Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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When You´re Back Webnovela LevyRroni Adaptada

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Mar 12, 2016 3:22 pm

 When You´re Back Webnovela LevyRroni Adaptada N524is

Sipnosis


El futuro es brillante para Maite Ellis. Tiene a Willim Colt-Manning, el hombre de sus sueños, y una familia que no sabía que existía hasta que su perdido padre apareció en su puerta en Rosemary Beach. Después de crecer con una madre cruel y un padrastro abusivo, Maite está ansiosa de conocer al hombre cariñoso y encantador que quiera ser parte de su vida. Todo finalmente está en su lugar.

Mientras Maite visita a su nueva familia en Chicago,William pasa tiempo con su “prima” Aida, quien lo ha adorado desde su infancia. A pesar de que no están relacionados por la sangre, William y Aida se han considerado el uno al otro como familia. Pero cuando Maite regresa, puede decir que hay algo no del todo bien con Aida, quien claramente odia a Maite y sobresale en sus juegos de manipulación. Y aunque William no lo sospeche, Maite sabe que Aida no lo ve solo como un primo…

Rosemary Beach, #12
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Mensaje por EsperanzaLR Sáb Mar 12, 2016 5:12 pm

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Mensaje por Joanita Sáb Mar 12, 2016 5:31 pm

Empiezala por favor! !!!!!
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Mensaje por asturabril Sáb Mar 12, 2016 9:05 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 13, 2016 12:47 pm

1

Maite

Pasaron veintidós días, cinco horas y treinta minutos desde que me despedí de William‖en‖el‖aeropuerto‖O’Hare.‖Una‖vez‖que‖se‖aseguró‖de‖que‖me‖encontraba‖segura‖en‖ la casa de mi padre en Chicago, con mi nueva familia, volvió al rancho de su familia en Texas, el cual no podía funcionar sin su presencia.

Regresar con él fue tan tentador. Me encontraba lista para empezar mi vida con William, me hallaba ansiosa por hacer de su casa nuestro hogar. Pero primero, necesitaba hacer esto.

Hace un poco más que de un mes atrás, un hombre italiano refinado y bien vestido se presentó en mi puerta en Rosemary Beach, donde trabajaba como empleada para una de las familias más ricas de la ciudad. No mucho después de conocer a William, el padre que nunca conocí —y que ni siquiera me hallaba segura si estaba vivo— volvió a mi vida, queriendo ser parte de ésta.

William estuvo allí conmigo, sosteniéndome la mano a través de todo. Benedetto se quedó con nosotros en Rosemary Beach una semana, y luego todos volamos juntos a Chicago.

Pronto descubrí que no solo tenía un padre, sino también un hermano. Era dos años menor que yo y un revoltoso total, Raul me hacía reír constantemente. También tenía abuela, o nonna, como prefería que la llamaran. Amaba sentarse y conversar conmigo por horas. Me contó historias de juventud sobre mi padre y me enseñó fotos de la niñez de Raul. También me contó cómo le suplicó a Benedetto que me encontrara. Él tenía sus razones para no venir detrás de mí. Eso era lo todo lo que decía. Quería odiarlo por no ir por mi cuando era pequeña, pero no podía. Mi vida me guió a William.

El tiempo que pase con ellos fue hermoso, pero extrañaba a William. Hablarle todas las noches no era suficiente. Lo necesitaba. Lo necesitaba más que necesitaba un padre, hermano y nonna. William era mi familia. La primera persona quien verdaderamente estuvo allí para mí después de toda una vida de abuso de parte de mi madre y padrastro.

Ahora, finalmente, me encontraba en casa, o el lugar que casi se convierte en mi casa antes de que mi padre se presentara. William y yo planeábamos mudarnos juntos, pero todavía no sucedía completamente.

No le dejé saber que volvía antes. Quería sorprenderlo.

El conductor del taxi se detuvo afuera de la casa de los padres de William en su gran rancho. Un vistazo a la oscura casa me dijo que no había nadie. Bueno. Mi sorpresa era solo para William. Le pagué rápidamente al conductor, saqué mi única maleta de la maletera, y fui apresurada al establo. Su camioneta se hallaba estacionada al lado de otra que no reconocí.

Dejé la maleta al lado de su camioneta, luego caminé hacia la pequeña colina hacia los establos. Sabía que se hallaría allí, ya que me dijo que no planeaba entrenar un caballo este día. Mi corazón se aceleró de emoción, y mis manos picaron por tocarlo. Me encontraba agradecida del tiempo con mi familia, pero no iba a dejar a William otra vez. Si no podía ir conmigo a Chicago la próxima vez, entonces no iría. Ellos tendrían que venir a visitarme aquí.

Una risa femenina salió del establo mientras me acercaba. ¿Atendía una reunión de negocios? No quería interrumpirlo si se encontraba con un cliente. No podía arrojarme a sus brazos si se hallaba en medio de un negocio con un caballo y su dueño. Hice una pausa afuera de los establos.

—No, William, la otra noche me prometiste que cabalgaríamos hoy. No puedes retractarte para trabajar. Quiero cabalgar —dijo la mujer. Su voz me envió un escalofrío por la columna. Era joven y coqueta, se hallaba demasiado familiarizada con William.

—Sé que lo prometí, pero tengo trabajo que hacer. Tendrás que ser paciente — respondió.

—Voy a batir las pestañas y hacer puchero si no consigo lo que quiero —amenazó la fémina.

—Nada de juegos hoy, Aida. En serio tengo cosas que hacer. Haz monopolizado todo mi tiempo los últimos dos días —dijo con voz que me hizo retroceder. Conocía esa voz. La usó conmigo.

—Pero estoy aburrida, y tú siempre me entretienes —respondió juguetonamente.

—En serio, necesito que me des algo de tiempo para hacer algunas cosas hoy. Te entretendré esta noche. Saldremos, iremos por algo de comer. Incluso te llevaré a bailar.

Mi corazón se rompió. Lo que escuchaba podría ser interpretado de muchas maneras. William estaba pasando tiempo con otra mujer. Se preocupaba por ella. Podía oírlo en su voz.

Asumí que me engañó una vez. No quería hacerlo de nuevo, pero, ¿qué más podía significar? Miré la camioneta estacionada al lado de la suya y de nuevo a la puerta que llevaba adentro. Mi corazón quería correr y hacerse una bola para evitar romperse a pedazos.

Pero mi cabeza me decía que tenía que enfrentar esto. Sea lo que sea. Por lo menos, darle la oportunidad de explicarse antes de irme.

Toda la emoción que sentía momentos antes, murió completamente. Me hallaba llena de emociones que ni siquiera podía empezar a descifrar.

La risa de la mujer flotó hacia afuera, seguida por la risa baja de William, la que siempre me hacía sentir cálida por dentro. Se divertía. Estar con esta mujer lo hacía feliz. ¿Me fui por mucho tiempo? ¿Había necesitado a alguien más?

¿O descubrió que yo no era tan especial como pensaba?

—Hola. ¿Puedo ayudarte? —preguntó la voz femenina.

Levanté la cabeza de golpe para verla parada en la puerta del establo como si estuviese a punto de irse. Era alta, con largo cabello rubio, levantado en una cola de caballo. No tenía nada de maquillaje, y aun así era impresionante. Labios llenos y perfectos dientes blancos. Sus grandes ojos verdes brillaban de felicidad. William tenía ese efecto en las mujeres.

»¿Te encuentras aquí por un caballo? —preguntó cuando no dije nada, solo me quedé de pie mirándola. Los pantalones que usaba eran apretados y exhibían caderas esbeltas y muslos delgados. Era delgada como una modelo. Yo no.

—Yo,‖yo,‖eh<‖—tartamudeé. ¿Cómo podría hablar con esta mujer? Simplemente debería irme. Confrontar a William mientras ella se hallaba allí, viéndose como una Barbie, iba a ser imposible. Nos vería a las dos paradas lado a lado y vería quien era la mejor elección.

—¿Te encuentras perdida? —preguntó.

Sí. Me encontraba completamente perdida. Todo lo que pensaba era verdad, todo lo que pensé que era mío, no lo era. —Tal vez —susurré, luego negué—. No. Vine a ver...

—¡Maite! —La voz de William resonó desde atrás de la mujer, y antes de que pudiera decir algo más, la empujó para pasar y envolverme en sus brazos—. ¡Estás aquí!

¿Por qué no me dijiste que venías a casa? Habría ido a recogerte. Dios, hueles bien. Extrañé esto. ¡Te extrañé jodidamente tanto!

Miré sobre su hombro hacia la mujer, quien ya no sonreía. Me miraba como si fuera repulsiva.

—Quería...‖quería‖ sor-sorprenderte —tartamudeé, insegura de qué pensar. Lo escuché con esta mujer. Sabía que pasaron tiempo juntos, y ella, obviamente, no me quería aquí.

Me agarró el rosto y me cubrió la boca con la suya. Tan insegura como me encontraba y tan herida como me sentí por lo que escuché entre ellos, hice a un lado mis sentimientos rápidamente. Su sabor y la sensación de sus labios moviéndose contra los míos siempre me deshacían. Se dio un festín con mi boca, me aferré a William y aspiré su aroma. El movimiento de su lengua sobre la mía me hizo estremecer. Nada más en el mundo importaba cuando estaba de esta forma con William.

—Ejem. Sigo aquí, chicos. ¿Me recuerdan? —La voz de la otra mujer se abrió paso por mi deliciosa niebla, y me congelé. Alejándose de mí, William se rio entre dientes y miró hacia la mujer, aun con los brazos fuertemente envueltos entorno a mí.

—Lo siento, Aida, mi mujer se encuentra en casa, y voy a estar ocupado, por lo menos, las próximas cuarenta y ocho horas. Quizá más. Ve a encontrar algo que hacer en casa —dijo, luego me besó la punta de la nariz mientras le daba la espalda otra vez.

—Eres un poco grosero al irte y dejarme, y no presentarme a tu amiga — respondió, con un claro disgusto en su tono de voz.

William sonrió y me guiñó un ojo. —Es una diva. Te acostumbrarás. —Luego volteó la cabeza hacia la otra mujer—. Aida, esta es Maite, la mujer de que no dejo de hablar. De la que te hablé por horas cada noche. —Regresó su atención a mí—. Maite, conoce a mi única prima, Aida. Es un poco mimada, muy dramática y se aburre fácilmente.

¿Prima? Si eso era todo lo que era, ¿por qué me miraba como si me interpusiera en su camino?

Miré a Aida, y ésta me sonrió. Y aunque me reconfortó el saber que se encontraban emparentados, algo en la forma en que me miraba se sentía como un desafío.

Que... raro.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 13, 2016 12:53 pm

2

William

Tener a Maite en mis brazos otra vez ayudó a aliviar la frustración acerca de que no me había avisado que vendría a casa. La habría recogido en el aeropuerto. No me gustaba la idea de ella llegando sin nadie para darle la bienvenida.

—¿Tomaste un taxi? —Le pregunté, no gustándome la idea de eso, tampoco.

Asintió, pero no dijo más.

—Me hubiera gustado que me llamaras. —La tiré contra mí y caminamos de regreso hacia mi camioneta. La llevaría a nuestra casa. Donde pertenecía.

—Pensé que sorprendente sería divertido. —Parecía apagada, como si estuviera molesta. Tal vez solo cansada por viajar.

—Diría que me llames la próxima vez, pero no habrá una próxima vez. No me voy a separar de ti así de nuevo. Si quieres ir a Chicago, iré contigo.

Su cuerpo pareció relajarse cuando se inclinó más cerca de mí. Esto era lo que necesitaba hoy. Aida era agotadora y exigente. Tenerla aquí ayudó a aliviar el dolor de extrañar a Maite, pero sólo porque ella estaba llena de distracción, parloteando sin parar.

Tan pronto como mamá llegara a casa, ella tendría que entretener a Aida.

Tomé la maleta de Maite y la coloqué en la parte de atrás de mi camioneta, y luego deslicé una mano bajo su culo perfecto y la levanté. La risita que se le escapó envió una sensación de calidez por mis venas. Necesitaba su risa.

—No dejaré que te vayas de mi lado durante al menos dos días. Estoy necesitado —Le dije mientras la subía dentro—. Además, escogí un par de libros en la biblioteca la semana pasada. Estoy listo para que me los leas.

Apoyó la cabeza en mi hombro y suspiró con satisfacción. —Te leí casi todas las noches durante mi ausencia.

—Sí, pero no estabas desnuda en mi cama.

Se rio de nuevo, haciendo sentir todo en mi vida perfecto. Ella era lo que había estado esperando. Todo antes de ella fue aburrido, incluyendo las mujeres. Nadie me hizo sentir la emoción de despertar cada mañana y ver su rostro. O ir a la cama cada noche con ella en mis brazos.

—¿Quieres que lea desnuda en la cama? —preguntó en un tono divertido.

—Diablos, sí, lo quiero. Quiero que hagas todo desnuda.

Maite echó la cabeza hacia atrás y me miró. —No lo dices en serio.

Miré su cara sonriente. —Sí, nena. Cuando hablo de ti estando desnuda, hablo muy, muy en serio.

Se rio de nuevo y la acerqué más a mí. Esto era lo que necesitaba.

Maite se dirigió al interior mientras recogía la maleta de atrás. Me tomé un momento para verla caminar a mi casa, que pronto será nuestra casa. Se sentía diferente con ella aquí. Ella trajo calor y sol.

Echando un vistazo por encima de su hombro, sonrió. —¿Vienes?

—Estaba disfrutando de la vista —le respondí con una sonrisa, y me dirigí a ella.

Tan pronto como atravesé la puerta, puse la maleta en el suelo y llegué a ella. Gritó de sorpresa cuando la recogí y la llevé al sofá. Hundiéndonos sobre el cuero gastado, la tuve entre mis piernas mientras se aferraba a mis hombros.

—Bienvenida a casa —le dije, justo antes de capturar sus labios con los míos.

El chico en mí quería desnudarla y follarla contra la puerta. Pero el hombre que sabía lo que necesitaba iba a abrazarla y amarla un poco primero. Nunca quise hacerle creer que era todo sobre el sexo para mí. Estuve enamorado de ella antes de que hubiéramos tenido sexo. Era demasiado preciosa para ser tratada como un pedazo caliente de culo... aunque su culo era divino.

Maite tomó mi sombrero y lo arrojó sobre el asiento junto a nosotros, y luego hundió sus dedos en mi cabello. Sus besos eran como miel caliente, y estaba muy seguro de que podía hacer esto para siempre. Curvas suaves en mis manos y la boca de un ángel eran más de lo que habría imaginado. Maite era más de lo que habría imaginado.

El relleno suave de sus labios rozó mi barbilla sin afeitar mientras dejaba un rastro de besos sobre mi cara. —No te has afeitado —susurró.

—No te esperaba.

—Me gusta. Es sexy —murmuró, y su boca se volvió a la mía.

—Le hará daño a tu piel suave —contesté, antes de tomar su beso más profundo y ahogarme en su dulzura. Mis manos se deslizaron bajo su camisa para tocar su piel caliente, y se estremeció en mis brazos.

—Creo que me gustaría que doliera un poco. Si eres tú el que lo hace —dijo, moviéndose en mi regazo hasta estar a horcajadas. Su pelo oscuro cayó sobre sus hombros mientras me daba una pequeña sonrisa tímida y sexy que hizo que mi sangre bombeara con más fuerza.

Extendí la mano, tomé su cara y rocé mis pulgares en sus mejillas. —Nunca podría lastimar esta piel. Sería trágico.

Se sonrojó y se inclinó hacia adelante, presionando su cara en mis manos. —Te necesito —susurró. La chispa de emoción en sus ojos era todo lo que necesitaba.

—Levanta tus brazos. —No preguntó, hizo exactamente lo que pedí. Saqué su camisa con cuidado y la coloqué junto a nosotros. Verla en un sujetador me hizo sentir como un adolescente otra vez, viendo tetas por primera vez. Joder, las había extrañado.

—Las quiero en mi boca, pero tengo que afeitarme —dije, sin poder dejar de empaparme con la vista de ellos.

—Por favor, William. Quiero sentir tu barba en mi piel. Me gusta. En serio me gusta.

Iba a volverme loco. Quería ver las marcas de mí en su piel, también. Me sentí culpable por querer hacerle daño de alguna manera, pero escuchar su ruego era demasiado difícil de ignorar.

Llegué detrás de ella y desabroché su sujetador. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando ambos pechos cayeron libres. Esos pezones perfectos me necesitaban tanto como yo los necesitaba.

A la mierda. Incliné mi cabeza y puse uno en mi boca, dejándolo rodar sobre mi lengua. Suspiros y gemidos de Maite mientras tiraba con fuerza de mi pelo enviaron mi adrenalina a volar. Quería morder y escuchar su grito de placer. Pero no podía. Nunca querría asustarla o dañarla. Sino que siempre se sienta segura y querida entre mis brazos.

—Quiero tu camisa afuera —dijo con un suave gemido.

Haría lo que quisiera. Dejé ir su pezón de mi boca y tiré de mi camisa en un tiempo récord. Mi boca volvió a donde quería estar en segundos. Las uñas de Maite se arrastraron suavemente por mi pecho, y sus palmas cubrieron mis pectorales mientras arqueaba la espalda y susurraba mi nombre de una manera que me hizo sentir como un rey.

Una vez, ella había estado asustada de esto. Saber confiaba en mí para amarla y hacerla sentir bien era algo que nunca tomaría por sentado. Ella había estado rota una vez, y yo tenía la intención de asegurarme de que nunca se sintiera de esa manera otra vez. Me gustaría protegerla de todo mal. Conmigo, siempre sabría que estaba a salvo.

Sus caderas comenzaron a oscilar, y reprimió una mueca de dolor. Mi polla se encontraba a punto de estallar en mis vaqueros. Tener la cremallera dura en contra de ella causó dolor con placer.

Dejé ir su pezón para reclamar su boca de nuevo e inhalé su dulzura. Cuando gimió, rompí el beso y toqué mi frente con la de ella. —Vamos a sacarte de esos vaqueros —dije, con ganas de tocar más de ella.

—Vamos a sacar el tuyo —replicó con una sonrisa, y luego se echó hacia atrás y se levantó.

Vi como abrió la cremallera de sus pantalones y poco a poco comenzó a zafarse de ellos. Yo estaba en trance. Un par de bragas de satén negro apareció a la vista, y el dolor de la cremallera empeoró. Cogí mis vaqueros y los desabroché para darme un poco de alivio. Pero nunca alejé mis ojos de Maite. Ella deslizó sus pantalones por las piernas y los arrojó a un lado.

—Bragas —dije, pero sonó más como un gruñido.

Su rostro enrojeció y sus ojos se iluminaron de deseo mientras se quitaba rápidamente esas, también. La tenía completamente desnuda ahora. La quería así para siempre.

—No te has quitado tus pantalones —dijo ella, bajando la mirada a mis bóxeres que ahora estaban a la vista.

—Estaba en eso. Me distrajiste.

—Entonces levántate y déjame ayudarte —respondió, sonriendo con malicia.

Juro que saltaría de un acantilado si me lo pidiera. Esa sonrisa podía obligarme a hacer cualquier cosa.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 13, 2016 12:59 pm

3

Maite

William se puso de pie, y mis ojos fueron hacia su estómago marcado, que era tan definido que no podía mantener mis manos lejos de él.

—Cualquier cosa que quieras —dijo, mirándome como si fuera su mundo. Este era el William que conocía. El hombre en quien confiaba. El hombre que yo sabía que nunca me lastimaría. Me sentía culpable por dudar de él antes. Nunca estuve en una relación sana y segura hasta hace poco, por lo que no entendía cómo confiar en una. Hasta ahora.

Cerré el pequeño espacio entre nosotros y tiré de sus pantalones ya aflojados hasta que me di cuenta que todavía llevaba sus botas. Me encantaban esas botas. —Es necesario que te las quites —le recordé.

Sonrió, se inclinó, y se quitó ambas con facilidad. —Hecho.

Me hizo sentir como si pudiera pedirle cualquier cosa y él lo haría. Era un sentimiento poderoso aunque humillante. Seguí tirando para bajar sus pantalones, haciendo una pausa para apreciar sus musculosas piernas y pantorrillas perfectas.

Me levanté, mirando a su bóxer. Mis mejillas se calentaron mientras los agarraba y suavemente comencé a deslizarlos hacia abajo. Pude oír a William contener su respiración, y eso envió un escalofrío de anticipación a través de mí. Estando tan cerca de él, así de esta manera, especialmente de su pene, lo excitaba. Ese era un poderoso sentimiento para mí, también. Sabiendo que le gustaba me tomé mi tiempo, hice una pausa y miré hacia él cuando tuve su bóxer lo suficientemente abajo como para exponerlo. Sus ojos se calentaron con entusiasmo.

Inclinándome, le di un beso en su hinchada punta roja.

—Joder, nena —gimió.

Me gustó eso. No, me encantó eso.

Seguí bajando su bóxer por sus piernas, luego me levanté y toqué su estómago deslizando mis manos por su pecho. Sus manos se posaron en mis caderas.

—Deja que te lleve a la cama —dijo, tirando de mí contra él.

—Está bien —le susurré.

Me levantó y me sostuvo cerca de su pecho mientras me conducía hasta su habitación, mis piernas envueltas alrededor de su cintura. Su boca cubría la mía en un beso hambriento antes de ponerme suavemente en la cama king-size.

Lo miré, dejando que mis piernas se abrieran mientras sostenía mis manos en alto hacia él. Quería que me cubriera. Me completara.

William cayó en mis brazos inmediatamente.

—Te amo —dijo con fervor mientras besaba mi cuello—. Te amo tanto que no puedo respirar. Tú eres mi corazón, Maite. Mi vida. —Continuó besando el sendero por mi cuello hasta que fue mordisqueando mi clavícula.

—William —gemí, levantando mis caderas. Quería más. Lo quería dentro de mí. Llenándome.

Deslizó una mano entre mis piernas, y uno de sus dedos se deslizó dentro de mí. —Tan jodidamente mojada. Maldición —gruñó. Tomó ese mismo dedo, se lo metió en la boca y lo chupó antes de bajarse a sí mismo hasta que sentí la punta de su dureza presionando contra mí.

Esto era lo que necesitaba. Esta conexión.

Poco a poco se hundió en mí, extendiéndome con su tamaño. Sobresaliendo los músculos de sus brazos, cerró los ojos con fuerza. Observé su rostro hermoso. La ajustada opresión de su mandíbula y la vena en su cuello. Todo eso me hizo zumbar de placer.

Cuando finalmente estuvo muy dentro de mí, sus ojos se abrieron y se encontró con mi mirada. Había tanta emoción en ellos que sentí que mis propios ojos comenzaban a lagrimear. No tenía que decirme lo que sentía por mí, podía verlo. Se abrió ante mí en ese momento, y lo sabía.

»Envuelve tus piernas alrededor de mí —dijo en un susurro ronco mientras se bajaba a sí mismo aún más. Su boca rozó mi oreja.

Hice lo que me dijo.

»Tan bueno —dijo, susurrando su alabanza.

Me aferré a sus hombros, lista para que se moviera dentro de mí. Sabía que iba a ser tan increíble, más que increíble, realmente; no había manera de describir lo que sentía durante el sexo con William.

»Mantén las piernas bien abiertas, nena. Déjame amarte hasta que no puedas recordar tu nombre.

Con esas palabras, casi me llevó al borde de un orgasmo. ¿Era eso posible?

»Dulce, justo así. Déjame hacerte sentir bien. Quiero que llegues al cielo como lo hago cuando estoy enterrado dentro de ti.

Empecé a asegurarle que estaba allí, que sabía lo que estaba sintiendo, pero al menear sus caderas, perdí todo pensamiento y la capacidad de respirar mientras lo sostenía con fuerza. Hizo gruñidos de placer mientras enviaba chispas de calor a través de mí.

Cuando el primer orgasmo se estrelló sobre mí, me llevo contra su pecho y me susurró lo hermosa que era y otras cosas dulces que no pude absolutamente recordar, sus palabras y el ritmo constante de sus movimientos ya me llevaba a mi siguiente orgasmo. Con rapidez. Lo abracé, aferrándome a él con mi vida.

Al momento en que el tercero me golpeó, William rugía y gritaba mi nombre mientras su cuerpo se estremecía con su propio orgasmo. Presionó su cara en mi cuello mientras jadeaba en busca de aire.

Sentirlo derrumbarse sobre mí me hizo temblar de placer, una vez más, antes de que colapsara, nuestros corazones latían salvajemente.

El sonido de golpes en la puerta irrumpió en mis sueños obligándome a abrir mis ojos. Miré a mí alrededor en la oscuridad de la habitación, el cálido cuerpo de William estaba presionado contra el mío mientras yacía envuelta en sus brazos. Después de la tercera vez que habíamos hecho el amor la noche anterior, ambos nos habíamos desmayado.

William gimió y parpadeó abriendo los ojos. —¿Pero qué...? —preguntó con voz soñolienta.

—¡William! —grito la voz de una mujer. La reconocí. Aida estaba aquí—. Abre. Traje comida.

—Mierda —gruñó mientras salía de la cama. Se acercó al armario y cogió un par de pantalones vaqueros y una camiseta. Cuando se giró hacia mí, me dio una sonrisa de satisfacción—. ¿Tienes hambre?

Tenía sueño, pero estaba con hambre, también. Parecía que habíamos dormido hasta pasada la cena. Asentí.

—Voy a traer tu maleta. Tómate tu tiempo para vestirte. Voy a servir tu plato — dijo, inclinándose para presionar un beso en mis labios.

William salió de la habitación. Me quedé allí, metida en las mantas que olían como
él.

Podía escuchar a Aida en la puerta principal mientras su voz llenaba la casa. — ¿Que te tomó tanto tiempo? Te traje comida. Pensé que estarías más agradecido.

—Gracias —dijo rotundamente.

—¿Dónde vas?

—A llevarle su maleta a Maite —respondió mientras sus pasos se dirigieron al dormitorio.

—Jesús, William. Podrías al menos haber recogió tu ropa interior antes de que me dejarás entrar —dijo Aida en un tono molesto. Ella no me gustaba. Simplemente no estaba imaginando eso.

Él no respondió. Cuando abrió la puerta, rodó los ojos y me sonrió. Nuestra ropa deshecha estaba escondida bajo uno de sus brazos mientras llevaba mi maleta en la otra mano. —Ignórala.

Arrojó nuestra ropa sobre una silla y me guiñó un ojo. —Vístete y ven a comer.

Cuando salió esta vez, me senté, preocupada acerca de cómo enfrentaría a Aida.

No quería que su prima no me gustara, pero no estaba segura de sí tendría control alguno sobre eso.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 13, 2016 1:05 pm

4

William

Mamá me había enviado suficiente comida para alimentar a un ejército. Extendí mi mano para sacar dos platos del gabinete. —Dile a mamá gracias por esto. Maite probablemente esté muriendo de hambre.

Aida se encontraba de pie en el otro lado del mostrador con su mano en su cadera. —Sólo sacaste dos platos. ¿Maite no comerá con nosotros?

¿Nosotros? Mierda.

Aida no se iría. No era que no disfrutara pasar el rato con ella cuando nos visitaba, pero no la quería con nosotros en este momento. Acabo de obtener a Maite de vuelta. No estaba listo para compartirla aún.

—Uh, supuse que ya habías comido.

Se vio herida. —No, quería comer contigo. Siempre cenamos juntos.

Maldita sea. Esto no sería fácil.

Vi un movimiento del otro lado de la sala y levanté mi mirada para ver a Maite de pie allí en un par de pantaloncillos cortos y una camiseta que envolvía su cuerpo perfectamente. Quería estar solo con ella, pero Aida estaba aquí, y no podía herir sus sentimientos.

Le sonreí a Maite. —Ven a comer. Te prepararé un plato ahora. —Miró a Aida y luego a mí nerviosamente.

—¿No puede prepararse su propio plato? —preguntó Aida en una voz sarcástica que no me gustó.

—Sí, sí puede. Pero no tiene que hacerlo. No cuando estoy aquí.

Mi respuesta pareció molestar a Aida, pero no dijo nada más. ¿Qué le pasaba? Ya veo porque Maite lucía nerviosa. Aida no estaba siendo alegre como siempre. Maite veía un lado malo de ella.

—No me importa. Puedo hacerlo —dijo Maite mientras se movió hacia mí. Parecía ansiosa por complacer. Está era la Maite que conocí. La que era insegura de sí misma y tímida. Aida no sacaría eso de ella de nuevo, no lo permitiría.

—Yo lo haré, nena —Le aseguré.

Caminó hacia los gabinetes. —Entonces, prepararé las bebidas. ¿Qué te gustaría, Aida? —cuestionó.

Miré a Aida, quien parecía aún más molesta antes de verme observándola. Luego sonrió. —Me gustaría té dulce, por favor —contestó. Su sonrisa no llegó a sus ojos. Iba a tener una charla con Aida. Algo iba mal con ella.

—Mamá envió té también —Le dije a Maite, deslizando el galón de té a través del mostrador hacia ella—. También beberé un poco.

Maite me sonrió, aliviada por algo, y empezó a servir tres vasos. —Amo el té dulce de tu mamá —comentó.

Y mi mamá amaba a Maite. Estaba sorprendido de que no hubiera traído la comida ella y que enviara a Aida en su lugar.

Deslicé un plato hacia Aida antes de recoger el de Maite y caminar hacia la mesa para colocarlo. Maite coloqué los vasos de té en cada asiento. La jalé hacia mí y la besé.

—Come mucho. Necesitas recuperar energía —susurré en su oreja, luego caminé de vuelta para servir mi plato.

Aida me frunció el ceño. —¿Tienes que hacer eso conmigo aquí?

—Es mi casa, Aida. Puedo hacer lo que quiera en ella. Si no te gusta, puedes comer en casa de mamá. —Me cansaba su actitud sarcástica. Nunca fue así. No sabía que le pasaba.

—Eso es grosero —dijo sonando herida.

—Cuando quiera besar a Maite, lo haré. Supéralo.

No esperé que dijera algo más, pero agarré varias piezas de pollo frito y un bizcocho antes de regresar a la mesa.

Maite se sentó allí, mirando su plato con sus manos en su regazo, luciendo perdida. —No está comiendo —declaré.

Levantó su mirada para hacer contacto visual con la mía. —Esperaba a que ambos se me unieran.

Aida se sentó a mi otro lado. —Así que, ¿aún iremos a la subasta de ganado mañana? He estado esperándola con ansias toda la semana.

Mantuve mi mirada en Maite. —Lo dudo. No creo que Maite quiera levantarse tan temprano.

—Maite no tiene que ir —respondió Aida.

En serio comenzaba a enojarme. —Acaba de volver a casa. No iré a ninguna parte sin ella.

Sentí la mano suave de Maite tocar mi brazo. —Si necesitas ir a la subasta de ganado, puedo levantarme temprano. No dejes que sea la razón por la cual no hagas cosas que necesitas hacer.

Intentaba duramente arreglar las cosas. No quería que pensara que tenía que hacerlo. Pertenecía aquí.

—Mi necesidad de tenerte para mí solo es lo que me está evitando hacer las cosas. No tengo intención de hacer ni una mierda mañana. Te quiero sola en esta casa conmigo.

Maite se sonrojó, y una sonrisa tiró de sus labios antes de bajar su mirada de vuelta hacia el plato frente a ella.

—¿Eso quiere decir que no irás a casa de los Stouts para la barbacoa mañana en la noche? Te están esperando.

Los Stouts eran dueños de uno de los dos ranchos más grandes en un radio de ochenta kilómetros; mi familia era dueña del otro. Había crecido con su hijo, Hawkins. No éramos amigos cercanos, pero ambos sabíamos que tomaríamos las posiciones de nuestros padres algún día.

Miré a Maite. —¿Tienes ganas de ir a una barbacoa de Texas?

Asintió. —Suena divertido.

Tener a Maite de mi brazo y presentarle a las personas del pueblo hizo que ir a la barbacoa se sintiera más soportable.

—Supongo que perdí mi cita. ¿Con quién bailaré ahora? —preguntó Aida con un puchero.

Se comportaba exasperante. Había empezado a responder su ridículo comentario cuando dejó caer su tenedor en el plato con un ruido y se puso de pie.

—No me quieres aquí. Estoy de sobra —Se giró y caminó a la puerta.

¿Qué demonios? ¿A dónde fue mi pequeña prima divertida? Se había convertido en una llorona enojada. No era propio de ella, en absoluto.

—Necesito hablar con ella —Le dije a Maite—. No sé qué le sucede.

Maite asintió y me dio una sonrisa que no llegó a sus ojos. Eso me molestaba. Tenía que arreglar esta cosa con Aida para que dejara de molestar a Maite.

Seguí a Aida sólo para encontrarla en su camión, llorando. —¿Qué te pasa? — pregunté mientras bajé los escalones hacia ella.

Levantó su mirada hacia mí con un rostro lleno de lágrimas. —Yo no... Ella es... no tienes tiempo para mí con ella aquí.

—Aida, esto no es una competencia por mi tiempo. Mi vida y mi futuro le pertenecen a Maite. Es una parte de mí. Somos un paquete. Pensaría que estarías feliz por mí, pero apenas le has hablado a Maite. Quiero que sean amigas. Eres parte de mi familia, y ella lo será también, pronto.

Aida limpió sus lágrimas y esnifó. —¿Así que nunca haremos más nada juntos, sólo tú y yo?

Intenté entender por qué lloraba. Siempre le presté toda mi atención a Aida cuando me visitaba. No venía a menudo cuando crecíamos, pero cuando lo hacía, la trataba de la forma en la que trataba a mi hermana, Harlow. Pero las cosas cambiaban, y ahora éramos adultos. No era esa niña ya. No tenía que dejarla seguirme por todos lados, y no estaba obligado a entretenerla cada segundo mientras se encontraba aquí.

—Si le dieras una oportunidad a Maite, sé que la amarías. Es fácil de amar. Todos los que la conocen la aman. Podemos hacer cosas todos juntos. No te sacaré de mi vida, pero tienes que entender que Maite es mi vida ahora.

Aida sorbió por la nariz y suspiró. —Ya no tendrás tiempo para mí.

Tenía razón. Ya no sería capaz de dejar todo y escoltarla a donde sea que quisiera. —Somos adultos, Aida. Ya no somos niños. No soy un soltero que tiene tiempo para hacer lo que sea que quieras. Esos días se han ido.

Asintió y sus lágrimas parecieron secarse. —De acuerdo. Puedo aceptar eso. ¿Pero puedes por lo menos no ignorarme?

—No te ignoro.

Aida pareció calmada por eso y empezó a abrir la puerta de su camión. Extendí mi mano alrededor de ella y se la abrí. Se subió. —Sé amable con Maite la próxima vez, ¿de acuerdo? —dije, antes de cerrar su puerta y dirigirme de vuelta hacia adentro con mi chica.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 13, 2016 1:11 pm

5

Maite

Terminé de comer sola y limpié mi plato y el de Aida antes de volver a la habitación. No estaba segura de cuánto tiempo él se iría, y deseaba poder cerrar mi mente acerca de lo que pasaba. Apenas conocía a la familia cercana de William. ¿Cómo nos afectará si su prima me odiara? Porque me encontraba bastante segura de que lo hacía, aunque no sabía cómo arreglar eso. Harlow era tan dulce y me aceptaba, y era su hermana. Debería ser más fácil de ganarme a su prima.

La corriente de agua cálida se sentía maravillosa cuando entré en la ducha. Justo cuando cerré la puerta, escuché a William llamar a mi nombre.

Empecé a abrir la puerta y responderle cuando apareció en la puerta del baño. Caminó directamente hacia mí, y lo miré a través del cristal mientras sus ojos se arrastraban sobre mí como si fuera su comida en vez de la que dejé para él en la mesa.

Abrió la puerta de la ducha, y nuestros ojos se encontraron justo antes de que comenzara a quitarse la ropa.

—Dejé comida en la mesa para ti —dije, mirándolo sacar sus pantalones y calzoncillos.

—No puedo comer sabiendo que estás desnuda y mojada en mi ducha — respondió, y dio un paso bajo el chorro de agua conmigo.

—No comiste mucho. —Soné sin aliento.

Él sonrió. —Date la vuelta, Maite. Pon las manos en la pared. Quiero besar mi lugar.

Su lugar era la peca bajo mi nalga izquierda. Se encontraba obsesionado con ella. Y cuando quería ser malo, eso era lo primero que besaba.

Mi cuerpo tembló de la emoción ante lo que vendría, giré y me incliné hacia la pared, preparándome mientras levantaba mi trasero para él.

Su dedo rozó hacia atrás y adelante de la peca. —Me encanta esto. Me vuelve loco —dijo, y sus labios se presionaron contra la parte baja de mi espalda y comenzaron a dejar besos sobre mi culo hasta que estuvo lamiendo y besando la peca—. Mi peca — dijo contra mi piel.

Mis rodillas se sentían débiles, y mi cuerpo temblaba.

»Extiende tus piernas —exigió, y el tono de su voz hizo que mi interior se retorciera. Las separé y esperé no caer al suelo.

»Mi coño —dijo, poco antes de que su lengua comenzara a probarme allí.

Era suya. Todo de mí pertenecía a William Colt-Manning. Grité su nombre cuando empezó a jugar con mi clítoris.

»Sé buena, nena. Este es mi postre.

—William —gemí, insegura de que podía estar allí mucho más tiempo.

—¿Sí, nena? —Su cálido aliento bañaba mi carne sensible, y la pulsante necesidad se hizo más fuerte.

—No puedo. . . estar de pie —dije, sintiendo mis rodillas empezar a ceder.

Sus manos se encontraban en mi cintura, atrapándome y dándome la vuelta. —Te tengo —dijo, antes de doblarse, tomar una de mis piernas, y colocársela al hombro.

Otro gemido escapó de mí al ver William de rodillas así.

—Déjame que te ame —dijo con una mirada feroz, antes de enterrar su cara entre mis piernas.

Agarré sus hombros y grité cuando me llevó a otro reino de placer.

Mis ojos se abrieron cuando mi espalda golpeó la cama blanda. Miré a William. Su cuerpo se encontraba seco, pero tenía el pelo todavía húmedo. La sonrisa de suficiencia en su rostro me hizo desear por más, a pesar de que no estaba segura de sí podría soportar más.

Retiró las mantas y se metió en mi lado, luego nos cubrió a ambos.

—Me alegro de que hayas vuelto —dijo, sosteniéndome—. Ese debió ser un infierno de orgasmo.

Fruncí el ceño. —Lo fue< pero< —No podía recordar lo que sucedió después de tenerlo. Me rompí en un millón de pedazos, y William siguió deslizando la lengua en mí hasta que no pude aguantar más. Rogaba y respiraba con dificultad y después... nada.

—O estás agotada, o soy muy bueno —dijo en tono satisfecho.

—¿Qué pasó? —pregunté finalmente.

William inclinó la cabeza y me besó en la frente. —Te desmayaste teniendo un orgasmo después de gritar mi nombre. Fue increíble.

—Oh, Dios mío —susurré—. No sabía que podía suceder.

—Yo tampoco —respondió, sin dejar de sonreír.

—Sólo seguiste y...

—Sabes como un rollo de canela, y cuando te corres, es como crema dulce. No podía parar. Era demasiado bueno.

Enterré mi cara en su pecho. Me sentía avergonzada y complacida.

Él se rio y me abrazó con más fuerza. —Te dije que tu coño me iba a poseer.

Inhalé y me aferré más cerca.

—Duerme, nena. Estás agotada. Descansa un poco.

—Te amo —dije, reclinando mi cabeza para mirarlo.

—Y eso me convierte en el hombre más afortunado del mundo.

Sus ojos me calentaron, dentro y por fuera. Apoyé la cabeza en su pecho, y el sueño llegó rápidamente.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 13, 2016 1:16 pm

6

William

Al día siguiente, descubrí que Aida y yo seríamos los únicos Colt en la fiesta de los Stout. Mi padrastro necesitaba ir a Austin por negocios, y mi mamá fue con él. Ella llamó y me pidió que llevara a Aida con nosotros. No quería que condujera sola por ahí. Aún no sabía si confiar en que Aida fuera amable con Maite, pero le pedí que viniera con nosotros de todos modos.

Después de hacer el amor con Maite en la mesa de la cocina después del desayuno, y de nuevo en el sofá mientras se suponía que viéramos una película, y luego otra vez en la cama cuando fue a tomar una siesta, realmente necesitaba conseguir algo de descanso. La desperté hace una hora para que tuviera tiempo para alistarse.

Escuché que llamaron a la puerta, y cuando la abrí, Aida me sonreía. Llevaba un vestido rojo que probablemente costaba mucho dinero y un par de tacones de aguja, los cuales no eran inusuales para este tipo de fiestas. Los Stout eran increíblemente ricos y se codeaban en los círculos de élite. Ella lucía feliz y de mejor humor. Aliviado, me hice a un lado para dejarla entrar.

—Maite debe estar lista en pocos minutos —dije.

Justo cuando dije las palabras, la puerta de la habitación se abrió, y me giré para ver a Maite salir vistiendo una falda corta de mezclilla azul con un par de botas. Todo lo que vi fueron piernas. Santo infierno, sus piernas se hallaban realmente ahí. Mías. Los hombres no serían capaces de quitar sus ojos de ellas.

Elevé la mirada para ver que también vestía una bonita blusa blanca atada alrededor de su cintura. El tejido mostraba el brillo de su piel bronceada. Me miró a los ojos, y mi respiración se detuvo. Su largo cabello oscuro se encontraba hacia un lado y cubría uno de sus hombros. Como siempre, su maquillaje era mínimo. No sería capaz de dejarla fuera de mi vista esta noche.

—Estas hermosa, nena. Tal vez deberíamos quedarnos —dije, considerándolo honestamente.

La sonrisa de Maite se iluminó, y una sonrisa elevó las comisuras de sus labios.

—Uh, sí... supongo que la mezclilla funciona —dijo Aida vacilante.

El rostro de Maite cayó de inmediato, y la preocupación tocó su frente. Sabía que su vestuario era limitado. No tenía ropa de diseñador como las demás mujeres que estarían en esta barbacoa, pero nadie se comparaba a Maite. Un vestido caro no podía competir con ella.

—Pensé‖que‖era‖una‖barbacoa.‖Puedo‖encontrar‖algo‖m{s‖elegante.‖No‖sé...

—Estás perfecta. Tan perfecta que no dejaré tu lado en toda la noche —dije.

Ella miró de Aida hacia mí, sin dejar de lucir insegura de sí misma.

—Él tiene razón. Lo estás. Tenemos que irnos, o estaremos algo más que elegantemente tarde —dijo Aida a mi lado.

Me acerqué a Maite y la atraje hacia mí. —Estás impresionante. Lo juro. —Deslicé mi mano para descansar en su espalda y la guie hacia la puerta.

Aida forzó una sonrisa y volvió a salir.

—Ella se ve tan bien. Debo encontrar algo más elegante. Tengo tacones —dijo Maite.

—No. Está demasiado arreglada —aseguré.

Maite no se relajó, como si no estuviera segura de creerme.

Aida fue hacia el lado del pasajero de mi camioneta y abrió la puerta para subir primero. Me detuve un momento y luego conduje a Maite hacia mi lado y la ayudé a subir a la cabina para que pudiera sentarse en el asiento del medio, a mi lado. No quería herir los sentimientos de Aida pidiéndole salir y dejar que Maite entrara primero. Subí detrás Maite y me acomodé.

—No seré capaz de alcanzar la radio —dijo Aida, claramente molesta. No creí que quisiera decir intencionalmente que quería sentarse entre Maite y yo, pero no estaba seguro.

—Bien —contesté. Nunca me gustaba cuando Aida controlaba la radio.

Una vez que nos dirigíamos hacia la carretera principal, deslicé la mano sobre el muslo desnudo de Maite y lo apreté. Ese pequeño gesto pareció aliviarla un poco.


—¿Quién estará en la fiesta? ¿Sólo personas de la ciudad? —preguntó Maite.

—Todos con los que los Stout hacen negocios. Banqueros, abogados, rancheros y también gente de su cadena de restaurantes que son dueños de una de sus franquicias. Vuelan de todas partes —dijo Aida, sonando satisfecha de sí misma.

Maite se tensó de nuevo.

—Haces sonar a los Stout más importantes de lo que son —le dije a Aida, lanzándole una mirada molesta.

Aida se encogió de hombros. —Lo son para aquellos de nosotros cuyos padres no son estrellas de rock legendarias.

—Mi padre es ranchero —contesté, sin gustarme el que sacara a relucir a Kiro. No hablaba mucho de mi padre biológico. No era parte de mi vida; mi padrastro fue quien en realidad me crio. Mi única conexión con Kiro era por Harlow. Él era una presencia mucho más grande en la vida de mi media hermana.

—Lo que sea, William. Tienes la fama en tu sangre. Supéralo —dijo Aida y me sonrió.

Maite se alisó la falda con nerviosismo. Ahora se sentía preocupada por esta maldita barbacoa. Quería olvidar la estúpida cosa. No quería obligarla a hacer nada que le molestara.

—Podemos regresar a casa ahora. Solo dilo —dije, apretándole el muslo de nuevo.

—¿Qué? ¡No, no podemos! No me perderé esta fiesta. —El agudo gemido de Aida fue exagerado.

—Quiero ir —dijo Maite, y se inclinó hacia mí.

—Si decides que quieres regresar a casa en cualquier momento, sólo dímelo. Conseguiré que alguien lleve a Aida. —Ignoré la mirada que Aida me envió.

Maite no dijo nada; simplemente se inclinó aún más cerca de mi lado.

Las grandes puertas de hierro se encontraban abiertas, y un par de grandes hombres de traje se hallaban en la entrada. Me detuve y bajé la ventanilla.

—¿Nombre? —preguntó el hombre.

—William Colt —respondí, dejando el Manning fuera de mi nombre. La mayoría de la gente de por aquí pensaba en mí como un Colt.

Asintió. —Bienvenido, señor Colt. Puede proceder.

Seguí el extravagante camino de entrada de ladrillo hasta que llegamos a la parte delantera de la casa de tres pisos, la cual era más grande que la mayoría de las casas de la gente de por aquí. El valet se quedó esperando, pero no dejaría que un chico en esmoquin estacionara mi camioneta.

Cuando el valet se acercó, tenía una sonrisa falsa pegada en su rostro. —Puedo estacionar mi camioneta —le informé.

Pareció confundido. —Uh, bueno, es que hay... pero tiene que caminar. —Señaló hacia la izquierda de la casa, donde varios autos ya se estacionaban.

—Gracias —le contesté, y luego volví a mirar a Maite y Aida—. Ustedes pueden seguir y bajarse aquí, así no tienen que caminar.

Maite se acercó y me tomó del brazo. —Me quedaré contigo. No me importa caminar.

Aida puso los ojos en blanco y buscó la manija de la puerta. —Bajaré.

El valet se apresuró a abrir la puerta al resto del camino y la ayudó a salir. Tan pronto como se cerró, me dirigí a la zona de estacionamiento. Nunca me gustó dejar las llaves con un desconocido. Un hombre podía aparcar sus propias malditas ruedas.
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Mensaje por Joanita Dom Mar 13, 2016 1:23 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 13, 2016 1:29 pm

7

Maite

El patio donde se celebraba la barbacoa parecía algo sacado de una revista. Linternas colgaban de los árboles de roble macizo, echando su luz mientras la noche se acercaba y resplandecientes luces blancas colgaban de árbol en árbol, haciendo un extravagante dosel sobre las mesas y las sillas tapizadas en blanco, que no parecían pertenecer al exterior.

Una banda se encontraba en el escenario tocando de todo, desde música popular country a clásica. Había incluso una pista de baile, con el mismo dosel de luces como la zona de comedor.

Pero lo que más destacaba era la forma en que las mujeres se encontraban vestidas. Aida tenía razón, una falda de mezclilla no encajaba aquí. Ni siquiera los hombres vestían pantalones de mezclilla. Debí cuestionarme el hecho de que William llevara un par de pantalones rectos de color caqui con las botas en lugar de sus vaqueros habituales. La camisa Oxford azul cielo de botones era más elegante que cualquier cosa que haya llevado. ¿Por qué no insistí en que me dejara volver y cambiarme?

Su mano descansaba sobre mi espalda mientras me dirigía hacia la multitud. La gente andaba por ahí en grupos, copas de champán en mano, mientras hablaban entre sí. Los diamantes brillaban en las manos, muñecas, orejas y cuello de las mujeres. ¿William nunca había estado en una de estas "barbacoas" antes? Pensé que fue a muchas de ellas. ¿Por qué dijo que Aida estaba demasiado arreglada?

—William Colt. —Un hombre alto, de hombros anchos, con pelo canoso en las sienes llamó con voz profunda cuando entramos en la luz—. Es bueno verte. No estuve aquí para el último intercambio. Hawkins dijo que todo salió a la perfección, como siempre.

—Sí señor. Papá estaba contento —respondió William.

Esta era la segunda vez que era referido como Colt, no Colt Manning, esta noche. Nunca lo escuché soltar su apellido antes.

La atención del hombre se movió a mí y por un momento, quise correr y esconderme debajo de una mesa. —Y veo que trajiste a una mujer hermosa.

La mano de William permaneció en mi espalda. —Sí señor. Esta es Maite Ellis. Maite, este es Arthur Stout, uno de nuestros socios de negocios y el anfitrión de esta 'modesta' barbacoa.

Arthur se rio entre dientes. —Eso es en realidad culpa de mi esposa. No puede hacer nada pequeño. Es un placer conocerte, Maite. Ha pasado un tiempo desde que William tuvo a una mujer en su brazo. Todo buen hombre necesita una buena mujer a su lado. He tratado de decirle a Hawkins eso desde hace años, pero él no escucha.

—Cuando la conozca, no tendrá que decirle nada. Simplemente va a suceder — dijo William, haciendo que mi corazón golpee y mi pecho se sienta caliente.

Arthur Stout sonrió y asintió. —Calculo que eso es así. Dios sabe que así fue con su mamá. Dios la tenga en su gloria, tomó una parte de mí cuando se fue de este mundo.

—Arthur, cielo, debes conocer a Chantel. Ella es del club. Justamente te hablaba sobre nuestro encantador té del otro día —dijo una mujer que parecía sólo unos pocos años mayor que yo. El diamante en su mano captó la luz y brilló.

—Ya voy, cariño —respondió—. Me tengo que ir. Ustedes dos disfruten.

Lo vi irse, luego miré a William, un poco confundida.

—Piper es su segunda esposa. Su primera esposa falleció hace diez años de cáncer. Se casó con Piper hace cuatro años —dijo William, comprendiendo mi confusión.

—Pero se ve tan joven —susurré, mirando a la mujer aferrándose al brazo de un hombre que tenía que tener unos sesenta años.

—Ella tenía veintidós años cuando se casó con ella. Su hijo, Hawkins, es un año mayor.

Ew.

Mase miró mi cara y se rio entre dientes. —Vamos. Vamos a tomar una copa. Stout comenzó su propia fábrica de cerveza hace unos siete años. Tiene algunas sidras que te pueden gustar; sé que no eres una fan de la cerveza.

Caminé con él hacia la extravagante barra.

—¡Ahí estás! Vi a Aida antes y me dijo que te encontrabas aquí. Me pregunté si la dejaste y luego te escondiste.

Mase se detuvo y giró la cabeza hacia la voz, así como yo lo hice. Un chico atractivo, con el cabello corto, rubio y ojos azul claro caminaba hacia nosotros. —Aida no me dijo que trajiste una cita —dijo el hombre cuando se detuvo frente a nosotros, mirándome con una sonrisa de satisfacción.

—Hawkins —respondió William con un tono más duro que el que usó con el padre de Hawkins.

Hawkins sonrió aún más ampliamente y finalmente miró a William. —Por favor, dime que es otra prima —dijo.

La mano de William se deslizó alrededor de mi espalda, ahora agarrando mi cadera mientras me atraía hacia él. —No. Ella es mía.

Hawkins siguió sonriendo.

—Maite, este es Hawkins Stout. Hawkins, esta es Maite Ellis —dijo William, sonando molesto.

Hawkins me tendió la mano. —Es un placer conocerte, Maite Ellis —dijo.

Puse mi mano en la suya, preguntándome si las íbamos a sacudir, pero él levantó mi mano a su boca y me dio un beso allí. Me quedé helada. No me esperaba eso.

William se aclaró la garganta y la mirada de Hawkins me dejó para mirar a William con diversión. —Cálmate. Entiendo —dijo con una sonrisa, y luego dio un paso atrás—. Disfruten su noche. Tenemos varias cervezas nuevas que disfrutarían.

—Nos dirigimos a la barra ahora —respondió William.

Hawkins me dio una última sonrisa antes de excusarse para saludar a otras personas.

Empecé a decir algo, pero decidí no hacerlo. William no dijo nada, así que tomé el liderazgo y nos dirigimos hacia el bar.

Él pidió una cerveza y me decidí por la sidra de arándano después de probar una muestra. Una vez que tuvimos nuestras bebidas, nos giramos para ver a Aida viniendo directamente por nosotros... o por William. Se veía molesta. Realmente molesta.

—Te necesito —soltó ahogadamente.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

Me miró fijamente y luego a él, suplicante. —No puedo hablar de eso aquí. Por favor —rogó.

William asintió. —Está bien, ¿dónde quieres ir?

—A algún lugar donde podamos estar solos. Yo solo... No puedo.—Se cubrió la boca y apretó sus ojos dramáticamente. No estaba segura de si creía que algo andaba mal.

William asintió hacia la casa. —Vamos adentro.

Ella asintió y después la mano de William se encontraba en mi espalda, guiándome hacia‖ adelante. Sabía que no era la idea de Aida de “solos”. Comencé a decir algo cuando vio que iba con ellos.

Su rostro se arrugó de nuevo. —No puedo hablar de esto con ella. Sólo tú.

William negó con la cabeza, como si estuviera a punto de discutir.

—Es Heath. Está aquí con ella —dijo Aida con un sollozo.

El ceño de William creció. —Sé que es duro, Aida, pero no puedo dejar a Maite sola. No conoce a nadie aquí.

Esta era mi oportunidad de ganarme a Aida, aunque sólo sea un poco. —Sí puedes. Tengo una bebida y me puedo sentar en una de esas encantadoras sillas y esperar. Ve con ella. Está molesta.

William no parecía convencido.

Aida sollozó de nuevo. —Por favor, William. Necesito que me ayudes en esto.

—Ve —repetí.

Por último, William suspiró y me dio un beso en la frente. —Vuelvo rápidamente — susurró.

Asentí y siguió a Aida al interior. Los observé hasta que llegaron a la casa y luego me di la vuelta para inspeccionar la escena. Estaba en una fiesta llena de extraños y nadie más estaba sentado todavía. Tal vez las mesas estaban fuera de los límites hasta que comiéramos.

Me dirigí a las sombras, donde las luces de los árboles no llegaban. Podía ver la casa desde aquí y cuando William regresara, podría ser capaz de verlo.

No fue hasta que estuve fuera de la luz y mis ojos se acostumbraron a la oscuridad que vi que no estaba sola. Hice una pausa. ¿Debía preocuparme? O tal vez debería disculparme y encontrar otro punto oscuro.

—Él te deja por otra mujer y te escondes en la oscuridad —dijo una voz profunda. Sólo pude distinguir la forma de un hombre apoyado en un fardo de heno con una cerveza en la mano. Lo estudié rápidamente para ver si debería estar preocupada. La primera cosa que noté fue vaqueros, luego su blanca camisa Oxford, similar a la azul de William. Pero sus mangas se hallaban enrolladas hasta los codos. Lo único que pude distinguir claramente de sus rasgos eran sus ojos verdes, que ardían con una luz interior. —¿Ya decidiste? —preguntó el hombre, haciéndome consciente que todavía lo miraba.

—¿Qué? —pregunté, confusa.

Un ruido sordo que sonó como una risa vino de él. Inclinó la cabeza y me di cuenta tenía el cabello recogido en una cola de caballo. Aunque estaba oscuro, pude distinguir toques de luz en su cabello. Parecía que pasó mucho tiempo en el sol. — ¿Estoy seguro de estar por aquí? Eso es lo que estás tratando de decidir, ¿no es así?

¿Estaba él seguro de estar aquí?

—Eso es discutible, si me preguntas —dijo.

—¿Qué es discutible? —pregunté.

Tomó un trago de su cerveza y me estudió un momento antes de responder a mi pregunta. —Ya sea que esté a salvo o no —se río de nuevo, a pesar de que fue bajo y casi difícil de escuchar—, tienes una cara expresiva.

¿Cómo podía siquiera ver mi cara aquí en la oscuridad?

Cambió su postura y cruzó el tobillo izquierdo sobre el derecho. Eché un vistazo a sus botas y me di cuenta de que no eran como las botas de William. Eran más como botas de combate.

—¿Por qué estás aquí en la oscuridad? —pregunté, no queriendo decir realmente eso en voz alta.

Levantó la cerveza. —Bebiendo mi cerveza en paz.

Asentí. Eso tenía sentido. Tal vez no le gustaban las multitudes, tampoco.

—¿Por qué estás tú aquí en la oscuridad? —preguntó.

Miré hacia la casa y no había ni rastro de William todavía. —Yo... mi novio se fue a tratar con algo. Su prima se siente mal.

El tipo me miró mientras bebía su cerveza. Me puso nerviosa. Era como si pudiera leer todos mis pensamientos. —Pero él sabe que no te sientes cómoda en una multitud de gente que no conoces. Un hombre no debe dejar a su mujer.

Él no entendía la situación. ¿Quién era para juzgar algo que no sabía? —Su prima está molesta. Le dije que se fuera.

—No cambia el hecho de que no debería haberte dejado.

No me gustaba este hombre. Preferiría enfrentarme a la multitud que esconderme aquí con él. —No hagas suposiciones acerca de algo que no sabes nada —dije con rabia, antes de girar y caminar de regreso a la luz, justo a tiempo para ver William, sus ojos escanearon las mesas, buscándome. Sus largos pasos se aceleraron mientras caminaba por las escaleras y pasaba a varias personas que trataban de hablar con él. Cuando su mirada finalmente aterrizó en mí, pareció aliviado.

Corrí hacia él, decidiendo que no mencionaría al hombre en las sombras.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 13, 2016 1:35 pm

8

William

Aida estaba siendo dramática. Empezó a salir con Heath cuando vino de visita el año pasado, pero significó algo más para ella que para él. Rompió con él hace un año porque la engañó con una de sus ex amigas. Le advertí cuando empezó a salir con el primo de Hawkins que Heath Stout era un mujeriego. Ahora, un año después, ¿tenía una crisis dramática? Sabía que él estaría aquí.
 
Odiaba dejar a Maite, pero sabía que Aida no lo iba a dejar hasta que yo lo hiciera. Busqué a Maite entre la gente. No se encontraba donde dijo que estaría. Escuché mi nombre siendo llamado por diferentes personas, pero mantuve mi concentración mientras la buscaba. Cuando me di la vuelta y la vi caminando hacia mí, dejé escapar un suspiro de alivio. Estaba bien.

—Lo siento por eso —dije, a la vez que deslicé mi mano por su cintura y la atraje hacia mí—. Aida hacía de la reina del drama.

—Estuvo bien. No me importó en lo absoluto. Solo caminé alrededor y chequé las
cosas.

Miré hacia atrás por donde vino y vi a un hombre saliendo de las sombras. Me miraba con una sonrisa divertida, pero no lo reconocí. Llevaba vaqueros y botas de combate y tenía una cola de caballo más impresionante que cuando yo me recogía el cabello.

—River, ven aquí, quiero que conozcas a alguien —bramó Arthur Stout. Me giré para verlo caminando hacia mí mientras le hacia un gesto con la mano al hombre de la coleta.

River no parecía tener prisa.

Una vez nos alcanzó, Arthur lo palmeó en la espalda. —William, conoce a River Kipling. Ha estado a cargo de Stout & Hawkins Steakhouse en Key West. Añadió mariscos frescos al menú, y ahora es nuestra franquicia más exitosa. Lo traje aquí para que haga lo mismo por la locación de Dallas. Conoce sus mariscos —explicó Arthur—. River, este es William Colt. Es nuestro principal proveedor de ganado vacuno, a excepción de los que criamos nosotros mismos. El rancho de Colt es todo de pura calidad. Necesitas darle una visita y ver que tiene allí en el momento.

—De Key West a Dallas. Ese es un gran cambio de ambiente —dije, sin gustarme la forma en que su Mirada seguía yendo hacia Maite o la forma en que ella se tensó a mi lado.

—Algunos ambientes son mejores que otros —respondió, sus ojos fijos en Maite. No me gustó esa mierda para nada.

—Espera a que River venga para una visita conmigo durante la siguiente semana. Tengo un par de personas que necesito presentarle. Bebe, y lleva a esa chica bonita a la pista de baile —dijo Arthur, antes de girarse hacia River y llevárselo. River le echó un vistazo más a Resse y lo siguió.

—No me gusta —dijo Maite con firmeza.

Bajé la mirada hacia ella. —¿Quién?

—Ese tipo River. Me da mala vibra.

Sonriendo, me agaché y la besé en los labios. Quería esos labios. También la quería contra la pared con su pequeña falda corta arremolinada en su cintura. Esas botas se podían quedar puestas.

—Tampoco soy su fan.

Dos horas después, había forzado una sonrisa y hablado con cualquier persona que mi padrastro quisiera que hablara. Maite se mantuvo escondida de forma segura a mi lado todo el tiempo. Tenía que recordarme de no enojarme cuando las miradas de los hombres caían en sus piernas. Las mostraba esta noche, y esperé eso. Pero no tenía que jodidamente gustarme.
 
Maite me sorprendió y eligió las costillas para la cena. Me encontraba seguro de que ella era la única mujer comiendo costillas. Verla comer una costilla era sexy como el infierno, y tuve dificultad concentrándome en mi propio plato de comida; mis ojos seguían yendo a su boca y la manera en que su lengua seguía saliendo para lamer la salsa de sus labios.

Ya me hallaba listo para regresar a casa y miré alrededor por Aida. La quería dejar aquí para que así no tuviera que lidiar con ella queriendo regresar a mi casa esta noche‖de‖visita.‖Tenía‖planes‖para‖Maite‖y‖esa‖falda<‖y‖esas‖botas.‖

—Baila conmigo —dijo Aida, su mano agarrando mi brazo. Logró colarse por detrás de mí.

—Ya me voy a ir —contesté.

Hizo un puchero. —No has bailado conmigo en toda la noche. Siempre bailábamos en estas fiestas.

Empecé a decir que no de nuevo cuando Maite se apartó un poco de mí. —Ve a bailar. Esperaré justo aquí.

—¿Ves? A ella no le importa. Bailemos. —Aida se hallaba en un estado de ánimo mucho mejor del que la dejé. Se encontraba un poco demasiado feliz. Su humor cambiante durante estos pasados dos días me torturaba. No me encontraba acostumbrado a ella por tanto tiempo; normalmente vendría por unos días varias veces al año, a pesar de que no se quedó con nosotros el verano pasado.
 
No quería bailar con ella. Ni siquiera había bailado con Maite, en su mayor parte porque tenía miedo de que entrara en pánico ante la idea de bailar con todas estas personas aquí. Era obvio que no se sentía cómoda entre extraños. Bailar con Aida, parecía malo.

—Por favor, por favor, por favor —rogó Aida, atrayendo la atención a la vez que tiraba de mi mano, tratando de tirarme hacia adelante—. Podemos irnos después de un baile.

Queríamos irnos tan pronto como estuviera listo.
 
—Ve —dijo Maite, empujándome hacia adelante.
 
Demonios. No quería hacer esto. Aida y yo aprendimos a bailar por mamá cuando éramos niños, y entretuvo a Aida cuando era pequeña. No le gustaba hacer las cosas que yo disfrutaba, como pescar, senderismo, y acampar. A Harlow le encantaba hacer todas esas cosas conmigo. Pero Aida siempre fue diferente. Ella disfrutaba la atención.

Siguió rogando y tirando de mi brazo. No me libraría de esto.

—De acuerdo. Un baile —respondí, y sonrió brillantemente.

Miré hacia atrás a Maite a la vez que me empujó hacia adelante. —Ya regreso.

Maite asintió y me sonrió.

Esta era una mala idea.

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Mensaje por Joanita Dom Mar 13, 2016 1:39 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Mar 14, 2016 1:46 pm

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Mensaje por asturabril Lun Mar 14, 2016 4:30 pm

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Mensaje por Joanita Mar Mar 15, 2016 5:48 pm

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Mensaje por asturabril Mar Mar 15, 2016 7:31 pm

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Mensaje por Joanita Jue Mar 17, 2016 5:56 pm

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Mensaje por Joanita Vie Mar 18, 2016 11:47 am

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Mensaje por Joanita Sáb Mar 19, 2016 3:29 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 20, 2016 1:34 pm

—Baila conmigo —dijo Aida, su mano agarrando mi brazo. Logró colarse por detrás de mí.

—Ya me voy a ir —contesté.

Hizo un puchero. —No has bailado conmigo en toda la noche. Siempre bailábamos en estas fiestas.

Empecé a decir que no de nuevo cuando Reese se apartó un poco de mí. —Ve a bailar. Esperaré justo aquí.

—¿Ves? A ella no le importa. Bailemos. —Aida se hallaba en un estado de ánimo mucho mejor del que la dejé. Se encontraba un poco demasiado feliz. Su humor cambiante durante estos pasados dos días me torturaba. No me encontraba acostumbrado a ella por tanto tiempo; normalmente vendría por unos días varias veces al año, a pesar de que no se quedó con nosotros el verano pasado.

No quería bailar con ella. Ni siquiera había bailado con Maite, en su mayor parte porque tenía miedo de que entrara en pánico ante la idea de bailar con todas estas personas aquí. Era obvio que no se sentía cómoda entre extraños. Bailar con Aida, parecía malo.

—Por favor, por favor, por favor —rogó Aida, atrayendo la atención a la vez que tiraba de mi mano, tratando de tirarme hacia adelante—. Podemos irnos después de un baile.

Queríamos irnos tan pronto como estuviera listo.

—Ve —dijo Maite, empujándome hacia adelante.

Demonios. No quería hacer esto. Aida y yo aprendimos a bailar por mamá cuando éramos niños, y entretuvo a Aida cuando era pequeña. No le gustaba hacer las cosas que yo disfrutaba, como pescar, senderismo, y acampar. A Harlow le encantaba hacer todas esas cosas conmigo. Pero Aida siempre fue diferente. Ella disfrutaba la atención.

Siguió rogando y tirando de mi brazo. No me libraría de esto.

—De acuerdo. Un baile —respondí, y sonrió brillantemente.

Miré hacia atrás a Maite a la vez que me empujó hacia adelante. —Ya regreso.

Maite asintió y me sonrió.

Esta era una mala idea. Pensé que eso callaría a River Kipling, pero me equivoqué―.‖ Eso‖ luce como trabajo, no diversión. Sostener a una mujer cerca y sentir tu cuerpo rozar contra el de ella, la tentación de saber que no puedes tocar nada de la forma que quieres.‖ ―Se detuvo―.‖Eso‖es‖por‖qué‖bailas.‖

Quise que se callara. No lo necesitaba en mi oído. Trataba de encontrar una forma de encajar en el mundo de William, este chico no ayudaba al poner dudas en mi cabeza. La canción terminó y William sacudió su cabeza cuando Aida obviamente le suplicó para bailar una vez más.

Él volteó hacia mí, lo vi tensarse mientras su mirada se levantaba a River a mi lado.

―Apuesto‖a que para de bailar ahora. De nada ―dijo‖River‖en‖un‖tono‖divertido.‖

Miré hacia atrás a él mientras caminaba más allá. Llenaba muy bien un par de pantalones vaqueros y tenía un pavoneo cuando caminaba, pero por otro lado, era irritante.

―¿Te‖estaba‖molestando?‖―preguntó‖William‖mientras sus manos se deslizaban a mí alrededor.

Olvidé al hombre irritante y levanté‖la‖mirada‖a‖William―.‖No, solo hablaba sobre cuán bien bailaron.

William‖frunció‖el‖ceño‖a‖eso―.‖Sí,‖lo‖siento,‖ella‖me‖hizo‖bailar dos veces. Está viniendo ahora, así que podemos ir.

Asentí.

La risa de Aida se arrastró detrás de nosotros mientras caminábamos hacia la camioneta.‖―Amo‖bailar‖―chilló fuerte‖en‖la‖oscuridad―.‖Necesitamos‖hacer‖eso‖más.‖

William no respondió. Caminó hacia la puerta del lado del conductor y la abrió, luego me alzó y me puso sobre el asiento, como si yo no pudiera hacerlo por mí misma.

―Puedo‖hacer‖eso‖sin‖ayuda,‖sabes‖―provoqué.‖

Él‖se‖inclinó―.‖Pero si lo haces, tu falda se subiría y veré mi peca. Aida está con nosotros, así que no sería capaz de darle una lamida.

Mi cara se puso caliente y me dio un escalofrío, pensando como de bien se sintió cuando‖hizo‖eso.‖―Oh.‖―Me las arreglé para responder sin aliento.

―Sí,‖oh‖―repitió‖él―.‖Cuando‖caminemos‖a‖través‖de‖esa‖puerta‖esta‖noche,‖te‖ inclinaré, así podré visitar a mi peca.

Anticipación hizo a mi respiración trabarse.‖―Est{‖bien‖―dije,‖no‖sabiendo‖que‖ más responder a eso.

―Necesitamos‖salir‖a‖bailar‖el‖próximo‖fin‖de‖semana‖―dijo‖Aida‖mientras‖abría la puerta del pasajero y subía.

William me hizo a un lado y se subió a mi lado.

―Maite‖puede‖venir‖y‖observar.‖Podemos‖bailar‖toda‖la‖noche‖―dijo‖Aida.‖

No iba a observar a William y Aida bailar toda la noche, pero no dije nada.

―Me‖alegro‖que‖lo‖disfrutaras‖―dijo‖William‖simplemente.

―¡Me‖encantó!‖Nadie‖m{s‖baila‖tan‖bien‖como‖tú‖―dijo‖Aida.‖Luego sentí su mirada en mí. Me giré hacia‖ ella‖ y‖ vi‖ una‖ sonrisa‖ de‖ suficiencia‖ sobre‖ su‖ cara―.‖ Supongo que Maite no sabe cómo bailar ya que tú no bailaste con ella en toda la noche.

Eso escoció, un poco.

La mano‖de‖William‖se‖deslizó‖sobre‖mi‖muslo―.‖Ella‖puede‖bailar.

―Oh bien, entonces, no debes disfrutar bailar con ella. Está bien, Maite, él me ha tenido para bailar la mayor parte de nuestras vidas y nos movemos juntos como una maquina bien engrasada.

No me gustó la forma que ella dijo eso, había algo raro acerca de su tono.

―Amo‖bailar‖con‖Maite.‖Déjalo‖ir,‖Aida.‖―Eso‖todavía‖no‖respondía mi duda. Comenzaba a pensar que quizás Aida tenía razón. Él no quiso bailar conmigo porque estaba acostumbrado a presumir y yo no podía presumir con él.

William‖dejó‖a‖Aida‖fuera‖de‖la‖casa‖de‖su‖madre‖sin‖un‖“buenas‖noches”‖y‖supe que era su forma de dejarle saber que no era bienvenida a la casa con nosotros. Comencé a pensar lo que él dijo sobre inclinarme y me retorcí un poco en mi asiento.

―No‖te‖pedí‖bailar‖esta‖noche‖porque‖estaba‖asustado‖que‖no‖querrías‖en‖frente‖ de toda esa gente. Parecías nerviosa y no quise añadir eso, pero no hay nada en el mundo que preferiría hacer que sostenerte contra mí.

Esperó hasta que Aida se fue para explicar y lo aprecié. No quería que ella supiera que me sentí intimidada por ellos bailando. Inclinándome, besé su brazo. ―Tienes razón, habría estado nerviosa.

―Sentir‖ tu‖ cuerpo‖ moverse‖ contra‖ el‖ mío‖ es‖ la‖ mayor‖ excitación. Si hubiese bailado contigo, no me habría sido posible quedarme. No podríamos haber llegado hasta la camioneta antes que tuviera mi mano alzando la parte de atrás de tu falda para acunar tu delicioso trasero.

Esta vez, reí. Me gustaba esa excusa;‖me‖hizo‖sentir‖mucho‖mejor.‖―¿Por qué no vamos adentro y puedes mostrarme exactamente qué quieres que haga? Recuerdo que tenía algo que ver conmigo inclinada...

Los ojos de William se iluminaron con hambre mientras me agarraba y sacaba de la camioneta―.‖No‖estoy‖seguro‖que‖pueda‖llegar‖adentro‖―dijo justo antes que su boca estuviera sobre la mía. Me agarré a sus dos brazos y me hundí en él. Sus besos siempre hacían débiles a mis rodillas. Nada más en el mundo importaba cuando su boca se movía sobre la mía. Hacia todo perfecto por simplemente besarme.

Dejé escapar un pequeño gemido de protesta cuando él rompió el beso, pero sus ojos brillaron con emoción y posesividad.

―Inclínate‖ y‖ agárrate‖ al‖ asiento‖ ―dijo en un tono autoritario que hizo a mi estómago oscilar.

―¿Aquí afuera?―pregunté.

Me dio una sonrisa maliciosa―.‖Nadie‖está‖aquí‖afuera y solo es un poco de juego, nena. Lo prometo.

Esa mirada en su cara podía hacerme hacer cualquier cosa. Me di la vuelta e hice exactamente lo que dijo.

―Joder‖―murmuró él, mientras sus manos se deslizaban hacia arriba por la parte trasera de mis muslos hasta que levantó mi falda sobre mi trasero y me quedé expuesta. Sus dedos se deslizaron sobre mi peca. No podía verla, pero sabía dónde estaba. Él pasaba un montón de tiempo allí. También estaba un poco sensible por su falta de afeitado la noche pasada.

―No‖ me‖ gustas‖ en‖ faldas‖ cortas‖ ―dijo―.‖ Me‖ hace‖ preocuparme de que te doblarás y alguien más verá esto. Esto es mío. No quiero a nadie más viéndolo.

Cerré mis ojos y tomé una profunda respiración. Iba a matarme con sus muy sexys palabras, incluso antes de que hiciera cualquier cosa.

―Ábrelas‖más‖―demandó‖él.‖

Sus manos agarraron mis muslos y los abrió hasta que supe que estaba completamente expuesta a él. Dejé escapar un gemido mientras su dedo lentamente trazaba el calor entre mis piernas.

―Tan‖ húmedo‖ ―susurró, entonces presionó un beso en el interior de mi muslo―.‖Tan‖suave.

―Oh,‖Dios‖―gemí,‖sintiendo‖mis‖piernas‖temblar.

―No‖soy‖Dios,‖nena‖―dijo‖él,‖sonando‖entretenido.‖Sonreí‖y‖me‖aferré‖al‖asiento‖ en‖ frente‖ de‖ mi―.‖ Pero‖ estoy‖ a‖ punto‖ de‖ llevarnos‖ a‖ ambos‖ al‖ cielo.‖ ―Escuché su cremallera deslizarse hacia abajo.

Iba a hacerme el amor aquí afuera. Fuera, al aire libre.

―Sé‖que‖dije que solo iba a jugar, pero estás mojada y hueles como crema dulce. Necesito estar dentro de ti.‖―Su voz era profunda pero amable.

Sus manos agarraron mi cintura y lentamente se hundió dentro de mí mientras gemía su nombre. Ser llenada por William era increíble. Anhelaba este sentimiento todo el tiempo. Cada vez que me daba esa sexy sonrisa o veía sus músculos flexionarse bajo su camiseta, soñaba despierta sobre sus brazos musculosos sosteniéndose a sí mismo sobre mí, flexionándose mientras salía y entraba en mí.

Una‖de‖sus‖{speras‖manos‖acarició‖mi‖trasero―.‖Amo‖esto‖―gimió‖él.

No podía estar más de acuerdo. La única cosa que amaba más que esto, era al hombre mismo.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 20, 2016 1:38 pm

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William

Durante la próxima semana, tuve muy poco trabajo en el rancho. Cuando no pasaba cada segundo que podía con Maite, estaba Aida, quien siempre parecía necesitarme para una cosa u otra. Ya que Maite insistió en que fuera, lleve a Aida en caballo otra vez a su lugar favorito junto al lago. Luego, el otro día, Aida quiso ir a la subasta de ganado conmigo. A pesar de que tenía la intención de llevar a Maite, ella dijo que prefería quedarse en la casa y leer, así que debía llevar a Aida.

Sabía que Maite hacía todo lo posible para agradarle a Aida. Fue por eso que constantemente me presionaba para que hiciera cosas con mi exigente prima. No tenía la seguridad de si Aida apreciaba eso en la forma que debería. Cada vez que podía, se quejaba de Maite o del tiempo que pasaba con ella. Me cansaba de defender a Maite todo el tiempo. Aida debía cambiar su actitud sobre Maite, o no la dejaría estar cerca de Maite de nuevo.

Si Aida pensaba que esto era una competición, necesitaba saber que ya la había perdido. Aida era mi prima. Estuvo compitiendo con Harlow una vez que su visita coincidió con Aida. Dar a Harlow toda mi atención tampoco fue muy bien con Aida en ese entonces. Pero éramos niños y simplemente la ignoré. Ahora somos adultos, y actuaba como una loca.

Mi mayor preocupación era que Maite se aburriera de estar en el rancho todo el tiempo, así que cuando recibí la llamada de Harlow para invitarnos a la primera fiesta de cumpleaños de Lila Kate en cuatro días, me sentí aliviado de tener una excusa para escaparme con Maite. Ya era hora de que Aida se fuera a su casa.

Blaire y Rush Finlay celebraban la fiesta de Lila Kate en el patio trasero, en su piscina, y puesto que su casa se encontraba prácticamente en la playa, Harlow haría una fiesta hawaiana. Ni siquiera me había dado cuenta de que era tío ya desde hace un año. El tiempo pasó volando.Maite se hallaba emocionada por volver a Rosemary Beach, y es sólo me preocupó más. No tenía nada que hacer aquí en Texas. Cuando no estaba con ella, se encontraba sola. Odiaba la idea de verla sola o triste. Tenía que arreglar esto. Quizás meterla de nuevo en las clases y animarla a seguir trabajando en su certificado del instituto.

Aunque prefería no confiar en mi padre —el biológico, es decir— mi hermana no siempre fue tan cooperativa. El jet privado de Slacker Demon se encontraba programado para recogernos y llevarnos a Florida en un par de días. La banda de rock de nuestro padre todavía iba a enormes giras todo el tiempo, por lo que el avión privado era una necesidad para ellos. No para mí. Podía discutir con Harlow, pero sabía que ella acabaría ganando. El avión ya se encontraba en Dallas para recoger a un invitado de Blaire y Rush por lo que quería que Maite y yo aprovecháramos.

Tenía todas las tareas hechas y me aseguré de todo, de manera que Maite y yo pudiésemos volar el día antes de la fiesta. También planeábamos pasar después unos días más en la ciudad; sabía que Maite quería ver a su amigo Jimmy. Él había sido su mejor amigo, y hablaba con él al menos una vez a la semana por teléfono.

Cuando aterrizamos en Florida, Harlow tenía un Mercedes plateado esperándonos en el aeropuerto para que yo lo condujera el resto del camino a la ciudad. Sabía que esto tenía que ser cosa de nuestro padre, pero era más para Harlow que para mí. Harlow era la única de los tres hijos de Kiro —incluyéndome a mí y a la media hermana de Harlow, Nan— que había echado una mano en su crianza, por lo que Harlow en realidad pensaba en él como un padre. Él la amaba más, pero ella era fácil de amar. Caray, yo la amé mucho, demasiado, hasta que Maite entró en mi vida. La única persona que se encontraba siempre amargada por ese favoritismo era Nan.

Maite tocó el interior del cuero de color mantequilla del Mercedes y sonrió. — Guau. Este coche es algo caro —dijo con asombro. Ella había tenido miedo durante todo el día. El avión la dejó boquiabierta durante unos buenos cinco minutos. El verla caminar y explorar la cabina con asombro infantil hizo que la experiencia valiera la pena, incluso si era cortesía de Kiro.

—Estoy seguro de que esto también es de Kiro —expliqué—. Si yo hubiera pagado por esto, conduciríamos un camión Dodge.

—Él, eh, ¿él estará allí? ¿En la fiesta? —preguntó, casi con cautela. Como si la pregunta fuera a molestarme.

Asentí. —No iba a perderse el cumpleaños de su nieta por nada en el mundo. Al menos, ninguna nieta de Harlow. Y esta será la única. Harlow no puede tener más hijos. Casi murió al dar a luz a Lila Kate.

—¿Así que Harlow es su favorita? Me reí. Eso era un eufemismo. —Harlow es la única hija que su amada esposa, Emily, le dio. Adoraba a Emily. Aun cuando sufrió un daño cerebral en un accidente hace años y no puede hablar ni hacer nada por su cuenta.

Maite frunció el ceño. —¿Qué pasa con Nan?

Suspiré. —Nosotros ni siquiera sabíamos que Nan era nuestra hermana hasta hace pocos años. Kiro no la reclamó y su madre le mintió acerca de quién era su padre. Fue un fracaso. Y Nan es una víbora cabrona. Ya sabes. Has tratado con ella. Odia a Harlow porque nuestro padre la ama. No es una buena situación familiar.

—Eso es triste —dijo Maite simplemente.

La miré. —¿Qué es triste?

Me miró con los ojos llenos de tristeza. —Que dijeran que tu padre era alguien que no era, y descubrir que el padre que tienes no te quiere. Eso pondría triste a cualquiera. Luego de ver que tu padre adora a otra hija mientras él apenas te reconoce. Eso tiene que dejar una herida muy profunda. Me imagino que ella ha sufrido una gran cantidad de heridas emocionales en la vida.

¿Se encontraba de verdad excusando a Nan? Nadie tenía una excusa para ser malvada y cruel. Sin embargo, aquí se encontraba Maite, sintiendo lástima por ella, incluso después de trabajar como empleada doméstica de Nan durante un corto tiempo y experimentar de primera mano su fealdad. Maite estaba siendo comprensiva por el motivo que Nan tenía de ser así.

—Puedes cambiar de opinión después de haber pasado más tiempo con ella. Si es que eso llega a suceder.

—¿No estará en la fiesta?

Lo dudaba. —Antes de que Grant encontrara a Harlow, tenía algo con Nan. Cuando Grant se enamoró de Harlow, no ayudó al odio de Nan para ella. El hecho de que Nan donara sangre para Harlow cuando se encontraba dando a luz a Lila Kate hizo una gran diferencia y al menos mostró un poco de humanidad. Pero dudo que eso sea suficiente para que Grant la invite al cumpleaños de su hija. Además, Kiro y Nan no se llevan bien. Cada vez que están en la misma habitación, por lo general terminan gritando.

Maite no me preguntó nada, pero me di cuenta de que le daba vueltas en la cabeza. Intentaba encajar todo para que tuviera sentido. El problema era, nada con este lado de mi familia tenía sentido. Kiro lo jodió todo hace años. Harlow y su hija eran todo lo que importaba en este lado de mi familia. Y Grant, a veces. Había probado ser digno de mi hermana, pero todavía me encontraba observándolo. Le mataría si alguna vez la lastimaba.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 20, 2016 1:46 pm

11

Maite

Limpié casas fabulosas antes, pero ninguna comparada con esta. El lugar de los Finlay era enorme y maravilloso. Ubicado directamente en el agua, y costosos automóviles llenaban el camino de entrada. Nos estábamos quedando con Grant y Harlow, pero ellos ya se habían ido para preparar las cosas. Nos habíamos ofrecido a quedarnos con Lila Kate, pero Grant dijo que se pondría quisquillosa si él no se encontraba cerca. William dijo que era más probable que Grant se pusiera quisquilloso. Ver a Grant Carter con su hija, mientras ella se tambaleaba por allí, tratando de caminar, era adorable. Se cernía por encima de ella constantemente, listo para atraparla si se caía en cualquier momento. Las pocas veces que se cayó, reaccionó a la velocidad de la luz, levantándola y revisando sus pequeñas rodillas gorditas. —Kiro está aquí. Dean debe estar con él, ya que trajeron la limo —dijo William sin emoción.

Iba a conocer a dos de las leyendas de la industria musical, pero William no se encontraba sorprendido. Entonces de nuevo, Kiro lo ignoró la mayor parte de su vida, entendía porque él no estaba emocionado por ver al hombre. No me hallaba segura de que fuera a gustarme, de todos modos. A mis ojos, tenía muchas cosas en su contra.

Antes de que pudiera salir del Mercedes, William se hallaba ahí para darme la mano y ayudarme a bajar. Lo dejé ayudarme, ya que yo sostenía la larga caja rosa con puntos cafés con el regalo de cumpleaños de Lila Kate en ella. Habíamos ido de compras a Dallas para encontrar el regalo perfecto para el primer cumpleaños de su sobrina. Cuando vimos un par de botas vaqueras rosas con un sombrero de cuero rosa a juego, William insistió en que compráramos los dos. Eran regalos perfectos para Lila Kate de su tío William.

Yo le compré un caballo de peluche para combinar con su nuevo atuendo. William había dicho que le enseñaría a montar un día, pero después de ver a Grant con su hija, dudaba que Lila Kate alguna vez llegara a lomos de un caballo. No creía que Grant pudiera manejarlo. —Vamos a la fiesta —dijo William con un guiño.

Acomodé mi vestido de verano amarillo después de que él tomó el regalo de mis manos. Era un luau, así que me había puesto mi mejor vestido de playa y un par de sandalias de tiras. Harlow había estado vestida similar, así que no me encontraba preocupada por estar mal vestida para esta fiesta. —Hay muchas personas aquí —le dije, mirando a los carros que seguían llegando. —Sí, Grant ha estado en Rosemary Beach la mayor parte de su vida. Es amigo de todo el mundo.

William tocó una vez, y una mujer que podría haber sido un ángel de Victoria`s Secret abrió la puerta, sonriendo brillantemente. —William, hola —saludó, entonces volvió sus impactantes ojos verdes hacia mí—. Hola, Maite. ¿Cómo has estado? —Gracias por invitarme, Blaire. Es maravilloso verte de nuevo. Blaire retrocedió y nos indicó que entráramos. —Tú, yo, Harlow, Bethy y Della necesitamos tener un día de chicas pronto. Incluso si tenemos que volar a Texas para hacerlo —dijo Blaire, sonando determinada.

Nunca había tenido un día de chicas. Eso sonaba divertido. —Harlow está afuera en la piscina. Grant tiene a Lila Kate en la piscina con Rush y Nate. Vayan allá a ver a todos. Soy la encargada de la puerta ahora. Tomaré el regalo para ponerlo con los otros. —Gracias Blaire —dijo William, entonces puso una mano en mi espalda baja para guiarme a través de la impresionante casa de los Finley hacia un grandioso patio trasero, con escaleras que llevaban a una piscina que parecía pertenecer a un hotel lujoso.

Había personas en todos lados. Algunas de las mujeres usaban bikinis, mientras las otras usaban cortos vestidos de verano como el mío. Los hombres que usaban trajes de baño lucían todos como modelos en buena forma. Escaneé la multitud, buscando una cara familiar además de la de Harlow.Mis ojos aterrizaron en alguien que no había esperado ver aquí. Acostado en una silla usando un par de shorts para nadar, mostrando un bronceado que la mayoría de los otros hombres no tenían, lucía como si viviera en un bote. Su cabello era exactamente como lo recordaba de la barbacoa. Café con destellos, amarrado en una desordenada cola de caballo que lucía como si no la hubiera cepillado. Incluso con lentes de sol puestos, podía sentir su mirada en mí. ¿Qué demonios estaba haciendo él aquí? —William, es tan bueno verte —dijo una voz femenina desde detrás de nosotros, y me volví para ver un rostro que reconocí. Había conocido antes a Della Kerrington, pero esta vez, ella sostenía un pequeño bulto en una manta azul. —Y Maite —dijo. Su genuina sonrisa me hizo sentir inmediatamente cómoda a su alrededor—. Estoy tan feliz de que estés aquí. William asintió con la cabeza hacia el bebé en sus brazos. —Felicidades. Escuché que el pequeño chico nació el mes pasado. Della bajó la mirada al bulto y sonrió. —Sí. Vino un mes antes, pero es perfecto, y no puedo recordar nunca estar así de feliz. Él nos completa. —¿Cuál es su nombre? —preguntó William. —Cruz —dijo, volviendo a mirarnos—. Cruz Woods Kerrington. —Nombre genial. Me gusta —respondió William. —A mí también. Y felicidades —agregué. Della sonrió cálidamente. —Gracias a ambos. Trataré de pasar un poco más de tiempo contigo, Maite. Pero justo ahora tengo un chico hambriento que alimentar —dijo antes de entrar. —Me gusta —comenté mientras la observaba irse. —Sí, es lo mejor que le ha pasado a Kerrington. El chico era una zorra antes de ella —dijo William y me guiñó.

Me reí mientras deslizaba su mano alrededor de mi cintura y me dirigía escaleras abajo hacia la piscina. Miré por encima de la silla a donde había visto la cara familiar más temprano, pero se había ido. Raro. —¡Mírame saltar, papi! —gritó una pequeña voz, y me volví para ver a un adorable niño pequeño parado en la cima de una cascada de rocas. Parecía muy pequeño para estar allá arriba, pero tenía un brillo determinado en sus ojos. —Estoy viendo. Muéstrame lo que tienes —gritó un hombre desde el agua. Me encontraba demasiado preocupada por el niño para alejar mis ojos de él y ver quien era su padre. ¿Sabía su madre que estaba allá arriba?

El chico mostró una amplia sonrisa que me dijo que era un galán, incluso si era solo un niño. Entonces brincó alto y apretó su pequeño cuerpo para girar dos veces en el aire antes de sumergirse en el agua.

Todos aplaudieron y animaron, incluyéndome. Estaba asombrada.

Su pequeña cabeza surgió, y tenía un brillo orgulloso en su rostro. Era precioso. —Te dije que podía hacer dos —dijo mirando a Grant. Entonces nadó y le dio a un enorme y musculoso hombre los cinco. Sin que Rush Finley se diera vuelta, supe exactamente quién era. Lo había visto en revistas y en la televisión antes. Era el hijo de Dean Finley. Se dio la vuelta para sonreírle a Grant, quien se reía. —No dudes de mi chico —dijo, lo que solo hizo que Grant sacudiera la cabeza mientras se seguía riendo.

Rush Finley se había dado la vuelta para nadar hacia la escalera cuando sus ojos se levantaron y vio a William. Si no hubiera estado completamente enamorada de William, tendría que decir que este hombre era la cosa más hermosa que había visto. Pero amaba a William, y nadie se comparaba. Rush tendría que quedar en un cercano segundo lugar. —William —dijo Rush con una sonrisa antes de salir del agua. Tuve que apartar la mirada, porque, en serio, estaba empujándolo. Incluso salía del agua de forma atractiva. —Talentoso niño el que tienes —respondió William. —Infiernos, sí, lo es. Al igual que su padre —dijo Rush. —Y le gusta recordarles eso a todos —gritó Grant desde la piscina.

Me forcé a darme vuelta para enfrentar a un mojado Rush Finley. Agradecía de que tuviera una toalla envuelta a su alrededor ahora. Sin embargo, no quitó las gotas de agua que escurrían por su pecho. Rush volvió su atención hacia mí. —Maite —dijo, sorprendiéndome por saber mí nombre—. Gusto en conocerte. Me las arreglé para dejar salir un—: Igualmente. Luego regresó su atención a William. —¿Has visto a Kiro? —preguntó. William negó con la cabeza. —Aún no. —Está adentro con Emily. No la quiere mucho en el sol. Los ojos de William se ampliaron. —¿Emily está aquí? Rush pasó una mano por su corto y húmedo cabello y asintió. —Sí, no quería que se perdiera el cumpleaños de su nieta.

Guau. De todo lo que William me ha dicho acerca de la mamá de Harlow, nunca me habría imaginado que Kiro la sacaría de su instalación medica especial en Los Angeles, ni por un día. —Supongo que ahora que el mundo sabe que está viva, se siente seguro sacándola —dijo William con una mirada desconcertada en sus ojos.

—Papá dice que cree que este es el último año que Kiro incluso grabará con Slacker Demon. Teme que Kiro esté listo para dejar la banda. Me imagino que es tiempo para todos ellos. Han estado en eso por veinticinco años, después de todo. —Ya es tiempo de que se retiren. —concordó William. —Sin embargo, el mundo de la música no estará de acuerdo —dijo Rush—. Pero si están listos, entonces es tiempo de parar. Solo que no sé si mi papá ya está ahí.

Continuaron hablando, y volví mi atención a los otros. Escaneé la piscina y una cabaña montada cerca, y mis ojos colisionaron con esas gafas de sol de nuevo. Él seguía mirándome.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Mar 20, 2016 1:48 pm

12

William

No habíamos visto a Harlow desde que llegamos a la fiesta, pero ahora sabíamos que debía estar con sus padres. Estar cerca de Emily era duro para ella. Vivió casi toda su vida pensando que su madre había muerto. Cuando descubrió que Emily se encontraba muy viva, pero no podía comunicarse o hacer cualquier cosa, fue difícil de manejar para ella. ¿Pensó Kiro en los sentimientos de Harlow cuando decidió traer a Emily aquí?

Frustrado, busqué a alguien a quien pudiera confiarle a Maite para poder buscar a mi hermana y asegurarme de que se encontraba bien. Si nuestro padre le arruinó el día, estaría enojado. Por una vez, tenía que pensar en alguien que no fuera él mismo. Blaire salió, y toqué el codo de Maite. —Tengo que comprobar a Harlow y asegurarme de que está bien con su madre estando aquí. Todo esto es nuevo para ella, y estoy preocupado. Te dejaré con Blaire unos minutos. ¿Está bien? Maite asintió. —Claro. Blaire nos vio dirigirnos en su dirección y caminó hacia nosotros. —Iba a entrar y chequear a Harlow. No está aquí, y sé que Emily está aquí, así que<‖—Mi voz se apagó, sabiendo que Blaire entendería mi preocupación. Blaire asintió. —Ve adentro. Eso me dará tiempo para llegar a conocer a Maite. Tomaremos cocteles y charlaremos. Eché un vistazo a Maite, y me dio un codazo para que fuera. —Me está ofreciendo cocteles. Estaré bien. Ve.

Una vez que me sentí seguro de dejarla, caminé hacia la casa en busca de mi hermana. No tomó mucho tiempo encontrarla. Se hallaba de pie en la cocina, mirando fijamente la pared con la mirada perdida. Esto era lo que me tenía asustado. Harlow no debería tener que lidiar con esta mierda en el cumpleaños de su hija. Claro, era su madre, pero no se le dio tiempo para procesar que incluso tenía una y mucho menos aceptar el hecho de que nuestro padre la mantuvo encerrada y en secreto de todos.

—Harlow —la llamé en voz baja, porque no quería asustarla. Se dio la vuelta, y sus ojos se encontraban húmedos con lágrimas contenidas. — Hola —saludó en voz baja. —Voy a decirle que se largue. No debería haberte hecho esto—dije, mi voz revelando mi enojo. Negó con la cabeza. —No,‖no‖es‖eso.‖Me‖dijo‖que‖la‖traería.‖Es‖solo<‖No‖estoy‖ llorando por ella. Estoy llorando por él. Verlo con ella es desgarrador, William. No lo has visto. Hay un lado de nuestro padre que ni siquiera sabía que existía hasta hace poco. Cuando lo ves con ella, todo tiene sentido. Él tiene sentido. Era su todo, y la perdió trágicamente‖después‖de‖un‖corto‖tiempo.‖Sólo‖lo‖veo‖y‖pienso‖que<‖¿Qué‖si‖no‖lo‖ hubiera hecho? ¿Y si hubiera muerto en esa sala de parto? ¿Y si Grant hubiera tenido que criar a Lila Kate sin mí? ¿Habría podido ser ese adorable y maravilloso padre que resulto ser? ¿O se habría convertido en lo se convirtió Kiro?—Sorbió y limpió sus ojos—. Tienes tanto en contra de él, y entiendo por qué. Sé que no hizo lo correcto contigo o tu madre. Pero se encontraba tan roto, y por un momento, mi madre lo salvó, solo para perderla. No sabe cómo ser feliz. Perdió al amor de su vida.

Comencé a argumentar que el hijo de puta tenía niños en que pensar y responsabilidades, pero me detuve, porque el rostro de Maite pasó ante mí. La había encontrado. Cambió mi mundo, e incluso después de tan poco tiempo, sabía que era mi futuro. ¿Y si la perdía? ¿Y si mañana se fuera? ¿Cómo saldría adelante? ¿Podría alguna vez recuperarme? —¿Cómo es con ella? —pregunté, necesitando creer que Kiro podía amar. Aun así, quería que el hombre que me dio la vida tuviera algunas cualidades redentoras. Crecí creyendo que no tenía ninguna. Harlow sonrió, y sus ojos mostraron tanta emoción. —La trata como si fuera preciosa. La cosa más importante, lo más preciado en el mundo. Acaricia su cabello y le cuenta las historias‖de‖su‖pasado.‖La‖llama‖su‖{ngel.‖Es<‖es‖hermoso.‖Desearía‖que‖ hubiera tenido la oportunidad de vivir la vida con ella. Creo que hubiéramos crecido con un tipo muy diferente de padre. Tal vez incluso Nan sería diferente por eso.

¿Podría amar a alguien destruirte por completo? Nunca pensé tan profundamente sobre ello, pero más de una vez, me preguntaba si Kiro tenía un alma. Veía la forma en que vivía y me preguntaba como mi madre pudo haber cometido un error tan gigante durmiendo con ese hombre incluso una sola vez.

Pero si perdió su alma cuando perdió su futuro con Emily, entonces eso lo hacía menos un monstruo ante mis ojos. Lo hacía humano, no el dios del rock que el mundo conocía sino un hombre que amó con todo su ser y perdió ese amor. —Nos ama. Te ama. Está orgulloso de ti.

Lo escuche contándole a‖Emily<‖a‖mi‖ mam{<‖de‖ti‖el‖otro‖día.‖Al‖parecer,‖mi‖madre‖también‖te‖amaba.‖Le‖decía‖sobre‖el‖buen‖ hombre en el que te has convertido y en lo orgullosa que estaría del niño que adoraba. No muestra su emoción con claridad, pero Emily es su corazón. Es su único vínculo con la felicidad. La quiero aquí con él.

Kiro nunca me dijo que estuviera orgulloso de mí. Tragué la emoción que apretaba mi garganta y asentí. —Está bien. Entonces ven afuera conmigo. Disfruta la fiesta de tu hija. Vamos a celebrar la vida. La tuya y la suya. Harlow sonrió y se acercó para envolver sus brazos alrededor de mi cintura. — Eres otra razón por la que amo a papá. Me dio el mejor hermano del mundo.

Mis ojos no picaron con lágrimas contenidas.

Bueno, tal vez solo un poco.
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