Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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Kiro's Emily WebNovela LevyRroni Adaptada

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Mensaje por asturabril Miér Ene 20, 2016 8:06 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Jue Ene 21, 2016 4:03 pm

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Mensaje por asturabril Jue Ene 21, 2016 8:28 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Vie Ene 22, 2016 2:25 pm

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Mensaje por asturabril Vie Ene 22, 2016 4:48 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Ene 23, 2016 1:06 pm

1

Febrero 14, 1992

Maite

Ver a otras mujeres desnudas no era algo que me agradara. Ni siquiera un poco. El ver a otras personas teniendo sexo no era algo que también disfrutara. No es que jamás lo hubiera visto antes en mi vida. Hasta ahora. Pero no podía culpar a nadie más que a mí misma por esto. Lo que presenciaba era mi culpa. Bloquear esto de mi mente sería imposible.

Me presioné más contra la esquina de la habitación y cerré los ojos con fuerza, así podría centrarme en cómo diablos saldría de aquí. Sin embargo, observar porno en vivo no ayudaba a concentrarme. Estaba demasiado ocupada tratando de no vomitar.

No es que fuera una mojigata. Quiero decir, no había tenido sexo todavía, pero quería, con el tiempo, con el chico adecuado. La escena que estaba obligada a dar testimonio no era de ninguna manera lo que yo quería. Nunca.

Sin duda, estos chicos se convertirían en dioses del rock. Slacker Demon obtuvo su primer disco multiplatino, y el mundo los amaba. Se fueron apoderando de las listas del Billboard con un éxito tras otro. A eso, añádele el hecho de que tres de los cinco miembros eran realmente muy atractivos, en una especie de chico malo. Las mujeres se lanzaban con todo a ellos.

Incluyendo a mí prima, Sonya. Codiciaba al baterista, Dean Finlay, desde el principio. Era de buen ver, lo aceptaba, pero por lo que veía esta noche, esto no era lo que querría Sonya. Ciertamente.

No importaba cómo de magníficos y famosos eran estos hombres, ser una follada de una sola noche para ellos, no era algo que cualquier mujer debería querer. Además, tenían que ser portadores de enfermedades. Vi a tantas mujeres de rodillas esta noche, era irreal.

Sonya lo veía de manera diferente. Siempre fue deseada. Incluso cuando éramos niñas. Cabello largo rubio, ojos azules grandes y pestañas kilométricas eran sólo el comienzo. Sonya era de un metro y medio de alto, nada más, piernas bronceadas y un muy buen par de tetas que compró con su dinero de graduación del instituto. Nuestros abuelos nos dieron a cada una diez de los grandes con la esperanza de invertirlo sabiamente y utilizar ese dinero como ventaja para comenzar nuestras vidas.

Invertí el mío con la ayuda de mi abuelo. Sonya se compró un par tetas doble D.

Traté de buscarla entre la multitud, sin embargo, se encontraba desaparecida desde que la vi coqueteando con el bajista, Trac Trace. No era uno de los más hermosos, pero tenía talento.

No me di cuenta de su talento hasta que lo vi actuar en las últimas cuatro presentaciones de su gira. ¿Por qué vi las últimas cuatro presentaciones? Porque amaba a Sonya y ella me necesitaba. Su padre acababa de dejar a su madre por otro hombre y Sonya se desmoronaba. Cuando necesitó salir de ahí y alejarse de todo el desorden de su casa, le dije que iría con ella.

Así que ahora era una grupi que se escondía en los rincones y cerraba los ojos. Esta noche, era la primera vez que logramos entrar a la fiesta que daban después del concierto. Sonya se acostó con varios tipos para llegar hasta aquí. Pasé varias noches esperándola con mi lata de spray pimienta sosteniéndola con fuerza en mi mano mientras me escondía en las sombras. Sin embargo, cruzó la línea esta noche. No podía seguir haciendo esto. Quería volver a Carolina del Sur.

—¿Estás bien? —preguntó una voz profunda, tan cerca que sentí el calor de su aliento. Mis ojos se abrieron de golpe y miraron directamente a los ojos de un chico que no conocía. Su cabello era normal, al igual que su ropa. Me di cuenta que su aliento no olía a alcohol.

—Sí —le contesté, observándolo atentamente. A pesar de que parecía no estar borracho o drogado, no lo conocía. No confiaba en él todavía.

Me estudió un momento, como si quisiera asegurarse y luego sonrió. —No pareces estar disfrutando. —Miró hacia la orgía salvaje sucediendo delante de nosotros.

—No, definitivamente no.

Puso una mano en la pared a mi lado e inclinó su cuerpo hacia el mío. Esto no era algo bueno. Di un paso atrás mirándolo para asegurarme de que no hiciera ningún movimiento brusco.

Se rio entre dientes. —¿Puedo preguntar por qué estás aquí? No es precisamente fácil lograr entrar. La mayoría de las chicas trabajaron duro por ello.

Una pequeña charla no se encontraba en mi lista de cosas que quería hacer tampoco, pero hablar con este chico era mejor que ver el festival de amor. —Mi prima lo quería. Ella tiene aspecto de hacerse notar. Sólo estoy aquí esperándola.

Los ojos oscuros del chico hicieron una exploración rápida de mi cuerpo, deteniéndose en lugares que preferiría no lo hiciera. Crucé los brazos sobre mi pecho de manera protectora.

Cuando sus ojos regresaron de nuevo a mi cara, frunció el ceño.

—Podrías haberlo conseguido todo por ti misma. Te lo puedo asegurar — dijo el chico.

¿Quién era y por qué me molestaba? Me alejé más de él y centré mi atención en el suelo.

Pero no duró mucho. Un estruendo llamó mi atención y automáticamente levanté mi cabeza para ver de qué se trataba, ya que todos reían y gritaban.

De pie en el centro de la habitación, usando nada más que un par de pantalones de cuero negro que colgaban de sus caderas, estaba el cantante líder de Slacker Demon y el hombre más hermoso que había visto en mi vida: William Manning. Sus ojos azules eran sorprendentemente claros. Sus brazos marcados y estómago de tabla de lavar estaban decorados con tatuajes coloridos. Luego estaba su cabello, lo suficientemente largo para mantenerlo recogido en una cola de caballo. Lo qué hacía a menudo.

El problema era que también era el más mujeriego de la banda.

La sonrisa en su rostro justo ahora, como si llamara la atención de todos en la sala, era perversa. No había otra palabra para describirlo. Sabía que era deseado y le encantaba. —Rompí mi maldita botella de vodka. Necesito una nueva — anunció, luego tendió una mano y chasqueó el dedo hacia una pelirroja que estaba en topless y vistiendo sólo un tanga. Corrió hacia él y él la colocó en el hueco de su brazo, luego puso su mano sobre su seno.

Entonces, aparté mi mirada de él. Admitiría que tenía mis propias fantasías acerca de William Manning y yo solos en mi habitación por la noche. Sin embargo, verlo acariciar a otra mujer, estaba segura de que mataría eso.

—¿Van a traerme otra jodida botella? —preguntó.

No lo miré. Me concentré en mis manos.

—Mejor voy a conseguirle un trago —susurró el chico y se fue de mi lado.

El estruendo se puso en marcha de nuevo. Nunca saldría de aquí. Había un límite en las cosas que haría por Sonya. Esta noche me encontraba en ese límite. La encontraría y nos iríamos. Estábamos en un cuarto trasero detrás del escenario. No era como si pudiera perderse. Sólo tenía que aguantar y caminar a través de los cuerpos desnudos.

Mi madre me advirtió sobre ir a este viaje. No la escuché y ahora realmente deseaba haberlo hecho. Esto se convertía en una pesadilla. Levanté mi cabeza para escanear otra vez entre la multitud, evitando deliberadamente la dirección de William en caso de que ahora estuviera teniendo sexo con la chica en topless. Quería conservar mis fantasías, realmente lo quería.

Moviéndome a través de la multitud, mantuve mis ojos abiertos por Sonya y sin distraerme en lo que los demás hacían. Cuando llegué al fondo de la sala, vi la parte posterior de la cabeza rubia de Sonya presionada contra un chico. Sólo se besaban, sin embargo sus manos se encontraban en su falda corta y ahuecando su trasero. Desde este punto de vista, parecía que consiguió la atención de Trac. Reconocí los tatuajes en sus nudillos. Tener Fuck Yeah impreso en sus manos de forma permanente sonaba estúpido para mí, pero el tipo era un rockero. El sentido común probablemente no era un factor al tomar decisiones.

Realmente no quería interrumpirlos, pero mi deseo de irme era más fuerte. Eran casi las dos de la mañana y estaba agotada. También cansada de intentar esconderme en un rincón.

—Sonya —la llamé por encima del ruido.

Se puso rígida, pero continuó lamiendo la cara de Trac.

—Sonya —grité más fuerte, haciéndole saber que no me iría si no me hacía caso.

Esta vez, se alejó para tomar aire y me miró sobre su hombro. —¿Qué? —La molestia escrita por toda su cara. Consiguió a uno de los miembros de la banda y yo le arruinaba las cosas.

—Lo siento, pero es tarde. Quiero irme.

—¿No la estás pasando bien, dulzura? —La voz de Trac era ronca. Tenía el cabello rubio también largo, pero con aspecto tosco. No lo miré. Mantuve la mirada fija en Sonya.

—Estoy ocupada —dijo entre dientes, como si no pudiera creer que yo le hiciera esto. ¿Podría dejarla aquí? ¿Sería seguro? No, probablemente no.

—Oye, tranquila. No es tan mala —dijo Trac, empujando suavemente a Sonya lejos de él, luego camino hacia mí. Desvié mi mirada hacia él y me di cuenta de que podríamos tener un problema—. ¿Qué pasa, hermosa? ¿Es que nadie te ha hecho pasar un buen momento?

Di un paso atrás y sonrió. Miré de nuevo a Sonya, suplicante. Ella, sin embargo, miraba a Trac con fuego en sus ojos. Mierda.

»No estoy seguro de cómo todos te pasamos por alto. Conozco a mis chicos y si te hubieran echado un vistazo, todos estaríamos en una maldita pelea en este momento, tratando de decidir quién se metería en esos vaqueros. —Extendió una mano y pasó un dedo lentamente por mi brazo.

Era un imbécil. Seguramente Sonya lo notó y estaba lista para marcharse ahora. Podríamos ir a casa mañana.

—Maite, tienes que irte. Ahora. Nos vemos mañana. —La voz de Sonya era dura y apenas contenía su furia. La mirada de advertencia en sus ojos fue suficiente para hacerme saber que no quería que le arruinara esto. No le importaba que él coqueteara abiertamente conmigo. ¿En qué pensaba?

—No puedo dejarte aquí —empecé a decir, pero me interrumpió.

—Sí, puedes. —Envolvió sus brazos alrededor de uno de los de Trac y apretó su pecho contra él. Le susurró algo al oído, pero todavía podía sentir sus ojos en mí.

—No quiero que te vayas —me dijo Trac, encogiéndose de hombros para soltarse de Sonya y cerrando el espacio entre nosotros—. No estoy seguro de que haya visto ojos de ese color antes. Jodidamente embriagador. —Estiró su mano para a cunar mi mejilla.

Salté hacia atrás rápidamente y su sonrisa creció.

—Y maldita sea, ella es dulce —dijo, como si eso fuera lo que más deseaba en el mundo. El tipo estaba loco.

—¡Vete ya! —me gritó Sonya.

Decidí entonces que por mucho que la amara, no me iba a quedar aquí para esto. Trac me ponía nerviosa y ella estaba furiosa conmigo. Debería estar furiosa con él, pero no, estaba enojada conmigo.

Me di la vuelta y corrí hacia la puerta, apretada entre cuerpos mientras hacia mi camino. Si no estuviera tan enojada con Sonya ahora mismo, estaría preocupada. Esto era tan estúpido. ¿Por qué se quedaba aquí?

Por el rabillo de mi ojo, vi a Dean Finlay y a su trasero desnudo. No iba a seguir mirando para ver exactamente lo que hacía.

Sonya perdía el tiempo en esto.

—No me dejes, hermosa. Seré bueno. Malditamente lo juro —gritó Trac.

Me di la vuelta para ver si Sonya me seguía. Pero no lo hacía. Trac lo hacía. Oh, mierda.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Ene 23, 2016 1:14 pm

2

William

Tomé un trago de mi vodka y bajé la mirada mientras la pelirroja —espera, no, ésta era rubia— me desabrochaba los pantalones. No me hallaba seguro de a donde se fue la pelirroja. Oh, espera, sí, las tetas de la rubia eran muy grandes. Falsas, pero a quien mierda le importaba. Esos bebés eran enormes.

—No me dejes, preciosa. Seré bueno, jodidamente lo juro —gritó Trac mientras iba más allá de mí. ¿A quién carajo le gritaba?

Miré a donde se dirigía y mi mirada se detuvo al momento en que la vi. Jodido infierno.

Di un paso adelante, pero la rubia de rodillas me bloqueaba el camino. Quité sus manos y la rodeé.

—Seré bueno. Solo habla conmigo —dijo de nuevo Trac, lo suficientemente fuerte para que todos escucharan.

Los ojos de la chica se abrieron y me di cuenta que la hermosa morena era con quien Trac hablaba. Eso no me gustó. ¿De dónde salió? Nunca antes la vi, porque, seguro como el infierno, la recordaría.

No se hallaba vestida como las otras mujeres aquí. Los pantalones y suéter que usaba se ajustaban perfectamente a sus curvas. No necesitaba mostrar todo para llamar la atención. Sus perfectos labios rosados eran tan malditamente llenos que harían pensar a un hombre donde los quería. El paquete era perfecto, pero demonios, era la mirada inocente en sus ojos lo que me tentaba.

No pertenecía aquí. Pero había entrado y jodidamente iba a tenerla. Trac podía rendirse. Todas me deseaban. Era el jodido premio mayor. No tenía que competir con los otros. Ésta sería mía esta noche.

Casi estaba cerca de ella cuando se giró y salió corriendo hacia la salida. ¡Mierda! Me dirigí hacia Trac, dándole un fuerte empujón. Se tambaleó y cayó contra la pared mientras lo pasaba rápidamente.

Lo‖ escuché‖ maldecir‖ y‖ llamarme‖ “lamentable‖ hijo‖ de‖ puta”.‖ No‖ me‖ importaba. Iba a tener que superarlo. La chica era mía esta noche. Incluso podría follarla dos veces antes de acabar.

El guardia de la puerta me vio llegando y se paró en frente de la salida, bloqueándola por mí. La chica le pidió moverse con el acento sureño más dulce que había odio. Joder.

—Solo quiero irme. A nadie le importa que esté aquí, te aseguro. Solo vine por mi prima. Es a la que los chicos quieren.

¿Su prima? Joder, ¿era mejor que ella?

El guardia levantó la mirada hacia mí, ella se volteó para ver a quien miraba. Pude sentir el pequeño jadeo que provocó en mi maldita polla. Mierda, era caliente.

Infiernos, no, no se iba a ir. Tuve un momento difícil escogiendo a alguien para regresar al hotel conmigo esta noche, pero me saqué la maldita lotería. Apuesto a que olía dulce, también. Su coño no estaría muy usado. Apuesto a que era apretado.

—¿Te vas sin saludar? —pregunté, dándole la sonrisa que me metía en las bragas incluso antes de ser una estrella de rock.

Tomó otro aliento, su rostro era malditamente expresivo. Pude ver sorpresa, luego impacto y luego confusión. Todo eso se arremolinaba en sus bonitos ojos. Me pregunté cómo me mirarían cuando la hiciera correrse. Iba a jodidamente averiguarlo.

Cuando quedó claro que no iba a hablar, di otro paso y pasé un dedo sobre su mejilla, solo para ver si su piel era tan suave como parecía. Joder, lo era. Entonces se estremeció.

—¿Tienes nombre, princesa? —pregunté, sorprendiéndome a mí mismo. Nunca preguntaba los nombres. Solo las llamaba princesa a todas. Era más fácil.

—Yo‖solo…‖necesito…‖me‖estaba‖yendo. Me tengo que ir —tartamudeó, señalando sobre su hombro la puerta que mi hombre seguía custodiando.

¿Trac la asustó? Estúpido hijo de puta, mejor que no la hubiese herido. Era como una de esas hermosas muñecas que no debías tocar porque se podían romper.

—Pero aún no puedes irte. No nos hemos presentado —dije, deslizando una mano hasta colocarla en su cadera, rozándola por su pequeña cintura y caderas anchas. Ese era un culo por el que necesitaba disparar toda mi carga.

—Solo vine por‖ mi‖ prima.‖ No…‖ quiero‖ decir…‖ en‖ realidad‖ no‖ estoy‖ invitada. Solo entré por ella. Ahora ella se halla aquí, así que me voy.

Jesucristo, era tan jodidamente dulce. ¿Cómo podía una mujer verse así y ser así de dulce? Esa mierda no pasaba.

—Estás invitada ahora. Eres mi invitada —le informé. Extendí una mano para que la tomara—. Ven conmigo. Podemos ir a algún lugar tranquilo y puedes decirme todo sobre ti.

Empezó a negar. —Oh,‖no…‖Eso‖no…‖solo‖necesito‖irme.‖Estoy cansada.

No podía hacer nada más que mirarla. No sabía cómo manejar esto. Me rechazaba. A mí. Nadie me decía no. Nunca. ¿Era un juego? ¿Esa dulzura solo era un acto? ¿Obtenía lo que quería jugando a la difícil y abría el apetito de un hombre con ese cuerpo follable con ropas que solo insinuaban lo que se hallaba debajo? Porque si lo era, era brillante. La deseaba. Ahora. Ese acto funcionaba.

Sonreí y di un paso más. Si retrocedía, estaría presionada contra mi guardia. Así que la tenía. Era él o yo. Bajando la cabeza, rocé los labios sobre su oreja e inhalé. Joder, joder, olía a miel.

—Te quiero desnuda debajo de mí. Esto funcionó, princesa. Ahora es tiempo de ceder.

Su cuerpo se tensó y dejó de respirar. Esperé que volviera a inhalar mientras rozaba mi nariz por su cuello y me saturaba con lo jodidamente bien que olía.

—No. No hago eso —dijo, sonando sin aliento—. Solo quiero irme.

Levantando la cabeza, la miré a los ojos y vi miedo esta vez. Era cierto. Me tenía miedo. ¿Por qué demonios me tenía miedo? La inocencia en sus ojos era real. Gritaba que había sido mirada pero no tocada.

—Por favor —rogó en voz baja—. Por favor, déjame ir.

Me encantaba que una mujer me rogara. Por supuesto, me encantaba que rogaran‖por‖mi‖polla.‖O‖que‖me‖rogaran‖que‖las‖folle‖m{s‖fuerte.‖Pero‖esto…‖se‖ quedó en mi pecho. Joder, iba a dejarla ir. Debido a que dijo por favor. Y jodidamente quiso decirlo.

Levanté la mirada al guardia en la puerta. Era uno de los muchos que viajaban con nosotros. —Asegúrate que llegue bien a casa —dije, y el guardia me dio un pequeño asentimiento.

Entonces volví a mirar a la belleza intocable delante de mí. Tenía razón. No pertenecía aquí. No debería ser parte de esto. No dije adiós, porque no iba a llamarla princesa de nuevo. Llamaba princesa a las chicas que follaba.

Antes de poder cambiar de idea, me giré y caminé de regreso hacia la multitud. Había un montón de morenas que podía usar esta noche. Pero esa cara de ángel sería lo único que vería cuando cerrara los ojos.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Ene 23, 2016 1:29 pm

3

Maite

Sonya no regresó al hotel. Me quedé esperando toda la noche, tratando de calmarme y dándole tiempo para despertar y hacer la caminata de la vergüenza. Me di una ducha, puse ropa limpia, y comí dos de las barras de granola que mantuvimos en nuestro equipaje para el desayuno y así ahorrar dinero. Debíamos respetar presupuesto. Seguir a una banda no era barato.

Caminé por la pequeña habitación y vi la puerta, deseando que el pomo girara. Pero al mediodía, sin ninguna señal de Sonya, supe que debía pagar por otra noche y luego ir a buscarla. Lo que significaba más dinero gastado, porque ella tenía las llaves y el coche; yo había regresado al hotel en una limusina anoche.

Todo cortesía de William Manning. Mi corazón se aceleró con el recuerdo de su profundo y sexy acento mientras intentaba conseguir que me quedara anoche. Sus ojos habían sido aún más impresionantes de cerca. Cada fantasía que había tenido sobre él se repitieron en mi mente mientras tocaba mi cadera y mi cara.

Sus labios habían rozado mi oído, y cada célula de mi cuerpo estalló en llamas. Necesité de todas mis fuerzas y  buen sentido para salir por la puerta. Aferrarme a la imagen de él tocando a varias mujeres en topless y luego la rubia que había estado entre sus piernas me ayudó a mantenerme firme bajo su mirada.

No, no pensaría en ese hombre. Él no era para mí. A él sólo le gustaban las mujeres. Me estaba alejando, y Trac  me había llamado para que regresara. Esa fue la única razón por la que se fijó en mí. Me habían pasado por alto fácilmente hasta entonces.

Tenía que encontrar a Sonya. Esa era mi única preocupación. Luego me iba a casa a Carolina del Sur, con o sin ella. Tal vez después de la noche anterior, ella había conseguido probar a alguno de esos hombres y estaba lista para irse.

Había empezado a abrir la puerta cuando sonó el teléfono. Probablemente era recepción que me decía que tenía que sacar mi mierda; que era hora de la salida. Me acerqué y lo recogí, dispuesta a explicar la situación.

—Hola.

—Maite —dijo Sonya bostezando—. Necesito que empaques nuestra mierda y consigas un taxi y vengas aquí.

¿Qué? ¿Ir dónde?  —¿Dónde estás? Tienes el coche ¿Por qué no puedes venir?

—Porque…‖—dijo mientras bajaba la voz—. Estoy en el penthouse en el Grand. Con toda la banda. Todos ellos.

Me senté en la cama y dejé que sus palabras se registran. ¿Ella estaba en un penthouse con todos ellos? ¿Significaba que había...?


—Trac volvió por mí anoche, y terminé yendo a su hotel. Luego Dean loco Finlay me cogió en la barra, y Dash y yo caímos en el sofá y se desmayó. Cuando me desperté, William estaba sentado en la silla frente a mí, luciendo como la mayor magnífica creación en la tierra. Me preguntó mi nombre y de dónde era. Luego me pidió que me quedara con ellos hoy. No se van hasta mañana. Así que recoge tu  mierda, y ven aquí.

¿Ella iba a dormir con todos ellos? Oh, Dios. No quería estar allí cuando ella se enrollarla con William. Él estaba en mi mundo de fantasía. Después de anoche, no quería arruinar eso.

—Uh... Voy a reservar otra noche aquí. Ellos te pidieron que te quedaras, no a mí. Así que me quedaré aquí. Estás... acabas de... estás utilizando protección, ¿verdad?

Sonya dejó escapar un gemido frustrado. No entendía por qué ella era la  frustrada. Yo estaba preocupada porque ella esté a salvo. —Necesito mi equipaje —espetó.

Mierda. Bien. —Puedo llevártelo si no quieres venir a buscarlo. Pero me gustaría…

—Solo tráelo. Lo necesito. Puedes regresar al hotel y quedarte allí. No me importa. Pero no voy a dejar que arruines esto para mí. ¡Esto es por lo que vine a este viaje! Necesito esto —susurró.

Sonya tenía tres piezas de equipaje. Arrastrarlo por mi cuenta no iba a ser fácil. Normalmente, llevo la mía y una de ella, y ella llevaba las otras dos. Eran voluminosas, y una de ellas no rodaba en lo absoluto.

Pero ella atravesó por un tiempo terrible en los últimos dos meses, y si esto la hacía feliz, entonces me gustaría hacerlo. —Está bien. Voy a llevártelo. Pero, ¿podrías al menos encontrarme en el vestíbulo? Estas cosas son difíciles de cargar.

Suspiró. —Por supuesto. Te encontraré allí en treinta minutos —colgó.

Miré el teléfono en mi mano y me pregunté  qué había hecho para molestarla. Dije que se lo llevaría. Además, lo que ella hacía era degradante. No le señalé eso.

***

Una vez que tuve todo su equipaje  y me las arreglé para conseguir llegar a la planta baja, pasé diez minutos tratando de conseguir un taxi. Sólo me quedaban veinte dólares. Tendría que conseguir más dinero para que Sonya cubriera la tarifa para mi regreso, pero esperaba que esto fuera suficiente para llegar a Grand.

Observando por la ventana todo el viaje, respiré aliviada cuando el total llegó a quince dólares y diez centavos. Le di al conductor mis veinte, y cuando me dio el cambio, le di de propina dos dólares.

Cuando salí, me di cuenta de que el hotel era muy diferente al nuestro. Alguien descargó las maletas de inmediato, y el chico me sonrió mientras rodaba el equipaje hacia las puertas. Yo estaba aliviada de que no tenía que luchar para meter las tres maletas en el interior.

—¿Registro? —preguntó el tipo.

Casi me reí. Este lugar estaba tan fuera de mi alcance. Negué con la cabeza. —No. Le traigo  este equipaje a mi prima. Ella pasó la noche con un invitado... o invitados de aquí. Están en el penthouse —Miré a mi alrededor—. Se suponía que debía reunirse conmigo aquí.

La sorpresa en sus ojos era evidente. Él debía saber quiénes estaban en el penthouse. —No puedo permitir que subas arriba. Se necesita una llave especial para llegar a ese piso. ¿Hay una manera de que usted pueda llamar a su prima?

Revisé el vestíbulo de nuevo por cualquier señal de Sonya. Ella no estaba allí. No quería pensar en lo que la había desviado. —Yo, uh, ¿podría tal vez llamar allí y preguntarles acerca de lo que tengo que hacer con el equipaje? No me importa dejarlo, pero quiero asegurarme de que ella sepa que está aquí y pueda buscarlo.

La mirada del chico se había desplazado por mi cuerpo, pero la levantó para mirar a mi cara cuando habló—: Si por supuesto. Espera aquí  —dijo. Asentí, de pie al lado del equipaje, mientras él regresaba al escritorio de la recepcionista.

Si Sonya quería tanto su equipaje, al menos podría haber estado esperándome. Entonces, el pensamiento de que no tenía dinero se hundió en mí. Mierda. Tenía que conseguir dinero, o me quedaría atrapada aquí. Miré hacia el botones y me pregunté si le importaría pedirle mi prima que bajara. Antes de que pudiera decidir cómo manejar la situación, el chico colgó el teléfono y volvió hacia mí.

Él parecía divertido mientras se acercaba a tomar el carrito de equipaje. — He recibido instrucciones de llevarla a usted y al equipaje  —Me informó, luego hizo un gesto con la mano para que caminara en frente de él—. El ascensor privado para el penthouse está por aquí.

¿Por qué tenía que subir? Necesitaba dinero, pero no quería ver a William de nuevo.

¿Me recordaría de la noche anterior? ¿Y Trac? No, probablemente no. Estarían sobrios ahora, y yo no fui alguien que se destacó anoche. Había habido tantas. Y probablemente se acostó con varias chicas después de que me fui.

No discutí. Fui hasta el ascensor. Si Sonya me necesitaba, lo haría. Me sorprendió que ella quisiera que subiera. Ella había sonado tan disgustada conmigo por teléfono.

El botones pasó una tarjeta, y el ascensor se abrió. Entré, y me siguió. El enorme tamaño del ascensor me sorprendió. También era muy elegante y no se sentía como un ascensor en lo absoluto.

—¿De qué parte del Sur eres? —preguntó el botones.

—Carolina del Sur —respondí.

—Me gusta el acento —dijo, sonriendo.

—Gracias. —No sabía qué más decir a eso. No sonaba como alguien de Chicago. Pero no quería preguntarle de dónde era, en caso de que él fuera de aquí.

El ascensor se abrió en un pequeño rellano con dos grandes puertas dobles frente a  nosotros. Eso era todo. El suelo de toda la parte superior de este hotel era el penthouse. Vaya. Él me dejó liderar el camino, pero no caminé hasta la puerta. Me estaba mirando, así que lo miré. Me estaba esperando. ¿Para hacer qué? ¿Golpear?

Oh, diablos, no. —Uh, no me conocen. Probablemente no debería ser la que llame. —La idea de un descamisado William Manning abriendo la puerta era aterradora.

El hombre se aclaró la garganta. —El Sr. Manning respondió el teléfono, y parecía saber quién eras. Te describió a la perfección.

¿Qué? Eso no podía ser cierto. ¿Cómo sabía quién era yo? Incluso si se acordaba de la noche anterior, él no sabía que Sonya era mi prima. Trac sabía que estábamos juntas, pero él estaba tan drogado que no podría recordar lo suficiente para decirle a William.

—¿Todavía quieres que toque? —preguntó el botones cuando no me moví.

—Por favor —dije.

Él sonrió y asintió, luego dio un paso hacia adelante y tocó el timbre. No había necesidad de golpear, por supuesto, este lugar tenía un timbre.

Una de las grandes puertas se abrieron, y contuve la respiración, esperando ver a Sonya allí de pie. En cambio, era Dean. Suspiré con alivio. Sabía que no me reconocería.

—Me pidieron subir el equipaje y a la señorita de la planta baja —dijo el botones.

Dean asintió, y sus ojos se fijaron en mí. Uno de los lados de su boca se curvó en una media sonrisa, y sacudió la cabeza y murmuró—: Mierda  —Antes de dar un paso atrás para que el botones ingresara con el equipaje.

—Tú primero —dijo el botones.

—Estoy segura de que no me quieren aquí. Sólo tengo que ver a Sonya un momento. Luego me iré —Expliqué rápidamente.

Las cejas de Dean se arquearon y rio. —Bueno, a la mierda —murmuró esta vez—, cariño, si no entras,  me temo que tendremos problemas. Y no estoy de humor para ese tipo de mierda hoy.

Qué quiso decir? ¿Sonya les causó problemas? Tenía la esperanza de que no pensaran que podía manejarla. No tenía control sobre ella. Estar parada justo allí era prueba de ello.

—Vamos, entra y ahórrame  molestia —dijo, haciendo un gesto para que entrara.

No tenía miedo de Dean. Él no me ponía nerviosa, aunque sus ojos me analizaron de una manera que me hacía sentir un poco expuesta. Me acerqué a él y esperé no estar metida en  problemas.

Dean se inclinó y respiró mientras yo caminaba junto a él. No lo miré. Seguí caminando por el vestíbulo. Los ojos del botones seguían sobre mí. Parecía preocupado, como si no estuviera seguro de si debiera dejarme aquí. No quería que lo hiciera. Prefería que él esperara.

—Eso es todo —dijo Dean, con su mano aún en la puerta. Quería que el botones saliera—- Ella está bien. Pero si no te vas, tú no lo estarás.

El botones se tensó, y me dio un guiño antes de tomar el carrito de maletas y salir.

Una vez que cerró la puerta, Dean se volvió hacia mí. —¿Te jodió William anoche?

No esperaba esa pregunta. Me quedé allí, mirándolo fijamente. ¿Por qué me preguntaba eso?

—Mierda. Tú no. —Sacudió la cabeza—. Maldita sea, cariño, esta mierda no va a terminar bien.

—¿Eh? —pregunté finalmente, tratando de averiguar de qué hablaba.

—¿Y si te dijera que me gustaría quitarte esos jeans que llevas y separar tus piernas y lamer tu coño?

Oh, Dios mío. ¡Él no dijo eso! Debía salir de allí. Necesitaba al botones de vuelta. Esto no era bueno. Creían que estaba allí para hacer lo que Sonya hizo. Negué con la cabeza y mentalmente traté de armar un plan de escape.

—No es una jodida actuación —gruñó Dean como si estuviera enojado—. ¡Maldita sea, cariño! ¿Qué hacías en esa fiesta anoche? Te ves lista para salir huyendo solo porque hablé de comerte el coño. Chicas como tú no pertenecen a este mundo.

Dean me confundía. Encontré mi voz. —Sólo necesito un poco de dinero de mi prima. Si puedes llamarla, me iré. No puedo volver al hotel sin un taxi. Es un viaje de treinta minutos en coche, y no creo que pueda caminar tanto. Si ella está, eh... ocupada... sólo necesito un segundo de su tiempo. Eso es todo.

Dean me miró fijamente mientras hablaba, y luego se frotó las sienes antes de dejar escapar un suspiro. —No lo entiendes —dijo finalmente.

—¿No entiendo qué? —Le pregunté.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó, estudiando mi cara de cerca.

—Veinte —dije, sin entendiendo a qué venía eso.

Comenzó a decir algo más, pero luego cerró la boca. Lo vi caminar hacia una gran puerta en arco hacia la izquierda. —Sígueme.

No quería dar un paso más en este lugar, pero si él me llevaba hasta  Sonya, lo seguiría. Necesitaba dinero para irme. Me quedaría atrapada sin ella.

Entramos en una sala con dos grandes sofás de cuero de color mantequilla y una gran chimenea de mármol. El fuego estaba encendido, y el calor llenaba la habitación.

—Hola, Maite —dijo una voz profunda y cálida haciendo que me detuviera. Él sabía mi nombre. Sentado en un rincón de la habitación, en una gran silla, con los pies apoyados en la mesa frente a él, se encontraba William Manning sin camisa. Su cabello estaba húmedo y enrulado alrededor de su cuello. No me permití ver su pecho. Sus penetrantes ojos azules se sentían como si estuvieran ardiendo en vida.

—Hola —respondí, pero mi voz salió en un susurro.

Las comisuras de sus labios se curvaron. ¿Pensaba que había ido allí por él? —Ven y siéntate conmigo —dijo mientras bebía con sus ojos el resto de mi cuerpo. Creía que venía a por él.

—Yo, uh, mi prima está aquí. Pensé que ella se encontraba... contigo. O le pediste que se quedara. He traído su equipaje. Necesito que me de dinero para poder volver a mi hotel.

William se frotó la barbilla sin afeitar con sus dedos antes de presionar el pulgar en su labio inferior. Eso era sexy. Iba a recordar esa vista esa noche en mi cama.

—No invité a tu prima a quedarse porque la quería —dijo, dejando caer sus piernas en el suelo y poniéndose de pie—. No dejé que se quedara anoche porque la  quería. —Caminó alrededor de la mesita de café y se dirigió a mí.

—No está actuando, hombre. Se ruborizó, tartamudeó y entró en pánico cuando le dije que quería comer su coño. Esa inocencia es malditamente real —Le gruñó Dean a William.

La mirada de William se concentró en Dean, y parecía cabreado. No, estaba furioso. —¿Le dijiste qué?

—No era lo que esperaba. Parece a la maldita Blancanieves. La estaba probando, y pasó la prueba. Es la hija de la puta Blancanieves. Supera tu cachondeo. No es tu tipo, William —Dean dio un paso hacia él y ahora se encontraban frente a frente, mirándose como si quisieran arrancarse la cabeza mutuamente.

—Retrocede. Ahora —La voz de William subió de nivel.

Dean me miró y luego a William. Continuaron mirándose el uno al otro, y luego Dean murmuró una maldición y salió de la habitación. Dejándonos solos.

Dean no me ponía nerviosa. Quería que volviera.

Las fosas nasales de William se abrieron, luego se relajó visiblemente antes de volver hacia mí. Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro. No sabía lo que hacía o pensaba. Sólo sabía que William Manning me asustaba y me excitaba al mismo tiempo. Yo no sabía qué hacer con eso o cómo manejarlo.

—Tu prima está aquí porque ayer por la noche, cuando entraste por esa puerta, acorralé a Trac. Quería tu nombre. Y él no lo sabía, tampoco, pero conocía a tu prima.

¿Trajeron a Sonya aquí solo para llegar a mí? ¿Por órdenes de William? Oh, Dios. Eso era lo que Dean trataba de decirme.

Yo no dormiría con él. Yo no era una de sus groupies. No era como Sonya. Pero no me escuchaba.

—No soy como ella —solté.

Una sonrisa divertida curvó los labios de William. Tenía muy buenos labios. Mejor que buenos labios. —No, no lo eres —contestó.

No lo entendía. Lo intenté de nuevo. —No soy una groupie. Soy una fan. Me gusta su música. Todos ustedes son muy talentosos. Pero sólo porque me gustan tus canciones no significa que vaya a dormir contigo.

William se acercó a mí y me acorraló hasta que golpeé una pared. Sus ojos fijos en mis labios. —Eres una fan, ¿eh? —dijo con un gruñido bajo y profundo.

4

William
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Mensaje por Joanita Sáb Ene 23, 2016 7:29 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!!!!
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Mensaje por asturabril Sáb Ene 23, 2016 8:15 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Dom Ene 24, 2016 12:37 pm

Juro por Dios, si se mordía ese labio inferior, tomaría esa boca. Demasiado jodidamente dulce.

Contuvo el aliento.

—Tienes que respirar, ángel —le dije, bajándole la cabeza para poder oler su piel otra vez. Esa dulce piel.

—Solo‖ necesito…‖ Vine‖ a‖ traerle‖ a‖ mi‖ prima,‖ uh…‖ traje‖ su…‖ equipaje‖ — tartamudeó. La hacia ponerse nerviosa.

—¿No traes equipaje? —pregunté, echándome hacia atrás para poder mirarla. Le dije a su prima que quería a Maite aquí. Si Maite llegaba, entonces podría quedarse.

Negó con la cabeza.—No.‖Yo,‖eh…‖Me‖voy‖a‖quedar‖en‖el‖hotel.‖No‖hago...‖ las cosas que hace Sony.

Pero pensaba en ello. Por lo menos, conmigo. Ella luchaba contra ello, pero se hallaba en sus ojos. Allí mismo, en esa mirada de ojos abiertos, inocentes, vi su atracción por mí. Trac dijo que lo rechazó. Podría enseñarle cómo relajarse. Con sus muslos abiertos y la cabeza entre sus piernas, perdería esa timidez muy rápido.

Mi polla creció en los vaqueros. La idea de que me dijera que la lamiera mientras me sostenía el pelo en sus puños, manteniendo mi lengua en su coño, era jodidamente sexy. Nunca había tenido un ángel, y joder, quería una. Ésta. Quería follar el coño de un ángel.

Extendí la mano y le agarré la cara. —Magnífica —dije, sobre todo a mí mismo. Porque lo era. Al igual esas malditas muñecas. Joder, tendría una erección cada vez que viera una de esas muñecas de ahora en adelante.

La punta de su lengua rosada salió para humedecerse los labios, y dejé de intentar acercarla suavemente. Quería esa boca. Así que la tomé.

Le lamí la costura de la boca cerrada hasta que apenas la abrió, y me dio el suficiente acceso para explorar dentro, tomando y degustando cada pedacito dulce como la miel de su boca. Su cuerpo se inclinó hacia mí mientras sus manos me agarraban los hombros. Pero nada fue tan bueno como el momento en que su lengua rozó la mía. Gimiendo ante su suave toque tímido, me agaché, la cogí por la cintura y la arrastré contra mí. Cuerpecito caliente, todo putas curvas. Ese culo desnudo, y esas tetas. Dios, que esas tetas sean reales.

—¿Qué demonios? —gritó una voz femenina, y aunque podía ignorarla, Maite no pudo. Su cuerpo se puso rígido, y apartó las manos de mi cabello, donde lograron colarse. Apartó su boca de la mía y me miró como si acabara de cometer un delito.

—Maite, ¿qué estás haciendo? —exigió la otra chica de nuevo. No me gustaba la forma en que le hablaba a Maite. No me gustaba en absoluto. Además, no me gustaba haber tenido a Maite toda dulce y suave en mis manos y que esta otra chica lo arruinara.

—Yo…‖vine,‖y‖no‖estabas…‖‖—Maite se encontraba nerviosa. A la mierda esa mierda. Esa perra no iba a ponerla nerviosa.

—Si quieres quedarte aquí, perra, entonces mantendrás tu nariz entrometida fuera de esto y dejarás a Maite sola —le advertí, mirándola por encima del hombro mientras mantenía el cuerpo de Maite en la pared y en mis manos.

Los ojos de la chica se dilataron, y pude ver que esto no sería tan fácil. A la mierda eso. Ella se iría.

—Fuera de aquí —grité, y luego volví a mirar a Maite. Sus ojos me miraban. No decía nada, pero cada maldita emoción que sentía se hallaba justo allí, en su hermoso rostro.

—Tengo que ir con ella —dijo Maite finalmente, su voz un susurro de nuevo.

—No —dije, deslizando una mano detrás de su espalda y tirando de ella contra mí—. Tienes que quedarte conmigo.

—¿En serio? —dijo la prima—. Fuiste tras Trac anoche, Maite, pero fui yo quien se lo folló. Y ahora vas detrás de William esta mañana. Voy a ser yo quien se lo folle, también. No tienes ni idea de cómo hacer a un hombre feliz. —Se volvió hacia mí—. Confía en mí, estás perdiendo el tiempo con ella. Es despistada. No puede hacer que te corras, pero yo sí. —Caminó detrás de mí y deslizó sus manos sobre mi trasero, y luego me agarró la dura polla.

Los ojos de Maite se veían como si hubiera sido abofeteada físicamente. Los cerró con fuerza, como si eso hiciera que todo desapareciera. Tener a Maite en mis brazos y su cuerpo suave contra el mío mientras mi polla era acariciada se sentía bien, pero no lo suficiente como para aguantar a la perra.

Dean entró en la habitación, observando la escena con una mirada de desaprobación en la cara. Estaba preocupado por Maite. Como si fuera a lastimarla. Sería suave. Amarla hasta que se viniera en mi cara, mi lengua, y muchas veces en mi polla antes de que terminara el día de hoy.

La chica detrás de mí frotaba las tetas en mi contra cuando empezó a besarme el cuello. —¡Llévatela antes de que me vuelva loco! —grité.

Dean se movió rápido, quitándome a la chica de encima. Recogí a Maite en mis brazos y me dirigí hacia la habitación donde dormí la noche anterior. Era la única cama en la que su prima vulgar no folló. No pondría a este ángel en sábanas sucias.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Maite.

—Llevarte lo más lejos posible de tu prima loca. Te quiero sola.

Maite no respondió de inmediato. Abrí la puerta de mi dormitorio y la pateé detrás de mí, y luego caminé hacia la cama para dejarla. Se apresuró a sentarse y deslizarse lejos de mí.

—Tenía razón. No sé cómo hacer esto. No lo hago. Te dije que no era como ella. —El pánico en su voz me hizo sentir culpable, pero igualmente me molestó. La tuve suave y dulce en mis brazos hasta que la maldita prima llegó a molestar.

—No te estoy pidiendo que hagas algo que no quieras, ángel. Sólo quiero tomar esa boca de nuevo. —Me incliné sobre ella y le dio un suave beso en los labios—. Te gustó eso, ¿no? Déjame tener esa boca. —Mantuve mi demanda suave. Y al igual que la mantequilla, Maite se fundió en mí.

Cuando su boca se abrió bajo la mía, la tomé. Acostándola boca arriba, me coloqué entre sus piernas. Sus manos volvieron en mi pelo, y eso me encantó. Dulce Maite se aferraba mientras le reclamaba la boca.

Llevé una de sus piernas a mi cadera. Nunca en mi vida había odiado los vaqueros más de lo que lo hacía en este momento. Las mujeres no venían a mí en malditos vaqueros. Llevaban cosas de fácil acceso. No me encontraba acostumbrado a los vaqueros.

—Ángel, te quiero desnuda. ¿Vas a dejarme tener eso? —pregunté, mientras le besaba la oreja y pasaba la nariz a lo largo de su cuello.

Se quedó inmóvil debajo de mí, y luego se echó a temblar. Amaba que temblara. Esa era una buena señal.

—No. —Esa no era una palabra que me gustara. Empezaba a odiarla.

Llevé la pierna de Maite a mi cadera y presioné mi erección contra su cálido coño. Joder, quería estar ahí. —Será bueno, ángel. Muy jodidamente bueno. Lo juro. Lo mejor que hayas tenido. Déjame tener ese coño. —Rogaba por un coño. Nunca supliqué por uno.

La froté con más fuerza, y un suave gemido se le escapó. Se excitaba por mí. Conseguiría un poco de dulzura muy pronto. Sólo tenía que trabajar un poco más y poner cachonda a este ángel para ello. Me gustaba tener que esforzarme. Nunca tuve que trabajar por un coño. Esto me dio una maldita emoción.

—Soy virgen —susurró, con los ojos cerrados con fuerza y su respiración irregular.

Esta vez, me quedé helado. Mirando hacia la belleza debajo de mí, vi sus mejillas sonrojadas y su boca ligeramente abierta. Se empezaba a excitar, y la imagen de un ángel excitado era casi demasiado.

¡Maldita sea el infierno! No sería capaz de hacer esto. No a una virgen. Los ángeles dulces no daban su virginidad a chicos que sólo querían follar antes de volver al ruedo al día siguiente.

—¡Jodeeeeer! —gruñí, saltando lejos de ella y saliendo de la habitación. Tenía que conseguir un poco de distancia. Porque ahora mismo, ese coño que sabía sería tan dulce y apretado se convirtió en el coño más apretado y dulce del que jamás estuve tan cerca.

Me pasé las manos por el pelo y tiré al final, con ganas de gritar y lanzar un montón‖de‖mierda.‖¿Cómo‖era‖virgen?‖Tenía‖un‖cuerpo‖que‖gritaba‖“Fóllame”‖Y‖ una sonrisa que hacía endurecer pollas en todas partes. Su cara podría hacer que un hombre cometiera estupideces. Estupideces serias.

Entonces, ¿cómo era todavía una maldita virgen?

—Traté de decírtelo. —Su voz era tan suave que casi no la oí sobre mi loco despotrique. Dejé de caminar por el piso y maldije al mirarla. Se había colocado las rodillas bajo su barbilla, y me miraba. Esos ojos que hacían a los hombres querer pecar eran inseguros y nerviosos.

¿Por qué me volví tan loco por una mujer? Nunca hice esto. Nunca. Joder. Podía follar todo el maldito día y no tener que follar el mismo coño dos veces, si eso era lo que quería. Entonces, ¿por qué ella?

Se sacó el labio inferior en la boca y bajó los ojos.
Esa era mi respuesta. Porque nunca tuve nada tan dulce. Nunca.

Y no empezaría ahora. Maite se merecía más que esto. Ni siquiera la conocía. ¿Me gustaría siguiera?

—Lo siento —dijo—. Si me lo permites, puedo ir a buscar Sonya, y podemos irnos.

Me pedía disculpas, aunque no me debía ni una puta disculpa, y todavía se preocupaba por esa prima zorra suya que tenía que ser puesta en su lugar. No se despojó de su ropa y trataba de chuparme la maldita polla. No le importaba que fuera William Manning. No me pedía nada.

Bueno, que me jodan. Sí, me gustaba. ¿A quién diablos no? ¿Por qué estaba soltera? No tenía sentido. Esta chica debía ser mimada y cuidada. Algún hijo de puta suertudo debía adorar al suelo que pisaba.

—Ven aquí, ángel. —Le tendí la mano. La estudió un momento, luego me miró a la cara. Lo que vio, la hizo confiar. Su pequeña mano se deslizó en la mía. Era tan condenadamente femenina. Con uñas rosa y dedos delicados. Podía verla envuelta alrededor de mi polla, llevándome al mejor orgasmo de mi vida. ¡No! Tenía que parar.

No con Maite. Esto tenía que terminar. Nada de sexo. Se encontraba fuera de los límites. Quería conservar esto. No quería a mi ángel mancillado. Era la perfección, y yo quería estar cerca de eso. Inhalarlo.

—Si pido un poco de comida, ¿te quedarás y comerás? Podemos ver una película. —Las palabras eran extrañas al salir de mi boca. Nunca en mi vida se las dije a una mujer.

Al principio, pensé que diría que no de nuevo. Pero una pequeña sonrisa le tocó los labios en su lugar. —Vale —respondió.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Ene 24, 2016 12:43 pm

5

June 1992

Maite

Esta fue mi cuarta cita con Will Burton y esta noche me besó. Finalmente. No hizo que mi mundo girara, pero estuvo bien. Era un buen chico. El tipo que encajaba con el molde de dos niños, un perro y una casa con un cercado puntiagudo color blanco. Podía ver esa vida en su futuro, pero todavía no me veía en él. Lo intenté varias veces. Sólo tenía que seguir dándole tiempo. Las cosas podían cambiar.

Coloqué mi bolso en el mostrador de la cocina y me quité los tacones antes de servirme un vaso de jugo. Las palomitas de maíz del cine me habían dejado sedienta. Justo cuando empecé a beber, mi teléfono sonó. Lo miré por un momento. Si esa era Sonya queriendo saber los detalles de Will, no estaba de humor. Me acerqué y miré el identificador de llamadas.

Número privado iluminó la pantalla. William.

Sonriendo, lo levanté. —Hola, tú —dije.

—Hola, ángel. ¿Cómo ha estado tu semana? —preguntó, haciéndome sentir cálida por todos lados.

Caminé hasta el sofá y me hundí en él, metiendo mis pies debajo de mí. William llamaba una vez a la semana. Algunas veces, obtenía dos llamadas. Le gustaba comprobarme. Me contaría de la gira en la cual se encontraba y yo le diría de la vida aquí.

—Ocupada. Pero no trabajo mañana, así que espero con ansias estar acostada todo el día. Puede que no deje mi apartamento. ¿Qué tal tu semana?

—Oh, tú sabes. Canté, mujeres gritaron, me arrojaron braguitas y me rogaron que tuvieras sus hijos. Mi noche regular —contestó.

Me habría reído, pero hablaba en serio. Siempre dejaba fuera los detalles de esas mujeres, con quienes sabía que tenía sexo después. Eso era algo de lo que nunca hablábamos.

Desde que lo conocí a principios de este año, nos habíamos convertido en amigos. Descubrimos ese fin de semana que compartíamos el mismo amor por Indiana Jones, así que habíamos visto todas las películas en su ático de lujo mientras que los otros miembros de la banda nos miraban como si fuéramos especies alienígenas que no comprendían.

Cuando dejé Chicago, pensé que nunca volvería a saber de él. Pero esa noche, me llamó, y nuestra amistad había crecido con los meses. Ahora, cuando pasaban cosas que me hacían feliz o me enojaban, inmediatamente pensaba en William. Él era al que quería decirle.

—Qué lástima que estés sentada en casa un sábado. Los chicos en Carolina del Sur son unos idiotas —comentó, sacándome de mis pensamientos.

No le había contado de Will aún. Él no hablaba de sus folladas de una noche, y no creo que le importaría mi vida amorosa. Pero éramos amigos, y aunque sí fantaseaba con él de noche, también sabía que era sólo eso: una fantasía. William lo dejó muy claro que no quería tener nada que ver con una virgen sin experiencia en la habitación.

—Fui a una cita esta noche. Su nombre es Will. Fue nuestra cuarta cita, de hecho. —Traté de sonar casual, como si no fuera gran cosa. Hablar de un chico con él.

No dijo nada al principio, y agarré el teléfono apretadamente, esperando no haber hecho algo malo. No quería que estas llamadas terminaran. Lamentablemente, se habían convertido en lo mejor de mi semana.

—¿La cuarta, eh? Supongo que hay un hombre con ojos y un cerebro allá — dijo con una risa, pero su voz parecía tensa—. ¿Tiene un apellido?

—Burton —respondí.

William permaneció en silencio de nuevo, y entonces aclaró su garganta.

—¿Cómo está esa perra en el trabajo? ¿Aún te anda jodiendo? —preguntó.

Me relajé. Esto era de lo que hablábamos normalmente. Las cosas fáciles del día a día.

—La despidieron —contesté, todavía tambaleándome debido a cómo había sucedido—, Will la escuchó tratándome mal por algo que ni siquiera era mi culpa. Ella amenazó con hacer que me despidieran. Entonces él entró y le dijo que necesitaba empacar las cosas de su escritorio e irse a casa.

—¿Will? ¿El mismo tipo con el que estás saliendo?

Olvidé mencionar que Will era mi jefe. Trabajaba en una maderería, tomando órdenes y lidiando con cuentas de contratistas. El papá de Will era dueño de la compañía.

—Sí, es el gerente —expliqué.

William no comentó, así que decidí que era hora de cambiar la conversión y alejarla de mí. Esto era incómodo.

—Apuesto a que estás esperando con ansias ir a casa. La última parada es mañana, ¿verdad? —Tenía un afiche con las fechas de los conciertos colgado en mi habitación. Me gustaba ser capaz de saber dónde estaba cada día.

—La última parada fue esta noche. Estoy en Londres. Cinco horas antes que allá. Son las dos de la mañana aquí.

Nunca me llamaba en las noches que tenían un concierto. Normalmente festejaba después.

—¿Qué? ¿Ninguna fiesta en Londres? —cuestioné.

—Sí. Están festejando. No estaba de humor. Regresé al hotel.

Eso no sonaba como William. Todo su tono parecía raro.

—¿Estás bien? No suenas como siempre.

Suspiró. —Sí, estoy bien, ángel. Sólo cansado. Una gira demasiado larga.

Y eran las dos de la mañana. —¿Quieres dormir un poco?

—Preferiría escucharte hablar.

Cuando decía cosas así, todo mi cuerpo se estremecía. Me encantaba su voz profunda, y cualquier pequeño comentario podía ponerme ansiosa con estar en la cama y fantasear sobre él. Porque odiaba pensar que William se hallaba triste, hice lo mejor que pude para hacerlo sonreír. Le dije cada pequeño detalle de mi día que pensé que lo divertiría y le di una recapitulación de los mejores episodios de Saturday Night Live que se había perdido mientras estaba en gira. Con cada risa que obtuve, mi interior se sintió todo hormigueante.
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Kiro's Emily WebNovela LevyRroni Adaptada - Página 2 Empty Re: Kiro's Emily WebNovela LevyRroni Adaptada

Mensaje por tamalevyrroni Dom Ene 24, 2016 12:51 pm

6

William

Llamé a la puerta, tratando con toda mi voluntad no estar molesto con este complexo de apartamentos de mierda sin jodida seguridad en el que se hallaba la casa de Maite. Este no era el lugar donde la imaginaba. Y la imaginaba jodidamente mucho.

Esperando con las manos metidas en los bolsillos de mis pantalones, trataba de mantener la calma. Pero que se jodiera todo, estuve esperando meses el ver su rostro. Cada vez que escuchaba su voz, todo mi cuerpo se ponía en alerta máxima. No podía frenar la atracción hacia Maite.

Oí una cadena deslizarse de la cerradura mientras la puerta se abría, revelándola a ella en un par de diminutos pantalones cortos y una camiseta. Su pelo se encontraba enredado, y sus hermosos ojos muy abiertos.

—William —dijo, incapaz de ocultar la sonrisa que iluminó su rostro. Era medianoche. Cambié mi vuelo de Londres para venir aquí en vez de Los Ángeles. No extrañaba mi jodida casa. Sólo extrañé una cosa mientras me encontraba de gira, y era este rostro. Jódeme.

—¿Te desperté, ángel? —pregunté, entrando en su apartamento con mis manos aun firmemente pegadas en los bolsillos de mis pantalones. No confiaba en ellas cerca de Maite. Ellas querían tocarla.

Fue entonces cuando me di cuenta de que sencillamente acababa de salir de la cama. Sus manos fueron a su pelo mientras pasaba los dedos por los mechones, tratando de domarlos. Pero me gustaban en la forma en que estaban.

—Yo... Estás aquí. En mi apartamento. —Sonaba nerviosa. Luego su nariz se arrugó y frunció el ceño. —Oh, espera. Estoy dormida. Esto es un sueño. —Su cara cayó.

¡Carajo! Saqué las manos de los bolsillos y la envolví en mis brazos. Respiró hondo mientras la sostuve contra mi pecho. —Soy muy real, y estás despierta — dije, incapaz de controlar la tensión de mi garganta. Ella llegó a mí. Jodía con mi cabeza. Seriamente jodía con ella.

—Te sientes real. —Sus brazos rodearon mi cintura.

Cerré los ojos y me empapé en ella. Coloqué un beso en la coronilla de su cabeza, permanecí con ella en mis brazos mientras me lo permitió. Demonios, me quedaría ahí toda la maldita noche si ella me lo permitía.

—Creí que estarías listo para volver a casa. ¿No extrañas tu casa? — preguntó, inclinando la cabeza hacia atrás para mirarme.

—Sólo extrañaba una cosa, ángel. Y no estaba en Los jodidos Ángeles. —Le guiñé un ojo mientras le tomaba el rostro y sentí su suave piel bajo mis pulgares al acariciar sus pómulos.

Frunció el ceño un momento. —¿Te refieres a mí?

La sostuve contra mí y la levanté unos centímetros del piso mientras daba los pocos pasos hacia el sofá y me sentaba con ella en mi regazo. No se apartó, y Dios, se sentía bien. —Tan jodidamente dulce —murmuré, mientras la miraba a la cara. No había hecho esta mierda. Ella era mejor de lo que recordaba. Joder, era mucho mejor. Esa voz me siguió durante la gira.

—Te extrañé —dijo, extendió la mano y deslizó sus dedos en mi cabello, envolviendo algunos mechones alrededor de ellos—. Me alegra que vinieras a verme.

En el vuelo hacia aquí, practiqué esto. Me preparé para ver cómo conseguiría lo que quería. Y quería a Maite cerca. No la quería aquí. Especialmente ahora que vi en donde vivía. Esta mierda no funcionaría.

—También yo. También me siento contento verte así. Con tu despeinado cabello y tu linda pijama. —Traté de mantener mi rostro informal en lugar de necesitado.

—Entonces, ¿esa es la razón por la cual querías mi dirección? ¿No para enviarme algo? —dijo, con una sonrisa en los labios. Me encantaban esos labios. Deseaba esos labios.

—Sí, ángel. Por eso —aseguré.

Sonrió. La alegría en su rostro por el que me encontraba aquí era real. Al igual que mi Maite. Real. Lo más real en mi vida.

—¿Alguna vez has estado en Los Ángeles —pregunté, aunque ya sabía la respuesta a eso.

Negó con la cabeza.

—Te encantaría. El sol y las playas. Es hermoso. —Tenía que venderle esto. Porque no me iría sin ella.

Parpadeó. —Estoy segura de que me encantaría.

Me moví y la moví para sentarla a mi lado, así no podía agarrarla y salir corriendo si decía que no. Además, me estaba poniendo jodidamente duro con su pequeño trasero regordete en mi regazo.

—Antes de irme de gira, tuve que despedir a la ama de llaves de la casa. Se acostó con Dean y se volvió toda posesiva. Fue feo. Así que necesito a alguien más para supervisar la mierda. Ir al supermercado y asegurarse de que se les pague a la señora de la limpieza y al jardinero. También necesito a alguien para recoger el correo y hacer que todo el mundo en mi nómina haga su trabajo. Es un trabajo que no puedo confiar a cualquiera. El salario es de doscientos de los grandes y con beneficios de salud. Los gastos de vivienda están cubiertos, ya que te quedarás en mi casa. He pensado en esto por un tiempo. Realmente me gustaría que lo tomarás.

Permaneció en silencio por un momento mientras me miraba fijamente. Contuve la respiración.

—¿Acabas de ofrecerme un trabajo para mudarme a Los Ángeles para administrar tu casa y con un sueldo de doscientos mil dólares al año? —preguntó.

—Sí, lo hice. —A la última administradora de la casa le pagaba setenta y cinco mil. Pero Maite no tenía por qué saberlo.

Se frotó los ojos y murmuró—: Creo que aún me encuentro dormida. Mierda.

No pude contener la risa mientras alejaba sus manos de sus ojos. —Te lo dije una vez, nena, esto no es un sueño. Es real, y estoy aquí. Ahora quiero que me digas: “Sí,‖William,‖acepto‖la‖oferta‖de‖trabajo”.

Se sentó ahí y me miró fijamente con la boca ligeramente abierta. Meter mi lengua ahí era una realmente maldita tentación.

—Yo... pero... la escuela comienza en el otoño. Si dejo mi trabajo ahora, no lo tendré‖cuando‖regrese,‖y‖lo‖necesito‖para…

—Tenemos universidades en Los Ángeles. Este trabajo no termina en otoño. No tenemos una gira programada hasta el próximo verano. Grabaremos un álbum este año, pero primero tenemos que escribir las malditas canciones. Te necesito ahí.

—Vine preparado para cualquier cosa que ella me lanzara. Conseguiría esto. Quería a Maite conmigo.

—Pero... Bien, déjame pensar —dijo, mirando hacia otro lado mientras fruncía el ceño.

—Puedo conseguir que te inscriban en las clases de otoño. Esa también será parte de los beneficios de trabajo. Pagarte la matrícula universitaria.

—Tengo préstamos universitarios.‖No‖necesito…

—Pagaré todo eso. —Me apresuré a interrumpirla.

Maite colocó su mano sobre mi pecho y soltó una carcajada. —Detente. Trato de resolver esto en mi cabeza. No espero que pagues todo ese dinero y cubrir mis gastos universitarios. Incluso si pierdo mis préstamos universitarios, estaré haciendo suficiente dinero para pagar mi matrícula, creo. ¿Cuánto cuestan las universidades ahí?

No sabía, ni me importaba un carajo. —Está pagada. No importa.

Su ceño fruncido era adorable. —William.

—Maite —respondí, igual de serio.

Luego se rio y apoyó la cabeza en mi pecho. Dios, eso se sentía increíble. Envolví mis brazos alrededor de ella y la sostuve ahí, no quería dejarla ir. Jodidamente nunca. —Sólo dime que sí. Puedo hacer esto toda la noche —dije, colocando un beso en la parte superior de su cabeza.

—Mi madre enloquecerá —dijo, levantando la cabeza para mirarme de nuevo—. Tendrá un ataque. Uno malo.

—Tienes veinte años —le recordé. También lidiaría con su mamá, si tuviera que hacerlo.

Suspiró y asintió. —Lo sé. Pero a ella no le gustará esto. Sabe que hablo contigo. Se lo dije. Pero no estará de acuerdo en que yo viva en Los Ángeles con... una banda de rock.

Probablemente, una de las razones por la que mi Maite era tan condenadamente dulce e inocente. No podía desagradarme su mamá. Ella crio a mi ángel. —Si es necesario, hablaré con ella. Te lo juro, estarás a salvo. Real y verdaderamente más segura de lo que te encuentras en este lugar. Nadie te tocará. Lo juro. Los mataría, y lo saben.

—Si señalo que tengo un contrato de alquiler de este apartamento, que mis cosas se encuentran aquí y no tengo nada para llevármelas, tendrás una respuesta para eso, ¿no? —preguntó, luciendo como si estuviera dispuesta a ceder.

—Pagaré la liberación del contrato, y pondremos tus muebles en un almacenamiento.

Me estudió por un momento, y luego una sonrisa se extendió lentamente en sus labios. —No puedo creer que digo esto... pero sí. Acepto.

¡Joder, sí!
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Ene 24, 2016 12:56 pm

7

Una semana después

Maite

La vida con Slacker Demon era como una película. No pensé como se vería o sentiría, ya que estuve tan ocupada cuidando de las cosas en la última semana. Le dejé saber a Will que renunciaba, lo que no salió bien. Luego mi madre me rogó que no fuera. Al final, se rindió y me dijo que mi hogar iba a estar siempre ahí cuando lo necesitara.

Empacar mis cosas que serían almacenadas y enviar lo que necesitaba a Los Ángeles consumió cada momento después. Ni una sola vez me detuve a pensar a lo que dije que sí. Ahora, de pie en una mansión con todos los lujos conocidos por el hombre, comprendí que mi vida dio un giro masivo.

Trabajaba para Slacker Demon. Era mi trabajo asegurarme que esta casa fuera cuidada y que todos tuvieran todo lo que necesitaran. Hablar de una gran adición a mi currículum. Guau.

Dean entró en la habitación, con un cigarrillo colgando de su boca y usando nada más que un par de pantalones de pijama con cráneos por toda la prenda. — Bueno, miren quien finalmente llegó —dijo arrastrando las palabras.

—¿Las cosas de Maite llegaron? —preguntó William, llevando el bolso de lona que traje conmigo en el avión.

La mirada de Dean pasó de William a la pieza de equipaje en su mano. Luego sus cejas se alzaron mientras su mirada se movió de nuevo a su amigo. Se sorprendió por algo, claramente.

»Las cosas de Maite. ¿Jodidamente llegaron? —preguntó William en un tono cortante.

Dean murmuró algo y luego asintió hacia la izquierda. —Sí. Envié todo al cuarto que Viv usaba.

—Eso no es donde yo puta quería —gruño William.

—No puedo leer tu maldita mente —respondió Dean, rodando los ojos. Caminó hacia el sofá más cercano y se sentó en él.

—Sígueme —dijo William, con un tono muy diferente ahora. Él era más suave conmigo—. Te voy a mostrar tu habitación y luego haré que muevan tus cosas para allá.

—Está bien —dije, preguntándome si solo debería ir a donde Dean quería que yo fuera. Vivía aquí también y no quería hacerlo enojar.

—¿Qué habitación le vas a dar? —preguntó Dean.

—La blanca —respondió William.

Dean dejó escapar un suspiro. —Mierda —murmuró.

—Si Dean quiere dejar esa habitación disponible, puedo usar la habitación a la que envió mis cosas.

William se detuvo y me miró. —Dean vive en el ala izquierda de esta casa. El ala derecha es mía. Él no decide quién vive en alguna de mis habitaciones.

Oh. Entonces, ¿por qué parece molesto por eso?

Dean no me preguntó que trabajara para él. Sólo William. Pero yo estaría trabajando para Dean, también. En su casa. ¿Y si no me quería aquí? ¿Por qué no pensé en eso?

William me condujo hasta una gran escalera, del tipo que sólo había visto en películas. —El lugar es grande, pero te daré un tour. Si te pierdes, simplemente ve por un montón de esquinas a la derecha y terminarás aquí. —Me miró con una pequeña sonrisa sexy en su rostro.

—Esquinas a la derecha, entendido —dije. No dejé que mi mirada se quedara en él. Trabajé duro para ser una buena amiga suya. No quería hacerlo sentir incómodo con mi pequeño enamoramiento.

Salir con Will ayudó un poco, pero no mucho. Ahora que vivía al otro lado del país y de Will, eso se acabó. No estuvo muy feliz por eso, tampoco. En realidad, me gritó y me preguntó si era estúpida.

No le contesté, porque tal vez estaba siendo estúpida. Mi madre no parecía pensar que esto fue inteligente. Pero si hubiera dicho que no, estaba segura de que me arrepentiría por el resto de mi vida. Estar cerca de William me hacía feliz.

Se detuvo y abrió una puerta y casi choqué con su espalda. Estuve tan perdida en mis pensamientos. —Está es tu habitación. Te mostraré tu oficina, si prefieres tener una que no esté junto a la habitación. Hay una sala de estar por ahí que puede ser utilizada como oficina, pero esa es tu decisión.

Entré, incapaz de formar palabras por el momento. Oficina, salas de estar, y santa mierda, esta habitación era enorme. Incluso tenía una gran chimenea de mármol. Entendí por qué ahora se llamaba el cuarto blanco. Parecía el cielo. Todo era de un blanco suave. Incluso la cama tenía un blanco y fluido toldo que se apilaba en cada esquina y caía en charcos hasta el suelo. Iba a perderme en esa cama. Cuatro personas pueden dormir en ella cómodamente.

—¿Qué piensas? —preguntó William. Casi sonaba nervioso.

Me di la vuelta para mirarlo y lo único que pude hacer fue sonreír. La gran y torpe sonrisa que no se podía ocultar.

Dio unos pasos hacia mí y sus labios perfectamente esculpidos se estiraron un poco en cada esquina. —¿Tienes palabras que vayan con esa hermosa sonrisa? —preguntó con una voz ronca que siempre me hacía temblar. El problema era que él no estaba en el otro extremo de un teléfono. Se encontraba frente a mí. Tendría que controlar mis temblores cerca de él.

Su sonrisa vaciló y sus fosas nasales se ensancharon mientras inhalaba fuertemente. Nos quedamos allí un momento, sólo mirándonos. Tenía miedo de respirar y él no se movió hacia mí de nuevo. No estaba segura de lo que pasó, pero tenía miedo de que estuviera manteniendo su distancia por mi escalofrío.

—Es…‖es‖increíble‖—solté finalmente, tratando de hacernos volver a terreno cómodo.

Los hombros de William se aliviaron un poco y asintió y luego dio un paso atrás, alejándose de mí. —Bien. Me alegro que te guste. Voy a enviar a alguien, eh, en unos minutos para que te muestre los alrededores. Tengo alguna mierda que hacer que estuve posponiendo. —Me dio una sonrisa forzada y salió de la habitación.

Bueno, mierda. Acabo de hacerlo huir. Esto podría haber sido el mayor error de mi vida. Estar cerca de él todo el tiempo no iba a ser fácil. Si se asustaba y salía corriendo cada vez que yo hacía algo estúpido, como temblar, entonces nunca lo lograríamos. Tendría que volver a casa. Pero no quería. Ahora no.

Iba a tener que trabajar más duro para no pensar en los labios de William o su sexy voz. Era su empleada ahora. Tenía un trabajo que hacer y eso no involucraba desear a mi jefe.

8

William
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Ene 24, 2016 4:24 pm

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Mensaje por Joanita Dom Ene 24, 2016 5:29 pm

Siguelaáaaaaa por favor! !!
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Mensaje por asturabril Dom Ene 24, 2016 8:09 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Lun Ene 25, 2016 6:12 pm

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Mensaje por SuenoLR Mar Ene 26, 2016 4:09 am

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Mensaje por EsperanzaLR Mar Ene 26, 2016 5:49 pm

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Mensaje por asturabril Mar Ene 26, 2016 7:48 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Vie Ene 29, 2016 3:04 pm

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Mensaje por asturabril Vie Ene 29, 2016 4:43 pm

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Mensaje por EsperanzaLR Sáb Ene 30, 2016 2:25 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Ene 30, 2016 2:44 pm

Desde el momento en que Maite me dijo que salía con ese imbécil, supe que iba a traerla aquí. No era mía, pero maldición, la idea de que otro hombre la tocara me volvía loco. Así que conseguí que eso ocurriera. Yo gané. Ella estaba aquí. Pero, joder, ¿Qué diablos iba a hacer con ella ahora?

Hace seis meses, lo único en lo que podía pensar era en follarla. Eso no cambió mucho, excepto que ahora me gustaba. Me preocupaba por ella. Mataría a cualquiera que la lastimara. Pero aun quería follarla. Verla estremecerse cuando me acercaba a ella me hacía contenerme. No era un buen chico.

—¿Tienes a la princesa ya en su torre? —preguntó Dean.

Le lancé una mirada feroz mientras él se hallaba de pie en el bar sirviéndose un vaso de whisky. —No la llames así —gruñí.

Dean sonrió mientras tomaba un trago de líquido ámbar. —Tienes razón. Aun no la has follado. No es una princesa. —Mi ceño se profundizó, y Dean rio entre dientes—. Solo estoy jugando contigo. Es jodidamente divertido burlarme de tu culo posesivo.

—Su nombre es Maite. Va a ser tratada como parte de la familia. Quiero que la respeten —le recordé.

Asintió y levantó sus manos, fingiendo rendirse. —Entiendo. No hay problema. Solo quiero saber exactamente qué vas a hacer con ella. La mamá de Rush vendrá a traérmelo. Dice que necesita largarse a hacer unas compras. Viv solía ayudarme con él. ¿Maite va a hacer lo mismo?

Rush era el hijo de dos años de Dean. Era un chico lindo, pero aún era un bebé. Viv ayudó con todo el cuidado de ese bebé. No había pensado en Maite teniendo que hacer eso. No estaba seguro de querer eso para ella. La madre de Rush, Georgianna, era una jodida loca. No quería a Maite cerca de su hijo. Especialmente, considerando que me follé a esa perra un par de meses atrás cuando fue a una de nuestras fiestas después de un concierto. Demasiado vodka para una noche. Luego follamos un par de veces más. Ella seguía regresando a mí, y era realmente buena con su boca. Pero era una perra loca, y ya terminé con esa mierda.

—Por mucho que me agrade tu hijo, no me agrada su mamá. Maite no va a estar cerca de nada relacionado con Georgianna.

Dean tomó un largo trago de su whisky. Cuando dejo al lado el vaso vacío, suspiró. —Lo imaginé. Tengo que advertirte, Georgianna también viene a verte. No puedo creer que la follaras. ¿Qué diablos pensabas?

—No pensaba. Era un desastre y ella succiona como una jodida aspiradora.
—Lo imaginé. Pero ahora ella quiere verte. No es fácil deshacerte de esa perra. Su prometido la dejó por su prima. Él me llamó cabreado diciendo que yo la había embarazado, pero le dije que no fui yo. Ustedes han estado follando. No yo. Ahora ella dice que él se casó con su prima. No puedo culparlo. La prima de Georgie es linda y jodidamente dulce. Pero ahora busca un culpable, y tú estás justo en su camino.

Íbamos a tener que contratar una niñera. No iba permitir que Maite estuviera cerca de ella ahora. De ninguna jodida manera. —No quiero a esa loca en la casa.

Dean frunció el ceño. —Es la mamá de Rush. Tengo que dejar que lo traiga.

—Entonces, Maite y yo nos vamos. ¿Cuándo llegaran?

Dean sacudió la cabeza. —¿Te irás sin ayudarme? ¿En serio? ¿Por qué finges que Maite está aquí para trabajar con nosotros? La quieres aquí para que sea tuya. Eso es todo. Admite esa mierda, y contrata una verdadera ama de llaves.

Si tan solo fuera tan fácil. —¿Cuándo llegarán? —repetí, ignorándolo.

—Dijo que me llamaría cuando el avión aterrizara.

—Contrata una niñera. Voy a ver si Maite está lista para la cena. —Me giré y me dirigí hacia las escaleras.

—¿Por qué no puede Maite contratarme una niñera? Ese es su trabajo — gritó Dean detrás de mí.

—¡Vete al diablo! —grité en respuesta, y subí los escalones de dos en dos. Ya me sentía ansioso. Quería rescatar a Maite antes de que Georgianna atravesara esa puerta.

Que mis elecciones de mi vida estuvieran frente a ella me ponía nervioso. No había considerado como nuestros mundos colisionando podrían afectar las cosas. Maite era la buena parte de mi vida. La parte pura y limpia. No permitiría que mi mierda la tocara. Pero Georgiannna queriendo verme mientras Maite se encontrara aquí iba a obligar a que mis dos mundos se unieran.

Toqué su puerta, luego la abrí sin esperar a que respondiera. Ese fue un error. El mejor jodido error que he cometido en mi vida.

Maite se encontraba frente al espejo en nada más que un par de bragas de satén rosa y un sujetador a juego. Estaba celoso de esas malditas bragas que podían tocar su redondo trasero. Su cintura era pequeña, pero maldición, tenía unas dulces caderas. Me hallaba tan concentrado en la vista, que no fue hasta que escuche el pánico en su voz que levanté la mirada para encontrarme con la suya.

Se giró para encararme. Sus brazos envueltos alrededor de su cintura, solo hacían que su escote destacara más. Esos grandes ojos finalmente me despertaron de mi trance.

—William, date la vuelta. Por favor —me rogó. Su voz era temblorosa e insegura.

No quería girarme. Maldición, mi imaginación no le hizo justicia a esas
tetas.

—William —suplicó.

Levanté la mirada hacia ella. —No estoy seguro de poder.

Su labio inferior tembló ligeramente. Fue hermoso. Todo en ella era hermoso. No dijo nada mientras sus ojos bajaban lentamente por mi cuerpo. Mi ángel era curiosa.

Di unos pasos hacia ella, y no se movió. Inhaló profundamente, pero no alejó su cuerpo de mí. Lentamente, como si fuera un león acechando a su presa, me acerqué. Si ella hacía un pequeño movimiento, me detendría. Me juré a mí mismo mantenerla a salvo, pura y dulce, al igual que cuando la conocí hace seis meses atrás.

El problema era que no solo mi polla la deseaba. También mi corazón. Se la había arreglado para clamar algo de él, y yo pensaba que eso era imposible. Para nadie.

Me detuve frente a ella y esperé, dándole un momento para tomar una decisión. Sus pequeñas y rápidas respiraciones hacían que sus tetas se balancearan de una manera que yo sabía que ella no tenía la idea de lo que provocaba. Lo cual la hacía incluso más deseable.

Estiré la mano y pasé la punta de mi dedo a través de su clavícula tan suavemente que apenas toqué su piel. Su cuerpo tembló bajo mi tacto. Mierda. La quería. Todo de ella.

—Dime que me detenga. —Era el único suplicante ahora. Si seguía tocándola, iba a perder el control.

No respondió.

Dejé que la punta de mi dedo se adentrara en el valle de sus pechos. Su rápida respiración fue seguida por un escalofrío. Dios, como jodidamente amaba cuando se estremecía.

—Dime que me detenga, Maite —repetí. Sus palabras serían la única cosa que me detendrían.

—Yo…‖no‖puedo‖—susurró.

—¿Por qué? —Sabía la respuesta, y sabía que si ella me decía el por qué, perdería el control. Pero quería escucharla decir que me deseaba.

—Yo…‖—Se detuvo, y corrí mi dedo sobre el encaje de su sostén—, quiero esto.

—Yo…‖no‖puedo‖—susurró.

—¿Por qué? —Sabía la respuesta, y sabía que si ella me decía el por qué, perdería el control. Pero quería escucharla decir que me deseaba.

—Yo…‖—Se detuvo, y corrí mi dedo sobre el encaje de su sostén—, quiero esto.

Jódeme. Lo dijo.

Estaba acabado. Fue todo para mí. Esto lo cambiaba todo.

Mis manos sujetaron su cintura mientras tiraba de ella contra mi cuerpo para que pudiera reclamarle la boca. Esos labios con los que había estado soñando y ese dulce sabor a miel que atormentaba mis sueños.

Sus brazos se elevaron y rodearon mi cuello mientras se aferraba a mí. Nada podría ser más importante. Con un beso, mi vida había sido alterada. Esto tomaría un camino diferente ahora. Uno en el que una mujer sería dueña de mi corazón.
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