Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18)

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Mensaje por tamalevyrroni Jue Nov 19, 2015 1:30 pm

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Él guardaba un secreto que destrozó su mundo.
Todo lo que ella sabía ya no era cierto.
Maite no podía dejar de amarlo, pero sabía que nunca podría perdonarlo.
Ahora estaba de vuelta en casa y aprendiendo a vivir de nuevo. Continuando con su vida…hasta que algo sucede y pone a girar su mundo una vez más.
¿Qué haces cuando la única persona en la que nunca puedes volver a confiar es en la que tienes que confiar tan desesperadamente?
Mientes, te escondes, lo evitas y rezas para que tus pecados nunca te encuentren.
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Mensaje por EsperanzaLR Jue Nov 19, 2015 6:38 pm

Muchas Gracias por traerrla Tami BESOS
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Mensaje por asturabril Jue Nov 19, 2015 7:00 pm

Gracias Tami I love you I love you
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:19 pm

Hace 13 años…

William

Hubo un golpe en la puerta y luego sólo el pequeño arrastrar de pies. Mi pecho dolía. Mi madre me había llamado de camino a casa para decirme lo que había hecho y que ahora saldría a tomar algunos cócteles con amigos. Yo sería quien tendría que tranquilizar a Nan. Mi madre no podía manejar el estrés que eso implicaba. O eso es lo que me dijo cuándo llamó.



—¿William? —La voz de Nan llamó con un hipo. Había estado llorando.



—Estoy aquí, Nan —dije mientras me levantaba de donde yo había estado sentaoa en la esquina. Era mi escondite. En esta casa necesitabas un escondite. Si no tenías uno, cosas malas sucedían.



Mechones de los rizos rojos de Nan se pegaban a su cara mojada. Su labio inferior tembló mientras me miraba con esos ojos tristes. Casi nunca los veía felices. Mi madre sólo le daba atención cuando necesitaba vestirla y presumirla. El resto del tiempo era ignorada. Excepto por mí. Hice mi mejor esfuerzo para hacerla sentir querida.


No lo vi. Él no estaba allí —susurró mientras un pequeño sollozo escapó. No tuve que preguntar quién era “él.” Lo sabía. Mamá{ se había cansado de oír a Nan preguntar por su padre. Así que decidió llevarla a verlo. Desearía que me lo hubiera dicho. Desearía poder haber ido. La mirada afligida en el rostro de Nan provocó que mis manos se cerraran en puños. Si alguna vez veía a ese hombre iba a darle un puñetazo en la nariz. Quería verlo sangrar.



—Ven aquí —le dije, extendiendo la mano y tirando de mi hermana pequeña hacia mis brazos. Envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me apretó con fuerza. En momentos como este era difícil respirar. Odiaba la vida que le habían dado. Por lo menos, yo sabía que mi padre me quería. Pasaba tiempo conmigo.



—Tiene otras hijas. Dos. Y son… hermosas. Sus cabellos son como el cabello de un ángel. Y tienen una mamá que las deja jugar afuera en la tierra. Usaban zapatos tenis. Y estaban sucios. —Nan tenía envidia de unos zapatos sucios. Nuestra madre no le permitía ser menos que perfecta todo el tiempo. Ni siquiera tenía un par de zapatos tenis.



—No pueden ser más hermosas que tú —le aseguré, porque lo creía firmemente.



Nan sollozó y luego se apartó de mí. Levantó su rostro y me observó con sus enormes ojos verdes. —Lo son. Las vi. Pude ver fotografías en la pared de ellas y un hombre. Las quiere… Él no me quiere.



No podía mentirle. Tenía razón. No la quería.



—Él es un estú*pido idio*ta. Me tienes a mí, Nan. Siempre me tendrás.

1

Tiempo Presente...

Maite

Veinticuatro kilómetros fuera de la cuidad era lo suficientemente lejos. Nadie venía tan lejos de Sumit para visitar una farmacia. A menos que tuvieran diecinueve años y necesitaba algo que no querían que el pueblo se enterara que compraste. Todo lo que comprara en la farmacia local se esparciría por toda la pequeña ciudad de Sumit, Alabama, en menos de una hora. Especialmente si eras soltera y comprabas condones… o una prueba de embarazo.



Puse las pruebas de embarazo en el mostrador y no hice contacto visual con el empleado. No pude. El miedo y la culpa en mis ojos era algo que no quería compartir con un completo extraño. Esto era algo que ni siquiera le conté a Cain. Desde que obligué a Rush que saliera de mi vida hace tres semanas, poco a poco volvía a mi rutina de pasar todo el tiempo con Cain. Fue fácil. No me presionaba para hablar, pero cuando lo hacía siempre escuchaba.


—Dieciséis dólares y quince centavos —dijo la mujer del otro lado del mostrador. Podía oír la preocupación detrás de su voz. No era de extrañar. Esta era la compra de la vergüenza que todas las adolescentes temían. Le entregué un billete de veinte dólares sin levantar los ojos de la pequeña bolsa que había puesto delante de mí. Ésta sostenía la única respuesta que necesitaba y aterrorizaba. Ignorar el hecho de que mi período tenía dos semanas de retraso y fingir que esto no ocurría era más fácil. Pero tenía que saberlo.


—Tres dólares con ochenta y cinco centavos es tu cambio —dijo mientras extendí la mano y tomé el dinero que me extendía.



—Gracias —murmuré y tomé la bolsa.



—Espero que todo salga bien —dijo la mujer en tono suave. Levanté la vista y me encontré con un par de simpáticos ojos marrones. Era una extraña que nunca volvería a ver, pero en ese momento me ayudó que alguien más lo supiera. No me sentía sola.



—Yo también —le contesté antes de dar la vuelta y caminar hacia la puerta. De regreso al sol caliente de verano.


Di dos pasos hacia el estacionamiento cuando mis ojos se posaron en el lado del conductor de la camioneta. Cain estaba recargado sobre ella con sus brazos cruzados sobre el pecho. La gorra de beisbol gris que llevaba tenía una A de la Universidad de Alabama que ocultaba sus ojos.



Me detuve y lo miré fijamente. No había manera de mentir sobre esto. Él sabía que no había venido hasta aquí para comprar condones. Sólo había una razón m{s. Incluso sin poder ver la expresión de sus ojos sabía… que él lo sabía.



Tragué el nudo en mi garganta con el que había estado luchando desde que entré en mi camioneta está mañana y me dirigí fuera de la cuidad. Ahora ya no era sólo la extraña detrás del mostrador y yo las que lo sabíamos. Mi mejor amigo también lo sabía.



Me obligué a mí misma a poner un pie delate del otro. Él haría preguntas y yo tendría que responder. Después de las últimas semanas se merecía una explicación. Se merecía la verdad. ¿Pero cómo explicaba esto?



Me detuve a unos metros delante de él. Me alegró que la gorra ocultara su rostro. Sería mucho más fácil de explicar si no podía ver los pensamientos destellando en sus ojos.



Nos quedamos en silencio. Quería que hablara primero, pero después de lo que parecieron varios minutos sin decir nada, supe que él quería que yo dijera algo primero.



—¿Cómo supiste dónde estaba? —pregunté finalmente.



—Estás quedándote en la casa de mi abuela. En el momento que te marchaste actuando extrañamente, ella me llamó. Me preocupé por ti —respondió.



Las lágrimas picaron mis ojos. No iba a llorar sobre esto. Ya había llorado todo lo que tenía que llorar. Apretando la bolsa que guardaba la prueba de embarazo, enderecé mis hombros. —Me has seguido —le dije. No era una pregunta.


—Por supuesto que sí —respondió, luego sacudió la cabeza y volvió su mirada lejos de mí para concentrarse en otro cosa—. ¿Ibas a decírmelo, Maite?Hace 13 años…



William



Hubo un golpe en la puerta y luego sólo el pequeño arrastrar de pies. Mi pecho dolía. Mi madre me había llamado de camino a casa para decirme lo que había hecho y que ahora saldría a tomar algunos cócteles con amigos. Yo sería quien tendría que tranquilizar a Nan. Mi madre no podía manejar el estrés que eso implicaba. O eso es lo que me dijo cuándo llamó.



—¿William? —La voz de Nan llamó con un hipo. Había estado llorando.



—Estoy aquí, Nan —dije mientras me levantaba de donde yo había estado sentaoa en la esquina. Era mi escondite. En esta casa necesitabas un escondite. Si no tenías uno, cosas malas sucedían.



Mechones de los rizos rojos de Nan se pegaban a su cara mojada. Su labio inferior tembló mientras me miraba con esos ojos tristes. Casi nunca los veía felices. Mi madre sólo le daba atención cuando necesitaba vestirla y presumirla. El resto del tiempo era ignorada. Excepto por mí. Hice mi mejor esfuerzo para hacerla sentir querida.


No lo vi. Él no estaba allí —susurró mientras un pequeño sollozo escapó. No tuve que preguntar quién era “él.” Lo sabía. Mamá{ se había cansado de oír a Nan preguntar por su padre. Así que decidió llevarla a verlo. Desearía que me lo hubiera dicho. Desearía poder haber ido. La mirada afligida en el rostro de Nan provocó que mis manos se cerraran en puños. Si alguna vez veía a ese hombre iba a darle un puñetazo en la nariz. Quería verlo sangrar.



—Ven aquí —le dije, extendiendo la mano y tirando de mi hermana pequeña hacia mis brazos. Envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me apretó con fuerza. En momentos como este era difícil respirar. Odiaba la vida que le habían dado. Por lo menos, yo sabía que mi padre me quería. Pasaba tiempo conmigo.



—Tiene otras hijas. Dos. Y son… hermosas. Sus cabellos son como el cabello de un ángel. Y tienen una mamá que las deja jugar afuera en la tierra. Usaban zapatos tenis. Y estaban sucios. —Nan tenía envidia de unos zapatos sucios. Nuestra madre no le permitía ser menos que perfecta todo el tiempo. Ni siquiera tenía un par de zapatos tenis.



—No pueden ser más hermosas que tú —le aseguré, porque lo creía firmemente.



Nan sollozó y luego se apartó de mí. Levantó su rostro y me observó con sus enormes ojos verdes. —Lo son. Las vi. Pude ver fotografías en la pared de ellas y un hombre. Las quiere… Él no me quiere.



No podía mentirle. Tenía razón. No la quería.



—Él es un estú*pido idio*ta. Me tienes a mí, Nan. Siempre me tendrás.

***

Veinticuatro kilómetros fuera de la cuidad era lo suficientemente lejos. Nadie venía tan lejos de Sumit para visitar una farmacia. A menos que tuvieran diecinueve años y necesitaba algo que no querían que el pueblo se enterara que compraste. Todo lo que comprara en la farmacia local se esparciría por toda la pequeña ciudad de Sumit, Alabama, en menos de una hora. Especialmente si eras soltera y comprabas condones… o una prueba de embarazo.



Puse las pruebas de embarazo en el mostrador y no hice contacto visual con el empleado. No pude. El miedo y la culpa en mis ojos era algo que no quería compartir con un completo extraño. Esto era algo que ni siquiera le conté a Cain. Desde que obligué a Rush que saliera de mi vida hace tres semanas, poco a poco volvía a mi rutina de pasar todo el tiempo con Cain. Fue fácil. No me presionaba para hablar, pero cuando lo hacía siempre escuchaba.


—Dieciséis dólares y quince centavos —dijo la mujer del otro lado del mostrador. Podía oír la preocupación detrás de su voz. No era de extrañar. Esta era la compra de la vergüenza que todas las adolescentes temían. Le entregué un billete de veinte dólares sin levantar los ojos de la pequeña bolsa que había puesto delante de mí. Ésta sostenía la única respuesta que necesitaba y aterrorizaba. Ignorar el hecho de que mi período tenía dos semanas de retraso y fingir que esto no ocurría era más fácil. Pero tenía que saberlo.


—Tres dólares con ochenta y cinco centavos es tu cambio —dijo mientras extendí la mano y tomé el dinero que me extendía.



—Gracias —murmuré y tomé la bolsa.



—Espero que todo salga bien —dijo la mujer en tono suave. Levanté la vista y me encontré con un par de simpáticos ojos marrones. Era una extraña que nunca volvería a ver, pero en ese momento me ayudó que alguien más lo supiera. No me sentía sola.



—Yo también —le contesté antes de dar la vuelta y caminar hacia la puerta. De regreso al sol caliente de verano.


Di dos pasos hacia el estacionamiento cuando mis ojos se posaron en el lado del conductor de la camioneta. Cain estaba recargado sobre ella con sus brazos cruzados sobre el pecho. La gorra de beisbol gris que llevaba tenía una A de la Universidad de Alabama que ocultaba sus ojos.



Me detuve y lo miré fijamente. No había manera de mentir sobre esto. Él sabía que no había venido hasta aquí para comprar condones. Sólo había una razón m{s. Incluso sin poder ver la expresión de sus ojos sabía… que él lo sabía.



Tragué el nudo en mi garganta con el que había estado luchando desde que entré en mi camioneta está mañana y me dirigí fuera de la cuidad. Ahora ya no era sólo la extraña detrás del mostrador y yo las que lo sabíamos. Mi mejor amigo también lo sabía.



Me obligué a mí misma a poner un pie delate del otro. Él haría preguntas y yo tendría que responder. Después de las últimas semanas se merecía una explicación. Se merecía la verdad. ¿Pero cómo explicaba esto?



Me detuve a unos metros delante de él. Me alegró que la gorra ocultara su rostro. Sería mucho más fácil de explicar si no podía ver los pensamientos destellando en sus ojos.



Nos quedamos en silencio. Quería que hablara primero, pero después de lo que parecieron varios minutos sin decir nada, supe que él quería que yo dijera algo primero.



—¿Cómo supiste dónde estaba? —pregunté finalmente.



—Estás quedándote en la casa de mi abuela. En el momento que te marchaste actuando extrañamente, ella me llamó. Me preocupé por ti —respondió.



Las lágrimas picaron mis ojos. No iba a llorar sobre esto. Ya había llorado todo lo que tenía que llorar. Apretando la bolsa que guardaba la prueba de embarazo, enderecé mis hombros. —Me has seguido —le dije. No era una pregunta.


—Por supuesto que sí —respondió, luego sacudió la cabeza y volvió su mirada lejos de mí para concentrarse en otro cosa—. ¿Ibas a decírmelo, Maite?



¿Iba a decírselo? No lo sabía. No había pensado en eso todavía. —No estoy segura que haya nada que decir aún por el momento —le contesté con sinceridad.



Cain negó con la cabeza y dejó escapar una risita baja sin humor. —¿No estás segura, eh? ¿Has venido hasta aquí porque no estás segura?



Estaba enojado. ¿O estaba herido? No tenía por qué estarlo. —Hasta que no tome está prueba no estoy segura. Tengo un retraso. Eso es todo. No hay ninguna razón por la que debería decirte esto. No es de tu incumbencia.



Lentamente, Cain volvió su cabeza para nivelar su mirada en mí. Levantó la mano e inclinó su gorra hacia atrás. La sombra desapareció de sus ojos. Había incredulidad y dolor en ellos. No quería ver eso. Era casi peor que ver el juicio en sus ojos. En cierto modo, el juicio era mejor.



—¿En serio? ¿Eso es lo que sientes? ¿Después de todo por lo que hemos pasado así es como te sientes honestamente?



Lo que habíamos pasado estaba en el pasado. Él era mi pasado. Había atravesado por muchas cosas sin él. Mientras él disfrutaba de sus años de instituto yo luchaba por que mi vida no se desmoronara. ¿Qué era exactamente lo que creía que había sufrido? La ira hirvió lentamente en mi sangre y levanté mis ojos para mirarlo.



—Sí, Cain. Así es como me siento. No estoy segura de qué es exactamente lo que hemos pasado. Éramos mejores amigos, después fuimos novios, luego mi mamá enfermó y tú querías que tu polla fuera consentida, así que me engañaste. Me hice cargo de mi madre enferma sola. Sin nadie con quien apoyarme. Luego ella murió y me mudé. Mi corazón y mundo fueron destrozados y volví a casa. Has estado aquí para mí. No te lo pedí, pero lo has hecho. Y te lo agradezco, sin embargo eso no hace que todas las cosas desaparezcan. No compensa el hecho de que me abandonaste cuando más te necesitaba. Así que discúlpame si cuando mi mundo está a punto de desmoronarse de debajo de mis pies y tú no eres la primera persona a la que corro. Aún no te lo has ganado.



Respiraba con dificultad y las lágrimas que no había querido derramar corrían por mi rostro. Maldita sea, no quería llorar. Cerré la distancia que nos separaba y usé toda mi fuerza para alejarlo fuera de mi camino para así poder agarrar la manija de la puerta y abrirla. Necesitaba salir de aquí. Alejarme de él.



—Muévete —grité mientras me esforzaba por abrir la puerta con su peso aún contra ella.



Esperé que discutiera conmigo. Esperé cualquier cosa excepto que hiciera lo que le pedí. Me subí en el asiento del conductor y arrojé la bolsa de plástico en el asiento a mi lado antes de echar andar la camioneta y salir del estacionamiento. Aún podía ver a Cain de pie allí. No se había movido mucho. Sólo lo suficiente para que pudiera entrar a la camioneta. No me estaba mirando. Observaba el suelo como si tuviera todas las respuestas. No podía preocuparme por él ahora. Tenía que salir de aquí.



Tal vez no debería haberle dicho esas cosas. Tal vez debí haberlas dejado en mi interior donde habían estado enterradas todos estos años. Pero ya era demasiado tarde. Me confrontó en el momento equivocado. No me sentiría mal por esto.



Tampoco podía volver a la casa de su abuela. Ella sospechaba. Era probable que él la llamara para decirle. Si no le decía la verdad, entonces se enteraría por otra persona. No tenía ninguna otra opción. Iba a tener que tomar una prueba de embarazo en el baño de una estación de servicios. ¿Podría esto ponerse peor?
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:20 pm

2

William

Las olas rompiendo contra la orilla me calmaban. Había estado sentado y mirando el agua en el patio desde que era niño. Siempre me ayudaba a encontrar una mejor perspectiva de las cosas. Eso no estaba
funcionándome ahora.



La casa estaba vacía. Mi madre y… y el hombre a quien quería pudrir en el infierno por toda la maldita eternidad se habían ido tan pronto como llegué de Alabama hace tres semanas. Yo había estado enojado, roto, salvaje. Después de amenazar la vida del hombre que se casó con mi madre, les exigí que se fueran. No quería ver a ninguno de ellos. Tenía que llamar a mi madre y hablar con ella, pero no quería hacerlo por el momento.



Era más fácil decir que perdonaría a mi mamá que hacerlo. Nan, mi hermana, vino varias veces y me pidió que hablara con ella. Esto fue culpa de Nan, pero tampoco podía con ella acerca de esto. Ella me recordaba lo que perdí. Lo que yo apenas tuve. Lo que yo nunca esperé encontrar.



Un fuerte estruendo proveniente de dentro de la casa rompió en mis pensamientos. Me giré y noté que alguien estaba en la puerta cuando el timbre sonó seguida de otro golpe. ¿Quién diablos era? Nadie había venido a excepción de Nan y Grant desde que Maite se fue.



Puse la cerveza en la mesa junto a mí y me levanté. Quienquiera que fuese necesitaba una buena razón para venir aquí sin invitación. Caminé por la casa que seguía limpia desde la última visita de Henrietta, la sirvienta. Sin vida social era fácil mantener las cosas ordenadas. Me gustaba mucho más esto. Los golpes comenzaron de nuevo cuando llegué a la puerta y la abrí de golpe listo para decirle a quien quiera que estuviera ahí que se fuera a la mier*da cuando las palabras me fallaron. No era alguien a quien yo hubiera esperado ver otra vez. Sólo conocí al hombre una vez y al instante lo odie. Ahora estaba aquí, quería agarrarlo por los hombros y sacudirlo hasta que me dijera como estaba ella. Si ella estaba bien. ¿Dónde vivía? Dios, esperaba que no viviera con él. ¿Y si él…? no, no, no, eso no había ocurrido. Ella no lo haría. No mi Maite.


Mis manos se apretaron en puños con fuerza a los costados.



—Necesito saber una cosa —dijo Cain, el ex de Maite, cuándo me le quedé viendo confundido—. ¿Tu… —se detuvo y tragó saliva—, te… la jod…? —se quitó la gorra y se pasó una mano por el pelo. Me di cuenta de los círculos oscuros bajo los ojos y la expresión cansada, muy cansada en su cara.



Mi corazón se detuvo. Lo tomé del brazo y lo sacudí. —¿Dónde está Maite? ¿Está bien?



—Ella est{ bien… quiero decir, ella est{ bien. Suéltame antes de que me rompas el brazo. —espetó Cain, apartando su brazo lejos de mí—. Maite está viva y bien en Sumit. No es por eso que estoy aquí.



Entonces, ¿por qué él estaba aquí? Teníamos una sola conexión: Maite.



—Cuando se fue de Sumit, ella era inocente. Muy inocente. Yo había sido su único novio. Sé lo inocente que era. Hemos sido mejores amigos desde que éramos niños. La Maite que regreso no es la misma que se fue. Ella no habla de ello. No quiere hablar de ello. Solo necesito saber si tú y ella… si ustedes… Solo voy a decir esto, ¿Te la follaste?



Mi visión se tornó borrosa mientras me movía sin ningún pensamiento que no fuera asesinarlo. Había cruzado una línea. No le permitiría hablar de Maite así. No le permitiría hacer ese tipo de preguntas o dudar de su inocencia. Maite era inocente, maldita sea. No tenía derecho.



—¡Santa mier*da! ¡Will, hermano, bájalo! —la voz de Grant me estaba llamando. Lo oía, pero estaba demasiado lejos, como dentro de un túnel. Yo me concentraba en el chico delante de mí conectando con mi puño y la sangre corriendo de su nariz. Estaba sangrando. Yo necesitaba hacerlo sangrar. Yo necesitaba hacer a alguien sangrar.



Dos brazos se enrollaron a mi alrededor por detrás y me apartaron cuando Cain tropezó hacia atrás, levantando las manos hacia su nariz con una mirada de pánico en sus ojos. Bueno, uno de sus ojos. El otro ya estaba cerrado por la hinchazón.



—¿Qué demonios le dijiste? —preguntó la persona detrás de mí. Era Grant quien me tenía en una tenaza.



—Ni se te ocurra decirlo —rugí cuando Cain abrió la boca para responder. No podía oírle hablar así de ella. Lo que había hecho era más que sucio y equivocado. Él actuaba como si yo la hubiera ensuciado. Maite era inocente. Tan increíblemente inocente. Lo que había hecho no lo cambiaba.



Los brazos de Grant me apretaron tirándome contra su pecho. —Te tienes que ir ya. Solo puedo retenerlo por poco tiempo. Tiene seis kilos más que yo y esto no es tan fácil como parece. Tienes que salir de aquí, amigo. No vuelvas. Tienes una jodida suerte de que yo haya aparecido.



Cain asintió con la cabeza, y luego se tambaleó hacia su camioneta. La ira se había consumido en mis venas, pero todavía se sentía. Quería herirlo más. Para eliminar cualquier pensamiento en su cabeza de que Maite no era tan perfecta como lo había sido cuando salió de Alabama. No sabía todo por lo que había pasado. Toda la Oops! que mi familia le había hecho pasar. ¿Cómo iba a cuidar de ella? Ella me necesitaba.



—Si te libero, ¿Vas a perseguir su camioneta o estamos bien? —preguntó Grant mientras aflojaba su agarre sobre mí.



—Estoy bien. —Le aseguré, me encogí de hombros liberándome de sus brazos y me acerqué a la barandilla para agarrarme y tomar varias respiraciones profundas. El dolor volvió con toda su fuerza. Me las había arreglado para enterrarlo hasta que solo latía un poco, pero al ver al cobarde me lo recordó todo. Esa noche. De lo que nunca me recuperaría. La que me marcaría para siempre.



—¿Puedo preguntar por qué demonios me ibas a golpear a mí también? —preguntó Grant poniendo alguna distancia entre nosotros.



Él era mi hermano en todos los aspectos y propósitos. Nuestros padres se habían casado cuando éramos niños. Lo suficiente como para formar ese vínculo. A pesar de que mi mamá tuvo más maridos, desde entonces, Grant era mi familia. Me conocía lo suficiente para saber que se trataba sobre Maite.



—El ex novio de Maite—contesté sin mirarlo.



Grant se aclaró la garganta. —Así que, uh, ¿vino a presumir? ¿O solamente consiguió una nariz sangrante por que la toco?


Las dos cosas. Ninguna. Negué con la cabeza. —No, él vino a hacer preguntas sobre mí y Maite. Cosas que no le incumbían. Preguntó la cosa equivocada.



—Ah, ya veo. Eso tiene sentido. Bueno, pago por ello. El tipo probablemente tiene una fractura en la nariz junto con ese ojo cerrado.


Por fin levanté la cabeza y miré a Grant. —Gracias por separarme de él. Perdí el control.



Grant asintió con la cabeza y abrió la puerta. —Vámonos. Veamos un juego y bebamos cerveza.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:22 pm

3

Maite

La tumba de mi madre era el único lugar al que podía pensar ir. No tenía casa. No podía regresar a donde Granny Q. Ella era la abuela de Cain.



Probablemente, él estuviera allí, esperándome. O quizás no estuviera. Quizás le había empujado demasiados lejos. Me senté a los pies de la tumba de mi madre. Tiré de mis rodillas bajo mi barbilla y rodeé mis piernas con mis brazos. Había vuelto a Sumit porque era el único lugar que conocía para regresar.


Ahora necesitaba marcharme. No podía quedarme aquí. Otra vez, mi vida estaba a punto de tomar un giro repentino. Uno para el que yo no estaba preparada. Cuando había sido una niña, mi madre nos llevo un domingo a la escuela de la iglesia Baptista local. Recuerdo un pasaje de la Biblia que nos leyeron acerca de que Dios no pone en nuestro camino más de lo que podemos soportar. Comenzaba a preguntarme si eso era sólo para aquellas personas que iban a la iglesia cada domingo y rezaban antes de irse a la cama por las noches. Porque él no se estaba conteniendo a la hora de lanzarme golpes.


Sentir lástima por mí misma no me ayudaría. No podía hacer esto. Tenía que resolverlo también. Mi estancia con Granny Q y dejar que Cain me ayudara a lidiar con el día a día había sido temporal. Supe cuando me mudé a la habitación de invitados que no podía quedarme mucho tiempo. Había demasiada historia entre Cain y yo. Historia que no tenía la intención de repetir.


El momento de marcharse estaba aquí, pero todavía no tenía ni idea de a dónde iba a ir y qué iba a hacer igual que había estado tres semanas atrás.



Me gustaría que estuvieras aquí, mamá. No sé qué hacer y no tengo nadie a quien preguntarle —susurré mientras estaba allí sentada en el silencioso cementerio. Quería creer que ella podía oírme. No me gustaba la idea de ella estando bajo tierra, pero después de que mi hermana gemela, Valerie, hubiera muerto me había sentado aquí en este lugar con mi madre y nos gustaba hablar con Valerie. Mamá había dicho que su espíritu estaba pendiente de nosotras y que podía oírnos. Así que quería creer eso ahora.



—Soy solo yo. Te echo de menos. No quiero estar sola… pero lo estoy. Y tengo miedo. —El único sonido era el susurro de las hojas en los árboles—. Una vez me dijiste que si escuchaba realmente fuerte sabría la respuesta en mi corazón. Estoy escuchando, mamá, pero estoy tan confundida. ¿Tal vez podrías ayudarme señalándome en la dirección correcta de alguna manera?



Descansé la barbilla sobre mis rodillas y cerré los ojos, negándome a llorar.



—¿Recuerdas cuando dijiste que tenía que contarle a Cain cómo me sentía exactamente? Que no me sentiría mejor hasta que lo dejara salir todo. Bueno, justo hice eso hoy. Incluso si él me perdona, nunca será lo mismo. No puedo seguir confiando en él para las cosas, de cualquier modo. Es el momento de que resuelva las cosas por mi cuenta. Es solo que no sé cómo.



Solo preguntárselo me hizo sentir mejor. Saber que no obtendría una respuesta parecía no importar.



La puerta de un coche se cerró de golpe rompiendo la paz y dejé caer mis brazos de mis piernas y me giré hacia atrás para mirar hacia el aparcamiento, vi un coche demasiado caro para esta pequeña ciudad. Girando mis ojos para ver quién se había bajado del coche, abrí la boca y me puse de pie de un salto. Era Bethy. Estaba aquí. En Sumit. En el cementerio… conduciendo un coche que parecía muy, muy caro.



Su largo cabello marrón estaba recogido sobre su hombro en una coleta. Una sonrisa tiraba de sus labios cuando mis ojos se encontraron con los suyos. No me podía mover. Tenía miedo de que me estuviera imaginando cosas. ¿Qué estaba Bethy haciendo aquí?


—No tienes un teléfono móvil, ¿cómo diablos se supone que voy a llamarte
y a decirte que voy a patearte el cu*lo si no tengo un número al que llamar, eh? —Sus palabras no tenía sentido, pero solo oír su voz me hizo recorrer a la carrera la distancia entre nosotras.

Dos brazos se enrollaron a mi alrededor por detrás y me apartaron cuando Cain tropezó hacia atrás, levantando las manos hacia su nariz con una mirada de pánico en sus ojos. Bueno, uno de sus ojos. El otro ya estaba cerrado por la hinchazón.



—¿Qué demonios le dijiste? —preguntó la persona detrás de mí. Era Grant quien me tenía en una tenaza.



—Ni se te ocurra decirlo —rugí cuando Cain abrió la boca para responder. No podía oírle hablar así de ella. Lo que había hecho era más que sucio y equivocado. Él actuaba como si yo la hubiera ensuciado. Maite era inocente. Tan increíblemente inocente. Lo que había hecho no lo cambiaba.



Los brazos de Grant me apretaron tirándome contra su pecho. —Te tienes que ir ya. Solo puedo retenerlo por poco tiempo. Tiene seis kilos más que yo y esto no es tan fácil como parece. Tienes que salir de aquí, amigo. No vuelvas. Tienes una jodida suerte de que yo haya aparecido.



Cain asintió con la cabeza, y luego se tambaleó hacia su camioneta. La ira se había consumido en mis venas, pero todavía se sentía. Quería herirlo más. Para eliminar cualquier pensamiento en su cabeza de que Maite no era tan perfecta como lo había sido cuando salió de Alabama. No sabía todo por lo que había pasado. Toda la Oops! que mi familia le había hecho pasar. ¿Cómo iba a cuidar de ella? Ella me necesitaba.



—Si te libero, ¿Vas a perseguir su camioneta o estamos bien? —preguntó Grant mientras aflojaba su agarre sobre mí.



—Estoy bien. —Le aseguré, me encogí de hombros liberándome de sus brazos y me acerqué a la barandilla para agarrarme y tomar varias respiraciones profundas. El dolor volvió con toda su fuerza. Me las había arreglado para enterrarlo hasta que solo latía un poco, pero al ver al cobarde me lo recordó todo. Esa noche. De lo que nunca me recuperaría. La que me marcaría para siempre.



—¿Puedo preguntar por qué demonios me ibas a golpear a mí también? —preguntó Grant poniendo alguna distancia entre nosotros.



Él era mi hermano en todos los aspectos y propósitos. Nuestros padres se habían casado cuando éramos niños. Lo suficiente como para formar ese vínculo. A pesar de que mi mamá tuvo más maridos, desde entonces, Grant era mi familia. Me conocía lo suficiente para saber que se trataba sobre Maite.



—El ex novio de Maite—contesté sin mirarlo.



Grant se aclaró la garganta. —Así que, uh, ¿vino a presumir? ¿O solamente consiguió una nariz sangrante por que la toco?


Las dos cosas. Ninguna. Negué con la cabeza. —No, él vino a hacer preguntas sobre mí y Maite. Cosas que no le incumbían. Preguntó la cosa equivocada.



—Ah, ya veo. Eso tiene sentido. Bueno, pago por ello. El tipo probablemente tiene una fractura en la nariz junto con ese ojo cerrado.


Por fin levanté la cabeza y miré a Grant. —Gracias por separarme de él. Perdí el control.



Grant asintió con la cabeza y abrió la puerta. —Vámonos. Veamos un juego y bebamos cerveza.

La tumba de mi madre era el único lugar al que podía pensar ir. No tenía casa. No podía regresar a donde Granny Q. Ella era la abuela de Cain.



Probablemente, él estuviera allí, esperándome. O quizás no estuviera. Quizás le había empujado demasiados lejos. Me senté a los pies de la tumba de mi madre. Tiré de mis rodillas bajo mi barbilla y rodeé mis piernas con mis brazos. Había vuelto a Sumit porque era el único lugar que conocía para regresar.


Ahora necesitaba marcharme. No podía quedarme aquí. Otra vez, mi vida estaba a punto de tomar un giro repentino. Uno para el que yo no estaba preparada. Cuando había sido una niña, mi madre nos llevo un domingo a la escuela de la iglesia Baptista local. Recuerdo un pasaje de la Biblia que nos leyeron acerca de que Dios no pone en nuestro camino más de lo que podemos soportar. Comenzaba a preguntarme si eso era sólo para aquellas personas que iban a la iglesia cada domingo y rezaban antes de irse a la cama por las noches. Porque él no se estaba conteniendo a la hora de lanzarme golpes.


Sentir lástima por mí misma no me ayudaría. No podía hacer esto. Tenía que resolverlo también. Mi estancia con Granny Q y dejar que Cain me ayudara a lidiar con el día a día había sido temporal. Supe cuando me mudé a la habitación de invitados que no podía quedarme mucho tiempo. Había demasiada historia entre Cain y yo. Historia que no tenía la intención de repetir.


El momento de marcharse estaba aquí, pero todavía no tenía ni idea de a dónde iba a ir y qué iba a hacer igual que había estado tres semanas atrás.



Me gustaría que estuvieras aquí, mamá. No sé qué hacer y no tengo nadie a quien preguntarle —susurré mientras estaba allí sentada en el silencioso cementerio. Quería creer que ella podía oírme. No me gustaba la idea de ella estando bajo tierra, pero después de que mi hermana gemela, Valerie, hubiera muerto me había sentado aquí en este lugar con mi madre y nos gustaba hablar con Valerie. Mamá había dicho que su espíritu estaba pendiente de nosotras y que podía oírnos. Así que quería creer eso ahora.



—Soy solo yo. Te echo de menos. No quiero estar sola… pero lo estoy. Y tengo miedo. —El único sonido era el susurro de las hojas en los árboles—. Una vez me dijiste que si escuchaba realmente fuerte sabría la respuesta en mi corazón. Estoy escuchando, mamá, pero estoy tan confundida. ¿Tal vez podrías ayudarme señalándome en la dirección correcta de alguna manera?



Descansé la barbilla sobre mis rodillas y cerré los ojos, negándome a llorar.



—¿Recuerdas cuando dijiste que tenía que contarle a Cain cómo me sentía exactamente? Que no me sentiría mejor hasta que lo dejara salir todo. Bueno, justo hice eso hoy. Incluso si él me perdona, nunca será lo mismo. No puedo seguir confiando en él para las cosas, de cualquier modo. Es el momento de que resuelva las cosas por mi cuenta. Es solo que no sé cómo.



Solo preguntárselo me hizo sentir mejor. Saber que no obtendría una respuesta parecía no importar.



La puerta de un coche se cerró de golpe rompiendo la paz y dejé caer mis brazos de mis piernas y me giré hacia atrás para mirar hacia el aparcamiento, vi un coche demasiado caro para esta pequeña ciudad. Girando mis ojos para ver quién se había bajado del coche, abrí la boca y me puse de pie de un salto. Era Bethy. Estaba aquí. En Sumit. En el cementerio… conduciendo un coche que parecía muy, muy caro.



Su largo cabello marrón estaba recogido sobre su hombro en una coleta. Una sonrisa tiraba de sus labios cuando mis ojos se encontraron con los suyos. No me podía mover. Tenía miedo de que me estuviera imaginando cosas. ¿Qué estaba Bethy haciendo aquí?


—No tienes un teléfono móvil, ¿cómo diablos se supone que voy a llamarte
y a decirte que voy a patearte el cu*lo si no tengo un número al que llamar, eh? —Sus palabras no tenía sentido, pero solo oír su voz me hizo recorrer a la carrera la distancia entre nosotras.



Bethy se rió y abrió sus brazos cuando me arrojé en ellos. —No puedo creer que estés aquí —dije después de abrazarla.



—Sí, bueno, yo tampoco. Fue un largo viaje. Pero tú lo vales y ya que dejaste el teléfono móvil en Rosemary, no tenía ninguna manera de hablar contigo.



Quería contárselo todo, pero no podía. Todavía no. Necesitaba tiempo. Ella ya sabía sobre mi padre. Sabía sobre Nan. Pero el resto… yo sabía que ella no lo conocía.



—Estoy contenta de que estés aquí, ¿pero cómo me has encontrado?



Bethy sonrió e inclinó la cabeza hacia un lado. —Conduje por la ciudad buscando tu camioneta. No fue tan difícil. Este lugar tiene como una luz roja. Si hubiera parpadeado dos veces lo habría pasado por alto.



—Ese coche probablemente llama un poco la atención en la ciudad —dije mirando más allá de ella.



—Es de Jace. Esa cosa se conduce como un sueño.



Aún estaba con Jace. Bueno. Pero me dolía el pecho. Jace me recordaba a Rosemary. Y Rosemary me recordaba a William.


—Me gustaría preguntarte cómo estás, pero chica, tienes la figura de un palo. ¿Has comido algo desde que te marchaste de Rosemary?


Mis ropas colgaban flojas sobre mí. Comer había sido difícil con el gran nudo que se mantenía apretado en mi pecho en todo momento. —Han sido unas semanas difíciles, pero creo que estoy cada vez mejor. Superando las cosas. Lidiando con ello.



Bethy desvió la mirada hacia la tumba detrás de mí. Hacia ambas. Pude ver la tristeza en sus ojos mientras leía sus lápidas. —Nadie puede quitarte tus recuerdos. Tienes eso —dijo apretando mi mano entre las suyas.



—Lo sé. No les creo. Mi padre es un mentiroso. No les creo a ninguno de ellos. Ella, mi madre, no habría hecho lo que ellos dicen. Si alguien tiene la culpa, ese es mi padre. Él causó este dolor. No mi madre. Nunca mi madre.



Bethy asintió y sostuvo mi mano en las suyas. Solo tener a alguien escuchándome y saber que me creía, que creía en la inocencia de mi madre, ayudó.



—¿Tú hermana se parecía mucho a ti?



El último recuerdo que tenía de Valerie era de su sonrisa. Esa brillante sonrisa que era mucho más bonita que la mía. Sus dientes eran perfectos sin ayuda de aparatos de ortodoncia. Sus ojos eran más brillantes que los míos. Pero todo el mundo decía que éramos idénticas. Ellos no veían la diferencia. Siempre me pregunté por qué. Yo podía verla tan claramente.



—Éramos idénticas —respondí. Bethy no entendería la verdad.



—No puedo imaginarme dos Maite Wynns. Ustedes debieron de haber roto un montón de corazones en esta pequeña ciudad. —Estaba tratando de aligerar el ambiente después de preguntar por mi difunta hermana. Yo apreciaba eso.


—Solo Valerie. Yo estuve con Cain desde que era joven. No rompí ningún corazón.



Los ojos de Bethy se ampliaron un poco, luego apartó la mirada antes de aclararse la garganta. Esperé hasta que se volvió hacia mí. —A pesar de que verte es impresionante y que podríamos sacudir totalmente esta ciudad, vine aquí con un propósito.



Supuse que así era, solo no podía imaginarme qué propósito sería exactamente.



—De acuerdo —dije esperado más explicación.



—¿Podemos hablar de esto en alguna cafetería? —Frunció el ceño y miró de nuevo hacia la calle—. O tal vez en el Dairy K, ya que es el único lugar que he visto mientras conducía a través de la ciudad.



Ella no parecía cómoda manteniendo una conversación entre tumbas como yo. Eso era normal. Yo no lo era. —Sí, está bien —dije y me acerqué para recoger mi bolso.



—Ahí está tu respuesta —susurró una voz suave, tan bajo que casi pensé que lo había imaginado. Me giré para mirar hacia atrás, a Bethy, quien sonreía con las manos metidas en los bolsillos delanteros.


—¿Dijiste algo? —pregunté confundida.


—Uh, ¿te refieres a después de que sugiriera ir al Dairy K? —preguntó.


Asentí con la cabeza. —Sí. ¿Susurraste algo?



Ella arrugó la nariz, luego miró a su alrededor con nerviosismo y sacudió la cabeza.



—No… eh… ¿por qué no salimos de aquí? —dijo estirando la mano para coger mi brazo y tirando de mí detrás de ella hacia el coche de Jace.


Volví la vista hacia la tumba de mi madre y una paz se asentó sobre mí. ¿Eso había sido…? No. Seguramente, no. Sacudiendo la cabeza, me di la vuelta y me subí en el lado del copiloto antes de que Bethy me lanzara dentro.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:24 pm

4

William

Era el cumpleaños de mamá. Nan ya me había llamado dos veces pidiéndome que le llamase. No podía hacerlo. Ella estaba en una playa de las Bahamas con él. Esto no la afecto en lo absoluto. Una vez más, se había fugado para disfrutar de su vida, mientras dejaba a sus hijos para que resolvieran las cosas.


—Nan llamó otra vez. ¿Quieres que le conteste y le diga que te deje en paz? —Grant caminó dentro de la sala, tendiéndome mi celular en su mano mientras sonaba.


Ambos peleábamos como hermanos reales. —No, dámelo a mí —respondí mientras me tiraba el teléfono—. Nan —dije en forma de saludo.



—¿Vas a llamar a mamá o no? Me ha llamado dos veces hasta ahora, preguntándome si hablé contigo y si recuerdas su cumpleaños. Se preocupa por ti. No dejes que esa chica arruine todo, Will. Me apuntó con una pistola, por el amor de Dios. Una pistola, Will. Está loca. Ella…



—Detente. No digas nada más. No la conoces. No quieres conocerla. Así que detente. No voy a llamar a mamá. La próxima vez que lo haga, dile que no quiero escuchar su voz. Me importa una mier*da su viaje o qué quiere por su cumpleaños.


—Auch —murmuró Grant mientras se sentaba en el sofá frente a mí y apoyaba las piernas sobre la mesa.



—No puedo creer que hayas dicho eso. No te entiendo. Ella no puede ser tan buena en…


—No, Nannette. La conversación terminó. Llámame si tú me necesitas. —Presioné finalizar, lancé mi celular en el asiento junto a mí, y recosté mi cabeza contra el almohadón.


—Salgamos. Bebe un poco. Bailemos con algunas chicas. Olvida esta mier*da. Todo —dijo Grant. Sugirió esto varias veces en las pasadas tres semanas. O al menos desde que dejé de romper cosas y él se sintió lo suficientemente seguro para hablar.



—No —contesté sin mirarlo. No había razón para actuar como si estuviera bien. Hasta que supiera que Maite estaba bien, yo nunca estaría a estar bien. Ella no me puede perdonar. Infiernos, nunca me mirará de nuevo, pero necesitaba saber que seguía adelante. Necesitaba saber algo. Lo que sea.



—He sido realmente bueno no entrometiéndome. He dejado que enloquezcas, le gruñas a todo lo que se mueve y te pongas de mal humor. Creo que es tiempo de que me digas algo. ¿Qué ocurrió cuando fuiste a Alabama? Algo tuvo que haber pasado. No volviste igual.



Quería a Grant como un hermano, pero no había forma que le dijera acerca de la noche en la habitación del hotel con Maite. Ella estaba herida y yo desesperado. —No quiero hablar acerca de eso. Pero necesito salir. Dejar de mirar esas paredes y recordarla… sí, necesito salir. —Me paré y Grant salió de su lugar en el sofá. El alivio en sus ojos era obvio.



—¿De qué tienes ganas? ¿Cervezas? ¿Chicas? ¿O ambas?



—Música alta —contesté. Realmente no necesitaba ninguna cerveza y las chicas… simplemente no estaba listo para eso.


—Tendremos que ir al centro de la ciudad. ¿Tal vez a Destin?



Le lancé mis llaves del auto. —Seguro, guíame.



El timbre sonó deteniéndonos a ambos. La última vez que había tenido un invitado inesperado no terminó bien. Es muy probable que sean unos policías que vienen a arrestarme por golpear el rostro de Cain. Por extraño que parezca, no me importó. Estaba indiferente.



—Yo abro —dijo Grant, mirándome con el ceño fruncido en preocupación.Estaba pensando lo mismo.



Volví a sentarme en el sofá y apoyé los pies sobre la mesa de café. Mi mamá odiaba cuando lo hacía. La había comprado durante uno de sus viajes internacionales de compras y la trajo hasta aquí. Sentí una repentina punzada de culpa por no llamarla, pero lo ignoré. Toda mi vida hice feliz a esa mujer y me hice cargo de Nan. Se acabó.



—Jace, ¿qué sucede? Estábamos a punto de salir. ¿Quieres venir con nosotros? —dijo Grant retrocediendo y dejando que Jace entrara a la casa. No me levanté. Quería que se fuera. Ver a Jace me recordaba a Bethy, quien me recordaba a Maite. Jace necesitaba irse.



—Uh, no, yo uh… necesitaba hablar contigo sobre algo —dijo Jace, arrastrando los pies y metiendo las manos en sus bolsillos. Parecía listo para salir corriendo por la puerta.


—Está bien —contesté.



—Puede que hoy no sea el mejor día para hablar con él, hombre —dijo Grant, parándose frente a él y centrándose en mí—. Íbamos a salir. Vamos. Jace puede desnudar su alma después.



Ahora tenía curiosidad. —No soy una bala perdida, Grant. Siéntate. Déjalo hablar.


Grant dejó escapar un suspiro y sacudió la cabeza. —Bien. Lo que quieras decir, solo dilo.


Jace lo miró nerviosamente y luego volvió hacia mí. Caminó y se sentó en la silla más alejada. Observé mientras se metía el pelo detrás de la oreja y me pregunté qué tenía para decir que fuese gran cosa.



—Bethy y yo vamos algo serios —comenzó. Ya sabía eso. No me importaba. Sentí el dolor abriendo mi pecho y apreté los puños. Tenía que concentrarme en forzar el aire hacia mis pulmones. Bethy había sido amiga de Maite. Ella sabría cómo estaba—. Y eh… bueno, el alquiler de Bethy aumentó y de todos modos era una mier*da ese lugar. No me sentía seguro con ella quedándose ahí. Así que, hablé con Woods y dijo que su papá tenía dos habitaciones disponibles si quería alquilar eso. Yo eh, las conseguí para ella, pagué el depósito y todo eso. Pero cuando la llevé a ver se enojó. Bastante. No quiso que pagara su renta. Dijo que la hacía sentir barata. —Suspiró y la mirada de disculpa en sus ojos seguía sin tener sentido. No me importaba su pelea con Bethy.


—Es dos veces m{s cuanto mucho… o, al menos, Bethy cree que son dos veces que su último lugar. Y en realidad son cuatro. Le hice jurar a Wood que sea discreto. Estoy pagando la otra parte sin que ella lo sepa. De todas formas. Ella, uh…. ella… fue hoy hacia Alabama. Le encanta el condominio. Quiere vivir en la propiedad del club sobre la playa. Pero la única persona que alguna vez consideraría tenerla como compañera es… Maite.


Me puse de pie. No podía estar sentado.



—Guau, hombre… siéntate —saltó Grant y me hizo señas con la mano.



—No estoy alterado… sólo necesito aire —dije, mirando por las ventanas de cristal hacia las olas rompiendo contra la orilla. Bethy fue a buscar a Maite. Mi corazón latía. ¿Vendría?



—Sé que ustedes tuvieron un mal final. Le pedí que no, pero ella se cabreo y no quise molestarla. Dijo que extrañaba a Maite y que ella necesitaba a alguien. Ella, eh, también habló con Woods acerca de devolverle su trabajo a Maite para conseguir que regrese.



Maite. Regresando…



No volvería. Me odia. Odia a Nan. Odia a mi mamá. Odia a su padre. No volvería aquí… pero Dios, quería que lo hiciera. Me volteé y miré a Jace.



—No regresará —dije. El dolor en mi voz era innegable. No me preocupé por esconderlo. Ya no más.



Jace se encogió.



—Ella ha tenido bastante tiempo para lidiar con las cosas. ¿Y si vuelve? ¿Qué harás? —me preguntó Grant.



¿Qué haría?



Suplicaría.

5

Maite

Bethy salió del coche de Jace en el aparcamiento de Dairy K. Vi el pequeño Volkswagen azul de Callie y decidí no salir del coche. Sólo había visto dos veces a Callie desde que regresé y ella había estado a punto de arañar mis ojos. Ella había puesto los ojos en Caín desde la secundaria.

Entonces, yo regresé a casa y fastidié cualquier tipo de relación que ellos finalmente habían logrado tener. Yo no había querido eso. Ella podía quedarse con Caín.



Bethy comenzó a salir del coche y yo la agarré del brazo. —Hablemos en el coche —le dije, deteniéndola.



—Pero quiero un helado con Oreos —se quejó.


—No puedo hablar en ese sitio. Conozco a mucha gente —le expliqué.



Bethy suspiró y se recostó en su asiento. —Está bien. Mi cu*lo no necesita nada de helado y galletas, de todos modos.



Sonreí y me relaje, agradecida por los oscuros cristales tintados. Sabiendo que no estaba en exhibición cuando la gente se detenía y se quedaba mirando el coche de Jace. Nadie de por aquí conducía estos coches.



—No voy a andar con rodeos, Maite. Te echo de menos. Nunca he tenido una amiga cercana antes. Nunca. Entonces, llegaste y luego te fuiste. Odio que te hayas ido. El trabajo es una mier*da sin ti. No tengo a nadie para hablar de mi vida sexual con Jace y lo dulce que es él, que es algo que no tendría si no te hubiera escuchado. Te extraño.



Sentí las lágrimas picando mis ojos. Sentirse extrañada se sentía bien. La extrañaba demasiado. Me perdí un montón de cosas. —Yo también te extraño —le respondí, con la esperanza de que no me dieran ganas de llorar.



Bethy asintió con la cabeza y una sonrisa se asomó en sus labios. —Eso está bien. Porque necesito que regreses a vivir conmigo. Jace me dio un apartamento frente al mar en la propiedad del club. Yo, sin embargo, me niego a dejar que él lo pague. Así que necesito una compañera de piso. Por favor, vuelve. Te necesito. Y Woods dijo que tendría tu trabajo de inmediato.



¿Volver a Rosemary? Donde William estaba... y Nan... y mi papá. No podía regresar. Yo no podía verlos. Estarían en el club. ¿Mi papá llevaría a Nan a jugar al golf? ¿Podría soportar ver eso? No, yo no podría. Sería demasiado.



—No puedo —Estaba conmovida. Ojalá pudiera. No sabía a iría ahora que sabía que estaba embarazada, pero no podía ir a Rosemary y tampoco podía quedarme aquí.


—Por favor, Maite. Él te echa de menos, también. Él nunca sale de su casa. Jace dijo que él da lastima.


La herida de rabia en mi pecho cobró vida. Sabiendo de William sufría también. Me lo imaginaba teniendo fiestas en su casa y siguiendo adelante. Yo no quería que él siguiera triste. Sólo necesitaba que nosotros siguiéramos adelante. Pero quizás yo nunca lo haría. Yo siempre tendría un recuerdo de William.



—No puedo verlos. A ninguno de ellos. Sería demasiado duro —me detuve. No podía decirle a Bethy sobre mi embarazo. Apenas había tenido tiempo de asimilarlo. Yo no estaba dispuesta a contárselo a nadie. Nunca podría decírselo a alguien que no fuera Caín. Me iría de aquí muy pronto. Cuando me vaya no conoceré a nadie. Comenzaría de nuevo.



—Tu... uh, papá y Georgianna no están allí. Se fueron. Nan está pero es más tranquila ahora. Creo que está preocupada por William. Sería difícil al principio, pero después de que te quites el vendaje seguirás adelante. Sobre todo. Además, los ojos de Woods se iluminaron cuando le mencioné tu regreso, podrías distraerte con él. Él está más que interesado.

Yo no quería a Woods. Y a nadie para distraerme. Bethy no lo sabía todo.


No podía decirle eso. Hoy no.


—Por mucho que me quieras... yo no puedo. Lo siento.



Yo lo sentía. Mudarme con Bethy y trabajar en el club sería la respuesta a mis problemas, casi.


Bethy dejó escapar un suspiro de frustración, puso su cabeza hacia atrás en el asiento y cerró los ojos. —Está bien. Lo entiendo. No me gusta, pero lo entiendo.



Estiré mi mano y apreté su mano con fuerza. Yo deseaba que las cosas fueran diferentes. Si William fuera solo un tipo con el que había roto, lo serían. Pero él no lo era. Él nunca lo sería. Era más. Mucho más de lo que podía entender.



Bethy me apretó la mano. —Voy a dejar pasar esto por hoy. Pero no voy a buscar otra compañera de habitación de inmediato. Te doy una semana para pensar en esto. Entonces, tendré que buscar a alguien que me ayude a pagar las cuentas. ¿Podrías considerarlo?



Asentí con la cabeza, porque sabía que era lo que ella necesitaba, aunque yo sabía que su espera era inútil.


—Bien. Voy a ir a casa y orar, si Dios se acuerda de quién demonios soy.



Ella me guiñó un ojo y luego se inclinó sobre el asiento para abrazarme. —Come un poco de comida por mí, ¿de acuerdo? Te estás volviendo demasiado flaca —dijo.



—Está bien —le contesté, preguntándome si eso sería posible.


Bethy se echó hacia atrás. —Bueno, si no vas a empacar y regresar a Rosemary conmigo, por lo menos salgamos. Tengo que pasar la noche aquí antes de regresarme. Podemos ir a buscar un poco de diversión en algún lugar y luego quedarnos en un hotel.


Asentí con la cabeza. —Sí. Eso suena bien. Pero nada de clubs de música country. —Yo no podía entrar en otro de esos. Por lo menos, no tan pronto.



Bethy frunció el ceño. —Está bien... pero ¿hay algo más en este Estado?



Ella tenía razón. —Sí... podemos conducir a Birmingham. Es la ciudad más cercana.


—Perfecto. Vamos a pasar un buen rato.


Cuando nos detuvimos en el camino de entrada de la abuela Q, ella estaba sentada en el pórtico desgranando guisantes. Yo no quería enfrentarme a ella, pero ésta me había dado un techo sobre mi cabeza durante tres semanas sin condiciones. Se merecía una explicación si la quería. No estaba segura de sí Caín le había dicho algo. Su camioneta no se encontraba aquí y yo estaba inmensamente agradecida.


—¿Quieres que me quede en el coche? —me preguntó Bethy. Sería más fácil si lo hacía, pero la abuela Q la vería y me llamaría grosera por no dejar que mi amiga entrara.



—Puedes venir conmigo —le dije y abrí la puerta del coche.



Bethy caminó alrededor de la parte delantera del auto y se puso a mi lado. La abuela Q todavía no había levantado la vista de sus guisantes, pero yo sabía que nos había escuchado. Ella estaba pensando en lo que iba a decir. Caín debió de habérselo contado. Jod*er.



Miré de reojo mientras ella seguía desgranando los guisantes en silencio. Su cabello corto negro balanceándose era todo lo que podía ver de ella. No hay contacto visual. Sería mucho más fácil ir dentro y tomar ventaja de que ella no me había hablado. Pero esta era su casa. Si ella no me quería aquí, yo necesitaba hacer las maletas y marcharme.



—Hola, abuela Q —le dije y me detuve, esperando a que levantara la cabeza paramirarme.


Silencio. Ella estaba molesta conmigo. Decepcionada o enojada, yo no estaba seguro de cuál de las dos. Odiaba a Caín en este momento por decírselo.



¿Él no podía mantener la boca cerrada?



—Ésta es mi amiga Bethy. Ella vino a verme hoy —continué.



La abuela Q finalmente levantó la cabeza y le dio una sonrisa a Bethy y luego volvió sus ojos a mí. —Ofrécele un buen vaso de té helado y dale una de las empanadas fritas que están enfriándose sobre la mesa. Luego, ven aquí y habla conmigo un minuto, ¿De acuerdo? —Eso no fue una petición. Fue una demanda sutil. Asentí con la cabeza y dirigí a Bethy al interior.


—¿Has enfadado a la anciana? —susurró Bethy cuando estábamos a salvo en el interior.



Me encogí de hombros. Yo no estaba segura. —No lo sé todavía —le contesté.


Fui al armario y cogí un vaso grande y le serví a Bethy un vaso de té helado. Yo ni siquiera le pregunte si tenía sed. Sólo intenté obedecer lo que la abuela Q me había dicho.


—Aquí tienes. Bébete esto y comete una empanada frita. Volveré en unos minutos —le dije y me apresuré a salir. Tenía que terminar con esto.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:26 pm

6

Maite

Los tablones de madera crujieron debajo de mis pies mientras retrocedí un paso en el pórtico de la casa de Granny Q. Dejé que la puerta de tela metálica se cerrara detrás de mí con un ruidoso golpe antes de recordar que era vieja y sus resortes hace mucho tiempo estaban oxidados. Había pasado muchos días de mi niñez en este pórtico bombardeando guisantes con Cain y Granny Q. No quería que ella se molestara conmigo. Mi estómago se retorció.



—Siéntate, niña, y deja de lucir como si estuvieras a punto de llorar. Dios sabe que te amo como si fueras mía. Pensé que lo serías algún día. —Sacudió su cabeza—. Estú*pido chico, no pudo ponerse las pilas. Esperaba que se hubiera dado cuenta antes de que fuera demasiado tarde. Pero no lo hizo, ¿lo hizo? Te fuiste y encontraste a alguien más.


Esto no había sido lo que yo esperaba. Tomé el asiento enfrente de ella y comencé a bombardear guisantes, así no tendría que mirarla. —Cain y yo terminamos hace tres años. Nada de lo que está pasando ahora le afecta. Él es mi amigo, eso es todo.



Granny Q pronunció un “umm” y se movió en el columpio del pórtico donde estaba sentada. —No creo eso. Ustedes eran inseparables de niños. Incluso de niño no podía quitarte los ojos de encima. Era gracioso de ver cuánto te adoraba y él ni siquiera se daba cuenta. Pero los chicos llegan a la adolescencia y se olvidan momentáneamente de sus intereses. Odié que lo hiciera. Odié que te perdiera, niña. Porque no habrá otra Maite para Cain. Tú eras para él.



Ella no había mencionado mis pruebas de embarazo. ¿Siquiera sabía que las había comprado? No quería recapitular mi pasado con Cain. Seguro teníamos historia, pero había mucha tristeza y arrepentimiento que yo no quería tocar. Vivi en una mentira que mi padre construyó en ese entonces. Recordarlo dolía.


—¿Cain se ha pasado por aquí hoy? —pregunté.



—Sí. Vino esta mañana a buscarte. Le dije que no habías regresado a casa desde que te marchaste en la mañana. Él lucía preocupado, se fue sin decirme nada más. Aunque había estado llorando. No creo haberlo visto llorando alguna vez. Por lo menos, no desde que era un niño.


¿Había estado llorando? Cerré mis ojos y dejé caer los guisantes en el balde grande que Granny Q estaba usando. No se suponía que Cain se molestara. No se suponía que llorara. Me había dejador ir hace mucho tiempo. ¿Por qué esto era tan difícil para él? —¿Hace cuando fue de eso? —pregunté, pensando sobre las horas que habían pasado desde que le había desnudado mi alma en el estacionamiento de la farmacia.



—Ah, hace como nueve horas, creo. Era temprano. Él era un desastre, niña. Al menos ve a buscarlo y habla con él. No importa cómo te sientas sobre él ahora, necesita escuchar de ti que las cosas están bien.



Asentí. —¿Puedo usar tu teléfono? —pregunté, poniéndome de pie.



—Claro que puedes. Come una de esas tartas fritas mientras estas ahí. Hice suficientes para un ejército después de que saliera corriendo esta mañana. Son de tu sabor favorito —dijo.



—Cereza —repliqué y ella me dio una sonrisa. Podía ver tantas cosas en los ojos de ella. Conocía a Cain. Nada de él me sorprendía. Lo entendía. Teníamos un pasado. Amaba a su familia y ellos obviamente también me amaban. Eso era seguro.



Bethy estaba parada en el otro lado de la puerta sorbiendo de su vaso de té helado y tendiéndome el teléfono. Ella había está escuchando. No me sorprendía.



—Llama al chico. Termina con eso —dijo.


Tomé el teléfono y entré a la sala de estar para darme algo de privacidad antes de marcar el número de Cain. Lo sabía de memoria. Él tenía el mismo número desde que obtuvo su primer celular cuando tenía dieciséis.


—Hola —Vino su respuesta. Podía escuchar la vacilación en su voz. Algo andaba mal. Sonaba como si hablara a través de su nariz.



—¿Cain? ¿Está bien? —pregunté repentinamente preocupada por él.


Hubo una pausa entonces un largo suspiro. —Maite. Sí… estoy bien.



—¿Dónde estás?


Aclaró su garganta. —Estoy, uh... Estoy en Rosemary Beach.



Estaba en Rosemary? Me hundí en el sofá detrás de mí y agarré el teléfono más fuerte. ¿Le estaba diciendo a William? Mi corazón se golpeó contra mi pecho y cerré mis ojos apretadamente antes de preguntar—: ¿Por qué estás en Rosemary? Por favor, dime que tu no… —No podía decirlo. No con Bethy en la otra habitación y era más que probable que me estaba escuchando.



—Necesitaba ver su rostro. Necesitaba ver si él te ama. Necesito saber… porque, solo necesito saber. —Eso no tenía ningún sentido.



—¿Qué le dijiste? ¿Cómo lo encontraste? ¿Lo encontraste? —Tal vez no lo había encontrado. Tal vez podía detenerlo.



Hubo una risita dura al final de la otra línea. —Sí, lo encontré, vale. No fue realmente difícil. Este lugar es pequeño y todos saben donde vive el hijo de la estrella del rock.



Oh Dios, oh Dios, oh Dios… —¿Qué le dijiste? —pregunté lentamente como si el horror me invadiera.



—No le dije. No te haría eso. Dame algo de crédito. Te engañé porque yo era un Oops! adolescente caliente, pero maldita sea, Mai, ¿cuándo vas a perdonarme? ¿Pagaré por ese error el resto de mi vida? ¡Lo siento! DIOS, estoy tan jodidamente arrepentido. Volvería atrás y lo cambiaría todo si pudiera. —Se detuvo e hizo un gruñido que sonó como si estuviera herido.



—¿Cain, que está mal contigo? ¿Estás bien? —pregunté. No quería admitir lo que había dicho. Sabía que estaba arrepentido. Yo también. Pero no, nunca iba a dejar pasar eso. Perdonar era una cosa. Olvidar era otra.



—Estoy bien. Solo estoy un poco golpeado. Digamos que al tipo no le alegro verme, de acuerdo.



El tipo. ¿William? ¿Lo había herido William? Eso no sonaba como William en absoluto. —¿Qué tipo?



Cain suspiró. —William.



Mi mandíbula cayó abierta mientras miraba fijamente al frente. ¿William había herido a Cain? —No lo entiendo.



—Está bien. Conseguí una habitación para la noche y estoy durmiendo para olvidar eso. Estaré en casa mañana. Tenemos cosas que hablar.



—Cain. ¿Por qué te hirió William?



Otra pausa y luego un suspiro cansado. —Porque le pregunté algunas cosas que él pensó que no son de mi incumbencia. Estaré en casa mañana.



Le preguntó. ¿Qué tipo de preguntas?



—Maite, no tienes que decirle. Yo cuidaré de ti. Sólo… necesitamos hablar.



¿El cuidará de mí? ¿De qué estaba hablando? No iba a dejarlo cuidar de mí.



—¿Dónde estás exactamente? —pregunté.



—En algún hotel justo a las afueras de Rosemary. Ellos piensan que todo aquí es de mejor calidad. Todo aquí cuesta cinco veces mucho más.



—Bien. Quédate en cama y te veré mañana —repliqué, entonces colgué.



Bethy dio un paso en la habitación. Levantó una de sus oscuras cejas mientras me miraba, esperando. Ella había estado escuchando. Sabía que lo haría.



—Necesito un aventón a Rosemary —Le dije levantándome. No podía dejar a Cain tumbado y herido en la habitación de un hotel, no podía arriesgarme a que regresara y tratara de hablar con William otra vez. Si Bethy pudiera llevarme ahí, yo podría checarlo y después llevarlo a casa.



Bethy asintió y una pequeña sonrisa tiró en sus labios. Podía decir que intentaba ocultar lo feliz que estaba de escuchar eso. No me quedaría allí. Ella no debía hacerse ilusiones. —Esto es solo por Cain. No estoy… no puedo quedarme allá.



No aparentó creerme. —Seguro. Lo sé.



No estaba de humor para convencerla. Le entregué el teléfono y regresé a mi habitación temporal para empacar algunas cosas.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:28 pm

7

William

Grant por fin se había dado por vencido conmigo y se fue a bailar con una de las chicas que había estado coqueteando con nosotros desde que entramos al club. Él había venido aquí por un poco de diversión y yo necesitaba la distracción, pero ahora que estaba aquí, sólo quería irme. Tomando un trago de mi cerveza, traté de no hacer contacto visual con nadie. Mantuve la cabeza baja y el ceño fruncido. No fue difícil hacerlo.



Las palabras de Jace siguieron repitiéndose en mi cabeza. Tenía miedo… No, estaba aterrorizado de permitirme creer que ella volvería. Había visto su cara aquella noche en la habitación del motel. Estaba vacía. La emoción en sus ojos había desaparecido. Había acabado, conmigo, con su padre, con todo. El amor era cruel. Tan malditamente cruel.



El taburete junto a mí chirrió contra el suelo mientras era movido hacia atrás. No lo miré. No quería que nadie me hablara.



—Por favor, dime que esa fea mueca en tu bonita cara no es por una chica. Podrías romper mi corazón. —La suave voz femenina me era familiar.



Incliné la cabeza hacia un lado lo suficiente como para ver su cara. Aunque ahora era mayor, la reconocí de inmediato. Hay algunas cosas que un hombre no olvida en la vida y la chica con quien perdió la virginidad es una de ellas. Meg Carter. Había sido tres años mayor que yo y estaba visitando a su abuela el verano que cumplí catorce años. No había sido una relación amorosa. Más bien una lección de vida.



—Meg —contesté, aliviado de que no era otra mujer desconocida que estaba aquí para arrojarse sobre mí.


—Y recuerdas mi nombre. Estoy impresionada —dijo ella y luego miró al camarero y le sonrió—. Jack con Coca-cola, por favor.



—Un chico no olvida a su primera.



Se movió en su taburete, cruzando las piernas e inclinando la cabeza para mirarme haciendo que su largo cabello oscuro cayera sobre un hombro. Todavía lo llevaba largo. En aquel entonces me había fascinado.


—La mayoría de los chicos no, pero tú has llevado una vida diferente a la de la mayoría de los chicos. La fama ha tenido que cambiarte a lo largo de los años.


—Mi padre es famoso, no yo —espeté, odiaba cuando las mujeres querían hablar de algo sobre lo que no sabían nada. Meg y yo habíamos follado un par de veces, pero no sabía mucho acerca de mí en aquel entonces.



—Umm, lo que sea. Entonces, ¿por qué estás tan triste?



No estaba triste. Yo era un desastre. Pero ella no era alguien con la que pretendía desahogarme.



—Estoy bien —contesté y miré a la pista de baile con la esperanza de captar la atención de Grant. Estaba listo para irme.



—Te ves como si tuvieras el corazón roto y no supieras qué hacer con él—dijo ella alcanzando su Jack con Cola.



—No voy a hablar contigo de mi vida personal, Meg. —Dejé que el borde de advertencia en mi voz es escuchara alto y claro.



—Para ahí, guapo. No intento molestarte. Solo tenemos una pequeña charla.



Mi vida personal no era una pequeña charla. —Entonces, pregúntame sobre el jodido clima —dije con un gruñido.


No respondió y me alegré. Tal vez se iría. Me dejaría en paz.

Publicado: ‎07-08-2014 02:43 PM

—¿Cain, que está mal contigo? ¿Estás bien? —pregunté. No quería admitir lo que había dicho. Sabía que estaba arrepentido. Yo también. Pero no, nunca iba a dejar pasar eso. Perdonar era una cosa. Olvidar era otra.



—Estoy bien. Solo estoy un poco golpeado. Digamos que al tipo no le alegro verme, de acuerdo.



El tipo. ¿William? ¿Lo había herido William? Eso no sonaba como William en absoluto. —¿Qué tipo?



Cain suspiró. —William.



Mi mandíbula cayó abierta mientras miraba fijamente al frente. ¿William había herido a Cain? —No lo entiendo.



—Está bien. Conseguí una habitación para la noche y estoy durmiendo para olvidar eso. Estaré en casa mañana. Tenemos cosas que hablar.



—Cain. ¿Por qué te hirió William?



Otra pausa y luego un suspiro cansado. —Porque le pregunté algunas cosas que él pensó que no son de mi incumbencia. Estaré en casa mañana.



Le preguntó. ¿Qué tipo de preguntas?



—Maite, no tienes que decirle. Yo cuidaré de ti. Sólo… necesitamos hablar.



¿El cuidará de mí? ¿De qué estaba hablando? No iba a dejarlo cuidar de mí.



—¿Dónde estás exactamente? —pregunté.



—En algún hotel justo a las afueras de Rosemary. Ellos piensan que todo aquí es de mejor calidad. Todo aquí cuesta cinco veces mucho más.



—Bien. Quédate en cama y te veré mañana —repliqué, entonces colgué.



Bethy dio un paso en la habitación. Levantó una de sus oscuras cejas mientras me miraba, esperando. Ella había estado escuchando. Sabía que lo haría.



—Necesito un aventón a Rosemary —Le dije levantándome. No podía dejar a Cain tumbado y herido en la habitación de un hotel, no podía arriesgarme a que regresara y tratara de hablar con William otra vez. Si Bethy pudiera llevarme ahí, yo podría checarlo y después llevarlo a casa.



Bethy asintió y una pequeña sonrisa tiró en sus labios. Podía decir que intentaba ocultar lo feliz que estaba de escuchar eso. No me quedaría allí. Ella no debía hacerse ilusiones. —Esto es solo por Cain. No estoy… no puedo quedarme allá.



No aparentó creerme. —Seguro. Lo sé.



No estaba de humor para convencerla. Le entregué el teléfono y regresé a mi habitación temporal para empacar algunas cosas.


Grant por fin se había dado por vencido conmigo y se fue a bailar con una de las chicas que había estado coqueteando con nosotros desde que entramos al club. Él había venido aquí por un poco de diversión y yo necesitaba la distracción, pero ahora que estaba aquí, sólo quería irme. Tomando un trago de mi cerveza, traté de no hacer contacto visual con nadie. Mantuve la cabeza baja y el ceño fruncido. No fue difícil hacerlo.



Las palabras de Jace siguieron repitiéndose en mi cabeza. Tenía miedo… No, estaba aterrorizado de permitirme creer que ella volvería. Había visto su cara aquella noche en la habitación del motel. Estaba vacía. La emoción en sus ojos había desaparecido. Había acabado, conmigo, con su padre, con todo. El amor era cruel. Tan malditamente cruel.



El taburete junto a mí chirrió contra el suelo mientras era movido hacia atrás. No lo miré. No quería que nadie me hablara.



—Por favor, dime que esa fea mueca en tu bonita cara no es por una chica. Podrías romper mi corazón. —La suave voz femenina me era familiar.



Incliné la cabeza hacia un lado lo suficiente como para ver su cara. Aunque ahora era mayor, la reconocí de inmediato. Hay algunas cosas que un hombre no olvida en la vida y la chica con quien perdió la virginidad es una de ellas. Meg Carter. Había sido tres años mayor que yo y estaba visitando a su abuela el verano que cumplí catorce años. No había sido una relación amorosa. Más bien una lección de vida.



—Meg —contesté, aliviado de que no era otra mujer desconocida que estaba aquí para arrojarse sobre mí.


—Y recuerdas mi nombre. Estoy impresionada —dijo ella y luego miró al camarero y le sonrió—. Jack con Coca-cola, por favor.



—Un chico no olvida a su primera.



Se movió en su taburete, cruzando las piernas e inclinando la cabeza para mirarme haciendo que su largo cabello oscuro cayera sobre un hombro. Todavía lo llevaba largo. En aquel entonces me había fascinado.


—La mayoría de los chicos no, pero tú has llevado una vida diferente a la de la mayoría de los chicos. La fama ha tenido que cambiarte a lo largo de los años.


—Mi padre es famoso, no yo —espeté, odiaba cuando las mujeres querían hablar de algo sobre lo que no sabían nada. Meg y yo habíamos follado un par de veces, pero no sabía mucho acerca de mí en aquel entonces.



—Umm, lo que sea. Entonces, ¿por qué estás tan triste?



No estaba triste. Yo era un desastre. Pero ella no era alguien con la que pretendía desahogarme.



—Estoy bien —contesté y miré a la pista de baile con la esperanza de captar la atención de Grant. Estaba listo para irme.



—Te ves como si tuvieras el corazón roto y no supieras qué hacer con él—dijo ella alcanzando su Jack con Cola.



—No voy a hablar contigo de mi vida personal, Meg. —Dejé que el borde de advertencia en mi voz es escuchara alto y claro.



—Para ahí, guapo. No intento molestarte. Solo tenemos una pequeña charla.



Mi vida personal no era una pequeña charla. —Entonces, pregúntame sobre el jodido clima —dije con un gruñido.


No respondió y me alegré. Tal vez se iría. Me dejaría en paz.

—Estoy en la ciudad cuidando a mi abuela. Está enferma y yo necesitaba hacer algo con mi vida. Acabo de pasar por un divorcio problemático. Necesitaba un cambio de escenario de Chicago. Estaré aquí por lo menos durante seis meses. ¿Crees que serás intratable todo el tiempo que yo esté aquí o vas a volverte más agradable en un futuro próximo?



Quería verme. No. No estaba preparado para eso. Empecé a responder cuando mi teléfono me alertó de un mensaje de texto. Aliviado de tener una interrupción para poder pensar cómo iba a responderle, lo saqué de mi bolsillo.



No reconocí el número. Pero el “Hola, soy Bethy” me llamó la atención y dejé de respirar cuando abrí el mensaje para leer todo el asunto.



Hola, soy Bethy. Si no eres un estú*pido ca*brón, entonces te despertarás y seguirás el plan.



¿Qué demonios significaba eso? ¿Qué me estaba perdiendo? ¿Maite estaba en Rosemary? ¿Eso es lo que significaba? Me puse de pie y dejé suficiente dinero en la barra para pagar mi cerveza y la bebida de Meg.



—Me tengo que ir. Fue agradable verte. Cuídate —le dije como un pensamiento tardío mientras acechaba a través de la multitud hasta que encontré a Grant casi follan*do con alguna pelirroja en la pista de baile.


Sus ojos se encontraron con los míos y asentí hacia la puerta.


—Ahora —dije, y me volví para dirigirme hacia la puerta. Lo dejaría aquí si no me había alcanzado para cuando llegase a mi Range Rover. Ella podría estar aquí. Iba a averiguarlo. Preguntarle a Bethy que quería decir con ese jodido mensaje era inútil.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:30 pm

8

Maite

Estiré la mano y le di un codazo a Bethy en la pierna para despertarla. Había estado dormida por las últimas dos horas. Estábamos fuera de Rosemary Beach y necesitaba que ella manejara, así yo podría buscar la camioneta de Cain en todos los moteles baratos.



—¿Ya llegamos? —murmuró soñolienta y se sentó en su asiento.



—Ya casi. Necesito que manejes. Voy a buscar la camioneta de Cain.



Bethy dejó escapar un suspiro de cansancio. Yo sabía que ella estaba haciendo esto sólo con la esperanza de traerme a Rosemary y mantenerme allí. No le importaba encontrar a Cain. Pero yo necesitaba un aventón. Iba a viajar con Cain a casa. Y nosotros íbamos a hablar. Él no tenía por qué haber venido a buscar a William. Sólo esperaba que no le hubiera dicho sobre lo que me a encontró comprando.



No era que quisiera ocultárselo a William. Era sólo que aún no he asimilado nada. Necesitaba procesarlo. Averiguar lo que quiero hacer. Luego contactaría a William. Cain yendo detrás de él como un loco no era lo que yo quería. Aún no podía creer que lo había hecho.



Detente allí. Necesito entrar y tomar un café con leche primero —instruyó Bethy. Hice lo que me pidió y estacioné el auto frente a Starbucks.


—¿Quieres algo? —preguntó Bethy mientras abría la puerta. No estaba segura de si la cafeína era buena para el… para el bebé. Negué con la cabeza y esperé hasta que ella saliera del auto antes de dejar escapar el sollozo en mi pecho que no había estado esperando. No había pensado sobre lo que significaban esas dos rayas de color rosa. Un bebé. El bebé de William. Oh, Dios.


Salí del auto y caminé alrededor de la parte delantera para sentarme en el lado del pasajero. Para el momento en que estaba dentro y con el cinturón de seguridad, Bethy se dirigía hacia el auto. Ya se veía un poco más despierta. Alejé los pensamientos sobre mi bebé y me concentré en la búsqueda de Cain. Podría pensar en mi futuro, en el futuro de mi bebé, después.


—De acuerdo. Tengo cafeína. Estoy lista para buscar a este tipo.


No la corregí. Sabía que ella sabía su nombre. Yo lo había usado varias veces. Sólo estaba negándose a reconocerlo. Esta era su forma de rebelión. Cain representaba a Sumit, y ella no me quería en Sumit. En lugar de irritarme, me gustaba. Me quería con ella y eso se sentía bien.



Él dejó Rosemary por los precios de las habitaciones de hotel. Así que, está en algún lugar accesible. ¿Puedes llevarme a algunos de esos? —pregunté.



Asintió pero no me miró. Estaba enviando un mensaje de texto. Genial. Necesitaba que se concentrara y ella muy posiblemente estaba diciéndole a Jace que ya casi llegamos. No quería que Jace supiera algo.

***

Manejamos por treinta minutos, yo revisaba los estacionamientos de los moteles baratos en la ciudad. Esto estaba volviendo frustrante. Él tenía que estar aquí en algún lado. —¿Puedo usar tu teléfono? Voy a llamarlo de nuevo y hacerle saber que lo estoy buscando. Me dirá dónde está cuando sepa que he conducido hasta aquí.


Bethy me dio su teléfono y rápidamente marqué el número de Cain. Sonó dos veces.



—¿Hola?



—Cain. Soy yo. ¿Dónde estás? Estoy en las afueras de Rosemary y no puedo encontrar tu camioneta.



Hubo un silencio, luego—: Maldita sea.



—No te enojes. Necesitaba ver cómo estabas. Vine aquí para llevarte a casa. —Sabía que estaría frustrado de que hubiese venido tan cerca de Rosemary nuevamente.



—Te dije que estaría en casa una vez que durmiera, Maite. ¿Por qué no podías quedarte donde estabas? —La irritación en su voz me enojó. Pensarías que él no estaba feliz de que hubiera venido a ver cómo estaba.



—¿Dónde estás, Cain? —pregunté de nuevo. Luego lo escuché. Una voz femenina de fondo. El teléfono fue tapado. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que Cain estaba con una chica y trataba de esconderlo. Esto me molestó. No porque pensaba que Cain y yo teníamos una oportunidad, si no porque él me había dejado pensar que estaba herido y solo en una ciudad extraña. Idio*ta.


—Escucha. No tengo tiempo para más de tus estúpidos juegos, Cain. Ya he pasado de ellos. La próxima vez, intenta no fingir como si me necesitaras cuando es obvio que no.



—Maite, no. Escúchame. No es lo que piensas. No pude dormir después de que llamaste así que volví a la camioneta y regresé a casa. Quería verte.



Un grito de enojo por parte de la chica vino del otro lado del teléfono. Estaba cabreando a quien sea que estaba con él. El chico era un idio*ta.


—Haz que tu compañía se sienta mejor. No necesito una explicación. No necesito nada de ti. Nunca lo necesité.


—¡MAITE! ¡NO! Te amo, nena. Te amo mucho. Por favor, escúchame —suplicó, y la chica con él se puso más histérica—. ¡Cállate, Callie! —rugió y supe entonces que estaba de vuelta en Sumit. Estaba con Callie.

—¿Fuiste con Callie? ¿Volviste a casa, dejándome preocupada, y fuiste a ver a Callie? Eres ridículo, Cain. ¿En serio? Esto no me lastima. Ya no puedes hacerme daño. Pero detente y piensa sobre los sentimientos de otros, para variar. Sigues arrastrando a Callie con tu comportamiento y eso está mal. Deja de pensar con tu pene y madura.


Terminé la llamada y le di a Bethy su teléfono. Sus ojos estaban muy abiertos mientras me miraba. —Él volvió a Sumit —le dije en forma de explicación.



—Sí… escuché esa parte —dijo Bethy lentamente. Ella esperaba que agregara más. Merecía más. Me había traído hasta aquí. También era la única amiga verdadera que tenía. Cain no era un amigo. No uno verdadero. Un amigo verdadero no seguiría haciendo cosas estúpidas como las que él hacía.



—¿Puedo dormir en tu casa esta noche? No creo que vaya a volver allí. Iba a irme pronto de todos modos. Averiguaré a dónde voy a ir mañana y luego, cuando llegué allí, haré que Granny Q me envíe el resto de mis cosas. No es que tenga mucho, de todos modos. Mi camioneta está en el cementerio. Nunca haría el viaje de nuevo.


Bethy asintió y arrancó el auto, luego salió hacia la carretera. —Puedes quedarte conmigo todo el tiempo que necesites. O más —respondió.


—Gracias —dije antes de apoyar mi cabeza hacia atrás en el asiento y tomar una respiración profunda. ¿Qué iba a hacer ahora?

***

El olor del tocino se hizo más espeso cuando más lo inhalaba. Era como si el tocino estuviera apoderándose de mis sentidos. Mi garganta se estrechó. Mi estómago gruñó por el delicioso olor de éste. La grasa chisporroteaba en algún lugar a la distancia. Antes de que pudiera abrir los ojos completamente, mis pies estaban en el suelo y corría hacia el baño.



Por suerte, el apartamento de Beth no era tan grande y no tenía mucho que correr.



—¿Mai? —llamó la voz de Beth desde la cocina, pero no podía detenerme.



Cayendo sobre mis rodillas en frente del inodoro, agarré el asiento de porcelana con ambas manos y comencé a vomitar todo en mi estómago hasta que nada más que nauseas sacudían mi cuerpo. Cada vez que pensaba que había terminado, olía la grasa del tocino mezclada con mi vómito y comenzaba de nuevo.



Estaba tan débil que mi cuerpo temblaba cuando trataba de vomitar y nada más salía. Un paño frío estaba en mi cara y Bethy se encontraba de pie junto a mí para tirar de la cadena y luego recostándome contra la pared.



Sostuve el paño sobre mi nariz para bloquear el olor. Bethy lo notó y cerró la puerta del baño. Después de encender el ventilador, colocó sus manos en las caderas y me miró. La incredulidad en su cara me confundía. Me enfermé. ¿Qué tenía de extraño eso?



—¿Tocino? ¿El olor del tocino te hace vomitar? —Negó con la cabeza, aún mirándome como si no pudiera creerlo—. No me lo ibas a decir, ¿cierto? Ibas a poner tu loco cu*lo en algún maldito autobús y largarte. Tú sola. No te lo puedo creer, Maite. ¿Qué pasó con la chica lista que me enseñó a no dejar que un hombre me usara, eh? ¿A dónde diablos se fue? Porque tu plan apesta. Mucho. No puedes huir. Tienes amigos aquí. Vas a necesitar amigos… y yo esperaría que tuvieras la intención de decirle a William sobre esto también. Te conozco lo suficientemente bien como para saber que ese es su bebé.


¿Cómo lo sabía? Sólo vomité. Muchas personas se contagian de virus. —Es un virus —murmuré.



—No me mientas. Era el tocino, Maite. Estabas durmiendo tan pacíficamente en el sofá y al minuto que comencé a cocinar el tocino comenzaste a hacer sonidos extraños y a dar vueltas en el sofá. Luego saliste disparada como una bala para vomitar hasta las tripas. No es ciencia espacial, nena. Quita esa mirada de sorpresa de la cara.



No le podía mentir. Ella era mi amiga. Posiblemente la única ahora. Tiré de mis rodillas hasta mi barbilla y envolví mis brazos alrededor de mis piernas. Esta era mi manera de mantenerme en una pieza. Cuando sentía que el mundo estaba quebrándose a mí alrededor y no podía controlarlo, siempre me mantenía unida de esta manera.



—Por eso Cain vino aquí. Me encontró comprando pruebas de embarazo ayer. Sé que es por eso que vino aquí. Para preguntarle a William… para preguntar sobre la relación entre William y yo. Es algo de lo que me niego a hablar con Cain. En lo absoluto. Luego tuve un retraso. Dos semanas de retraso. Pensé que compraría un par de pruebas y saldrían negativas y todo estaría bien. —Detuve la explicación y apoyé la mejilla contra mis rodillas.


—Las pruebas… ¿fueron positivas? —preguntó Bethy.



Asentí pero no la miré



—¿Ibas a decirle a William? ¿O en serio ibas a escapar?



Qué haría William? Su hermana me odiaba. Su madre me odiaba. Odiaban a mi madre. Y yo odiaba a mi padre. Para que William sea parte de la vida de este bebé él tendrá que dejarlas. Yo no podía pedirle que deje a su mamá y su hermana. Incluso si ellas son malvadas. Las amaba. Y no dejaría a Nan. Ya había aprendido que cuando se trataba de mí o de Nan, él elegiría a Nan. Lo había hecho al final. Cuando yo había descubierto todo. Él guardó su secreto. Él la había escogido a ella.



—No se lo puedo decir —dije en voz baja.



—¿Por qué no? Él querría saberlo y su cu*lo necesita ser un hombre y estar llí para ti. Esa mier*da de escapar es estú*pida.


Ella no lo sabía todo. Sólo sabía un poco. Había sido la historia de Nan la que se contó, y la de nadie más a los ojos de William. Pero yo no estaba de acuerdo. También era mi historia. Nan aún tenía a sus padres y su hermano. Yo no tenía a nadie. Mi madre estaba muerta. Mi hermana estaba muerta. Y mi padre podría también estar muerto. Así que esta historia era tanto mía como de ella. Tal vez hasta más.



Levanté mi cabeza y miré a Bethy. Ella era mi única amiga en el mundo y si yo iba contar esta historia, entonces era ella a quién quería contársela.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:33 pm

9

William

Habían pasado tres semanas, cuatro días y doce horas desde que la había visto. Desde que ella rompió mi corazón. Si yo hubiera estado bebiendo, me gustaría echarle la culpa al alcohol. Tenía que ser una ilusión, una desesperada ilusión. Pero no había estado bebiendo. Ni una gota. No había ninguna duda sobre Maite. Era ella. Ella estaba realmente aquí. Maite estaba de vuelta en Rosemary. Ella estaba en mi casa.



Había pasado cinco horas anoche conduciendo por todo el maldito lugar buscando a Bethy, esperando que ella me llevara a Maite. Pero no había encontrado a ninguna de ellas. Llegar a casa y admitir la derrota había sido doloroso. Me convencí a mi mismo que Bethy aún seguía en Sumit con Maite. Que tal vez el texto de Bethy había sido un mensaje borracho y nada más.



Me empapé los ojos de ella. Ella estaba más delgada y no me gustaba eso. ¿No estaba comiendo? ¿Había enfermado?



—Hola, William —dijo ella, rompiendo el silencio. El sonido de su voz casi me envía de rodillas. Dios, había extrañado su voz.



—Maite —Pude decir, aterrorizado de espantarla lejos solo con hablar.



Se estiró y envolvió un mechón de su cabello alrededor de su dedo y tira de él. Ella estaba nerviosa. No quiero hacer que se ponga nerviosa. Pero, ¿qué puedo hacer yo para hacer esto más fácil?



—¿Podemos hablar? —preguntó en voz suave.



—Sí. —Doy un paso atrás para dejarla entrar—. Entra.



Hizo una pausa y miró más allá de mí, hacia mi casa. El miedo y el dolor destellando en sus ojos, haciéndome maldecirme en silencio. Ella había sido herida aquí. Su mundo fue destruido en mi casa. Maldita sea. No quería que se sintiera así de mi casa. No cuando había buenos recuerdos aquí también.



—¿Estás solo? —preguntó. Sus ojos volviendo hacia mí.



Ella no quería ver a mi mamá o a su papá. Lo entendía ahora. No era la casa.



—Los obligué a irse el día en que te fuiste —Le contesté, mirándola con atención.


Sus ojos se abrieron de par en par. ¿Por qué esto la sorprendía? ¿No lo entendía? Ella era lo primero. Yo le había dicho tanto en esa habitación de hotel.



—Oh, no lo sabía… —Su voz se fue apagando. Ambos sabíamos que ella no lo sabía porque me había sacado de su vida.


—Soy solo yo. A excepción de las visitas ocasionales de Grant, siempre solo yo. —Ella necesitaba saber que no me había mudado. No me estaba mudando.



Maite entró a la casa y apreté los puños cuando su dulce y familiar esencia la siguió. Tantas noches me senté aquí y soñé con ver su camino de vuelta a mi vida. Mi mundo.



—¿Puedo conseguirte algo para tomar? —pregunté, pensando que lo que realmente quería hacer era rogarle que hablara conmigo. Que se quede conmigo. Que me perdone.



Maite negó con la cabeza y se volvió para mirarme.



—No, estoy bien. Yo… Yo solo… Estaba en la ciudad y bueno… —Arrugó la nariz y luché contra la urgencia de alcanzarla y tocar su rostro—. ¿Golpeaste a Cain?



Cain. Mier*da. Ella sabía sobre Cain. ¿Estaba aquí para hablar de Cain?



—Él preguntó cosas que no debería tener. Dijo cosas que no debería —le contesté con dientes apretados.


Maite suspiró.



—Puedo imaginarlo —murmuró y sacudió la cabeza—. Siento que viniera aquí. Él no piensa las cosas. Actúa solo por impulso.



No lo defendía. Se disculpaba por él. Ese no era su trabajo. El estú*pido hijo de pu*ta no era su responsabilidad o su culpa.



—No te disculpes por él, Maite. Eso me hace querer cazar su cu*lo —gruñí, incapaz de controlar mi reacción.


—Es mi culpa que él estuviera aquí, William. Eso es porque pido disculpas. Lo molesté y él supuso que era todo por ti, así que el vino corriendo aquí antes de hablar las cosas conmigo.


¿Hablar las cosas con ella? ¿Qué carajos tenia Cain que hablar con ella?



—Él tiene que retroceder. Si ha…


—William. Cálmate. Somos viejos amigos. Nada más. Le dije algunas cosas que necesitaba decir desde hace mucho tiempo. No le gustó. Fui cruel pero necesitaba decirlo. Estaba cansada de proteger sus sentimientos. Me presionó demasiado. Eso es todo.



Tomé una respiración profunda pero el martilleo de mi cabeza se había vuelto más fuerte.


—¿Viniste para verlo? —Necesitaba saber si esa era la razón por la cual ella estaba aquí. Si esto no tenía nada que ver conmigo, mi corazón necesitaba tratar con eso.



Maite caminó hacia las escaleras en vez de ir hacia la sala de estar. Me di cuenta. Entendí. Ella podría haber estado en mi casa, pero no podía entrar ahí y hacerle frente a las cosas. No todavía. Tal vez nunca.


—Pudo haber sido mi excusa para entrar al auto con Bethy —Hizo una pausa y dejó escapar un suspiro—, pero él se había ido cuando yo llegué aquí. Me quedé por otras razones. Yo… Yo necesito hablar contigo.


Vino a hablar conmigo. ¿Fue el tiempo suficiente? Utilicé hasta la última gota de fuerza de voluntad que poseía para no levantarme y tirarla sobre mis brazos. No me importaba lo que ella tenía que decir. El hecho de que ella quería verme era suficiente.



—Me alegro de que hayas venido —dije simplemente.



El pequeño ceño estaba de vuelta y Maite no miraba directamente hacia mí.


—Las cosas siguen siendo las mismas. No he sido capaz de dejarlo ir. Nunca seré capaz de confiar en ti. Incluso… incluso si lo quiero. No puedo.



¿Qué demonios significaba eso? El golpeteo en mis oídos se hizo más fuerte.


—Me voy de Sumit. No puedo quedarme. Tengo que hacerlo por mi cuenta.



¿Qué? —¿Te estás mudando con Bethy? —pregunté, preguntándome si yo todavía estaba durmiendo y esto era un sueño.



—No. No iba a hacerlo. Pero esta mañana hablé con Bethy y pensé que si tal vez te veía y hablaba contigo y enfrentaba… esto, yo sería capaz de quedarme con ella durante un tiempo. No sería permanente; Me iré en un par de meses. Solo hasta que tenga tiempo para decidir a donde voy a ir.


Todavía pensaba irse. Necesitaba cambiar eso. Tenía un par de meses si se quedaba aquí. Por primera vez, desde que me dijo que dejara la habitación de hotel, tenía esperanza.



—Creo que eso es inteligente. No hay razón por la cual tomar una decisión precipitada cuando se tiene una opción aquí. —Ella podía quedarse en mi casa de forma gratuita. En mi cama. Conmigo. Pero no podía ofrecer eso. Ella nunca estaría de acuerdo.

10

Maite

Estaré trabajando en el club. Nos… uh… veremos en ocasiones. Conseguiría trabajo en otro lado, pero necesito la plata que el club paga. —Explicaba esto tanto a mí como a William. No estaba segura de qué iba a decir cuando lo viera. Sólo sabía que tenía que enfrentarlo. Al principio, Bethy me rogó que le contara sobre el embarazo. Aunque, después de que escuchara exactamente lo que había pasado con mi padre y Nan y su madre ese día, ya no estaba en el equipo William como antes. Acordó que no era necesario decirlo de inmediato.



Conseguir el valor suficiente para volver a esta casa luego de la forma que me había ido hace tres semanas y media fue duro. La esperanza de que mi corazón no reaccionara cuando viera a William fue inútil. Mi pecho estaba tan apretado que era una maravilla que pudiera respirar. Menos hablar. Estaba embarazada con su bebé… nuestro bebé. Pero las mentiras. El engaño. Quien era. Todo eso me mantuvo de decir las palabras que se merecía. No podía. Estaba mal. Estaba siendo egoísta. Lo sabía. Eso no cambiaba nada. Podía ser que el bebé nunca lo conociera. No podía dejar que la forma en que me sentía sobre él nublara mis decisiones para mi futuro… el futuro de nuestro bebé. Mi padre, su madre y hermana nunca serían parte de la vida de mi bebé. No lo permitiría. No podía.



—Por supuesto. Sí, trabajar en el club es buena plata. —Se detuvo y pasó una mano por su cabello—. Maite, nada ha cambiado. No para mí. No necesitas mi permiso. Esto es exactamente lo que quiero. Tenerte aquí de vuelta. Ver tu rostro. Dios, nena, no puedo hacer esto. No puedo fingir que no estoy jodidamente emocionado de que estés en mi casa.


No podía mirarlo. No ahora. No esperaba que dijera nada de eso. Esperaba más una charla artificial y nerviosa. Era lo que quería. Mi corazón no podía soportar nada más. —Tengo que irme, William. No puedo quedarme más, sólo quería estar segura de que estabas bien con que estuviera en la ciudad. Mantendré mi distancia.



William se movió tan rápido que no lo noté hasta que estuvo parado entre la puerta y yo. —Lo siento. Intenté estar tranquilo. Intentaba ser cuidadoso y me quebré. Lo haré mejor. Ve a lo de Bethy. Olvida lo que dije. Seré bueno. Lo prometo. Sólo… no te vayas. Por favor.



¿Qué le contestaba a eso? Se las había arreglado para que quisiera confortarlo. Disculparme. Él era letal a mis emociones y buen sentido. Distancia. Necesitábamos distancia. Asentí y lo rodeé. —Yo… uh… probablemente te veré por ahí. —Me las arreglé para graznar antes de abrir la puerta y salir de la casa.



No miré hacia atrás pero sabía que me estaba mirando ir. Era la única razón por la cual no empecé a correr. Espacio… necesi{abamos espacio. Y yo necesitaba llorar.

***

Era como si nunca me hubiera ido. Ya había decidido ir directo al comedor y buscar a Jimmy. Supuse que sabría donde encontrar a Woods. Pero Woods me estaba esperando en la puerta cuando abrí la entrada trasera del club.



—Y ella vuelve. Sinceramente, no pensé que lo harías. —Woods arrastró las palabras mientras la puerta se cerraba tras de mí.


—Por poco tiempo, quizás —respondí.



Woods me guiñó y luego asintió hacia el pasillo que guiaba a su oficina. —Vayamos a hablar.


—Está bien —dije mientras lo seguía.



—Bethy ya me llamó do veces hoy. Queriendo saber si ya te había visto. Asegurándose de que tuvieras tu trabajo de vuelta —dijo Woods mientras abría la puerta de su oficina y la sostenía para que pudiera pasar—, lo que no esperaba es la llamada que recibí hace diez minutos. Me ha sorprendido. Por la forma en que te fuiste hace tres semanas y dejaste a William en la miseria, no esperaba que llamara a tu favor. No es que lo necesitara, fíjate. Ya había aceptado devolverte tu trabajo.



Me detuve y lo miré. ¿Lo había escuchado bien? —¿William? —pregunté, casi asustada de que hubiera alucinado el comentario.



Woods cerró la puerta y caminó hasta pararse delante de su escritorio. Se inclinó contra la madera brillante que se veía costosa y cruzó los brazos sobre su pecho. La sonrisa que tenía cuando llegué se había ido. Se veía preocupado.



—Sí, William. Sé que la verdad salió a la luz. Jace me contó una parte. Lo que sabe, al menos. Pero yo ya sabía quién eras. O quien William y Nan creían que eras. Te advertí que la elegiría a ella. Ya la había elegido cuando te di la advertencia. ¿De verdad quieres volver a todo esto? ¿Es Alabama tan malo?


No. Alabama no era tan malo. Aunque ser una madre soltera de diecinueve años sin familia lo era. Aunque no era algo que iba a compartir con Woods.


—Volver aquí no es exactamente f{cil. Ver… verlos, tampoco ser{ f{cil. Pero necesito descubrir que voy a hacer. No hay nada para mí en Alabama. No me puedo quedar y pretender que lo hay. Es tiempo de que encuentre una nueva vida. Y Bethy es mi única amiga. Mis opciones son limitadas.


Las cejas de Woods se dispararon hacia arriba.



—Auch. ¿Yo qué soy? Pensé que éramos amigos.


Sonriendo, caminé y me paré detrás de la silla en frente suyo.



—Lo somos pero bueno… no amigos cercanos.



—No porque no lo intentara —Una pequeña risa salió y Woods sonrió—. Es bueno escuchar eso. Lo extrañé.



Quizás volver no sería tan difícil.



—Puedes tener tu trabajo de vuelta. Es tuyo. Tuve pesimas chicas de carritos y Jimmy todavía está malhumorado. No se lleva bien con los otros meseros. Él también te extraña.



—Gracias —contesté—, lo aprecio. Aunque quiero ser honesta contigo. En cuatro meses, planeo irme. No puedo quedar aquí para siempre. Tengo…


—Tienes una vida a la que volver. Sí, te escuché. Rosemary no es donde pretendes echar raíces. Lo tengo. Por cualquier lapso de tiempo, tienes el trabajo.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:35 pm

11

William


Llamé una vez antes de abrir la puerta del condominio de Nan y caminar dentro. Su coche estaba estacionado afuera. Yo sabía que ella se encontraba aquí. Sólo quería asegurarme de que sabía que yo estaba aquí. Cometí el error de no tocar una vez y pillé a mi hermana a horcajadas en el regazo de un tipo.



Quise llenar de cloro mis ojos y mi cerebro después de esa experiencia.



—Nan, soy yo. Tenemos que hablar —dije en voz alta y luego cerré la puerta detrás de mí.



Entré en la sala y el sonido de más de una voz apagada y pasos que venían desde el dormitorio principal casi me hizo dar la vuelta y marcharme. Pero no iba a hacerlo. Esto era más importante. Su invitado de pijamada tenía que irse a casa ahora de todos modos. Eran más de las onceEstaré trabajando en el club. Nos… uh… veremos en ocasiones. Conseguiría trabajo en otro lado, pero necesito la plata que el club paga. —Explicaba esto tanto a mí como a William. No estaba segura de qué iba a decir cuando lo viera. Sólo sabía que tenía que enfrentarlo. Al principio, Bethy me rogó que le contara sobre el embarazo. Aunque, después de que escuchara exactamente lo que había pasado con mi padre y Nan y su madre ese día, ya no estaba en el equipo William como antes. Acordó que no era necesario decirlo de inmediato.



Conseguir el valor suficiente para volver a esta casa luego de la forma que me había ido hace tres semanas y media fue duro. La esperanza de que mi corazón no reaccionara cuando viera a William fue inútil. Mi pecho estaba tan apretado que era una maravilla que pudiera respirar. Menos hablar. Estaba embarazada con su bebé… nuestro bebé. Pero las mentiras. El engaño. Quien era. Todo eso me mantuvo de decir las palabras que se merecía. No podía. Estaba mal. Estaba siendo egoísta. Lo sabía. Eso no cambiaba nada. Podía ser que el bebé nunca lo conociera. No podía dejar que la forma en que me sentía sobre él nublara mis decisiones para mi futuro… el futuro de nuestro bebé. Mi padre, su madre y hermana nunca serían parte de la vida de mi bebé. No lo permitiría. No podía.



—Por supuesto. Sí, trabajar en el club es buena plata. —Se detuvo y pasó una mano por su cabello—. Maite, nada ha cambiado. No para mí. No necesitas mi permiso. Esto es exactamente lo que quiero. Tenerte aquí de vuelta. Ver tu rostro. Dios, nena, no puedo hacer esto. No puedo fingir que no estoy jodidamente emocionado de que estés en mi casa.


No podía mirarlo. No ahora. No esperaba que dijera nada de eso. Esperaba más una charla artificial y nerviosa. Era lo que quería. Mi corazón no podía soportar nada más. —Tengo que irme, William. No puedo quedarme más, sólo quería estar segura de que estabas bien con que estuviera en la ciudad. Mantendré mi distancia.



William se movió tan rápido que no lo noté hasta que estuvo parado entre la puerta y yo. —Lo siento. Intenté estar tranquilo. Intentaba ser cuidadoso y me quebré. Lo haré mejor. Ve a lo de Bethy. Olvida lo que dije. Seré bueno. Lo prometo. Sólo… no te vayas. Por favor.



¿Qué le contestaba a eso? Se las había arreglado para que quisiera confortarlo. Disculparme. Él era letal a mis emociones y buen sentido. Distancia. Necesitábamos distancia. Asentí y lo rodeé. —Yo… uh… probablemente te veré por ahí. —Me las arreglé para graznar antes de abrir la puerta y salir de la casa.



No miré hacia atrás pero sabía que me estaba mirando ir. Era la única razón por la cual no empecé a correr. Espacio… necesi{abamos espacio. Y yo necesitaba llorar.

***

Era como si nunca me hubiera ido. Ya había decidido ir directo al comedor y buscar a Jimmy. Supuse que sabría donde encontrar a Woods. Pero Woods me estaba esperando en la puerta cuando abrí la entrada trasera del club.



—Y ella vuelve. Sinceramente, no pensé que lo harías. —Woods arrastró las palabras mientras la puerta se cerraba tras de mí.


—Por poco tiempo, quizás —respondí.



Woods me guiñó y luego asintió hacia el pasillo que guiaba a su oficina. —Vayamos a hablar.


—Está bien —dije mientras lo seguía.



—Bethy ya me llamó do veces hoy. Queriendo saber si ya te había visto. Asegurándose de que tuvieras tu trabajo de vuelta —dijo Woods mientras abría la puerta de su oficina y la sostenía para que pudiera pasar—, lo que no esperaba es la llamada que recibí hace diez minutos. Me ha sorprendido. Por la forma en que te fuiste hace tres semanas y dejaste a William en la miseria, no esperaba que llamara a tu favor. No es que lo necesitara, fíjate. Ya había aceptado devolverte tu trabajo.



Me detuve y lo miré. ¿Lo había escuchado bien? —¿William? —pregunté, casi asustada de que hubiera alucinado el comentario.



Woods cerró la puerta y caminó hasta pararse delante de su escritorio. Se inclinó contra la madera brillante que se veía costosa y cruzó los brazos sobre su pecho. La sonrisa que tenía cuando llegué se había ido. Se veía preocupado.



—Sí, William. Sé que la verdad salió a la luz. Jace me contó una parte. Lo que sabe, al menos. Pero yo ya sabía quién eras. O quien William y Nan creían que eras. Te advertí que la elegiría a ella. Ya la había elegido cuando te di la advertencia. ¿De verdad quieres volver a todo esto? ¿Es Alabama tan malo?


No. Alabama no era tan malo. Aunque ser una madre soltera de diecinueve años sin familia lo era. Aunque no era algo que iba a compartir con Woods.


—Volver aquí no es exactamente f{cil. Ver… verlos, tampoco ser{ f{cil. Pero necesito descubrir que voy a hacer. No hay nada para mí en Alabama. No me puedo quedar y pretender que lo hay. Es tiempo de que encuentre una nueva vida. Y Bethy es mi única amiga. Mis opciones son limitadas.


Las cejas de Woods se dispararon hacia arriba.



—Auch. ¿Yo qué soy? Pensé que éramos amigos.


Sonriendo, caminé y me paré detrás de la silla en frente suyo.



—Lo somos pero bueno… no amigos cercanos.



—No porque no lo intentara —Una pequeña risa salió y Woods sonrió—. Es bueno escuchar eso. Lo extrañé.



Quizás volver no sería tan difícil.



—Puedes tener tu trabajo de vuelta. Es tuyo. Tuve pesimas chicas de carritos y Jimmy todavía está malhumorado. No se lleva bien con los otros meseros. Él también te extraña.



—Gracias —contesté—, lo aprecio. Aunque quiero ser honesta contigo. En cuatro meses, planeo irme. No puedo quedar aquí para siempre. Tengo…


—Tienes una vida a la que volver. Sí, te escuché. Rosemary no es donde pretendes echar raíces. Lo tengo. Por cualquier lapso de tiempo, tienes el trabajo.

***

Llamé una vez antes de abrir la puerta del condominio de Nan y caminar dentro. Su coche estaba estacionado afuera. Yo sabía que ella se encontraba aquí. Sólo quería asegurarme de que sabía que yo estaba aquí. Cometí el error de no tocar una vez y pillé a mi hermana a horcajadas en el regazo de un tipo.



Quise llenar de cloro mis ojos y mi cerebro después de esa experiencia.



—Nan, soy yo. Tenemos que hablar —dije en voz alta y luego cerré la puerta detrás de mí.



Entré en la sala y el sonido de más de una voz apagada y pasos que venían desde el dormitorio principal casi me hizo dar la vuelta y marcharme. Pero no iba a hacerlo. Esto era más importante. Su invitado de pijamada tenía que irse a casa ahora de todos modos. Eran más de las once.

La puerta de su habitación se abrió y se cerró. Interesante. El que sea que estaba aquí, se alojaba aquí. Tendríamos que salir al balcón para hablar. Yo no hablaría de Maite delante de nadie. Probablemente conocía al hombre en ese cuarto. Sería la única razón por la que lo mantendría oculto allí.



—¿Has oído hablar de llamar antes de venir? —replicó Nan mientras entraba en la sala de estar vestida con una bata de seda corta.



Se parecía más y más a nuestra madre mientras más mayor se hacía.



—Es casi el almuerzo, Nan. No puedes mantener al hombre en la cama todo el día —le contesté y abrí las puertas que daban a la terraza con vistas al golfo—. Necesito hablar contigo y no quiero que tu compañero de dormitorio pueda oírnos.



Nan rodó sus ojos y salió.



—Me parece extraño que he estado tratando de que hables conmigo durante semanas y ahora que tú quieres hablar vienes irrumpiendo como si yo no tuviera vida. Por lo menos yo te llamo primero. —Comenzaba a sonar como nuestra madre.



—Soy propietario de este condominio, Nan. Puedo venir en cualquier maldito momento si quiero. —Le recordé. Ella se estaría yendo de aquí a mediados de agosto para regresar a su casa de hermandad y su aún indecisa carrera. La universidad era una función social para ella. Ella sabía que yo iba a pagar sus cuentas y matrícula. Yo siempre me había preocupado de todo para ella.


—Que sarcástico. ¿De qué se trata esto? No he tenido mi café todavía. —No tenía miedo de mí.



Yo no quería que ella lo tuviera, pero ya era hora de que madurara. No iba a dejar que obligara a Maite a huir. En un mes, Nan se habrá ido. Normalmente yo también me iría. Este año no. Me estaría quedando en mi residencia en Rosemary. Mi madre tendrá que elegir otro lugar. Ella tendría esta casa libre para el resto del año.



—Maite ha vuelto —le dije sin rodeos.



Había tenido tiempo de ver las cosas desde otro ángulo. Yo no sentía que Nan fuera la víctima en esto, ya no. Ella era una niña, pero también lo era Maite.



Nan se tensó mientras sus ojos brillaban con el odio que pertenecía a los ojos de su padre en lugar de Maite.



—No digas nada. Permíteme hablar primero o voy a acompañar a tu amigo de pijamada fuera de mi apartamento. Tengo el poder aquí, Nan. Nuestra madre no tiene nada. Las apoyo a las dos. Nunca te he pedido nada. Nunca. Pero ahora te voy a pedir... no, te voy a ordenar que me escuches y que sigas mis condiciones.



La ira de Nan se había desvanecido y ahora la niña mimada estaba allí, mirándome. A ella no le gusta que le digan qué hacer. No podía culpar a mi madre por su conducta, no del todo. Lo hice también. La sobrecompensación había arruinado a Nan.


—La odio —La ira hervía.



—Te dije que me escuches. No asumas que eres inocente, Nan. Porque esta vez has jodido algo que me importa. Esto me afecta, así que escucha y cierra la boca.



Sus ojos pasaron de la ira al shock. Estaba seguro de que nunca había hablado con ella de esa manera. Estaba un poco sorprendido de mí. Oír el odio en su voz dirigida a Maite me puso alerta.



—Maite se está quedando con Bethy. Woods le ha regresado el trabajo a Maite. Ella no tiene nada en Alabama. No tiene a nadie. El padre que ustedes dos comparten es un inútil. Para ella bien podría estar muerto. Ha vuelto para saber donde encaja y qué hacer después. Ella estaba haciendo eso antes, pero cuando la verdad salió, su mundo se derrumbó y tuvo que correr. Es un pu*to milagro que está de vuelta aquí. Yo la quiero de vuelta aquí, Nan. Puede que no quieras oír esto, pero la amo. Nada me va a detener para asegurarme de que este a salvo. Quiero que se sienta segura y nadie y me refiero a nadie, ni siquiera mi hermana, le hará sentirse indeseada. Tú te vas pronto. Puedes mantener tu odio fuera de lugar si quieres, pero un día, espero que madurez lo suficiente como para darte cuenta de que sólo hay una persona que odiar aquí.



Nan se sentó en una de las sillas que colocó aquí para pasar el tiempo y leer libros. Yo también la amaba ella. La protegí de toda mi vida.



Decirle esto y amenazarla era duro, pero no podía permitir que dañara a Maite por más tiempo. Tenía que parar esto. Maite nunca me daría otra oportunidad, siempre y cuando Nan estuviera atormentando su vida.



—Así que la estás eligiendo antes que a mí —susurró Nan.



—Esto no es un concurso, Nan. Deja de actuar como si lo fuera. Tienes a su padre. Ella lo perdió. Tú ganaste. Ahora supéralo.



Nan alzó los ojos y las lágrimas se aferraban a sus pestañas.


—Ha hecho que me odies.



Maldito pu*to drama. Nan vivía una telenovela en su cabeza.



—Nan, escúchame. Te quiero. Eres mi hermana pequeña. Nadie puede cambiar eso. Pero yo estoy enamorado de Maite. Puede ser un problema importante en tus planes de conquistar y destruir, pero bebé, es hora de dejar que tus problemas sigan. Hace tres años que regresó. Necesito que lo superes.


—¿Qué pasa con la familia en primer lugar? —Espetó.


—No vayas allí. Tú y yo sabemos que yo te he puesto primero toda mi vida. Tú me necesitabas y yo estaba allí. Pero ahora somos adultos, Nan.



Se secó las lágrimas que se habían filtrado de sus ojos y volvió a levantarse. Nunca pude saber si sus lágrimas eran reales o falsas. Ella podía encenderlas y apagarlas a voluntad.



—Está bien. Quizás vuelva a la escuela antes de lo previsto. Tú no me quieres aquí, de todos modos. Las has escogido a ella.



—Yo siempre te quiero cerca, Nan. Pero esta vez quiero que juegues limpio. Piensa en alguien más para variar. Tú tienes un corazón. Yo lo he visto. Ahora es el momento de usarlo.



Nan se puso rígida.



—Si terminaste aquí, ¿podrías irte de tu apartamento?



Asentí con la cabeza.


—Sí, he terminado —le contesté y me dirigí hacia el interior.


Sin otra palabra que oyera por la puerta principal. El tiempo ahora diría si yo tenía que seguir adelante con mis amenazas para enseñarle a mi hermana una lección. Realmente esperaba que no.
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Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18) Empty Re: Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18)

Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:37 pm

12

Maite

Necesitaba mis cosas y tenía que vender mi camioneta. Nunca haría esto de nuevo. Caín la había revisado por mí la semana pasada después de que se descompuso y dijo que temporalmente podría arreglarla. El costo para arreglar todo lo que andaba mal costaría más de lo que yo podía permitirme gastar. Llamar y pedirle a Granny Q o Caín que enviaran mis cosas y vendieran mi camioneta parecía mal. Se merecían una explicación... o al menos la merecía Granny Q. Me había dado un techo, una cama y me dio de comer durante tres semanas. Iba a tener que volver a Sumit a recoger mis cosas y despedirme. Woods me había dado unos días para instalarme antes de empezar a trabajar.



Bethy se había tomado unos días para llevarme y que solicitará la asistencia médica gratuita. Era momento de que viera a un médico, pero requeriría el seguro medico primero. Hoy la había oído por casualidad decirle a Jace que esperaba con impaciencia su cita esta noche. Yo había estado monopolizando todo su tiempo llevándome a todas partes. Comenzaba a sentirme como una carga. Odié aquel sentimiento. Podría tomar un autobús. Sería económico y no sería una carga sobre Bethy. Abrí su ordenador portátil para googlear el horario del autobús.



Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos. Dejé mi búsqueda de una estación de autobuses y fui a abrir la misma. William allí de pie, con las manos metidas en la parte delantera de sus jeans y una de sus camisetas apretadas no era lo que había estado esperando. Alzó la mano y se quitó las gafas de sol de aviador. Deseaba que las hubiera mantenido. El color plateado de sus ojos en la luz del sol era aún más impresionante de lo que recordaba.


—Hola, vi a Bethy en el club. Dijo que estabas aquí —explicó William. Lucía nervioso. Nunca había visto a William nervioso.


—Sí... um, Woods me dio un par de días para recoger mis cosas de Sumit antes de empezar a trabajar.



—¿Tienes que ir a buscar tus cosas?


Asentí. —Sí. Las dejé allí. Sólo traje una bolsa de viaje conmigo. No había pensado en quedarme.


William frunció el ceño. —Entonces, ¿cómo vas a regresar? No veo tu camioneta.


—Justo estaba googleando las estaciones de autobuses y ver dónde está la más cercana.


El ceño de William se hizo más profundo. —Es a cuarenta minutos. Durante todo el camino en Fort Walton Beach.


Eso no fue tan malo como me temía.



—Un autobús no es seguro, Maite. No me gusta la idea de que tomes un autobús. Deja que te lleve. Por favor. Llegaremos más rápido y es gratis. Puedes ahorrar tu dinero.



¿Viajar con él? ¿Todo el camino a Sumit y de regreso? ¿Era una buena idea?


—No sé... —Me detuve porque honestamente no lo sabía. Mi corazón no estaba preparado para William.



—Ni siquiera tenemos que hablar... o podemos si lo deseas. Te dejaré elegir la música y no voy a quejarme.



Si volviera con William, entonces Caín no discutiría conmigo. O, de nuevo, tal vez lo haría. Podría decirle a William sobre el embarazo. ¿Pero lo haría? Nunca le confirmé a Caín que estaba embarazada.



—Sé que no puedes perdonar las mentiras y el daño. No te estoy pidiendo eso. Tú sabes que lo siento y si pudiera volver atrás y cambiar las cosas, lo haría. Por favor, Maite, sólo como un amigo que quiere ayudarte y mantenerte a salvo de los hombres locos que podrían lastimarte en un autobús, déjame llevarte.


Pensé en lo poco probable que era que fuera lastimada en el autobús. Y luego pensé en el hecho de que ya no sólo tenía que mantenerme a salvo a mí misma. Tenía otra vida dentro de mí para proteger.


—Está bien. Sí. Me gustaría un viaje.



***



Jace estaba tumbado en el gran sillón de peluche azul que se encontraba en la sala de Bethy con sus pies apoyados sobre la otomana y Bethy se acurrucó en su regazo. Yo estaba en el sofá sintiéndome como un experimento científico, ya que ambos me miraron con confusión.



—¿Así que estás de acuerdo con que William te lleve a Sumit mañana para recoger tus cosas? Me refiero a que no te sientes extraña o... —Bethy se detuvo.



Sería extraño. También afectaría sólo estar cerca de él, pero necesitaba un aventón. Bethy necesitaba trabajar, no tomarse otro día libre para ayudarme esta semana. —Él se ofreció. Necesitaba un aventón y le dije que sí.



—¿Y fue así de fácil? ¿Por qué no me lo creo? —se preguntó Bethy.



—Porque ella está dejando de lado las partes donde él rogó y suplicó —dijo Jace con una sonrisa.



Tiré de la manta hacia arriba sobre mis hombros. Tenía frío. Tenía mucho frío últimamente, lo que era extraño porque era verano en Florida. —No rogó —le contesté, sintiendo la urgencia de defender a William. Incluso si realmente hubiera rogado, no era asunto de Jace.


—Sí, claro. Si tú lo dices. —Jace tomó un sorbo del té dulce que Bethy le había preparado.



—No es asunto nuestro. Déjala en paz, Jace. Tenemos que decidir qué hacer con el contrato de alquiler de este lugar que termina en una semana.



Yo no estaría aquí mucho tiempo. Le había dicho eso. Mudarme a un apartamento más caro no era una buena idea. Mi mitad del alquiler no estaría cubierto después de que me marche y ella se quedaría con la deuda.


Jace besó la mano de Bethy y le sonrió. —Te dije que me encargaría de las cosas. Si sólo me lo permitieras. —Le guiñó un ojo a ella y volví la cabeza. No quería verlos. William y yo nunca habíamos sido así. Nuestra relación había sido corta. Intensa y breve. Me pregunté cómo se habría sentido tener la libertad para acurrucarme en sus brazos en cualquier momento que quisiera. Para saber que estaba a salvo y que me amaba. Nunca había tenido esa oportunidad.



—Y yo te dije que no voy a dejar que pagues mi alquiler. Lo siento. Nuevo plan. Oh, Maite, ¿por qué no vamos a buscar apartamentos mañana?



Un golpe en la puerta interrumpió antes de que pudiera estar de acuerdo. Luego Grant abrió la puerta y caminó dentro.



—No puedes entrar en el apartamento de mi chica sin permiso. Podría haber estado desnuda —espetó Jace a Grant.



Grant rodó los ojos y luego esbozó una sonrisa en mi dirección. —Vi tu auto aquí, idio*ta. Cálmate. He venido a ver si puedo convencer a Maite de dar un paseo conmigo.



—¿Estás tratando de conseguir que te patee el cu*lo? —preguntó Jace.



Grant sonrió y negó con la cabeza antes de mirar de nuevo hacia mí. —Vamos, Maite, demos una vuelta y pongámonos al día.Necesitaba mis cosas y tenía que vender mi camioneta. Nunca haría esto de nuevo. Caín la había revisado por mí la semana pasada después de que se descompuso y dijo que temporalmente podría arreglarla. El costo para arreglar todo lo que andaba mal costaría más de lo que yo podía permitirme gastar. Llamar y pedirle a Granny Q o Caín que enviaran mis cosas y vendieran mi camioneta parecía mal. Se merecían una explicación... o al menos la merecía Granny Q. Me había dado un techo, una cama y me dio de comer durante tres semanas. Iba a tener que volver a Sumit a recoger mis cosas y despedirme. Woods me había dado unos días para instalarme antes de empezar a trabajar.



Bethy se había tomado unos días para llevarme y que solicitará la asistencia médica gratuita. Era momento de que viera a un médico, pero requeriría el seguro medico primero. Hoy la había oído por casualidad decirle a Jace que esperaba con impaciencia su cita esta noche. Yo había estado monopolizando todo su tiempo llevándome a todas partes. Comenzaba a sentirme como una carga. Odié aquel sentimiento. Podría tomar un autobús. Sería económico y no sería una carga sobre Bethy. Abrí su ordenador portátil para googlear el horario del autobús.



Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos. Dejé mi búsqueda de una estación de autobuses y fui a abrir la misma. William allí de pie, con las manos metidas en la parte delantera de sus jeans y una de sus camisetas apretadas no era lo que había estado esperando. Alzó la mano y se quitó las gafas de sol de aviador. Deseaba que las hubiera mantenido. El color plateado de sus ojos en la luz del sol era aún más impresionante de lo que recordaba.


—Hola, vi a Bethy en el club. Dijo que estabas aquí —explicó William. Lucía nervioso. Nunca había visto a William nervioso.


—Sí... um, Woods me dio un par de días para recoger mis cosas de Sumit antes de empezar a trabajar.



—¿Tienes que ir a buscar tus cosas?


Asentí. —Sí. Las dejé allí. Sólo traje una bolsa de viaje conmigo. No había pensado en quedarme.


William frunció el ceño. —Entonces, ¿cómo vas a regresar? No veo tu camioneta.


—Justo estaba googleando las estaciones de autobuses y ver dónde está la más cercana.


El ceño de William se hizo más profundo. —Es a cuarenta minutos. Durante todo el camino en Fort Walton Beach.


Eso no fue tan malo como me temía.



—Un autobús no es seguro, Maite. No me gusta la idea de que tomes un autobús. Deja que te lleve. Por favor. Llegaremos más rápido y es gratis. Puedes ahorrar tu dinero.



¿Viajar con él? ¿Todo el camino a Sumit y de regreso? ¿Era una buena idea?


—No sé... —Me detuve porque honestamente no lo sabía. Mi corazón no estaba preparado para William.



—Ni siquiera tenemos que hablar... o podemos si lo deseas. Te dejaré elegir la música y no voy a quejarme.



Si volviera con William, entonces Caín no discutiría conmigo. O, de nuevo, tal vez lo haría. Podría decirle a William sobre el embarazo. ¿Pero lo haría? Nunca le confirmé a Caín que estaba embarazada.



—Sé que no puedes perdonar las mentiras y el daño. No te estoy pidiendo eso. Tú sabes que lo siento y si pudiera volver atrás y cambiar las cosas, lo haría. Por favor, Maite, sólo como un amigo que quiere ayudarte y mantenerte a salvo de los hombres locos que podrían lastimarte en un autobús, déjame llevarte.


Pensé en lo poco probable que era que fuera lastimada en el autobús. Y luego pensé en el hecho de que ya no sólo tenía que mantenerme a salvo a mí misma. Tenía otra vida dentro de mí para proteger.


—Está bien. Sí. Me gustaría un viaje.



***



Jace estaba tumbado en el gran sillón de peluche azul que se encontraba en la sala de Bethy con sus pies apoyados sobre la otomana y Bethy se acurrucó en su regazo. Yo estaba en el sofá sintiéndome como un experimento científico, ya que ambos me miraron con confusión.



—¿Así que estás de acuerdo con que William te lleve a Sumit mañana para recoger tus cosas? Me refiero a que no te sientes extraña o... —Bethy se detuvo.



Sería extraño. También afectaría sólo estar cerca de él, pero necesitaba un aventón. Bethy necesitaba trabajar, no tomarse otro día libre para ayudarme esta semana. —Él se ofreció. Necesitaba un aventón y le dije que sí.



—¿Y fue así de fácil? ¿Por qué no me lo creo? —se preguntó Bethy.



—Porque ella está dejando de lado las partes donde él rogó y suplicó —dijo Jace con una sonrisa.



Tiré de la manta hacia arriba sobre mis hombros. Tenía frío. Tenía mucho frío últimamente, lo que era extraño porque era verano en Florida. —No rogó —le contesté, sintiendo la urgencia de defender a William. Incluso si realmente hubiera rogado, no era asunto de Jace.


—Sí, claro. Si tú lo dices. —Jace tomó un sorbo del té dulce que Bethy le había preparado.



—No es asunto nuestro. Déjala en paz, Jace. Tenemos que decidir qué hacer con el contrato de alquiler de este lugar que termina en una semana.



Yo no estaría aquí mucho tiempo. Le había dicho eso. Mudarme a un apartamento más caro no era una buena idea. Mi mitad del alquiler no estaría cubierto después de que me marche y ella se quedaría con la deuda.


Jace besó la mano de Bethy y le sonrió. —Te dije que me encargaría de las cosas. Si sólo me lo permitieras. —Le guiñó un ojo a ella y volví la cabeza. No quería verlos. William y yo nunca habíamos sido así. Nuestra relación había sido corta. Intensa y breve. Me pregunté cómo se habría sentido tener la libertad para acurrucarme en sus brazos en cualquier momento que quisiera. Para saber que estaba a salvo y que me amaba. Nunca había tenido esa oportunidad.



—Y yo te dije que no voy a dejar que pagues mi alquiler. Lo siento. Nuevo plan. Oh, Maite, ¿por qué no vamos a buscar apartamentos mañana?



Un golpe en la puerta interrumpió antes de que pudiera estar de acuerdo. Luego Grant abrió la puerta y caminó dentro.



—No puedes entrar en el apartamento de mi chica sin permiso. Podría haber estado desnuda —espetó Jace a Grant.



Grant rodó los ojos y luego esbozó una sonrisa en mi dirección. —Vi tu auto aquí, idio*ta. Cálmate. He venido a ver si puedo convencer a Maite de dar un paseo conmigo.



—¿Estás tratando de conseguir que te patee el cu*lo? —preguntó Jace.



Grant sonrió y negó con la cabeza antes de mirar de nuevo hacia mí. —Vamos, Maite, demos una vuelta y pongámonos al día.



¿Grant había estado involucrado en la mentira? Seguramente se había enterado. No podía decirle que no. Incluso si lo hubiera sabido, él también fue la primera persona amable que conocí aquí. Había llenado mi tanque de gasolina. Se preocupó por mí durmiendo bajo las escaleras. Asentí y me levanté. —Estos dos necesitan un tiempo a solas, de todos modos —le contesté, mirando hacia atrás a Bethy. Ella me estudiaba muy de cerca. Le di una sonrisa tranquilizadora y pareció relajarse.



—No nos dejes por nuestra cuenta. Tenemos que decidir dónde vamos a vivir en una semana —dijo Bethy mientras yo caminaba hacia la puerta.



—Ustedes pueden hablar de eso más tarde, Beth Ann. Maite se fue hace casi un mes. Tienes que compartirla —replicó Grant, abriendo la puerta para que yo caminara afuera.



—William va a enloquecer —gritó Jace justo antes de que Grant cerrara la puerta amortiguando lo que fuera que Bethy había comenzado a decir.


Bajamos las escaleras en silencio. Una vez que estuvimos en la acera miré a Grant. —¿Sólo me echabas de menos o hay algo que quieras decirme? —le pregunté.


Grant sonrió. —Te extrañé. He tenido que aguantar el mal humor de William. Así que créeme, te extrañé un infierno.



Me di cuenta por su tono que había querido hacer una broma. Pero pensar en el malestar de William no me hizo sonreír. Simplemente me recordó todo. —Lo siento —murmuré. No estaba segura de qué más decir.


—Sólo me alegro de que hayas vuelto.



Esperé. Sabía que había algo más que quería decir. Podía sentirlo. Se tomaba su tiempo y pensé que trataba de decidir exactamente cómo decir lo que fuera que quería decirme.



—Lo siento por lo que pasó. Cómo sucedió. Y Nan. Puede actuar como la peor perra del mundo, pero ha tenido una infancia jodida. Eso la traumo o algo así. Si hubieras vivido con Georgianna como tu madre lo entenderías. William era un niño, así que no resultó tan malo. Pero Nan, maldita sea, su mundo estaba jodido. No es una excusa, sólo una explicación.



No respondí. No tenía nada que decir a eso. No sentía simpatía alguna por Nan. Es evidente que los hombres de su vida lo hacían. Debía ser agradable.



—A pesar de todo eso, lo que hizo estuvo mal. Cómo te lo ocultó fue realmente una mier*da. Lamento no haberte dicho nada, pero sinceramente, ni siquiera era consciente de que tú y William tenían algo hasta esa noche en el club cuando se volvió loco. Sabía que se sentía atraído por ti, pero también lo estaban la mayoría de los hombres en esta ciudad. Pensé que era el único tipo que no haría un movimiento contigo debido a su lealtad a Nan... y bueno, lo que representabas para ellos dos. —Grant se detuvo y me volví para mirar sobre sus hombros.



—Nunca lo había visto así. Nunca. Es como si estuviera vacío. No puedo llegar a él. No sonríe. Ya ni siquiera finge que disfruta de la vida. Es diferente desde que te fuiste. A pesar de que no fue honesto y parece que sólo trataba de proteger a Nan... ustedes dos no tuvieron tiempo suficiente. Nan ha sido su responsabilidad desde que era un niño. Eso era todo lo que sabía. Luego, entraste en su mundo y al parecer lo sacudiste de la noche a la mañana. Si hubiera tenido más tiempo, te lo habría dicho. Sé que él lo hubiera hecho. Pero no lo hizo. No era justo para él. Se estaba enamorando de esta chica de la que siempre pensó que había sido la razón de que su hermana estuviera sin un padre. Su sistema de creencias cambió, pero también era difícil para él adaptarse.


Sólo lo miré fijamente. No porque no estuviera de acuerdo. Yo ya había comprendido todo esto en mi cabeza. Comprendí lo que decía. El problema era... que no cambiaba las cosas. Incluso si me lo hubiera estado por decir, no cambiaba quién era él o quien era Nan. Lo que representan para mí. Los últimos tres años de mi madre en esta tierra fueron un infierno mientras ellos vivían en sus casas de lujo y saltaban de un evento social a otro. Su creencia en las mentiras que me habían dicho era la única cosa que no creí poder superar.



—Maldita sea. Probablemente estoy metiendo la pata aún más. Sólo quería hablar contigo y asegurarme de que sabías que William... te necesita. Lo lamenta. Y creo que nunca te va a superar. Si trata de hablar de ello mañana, por lo menos escúchalo.



—Lo he perdonado, Grant. Pero no puedo olvidar. Lo que sea que éramos o podríamos haber sido se ha terminado. Nunca volverá a ser de nuevo. No puedo permitirlo. Mi corazón no me lo permite. Pero siempre voy a escucharlo. Me preocupo por él.



Grant dejó escapar un suspiro de cansancio. —Supongo que eso es mejor que nada.



Eso era todo lo que yo tenía para ofrecer.
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Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18) Empty Re: Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18)

Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:40 pm

13

William

Maite salió caminando del apartamento de Bethy sosteniendo dos tazas de café antes de que yo pudiera salir del coche. Abrí la puerta y salí del Range Rover. Llevaba el pelo suelto y colgando por su espalda. Me encantaba ese estilo. Sus pantalones cortos apenas cubrían sus piernas y sería difícil concentrarme cuando estuviera sentada en mi coche. Se subirían hasta sus muslos. Alejé mis ojos de sus piernas y me encontré con su mirada fija. Estaba forzando una sonrisa.


—Te he traído un poco de café ya que saliste de la cama tan temprano por mí. Sé que despertar temprano no es lo tuyo. —Su voz era suave e insegura mientras hablaba. Iba a ser mi misión cambiar eso en este viaje por carretera. Quería que se sintiera cómoda conmigo de nuevo.



—Gracias —le contesté con una sonrisa que esperaba aliviara sus nervios mientras abría la puerta del lado del pasajero para ella. Había sido incapaz de dormir desde las tres de la mañana. Me sentía ansioso. Estaba bastante seguro de que había pasado por dos ollas de café desde entonces. No le confesaría eso, sin embargo. Ella me trajo café. Una verdadera sonrisa tiró de mis labios mientras cerraba la puerta y me dirigía de nuevo a mi lado.



Sostenía su taza cerca de su boca mientras tomaba pequeños sorbos cuando la miré. —Si quieres música, prometo que es toda tuya —le recordé. Ella no se movió, pero una sonrisa levantó las comisuras de sus labios.



—Gracias. Confía en mí, lo recuerdo. Estoy bien en este momento. Puedes escuchar algo si quieres. Tengo que despertar primero.



No me importa la radio. Sólo quería hablar con ella. Lo que hemos hablado no ha sido importante. Hablar con ella era todo lo que importaba.


—Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Sabe Cain que vamos a buscar tus cosas? —pregunté.



Se removió en su asiento y me obligué a mantener los ojos en la carretera y no en sus piernas. —No. Quería explicarle a él y a su abuela, Granny Q, acerca de esto. También tengo que convencerlo de vender mi camioneta por mí y envíame el dinero. No regresará aquí de nuevo. Está en mal estado.



Su camioneta era vieja. La idea de que no estuviera dando vueltas en ella era un alivio. Sin embargo, no me agradaba la idea de ella sin un vehículo. Cómo demonios se suponía que debía arreglar eso, no lo sabía. Nunca me aceptaría un coche. Tal vez su camión podía arreglarse y hacerse seguro.



—Puedo tomarlo y llevarlo a revisar mientras tú empacas. Puede que solo necesite que le hagan un par de cosas.


Ella suspiró. —Gracias, pero no te molestes. Cain ya lo llevó a revisar. Lo arregló para que yo pudiera llegar a la ciudad, pero dijo que era un arreglo temporal. Necesita más trabajo de lo que yo puedo pagar.

Aferré el volante con fuerza. La idea de que Cain hubiese estado cuidando de ella me volvía loco. Odiaba que él hubiese sido quien se encargara de su camión. Que fuese su familia quienes la ayudaron cuando más lo necesitaba. La mía le había jodido la vida. No estaba allí para ayudarla cuando llamara necesitando ayuda.



—¿Así que Cain y tú...? —¿Qué demonios estaba preguntando? ¿Eran qué? Mier*da. No quería escuchar esto.



—Somos amigos, William. Lo hemos sido toda nuestra vida. Mis sentimientos hacia él no han cambiado.



Bajé mis manos del volante y pasé una de mis palmas sudorosas por mis vaqueros. Maldita sea, ella me volvía loco. Si iba a hacerla sentir cómoda conmigo de nuevo necesitaba calmarme. Empezaría conmigo no golpeando a Cain cuando lo viera.



Antes de que pudiera decir nada más, Maite se inclinó hacia delante y encendió la radio. Encontró una estación de radio country y luego se echó hacia atrás en su asiento y cerró los ojos. Había presionado demasiado. Fue su manera educada de pedirme que me callara. Podía darme por aludido.



Treinta minutos de silencio pasaron antes de que mi teléfono sonara. El nombre de Nan apareció en la pantalla. El maldito iPhone estaba programado para el coche. Normalmente, esto era útil y hacia que tuviera las manos libres. Pero tener a Maite viendo el nombre de Nan no era bueno. No quería un recordatorio.


Mi plan era hacer que este día estuviera libre de recuerdos. Hice clic en ignorar y la radio empezó a sonar de nuevo.



No miré a Maite, pero sentí sus ojos sobre mí. Fue muy difícil no encontrarme con su mirada.



—Podrías haber hablado con ella. Es tu hermana —dijo Maite tan suavemente que casi se perdió con la música.



—Lo es. Pero representa cosas en las que no quiero pensar hoy.



Maite no dejó de mirarme. Tomó toda mi fuerza para seguir casual. Detener el coche y girarme para enfrentarla y decirle lo importante que era y lo mucho que la amaba no era lo que necesitaba en estos momentos.


—Estoy mejor, William. He tenido tiempo para asimilarlo todo. Veré a Nan en el club. Estoy preparada para eso. Me estás ayudando hoy. Podrías estar haciendo otra cosa en vez de decidir tomarte el día para ayudarme. No quiero impedirte recibir las llamadas telefónicas de personas que te importan. No me voy a romper.



Mier*da. Esto era todo en cuanto a dejarlo casual y fácil. Me acerqué a la orilla de la carretera y detuve el Rover en el arcén. Mantuve mis manos para mí mismo, pero le di toda mi atención a Maite. —Decidí tomarme el día de hoy porque no hay nada que prefiera hacer que estar cerca de ti. Estoy conduciendo porque soy un hombre desesperado que hará lo que sea que tenga que hace para pasar tiempo contigo —Perdí el control y extendí la mano para pasar mi pulgar sobre su mejilla y luego por su sedoso pelo, que me había fascinado desde que había puesto los ojos en ella—. Haré cualquier cosa. Cualquier cosa, Maite, sólo para estar cerca de ti. No puedo pensar en nada más. No puedo concentrarme en nada. Así que no creas que me estás incomodando. Si me necesitas, estoy ahí. —Me detuve. Sonaba patético incluso para mis propios oídos. Dejando caer mi mano de su rostro puse el Rover en marcha y volví a la carretera.



Maite no dijo nada. No la culpo. Soné como un loco. Probablemente ahora estaba asustada de mí. Infiernos, yo lo estaría.

14

Maite

Mi Corazón latía tan fuerte que estaba segura de que él podía escucharlo. Esto había sido una mala idea. Estar cerca de él era tan confuso. Era fácil olvidar quien era él. Que me tocara, incluso si era solo mi cara, me hacía sentir ganas de llorar. Quería más que eso. Lo extrañaba. Todo sobre él y estaría mintiendo si dijera que la idea de estar tan cerca de él todo el día no me mantuvo despierta la mayor parte de la noche.



William encendió la radio cuando yo no dije nada. Debería decir algo después de eso, pero ¿qué? ¿Cómo respondo a eso que está causándonos más dolor? Decirle que lo extraño y lo quiero no haría las cosas más fáciles. Solo sería más duro.


Esta vez, cuando el teléfono sonó, la pantalla del ordenador en su coche destelló el nombre “Grant.” William presionó algún botón y luego recogió su celular.



—Hola —dijo en el teléfono. Por casualidad, miré hacia él ya que su atención no estaba en mí. Las duras líneas de expresión en su cara me entristecieron. No las quería ahí.



—Sí. Estamos en camino —respondió al teléfono—. No creo que esa sea una buena idea. Te llamaré cuando vuelva —Apretó su mandíbula y sabía que lo que sea que Grant le decía estaba molestándolo—. Dije que no —gruñó y terminó la llamada antes de lanzarlo en su portavasos.


—¿Estas bien? —pregunté antes de poder pensar en ello.



Ladeó su cabeza para mirarme. Fue como si estuviera sorprendido de que yo estuviera hablándole —Uh, sí. Estoy bien —respondió en un tono más calmado, luego regreso los ojos a la carretera.



Esperé unos minutos, luego decidí decir algo sobre lo que me había dicho. Si no empezaba a hablar de esto con él, siempre tendríamos este tonto silencio entre nosotros. Incluso si lo dejara en cuatro meses y nunca lo viera de nuevo… No,tendría que verlo de nuevo. Tendría que hacerlo, ¿no te parece? ¿Podría nunca contarle sobre este bebé? Empujé eso al fondo de mi mente. No había ido al doctor aun. Cruzaría ese puente cuando llegara a él. Incluso si había vomitado otra vez esta mañana cuando abrí el compactador de basura y me llegó un olorcillo del pescado frito que Jace arrojó la noche anterior. No era normalmente tan sensible. El té de jengibre caliente que había estado bebiendo cuando William me recogió ayudó a aliviar mi estómago. Podría fingir que la prueba de embarazo estaba mal o afrontar la verdad.


—Sobre lo que dijiste, yo, uh, realmente no sabía cómo responder a eso. Quiero decir, sé lo que siento y deseo que las cosas fueran diferentes, pero no lo son. Yo quiero que nosotros… quiero que nosotros encontremos una forma de ser amigos… quiz{. No lo sé. Eso suena tonto. Después de todo —Me detuve porque mi intento de hablar con él sonaba confuso. ¿Cómo podríamos ser amigos? Así fue como todo comenzó y aquí estoy yo, enamorada y embarazada de un hombre con el que no podía construir un futuro.



—Seré lo que sea que tú me permitas ser, Maite. Solo no me dejes fuera de nuevo. Por favor.


Asentí. Está bien. Le daría tiempo a esta cosa de amigos. Luego… luego le diría sobre él bebé. Él huiría como si le persiguiera el diablo o querría ser parte de la vida de nuestro bebé. De cualquier forma, yo necesitaba tiempo para prepararme. Porque no dejaría a mi hijo tener algo que ver con esta familia, nunca. Eso estaba fuera de cuestión. Odiaba a los mentirosos… pero estaba a punto de volverme una por un tiempo. Esta vez, era yo la que tenía un secreto que ocultar.



—De acuerdo —respondí pero no dije más. Mis ojos estaban volviéndose pesados y la falta de sueño de la noche anterior y el hecho de que no puedo beber cafeína para despertarme estaban apoderándose a mí. Cerré mis ojos.



—Tranquila, dulce Maite. Tienes sueño y un calambre en el cuello si te duermes así. Recuesta té sobre mí —Un profundo susurro le hizo cosquillas a mi oído y me estremecí. Giré hacia él pero estaba tan adormecida que no pude despertar completamente. Algo suave rozó mis labios y luego caí de nuevo en mis sueños.



—Necesitas despertar, dormilona. Estoy aquí, pero no tengo idea de dónde ir —La voz de William acompañada de su mano apretando suavemente mi brazo me despertó. Me froté los ojos y los abrí. Estaba acostada. Miré a William y él sonrió—. No podía dejarte lastimar tu cuello. Además, estabas durmiendo tan profundo que quise que estuvieras cómoda —Se desabrochó y se inclinó para jugar con un botón en el lado de mi asiento. Poco a poco se echó para atrás y pude ver el semáforo en Sumit, Alabama delante de mí.



—Lo siento. Dormí todo el camino. Tuvo que ser un viaje aburrido.



—Tengo el control de la radio, así que no fue un fracaso —respondió William con una sonrisa y luego miró de regreso al semáforo—. ¿A dónde voy desde aquí?



—Derecho hasta que veas el gran cartel de madera que está pintado de rojo que dice: Productos frescos y leña para la venta y luego gira a la izquierda. Será la tercera casa a la derecha, pero es sobre un kilómetro y medio por ese camino. La carretera se volverá grava después de aproximadamente un cuarto de milla —William siguió mis indicaciones y no dijimos mucho. Estaba aún despertando y mi estómago se sentía mareado. No había comido aun y sabía que ese era el problema. Tenía las galletas en mi bolso que Bethy me había dado, pero comerlas frente de William era una mala idea. Las galletas eran un regalo importante.



En el momento en el que nos detuvimos en la entrada de la abuela, yo ya comenzaba a sudar frío. Estaría enferma si no comía algo. Abrí la puerta para salir antes de que William pudiera ver mi rostro. Estaba probablemente verde o pálida por lo menos.



—¿Quieres que vaya contigo o es mejor si me quedo aquí? —preguntó.


—Oh, um… quiz{ deberías quedarte aquí —respondí. El camión de Cain estaba aquí, así que eso significaba que probablemente habría tensión. No quería que William y Cain se metieran en más peleas. Tampoco confiaba en Cain para mantener su boca cerrada sobre la prueba de embarazo. Cerré la puerta del coche y me dirigí a la casa.


Cain abrió la mosquitera y salió antes de que incluso llegara al último escalón. Su rostro era una mezcla de preocupación e ira. —¿Por qué está él aquí? Te trajo a casa, ahora puede irse —gruñó Cain, mirando más allá de mí hacia William. Sí, fue una buena idea de William mantenerse en el coche. Mi estómago se enrollo y luché contra las náuseas.


—Porque él me dará un aventón de regreso. Cálmate, Cain. No tienes que pelear con él. Tú eres mi amigo. Él es mi amigo. Vamos adentro. Necesito recoger mis cosas.



Cain dio un paso atrás y me dejó pasar, luego me siguió dentro dejando que el mosquitero se cerrara detrás de él.



—¿Qué quieres decir con que vas a regresar con él? ¿La prueba resulto positiva? ¿Corriste de regreso a él incluso aunque te rompió el corazón tan fuerte que llegaste aquí hace tres semanas hecha un lio? Yo cuidaré de ti, Maite. Sabes eso.



Levanté mis manos para detenerlo. —Esto no se trata de mi embarazo, Cain. Él es un amigo que me dio un aventón. Si, fuimos m{s antes… cosas pasaron, pero ahora no lo somos. No corrí hacia él. Conseguí mi trabajo de vuelta en Rosemary y viviré con Bethy por un tiempo. Luego iré a algún lugar más y empezare de nuevo. Yo no me puedo quedar aquí.



—¿Por qué no puedes quedarte aquí? Demonios, Maite. Me casaré contigo hoy. Sin hacer preguntas. Te amo. Más que a mi vida. Tienes que saberlo. Metí la pata cuando éramos más jóvenes y esa cosa con Callie, ella no significa nada. Es solo una chica con la que paso el rato. Tú eres todo lo que yo quiero. He estado diciéndote eso por años. Por favor, escúchame —suplicó.


—Cain, detén esto. Eres mi amigo. Lo que nosotros teníamos murió hace mucho tiempo. Te pillé en el momento en el que le hacías cosas que no deberías a otra chica. Esa noche todo cambio. Te quiero, pero no estoy enamorada de ti y nunca lo estaré de nuevo. Necesito hacer las maletas y seguir con mi vida.



Cain golpeó su mano contra la pared. —¡No digas eso! No ha terminado. No puedes simplemente irte sola. No es seguro —Hizo una pausa—. ¿Estas embarazada? —preguntó.



No respondí. En su lugar, regresé a la habitación en la que había estado viviendo mientras estaba aquí y comencé a empacar mi maleta —Lo estás—dijo, siguiéndome a la habitación.



No respondí. Estaba concentrada en mis cosas. —¿Él lo sabe? ¿El hijo de la estrella de rock se hará responsable? Está mintiendo, M. El bebé nacerá y huirá. No será capaz de manejarlo. Un bebé no encaja en su vida. Sabes eso. Infiernos, todo el mundo lo sabe. Él bien podría ser una estrella de rock. Vi su casa en la playa. No parece ser alguien que estará ahí cuando las cosas se pongan difíciles. No les gustan los niños. Puede que yo lo haya jodido, pero no voy a huir. Siempre estaré aquí.



Me di la vuelta. —Él no lo sabe, vale. Ni siquiera estoy segura de si se lo diré. No quiero a alguien que me cuide. Yo puedo hacer esto. No estoy indefensa.



Empezó a abrir la boca para discutir cuando la abuela entró a la habitación. No me había dado cuenta de que ella estaba aquí.


—Deja de rogarle, Cain. Has hecho tu cama, hijo, ve a acostarte en ella. Ella siguió su camino. Su corazón ha seguido adelante. Terminó mostrándonos a todos que puede ir a la escuela y cuidar a su mamá enferma y de sí misma—Miró de Cain a mí y una sonrisa triste tocó sus labios—. Me rompe el corazón que tengas otro obstáculo cuando eres tan joven, sin embargo esta habitación es tuya si lo necesitas. Pero si decides irte, entonces te deseo lo mejor. Solo quiero que estés segura —Caminó más y me atrajo en un abrazo—. Te quiero como si fueras mi propia hora. Siempre lo he hecho—susurró en mi cabello.



Lágrimas picaron mis ojos. —Yo también te amo.



Se apartó e inhaló. —Mantente en contacto —dijo y comenzó a salir, luego miró de vuelta a mí—. Cada hombre merece saber que tiene un bebé. Incluso si no será parte de su vida, él necesita saberlo. Mantén eso en mente.


Salió de la habitación dejándonos a Cain y a mí solos de nuevo. Puse lo último de mis cosas en mi maleta y cerré la cremallera. Agarrando la manija. La recogí. Mis nauseas se habían vuelto peores. Cubrí mi boca con una mano.



—Mier*da, M. no puedes hacer eso. Dámelo. No se supone que carges cosas pesadas. Ves, no puedes hacer esto. ¿Quién va a asegurarse de cuidarte?



El mejor amigo que he tenido en toda mi vida estaba de vuelta y el chico loco que pensó que estaba enamorado y listo para sacrificar su vida se había ido.


—Tengo a Bethy. Ella sabe y yo soy cuidadosa. No estaba pensando. Todo esto es nuevo para mí. Y creo que me voy a enfermar.


—¿Qué puedo hacer? —preguntó con una mirada de pánico en su cara.



—Galletas ayudarían.


Dejó la maleta en el piso y salió corriendo de la habitación para conseguirme galletas. Regresó en menos de un minuto con una caja de galletas saladas y un vaso.



—La abuela te escuchó. Ya tenía la caja fuera y un vaso de refresco servido. Dijo que calmaría tu estómago.


—Gracias —respondí y me senté en la cama para comer la galleta y beber el refresco. Ninguno de los dos hablo. Mis nauseas empezaron a ceder y aprendí de la experiencia de no comer demasiado. Si comía de más lo vomitaría pronto. Poniéndome de pie, le entregué la caja y el vaso a Cain.

—Solo déjalo allí. Lo buscare después —Recogió mi maleta—. Dame esa caja también. No puedes cargarla —dijo recogiendo la caja de cosas que ni siquiera había desempacado. Levanté la última pequeña bolsa en mi brazo y me dirigí a la puerta sin otra palabra. Lo seguí rezando para que no hiciera algo estú*pido cuando viera a William.



Llegamos al mosquitero que da al pórtico y se detuvo. Poniendo la maleta en el piso, se dio la vuelta para mirarme.



—No tienes que ir con él. Te dije que puedo arreglar esto. Tú me tienes, M. Siempre me has tenido.


Cain lo decía en serio. Lo podía ver en su cara. Pero yo no. Si necesitaba un amigo, Cain estaría ahí, pero él no era salvador de nadie. Yo no necesitaba uno, de todas formas. Me tenía a mí misma. Levanté mi bolsa más arriba de mi hombro y pensé cuidadosamente como explicarle esto una vez más. Había tratado todo. No entendería la verdad. Sacara relucir como me falló cuando mi mamá estaba enferma y yo estaba tan sola solo le lastimaría.


—Necesito hacer esto.



Caín dejó escapar un gruñido de frustración y se pasó una mano por su cabello. —No confías en mí para cuidarte. Eso me duele —Dejó escapar una risa derrotada—. Pero entonces, ¿Por qué deberías? Te fallé antes. Con tu mam{… yo era un chiquillo, M. ¿Cuántas veces tengo que decirte que las cosas son diferentes ahora? Sé lo que quiero. Yo… Dios, M, yo te quiero. Siempre has sido tú.



Un nudo se formó en mi garganta. No porque lo amaba, si no porque me preocupaba por él. Cain fue una gran parte de mi vida. Estuvo conmigo desde que podía recordar. Cerré la distancia entre nosotros y alcancé su mano. —Por favor, entiende. Esto es algo que tengo que hacer. Tengo que afrontar esto. Déjame ir.



Cain dejó escapar un suspiro cansado. —Siempre estoy dejándote ir, M. me has pedido eso antes. Sigo intentándolo, pero eso poco a poco está destruyéndome.



Un día me agradecerá por dejarte.



—Lo siento, Cain. Pero necesito irme. Está esperándome.



Cain recogió la maleta y abrió el mosquitero con su hombro. William se apresuró a salir del Rover tan pronto como nos vio. —No le digas nada, Cain —susurré.



Cain asintió y lo seguí por las escaleras. William nos encontró en la parte inferior y me miró. —¿Son todas tus cosas? —preguntó.



—Si —respondí.


Cain no hizo movimiento de darle la maleta y la caja. Un musculo en la mandíbula de William saltó y supe que intentaba ser bueno.


—Dale la maleta, Caín —dije, dándole un codazo en la espalda.



Cain suspiró y le entregó la caja y la maleta a William, quien los tomó y se dirigió hacia el auto.



—Necesitas decirle—murmuró Cain cuando él se dio vuelta para mirarme.


—Lo haré, con el tiempo. Tengo que pensar en ello.



Caín miró más allá de mí hacia mi camión. —¿Dejas tu camión?



—Tenía la esperanza de que puedas sacarlo del taller y ponerle un cartel de venta. Tal vez consiga mil por él. Luego puedes quedarte con la mitad y enviarme la otra mitad.


Caín frunció el ceño. —Venderé la camioneta, M, pero no tomaré nada de dinero. Enviaré todo.


No discutí con él. Necesitaba ser capaz de hacer esto y continuar. —Está bien, está bien. Pero, ¿podrías darle a la abuela algo de ello, por lo menos? Por dejarme quedar aquí y todo eso.



Las cejas de Caín se dispararon. —¿Quieres que mi abuela monte su cu*lo a Rosemary para broncear su piel?



Sonriendo, cerré la distancia entre nosotros y aferrándome a sus hombros me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla. —Gracias por todo —le susurré.



—Puedes volver si me necesitas. Siempre —Su voz se quebró y supe que tenía que irme. Di un paso atrás y asentí con la cabeza antes de caminar hacia el Rover.


William tenía la puerta abierta del lado del pasajero cuando llegué allí y la cerró detrás de mí. Vi como miró a Caín antes de ir a su lado. Realmente lo estaba haciendo. Dejando de lado lo seguro y dando el primer paso para encontrar mi lugar en el mundo.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:41 pm

15

William

Parecía que ella estaba a punto de llorar y me daba miedo preguntarle si estaba bien. Mi miedo a que cambiara de idea y se quedara en Sumit me mantuvo callado hasta que estuvimos seguros fuera de los límites de la ciudad. Ver sus manos fuertemente enlazadas en su regazo me molestó. Deseaba que dijera algo.



—¿Estás bien? —le pregunté, incapaz de detenerme. Mi necesidad de protegerla me superó.



Asintió. —Sí. Es sólo un poco aterrador, supongo. Esta vez, sé que no voy a volver. También sé que no tengo a un padre esperando para ayudarme. Marcharse fue más difícil esta vez.



—Me tienes a mí —respondí.


Inclinó su cabeza a un lado y me miró. —Gracias, necesitaba escuchar eso ahora mismo.


Diablos, lo grabaría para que ella pudiera escucharlo una y otra vez si eso .ayudaba. —Nunca pienses que estás sola.



Me dio una débil sonrisa y volvió su atención de nuevo a la carretera. —Sabes que yo podría conducir si quieres dormir esta vez.



La idea de ser libre para mirarla todo lo que quisiera era tentadora. Pero esperaría que yo durmiera y no desperdiciaría nada del tiempo que tuviera a su lado durmiendo. —Estoy bien. Aunque gracias.



Pasé por un establecimiento para autos y conseguí algo para comer mientras yo conducía de vuelta. Ella había estado durmiendo y no quise molestarla, pero debía tener hambre.



—Tengo hambre. ¿Qué te apetece? —pregunté, volviendo a la interestatal que nos llevaría de vuelta a Florida.



—Um… yo… no sé. Sopa quiz{s.



¿Sopa? Esa era una petición extraña. Pero diablos, si quería sopa le conseguiría sopa.



—Sopa será. Mantendré mis ojos abiertos para encontrar un restaurante que crea que tiene sopa.



—Si estás hambriento, por favor, sólo para en donde quieras. Puedo encontrar algo para comer en cualquier lugar. —Sonó nerviosa de nuevo.



—Maite, te voy a conseguir sopa —repetí, observándola. Me aseguré de sonreír para que supiera que quería conseguirle su sopa.



—Gracias —dijo y se estudió las manos que estaban en su regazo otra vez.



No hablamos por un rato, pero se sentía bien el solo tenerla en el coche conmigo. No quería que sintiera que tenía que hablar.


Señalé el primer establecimiento con menú. —Parece que allí hay buenas opciones. Escoge un lugar —le dije.



Se encogió de hombros. —No importa. Si quieres seguir en carretera puedo comer algo en el coche.


Quería alargar este día tanto como pudiera. —Vamos a conseguirte sopa.


Una risita me sobresaltó y la miré para verla realmente sonriendo. Hacerla hacer eso más seguido era mi nueva meta.



***



Maite estaba dormida de nuevo cuando entramos en el garaje del apartamento de Bethy tarde esa noche. Cuidadosamente, mantuve nuestra conversación sencilla. Después de un rato, se instaló un cómodo silencio y luego se quedó dormida.



Aparqué el Rover y me recosté, mirándola. Le había lanzado miradas para verla durmiendo un millón de veces de camino a casa. Sólo por unos minutos quería la libertad de observarla dormir. Los círculos oscuros bajo sus ojos me preocupaban. ¿No dormía lo suficiente? Bethy podría saberlo. Podía hablar de eso con ella. Preguntarle a Maite algo como eso ahora mismo probablemente no sería muy inteligente.



Un suave golpe en la ventana llevó mi atención de Maite a Jace, quien estaba de pie fuera del coche con una mirada divertida en la cara. Abrí la puerta y salí antes que la despertara. Yo quería despertarla y no quería audiencia cuando lo hiciera.


—¿Planeas despertarla o estás considerando el secuestro? —preguntó Jace.



—Cállate, idio*ta.



Rió entre dientes. —Bethy está esperando a que lleguen y poder escuchar todo sobre el viaje. Te ayudaré con sus cosas si la despiertas y la llevas dentro.


—Está cansada. Bethy puede esperar hasta mañana. —No quería que despertara para estar con la entrometida de Bethy. Obviamente, ella necesitaba más horas de sueño y más comida. Apenas tocó su sopa antes. Intenté alimentarla de nuevo pero dijo que no tenía hambre. Eso tenía que cambiar. Era como esos jodidos sándwiches de mantequilla de maní otra vez.



—Entonces, dile eso a Bethy —respondió Jace mientras yo ponía la caja en sus manos y sacaba la maleta de la parte trasera.



—Yo llevo la maleta, tú lleva la caja dentro y la despertaré.


—¿Momento privado? —Jace sonrió y empujé la caja en sus manos un poco demasiado fuerte. Lo hice tropezar y cacarear de la risa.



Lo ignoré y caminé hacia el asiento del pasajero. Despertarla y permitirle que se fuera no era exactamente lo que quería hacer. Me inquietaba. ¿Qué pasaba si esto era todo? ¿Qué si Maite nunca me dejaba acercarme a ella así de nuevo? No. No podía dejar que eso pasara. Lo haría despacio, pero me aseguraría de que este no fuera nuestro final. Aunque con haberla tenido todo el día iba a ser realmente difícil volver a la normalidad.



Le quité el cinturón. Apenas se movió. Un mechón de pelo había caído en su cara, así que cedí a la tentación de tocarlo. Lo coloqué detrás de su oreja. Ella era tan jodidamente hermosa. Yo nunca podría superar lo nuestro. No era posible. Tenía que encontrar la manera de que volviera conmigo. Ayudarla a sanar.



Abrió los ojos y nuestras miradas se quedaron fijas.



—Estamos aquí —susurré, sin querer sobresaltarla.



Se sentó y me sonrió tímidamente. —Lo siento, me quedé dormida de nuevo.



—Necesitabas un descanso. No me importó. —Quería quedarme allí y mantenerla en mi coche, pero no podía hacer eso. Me aparté para que pudiera salir. Tenía justo en la punta de la lengua el preguntarle si podría verla mañana. Pero no lo hice. No estaba lista para eso. Tenía que darle espacio—. Te veré por ahí —dije, y su sonrisa vaciló.


—Bien, uh, sí, nos vemos. Y gracias de nuevo por ayudarme hoy. Te pagaré la gasolina.



Como el infierno. —No, no lo harás. No quiero tu dinero. Me hizo feliz ayudarte.


Empezó a decir algo pero cerró bruscamente la boca. Con un gesto tenso se dio la vuelta y fue hacia el apartamento.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:43 pm

16

Maite

El primer día de vuelta al trabajo Woods me asignó el comedor. En los turnos de desayunos y almuerzos. No era bueno. Me encontraba afuera de la cocina, preparándome mentalmente para no pensar en el olor. Me había despertado un poco mareada y me obligué a comer un par de galletas saladas y algo de té de jengibre, pero eso era todo lo que podía manejar.


En el momento en que entrara a la cocina, el olor me golpearía. El tocino… oh ,Dios, el tocino…



—¿Sabes, dulzura? Tienes que entrar para poder trabajar —dijo Jimmy detrás de mí. Me giré, sobresaltada por mi batalla interna, para verlo sonriéndome con una mueca divertida—. Los cocineros no son tan malos. Te acostumbrarás al griterío en un dos por tres. Además, la última vez los tenías enamorados a todos, babeando detrás de tus pies.



Forcé una sonrisa. —Tienes razón. Puedo hacer esto. Es solo que, no estoy preparada para que la gente me haga preguntas, supongo. —No era exactamente la verdad, pero tampoco era mentira.



Jimmy abrió la puerta y el olor me pegó de golpe. Huevos, tocino, salchichas, grasa. Oh, no. Mi cuerpo comenzó a sudar frío y mi estómago se revolvió. —Yo, uh, necesito usar el baño primero —expliqué y me dirigí hacia el baño de empleados tan rápido como pude sin salir corriendo. Eso solo se vería aún más sospechoso.



Cerré la puerta detrás de mí y puse el cerrojo para luego caer de rodillas sobre el frío azulejo. Agarré el inodoro mientras devolvía todo lo que había comido anoche y esta mañana.

Varias arcadas después, me levanté sintiéndome débil. Mojé una toalla de papel para limpiarme. Mi camisa blanca se encontraba toda pegada a mi cuerpo luego del ataque de sudor que se había apoderado de mí. Necesitaba cambiarme.



Me enjuague la boca con el enjuague bucal que estaba sobre el mesón y enderecé mi blusa lo mejor que pude. Quizá nadie lo notase. Podía hacer esto. Simplemente sostendría el aliento mientras estuviese en la cocina. Eso funcionará. Tomaré aire profundamente cada vez que tuviera que entrar. Tenía que resolver esto.



Cuando abrí la puerta, mi mirada se encontró con la de Woods. Se encontraba apoyado contra la pared frente al baño, con los brazos cruzados sobre su pecho, observándome. Iba tarde.


—Lo lamento. Sé que voy tarde. Sólo necesitaba un momento antes de comenzar. Prometo que no volverá a suceder. Me quedaré hasta tarde para compensarlo.



—A mi oficina. Ahora —interrumpió y se giró para dirigirse por el pasillo.


Mi corazón se aceleró, y lo seguí rápidamente. No quería que Woods estuviera enojado conmigo. Este trabajo había sido mi solución para los próximos meses. En verdad no quería irme ahora que me había convencido a mi misma de quedarme aquí y descifrar lo que iba a hacer. Aún no.



Woods me abrió la puerta y entré.



—En verdad lo siento mucho. Por favor, no me despidas todavía. Yo sólo…



—No voy a despedirte. —Woods me interrumpió.



Oh…



—¿Has ido a ver a un doctor? Asumo que es de William. ¿Lo sabe? Porque si es así y estás aquí trabajando para mí en esta condición, personalmente iré a romperle el jodido cuello.



Lo sabía. Oh no, oh no, oh no. Sacudí la cabeza frenéticamente. Tenía que detener esto. Woods no podía saberlo. Nadie más que Bethy debía saberlo. —No sé de qué estás hablando.



Woods alzó una ceja. —¿En serio? —La incredulidad en su voz era desconcertante. No iba a creerse la mentira. Pero yo tenía un bebé que proteger.


—No lo sabe. —La verdad salió de mi boca antes de poder detenerla—. Y aún no quiero que lo sepa. Necesito encontrar alguna manera de hacer esto por mi cuenta. Ambos sabemos que William no quiere esto. Su familia lo odiaría. No puedo permitir que mi bebé sea odiado por nadie. Por favor, compréndeme —supliqué.



Woods murmuró una maldición y pasó sus manos a través de su cabello. —Merece saberlo, Maite.



Sí, así era. Pero cuando este bebé fue concebido, no sabía cuán manchados estaban nuestros mundos. Lo imposible que sería para nosotros tener una relación. —Ellos me odian. Odian a mi mamá. No puedo. Sólo, por favor, dame tiempo para demostrar que puedo hacerlo sin ninguna ayuda. Eventualmente se lo contaré, pero necesito estar estable y preparada para irme luego de hacerlo. Esta vez, lo que yo o él queramos no es prioridad. Voy a hacer lo que es mejor para este bebé.


El ceño de Woods se pronunció. Nos quedamos en silencio por algunos minutos.


—No me parece, pero tampoco me corresponde decírselo. Ve a cambiarte y anda a ver a Darla. Hoy puedes hacer las rondas en el auto. Hazme saber cuando el olor de la cocina no sea tanto problema.


Quería lanzar mis brazos a su alrededor y abrazarlo. No me iba a obligar a contárselo a nadie y me daba la oportunidad de salir del turno en la cocina. Solía amar el tocino, pero ahora… Simplemente no podía lidiar con él. —Gracias. En la cena no es tan malo. Sólo es en las mañanas y a veces a los mediodías.



—Copiado. Sólo te pondré en el comedor para los turnos de las tardes. Esta semana sólo trabajaras en las rondas. Pero no pases demasiado calor. Mantén algo de hielo y eso para refrescarte. ¿Puedo decirle a Darla?



—No —respondí incluso antes de que pudiera terminar la pregunta—. No puede saberlo. Nadie puede enterarse. Por favor.



Woods suspiró y luego asintió. —De acuerdo. Mantendré tu secreto. Pero si necesitas cualquier cosa, es mejor que me lo digas… si no quieres que William se entere.


—Está bien. Gracias.



Woods me dio una sonrisa tensa. —Te veré más tarde, entonces.



Y me permitió irme.



***



El horario para el resto de la semana me tuvo trabajando en el carro de las bebidas. Dentro de más o menos una semana habría un torneo, y tendría que trabajar todo el día. No podía estar más feliz al respecto. El dinero sería genial. Y aunque el calor era intenso al estar en el campo de golf todo el día, era mucho mejor que estar en el aire acondicionado con olor a tocino o cualquier otra carne grasienta para luego salir corriendo a vomitar.



Progresivamente, el club había adoptado más demanda desde que me fui. Según Darla, los miembros que sólo venían durante las vacaciones de verano, ahora todos eran residentes. Bethy y yo teníamos que conducir dos autos para poder mantener a todos hidratados. Woods casi nunca estaba en el campo, así que no tenía que inquietarme por su mirada preocupada. Estaba ocupado trabajando. Jace le había dicho a Bethy que Woods intentaba demostrarle a su papá que estaba listo para un ascenso.


Luego de abastecer el carro por tercera vez hoy, me dirigí de nuevo al primer hoyo para mi siguiente ronda. Reconocí de inmediato la parte trasera de la cabeza de Grant. Se encontraba jugando con… Nan. Sabía que este día llegaría, pero no me encontraba preparada para ello. Bien podría saltarme este hoyo, y hacer que Bethy los atendiera en su próxima ronda, pero eso sólo retrasaría lo inevitable.



Estacioné el carro y Grant se giró en mi dirección. Lucía como si estuviese en medio de una muy seria conversación con Nan. El ceño frustrado sobre su frente no era para nada reconfortante. Sonrió, pero pude notar que era forzado.



—Estamos bien, Maite. Puedes ir directo al siguiente hoyo —dijo Grant. La cabeza de Nan saltó de pronto al oír mi nombre, y la mueca de odio en su rostro me hizo poner el auto en reversa. Tal vez mis primeros instintos habían estado en lo correcto. No debí haberme detenido.



—Espera. Quiero algo. —Al escuchar la voz de William, mi corazón dio un pequeño saltito que sólo él era capaz de provocar. Giré mi rostro hacia el sonido de su voz para verlo trotar hacia mí con un par de pantaloncillos azul claro y un polo blanco. Nunca dejaba de sorprenderme que siempre luciera tan ridículamente bien en un conjunto tan estirado. Los chicos en Alabama jamás se vestirían de esta manera, sin importar la ocasión. Jugaban golf en sus vaqueros, gorras de béisbol y cualquier camisa con suerte o de franela que hayan sacado de la secadora ese día. Pero William los lucía como algo tan sexy que te aguaba la boca.



—Necesito una bebida —dijo con una sonrisa al llegar a mi auto. Se detuvo justo frente a mí. No lo había visto en un par de días. No desde nuestro viaje.



—¿Lo usual? —pregunté al salir del carro, sólo para estar aún más cerca de él. No se apartó, y nuestros pechos casi se tocaban. Subí la mirada hacia él.Varias arcadas después, me levanté sintiéndome débil. Mojé una toalla de papel para limpiarme. Mi camisa blanca se encontraba toda pegada a mi cuerpo luego del ataque de sudor que se había apoderado de mí. Necesitaba cambiarme.



Me enjuague la boca con el enjuague bucal que estaba sobre el mesón y enderecé mi blusa lo mejor que pude. Quizá nadie lo notase. Podía hacer esto. Simplemente sostendría el aliento mientras estuviese en la cocina. Eso funcionará. Tomaré aire profundamente cada vez que tuviera que entrar. Tenía que resolver esto.



Cuando abrí la puerta, mi mirada se encontró con la de Woods. Se encontraba apoyado contra la pared frente al baño, con los brazos cruzados sobre su pecho, observándome. Iba tarde.


—Lo lamento. Sé que voy tarde. Sólo necesitaba un momento antes de comenzar. Prometo que no volverá a suceder. Me quedaré hasta tarde para compensarlo.



—A mi oficina. Ahora —interrumpió y se giró para dirigirse por el pasillo.


Mi corazón se aceleró, y lo seguí rápidamente. No quería que Woods estuviera enojado conmigo. Este trabajo había sido mi solución para los próximos meses. En verdad no quería irme ahora que me había convencido a mi misma de quedarme aquí y descifrar lo que iba a hacer. Aún no.



Woods me abrió la puerta y entré.



—En verdad lo siento mucho. Por favor, no me despidas todavía. Yo sólo…



—No voy a despedirte. —Woods me interrumpió.



Oh…



—¿Has ido a ver a un doctor? Asumo que es de William. ¿Lo sabe? Porque si es así y estás aquí trabajando para mí en esta condición, personalmente iré a romperle el jodido cuello.



Lo sabía. Oh no, oh no, oh no. Sacudí la cabeza frenéticamente. Tenía que detener esto. Woods no podía saberlo. Nadie más que Bethy debía saberlo. —No sé de qué estás hablando.



Woods alzó una ceja. —¿En serio? —La incredulidad en su voz era desconcertante. No iba a creerse la mentira. Pero yo tenía un bebé que proteger.


—No lo sabe. —La verdad salió de mi boca antes de poder detenerla—. Y aún no quiero que lo sepa. Necesito encontrar alguna manera de hacer esto por mi cuenta. Ambos sabemos que William no quiere esto. Su familia lo odiaría. No puedo permitir que mi bebé sea odiado por nadie. Por favor, compréndeme —supliqué.



Woods murmuró una maldición y pasó sus manos a través de su cabello. —Merece saberlo, Maite.



Sí, así era. Pero cuando este bebé fue concebido, no sabía cuán manchados estaban nuestros mundos. Lo imposible que sería para nosotros tener una relación. —Ellos me odian. Odian a mi mamá. No puedo. Sólo, por favor, dame tiempo para demostrar que puedo hacerlo sin ninguna ayuda. Eventualmente se lo contaré, pero necesito estar estable y preparada para irme luego de hacerlo. Esta vez, lo que yo o él queramos no es prioridad. Voy a hacer lo que es mejor para este bebé.


El ceño de Woods se pronunció. Nos quedamos en silencio por algunos minutos.


—No me parece, pero tampoco me corresponde decírselo. Ve a cambiarte y anda a ver a Darla. Hoy puedes hacer las rondas en el auto. Hazme saber cuando el olor de la cocina no sea tanto problema.


Quería lanzar mis brazos a su alrededor y abrazarlo. No me iba a obligar a contárselo a nadie y me daba la oportunidad de salir del turno en la cocina. Solía amar el tocino, pero ahora… Simplemente no podía lidiar con él. —Gracias. En la cena no es tan malo. Sólo es en las mañanas y a veces a los mediodías.



—Copiado. Sólo te pondré en el comedor para los turnos de las tardes. Esta semana sólo trabajaras en las rondas. Pero no pases demasiado calor. Mantén algo de hielo y eso para refrescarte. ¿Puedo decirle a Darla?



—No —respondí incluso antes de que pudiera terminar la pregunta—. No puede saberlo. Nadie puede enterarse. Por favor.



Woods suspiró y luego asintió. —De acuerdo. Mantendré tu secreto. Pero si necesitas cualquier cosa, es mejor que me lo digas… si no quieres que William se entere.


—Está bien. Gracias.



Woods me dio una sonrisa tensa. —Te veré más tarde, entonces.



Y me permitió irme.



***



El horario para el resto de la semana me tuvo trabajando en el carro de las bebidas. Dentro de más o menos una semana habría un torneo, y tendría que trabajar todo el día. No podía estar más feliz al respecto. El dinero sería genial. Y aunque el calor era intenso al estar en el campo de golf todo el día, era mucho mejor que estar en el aire acondicionado con olor a tocino o cualquier otra carne grasienta para luego salir corriendo a vomitar.



Progresivamente, el club había adoptado más demanda desde que me fui. Según Darla, los miembros que sólo venían durante las vacaciones de verano, ahora todos eran residentes. Bethy y yo teníamos que conducir dos autos para poder mantener a todos hidratados. Woods casi nunca estaba en el campo, así que no tenía que inquietarme por su mirada preocupada. Estaba ocupado trabajando. Jace le había dicho a Bethy que Woods intentaba demostrarle a su papá que estaba listo para un ascenso.


Luego de abastecer el carro por tercera vez hoy, me dirigí de nuevo al primer hoyo para mi siguiente ronda. Reconocí de inmediato la parte trasera de la cabeza de Grant. Se encontraba jugando con… Nan. Sabía que este día llegaría, pero no me encontraba preparada para ello. Bien podría saltarme este hoyo, y hacer que Bethy los atendiera en su próxima ronda, pero eso sólo retrasaría lo inevitable.



Estacioné el carro y Grant se giró en mi dirección. Lucía como si estuviese en medio de una muy seria conversación con Nan. El ceño frustrado sobre su frente no era para nada reconfortante. Sonrió, pero pude notar que era forzado.



—Estamos bien, Maite. Puedes ir directo al siguiente hoyo —dijo Grant. La cabeza de Nan saltó de pronto al oír mi nombre, y la mueca de odio en su rostro me hizo poner el auto en reversa. Tal vez mis primeros instintos habían estado en lo correcto. No debí haberme detenido.



—Espera. Quiero algo. —Al escuchar la voz de William, mi corazón dio un pequeño saltito que sólo él era capaz de provocar. Giré mi rostro hacia el sonido de su voz para verlo trotar hacia mí con un par de pantaloncillos azul claro y un polo blanco. Nunca dejaba de sorprenderme que siempre luciera tan ridículamente bien en un conjunto tan estirado. Los chicos en Alabama jamás se vestirían de esta manera, sin importar la ocasión. Jugaban golf en sus vaqueros, gorras de béisbol y cualquier camisa con suerte o de franela que hayan sacado de la secadora ese día. Pero William los lucía como algo tan sexy que te aguaba la boca.



—Necesito una bebida —dijo con una sonrisa al llegar a mi auto. Se detuvo justo frente a mí. No lo había visto en un par de días. No desde nuestro viaje.



—¿Lo usual? —pregunté al salir del carro, sólo para estar aún más cerca de él. No se apartó, y nuestros pechos casi se tocaban. Subí la mirada hacia él.

—Sí. Eso sería genial —respondió, pero no se movió. También mantuvo su mirada pegada a la mía. Uno de nosotros tendrá que moverse y acabar con este concurso de miradas. Sabía que debía ser yo. No podía permitir que creyera que las cosas habían cambiado.



Pasé a su lado y caminé hasta la parte trasera del carro para buscarle una Corona. Me incliné para sacar una del hielo y lo sentí moverse detrás de mí. Demonios. No me lo estaba poniendo sencillo.



Enderezándome, no miré hacia atrás ni me giré. Estaba demasiado cerca. —¿Qué estás haciendo? —pregunté en voz baja. No quería que ni Grant ni Nan nos escucharan.



—Te extraño. —Fue su respuesta.



Cerrando con fuerza los ojos, tomé aire profundamente e intenté calmar el frenesí al que estaba enviando a mi corazón. También lo extrañaba. Pero eso no hacía que la verdad cambiara.



Decirle que lo extrañaba no era astuto. No necesitaba que comenzara a creer que las cosas podían volver a ser como antes.



—Toma tu bebida y vámonos —soltó Nan detrás de él. Fue suficiente para hacer que me moviera. No me encontraba de humor para aguantarme los ataques verbales de Nan. Hoy no.



—Apártate, Nan —gruñó William, y le tendí la Corona para luego caminar rápidamente hasta el lado del conductor—. Maite, espera —dijo William, siguiéndome una vez más.


—No hagas esto —supliqué—. No puedo lidiar con ella.



Contrajo su rostro en una mueca y luego asintió antes de apartarse. Aparté mi mirada de él y puse el auto en reversa. Sin mirar atrás, me dirigí al siguiente hoyo.
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Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18) Empty Re: Webnovela LevyRroni Never Too Far(+18)

Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:45 pm

17

William

¿No recuerdas lo que te pedí el otro día, Nan? —gruñí una vez que Maite y su carro se perdieron de vista.



—Te veías tan patético. Intenté ayudarte a no parecer un perdedor enamorado.


Me di la vuelta y me dirigí hacia ella. Ella me estaba presionando. Nunca sentí el consumidor enojo que la mayoría de los hermanos tienen de dañar físicamente a sus hermanas cuando éramos niños. Pero en este momento lo estaba experimentando.



Grant se puso delante de mí, poniendo una barrera entre nosotros.



—Guau. Necesitas retroceder y calmarte.



Cambié mi mirada de Nan a Grant. ¿Qué demonios estaba haciendo? Odiaba Nan. —Muévete. Esto es entre mi hermana y yo —le recordé. Nunca la había reclamado antes. Incluso cuando su padre se había casado con mi madre, se aseguró de que todos supiéramos que él odiaba Nan. Jamás hubo una conexión remota de hermanos entre los dos.



—Y tendrás que pasar sobre mí para llegar a tu hermana —respondió Grant dando un paso hacia mí—. Porque ahora mismo no estás pensando en los sentimientos de nadie sino en los de Maite. ¿Recuerdas cómo afecta la presencia de Maite a Nan? Ya lo sabes.



Qué mier*da! ¿Estaba alucinando? ¿Desde cuándo Grant comenzó a defender Nan? —Sé exactamente cómo afecta Maite a Nan. Pero esto no es culpa de Maite. Nan ha odiado a la persona equivocada durante tanto jodido tiempo que no lo puede superar. ¿Qué demonios está mal contigo, de todos modos? ¡Ya lo sabías! Tú fuiste quien defendió a Maite cuando apareció por primera vez aquí.



Nunca creyeron que esto era culpa de ella. Sabías de su inocencia desde el principio.



Grant se movió incómodo y luego volvió a mirar a Nan, cuyos ojos se habían abierto tan redondos como platos. —Te has concentrado en ella siempre. Toda su vida la has protegido. Ella confió en ti. Entonces, tú vas y la olvidas y centras toda tu atención en Maite y esperas que Nan esté bien. Puede que ella sea un adulto, pero ha sido tan dependiente en ti toda su vida que no sabe vivir de otra manera. Si no estuvieras tan concentrado en conseguir que Maite vuelva verías esto.


Empujé Grant fuera de mi camino y me encontré con la mi hermana. No necesitaba este sermón de él, incluso si había algo de verdad en ello. En el fondo, me complacía que estos dos finalmente hubieran encontrado un terreno común. Quizás Grant se preocupaba por ella después de todo. Habíamos vivido en la misma casa desde hace años. Habíamos sido descuidados juntos.


—Te amo, Nan. Tú lo sabes. Pero no puedes pedirme que elija. No es justo.



Nan puso ambas manos en las caderas. Era su posición desafiante. —No se puede amar a dos. Nunca voy a aceptarla. ¡Ella me señaló con una pistola, William! Tú la viste. Está loca. Iba a matarme. ¿Cómo puedes amarla y amarme a mí? Eso no tiene sentido.



—Nunca te habría disparado. También le apuntó a Grant. Se puso encima de él. Y sí que yo puedo amar a las dos. Te quiero de otra manera.



Nan desvió la mirada hacia Grant y le dio una sonrisa triste. Eso era aún más extraño. —Él no me escucha, Grant. Me doy por vencida. Él escogió su amor por ella sobre mí y mis sentimientos.


—Nan, sólo escúchalo. Vamos. Tiene razón —Le dijo Grant en un tono suave que nunca le había oído usar con ella. Me sentía en la zona desconocida.



Nan pisoteó su pie. —No. La odio. No puedo soportar mirarla. Le está haciendo daño ahora y la odio más por eso —gritó Nan. Miré a mí alrededor para ver si alguien la había oído y vi a Woods caminando hacia nosotros. Mier*da.



Grant dio media vuelta y siguió mi mirada. —Ah, diablos —murmuró.



Woods se detuvo frente a nosotros y miró a Nan, Grant y luego a mí. —Ya oí lo suficiente para saber lo que trata esta conversación —dijo, manteniendo su enfoque bloqueado en mí—. Déjame hacer esto más claro para mí. Todos hemos sido amigos la mayoría de nuestras vidas. Conozco la dinámica de su familia—Desvió la mirada hacia Nan con un gruñido de disgusto y luego de vuelta a mí—. Si alguien tiene un problema con Maite, entonces también lo tienen conmigo. Ella trabaja aquí. Puede que a ninguno de los tres les gusta, pero a mí personalmente me importa un cara*jo. Así que superarlo. Ella no necesita está mier*da. Tranquilícense. ¿Estamos entendidos?



Lo estudié. ¿Qué quiso decir y por qué estaba actuando como protector de Maite? No me gustó. Mi sangre comenzó a hervir y empuñe mis manos a mis costados. ¿Él pensaba que podía hacer su movimiento ahora? ¿Aprovecharse ahora que ella era débil y ser el héroe? Diablos, no. Eso no sucederá. Maite era mía.



Woods no esperó una respuesta. Se alejó en su lugar.



Grant se acercó a ella y la puso detrás de él otra vez. —Ya es suficiente, Nan —susurró y luego me miró—Sí. Eso sería genial —respondió, pero no se movió. También mantuvo su mirada pegada a la mía. Uno de nosotros tendrá que moverse y acabar con este concurso de miradas. Sabía que debía ser yo. No podía permitir que creyera que las cosas habían cambiado.



Pasé a su lado y caminé hasta la parte trasera del carro para buscarle una Corona. Me incliné para sacar una del hielo y lo sentí moverse detrás de mí. Demonios. No me lo estaba poniendo sencillo.



Enderezándome, no miré hacia atrás ni me giré. Estaba demasiado cerca. —¿Qué estás haciendo? —pregunté en voz baja. No quería que ni Grant ni Nan nos escucharan.



—Te extraño. —Fue su respuesta.



Cerrando con fuerza los ojos, tomé aire profundamente e intenté calmar el frenesí al que estaba enviando a mi corazón. También lo extrañaba. Pero eso no hacía que la verdad cambiara.



Decirle que lo extrañaba no era astuto. No necesitaba que comenzara a creer que las cosas podían volver a ser como antes.



—Toma tu bebida y vámonos —soltó Nan detrás de él. Fue suficiente para hacer que me moviera. No me encontraba de humor para aguantarme los ataques verbales de Nan. Hoy no.



—Apártate, Nan —gruñó William, y le tendí la Corona para luego caminar rápidamente hasta el lado del conductor—. Maite, espera —dijo William, siguiéndome una vez más.


—No hagas esto —supliqué—. No puedo lidiar con ella.



Contrajo su rostro en una mueca y luego asintió antes de apartarse. Aparté mi mirada de él y puse el auto en reversa. Sin mirar atrás, me dirigí al siguiente hoyo.



17


William



¿No recuerdas lo que te pedí el otro día, Nan? —gruñí una vez que Maite y su carro se perdieron de vista.



—Te veías tan patético. Intenté ayudarte a no parecer un perdedor enamorado.


Me di la vuelta y me dirigí hacia ella. Ella me estaba presionando. Nunca sentí el consumidor enojo que la mayoría de los hermanos tienen de dañar físicamente a sus hermanas cuando éramos niños. Pero en este momento lo estaba experimentando.



Grant se puso delante de mí, poniendo una barrera entre nosotros.



—Guau. Necesitas retroceder y calmarte.



Cambié mi mirada de Nan a Grant. ¿Qué demonios estaba haciendo? Odiaba Nan. —Muévete. Esto es entre mi hermana y yo —le recordé. Nunca la había reclamado antes. Incluso cuando su padre se había casado con mi madre, se aseguró de que todos supiéramos que él odiaba Nan. Jamás hubo una conexión remota de hermanos entre los dos.



—Y tendrás que pasar sobre mí para llegar a tu hermana —respondió Grant dando un paso hacia mí—. Porque ahora mismo no estás pensando en los sentimientos de nadie sino en los de Maite. ¿Recuerdas cómo afecta la presencia de Maite a Nan? Ya lo sabes.



Qué mier*da! ¿Estaba alucinando? ¿Desde cuándo Grant comenzó a defender Nan? —Sé exactamente cómo afecta Maite a Nan. Pero esto no es culpa de Maite. Nan ha odiado a la persona equivocada durante tanto jodido tiempo que no lo puede superar. ¿Qué demonios está mal contigo, de todos modos? ¡Ya lo sabías! Tú fuiste quien defendió a Maite cuando apareció por primera vez aquí.



Nunca creyeron que esto era culpa de ella. Sabías de su inocencia desde el principio.



Grant se movió incómodo y luego volvió a mirar a Nan, cuyos ojos se habían abierto tan redondos como platos. —Te has concentrado en ella siempre. Toda su vida la has protegido. Ella confió en ti. Entonces, tú vas y la olvidas y centras toda tu atención en Maite y esperas que Nan esté bien. Puede que ella sea un adulto, pero ha sido tan dependiente en ti toda su vida que no sabe vivir de otra manera. Si no estuvieras tan concentrado en conseguir que Maite vuelva verías esto.


Empujé Grant fuera de mi camino y me encontré con la mi hermana. No necesitaba este sermón de él, incluso si había algo de verdad en ello. En el fondo, me complacía que estos dos finalmente hubieran encontrado un terreno común. Quizás Grant se preocupaba por ella después de todo. Habíamos vivido en la misma casa desde hace años. Habíamos sido descuidados juntos.


—Te amo, Nan. Tú lo sabes. Pero no puedes pedirme que elija. No es justo.



Nan puso ambas manos en las caderas. Era su posición desafiante. —No se puede amar a dos. Nunca voy a aceptarla. ¡Ella me señaló con una pistola, William! Tú la viste. Está loca. Iba a matarme. ¿Cómo puedes amarla y amarme a mí? Eso no tiene sentido.



—Nunca te habría disparado. También le apuntó a Grant. Se puso encima de él. Y sí que yo puedo amar a las dos. Te quiero de otra manera.



Nan desvió la mirada hacia Grant y le dio una sonrisa triste. Eso era aún más extraño. —Él no me escucha, Grant. Me doy por vencida. Él escogió su amor por ella sobre mí y mis sentimientos.


—Nan, sólo escúchalo. Vamos. Tiene razón —Le dijo Grant en un tono suave que nunca le había oído usar con ella. Me sentía en la zona desconocida.



Nan pisoteó su pie. —No. La odio. No puedo soportar mirarla. Le está haciendo daño ahora y la odio más por eso —gritó Nan. Miré a mí alrededor para ver si alguien la había oído y vi a Woods caminando hacia nosotros. Mier*da.



Grant dio media vuelta y siguió mi mirada. —Ah, diablos —murmuró.



Woods se detuvo frente a nosotros y miró a Nan, Grant y luego a mí. —Ya oí lo suficiente para saber lo que trata esta conversación —dijo, manteniendo su enfoque bloqueado en mí—. Déjame hacer esto más claro para mí. Todos hemos sido amigos la mayoría de nuestras vidas. Conozco la dinámica de su familia—Desvió la mirada hacia Nan con un gruñido de disgusto y luego de vuelta a mí—. Si alguien tiene un problema con Maite, entonces también lo tienen conmigo. Ella trabaja aquí. Puede que a ninguno de los tres les gusta, pero a mí personalmente me importa un cara*jo. Así que superarlo. Ella no necesita está mier*da. Tranquilícense. ¿Estamos entendidos?



Lo estudié. ¿Qué quiso decir y por qué estaba actuando como protector de Maite? No me gustó. Mi sangre comenzó a hervir y empuñe mis manos a mis costados. ¿Él pensaba que podía hacer su movimiento ahora? ¿Aprovecharse ahora que ella era débil y ser el héroe? Diablos, no. Eso no sucederá. Maite era mía.



Woods no esperó una respuesta. Se alejó en su lugar.



Grant se acercó a ella y la puso detrás de él otra vez. —Ya es suficiente, Nan —susurró y luego me miró.

Terminé con esto. No podía hacer frente a los dos en estos momentos. Lancé mi cerveza y fui tras de Woods.



O bien me oyó o sintió la ira saliendo en ondas de mí, porque se detuvo justo antes de llegar a la casa club y se dio vuelta para mirarme. Una de sus cejas se alzó como si la situación le fuera divertida. Eso me molestó más.



—Los dos queremos lo mismo. ¿Por qué no tomas unas cuantas respiraciones profundas y te calmas? —dijo Woods cuando cruzó los brazos sobre el pecho.


—Aléjate de ella. ¿Me oyes? Retrocede. Maite me ama, ella está confundida y herida. Ella también es muy vulnerable. Con la ayuda de Dios, incluso si tú piensas aprovecharte de su actual estado, voy a acabar contigo.



Woods, inclinó la cabeza hacia un lado y frunció el ceño. No parecía afectado de mi advertencia. Tal vez debería ser más claro. —Sé que la amas. Yo nunca te he visto actuar de esta forma en tu vida. Lo entiendo. Pero Nan la odia. Si te gusta Maite, entonces protégela del veneno que gotea en los colmillos de tu hermana. O yo lo haré.



Sentí si me hubiera abofeteado en la cara. Antes de que pudiera responder, él abrió la puerta y entró. Me quedé mirando la puerta cerrada durante varios minutos antes de continuar. Iba a perder a una de ellos. Amaba a mi hermana, pero con el tiempo ella me perdonaría. Yo podría perder a Maite para siempre. No iba a permitir que eso ocurra.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:47 pm

18

Maite

Bethy se acercó y me apretó la mano. Estaba de pie a mi lado mientras me sentaba sobre la mesa del doctor, esperando. Había orinado en una taza y ahora esperamos a conocer los resultados oficiales. Mi corazón latía. Había una pequeña posibilidad de que no pudiera estar embarazada. Lo había googleado anoche. Las pruebas de embarazo caseras podrían haber estado equivocadas y podría haberme estado enfermando porque mi cabeza pensaba que estaba embarazada.



La puerta se abrió y una enfermera caminó dentro, sonriendo mientras miraba de Bethy a mí.



—Felicitaciones. Es positivo. Estás embarazada.



Bethy apretó mi mano con más fuerza. Ya lo sabía, pero en el fondo, el sólo oír a la enfermera decirlo lo hacía más real. No iba a llorar. Mi bebé no tenía por qué saber que lloré cuando me enteré de que estaba embarazada. Quiero que él o ella se sintiera amado siempre. Esto no era algo malo. Nunca podría ser una mala cosa. Yo necesitaba familia. Pronto tendría una nueva. Alguien que me amara incondicionalmente.



—El médico vendrá a comprobar tu estado dentro de unos minutos. Tenemos que hacer un análisis de sangre también. ¿Ha experimentado algún calambre o sangrado?



—No. Sólo nauseas. Los olores me hacen vomitar —le expliqué.



La enfermera asintió y escribió eso en su portapapeles



—Tal vez no lo desees, pero eso es una buena señal. Estar enferma es bueno.


Bethy resopló.



—No la has visto vaciar todo. No hay nada bueno en ello.



La enfermera sonrió.



—Sí, recuerdo aquellos días. No es divertido —Cambió su mirada hacia mí—. ¿El padre estará involucrado?



¿Lo estaría? ¿Podría decirle? Negué con la cabeza.



—No, no creo que lo estará.



Me dio una sonrisa triste mientras asentía con la cabeza e hizo otra nota en su portapapeles, me dijo que veía esto muy a menudo.



—¿Utilizabas alguna forma de control de la natalidad al concebir? ¿La píldora tal vez? —preguntó la enfermera.


No miré a Bethy. Quizá no la quiero aquí después de todo. Negué con la cabeza.



La enfermera alzó las cejas.



—¿Nada? —preguntó ella.



—No, nada. Me refiero a que utilizamos condón un par ocasiones, pero hubo un par de veces que no lo hicimos. Lo sacó fuera una vez... pero una vez no lo hizo.



Bethy se tensó a mi lado. Sabía lo que estaba pensando. ¿Cómo pude haber sido tan estú*pida?



La enfermera asintió.


—Está bien. El médico vendrá en breve —dijo ella y salió de la habitación.



Bethy tiró de mi brazo haciendo que la mirase.



—¿Él no usó un condón? ¿Está loco? ¡Maldita sea! Tendría que haber pensado en preguntarte si estabas embarazada. Qué Oops!. Aquí estoy yo, sintiendo pena porque no sabe que va a ser papá, y él no usó un maldito condón. Tendría que haber estado en contacto contigo dentro de cuatro semanas para asegurarse de que no estuvieras embarazada. Qué idio*ta.



Bethy se paseaba delante de mí ahora. Sólo la miré. ¿Qué digo de esto? Yo estaba igual de equivocada en esta situación. Fui la primera en desnudarse, subirse encima de él y follarlo hasta el cansancio. Era un hombre y la última cosa en su mente había sido detenerse para ponerse un condón. No le había dado mucho tiempo para pensar. Pero compartir los detalles con Bethy de mí vida sexual con William no iba a suceder. Así que mantuve la boca cerrada.



—Se merece esto. Él debería preguntarte si hubo consecuencias. No le digas al idio*ta. Si cree que puede usar esa cosa y no poner una protección sobre él,entonces que viva en la ignorancia. Yo estaré aquí para ti. Tú y yo. Podemos con ello. —Bethy parecía dispuesta a conquistar el mundo en este momento. Eso me hizo sonreír. No estaría en Rosemary cuando el bebé naciera. Ojalá pudiera estarlo. Quería que mi bebé tuviera a alguien que lo ame. Bethy sería una excelente tía. La idea me entristeció. Mi sonrisa desapareció.



—Lo siento. No era mi intención molestarte —dijo Bethy, dejando caer las manos de su cintura con una mirada de preocupación en su rostro.



—No. No lo hiciste. Sólo deseo... Sólo deseo que no tuviera que irme. Quiero que mi bebé te conozca.



Bethy se acercó y envolvió sus brazos alrededor de mis hombros apretando.

—Tú me dirás dónde vives y voy a visitarlos todo el tiempo. O bien, podrías quedarte a vivir conmigo. Cuando el bebé nazca, William está destinado a desaparecer. No se queda en Rosemary pasado el verano. Tendremomos el tiempo necesarios para que ustedes se acomoden en la vida antes de que él vuelva. Sólo piensa en ello. No te preocupes por nada en estos momentos.



¿William se marcharía? ¿Se daría por vencido conmigo y dejaría Rosemary? ¿O se quedaría? Mi corazón dolía de pensar en él alejándose de mí. Por mucho que supiera que no iba a funcionar, quería que él luchara por mí. Quería que encontrara una manera de que pudiéramos estar juntos, aunque yo sabía que era imposible.



***



Dos horas más tarde, estábamos de regreso en el apartamento de Bethy y tenía vitaminas prenatales y varios folletos sobre tener un embarazo saludable. Los escondí en mi maleta. Necesitaba un baño caliente y una siesta.


Bethy golpeó una vez en la puerta del baño y entró. Estaba sosteniendo su teléfono en una mano y sonriendo como una idio*ta.



—No vas a creer esto —Hizo una pausa y sacudió la cabeza como si estuviera todavía incrédul—. Woods acaba de llamar. Dijo que el condominio es nuestro por el mismo precio que estoy pagando ahora en este apartamento. Dijo que es una gratificación de trabajo, ya que tener dos de sus empleadas sobre el terreno del club será de utilidad. También que ambas estaríamos sin trabajo si tratamos de rechazar su oferta.



Me hundí en el asiento cerrado del inodoro y miré fijamente hacia ella. Él hacía esto porque estaba embarazada. Era su manera de ayudarme. Quería gritarle y abrazarlo del cuello todo al mismo tiempo. Las lágrimas picaron mis ojos.



—¿Todavía está en el teléfono? —pregunté cuando me di cuenta de que Bethy seguía sosteniéndolo cerca de su oído.


—No, es Jace. Dijo que esto tiene que ver contigo. Tú no estás como... saliendo con él o algo, ¿cierto? —preguntó lentamente. Eso debió haber sido la pregunta de Jace. Ella lo estaba repitiendo, como si no lo creyera incluso mientras lo decía.


—¿Puedes silenciar el teléfono? —pregunté en voz baja.



Sus ojos se agrandaron y asintió. Una vez que lo silenció, me miró como si no me reconociera. ¿Qué pensaba? ¿Que estaba engañando a Woods mientras estaba embarazada con el bebé de William? No puede ser.



—Bethy, él sabe. Woods lo sabe.



La comprensión cayó sobre ella y su boca se abrió.


—¿Cómo? —Preguntó.


—Me puso en el turno de la mañana en el comedor. La cocina... olía a tocino.


Bethy hizo un gran "O" con la boca y asintió. Lo entendía. Levantó la mano y activo su teléfono.



—No ocurre nada con Woods y Maite. Es su amigo y quiere ayudarla. Eso es todo.



Bethy rodó sus ojos por algo que dijo Jace, lo llamó loco y colgó.


—Está bien, así que él sabe que estás embarazada de William ¿y aún así nos está dando un condominio baratísimo? Esto es lo mejor del mundo. Espera a ver este lugar. ¡Si nos permite quedarnos después de que el bebé nazca, tu habitación es lo suficientemente grande para una cuna! Es perfecto.



No podía pensar tan lejos. Ahora sólo falta ir a buscar a Woods y hablar con él. Si realmente me marchaba en cuatro meses, no quería que este acuerdo desapareciera para Bethy. Tenía que asegurar eso antes de que ella se emocionara demasiado.
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Nov 20, 2015 12:48 pm

19

William

Jace llamó para decirme que las chicas se estaban mudando al departamento en la propiedad del club hoy. No la había visto desde el incidente en el campo de golf. No por falta de intentos. Intenté ponerme en su trayectoria en el club varias veces y nunca funcionó. Incluso pasé ayer y ya se había ido. Darla había dicho que ella y Bethy estaban fuera del trabajo, así que asumí que se habían ido a hacer algo juntas.



Me detuve en el departamento de Bethy y al instante noté el coche de Woods. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí? Abrí la puerta de golpe y me dirigí hacia la entrada cuando oí la voz de Maite. Dándome la vuelta, caminé hacia el auto de Woods, hasta que lo vi apoyado en la pared del estacionamiento a su lado y escuchaba a Maite con una sonrisa en su cara. Una que estaba a punto de borrarle.


—Si estas seguro, entonces gracias —dijo Maite en voz baja, como si no quisiera que nadie más la escuchara.



—De acuerdo —respondió Woods mientras sus ojos se alzaban para encontrarse con los míos. La sonrisa en su rostro desapareció.



Maite volvió la cabeza para mirar sobre su hombro. La sorpresa en su cara mientras sus ojos encontraban a los míos dolió. Tal vez no debería estará aquí ahora. No quería perder la cordura y asustarla con mis celos, pero estaba bastante cerca de entrar en una rabia ciega. ¿Por qué estaban hablando solos? ¿Sobre que estaba él de acuerdo?



—¿William? —dijo Maite, alejándose de Woods y acercándose a mi—. ¿Qué estas haciendo aquí?



Woods se echo a reír y sacudió la cabeza, luego abrió la puerta del auto. —Estoy seguro de que vino a ayudar. Me iré antes de que me pulverice con esa fea mirada.



Se iría. Bien.



—¿Viniste a ayudarnos con la mudanza? —preguntó, mirándome con atención.



—Si, a eso vine —le contesté. La tensión me abandonó mientras el BMW de Woods volvía a la vida y se iba.



—¿Cómo te enteraste que nos estábamos mudando?



—Jace me llamó —le respondí.



Movió los pies con nerviosismo. Odiaba ponerla nerviosa.



—Quería ayudar, Maite. Lamento lo de Nan el otro día. He hablado con ella. No sera...



—No te preocupes por eso. No te tienes que disculpar por ella. No estoy en contra tuyo. Lo entiendo.



No, no lo hacía. Podía verlo en sus ojos que no lo entendía. Me incliné y tomé su mano. Sólo necesitaba tocarla de alguna manera. Tembló mientras mis dedos rozaron su palma. Sus dientes mordieron su labio inferior de la misma manera en la que yo quería morderlo.



—Maite —dije y me detuve porque no estaba seguro de que más decir. La verdad era demasiado ahora mismo.



Levantó los ojos de nuestras manos y pude ver el deseo en ellos. ¿En serio? ¿Estaba soñando, inventando esto, o ella... realmente lo quería? Deslicé un dedo por su palma y acaricié la parte inferior de su muñeca. Se estremeció de nuevo. Mier*da. Mis caricias le afectaban. Di un paso cerca de ella y pasé la mano lentamente por su brazo. Esperaba que me empujara y pusiera distancia entre nosotros.



Cuando llegué lo suficientemente alto mi pulgar, le rocé el costado de su pecho y me agarró el brazo libre mientras se estremecía.


¿Qué cara*jo?


—Maite —susurré, presionando su espalda hasta que estuvo contra la pared de ladrillo del edificio de apartamentos y mi pecho a centímetros de tocar el de ella.



No me empujó y sus parpados se veían pesados mientras miraba mi pecho. Su respiración era pesada. El escote que el pequeño vestido rosa pálido mostraba estaba allí, debajo de mi nariz. Subiendo y cayendo como una invitación. Una imposible. Algo estaba mal aquí.



Puse mi otra mano en su cintura y lentamente la deslicé por su cuerpo hasta que estuvo escondida debajo de su pecho. No estaba usando sostén. Sus pezones estaban duros y empujando contra la fina tela de su vestido. No podía detenerme. Liberé mi mano y cubrí su pecho derecho, apretándolo suavemente. Maite gimió y sus rodillas comenzaron a debilitarse. Dejó caer la cabeza en la pared y cerró los ojos. La sostuve y metí mi pierna entre las suyas para impedir que se hundiera en el suelo.



Con la otra mano, cubrí el pecho izquierdo y pasé las yemas de mis dedos sobre sus pezones firmes.


—Oh, Dios, William —gimió, abriendo los ojos y mirándome a través de sus pestañas caídas. ¡Madre mía! Estaba en algún tipo de paraíso torturador. Si este era otro sueño, me cabrearía mucho. Se sentía tan real.



—¿Se siente bien, nena? —pregunté, bajando mi cabeza para susurrárselo al oído.


—Si —susurró, hundiéndose aún más en mi rodilla. Cuando su centro cálido se presionó contra mi pierna, se quedó sin aliento y se agarró más fuerte de mis brazos—. Ahhhh —gritó.



Iba a venirme en mis pantalones. Nunca había estado tan caliente en mi vida. Algo era diferente. Esto no era lo mismo. Estaba casi desesperada. Podía sentir su miedo, pero su necesidad era más fuerte. —Maite, dime que quieres que haga. Haré lo que sea que necesites —le prometí, besando la suave piel debajo de su oreja. Olía tan malditamente bien. Amasé sus pechos en mis manos otra vez y ella dejó escapar un gemido suplicante. Mi dulce Maite estaba increíblemente caliente. Esto era real. Esto no era un maldito sueño. ¡Santo cielo!



—¡Maite! —La estridente voz de Bethy fue como un balde de agua helada lanzada sobre Maite. Se puso rígida y se levantó, dejando caer las manos de mí y se alejó. No podía mirarme.



—Yo... Eh... Lo siento. No sé... —Sacudió la cabeza y se apuró a alejarse de mí. La observe hasta que llegó a la puerta y Bethy le regañó con severidad. Maite estaba asintiendo con la cabeza. Una vez que estuvieron adentro, golpeé ambas manos contra el ladrillo y mascullé una cadena de maldiciones mientras intentaba controlar mi erección.



Después de unos minutos, la puerta se abrió de nuevo y me volví para ver a Jace caminar afuera. Me miró y soltó un silbido. —Maldita sea hombre, trabajas rápido.



Ni siquiera respondí eso. No sabía de lo que estaba hablando.


Maite había estado hambrienta por mi toque. No me había rechazado. Casi me había estado rogando en silencio. No tenía sentido, pero me deseaba. Dios sabe que yo la deseo. Siempre la deseo.



—Vamos. Tenemos un sofá que mover. Necesito tu ayuda —dijo Jace, manteniendo la puerta abierta.

20

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Mensaje por EsperanzaLR Vie Nov 20, 2015 6:23 pm

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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 12:53 pm

¿Qué pasa conmigo? Volví a la habitación de Bethy y cerré la puerta. Necesitaba un minuto para calmarme. Había estado lista para suplicarle a William que me follara allí mismo. Era por ese estú*pido sueño. De acuerdo, quizás el sueño de anoche no fue estú*pido, pero si fue extremadamente intenso. Recordarlo me hacía apretar mis piernas.



Por qué hacía esto ahora? Los sueños sexuales eran algo que podía controlar antes, pero ahora eran potentes y tan reales que básicamente me venía en mi cama. Era una locura. Ni una sola vez en Sumit estuve tan excitada. Pero también William no había estado en Sumit.



Me dejé caer sobre el colchón de Bethy que ya había desmontado por la mudanza. Tenía que calmarme cuando él estuviera cerca de mí. Incluso cuando no había hecho un movimiento, yo ya estaba jadeando salvajemente esperando que sus dedos tocaran mi mano. Qué vergüenza. Mirarlo después de esto iba a ser difícil.


La puerta se abrió y Bethy entró con una pequeña sonrisa en su rostro. ¿Por qué sonreía ahora? Ella se había abalanzado sobre mí cuando me pilló.


—Tus hormonas de embarazada están haciendo efecto —dijo después de que la puerta estuviera firmemente cerrada detrás de ella.


—¿Qué? —pregunté confundida.



Bethy ladeó su cabeza hacia un lado. —¿No has leído alguno de esos folletos que el doctor te envió? Estoy segura que uno de ellos te habla sobre esto.



Aún estaba confundida. —¿Sobre el hecho de que no puedo controlarme cerca de William?



Bethy se encogió de hombros. —Sí. Supongo que él ha sido el único para ti. Pero te excitas cuando te embarazas, Maite. Sé eso porque mi primo solía hacer bromas sobre su esposa cuando ella estaba embarazada. Decía que tenía dificultades siguiéndole el ritmo y todo.



¿Excitar? ¿El embarazo estaba haciéndome excitar? Simplemente genial.



—Probablemente sólo va a ser un problema con William. Me imagino que es la única persona que te atrae y quieres de esa forma. Así que sólo va a ser más intenso cerca de él. Tal vez deberías decirle y disfrutar eso. No tengo duda alguna de que él ayudaría.



No podía decirle. Aún no. No estaba lista y tampoco lo estaba él. Nan estaría furiosa y yo no podría manejar a Nan justo ahora. Además, William elegiría a Nan y no podría manejar tampoco eso otra vez.



—No. Él no necesita saberlo. No en este momento. Estaré bien.



Bethy se encogió de hombros. —Bien. Esa era mi opinión. No quieres decirle, entonces no lo hagas. Pero cuando confieses y lo folles hasta dejarlo descerebrado, ¿podrías no hacerlo en público? —preguntó con una sonrisa de suficiencia, luego abrió la puerta y salió de nuevo.



—¡Necesitan envolverlo en una sábana primero! Van a arruinar mi cojín —gritó Bethy a los chicos.



No podía enfrentarlo. Él no sabía sobre esto. Actuaría como si nada sucediera. Además necesitaba ayudar a hacer algo. Podía terminar de empacar la cocina.



***

William estaba observándome. Todo el tiempo volvía al apartamento para mover algo más, sus ojos me encontraban. Dejé caer un tazón, derramé una caja de cereal y tiré una caja de cubiertos debido a esas miradas intensas. ¿Cómo se suponía que iba a concentrarme y no ser una idio*ta desastrosa con él mirándome así?



Cuando entró de nuevo al apartamento, esta vez decidí que me jor iría a empacar las cosas del baño. Ellos estarían moviendo la mesa de la cocina y después las sillas y no podía lidiar con eso. Probablemente quebraría cada vaso que tenía Bethy.

William estaba observándome. Todo el tiempo volvía al apartamento para mover algo más, sus ojos me encontraban. Dejé caer un tazón, derramé una caja de cereal y tiré una caja de cubiertos debido a esas miradas intensas. ¿Cómo se suponía que iba a concentrarme y no ser una idio*ta desastrosa con él mirándome así?



Cuando entró de nuevo al apartamento, esta vez decidí que mejor iría a empacar las cosas del baño. Ellos estarían moviendo la mesa de la cocina y después las sillas y no podía lidiar con eso. Probablemente quebraría cada vaso que tenía Bethy.



Me metí dentro del baño y repentinamente había un cuerpo detrás de mí, moviéndome más adentro. El calor del pecho de William pulsando contra mi espalda me hizo temblar. Demonios. No iba a ser capaz de manejar esto.


La puerta del baño se cerró y el familiar sonido de la cerradura haciendo clic en su lugar sólo hizo que mi corazón latiera más rápido. Él quería más de lo que había pasado afuera y yo estaba tan excitada por estar cerca de él que no iba a ser capaz de pensar con claridad.


Su mano apartó el cabello en mi cuello y lo movió sobre mi hombro. Cuando el calor de sus labios tocó mi piel desnuda, gemí. Sus dos manos descansaban sobre mis caderas y me jaló contra él aún más.



—Me estas volviendo loco, Maite. Totalmente loco, nena. Jodidamente loco —susurró en mi oído. Tomó toda mi fuerza de voluntad no dejar caer mi cabeza hacia atrás sobre su pecho.



—¿Qué fue eso de afuera? Me tenías tan malditamente excitado que no podía pensar claramente. Todo lo que podía ver era a ti.



Sus manos ascendieron a mis costados y luego se movieron sobre mi estómago. Sus manos cubriéndome, a pesar de que él no tenía idea de lo que estaba protegiendo, me llenó de lágrimas los ojos. Quería que lo supiera. Pero también quería que me eligiera… y a nuestro bebé. No creía que él pudiera hacer eso. Él amaba a su hermana. Estaba aterrorizada de esa clase de rechazo y me rehusaba a dejar a mi bebé ser rechazado.



Comencé a salir de su abrazo cuando sus manos se movieron hasta ahuecar mis pechos y su boca comenzó a mordisquear la curva de mi cuello. Oh, diablos. No podía confiar en él con mi corazón ,pero realmente quería confiar en él con mi cuerpo. Incluso si era sólo esta vez.


—¿Qué estás haciendo? —pregunté sin aliento.


—Rezándole a Dios que no me detengas. Soy un hombre hambriento, Maite. —Hizo una pausa esperando mi respuesta. Cuando no lo hice, levantó el brazo y bajó los tirantes de mi vestido sin mangas hasta que mis pechos estuvieron desnudos. Se sentían hinchados todo el tiempo y los sentía tan sensibles. Andaba sin un sujetador cada vez más. Mi sujetador no me quedaba bien ahora y no había querido gastar dinero en uno nuevo si estos grandes senos no duraban por mucho tiempo.



—Demonios, nena. Se ven más grandes —dijo mientras sus manos los cubrían.



Humedad inmediatamente se acumuló en mis bragas y mis rodillas se debilitaron. Agarré la pared para apoyarme. Nada se había sentido alguna vez así de bien. Un sonido necesitado salió de mi boca, no estaba segura de qué era.



De repente estaba siendo levantada y volteada. Luego mi trasero estuvo sobre el tocador antes de que la boca de William cubriera la mía y sus manos fueran directo de nuevo a mis pechos. No sería capaz de detener esto. Quería eso como a mi siguiente respiración. Nunca necesité sexo de ninguna clase antes, pero esto era algo que no podía controlar.



El beso de William era salvaje y tan descontroladamente hambriento como yo me sentía. Mordió mi labio inferior y jaló mi lengua dentro de su boca y la succionó. Luego tiró de mis pezones y perdí el control. Necesitaba su camisa fuera ahora. Tratando de agarrarla, tiré hasta que retrocedió un centímetro y la jalé bruscamente por encima de su cabeza. Después él devoró mi boca otra vez.



Sus manos estaban haciendo cosas deliciosas a mis pechos y no podía acércalo lo suficiente.



Un golpe sonó en la puerta y William me acercó contra su pecho hasta que mis pechos estuvieron presionados contra él. Me estremecí y cerré mis ojos por el placer. Él giró su cabeza hacia la puerta.



—Vete al demonio —gruñó a quienquiera que estaba ahí afuera.


Un risa ahogada fue todo lo que oímos antes de que William estuviera besando un rastro hacia abajo de mi cuello y a través de mi clavícula, hasta que su boca merodeaba sobre mi pezón derecho. El calor de su aliento me hizo temblar y agarré su cabello y obligué a su cabeza a acercarse más con mi suplica silenciosa. Él se rió entre dientes, luego tiró mi pezón dentro de su boca y comenzó a chupar. La humedad en mis piernas se encendió o al menos se sintió como si lo hubiera hecho. Si no hubiera estado abrazándome con su cuerpo, yo podría haberme disparado hasta el techo.


—¡Oh, Dios! —grité, sin importarme si alguien me escuchaba. Sólo necesitaba esto. Mi reacción volvió a Rush más codicioso. Se movió a mi otro pezón y comenzó a darle el mismo tratamiento mientras su mano se movía al interior de mi muslo. La idea de que él estaba apunto de tocar mi mojada e hinchada área me asustó y excitó al mismo tiempo. ¿Se enteraría de algo que no sabía? ¿Podría saber que yo estaba diferente allí abajo también? Entonces, sus dedos corrieron a lo largo del exterior de mis bragas y simplemente ya no me importó.


—Mier*da. Estás empapada —gimió y escondió su cabeza en mi cuello. Su respiración era fuerte y erótica—. Tan empapada. —Sus dedos se deslizaron dentro de la entrepierna de mis bragas hasta mis hinchados pliegues, causando que fuegos artificiales encendieran mi cuerpo. Me agarré de sus hombros. Mis uñas enterrándose dentro de su piel, pero no podía evitarlo.


—Un co*ño tan dulce. Es mi co*ño, Mai. Siempre será mío. —Sus pícaras palabras mientras que sus dedos se deslizaban dentro y fuera de mí me enviaron cerca del borde otra vez.



—William, por favor —imploré, arañándolo.



—¿Por favor, qué? ¿Quieres que bese ese dulce co*ño? Porque se siente tan jodidamente caliente y jugoso que necesito una probada. —Estaba quitándome mis bragas y yo levanté mi trasero para permitírselo. Luego, levantó mi vestido y yo alcé mis manos para dejar que lo sacara.



—Recuéstate —ordenó, moviéndome al mismo tiempo hasta que mi espalda tocó la pared. Después tomó mis dos piernas y las dobló hacia arriba hasta que mis pies estuvieron sobre el tocador y yo estuve completamente abierta a él—. Demonios, esa es la cosa más caliente que he visto en mi vida —susurró antes de caer de rodillas y cubrirme con su boca. La primera lamida de su lengua y ya estaba viniéndome otra vez.



—Oh, Dios, William por favor, oh Dios, ahhhhh —grité mientras retenía su cabeza, incapaz de dejarlo detenerse. Era demasiado bueno. El movimiento de su lengua sobre mi clítoris era increíble. Necesitaba más. Quería que nunca terminara. Su dedo se deslizó a través de mi apertura y después la mantuvo abierta mientras lamía y me besaba allí.



—Mío. Es mío. No puedes dejarme otra vez. Necesito esto. Hueles tan jodidamente perfecto. Nunca nada va a ser tan malditamente perfecto para mí —murmuró mientras me probaba. Estaría de acuerdo con cualquier cosa que él quisiera.



—Necesito estar dentro de ti —dijo, levantando sus ojos para mirarme. Sólo asentí.



—No tengo un condón —Se detuvo y cerró sus ojos severamente—, pero lo sacaré.



No importaba ahora. Pero no podía decirle eso. Sólo asentí otra vez.William estaba observándome. Todo el tiempo volvía al apartamento para mover algo más, sus ojos me encontraban. Dejé caer un tazón, derramé una caja de cereal y tiré una caja de cubiertos debido a esas miradas intensas. ¿Cómo se suponía que iba a concentrarme y no ser una idio*ta desastrosa con él mirándome así?



Cuando entró de nuevo al apartamento, esta vez decidí que mejor iría a empacar las cosas del baño. Ellos estarían moviendo la mesa de la cocina y después las sillas y no podía lidiar con eso. Probablemente quebraría cada vaso que tenía Bethy.



Me metí dentro del baño y repentinamente había un cuerpo detrás de mí, moviéndome más adentro. El calor del pecho de William pulsando contra mi espalda me hizo temblar. Demonios. No iba a ser capaz de manejar esto.


La puerta del baño se cerró y el familiar sonido de la cerradura haciendo clic en su lugar sólo hizo que mi corazón latiera más rápido. Él quería más de lo que había pasado afuera y yo estaba tan excitada por estar cerca de él que no iba a ser capaz de pensar con claridad.


Su mano apartó el cabello en mi cuello y lo movió sobre mi hombro. Cuando el calor de sus labios tocó mi piel desnuda, gemí. Sus dos manos descansaban sobre mis caderas y me jaló contra él aún más.



—Me estas volviendo loco, Maite. Totalmente loco, nena. Jodidamente loco —susurró en mi oído. Tomó toda mi fuerza de voluntad no dejar caer mi cabeza hacia atrás sobre su pecho.



—¿Qué fue eso de afuera? Me tenías tan malditamente excitado que no podía pensar claramente. Todo lo que podía ver era a ti.



Sus manos ascendieron a mis costados y luego se movieron sobre mi estómago. Sus manos cubriéndome, a pesar de que él no tenía idea de lo que estaba protegiendo, me llenó de lágrimas los ojos. Quería que lo supiera. Pero también quería que me eligiera… y a nuestro bebé. No creía que él pudiera hacer eso. Él amaba a su hermana. Estaba aterrorizada de esa clase de rechazo y me rehusaba a dejar a mi bebé ser rechazado.



Comencé a salir de su abrazo cuando sus manos se movieron hasta ahuecar mis pechos y su boca comenzó a mordisquear la curva de mi cuello. Oh, diablos. No podía confiar en él con mi corazón ,pero realmente quería confiar en él con mi cuerpo. Incluso si era sólo esta vez.


—¿Qué estás haciendo? —pregunté sin aliento.


—Rezándole a Dios que no me detengas. Soy un hombre hambriento, Maite. —Hizo una pausa esperando mi respuesta. Cuando no lo hice, levantó el brazo y bajó los tirantes de mi vestido sin mangas hasta que mis pechos estuvieron desnudos. Se sentían hinchados todo el tiempo y los sentía tan sensibles. Andaba sin un sujetador cada vez más. Mi sujetador no me quedaba bien ahora y no había querido gastar dinero en uno nuevo si estos grandes senos no duraban por mucho tiempo.



—Demonios, nena. Se ven más grandes —dijo mientras sus manos los cubrían.



Humedad inmediatamente se acumuló en mis bragas y mis rodillas se debilitaron. Agarré la pared para apoyarme. Nada se había sentido alguna vez así de bien. Un sonido necesitado salió de mi boca, no estaba segura de qué era.



De repente estaba siendo levantada y volteada. Luego mi trasero estuvo sobre el tocador antes de que la boca de William cubriera la mía y sus manos fueran directo de nuevo a mis pechos. No sería capaz de detener esto. Quería eso como a mi siguiente respiración. Nunca necesité sexo de ninguna clase antes, pero esto era algo que no podía controlar.



El beso de William era salvaje y tan descontroladamente hambriento como yo me sentía. Mordió mi labio inferior y jaló mi lengua dentro de su boca y la succionó. Luego tiró de mis pezones y perdí el control. Necesitaba su camisa fuera ahora. Tratando de agarrarla, tiré hasta que retrocedió un centímetro y la jalé bruscamente por encima de su cabeza. Después él devoró mi boca otra vez.



Sus manos estaban haciendo cosas deliciosas a mis pechos y no podía acércalo lo suficiente.



Un golpe sonó en la puerta y William me acercó contra su pecho hasta que mis pechos estuvieron presionados contra él. Me estremecí y cerré mis ojos por el placer. Él giró su cabeza hacia la puerta.



—Vete al demonio —gruñó a quienquiera que estaba ahí afuera.


Un risa ahogada fue todo lo que oímos antes de que William estuviera besando un rastro hacia abajo de mi cuello y a través de mi clavícula, hasta que su boca merodeaba sobre mi pezón derecho. El calor de su aliento me hizo temblar y agarré su cabello y obligué a su cabeza a acercarse más con mi suplica silenciosa. Él se rió entre dientes, luego tiró mi pezón dentro de su boca y comenzó a chupar. La humedad en mis piernas se encendió o al menos se sintió como si lo hubiera hecho. Si no hubiera estado abrazándome con su cuerpo, yo podría haberme disparado hasta el techo.


—¡Oh, Dios! —grité, sin importarme si alguien me escuchaba. Sólo necesitaba esto. Mi reacción volvió a Rush más codicioso. Se movió a mi otro pezón y comenzó a darle el mismo tratamiento mientras su mano se movía al interior de mi muslo. La idea de que él estaba apunto de tocar mi mojada e hinchada área me asustó y excitó al mismo tiempo. ¿Se enteraría de algo que no sabía? ¿Podría saber que yo estaba diferente allí abajo también? Entonces, sus dedos corrieron a lo largo del exterior de mis bragas y simplemente ya no me importó.


—Mier*da. Estás empapada —gimió y escondió su cabeza en mi cuello. Su respiración era fuerte y erótica—. Tan empapada. —Sus dedos se deslizaron dentro de la entrepierna de mis bragas hasta mis hinchados pliegues, causando que fuegos artificiales encendieran mi cuerpo. Me agarré de sus hombros. Mis uñas enterrándose dentro de su piel, pero no podía evitarlo.


—Un co*ño tan dulce. Es mi co*ño, Mai. Siempre será mío. —Sus pícaras palabras mientras que sus dedos se deslizaban dentro y fuera de mí me enviaron cerca del borde otra vez.



—William, por favor —imploré, arañándolo.



—¿Por favor, qué? ¿Quieres que bese ese dulce co*ño? Porque se siente tan jodidamente caliente y jugoso que necesito una probada. —Estaba quitándome mis bragas y yo levanté mi trasero para permitírselo. Luego, levantó mi vestido y yo alcé mis manos para dejar que lo sacara.



—Recuéstate —ordenó, moviéndome al mismo tiempo hasta que mi espalda tocó la pared. Después tomó mis dos piernas y las dobló hacia arriba hasta que mis pies estuvieron sobre el tocador y yo estuve completamente abierta a él—. Demonios, esa es la cosa más caliente que he visto en mi vida —susurró antes de caer de rodillas y cubrirme con su boca. La primera lamida de su lengua y ya estaba viniéndome otra vez.



—Oh, Dios, William por favor, oh Dios, ahhhhh —grité mientras retenía su cabeza, incapaz de dejarlo detenerse. Era demasiado bueno. El movimiento de su lengua sobre mi clítoris era increíble. Necesitaba más. Quería que nunca terminara. Su dedo se deslizó a través de mi apertura y después la mantuvo abierta mientras lamía y me besaba allí.



—Mío. Es mío. No puedes dejarme otra vez. Necesito esto. Hueles tan jodidamente perfecto. Nunca nada va a ser tan malditamente perfecto para mí —murmuró mientras me probaba. Estaría de acuerdo con cualquier cosa que él quisiera.



—Necesito estar dentro de ti —dijo, levantando sus ojos para mirarme. Sólo asentí.



—No tengo un condón —Se detuvo y cerró sus ojos severamente—, pero lo sacaré.



No importaba ahora. Pero no podía decirle eso. Sólo asentí otra vez.

William se levantó con sus pantalones abajo al instante. Agarró mis caderas y me regresó al borde del tocador hasta que la cabeza de su erección estuvo tocándome. La pregunta en sus ojos era inconfundible, incluso si no lo decía en voz alta. Alcancé y guié su erección dentro de mí.



—Mier*da —gimió mientras empujaba el resto del camino hasta que estuve llena. Completamente llena de William. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y lo retuve. Por sólo un segundo, necesitaba retenerlo. Esto ya no se trataba sobre mis locas hormonas. Ahora que estaba dentro de mí me sentía en casa. Completa, y yo estaba a punto de echarme a llorar.



Antes de que pudiera avergonzarme a mi misma y confundirlo, levanté mi cabeza y susurré en su oído—: Fóllame.



Era como si hubiera apretado el gatillo de un arma cargada. William tomó mis caderas con sus dos manos y dejó salir un gruñido, empujando dentro y fuera de mí. La subida hacia la espiral que yo sabía que vendría inició de nuevo y me aferré. Disfrutando su momento de rendición y el completo desenfreno en su rostro mientras nos acercábamos cada vez más al clímax que necesitábamos.



—Te amo, Maite. Te amo tanto que duele —jadeó, luego bajó su cabeza para chupar mi pezón. Mi cuerpo explotó y grité su nombre. William levantó su cabeza, y mirándome a los ojos, comenzó a retirarse y sujeté mis piernas alrededor de su cintura. No quería que se retirara. La comprensión de lo qué quería lo golpeó y dijo mi nombre en un susurro antes de echar la cabeza hacia atrás mientras bombeaba su liberación en mí.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 12:55 pm

21

William

Maite me empujó hacia atrás y bajó de un salto del mostrador antes de que yo pudiera aclarar mi cabeza de ese orgasmo.


—Espera, necesito limpiarte —Le dije. En realidad, quería limpiarla. Me gustó. No, maldita sea, me encantó. Saber que yo estuve allí y cuidaba de ella, eso me agradaba.


—No hace falta que me limpies. Estoy bien —respondió mientras se vestía de nuevo sin hacer contacto visual conmigo. Mier*da. ¿La entendí mal? Creí que ella quería esto. No. Yo sabía que ella lo quería. Había estado tan malditamente hambriento de ella.


—Maite, mírame.



Se detuvo y recogió su ropa interior. Tragué saliva mientras entraba en ellas y se las deslizó de nuevo en su cuerpo. La necesitaba otra vez. No podía alejarse de mí ahora. No sería capaz de vivir sin ella.


—Maie, por favor, mírame —Le supliqué.



Poniéndose de pie, tomó una respiración profunda y luego levantó los ojos hacia los míos. La tristeza estaba mezclada con otra cosa. ¿Vergüenza? No podía ser. Estiré la mano y le cogí la cara con ella.


—¿Qué pasa? ¿Hice algo que no querías que yo hiciera? Porque intenté no perder el control. Intenté con todas mis fuerzas mantener mis manos lejos de ti.



—No. Tú... tú no has hecho nada malo. —Bajó sus ojos de los míos otra vez—. Sólo tengo que pensar. Necesito un poco de espacio. Yo no... yo no... no debí haber hecho eso.


Una puñalada en el pecho habría sido menos dolorosa. Quería tirarla encima de mí y volverme todo hombre de las cavernas, alegando que ella era mía y no podía dejarme. Pero si lo hacía la perdería. No podía pasar por eso otra vez. Tenía que hacerlo a su manera. Dejé caer mi mano de su rostro y di un paso atrás para que pudiera salir.


Maite levantó la cara para mirarme de nuevo. —Lo siento —susurró, luego abrió la puerta y escapó. Tuvimos sexo increíblemente caliente y ella lo lamentaba. Fantástico.



Cuando por fin salí del cuarto de baño, Maite se había ido. Jace sonrió y Bethy inventó excusas para irse. No quería estar allí tampoco. Después de que me aseguré que toda la materia pesada fuera movida y la maleta de Maite y la caja fueron guardadas, me fui. No podía quedarme allí mientras ellos dos me observaban. Nos habían escuchado. Maite había sido ruidosa. No me avergonzaba, estaba cansado de ellos mirándome y esperando a que dijera algo para explicar la salida de Maite.



***



Le di Maite un par de días para venir a mí. No lo hizo. No me sorprendió. Pero ella pidió su espacio y le di todo el espacio que yo podía manejar. No llamé a nadie para jugar una partida de golf conmigo. No quería a nadie alrededor cuando Maite apareciera. Teníamos que hablar. Sin distracciones o excusas para que ella se alejara.


Sonó como un plan firme, pero después de seis agujeros y que ninguna chica de carrito apareciera, comencé a dudar. Justo cuando estaba a punto de entrar en el hoyo siguiente, escuché el sonido del carrito. Me detuve y me di la vuelta. La sangre que comenzó a bombear a través de mis venas por el pensamiento de ver a Maite aquí y tenerla sola se congeló cuando noté que era esa chica rubia que había visto entrenar un par de veces con Bethy. Mier*da.



Negué con la cabeza y me saludó con la mano. No quería que me atendiera. Ella sonrió y siguió conduciendo hasta la siguiente parada.



—Hace calor¿Seguro que no quieres nada? —preguntó la voz de Meg y miré hacia atrás para verla caminar hasta nosotros vestida con una falda de tenis y polo blanco. Era muy buena en el tenis hace diez años.



—Chica de carrito equivocada —Le contesté, y esperé a que continuara su camino.



—¿Sólo le compras a una?



—Sí.



Meg se quedó pensativa y luego asintió. —Ya veo. Tienes algo por una chica de carrito.



«Algo» ni siquiera arañaba la superficie. Puse mi bolsa de golf en mi hombro y comencé a caminar al siguiente hoyo. No iba a responder a ese comentario.



—Y eres sensible al respecto —bromeó Meg. Eso me molestó.


—O no es asunto tuyo.



Ella dejó escapar un silbido. —Así que es más que una cosa.



Me detuve y nivelé mi mirada con ella. El hecho de que ella fuera mi primera cogida no quería decir que teníamos algún tipo de vínculo o amistad. Esto me estaba fastidiando.


—Supéralo —Le advertí.



Meg se puso las manos en sus caderas y su mandíbula se abrió. —Oh mi Dios... William Finlay se ha enamorado. ¡Mier*da! Nunca pensé que vería el día.



—No me has visto en diez años, Meg. ¿Cómo diablos sabes algo de mí? —El gruñido molesto en mi voz ni siquiera la hizo estremecerse.



—Escucha, Finlay. Sólo porque no me has visto en diez años no quiere decir que no he visto ni oído hablar de ti. He estado en la ciudad varias veces, pero siempre había una fiesta en tu casa y te acostabas con cada modelo de cuerpo perfecto que llamara tu atención. No creí necesario competir con ellas. Pero sí, sé que eres un mujeriego que desechas a todas las mujeres después de conseguir lo que quieres.

Sonó superficial. No me gustó la imagen que pintó de mí. ¿Maite me veía así? Ella podría no confiar en mí para escogerla y protegerla, pero debía creer que yo volvería a enamorarse y salir con más chicas.



—Ella es increíble. No... Es perfecta. Todo en ella es jodidamente perfecto —dije en voz alta y luego cambié mi mirada a Meg—. No sólo la quiero, ella es mi dueña. Completamente. Haría cualquier cosa por ella.



—¿Pero no siente lo mismo? —Se preguntó Meg.



—La lastimé. No es la forma en que estás pensando tampoco. Mi forma de lastimarla es difícil de explicar. Hay tanto dolor en lo que pasó que yo no sé si alguna vez podré recuperarla.



—¿Ella es una chica de carrito?



Insistió en el asunto del carrito.



—Sí, lo es —Me detuve y me pregunté si debía decirle exactamente quién era Maite. Decirlo en voz alta a alguien y admitirlo podría ayudarme a darle sentido a esto—. Ella y Nan tienen el mismo padre. —No quise decirlo así.


—Mier*da —murmuró Meg—. Por favor, dime que no es parecida a tu malvada hermana menor.



Nan tenía muy pocos seguidores. Ni siquiera me inmuté ante la acusación de que era malvada. Había hecho honor a su nombre.



—No. Ella no es nada como Nan.



Meg se quedó en silencio un momento y me pregunté si aquí terminaba la conversación. Entonces, señaló hacia la casa club. —¿Por qué no vamos a comer algo y me puedes decir todo acerca de esta situación tan extraña, y yo veré si puedo decirte alguna sabiduría o algún consejo femenino.



Cualquier consejo era bueno. No había mujeres en mi vida a las que podría pedir ayuda.



—Sí, está bien. Suena bien. Me das algún consejo que yo puedo utilizar y almuerzas conmigo.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 12:57 pm

22

Maite

Este era el segundo día que me había despertado sin enfermarme. Incluso le pedí a Bethy que cocinara tocino para comprobar que me sentía bien antes de entrar en el turno del almuerzo. Pensé que si podía sobrevivir al tocino, entonces yo podría hacer esto. Mi estómago se había revuelto y tuve náuseas, pero no había vomité. Estaba mejorando.



Llamé a Woods y le aseguré que estaría bien. Me dijo que no me fuera porque estaban cortos de personal y que me necesitaban. Jimmy estaba de pie en la cocina sonriendo cuando entré treinta minutos antes del turno del almuerzo.



—Esa es mi chica. Me alegro de que el virus se haya ido. Parece que has perdió diez kilos. ¿Cuánto tiempo estuviste enferma? —Woods le había dicho a Jimmy y a cualquier otro que le preguntó, diciendo que tenía un virus y que me estaba recuperando. Yo sólo trabajaba dos turnos en el campo y nunca me reunía con el personal de la cocina mientras estaba en los carros.



—Probablemente perdí algo de peso. Estoy segura de que voy a recuperarlo muy pronto —le contesté y lo abracé.



—Será lo mejor o meteré rosquillas por tu garganta hasta que pueda envolver mis manos alrededor de tu cintura y mis dedos dejen de tocarse entre sí.



Eso sería más pronto de lo que él pensaba.


—Me vendría muy bien una dona ahora.



—Es una cita. Después del trabajo. Tú, yo, y un paquete de doce. La mitad cubierta de chocolate —dijo y me entregó mi delantal.


—Me parece bien. Puedes venir a ver mi nuevo lugar. Me quedo con Bethy en un condominio en la propiedad del club.



Las cejas de Jimmy se alzaron.



—No me lo digas. Bueno, bueno, bueno, no eres pomposa.


Até mi delantal y metí mi bolígrafo y libreta en el bolsillo delantero.



—Me quedo con la primera ronda si tú preparas las ensaladas y el té dulce.



Él hizo un guiño.



—Trato.



Me dirigí al comedor y por suerte los únicos huéspedes eran dos señores mayores que había visto antes, pero no conocía sus nombres. Anoté sus órdenes y les serví a ambos una taza de café antes de volver a comprobar las ensaladas.



Jimmy ya tenía dos listas cuando entré a la cocina.



—Aquí tienes, cariño —dijo.



—Gracias, precioso —le respondí llevando las ensaladas al comedor. Entregué las ensaladas y tomé la orden de bebidas de algunos nuevos huéspedes. Entonces regresé de nuevo a conseguir el agua con gas y agua de manantial con limón. Nadie pedía agua por aquí.



Jimmy se dirigía hacia la puerta de la cocina cuando llegué allí.



—Acabo de ver a dos mujeres que parecen salir de las pistas de tenis. Creo que vi a Hillary... ¿no es la anfitriona hoy? De todos modos, creo que la vi hablando con más invitados, así que deben estar esperando a ser atendidas.



Me saludó y se dirigió al comedor.



Rápidamente terminé las aguas especiales y puse las dos órdenes de sopa de cangrejo que los hombres habían solicitado en mi bandeja, luego regresé al comedor cuando la expresión de pánico de Jimmy me llamó la atención.


—Yo lo hago —dijo él, cogiendo mí bandeja.



—No sabes ni a que mesa va. Puedo llevar una bandeja, Jimmy —le contesté rodando los ojos. Él ni siquiera sabía que estaba embarazada y ya estaba siendo tonto.



Entonces, lo vi... a ellos. Jimmy no estaba siendo tonto. Él me protegía. La cabeza de William estaba inclinada hacia adelante mientras hablaba sobre algo que causó esa intensa y seria expresión en su rostro. La mujer tenía el pelo largo y oscuro. Era preciosa. Sus pómulos eran altos y perfectos. Pesadas, largas pestañas esbozaban sus ojos oscuros. Quería vomitar. Mi bandeja traqueteaba y Jimmy la cogió. Lo dejé. Estaba a punto de caérseme. Sonó superficial. No me gustó la imagen que pintó de mí. ¿Maite me veía así? Ella podría no confiar en mí para escogerla y protegerla, pero debía creer que yo volvería a enamorarse y salir con más chicas.



—Ella es increíble. No... Es perfecta. Todo en ella es jodidamente perfecto —dije en voz alta y luego cambié mi mirada a Meg—. No sólo la quiero, ella es mi dueña. Completamente. Haría cualquier cosa por ella.



—¿Pero no siente lo mismo? —Se preguntó Meg.



—La lastimé. No es la forma en que estás pensando tampoco. Mi forma de lastimarla es difícil de explicar. Hay tanto dolor en lo que pasó que yo no sé si alguna vez podré recuperarla.



—¿Ella es una chica de carrito?



Insistió en el asunto del carrito.



—Sí, lo es —Me detuve y me pregunté si debía decirle exactamente quién era Maite. Decirlo en voz alta a alguien y admitirlo podría ayudarme a darle sentido a esto—. Ella y Nan tienen el mismo padre. —No quise decirlo así.


—Mier*da —murmuró Meg—. Por favor, dime que no es parecida a tu malvada hermana menor.



Nan tenía muy pocos seguidores. Ni siquiera me inmuté ante la acusación de que era malvada. Había hecho honor a su nombre.



—No. Ella no es nada como Nan.



Meg se quedó en silencio un momento y me pregunté si aquí terminaba la conversación. Entonces, señaló hacia la casa club. —¿Por qué no vamos a comer algo y me puedes decir todo acerca de esta situación tan extraña, y yo veré si puedo decirte alguna sabiduría o algún consejo femenino.



Cualquier consejo era bueno. No había mujeres en mi vida a las que podría pedir ayuda.



—Sí, está bien. Suena bien. Me das algún consejo que yo puedo utilizar y almuerzas conmigo.

***

Este era el segundo día que me había despertado sin enfermarme. Incluso le pedí a Bethy que cocinara tocino para comprobar que me sentía bien antes de entrar en el turno del almuerzo. Pensé que si podía sobrevivir al tocino, entonces yo podría hacer esto. Mi estómago se había revuelto y tuve náuseas, pero no había vomité. Estaba mejorando.



Llamé a Woods y le aseguré que estaría bien. Me dijo que no me fuera porque estaban cortos de personal y que me necesitaban. Jimmy estaba de pie en la cocina sonriendo cuando entré treinta minutos antes del turno del almuerzo.



—Esa es mi chica. Me alegro de que el virus se haya ido. Parece que has perdió diez kilos. ¿Cuánto tiempo estuviste enferma? —Woods le había dicho a Jimmy y a cualquier otro que le preguntó, diciendo que tenía un virus y que me estaba recuperando. Yo sólo trabajaba dos turnos en el campo y nunca me reunía con el personal de la cocina mientras estaba en los carros.



—Probablemente perdí algo de peso. Estoy segura de que voy a recuperarlo muy pronto —le contesté y lo abracé.



—Será lo mejor o meteré rosquillas por tu garganta hasta que pueda envolver mis manos alrededor de tu cintura y mis dedos dejen de tocarse entre sí.



Eso sería más pronto de lo que él pensaba.


—Me vendría muy bien una dona ahora.



—Es una cita. Después del trabajo. Tú, yo, y un paquete de doce. La mitad cubierta de chocolate —dijo y me entregó mi delantal.


—Me parece bien. Puedes venir a ver mi nuevo lugar. Me quedo con Bethy en un condominio en la propiedad del club.



Las cejas de Jimmy se alzaron.



—No me lo digas. Bueno, bueno, bueno, no eres pomposa.


Até mi delantal y metí mi bolígrafo y libreta en el bolsillo delantero.



—Me quedo con la primera ronda si tú preparas las ensaladas y el té dulce.



Él hizo un guiño.



—Trato.



Me dirigí al comedor y por suerte los únicos huéspedes eran dos señores mayores que había visto antes, pero no conocía sus nombres. Anoté sus órdenes y les serví a ambos una taza de café antes de volver a comprobar las ensaladas.



Jimmy ya tenía dos listas cuando entré a la cocina.



—Aquí tienes, cariño —dijo.



—Gracias, precioso —le respondí llevando las ensaladas al comedor. Entregué las ensaladas y tomé la orden de bebidas de algunos nuevos huéspedes. Entonces regresé de nuevo a conseguir el agua con gas y agua de manantial con limón. Nadie pedía agua por aquí.



Jimmy se dirigía hacia la puerta de la cocina cuando llegué allí.



—Acabo de ver a dos mujeres que parecen salir de las pistas de tenis. Creo que vi a Hillary... ¿no es la anfitriona hoy? De todos modos, creo que la vi hablando con más invitados, así que deben estar esperando a ser atendidas.



Me saludó y se dirigió al comedor.



Rápidamente terminé las aguas especiales y puse las dos órdenes de sopa de cangrejo que los hombres habían solicitado en mi bandeja, luego regresé al comedor cuando la expresión de pánico de Jimmy me llamó la atención.


—Yo lo hago —dijo él, cogiendo mí bandeja.



—No sabes ni a que mesa va. Puedo llevar una bandeja, Jimmy —le contesté rodando los ojos. Él ni siquiera sabía que estaba embarazada y ya estaba siendo tonto.



Entonces, lo vi... a ellos. Jimmy no estaba siendo tonto. Él me protegía. La cabeza de William estaba inclinada hacia adelante mientras hablaba sobre algo que causó esa intensa y seria expresión en su rostro. La mujer tenía el pelo largo y oscuro. Era preciosa. Sus pómulos eran altos y perfectos. Pesadas, largas pestañas esbozaban sus ojos oscuros. Quería vomitar. Mi bandeja traqueteaba y Jimmy la cogió. Lo dejé. Estaba a punto de caérseme.

Él no era mío. Pero... yo llevaba a su bebé. Él no lo sabía. Pero... me había hecho el amor, no, me folló en el baño de Bethy tan sólo hace tres días. Eso dolió.



Tanto. Tragué saliva, pero mi garganta se sentía casi cerrada. Jimmy me decía algo, pero no lo podía entender. No podía hacer nada más que mirarlos. Se inclinó tan cerca de ella como si no quisiera que nadie escuchara lo que le decía.



Sus ojos se movieron de William, y se encontraron con los míos. La odié. Era hermosa y refinada, todo lo que yo no era. Ella era una mujer. Yo era una niña. Una niña patética. Necesitaba salir de este infierno y dejar de hacer una escena. Aunque se trataba de una escena en silencio, yo todavía estaba de pie congelada, mirándolos. Ella me estudió y le apareció un pequeño ceño arrugado la frente. No quería que le preguntara a William acerca de mí y me señalara. Me di la vuelta y huí del comedor.


Tan pronto como estuve fuera de vista de los clientes, choqué directamente al duro pecho de Woods.



—Hola, cariño. ¿A dónde vas corriendo? Creo que esto es demasiado para ti —preguntó, poniendo el dedo bajo mi barbilla y levantando mi cabeza para poder ver mi cara.



Negué con la cabeza y se me escapó una lágrima. No iba a llorar por esto, maldita sea. Me pidió volver con él. Lo rechacé. Lo abandoné después del sexo increíble. ¿Qué esperaba? Que se sentara esperándome y suspirando por mí. No lo creo.


—Lo siento, Woods. Sólo dame un minuto y estaré bien. Te lo prometo. Sólo necesito un momento para componerme.



Asintió y pasó su mano de arriba hacia abajo por mi brazo de una manera reconfortante.



—¿Está William ahí? —preguntó casi tímidamente.



—Sí —Me ahogaba, obligué a las lágrimas en mis ojos irse. Respiré hondo y parpadeé. Yo no iba a hacer esto. Controlaría mis locas emociones.


—¿Está con alguien? —preguntó.



Me limité a asentir. No quería decirlo.



—¿Quieres ir a mi oficina y relajarte un poco, esperar hasta que se marchen?



Sí. Quería esconderme de esto, pero no podía. Tenía que aprender a vivir con ello. William estaría en Rosemary por un mes más. Tenía que aprender a lidiar.



—Puedo hacer esto. Fue una sorpresa. Eso es todo.



Woods levantó su mirada de la mía y una fría expresión apareció en su rostro.



—Vete. Esto no es lo que ella necesita en este momento —dijo Woods en un tono muy molesto.



—Aleja tus pu*tas manos de ella —dijo William.



Di un paso atrás de los brazos de Woods y bajé la mirada. No quería verlo pero tampoco quería que pelearan. Woods parecía dispuesto a pelear por mi honor. No tenía ni idea de cómo se veía William porque no le había dirigido la mirada.


—Estoy bien Woods. Gracias. Volveré a trabajar —murmuré y comencé a regresar a la cocina.



—Maite, no lo hagas. Habla conmigo —declaró William.


—Tú ya has hecho lo suficiente. Déjala sola, William. Ella no necesita lidiar contigo. Ahora no —ladró Woods.



—Tú no sabes nada —gruñó William, y Woods dio un paso en dirección a William. Woods iba a dejar escapar que estaba embarazada, ya que era muy evidente que sabía algo, o iba a irse a golpes contra William. Fue una vez más el momento adecuado de decírselo.


Me di la vuelta y me detuve en frente de William. Miré a Woods.



—Está bien. Sólo dame un minuto con él. Estará bien. No hizo nada malo. Sólo estaba siendo emocional. Eso es todo —le dije.


La mandíbula de Woods se contrajo de un lado a otro mientras apretaba los dientes. Mantener su boca cerrada le estaba resultando difícil. Finalmente, se alejó.



Tenía que enfrentar a William ahora.



Maite —dijo suavemente mientras su mano se estiró y agarró la mía—. Por favor, mírame.



Yo podría hacer esto. Tenía que hacer esto. Me di la vuelta, dejando que Rush tomara mi mano entre las suyas. Debía apartarla, pero no podía. Lo había visto con una mujer que probablemente mantendría su cama caliente esta noche mientras yo seguía alejándolo. Lo estaba perdiendo. Pero era nuestro bebé.


Alcé los ojos y me encontré con una mirada preocupada. No le gustaba molestarme. Me gustaba eso de él.



—Está bien. Yo exageré. Estaba, um, sorprendida es todo. Debí haber sabido que te continuaste tu camino. Yo sólo…


—Detente —William me interrumpió y me acercó a él—. No he continuado nada. Lo qué crees que viste no lo es. Meg es una vieja amiga. Eso es todo. Ella no significa nada para mí. He venido a buscarte. Necesitaba verte y fui a jugar golf. Pero no te vi allí. Me encontré con Meg y sugirió que almorzamos. Eso es todo. No tenía idea de que estabas aquí trabajando. Nunca lo hubiera hecho. A pesar de que no hacía nada malo. Te amo, Maite. Sólo a ti. No estoy con nadie. Yo nunca lo estaré.



Quería creerle. Tan egoísta y equivocada como lo estaba, yo quería creer que él me amaba lo suficiente como para no necesitar a nadie más. Incluso si lo alejaba constantemente de mí. Yo le estaba mintiendo. Odiaba a los mentirosos. Él me odiaría por no habérselo dicho antes. Yo no quería que me odiara. Pero no podía confiar en él. ¿Mentir por eso estaba bien? ¿Mentir alguna vez estaba bien? ¿Cómo podía él confiar en mí nuevamente?



—Estoy embarazada —Las palabras salieron antes de que comprendiera lo que decía. Me tapé la boca con horror mientras los ojos de William se desviaban. Entonces, me volví y corrí como si el diablo me persiguiera.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 12:58 pm

23

William

Mis pies se encontraban pegados al suelo. No podía moverme, incluso al mirar a Maite huyendo de mí.



¿Acaso había sido sólo un sueño? ¿Una alucinación desesperada? ¿Así de mal me encontraba?



—Si no vas tras ella, yo lo haré —irrumpió la voz de Woods a través de mis pensamientos, despejando toda esa neblina de asombro.

—¿Qué? —pregunté, mirándolo. Lo odiaba. Golpearlo en la cara era algo con lo que de pronto me encontraba fantaseando.



—Dije, que si no va tras ella, lo haré yo. En estos momentos necesita a alguien. Por mucho que yo no quiera que seas tú, porque creo que no la mereces, necesitas ser tú.



—¿Sabías que estaba embarazada? —Mi sangre comenzó a hervir. ¿Le había dicho a Woods que estaba embarazada y a mí no?



—Yo estuve aquí la primera mañana que vino a trabajar y el olor del tocino la envió directo baño a vomitar. Así que, sí, yo ya lo sabía. Quita ese loco brillo posesivo de tus ojos y ve por ella. —El tono de Woods estaba plagado con disgusto.


—¿Ha estado enferma? —N sabía que se había estado sintiendo mal. Me dolía el pecho. Había estado enferma sola, la dejé sola y había estado sufriendo. De pronto, el oxígeno no llegaba hasta mis pulmones.



—Sí, pedazo de mier*da, ha estado enferma. Eso pasa en su situación. Pero está mejorando. Ahora estoy a pun*to de cumplir mi promesa e ir tras ella. Haz tu movimiento —advirtió Woods.


Me eché a correr.



No fue hasta que salí del edificio por la parte de atrás y miré hacia arriba de la colina que la encontré. Aún estaba corriendo. Se dirigía hacia los condominios. Iba de vuelta a su casa. Me fui tras ella.



Estaba embarazada. ¿Debería estar corriendo así? ¿Y si era malo para el bebé? Tenía que ir más despacio.



—Maite, detente. Espera —le grité cuando estaba lo suficientemente cerca. Ella aminoró la marcha y finalmente se detuvo cuando me reuní con ella.



—Lo siento —sollozó con el rostro entre sus manos.


—¿Por qué lo sientes? —pregunté, cerrando la distancia entre nosotros y tirando de ella contra mí. Ya no me preocupaba asustarla. No la dejaría ir a ninguna parte.



—Esto. Todo. Yo estando embarazada —susurró ella, rígida en mis brazos. Ella lo sentía. No, no iba a disculparse por eso.



—No tienes nada que lamentar. No vuelvas a pedirme disculpas de nuevo. ¿Me escuchas?



Parte de la tensión de su cuerpo se alivió, apoyando su cuerpo contra mí.



—Pero no te lo dije.



No, no lo había hecho, pero lo entendía. Apestaba pero entendía. —Deseo que lo hubieses hecho. Nunca te hubiera permitido estar enferma por tu cuenta. Yo habría cuidado de ti. Debo cuidar de ti, voy a cuidar de ti. Te lo juro.



Maite negó con la cabeza y se apartó de mí.



—No. No puedo. No podemos hacer esto. Yo no te lo dije por una razón. Nosotros... tenemos que hablar.



Yo estaba cuidando de ella y ella no me dejaba. Pero si necesitaba hablar de ello entonces, se lo permitiría.



—Está bien. Vamos a tu casa, ya que estamos cerca.


Maite asintió con la cabeza y volvió a caminar hacia el apartamento al cual había estado huyendo hace un momento. Jace había dicho que Woods les estaba permitiendo quedarse allí por el mismo precio que el viejo apartamento de Bethy. Creía que Woods había estado pensando en usarlo como una deducción de impuestos o algo así. Ahora lo entendía. Él había estado haciendo eso por Maite. Había estado cuidando de ella. Ya no lo haría más. Yo cuidaba de lo que era mío. No necesitaba a Woods haciéndolo. Me gustaría ir a hablar con el después, tendría que pagar el monto real por alquiler de este lugar. Woods ya no cuidaría de Maite. Ella era mía.



Vi como ella se agachaba y sacaba la llave debajo del felpudo. Ese tenía que ser el peor lugar para esconder una llave. Más tarde también me gustaría lidiar con ello. No iba a poder dormir por la noche sabiendo que ella tenía una llave escondida bajo la alfombra de la puerta delantera, para que cualquiera pudiese entrar. Maite abrió la puerta y dio un paso atrás.



—Entra.



Entré y tomé su mano cuando pasé a su lado. Puede que ella quiera decirme todas las razones por las que no podemos estar juntos, pero yo iba a tocarla mientras hablaba. Necesitaba saber que estaba bien. Tocarla me calmaba.


Cerró la puerta y me dejó tirar de ella hacia el sofá. Me senté y la arrastré a mi lado. Quería ponerla en mi regazo, pero la mirada preocupada y nerviosa en su rostro me detuvo. Necesitaba hablar y yo la iba a dejar.


—Yo debería habértelo dicho. Lamento no haberlo hecho. Iba a hacerlo; tal vez no de la manera en que lo hice hoy, pero iba a decírtelo. Sólo necesitaba tiempo para decidir a dónde iría y lo que haría con mi vida. Quería ahorrar e ir a algún lugar para comenzar de nuevo. Para el bebé. Pero te lo iba a decir.



¿Ella me lo iba a decir y luego me iba a dejar? El pánico se apoderó de mí. No podía hacer eso. —No puedes dejarme —dije tan claramente como pude. Tenía que entender eso.



Maite dejó caer su mirada de la mía y estudió sus manos. Había entrelazado mis dedos con los suyos. Era lo único que me mantenía tranquilo en este momento. —William —dijo en voz baja—. Yo no quiero que mi bebé se sienta siempre indeseado. Tu familia... —se interrumpió y su rostro se había puesto pálido.



—Mi familia va a aceptar lo que les diga. Si no lo hacen, voy a llevarte a ti y a mi bebé lejos, y dejaré que ellos mismos paguen sus malditas facturas. Tú vienes primero, Maite.


Ella sacudió la cabeza y soltó mi mano ala levantarse. —No. Eso lo dices ahora, pero no es cierto. No era cierto hace un mes y no es cierto ahora. Siempre los eliges sobre mí. O por lo menos a Nan, y eso está bien. Lo entiendo; pero simplemente no puedo vivir con ello. No puedo quedarme aquí.



No decirle sobre su papá iba perseguirme por el resto de mi vida. Mi necesidad de proteger a Nan había jodido lo único importante para mí. Me puse de pie y caminé hacia ella mientras ella retrocedía hacia atrás, hasta quedar contra la pared. —Nadie. Está. Antes. Que. Tú.


Sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas, y negó con la cabeza. Odiaba que no pudiera creerme


—Te amo. Cuando entraste en mi vida, no te conocía. Nan era mi primera prioridad. Pero eso cambió. Ha cambiado todo. Iba a contartelo, pero mi madre llegó a casa antes de tiempo. Estaba tan asustado de perderte que te perdí de todos modos. Nada te va a apartar de mí. Pasaré el resto de mi vida demostrándote que te amo. A ti y este bebé —toqué su estómago plano y ella tembló—, vienen primero.



—Quiero creerte —dijo a través de un sollozo.



—Permíteme demostrartelo. Abandonándome no me dejas probarte nada. Tienes que quedarte conmigo, Maite. Tienes que darme una oportunidad.

Una lágrima se deslizó y rodó por su rostro. —Voy a ponerme grande y gorda. Los bebés lloran toda la noche y cuestan dinero. No será lo mismo. Nosotros no seremos lo mismo. Te arrepentirás.



Ella realmente no tenía ni idea. No importa cuántas veces se lo diga, no me creerá. Había perdido a todos los que alguna vez había querido y confiado en su vida. ¿Por qué iba a creerme? Los únicos hombres en su vida la habían dejado. Traicionándola. Ella no esperaba otra cosa.



—Este bebé te trajo de nuevo a mí. Es una parte de nosotros. Nunca me arrepentiré. Y puedes volverte tan grande como una ballena, y aún así, voy a amar de todos modos.


Una pequeña sonrisa tiró de sus labios. —Espero no volverme tan grande como una ballena.



Me encogí de hombros. —No importa.


Su sonrisa se disolvió rápidamente. —Tu hermana. Va a odiar esto. A mí. Al bebé.



Lidiaría con Nan luego. Si no podía aceptarlo, tomaría a Maite y nos iríamos a algún lugar lejos de mi hermana. Maite se había molestado bastante. Ya no permititía que nadie la lastimara. —Confía en mí para protegerte y ponerte en primer lugar.



Maite cerró los ojos y asintió. Mi pecho se hinchó y yo quería gritar al mundo que esta mujer era mía. Pero en lugar de eso la alcé. —¿Dónde está tu habitación? —pregunté.


—La última habitación a la izquierda.


Caminé hacia allí. No haría el amor con ella hoy, pero quería sostenerla durante un rato.



Abrí la puerta y me congelé. La habitación era de buen tamaño para un apartamento, pero la manta en el suelo con una almohada individual era sólo un golpe más contra mí. Cuando yo les ayudé a mudarse, había notado que Maite no tenía cama. Ella había estado durmiendo en el sofá. Pero yo había estado tan absorto en recuperarla que no había pensado en su necesidad de una cama.


—No tengo cama todavía. Podría solo haber dormido en el sofá, pero yo quería dormir en mi propia habitación —murmuró, tratando de bajar de mis brazos. No la dejaría ir. La abracé con más fuerza contra mí. Anoche había dormido en el duro suelo mientras yo había estado durmiendo en mi gran cama tamaño king. Mier*da.



—Estás temblando, William. Bájame —dijo, tirando de mi brazo.



Sin ponerla en el suelo, me di la vuelta y fui de nuevo a la sala de estar y luego hacia la puerta. Cerrando la puerta detrás de mí con llave y metí la llave en mi bolsillo. No la dejaría de nuevo bajo esa alfombra de mier*da.



—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Maite.



Mi coche no estaba aquí. Entonces la llevé de vuelta por la colina y hacia mi Rover. —Te voy a llevar a conseguir una cama. Una cama malditamente grande. Una que cueste una maldita fortuna —gruñí.


Estaba furioso porque no había notado un problema tan grande. No era de extrañar que Woods hubiera estado cuidando de ella. Yo había fracasado. No iba a fallar de nuevo. Me gustaría asegurarme de que lo tenía todo.



—No necesito una cama cara. Voy a conseguir una pronto.



—Sí, muy pronto. Esta noche —le contesté entonces incliné la cabeza y la besé la nariz—. Vamos a hacer esto. Tengo que hacer esto. Necesito el dinero invertido en la mejor cama que pueda comprar. ¿De acuerdo?



Una pequeña sonrisa tiró de sus labios. —Está bien.
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Mensaje por tamalevyrroni Sáb Nov 21, 2015 1:01 pm

24

Maite

No necesitaba mas que una cama de tamaño completo.Sin embargo, Rush se negó a comprar cualquier cosa que no fuera una cama tamaño King, dos mesas de noche y un tocador con un espejo a juego precioso. Cometí el error de mirar demasiado tiempo una manta lavanda y fundas a juego.



Antes de que supiera lo que estaba pasando, él estaba comprando el juego de cama completo con sábanas y almohadas nuevas. Discutí durante todo el tiempo, pero él actuaba como si yo no estuviera hablando. Sólo me guiñó un ojo y siguió haciendo sus órdenes y dando instrucciones al vendedor.


Para el momento en que volvimos de cenar, ya que también estuvo decidido a darme de comer, los muebles ya estaban siendo entregados. Bethy se encontraba sonriendo junto a la puerta cuando llegamos. Le encantaba todo esto.



—Gracias por permitirme hacer eso hoy. Lo necesitaba. No puedes entenderlo, pero tenía que hacerlo —dijo William antes de abrir la puerta del coche.



Lo miré. —¿Necesitabas comprarme un dormitorio completo y ropa de cama costosos? —le pregunté confundida.



—Sí, lo necesitaba.



No entendía, pero asentí. Si tenía que hacerlo, entonces iba a apreciarlo. Todavía no podía creer que todo era mío. Me iba a sentir como una princesa en mi habitación. —Bueno, gracias por todo. No esperaba nada más que un colchón. No estaba dispuesta a ser consentida.



William se inclinó hacia adelante y me dio un beso al lado de la oreja. —Eso no es ni siquiera cerca de ser mimada. Pero tengo la intención de mostrarte exactamente lo que es consentirte.


Me estremecí y apreté el pomo de la puerta. No iba a permitirle comprarme nada más. Tenía que parar esto, pero los besos alrededor de mi oreja hacían difícil concentrarse.



—Vamos a ver cómo se ve —dijo mientras se inclinaba hacia atrás.


Espacio. Teníamos que conseguir un poco de espacio. Estaba lista para saltar sobre él en estos momentos. No era algo bueno. Control. Las hormonas del embarazo querían tomar el control.



William pasó corriendo frente de la Rover cuando abrí la puerta y comencé a salir. Estaba frente de mí tomando mis manos y ayudándome a bajar, como si estuviera indefensa y no pudiera hacer un movimiento para bajar por mi cuenta.



—Puedo salir por mí misma, sabes —le dije.



Él sonrió. —Sí, pero ¿qué hay de divertido en eso?

—Parece que Pottery Barn (tienda de muebles) decidió descargar su último embarque en tu dormitorio —dijo ella, sonriendo como un niño en una tienda de dulces—. ¿Puedo dormir contigo en la gran cama esta noche? ¡El colchón es increíble!



—No. Ella necesita descansar. No hay compañeros de cama —dijo William, caminando detrás de mí y envolviendo un brazo protector alrededor de mi cintura.



Los ojos de Bethy se quedaron en mi cintura y luego de vuelta a William.



—Lo sabes —dijo ella, mirando muy contenta.



—Sí, lo sé —respondió. Y se puso tenso.



Me sentí horrible. Una persona más a la que le había dicho de mi embarazo antes que a él. Tenía todo el derecho a estar lastimado. Era una mentirosa. ¿Se daría cuenta y me dejaría?



—Bien —dijo Bethy y dio un paso a un lado para que pudiéramos entrar.



—¿Por qué no vas a asegurarte de que están colocando todo donde tú quieres? —me dijo William cuando entramos.



—Buena idea. —Lo dejé allí para ir a ver los muebles. Si estaba enojado conmigo tendría tiempo para calmarse.



Los chicos de entrega estaban haciendo un buen trabajo con la instalación, así que no me molesto. Estaba feliz con el lugar donde se estaban poniendo las cosas. Caminando de regreso a la sala oí susurrar a Bethy y me detuve.


—Ella está mejor. Ha estado bastante enferma, pero no ha vomitado estas últimas dos mañanas.



—Me llamas al segundo que parezca que podría enfermarse. —William incluso llegó a hacer sonar su susurro como una demanda.



—Sí, yo te llamo. No fue del todo mi idea “no se lo digas a William”. Tú le hiciste esto. Tienes que estar ahí para ella.



—No voy a ninguna parte —respondió.



—Será mejor que no.


William se rió. —Si ella no quiere vivir conmigo entonces por lo menos tengo que protegerla.



—Maldita sea. No creas que no la ayudaré a desaparecer si te vuelves una mier*da de nuevo. La lastimas y se irá.



—Nunca voy a hacerle daño otra vez.



El pecho me dolía. Quería creerle. Quería confiar en él. Este era nuestro bebé. Había tantas cosas que eran difíciles de olvidar, pero necesitaba aprender. Lo amaba. Estaba segura de que siempre lo haría.


Entré en la habitación y sonrío.



—Sí, están instalando las cosas justo donde las quiero.



William se acercó y me llevó a sus brazos. Estaba haciendo mucho eso últimamente. No dijo nada. Sólo me sostuvo. Bethy salió de la habitación y envolví mis brazos alrededor de él y nos quedamos así durante mucho tiempo. Era la primera vez que no me sentía sola en un largo tiempo.



***



William no me había preguntado si podía quedarse en la noche. Estaba un poco sorprendida. No había hecho nada más que darme un beso antes de irse. Eso no había hecho mucho para refrescar mis sueños. Me despierte de nuevo justo antes de un orgasmo, muy frustrante. Eché atrás mis sábanas y me senté sobre la cama. Hoy tenía que cambiar el turno del almuerzo otra vez.



Anoche había llamado a Woods y me disculpé por dejarlo guindando, pero entendió y me preguntó si las cosas estaban bien. William había estado allí escuchando todo lo que dije, por lo que había tenido prisa por colgar el teléfono. Hoy me gustaría encontrar a Woods a solas y hablar con él. Estaba siendo muy comprensivo.



Me puso en el comedor el resto de la semana. El único día que me tenía en el campo era el sábado por el torneo. Se espera que todo el mundo trabajara fuera. Cuando por fin me dirigí a la cocina, una caja de donas me dio la bienvenida. Una pequeña nota estaba incluida en la parte superior. Sonriendo, la recogí y leí.


Te perdiste anoche. No podía comer esto solo. Espero que las cosas estén mejor. Con cariño, Jimmy.


Mier*da! Me había olvidado de la cita de donas. Otra persona con la que tenía que disculparme. Pero primero, quería un poco de leche y donas.

25

William

Me senté en una de las sillas de piel al otro lado del escritorio de Woods. Él estaba estudiándome y eso me molestaba. Yo había sido quien lo llamó y arregló este encuentro. ¿Porque estaba tan malditamente divertido?


—Voy a pagarte la cantidad completa por el alquiler del condominio. Yo sé cuál es la tarifa y te hice un cheque por todo un año de alquiler. Aunque, Maite probablemente no va a estar viviendo allí mucho tiempo. Al lograr que confíe en mi, voy a hacer que se mude conmigo —Deslicé un cheque por su escritorio.



Woods miró abajo hacia él y luego de vuelta a mí. —Asumo que esto es porque tú no quieres que me esté haciendo cargo de lo que es tuyo.


—Eso es correcto.



Woods asintió y recogió el cheque. —Bien. Yo no debería tener que hacerme cargo de Maite o tú bebé. Pero lo haría. Tú podrías no creerme, pero estoy feliz de que estés enterado del embarazo. Solo no jodas las cosas. Tú tendrás que asegurarte de que Nan mantenga sus garras dentro.


No necesitaba a Woods diciéndome lo que hice y lo que no necesitaba hacer. Nada de esto era asunto suyo. Sin embargo, aún no había terminado con él, así que hacerlo enojar era mala idea.


—No quiero que trabaje turnos dobles o afuera en el calor. Se niega a dejar de trabajar pero sus horas necesitan ser acortadas.



Woods se cruzó de brazos sobre su pecho y se inclinó hacia atrás en su asiento.



—¿Ella sabe sobre esto? Porque lo último que supe, necesitaba todas las horas que pudiera conseguir.



—Lo último que supiste era que yo no sabía que ella estaba cargando mi bebé. Nada puede sucederle, Woods. No puedo permitir que nada más le pase.



Él asintió y dejó salir un profundo suspiro. —Bien. Estoy de acuerdo. No me gusta que me digan que hacer pero estoy de acuerdo.


—Una cosa más —dije antes de levantarme—. Jimmy es gay, ¿Cierto?—Parece que Pottery Barn (tienda de muebles) decidió descargar su último embarque en tu dormitorio —dijo ella, sonriendo como un niño en una tienda de dulces—. ¿Puedo dormir contigo en la gran cama esta noche? ¡El colchón es increíble!



—No. Ella necesita descansar. No hay compañeros de cama —dijo William, caminando detrás de mí y envolviendo un brazo protector alrededor de mi cintura.



Los ojos de Bethy se quedaron en mi cintura y luego de vuelta a William.



—Lo sabes —dijo ella, mirando muy contenta.



—Sí, lo sé —respondió. Y se puso tenso.



Me sentí horrible. Una persona más a la que le había dicho de mi embarazo antes que a él. Tenía todo el derecho a estar lastimado. Era una mentirosa. ¿Se daría cuenta y me dejaría?



—Bien —dijo Bethy y dio un paso a un lado para que pudiéramos entrar.



—¿Por qué no vas a asegurarte de que están colocando todo donde tú quieres? —me dijo William cuando entramos.



—Buena idea. —Lo dejé allí para ir a ver los muebles. Si estaba enojado conmigo tendría tiempo para calmarse.



Los chicos de entrega estaban haciendo un buen trabajo con la instalación, así que no me molesto. Estaba feliz con el lugar donde se estaban poniendo las cosas. Caminando de regreso a la sala oí susurrar a Bethy y me detuve.


—Ella está mejor. Ha estado bastante enferma, pero no ha vomitado estas últimas dos mañanas.



—Me llamas al segundo que parezca que podría enfermarse. —William incluso llegó a hacer sonar su susurro como una demanda.



—Sí, yo te llamo. No fue del todo mi idea “no se lo digas a William”. Tú le hiciste esto. Tienes que estar ahí para ella.



—No voy a ninguna parte —respondió.



—Será mejor que no.


William se rió. —Si ella no quiere vivir conmigo entonces por lo menos tengo que protegerla.



—Maldita sea. No creas que no la ayudaré a desaparecer si te vuelves una mier*da de nuevo. La lastimas y se irá.



—Nunca voy a hacerle daño otra vez.



El pecho me dolía. Quería creerle. Quería confiar en él. Este era nuestro bebé. Había tantas cosas que eran difíciles de olvidar, pero necesitaba aprender. Lo amaba. Estaba segura de que siempre lo haría.


Entré en la habitación y sonrío.



—Sí, están instalando las cosas justo donde las quiero.



William se acercó y me llevó a sus brazos. Estaba haciendo mucho eso últimamente. No dijo nada. Sólo me sostuvo. Bethy salió de la habitación y envolví mis brazos alrededor de él y nos quedamos así durante mucho tiempo. Era la primera vez que no me sentía sola en un largo tiempo.



***



William no me había preguntado si podía quedarse en la noche. Estaba un poco sorprendida. No había hecho nada más que darme un beso antes de irse. Eso no había hecho mucho para refrescar mis sueños. Me despierte de nuevo justo antes de un orgasmo, muy frustrante. Eché atrás mis sábanas y me senté sobre la cama. Hoy tenía que cambiar el turno del almuerzo otra vez.



Anoche había llamado a Woods y me disculpé por dejarlo guindando, pero entendió y me preguntó si las cosas estaban bien. William había estado allí escuchando todo lo que dije, por lo que había tenido prisa por colgar el teléfono. Hoy me gustaría encontrar a Woods a solas y hablar con él. Estaba siendo muy comprensivo.



Me puso en el comedor el resto de la semana. El único día que me tenía en el campo era el sábado por el torneo. Se espera que todo el mundo trabajara fuera. Cuando por fin me dirigí a la cocina, una caja de donas me dio la bienvenida. Una pequeña nota estaba incluida en la parte superior. Sonriendo, la recogí y leí.


Te perdiste anoche. No podía comer esto solo. Espero que las cosas estén mejor. Con cariño, Jimmy.


Mier*da! Me había olvidado de la cita de donas. Otra persona con la que tenía que disculparme. Pero primero, quería un poco de leche y donas.



25



William



Me senté en una de las sillas de piel al otro lado del escritorio de Woods. Él estaba estudiándome y eso me molestaba. Yo había sido quien lo llamó y arregló este encuentro. ¿Porque estaba tan malditamente divertido?


—Voy a pagarte la cantidad completa por el alquiler del condominio. Yo sé cuál es la tarifa y te hice un cheque por todo un año de alquiler. Aunque, Maite probablemente no va a estar viviendo allí mucho tiempo. Al lograr que confíe en mi, voy a hacer que se mude conmigo —Deslicé un cheque por su escritorio.



Woods miró abajo hacia él y luego de vuelta a mí. —Asumo que esto es porque tú no quieres que me esté haciendo cargo de lo que es tuyo.


—Eso es correcto.



Woods asintió y recogió el cheque. —Bien. Yo no debería tener que hacerme cargo de Maite o tú bebé. Pero lo haría. Tú podrías no creerme, pero estoy feliz de que estés enterado del embarazo. Solo no jodas las cosas. Tú tendrás que asegurarte de que Nan mantenga sus garras dentro.


No necesitaba a Woods diciéndome lo que hice y lo que no necesitaba hacer. Nada de esto era asunto suyo. Sin embargo, aún no había terminado con él, así que hacerlo enojar era mala idea.


—No quiero que trabaje turnos dobles o afuera en el calor. Se niega a dejar de trabajar pero sus horas necesitan ser acortadas.



Woods se cruzó de brazos sobre su pecho y se inclinó hacia atrás en su asiento.



—¿Ella sabe sobre esto? Porque lo último que supe, necesitaba todas las horas que pudiera conseguir.



—Lo último que supiste era que yo no sabía que ella estaba cargando mi bebé. Nada puede sucederle, Woods. No puedo permitir que nada más le pase.



Él asintió y dejó salir un profundo suspiro. —Bien. Estoy de acuerdo. No me gusta que me digan que hacer pero estoy de acuerdo.


—Una cosa más —dije antes de levantarme—. Jimmy es gay, ¿Cierto?

Woods soltó una carcajada y entonces asintió.



—Si, lo es, pero guárdate eso para ti mismo. A las mujeres les gusta venir solo para mirarlo. Recibe buenas propinas solo por eso.



Bien. Yo creí que él lo era pero su fijación a Maite me molestaba.



—Entonces supongo que él puede revolotear sobre mi chica.



Woods esbozó una sonrisa maliciosa. —No creo que pudieras detenerlo aún si lo intentaras.



Mi teléfono sonó mientras caminaba hacia mi Range Rover. Esto me recordó que Maite no tenía teléfono. Así que no sería ella llamándome. Iba a visitarla ahora. Hablaríamos del asunto entonces. Sacando mi teléfono, vi el nombre de mi madre en la pantalla. La había ignorado durante cuatro semanas. Yo tenía a Maite de vuelta pero aún no me encontraba listo para hablar con mamá. Presione el botón de ignorar y guarde mi teléfono de vuelta en mi bolsillo.



Una vez que estuve en lo de Maite revisé debajo del tapete y estuve feliz de ver que no había una llave escondida. Había hablado con ella y Bethy la noche anterior sobre lo inseguro que era eso. Golpeé la puerta y escuche los pasos en el otro lado. El auto de Bethy había estado en el club cuando me fui, así que sabía que Maite estaba sola. Solo pensar en tener algo de tiempo a solas con ella me hizo sonreír.



La puerta se abrió y una “recién arrastrada de la cama” Maite se asomó en el otro lado sosteniendo una dona. El rubor en sus mejillas era adorable. La pequeña diminuta camiseta sin mangas cubriendo esas grandes y hermosas tetas suyas y los pequeños shorts bóxer tomaban lo adorable y la convertían en ardiente.



Entré y cerré la puerta detrás de mí. —Maldición, nena —murmuré mientras la regresaba al sofá—. Por favor, no vuelvas a abrir la puerta luciendo de esta manera.



Ella bajó la mirada y una sonrisa tiro de sus labios. —Continúan volviéndose más grandes. Yo creo que es por el embarazo —dijo a modo de explicación—. Olvide que se veían así…



Envolví un mechón de su cabello alrededor de mi dedo. —No es solo la diminuta camiseta sin mangas pero esto del cabello “recién salido de la cama” es sexy y… —deslicé mi mano hacia abajo sobre su trasero apenas cubierto—. Esto necesita ser más cubierto también.



—Las personas normalmente no se detienen en esas cosas por las mañanas—Maite se escuchó sin aliento. Me gustaba saber que la afectaba.



—Bien —repliqué—. ¿Cómo fue dormir en tu cama? —le pregunté dando una mordida al lóbulo de su oreja.



—Uh… yo uh… dormí bien —dijo, nerviosa. Tire de vuelta y la miré. ¿Por qué se escuchaba nerviosa?


—¿Solo bien? —pregunté, mirando como sus mejillas se volvían rojo brillante.



—Maite cambio su pie y bajo su mirada al suelo. —Los sueños de embarazada pueden ser um…


—¿Sueños de embarazada? ¿A qué te refieres? —ahora tenía curiosidad.



El hecho de que su rostro entero era de un rojo brillante y ella se veía lista para arrastrarse debajo de la mesa y esconderse de mí, solo me hizo querer saber más. Comenzó a moverse y tomé sus caderas para mantenerla mantuve atrapada entre mí y el sofá.


— Oh, no, no lo harás. No puedes decirme cosas como esa y no explicarte.



__Maite dejó salir una corta risa insegura y sacudió su cabeza.



—Puedes mantenerme aquí todo el día pero no voy a decirte.



Deslicé mis manos debajo de su camiseta y comencé a hacerle cosquillas. Intente realmente fuerte no concentrarme en los senos perfectamente abultados justo a mi alcance. No quería que Maite pensara que sólo me importaba por el sexo. Antes había basado nuestra relación en sexo. Quería probarle que era más que eso. Incluso si estaba tomando duchas frías y masturbándome pensando en lo dulce ella había sabido el otro día.


__Maite se reía y retorcía mientras le hacía cosquillas.


—¡Para! —chilló y empujó contra mí. Cuando intentó de revolverse lejos de mí, mi mano se deslizo arriba y masajeó su seno izquierdo, haciéndola congelarse. Un pequeño sonido vino de su garganta, que se escuchó realmente cercano a un gemido. Froté la yema de mi pulgar sobre su pezón y ella se presionó contra mí. A la mier*da la cosa de nada de sexo. ¿Cómo se suponía que ignorara esto?


—Por favor, William. Yo te necesito, para —rogó.



¿Ella me necesitaba? Espera… eran sus sueños… —Maite, nena, ¿Tus sueños son sobre sexo?



Ella gimoteó y asintió mientras yo pinchaba su pezón entre mis dedos.



—Sí, y estoy cansada de despertarme cachonda —murmuró.



Mier*da. Tome la dona de sus manos y la recosté en la mesa, luego chupé el glaseado de sus dedos. Su respiración se detuvo. La tomé y la levanté. Ella envolvió sus piernas alrededor de mi cintura y yo devoré su boca mientras nos encaminaba de vuelta a su dormitorio. En esta ocasión había una gran cama para mí para que la pusiera y la mantuviera en ella todo el día, haciéndole el amor si eso era lo que ella necesitaba.



La recosté en la cama y tire sus pequeños shorts y bragas fuera antes de arrastrarme encima de ella.


—Quítate esa camiseta —dije mientras tiraba de ella hacia arriba y sobre su cabeza. Me detuve y la miré. Solo la semana pasada creí que nunca la volvería a ver así otra vez. Sostenerla era algo con lo que soñaba al dormir. Ahora ella estaba allí y yo quería apreciar cada pequeña porción de su cuerpo.



—William, por favor. Te necesito dentro de mí —Se retorció y declaró. Por mucho que quería adorar su cuerpo parecía como que no iba a conseguirlo. No iba a ser capaz de rechazar a una Maite necesitada.



—¿Puedo probarte primero? —le pregunté, besando su boca otra vez y entonces corriendo besos por todo su cuerpo.



—Sí, lo que sea. Solo necesito que me toques —suspiró cuando mi mano encontró sus pliegues húmedos y deslice un dedo al interior—. ¡Oh Dios! ¡Sí! Ahhhh —gritó mientras comenzaba a tocarla.



—Maite loca por el sexo iba a ser divertida. Era como si hubiera ganado la jodida lotería. Empuje sus muslos más separados y baje mi boca para besar el pequeño clítoris escondido allí. Ella se disparó y comenzó a rogar otra vez. Pegando mi lengua afuera, la corrí por encima de su dulce e hinchado sexo. Sus dos manos tomaron mi cabello y me sostuvieron. No pude evitar sonreír.

—Por favor, William, por favor. Tú lo haces sentir tan bien. Por favor —sus sexys, pequeñas suplicas estaban a punto de hacerme explotar. La quería tanto o más como ella me quería a mí pero yo también estaba disfrutando esto. Me concentré en hacerla venirse con mi boca mientras ella comenzaba a retorcerse y gemir en la cama. Cuando finalmente gritó mi nombre y se comenzaba a venir, salté y me quité la ropa en un tiempo récord.


Ya no necesitábamos más un condón. Me recosté sobre ella y con una simple estocada ya estaba dentro. Maite sujetó mis hombros y yo tiré de su cabeza hacia abajo. Si así era como todas las mujeres embarazadas eran, ¿Por qué carajos los hombres no las mantenían embarazadas? Esto era ardiente. Tan ardiente que no me importaría hacerlo mucho tiempo.



—Cógeme, William. Realmente duro —__Maite jadeó.



—Nena, sigue diciendo cosas así y me voy a correr antes de que tú quieras que lo haga.



Ella sonrió maliciosamente hacia mí. —Te tendré duro otra vez. Lo prometo. Ahora, hazlo duro. En mis sueños, tú me cubrías y me cogías hasta que me encontraba gritando y arañando en la cama, rogándote para que nunca pararas. Justo antes de que me viniera, me desperté.



No solo había estado teniendo sueños sexuales sobre mí, sino sueños sucios sobre mí. Me tiré fuera de ella y la volteé sobre su estómago, luego alce sus caderas al aire.



—¿Quieres coger, dulce Mai? Yo haré a mi chica sentirse mejor —Susurré mientras corría mis manos gentilmente sobre su trasero desnudo. Ella comenzó a retorcerse y nalgueé su co*ño, haciéndola boquear con sorpresa—. Si lo quieres duro nena, entonces te lo voy a dar duro —le prometí.


Tomando su cadera, arremetí dentro de ella y casi disparo mi carga. Estaba tan jodidamente apretada. Los desesperados lloriqueos de placer viniendo de Maite no estaban ayudando. Recordando que necesitaba hacer que Maite se viniera de nuevo era difícil cuando mis bolas estaban volviéndose apretadas y mi miembro palpitaba.



—Más fuerte —Maite gimió y lo perdí. Comencé a golpear dentro de ella con la misma salvaje necesidad desenfrenada que la consumía. Cuando su ceñido calor comenzó a apretarme y mi nombre vino rasgando fuera de su boca, cerré los ojos y me deje llevar.
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