Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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Webnovela LevyRroni Twisted Perfection (+18)

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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:06 pm

Webnovela LevyRroni Twisted Perfection  (+18) 2zi2880

Sipnosis:

La vida afuera de su casa es una nueva experiencia para Maite Sloane. Los oscuros secretos de su pasado son algo que no  quisiera compartir con nadie. Nunca la entenderían. Nadie nunca se acercaría lo suficiente para averiguarlo. Además, siempre había la posibilidad de que ella se volvería loca mucho antes de lo que esperaban...

William Kerrington nunca había sido de los que se sienten atraídos por las mujeres frágiles. Ellas parecen ser demasiado trabajo. Él no estaba para el trabajo, sólo para el placer. Una noche llena de diversión traviesa había sido exactamente lo que tenía en mente cuando puso sus ojos en la pequeña chica caliente que no sabía cómo bombear gas y necesitaba un poco de ayuda.

Lo que él no sabía es que ella era tan frágil. La chica despreocupada que decía lo que pensaba y no le importaba lo que el mundo pensara de ella era más frágil de lo que él jamás podría imaginar…
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:17 pm

1

Hace Tres Años

Maite

Eres mi rayo de sol, mi único rayo de sol. Me haces feliz cuando el cielo está gris. Cariño, nunca te has imaginado cuanto te amo. Por favor, no te lleves… por favor, no te lleves mi rayo de sol.



No dejes de cantar ahora, cariño. No ahora. Lamento haberme ido. Sólo quería vivir un poco. No estoy tan asustado como tú. Necesito que cantes. Por favor, canta para mí. No hagas esto. No te vayas con él. No es real. ¿No lo ves? Él nunca lo fue. Murió hace dieciséis años atrás.



Debí haberle dicho a alguien sobre ti. Todo es mi culpa. Necesitas ayuda y yo no te la conseguí. Quizás estaba asustado después de todo… asustado de que te apartaran de mí.



—Maite, cariño, dame tus manos. Tengo que limpiarlas. Maite, mírame. Vuelve a mí. Se ha ido, vas a estar bien. Tenemos que limpiarte. Se han llevado su cuerpo y es hora de salir de esta casa para siempre. No tienes que volver. Por favor, Maite, mírame. Di algo.



Parpadeé, eliminando los recuerdos y miré a Braden, mi mejor amiga. Acababa de limpiar la sangre de mis manos con una toalla húmeda, las lágrimas rodando por sus mejillas. Debería levantarme e ir a limpiarme sola, pero no podía. Necesitaba que ella lo hiciera por mí.



Siempre supe que algún día esto iba a pasar. Tal vez no de la manera en que sucedió hoy. Nunca había imaginado a mi madre muerta. La mayoría de los días cuando soñaba despierta con este momento, me sentía culpable. Aunque eso no impedía que volviera a pensarlo. La culpa no era suficiente como para dejar de imaginar mi libertad.



Había pensado que alguien se daría cuenta de que mi madre no estaba del todo allí. Que se darían cuenta de que no era una niña rara que quería quedarse en casa todo el día y se negaba a salir al mundo real. Quería que lo hicieran… pero al mismo tiempo no quería. Porque obtener mi libertad significaba perder a mi madre. Tan loca como sabía que estaba, ella me necesitaba. No podía dejar que se la llevaran. Ella había estado tan asustada… de todo.

2

Hace Cuatro Meses

Maite

Cuando Braden me dio su viejo coche y me dijo que saliera y viera el mundo, ninguna de las dos pensó en el hecho de que yo no sabía cómo llenar un tanque. Sólo había tenido mi licencia de manejar por tres meses. Y sólo había conducido un coche por cinco horas. Bombear gas no había sido algo que tuviera que saber hasta ahora.



Metí la mano en mi bolso y saqué el teléfono. Llamaría a Braden y vería si podía darme instrucciones de cómo hacerlo por teléfono. Se encontraba de luna de miel y odiaba interrumpirla. Cuando me dio sus llaves temprano hoy por la mañana y me dijo: “Ve a explorar. Ve y encuentra tu vida, Maite” yo estaba tan sorprendida por su gesto que no pensé en preguntarle nada más. Simplemente la abracé y vi como regresaba con su nuevo marido, Kent Fredrick, y se metía en la parte trasera de una limosina.



El hecho de que no supiera bombear gas nunca pasó por mi cabeza. Hasta ahora. Mi tanque estaba tan vacío que tuve que estacionarme en una estación de servicio en un pequeño pueblo de playa en medio de la nada. Riéndome silenciosamente, escuché la voz de Braden—: No estoy disponible. Si quieres ponerte en contacto conmigo, te sugiero que cuelgues y me envíes un mensaje de texto.



Su buzón e de voz. Seguramente estaba en un avión. Tendría que aprender a hacerlo por mi cuenta.



Salí del pequeño Honda Civic color rojo. Por suerte, me detuve con el tanque de gas en el lado correcto. Había una pequeña puerta en la que sabía que la boquilla debería ser puesta. Había visto a Braden hacerlo muchas veces. Podía hacerlo. Tal vez.



Mi primer problema era que no sabía cómo abrir esa pequeña puerta mágica. Estaba allí. Podía verla, pero no tenía manija. Me quede viéndola por un momento, y luego observé a mi alrededor para ver si había alguien cerca. Necesitaba ayuda. Tomó dos años completos de asesoría para que pudiera hablar con extraños. Ahora lo hacía muchas veces. En realidad, Braden tenía más que ver con ello que el psicólogo que visité una vez por semana. Me empujó hacia el mundo y me enseñó cómo vivir.



Tenía la cita, “Lo único que tenemos es temer al miedo mismo,” de Franklin D. Roosevelt pegado en mi espejo de baño. La leía todos los días o por lo menos lo hice durante los últimos tres años. Silenciosamente recité la cita en mi cabeza y me cuerpo se relajó. No tenía miedo. No era mi madre. Era Maite Sloane y estaba en un viaje por carretera para encontrarme a mí misma.



—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? —Un acento profundo me sorprendió y volví mi cabeza para ver un tipo sonriéndome desde el otro lado de la bomba de gas. Sus ojos oscuros parecían brillar de humor mientras me observaba. No tenía mucha experiencia con los chicos, pero tenía la suficiente. Lo suficiente como para saber que, incluso, cuando eran guapos como éste, eso no los hacía una buena persona. Perdí mi virginidad con un chico sureño de voz suave, con una sonrisa que hacía que las bragas cayeran por todas partes. Fue la peor experiencia de mi vida. Pero éste podía ser útil. No estaba ofreciendo sexo. Estaba ofreciéndose a  ayudarme. Por lo menos, eso yo creía.



—No puedo… Yo, uhm… Mira, nunca he… —Dios, ni siquiera podía decirlo. ¿Cómo podía una chica de diecinueve años explicar que no sabía cómo bombear gas? La risa burbujeó en mi pecho y cubrí mi boca. Iba a pensar que estaba loca. Me tragué la risa lo que mejor que podía y le sonreí—. No sé cómo bombear gas.



Sus elegantes y oscuras cejas se levantaron y me estudió por un momento. Supongo que estaba tratando de decidir si yo hablaba en serio o no. Si supiera. Había tantas cosas de las que no tenía ni idea. Braden había estado tratando de educarme en los caminos del mundo, pero ahora ella estaba casada y era momento de que averiguara las cosas por mí misma, sin ella como mi muleta.—¿Cuántos años tienes? —preguntó, y noté cómo sus ojos escanearon lentamente mi cuerpo. No me veía como una adolescente. Mi cuerpo se desarrolló completamente a los dieciséis años. Comprendí que trataba de averiguar mi edad.



—Tengo diecinueve, pero no he manejado en mucho tiempo y esta es la primera vez que tengo que bombear gas. —Suspiré y luego reí. Eso sonaba ridículo, incluso para mí—. Sé que suena difícil de creer, pero es verdad que necesito un poco de ayuda. Si pudieras ayudarme sobre cómo hacerlo, entonces podría hacerlo. —Miré de nuevo hacia su camioneta de lujo. Era brillante y negra. Coincidía con su alto y musculoso cuerpo, su piel aceitunada y cabello oscuro. Él era uno de esos tipos hermosos y peligrosos. Me di cuenta de ello por la sonrisa en su rostro.



Cuando dio la vuelta por la esquina, me di cuenta de que era mucho más alto de lo que había pensado en un principio. Pero bueno, yo medía un metro cincuenta y tres. El ajuste perfecto de sus vaqueros y botas de cuero marrón oscuro hacían maravillas con sus piernas. Comprendí demasiado tarde que estaba comiéndolo con la mirada y levanté mi vista para encontrarme con la suya. Tenía una sonrisa bonita. Todos sus dientes perfectos y blancos enmarcados por un rostro que parecía no haber visto una máquina de afeitar en los últimos días. Su aspecto desaliñado no encajaba con su camioneta.



—Necesitas abrir la puerta pequeña primero —dijo, golpeándola con sus nudillos. La forma en que sus labios se curvaron seductoramente alrededor de sus palabras me hizo no prestar atención a sus instrucciones. Estuve a punto de pedirle que lo repitiera cuando caminó alrededor de mí y abrió la puerta del conductor. Se agachó, dándome una perfecta vista de sus vaqueros ajustándose sobre su firme trasero. Realmente me gustó esa vista.

La puerta mágica que al comienzo me desconcertó se abrió de golpe sorprendiéndome. Grité y di la vuelta para verla ahora abierta. —¡Oh! —exclamé con emoción—. ¿Cómo hiciste eso?



Su cálido cuerpo se colocó detrás de mí y pude oler pasto y algo más rico…tal vez cuero. Los aromas seductores me envolvieron. Viendo que no iba a perder otra oportunidad, ya había perdido varias en mi vida, me moví un poco hacia atrás, lo suficiente para que mi espalda tocara su pecho.



—Presioné el botón para la puerta del gas. Está en tu coche, debajo del tablero. —No se retiró cuando invadí su espacio personal. Al contrario, bajó su cabeza para susurrar en mi oído. Su voz era baja y ronroneaba deliciosamente.



—Oh —fue todo lo que pude pensar en decir como respuesta.



Una risa vibró en su pecho haciendo que mis hombros retumbaran. —¿Quieres que te enseñe cómo poner gas en el coche?



Sí, eso sería genial pero también lo era estar de pie así. Logré asentir pero afortunadamente su cuerpo no se movió. Tal vez la cercanía le gustaba tanto como a mí. Esto realmente era una mala idea. Debería retirarme. Los chicos como él no trataban bien a las mujeres. ¿Por qué tenían que oler bien y ser tan guapos? —Vas a tener que dejar que pase, cariño. —Su cálido aliento sopló contra el pelo cubriendo mi oreja. Traté de no temblar mientras volvía a asentir para retirarme rápidamente hasta apoyar mi espalda contra el coche para que pudiera pasar.



Nuestros pechos se rozaron levemente mientras maniobraba para pasar, sosteniendo mi mirada. El color café cálido con reflejos dorados en ellos ya no parecía divertido.



Tragué saliva y bajé la mirada. Una vez que estuvo lejos de mí, decidí que era hora de verlo bombear gas. Necesitaba recordar que esto era una lección. Una que necesitaba desesperadamente. —Tienes que pagar primero. ¿Tienes una tarjeta o dinero en efectivo? —Su voz había vuelto a la normalidad. No más susurros sexys en mi oído.



Dinero. Me había olvidado del dinero. Asentí, inclinándome hacia el coche para tomar mi bolso y sacar mi billetera. Agarré mi tarjeta y me puse de pie para entregársela. Sus ojos estaban en mi trasero en esta ocasión. La idea de que estuvo observado mi trasero me hizo sonreír.  —Aquí —le dije, entregándosela mientras sus ojos se movían sobre mi cuerpo. Tomó la tarjeta y me guiñó un ojo. Sabía que lo atrapé mirándome y lo estaba disfrutando. Este era un mujeriego, del tipo que una chica inteligente se mantenía lejos. Sin embargo, yo no era tan inteligente. Le había dado mi virginidad a un hombre como él. Ocurrió en el apartamento del mejor amigo del chico. Su “mejor amigo” era en realidad una chica que estaba locamente enamorada de él. Eso no terminó bien.



Estaba estudiando mi tarjeta de débito. —Maite. Me gusta ese nombre. Te queda. Es sexy y misterioso.



En ese momento me di cuenta que no sabía su nombre. —Gracias, pero ahora tu llevas la delantera. No sé tu nombre.



Sonrió.—William.



William. Era único. Nunca había escuchado el nombre William. —Me gusta. Te queda —le contesté.



Pareció que iba a decir algo más, pero su sonrisa se volvió seria y levantó la tarjeta. —La lección número es cómo pagar.



Vi y escuché atentamente mientras explicaba cada paso para bombear gas. Era difícil no distraerme por la forma dominante en la que se movía. La tristeza se apoderó de mi cuando puso la bombilla de vuelta en la máquina y tomó el pequeño pedazo de recibo. No quería que este momento terminara, pero tenía un viaje por carretera al cual volver. Después de tanto tiempo, necesitaba tiempo para encontrarme a mí misma. No podía detenerme ahora sólo porque un chico llamó mi atención en una gasolinera. Eso sería una tontería.—Muchas gracias. La siguiente parada no será tan difícil —le dije, tomando tarjeta y el recibo torpemente, tratando de meterlos en el bolsillo de mis pantalones cortos.



—Cuando sea. ¿Estás de vacaciones aquí? —preguntó



—No. Simplemente estoy de pasada. Estoy en un viaje por carretera a ningún y hacia todas partes.



Las cejas de William se estrecharon y me estudió por un momento. —¿En serio? Eso es interesante. ¿Sabes cuál es tu destino?



No tenía idea. Me encogí de hombros. —Nop. Supongo que cuando lo encuentre lo sabré.



Nos quedamos un momento en silencio. Comencé a caminar cuando la mano de William tocó mi brazo. —¿Cenarías conmigo antes de volver a la carretera? Estará oscureciendo en una hora. ¿No te detendrás en un pueblo antes para conseguir un lugar para pasar la noche?



Tenía razón. Este era un pequeño pueblo, elegante y costero. Parecía ser una opción segura. Realmente no me preocupaba la seguridad. Finalmente estaba viviendo. Había tirado la preocupación al viento. Miré al extraño delante de mí. Él no era seguro. En lo absoluto. —Cenar suena bien. Tal vez después puedes decirme cuál es mejor lugar para conseguir una habitación para pasar la noche.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:22 pm

3

William

Mantuve al pequeño auto rojo en el espejo retrovisor. Tenía a Maite siguiéndome justo afuera del pueblo hacia un restaurante mexicano que hacía comida realmente buena. Y era una oportunidad que no le daría a nadie que conociera.



Esta noche tomaría un descanso del estrés en el que mi vida se había convertido. Mi padre estaba presionándome más y más para probarme a mí mismo. No estaba seguro de que más quería de mí. No, eso no era cierto. Conocía sus planes para mí. Esperaba que me casara. Aunque no con alguien de mi elección. Ya había escogido con quién quería que me casara: Angelina Greystone. Toda mi vida, papá había planeado tener el apellido Kerrington unido al Greystone. Había mantenido sus ojos en el objetivo. Cada año pasábamos una semana en Hawái con los Greystone y papá siempre me animaba a conocer más a Angelina. Para que pasáramos tiempo juntos. Demonios, nos juntaron tantas veces cuando éramos jóvenes que terminamos teniendo sexo a los quince. Había pensado que era su primera vez hasta que me acosté con una virgen y me di cuenta de que Angelina había estado mintiendo. Yo podría haber sido virgen ese año, pero ella de seguro no lo era. Jodió mi visión de la rubia bonita. Entre más crecía, y más glamurosa se convertía, más quería alejarme de ella. Tenía garras y quería clavarlas profundamente en mí. Sabía que llegaría el día en el que cedería para hacer feliz a mi padre, pero yo lo postergaría tanto como pudiese. O lo había estado haciendo hasta que Angelina se había mudado al sur. Ahora vivía en la casa de playa de sus padres y mi padre la obligaba a fastidiarme constantemente.



Necesitaba alejarme de toda la mier***da que venía con ser un Kerrington y, con suerte, disfrutar de esta pequeña chica ardiente que tenía el cuerpo de una Diosa del sexo y el rostro de un ángel.



Parecía asustadiza al principio, pero luego una salvaje y despreocupada chica había emergido, y no era de rechazar invitaciones sexys. Ese cuerpo y esos grandes ojos azules habían sido todo lo que necesitaba. Mejor aún, ella no era del tipo que se quedaba. Yo conseguiría una traviesa distracción sin compromisos. Sólo se iría.



El recuerdo de ese creído trasero respingado en esos pequeños pantalones cortos que apenas lo cubrían, me tenían removiéndome en mi asiento para ajustar mi excitación. Maite Sloane era lo que necesitaba esta noche.



Entré en el aparcamiento de ‘El Mexicano’ y aparqué en el lugar más alejado del edificio, de modo que si alguien pasaba conduciendo por allí, no notaría mi camioneta. Sin interrupciones esta noche. Iba a echar un pol***vo. Del tipo de polvo caliente y sin compromisos.



Salí de la camioneta y observé a Maite mientras salía de su auto. No llevaba sujetador debajo de su camiseta de talle alto. Sus tetas levantaban la tela, burlándose. Maldita sea, esta iba a ser una gran noche. Estaba más que seguro de que ella quería esto también. Casi había presionado su trasero contra mi polla después de que había abierto su depósito de gasolina. Sabía lo que hacía y lo hacía bien.



—Buena elección. Me encanta lo mexicano —dijo, sonriéndome. Observé sus caderas mecerse seductoramente mientras caminaba hacia mí. Estaba a punto de olvidar la comida y sólo ir directo a la habitación del hotel. Su oscuro cabello caía justo debajo de sus hombros en suaves rizos naturales. También estaba más que seguro que esas largas pestañas eran cortesía de los buenos genes y no las había sacado de un producto de maquillaje. Conocía de pestañas falsas y están lucían auténticas.


—Me alegra —respondí, caminando hacia delante y poniendo una mano en la parte baja de su espalda para guiarla al interior.

***

Una vez que la comida fue pedida, Maite bebió un sorbito de su margarita y me sonrió. —Así que, William, ¿qué haces para vivir?




No iba a responder eso honestamente. No me gustaba darle a una mujer demasiada información de mi vida a menos que hubiera planeado mantenerla cerca. —Trabajo en gestión.



Maite no frunció el ceño o lució perturbada porque hubiera evadido su pregunta. Siguió sonriendo y bebiendo la dulce bebida amarilla. —Obviamente, no estás listo para las preguntas personales. Estoy bien con eso. ¿Qué si me dices que te gusta hacer?



Golf, cuando tengo tiempo, y llevar a chicas calientes a comer comida mexicana —contesté con una sonrisa de suficiencia.



Maite lanzó las manos a la parte trasera de su cabeza y se rió. Estaba tan libre de inhibiciones. No trataba de impresionarme. Era refrescante. Sus ojos centellearon cuando me miró de nuevo. —¿Cuál es tu mayor miedo?



Guau. Turno de las preguntas raras. —No creo que tenga algún miedo —respondí.


—Seguro. Todo el mundo tiene miedos —dijo antes de lamer la sal alrededor del vaso.



Ella tenía miedos? No parecía que los tuviera. —Volverme como mi padre —dije antes de que pudiera evitarlo. Esa era demasiada información. Más de lo que había admitido a cualquier persona.

¿Una expresión ausente se asentó en su rostro mientras miraba por encima de mi hombro. —Eso es raro. Mi temor es convertirme en mamá.



Sus grandes ojos azules parpadearon rápidamente y la sonrisa regresó a su rostro. A dónde sea que haya ido mentalmente, había regresado. Pensar en su madre no era algo que le gustaba hacer y lo entendía. —¿Qué te gusta hacer? —le pregunté, queriendo cambiar de tema a algo más ligero.



Bailar en la lluvia, conocer gente nueva, reír, ver viejas películas de los ochentas, y me gusta cantar —respondió, luego me sonrió antes de beber otro sorbito. A este paso, iba a emborracharse si no la observaba de cerca.

***

Dos margaritas más tarde y presionaba su pecho contra mi brazo mientras se reía de todas mis bromas. Iba a detenerla ahora porque ya estaba un poco borracha. No la quería totalmente bebida.  —¿Estás lista para buscar esa habitación de hotel tuya y dejarme ponerte en una linda y cálida cama? —pregunté, sonriéndole y deslizando una mano entre sus piernas. Se congeló al principio, pero luego se relajó, abriéndolas lentamente así podía mover mi mano lo suficientemente arriba como para sentir la humedad en sus bragas. Me deseaba tanto como yo la deseaba a ella. Esa fue la confirmación que necesitaba. Froté la pun***ta de mi dedo en su empapada entrepierna y tembló contra mi.



Se movió contra mi mano y cerró los ojos mientras su boca se abría ligeramente, luciendo dichosa. Maldita sea, era sensible.  —¿Esto es lo que quieres? —susurré en su oído mientras deslizaba un dedo al interior de sus bragas y sentía su húmedo y caliente deseo sin ninguna barrera.



Sí —suspiró—. Pero sólo si prometes hacerme venirme.



Joder. Saqué rápidamente la mano de sus bragas y agarré la billetera. Puse bruscamente un billete de cien dólares en la mesa. No teníamos tiempo para esperar la cuenta.



Quería hacer exactamente lo que me hacía prometer. En cuanto a lo de hacerla correrse, me aseguraría de que se desmayase por la cantidad de orgasmos que intentaría darle. Nunca le lances a un Kerrington un reto como ese. Iríamos más allá de eso.



No iba a ser capaz de conducir su auto así. Luego resolvería cómo entregárselo de nuevo. No tenía tiempo para pensar en eso ahora mismo. Abrí la puerta de mi camioneta y la empujé al interior con más fuerza de la que había pretendido. Sus grandes ojos azules se ampliaron con sorpresa y me detuve para respirar profundamente y pensar esto mejor. Tal vez no debería hacer esto. ¿Ese nervioso destello en sus ojos era realmente inocente? Su cuerpo me decía una cosa, pero sus ojos decían algo distinto.



Empujó su labio inferior en su boca y lo mordió. Quería probar esa boca.



No fui hasta mi asiento. Lo haría más tarde. Subí a la camioneta y cerré la puerta detrás de mí antes de coger cada lado de su cabeza e inclinarla. Mi boca cubrió la suya y dejé que su sabor se hundiera lentamente en mi interior. Cada pequeño gemido que salía de su boca golpeaba directamente en mis venas. La plenitud de su labio inferior mientras se movía con inocente hambre contra mi boca estaba volviéndome loco.



Me forcé a retroceder y mirar hacia sus caídos ojos. —¿Estás segura de que quieres esto? Porque si no, necesitamos detenernos ahora. —Nunca nos veríamos de nuevo. Necesitaba saber que no era tan inocente como lo era su toque. No estaba en contra de una cosa de sólo una noche si la chica sabía lo que le esperaba. Necesitaba que lo supiera.



Yo… —dijo, luego hizo una pausa y tragó duramente. Esa no era la respuesta que esperaba. Comencé a alejarme, pero se estiró y agarró mi camisa—. No, espera. Quiero esto. Lo necesito. Por favor, no te detengas.



Aún no estaba seguro. No sonaba segura. —¿Este es tu primer rollo de una noche? —pregunté, pensando que esa podría ser la razón detrás de la forma en la que actuaba.


Sacudió la cabeza y una pequeña y triste sonrisa tocó sus labios. —No. El último que tuve salió mal. Realmente mal. Quiero que me hagas olvidarlo. Quiero saber qué se siente. Nada más. Sólo hazme sentir bien.

No era virgen. Eso era bueno. Un mal rollo de una sola noche haría a cualquiera sentirse inseguro de hacerlo de nuevo. Podía hacerla olvidarlo. —Te haré sentirte realmente bien, cariño —le aseguré. Luego me estiré y agarré el bordillo de su pequeña camiseta y la tiré por encima de su cabeza. No llevaba sujetador. Lo sabía, pero verla desnuda aún era impresionante.



—Oh —chilló y cayó sobre sus codos, lo que sólo empujó sus pechos más cerca de mí. Era un hombre de tetas. No había ninguna duda de eso y estaba malditamente seguro de que había muerto e ido al cielo.


—Esas nenas son jodidamente increíbles —juré antes de bajar la boca para empujar uno de sus redondos, y de sus dulces rojos, pezones en mi boca.



—Oh, sí —lloriqueó. Sonreí en mi interior. Generalmente, no me gustaban los lloriqueos, pero este no era practicado. Era auténtica. Cada llanto que salía de su boca sonaba como si realmente quisiera hacerlos. Llené mis manos con sus pechos y pasé el mismo tiempo en cada uno,  provocándolos y chupándolos. Estaba malditamente seguro de que podría hacer esto toda la noche, sin cansarme.



—¡Ah! Por favor, te necesito dentro de mí. Quiero correrme —suplicó Maite.


Quería hacerla correrse demasiado, pero si no dejaba de decir esas sucias demandas, iba a venirme primero en mis vaqueros.



Alcancé la cintura de sus pantalones cortos y los bajé junto con sus bragas. Los lancé al suelo antes de extender sus piernas con mis manos. Estaba goteando. Joder, sí. La sexy esencia de su excitación encontró mi nariz y gruñí con apreciación. Necesitaba probarla. Quería que ese orgasmo que pedía ocurriera en mi boca primero.



Toqué la lisa piel y froté un dedo en su centro. Maite se sacudió incontroladamente contra el asiento de cuero. —Voy a besarte aquí —la previne antes de presionar los labios en el hinchado clítoris que sobresalía, necesitado de atención.


—Oh, Dios mío —gimió y agarró la parte trasera de mi cabeza con ambas manos. No pude evitar sonreír.



Lamí suavemente al principio, y luego empecé a hacerlo con más seriedad. Era realmente deliciosa. Había probado a muchas mujeres, pero esta era dulce. Presioné la pun***ta de mi nariz contra su clítoris mientras deslizaba la lengua en su interior. Sus manos se hicieron puños en mi cabello mientras gritaba mi nombre. Adoraba escucharla decirlo. Probablemente más de lo que debería para un rollo de una noche que nunca vería de nuevo.



El recordatorio de que no la vería de nuevo me hizo sentir un poco agitado. Necesitaba más. Comencé a lamerla con más intensidad. Hasta que ese primer orgasmo estalló en mi boca y gritó mi nombre una y otra vez. Era la primera vez que había estado a punto de correrme en mis vaqueros desde la secundaria.



Presioné un beso más en su delicada carne antes de reacomodarme y desabrochar mis pantalones. Debería esperar hasta que estuviéramos en la habitación del hotel, pero necesitaba conseguir algo de alivio primero. Si sólo iba a conseguir una noche con esta chica, entonces iba a disfrutarla una y otra vez. Joderla haría que me sintiera lo suficientemente estable como para conducir hasta el hotel más cercano que pudiera encontrar.



Abrí la guantera y saqué uno de los condones que guardaba allí. Rasgué el sobre y lo deslicé en mi polla antes de mirarla. Me observaba de cerca. Su rosada lengua salió y humedeció sus labios. Gemí y empujé una de sus piernas encima de mis hombros así podía moverme entre sus piernas cómodamente. —¿Qué pasa si alguien nos ve? —preguntó, todavía jadeando por los gritos de su orgasmo.



Me reí. Ahora estaba pensando en eso. —Las ventanas están tintadas, está oscuro, y no hay luces a nuestro alrededor, y también estamos a gran altura en esta cosa. Nadie va a vernos.



Me dio una sexy sonrisa y dejó caer sus manos encima de su cabeza, haciendo que sus tetas se sacudieran. Esto no iba a durar mucho. Estaba malditamente cerca.



Presioné la cabeza de mi polla en su entrada y comencé a empujar lentamente. Estaba apretada. Jodidamente apretada. Dios, no, por favor no dejes que sea virgen. Las chicas que lucían como ella no eran virgen a su edad. Estaban destinadas a ser folladas. —Estás apretada —jadeé.



Asintió y gimió, abriendo sus piernas más ampliamente. —No soy virgen —me recordó.



Cierto. Entonces, ¿por qué quería reducir la velocidad y hacerlo más fácil para ella? Se encontraba caliente y lista. La preocupación de que fuera virgen estaba jodiéndome. Golpeé en su interior y ambos gritamos. Estaba increíblemente apretada, pero no mentía; no había ninguna barrera. No era virgen; sólo tenía un coñ***o del cielo. Maldita sea, era increíble.



Me deslicé fuera de ella, y se estiró para agarrar la manija de la puerta, preparándose para que golpeara nuevamente en su interior. —Duro… por favor… de nuevo —resolló.



No me lo tuvo que decir dos veces.



Me las arreglé para entrar en su interior incluso más duro esta vez y sus tetas se balancearon preciosamente. Estaba malditamente seguro de que nunca las olvidaría. Iba a correrme. Esto era demasiado.



Deslicé una mano entre sus piernas y froté mi dedo en su clítoris varias veces, hasta que jadeaba y suplicaba. —¿Te gusta? Eres una chica sucia. Pidiéndome que te folle más duro —susurré contra su oído mientras utilizaba la humedad saliendo de su interior para lubricar su hinchado clítoris.



—Oh, Dios, William. Oh, Dios. Voy a correrme de nuevo —gritó y empujé su pezón en mi boca, chupándolo mientras jugaba con su clítoris.



Explotó debajo de mi toque y agarré la parte trasera del asiento y el tablero para sostenerme mientras me deslizaba en su interior dos veces antes de seguirla.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:23 pm

4

Maite

Poco a poco abrí los ojos y me quedé mirando al techo. La habitación de hotel estaba en silencio. Me encontraba sola. También me sentía aliviada. No estaba segura de cómo podría enfrentar a William después de anoche. Yo era un montón de cosas, pero pu***ta no era una de ellas. Pensando en los eventos de la noche anterior me sentí como algo muy parecido a una pu***ta. No sabía lo que me había poseído... a menos que fuera el tequila. Tal vez mi coraje para tomar lo que quería había venido con un poco demasiado de alcohol, pero no me había emborrachado. Sabía exactamente lo que hacía.



William era caliente, desbordaba carisma, y ¿mencioné que era caliente? Yo ni siquiera sabía su apellido.



Me cubrí la cara con las dos manos y comencé a reír. Había tenido sexo salvaje con un hombre que acababa de conocer. ¿Qué clase de locura es esa? Al menos había usado condón cada vez que lo habíamos hecho: en la camioneta, en la ducha, en la mesa, y, finalmente, en la cama. Después del cual me había desmayado. Quería saber lo que era el buen sexo. Ahora, sabía lo que era el sexo demoledor. Misión cumplida. Una cosa era segura. Nunca olvidaría a William. Aquel era un viaje para experimentar la vida, y con William había logrado experimentar una de las cosas buenas de ella.

Estirándome, me puse de pie y miré alrededor de la habitación, buscando mi ropa. Espera... mi coche. Necesitaba mi coche. Mi equipaje se encontraba en mi... Uh, mi equipaje se encontraba a los pies de la cama. ¿Qué? Lo había dejado en el coche. Saqué la sábana de la cama y la envolví a mí alrededor. Luego, me acerqué a la ventana y abrí la cortina. Me tomó menos de un minuto encontrar el coche rojo de Braden estacionado en el frente. William se había ido y me había traído mi equipaje.


Mi corazón se calentó ante su consideración. Si iba a tener sexo con un extraño al azar, por lo menos, había elegido a uno que no dejaba a una chica completamente abandonada.


Presente…


Me senté en la oficina de mi actual jefe, Jeffery Odom, esperándolo. Me había enviado un mensaje esta mañana, pidiéndome que fuera a trabajar temprano, y que me encontrase con él allí. No podía decir lo que estaba mal. Hacía un par de semanas había comenzado coquetear conmigo y luego había pasado a algo más. Me había preocupado que esto pudiera ser un problema. Yo era camarera en el bar. También estaba allí sólo por un corto tiempo.


En este viaje para encontrarme a mí misma, había tenido que parar y conseguir un trabajo hasta que tuve suficiente dinero para un par de semanas de viaje. Me gustaba Dallas. Era muy divertido. Jeffery era sexy y mayor. Me hacía sentir especial. Al menos, cuando estaba en la ciudad.


En un principio, él sólo había estado allí una vez por semana, pero después de unos momentos coquetos entre nosotros, empezó a aparecer más y más. Sobre todo a la hora de cierre. Él esperaba en su coche y me enviaba un mensaje de texto para que me encontrara con él, afuera. Sin embargo, ese romance secreto estaba empezando a ser molesto. No era como si quisiera algo serio. Sólo necesitaba otros quinientos dólares, y estaría de vuelta en la carretera. Siguiente parada, Las Vegas.



La puerta de su oficina, finalmente se abrió y el ceño fruncido en su rostro me alertó de que no era una visita de diversión. Podría estar yéndome a Las Vegas antes de lo que esperaba. Siento haberte llamado aquí tan temprano, Maite —dijo, caminando hacia el otro lado de su escritorio y sentándose. Eso fue todo muy correcto y frío teniendo en cuenta que había estado tomando una ducha con él hacía sólo tres noches antes de finalmente ceder y tener sexo con él.


No respondí. No estaba segura de qué decir.



Jeffery se pasó una mano por el pelo. —Creo que es mejor si te mudas más temprano que tarde. Lo nuestro se ha vuelto demasiado serio, y los dos sabemos que no va a durar.


De acuerdo. Así que, consiguió lo que quería y ahora ni siquiera iba a dejarme hacer mis últimos quinientos antes de irme. Él sabía que yo estaba cerca de partir. Bastardo. —Está bien —le contesté y me levanté. No necesitaba esto. Podría detenerme en Las Vegas y conseguir otro trabajo.



Maite —dijo, también poniéndose de pie—. Lo siento.



Me reí. Lo sentía. Seguramente no tanto como yo. Creí que íbamos a ser amigos.



Me dirigí a la puerta y me di cuenta de que esa era otra de esas experiencias que quería encontrar. Había estado acostumbrada. Vivía la vida. No era un golpe tan grande para mi ego si lo pensaba de esa forma.


La puerta se abrió antes de que pudiera llegar a ella, y una alta y elegante pelirroja entró con un gruñido de rabia... dirigido a mí. —¿Es ella? ¿Esta es tu pu***ta? Mírala, se ve como una maldita zorra. ¿La encontraste en uno de esos repugnantes clubes de strippers a los que vas? Ella se ve como una stripper. Dios, Jeff, ¿cuán bajo puedes caer?



Escuché sus palabras, pero no estaba segura de haber entendido lo que decía. Estaba confundida. Lo único que podía asegurar era que esta mujer me odiaba. Algo feroz. No sabía por qué, pero lo hacía.Es suficiente, Frances. La despedí como tú lo pediste. Déjala salir. Esto es entre tú y yo —le dijo Jeffery a la pelirroja enojada. Miró hacia mí, y pude ver la disculpa en sus ojos.



Me detuve de nuevo en ella y el temperamento que hervía fuera de control cuando lo miraba. —¿La despediste y crees que eso arregla las cosas? —volvió su mirada de odio hacia mí—. ¿Por lo menos te preocupa haber estado follan***do con el padre de mi hijo por nacer? ¿No te importó en absoluto que no sólo fuera casado, sino que también vaya a ser padre pronto?



Espera... ¿qué? ¿Acaba de decir “casado”?



La miré y me di cuenta que no era una broma de mal gusto. Entonces volví la cabeza hacia Jeffery. La verdad estaba allí, en su rostro. Estaba casado. Me había hecho una adúltera. Oh. Mier***da. —¿Estás casado? —eso salió más como un rugido que una pregunta.



Él asintió y sus hombros se hundieron como si estuviera derrotado.



Di un paso hacia él y me detuve. Si lo tenía más cerca, iba a matarlo con mis propias manos.


—¡Lo sientes, hijo de pu***ta! ¿Por qué tú...? ¿Cómo pudiste…? ¡Tienes una ESPOSA y ella está embarazada! No puedo creer que hayas hecho esto. Soy tan estúpida. ¡Tan increíblemente estúpida! Todas las escondidas no eran porque no querías que los demás empleados supieran. Era por ella. —Señalé a su esposa—. Espero que te quemes en el infierno —escupí, luego me di vuelta y me dirigí a la puerta. Antes de que pudiera abrirla y largarme de allí, me detuve. Había alguien más a quién tenía que decirle algo. Miré de nuevo a la pelirroja. Su ira se había desvanecido. Su rostro se encontraba ahora surcado de lágrimas.



—Lo siento. Si hubiera sabido que estaba casado, no habría estado con él. Te lo juro. —Entonces salí por la puerta y la cerré detrás de mí.


Cuando di un paso atrás en la barra, mis ojos se encontraron con Tripp. Él sacudió la cabeza y suspiró. —Tenía miedo de que te engancharas con él, pero no estaba seguro. No quise decir nada por si me equivocaba y terminaba ofendiéndote. Supongo que no sabías que era casado.



Me sentí sucia y mal. Me acerqué y me senté en el taburete frente a él. —No tenía ni idea. Y ahora me siento muy mal. Quería hacer este viaje por carretera, pero ahora sólo quiero ir a casa.



Tripp era el camarero de jueves a domingo. Era alto y desgarbado, y tenía el pelo castaño y corto. También tenía una mirada privilegiada. Era difícil de explicar, pero algo sobre Tripp no encajaba allí. Parecía tan fuera de lugar como yo me sentía. Habíamos pasado muchas noches hablando mientras cerrábamos la barra. No sabía mucho de Tripp, pero se había convertido en mi amigo. —Dijiste que querías ver el mundo. Vivir —me recordó mis palabras.



Me encogí de hombros. —Ya no tanto.



Tripp miró hacia la puerta, luego metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono. —Te diré algo. No te vayas a casa todavía. Date un poco de tiempo para recuperarte de esto y luego sal a la carretera de nuevo. Pasa algún tiempo en un pequeño pueblo y toma las cosas con calma.



De la forma en que lo explicaba, sonaba bien, pero no estaba segura de hacerlo. —Voy a llamar a mi primo. Él tiene un poco de influencia en la localidad costera en la que crecí. Es pequeño, y un lugar muy agradable. Nada como Dallas. Mi primo puede conseguirte un trabajo, y luego puedes decidir si estás lista para salir a la carretera de nuevo. Tiene amigos en lugares altos. —Tripp me guiñó un ojo.



Antes de que pudiera protestar, o encontrar una razón por la que eso era una mala idea, Tripp marcaba el número de su primo. —Hola, Jace.



—Sí, ya sé que ha pasado un tiempo. La vida es una locura.



No, tienes que venir a Dallas, y separarte de esa chica a la que tu mamá dice que te controla y que no puedes ver bien.



Tripp rió y pude ver la felicidad en sus ojos. Amaba al primo con el que hablaba, y parecía que hasta lo extrañaba.—Escucha. Necesito un favor. Tengo una amiga. Ella ha pasado por cosas duras aquí y necesita un lugar para escapar.



—No, sé que tienes una chica. No te estoy pidiendo que estés con ella, idio***ta. Puede quedarse en mi casa. Alguien podría también darle un cierto uso. Sólo habla con Kerrington. Pídele que le dé un trabajo. Sólo necesita algo de tiempo.



—Sí. Ella lo es.



—Estoy seguro de que va a estar contento.



—Genial. Gracias, hombre. Yo te llamo en un rato. Voy a darle la información que necesita, y te la enviaré.



Tripp sonrió mientras deslizaba el teléfono de nuevo en su bolsillo. —Todo está listo. Vas a tener un trabajo bien pagado, y te puedes quedar en mi apartamento, gratuitamente. He estado necesitando enviar a alguien para comprobarlo. Contigo allí, puedes encargarte de las cosas. Eso me ayudará. Luego, el mejor bonus, vas a vivir cerca de una de las más bellas playas del sur. Ve a buscarte a ti misma en la luz del sol, Maite.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:25 pm

5

William

Paseé de un lado a otro frente a mi escritorio. De vez en cuando miraba abajo al anillo en el centro de él. Sabía lo que significaba. También sabía que quería lanzarlo tan lejos en el maldito océano como podía. Esta era la insinuación no tan sutil de mi papá.



Había ido a verlo ayer para preguntarle cuando ascendería de la gerencia para tomar mi lugar como vicepresidente de Kerrington Country Clubs. Esta fue su respuesta. Tenía que casarme con Angelina.



¡Mier***da! ¡Mier***da! ¡Mier***da!



No quería casarme con ella. Me haría miserable. Al fin me había rendido el mes pasado y tuve sexo con ella de nuevo. Se había presentado en mi casa en nada más que un diminuto camisón rojo, se puso de rodillas y me chupó la polla. Entre tener a mi polla mama***da y el whisky que había tomado, la había follado varias veces esa noche. El problema fue que la única manera en que pude venirme fue imaginando los hermosos ojos azules de Maite Sloane mirándome. Los gemidos de placer practicados de Angelina me apagaban. Ella practicaba para fingirlo. No le gustaba el sexo. Lo usaba.



Conocía muy bien su tipo. No me interesaba.



Yo no era mi padre. No podía casarme por dinero y conexiones y luego tener a una mujer al lado. Siempre me enojó que el jodido matrimonio de mis padres no pareciera afectarlos. Arruinaba completamente mi cabeza.



Si iba a atarme a una mujer y serle fiel por el resto de mi vida por el bien de mi lugar legítimo en el negocio familiar, no estaba seguro de si quería hacerlo. Que se joda toda esta mier***da. Mi papá siempre me controlaba.



Un golpe en la puerta detuvo mi pasar constante y mi discusión silenciosa. Tomé el anillo y lo guardé en el bolsillo. No necesitaba que esto se sepa. Y que Dios me ayude si era Angelina. —Adelante —dije en voz alta y me senté detrás del escritorio.


Jace, mi mejor amigo desde el internado, abrió la puerta y entró a la habitación. —Hola, creí que te nos unirías en el campo por una ronda esta mañana pero nunca llegaste.


Necesitaba hablar con alguien sobre esto pero no me sentía seguro de estar listo. Jace me diría que deje la ciudad y que los deje arreglar esta mier***da ellos solos. Él ha estado rebelándose contra los deseos de su padre por años. —Estuve ocupado. —Esa fue mi única respuesta.



Jace asintió. —Sí, me imaginé. —Se acercó y se sentó frente a mí—. Necesito pedirte un favor.


Eso me llamó la atención. Jace no me pedía favores a menudo. Me incliné en el asiento y esperé. Era mejor que esto no sea sobre sacar del trabajo temprano a su novia, Bethy, quien era también una de las chicas del carrito de bebidas. Teníamos prisa por las tardes y la necesitaba. —Tuve una llamada de Tripp —comenzó. Tripp era su primo mayor. Se había graduado un par de años antes que nosotros pero habíamos tenido un año increíble juntos en el internado antes de que se fuera. No lo había visto desde que empacó y dejó la ciudad hace cinco años.


—¿En serio? ¿Cómo está? —pregunté con curiosidad. Siempre me ha caído bien Tripp. Él tampoco había querido atarse a las demandas de sus padres así que se fue. Nunca miró hacia atrás.



Jace se encogió de hombros. —Bien, creo. Sonaba feliz. Está en Dallas ahora. Necesito ir allá y verlo. No vino a Boston esta navidad con el resto de la familia. No espero que venga pronto. El tío Robert no está feliz con él.



No me imaginaba que Robert Newark estuviera feliz con su único hijo. Se suponía que él heredaría la prestigiosa firma de abogados Newark & Newark localizada en el corazón de Manhattan. Su abuelo había construido la empresa desde el principio. Pero Tripp no quería ser abogado. Quería viajar por el mundo. —De todos modos, hay una amiga suya. Se metió con su jefe en el bar y descubrió que está casado. No lo sabía y necesita salir de la ciudad y recuperarse de esa mier***da. Él me preguntó si puede enviarla aquí. Dijo que era una excelente mesera. Era muy trabajadora y nunca llegaba tarde. También dijo que es hermosa y que los hombres aquí le darían buenas propinas. La está dejando quedarse en su casa ya que está vacía todo el tiempo, pero ella necesita el trabajo.



Siempre podía necesitar una buena mesera. —Por supuesto. Sólo envíala conmigo cuando llegue a la ciudad. Le conseguiremos un uniforme y la pondremos a trabajar.



Jace se veía aliviado. —Gracias. Odiaba pedírtelo, pero él sonaba preocupado por ella. Ya me ha llamado dos veces hoy para hablar sobre ella y asegurarse de que tuviera todo listo para su llegada. No quería decepcionarlo.



―Entiendo. No importa. Y dile a Tripp que dije que la próxima vez que quiera un favor me llame. Me encantaría saludarlo.

***

Jace no se había marchado hace mucho cuando la puerta de mi oficina se abrió y entró Angelina. Se echó el cabello rubio y largo sobre el hombro y me sonrió. Era esa sonrisa seductora practicada. Me aburría. Su lengua salió y se lamió los labios mientras se paseaba hacia mi escritorio. —Te he extrañado. No te he visto o escuchado de ti desde la semana pasada. Creí que nos habíamos divertido en el hoyo dieciséis.



Había aceptado tomar la última ronda del día la semana pasada con Angelina. Sabía que me quitaría a papá de encima y la satisfaría. Lo que no esperé era que ella se frotara contra mí y tentara a mi polla todo el tiempo. La última vez que deslizó sus manos por el frente de mis pantalones cortos y dijo que quería ser follada la incliné y coloqué sus dos manos contra un árbol y luego la follé desde atrás. De esa manera no tenía que ver su expresión fingida de placer. Ella hacía esto para conseguir que me case con ella. Su papá quería esto y ella hacía lo que él quería. Nada más.



Después de que me había corrido terminé el juego y la esquivé desde entonces. —He estado ocupado —respondí con frialdad.



No entendió la indirecta. En vez de eso, se metió entre mis piernas y se inclinó sobre mí dándome una vista directa de su blusa. No tenía mucho en la parte de las tetas. No estaba seguro de qué me mostraba. Si me casaba con ella le iba a conseguir un aumento de pechos. —Demasiado trabajo y poca diversión —dijo con voz arrulladora, cayendo de rodillas y frotando su mano sobre mi polla desinteresada—. Puedo acabar con eso —prometió y comenzó a desabrochar mis pantalones. Me había sentido mal la última vez que había dejado esto ir más lejos. La usaba. Claro, ella también me usaba pero eso no significaba que tenía que caer tan bajo. Estaba mal. No la quería. Si me casaba con ella sería porque me obligaban. No había razón para seguir con esto. Necesitaba tiempo para pensar todo.


—Basta, Angelina. Tengo trabajo que hacer. Ahora no. —Resistí el impulso de empujarla a un lado. Eso sería muy frío.



—Puedes trabajar y puedo hacer que se sienta bien. Mostrarte lo que puedes tener por el resto de tu vida.



Los dos sabíamos que al momento en que dijera “Acepto” el sexo entre nosotros se convertiría en una tarea. Ella inventaría razones por las que no podría y descansos en el trabajo para mamadas serían cosas del pasado. —No me tomes por tonto, Angelina. Soy un hombre inteligente. Sé lo que estás haciendo y por qué. Al minuto en que nos casemos esta fachada que estás poniendo desaparecerá.



Sus ojos brillaron con resentimiento. Sólo era honesto. Era hora de que ella lo fuera también. —Sólo porque mi papi quiere que me case contigo no significa que esa sea la única razón por la que quiero casarme. Me gustas. ¿Qué mujer no lo está? La diferencia entre otras mujeres y yo es que soy lo suficientemente buena para ti. Nos complementamos el uno al otro. Puedes pelear contra esto y tratar de aferrarte a tu estilo de playboy pero no voy a ir a ninguna parte. Quiero ese anillo en mi dedo que sé que tu papá compró y quiero tu apellido. El sexo podría ser increíble para nosotros sí sólo lo permitieras. No siempre seré la pu***ta con la que fantaseas. Deberías disfrutar esa parte mientras puedas. ―Se puso de pie y alisó su falda—. Sabes dónde encontrarme cuando estés listo para admitir que esto es perfecto. Tú y yo.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:28 pm

6

Maite

Me estacioné en la estación de servicios donde conocí a Woods sólo hace cuatro meses atrás. Había sido el comienzo de mi viaje. Cuán irónico era que las instrucciones que Tripp me había dado me dejaran de vuelta aquí. No estaba siquiera segura de sí Woods vivía en esta ciudad. Me había llevado a la ciudad para comer y encontrar un hotel. A lo mejor sólo había estado conduciendo por aquí ese día también. O a lo mejor lo podía ver otra vez.


¿Qué si está casado?


No, no iba a pensar eso. No iba a juzgar a todos los hombres por Jeffery. Eso era injusto. Mira a Tripp como ejemplo. Él no era nada como Jeffery. Me había dado las llaves de su condominio para estar gratis mientras lo mantuviera limpio. También me consiguió trabajo.


Miré hacia el papel en mi mano. Tripp me había dado el número de teléfono de Jace y me dijo que lo llamara una vez que estuviera instalada. Me consiguió una cita con el Sr. Kerrington.


Salí hacia la carretera y seguí los últimos dos giros antes de estacionarme en una unidad de condominios que tenían vista al océano. Miré la dirección que Tripp me había dado. Seguramente éste no era su condominio. Esta ciudad era lujosa y estos condominios tuvieron que haber costado una fortuna. ¿Cómo Tripp es dueño de uno?


La perturbadora sospecha de que Tripp no pertenecía al trabajo de bartender y manejar una Harley-Davidson regresó a mí. Era algo más de lo que dejaba que la gente de Dallas supiera.



Saqué el celular de mi bolsa y tecleé el número de Tripp. Sin respuesta.



Luego tecleé el número de Jace. Sonó tres veces y una chica contestó. ―Hola. ―Arrastró la palabra.



―Um, sí, soy, uh, Maite Sloane. La amiga de…


―¡Tripp! ―Chilló en el teléfono―. Hemos estado esperándote. Estoy tan contenta de que llegaste a salvo. ¿Ya estas instalada en el departamento de Tripp?



Estaba muy segura que dijo que Jace era un chico. ―Un, no, no exactamente. Acabo de llegar y este lugar es muy fino. Me temo que estoy en el condominio equivocado.


La chica se rió en el teléfono. ―No, estás en el lugar correcto. Estoy asumiendo que no conoces tanto a Tripp. Créeme, linda, él puede pagar ese lugar y más. Oh, por cierto soy Bethy. La novia de Jace. Él está afuera.


Me agradaba. Era muy amigable. ―Si estás segura de que estoy en el lugar correcto iré a encontrar su casa y desempacar mis maletas, necesito a Jace para contactar al Sr. Kerrington para reunirse conmigo.



Oh, no hay razón para llamarlo. Le dijo a Jace que te mandara con él tan pronto como estuvieras lista. Necesita nuevos meseros. ¿Tienes pluma y papel a la mano? Necesitas tomar nota de estas instrucciones.

***

Este era posiblemente el lugar más agradable en donde me había quedado. Tripp lo hizo sonar como si me necesitara para quedarme aquí y arreglar las cosas. Obviamente alguien limpiaba este lugar regularmente. Estaba en una condición inmaculada. Desempaqué mis maletas y después fui afuera al balcón para mirar el Golfo de México. Era hermoso aquí afuera. Tripp tenía razón. Esta era una experiencia que necesitaba. Podía trabajar y disfrutar el estar en este condominio. Sería como las vacaciones a la playa que nunca tuve mientras crecía. Siempre veía televisión y me preguntaba si la arena era tan blanca y el agua era tan azul.



Lo era.



Sonriendo, me senté en el diván y estiré las piernas enfrente de mí. Esto era agradable. Saqué el teléfono de mi bolsillo y marqué el número de Braden. ―¡Ya era hora! ¿Dónde estás? ¿Todavía en Dallas? ―La voz alegre de Braden me hacía extrañar mi hogar un poco. A lo mejor sólo la extraño a ella. No era como si hubiera dejado mucho atrás. Excepto por las personas que siempre murmurarán sobre mí y querrán chismes.



―Nop. No más en Dallas. Resulta que Jeffery es casado.



Escuché su fuerte inhalación de aire mientras dejaba que eso se asentara. ―Oh, no. ―Respiró―. ¡Maite, eso es terrible! Lo siento mucho. ¿Dónde estás ahora? ¿Quieres que vaya por ti? Lo estás haciendo bien, ¿verdad? No teniendo pensamientos extraños… ―Su voz se apagó a lo último. Sabía que odiaba preguntarme eso pero honestamente, ¿si Braden no podía checarme de esa manera entonces quién podía? Sabía todo o la mayoría de ello. Nadie sabía todo. No podía compartir mis problemas con todo el mundo. Algunas cosas estaban destinadas a mantenerse en secreto.



Estoy bien. Estoy de vuelta en Florida, quedándome en un condominio que pertenece a Tripp, es el bartender del fin de semana, te conté sobre eso. De cualquier forma, me consiguió un trabajo en su ciudad natal y me dio un lugar para quedarme. Tiene vista al Golfo. Estoy sentada en el balcón mirando a la hermosa playa blanca en este momento.


― ¡Oooooooh! Eso suena increíble. ¡Qué suertuda! Me encantaría visitar el Golfo de vuelta alguna vez. Y este chico Tripp suena realmente agradable. A lo mejor una vez que vuelvas al ruedo, puedas regresar a Dallas y agradecerle. ―Se burló.



―Tripp es sólo un amigo. No va a pasar. Quiero decir, le agradeceré, pero mandaré una tarjeta y algo de dinero, o algo por correo.

―Estás en lo correcto. Te presioné para comenzar a salir y mira lo que pasó. Ésta es tu oportunidad de vivir  la vida. No hay razón para quedarse atada a un chico. Tienes el mundo para explorar.



―Eso es correcto. E intento hacer eso justo después de que disfrute la luz del sol y la arena por un rato más.



― ¿Cómo es el nuevo trabajo?



―No estoy segura todavía. Necesito ir y conocer al jefe. Me está esperando. Es en un club campestre así que eso debería ser una experiencia divertida. Muy diferente al bar ―dije.



―Muy diferente. Ve y consigue ese trabajo, luego me llamas y me cuentas sobre eso. No puedo esperar.



Nos despedimos y terminamos la llamada. Braden era siempre mi manera de seguir en contacto. Recordando cosas. Todo lo que he pasado y todo lo que he vencido.



La noche que conocí a Braden había cambiado mi vida. La única persona que había conocido era a mi mamá. Ella no me dejaría atender a la puerta para recibir paquetes o nuestras provisiones. Tenía que esconderme en mi closet y estar callada hasta que la persona en la puerta se fuera. Braden había estado fascinada conmigo como yo lo estaba con ella. Me hizo preguntas que no había sido capaz de contestar por un largo tiempo. No podía decirle a nadie sobre mi mamá. Aun cuando era una niña entendía eso.



Alejando los recuerdos, pues no quería pensar sobre eso ahora mismo, me levanté y me dirigí a la recámara que había reclamado como mía. Había dos recámaras pero una tenía una cama king size de dosel y un fabuloso jacuzzi. Tomé esa habitación. Saqué mi falda más nueva. Un pequeño estampado cheurón rosa y un top sin mangas que había comprado para acompañarlo. Después de cepillar mi cabello y aplicar algo de maquillaje, me puse un par de zapatillas rosas descubiertas de la parte del talón y me dirigí a la puerta. Tenía un trabajo que conseguir.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:30 pm

7

William

Odiaba la administración. Esto era como mi padre me debilitaba. Sabía que odiaba esta parte del trabajo y que no merecía el estar haciéndolo. Usaba esta tortura para hacer que accediera a casarme con Angelina. Y funcionaba, maldita sea.



Empujé las puertas de la cocina para lidiar con el último drama, encontrando a mi jefe de meseros, Jimmy, con las manos en sus caderas mirando a la nueva mesera, Jackie o Frankie o algo así, no podía recordar. Se encontraba cruzando los brazos sobre su pecho y mirando a Jimmy de vuelta.



—¿Qué demonios está pasando aquí? Te necesito afuera, sirviendo a los clientes y no aquí peleando. ¿Alguien quiere explicarme o solo despediré sus tristes traseros? ―demandé, en un tono que sabía no podría ser escuchado fuera de estas paredes.



―Puedo decirte que está mal. Ella. Contrataste a una floja. Toma un descanso para fumar cada diez minutos y si tengo que servir a otra de sus mesas porque dejó la orden ahí por más de cinco minutos me voy a patear su trasero. ¿Me oíste? O se va ella o yo.



No despediría a Jimmy. Dirigía la cocina por mí. Era también el favorito de los miembros femeninos. No tenían idea de que él prefería los miembros masculinos. Era un secreto que manteníamos, así obtenía propinas más grandes.



Giré mi atención a la chica nueva. ―Creí que lo había dejado muy claro cuando te contraté que no había descansos para fumar. Jimmy dice cuando alguien toma un descanso. Es el jefe aquí.



La chica dejó salir un suspiro, después se quitó su delantal y lo arrojó al piso. ―No puedo trabajar con este tipo de condiciones de esclavitud. Una chica necesita un descanso y solo porque no soy tan rápida como él, se enoja. Bueno, que se joda. Me voy de aquí. ―Se giró y salió de la cocina.



Bien. No tuve que despedirla o lidiar con las lágrimas femeninas. El único problema era que necesitaba una nueva mesera. Ahora. ―Me alegro que se fuera, pero necesitamos encontrar un reemplazo ―declaró Jimmy.



―Trata de manejarlo hasta que pueda conseguir a alguien que te ayude. ―Me dirigí a la puerta y mientras hacía mi camino a la oficina, el sonido de tacones me alertó de que era seguido. Por favor, Dios, ahora no Angelina. No me encontraba de humor. Al menos que quisiera ir a servir a los clientes, necesitaba que me dejara en paz. Giré para decirle, cuando mis palabras se congelaron en mi lengua.



No era Angelina. Era Maite. Se hallaba aún más apetecible de lo que recordaba y recordaba mucho. Casi cada maldito día la recordaba muy bien. Normalmente, mientras permanecía en la ducha.



Su cabello oscuro lucia más largo, acomodado a un lado y extendiéndose holgadamente sobre su hombro. Se encontraba usando un ajustado top blanco que no dejaba mucho a la imaginación con esos pechos que tenía. Además vestía con una falda corta y un par de tacones que hacía que sus piernas delgadas y bronceadas lucieran aún más sexys. ¿Qué hacía aquí?



―¿William? ―preguntó y levanté la mirada fijándome en cada detalle de su cuerpo para encontrarme con su mirada sorprendida y confusa.



―Maite―contesté. ¿No había venido a buscarme? ¿Por qué se veía tan sorprendida?



―¿Qué estás haciendo aquí? ―preguntó, mientras una sonrisa complacida comenzaba a formarse en sus labios. Nunca le dije mi apellido. A propósito. No quería que el sexo ocasional se convirtiera en algo más. Aunque en los últimos cuatro meses me había pateado a mí mismo por no darle mi número. Me preguntaba dónde se encontraba y si alguna vez la volvería a ver. Ahora, aquí se encontraba. En mi club.


Mi padre es dueño de este lugar ―contesté y miré su cara. Sus ojos se ampliaron y miró a su alrededor como si lo estuviera mirando por primera vez.



―¿Eres el Sr. Kerrington? ―preguntó.



―Depende. Mi papá también es el Sr. Kerrington. Normalmente soy William.



Maite dejo salir una suave risa. ―No puedo creer esto. Creo que se supone que me tengo que reunirme contigo para hablar sobre un trabajo. Tripp me ha enviado.



Tripp. ¿Esta era la chica? ¿A la que ayudaba? ¡Mier***da! ¿Qué comentó Jace sobre lo que le había pasado? Consiguió fastidiar a su jefe o algo así. Demonios, no podía recordarlo. No preste tanta atención.



―Sí, ese sería yo ―contesté, había muchas razones de por qué esta era una mala idea. No necesitaba este tipo de distracción. Necesitaba encontrar una manera para lidiar con mi papá y Angelina. Ver a Maite cada día iba a joder mi cabeza.



―¿Espero que esto esté bien? Quiero decir, él nunca dijo “William”. Siempre se refirió a ti como Sr. Kerrington. ―El tono nervioso en su voz me sacó de mi batalla interna.



―Uh, si, uh, solo vamos a mi oficina, puedes llenar el papeleo y podemos discutir donde encajarías mejor.

Lejos de mí. Muy, muy lejos. Necesitaba poner su sexy trasero en otro continente. Pero estaba a punto de darle trabajo. Aquí, en mi club. Así podría torturarme con el recuerdo de nuestra increíble y alucinante noche de sexo. Ah, demonios.



No esperé a que me alcanzara y caminara a mi lado. Tenía miedo de no ser capaz de controlarme al olerla, ya que, en minutos la tendría presionada contra la pared, con mis manos por todo su cuerpo. En vez de eso, caminé delante de ella y no miré atrás. La única razón por la cual sabía que me seguía era por el sonido de sus tacones.



Una vez que finalmente llegué a la puerta de mi oficina, la abrí y me hice a un lado para que pudiera entrar. Contuve la respiración hasta cuando estuvo lejos de mí. ―William, pareces realmente infeliz con esto. Lo siento. No sabía. Ni siquiera sabía que esta era la ciudad a la que Tripp me enviaba. Me dio instrucciones y me mando en este rumbo. Me sentía desesperada por irme así que lo hice. Puedo conseguir trabajo en otro lado si esto es raro para ti.



El pequeño ceño fruncido de preocupación que se formó en su nariz me hizo derrumbarme. No podía hacer esto. No podía ser duro o frío con ella. Le iba a dar el maldito trabajo, cualquier trabajo que quisiera e iba a mantenerme malditamente lejos de ella. A lo mejor debía proponerle a Angelina. Eso podría alejarme de cometer el error de perseguir a Maite en cada oportunidad que tuviera.―Lo siento. Está bien. Acabo de tener algunos problemas con los empleados y tengo drama en la cocina con que lidiar. Me sorprendiste. Pero tienes un trabajo aquí, sí lo quieres. Solo dime en lo que eres buena. ―Aparte de joder mi cerebro.



Maite se enderezó y mis ojos bajaron a sus pechos. El contorno de sus pezones endurecidos, mando a mí ya dura polla una completa atención. Mier***da, estaba excitada. Se encontraba recordando también. ―He estado trabajando en un bar en Dallas como mesera. Ese es el tipo de trabajo que normalmente consigo. Son fáciles y las propinas son buenas así no tengo que quedarme allí por mucho tiempo.



Asentí. Eso es. Viajaba por el mundo. No echaría raíces en Rosemary. No quería una relación. Quería una aventura. ―¿Quieres un trabajo de mesera aquí? Es una multitud más fácil que un bar y acabo de perder a una mesera justo antes de que llegaras.



No la colocaba lejos de mí. No, la ponía justo aquí, bajo mi maldita nariz. Era un jodido idio***ta. ―Gracias, eso estaría perfecto. ¿Necesitas que comience en este momento, ya que acabas de perder a una mesera? Aprendo rápido ―aseguró.



No, la necesitaba de vuelta en el condominio de Tripp, para poder calmarme de una pu***ta vez.



Un golpe en la puerta me interrumpió antes de que pudiera contestar y Jimmy metió su cabeza. ―Se está saliendo de control. ―Sus ojos encontraron a Maite y le dio una sonrisa—. Bueno, no eres del tipo todo sexy. Por favor, dime que estas aquí por trabajo.


Maite sonrió y asintió. ―Perfecto. ¿La puedo tener? ―preguntó Jimmy, abriendo más la puerta.



Quería decirle no, que no había terminado con ella aún. Seguía considerando acostarla sobre mi escritorio y subir esa falda para ver que tenía debajo. ―Seguro. Adelante, tómala. Tiene experiencia así que no debería ser difícil que aprenda.



Maite se levantó y me sonrió de vuelta una vez más. ―Gracias por esto. ―Entonces se fue con Jimmy, quien cerró la puerta detrás de él.



Recosté mi cabeza en contra del asiento de cuero y dejé salir un suspiro derrotado.



Necesitaba recordar que Maite se iría pronto. No era alguien que se quedaba en un lugar. No podía perder todo por lo que he trabajado por querer estar enterrado en su pequeño y apretado co***ño otra vez. Era tiempo de enfocarme en Angelina. A lo mejor, teniendo ese amortiguador entre nosotros evitaría cometer un error. Porque Maite Sloane podría causar que lo perdiera todo. Y luego se iría.



Tan dulce como sabia y tan perfecta como se sentía, no podía dejar que mi deseo por ella cambiara mi vida. Angelina haría a mi papá feliz. Seria vicepresidente y esta mier***da de administración quedaría atrás. Era mi única opción. Tenía que serlo.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:32 pm

8

Maite

No TOQUES esa comida, Maite. Es de tu hermano. Es su favorita. Ya lo sabes. ¿Por qué siempre tratas de tirarla a la basura? ¿Por qué, Maite? ¿Por qué le harías eso? Sé una buena chica, Maite. Dulce y buena.



—Pero, mamá, huele mal. Es vieja y hay moscas…



—¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE! Vete a tu cuarto. No te queremos aquí. Todo lo que haces es quejarte. Vete a tu cuarto. Vete a tu cuarto.



—Mamá, por favor, sólo... vamos a prepararle un nuevo plato. Este se ha vuelto viejo. Está haciendo que toda la casa huela mal.



—Él quiere que lo dejes. Vendrá a comerlo. Sólo tienes que ir a tu habitación, Maite. Ve a cantar una canción bonita. Una que todos podamos disfrutar.



No quería cantar una canción. Quería tirar la comida echada a perder. Negué con la cabeza y comencé a protestar cuando ella me agarró por el cuello y comenzó a sacudirme. —Te dije que cantes, Maite. Deja la comida de tu hermano en paz. Es suya, maldita sea, chica. Mocosa egoísta —gritó con ese tono alto al que le temía.



Empujé sus manos y luché por aire. No podía respirar. Me iba a ahogar. Un hilo de algo húmedo me tocó la mejilla y miré la sangre lloviendo sobre mí. Era su sangre. La sangre de mi mamá. Mirando hacia mis manos vi que también estaban cubiertas. Me giré para gritar por ayuda, pero no había nadie allí. Estaba sola. Siempre sola.



Me senté en la cama cuando un grito atravesó mi pecho. Abriendo los ojos miré mi desconocido entorno. Los grandes ventanales frente a mí mostraban los primeros rayos del sol de la mañana bailando a través de las olas del océano. Agarré el edredón con las manos y respiré hondo varias veces. No había vuelto a casa. Me encontraba segura. Todo estaba bien. Mi cuerpo temblaba mientras me sentaba en silencio y miraba la belleza en la que me hallaba inmersa.



No sabía si mis recuerdos eventualmente desaparecerían o si algún día me consumirían. Hasta entonces, necesitaba vivir. Cada vez que pensaba en volver a casa y rendirme sobre este viaje para descubrirme a mí misma tenía sueños para recordarme el por qué debía hacer esto. Mi tiempo era limitado. Apartando las mantas me dirigí al baño para tomar una ducha. El sudor que cubría mi cuerpo a causa de la pesadilla aferró la camiseta a mi piel húmeda. Cada mañana, durante los últimos tres años había despertado así.

***

Era el final del segundo día de trabajo y no había visto a William desde que salí de su oficina. Comenzaba a pensar que me evitaba. Tal vez eso era lo mejor. Él era mi jefe y yo ya tenía una idea de lo mal que salir con tu jefe podía llegar a ser. Supongo que William se aseguraba de que pusiéramos el pasado donde necesitaba estar. Considerando que William me dio mi primer orgasmo lo hacía un poco difícil, pero yo podía lograrlo.



Me sentía lista para disfrutar de la vida, para no preocuparme por las cosas que no podía tener. Esto se suponía que era un viaje divertido y sin angustias. Ya era hora de conseguirlo. Jeffery realmente puso un gancho en mis planes. Y también me enseñó que los hombres pueden ser unos cerdos. Necesitaba recordar eso.



Una atractiva morena con una sonrisa sincera bajó del coche de lujo estacionado al lado del mío. Su atención se centraba en mí. Hice una pausa mientras ella cerraba la puerta de su coche y se dirigía hacia mí. No se vestía como los miembros femeninos de nuestra edad que yo había visto cuando fui al comedor. Llevaba un par de descoloridos y desgastados vaqueros ceñidos que colgaban bajo en sus caderas y una apretada camiseta de Corona. Los zapatos de tacón rojos en sus pies parecían difíciles de caminar.—Tú debes ser Maite. Eres exactamente igual a como Tripp te describió. Soy Bethy —dijo en una voz burbujeante y ofreció su mano para que se la estrechara.



La sacudí, aliviada de que se trataba de una amiga de Tripp. —Sí, soy Maite. Es un placer conocerte —le contesté. Quería hacer amigos aquí. No me gusta ser solitaria.


—Siento que no haber estado antes para darte la bienvenida. Las cosas han sido un poco locas. William y Jace son mejores amigos. ¿Conociste a William, verdad?



Sólo asentí.



—Bueno, William ha estado en mi casa con Jace tratando de decidir qué hacer sobre... bueno, no importa. Probablemente no se supone que debería hablar de su vida privada con otras personas. Además, dudo que te importe oírme me divagar. De hecho, vine aquí por una razón —Hizo una pausa y me volvió a dedicar una sonrisa amplia—. Tendremos una pequeña fiesta durante esta noche en lo de Jace. La próxima semana comienza la temporada de vacaciones de primavera. Se extiende desde el primero de marzo hasta finales de abril. Este lugar se llena de gente. Quiero que vengas. No, insisto en que vengas. Hay gente que necesitas conocer. Cuanta más gente conozcas, mejor. Ojalá Blaire estuviera aquí. Ella es mi mejor amiga y la amarías. Ella y su prometido están fuera tratando con la familia. —Suspiró y se puso las manos en las caderas—. Así que, ¿vienes?



Había planeado ir de nuevo al condominio de Tripp y dar un paseo por la playa y tal vez leer un libro. Pero ella tenía razón. Necesitaba conocer gente. —Por supuesto. Me encantaría. ¿En dónde y a qué hora?



Bethy chilló y aplaudió. —¡Sí, estoy tan contenta! Bien, si quieres ve a cambiarte y ven a lo de Jace alrededor de las ocho. Ah, y él vive... ¿tienes un bolígrafo? —Metí la mano en mi bolso y saqué un recibo de la tienda de ayer por la noche y un bolígrafo, y luego se los di.



Garabateó las direcciones y me las entregó. —¡Nos vemos dentro de poco! —gritó, luego se dio la vuelta y se dirigió a su coche.


La vi alejándose antes de caminar hacia mi coche y subirme. No podía conseguir sacar su comentario sobre William "encargándose de…" fuera de mi cabeza. Ella tenía razón, no debería haber estado hablando de su vida personal, pero tenía curiosidad. A pesar de que no debería tenerla.

***

Encontré el lugar correcto. Autos aparcados por todas partes. Esto era un poco intimidante, pero entonces también era otra experiencia. Hacía este viaje para cosas como esta. Aparqué mi coche y salí con la esperanza de haberme vestido apropiadamente. Estuve dividida entre vestirme para adaptarme a los socios del club con los cuales llegué a ponerme en contacto durante los últimos dos días o vestirme para parecerme a Bethy. Me decidí por algo intermedio. Con una falda de mezclilla azul, botas de cuero negro, y una clásica camiseta de Bob Marley esperando que funcionara.


Antes de que pudiera llamar, la puerta se abrió y Bethy agarró mi mano y me jaló hacia adentro. —¡Estás aquí!



Un par de chicos se encontraban sentados alrededor de una fogata con cervezas en las manos. Parecía que era nuestro destino.



Chicos, esta es Maite. Amiga de Tripp. —Me sonrió y luego señaló a un chico atractivo que me recordó tanto a Tripp que no me sorprendí cuando dijo—: Ese es Jace. —Luego señaló a un chico con largos rizos rubios y una sonrisa traviesa—. Ese es Thad. —Me guiñó un ojo y decidí que me gustaba. Tenía esa mirada de "sólo por diversión" en él—. Y este es Grant, que nos sorprendió al aparecer. Pensamos que otra vez estaba desaparecido —Grant era por lejos el más apuesto del trío. Su cabello oscuro se escondía detrás de las orejas y tenía un brillo en los ojos. La sonrisa sexy que enviaba hacia mí era extremadamente tentadora.



—Hola, Maite, ¿por qué no vienes a compartir mi asiento? Incluso te dejaré probar mi cerveza —arrastró las palabras.


Pensé en decirle que no, pero luego me sorprendí a mí misma y le regresé la sonrisa antes de caminar hacia él. —¿Vas a moverte o se supone que tendré que sentarme en tu regazo? —le pregunté con la esperanza de que el tono chistoso de mi voz no sonara estúpi***do.



La sonrisa de Grant se convirtió en una más amplia. —Infiernos sí, quiero que te sientes en mi regazo —respondió.



Intentaba decidir si Braden pensaría que era un audaz y divertido movimiento o si parecería una pu***ta. No podría decirlo. Ella siempre fue mi juez en lo que debía y no debía hacer. La cual era una de las razones por las que me mandó a descubrir la vida por mí misma.



Seguí mis intenciones. Ya había actuado como una pícara. Pasé por encima de sus piernas apoyadas en la barandilla de hierro que rodeaba la parte exterior de la fogata y luego me senté en el regazo del desconocido. —Él no estará aquí mucho tiempo, nena. Quizás quieras venir a este regazo. Nunca dejo este lugar —dijo Thad desde el otro lado del fuego.


El brazo de Grant se envolvió alrededor de mi cintura y me atrajo contra su pecho. —Nunca se sabe, Thad. Podría haber encontrado una razón para quedarme un rato.



Sabía con demasiada certeza que estaba enloqueciendo. —Grant, juega limpio. Es una amiga de Tripp —lo regañó Bethy. Me pregunté si ella ahora pensaba que era una especie de pu***ta barata.



—No te pongas toda tensa en mi regazo ahora, cariño. Recárgate y ponte cómoda —susurró Grant en mi oído. Su suave acento sureño me hizo sentir cálida. Me gustaba este tipo. Me las arreglé para relajarme y hacer lo que dijo.


Aquí, puedes tener mi cerveza. Conseguiré otra la próxima vez que alguno uno de estos tontos se levante por otra ronda.



Realmente no me importaba la cerveza. Pero tampoco quería ser grosera, así que la tomé. —Gracias.


—No hay de qué.



Me sorprendió que sus manos no fueran a mis piernas sino que una se mantuviera alrededor de mi cintura y la otra descansara sobre el brazo de la silla. Me gustó eso. Él no asumía que era fácil sólo porque me senté en su regazo. —Háblanos de Tripp. No lo hemos visto por mucho maldito tiempo —dijo Thad.



No sé mucho de Tripp. Hablábamos en las noches que trabajamos juntos, pero nunca nos pusimos muy profundos con nuestras historias de vida. —Está bien. Las mujeres vienen desde muy lejos sólo para sentarse en el bar y coquetear con él. Tiene unas seguidoras dedicadas. Disfruta de su trabajo, pero después de ver este lugar no tengo ni idea de por qué se queda en Dallas.



Thad posó sus ojos en Jace y ambos parecían solemnes. Ellos, obviamente, sabían por qué Tripp no se encontraba aquí y eso les molestaba. Lo extrañaban. No los culpo. Tripp era un gran tipo. —Así que, ¿por qué has venido corriendo hasta aquí desde Dallas? —
preguntó Grant mientras su mano se deslizaba hacia arriba y cubría mi estómago. Su pulgar se hallaba terriblemente cerca de rozar la parte inferior de mi seno izquierdo. No sabía si esto estaba bien o si simplemente debería dejarlo.



—¡William! Ya era maldita hora. —Las palabras de Jace me sorprendieron y ahora no sabía si estaba bien sentarme en el regazo de Grant. No esperaba que William estuviera aquí.



Miré hacia él y mi corazón tartamudeó cuando sus ojos oscuros se centraron en mí... o Grant... o en ambos. —No sabía que habías vuelto a la ciudad —le dijo William a Grant, pero sus ojos se desplazaron de nuevo hacia mí.



—Sí, llegué anoche. Puede que me quede por un tiempo. —El acento burlón en su voz no parecía divertir a William.



Vi como éste se acercó a mí y me tendió la mano. —Maite, ¿vendrías conmigo, por favor?



Tan atractivo como Grant era, el tono de mando oscuro de William era demasiado difícil de resistir. Puse mi mano en la suya y me levanté del regazo de Grant. Empecé a decirle algo pero William me jaló hacia el interior de la casa sin decir una palabra a nadie.—¿A dónde vamos? —pregunté, poniendo mi cerveza en la primera mesa que pasamos antes de que me hiciera derramarla.



William no respondió. Asintió hacia la gente que lo saludó pero luego empezó a hacer caso omiso de ellos. Tuve que correr para mantener su ritmo rápido.



Fuimos por un pasillo y abrió la puerta de la última habitación de la izquierda y me empujó adentro antes de cerrar la puerta tras de sí.



Comenzaba a preocuparme de haberlo hecho enojar cuando se acercó hasta presionarme contra la pared. Las emociones en sus ojos castaños me confundieron. No parecía enfadado. Parecía confundido, desgarrado y tal vez encendido. —Lo siento —dijo finalmente mientras colocaba sus manos contra la pared a cada lado de mi cabeza—. Creo que pude haber estallado.



No esperaba una disculpa. —Está bien —le contesté necesitando más que una explicación.



—Quiero volver a estar en tu interior, Maite. Quiero una excusa para subir tu falda, para que muestres tu cu***lo sexy y sumergirme en el co***ño más apretado en el que he estado dentro.



Vaya.



William bajó la cabeza hasta que su aliento cálido se encontraba contra mi oído. —Es realmente una mala idea. Tener sexo contigo es todo en lo que puedo pensar, pero que es una mala idea. Aléjame y deja la habitación. Es la única manera en que puedo evitar tocarte.


La noche que pasamos juntos fue una con la que todavía soñaba cuando mis sueños eran buenos. ¿Cómo iba a marcharme cuando él lo ofrecía de nuevo? ¿Por qué lo querría? Me gustaba William. No sólo era sexy y muy bueno en hacerme sentir deseada. Él era considerado y muy querido por todos. Era uno de los chicos buenos. Yo necesitaba afecto. Había vivido la mayor parte de mi vida sin él. El sexo me hizo sentir cerca de alguien aunque sólo sea por un rato. Había perdido mi virginidad con un hombre que me sostuvo y acarició. Yo quería tanto ser tocada. Quería sentirme cerca de alguien. Fue un error. El tipo no había sido cariñoso y atento de la forma en que William era. Tener a William tocándome era tan diferente. Ansiaba la forma en que me hacía sentir.



Moví mis manos a su pecho y las puse contra los duros músculos bajo la camisa que había lamido a fondo, cada maravillosa ondulación. —¿Qué pasa si no quiero irme? ¿Qué pasa si quiero que levantes mi falda? —le pregunté, mirándolo a través de mis pestañas. Era una pregunta sencilla. Una honesta.


—Maldita sea, bebé —murmuró justo antes de que su boca cubriera la mía. La desesperación en su beso hizo cosquillas entre mis piernas. Nuestras lenguas bailaron y saborearon hasta que los dos estábamos presionando nuestros cuerpos más cerca, mientras que nuestras manos luchaban con la ropa entre nosotros. Me las arreglé para sacarle la camisa tirando de ella por encima de su cabeza y luego cubrir uno de sus pezones oscuros con mi boca y chuparlo. Mis bragas fueron bajadas y rápidamente salí de ellas mientras él las tiraba sobre mis botas.



—Mantendrás estas botas puestas. Lo quiero todo fuera menos las botas —gruñó mientras sacaba mi camiseta y luego hacía un rápido trabajo con mi sujetador.



Tan pronto como me tuvo desnuda volví a besar su pecho. El pecho de Jeffery no se veía así. Nunca había tocado un pecho así salvo el de William.


Sus manos rodearon mi cintura, me levantó y me apretó contra la pared al estrellarse contra mí. —¡WILLIAM! ¡SÍ! —grité cuando el dolor placentero me tragó y envolví mis brazos alrededor de su cuello para sostenerme.



—Mier***da sí... mier***da sí... maldita sea, Maite, nena, he fantaseado con esto desde la última vez que estuve por aquí. Es como una especie de maldita utopía. No quiero salir nunca.



La respiración de William era pesada mientras se inclinaba sobre mi cuerpo y hundía la cabeza en mi cuello. —Tan bueno —gimió.


—Lléname, entonces podrás hacerlo de nuevo —le prometí, deseando que se moviera. Ansiaba el orgasmo que sabía que me podía dar. Ese momento en el que no podía decir donde terminaba yo y él comenzaba. Los malos recuerdos no estaban allí para atormentarme durante ese nirvana. Era mi único momento de alivio. Tenía la intención de obtener una gran cantidad de ellos esta noche. No me importaba nada más. Sólo William podía hacerme sentir.



William dejó escapar un gruñido loco antes de comenzar a bombear dentro y fuera de mí. Lamió un camino por mi cuello y me mordió en el hombro y justo por encima de mi pecho varias veces. Lo miré, desesperada por estar tan perdida en él como fuera posible. Su lengua trazó un camino hasta mi pezón y tiró varias veces antes de meterlo en su boca. Me sentía tan cerca de llegar.



Mis piernas empezaron a debilitarse por el orgasmo inminente. William, lo notó y las agarró, acercándose aún más para usar la pared buscando soporte. Sus ojos se levantaron y en el momento en que se encontraron con los míos mi placer explotó y grité su nombre hasta que fue un gemido. —Uhh, mier***da, Maite, uuuh, Dios, sí. —La liberación de William sacudió su cuerpo con tanta fuerza que envió una segunda oleada de placer a través de mí. Me las arreglé para aferrarme a él con fuerza y apoyé la cabeza en su pecho.



Nuestra respiración era dura y pesada. Sonaba como si hubiéramos corrido una maratón. Me sentía como si acabara de correr una maratón, pero hubiera logrado alcanzar el cielo en el proceso.



La mano de William recorrió mi cabello y mi espalda una y otra vez mientras nos quedamos allí. Era un gesto tranquilizador de él que sólo hizo que me gustara más. Nunca había tenido un abrazo hasta que Braden me sostuvo la noche en que encontré a mi madre muerta. William me dio algo que nadie más me había dado. Busqué afecto en otros. No sólo Woods podría darme eso sino que lograba que todo lo demás se desvaneciera. ¿Si en la noche pudiera llevarlo a casa conmigo tendría mis pesadillas? ¿Podría él agotar mi cuerpo con la capacidad de traerme placer hasta que todo lo que pudiera recordar fuera él?
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:37 pm

9

William

La llevaré a casa conmigo esta noche. Necesitaba más de esto. Quería saborearla de nuevo y pasar horas rodando esos dulces pezones rojos con mi lengua. Era como el crack. Había tomado toda mi fuerza de voluntad dejarla la última vez que lo hicimos. Ahora necesitaba sacarla de mi sistema o al menos morir en el intento.



Ella se acurrucó más profundamente en mis brazos y su suave suspiró de satisfacción me hizo endurecerme otra vez. Maldición, era todas las clases de dulce. No debería estar haciendo esto, pero mi cuerpo tenía otras ideas.



Con suavidad salí de su interior antes de volver a estar completamente duro. Tendría que cambiarme el condón pronto. —¡William Kerrington voy a patearte el trasero si estás haciendo lo que creo que estás haciendo! Tienes que salir de aquí. Angelina acaba de aparecer. —El gruñido de rabia de Bethy no se perdió cuando golpeó la puerta.



Diablos! No quiero tratar con Angelina en estos momentos. Quería cambiar mi maldito condón y hundirme de nuevo en Maite.



Maite se alejó de mi abrazo y frunció el ceño. —¿Quién es Angelina?



¿Quién era Angelina? ¿Le miento? No, no podría. Pero decirle la verdad significaba que no conseguiría volver hacer esto. Tenía que encontrar una manera de explicarlo de modo que no termine con... lo que empezamos.



—Por favor, William, respóndeme —dijo mientras dejaba caer sus piernas al suelo y se alejaba de mí. Sentí frío sin ella. Me puse los pantalones. Ella tenía los brazos cruzados sobre su pecho protectoramente. Sólo me hizo querer separarlos para que no estuvieran bloqueando mi vista.



—¿William? —estaba esperando.



No podía hacerlo. No podía mentirle sólo para lograr seguirla follan***do. ¡MALDITA SEA!¿Por qué tenía que ser tan honorable.—Ella pronto será mi prometida.—Las palabras hieren físicamente cuando salen de mi boca. La idea de casarme con Angelina y nunca tener esto otra vez casi me hace tirar toda esta mentira con mi padre por la puerta y decirle que se vaya a la mier***da. Pero no podía. Era mi futuro y Maite me dejaría pronto. No desperdicia-ría mi futuro por un par de semanas de las folladas más calientes de mi vida.



—¿Lo será pronto? —preguntó, tomando su sujetador. Quería ayudarla a ponérselo pero sabía que no querría que lo hiciera. No después de aclarar esto.



—Le pediré matrimonio mañana por la noche durante el evento de Caridad Delamar en el club.



Los ojos de Maite se abrieron ampliamente y con torpeza comenzó a tratar de ponerse el sujetador y a colocar más distancia entre nosotros. —Oh, Dios mío  —susurró y metió su camisa sobre la cabeza. Observé impotente cuando se ponía la falda y la ajustaba—. Oh, Dios mío, lo hice otra vez —murmuró y sacudió la cabeza con incredulidad. Cuando se dirigió a la puerta, entré en pánico. Esto no podía ser.


—Maite, espera. Déjame explicarte —le rogué y negó con la cabeza.



—No, no lo hagas. Lo entiendo. Soy una follada fácil. Estás a punto de atarte a una chica por el resto de tu vida así que me usaste. Una última noche de diversión. —Dejó escapar una risa dura—. Soy un blanco fácil. Eso lo sé. Felicitaciones por tu futura boda. Espero que ella diga que sí.



No podía encontrar las palabras para mejorar las cosas cuando abrió la puerta y se encontró cara a cara con una Bethy muy enojada. —¿Estás bien? No, no lo estás. Ven conmigo —le dijo a Maite, en un tono suave. Entonces  me disparó una mirada—. No puedo creerlo —dijo bruscamente.


Las vi alejarse de mí. Me subí la cremallera de los vaqueros, agarré mi camisa, y me deslicé en ella. El trozo de tela rosa que le había arrancado bruscamente en mi locura por estar en su interior yacía olvidado en el suelo. Estaba caminando en esa minifalda sin bragas. Maldición. Recogí el último recuerdo que tendría de saber lo bien que se sentía Maite Sloane y lo metí en mi bolsillo.



***



Grant me encontró en el pasillo. Le debía una disculpa también. No es que estuviera con el ánimo de dársela. Probablemente sería el próximo en darse cuenta de lo increíble que se sentía Maite. Mi sangre se calentó cuando las imágenes de Grant tocándola destellaron en mi mente.


—¿Qué demonios estás haciendo? Pensé que le pedirías matrimonio a Angelina mañana por la noche. Jace dijo que ya tienes el anillo.



Dejé escapar un suspiro de frustración. —Lo tengo. Es un poco más profundo de lo que parece. Me enganché con Maite hace unos cuatro meses, cuando pasaba por la ciudad. Ella es memorable. —No le diría lo buena que era porque no tenía duda de que intentaría salir con ella y sabía que el corazón de Grant se encontraba demasiado maltratado para volver a enamorarse.



—¿Así que necesitabas una probada más? ¿La chica sabía lo que pasaba? Si lo hacía entonces eso es genial. Pero si no lo hacía entonces eres un lamentable imbécil hijo de pu***ta. —La última parte salió en una voz suave mezclada con una enojada amenaza.



Soy el hijo de pu***ta —le contesté, y lo empujé al pasar a su lado mientras Angelina se dirigió hacia mí. Tenía que lidiar con ella ahora.


—Te he estado buscando por todos lados. ¿Dónde estabas? —preguntó. Empecé a mentir cuando decidí que ella no necesitaba pensar que esto era un cuento de hadas. Necesitaba la verdad.


—Teniendo un muy caliente sexo salvaje. Si te pido que te cases conmigo mañana en el evento benéfico entonces necesitaba tener un recuerdo más afectuoso.


La mayoría de las chicas se hubieran estremecido, pero sabía que Angelina no lo haría. Por su parte también era una transacción comercial. —Espero que fuera uno bueno porque no permitiré eso una vez que esté usando ese anillo —dijo entre dientes.


—Fue increíble —le contesté y me dirigí a la puerta principal—. Vamos.
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Webnovela LevyRroni Twisted Perfection  (+18) Empty Re: Webnovela LevyRroni Twisted Perfection (+18)

Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:40 pm

10

Maite

No quería volver a salir al balcón con Bethy. Vi a Grant caminar hacia nosotros y sólo quería irme. Esta vez dolía. Con Jeffery sólo estaba asqueada. Pero con William... era doloroso. Había sido diferente. O por lo menos, creí que era diferente. La forma en que me tocaba y me deseaba me había dado esperanza. Era una tonta en pensar que el sexo era la respuesta a mis problemas. Eso había sido muy egoísta. William no me estaba dando afecto puro. Mi corazón todavía dolía. Había querido eso tanto.



Sentí los bordes de mi visión comenzar a empañarse y sabía que necesitaba estar sola. Esto no era algo que alguien tuviera que ver. No quería que estas personas pensaran que era un bi***cho raro también.


—Sólo quiero estar sola, si no te importa —le dije a Bethy y forcé una sonrisa de disculpa antes de dirigirme afuera al frío aire nocturno. No miré atrás y no traté de encontrar mi auto. No estaba en condiciones de conducir. Necesitaba un lugar oscuro y tranquilo. Un lugar seguro. Necesitaba un lugar seguro. La palabra "seguro" mantenía un coro en mi cabeza mientras mi visión se volvió cada vez más borrosa. Me las arreglé para encontrar una casa que parecía vacía y me senté en la parte trasera de espaldas a la calle. Separé mis rodillas y metí la cabeza entre ellas. Podría superar esto. Era sólo un síntoma de mi trauma. O al menos eso es lo que los médicos seguían diciéndome.



No vayas afuera, Maite. Es peligroso. Tu padre está muerto porque fue afuera. Quédate aquí donde es seguro. Conmigo. Estaremos a salvo juntas. Solo nosotras dos.



Sentí las lágrimas llenar mis ojos mientras las palabras de mi madre comenzaron en mi mente. Intenté tanto reprimir los recuerdos. Pero cuando estaba emocionalmente agotada regresaban. No se limitaron a esconderse en mis sueños.



Shhh, Maite querida. Sé que quieres andar en bicicleta, pero muchas cosas malas te pueden pasar afuera. Sólo estas a salvo aquí. Recuerda eso. No podemos salir o cosas malas pasarán. Vamos a cantar una canción, ¿de acuerdo? Una que es feliz. Una que está a salvo.



No, no, no, mamá. No vas a hacerme esto. Soy más fuerte que tú. Puedo vencer esto —dije mientras alejaba los recuerdos. Yo no era mi madre. Quería vivir la vida. Quería enfrentar el peligro y quería conocer todas las emociones que iban junto a eso.



Me senté ahí por mucho tiempo y me quedé mirando la luna. Era algo que solía hacer por mucho tiempo. Sabía que en la noche podría alejarme de la seguridad de la casa y ver a Braden. Podría montar su bicicleta por las calles oscuras y respirar el aire fresco. El cielo de la noche se había convertido en mi amigo.



Por último, me limpié el rostro con el dorso de la mano y me puse de pie. Estaba bien. Atravesaría de esto sola. Braden no había estado aquí para decirme que respirara y hacerme reír mientras envolvía sus brazos alrededor de mis hombros. Esta vez había sido solo yo. Estaba orgullosa de mí misma.

***

Permanecí despierta la noche anterior pensando en empacar y marcharme, pero al final decidí que había acabado con la carrera. No podía correr cada vez que me pusiera en contacto con el dolor o un problema se cruzara en mi camino. Era el momento de que reaccionara igual que el resto del mundo y enfrentara los problemas. Sin embargo, quizá necesitaba encontrar otro trabajo. Mi jefe tal vez no quiera que trabajara para él nunca más. Sólo le preguntaría. Me gustaría caminar directo hacia él, ser muy profesional, y preguntarle si todavía tenía un trabajo o si necesitaba buscar otro. Eso sería muy fácil.



Si pudiera evitar recordar cómo se veía su rostro cuando se corrió. Maldición. Eso sería un problema. Tenía que parar de pensar en William de una manera sexual. Era mi jefe. Nada más.



Entré por la parte trasera de la casa club y me dirigí a su oficina. Quizá podría afrontar esto de inmediato. Acabar de una vez con esto así no perdería más tiempo pensando en ello.



Llamé a la puerta y esperé. No hubo respuesta. Mier***da. Devolviéndome, caminé por el pasillo hacia la entrada de la cocina cuando Woods entró en el edificio. Sus ojos se clavaron en mí y me detuve. Simplemente volver a verlo era difícil. Dejé que nuestro sexo se convirtiera en más de lo que era. Me permití creer que lo necesitaba. Mentalmente sacudí la cabeza para despejarme.



—Hola, señor Kerrington. Lo estaba buscando. Tengo que asegurarme de que todavía tengo un trabajo o si lo prefiere renuncio y busco uno en otro lugar. —Eso sonó muy bien y sin tonterías. Estaba impresionada.

Algo que no estaba segura de entender brilló en los ojos de William. Dio un paso más cerca y se detuvo. —Tienes un trabajo aquí todo el tiempo que quieras —contestó.



—Gracias. Aprecio esto. —No esperé una respuesta. En su lugar, me dirigí a la entrada de la cocina y nunca miré hacia atrás.



Cuando las puertas giratorias se cerraron detrás de mí, dejé escapar el aliento que estuve conteniendo. Lo hice. Tuvimos nuestro cierre. No son necesarias más palabras. Lo podía ignorar y él podía ignorarme. —¡Oh Dios voy a trabajar contigo en lugar de Jimmy hoy! Me vuelve loca por las mañanas. —Una chica que sólo había visto una vez, mi primer día, me sonrió mientras entraba en la cocina con el delantal atado a la cintura.



—Maite, ¿verdad? —preguntó y levantó su cabello largo y castaño en una cola de caballo.


—Sí y tú eres... —Miré hacia abajo a su credencial—, Violet —le contesté.


Ella se rió —Te vi, hiciste trampa. Pero está bien solo nos vimos una vez antes. Tomaré las mesas del lado derecho, de la siete a la catorce. Tu toma las del lado izquierdo, de la uno a la seis. El lado derecho es el grupo más difícil esta mañana. Un montón de clientes habituales. ¿No quieres que te tire a los perros por ahora?



—Gracias —respondí.


—No hay problema. Quiero que te quedes. No podemos mantener a chicas buenas.



Me las arreglé para sólo olvidar una cosa y fue la mantequilla de manzana para las tostadas de la mesa tres. Por suerte, habían sido buenos con el error y aun así me dieron una propina de veinte por ciento. No está mal. En Dallas rara vez veías propinas de veinte por ciento de hombres mayores de sesenta años. Estaba a punto de cobrar y terminar mi turno cuando Violet entró sonriendo.



Conseguiste una mesa caliente. Tres de los cuatro fabulosos están sentados en su mesa habitual, la número dos. William no está con ellos así que van a coquetear contigo y Grant está ahí hoy para disfrutarlo. Son tan deliciosos a la vista. Tengo que correr. Mis mesas están despejadas y Jimmy estará aquí para el turno del almuerzo.



Ella saltó por la puerta y yo estaba atascada ahí mirando hacia el comedor. No estaba lista para enfrentar a Grant o a cualquiera de ellos por el momento. Anoche estaba aún demasiado reciente.



Quería correr de nuevo. Tenía que parar esto. Agarré mi bandeja y la jarra de agua helada y me dirigí a ellos. Thad, Grant, y Jace estaban hablando y no prestando atención a mí acercándome. Bien.



Los ojos de Grant se levantaron para encontrarse con mi mirada y sonrió con esa sonrisa sexy y pequeña tan suya. —Estoy muy contento de verte aquí esta mañana —respondió.



Él lo sabía. Mier***da. ¿Todos lo sabían? —Este es mi trabajo —le contesté—. ¿Qué puedo traerles de beber?


—Aseguras que ese uniforme luzca bien —respondió Thad inclinándose hacia adelante con la mirada en mi pecho y no en mi rostro.



—Cállate —dijo Grant y le lanzó una mirada de disgusto—. Quiero un poco de café negro.



—Café para mí también, pero necesito dos de crema y una de azúcar —respondió Jace.



Un vaso de leche —dijo Thad.



—Ponlo en un maldito chupón porque está actuando como si necesitara uno —dijo Jace, rodando los ojos.


—Seré un bebé si ella quiere que lo sea, a los bebés les gustan los pechos —respondió Thad con un guiño.


—Eres un imbécil. —Negó Jace con la cabeza.



No esperé más comentarios. Me dirigí a la cocina a preparar sus bebidas. Estaba segura de que Thad no era alguien con quién quisiera perder el tiempo. Era lindo, pero tuve la sensación de que podría volverse molesto.


Cuando regresé a la mesa William se había unido a ellos. Mantuve la sonrisa educada y serví a los otros chicos sus bebidas.—Sr. Kerrington, ¿qué puedo traerle a usted, señor?



Me las arreglé para mirarlo cuando le pregunté, pero no me perdí las cejas de Grant disparándose.—Café negro, por favor. —Apenas me miró mientras lo dijo y volvió a hablar con Jace.



—¿Están listos para ordenar?

Grant se inclinó hacia delante y estaba agradecida de tener alguien en quién enfocar mis ojos. Me sentía tonta tratando de no mirar en la dirección de William. —No sé ellos, pero me muero de hambre —respondió—. Tráeme una hamburguesa, mediana, cargada, y asegúrate que Juan le ponga esa salsa especial.


—Lo mismo para mí —intervino Thad.



Forcé mi atención en la dirección de Jace y William. Jace me miró. —Bethy me hizo un desayuno tardío así que estoy bien con el café.



La idea de mirar a William hizo daño a mi estómago. Odiaba sentirme incómoda en torno a él ahora. Pero era mi jefe. Así que sostuve mi sonrisa falsa y lo miré. —¿Y para usted?



William, finalmente encontró mi mirada, pero sólo brevemente. —Nada, gracias, tengo una cita para almorzar.



Con su prometida, sin duda. Asentí y me dirigí a la cocina.—Quiero aprovechar eso —dijo Thad mientras me alejaba.



—Cállate —replicó Grant.



Cuando le llevé el café a William conseguí alejarme sin más interacción con él.



Jimmy entró tranquilamente y solté un suspiro de alivio.—Jimmy, te daré la mitad de mis propinas hoy si cambias las secciones conmigo en este momento.



Jimmy arqueó una de sus cejas perfectamente depilada y me miró como si estuviera loca. —Muchacha, no tomaré la mitad de tus propinas. ¿Qué hay de malo en la sección en la que estás?



No quería hablarle de William. Lo pensé un segundo y luego dije—: Esos tipos me ponen nerviosa y no me gusta esperar en la mesa del señor Kerrington. Por favor. —Terminé con una súplica final.




Puso los ojos y se ató el delantal. —Está bien. Podemos cambiar de lado, pero tendré de la uno a la siete. Tienes de la ocho a la catorce. Todavía eres nueva y necesitas ganar dinero con más mesas.



Asentí. —Por supuesto, muchas gracias.



—Creo que me vas a gustar. Ya era hora de que William contratara a otro servidor con el que me guste trabajar.



Su elogio era agradable. Me gustaba la sensación de encajar.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:42 pm

11

William

Me paré en la ventana de mi oficina y vi cómo se alejaba el auto rojo de Maite. Podría engañarme a mí mismo y decir que fue una coincidencia haber venido para mirar por la ventana al mismo tiempo que se iba. Pero conocía su horario. Sabía que su turno terminó, y patéticamente vine a verla llegar a su auto e irse. Me había preocupado un poco que se fuera sin decir una palabra después de anoche.



Cuando hoy entré en la casa club y había venido caminando hacia mí llamándome Sr. Kerrington y asegurándose de que todavía tenía un trabajo, me sentí tan condenadamente aliviado que no había sido capaz de pedirle disculpas correctamente antes de que se marchara.


Entonces decidí que era lo mejor. No hay necesidad para nosotros de seguir fingiendo que podría haber más que esto. Ella me estaba cortando y yo tenía que dejar que lo hiciera. Por el bien de ambos. Era la mejor manera para que yo no cediera y rogara por algo que no podía tener.



La puerta se abrió detrás de mí sin un golpe y no tuve que mirar para ver quién era. Sólo una persona podría entrar en mi oficina sin un golpe primero. —Hola, papá —dije sin darme la vuelta para mirarlo. Lo idolatraba desde que era un niño. Ahora, una parte de mí lo odiaba.


—William. Vine a asegurarme de que estuvieran todavía firmemente en su lugar para esta noche. Howard y Samantha estarán aquí esta noche. Están pensando en este anuncio. Decepcionar a Howard Greystone no es algo que pretendo hacer.



Él sabía que no quería esto, pero seguía aquí reafirmando la importancia de la misma.



—Nada ha cambiado. —Esas tres palabras eran mucho más profundas de lo que sabía que él entendía. Nada cambió. Él todavía controlaba las cosas. Yo todavía no podía soportar la idea de estar casado con Angelina y a él todavía no le importaba una mier***da.



—Bueno. Tu madre ya está planeando la boda con Samantha. Han estado planeando esta boda desde que los dos eran jóvenes. Esto no es sólo asegurar nuestro futuro y el éxito de lo que tu abuelo construyó, sino que también está haciendo a tu madre muy feliz. A ella le encanta Angelina. Todo esto va a funcionar para mejor. Ya lo verás. Deja tus propias ideas sobre no casarte. —La diversión en su voz me confundió. No había nada gracioso en el hecho de que mis padres esperaran que sacrificara mi felicidad por ellos.


—Por lo menos alguien está feliz —dije sin emoción.



—Cuando estés casado y sentado en tu nueva oficina con vistas al hoyo dieciocho con el título de vicepresidente en tu puerta, serás feliz. Ahora mismo estás enfurruñado como un niño que no está siguiendo su camino. Sé lo que necesitas para tener éxito, y Angelina Greystone es tu respuesta.



No podía mirarlo. La rabia quemaba un agujero en mi estómago, sin duda reflejándose en mis ojos. Los pasos de mi padre se alejaron de mí y la puerta se cerró detrás de él. No estaba seguro de si alguna vez sería capaz de perdonarlo por ello. O tal vez era a mí a quien nunca sería capaz de perdonar. ¿Qué hombre cedía el otro control de su vida? ¿Su futuro?

***

Angelina casi había dado la vuelta a toda la sala de baile mostrando el anillo que había colocado en su dedo delante de todo el mundo hace más de una hora. Ella brincaba de emoción y toda la habitación se lo creía. Se podría pensar que estábamos locamente enamorados. Yo no era tan buen actor. Prefería estar en el bar y beber chupitos de whiskey.



—Es muy guapa. Si vas a quedar enganchado, al menos escogiste belleza y dinero. Sin duda, eso es algo. Te ves preparado para asesinar a cualquiera que se acerque a ti —dijo Jace mientras tomaba el lugar junto a mí en el bar.



Angelina era hermosa de una manera clásica fría. Era elegante, refinada y manipuladora. —No puedo estar feliz de haberme convertido en el títere de mier***da de mi papá —le contesté, y escuché el insulto en mis palabras. Tal vez ya bebí demasiado.



—Así es —concordó y tomó mi whisky y se lo terminó antes que yo—.Probablemente deberías aislarte.


—Probablemente, pero entonces tendría que soportar estar sobrio.



Jace dejó escapar un suspiro. —No iba a hablar de esto, ¿pero que pasó anoche con Maite?


Cogí mi vaso vacío y lo sacudí hacia el camarero. —Nada —mentí.

Jace sonrió. —Eso no es lo que dijo Bethy. Al parecer, no tenías tu camisa y tus pantalones estaban desabrochados.



Infiernos. Imagino que Bethy tuvo que decirle los detalles. —Conocí a Maite hace cuatro meses. Tuvimos una noche, una noche realmente fantástica. Entonces volvió a entrar en mi vida y he perdido mi maldita cordura. Eso es lo que pasó.



Jace dejó escapar un silbido. —Mier***da.



No tenía ni idea. Todo esto era una mier***da, el matrimonio, mi padre, el trabajo que debía ser el mío sin put***as ataduras. Mi vida era una mier***da. Luego estaba Maite. Dulce, sexy y divertida Maite, y no podía tocarla. Ahora se encontraba fuera los de límites para mí. —No creo que me vaya a olvidar de su sabor. —Mi lengua borracha estaba suelta. Era una buena cosa que Jace fuera el único cerca para escucharme.



—¿El trabajo con tu padre vale la pena todo esto? —preguntó Jace. Sabía que él pensaba que era un débil hijo de pu***ta. No era lo suficientemente fuerte como para liberarme.



—No soy Tripp. No puedo dejar todo atrás. A diferencia de él, quiero esta vida. Quiero ese trabajo. Es mío, maldita sea



Jace asintió y extendió la mano para tomar el whisky que acababa de ser servido y estaba a punto de bajar. —Te dije que estabas aislándote. Vamos a salir de aquí por unos pocos minutos. El fresco aire nocturno podría hacerte recuperar la sobriedad suficiente para ir a hablar con los clientes y actuar como si en realidad quisieras este trabajo y estuvieras dispuesto a ceder el control de tu vida.



Empecé a seguirlo. Salir de aquí sonaba muy bien. —¿Dónde está Bethy? —le pregunté, buscando a su otra mitad.



—Está con Maite en la cocina. No quería venir esta noche, y me preguntó si me importaba si trabajaba en su lugar.



Maite se encontraba en la cocina? Hice una pausa fuera de la sala de baile y miré por el pasillo hacia la puerta que conducía a la cocina. Maite estaba allí. Tenía que disculparme. Explicarme. Algo.



—Tengo que ir a buscar a Maite. Tiene que entender —le dije, volviendo a dirigirme a la cocina.



La mano de Jace se cerró sobre mi hombro. —No, hombre. Esa es una mala idea. Estás comprometido y Maite es tu empleada. Dibuja una línea y permanece detrás de ella.



—Ya dibujé la maldita línea cuando puse el anillo en el dedo de Angelina. Sólo quiero explicárselo. Ella no entiende. —La había follado y luego le había dicho que estaba comprometido y ella había corrido. No podía seguir imaginando la expresión de su cara. Me mataba.



—¿Crees que va a servir de algo? ¿Qué vas a lograr? Deja a la chica.



Él no lo entendía. Sacudí la cabeza y me dirigí a la cocina. —Creo que a Tripp le gusta. Creo que ella será la razón de que vuelva a casa. Él podría no haber pensado bien cuando la envió aquí, pero tenía otras razones. Nunca dejaba a nadie vivir en su apartamento antes. Ella es diferente.



Me detuve. Mi pecho dolía y mi estómago se sentía como si estuviera siendo retorcido. ¿A Tripp le gusta Maite? Él era libre de viajar por el mundo con ella. No tenía responsabilidades o metas en la vida. Él sólo quería ser. Al igual que Maite.


Me apoyé en la pared y me quedé mirando las puertas de la cocina. ¿De qué serviría que le explicara esta mier***da? Nada. Todavía era lo mismo. Yo no era el hombre que ella buscaba. Queríamos dos cosas diferentes en la vida, y el sexo increíble no duraba para siempre.



Las puertas de la cocina se abrieron y mi coordinadora del evento, Macy Kemp, llegó caminando con su mano firmemente entrelazada alrededor de la muñeca de Maite tirándola mientras caminaba hacia mí. Abrí la boca para decirle que dejara ir a Maite pero Macy empezó a hablar.


—El cantante es alérgico a los mariscos. Nadie me dijo esto, William. Nadie. Le habría advertido de las salsas y ensaladas si hubiera sabido. —Sacudió la cabeza y maldijo—. Acaba de salir en una ambulancia, pero el idio***ta va a estar bien. Lo he arreglado, por lo que debe estar bien. —Comenzó a caminar de nuevo y arrastró a Maite detrás de ella. La mirada de pánico en el rostro de Maite me sacó de mi confuso estado borracho. No me gustaba ver a Maite molesta, ¿y por qué demonios Macy la llevaba de esa manera?



—¿Qué estás haciendo con Maite? —exigí.



Macy miró a Maite y luego me sonrió. —Necesitamos un nuevo cantante. La banda no puede tocar sin uno. Estaba en modo completo desastre cuando la encontré cantando en el baño mientras se lavaba las manos. La niña puede volar.



No era una buena elección de palabras. Mis pantalones de repente se ajustaron más y el rostro de Maite se sonrojó. No podía apartar la mirada de ella. —¿Vas a cantar? —le pregunté.



Se encogió de hombros. —Sí, va a cantar. ¿Qué parte de “la oí cantar y necesito un cantante” no entendiste? En primer lugar, tengo que conseguir que se cambie en algo más apropiado. No hay tiempo. Dile a tu padre que la banda se pondrá en marcha en diez minutos. —Macy continuó su camino y Maite caminó rápidamente detrás de ella.


—Ella va a cantar en lo que es, básicamente, tu fiesta de compromiso —dijo Jace detrás de mí. Me había olvidado de que seguía allí de pie.



—No es mi fiesta de compromiso —gruñí.



—Acabas de comprometerte y toda la habitación está hablando acerca de tu próxima boda. Así que es muy, muy cerca.



—Cállate, Jace.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:47 pm

12

Maite

Si habría alguna manera posible de poder salir de esto sin dejarlo, lo haría. Había cantado toda mi vida, en mi casa. Pero eso fue para escapar de mi madre y de mi realidad. No delante de la gente. Me encantaba cantar y el espejo y cepillo para el cabello habían sido mis compañeros la mayor parte de mi vida mientras le cantaba a mi público imaginario. Esa había sido fantasía.



Nunca había estado segura de que mi canto era siquiera digno. Mi madre amaba escucharme cantar, pero nunca fue una buen juez de nada.



Abrí la boca para explicarle esto a la señora que se presentó a sí misma como —Macy Kemp, Coordinadora del evento del club Kerrington— pero no me había permitido decir mucho. En cambio, informó a la cocina que iba ser utilizada en otro lugar y comenzó a arrastrarme detrás de sí.


Esperaba que William detuviera esta locura cuando nos vio, pero no lo hizo. Parecía tan confundido como yo me sentía, pero no detuvo esto.



Miré hacia abajo al plateado vestido corto y ceñido, que vestía. La parte trasera era descubierta y el escote caía bajo en la parte delantera. Me sentí desnuda. En más de un sentido. —No van a mirarte mucho. Están demasiado ocupados en sus pequeñas manadas elitistas. Sólo canta así tendrán música y podrán bailar, si quieren —me informó Macy mientras me empujaba por las escaleras hacia los miembros de la banda escépticos. No podía decir que les echaba la culpa.



—¿Eres nuestro reemplazo? —preguntó uno de ellos con un siseo de irritación en su voz.



—Por lo menos van a estar mirando su cuerpo y no oyendo lo mal que sonamos —gruñó otro y sacó la correa de la guitarra por su cabeza.



—¿Qué puedes cantar, dulce? —preguntó un hombre mayor con una cabeza calva.



No quería estar aquí. No pedí esto. Encontré cada una de sus enojadas y molestas miradas con una de las mías. Los había oído antes. No eran muy buenos. ¿Quiénes se creían que eran para tratarme como si estuviera aquí para arruinar sus vidas a propósito? Si su cantante hubiera prestado atención a sus alergias, esto no habría sucedido.



Pasé junto a cada uno de ellos antes de volverme para observar quién condescendientemente me preguntó qué podía cantar.—Puedo cantar cualquier cosa que me pongas —le respondí, luego salí al escenario como la diva que no era.



La melodía familiar de Adele, “Someone Like You” empezó a sonar y me sentí aliviada porque conocía la letra y a la vez enferma del estómago debido a que la popularidad de la canción llamó la atención de los invitados. Había estado esperando ser ignorada.


Me uní al piano con las primeras letras melancólicas.


En lugar de mirar hacia el salón de baile, centré los ojos en el pianista del grupo. La aprobación en sus ojos brilló con entusiasmo y alivio cuando canté cada línea.



Cómo cuando crecía en mi habitación, bloqueé todo lo demás a mí alrededor y me perdí en las letras y la música. Esta había sido mi manera de hacer frente a la locura de mi vida. Ahora hacía frente a la realidad de mi vida.


Cambiamos a “Aint No Other Man”, la versión de Christina Aguilera. Que despertó al salón con la melodía divertida. Hasta ahora me las había arreglado para no hacer contacto visual con William a pesar de que sabía exactamente donde se encontraba. Podía sentir sus ojos en mí.


—¿Puedes armonizar? —me preguntó el guitarrista.



Asentí y volvió a mirar a los demás miembros y asintió.



Lady Antebellum, “Just A Kiss” se puso en marcha.



Hicimos con éxito el puente cuando miré a través de la habitación para ver a William bailando con una elegante rubia alta. Sabía que tenía que mirar hacia otro lado. Verlo y tener una imagen de él con ella en mi cerebro, me volvería loca. Pero no pude. Ella le sonreía y hablaba mientras él miraba por encima de su hombro a la nada realmente. Parecía frío. Nada como el hombre con el que estuve.



Esta vez debió sentir mis ojos en él, porque volvió la cabeza hacia mí y nuestras miradas se encontraron. Cada palabra parecía como si estuviera cantándola para él. No lo hacía. No podía ser. Pero se sentía de esa manera. Cuando la canción llegó a su fin, quité mis ojos de él y me juré a mí misma que no volvería a mirarlo.



Una hora más tarde había dominado todo lo que tocaron. Incluso las canciones de Bruno Mars. El pianista me dio una palmada en la espalda y me sonrió mientras salía del escenario. —Los mataste, dulce —dijo el bajista calvo.


—Cada vez que desees unirte a nosotros eres bienvenida. Claro que no puedes cantar duetos con JJ —dijo el guitarrista. Supuse que JJ debía ser el cantante principal.



Lancé una última sonrisa por encima de mi hombro. No iba a quedarme. Necesitaba estar sola. Ver a William sostener a su prometida fue difícil. Era hermosa y perfecta. Estaba a salvo en sus brazos. Comprendía lo que sentía. Algo sobre estar con William te hacía sentir segura. La envidiaba.


Las vacaciones de primavera estaban en pleno apogeo en Rosemary y Bethy no exageró. Este lugar estaba lleno de gente. Trabajé cinco días a la semana y la mayoría de los días trabajaba dos turnos. El dinero era bueno y me encantaba trabajar con todos. Ver a William era más fácil ahora.



Nos las arreglamos para tratarnos con amable indiferencia. Dolía a veces, cuando pensaba que me miraba y me giraba hacia él para encontrar que no lo hacía, después de todo. No estaba segura de por qué me torturaba con ello. No debería mirarme. Estaba comprometido. Mi cuerpo, sin embargo, quería que me mirara porque no era consciente de hasta qué punto estaba fuera de los límites de William.



Hoy por fin era libre del trabajo y también Bethy. Planeamos pasar un día en la playa. Me emocioné por pasar el día bajo el sol. Estaba más caliente ahora que cuando llegué hace un par de semanas. Bethy quería que fuera a su apartamento para ir a la playa porque ella estaba en la playa privada del club. Menos personas. Invité a Violet a unirse a nosotros después de su turno de almuerzo y Bethy mencionó invitar a otro chica de carrito llamada Carmen, que hoy también tenía el día libre.


Eché un vistazo a mi último texto mientras salía de los apartamentos donde vivía Bethy.



Abajo en la playa. ¡Te tengo un lugar guardado!



Me giré hacia atrás y tomé mi bolsa de playa, luego salí del coche. Al mirar hacia arriba al edificio frente a mí, me asombré. Este lugar era súper selecto. Se hallaba en la propiedad del club y sabía después de trabajar aquí por un par de semanas que este lugar tenía que costar una fortuna. El sueldo de chica del carrito de Bethy ni siquiera empezaba a cubrir el costo de esto. Lo que significaba que tenía un trato porque trabajaba allí o Jace ayudaba con el alquiler. Tal vez un poco de ambas cosas.



Caminé hacia el paseo marítimo y, después, a la arena caliente. Había más gente de lo que esperaba afuera. Me puse las gafas de sol y luego busqué a Bethy. La vi cuando se puso de pie y empezó a agitar los brazos en el aire.



Sonriendo, me dirigí hacia las dos toallas de playa de colores brillantes que había. Entonces me di cuenta de Jace al otro lado de Bethy mientras ella se sentó de nuevo. Miré a su alrededor y vi otra toalla, pero estaba vacía a pesar de que obviamente alguien la usaba. —Me alegra que vinieras. —Bethy me miraba fijamente—. Esta toalla es tuya. Thad tiene esa que está detrás de nosotros. Está fuera en el agua.


Thad. Podía tratar con Thad. Prefería a Grant pero Thad estaría bien. Por lo menos no era William. Pero luego dudé que viniera aquí para tumbarse en la playa durante las horas de trabajo. —Gracias por invitarme —le dije mientras ponía mi bolsa en el suelo y sacaba mi protector solar. Ya me había puesto una capa antes de salir del apartamento, pero este sol era intenso. Sentí la necesidad de ponerme más ahora que me encontraba aquí.



—No me lo agradezcas todavía. No esperaba que Thad se uniera a nosotros. Puedes estar deseando no haber venido. Espero que te deje en paz.



Sonreí, pensando que Thad rara vez dejaba en paz a ninguna mujer. Tomando mi protector, lo puse en mi bolsa. Me hundí en la suave y esponjosa toalla rosa y amarilla que Bethy trajo para tumbarme. —Nunca he nadado en el océano —le dije mientras me frotaba la loción en la piel y veía a la gente en el agua—. Pensé que todavía podía estar demasiado fría, pero ellos parecen estar disfrutando.


Bethy dejó escapar una pequeña risa.—Está congelada. No voy acercármele hasta mediados de mayo. Pero a un montón de gente le gusta de esa manera. Si nunca lo has hecho, ve a probarlo.



Eso era algo que quería hacer. Era una parte de la vida que quería vivir. También quería hacer surf pero incluso con mi inexperiencia estaba muy segura de que requería olas mucho más enérgicas para surfear. Esas olas no eran muy altas. —Ve y pruébalo. No dejes que te detenga —instó Bethy.

Le sonreí y me puse de pie para caminar la corta distancia hasta la orilla del agua.



El primer chorro de agua que cubrió mis pies se sintió sorprendentemente frío. Me las arreglé para ahogar mi grito y me obligué a pararme allí. Mis pies se hundían lentamente en la arena mojada y después de un par de minutos el agua no estuvo tan fría. Me adentré aún más y tuve que detenerme de nuevo una vez que el agua se estrelló en mis pantorrillas.—Es más fácil si entras de una vez y recibes el impacto inicial —dijo una conocida voz profunda detrás de mí. Supongo que William venía a la playa de vez en cuando. Observé sobre mi hombro para mirarlo. Me alegré de la seguridad de mis gafas de sol.



—¿Es así? —pregunté.



Se encontraba de pie en la orilla con un par de pantalones cortos blancos y sin camisa. Su piel ya oscura parecía aún más bronceada contra sus pantalones cortos blancos. Eso era injusto para todas las mujeres en esta playa. Tenía que usar más ropa. —Es la única manera de hacerlo. Sigues entrando lentamente y nunca lo harás.



¿Por qué hablaba conmigo? Actuó como si no existiera desde la noche en la habitación cuando me dijo que estaba comprometido. ¿Por qué ahora? Miré de nuevo hacia el agua y traté de no pensar en la forma en que sus abdominales brillaban bajo el sol gracias al bronceador. Era un hombre comprometido ahora. Pensamientos sucios de él estaban prohibidos.



—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó, y su voz se oía más cerca. Me giré para verlo caminar varios pasos más en mi dirección. ¿Qué hacía?



—Probablemente no sea una buena idea. Voy a hacerlo sola —me las arreglé para decir.



—¿Alguna vez has estado en el océano? —preguntó mientras su brazo rozaba mi hombro. Ahora estaba demasiado cerca.



—No —dije entre dientes, deseando que retrocediera. Lejos, muy lejos.


Oí a William tomar aliento rápidamente y levanté la mirada hacia él. Sus ojos estaban en mi cuerpo. A pesar de que tenía gafas de sol oscuras podía sentir su ardiente mirada en mí. No era bueno. Realmente, no era bueno. —Maldita sea, nena. ¿Dónde está el resto de tu traje de baño?



¿El resto de mi traje de baño? Volví mi atención a mi cuerpo para asegurarme de que estaba bien cubierto. ¿Qué quería decir? No faltaba nada. —Éste es mi traje de baño —le contesté.



La cabeza de William bajó y su boca se hallaba demasiado cerca de mi oído. —Ese top apenas te cubre —susurró.



Molesta, lo miré. —Si no te gusta, entonces no mires —le contesté y comencé a moverme más adentro en el agua. Conseguir distancia de él era más importante que ajustarme a la temperatura fría.



—No dije que no me gustara. Maldición, me encanta. Ese es el problema.


Dejé de moverme. ¿Por qué diría eso? ¿Acaso no le importaba lo que me hacía? —No puedes decirme cosas como esa. Está mal —le contesté enfadada.



William se acercó a mí otra vez y esperé. Este era un enfrentamiento que él quería tener. Iba a dejar que lo tuviera. —Tienes razón. No debería. ¿Pero preferirías que mintiera? Te he hecho un montón de cosas Maite pero no te mentí. No quiero mentirte. Podría decirte que no me preocupo por ti o que no te quiero, pero eso sería una mentira. ¿Quieres la verdad? Porque la verdad es que en lo único que puedo pensar es en estar contigo de nuevo. Trato de no mirarte porque lo único que puedo pensar es en llevarte al primer armario que pueda encontrar y besar cada centímetro de tu cuerpo. —Respiraba con dificultad y su mandíbula se movía de un lado a otro.


Por qué? Si me quería, entonces ¿por qué se comprometió con otra persona? Sacudiendo la cabeza, crucé los brazos sobre mi pecho protectoramente. —No lo entiendo.



Sonrió y negó con la cabeza. —Nadie lo hace. Pero me gustaría explicártelo. Por favor. Simplemente toma una copa conmigo. Necesito que entiendas esto.



Su táctica era diferente, pero era él mismo. Me quería para una diversión. Alguien que lo entretuviera por un momento y luego iba a encontrar otra. No era esa chica. Negué con la cabeza y comencé a salir del agua. Quería la seguridad de la playa.



—¿No dejarás que te explique? —gritó.


Lo miré de nuevo. —El anillo en tu dedo es la única explicación que alguna vez necesitaré.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:50 pm

13

William

Había pedidos que tenía que hacer que Juan, el chef a cargo, colocó en mi escritorio ayer. Llamadas de teléfono que tenía que devolver y una prometida determinada a conseguir que decida una fecha para nuestra boda. ¿Hacía alguna de esas cosas? No. Me torturaba a mí mismo en su lugar.



Maite necesitaba un bikini más grande y Thad estaba a punto de perder el uso de ambas manos. Rechinando los dientes, alejé la mirada de Thad que frotaba bloqueador solar en la espalda de Maite y en sus hombros. Thad consiguió que entrara al agua con él. Me senté allí y observé cada agonizante segundo. Su risa con estridentes carcajadas y la necesidad de Thad de seguir tocándola, tenían una ira celosa corriendo por mis venas. No tenía derecho de estar celoso. Tuvimos sexo caliente. Eso fue todo. No conocía nada más sobre ella. Pero quería.



Quería saber de dónde era. Obviamente del sur. Quería saber si tenía hermanos y hermanas. ¿Quién le dio aquellos ojos azules que vi mirarme fijamente con placer? ¿Le gustaba bailar? ¿Dónde aprendió a cantar así? Me tenía completamente jodido en el evento Delamar. Había tantas cosas que nunca tendría la oportunidad de conocer. —Tus hombros se están tornando rosados. Pensaba que con tu tez estarías acostumbrada al sol —dijo Thad y no pude evitar a mis ojos desviarse hacia atrás y mirar sus hombros. Tenía razón; estaban rosados.



Me paré y caminé hasta la tienda de alquiler. —Dame una sombrilla —le dije al joven que contraté hace sólo dos semanas antes de que las vacaciones de primavera llegaran.



—Sí, señor. —Asintió—. ¿Quiere que también la ponga en la arena por usted, señor?



No. Quería hacerlo yo mismo. —Lo tengo. Gracias.



Tomé la sombrilla. Mis ojos fijos en Maite cuando me giré para caminar de regreso. Curiosamente me observaba. Thad le decía algo al oído pero ella no le prestaba atención. Su enfoque completo se hallaba en mí. —Muévete —le pedí a Thad dándole un poco de tiempo en realidad para seguir mi orden antes de empujar el poste de la sombrilla en la arena y comenzar el movimiento circular que tardaba en cavar lo suficientemente profundo para quedarse fija y no volarse lejos.



La sombrilla no va a llegarte desde ahí —dijo Bethy con una sonrisa.



—No la conseguí para mí.


—¿Oh, la conseguiste para mí? ¡Qué dulce! Pero estoy trabajando en mi bronceado —respondió Bethy completamente disfrutando.

Entonces muévete. Los hombros de Maite están rosados. —Listo, lo dije. Quería que lo admitiera así que lo hice. Dejé que Maite pensara sobre eso por un minuto.



Sí. —Fue mi única respuesta antes de que me acercara y recogiera mi toalla. Era hora de irme. Ella no me quería aquí y yo no debería estar.


—Gracias —gritó cuando empecé a irme. Asentí sin mirarla.


—¿Te vas? —preguntó Jace.



—Tengo algo de trabajo que hacer.



No olvides el viernes por la noche en el Sun Club —dijo Bethy sonriendo a Jace, quien se rió entre dientes y sacudió la cabeza.



Era el cumpleaños de Jace y Bethy decidió celebrarlo con una noche de fiesta en el único club de la ciudad. Ella alquiló el lugar con un poco de ayuda de Grant quien era amigo del dueño. Era solamente para invitados. —No me lo perdería —le contesté.


Una noche de beber, bailar y karaoke no era algo que le interesaba a Angelina. Pero al menos cumplí con mi deber y la invité. Rápidamente dijo que no y se excusó diciendo que necesitaba volar a Nueva York para arreglar su vestido de novia. Eso tomaría unos días así que estaba dentro.



Bethy terminó todas las decoraciones. Chupitos habían sido pegados a la parte de atrás de un trozo de madera deletreando la palabra veinticuatro. Había una pequeña luz en cada vaso así que el efecto fue jodidamente genial. Hablé con algunas personas mientras pasaba pero buscaba en la sala a Maite.



Iba a intentar hablar con ella una vez más esta noche. Verla reír y hablar con Thad y Grant como si fueran viejos amigos iba a matarme. Deseaba esto demasiado. Sabía que no miraba a uno de ellos pero conseguían conocerla. Grant dijo algo sobre Maite queriendo aprender a jugar golf y me sentí inmediatamente celoso porque supiera algo personal de ella. Algo que yo no sabía.—Sabes William, una vez que te comprometes se espera que aparezcas con tu prometida a eventos —dijo Bethy mientras se detuvo delante de mí y me tendió un trago de algo que parecía whisky.



—Tuvo que ir a Nueva York —respondí y tomé el vaso de su mano.



Hmmm, interesante —dijo con acento cansino, luego se alejó.



Me bebí el trago y coloqué el vaso en la barra. Maite salió del baño de damas y tomé un minuto para apreciar sus diminutos pantalones vaqueros cortos y esas botas que le vi puesta una vez. Sabía exactamente cómo se veía en nada más que las botas. La blusa de encaje negro que llevaba era sin tirantes y cuando levantaba los brazos incluso un poco, una pequeña porción del estómago se mostraba.


La chica seguro sabía cómo vestir para volver loco a un hombre. —Deja la lujuria, hermano. Ya sellaste tu destino —dijo Grant con una sonrisa mientras se acercaba a mí.



No estoy casado todavía —murmuré y le lancé una mirada molesta antes de regresar a observar a Maite.


—No, pero lo estarás. Si querías a Maite más que el trabajo de VP ya la tendrías. Tomaste esa decisión y te conozco lo suficiente para saber que estás clavado con ella.



—Es más complicado que eso.



Grant cruzó los brazos sobre su pecho y me miró. —¿En serio? ¿Cómo es eso?



No quería explicarle cómo me sentía por Maite. Esto no era asunto suyo. Él de todas las personas, debería saber lo que se siente querer a alguien que sabes es una muy mala idea. Estuvo allí, lo hizo y consiguió quemarse. Él no sabía que yo lo sabía. Pensó que era un gran secreto. Nada con Nannette era un secreto. Nunca. Su antigua hermanastra era todo tipo de jodida maldad. Lo supo la mayor parte de su vida. Esta cosa que tenía con Maite era diferente pero igual de imposible.—Sabes cuán complicadas las cosas pueden ser, Grant. Sé que sí —dije en voz baja sólo para sus oídos.


Los ojos de Grant se estrecharon entonces sonrió, aunque no era algo divertido. Más como algo asqueroso. —¿Quién te contó? —preguntó.


Nadie me dijo. Lo vi pasar. No hay mucho que pasé en el club que no vea o escuche hablar. —Nadie más sabe. Lo vi. No creo que alguien más lo hiciera.


El rostro de Grant parecía agriarse. —Se terminó.



Asentí. —Eso imaginé. Nadie puede permanecer cerca de ella por mucho tiempo.


Permanecimos en silencio y ambos miramos a Maite. Cuando sus ojos finalmente se voltearon y se encontraron con los míos, decidí hacer mi movimiento. Hablaríamos esta noche. No iba dejar que me botara otra vez. No esta vez.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:51 pm

14

Maite

No debería haberlo visto, pero no hubiera podido seguir fingiendo que no me miraba fijamente. En un momento de debilidad me encontré con su mirada fija y vi la tristeza en sus ojos. Tenía secretos escondidos dentro. Sabía qué se sentía. La parte estúpida de mí quería llegar y ayudarlo.


Afortunadamente la parte racional de mi inteligencia sabía que andaba por aquí y que necesitaba moverme. Él querría explicar otra vez. No necesitaba su explicación. Lo entendí. Ésta noche era para divertirse con gente nueva. No correr a buscar un hueco oscuro para esconderme dentro si mi locura comenzaba a superarme completamente.


Sólo tomé un par de pasos antes de que su gran mano estuviera alrededor de mi brazo. —Por favor, Maite. No. Sólo quiero hablar.



Otra vez con la tristeza. Incluso se reflejaba en su voz. Sufriendo de alguna manera. He sufrido por tanto tiempo sola, que identificar el dolor en otros era fácil para mí. Me sentí atraída a él de alguna extraña manera perversa. —¿Qué quieres, William? —pregunté sin mirarlo.



—Hablar. Sólo quiero hablar.



Él quería hablar. Bien. Podíamos hablar si esto le daría algún tipo de cierre. Tal vez, aliviar esa tristeza en sus ojos que me atormentaban. —De acuerdo. Pero hablemos aquí. —Estar a solas con él no iba a suceder.



—Me parece bien —respondió.



Finalmente me di la vuelta y lo miré fijamente. Era realmente hermoso. A veces era fácil de ignorar.



Pero de cerca, cuando estaba completamente enfocado en mí, era más difícil. Había visto esos ojos brillando con pasión. Conocía a lo que sabía su boca y había escuchado sus gritos de placer. Nunca lo haría otra vez, pero esos recuerdos eran difíciles de olvidar.—Ven siéntate conmigo —dijo, tirando suavemente mi brazo hacia una mesa vacía en la esquina.



Tomé el asiento de enfrente poniendo la protección de la pequeña mesa de cóctel entre nosotros. Tenía algo que quería decir y cuanto antes lo dijera, más pronto me podría alejar de él. —¿Qué es lo que quieres hablar conmigo? —pregunté.



William recorrió su pulgar sobre su labio inferior cuidadosamente y arrastré mi mirada lejos de su cara. No quería mirar esos labios y recordar. —Acerca de la otra noche. Trataba de ser honesto contigo, y metí la pata. No debería haberte dejado ir sin explicártelo todo.



Sabía que esto era la única cosa que teníamos que hablar. Todavía no alivia el dolor que vino con él. Había sido tan abierta y libre con él. Y no, no había sido honesto. —Si hubieras sido honesto, no habrías tenido sexo conmigo antes de decirme que estabas a punto de comprometerte. No sabía que estabas en una relación. ¡Y menos una tan seria! ¿Volviste con ella cuando nosotros... la noche que nos… conocimos?



Apoyó ambos codos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante. —No. No lo estaba. No es una relación real, Maite. No cómo crees que es. Es un negocio. La compañía de su padre fusionándose con la de mi padre. No somos exclusivos... o no hasta que le di el anillo.



¿Una transacción de negocios? ¿Qué?



—No entiendo —le contesté finalmente.



William soltó una suave risa amarga. —No, porque es jodido. Mi abuelo construyó el Club Kerrington. Ha tenido éxito aquí, pero no está en las grandes ligas. Si el nombre de Greystone se une con el nombre Kerrington abriría puertas para mi padre… y para mí, que no podían ser abiertas antes.



¿Greystone? ¿Dónde había oído eso antes? —¿Tu prometida es una Greystone? —pregunté, tratando de entender lo que me decía.



—Sí, es la única heredera del nombre Greystone. Su padre y el mío lo ven como una solución ganadora para ambos. Un día controlaré no sólo Kerrington sino el imperio de Greystone también.



Guau. Entonces, la gente realmente se casa por razones tan superficiales como ésta. ¿Es ese el por qué parecía triste? —¿Te hace feliz? —pregunté, mirando su rostro por cualquier señal de respuesta en vez de escuchar sus palabras.


—No. Pero también quiere este acuerdo —respondió. El arrepentimiento grabado en su rostro hirió mi corazón. No me gustó que hubiera tenido sexo conmigo sin decirme todo esto, pero aun así no quiero que esté tan triste. Sólo tenemos una vida y eso era todo. Lo sabía mejor que nadie. Había perdido la primera parte de mi vida encerrada. Él perdería la última parte en una situación muy similar. Su corazón podría ser encerrado. Sin utilizar.



—¿Esto es lo que quieres? —finalmente pregunté.



No respondió de inmediato. En cambio, me miró intensamente. Mi corazón aceleró su ritmo y me di cuenta de que siempre sería así cerca de William. Se había conectado con él y no podía parar eso. Había tratado. —Sí, y no. Quiero lo que he crecido sabiendo que sería mío. Quiero tomar el lugar que me corresponde en el negocio de mi familia. He trabajado duro para ello. Pero… no quiero a Angelina.



Sus ojos dijeron más de lo que deberían. Bajé mi mirada y vi mis manos descansando en mi regazo. Tenía que tomar una decisión. Podía continuar tratando de alejar a William o podía perdonarlo. Podía ser su amiga. Nada más. Me dio un trabajo cuando lo necesitaba. Lo dejaría pronto. Llegará el día que me vaya de todos modos. Hasta entonces, tal vez podría compartir recuerdos y momentos con William. Juntos podemos encontrar la felicidad en la vida. Nuevas experiencias. Su último sabor de libertad y mi primera experiencia.



Levantando los ojos, me encontré con su mirada fija. Esperaba algo de mí. —¿Podemos ser amigos? ¿Incluso después de todo lo demás? Podríamos simplemente sólo comenzar de nuevo —sugerí.


Los músculos del cuello de Woods se movieron cuando tragó. Me preguntaba si lo había leído mal… si él necesitaba sólo un cierre y nada más. Pero sus ojos decían algo diferente. —Eso me gustaría.


Sonriendo, extendí mi mano hacia él. —Hola, soy Maite Sloane.


Una torcida sonrisa tocó la cara perfecta de William y deslizó su mano en la mía. —William Kerrington. Es agradable conocerte Maite.


Su toque cálido me causó temblar, aparté mi mano y me levanté. —Voy a buscar un trago. Guárdame un baile esta noche .



Asintió. —Sin duda.



Bethy me encontró en el bar. Había planeado tomar un profundo aliento calmado después de obtener lo suficiente de William para pensar en esto. Pero en cambio me las arreglé para sonreírle como si nada. —¿Puedo preguntar sobre qué era el apretón de manos? —dijo Bethy, sentándose en el taburete a mi lado y ordenando dos tragos de limón.



—Estamos empezando de nuevo. Esta vez sé que está comprometido y vamos a ser amigos.



Bethy asintió, pero pude ver la incredulidad en sus ojos.—Realmente lo somos. Nada más —le aseguré.


El barman deslizó dos de las bebidas amarillas pálidas en nuestro camino. —Creo que tú lo crees. Pero William no quiere a Angelina. Si soy escéptica sobre él manteniéndolo amigable entre los dos, verás que tengo razón.



Bethy incluso sabía que no quería casarse con Angelina. No entendía esto. ¿Sería tan malo que no se fusione su nombre con el de ella? —Parece que está sacrificando su felicidad por el dinero y la ganancia. No creo que vaya a terminar bien tampoco.



Bethy se tomó su trago y luego limpió una gota de su labio inferior con la yema de su dedo pulgar. —Será un desastre. Va a ser miserable. Pero cree que esto es lo que quiere de la vida. Nadie puede convencerlo de lo contrario. En su mundo de dinero y poder es lo que lo hacen. Es por eso que Tripp se alejó. No quería jugar a ese juego.


¿Tripp? También había tenido ese tipo de ultimátum. Pero se había ido. Había huido. No sacrificó su felicidad. Él estaba viviendo. No había ninguna jaula manteniéndolo dentro. Las jaulas eran asfixiantes. Odiaba la idea de William viviendo en una. —Yo estoy de paso. Mientras estoy aquí creo que podemos ser amigos. Me cae bien. Quiero llegar a conocerlo. Cuando tenga que recordarlo un día no quiero que sea sólo el sexo. Quiero conocer al hombre. ¿Eso está mal?



Bethy tomó mi trago de limón y me lo entregó. —No. No lo está. Ahora bebe. Necesito a alguien para el karaoke y esa eres tú.



Sacudí mi cabeza. —Oh, no. No soy yo.



Bethy asintió. —Sí, tú. He oído acerca de tus increíbles habilidades vocales. Es hora de escucharlas. Vamos hazlo por mí. Por favor.



Tomé el vaso y bebí rápidamente el trago amargo.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:52 pm

15

William

Grant tomó el asiento de Maite cuando ella se alejó. —Supongo que eso significa que han hecho las paces —dijo Grant, poniendo su cerveza en la mesa.



—Somos amigos —le contesté. No muy seguro de que fuera a funcionar, pero iba a asegurarme de que así fuera.



—Amigos —respondió y asintió como si estuviera de acuerdo. La expresión de su cara parecía con gracia, aunque dijo—: Buena suerte con eso.

Su comentario me molestó, pero tenía razón. Necesitaba toda la suerte que pudiera conseguir. Evitar que mis sentimientos fluyan cerca de ella iba a ser difícil. —Gracias.



Grant rió. —Parece que piensas como yo, eso es tan imposible.



Empecé a responder cuando Bethy subió al escenario. —Es hora del karaoke. Ahora que todos hemos tenido un poco de licor libre, podemos cantar. Sin embargo no te preocupes, no voy a hacerte venir aquí. Tienes una canción entera para beber suficiente hasta llegar aquí. Maite ha accedido a cantar primero porque no tiene que estar borracha para hacerlo.



Cambié mis ojos a Maite que miraba hacia Bethy como si quisiera meterse debajo de una mesa. Quería ir salvarla de esto, pero no pensaba ir a cantar. —Yo me encargo —dijo Grant y saltó. Lo vi deambular hacia Maite y dijo algo que la hizo mirarlo fijamente. Estú***ido hijo de pu***ta. ¿Qué hacía?


Maite deslizó su mano en la suya y se acercaron al escenario juntos. Iba a cantar con ella. No había cantado frente a una multitud desde la secundaria.



Maite parecía aliviada de no estar allí sola.


Las letras de "Picture" de Sheryl Crow y Kid Rock aparecieron en la pantalla. Iba con una canción de Kid. No es de extrañar, a él siempre le gustaba cantar canciones de Kid Rock.



El sonido familiar comenzó a sonar través de los altavoces. La voz de Grant se unió a la canción y me permití mirar a Maite. Ella lucía impresionada con su canto. La mayoría de las personas lo hacían. Hasta que oían a Rush Finlay cantar. Rush y Grant fueron hermanastros por unos pocos años. Pero había sido suficiente para unirlos. Nunca entendí por qué Rush no cantaba más, sabiendo que eso enloquecía a las chicas cuando era más joven. Quizás fue el hecho de que no quería ser su padre. No quería ser comparado con él. El padre de Rush era el famoso baterista de Slack Demon.



Sin embargo a Grant no le había importado usar sus habilidades vocales para atraer a las chicas.



Maite comenzó su parte de la canción y la habitación quedó en silencio. Era increíble. Había estado completamente anonadado cuando abrió la boca para cantar en el baile Delamar. Esta fue una de las cosas que quería saber más de ella. Tenía que haber sido cantante durante mucho tiempo. —Iré a por ella. Voy a hacer un movimiento. Tu cu***lo está comprometido. Por lo tanto, puedes seguir enojado y todo eso, pero aun así haré un movimiento. Es caliente y vale completamente la pena una patada en el cu***lo —me informó Thad. Lo miré mientras se sentaba frente a mí y se encogió de hombros antes de mirar hacia arriba al escenario.



Ella era demasiado inteligente como para meterse con Thad. No era su tipo. —Si es que no termina en la cama de Grant está noche. La está mirando como si estuviera listo para estar en ella.



Vi a Grant terminar la canción y darle un abrazo. Mis puños se apretaron con fuerza. ¿Qué hacía? —Amigo, te ves como si necesitaras recordar que tienes tu cu***lo estú***pido comprometido —dijo Thad, levantándose.



Las manos de Maite descansaban en los brazos de Grant un poco demasiado cómodo. La mirada de Maite abandonó el rostro de Grant y sus ojos me encontraron. Inmediatamente sus manos cayeron y se apartó de Grant después de que él le destellara una sonrisa más. Luego dio media vuelta y abandonó el escenario.


La observé mientras se abría paso entre la multitud. Se dirigió hacia la entrada trasera que conducía a los baños. No pensé en ello demasiado. Me paré y la seguí.



Ya había desaparecido en el baño cuando llegué allí, así que esperé. No estaba seguro de lo que iba a hacer. No habíamos acordado convertirnos en amigos como para otra vez empujar su espalda en ese pequeño cuarto y tomarla contra la pared, eso no era una buena idea. Estaba seguro de que ella no estaría dispuesta. Eso me ardía como ácido en la garganta. La había tenido. Podría haberla tenido más.



Mirando fijamente a la puerta, decidí que era una mala jugada. Otro error. No debería estar aquí. Quería conocer a Maite y esta no era la manera de hacerlo. Me empujaría lejos si intentara algo.



Aceché por el pasillo alejándome de la tentación. —¿William? —La voz de Maite me detuvo. No podía volver allí. La miré por
encima del hombro.


—Oye, lo hiciste muy bien allí. Sheryl Crow es difícil de cantar.


Se sonrojó. —Gracias. Fue muy divertido. Me puse nerviosa cuando Bethy me lo pidió pero me alegro de haberlo hecho.


—También estoy feliz de que lo hayas hecho.


Se acercó a mí. —¿Qué tal bailar ahora?


Quería bailar con ella. Quería que quedara en mi memoria. Esa experiencia. Le tendí la mano y colocó la suya en la mía. Me quedé mirando su pequeña mano y sentí como mi pecho saltaba. La tensión que me rodeaba sólo se hizo más fuerte cuando cerré mi mano alrededor de la de ella y la llevé a la pista de baile.



Podía sentir los ojos en mí pero ahora no importaba una mier***da. Podían mirar. Podían juzgarme. Esto era lo que quería y le dije—: Sí. —Iba a pasar tiempo conociendo a Maite. Si no, lo lamentaría por el resto de mi vida.



Jimmy había tomado el micrófono y había comenzado a cantar "Wanted" de Hunter Hayes. Estaba agradecido por una canción más lenta. Eso significaba que la tendría en mis brazos.



Maite deslizó sus manos por mis brazos y se quedó allí. Los deslizó detrás de mi cuello y la presioné cerca de mí. —Hueles bien —dijo en voz baja. Casi me perdí lo que dijo, habló en voz muy baja.



—No tan bien como tú hueles, confía en mí —le respondí y se tensó mientras mis manos se apretaron en su cintura—. Es la verdad, Maite. Te lo he dicho antes, hueles increíble. No te pongas tensa porque estoy siendo honesto.



Se relajó un poco. —Está bien tienes razón. No hay nada malo en pensar que tus amigos huelen bien. —El tono burlón de su voz era lindo.



—¿Hay una regla que dice que ya que somos amigos no puedes envolver tus manos alrededor de mi cuello?


Maite se detuvo un momento y luego sus manos se deslizaron hacia arriba y sobre mis hombros. —No soy lo suficientemente alta como para que vayan más allá. Incluso en estas botas.


—Esto está bien —le aseguré, y la atraje hacia mí—. ¿De dónde eres Maite Sloane?



Se echó a reír. —Se podría buscar fácilmente en mi hoja de vida que tú tienes para saber esa información.


Tenía razón. Podía. —Pero quiero oírlo de ti. No quiero leer tu archivo.


Maite inclinó la cabeza hacia un lado y me estudió un momento. —Macon, Georgia.


Me había imaginado Alabama o Georgia. Su acento era fuerte. —¿Tienes hermanos o hermanas?


Una mirada melancólica tocó su cara y negó con la cabeza. —No. —Así de simple “no” sonaba como mucho más. No me decía algo.



—No pareces ser hija única. El viajar por el mundo sin preocupaciones se parece más a algo que el bebé de una familia haría.

Maite sonrió, pero era un secreto que no iba a decirme. Me pregunté si alguna vez conocería esos secretos. —No estoy libre de preocupaciones. Ni siquiera cerca. Espero que un día pueda saber lo que se siente. En este momento estoy tratando de encontrarme. Tú sabes lo que quieres de la vida, yo no lo sé. No tengo ni idea.



¿Lo que yo quería en la vida? ¿Lo sabía? ¿Era incluso ahora lo mismo de antes? —Sé mucho menos de lo que crees.



—¿Es eso cierto?



Besar esos pequeños labios sexys era tentador. Oh tan tentador. —¿Cuándo es tu cumpleaños? —le pregunté en lugar de responder a su comentario.


Maite suspiró y apartó la vista de mí. —Seis de Abril. ¿Cuándo es el tuyo?



—Diez de diciembre. ¿Cuál es tu color favorito?


Se rió. —Azul. Azul pálido. ¿Cuál es el tuyo?


Hace un mes habría dicho rojo, pero he cambiado de opinión. Ahora también me gusta el azul.



—¿Por qué? —Arqueó una ceja y me miró.


Estaba a punto de decirle que era porque tenía los ojos azules. Ella ponía tenso todo en mí otra vez. —Un hombre puede cambiar de opinión. Ahora me gusta el azul. —No le di tiempo para pensar en eso—. ¿Quién fue tu maestra de primer grado? —le pregunté rápidamente para distraerla. Maite dejó de bailar y se alejó de mí. Sus ojos parecían casi vidriosos. ¿Dije algo malo? ¿Se había dado cuenta de por qué había dicho que el azul era mi color favorito?


—Necesito un trago —dijo con una sonrisa nerviosa tambaleante y luego salió corriendo lejos de mí.


¿Cómo iba a molestarla preguntarle acerca de su maestra de primer grado? Había algo en lo profundo de sus ojos, diciendo una historia que me temía que nunca sabría.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:53 pm

16

Maite

Era una pregunta simple. Dulce, realmente, que a él siquiera le importara. ¿A alguien alguna vez le había importado cosas tan insignificantes con respecto a mí? Nunca me habían hecho tales inocentes preguntas personales. Pero había preguntado sobre mi profesora y todo lo que podía ver era mi madre.



Siéntate aquí, Maite. No mires por la ventana. Tienes que hacer este trabajo. Para ser inteligente tienes que leer Shakespeare. Te recordará cuán peligroso el mundo puede ser.



Sacudí la cabeza para despejar los recuerdos. No podía hacer esto aquí. No ahora.


Está oscuro afuera, Maite. Cosas malas están en la oscuridad. Cierra tus ventanas y puertas con llave y permanece oculta y encerrada. El monstruo bajo la cama te escuchará si te levantas.


No mamá. Aléjate.


—Maite, no salgas otra vez esta noche. Lo malo está allí afuera esperando por ti. Quédate conmigo. Tu hermano se preocupa por ti. No quiere que te lastimen. Permanece a salvo en tu cama.


—Maite, ¿estás bien? —Brazos fuertes me atraían cerca. Fui de buena gana. Necesitaba alejarme de ella. No quería recordar esa noche. Sabía que lo haría si ella seguía en mi cabeza mucho tiempo.


—La tengo. Muévete. —La voz de William envió calidez a través de mí. Me liberaban de los recuerdos. No me llevaban esta vez.


La noche fresca rocío mi rostro y me di cuenta que estaba siendo cargada. Tomé una profunda respiración calmante y la opresión en mi pecho se fue. William me había sacado de ello. No había sido dejada para recordar sola.



Parpadeé varias veces y mis ojos volvieron a enfocarse. La oscuridad se había ido.



William se sentó en un banco por el paseo de la playa y me mantuvo firmemente en su regazo. —Volviste —dijo con sencillez.



Asentí. No estaba segura de que decir. No quería decirle lo que acababa de suceder.



—Bien —dijo sencillamente y apartó el cabello de mi rostro con su mano libre. Todavía me sostenía acurrucada contra su pecho con su otra mano.



—Gracias.



La boca de William permaneció en una línea apretada. Estaba preocupado. Le había asustado. Comencé a sentarme derecha y me sostuvo más apretada. —No vas a pararte hasta que me cuentes algo.



Mi estómago se hizo un nudo. Nunca le había contado a alguien más que Braden y ella sabía por qué. No podía decirle a William. No le hablaría sobre ello. —No tienes que contarme por qué eso acaba de suceder. ¿Pero sucede a menudo?



Esta no era una pregunta justa. Decirle la verdad sin decirle sobre mi pasado únicamente le haría pensar que estaba loca. Tal vez así era. Nadie lo sabía con seguridad. Yo podría estar… ella estaba loca. Podría estarlo también. Era mi más grande miedo, que un día también perdería los estribos. Al igual que ella lo hizo. Quería vivir mi vida porque si ese día llegaba, quería haber vivido una vez. —Son desencadenados por determinadas cosas —le dije y me moví para salir de sus brazos de nuevo. Me soltó esta vez. Me sentí agradecida y todavía deseaba que hubiera luchado para sostenerme más tiempo. Debido a que necesitaba cariño de alguien después de que tenía aquellos episodios. Me ayudaba a recuperarme más rápido.



—¿Lo desencadené yo? —preguntó.



Me encogí de hombros y miré al golfo en lugar de a él. Su pregunta lo había desencadenado. No iba a decirle eso sin embargo.



Nos sentamos en silencio por unos minutos. Sabía que su mente corría a través de toda clase de posibilidades y ninguna de ellas sería exacta. —Quiero conocerte, Maite. No quiero dejar de hacerte preguntas. La próxima vez quizás puedes hacerme preguntas que a ti no te importe responderme. De esa forma no preguntaré las cosas equivocadas.



Quería conocerme. Mi pecho se sintió como si pudiera reventar. Las lágrimas escocieron en mis ojos y las parpadeé lejos. No podía llorar sobre él ahora. —Está bien —respondí con voz ronca.



La mano de William alcanzó y cubrió la mía, sosteniéndola con firmeza en la suya. No me miraba. Sus ojos miraban fijamente hacia adelante a las olas chocando en la orilla. Cuando sus dedos se enlazaron a los míos, lo dejé. Ese simple toque era todo lo que necesitaba. Estar aquí con él alejaba toda la oscuridad. Todo el dolor y el miedo fue olvidado. Estaba bien. Se sentía bien.



—¿William? ¿Está bien? —llamó la voz de Bethy y ambos nos giramos para mirar atrás a ella saliendo del club y dirigiéndose a nosotros.



—Piensa que tuviste demasiada bebida —dijo William en voz baja a mi lado. Había olvidado lo que todos los demás pensaron de mí.



—Estoy bien —le dije mientras nos alcanzaba.

—Oh gracias a Dios. Estaba segura que te hice enfermar con aquellos chupitos de limón. Pueden ser devastadores si no estás acostumbrada a ellos.



—Sólo se acaloró. Eso mezclado con el alcohol. El aire fresco la reanimó — explicó William por mí.



El alivio de Bethy se reflejaba en todo su rostro. —Gracias, William. Puedo quedarme con ella si quieres volver adentro.



La mano de William se apretó alrededor de la mía. —No, estoy bien justo aquí. Necesitaba un descanso también.



Bethy lució preocupada pero finalmente asintió y volvió adentro. Una vez que se fue, levanté la mirada hacia William. Me observaba.



— Gracias por tu ayuda esta noche. Si no hubieras intervenido en eso, podría haber estado muy avergonzada.



El ceño de William estaba grabado con preocupación. —Estoy contento que estuviera aquí. Lo que está preocupándome es el hecho que estás viajando sola. ¿Qué pasa cuando estás por tu cuenta y esto… esto sucede? ¿Quién te ayuda entonces?



Nadie. Me las arreglaba. —Habitualmente me alejo antes que me afecte duro y trato con ello.



William atrajo mi mano más cerca de su pierna y en lugar de decir más o discutir conmigo sobre que era una mala idea, cambió su atención de vuelta a la oscura agua.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:55 pm

17

William

—Tienes que volver a la fiesta de Jace y creo que yo voy a volver al apartamento. Estoy cansada. —La suave voz de Maite interrumpió mis pensamientos.



Quería tenerla aquí conmigo para que pudiera verla y asegurarme de que estaba bien. Pero sabía que esa no era una opción. —Te llevo. Grant y yo recuperamos tu coche del apartamento para ti más tarde.—No iba a dejarla sin su coche esta noche. Por mi propia cordura tenía que verla entrar a salvo.



—No tienes que hacer eso. Estoy bien. De verdad —argumentó soltando mi mano y poniéndose de pie.



Ella podría estar bien, pero yo no. —Te voy a llevar —repetí y me levanté frente a ella—. Por favor. Me preocuparé toda la noche si no me dejas hacerlo.



Una sonrisa apareció en los labios color rosa y asintió. —Muy bien. Gracias.



Toqué la parte baja de su espalda porque tenía que tocarla de alguna manera. El contacto me recordó que ella ahora estaba bien. La llevé a mi camioneta y la ayudé a subirse en el lado del pasajero. El recuerdo de lanzarla ahí dentro una vez, sólo sirvió para obsesionarme aún más acerca de mantenerla a salvo.



No era mía y nunca lo sería, pero eso no cambiaba lo que sentía. Me había vuelto posesivo con ella. La quería a salvo y feliz. Esta noche me había dado un susto de muerte. Algo no estaba bien con Maite. El deseo de solucionarlo por ella era fuerte e imposible de ignorar. ¿Qué pudo haberle ocurrido, para que quiera retirarse de esa manera? Había estado completamente indiferente. Como si sólo estuviese ida.



Una vez que estuve en el interior del camión, la miré para asegurarme de que se había abrochado el cinturón. Verla esta noche iba a perseguirme. No estaba seguro de cómo demonios se suponía que debía seguir adelante después de eso.



—Gracias por tu ayuda. Espero que no te haya asustado tanto —dijo mirando por encima de mí.



Tenía que responder, ¿pero que decía? ¿De nada y estás jodiendo completamente mi cabeza? No podría decir eso, pero tenía que decir algo. —Siempre te ayudaré, pero no voy a mentirte. Después de esta noche, estoy preocupado. No quiero dejarte sola en ese maldito apartamento. Quiero llevarte a mi casa y cuidar de ti.



Tuve la oportunidad de echarle un vistazo rápido antes de mirar hacia atrás.Tuve la oportunidad de echarle un vistazo rápido antes de mirar hacia atrás. Se mordía el labio inferior con nerviosismo. No dijo nada de inmediato. Esperé a que dijera algo. Cualquier cosa. Pero se quedó callada. Traté de no pensar en ello pero parecía imposible. Nunca iba a poder sacar la imagen de su cara de mi cabeza. —Tengo que aprender a vivir sola. Vivir sin ayuda. Es por eso que estoy en este viaje. Tengo que encontrarme a mí misma y hacer una vida por mí... —se interrumpió antes de terminar.



¿Quién le dijo que tenía que encontrar la manera de manejar esto sola y qué demonios le había pasado para que sea de esta manera? Me acerqué y tomé su mano en la mía. —Llámame. En cualquier momento. Si necesitas a alguien, llámame.



Asintió. Su mano se volteó en la mía y la apretó. —Gracias.



Estacioné en el frente del apartamento de Tripp deseando haber tomado una ruta más larga. Maite deslizó su mano de la mía y abrió la puerta. —Tuve un baile divertido —dijo antes de salir de mi camioneta y cerrar la puerta detrás de sí. Esperé hasta que la vi entrar a salvo en el apartamento antes de alejarme.


Mi madre me había llamado ya tres veces esta mañana. Le había prometido ir a su casa de la playa para un almuerzo de domingo con los Greystone y al parecer no confiaba en que me presentara. Cuando mi celular comenzó a sonar en el bolsillo, tuve la intención de ignorarlo.



Ya me encontraba en mi maldito camino a su casa en la playa. Tenía que dejar de entrometerse de una maldita vez. El hecho de que podría ser Maite me hizo sacar mi teléfono. El nombre de Jace iluminaba la pantalla. —Hola. —¿Dónde estás?



—Yendo a la casa de playa de mis padres para el almuerzo. ¿Por qué?



—Porque he ido a tu oficina y no te encontré allí. Pensé que quizás fuiste a jugar un partido de golf.



—No. Hoy no. Jace se aclaró la garganta y supe que había algo más que quería decir. No se trataba sólo de que esté jugando al golf.



—Yo, uh, acabo de hablar con Tripp. Se está yendo a casa. Creo que es por ella. Se refiere a Maite. Mier***da. —Está bien —contesté inseguro de lo que quería que le dijera.



—Los dos se alojarán en su apartamento. No había pensado en eso. ¿Maite compartiría un apartamento con Tripp? Demonios, no. —Creo que no estoy de acuerdo con eso —le dije con los dientes apretados.



Jace suspiró profundamente. —Vamos, hombre. Estás comprometido. No puedes tenerla. Si Tripp la quiere, sabes que cuidaría bien de ella. Sólo vete y déjale tener su oportunidad.Esto podría traerlo a casa.



Imágenes del perfecto cuerpo desnudo de Maite extendido sobre una cama con Tripp, me dio ganas de ir a agarrarlo y lanzarlo contra la pared. Ella era mía. No, no lo era. ¡Maldita sea! —Tengo que irme —gruñí antes de colgar y golpear el teléfono contra la puerta del coche mientras dejaba escapar un rugido de frustración.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:58 pm

18

Maite

El turno para el almuerzo los domingos era brutal. Pensé que sólo en Macon, Georgia toda persona viva asistía a la iglesia. Estaba equivocada. Esto era una cosa del sur. A exactamente las 12:05 p.m., se abrieron las compuertas y cada mesa en el comedor había sido llenada.



Me pregunté por qué no me habían puesto en el turno para el domingo antes de ahora. Esto lo explicó. Era “sólo para profesionales”. Me apoyé en la pared de la cocina y me aparté el pelo de la cara. De alguna manera habíamos sobrevivido. La última mesa ya terminó y pagaba la cuenta.



—Lo único bueno acerca de los domingos es la propina. Te juro que voy a dimitir todas las semanas cuando se acabe. Entonces cuento mi dinero —dijo Jimmy con un guiño y sacó el fajo de billetes que había metido en el bolsillo.



—Fue una locura —concordé.



Jimmy se echó a reír. —Sip. Lo bueno es que se acabó. Puedes ir a casa. —Casa. El apartamento de Tripp no era mi casa. Y hoy no estaba segura de si me quedaría allí por más tiempo. Tenía la esperanza de que mis propinas fueran muy buenas porque probablemente tenga que hacer las maletas y emprender camino. Tripp había llamado anoche para hacerme saber que venía a casa de visita. No sé si eso significaba que quería que me mudara. O si esperaba que compartiéramos el apartamento.



Tenía pesadillas y muchas noches me despertaba gritando. Compartir el apartamento con Tripp no parecía la mejor idea. Pero dejar Rosemary tampoco sonaba atractivo. Me gustaba estar aquí. Me gustaba Bethy y Jimmy y me gustaba... William.



—Chica, deja de fruncir el ceño. Es hora de irnos —dijo Jimmy con voz burlona mientras caminaba a mi lado y tiraba el delantal en la canasta sucia.



Logré una sonrisa y asentí. —Creo que necesito una siesta —le contesté, y me quité el delantal también. No lograría tomar una siesta. Había muchas posibilidades de que Tripp estuviera allí cuando regresara. Si no estaría esta tarde.



—Tengo una cita caliente. No hay tiempo para dormir. Nos vemos mañana por la mañana —gritó Jimmy mientras salía de la cocina.



Lo seguí. Una vez que me encontraba fuera de la casa club, me quité el moño que recogía mi cabello y lo dejé libre. Me daba dolor de cabeza. No estaba acostumbrada a tener el pelo recogido con tanta fuerza.



El sonido de una puerta de coche cerrada fuertemente me llamó la atención y me di la vuelta para ver el camión de William estacionado en su espacio reservado. Su novia acechaba cerca de la parte trasera del camión con fuego en sus ojos.



—Sólo una comida, William. ¿En serio? ¿No puedes fingir ser amable sólo por una maldita comida? ¿Qué es lo que te pasa? ¿Soy tan detestable para ti que ni siquiera puedes ser cortés conmigo delante de nuestros padres? —Su voz chillona era tan alta que se escuchaba en todo el estacionamiento. Esto no era asunto mío y tenía que entrar en el coche e irme. Pero no pude. Mis ojos quedaron fijos en William mientras salía de la camioneta. Se veía molesto.



—Ya tienes lo que querías. Tú, y nuestros padres, ganaron. Cedí y accedí a esto. Pero no lo quiero. Nunca lo quise. —El tono aburrido en la voz de William era demasiado bajo para que lo escuchara. Si no hubiera estado tan centrada en él, no podría haber escuchado su dura respuesta.



—¿En serio? Bueno, entonces no tienes que hacerlo. Porque todo lo que quiero es que esto que hay entre nosotros funcione y por mucho que quiera a un marido que sea un activo para el nombre Greystone, no quiero vivir con un hombre que me odia. Puedo hacer algo mejor que eso. Soy una mujer fantástica, William Kerrington. No te necesito —le espetó. Su cuerpo temblaba de ira.



Sentí lástima de ella, porque tenía razón. Ninguna mujer se merecía esto. La expresión impasible en sus ojos parecía molesta.—Tienes razón. Lo siento. Simplemente tenía muchas cosas en mi mente. No debería haber actuado co***mo lo hice en el almuerzo. Mi padre me saca de las casillas co***mo nadie más puede hacerlo. Lo que dije y cómo me comporté no fue por ti, sino por él.



Mi corazón dolió. El destello de tristeza en sus ojos sólo había estado allí por un momento, pero lo había visto. Quería abrazarlo y hacer que la tristeza desaparezca. Pero no podía. No era mío para abrazarlo.



Una mano elegantemente hecha de manicura descansó sobre su brazo. La rabia que la había hecho temblar hace apenas unos segundos desapareció. Sus hombros se habían relajado y su cuerpo se inclinaba hacia él. Su voz ya no era lo suficientemente fuerte co***mo para escucharse en todo el estacionamiento y no oí lo que dijo. Sólo vi la aceptación en el rostro de William mientras asentía. Su brazo se deslizó alrededor de él y entraron juntos a la casa club.



Abrí la puerta de mi coche y traté de no pensar en el sexo de reconciliación que probablemente van a tener en su oficina. No podía pensar en ello y mantener la calma. Mi atracción por William era una puerta que tenía que cerrar. Sólo era un amigo. El sabor amargo en mi boca mientras me alejaba y me dirigía hacia el apartamento sólo se hizo más fuerte. Sabía cómo se sentía ser tocada por William.

***

Una familiar Harley-Davidson se encontraba en el espacio al lado mío. Tripp se encontraba aquí. Tenía que decidir lo que iba a hacer y rápido. Tal vez me pediría que me fuera. Tal vez no tendría otra opción.



Me dirigí a la puerta de la casa y empecé a abrirla cuando decidí que probablemente era mejor golpear. Ya no estaba aquí sola.



Llamé a la puerta y esperé.



Tripp abrió la puerta casi de inmediato, y su sonrisa se convirtió en un ceño fruncido. —Tienes la llave. ¿Por qué estás llamando? —preguntó, dando un paso hacia atrás para dejarme entrar.



—Bueno, ahora estás en casa. Me pareció extraño entrar en tu casa sin llamar —le contesté. Esto era incómodo. Tenía que salir.



—Que haya venido a casa a visitar, no cambia nada. Tienes una llave, tus cosas están aquí, puedes entrar y salir cuando quieras. No dejes que el hecho de que esté aquí te moleste.



Así que quería que me quede? No me esperaba eso. En realidad no.



—Pensé que podría empacar y emprender mi camino. He hecho el dinero suficiente co***mo para irme de Dallas.



Tripp inclinó la cabeza hacia un lado y bajó las cejas mientras me estudiaba. —¿Te vas porque estoy aquí?



Sí. —No —le contesté en su lugar.



—¿Por qué no te creo?



Porque le mentí. Me encogí de hombros.



Tripp dejó escapar un suspiro y cerró la puerta. —Vamos ojos azules. Tú y yo tenemos que hablar y quiero hacerlo mientras estoy bebiendo una cerveza y mirando el Golfo.

Lo seguí mientras caminábamos por el pasillo hacia la cocina. Se detuvo y tomó dos cervezas de la nevera y luego se volvió y me arrojó una. Por suerte, la atrapé. Tripp asintió hacia las puertas francesas que daban a la terraza con vistas al agua. Salí primero. —Toma asiento —dijo Tripp mientras se acercaba por detrás de mí. El calor de su cuerpo era sorprendente y rápidamente me moví para sentarme en una de las sillas que se encontraban alrededor de la mesa del patio.


Tripp me sonrió co***mo si pudiera leer mi mente y se sentó en la tumbona estirando las piernas delante de él y hacia atrás. —Dios, he echado de menos este lugar. No la gente, sino el lugar en sí.



Eso era extraño. Todos los que conocí, extrañaban a Tripp. ¿Sólo se refería a sus padres o realmente no echaba de menos a nadie aquí?



—¿Estás disfrutando? —preguntó, volviendo la cabeza para mirar por encima de mí.



—Sí. Es un buen lugar —le contesté con sinceridad.



Sonrió. —Sí, lo es.



—¿Por qué estás en Dallas, entonces? —le pregunté. Había oído de todos los demás el por qué Tripp se fue, pero no sabía toda la historia.



—Mis padres querían que fuera alguien que no era. Quería libertad. Así que me fui. No podía ser libre aquí.



Pero había vuelto.



—No voy a estar aquí mucho tiempo. La necesidad de viajar y experimentar la vida va a aparecer muy pronto. Renuncié al bar. Estoy seguro de que Jeff está jodiendo al nuevo camarero. No puedo seguir trabajando para ese hombre. Además, Dallas se estaba volviendo viejo.



¿Esa era su forma de decirme que podía quedarme? No estaba segura de si quería hacerlo. No me conocía. Yo tampoco lo conocía realmente. Si me quedaba aquí, él aprendería más acerca de mí de lo que probablemente quería saber.—Debería mudarme pronto de todos modos. He disfrutado quedarme en tu casa. Es muy agradable.



—¿Estamos de nuevo en esto? No he venido aquí para echarte. No quiero que te vayas. Por lo menos no todavía. Sólo has estado aquí un par de semanas. Disfruta de la costa un poco más antes de irte. Te prometo que soy un buen compañero de cuarto. No ronco y no bebo de la caja de leche a menos que esté casi vacía y la esté terminando.



Su broma me hizo sonreír. Ya era hora de que fuera sincera con él. No podía mentirle acerca de mi salida. Pensaría que no me gustaba y no podía dejar que piense eso. No después de que había sido tan amable conmigo.—No me voy porque me preocupe que vayas a ser un mal compañero — empecé y me detuve. ¿Qué decía ahora? ¿Cómo explico esto sin sonar loca?



—Bueno. Entonces no hay problema —terminó por mí. Sin embargo, eso no era cierto.



—Sí, lo hay. Yo soy el problema. No soy precisamente fácil para convivir. Yo... puede que no ronque pero tengo pesadillas. Podría... No, te despertarán. También tengo problemas de ansiedad. Puedo ocultarlo, pero si estamos viviendo juntos, entonces vas a terminar viéndome en mi peor momento. Yo, sólo no... Vivir conmigo no es algo que alguien quiere hacer. Confía en mí. Tengo que hacer mi camino sola.



Ahí lo había dicho. Él podía leer entre líneas.



Tripp se incorporó de su posición reclinada y puso los pies en el suelo. Vi co***mo se inclinó hacia delante apoyando los codos en las rodillas y mirándome. Tragué saliva nerviosamente. No quería contestar a preguntas sobre esto. Si me hacía recordar demasiado, entonces le mostraría exactamente lo loca que podría estar. Empecé a contar ovejas en mi cabeza. Me ayudaba a luchar contra los otros pensamientos.



—Si ese es el caso, entonces no tienes que vivir sola de todos modos. ¿Cómo se supone que lidiarás con esa mier***da todo por ti misma? No lo harás. —Hizo una pausa y apretó los labios con fuerza. Me di cuenta de que elegía sus siguientes palabras con mucho cuidado—. Tengo mis propios demonios. Los que mantengo escondidos. Somos parecidos. Ninguno de los dos está preparado para permanecer en un solo lugar y queremos explorar el mundo. Creo que podríamos ser muy buenos amigos. Es por eso que te di las llaves de mi casa y te traje aquí. ¿Quién dice que tenemos que viajar solos? Estoy cansado de estar solo todo el tiempo. ¿Por qué no dejamos que esto sea una prueba? Los dos nos quedamos aquí un par de semanas y vemos si podemos vivir con el otro.



Dejé que sus palabras se asienten. Responder eso era difícil. No lo había estado esperando, y no estaba segura de lo que pensaba al respecto. ¿Quería que viajemos juntos? ¿No parecía muy íntimo? Apenas nos conocíamos. Pero entonces, si compartíamos un apartamento durante unas semanas, nos conoceríamos mucho mejor y él estaría muy seguro de que no podía hacer frente a mi mier***da para entonces.



No iba a pensar demasiado en esto. —Está bien. De acuerdo —le contesté.



Una sonrisa apareció lentamente en su rostro. Todo eso cambiaría muy pronto. Posiblemente esta noche. —Además, advertencia: Jace es feliz si estoy en casa. Va a venir esta noche y va a traer a sus amigos. Espero que esté bien.



Las cosas por aquí iban a ponerse mucho más sociales. Tendría que amoldarme.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 12:59 pm

19

William

Una "Fiesta de Bienvenida para Tripp" no era exactamente algo a lo que quería asistir. Eso era una pena. Me gustaba Tripp. Era un amigo. Mi amargura por el hecho de que estaba en casa y quedándose en su condominio con Maite estaba anulando todo lo demás.



Iba para que pudiera estar a solas y hablar con ella sobre esto. No quería que se sintiera co***mo si tuviera que quedarse aquí si se sentía incómoda. Le daría un apartamento completamente amueblado para que se alojara, si lo deseaba. Ella no tenía que quedarse con Tripp.



Llamé una vez y luego entré, nadie iba a ser capaz de oír por encima del ruido, de todos modos.



El lugar estaba lleno. Escaneé entre la multitud en busca de Maite.—William, ya era hora de que aparecieras —gritó Tripp por encima de la música que bombea a través del complejo sistema de altavoces del apartamento. Estaba sentado en el bar con Jace, Bethy, Thad y algunas mujeres desconocidas que estaban sentadas en el regazo de Thad. Maite no estaba en ningún lugar de la habitación. Maldición.



—Y él está de vuelta —dije con una sonrisa forzada.



—Sólo de visita. No puedo quedarme mucho tiempo. Papá va a tratar de conseguir un traje de mono de mí si lo hago —bromeó. Sin embargo, las palabras estaban demasiado cerca para ser cómodas. Sabía lo que se sentía tener las garras de tu padre incrustados profundamente.



dijo Jace. Sabía que él estabatratando de aliviar mi mente acerca de Tripp estando aquí. Me di cuenta por el tono de su voz. En este momento sólo quería encontrar a Maite.



—¿Dónde está Maite? —pregunté, incapaz de fingir que no estaba aquí por ella.

Las cejas de Tripp se dispararon y su mirada se estrechó. Lo ignoré y miré directamente a Jace. Jace rodó los ojos y negó con la cabeza hacia mí.—Está en su habitación. ¿Por qué? —respondió Tripp.



—¿Por qué está en su habitación? ¿Está bien? —pregunté mirando hacia atrás, hacia el pasillo que conducía a los dos dormitorios del apartamento. Ambas puertas estaban cerradas. ¿En cuál se estaba quedando?



—Tenía una llamada telefónica y se fue allí para poder oír. Una vez más, ¿por qué te importa? —preguntó Tripp.



No iba a contestarle. Esto no era asunto suyo. Estaba metiéndose. Él mismo lo dijo. —William y Maite se conocieron cuando ella pasó por aquí hace un par de meses. Ellos uh... uh... se engancharon. Son amigos ahora. Es un poco protector — explicó Jace.



—Estás comprometido —dijo Tripp, como si necesitara recordármelo.



Nivelé la mirada con la de él. —No lo estaba cuando Maite y yo nos conocimos. Y no me impide cuidar de ella. Tengo que asegurarme de que está bien —dije antes de pasar a través de la habitación hacia el pasillo.



Abrí la primera puerta y las luces estaban apagadas. Cerré la puerta y abrí la siguiente. Maite estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas y el teléfono presionado contra su oído. Sus ojos se alzaron para encontrarse con los míos y se abrieron con sorpresa.



Ella estaba bien, y debería cerrar la puerta y marcharme. Pero no lo hice. Entré y cerré la puerta detrás de mí. —Uh, sí. Tengo que irme. Te llamo más tarde —dijo en el teléfono mientras me miraba con recelo—. Estoy bien. Simplemente acaba de entrar compañía y no quiero ser grosera. De acuerdo. Sí. Yo también te quiero. Adiós.



Apretó el botón de colgar en su teléfono y lo bajó lentamente a su regazo. — ¿William? —el resto de la pregunta se quedó abierta.



—No estabas allí. —Asentí en dirección a la puerta—. Quería ver cómo estabas.



Entendimiento cayó sobre su cara y me dedicó una pequeña sonrisa que hizo que mi pecho se sintiera apretado. —Gracias, pero ya sabes que no tienes que preocuparte por mí. Estoy bien. Realmente lo estoy.



Ella no estaba bien. No estaba seguro de que alguna vez hubiera estado bien. Crucé la habitación y me senté a su lado en la cama. —He querido venir a revisarte desde el viernes por la noche. Ya sabes que puedes llamarme si alguna vez me necesitas.



Volvió la cabeza un par de centímetros para poder mirarme a los ojos. — Estabas ocupado con tu novia este fin de semana. No tienes tiempo para preocuparte por mí.



Sólo había estado con Angelina hoy en el almuerzo. —Casi no he visto a Angelina este fin de semana —contesté, odiando decirle su nombre a Maite. Parecía incorrecto.



Della bajó la vista para mirar sus manos. —Los vi a los dos cuando salí del trabajo hoy. —No dijo nada más. Volví a pensar en el desastre de almuerzo que habíamos tenido con nuestros padres y la pelea que habíamos tenido en el viaje hacia el club. Entonces me disculpé porque Angelina tenía razón. Nos estaba torturando a ambos por ser un Oops!.



—Almorzamos juntos —expliqué. No estaba seguro de por qué sentía la necesidad de explicarme, pero lo hice.



—Pelean y se reconcilian. No entiendo cómo pueden ser felices, William. — Su honesta respuesta causó una opresión en mi pecho que dolía.



—Yo tampoco.



—No puedo dejar que me importes más. Tengo miedo de lo que siento por ti y no quiero salir lastimada.



Ella estaba haciéndome difícil respirar. La suave súplica en su voz iba a romperme. —Nunca te haría daño —juré. Nunca podría hacerle daño. Sólo quería protegerla.



—Pero lo haces. Cada vez que te veo con ella, duele. Eso no es culpa tuya. Es mía. Me importas demasiado y muy rápido. Y la noche del viernes no sirvió de nada. Solo hizo que me importaras más.



Apenas habíamos tenido la oportunidad de ser amigos. Y ella estaba poniendo espacio entre nosotros. No podía dejarle hacer eso. La necesitaba. Ella era el único punto brillante en mi vida en este momento. —¿Qué pasa con lo nuestro de ser amigos? —pregunté.



Se encogió de hombros y luego apretó las manos con fuerza sobre su regazo. —No lo sé. No creo que pueda. Cuando estás... cuando eres dulce y cariñoso como lo fuiste la otra noche... nadie ha sido así conmigo. Al menos, no un hombre. Me parece que no puedo controlar mis emociones.



Joder. No podía perder esta... esta cosa entre nosotros, pero tampoco quería herirla. Haría cualquier cosa para evitar lastimarla. —Quiero estar allí para ti cuando necesites a alguien. Por favor, no me alejes.



Maite dejó escapar una risa triste. —De eso se trata. No puedes estar allí para mí cuando necesito a alguien. Hace que mi corazón duela un poco más cada vez. Me iré pronto. Vamos a mantener las distancias hasta que me vaya.



Por supuesto que no. Empecé a decirle simplemente eso cuando la puerta se abrió y Tripp entró en la habitación. —¿Estás bien? —le preguntó a Maite sin mirar en mi dirección. No me gustaba la forma en que la miraba. La preocupación en sus ojos me molestó.



—Solo estábamos hablando de mi pronta partida —respondió ella sin levantar la mirada.



—No te irás —argumenté. Si quería tener esta conversación delante de Tripp entonces jodidamente la tendríamos.



—No puedo quedarme aquí —respondió.



—Sí puedes.



—Ella no quiere, William. ¿Y por qué la urgencia de convencerla? —dijo Tripp dando un paso más en la dirección de Maite.



—Quédate malditamente fuera de esta conversación, Tripp. No sabes nada de ella. —Maite se puso de pie y levantó las manos para que no dijera más.



—Basta.



Levanté la vista hacia ella y la tristeza en sus ojos tiró de mí. Me gustaba verlos centellear de risa. No así. —Es necesario que des un paso atrás y pienses en esta mier***da que estás haciendo. El William que recuerdo no era un imbécil insensible. Maite no se merece esto. Estás comprometido. Lo que sientes por Maite tiene que terminar. Se va conmigo en un par de semanas. Vamos a viajar juntos. Por qué no dejas ir esto, ¿eh?



¿Estaba saliendo con él? La negativa a creer que Maite se iba a ir con Tripp golpeó en mi cabeza. Sin embargo, ahí estaba ella sin negarlo. Solo luciendo triste y abatida. Que esto se fuera a la mier***da. No podía seguir haciéndome esto a mí mismo. Ella no se iba a quedar aquí. No teníamos un futuro. Y si no me casaba con Angelina, no tenía futuro en la empresa de mi padre. La mano de Tripp se deslizó sobre el hombro de Maite y le dio un apretón. Eso era todo lo que podía manejar. Me puse de pie y salí de la habitación. No miré hacia atrás. No le dije adiós a nadie. Solo me fui.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 1:02 pm

20

Maite

—No deberías haberle dicho eso —dije sin darme la vuelta para mirar a Tripp. Me encogí para quitar su mano de mi hombro y me acerqué a la ventana. William había estado tan atormentado. Pude ver la indecisión en su rostro. Quería que me eligiera. Pero ¿por qué iba a ser la elección? No era una opción para ninguna persona.



—Él está comprometido. No tiene ningún derecho a venir aquí y jugar con tus emociones así. Vi el dolor en tus ojos. Lo que sea que pasó entre ustedes dos todavía está allí y él no está dejando que se vaya. Eso no es justo para ti.



Tal vez no era justo. Pero tampoco lo era para él. La elección había sido hecha por él. Y era infeliz y odiaba eso. Quería irme y saber que estaba feliz. —Es mi amigo —contesté. Esa era la única verdad de todo esto.



Tripp dejó escapar un profundo suspiro. —Sí, él es mi amigo también... O lo era. Creo que está considerando asesinarme a la primera oportunidad que tenga. Pero podía dejar esto atrás. Podría haberte elegido a ti. —No soy una opción —contesté.



Mis palabras fueron seguidas por un silencio. Me quedé mirando hacia el océano. Podía sentir la mirada de Tripp todavía en mí. Estaba pensando en mis palabras. No me expliqué. Las entendería muy pronto. —No todo el mundo te ve como tú lo haces. A veces nuestras imperfecciones son lo que nos hace especiales.



No le respondí. Porque estaba en lo cierto, ese era el caso de muchas personas. Sin embargo, no conmigo. No eran mis imperfecciones las que me preocupaban. Era el terror que retorcía todo en mi vida y que me mantuvo separada de todos los demás.



En vez de decir algo más, la puerta se cerró suavemente detrás de mí. Me estaba dejando sola. Bien. Quería estar sola. —¿Sabes por qué te envié aquí? —la voz de Tripp me asustó y me di la vuelta. Estaba sentado en el borde de la cama. No se había ido.



Negué con la cabeza. No tenía ni idea de por qué me había enviado. Apenas nos conocíamos. —Porque te veías tan perdida como me sentía yo. Había estado observándote durante semanas. Es difícil no verte. —Una sonrisa torcida tiró de sus labios—. Y no parecías saber dónde pertenecías. Yo tampoco. Desde que dejé atrás este mundo simplemente voy a la deriva. Estoy cansado de estar solo. Vi un alma gemela en ti y te envié aquí para retenerte hasta que tuviera las agallas para volver y enfrentar este lugar. —Hizo una pausa y se pasó una mano por el pelo—. Tenía planeado pasar tiempo contigo y conocerte mejor. Pero esto no es exactamente algo para lo que estaba preparado. William. —Negó con la cabeza—. Tenías que ir y mezclarte con William. De todas las personas. Alguien tan jodido como lo estaba antes yo. El problema es que no va a huir. Él quiere esta mier***da de vida que nuestros padres nos imponen. Se está convirtiendo en un títere de mier***da. Puedes hacerlo mejor que eso, Maite.



Me tragué el nudo nervioso alojado en mi garganta. No estaba segura de todo lo que Tripp tenía previsto decir, pero no quería oír más. Estaba en lo cierto. William no era alguien con quien tenía que perder el tiempo enamorándome. Pero olvidarlo y seguir adelante resultaba más fácil decirlo que hacerlo. —Ésta noche sólo necesito dormir. No tengo mis ojos puestos en William, si eso es lo que estás pensando. Tuvimos sexo. Eso es todo lo que hay entre nosotros.



Tripp se puso de pie. —Siento lo de esta noche.



También yo. Lamentaba mucho muchas cosas. —Está bien. Estoy cansada.



Asintió una vez y luego salió de la habitación.



Me dejé caer en la cama y me cubrí la cara con las manos. Estaba más perdida ahora de lo que había estado hace tres semanas.

***

—¿Estabas fuera, Maite? ¿Cómo pudiste? ¿Qué tengo que hacer para meterte en la cabeza que no se puede salir a la calle? Es peligroso estar allí fuera. —El chillido estridente de la voz de mi madre no era nada comparado con el dolor punzante de la correa de cuero que golpeaba a través de mis piernas. Sabía que no debía gritar de dolor. Sólo la ponía más furiosa. Salir a hurtadillas de la casa siempre la enviaba en picado.



Mis rodillas se doblaron mientras la suave piel de detrás de mis rodillas se rasgaba por el continuo golpe del cuero. —Enfermedades. Hay enfermedades por ahí que puedes traer a esta casa. No sólo está siendo imprudente, estás siendo egoísta —gritó, y estaba agradecida de que amortiguara el sonido de mis gritos. Ya no podía aguantar más. El dolor era demasiado. A veces me preguntaba por qué volvía después de escaparme. ¿Por qué no corría? Seguir corriendo hasta estar libre de esto. De ella.



Pero no podía. Ella me necesitaba. Nunca sería libre. No podía dejarla. Era mi madre. Todo lo que tenía. —¿Piensas en mí? ¡NO! ¿Piensas en tu hermano? ¡NO! Esto le molesta, que salgas de la casa. ¿Cómo pudiste? —gritó mientras otro grupo de arremetidas abría la parte posterior de mis piernas. Solía empezar a desear ser la niña que estaba muerta cuando los golpes eran tan malos. El dolor era demasiado.



La escena cambió y mi madre ya no se cernía sobre mí con su enloquecida cara de miedo mientras me golpeaba. En cambio no había vida en sus ojos mientras yacía en un charco de sangre. Empecé a gritar. —Shhhh, Maite, está bien. Te tengo. Shhhh. —La voz estaba muy lejos, pero lo oí. Las imágenes de la muerte de mi madre se desvanecieron lentamente mientras me concentraba más en la voz. Los sollozos eran míos. Los reconocí.



—Eso es todo. Estás bien. Estoy aquí —dijo la suave voz.



Abrí los ojos y logré enfocar la vista. Me di cuenta de que la voz era de Tripp. El miedo en su rostro dijo suficiente. Él me sostenía en sus brazos mientras me mecía diciendo palabras tranquilizadoras. No estaba preparado para lo que acababa de ver. Podía ver las preguntas en sus ojos. —Lo siento —me las arreglé para murmurar. Mi garganta estaba en carne viva por los gritos. Siempre era así cuando me despertaba de esta manera. Braden había sido la primera persona en experimentar esto conmigo. Mi psicólogo había dicho que era un terror nocturno. Que mi trauma se expresaba mientras yo dormía y mi guardia estaba baja. Por desgracia, nada de lo que había hecho había ayudado con esto. Cuando dormía, mi madre siempre venía. Entonces los recuerdos venían con ella.



—Silencio —dijo, poniendo el dedo en mi boca y moviendo la cabeza—. No lo hagas. No puedes tratar de pedir disculpas ahora mismo.



No dije nada más. Me salí de su regazo y fui de nuevo al lado de la cama en el que dormía. Tripp no se movió. Se quedó dónde estaba. —¿Lo haces a menudo? —preguntó finalmente.



—Sí —contesté. Porque sucedía casi todas las noches. Pero normalmente me despertaba por mi cuenta una vez que las imágenes de la noche en que me encontré a mi madre volvían a mí.



—¿Y lidias con eso sola, todas las noches? —preguntó.

Asentí.



—Mier***da —susurró, y se levantó—. Maite, ¿por qué estás sola? ¡No deberías estar sola! ¿Cómo demonios lo has manejado todo este tiempo? —Se frotó las palmas de las manos sobre los ojos y luego se pasó las manos por el pelo en un gesto de frustración—. Eso fue intenso. ¿Sabes siquiera cuánto miedo da esa mier***da? Dios, Maite, no puedes quedarte sola.



Tiré de las mantas hasta mi barbilla y me apoyé en el cabecero de la cama. Aquí fue donde Tripp se dio cuenta de que viajar conmigo era mucho más de lo que había pactado. Ya sabía eso, y sólo había sido cuestión de tiempo. —Estoy bien. Que alguien esté conmigo no hace que los sueños se vayan. Los tengo de todos modos. Voy a irme en la mañana.



Tripp negó con la cabeza, se acercó y se sentó frente a mí. —Tú no vas a ninguna parte en la mañana. Cualquier cosa que esté pasando a través de tu cabeza te equivocas. Este no es un factor decisivo para mí, Maite. No estaba preparado para ello.



No estaba segura de creerle, pero asentí de todos modos. —En la mañana te llevo a jugar golf. Luego vamos a almorzar juntos. Es hora de que los dos nos vayamos conociendo mejor.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 1:04 pm

21

William

No había logrado dormir. Me senté en el balcón toda la noche y miré las olas mientras enfrentaba varios hechos. Lo primero que al fin acepté era que nunca sería feliz casado con Angelina y tampoco lo sería ella. Lo segundo era que iba a tener que dejar ir mi sueño de hacerme cargo de Kerrington Club algún día. Mi papá no iba a perdonarme por no cumplir su orden y no casarme con una Greystone. Y luego, la razón que incluso me hizo enfrentar la verdad: Maite. La quería. Tal vez no fuera para siempre, pero por la duración de tiempo que sea que tendría con ella, la quería. No podía dejar de pensar en ella y torturarme con la idea de no conseguir tenerla.



Mi futuro estaba a punto de ser completamente deshecho debido a que Maite Sloane estaba bajo mi piel y tenía que tenerla. Ya no podía ignorarlo. No era solo el sexo con ella. Lo había sido en el comienzo, pero no ahora. Me acerqué lo suficiente a ella como para ver más profundo. Sabía que era desinteresada y considerada. Ella no esperaba nada de mí y era simplemente feliz por estar viva. Estaba herida, pero todavía luchaba duro para superar eso. Sin drama. Era todo parte de su hermoso envase. ¿Alguna vez conocí una chica como aquella?



El alivio que vino al aceptar que no iba a renunciar a algo que podría ser lo mejor que jamás iba a encontrar sólo por las órdenes de mi padre era increíble. Podía tomar una profunda respiración con facilidad.



Tomé el teléfono y le pedí a Angelina que me encontrara en mi oficina a las once. Eso le daría tiempo para dormir y vestirse. Después de que terminara con ella, iba a encontrar a Maite y a ponerme de rodillas y rogar si tenía que hacerlo.



Dejarla con Tripp anoche había sido la bofetada que necesitaba. Esta falsa relación que tenía con Angelina era ridícula. Ella también lo sabía. Ambos estábamos tan hambrientos de poder por tomar los lugares que nos pertenecían por derecho en los negocios de nuestros padres que estábamos dispuestos a renunciar al amor. Aunque Maite no hubiera entrado en mi vida y no me hubiera obligado a alejarme de las demandas de mi padre, no sería capaz de caminar al altar y decir “Acepto”.

***

El rápido golpe en la puerta de mi oficina llegó antes de que Angelina abriera la puerta y entrara. Su largo cabello rubio estaba levantado en un moño francés con ondas sueltas formando una cascada desde la cima. Su vestido corto de lino púrpura no tenía ninguna arruga y estaba dispuesto a apostar que los tacones a juego costaban más de lo que una persona promedio hacía en seis meses. El anillo de diamantes en su mano izquierda se burlaba de mí mientras la luz del sol entraba a raudales por la ventana, reflejándolo por la habitación. Era tan perfectamente brillante y combinaba con la mano de la mujer que adornaba. Angelina siempre fue hermosa y elegante. Había sido criada para ser el peón de su padre. La joven que una vez me importó por lo que tenía debajo de toda esa fachada.



—No hagas esto —dijo, poniendo rígida su columna e inclinándose para agarrar la parte trasera de la silla al lado de ella. No había dicho una palabra pero ella ya lo sabía. Esta sería la confirmación suficiente para ambos.



—No podemos hacer lo que quieren de nosotros. Le dejé obligarme a tomar mis decisiones a este extremo, pero ya no. No puedo.



Los ojos de Angelina destellaron con ira y asco. Ella no entendía. Había pensado que quizás me agradecería pero podía ver que no sucedería. La prepararon para lidiar con esto. ¿Por qué? Su padre encontraría a alguien más. Posiblemente alguien que pudiera amarla. Que simplemente no se casaría con ella por el apellido de su padre y su fortuna. —Estás cometiendo el error más grande de tu vida —dijo rechinando los dientes.



Caminé hasta el otro lado de mi escritorio y me senté. —Casarme contigo habría sido el error más grande de mi vida. Nos odiaríamos el uno al otro. No puedo dejar que mi padre siga controlándome. Si nome quiere tener en este negocio, entonces bien. Al menos tendré que tomar mis propias decisiones.



Angelina rodó los ojos como si lo que estuviera diciendo fuera ridículo. — Escúchate. Este mundo es todo lo que alguna vez has conocido. Esta vida de la que estás tan dispuesto a deshacerte porque no quieres que te digan que hacer, es TODO LO QUE HAS CONOCIDO. Estás actuando como si casarte conmigo fuera la peor cosa que podrías hacer. Fuimos cercanos una vez, William. Fuimos amigos. Podríamos serlo otra vez si sólo aceptaras esto y te abrieras a ello.



Éramos dos niños cuyos padres nos dejaban solos todo el tiempo. Compartimos la misma jodida vida. Ella tenía razón, fuimos amigos. Pero nunca la quise como algo más. —Ya que fuimos amigos una vez, me rehúso a dejar que nos obliguen a algo que no elegimos. Nunca te han dado otra opción. Desde que éramos niños tus padres te incentivaron a estar conmigo. Hay alguien allí afuera que te amará. Te querrá por como eres. No te conformes con menos. La vida es corta y estoy cansado de perderla.



Levantó las manos y dejó salir un gruñido molesto. —Bien. Lo que sea. No voy a rogarte. No es como si no pudiera hacerlo mejor. Solo imaginé que casarme contigo sería lo mejor para mí. Me conoces y tenemos una historia. Pero no mantendré esto. Tengo orgullo y no me quedaré aquí y rogaré. —Deslizó fuera el diamante de su dedo y lo dejó de un golpe en el borde del escritorio—. Tenlo. Ambos sabemos que no lo necesito.



Comencé a decir algo más. Pedirle disculpas o intentar aliviarla, pero no hubo nada más que pudiera decir. Necesitaba considerar que tuve suerte ya que no me lanzó algo a la cabeza. —Adiós, William. Espero que esto haya valido la pena para ti —espetó, y luego salió enojada de la oficina.



Esperé hasta que ella tuviera tiempo, con certeza, de salir del edificio antes de irme. Tenía que encontrar a Maite.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 1:07 pm

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Maite

Apestaba en el golf.



Cuando la bola salió volando una vez más hacia los árboles me giré y miré a Tripp, que se cubría la boca para silenciar su risa. Por lo menos encontraba graciosa mi extrema carencia de suerte con los movimientos de golf.



Cuando me desperté a las siete esta mañana para acudir a la reserva que hizo en el campo, no había estado muy feliz. Pero después de la forma en que me ayudó a superar mi episodio la noche anterior, sentí como si se lo debiera. Así que me arrastré fuera de la cama y me vestí. Ahora, diecisiete hoyos y doce bolas perdidas después, pensaba que debería haberme quedado en la cama. Sí, quería aprender a jugar golf, pero no tan temprano, y ahora que sabía que era espantosa en ello no quería intentarlo otra vez. ―Renuncio ―dije, dándole el palo que usé.

Publicado: ‎03-26-2014 03:58 PM Asentí.



—Mier***da —susurró, y se levantó—. Maite, ¿por qué estás sola? ¡No deberías estar sola! ¿Cómo demonios lo has manejado todo este tiempo? —Se frotó las palmas de las manos sobre los ojos y luego se pasó las manos por el pelo en un gesto de frustración—. Eso fue intenso. ¿Sabes siquiera cuánto miedo da esa mier***da? Dios, Maite, no puedes quedarte sola.



Tiré de las mantas hasta mi barbilla y me apoyé en el cabecero de la cama. Aquí fue donde Tripp se dio cuenta de que viajar conmigo era mucho más de lo que había pactado. Ya sabía eso, y sólo había sido cuestión de tiempo. —Estoy bien. Que alguien esté conmigo no hace que los sueños se vayan. Los tengo de todos modos. Voy a irme en la mañana.



Tripp negó con la cabeza, se acercó y se sentó frente a mí. —Tú no vas a ninguna parte en la mañana. Cualquier cosa que esté pasando a través de tu cabeza te equivocas. Este no es un factor decisivo para mí, Maite. No estaba preparado para ello.



No estaba segura de creerle, pero asentí de todos modos. —En la mañana te llevo a jugar golf. Luego vamos a almorzar juntos. Es hora de que los dos nos vayamos conociendo mejor.

***

Apestaba en el golf.



Cuando la bola salió volando una vez más hacia los árboles me giré y miré a Tripp, que se cubría la boca para silenciar su risa. Por lo menos encontraba graciosa mi extrema carencia de suerte con los movimientos de golf.



Cuando me desperté a las siete esta mañana para acudir a la reserva que hizo en el campo, no había estado muy feliz. Pero después de la forma en que me ayudó a superar mi episodio la noche anterior, sentí como si se lo debiera. Así que me arrastré fuera de la cama y me vestí. Ahora, diecisiete hoyos y doce bolas perdidas después, pensaba que debería haberme quedado en la cama. Sí, quería aprender a jugar golf, pero no tan temprano, y ahora que sabía que era espantosa en ello no quería intentarlo otra vez. ―Renuncio ―dije, dándole el palo que usé.

―Estabas haciéndolo mejor. Ese último fue más alto ―dijo Tripp con una risita.



―Ahórratelo. Ambos sabemos que soy terrible en esto. ¿Puedo sólo verte terminar con el resto?



Tripp deslizó el palo de vuelta en la bolsa. ―Podemos darlo por terminado. Lo intentaste con todas tus fuerzas. Tal vez necesitemos pasar un poco de tiempo practicando y trabajar en tu swing1 antes que probar con esto de nuevo.



Hablaba como si fuéramos a jugar golf juntos en el futuro. No quería pasar por esto de nuevo, si podía evitarlo. No quería sonar grosera, así que simplemente mantuve la boca cerrada. Volvimos al carrito y Tripp nos condujo de regreso a la casa club.



Sin pensar en ello, comencé a buscar la camioneta de William. Podía decirme a mí misma que era porque quería asegurarme de que no estuviera aquí y así no tener que verlo. Pero estaría mintiendo. Era una masoquista. ―Maldición ―murmuró Tripp antes de estacionar el carrito en el primer lugar vacío reservado para ellos.



Lo miré para ver qué andaba mal cuando mi mirada se fijó en William. Se dirigía hacia nosotros. ―Luce como si estuviera en una misión ―dijo Tripp en voz baja después de salir del carrito. William saludó a Tripp con un asentimiento pero sus ojos se dirigieron a mí inmediatamente. Observé cómo pasó de Tripp.



Se detuvo enfrente de mí. ―Tenemos que hablar ―dijo.



―Ya hablaron bastante anoche, hombre. ―El tono de Tripp sonaba como una suave advertencia.



William lo ignoró. ―Ya no estoy comprometido. Angelina se acaba de ir y se terminó. Yo lo terminé. ―Extendió la mano y la deslizó en la mía―. Por favor, ven a hablar conmigo.



¿Había roto su compromiso? Me sentí como si siguiera durmiendo. ¿Por qué haría eso? Él quería lo que un matrimonio con Angelina le daría. ¿Por qué terminaba eso? ―No entiendo ―respondí. Mi voz casi un susurro.



Una sonrisa sexy tiró de las comisuras de la boca de William. ―Es por eso que necesitamos hablar.



Miré a Tripp, quien sólo se encogió de hombros. Tenía planes de almorzar con él hoy. No podía cancelarlo. Tenía que decirme algo en vez de solo hacer un gesto. ―Nosotros… Tripp y yo se supone que almorzaremos juntos ―dije, todavía mirando a Tripp.



Él miró de mí a William, luego negó con la cabeza con una pequeña sonrisa. ―No voy a meterme en medio de esto. Ve con él. Si acaba de romper con Angelina entonces tiene algo más que decir de lo que pensé ―dijo, y luego su completa atención fue a William―. No eres un títere. Ya era hora, maldita sea ―dijo, después se alejó.



William sonreía cuando lo volví a mirar. ―¿Almuerzas conmigo?



Lancé una mirada, pasando de él al restaurante del club. No quería entrar allí con el jefe y almorzar. No podía dejar a uno de mis compañeros de trabajo servirme. Pero también quería hablar con William. No estaba comprometido. Mi corazón comenzó a latir más fuerte dentro de mi pecho. William era libre. ―No estaré cómoda comiendo allí. ¿Podemos hablar primero, después buscar algo para comer en algún otro sitio?



―Lo que sea que quieras. ―Me presionó contra él y luego señaló con la cabeza hacia su camioneta―. Vamos a dar un paseo.



Una vez que entramos en la camioneta, William no encendió el motor. Me repasó. Sus ojos marrones oscuros estaban serios, pero la tristeza no estaba allí. ―Lamento cómo actué anoche. No debí hablarte de esa manera. Sentía pánico y perdí la cabeza.



Me moví en el asiento y descansé el hombro contra el cuero, así lo enfrentaba. ―¿Por qué sentías pánico?



William levantó una ceja como si pensara que esta pregunta no necesitaba respuesta. Como si se entendiera. ―Porque Tripp hablaba de llevarte lejos.



Oh.



―Quiero que entiendas algo. Esto tiene que quedar muy claro. Nunca amé a Angelina. Nunca quise estar comprometido con ella. Lo hice porque tenía la llave para lograr lo que pensé que siempre quise. Pero tú cambiaste eso. Me di cuenta de que deseaba otras cosas. No quería ser controlado. Y quiero una oportunidad contigo. Aunque no planees quedarte mucho tiempo. Aunque no seas alguien de compromisos, quiero este tiempo contigo.



¿La idea de perder su libertad no había sido motivo suficiente para que se negara a cumplir las órdenes de su padre? ¿Me había tomado para hacerle frente a su padre? ¿Por mí? No entendía. ―¿Qué pasa si llegas a conocerme y te das cuenta de que no valgo la pena? ¿Todavía estarás feliz de soltar todo?



La sonrisa de William regresó y asintió. ―Sí. Como Tripp dijo allí afuera: no soy un títere. Ya era hora de ponerle un alto a todo eso.



Tenía razón. Vivir bajo control no era vivir en absoluto. Sabía todo eso muy bien. Pero no quería ser el único motivo por el que renunciara a lo que era legítimamente suyo. La presión de valer la pena era demasiada.



―Estoy de acuerdo. No poder tomar tus propias decisiones en la vida no es justo. Supongo que solo quiero asegurarme de que no soy la única razón por la que hiciste esto. Porque honestamente, vas a descubrir muy pronto que no soy más que un desastre del que ya tuviste un vistazo fugaz la otra noche.



Las cejas de William bajaron sobre sus ojos cuando me frunció el ceño. No le gustaba que dijera eso pero él no conocía la verdad sobre mí. Tampoco iba a contarle. ―No me gusta escucharte hablar de ti de esa manera ―dijo con voz áspera.



Giré mi cuerpo de vuelta en el asiento. ―Podemos discutir eso en otro momento. Me muero de hambre. ―Quería hacerle más preguntas como “¿qué sucede con tu trabajo ahora?” o “¿tu padre te despedirá?” o “¿tienes planes de hacer algo más?” Pero ya que me negaba a hablar sobre mí y mi futuro no podía esperar que él se sincerara sobre el suyo.



Podríamos ir a comer y simplemente ver lo que sucedía después. Él podría darse cuenta de lo que hizo antes de que los días hubieran concluido y regresar corriendo a Angelina, rogándole que le perdonara. No había necesidad de una conversación profunda ahora mismo. Sólo quería disfrutar de pasar tiempo con él y no sentir culpa por querer un hombre tomado.
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Mensaje por tamalevyrroni Lun Nov 23, 2015 1:09 pm

23

William

Maite estuvo comiendo su sándwich en silencio. Estuvo más bien concentrada en su comida desde que había llegado a la mesa. Me costó mucho comer porque mirarla era más entretenido. Se limpió la boca con una servilleta y levantó los ojos para encontrarse con los míos. Un rubor teñía sus mejillas y sus ojos brillaron. —Me estaba muriendo de hambre. El golf me dejó agotada y no estoy segura de por qué, porque soy terrible en ello —explicó mientras bajaba la servilleta sobre su regazo.



—¿Hoy es tu primera vez jugando al golf? —pregunté, tratando de alejar mis celos inmediatos ante el hecho de que Tripp la había llevado al golf hoy.



—Sí. Quería aprender a jugar y Tripp quería que fuera con él hoy, así que fui. Pero creo que he perdido tantas de sus pelotas de golf que se arrepiente.



1 Movimiento de golf a través del cual se lanza la bola.

Esta vez me reí. Sabía que Tripp no se arrepentía de un solo minuto. Sólo esperaba que tuviera suficientes recuerdos para mantenerlo por el resto de su maldita vida porque esa era su única oportunidad de estar a solas de esa manera. —Sólo necesitas un buen instructor —le contesté.



Maite se pellizcó los labios en un gesto pensativo. Luego sacudió la cabeza. —No, no tengo remedio. No planeo hacerte perder el tiempo.



La oportunidad de llegar a envolver mis brazos alrededor de ella y enseñarle a hacer un swing y luego dar un paso atrás para mirarle el cu***lo mientras lo hacía no era una pérdida de tiempo. Sin embargo, mantuve ese pensamiento para mí mismo.—Ya lo veremos —dije.



La camarera nos trajo la cuenta y coloqué el dinero suficiente para pagar la comida y una propina decente antes de ponerme de pie y alargar mi mano hacia Maite. Estaba cansado de estar en público con ella. Quería estar a solas. Había muchas cosas que quería decir, pero primero necesitaba abrazarla. Había pasado demasiado tiempo.

—¿Adónde vamos ahora? —preguntó mientras se ponía de pie a mi lado.



—A mi casa. Quiero que la veas. Especialmente la vista. ¿Está bien?



Maite asintió y traté de ser bueno. Sin embargo era difícil. La imagen de ella desnuda en mis sábanas no se alejaba. Yo la quería allí. —Me encantaría ver tu casa.



Caminamos hacia mi camioneta. Maite se subió en el asiento del copiloto y ni siquiera fingí que no le estaba mirando el cu***lo en esos pantalones cortos blancos que llevaba puestos. No había una línea que marcara la ropa interior y la idea de que no tuviera nada debajo me hizo ponerme a sudar. Tenía que pensar en otra cosa. Cualquier otra cosa o iba a estar duro como una roca y muy incómodo. —¿Por cuánto tiempo estará Tripp en la ciudad? —Eso debería servir. Recordarme a mí mismo que compartía un apartamento con otro hombre. Uno que definitivamente la deseaba.



—No lo dijo exactamente. Creo que estaba listo para mudarse de Dallas y regresar aquí antes de su próxima aventura. —La forma en que hablaba sobre la vida de Tripp como si fuera algo completamente lógico me recordó que ella llevaba una vida muy similar a la suya. Una que yo no entendía. Pero si mi padre me despidiera estaría tan perdido como él. Dejar la ciudad con Maite no sonaba como una mala idea.



Mi teléfono sonó en mi bolsillo y sabía sin contestar que era mi padre. Le tomó a Angelina más de lo que esperaba contarle que el compromiso había terminado. Su gran plan estaba arruinado.



Metí la mano en mi bolsillo y apagué el teléfono. Lidiaría con él más tarde. En este momento quería centrarme en Maite. Enfrentar a mi padre pondría un freno importante en mi estado de ánimo. No quería eso hoy. —¿Trabajas esta noche? —pregunté. Porque si lo hacía llamaría y cambiaría su turno.



—Este es mi día libre —respondió, sonriendo—. ¿No haces tú los horarios?



Los hacía, pero la semana pasada había sido un infierno. No podía recordar qué día le había dado libre. —Sólo quería asegurarme —contesté antes de girar hacia la división de ladrillo que llevaba a mi casa. Había sido la primera casa de mis padres. Mi abuelo los había dejado vivir aquí hasta que mi padre había ganado lo suficiente para comprar la casa que mi madre realmente quería. Cuando mi abuelo falleció dejó la casa para mí. Incluso algo tan pequeño enojó a mi padre. Él quería un control completo sobre mí. Lo que realmente necesitaba era que mi abuelo me hubiese dejado parte del club. Él no lo había hecho.



—¡William! Es hermoso —dijo Maite con asombro mientras me detenía debajo de la casa. En realidad no lo era. No en comparación a la de mis padres o a la mayoría de las casas nuevas en Rosemary. Pero tenía carácter.



—Gracias.



Maite abrió la puerta de la camioneta y saltó antes de que pudiera ayudarla. —Es como una de esas casas de playa que se ven en las películas. Las grandes contraventanas para huracanes y el porche. Esto es simplemente perfecto.



El oírla elogiar mi casa hizo que me dieran ganas de llevarla al piso de arriba, a mi habitación, aún más. Me encantaba este lugar. Era la única cosa que era mía. —No puedo esperar a ver el interior. Podría vivir en tu porche. La vista debe ser perfecta.



Ella podría vivir en mi porche si quería. Incluso la dejaría entrar y dormir en mi cama. Sin embargo no le dije eso. Demasiado, demasiado pronto. Ahora que teníamos algunos momentos compartidos y algo de sexo caliente tenía que construir sobre eso. Quería construir sobre eso. —Vamos arriba. Te enseñaré lo perfecta que es la vista.



Maite me siguió por las escaleras y abrí la puerta dando un paso atrás y dejándola pasar al interior primero. No había pensado mucho en la decoración antes, pero sabiendo que Maite estaba aquí y revisándolo todo odiaba el hecho de que no hubiese cambiado mucho desde que mis abuelos me dejaron la casa.



Mi abuela había decorado y habían vivido aquí los últimos años de su vida. Cuando fue diagnosticada con cáncer terminal vendieron su enorme mansión en Mar y se mudaron aquí. Después de que ella falleció mi abuelo se mudó a la casa de mis padres y vivió allí durante tres meses antes de morir de un ataque al corazón.



Me gustaba la calidez del lugar. No había pasado mucho tiempo pensando en cambiar las cosas. No era como si me entretuviera aquí. He trabajado mucho como para tener ese estilo de vida.



Maite pasó la mano por el gastado sofá de piel pálida y se dio la vuelta lentamente, mirando los detalles que mi abuela había tenido mucho cuidado de dejar atrás. Había amado pintar. Ver los cuadros que había pintado sobre ese porche mientras disfrutaba de los últimos años que tenía en la tierra siempre me daba una sensación de paz. —Las pinturas son hermosas. Tan brillantes y alegres —dijo Maite mientras se paraba frente a una que era la favorita de mi abuelo. Cuando traté de dársela se negó a aceptarla. Dijo que la quería aquí en este lugar.



—Es un hoyo del campo de golf—dijo. Me impresionó que lo hubiese reconocido.



—El favorito de mi abuelo. Su único hoyo en uno fue en ese agujero. Es el decimoquinto.



Maite sonrió. —Y lo tienes aquí en la pared.



—Mi abuela lo pintó. Pintó todos estos.



Los ojos de Maite se agrandaron y empezó a mirar a su alrededor a los otros cuadros en la pared. —Tenía mucho talento.



Tuve que estar de acuerdo. Lo tenía. Sin embargo, renunció a sus sueños por los de mi abuelo. Siempre oí amargos comentarios de mi madre acerca de no ser como mi abuela. Pero nunca vi a mi abuela mal. Era tranquila y reservada, pero controlaba mucho más de lo que nadie llegaría a entender. Ella había tenido el corazón de mi abuelo. Tan frío e insensible como muchos asumieron que era, lo había poseído. Y lo había cuidado. —No es lo que esperaba... no de un chico soltero —dijo casi en un susurro— . Me encanta.



—Ven a ver la vista —le dije, abriendo las puertas que daban a la terraza. Maite salió y se dirigió directamente a la barandilla. La brisa del mar atrapaba su pelo y este bailaba alrededor de sus hombros. Me gustaba verla aquí. Di un paso atrás hacia el interior y fui a buscar una botella de vino y dos copas.

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Maite
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Mensaje por EsperanzaLR Lun Nov 23, 2015 1:52 pm

Muchas Gracias Tami por compartirla Es muy linda Besos
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Mensaje por asturabril Lun Nov 23, 2015 7:25 pm

Gracias Tami I love you I love you
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