Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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The Best Goodbye Webnovela LevyRroni(+18)

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Mensaje por tamalevyrroni Jue Jul 28, 2016 12:24 pm

The Best Goodbye Webnovela LevyRroni(+18) 9pq82e
Sinopsis:
"La mirada en el rostro de Maite había gritado que estaba escondiendo algo. Diablos, ella había prácticamente corrido lejos de mí. Había algo sobre eso. Sabía que lo había."
Después de 10 años como trabajador de un misterioso jefe del crimen , William “Captain” Kipling está listo para dejar su sórdido pasado y su falsa ocupación como un lujoso restaurador diestras de él. La única cosa que lo detiene del camino de su “retiro” es su compromiso para lanzar un nuevo restaurante en la aclamada ciudad de Rosemary Beach. Con su hermana, Blaire, cerca, Captain puede retrasar su sueño de dirigir un humilde bar en la zona costera, pero las indeseadas atenciones de su principal camarera, Elle, le han hecho tener la urgencia de huir.
Hasta que él nota a Maite Henderson, la nueva camarera en el restaurante. Todo lo que el sabe sobre la linda pelirroja con adorables lentes es que ella es una mamá soltera trabajadora de Oklahoma. Pero hay algo excesivamente familiar en su risa… algo extraño sobre la manera que ella mira a Captain...
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Mensaje por EsperanzaLR Jue Jul 28, 2016 5:05 pm

cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers
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Mensaje por SuenoLR Vie Jul 29, 2016 3:13 am

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Mensaje por tamalevyrroni Vie Jul 29, 2016 1:14 pm

No la encuentro en Español,aun.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Jul 29, 2016 4:19 pm

Capítulo 1
Maite
Ser pequeña apesta. No hubo un momento en mi vida donde pensara: Hey, ser pequeña es asombroso. Ninguno. Nunca podía alcanzar cosas de lugares altos. Lo que ocurría ahora. Había sido mandada por Elle para desempacar los vasos de cristal y guardarlos en la estantería detrás del bar, pero me esforzaba más de lo que me preocupaba admitir.
Yo no era admiradora de la jefa del servicio. Era hermosa y mala, sin mencionar que era alta. Ella no tenía idea cuán difícil era para alguien que sólo medía un metro sesenta, balancearse sobre un taburete de puntillas con sus manos llenas de vasos. O tal vez ella sabía, y hacía esto por pura crueldad.
Inclinándome, deslicé otra copa con seguridad en una de las ranuras construidas en la pared sólo para este propósito. El taburete se tambaleó y me quedé inmóvil, conteniendo la respiración. Lentamente retrocedí, me las arreglé para mantener el equilibrio. Solamente dos cajas más para desempaquetar, pensé, con el deseo de que cada una no contuviera diez vasos.
—Rompes esos vasos y se descontará de tu paga. No tengo espacio en el presupuesto para inventario roto —una profunda voz arrastró las palabras detrás de mí. Conocía esa voz. No la escuchaba a menudo, pero cuando lo hacía, usualmente me molestaba.
Alguna vez, no se sintió así. Alguna vez, esa voz tranquilizaba mis miedos, me protegía, y me daba un lugar seguro para escapar. Ahora todo lo que yo sentía era frialdad de las palabras provenientes de él. Mantenía la idea que el dolor se esfumaría en algún momento. Pero jamás lo hizo.
El tiempo nos ha cambiado a los dos. En lugar de amarlo hasta quedarme sin aliento, sólo quería golpear su atractiva cara y dejar la ciudad.
—Baja de ahí, Maite —ordenó William—. Haz algo útil. Conseguiré a alguien que pueda manejar esto.
Al menos, esta vez recordó mi nombre. La semana pasada, se había referido a mí como Rachel, Daisy y Rhonda en ocasiones distintas. Mis constantes correcciones cesaron. Entendí que el hombre, que tenía un restaurant lleno de nuevos empleados y el estrés de la gran apertura en dos semanas, le estaba pesando. Pero el chico que conocí había sido amable, considerado, y un héroe. Mi héroe.
En algún punto a lo largo de los diez años que han pasado, William cambió su nombre a William y se volvió un hombre rudo. Intocable. Incluso ni su novia, la oh-muy-buena Elle, parece llegar al lado suave de William. El lado que yo solía conocer tan bien. Nadie ha podido. No creí que exista más.
—Elle me dijo que sacara los vasos —dije, saltando del taburete y parándome tan derecha como podía. William medía un metro ochenta ahora, y siempre me hacía lucir pequeña. Incluso cuando teníamos dieciséis.
No hizo comentario de eso. En su lugar, asintió hacia la cocina. —Brad necesita ayuda con los utensilios de cocina que acaban de llegar. Ve a ayudarle. Encontraré a alguien que no imponga un desafío para terminar esto.
Mi rostro enrojeció de la vergüenza. No era como si yo hubiera estropeado o quebrado algo. Lo estaba haciendo bien. Lenta, pero segura.
—Estoy bien. Mi estatura no está afectando mi habilidad para trabajar, si es eso a lo que te refieres —espeté.
Ni siquiera me miró de vuelta mientras se alejaba de la puerta. —Abrimos en dos semanas. Quiero que los vasos estén en su lugar cuando pase —despareció.
—Imbécil —murmuré. De todas maneras tenía la intención de terminar lo que estaba haciendo. Pero con mi suerte, terminaría quebrando una caja completa. No podía permitirme perder este empleo. Había empacado mi vida y llegado a Maitemary Beach, Florida, una vez que me enteré que era aquí donde podía encontrar a William. No había pensado más allá. Lo había buscado por años sin suerte.
Esta ventaja ha sido la primera real que había tenido. Así que la tomé. Obtener este empleo fue más fácil de lo que pensé, y lo necesitaba. Esta ciudad no era grande, y era difícil encontrar un trabajo. La casa que encontré para rentar estaba en los límites de la ciudad –y era pequeña- pero segura y asequible. Eso era todo lo que necesitaba.
Vivíamos en una de las casas para huéspedes situadas en la orilla en la gran playa. El único residente en la casa principal era una señora mayor, Diana Baylor, que parecía emocionada por tenernos cerca. Era un buen comienzo para todos nosotros.
Sin este trabajo, no tendría motivo para acercarme a William. Y yo tenía una misión. Una de la cual ya no estaba segura. Tenía que recordarme que no estaba haciendo esto por mí. Mis necesidades y deseos se habían pospuesto nueve años atrás cuando Ann Frances entró al mundo y se convirtió en mi razón de vivir.
El día en que Franny cumplió cinco, me pidió una cosa: conocer a su padre. Cada año después, era lo único por lo que pedía, en su cumpleaños o Navidad, sin falta. Ella deseaba conocer a su padre como sus amigos conocían a los suyos. Inventé excusas y traté de compensarla con el hecho que sólo me tenía a mí. Pero luego, comencé a buscar al chico que había amado tanto, por el cual sacrifiqué todo para mantenerlo a salvo.
Mirando hacia el pasado, me pregunto si mi sacrificio fue un error. Las peticiones de Fanny para conocer a su padre me hicieron sentir que le fallaba mientras trataba de salvar a William. Pero en ese entonces era una chica, con decisiones que afectaban a la única persona que amaba en este mundo.
—¿Acabarás el trabajo que ordené que hicieras o te quedarás ahí haciendo nada? — la voz de Elle me sacó de mis pensamientos. Su largo cabello oscuro caía sobre sus hombros, esos ojos verdes de gato me observaban. No estaba segura del motivo suyo para odiarme, pero ella lo hacía.
—William me dijo que parara y ayudara a Brad en la cocina —respondí, tratando de no demostrar mi aversión por ella a través de mi tono. Si se quejaba con William, estaría despedida.
Elle era uno de los mayores obstáculos en mi plan. No quería a nadie tan vicioso en el mundo de Franny. Por mucho que mi hija quería conocer a su padre, tenía que decidir si ese hombre era digno de Franny. Por desgracia, había descubierto después de dos semanas de trabajo que él no era totalmente apto. No estaba segura de que alguna vez yo sería capaz de cumplir con la petición de mi hija.
—Bien. Entonces ve. Estás desperdiciando el tiempo. Tenemos cosas que hacer — ordenó, señalando hacia la cocina, como si yo no supiera donde estaba.
Con un movimiento de cabeza, me dirigí hacia allá. No había razón para permanecer en su presencia por más tiempo de lo necesario.

***
William
Nada estaba staba funcionando según lo previsto. Deberíamos haber estado más cerca de la apertura de lo que acordamos, pero esperé demasiado tiempo para contratar al personal completo. Ese error era mío. Pero ahora estaba empezando a cuestionar mi elección sobre los empleados. Arreglar lo que estaba mal en un restaurante era una cosa; la apertura de un nuevo servicio colectivo era otra. Esto no era lo que quería hacer el resto de mi vida, y estaba cuestionando la cantidad de esfuerzo que quería verter en este lugar.
Estaba acabado con mi pasado, pero enfrentar el futuro no estaba resultando ser fácil o prometedor. Tal vez necesitaba una nueva dirección. Una vez que este lugar estuviera en marcha, lo dejaría en manos de otra persona para manejar e iría a buscar un pueblo de pescadores en algún lugar con una barra en un muelle que podría comprar. El funcionamiento de un bar para un grupo de pescadores de la zona parecía más mi camino. Conseguir este lugar abierto y funcionando con éxito tenía que ser primero. No sólo porque se lo debía a Arthur Stout, el propietario, sino porque yo siempre termino lo que empiezo. Lo que Arthur estaba pagando me permitiría encontrar esa barra en un muelle, así finalmente podría disfrutar la vida fácil.
—Necesitamos despedir a esa pelirroja. No nos está aportando en esto —anunció Elle cuando entraba en mi oficina.
No tenía que preguntar a quién se refería; ya lo sabía. Maite Henderson era chiquita, con las curvas que pueden detener el tráfico y el rostro de un ángel. El lindo par de anteojos que usaba no escondía su apariencia; sólo hacían que sus ojos destacaran. Eso hacía que Elle la odiara más. No le gustaba la competencia, y podía decir que ella veía a Maite como una amenaza. No porque yo le diera algún motivo, sino porque cada hombre que trabajaba acá claramente notaban a Maite. Ella era difícil de pasar por desapercibida.
—¿Cuál sería esa pelirroja? —pregunté, sin levantar la vista de mis pedidos pendientes.
—La bajita. La que no puede hacer ni mierda. Le dije que sacara esos vasos, y se excusó contigo. Soy la encargada del servicio, William. Ella no puede pasar a llevar mi cargo.
Había contratado a Elle como jefa de servicio porque había sido muy recomendada por alguien de confianza para Arthur. Estuve de acuerdo poco después de conocerla y entrevistarla. Follarla en mi oficina al día siguiente no había sido planeado, pero ella llegó a mí con determinación y lucía caliente. No he visto problema en ello. Me gustaban las mujeres altas y esbeltas. Ella llenaba la lista. Pero también confundía el hecho de que dormir en mi cama le daba el derecho de tener algún tipo de control sobre mí, y yo tenía que arreglar eso.
—Nosotros no contratamos a Maite, Elle. Yo lo hice. Y no despediremos a nadie. Ella no pasó de ti. Ella no podía alcanzar la estantería. Iba a caer y romper algo. Le di algo más para hacer.
Aun cuando no estaba mirándola, podía sentir su frustración construyéndose. No le gustó mi respuesta. Elle tenía un pequeño problema de control. Pero daba excelentes órdenes.
—No la quiero acá —remarcó.
Finalmente, la miré. Tenía sus labios regordetes fruncidos como si fuera a llorar. Lucía ridícula, pero sabía cómo llevarlo a cabo en la forma correcta. Empujándome hacia atrás de la mesa, di unas palmaditas en mi muslo. —Ven aquí, Elle —exigí, manteniendo mi cara seria.
Se movió lento alrededor de mi escritorio, deslizando su labio inferior entre sus dientes. Excitación cruzó por sus ojos. Esa era la única cosa con la que podía contar. Si necesitaba calmar a Elle, tendríamos sexo.
—Si quieres usar esa boca sexy para calentarme, entonces necesitas usarla para hacer que me corra —le dije cuando se paró en frente de mí.
—¿Dónde me quieres? —preguntó sin aliento.
—De rodillas —ordené. Se agachó de inmediato y comenzó a desabrochar mis pantalones.
Envolví un mechón de su oscuro cabello alrededor de mi dedo y dejé que la sedosa textura jugara conmigo mientras ella bajaba mis vaqueros, luego mis calzoncillos, hasta que mi polla estuvo en sus manos.
—Tan adentro como tu garganta lo puedo aguantar —le dije, cuando comencé a acariciar su cuello expuesto.
Ella hizo un sonido de gemido que fue directamente a mi polla. Inclinando la cabeza, lo llevó a su boca como una puta aspiradora, y dejé caer mi cabeza hacia atrás y gruñí. Necesitaba esto hoy. El mejor calmante para el estrés que había.
—Eso es, nena, chupa duro —animé, poniendo una mano en la parte posterior de su cabeza y empujándola suavemente para que se deslizara profundo en su garganta.
El ruido de las arcadas sólo me excitó más. Me encantó cuando se atragantó alrededor de mi pene.
—Buena niña. Tan jodidamente bueno —elogié, sabiendo que sólo se conseguiría mejor con elogio—. Mámalo. Más profundo, bebé. Tan bueno.
Un golpe en la puerta de mi oficina hizo que ella se detuviera, pero mantuve su cabeza en su lugar.
—Estoy ocupado. Vete —grité.
Cuando la persona no habló, palmeé su cabeza para que terminara. Lo cual hizo.
***
Una hora después que Elle dejara mi oficina, me dirigí hacia la cocina para ver si Brad tenía todo en orden. Los niveles de mi estrés estaban bajos, y Elle parecía más segura y menos ansiosa por despedir a Maite. Recordarle a Elle que ella era la única a quien yo estaba follando había hecho maravillas con su actitud.
La risa fue lo primero que oí cuando entré en la cocina, la risa profunda de Brad seguido por una femenina. Seguí el sonido hasta la parte trasera de la cocina y encontré a Brad cubierto en lo que parecía harina, mientras que Maite se tocaba el estómago y reía al punto de faltarle el aire. Maite se volteó a mirarme.
Una presión en el pecho me golpeó mientras sus ojos bailaban con risa. El azul claro de ellos era familiar, pero era más que eso. Era como si la hubiera visto reír antes. Escucharla. Verla me lastimaba el pecho de una manera que no tenía sentido. Como si yo… la extrañara. Pero ni siquiera la conozco.
Muy pronto, su sonrisa cayó y se limpiaba las lágrimas que se habían formado de tanto reír. Ella miró a Brad. Yo la había puesto nerviosa, y nunca había sido exactamente amable con ella. No era más que una empleada que había contratado. Yo me iría muy pronto. No estaba aquí para hacer amigos.
—Lo siento, jefe. Iba a sacar una caja de ese estante y una bolsa de harina cayó y, bueno, puede ver lo que ha pasado —explicó Brad sin dejar de reír. Desvié mi mirada de Maite a Brad. Le guiñó un ojo a ella y comenzó a intentar inútilmente de sacarse la harina de encima. Necesitaba una ducha. No me importaría si Brad pusiera un poco de distancia entre él y Maite.
Capítulo 2
Maite


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Mensaje por EsperanzaLR Vie Jul 29, 2016 5:03 pm

Ok Tami:)
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Mensaje por SuenoLR Sáb Jul 30, 2016 3:55 am

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Jul 30, 2016 12:20 pm

Ya la encontre en español
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Jul 31, 2016 11:33 am

cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers cheers
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Mensaje por SuenoLR Lun Ago 01, 2016 3:49 am

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Ago 01, 2016 2:44 pm

Cool Cool Cool Cool Cool Cool Cool Cool Cool Cool Cool
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Mensaje por EsperanzaLR Mar Ago 02, 2016 3:56 pm

Suspect Suspect Suspect Suspect Suspect Suspect Suspect Suspect Suspect Suspect
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Mensaje por SuenoLR Miér Ago 03, 2016 1:50 am

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Mensaje por tamalevyrroni Miér Ago 03, 2016 2:57 pm

Estoy pasandola a Word,para cambiar los nombres.Una pregunta Chicas,¿Quieren llamar a William,Captain o William?
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Mensaje por EsperanzaLR Miér Ago 03, 2016 4:15 pm

A mi me gustaria William
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Mensaje por SuenoLR Jue Ago 04, 2016 4:09 am

Yo tambien preferira William
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Mensaje por EsperanzaLR Vie Ago 05, 2016 12:44 pm

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Mensaje por SuenoLR Sáb Ago 06, 2016 2:50 am

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Ago 06, 2016 1:08 pm

Hay les dejo el 1 Capítulo.
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Mensaje por EsperanzaLR Sáb Ago 06, 2016 3:53 pm

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Mensaje por SuenoLR Dom Ago 07, 2016 2:11 am

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Mensaje por tamalevyrroni Dom Ago 07, 2016 11:23 am

Los rizos rubios de Franny se balancearon cuando ella corrió desde la orilla del agua hacia mí. La señora Baylor sentada bajo un roble con una bebida frutal en su mano y un sombrero de paja de ala ancha sobre su cabeza. Ambas habían conectado, y la señora Baylor se había ofrecido a cuidar de Fanny mientras yo trabajaba. Dijo que eso le daría algo que hacer y alguien con quién pasar el tiempo.
Franny nunca había tenido ningún tipo de abuelo en su vida, pero quería una familia. Era algo que siempre había notado sobre otros niños, la forma en que estaban rodeados por una madre, un padre, hermanos, abuelos, primos, tíos y ella deseó lo mismo. Fue lo único que no podía darle, porque yo tampoco había tenido una familia. Como una niña de orfanato desde que tenía cinco años hasta que me escapé a los dieciséis, sólo tenía una persona en mi vida que consideraba familia. También la única familia que tenía Franny: William.
Ella tenía mi pelo o, al menos, mi color natural y mis ojos, y Dios bendiga su corazón, ella también parecía haber heredado mi baja estatura. La única cosa sobre ella que no era una réplica de mí era su tez. Yo era blanca, mientras que a Franny se tornó de un color dorado por estar fuera expuesta al sol, aunque solo fuera por un rato. Ella consiguió todo eso de su padre. También tenía su sentido del humor y su sonrisa. Pero esas eran cosas que sólo una madre se daba cuenta. Para todos los demás, ella era igual que yo.
—¡Mamá, cogí un pescado! Un pez de carne y hueso. Excepto que tenía que tomar el anzuelo de su boca y tirar de nuevo antes de que muriera. No quería matarlo. Espero que el gancho no doliera tanto. La señora Diana dijo que estaba bien. Se supone que los peces deben ser comidos, pero yo quería que encontrara su familia. Podría haberla extrañado — Franny apenas respiró en su larga explicación, a continuación echó sus brazos alrededor de mi cintura y me abrazó con fuerza—. Te extrañé hoy, pero nos divertimos. Hicimos brownies de chocolate.
Me agaché para besar la cima de su cabeza y volteé para ver a la señora Baylor. Sonrió cálidamente y se levantó. El vestido largo sin tirantes bailó con el viento alrededor de sus piernas cuando caminó hacia a nosotras. Siempre lucía tan arreglada y glamorosa.
—¿Cómo estuvo el trabajo hoy, Maite? —preguntó.
—Bien, gracias —respondí sonriendo—. Escuché que las dos se divirtieron hoy.
Ella sonrió afectuosamente a Franny. —Ella hace mi día más brillante. Pero no es una pescadora.
Franny rio y tiró de mi mano. —Vamos adentro y come algunos brownies con
leche.
—Sí, vamos a echar a perder toda nuestra cena con la decadencia del dulce de chocolate — acordó la señora Baylor, haciendo un gesto hacia la casa principal. Ella nunca parecía ansiosa por que nosotras volviéramos a nuestra propia casa. Me preguntaba si ella iba a extrañar a Franny cuando empezaran las clases la próxima semana. Habían llegado de golpe. Al menos sabía que cuando Franny se bajara del autobús escolar todos los días, tendría una golosina y un abrazo esperando por ella.
Eso hizo todo mucho más fácil. Había luchado con la decisión de dejar Oklahoma, donde estábamos seguras. Franny tenía amigos allí, y mi trabajo como secretaria en su escuela me mantuvo cerca de ella. Mudarnos aquí había sido un gran paso para nosotras, pero lo había hecho por Franny. Y en el fondo, lo había hecho para William.
No quería lamentar esta decisión, aunque más observaba a William, más me gustaba la idea de nunca haber dejado Oklahoma.
***
Hace catorce años...
Otra casa de acogida. No me quedaba atada a ninguna. Había dejado de desear una familia hace años. Ahora sólo esperaba que nadie me hiciera daño y conseguir comida todos los días. Porque sabía cómo se sentía ser lastimada y no conseguir alimento.
Cora estaba a mi lado, con su duro ceño fruncido y postura tensa. Ella tampoco esperaba que yo durara aquí. Habíamos pasado por esto antes. Yo había sido transportada de casa en casa en los últimos ocho años, desde que mi madre me había dejado en el estacionamiento de la tienda de comestibles. Cora Harper fue mi trabajadora social y había estado a cargo de mi incorporación en cada nuevo hogar.
—Estás bien aquí, Addison. No discutas con ellos. No te quejes. Cuando te den algo que hacer, hazlo. Consigue buenas calificaciones, y no pelees en la escuela. Este hogar puede ser el indicado para ti. Ellos quieres una hija. Sólo tienes que ser buena.
Siempre he sido buena. Al menos, he intentado serlo. No discutí. Pedí comida cuando mi estómago dolía porque tuve hambre, y sólo me metí en una pelea una vez en la escuela, porque la otra chica me había empujado e insultado. Hice mi mejor esfuerzo para ser buena. Me di cuenta de que mi bien no era lo suficientemente bueno. No podía esperar que fuera diferente aquí.
—Sí, señora —respondí educadamente.
Cora me miró y dejó salir un pequeño suspiro. —Eres una niña hermosa. Si sólo actuaras correctamente, encontrarías un hogar donde quedarte.
Tuve la urgencia de decirle que yo había actuado bien. Estaba en la punta de mi lengua, pero me arrepentí y sólo asentí. —Sí, señora —respondí otra vez.
Seguí a Cora hacia arriba por las escaleras de la linda casa amarilla con un gran porche blanco que la rodeaba.
Me gustaba la apariencia de esta casa. Las otras casas donde había vivido no lucían así. Frecuentemente eran viejas y olían divertido.
Antes de que Cora golpeara la puerta, esta se abrió lentamente. Un chico alto se quedó ahí. Tenía el cabello rubio, largo y lanudo. Sus ojos verdes fueron de Cora hacia mí. Luego frunció el ceño. Realmente, nunca había visto un chico que fuera hermoso hasta ahora, y estaba frunciéndome el ceño. Ni siquiera había arruinado algo aún.
—Eres pequeña. Pensé que eras de mi edad —dijo, mirándome.
Odiaba ser llamada pequeña. Todos hablaban sobre mí por ser baja a mi edad. Ya lo había probado suficiente en la escuela. Enderezando mis hombros, intenté verme más alta. —Tal vez no eres tan alto —espeté en respuesta.
La mano de Cora envolvió mi hombro, y apretó tan fuerte que hice una mueca de dolor. Sus largas uñas se enterraron en mi piel, recordándome que tenía que hacer que esto funcionara. Si no lo hacía, sería llevada al siguiente hogar de chicas, y sabía que las pesadillas aguardarían allí. Había escuchado historias.
—Lo siento —murmuré pensando en el dolor de mi hombro, el que Cora no dejaba
ir.
—Déjela en paz. La está lastimando —dijo furioso el chico, haciendo que pusiera mi atención en su atractiva cara. Él estaba mirando a Cora como si estuviera listo para cortarle la mano—. Jesús, ella es delgada. No tiene que apretar el infierno de ella —dijo ceñudo.
—¡William Kipling! Cuida tu lenguaje —gritó una voz, justo antes que la figura de una mujer, que se convertiría en mi peor enemiga, llenara la puerta.
William
Mis ojos se abrieron y aparté la manta, me deslicé hasta el borde de la cama antes de tomar una respiración profunda. Estaba cubierto de sudor frío, y mi corazón todavía palpitaba. Este sueño era uno que conocía bien, pero había pasado un tiempo desde que lo soñaba. Desde el momento en que tenía dieciséis años, que había estado luchando contra un demonio, el que rompió mi corazón y nunca lo devolvió.
Jodida muerte. Había matado. A tantos hombres. Que merecían morir. Hombres que abusaban de niños. Hombres que no pertenecían a este mundo. Con cada uno, estaba salvando a ella. Aquella que le había fallado. La mujer que no había sido capaz de salvar. Traté de conquistar ese miedo de tantas maneras, después de diez años, todavía soñaba con ella. Otras noches, soñaba con cómo la había perdido. Cómo no fui lo suficientemente fuerte para salvarla. Apretando mis ojos, inhalé profundamente y enterré mi rostro en mis manos. Cada respiración quemaba y mi pecho se abría con dolor.
El hermoso rostro de Addy mirándome, sonriendo, mientras su cabello rubio bailaba alrededor de ella con el viento. La imagen me hacía sentir completo, pero sólo era un muestra. Un dulce recuerdo. Uno de los últimos que tenía de ella. El sueño se transformaba tan rápido. Sangre por todos lados. Addy sobre un charco de sangre, y todo lo que podía ver era a ella. La mujer que me crio, riéndose mientras veía a Addy morir. Gritaba cada vez, pero no era capaz de acercarme. Estaba paralizado. Incapaz de salvarla dentro del sueño o incluso abrazarla.
Ella había sido mi alma gemela. Mi otra mitad. Incluso cuando éramos niños, sabía que ella sería la mejor amiga que iba a tener. No me tomó tanto tiempo darme cuenta que la amaba. Alguna vez, temí de amarla tanto.
Pensar en Addy dolía más de lo que podía describir. Seguía esperando para que cesara, por el día en que pudiera recordarnos con una sonrisa. Pero era consciente que jamás obtendría eso. Ella había perdido la vida por mi culpa. Tan hermosa y delicada. Todo lo que alguna vez quise fue protegerla y mantenerla cerca.
Tenía que alejarme de esto antes de ir a trabajar. Hace meses que no soñaba con Addy. Usualmente pasaba cuando algo me lo recordaba. No estaba seguro qué era esta vez. Por qué estaba de vuelta en mis sueños, los cuales siempre se convertían en pesadillas. Pero algo estaba haciendo que pensara en ella.
No era Elle. De eso estaba completamente seguro. Era cuidadoso de nunca salir con alguien que me recordara a Addy. Rubias y pequeñas estaban fuera de mi radar. Lo intenté una vez, y los recuerdos me golpearon tan fuerte que casi decaigo y pido ayuda profesional. Por un tiempo las memorias de ella me mataban lentamente. Haciéndome desear haberme ido junto a ella. La vida parecía no tener sentido sin su sonrisa.
Pero yo era más fuerte que eso, y encontré la forma de vivir.
Incluso si eso me llevó a tomar las vidas de los otros. Mi pasado no era algo de lo que me arrepentía. Había hecho lo que necesitaba hacer por mí y detener a los pervertidos de lastimar a otros niños. No era legal, pero yo era alguien que le importaba una mierda la ley.
Me levanté y fui a tomar una ducha. Encontrar una manera para empujar los recuerdos en la parte más profunda mi mente.
Dos horas después, cuando llegaba mi oficina, Major Colt estaba sentado en el sofá frente a mi escritorio, con esa siempre-presente-sonrisa en su rostro. Si el chico no fuera tan bueno como es, no lo hubiera ofrecido a Benedetto DeCarlo. Cualquiera que pudiera poseer esa fachada de Playboy tolerante y matar a la gente por dinero en efectivo en su tiempo libre, era impresionante. Parecido a lo que yo era: un capullo. No tenía su encanto. Jodidamente no quería tenerlo, tampoco.
—¿Por qué estás aquí, Colt? —pregunté, lanzando mis llaves sobre mi escritorio.
—Parece ser que mi nuevo objetivo es unirme con alguien aquí. Así que me divertiré un poco en Maitemary Beach mientras trabajo. ¿Has visto las piernas de estas nenas?
No podía imaginar por qué Benedetto lo mandaría a Maitemary. Al menos que no fuera Benedetto. Últimamente, él le estaba dando más y más poder al hombre que estaba capacitando: Cope. Nadie conocía su nombre completo. Nosotros simplemente sabíamos que estaba a cargo. Y nadie le contradecía.
—¿Cope te ha enviado? —pregunté.
—Sip. Él es el único con quien me comunico. DeCarlo ya no llama. Se lo dejó todo a Cope.
Supuse que yo era el único que lidiaba personalmente con Benedetto. Él fue lo más cerca de una figura paterna que tuve en mi vida. Él me acogió cuando era un chico asustado y me dio un propósito.
—No me jodas —le advertí Colt. He visto a Cope asesinar solo por gusto. Y esa mierda daba miedo. El tipo no hizo preguntas; sólo terminaba el juego y se iba. Era lo que alguien como Benedetto le agradaba que hicieran, pero no a mí. Estuve de acuerdo en una sola cosa: me gustaba llevarlo a cabo si se lo merecían. No a los ojos de la ley, pero sí ante los míos. Eso era todo lo que me importaba. Si pensaba que estaba salvando a alguien que lo necesitara, entonces apretaba el gatillo.
Major rio. —Sí, te entiendo. Él es el rey de los tipos duros.
Él era más que eso, pero Major se daría cuenta muy pronto.
—Tengo trabajo que hacer, Colt. ¿Tienes una cita para esto?
Major se levantó y se encogió de hombros. —No, solo quería saludar y quedarme por un tiempo.
Genial. Fantástico. Mierda.
Un golpe en mi puerta tornó mi atención lejos de Major. —Pase —grité, esperando que no fuera más mierda a esta hora de la mañana.
Esas gafas llamaron mi atención en primer lugar. Su risa de ayer volvió a mí, y mi estómago se encogió. ¿Si fue eso lo que hizo que la pesadilla volviera? Jodidamente no lo esperaba. No quería despedirla por esto. Pero no podía trabajar con ella si iba a despertar a mis demonios.
—¿Puedo ayudarte? —pregunté, tratando de no desmoralizarme ante la vista de
ella.
Miró nerviosamente a Major y luego a mí. —Mi hija está enferma. Despertó con fiebre esta mañana, y la persona que la cuida es una señora mayor. No puedo esperar exponerla a lo que Franny pueda tener. También necesito llevar a Franny con un doctor.
El alivio de no volver a verla durante el día me llenó. —¿Cuánto tiempo crees que te tomará hacerlo?
Todo su cuerpo se tensó, y era como si estuviera tratando de contenerse físicamente de morderme por mi respuesta insensible. Casi sonreí.
—Con suerte, voy a conseguir una receta del médico para ella, y va a estar lo suficientemente bien como para que venga mañana —dijo, en un tono que comunica exactamente lo que su cuerpo no estaba tratando de decir. Estaba enojada conmigo.
—¿La niña no tiene un padre? —respondí, con ganas de ver a su reacción por alguna loca razón.
Pero en lugar de ponerse a la defensiva o responderme, su rostro palideció. Escuché a Major murmurar una gMaitería que sabía era para mí. Joder, ¿el padre de la niña estaba muerto o algo? Maldita sea mi estúpida boca.
—Yo creo… no —respondió en un susurro, antes de voltearse y cerrar la puerta.
—Eres un hijo de puta de primera —masculló Major, sonando irritado—. Ella parece ser una cosa dulce. Una cosa muy sexy y dulce. Y es madre soltera.
Él tenía razón, así que no contradije. Le debía una disculpa a Maite.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Ago 07, 2016 11:29 am

Capítulo 3
Maite
La  faringitis. Esto no iba a mejorar en veinticuatro horas. Tendría que quedarme en casa con Franny por lo menos durante dos días, antes de que los antibióticos hicieran su trabajo lo suficientemente bien como para volver al trabajo. Sin embargo, contarle a mi jefe me ponía a temblar.
Las palabras de William –no, William- habían sido para mí. No había ninguna razón para que nosotros nos quedáramos. No podría decir que fue un error. Al menos sabía en qué se había convertido el chico que cargué en mi corazón por todos estos años. No estaba privando a Franny de un buen padre. William era un idiota. Ella no necesitaba conocerlo. Además, me preguntaba si acaso él me creería. Esto era suficiente.
Me asomé a la habitación que compartíamos, y Franny estaba durmiendo pacíficamente, gracias a la medicina que le había dado. Recogí la copa de hielo derretido junto a la cama, antes de volver a salir de puntillas de la habitación. Llamar a William era lo siguiente en la lista. Si me daba un sermón por ello, entonces renunciaría antes de que él pudiera despedirme. Había otros puestos de trabajo en esta ciudad. Podría conseguir uno hasta que tuviéramos suficiente dinero ahorrado para mudarnos una vez más.
Cuidar de nosotros fue lo que hice, y era buena en eso. No terminaría en arrepentimiento. Esto era simplemente una puerta que por fin podía cerrar para seguir adelante. La culpa que sentía acerca de salir con otros chicos ya no me atormentaría. Ya no vería la cara de William sonriéndome cada vez que un chico me invitara a salir. A partir de ahora, diría que sí cuando el chico me agradara. No he de vivir con el sentimiento de culpa otro día más.
Salí para hacer la llamada, y no despertar a Franny. Si tenía suerte, me contestaría Elle, y ella se encargaría del asunto de forma incorrecta. Entonces simplemente podría renunciar. Fácil.
—¿Hola? —la profunda voz de William vibró a través del teléfono. Odiaba el hecho de que me gustaba su estúpida voz.
—William, es Maite. Mi hija tiene faringitis estreptocócica, y voy a tener que quedarme con ella durante dos días —solté rápidamente y luego me tensé, lista para su respuesta.
—Está bien, sí. Toma todo el tiempo que necesites —respondió.  
Me olvidé de respirar un momento y me quedé con la boca abierta. ¿Había escuchado correctamente?
—Y sobre mi comentario de hoy —dijo—, lo siento. Fue gMaitero e imprudente. No debería haber preguntado eso. Respeto el hecho de que seas una madre soltera trabajadora.
Las palabras que yo había estado a punto de gritarle, se evaporaron mientras estaba de pie en el silencioso temor de lo que estaba escuchando.
—¿Estás ahí? —preguntó. Me las arreglé para asentir con la cabeza, aunque él no podía ver eso.
Tragando, abrí mi boca de nuevo y logré murmurar. —Gracias.
William dejó escapar un profundo suspiro y esperó un momento.
¿Estaba esperando que yo dijera algo más? Me había conmocionado. No sabía qué
decir.
—Sólo llámame cuando sepas que puedas volver. Nos las arreglaremos sin ti mientras cuidas de tu hija —dijo, antes de finalizar la llamada. No esperó a que yo dijera más. Pensé que había renunciado a mi respuesta.  
Sostuve el teléfono en la mano y lo miré sin comprender. ¿Esto realmente había pasado?
—Mami —Franny llamó desde el interior. Me apresuré por ella. Averiguaría los motivos de William más tarde.
***
Hace catorce años…
—Te gusta comer, ¿verdad? —dijo arrastrando las palabras desde el otro lado de la mesa, con una sonrisa divertida.
Si no fuera tan agradable a la vista, lo ignoraría, pero me ha gustado verlo sonreír. Incluso si me estaba tomando el pelo. Mis mejillas se sentían calientes de vergüenza por comer tan rápidamente. Nunca sabía cuándo la comida iba a dejar de llegar. Mientras los platos llenos se pusieran en frente de mí, tenía la intención de disfrutar de ellos.
Asentí en respuesta.
—No van a parar de alimentarte —me aseguró, como si hubiera leído mi mente.
Este chico, a quien le habían dado esta vida, no sabía lo que era tener hambre. Yo sí. También sabía que las cosas buenas no duraban. Tenías que aprovechar la oportunidad al máximo si te ocurría.
—Puede que ellos nos alimenten esta noche, pero papá no volvió a casa a tiempo para la cena. Mamá lo enfrentó. Esto ocurre muchas veces. Te acostumbrarás.
Pongo otro bocado de puré de patatas en mi boca. Con tal de que me dieran de comer, no me importaba donde comían.
—No eres una gran habladora.
Tragué saliva y dejé el tenedor.
Él era bastante agradable, a pesar de que le gustaba burlarse de mí. Si le daba la oportunidad de conocerme, tal vez podríamos ser amigos mientras me quedara aquí,  
—Me gusta el pollo —dije finalmente, porque no estaba segura de qué más decir.
Su rostro pasó de una simple sonrisa a una en toda regla y se echó a reír. Mi cara ardía esta vez, y empezó a sacudir la cabeza mientras se reía. —No, es que… —soltó otra carcajada—, eso es bueno. Me alegro que te guste el pollo, Addison.
—Es Addy — respondí en un susurro.
Se quedó en silencio y se acercó más. —¿Qué dijiste?
Alejé mi vergüenza y me encontré con su mirada. —Mi nombre es Addy.
Las comisuras de los labios se levantaron, y el verde de sus ojos brillaba. —Me gusta. Addy.
—Gracias. A mí también. Addison es demasiado largo y suena viejo.
Su sonrisa permaneció y se encogió de hombros. —No creo que suene viejo, pero Addy te queda.
—Mi mamá me llamaba Addy —admití, sorprendida de mí misma. Nunca había hablado de ella.
—¿Qué le pasó a tu madre?
Yo quería decirle. Nunca quise contarle a nadie, pero quería hacerlo con este chico. —Me dejó hace mucho tiempo… en el estacionamiento de una tienda de comestibles.

William
Cuando la puerta de mi oficina se abrió, y sin avisar, supuse que era Elle. Ella continuaba confundiendo nuestra vida sexual con tener algún tipo de poder por aquí. —Llama la próxima vez —le espeté sin levantar la vista. No estaba de humor.
—Mis manos están llenas con tu café. Intercepté a esa chica tan alta de cabello oscuro que sigue rondándote —respondió Blaire.
Levanté la mirada para ver a mi hermana de pie en la puerta con una sonrisa y una taza de café.
—Pero pienso que con esa actitud, podría quedarme con este café.
Había conocido a mi hermana hace sólo unos años. Ni siquiera sabía que existía hasta que mi padre biológico me encontró. Pero desde el momento en que nos encontramos, ella había salido de su camino para asegurarse de que nos convirtiéramos en una familia. Y tuvo éxito. A Blaire Finlay era difícil decir que no.
—Lo siento. Pensé que eras Elle —le expliqué.
La comprensión iluminó sus ojos, tan parecidos a los míos, mientras se acercaba, y dejó la taza sobre el escritorio. —En ese caso, te entiendo completamente. Ella es molesta. —dejé a Blaire ser franca. Ella siempre decía lo que pensaba.
—¿A qué debo el placer? —pregunté, tomando mi café e inclinándome hacia atrás para estudiar a mi hermana, que se acomodaba en la silla frente a mi escritorio.
—Sólo te he extrañado. Me pareció que mudarte a la playa de Maitemary significaba que nos veríamos más a menudo, pero trabajas todo el tiempo. Me quejaba esta mañana, y Rush me sugirió venir a verte e invitarte a cenar.
Rush Finlay era su marido y el hijo del baterista de la banda de rock más famosa del mundo, Slacker Demon. Habían comenzado el lanzamiento de éxitos número uno hace veinte años y todavía estaban en ello. El mundo de Rush era muy diferente de Blaire, pero ellos trabajaron juntos. Él adoraba el suelo que pisaba y era un sorprendentemente gran padre para su hijo.
—Este lugar me ha consumido hasta el último segundo. Esta es mi primera vez que pongo en marcha un restaurante, y es más de lo que esperaba.
Blaire inclinó la cabeza, y su pelo rubio claro cayó sobre un hombro. —Entonces, ¿esto es un no a la cena?
Estaba ocupado, pero sabía que si le decía que no, ella estaría triste y me sentiría como una mierda. Y después, tendría una visita. De Rush. Esa visita no sería fácil en absoluto. Cedí. —Estaré allí. Dime cuando.
Ella me miró y pensé que hacerla sonreír de esa manera valía la pena por encontrar el tiempo para pasar el rato con su familia. —¡Estupendo! ¿Qué tal mañana por la noche? — preguntó, aplaudiendo como si le hubiera dado la mejor noticia.
—Puedo, sí. Mañana por la noche.
—Perfecto. A las siete en punto. Y no traigas esa chica. Puedes llevar a alguien si quieres, pero no ella. O puedo invitar a una amiga o algo así… —se interrumpió. No conozco a ninguna de las amigas de Blaire que podrían estar solteras, pero no estaba seguro de confiar en ella para tratar que yo me consiguiera pareja.
—No voy a llevar a Elle, pero no quiero que invites a cualquier otra persona. Será sólo una cosa de familia.
Blaire sonrió mientras se levantaba, y algo acerca de esa sonrisa me puso nervioso. Su mente ya estaba maquinando. Maldita sea. —Nos vemos luego —dijo—. No te excedas. El lugar se ve muy bien y estoy segura de que será un éxito. Simplemente toma un tiempo para ti.
Asentí. En toda mi vida, sólo una persona se preocupó lo suficiente para darme estas pequeñas conversaciones sin sentido. Empujé el recuerdo lejos. Ya estaba soñando con Addy otra vez; tampoco podía dejar que entrara en mí día a día.
—Lo tengo —le aseguré, con tal de que dejara los consejos y se fuera. No quería que le importara. No cuando estaba tan cruda emocionalmente.
—Entonces, mañana por la noche —repitió, como si me fuera a olvidar. Luego se fue.
Tomé un largo trago de mi café y dejé que quemara todo el camino hacia abajo. Había pendientes que leer y llamadas por hacer.
Momentos después de que la puerta se cerró detrás de Blaire, alguien llamó. Reprimiendo una maldición, miré hacia arriba. —Adelante —le dije, más fuerte de lo necesario.
Se abrió lentamente, y el rostro de Maite se asomó. —Lo siento si te estoy interrumpiendo. Yo solo… Quería hacerte saber que estoy de vuelta y darte las gracias por la comprensión sobre Franny. Voy a trabajar horas extras el resto de la semana.
Ser un jefe duro-patea-culos, era más fácil cuando no conocías los detalles de la vida personal de los demás. Pero ahora sabía que Maite era una madre soltera, y jodidamente habían cambiado las cosas. Era tan joven. Sin embargo, ella había mantenido a su hija. Yo respetaba eso.
Sus grandes ojos parpadearon detrás de sus gafas y me pregunté cómo era sin ellos. Era hermosa, pero no podía imaginar lo mucho más atractiva que sería si ella no estuviera escondida detrás de ellos.
—¿Ella está mejor ahora? —pregunté, antes de que pudiera detenerme.
La tensa expresión de Maite menguó y sonrió, su cara iluminada, y mi intestino se apretó como cuando había oído su risa, el otro día en la cocina. Algo en su sonrisa tocó la fibra sensible en mí.
—Sí, gracias. Está mucho mejor y lista para salir y jugar de nuevo —dijo Maite, amor obvio y alivio en su voz. Amaba a su hija. No había ninguna duda al respecto.
—Bueno. Me alegro. No te preocupes por las horas extras. Puedes volver a las horas de trabajo regular. No creo que estemos muy retrasados.
Ella asintió. —De acuerdo. ¿Es necesario buscar a Elle para obtener mis indicaciones para el día?
Elle la comería viva, por lo que negué. Lo cual era ridículo, ya que Elle pronto sería la jefe total del personal de servicio, y Maite tendría que responder a ella con el tiempo. No podía protegerla de Elle para siempre, y jodidamente no debería. Tendría que arreglar eso. Elle no tenía ni idea acerca de la vida de Maite. Necesitaba ir más despacio.
—Vuelve a la cocina y ayuda a Brad. Él tiene otro envío. En el almuerzo de hoy, el personal de la cocina va a preparar algunos de nuestros platos para el menú principal, y el personal de servicio se reunirá en el comedor para una degustación por lo que todos sabrán cómo describir cada plato a los clientes.
—Sí, señor —respondió un poco demasiado rápido, como si no pudiera esperar para alejarse de mí, antes que diera un paso atrás y cerrara la puerta, dejándome solo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Ago 07, 2016 11:37 am

Capítulo 4
Maite
Odiaba mi risa, o tal vez era sólo el sonido de mi voz. ¿Él la reconocía? ¿Era eso? ¿Odiaba a la chica que pensó que había escapado y lo dejó? ¿Yo era un recordatorio de algo que quería olvidar?  
Nada más salir, inhalé la brisa cálida y me tomé un momento para permitir que el dolor en mi pecho se aliviara. Estar cerca de él estaba haciendo que el dolor fuera más fuerte. Las cosas que había sido capaz de hacer a un lado y los recuerdos que había dejado escapar, ahora estaban golpeando a mi puerta. Se habían colado de nuevo en mis sueños, a veces no podía respirar.
No estaba segura de lo que él pensaba que me había sucedido en todos estos años. Mi elección había sido rápida, y sólo tenía una cosa en mente: protegerlo. Yo había causado demasiados problemas, y permanecer allí solo nos habría destrozado al final. Ella se habría ocupado de ello. Me había dejado sin otra opción. Hice lo que tenía que hacer.  
Era obvio que mi risa provocó una reacción en él. Su mirada escrutadora, y la frialdad en sus ojos me quitaron cualquier goce que estuviera teniendo. Él podría arruinar mi capacidad de sonreír con esa mirada.
Brad también lo había notado hoy en la degustación. Yo no era la única que vio el extraño comportamiento de William cuando me reí. Brad se había inclinado para susurrarme algo acerca de Elle apenas probando bocado, y cuando dejé escapar una pequeña risa, los ojos de William se concentraron en mí. Brad lo miro molesto y dijo por lo bajo: —¿Cuál es su problema?  
Si él estaba reconociendo mi risa, tenía que tener más cuidado. No estaba lista para confesarle la verdad, aún. Él había mostrado cierta amabilidad, y por un momento, había visto al chico que conocí bajo esa fría apariencia. Pero no era suficiente para permitirle entrar en la vida de Franny.
La mirada furiosa de Elle cada vez que veía en mi dirección me recordaba lo que no iba a dejar entrar en la vida de mi hija. Si Elle era un ejemplo de la clase de mujer que William mantenía en torno a su vida, entonces no era lo suficientemente bueno para Franny. El simple hecho era, que yo no confiaba en él.
—¿Te diriges a casa? —Brad me preguntó justo cuando llegué a mi coche. Había estado tan absorta en mis pensamientos que no lo había escuchado caminar detrás de mí.
—Sí, mi hija debe estar esperando por mí —le dije con una sonrisa. Reconocí la actitud coqueta que tenía conmigo. Yo había tratado con varios hombres a través de los años. A veces salía con ellos, pero nunca duraba, porque no podían lidiar con el hecho de que Franny estaba primero. Era una madre ante todo.
—¿Tu y Franny estarían interesadas en acompañarme a ir por un poco de pizza en la playa?
Su pregunta me sorprendió, deje de buscar las llaves del coche en mi bolso y levanté la vista. —¿Qué? —le pregunte, a pesar de que ya lo había oído.
Él sonrió, y casi se le forma un hoyuelo en la mejilla izquierda. Sus dientes eran bonitos y blancos. Tenía una linda sonrisa.  
—Sé que preparo comidas gourmet como profesión, pero disfruto de una buena pizza con queso tanto como cualquier otro. Hay un lugar al que voy en Grayton Beach que está justo sobre el agua.
Miré hacia él en estado de shock. Nunca nadie me había preguntado para salir con Franny. La mayoría de las veces, cuando los chicos se enteraban sobre Franny, ponían excusas y se alejaban. Brad, sin embargo, parecía estar completamente bien con el hecho de que tuviera una hija de nueve años.
—Uh, bueno... sí, seguro. A Franny le encanta la pizza —escuché la sorpresa en mi voz. Brad rio de nuevo y asintió con la cabeza hacia una camioneta Ford blanca.  
—Te seguiré a casa, y podemos buscar a Franny —parecía muy contento. Yo simplemente asentí.
Brad era probablemente dos años mayor que yo, alto, de ojos oscuros y cabello color avellana. Parecía ser alguien que pasaba tiempo de calidad en el gimnasio. Había siete camareras en el restaurante que eran jóvenes, solteras, y hermosas. ¿Por qué me perseguía a mí? Sabía que dos de esas chicas tenían un flechazo con él, y siempre estaban inventando razones para ir a la cocina a hablarle. Él era educado y lo tomaba con calma, pero nunca las alentó. No les impidió volver a intentarlo. Pero yo había asumido que eso significaba que tenía pareja. Tal vez una novia o una prometida. No era asunto mío, así que no le pregunté.
—Nos vemos en un rato —dijo con un guiño y se volteó para dirigirse a su camioneta.
De acuerdo, tal vez solo se trataba de un amigo siendo amable. Quiero decir, él invitó a Franny sin pestañear. Habíamos disfrutado de la compañía del otro en los pocos días que William nos había reunido para preparar la gran inauguración.
Finalmente, mis dedos aterrizaron en el llavero en el fondo de mi bolso. Había abierto la puerta y comenzado a entrar cuando vi algo por el rabillo de mi ojo. Eche un vistazo hacia atrás y vi a William caminando hacia la puerta con Elle. Ella había envuelto sus brazos alrededor de su cintura, mientras las manos de él descansaban sobre su cadera. Pude ver cómo le sonreía.  
Ese no era mi William. Cuanto más tiempo pasaba a su alrededor, mi corazón lloraba aún más por el chico al que había amado. Algo lo había convertido en ese hombre. Un hombre solitario, hermoso y duro. No quería que mi estado de ánimo cayera en picada así que aparte la mirada y conduje sin mirar atrás.
***
Hace trece años…
—¿Dónde está Addy? —le preguntó William a su madre. Podía oírlo desde el armario donde estaba encerrada. Estaba oscuro, y realmente tenía que ir al baño, pero sabía que no debía golpear o hacer ruido. Ella me dejaría aquí por más tiempo.
—Addison está siendo castigada. Ve a lavarte las manos para la cena. Papá estará aquí esta noche. Él llamó y prometió estar en casa. Podremos tener una comida familiar — su voz sobreexcitada me hizo temblar. Yo estaba aterrorizada de esa voz.  
—¿Por qué Addy está siendo castigada? ¿Dónde está ella, mamá? —William sonaba enojado.
Su madre suspiró ruidosamente. —Eso no es de tu incumbencia. Ve a lavarte las manos como un buen chico.
—Tengo trece años. No me hables como si tuviera cinco. Ya soy un adulto, mamá. Así que dime dónde está Addy. ¡Ahora!
Rugió en la última parte, y apreté los ojos con fuerza, rezando para que ella no lo golpeara. Él no se defendería. Nunca lo hacía. Simplemente dejaba que lo golpeara hasta que se cansara. Entonces ella corría a su habitación, y él venía por mí.
—Su nombre es Addison. Addy suena ridículo. Y no me grites —dijo ella, seguía sonando demasiado feliz—. Tu padre estará aquí en cualquier momento. No vamos a discutir. Con ella fuera del camino, podremos disfrutar de nuestra comida.
Escuché un fuerte estruendo, y salté hacia atrás apoyando mi espalda contra la pared. —Si no me dices dónde está, voy a lanzar cada maldito plato de esta cocina contra la pared —la voz de William sonaba mucho más mayor que la de un niño de trece años de edad.  
—Por favor, Dios, no dejes que lo golpee —susurré, preguntándome si Dios escucharía si oraba por alguien más. Yo sabía que rezar por mí misma no funcionaba, ya lo había intentado.  
Un chillido estridente hizo que mi corazón se apretara. —¡Suelta mi brazo!
—No. No voy a dejar que me golpees, y no voy a permitir que la encierres de nuevo. Dónde. Está. Ella.
—Por favor, por favor, por favor, Dios —rogaba en silencio en la oscuridad. Él la estaba presionando demasiado.
—¡Ay! —gritó—. Estás lastimando mi muñeca.
—¡Entonces dime dónde está Addy!
—En el armario del vestíbulo —ella dejó escapar un gruñido de enojo—. Pero si vas tras ella, te encerraré en el ático.
—¡Noooo! —lloraba en voz baja. El ático estaba muy caliente y sucio. Cada vez que ella me encerraba allí, tenía pesadillas durante días.
—Tú no me encerrarás en ningún lugar. Le diré a papá —advirtió. Entonces sus pasos se acercaron hacia mí.
Me hubiera gustado que me dejara aquí. Nosotros tendríamos que pagar por esto más tarde. Ella haría algo terrible.
El pomo de la puerta giró y entrecerré los ojos por la luz mientras levantaba la vista hacia él. Era tan alto, y en ese momento, con esa expresión feroz en su cara, estaba segura de que era mi ángel. Tal vez Dios me había escuchado y me había enviado a William.
Él se puso de rodillas y tendió una mano hacia mí. —Está bien, Addy. Estoy aquí — su voz era suave. Nada parecida a la que le había oído usar con su madre.
—Si la sacas de ese armario, voy a llamar a servicios sociales y la enviaran lejos. No tengo por qué mantenerla aquí. Ella no es lo que quería. Es una niña mala.
Yo no quería ir a una casa de acogida, y perder a William, pero mantuve la boca cerrada. Entre mis opciones, había dos clases de males. Conocía éste. No sabía a lo que me enfrentaría por ahí. Tampoco tendría a William para defenderme.  
—Si la envías lejos, le diré a papá que estás tomando píldoras de nuevo —dijo William, girándose para mirarla—. Lo sé. Tengo pruebas. Le diré, y él se irá esta vez. Por tu bien.
No estaba segura de que píldoras le estaba hablando, pero su rostro palideció. Ella no dijo nada, dio media vuelta y se alejó.
—Vamos, Addy. Ella va a encerrarse en su habitación esta noche. Yo gané la partida —dijo, tomando mi mano y dándole un suave apretón—. Vamos a buscarte algo de comida.  
—Tu papá está volviendo a casa —le susurré, con miedo de que ella pueda oírme y
regrese.
Frunció el ceño y sacudió la cabeza. —No, él no vendrá. Está con su secretaria. Venga, vamos a comer.
William
Era su risa. Brad la hizo reír jodidamente demasiado hoy, por lo que tuve muchas oportunidades de evaluarla. Decirme a mí mismo que la risa de Maite me recordaba a la de ella era una subestimación. Maite tenía la risa de Addy. Incluso la forma en que sus ojos bailaban y como inclinaba la cabeza hacia atrás eran idénticas a las de Addy. Era difícil de ver y escuchar.
Había tenido que reprimir un gruñido para decirle dos veces hoy que dejara de reír. Odiaba la forma en que el sonido de su risa me hacía sentir, porque junto a su calidez llegaba el agudo dolor de la pérdida. Algo que pensé había superado hace años. Tendría que mantener a Maite a distancia. Ella era muy trabajadora y una madre soltera. No podía despedirla. Sólo tenía que evitarla, o me rompería. Un daño emocional vino con esos recuerdos. Incluso después de todos estos años, era un trauma que nunca olvidaría. Mis acciones siguientes a la muerte de Addy me habían cambiado. Nunca sería la misma persona de nuevo.
Con cada hombre que maté, perdí un poco más de mi alma. Incluso si esos hombres merecían morir, ser el responsable de haberle puesto fin a sus vidas se llevó un pedazo de mí. Yo sabía que nunca podría amar a alguien otra vez, porque ya no podía. Mis emociones no eran normales. Estaba tan obsesionado con los recuerdos y bloqueado de una manera que no podía ser curado.
Cuando saque mi camioneta del puerto deportivo donde guardaba mi bote, vi el coche de Elle. Le había dicho que no estaba de humor para compañía esta noche, pero ella no me había escuchado. Rara vez lo hacía. Tal vez lo que necesitaba era dejarla que mantuviera mi mente alejada del pasado.
Había vivido en un bote la mayor parte de mi vida desde que me convertí en adulto. Ya que se movía conmigo, lo que significaba que podía salir en cualquier momento. Me gustaba la libertad que me daba. Lo había echado de menos cuando estuve en Texas, mi más reciente estado de residencia. Las casas me traían malos recuerdos. No me atrevía a permanecer en una. Mi bote me daba paz
Al entrar, me di cuenta de que Elle estaba en la pequeña cocina, haciendo unos sándwiches. Cuando hacia cosas como esta, me sentía culpable por estar engañándola, si eso era lo que estaba haciendo. Ella tenía sus problemas, pero no era mala. Cuando necesitaba aliviar el estrés, siempre estaba allí. Yo simplemente no tenía lo que ella necesitaba emocionalmente. Y nunca iba a querer más que esto. Jamás me había preocupado por ella, por no hablar de amor.
Su largo cabello castaño cayó sobre su hombro mientras se giraba hacia mí. Luego sonrió. Esa sonrisa era segura. No causaba dolor en mi pecho. Ella no me recordaba a todo lo que había perdido.
Ella podía reír, y no me afectaría. Era otra razón por la que me gustaba Elle.
—Sé que dijiste que no estabas de humor para tener compañía, pero supuse que necesitarías comer algo, y yo estaba hambrienta, así que nos prepare unos sándwiches. Al menos podemos comer juntos. Luego me iré.
Ella sabía que no se iba a marchar tan bien como yo. Pero solo me limite a asentir y me acerqué a la nevera para tomar una cerveza. —¿Quieres algo? —le pregunté.
—Una cerveza está bien —respondió, un poco demasiado feliz. Ella sabía que había ganado. Yo estaba demasiado cansado para preocuparme por esto.  
Tomé dos cervezas y puse la suya en el mostrador antes de recoger mi sándwich. Era el más grande de los dos. Rara vez comía porciones grandes. Dudaba que ella siquiera comiera la mitad de su sándwich.
Comí un bocado, me incliné hacia atrás y vi las oscuras olas en el exterior. Estaba tranquilo esta noche. No había viento que complicara las cosas.
—¿No quieres sentarte? —preguntó Elle, interrumpiendo mis pensamientos.
Negué con la cabeza y mordí otro bocado.  
—Pareces algo tenso hoy. Como si estuvieras listo para explotar en cualquier momento.
Ella me miraba muy de cerca. Si relacionaba mi estado de ánimo con Maite, las cosas se pondrían feas. Esa era otra razón para distanciarme de Maite.
Estás protegiéndola. Al igual que a Addy.  
La idea estaba allí antes de que pudiera alejarla de mi mente. Era la verdad, por supuesto. Estaba protegiendo a Maite. Simplemente porque su risa me recordaba a Addy. Yo podría mentirme a mí mismo y decir que estaba intrigado por ella porque era una madre soltera y trabajadora. Pero eso no era todo. Sabía que no lo era.
—Mientras más cerca estamos de la apertura, más tenso me pongo. Vas a tener que lidiar con eso —le respondí sin emoción.  
Pude ver a Elle jugando con su sándwich en lugar de comerlo. Ella quería más de mí. Hubiera sabido que llegaría el día en que ella me pediría más. Siempre lo hacían. Y siempre las enviaba a seguir su camino. Yo no daba más.  
—Me gustaría que te abras más conmigo. Estoy aquí para escucharte. Me preocupo por ti. Pensé que nos estábamos acercando. Ayer mismo, en tu oficina…
—Nosotros follamos, Elle. Eso es todo. Un polvo. Te lo dije al principio, yo sólo follo, nena. Si quieres más que eso, estás con la persona equivocada.
Mis palabras eran frías, pero ese era yo. Necesitaba oírlo.
—Tú no eres ese chico duro e intocable que quieres que yo crea que eres. Te he visto bajar la guardia. Así que, ¿es por mí? ¿No es así? ¿Tú no me quieres?
Este era el momento. Yo podría hacerle daño y mentir, decirle que sí, y enviarla a seguir su camino. Pero ella era mi camarera principal. No la quería, pero tampoco sería tan cruel.
—No eres tú —le espeté. No iba a compartir con ella un pedazo de mí o de mi pasado. Sin embargo, tenía que entender que yo no era el hombre que estaba buscando—. Entregue mi corazón hace mucho tiempo.
Oí su rápida inspiración. Ella no esperaba eso.  
Tomando otro bocado de mi sándwich, alcancé mi cerveza y la empujé fuera del mostrador. Necesitaba distancia de Elle. De todos.
—¿Estás diciendo que estás enamorado de alguien más?
Era más que eso, pero simplemente asentí con la cabeza y bebí de mi cerveza.
—¿Quién es? ¿Dónde está ella? —preguntó Elle, alzando la voz lo suficiente para hacerme saber que estaba cabreada.  
—No quiero hablar de ello.
—¿No quieres hablar de ello? —casi gritó detrás de mí—. Hemos estado follando, como tú lo llamas, por semanas, y ¿omites el hecho de que estás enamorado de otra persona? ¿Qué estamos haciendo, entonces? ¿Eh?
—Follar —le contesté.
—Eres un... eres un... ¡ugh! No puedo creer que yo… —Se detuvo y dejó escapar un gruñido, luego se dirigió a la puerta—. No vas a utilizarme—dijo ella, justo cuando estaba a punto de salir.
—Bueno —fue mi única respuesta. No debería permitir que la utilicen.
—¿Eso es todo lo que vas a decirme?, ¿En serio?
Coloque mi cerveza en el suelo y finalmente me volteé a mirarla. La furia en su rostro era lo que esperaba.
Esta era la forma en que siempre terminaba. A pesar de que yo les advertía desde un principio que nunca querría más. —¿Te he dicho desde el principio que haríamos algo más que follar?
Ella me miró furiosa pero finalmente asintió.
—Correcto. No lo hice. Tú eras la que quería cambiar las reglas.
Pude ver el dolor en sus ojos, y me sentí culpable por eso. Me sentía culpable cada maldita vez que hacia esto.
Elle no dijo nada más. Se dio la vuelta y se fue.
Finalmente, estaba solo.
Capítulo 5
Maite
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Ago 07, 2016 2:06 pm

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