

Nadie habló. No me hallaba segura de si debía correr y causar una escena o lidiar con esto. Hacerle frente a Blaire era más fácil que enfrentarme a William.

―No la presiones ―dijo William en un tono severo.

Blaire dejó escapar un suspiro de frustración. ―Tiene que hablar con alguien.

―Y no tienes que ser tú. Lo hará cuando esté lista. Déjala en paz. ―El tono de William con Blaire me sorprendió. Me di la vuelta para mirar a Blaire, que se encontraba firme en un concurso de miradas con William.

―Bien. Pero no estoy segura de que ella te quiera, tampoco ―dijo Blaire.

―No lo hace. Pero no la estoy presionando para que hable. ―William dio un paso para colocarse entre Blaire y yo. No necesitaba protección de mi mejor amiga, pero el muro que construí sufrió una pequeña grieta con ese movimiento.

Blaire asintió y volvió a la fiesta.

Cuando estuvo fuera de la vista, William se dio la vuelta, y nuestras miradas se encontraron. ―¿Estás bien? ―preguntó.

Traté de asentir, pero sólo conseguí un encogimiento de hombros.

―Eso no es convincente, Maite.

Había estado mintiéndole a todo el mundo durante tanto tiempo no podía seguir haciéndolo. Me hallaba cansada de ello. No, no me encontraba bien. Era una persona horrible. Tenía que vivir con eso. Tenía que vivir con el dolor y la destrucción que causé. Nunca estaría bien. ―Gracias por... ―Agité mi mano hacia donde Blaire se hallaba de pie―. Eso ―terminé.

Asintió. Luego se giró y se alejó. No iba a quedarse y hacerme hablar. Otra pequeña grieta en mi pared. Esto no era bueno. Necesitaba mi pared ahora más que nunca.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Dic 04, 2015 12:38 pm

13

William

Maite regresó a la fiesta hawaiana quince minutos después con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, pero nadie pareció notarlo además de mí. Bailó con Thad y luego un poco con Blaise. Sostuvo a Lila Kate por un momento. Verla hablar con la bebé y abrazarla en sus brazos dolía. No podía apartar la mirada, aunque el dolor de lo que perdimos me dejaba sin aliento. No culpaba a Maite. Ella era joven y tenía miedo. Su padre nunca estaba contento con ella y apenas estaba presente en su vida. No se encontraba lista para ser madre en ese entonces. Y yo no estuve ahí junto a ella.

Pero me culpaba a mí mismo. Perdonar a otros era sencillo... lo que al parecer era imposible era perdonarme a mí.

Una de las meseras que continuaba coqueteando conmigo apareció en mi brazo otra vez. ―Terminó de trabajar en cinco minutos ―dijo cerca de mi oreja. La chica era más joven que yo por un par de años. Su largo cabello rubio resaltaba contra su bronceado isleño. No había dudas de que era atractiva. Thad la estuvo observando toda la noche. Pero ella seguía viniendo hacia mí.

―Me encuentro seguro de que estás cansada ―respondí uniformemente, sin apartar mi mirada de Maite. Le entregaba a Lila Kate a su padre. Grant no dejaba a esa niña fuera de sus brazos muy seguido.

―En realidad estoy lista para un poco de diversión. Una nadada de media noche, quizás, si tuviese algo de compañía ―dijo mientras pasaba su mano por mi brazo. Trazaba uno de mis tatuajes. Fue el primero que tuve, y parecía ser el que más le gustaba a las mujeres. Lo que ellas no sabían es que dentro del signo tribal que cubría la mayor parte de mi brazo izquierdo habían números romanos conmemorando la fecha más importante para mí.

―¿Ves la fecha escondida en el dibujo? ―le pregunté a la chica, sin mirarla. Quería ver si Maite se marchaba.

―Ummm... ¿Aquí? ―preguntó, trazando los números.

―Sí ―dije mientras Maite reía de algo que Thad le decía. Era forzada. No lo sentía. Conocía el sonido de su verdadera risa.

―Seis, veintiocho, dos mil ocho ―dijo con su dedo trazando el último número―. ¿Qué representa? No puede ser tu cumpleaños ―dijo juguetonamente.

―Fue la noche en que le entregué mi corazón a esa mujer que se encuentra allí ―dije simplemente.

La noche en que Maite se convirtió en mía.

El dedo de la chica dejó de trazar la tinta y se alejó. Al comienzo no habló. Creí que ahora se alejaría. Esperaba que lo hiciera.

―No te ha hablado en toda la noche. Creí que eras soltero ―dijo la mesera finalmente.

―Me ha odiado durante ocho años. Eso no cambia nada ―respondí.

Como si pudiese oírme a través del fuego, la mirada de Maite subió y se encontró con la mía. La observé mientras su pecho subía y bajaba rápidamente. Sus ojos se movieron a la chica junto a mí antes de apártalos. Su postura repentinamente rígida no me preocupo. De hecho, quería gritar y golpear mi pecho. Maite sentía celos. O al menos, la afectaba verme con alguien más.

Era un comienzo.

―No se ve interesada ―dijo la chica.

―Eso no cambia nada ―repetí. Porque no lo hacía. Ya terminé con lo superficial y sin sentido.

La chica suspiró y finalmente se alejó de mí. ―Es una pena. Podríamos habernos divertido.

No. Podríamos haber tenido nada.

La dejé alejarse sin hacerle caso a su último intento de llamar mi atención. Maite no me miró. Cuando comenzó a moverse, también di un paso en esa dirección.

Sin embargo, antes de que pudiese dar otro paso, una mano aterrizó en mi hombro. Girándome, vi a Rush de pie ahí, y me pregunté si se encontraba aquí para tratar de golpear mi trasero por hablarle a su esposa de la manera en que lo hice más temprano.

―Maite ―dijo, y no respondí, porque no me hallaba seguro de lo que quería decir―. Escuché lo que le dijiste a la mesera. La fecha en tu brazo. Ese fue el verano antes de que te fueras. Hablabas de Maite.

―Sí ―murmuré, pero no me quedé alrededor para responder más preguntas. Maite se dirigía a su choza en el agua.

―Bueno, ahora todo tiene sentido ―murmuró Rush mientras me alejaba.

Maite no pareció notar que la seguían. Mantuvo su cabeza baja mientras caminaba por el agua y pasaba mi choza. La observe mirarla, y me pregunté si se le ocurrió mirar quién se quedaba junto a ella.

Caminé a mi choza y me detuve cuando ella se detuvo fuera de la de ella. Cruzó los brazos sobre su estómago mientras miraba sobre el agua. Me moví tras la sombra de la palmera y la observé cuando dejó caer su cabeza hacia atrás y cerró sus ojos. Deseé que pudiese hacer que me hablara. Quería decirle tantas cosas. Quería sostenerla y que sufriéramos juntos por lo que perdimos. Pero más que nada, la quería en mi vida. De cualquier manera en que ella lo permitiera.

―Sé que estás ahí. Siempre lo estás. No sé qué hacer con eso, William. Ya no sé qué hacer con nada. ―Las palabras de Maite me sacaron de mis pensamientos internos, y salí de lo que suponía fuera mi escondite.

Se giró para mirarme con tanto dolor en sus ojos. Quería sanar eso. Alejarlo. ―Háblame ―dije.

Maite negó con la cabeza y alejó la mirada. ―Cualquier cosa que digamos sostendría mucho dolor. ¿Por qué quieres sacarlo otra vez todo a la luz?

―Es el primer paso para sanar. Y no todo es doloroso ―le recordé. Porque no lo era. Teníamos recuerdos que me ayudaron a superar algunos de los tiempos más difíciles.

―Quieres a esa chica que dejaste. ¡No soy ella! ¿No lo entiendes? Se fue. La perdí. Tomé decisiones que me hicieron una persona horrible. No valgo todo este tiempo y energía que gastas.

Joder. Di un paso hacia ella, y ella retrocedió otro. ―Te equivocas ahí. No quiero a la chica de dieciséis años que dejé. Quiero a la mujer en que se convirtió. La mujer amable, compasiva, fuerte y fiel que observó desde lejos cada día de mi vida. La quiero a ella. Nada cambio para mí. No sin ti.

Maite dejó salir una larga risa que me hizo hacer una mueca de dolor. Se encontraba enredada con dolor y enojo. ―Aborté a mi bebé, William. Nuestro bebé. Luego dormí con chicos a los que no le importaba una mierda. Hasta que Jace vio algo que valía la pena en mí. Me amó. Entonces regresaste a Rosemary Beach, y mi estúpido corazón volvió a la vida. Jace me amó y quería una vida conmigo, pero tú invadías mis sueños y pensamientos. No puedo remediar eso. Se fue, y no puedo arreglar las cosas...

―Detente. Eras una niña, Maite. Una niña asustada. E hiciste la única cosa que sabías hacer. Lo que tu tía quería que hicieras. Esa decisión fue toda mi culpa. Toda mía, cariño. Toda mía. Esa es mi cruz. No la tuya. Dormiste con chicos porque tratabas de tapar el dolor. Y Jace fue lo suficientemente inteligente para ver la belleza en tu interior y querer eso en su vida. Eres fácil de amar, Maite. Malditamente fácil de amar. Jace entendió eso. Te amó, y lo amaste. El que yo volviera a la ciudad trajo viejos recuerdos y cosas que querías olvidar. No engañaste a Jace. Lo amabas. Yo simplemente era una parte de tu pasado que no dejaste ir por completo. Así que no te culpes. No pienses que hiciste algo mal.

La cara de Maite surcada por las lágrimas se giró hacia mí. Su mirada me dijo que tenía razón, que no fui su único amor. Era algo en lo que trataba no pensar, porque ella sí lo era para mí. Nunca me sentí de esa manera por otra persona. Pero ella sí. Su corazón siguió adelante.

―Sí, lo amé ―dijo con una sonrisa triste―. Lo amé mucho. Pero cuando te vi de nuevo, hubo algo en mí que despertó. Eso es algo con lo que tengo que vivir. Él merecía todo de mí, y nunca lo tuvo.

No tenía una respuesta para eso. Maite se dio la vuelta y entró en su choza. No me moví. Me quedé ahí por lo que pareció ser una eternidad, mirando al lugar en el que estuvo.

Amó a Jace. Lo vi en sus ojos cuando lo miraba. La hizo feliz. Cada vez que le dijo que la amaba y ella se derretía en sus brazos, mi alma se quebró un poquito más.

Pero, ¿me decía que todavía tenía un pedazo de su corazón?
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Dic 04, 2015 12:41 pm

14

Maite

Cuando me desperté a la mañana siguiente para el desayuno y los tratamientos de spa en la isla principal, las paredes de la choza de William aun estaban caídas. Imaginé que seguía durmiendo. Durante la noche, después de lo que dije, esperé que se presente en mi puerta. Pero no lo hizo. No iba a presionarme. Siempre quería protegerme. Incluso de sí mismo. Esa era una de las cosas que amé de él cuando era una adolescente.

Nadie, además de mi tía Darla, intentó protegerme; y algunas veces ella no hacía un buen trabajo. Pero, en aquel entonces, William era un héroe para mí. Se preocupaba por mí, y se aseguraba de que yo lo supiera. Sus acciones era todo lo que necesitaba. Seguía haciendo eso.

Sentí otra grieta en mi pared. Maldición, mi pared se debilitaba raídamente. ¿Qué haría cuando finalmente se derrumbara? ¿Cómo lidiaría con ello? Quizás necesitaba un cierre. Entonces podríamos avanzar. Encontrar una vida donde pudiéramos empezar otra vez. Donde los viejos recuerdos no nos acecharan.

―¡Maite! ―gritó Blaire, y giré para verla acercarse apresuradamente hacia mí. Usaba un vestido de diseñador y un par de zapatos de tacón. Todo costaba más que mi guardarropa completo. Verla tan bien vestida me hizo sonreír. Recordé a la chica en vaqueros y blusas de tirantes.

―Buenos días ―dije cuando llegó junto a mí―. Pareces lista para una pasarela. Como siempre.

Blaire hizo una mueca. ―Lo sé. Rush me hace gastar un dineral en ropa. Forma parte de su me-hago-cargo-de-ti. Lo hago por él.

―No te excuses. Te ves sexy ―bromeé.

Blaire frunció el ceño y tomó mi mano entre las suyas, poniéndose seria rápidamente. No quería hablar de esto con ella, pero conociendo a Blaire, esto la molestó toda la noche. Necesitaba dejarla hablar para que pudiera sentirse mejor. ―Lamento lo de anoche.

Asentí. ―Yo también. Tuve un mal momento.

Blaire respiró profundamente. ―No quiero que me cuentes algo que no quieras. Pero estoy aquí para cuando estés lista para hablar‖sobre…‖cosas.‖William.

Anoche, fuimos demasiado obvios. Al menos para Blaire. Lentamente, nuestros amigos comenzaban a cuestionar nuestro pasado. Pero hablar de ello significaría que teníamos que contarlo todo.

No me hallaba lista.

―Gracias. Y cuando pueda lidiar con ello, vendré a ti primero. Pero antes de eso, William y yo tenemos que lidiar con algunas cosas. Cosas del pasado. No lo hemos hecho. No estoy lista. Una parte de mí espera que se marche y se dé por vencido. Pero en el fondo, esa parte de mí, también sabe que no se irá.

Blaire apretó sus labios con fuerza, como si intentara contener un millón de preguntas. Finalmente asintió y me estiró para abrazarme. ―Te amo. Estoy aquí, ¿de acuerdo?

Lágrimas pincharon mis ojos. ―También te amo ―dije con voz ronca.

Cuando se apartó, arrugó la nariz y parpadeó para contener sus propias lágrimas, luego sonrío. ―Entonces vamos a celebrar con Della.

―Sí. Muero de hambre. Espero que el desayuno en esta isla sea jodidamente bueno.

Blaire rió mientras enlazaba su brazo con el mío. ―Nate estará aquí esta noche. Se emocionará al ver a su tía Betty ―dijo, dándole unas palmaditas a mi brazo.

También su tía Maite ya se encontraba lista para verlo.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Dic 04, 2015 12:47 pm

15

Hace ocho años

William

Maite no había estado en mi apartamento todavía. Pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo juntos a una hora fuera del pueblo, así nadie nos podía encontrar. Pero esta noche el papá de Maite se hallaba fuera de la ciudad, y no iba a dejar que se quedara sola. Tuve que esperar como el infierno que Woods y sus amigos no aparecieran.

La idea de tener a Maite en mi cama, durmiendo a mi lado, hizo que cualquier riesgo que tomé valiera la pena. Tenía su bolso de viaje en mi brazo mientras abría mi apartamento y la llevaba hacia el interior. Ella caminó adentro lentamente y miró alrededor. No era muy grande, pero era mucho más lindo que donde ella vivía. Sabía eso.

―¿Tienes hambre?―pregunté, deslizando mi mano a su espalda baja solo porque necesitaba tocarla.

Ella sacudió su cabeza. ―No realmente. ¿Puedes ver el Golfo desde allí?―preguntó, señalando las puertas francesas que llevan afuera de la terraza.

―Sip ―respondí, dejando su bolsa abajo sobre el taburete de la barra y llevándola hacia las puertas así ella podría ver por sí misma.

―Esto es realmente lindo, William ―dijo, mirando hacia mí con asombro.

―Sí, mi abuelo es generoso ―concordé―, sin embargo, mis padres lo odian por esto―agregué con una sonrisa.

Ella salió. ―Esta es una vista fantástica.

Su largo cabello oscuro fue atrapado en la brisa y la luz de la luna iluminaba su rostro. Ella tenía razón, la vista era asombrosa. Me acerqué a la tumbona, me tendí y estiré mí mano. ―Ven, siéntate conmigo.

Caminó hacia mí sin pausa. Desde la noche en la playa, ella perdió un poco de sus nerviosas reservas conmigo. No había hecho más que besarla y tocarla la última semana, pero fue sólo porque no me sentía seguro de poder detener las cosas si dejaba que llegaran tan lejos otra vez.

Envolví mis brazos a su alrededor y la coloqué entre mis piernas así ella podría recostarse contra mí. Tenerla en mis brazos era suficiente. La mayor parte del tiempo. Otras veces necesitaba tocarla y ver su rostro mientras la hacía sentir bien. Ella era tan expresiva. Ansiaba eso. Aunque me iba la mayoría de noches con serio dolor. Tuve que conseguir mi propia liberación. No podía pedirle hacer eso.

―¿Estás segura que no tienes sed o algo? ―pregunté mientras dibujaba círculos con mi dedo sobre su brazo. Simplemente me gustaba tocarla.

―Estoy bien ―respondió, acurrucándose más cerca contra mí―. Me podría quedar así por siempre.

Yo también. Tenerla conmigo, sin tener que compartirla con el mundo, era perfecto. No quería que llegara la mañana.

―Será julio en una semana ―dijo en voz baja. La tristeza en su voz no pasó desapercibida.

―Sí, lo será. El verano se va muy rápido ―contesté. No quería hablar acerca de mi partida. No estaba listo para eso. No quería dejarla.

Ella no dijo nada de inmediato, pero sabía que estaba pensando en el otoño. Cuando tendría que irme. Finalmente, suspiró y apoyó su cabeza en mi hombro. ―Tengo miedo de no poder ser capaz de superarte.

Sus palabras me sacaron de mis propios pensamientos tristes. ¿Por qué querría superarme? Eso no se encontraba dentro de mis planes. ¿Si ella me superaba, encontraría a otro tipo? ¿Alguien más que podría tocarla y llevarla al orgasmo? Joder, no. Apreté mi agarre sobre ella. ―¿Por qué tienes que superarme? ―pregunté, tratando de no dejar que el sentimiento de pánico se filtrará a través de mis palabras.

Ella volvió su cabeza y me miró. ―Tú vas a seguir adelante, también. Y sólo seré un recuerdo de verano.

Maite nunca sería sólo un recuerdo de verano. No me encontraba dispuesto a etiquetar esto que teníamos, pero sabía que no iba a compartir. Y si alguien más la tocaba, le rompería las manos. La necesidad de asegurar que ella entendía que era mía y siempre lo sería era irracional. Porque me iría en el otoño. Tenía que hacerlo. Mi futuro no estaba en Rosemary Beach y ella era demasiado joven para venir conmigo.

―No quiero que me superes ―dije con sinceridad mientras deslicé mi mano debajo de su blusa. La respiración de Maite se dificultó mientras cubría uno de sus senos con mi mano―. No me gusta la idea de alguien más tocándote.

Ella dejó escapar un suspiro irregular y tiré abajo su sujetador de modo que su peso se sintió en mis manos. Ella era malditamente perfecta. ―Mmm ―gimió, y se arqueó hacia mí.

―Sólo yo quiero hacerte sentir así ―dije, rodando un pezón entre mi dedo índice y el pulgar. Deslicé mi otra mano en la parte delantera de sus pantalones cortos, y sus piernas se abrieron sin dudarlo. Sonriendo, besé un lado de su cara mientras veía sus pestañas revolotear cuando se cerraban.

Como siempre, Maite ya se encontraba tan mojada que sus bragas estaban húmedas. Er así conmigo. Había tocado a otras chicas antes. Chicas antes de Maite. Siempre se encontraban secas y tensas. La idea de un coño mojado era increíblemente caliente. Hasta Maite, yo no hubiera sabido lo que un coño húmedo se sentía. Luego estaba su olor. Sólo pensar como olía me ponía duro.

Ella levantó sus caderas y gimió mientras deslizaba un dedo hacia abajo para rodear su clítoris. Esta era su parte favorita. Había leído suficientes revistas para aprender cómo hacerlo a la perfección.

―Quítate los pantalones y las bragas ―dije. Quería ver mi mano mientras jugaba con ella. Levantó su trasero para poder ayudarla a tirarlos hacia abajo. Cuando los sacó, se recostó de nuevo con sus piernas abiertas. Levanté mi mano para olerla y lamí el sabor en mis dedos. Me miraba con ojos salvajes, y el pulso en su cuello estaba acelerado y palpitante.

―Sabes muy bien ―dije.

Ella tomó una ligera respiración y se retorció.

―Apóyate hacia arriba. Te quiero desnuda. ―Le instruí, sabiendo que esto era una mala idea. No la había tenido desnuda desde la noche en la playa, y me quería estar dentro de ella tan jodidamente tanto. Sabía que me dejaría hacerlo si se lo pedía. Pero no podía hacerle eso a ella. Me marcharía. No me merecía su virginidad. Pero demonios, quería que fuera mía.

Ella levantó su blusa y la tiró, e hice un rápido trabajo con su sujetador.

Luego se recostó de nuevo, completamente desnuda en mis brazos. Fue el espectáculo más erótico que había visto nunca. Yo sólo había dormido con cuatro chicas y visto cerca de siete desnudas, así que mi experiencia no era increíble, especialmente comparada con la de Rush, Grant y Woods. Pero sabía que esta vez con Maite me marcaría. De por vida.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Dic 04, 2015 12:54 pm

16

William

―¿Confías en mí? ―preguntó William.

Sabía ahora que cuando me preguntaba eso, era porque se encontraba a punto de hacer algo nuevo. También sabía que se sentiría increíble. Pero todavía me ponía nerviosa. Asentí y me preparé para lo próximo que viniera.

―Inclínate hacia arriba una vez más ―dijo. Hice como me dijo.

Se quitó la camisa, y me alivié. No me gustaba ser la única desnuda. Pero desde luego, nunca lo había visto desnudo. Siempre solo se quitaba la camisa. Sus manos fueron a sus pantalones cortos, y dejé de respirar.

―Solo los desabrocho. Cuando hacemos estas cosas…‖se‖pone‖ajustado‖e‖ incómodo ahí abajo. Necesito darle algo de espacio ―dijo, observándome de cerca.

Asentí, pero todavía no podía respirar. No porque estuviera asustada de lo que él haría, sino porque quería verlo tan desesperadamente. Lo había sentido a través de sus vaqueros y pantalones cortos, pero nunca vi nada.

Desabrochó sus pantalones cortos y los empujó hacia abajo. Mientras levantaba mi trasero desnudo, pateó sus pantalones, luego me alcanzó para acomodarme de nuevo entre sus piernas. La única cosa entre mi trasero y su erección era el delgado algodón de sus cortos bóxers azul marino.

Oh, chico.

La erección se sentía diferente sin la salvaguarda de sus pantalones. Era más grande de lo que pensaba. Lo cual me asustaba y excitaba, todo a la vez.

―Maite, dulzura, relájate. Solo necesitaba algo de espacio. Mis bóxers se quedarán puestos. Lo juro. ―Él pensaba que me hallaba preocupada por que fuera a presionarme para tener sexo. No tendría que presionar mucho. Estaba a su merced. Si William me pedía que hiciera algo, lo haría. Esa era la simple y patética verdad.

―Lo sé ―le aseguré.

―Bien, ahora recuéstate y déjame tocarte ―dijo en mi oído mientras me acomodaba de nuevo contra él.

Observarlo desvestirse me excitó, y con mi excitación vino la humedad. Esta se había extendido a la parte interna de mis muslos, y abrirme otra vez para que él pudiera ver eso era humillante. Quizá podía decir que necesitaba usar el baño. Pero tendría que correr desnuda por su apartamento. Tampoco era una buena idea.

La mano de William se hallaba sobre mi rodilla, y comenzó a empujar mis piernas para abrirlas de nuevo. Apreté mis ojos cerrados mientras cedía lentamente. Cuando su mano se movió por ahí abajo, se detuvo mientras me sentía. Quería arrastrarme a un hoyo en alguna parte. ―Oh, jodeeeer ―gruñó, y sus dedos empezaron a moverse otra vez. Deslizó dos dentro de mí esta vez mientras su respiración se aceleraba―. Dios, nena, justo cuando creo que no es posible que me excite todavía más, te abres hacia mí de nuevo, goteando así. Jesús, Maite. Me vas a matar.

Me gustaba cuando decía cosas como esa. Sonaba sucio, pero me gustaba. William diciendo cosas así, con su voz toda ronca, hacía que todo mi cuerpo zumbara. Su otra mano se deslizo hacia abajo y tocó la parte interior de mi muslo empapado, y murmuró otro juramento―: Incluso tus muslos. ¿Goteabas por ellos?

No sabía cómo responder a eso. No me encontraba segura de cómo pasó.

―¿Fue por quitarme mis pantalones? ―preguntó contra mi oreja.

Realmente no podía formar palabras con él tocándome allá abajo, ahora con ambas manos.

Deslizó sus dedos dentro de mí otra vez, y me moví contra sus manos. ―Me deslizaría tan jodidamente fácil. ¿Tienes alguna idea de cuánto deseo estar dentro de ti? Saber que me encuentro dentro de ti. Que eres mía, y que nadie más puede tener lo que tengo. Estás tan apretada y caliente. Sería lo más cercano al cielo de lo que alguna vaya a estar.

Oh, Dios. Esas palabras. Jadeé mientras él respiraba con dificultad en mi oído. Me mantuvo abierta con una mano y con la otra deslizó su dedo suavemente, atrás y adelante, a través de la humedad.

Luchaba por respirar.

―Móntame, Maite. Quiero sentirte así ―dijo.

Levanté una pierna, y me deslizó hacia arriba hasta que me encontraba directamente sobre la obvia erección sobresaliendo, levantando sus bóxers. Entonces me bajó lentamente sobre esta. Mi peso lo empujó hacia abajo contra su estómago. Lanzó su cabeza hacia atrás y gruñó mientras bajé sobre él completamente. Verlo así solo me hizo estremecer aún más allá abajo, lo cual sabía que quería decir que estaba poniéndome más mojada.

―Mierda, quiero sentir esto sin los bóxers. ¿Confías en mí? ―preguntó mientras abría sus ojos y levantaba la mirada hacia mí.

Asentí, porque la verdad era, que si quería estar dentro de mí, lo dejaría. Amaba a William. No había duda en mi mente de que siempre lo amaría. Incluso cuando se fuera, lo amaría. Darle mi virginidad era algo que quería hacer.

―De acuerdo. Tenemos que ser cuidadosos. Estás resbalosa, y no quiero estropearlo.

Me levanté y di la vuelta a la vez que se bajaba sus bóxers, y observé con fascinación cuando su polla saltó libre. Era grande y gruesa, y la punta era roja y parecía hinchada. Quería tocarla, pero no me encontraba segura de sí estaría bien, así que no pregunté.

Sus ojos se hallaban enfocados en donde nos encontrábamos a punto de tocarnos por primera vez, y las venas en su cuello se pronunciaban. ―Siéntate de nuevo sobre mí ―dijo mientras mantenía su dureza hacia abajo para que así esta no sobresaliera.

Cuando sentí el calor de su piel hacer contacto, jadeé y presioné más duro. Las manos de William agarraron mi cintura y me apretaron mientras gruñía, luego maldijo. Explosiones iluminaron mi cuerpo desde dentro, y necesitaba más. Conocía el pico hacia el que me dirigía, y la idea de alcanzarlo con nuestros cuerpos tocándose tan íntimamente me hizo marearme de deseo.

Lentamente mecí mis caderas para que de esa manera me deslizara por su longitud. No tocaba la punta, pero me deslizaba a lo largo de la mayoría de ella, y era increíble.

―Mierda ―gruñó a través de sus dientes.

Presioné mí frente a la suya y lo miré directamente a los ojos mientras incrementaba el ritmo. Tuve sus manos y boca tocándome, pero eso no se comparaba con esto: verlo perder el control y caer en la misma dicha hacia la que él siempre me enviaba girando.

―Dios, Maite ―dijo en voz baja, entonces jaló mi labio inferior hacia su boca y lo succionó.

Me mecí más duro. Su alto gruñido cuando pasé sobre la punta, tan roja que tenía que estar sensible, me hizo desear hacerlo más.

―Más despacio, nena. Por favor ―jadeó.

No podía bajar la velocidad. Estaba tan cerca. Pero no conseguí deslizarme sobre su punta otra vez, porque me levantaba y llevaba adentro. Aterricé sobre mi espalda en su sofá, pero estuvo sobre mí instantáneamente, su boca devorando la mía mientras lo sujetaba para acercarlo más. La punta me tocó, y dejé que mis piernas cayeran abiertas y levanté mis caderas así podía sentirlo de nuevo.

William separó su boca de la mía con un sonido frustrado, entonces agarró su dura longitud en su mano. Observé mientras corría la punta atrás y adelante sobre mi abertura, luego tocó mi lugar sensible antes de hacerlo de nuevo.

―Tan mojada. Me deslizaría dentro tan fácilmente ―dijo, casi tan bajo que no pude escucharlo. Levantó la cabeza para mirarme―. Ves cuán bueno se ve eso. Estás toda mojada e hinchada.

Me hallaba a punto de explotar. Sujeté sus brazos y comencé a entonar su nombre mientras lo observé aumentar la velocidad. Dejé de respirar en algún punto, y entonces mi mundo se disparó hacia un millón de colores brillantes. Calidez cubrió mi estómago, y me estremecí cuando gritó mi nombre.

Parpadeando, regresé a la tierra y levanté la mirada hacia William, aturdida, mientras él miraba mi estómago. Seguí su mirada para ver la cosa blanca toda sobre mí. Entonces noté una pequeña gota todavía en la punta de su polla. Se corrió. Sobre mí.

Sonriendo, levanté la mirada hacia él y también levantó la suya para mirarme a los ojos. En ese momento, lo sentí. No tenía que decírmelo. Lo sabía. William también me amaba.

17

Presente

William
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Mensaje por EsperanzaLR Vie Dic 04, 2015 3:34 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Dic 05, 2015 12:35 pm

Fue un largo día, con las palabras de Maite repitiéndose una y otra vez en mi cabeza. Todos los chicos almorzaron con Woods, y luego pasamos el resto de la tarde jugando al golf. Woods, no Rush, trató de hablar conmigo sobre Maite, lo cual fue un alivio, ya que no tenía ganas de dar a alguien más la historia completa todavía.

Necesitaba un plan. Uno que implicara más que seguirla todos los días. Maite me hablaba ahora. Tenía que averiguar cuál debería ser el siguiente movimiento. Debido a que sus palabras la noche anterior no fueron olvidadas, ni las olvidaría nunca. Fueron el pequeño rayo de esperanza que estuve buscando.

Esperé fuera de mi cabaña a que Maite saliera. Teníamos programado el ensayo en diez minutos. Por suerte, no estábamos siendo forzados a vestirnos de esmoquin esta noche, el código de vestimenta era informal. Pantalones y una camisa abotonada sería suficiente.

Maite salió, jugueteando con su bolso. Su mirada se volvió para encontrarse con la mía, y vaciló un momento. No esperaba que esperara por ella. Estuve haciendo el asunto a una distancia por mucho tiempo.

La falda amarilla pálida que llevaba golpeaba en la mitad del muslo y estaba hecha del tipo de material fluido que captaba la brisa y te provocaba. Vestía con una blusa blanca sin mangas atada a la cintura y un par de zapatos de tacón sin respaldo.

Cuando terminé de asimilar cada centímetro magnífico de ella, levanté mis ojos de regreso para encontrarme con los suyos. ―Estás preciosa.

Pude ver el destello de emoción en sus ojos antes de que colocara su bolso bajo el brazo y se tensara. ―Gracias ―respondió.

―¿Disfrutaste tu día en el spa? ―pregunté mientras daba un paso tentativo hacia mí. Tenía que pasarme para llegar al ensayo. No había manera de evitarlo. A menos que quisiera nadar hasta allí.

―Fue agradable ―dijo.

Ninguno de los dos se movió. Era un enfrentamiento.

Por último, Maite suspiró. ―¿Qué quieres?

Sonreí, divertido por su tono exasperado. ―Caminar contigo al ensayo.

Empezó a decir algo, pero cerró la boca. Observé su lucha interna. Finalmente, se derrumbó. ―Claro. Bien. Lo que sea.

Caminó hacia la isla, y seguí su paso a su lado. No presioné más para obligarla a hablar conmigo. Decidí que era suficiente por ahora. No me estaba empujando en el agua y gritándome. Habíamos avanzado.

Todo el mundo se encontraba reunido en el tramo de playa donde se celebraría la boda. Cuando llegamos al grupo, Maite finalmente se detuvo y me miró. ―Estoy cansada de esto. Fuimos amigos una vez. Ambos amábamos a Jace, y ambos lo perdimos. Ya estoy harta de culpar a alguien que no sea yo. No quiero estar enojada nunca más. Es hora de reconstruir mi vida y encontrarme de nuevo. Entonces ―me tendió la mano―, ¿amigos?

Amigos. Nunca seríamos sólo amigos. Pero si eso era lo que quería hacer, entonces podría trabajar con ello. Puse mi mano en la suya, y la estrechamos.

Luego sonrió. Una verdadera y no forzada sonrisa de Maite. ―Esto es algo bueno. Jace querría esto. ¿Verdad?

Estreché la mano y la solté mientras ella se alejaba. ―Sí. Querría esto. Querría verte feliz.

Maite asintió. Luego se volvió y se dirigió hacia el grupo. Sin embargo, no la seguí. Aún no. Tenía que asimilar el momento. Maite se encontraba lista para perdonarme. Seríamos amigos.

Miré alrededor para encontrarme a Woods mirándome. Asentí y le sonreí antes de dirigirme a recibir mis instrucciones, junto con el resto de los chicos.

―Ahí está el último de ellos ―dijo Thad, señalándome mientras me acercaba. La señora con el pelo recogido en un moño y un mini iPad en sus manos parecía que era la jefa.

―Problema de altura ―anunció―. Della estás con Braden, pero Braden es demasiado baja para ti. Incluso con tacones. La mayoría de las mujeres son demasiado bajas para ti, pero Braden estará descalza sobre la arena. Quedará mal. Vamos a ver ―dijo ella, explorando algo en su iPad―. ¿Dónde está Maite? ―preguntó la señora.

―¡Eh! ¡Maite! ―gritó Thad, y Maite se giró hacia nosotros―. Ven aquí.

Caminó hacia nosotros, su falda bailando en la brisa. Odiaba saber que Thad también se encontraba admirando la vista. Iba a tener que ponerlo en su lugar.

―Sí. Mucho mejor. Ella es por lo menos tres centímetros más alta. No es una brecha tan enorme ―dijo la señora mientras miraba a Maite―. Thad, acompañarás a Braden. Y William, acompañarás a Maite. Ahora, a sus posiciones ―dijo, caminando con la espalda recta, señalando y ladrando órdenes a todo el mundo a su paso.

―Sí, pero William es el padrino, y Braden es la dama de honor. ¿No se supone que tienen que ir juntos? ―preguntó Thad. Le lancé una mirada de advertencia. Si tenía alguna intención en lo que concernía a Maite, me gustaría remediar eso muy rápido.

―Este es mi trabajo. Haré que funcione. No necesito tu ayuda ―espetó la señora a Thad, quien cerró la maldita boca.

Miré hacia atrás a Maite. ―¿Te parece bien? ―pregunté. Me encontraba jodidamente emocionado al respecto, pero no quería obligarla a hacer algo que no quisiera hacer. Trataría con la sargento de instrucción, si tuviera que hacerlo.

Se encogió de hombros. ―Claro. Amigos, ¿recuerdas? ―respondió con total naturalidad.

Vi la brisa jugar con su falda mientras se alejaba.

―Amigos, ¿eh? ―dijo Rush, llegando a mi lado.

―Sí. Ha decidido que podemos ser amigos ―le dije, sin alejar mis ojos de ella. Le dijo algo a Della, quien nos echó un vistazo y luego a Maite. Vi a Maite asentir y Della parecía aliviada.

―Traté el asunto amigos con Blaire una vez. Duró menos de una semana antes de que la desnudara detrás en mi Range Rover. Buena suerte con eso ―dijo Rush en un tono divertido antes de irse.

Él no tuvo con Blaire la historia que tuve con Maite. Tomaría un infierno de tiempo antes de que hiciera ese tipo de progreso con Maite.

Él no tenía idea de lo que tenía que superar con ella.
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