Foro Maite Perroni & William Levy (LevyRroni)
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

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Mensaje por tamalevyrroni Jue Oct 08, 2015 11:48 am

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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico

Cassandra Clare


La magia es peligrosa… pero el amor lo es aún más. Cuando Maite Gray de dieciséis años, cruza el océano para encontrar a su hermano, su destino es la Inglaterra Victoriana, y algo aterrador le espera en el Submundo de Londres, donde los vampiros, brujos y seres sobrenaturales acechan las calles alumbradas con gas. Sólo los Cazadores de Sombras, guerreros dedicados a librar al mundo de los demonios, mantienen orden en medio del caos.

.
Secuestrada por las misteriosas Hermanas Oscuras, los miembros de una organización secreta llamada El Club Pandemonium, Maite pronto descubrirá que ella misma es un Submundo con una extraña habilidad: el poder de transformarse a voluntad, en otra persona. Es más, el maestro, la figura sombría que dirige el Club, no se detendrá ante nada para reclamar el poder de Maite por su cuenta.


Sin amigos y cazada, Maite se refugia con los Cazadores de Sombras en el Instituto de Londres, quienes juran encontrar a su hermano si ella usa su poder para ayudarles. Ella pronto se encuentra fascinada por, y dividida entre, dos mejores amigos: James, cuya frágil belleza esconde un secreto mortal, y de ojos azules Will, cuyo ingenio mordaz y estado de ánimo volátil mantiene a todos en su vida distantes, todo el mundo excepto a Maite. En su búsqueda, se van directo al corazón de un misterioso complot, que amenaza con destruir a los Cazadores de Sombras, Maite se da cuenta que debe tener que escoger entre salvar a su hermano y ayudar a sus nuevos amigos a salvar el mundo. . Y que el amor puede ser la magia más peligrosa de todas.
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Mensaje por EsperanzaLR Jue Oct 08, 2015 12:31 pm

Gracias Tami por traerla esta interesante
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Mensaje por asturabril Jue Oct 08, 2015 7:33 pm

Siguela Tami. Gracias:heart:
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Mensaje por EsperanzaLR Vie Oct 09, 2015 10:34 am

sunny sunny sunny
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Mensaje por tamalevyrroni Vie Oct 09, 2015 11:49 am

Cuando Pueda La Subo.
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Mensaje por SuenoLR Sáb Oct 10, 2015 6:02 am

Razz
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Mensaje por EsperanzaLR Sáb Oct 10, 2015 12:01 pm

tamalevyrroni escribió:
Cuando Pueda La Subo.


cheers cheers cheers cheers
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Mensaje por EsperanzaLR Dom Oct 11, 2015 11:05 am

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Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:34 am

Canción del Río Támesis

Una nota de sal

Se desliza y el río sube,

oscureciéndose del color del té,

creciendo hasta encontrar el verde.

Por encima de su orilla los engranajes y ruedas de máquinas monstruosas

suenan y giran, el fantasma dentro

desaparece en sus bobinas,

dusurrando misterios.

Cada pequeño engranaje de oro tiene su diente,

cada gran rueda se mueve

un par de manos que toman el agua del río,

la devoran, convirtiéndola en vapor,

forzando a la gran máquina a correr

a la fuerza de su disolusión.

Gentilmente, la marea está subiendo,

corrompiendo el mecanismo.

Sal, óxido y limo

pausando los engranajes.

bajando en las orillas

los depósitos de hierro

meciéndose en sus amarras

con el hueco estampido

de una campana gigante,

de un tambor y un cañón

que gritan en una lengua de trueno

y el río onduló debajo.

—Elka Cloke

PRÓLOGO

El demonio explotó en una lluvia de icor y tripas. William Herondale tiró hacia atrás la daga que estaba sosteniendo, pero era demasiado tarde. El ácido viscoso de la sangre del demonio ya había empezado a carcomer la brillante hoja.



Juró y echó a un lado el arma; aterrizó en un charco sucio y comenzó a arder sin llama, como una cerilla apagada. El propio demonio, por supuesto, había desaparecido, enviado de vuelta a cualquiera haya sido el mundo infernal del que había venido, aunque no sin dejar un lío detrás




“¡Jem!” llamó Will, dando la vuelta. “¿Dónde estás? ¿Viste eso? ¡Matado con un golpe! No está mal, ¿eh?”



Pero no hubo respuesta a los gritos de Will; su compañero de caza había estado detrás de él, en la húmeda y sucia calle algunos momentos antes, cuidando su espalda. Will era positivo, pero ahora Will estaba solo en las sombras. Frunció el ceño a nadie, era mucho menos divertido presumir, sin Jem para presumirle.



Miró detrás de él, donde la calle se estrechaba en un pasillo que daba al agua negra del Támesis que subía y bajaba en la distancia.



A través de la brecha, Will podía ver las oscuras siluetas de los barcos atracados en el muelle, un río de mástiles como un huerto sin hojas. No estaba Jem ahí; tal vez había vuelto a Narrow Street en busca de mejor iluminación. Con un encogimiento de hombros, Will regresó por donde había venido.



Narrow Street cruzaba Limehouse, entre los muelles detrás del río y los barrios bajos propagados hacia el oeste de Whitechapel. Era tan angosta como su nombre lo sugería, bordeada de almacenes y edificios de madera torcida. Por el momento estaba desierta; incluso los borrachos habían ido tambaleándose a casa desde Grapes hacia la carretera, encontrando un lugar donde colapsar por la noche. A Will le gustaba Limehouse, le gustaba el sentimiento de estar en la orilla del mundo, donde los barcos se iban cada día a puertos inimaginablemente lejanos.



Que esa área fuera guarida de marineros, y por lo tanto, estuviera llena de garitos de juego, fumadores de opio, y burdeles, no dañaba tampoco. Era fácil perderte a ti mismo en un lugar como este. Ni siquiera le molestaba el olor de éste; humo y cuerda1 y alquitrán,especias extranjeras mezcladas con el olor de agua sucia del río Támesis.



Mirando arriba y abajo en la calle vacía, restregó la manga de su abrigo a través de su rostro, intentando frotar el icor que escocía y quemaba su piel.



La tela quedó teñida de verde y negro. Había un corte en el dorso de su mano también, uno feo.



Podía usar una runa de curación. Una de las de Charlotte, preferentemente. Ella era particularmente buena dibujando iratzes2.



Una sombra se desprendió de las sombras y se movió hacia Will. Él comenzó a avanzar, luego se detuvo. Ese no era Jem, era más bien un policía mundano usando un casco con forma de campana, un abrigo pesado y una expresión de desconcierto. Se quedó mirando a Will, o más bien a través de Will.



No obstante, Will estaba usando un glamour, siempre era extraño que vieran a través de él, como si no estuviera ahí. Will fue cogido por la repentina urgencia de agarrar la porra del policía y observar mientras el hombre aleteaba alrededor, intentando averiguar donde había ido; pero Jem lo había regañado las pocas veces que había hecho eso antes, y aunque Will nunca pudo entender realmente las objeciones de Jem de toda la iniciativa, no valía la pena molestarlo.



Con un encogimiento de hombros y un parpadeo, el policía se desplazó más allá de Will, moviendo la cabeza y murmurando algo en voz baja sobre renunciar a la ginebra antes de que realmente empezara a ver cosas. Will dio un paso a un lado para dejar pasar al hombre, luego aumentó su voz a un grito:



“¡James Carstairs! ¡Jem! ¿Dónde estás, tú, bastardo desleal?” Esta vez una débil réplica le respondió. “Por aquí. Sigue la luz mágica.”



Will se movió hacia el sonido de la voz de Jem. Parecía venir de una oscura abertura entre dos almacenes. Un débil destello era visible entre las sombras, como la luz lanzada de un fuego fatuo3. “¿Me oíste antes? Ese demonio Shax pensó que podría cogerme con sus grandes pinzas sangrientas, pero lo acorralé en un callejón…”





1 Se refiere a las cuerdas para amarrar los barcos al puerto.



2 Iratze: runa de curación.


3 Un fuego fatuo (en latín ignis fatuus) es un fenómeno consistente en la inflamación de ciertas materias (fósforo, principalmente) que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción, y forman pequeñas llamas que se ven andar por el aire a poca distancia de la superficie, especialmente en los lugares pantanosos y en los cementerios. Son luces pálidas que pueden verse a veces de noche o al anochecer. Se dice que los fuegos fatuos retroceden al aproximarse a ellos. Existen muchas leyendas sobre ellos, lo que hace que muchos sean reacios a aceptar explicaciones científicas.


4 El chelín inglés, una moneda usada en el Reino Unido hasta 1971, que equivalía a la vigésima parte de una libra esterlina, y que, obviamente, era plateado.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:36 am

“Sí, te oí.” El joven que apareció en la boca del callejón estaba pálido a la luz de la lámpara, más pálido incluso de lo que era normalmente, lo que era bastante, en realidad. Tenía la cabeza descubierta, lo que atrajo inmediatamente la marida a su cabello. Éste era de un extraño color plata brillante, como un lustroso chelín4. Sus ojos eran de la misma plata, y su rostro de huesos finos, era angular, la delicada curva de sus ojos la única pista de su herencia. Había una mancha oscura a través del frente de su camisa, y sus manos estaban densamente manchadas con rojo.



Will se tensó. “Estás sangrando. ¿Qué pasó?”



Jem despidió con un gesto la preocupación de Will. “No es mi sangre.” Volvió la cabeza hacia el callejón detrás de él. “Es de ella.”



Will miró más allá de su amigo, dentro de las espesas sombras del callejón. En la esquina lejana de éste, había una forma arrugada, sólo una sombra en la oscuridad, pero cuando Will miró de cerca, pudo distinguir la forma de una mano pálida, y un mechón de cabello rubio.



“¿Una mujer muerta?” Will preguntó. “¿Una mundana?”



“Una niña, en realidad. No más de catorce.” A eso, Will maldijo a un gran volumen y expresión. Jem esperó pacientemente a que terminara. “Si sólo hubiéramos pasado un poco más temprano,” dijo Will finalmente. “Ese sangriento demonio…”



“Esa es la cosa peculiar. No creo que esto sea trabajo del demonio.” Jem frunció el ceño. “Los demonios Shax son parásitos, progenie de parásitos. Hubiera querido arrastrar a su víctima de vuelta a su guarida para poner huevos en su piel mientras ella seguía viva. Pero esta chica fue apuñalada, repetidamente. Y no creo que haya sido aquí, tampoco. Simplemente no hay suficiente sangre en el callejón. Creo que ella fue atacada en otro lugar, y que se arrastró aquí para morir de sus heridas.”



“Pero el demonio Shax…”



“Te estoy diciendo, no creo que fuera el Shax. Creo que el Shax la persiguió, cazándola para algo, o alguien, más.”



“Los Shaxes tienen un agudo sentidos del olfato,” admitió Will. “He oído de brujos que los utilizan para seguir las pistas de desaparecidos. Y éste parecía moverse con una extraña clase de propósito.” Miró más allá de Jem, a la lamentable pequeñez de la forma arrugada en el callejón.



“No encontraste el arma, ¿lo hiciste?”



“Toma.” Jem sacó algo desde el interior de su chaqueta, un cuchillo envuelto en tela blanca. “Es una especie de misericordia5, o daga de caza. Mira cuan delgada es la hoja.”



Will lo tomó. La hoja era bastante delgada, terminada en una empuñadura echa de hueso pulido. La hoja y la empuñadura estaban manchadas con sangre seca. Con el ceño fruncido limpió lo plano del cuchillo a través de áspero tejido de su manga, raspando limpio, hasta que un símbolo, quemado en la hoja, se volvió visible. Dos serpientes, mordiéndose la cola la una a la otra, formando un perfecto círculo.



“Ouroboros6,” dijo Jem, inclinándose más cerca para mirar el cuchillo. “Uno doble. Ahora, ¿qué crees que significa?”



“El fin del mundo,” dijo Will, todavía mirando la daga, una pequeña sonrisa jugó en su boca, “y el principio.”



Jem frunció el ceño. “Entiendo la simbología, William. Quiero decir, ¿Qué crees que su presencia en la daga significa?”



El viento del río alborotó el cabello de Will; lo cepilló fuera de sus ojos con gesto impaciente y volvió a estudiar el cuchillo. “Es un símbolo alquímico, no uno brujo o uno Submundo. Eso normalmente quiere decir humanos; el tipo de mundanos tontos que creen que tratar con magia es el boleto para ganar fama y riqueza.”



“El tipo que normalmente termina en una pila de sangrientos harapos dentro de algún pentagrama.” Jem sonaba sombrío.



“El tipo que le gusta estar al acecho por las partes del Submundo de nuestra bella ciudad.” Después de envolver el pañuelo alrededor de la hoja cuidadosamente, la deslizó dentro del bolsillo de su chaqueta. “¿Crees que Charlotte me dejará mantener la investigación?”



“¿Crees que deberías confiar en los Submundo? Los garitos de juego, los antros de vicios mágicos, las mujeres de moral relajada…”



Will sonrió de la forma en que Lucifer debía sonreír, momentos antes de caer del Cielo. “Mañana sería demasiado pronto para empezar a buscar, ¿lo crees?



Jem suspiró. “Has lo que quieras, William. Siempre lo haces.”

5: También llamada ballock o misericordia fue muy usada en Agincourt (batalla de la Guerra de los Cien años).

Este último apodo se debía a que solía utilizársela para rematar heridos incurables en el campo de batalla. Se la usaba como último recurso: un soldado que había perdido sus otras armas podía aproximarse al caballero en armadura (a una distancia tan cercana que éste no pudiese utilizar la alabarda,la espada ni el mandoble),

pegarse a él y pasar la misericordia por la mirilla del casco.

Este golpe, si se vivía lo suficiente como para asestarlo, era mortal de necesidad.

6: El Uróboros u Ouraboros, es la emblemática serpiente del Antiguo Egipto y la Antigua Grecia, representado con su cola en la boca, devorándose continuamente a sí mismo. Expresa la unidad de todas las cosas, las materiales y las espirituales,

que nunca desaparecen sino que cambian de forma en un ciclo

eterno de destrucción y nueva creación, al igual que representa la infinitud.

Southampton, Mayo.

Maite no podía recordar un momento en que no hubiera amado el ángel mecánico. Éste había pertenecido a su madre una vez, y su madre lo había estado llevando cuando murió. Después de eso, éste se había quedado en el joyero de su madre, hasta que su hermano, Nathaniel, lo sacó un día para ver si todavía funcionaba.



El ángel no era más grande que el dedo meñique de Maite, una pequeña estatuilla hecha de latón, con las plegadas alas de bronce no más grandes que las de un grillo. Tenía un delicado rostro de metal con párpados de medialuna cerrados, y manos cruzadas sobre una espada en el frente. Una delgada cadena que serpenteaba debajo de las alas permitía que el ángel fuera usado alrededor del cuello como un medallón.



Maite sabía que el ángel fue hecho con mecanismo de relojería porque si lo acercaba a su oído, podía oír el sonido de su mecanismo, como el sonido de un reloj. Nate había exclamado sorprendido que eso seguía funcionando después de tantos años, y había buscado en vano una perilla o un tornillo, o algún otro método por el que al ángel se le pudiera dar cuerda. Pero ahí no había nada que encontrar. Con un encogimiento de hombros él le dio el ángel a Maite. Desde ese momento ella nunca se lo quitó; incluso en la noche, el ángel yacía contra su pecho mientras ella dormía, sus constantes tic-tac, tic-tac como el latido de un segundo corazón.



Lo sostuvo ahora, asiéndolo entre sus dedos, mientras el Main husmeaba en su camino entre otros masivos busques de vapor para encontrar un lugar en el muelle de Southampton. Nate había insistido en que ella llegara a Southampton en lugar de Liverpool, donde llegaban más trasatlánticos a vapor. Había afirmado que era porque Southampton era un lugar mucho más placentero para arribar, por lo que Maite no pudo dejar de estar un poco decepcionada por esto, su primera visita a Inglaterra. Estaba tristemente gris. La lluvia tamborileaba en la torre de una iglesia lejana, mientras humo negro ascendía de las chimeneas de los barcos y teñía el cielo ya opaco. Una multitud de gente en ropa oscura, sosteniendo paraguas, estaba en los muelles. Tessa se esforzaba por ver si su hermano estaba entre ellos, pero la niebla y la rociada de los barcos eran muy espesas para que ella distinguiera cualquier persona en gran detalle.



Maite tembló. El viento del mar era frío. Todas las cartas de Nate afirmaban que Londres era hermoso, el sol brillaba cada día. Bien, pensó Tessa, esperaba que el clima allí fuera mejor de lo que era aquí, porque no tenía ropa abrigada con ella, nada más sustancial que un chal de lana que había pertenecido a Tía Harriet, y un par de delgados guantes. Había tenido que vender la mayoría de su ropa para pagar el funeral de su tía, con la certeza de que su hermano le compraría más cuando llegara a Londres para vivir con él.



Un grito se elevó. El Main, su casco pintado de negro brillante, centelleó mojado por la lluvia, había anclado, y remolcadores estaban arando su camino en el agua gris que subía y bajaba, listos para cargar equipaje y pasajeros a la orilla.



Los pasajeros fluyeron del barco, claramente desesperado por sentir tierra bajo sus pies. Tan diferente de su salida de Nueva York. El cielo era azul entonces, y una banda había estado tocando. Aunque, sin nadie ahí para despedirla, esa no había sido una ocasión alegre.



Encorvando los hombros, Maite se unió a la multitud que desembarcaba. Gotas de lluvia aguijonearon su desprotegidos cabeza y cuello, como pequeños pinchazos de hielo, y sus manos, dentro de sus insustanciales guantes, estaban frías y húmedas con la lluvia. Al llegar al muelle, miró a su alrededor con impaciencia, buscando una visión de Nate. Hacía casi dos semanas desde que hablaba con el alma, manteniéndose casi en su totalidad a sí misma a bordo del Main. Sería maravilloso tener de nuevo a su hermano para hablar.



Él no estaba ahí. Los muelles estaban repletos con montones de equipajes y todo tipo de cajas y cargas,incluso montones de frutas y vegetales se marchitaban y disolvían en la lluvia. Un vapor partía de Le Havre nearby, y marineros de aspecto húmedo pululaban cerca de Tessa, gritando en francés. Intentó moverse a un lado, sólo para ser casi pisoteada por una multitud de pasajeros que desembarcaban apresurados para refugiarse en la estación de trenes. Pero Nate no se veía por ninguna parte.



“¿Usted es la Señorita Gray?” La voz era gutural, con pesado acento. Un hombre se había movido para ponerse en frente de Maite. Era alto, y llevaba un majestuoso abrigo negro y un sombrero alto, el ala de su sombrero colectaba agua de lluvia como una cisterna. Sus ojos eran peculiarmente saltones, casi protuberantes, como los de una rana, su piel de aspecto áspero como el tejido de una cicatriz. Tessa tuvo que luchar con la urgencia de encogerse lejos de él. Pero él sabía su nombre. ¿Quién podría saber su nombre aquí salvo alguien que conociera a Nate, también?



“¿Si?”



“Su hermano me envió. Venga conmigo.”



“¿Dónde está él?” Maite demandó, pero el hombre ya se estaba alejando. Su paso era desigual, como si tuviera cojera de una vieja herida. Después de un momento, Tessa recogió su falda y corrió tras él.



Él serpenteó a través de la multitud, avanzó con determinada velocidad. La gente saltaba a un lado, murmurando sobre su mala educación cuando él los empujaba con sus hombros al pasar, con Maite corriendo para mantener su paso. Se volvió abruptamente en torno a un montón de cajas, y se detuvo en frente de un gran coche negro brillante. Letras doradas estaban pintadas a través de su costado, pero la lluvia y la niebla eran muy espesas para que Maite las leyera claramente.



La puerta del carruaje se abrió y una mujer se asomó. Usaba un enorme sombrero de

Maite asintió. El hombre de ojos saltones se apresuró a ayudar a salir a la mujer del carruaje, y luego otra mujer la siguió. Cada una de ellas inmediatamente abrió un paraguas y los levantaron, refugiándose de la lluvia. Entonces fijaron sus ojos en Maite.

Eran un extraño par, las mujeres. Una era muy alta y delgada, con un huesudo y ojeroso rostro. Su pelo sin color estaba arrastrado en un moño atrás de su cabeza. Usaba un vestido de seda violeta brillante, ya salpicado aquí y allá con manchas de lluvia, y guantes violetas a juego. La otra mujer era baja y rolliza, con pequeños ojos hundidos profundamente en su cabeza; sus brillantes guantes rosa estirados sobre sus grandes manos, las hacían verse como patas de colores.



“Maite Gray,” dijo la más pequeña de las dos. “Qué delicia conocerla al fin. Soy la Sra. Black, y esta es mi hermana, la Sra. Dark. Su hermano nos envió para acompañarla a Londres.”



Maite, mojada, helada, y desconcertada, cogió su chal más ajustado a su alrededor. “No lo entiendo. ¿Dónde está Nate? ¿Por qué no vino él mismo?”



“Fue inevitablemente detenido por negocios en Londres. Mortmain no podía prescindir de él. Antes envió una nota para usted, sin embargo.” La Sra. Black extendió un poco de papel enrollado, ya humedecido por la lluvia. Maite lo tomó y se dio la vuelta para leerlo. Era una pequeña nota para ella de su hermano disculpándose por no estar en los muelles para encontrarla, y dejándole saber que confiaba en la Sra. Black y la Sra. Dark (las llamo las hermanas Oscuras 7 Tessie, por obvias razones, ¡y ellas parecen encontrar el nombre agradable!), para traerla a salvo a su casa en Londres. Eran, como su nota decía, sus patronas y también amigas de confianza, y tenían su más alta recomendación.



Eso la decidió. La carta era sin duda de Nate. Era su letra, y nadie más la llamaba Mai. Tragó fuerte y deslizó la nota en su manga, girándose para hacer frente a las hermanas. “Muy bien,” dijo, luchando con su persistente sensación de decepción, había estado tan ansiosa por ver a su hermano. “¿Vamos a llamar a un mozo para que traiga mi baúl?”



“No es necesario, no es necesario.” El tono alegre de la Sra. Dark estaba en desacuerdo con sus grises facciones ojerosas. “Ya hemos arreglado que la envíen por adelantado.” Chasqueó los dedos y el hombre de ojos saltones se subió en el asiento del conductor del frente del carruaje. Ella puso su mano en el hombro de Maite. “Vamos, hija; vamos a sacarte de la lluvia.”



Cuando maite se movió hacia el carruaje, impulsada por el huesudo agarre de la Sra. Dark, la niebla clareó, revelando la reluciente imagen dorada pintada al costado de la puerta. Las palabras “El Club Pandemónium” se enroscaban intrincadamente en torno a dos serpientes mordiéndose las colas la una a la otra, formando un círculo. Maite frunció el ceño. “¿Qué significa eso?”



“Nada de lo que tengas que preocuparte,” dijo la Sra. Black, quien ya había subido al interior y tenía la falda extendida a través de uno de los asientos de aspecto cómodo. El interior del carruaje estaba ricamente decorado con lujosos asientos de terciopelo púrpura, frente el uno del otro, y borlas de oro colgando de las cortinas en las ventanas. La Sra. Dark ayudó a Maite a subir al carruaje, luego se encaramó detrás de ella.



Mientras Maite se acomodaba en el asiento, la Sra. Black se estiró para cerrar la portezuela del coche detrás de su hermana, cerrando el cielo gris. Cuando sonrió, sus dientes brillaron en la penumbra como si estuvieran hechos de metal. “Ponte cómoda, Maite. Tenemos un gran viaje por delante.” Maite puso una mano en el ángel mecánico en su garganta, tomando consuelo de su constante tic-tac, mientras el carruaje daba bandazos hacia delante en la lluvia.

7 Las hermanas Oscuras, haciendo referencia a sus apellidos, Dark y Black, oscuro y negro, respectivamente.
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Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:37 am

Seis semanas después

1

La Casa Oscura

Más allá de este lugar de lágrimas e ira Yacen los Horrores de la sombra —William Ernest Henley, “Invicto”



“A las hermanas les gustaría verla en su sala, Señorita Gray.”



Maite dejó el libro que había estado leyendo sobre la mesita de noche, y se volvió para ver a Miranda de pie en la puerta de su pequeña habitación, como lo había hecho todos los días a la misma hora, entregando el mismo mensaje que entregaba todos los días. En un momento Maite le pediría que esperara en el pasillo, y Miranda dejaría la habitación. Diez minutos después, ella volvería y diría lo mismo de nuevo. Si Maite no venía obedientemente después de algunos de esos intentos, Miranda la cogería y la arrastraría, pataleando y gritando, bajaría las escaleras al caliente y apestoso cuarto donde las Hermanas Ocuras espereban. Había pasado todos los días de la primera semana que Tessa había estado en la Casa Oscura, como ella había venido a llamar el lugar en que la mantenían prisionera, hasta que eventualmente Maite se dio cuenta de que gritar y patalear no hacían mucho, simplemente, gastar su energía. Energía que probablemente era mejor reservar para otras cosas.



“Un momento, Miranda,” dijo Maite. La criada se balanceó icómodadamente en una reverencia y salió de la habitación, cerrando la puerta tras ella.



Maite se puso en pie, mirando alrededor de la pequeña habitación que había sido su celda de prisión por seis semanas. Ésta era pequeña, con empapelado de flores y con pocos muebles, una simple mesa de pino con un paño de encaje blanco sobre ésta, donde ella comía sus comidas; la estrecha cama de latón donde ella dormía; el lavabo agrietado y la jarra de porcelana para su limpieza; el alfeizar de la ventana donde ella apilaba sus libros, y la pequeña silla donde se sentaba cada noche y escribía cartas a su hermano, cartas que ella sabía nunca podría enviar, cartas que ella mantenía ocultas bajo su colchón donde las Hermanas Oscuras no pudieran encontralas. Era su forma de mantener un diario y de asegurarse a sí misma, que de alguna forma, vería a Nate de nuevo algún día y sería capaz de dárselas.



Cruzó la habitación hasta el espejo que colgaba contra la pared, y alisó su cabello. Las Hermanas Oscuras, como de hecho les gustaba ser llamadas, preferían que ella no luciera desaliñada, aunque no parecía importarles su apariencia de una manera u otra más allá de eso, lo que era una suerte, porque su reflejo la hizo estremecerse. Allí estaba su pálido rostro ovalado dominado por huecos ojos grises, un rostro en sombras, sin color en sus mejillas o esperanza en su expresión.



Llevaba el vestido negro poco favorecedor que las hermanas le habían dado una vez que había llegado; su baúl nunca la había seguido, a pesar de sus promesas, y éste era ahora la única pieza de ropa que tenía. Apartó la mirada rápidamente.



No tenía para siempre para estremecerse por su reflejo. Nate, con su bello aspecto, era el único en la familia que por acuerdo general había heredado la belleza de su madre, pero Maite siempre había estado plenamente satisfecha con su liso cabello castaño y sus sensatos ojos grises. Jane Eyre tenía el pelo castaño, además de muchas otras heroínas. Y no era tan malo ser alta, tampoco, más alta que la mayoría de los chicos de su edad, es verdad, pero Tía Harriet siempre había dicho que cuando una mujer alta se conduciera bien, siempre se vería regia.



No se veía regia ahora, pensó. Se veía ojerosa y sucia y en conjunto como un espantapájaros usado. Se preguntó si Nate la reconocería si la viera hoy en día. Ante ese pensamiento su corazón pareció encogerse dentro de su pecho. Nate. Él era lo único por el que ella estaba haciendo todo esto, pero a veces lo extrañaba tanto que sentía como si estuviera tragando cristal roto. Sin él, estaba completamente sola en el mundo. No había nadie en absoluto para ella. Nadie en el mundo que se preocupara de si ella estaba viva o muerta. Aveces el horror de ese pensamiento la amenazaba con abrumarla y hundirla en una oscuridad sin fondo de la que no habría retorno. Si nadie en el mundo se preocupa por ti en absoluto, ¿realmente existes?



El chasquido de la cerradura cortó sus pensamientos abruptamente. La puerta se abrió; Miranda estaba en el umbral.



Maite la miró disgustada. No podía adivinar la edad de Miranda. ¿Diecinueve? ¿Veinticinco? Había algo eterno en su rostro redondeado y sin arrugas. Su cabello era del color del agua de arroyo, tirado hacia atrás con dureza detrás de las orejas. Tenía ojos protuberantes como los de una rana y la hacía parecer permanentemente sorprendida, exactamente como el cochero de las Hermanas Oscuras. Maite pensó que ellos debían estar relacionados.



A medida que bajaban juntas las escaleras, Miranda marchaba con su andar desgarbado, una marcha acortada, Maite levantó su mano para tocar la cadena dónde el ángel mecánico colgaba alrededor de su garganta. Era un hábito, algo que hacía cada vez que era forzada a ver a las Hermanas Oscuras. De alguna forma, la sensación del colgante alrededor de su cuello la tranquilizó. Siguió sosteniéndolo mientras pasaban rellano tras rellano. Había varios niveles de corredores en la Casa Oscura, aunque Maite no había visto ninguno de ellos, salvo las salas de las Hermanas Oscuras, los pasillos y su propia habitación. Finalmente alcanzaron el sótano en sombras. Era húmedo ahí abajo, los muros estaban pegajosos con desagradable humedad, aunque aparentemente a las Hermanas no les importaba.



Su oficina estaba adelante, a través de un conjunto de amplias puertas dobles. Un angosto corredor llevaba en otra dirección, desapareciendo en la oscuridad; Maite no tenía idea de qué se apostaba en ese vestíbulo, pero algo en el espesor de las sombras la hacía feliz de nunca descubrirlo.



Las puertas de la oficina de las Hermanas estaban abiertas. Miranda no dudó, sino que entró, Maite la siguió con gran renuencia. Odiaba esta habitación más que cualquier otro lugar en el mundo.


Para empezar, siempre estaba caliente y húmeda por dentro, como un pantano, incluso cuando los cielos fuera eran grises y lluviosos. Las paredes parecían rezumar humedad, y el tapizado en los asientos y sofás siempre tenían moho floreciendo. Olía extraño también, como la ribera del Hudson8 en un día caluroso: agua y basura y fango.



Las Hermanas ya estaban allí, como siempre estaban, sentadas detrás de su enorme escritorio alzado. Con sus habituales coloridos, la Sra. Black en un vestido de vibrante rosa salmón y la Sra. Dark en uno azul pavo real. Por encima de los satenes brillantemente coloridos, sus rostros estaban como desinflados globos grises. Ambas usaban guantes a pesar de lo caliente que estaba la habitación.



“Déjanos, Miranda,” dijo la Sra. Black, mientras le daba vueltas al pesado globo terráqueo de bronce que mantenían en el escritorio, con un regordete dedo enguantado en blanco. Maite muchas veces había intentando tener un buen vistazo del globo; algo en la forma en que los continentes estaban establecidos, nunca se había visto correcto para ella, especialmente el espacio en el centro de Europa, pero las hermanas siempre lo mantenían fuera de su alcance. “Y cierra la puerta tras de ti.”

Inexpresiva, Miranda hizo lo que le pidieron. Maite intentó no estremecerse cuando la puerta se cerró tras ella, cortando lo poco de brisa que había en ese lugar sin aire. La Sra. Dark ladeó la cabeza hacia un lado. “Ven aquí, Maite.” De las dos mujeres, ella era la más amable, probablemente engatusaba y persuadía mejor que su hermana, a quien le gustaba convencer con bofetadas y amenazas silbadas. “Y toma esto.” Sostenía algo: un trozo de deteriorada tela rosa atada en un lazo, del tipo usado como la cinta del pelo de una niña.
Estaba acostumbrada a las cosas que las Hermanas Oscuras le entregaban ahora. Cosas que una vez pertenecieron a personas: alfileres de corbata y relojes, joyas de luto, y juguetes de niños. Una vez los cordones de una bota; otra un solo pendiente, manchado con sangre. “Toma esto,” dijo la Sra. Dark de nuevo, un atisbo de impaciencia en su voz. “Y Cambia.”



Maite tomó el lazo. Estaba en su mano, tan ligero como el ala de una mariposa y las Hermanas Oscuras la miraban impasible. Recordó los libros que había leído, novelas en donde sus personajes estaban siendo juzgados, de pie temblado en el banquillo de Old8
Bailey9 y rezando por un veredicto no culpable. A menudo sentía que ella misma estaba siendo juzgada en esta habitación, sin saber por qué crimen estaba siendo acusada.



Giró el lazo en su mano, recordando la primera vez que las Hermanas Oscuras le tendieron un objeto, un guante de mujer, con botones de perlas en la muñeca. Le habían gritado que Cambiara, la habían abofeteado y sacudido mientras ella les decía una y otra vez con creciente histeria que no tenía idea de qué estaban hablando, no tenía idea de qué le estaban pidiendo que hiciera.




No había llorado, incluso cuando lo quería. Maite odiaba llorar, especialmente en frente de personas en que no confiaba. Y de las únicas dos personas en que ella confiaba, una estaba muerta y la otra aprisionada. Ellas le habían dicho eso, las Hermanas Oscuras, le habían dicho que tenían a Nate, y si ella no hacía lo que le decían, él moriría. Le habían mostrado su anillo, el que había sido de su padre, manchado con sangre ahora, para probárselo. No la habían dejado sostenerlo o tocarlo, se lo habían arrebatado cuando ella se había estirado por él, pero ella lo había reconocido. Era de Nate.



Después de eso, había hecho todo lo que le habían pedido. Había bebido las pociones que le habían dado, hecho las horas de agonizantes ejercicios, obligándose a sí misma a pensar en la forma en que ellas querían que lo hiciera. Le habían dicho que se imaginara a sí misma como arcilla, siendo modelada y moldeada en el torno del alfarero, su forma amorfa y cambiable. La habían dicho que se extendiera a los objetos que le habían dado, que los imaginara como cosas vivientes, y que sacara el espíritu que los animaba. Eso había tomado semanas, y la primera vez que había Cambiado, había sido tan cegadoramente doloroso que había vomitado y desmayado. Cuando despertó, yacía en uno de los sofás con moho de la habitación de las Hermanas Oscuras, con una esponjosa toalla húmeda a través de su rostro. La Sra. Black se había inclinado sobre ella, su aliento tan amargo como el vinagre, sus ojos brillantes. “Hoy lo hiciste muy bien, Maite,” había dicho. “Muy bien.”



Esa noche, cuando Maite se había ido a su habitación, había habido regalos para ella, dos nuevos libros sobre su mesita de noche. De alguna forma las Hermanas Oscuras se habían dado cuenta de que la lectura y las novelas eran la pasión de Maite. Eran copias de Grandes Expectaciones, y de todas las cosas, Mujercitas. Maite había abrazado los libros y, sola y sin vigilancia en su cuarto, se había permitido llorar.



Se había vuelto más fácil desde entonces, el Cambiar. Maite seguía sin entender qué pasaba dentro de ella para hacer eso posible, pero había memorizado la serie de pasos que las Hermanas Oscuras le habían enseñado, de la forma en que una persona ciega memoriza el número de pasos que debe dar para caminar de su cama a la puerta de su habitación. No sabía qué había a su alrededor en el extraño lugar oscuro al que ellas le habían pedido que viajara, pero conocía la vía a él.


Se inspiró en sus recuerdos ahora, apretando su agarre en el andrajoso trozo de tela rosa que sostenía. Abrió su mente y dejó pasar la oscuridad, dejó que la conexión que la unía a la cinta de cabello y el espíritu dentro de ésta, el eco fantasmal de la persona que la había poseído una vez, se deserendara como un dorado hilo conductor a través de las sombras. La habitación en la que estaba, el calor sofocante, la respiración ruidosa de las Hermanas Oscuras, todo se desmoronó mientras ella seguía el hilo, la luz se volvía más intensa a su alrededor y ella se envolvía a sí misma como si se envolviera en una manta. Su piel comenzó a hormiguar y arder con miles de pequeños golpes. Esta era la peor parte, una vez esa parte la había convencido de que estaba muriendo. Ahora estaba acostumbrada a ella, y la llevaba con valor hasta que se estremecía completamente, del cuero cabelludo a los pies. El ángel mecánico alrededor de su garganta parecía hacer tic-tac más rápido, como si estuviera a ritmo con la velocidad de su corazón. La presión creció dentro de su piel, Maite jadeó, y sus ojos, que habían estado cerrados, se abrieron con la sensación de crescendo10 en aumento, y luego desaparecieron.

Había terminado.



Maite parpadeó vertiginosamente. El primer momento después de un Cambio era como si al parpadear sacara agua de sus ojos después de haberse sumergido en un baño. Se miró. Su nuevo cuerpo era ligero, casi frágil, y la tela de su vestido colgaba suelta, amontonada en el suelo a sus pies. Sus manos se juntaban en el frente, eran pálidas y delgadas, con yemas agrietadas y uñas mordidas. Poco familiares, manos ajenas.

“¿Cuál es tu nombre?” Demandó la Sra. Black. Se había puesto de pie y miraba a Maite hacia abajo con sus pálidos ojos en llamas. Casi parecía hambrienta. Maite no tuvo que contestar. La chica cuya piel estaba usando contestó por ella, hablando a través de de la forma en que los espíritus hablababan a través de médiums, pero Maite odiaba pensar de esa manera; el Cambio era mucho más íntimo, mucho más espantoso que eso.



“Emma,” dijo la voz que venía de Maite. “Señorita Emma Bayliss, señora.”


“¿Y quién eres, Emma Bayliss?”

8 Río de Nueva York.


9 La Corte Criminal Central en Inglaterra, comúnmente conocida como Old Bailey.

10 Pasaje de una composición musical que se ejecuta aumentando gradualmente la intensidad.

11 Cheapside es una calle en la ciudad de Londres que une Newgate Street, con el cruce de carreteras principales en la estación de metro de Banco (a través de una sección llamada "Poultry") con un número de calles incluyendo la Queen Victoria Street, Cornhill y King William Street. Al este se encuentra el Banco de Inglaterra, mientras que hacia el oeste (hacia Newgate) está la catedral de San Pablo, la estación de San Pablo y la zona de Paternoster Square.

12 El East End es una zona de Londres, siutada en la parte este de la ciudad, una de sus partes mas importantes es Whitechapel.
La voz replicó, las palabras brotando a borbotones de la boca de Maite, trayendo fuertes imágenes con ellas. Nacida en Cheapside11, Emma había sido una de seis hijos. Su padre estaba muerto, su madre vendía agua de menta en un carrito en el East End12. Emma había aprendido a coser para llevar dinero a casa cuando todavía era una niña pequeña. Las noches las pasaba sentada en una pequeña mesa en la cocina, haciendo costuras a la luz de una vela de sebo. Aveces, cuando la vela se quemaba completa y no había dinero para otra, debía salir a las calles y sentarse bajo una de las lámparas de gas municipales, usando esa luz para zurcir…
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:38 am

“¿Eso lo que estabas haciendo en la calle la noche que moriste, Emma Bayliss?” preguntó la Sra. Dark. Finalmente estaba sonriendo, pasando su lengua por su labio inferior, como si pudiera sentir cual sería la respuesta.

Maite vio calles ocuras y estrechas, envueltas en una espesa niebla, una aguja de plata trabajando bajo una débil luz de gas amarilla. Un paso, apagado en la niebla. Manos que se extendieron de las sombras y la asieron por los hombros, manos que la arrastraron, gritando, en la oscuridad. La aguja y la costura cayeron de sus manos, el lazo fue arrancado de su cabello mientras ella luchaba. Una voz ronca gritó algo, enojada. Y entonces la hoja de plata del cuchillo destelló mientras bajaba a través de la oscuridad, rebanando su piel, extrayendo su sangre. Dolor que era como fuego, y terror como nada más que ella hubiera conocido. Pateó al hombre que la sostenía, logrando golpear la daga de su mano; cogió la hoja y corrió, tropezando mientras se debilitaba, su sangre drenándose rápido, tan rápido. Se contrajo en un callejón, oyendo el silbante grito de algo a sus espaldas. Sabía que la estaba siguiendo, y esperaba morir antes de que la alcanzara… El Cambio se destrozó como cristal. Con un grito, Maite cayó de rodillas, el lazo un poco destrozado, cayó de su mano.

Era su mano de nuevo. Emma se había ido, como una piel desechada. Maite una vez más estaba sola en el interior de su mente.


La voz de la Sra. Black vino de muy lejos. “¿Maite? ¿Dónde está Emma?”


“Está muerta,” susurró Maite. “Murió en un callejón, se desangró hasta morir.”

“Bien.” La Sra. Dark exhaló un sonido de satisfacción.



“Bien hecho, Maite Eso estuvo muy bien.”



Maite no dijo nada. El frente de su vestido estaba manchado con sangre, pero no tenía dolor. Sabía que no era su sangre; no era la primera vez que esto había pasado. Cerró los ojos, girando en la oscuridad, dispuesta a no desmayarse.



“Debimos haber hecho que hiciera esto antes,” dijo la Sra. Black. “El asunto de la chica Bayliss había estado molestándome.”



La respuesta de Sra. Dark fue cortante. “No estaba segura de que ella estuviera a la altura. Recuerdas lo que paso con la mujer Adams.”



Maite supo inmediatamente de qué estaban hablando. Semanas atrás, tuvo que Cambiar a un mujer que había muerto de una herida de bala al corazón; la sangre se había derramado por su vestido y ella había Cambiado de vuelta inmediatamente, gritando histérica, aterrorizada, hasta que las Hermanas le habían hecho ver que ella estaba ilesa.



“Ha avanzado maravillosamente desde entonces, ¿no te parece, Hermana?” dijo la Sra. Black.


“Teniendo en cuenta lo que tuvimos que trabajar al principio, ni siquiera sabía lo que ella era.”




“En realidad, era absolutamente una arcilla sin forma,” estuvo de acuerdo la Sra. Dark. “Realmente hemos obrado un milagro aquí. No puedo ver como el Maestro podría dejar de estar satisfecho.”



La Sra. Balck dio un grito ahogado. “Eso quiere decir… ¿Crees que es hora?”



“Oh, absolutamente, mi querida hermana. Está tan lista como podrá estarlo. Es tiempo de que nuestra Maite conozca a su maestro.” Había una nota de regodeo en la voz de la Sra. Dark, un sonido tan desagradable que cortaba a través del ciego mareo de Maite. ¿De qué estaban hablando? ¿Quién era el Maestro? Miró a través de las pestañas como la Sra. Dark sacudía el tirador de seda que convocaba a Miranda para que llevara a Maite de vuelta a su habitación. Parecía que la lección había terminado por hoy.



“La Sra. Dark, saliendo detrás del escritorio, se rió entre dientes. “Entiendo que estés ansiosa por ser recompensada por todo nuestro trabajo, querida hermana. Pero Maite no puede estar simplemente lista. Debe estar… presentable también si es posible. ¿No estás de acuerdo?



La Sra. Black, siguiendo a su hermana, murmuró una respuesta que se vio interrumpida cuando la puera se abrió y Miranda entró. Llevaba el mismo aspecto aburrido de siempre. La visión de Maite agachada y ensangrentada en el suelo no causó sorpresa en ella. Por otra parte, Maite pensó, probablemente había visto cosas peores en esta habitación.



“Lleva a la chica de vuelta a su habitación, Miranda.” El entusiasmo había desaparecido de la voz de la Sra. Black, y era toda brusquedad de nuevo. “Consigue las cosas, tú sabes, las que te mostramos, tenla vestida y preparada.”
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:39 am

“¿Las cosas… que me mostraron?” Miranda sonaba en blanco. La Sra. Dark y la Sra. Black intercambiaron una mirada de disgusto, y se acercaron a Miranda, bloqueándole a Maite la visión de la chica. Maite oyó que le susurraban, y captó unas pocas palabras “vestidos” y “sala de vestuario” y “haz lo que puedas para hacerla verse bonita,” y finalmente, Tessa escuchó el más bien cruel, “No estoy segura de que Miranda sea lo suficientemente inteligente para obedecer vagas instrucciones de ese tipo, hermana.”



Hacerla verse bonita. ¿Pero por qué les importaba si ella se veía bonita o no, cuando podían obligarla a verse de cualquier forma que quisieran? ¿Por qué importaba cuál era su verdadera apariencia? ¿Y por qué le importaría al Maestro? Aunque era muy claro por el comportamiento de las Hermanas, que creían que sí le importaría.

La Sra. Black salió de la habitación, su hermana siguiéndola, como siempre hacía. En la puerta la Sra. Dark se detuvo, y se volvió a mirar a Maite “Recuerda, Maite,” dijo, “que este día, esta misma noche, es para lo que toda nuestra preparación ha sido.” Tomó sus faldas con ambas manos huesudas. “No nos falles.” Dejó la puerta cerrada tras ella. Maite se estremeció al oir el ruido, pero Miranda, como simpre, parecía absolutamente inafectada. En todo el tiempo que había pasado en la Casa Oscura, Maite nunca había sido capaz de asustar a la otra chica, o sacarle una sorpresiva expresión desprotegida.



“Vamos,” dijo Miranda. “Tenemos que ir arriba.”



Maite se puso de pie lentamente. Su mente daba vueltas. Su vida en la Casa Oscura había sido horrible, pero estaba, se daba cuenta ahora, casi acostumbrada. Sabía que esperar cada día. Sabía que las Hermanas Oscuras la estaban preparando para algo, pero no sabía qué algo era eso. Había creído, ingenuamente tal vez, que no la matarían. ¿Por qué gastar toda esta formación en ella si sólo iba a morir? Pero algo en el tono de regodeo de la Sra. Dark la hizo vacilar. Algo había cambiado. Habían conseguido lo que querían de ella. Serían “recompensadas”. ¿Pero quién iba a hacer el pago?



“Vamos,” dijo Miranda otra vez. “Debemos alistarte para el Maestro.” “Miranda,” dijo Maite. Habló suavemenye, de la forma en que le hablaría a un gato nervioso. Miranda nunca antes había contestado una pregunta de Maite, pero eso no quería decir que no valiera la pena probar. “¿Quién es el Maestro?”



Hubo un largo silencio. Miranda miraba fijamente hacia el frente, su pastoso rostro impacible. Entonces, para sorpresa de Maite, habló. “El Maestro es un gran hombre,” dijo. “Será un honor para usted cuando se case con él.”



“¿Casarme?” Maite se hizo eco. El golpe fue tan intenso que de pronto podía ver la habitación completa más claramente. Miranda, la alfombra en el suelo salpicada de sangre, el pesado globo terráqueo de bronce en el escritorio, todavía inclinado en la posición en que la Sra. Black lo había dejado. “¿Yo? ¿Pero… quién es él?”



“Él es un gran hombre,” dijo de nuevo Miranda. “Será un honor.” Se movió hacia Maite. “Debe venir conmigo ahora.”



“No.” Maite se apartó de la otra chica, retrocediendo hasta que la parte baja de su espalda golpeó dolorosomanete contra el escritorio. Miró alrededor desesperadamente. Podía correr, pero nunca podría pasar a Miranda hacia la puerta; no había ventanas, no había Oops! a otras habitaciones. Si se escondía tras el escritorio, Miranda simplemente la sacaría arrastrando y la acarrearía a su habitación. “Miranda, por favor.”



“Debe venir conmigo ahora,” Miranda repitió; casi alcanzaba a Maite. Maite podía verse a sí misma reflejada en las negras pupilas de los ojos de la otra chica, podía oler el tenue, amargo, casi carbonizado olor que se pegaba a la ropa y piel de Miranda. “Debe…”



Con una fuerza que no sabía que poseía, Maite cogió la base del globo de bronce sobre el escritotrio, lo levantó, y lo blandió con todas sus fuerzas en la cabeza de Miranda. Se unieron con un sonido repugnante. Miranda se tambaleó hacia atrás… y luego se enderezó.




Maite gritó y dejó caer el globo, mirando fijamente; todo el lado izquierdo del rostro de Miranda estaba aplastado, como una máscara de papel que había sido aplastada de un lado. Su mejilla estaba aplanada, su labio hecho puré contra sus dientes. Pero no había sangre, sangre en absoluto.



“Debe venir conmigo ahora,” dijo Miranda, en el mismo tono plano que siempre usaba. Maite jadeó.




“Debe venir… d-debe… de-de-de-deeee….”



La voz de Miranda se estremeció y rompió, degenerando en una corriente de confusión. Se movió hacia Maite, luego se hizo a un lado bruscamente, retorciéndose y tropezando. Maite se apartó del escritorio y empezó a retroceder cuando la chica herida comenzó a girar, más rápido y más rápido. Miranda se movió por la habitación como un borracho tambaleante, todavía chillando, y se estrelló contra la pared de fondo, lo que pareció aturdirla. Se dejó caer al suelo y se quedó inmóvil.



Maite corrió a la puerta, salió al corredor más allá, vacilando sólo una vez, justo fuera de la habitación, para mirar atrás. Pareció en ese breve momento como si un hilo de humo negro se elevara del cuerpo boca abajo de Miranda, pero no había tiempo para mirar. Maite se precipitó por el pasillo, dejando que la puerta colgara abierta tras ella.



Echó a correr por las escaleras y se precipitó por ellas, casi tropezándose con sus faldas y golpeándose dolorosamente la rodilla en uno de los escalones. Gritó y se revolvió hacia adelante, hacia el primer rellano, donde se precipitó por el pasillo. Éste se extendía por delante de ella, largo y curvado, desapareciendo en las sombras. A medida que corría por él, vio que estaba bordeado con puertas. Se detuvo e intentó con una, pero estaba cerrada, y también la siguiente, y la siguiente después de esa.



Otra serie de escaleras bajaban al final del pasillo. Maite corrió por ellas y se encontró en una entrada. Parecía como si una vez hubiera sigo grandiosa, el piso de mármol estaba roto y manchado, y los ventanales estaban protegidos con cortinas. Un poco de luz se derramaba a través del encaje, iluminando una puerta enorme. El corazón de Maite dio un brinco. Se zambulló por el pomo, cogiéndolo, y arrojó la puerta abierta.



Más allá había una estrecha calle adoquinada, con hileras de casas revestidas adosadas a cada lado. El olor de la ciudad le llegó a Maite como un golpe, había pasado tanto tiempo desde que había respirado el aire de afuera. Estaba a punto de oscurecer, el cielo de la luminosidad azul del crepúsculo, oscurecido por las manchas de niebla. En la distancia podía oír voces, los gritos de los niños jugando, el golpeteo de los cascos de los caballos. Pero aquí la calle estaba casi desierta, salvo por un hombre apoyado en una lámpara de gas cercana, leyendo un periódico a esa luz.



Maite bajó corriendo los escalones y avanzó hacia el extraño, tomándolo por la manga.



“Por favor, señor… si pudiera ayudarme…”



Él se giró, y la miró. Maite ahogó un grito. Su rostro era tan blanco y ceroso como lo había sido la primera vez que lo había visto, en el muelle de Southampton; sus ojos saltones aun le recordaban a los de Miranda, y sus dientes brillaron como metal cuando sonrió.



Era el cochero de las Hermanas Oscuras.



Maite se volvió para correr, pero era demasiado tarde.

2

El Infierno es Frío

Entre dos mundos la vida se cierne como una estrella, Entre la noche y la alborada, al borde del horizonte. ¡Qué poco sabemos de lo que somos! ¡Como menos lo que podemos ser! —Lord Byron, Don Juan.



“Tú, estúpida niña,” resopló la Sra. Black mientras apretaba los nudos que mantenían las muñecas de Maite sujetas al armazón de la cama. “¿Qué pensaste que ibas a lograr, huyendo así? ¿Dónde pensabas que podrías ir?”



Maite no dijo nada¸ simplemente apoyó su mejilla y miró hacia la pared. Se rehusaba a dejar que la Sra. Black, o su horrible hermana, vieran cuan cerca estaba de las lágrimas, o cuánto le hería la soga que unía sus tobillos y muñecas a la cama.



“Es completamente insensible al honor que le hemos otorgado,” dijo la Sra. Dark, quien estaba de pie en la puerta como si se asegurara de que Maite no rompiera sus ataduras y escapara. “Es completamente desagradable.”



“Hicimos lo que pudimos para tenerla lista para el Maestro,” dijo la Sra. Black, y suspiró. “Una lástima que tuviéramos una arcilla tan estúpida para trabajar, a pesar de su talento. Es una pequeña tonta mentirosa.”



“En efecto,” acordó su hermana. “¿Se dará cuenta de qué le sucederá a su hermano si ella trata de desobedecernos otra vez, no? Estamos dispuestas a ser clementes esta vez, pero la próxima…” rechinó sus dientes, un sonido que hizo que los vellos de la nuca de Maite se erizasen. “Nathaniel no será tan afortunado.”


Maite ya no podía soportarlo; incluso sabiendo que no debía hablar, no les daría la satisfacción, no podría contener las palabras de nuevo. “Si me dicen quién es el Maestro, o qué quiere de mi…”


“Él quiere casarse contigo, tontita” la Sra. Black, finalizando con los nudos, retrocedió para admirar su trabajo. “Quiere dártelo todo.”


“¿Pero por qué?” suspiró Maite. “¿Por qué yo?”



“Por tu talento,” dijo la Sra. Dark. “Por lo que eres y lo que puedes hacer. Lo que te entrenamos para hacer. Deberías estarnos agradecida.”



“Pero mi hermano.” Las lágrimas quemaban detrás de los ojos de Maite. No lloraré, no lloraré, no lloraré, se decía a sí misma. “Ustedes me dijeron que si yo hacia todo lo que me decían, lo dejarían ir.”


“Una vez que te cases con el Maestro, él te dará cualquier cosa que quieras. Si es tu hermano, él te lo dará.” No había remordimiento o emoción en la voz de la Sra. Black.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:40 am

La Sra. Dark se rió entre dientes. “Sé lo que está pensando. Piensa que si pudiera tener cualquier cosa que quisiera, nos asesinaría.


“No gastes tu energía siquiera imaginando esa posibilidad” la Sra. Dark jaló la barbilla de Maite. “Tenemos un contrato protegido con el Maestro. Él nunca nos dañaría, ni aunque lo quisiera. Nos ha prometido todo, si te ofrecemos a él.” Se inclinó más cerca, bajando su voz hasta hacerla un susurro. “Te quiere sana e intacta. Si no fuera por él, yo te tendría desangrada. Si osas desobedecernos de nuevo, desafiaré sus deseos y te azotaré hasta que tu piel caiga. ¿Entendiste?”



Maite giró su rostro a la pared.



Hubo una noche en el Main, cuando atravesaban Newfoundland, cuanto Maite no podía dormir. Salió del camarote para tomar aire, y vio el mar nocturno en llamas con blancas montañas brillantes; icebergs, uno de los marineros le dijo mientras pasaba, pedazos perdidos de masas de hielo del norte rotas por el clima cálido. Se desplazaban lentamente en el agua oscura, como las torres de una blanca ciudad sumergida. Maite pensó que nunca había visto una visión tan solitaria. Sólo tenía que empezar a imaginarse en la soledad, lo sabía ahora.



Una vez que las Hermanas se fueron, Maite descubrió que ya no sentía como si quisiera llorar. La presión detrás de sus ojos se había ido, reemplazado por un opaco sentimiento de hueca desesperación. La Sra. Dark estaba en lo cierto. Si Maite pudiera matarlas a las dos, ya lo habría hecho.



Tiró experimentalmente las sogas que mantenían sus piernas y sus brazos atados a los postes. Éstos no se movían. Los nudos estaban apretados; lo suficientemente apretados como para que marcaran su piel e hicieran que sus manos y pies hormiguearan y punzaran como agujas y alfileres. Tenía pocos minutos, estimaba, antes de que sus extremidades se durmieran completamente.



Parte de ella, y no una parte pequeña, quería parar de luchar, yacer allí mansamente hasta que el Maestro viniera a llevársela. El cielo ya estaba oscurecido fuera de la pequeña ventana, no habría mucho tiempo más. Quizás él realmente quisiera casarse con ella. Quizás él verdaderamente deseaba darle todo.



Repentinamente oyó la voz de la Tía Harriet en su cabeza. Cuando encuentres un hombre con el cual desees casarte, Maite, recuerda esto: sabrás que clase de hombre es, no por las cosas que dice, sino por las cosas que hace.


La Tía Harriet tenía razón, por supuesto. Ningún hombre con el cual ella desearía casarse habría dispuesto tratarla como una prisionera y una esclava, aprisionando a su hermano y torturándola en nombre de su “talento”. Era una parodia y un chiste. Solo el Cielo sabía lo que el Maestro le haría cuando la tuviera en sus manos. Si sobrevivía, se imaginaba que pronto estaría deseosa de no estarlo.

Dios, ¿cómo podía ser útil el talento que poseía? ¿El poder de cambiar su apariencia? Si sólo tuviera el poder de encender cosas, de astillar metal, o provocar que cuchillos le crecieran de los dedos. O si sólo tuviera el poder de hacerse invisible, o encogerse hasta el tamaño de un ratón…


Se quedó repentinamente inmóvil, tan silenciosa que podía oír el tic-tac del ángel mecánico contra su pecho. No tenía que encogerse del tamaño de un ratón, ¿o sí? Todo lo que tenía que hacer era encogerse lo suficiente como para que las ataduras alrededor de sus muñecas se aflojaran. Era posible que Cambiara a una persona, una segunda vez, sin tocar algo que estuviera relacionado con ellos, siempre y cuando lo hubiera hecho antes. Las Hermanas la hicieron memorizar como hacerlo. Por primera vez, se alegró por algo que le obligaron a aprender.


Presionó su espalda contra el duro colchón y se obligó a recordar. La calle, la cocina, el movimiento de la aguja, el brillo de la luz de gas. Lo quería, quería que el Cambio viniera. ¿Cuál es tu nombre? Emma, Emma Bayliss…



El Cambio se abalanzó sobre ella como un tren, casi sacándole la respiración, recambiando su piel, reformando sus huesos. Ahogó sus miedos y arqueó su espalda.



Y sucedió.



Parpadeando, Maite se elevó hacia el techo, entonces miró hacia los lados, a sus muñecas, a la soga alrededor de estas. Eran sus manos, las manos de Emma, delgadas y frágiles, el círculo de la soga suelto alrededor de sus pequeñas muñecas. Triunfante, Maite agitó sus manos libres y se levantó, restregándose las marcas rojas donde la soga había quemado su piel.



Sus tobillos todavía estaban atados. Se estiró hacia adelante, sus dedos trabajaron rápido en los nudos. La Sra. Black, apretaba los nudos como un marinero. Los dedos de Maite sangraron y dolieron al mismo tiempo que la soga era lanzada lejos y brincaba sobre sus pies.



El cabello de Emma era tan delgado y fino que se deslizaba de los clips que mantenían el pelo de Maite hacia atrás. Maite batió su cabello impacientemente sobre sus hombros y se estremeció para librarse de Emma, permitiendo que el Cambio lavara su antiguo yo y su cabello se deslizara a través de sus dedos, grueso y familiar a su toque. Se miró al espejo a través de la habitación, vio como la pequeña Emma Bayliss se iba y ella volvía a ser la misma otra vez.



Un sonido detrás de ella la hizo girar. La perilla de la puerta de la habitación giró, retorciéndose y forzándose como si alguien del otro lado tuviera dificultad para abrirla.



La Sra. Dark, pensó. La mujer había regresado para fustigarla hasta ensangrentarla. Regresó para llevarla al Maestro. Maite cruzó la habitación rápidamente, agarró la jarra de porcelana del lavabo, y entonces echó a correr hacia la puerta, tomando fuertemente la jarra en su blanquecino puño.



La perilla giró; la puerta se abrió. En las penumbras Maite podía ver sólo las sombras de alguien caminando dentro de la habitación. Ella se adelantó, maniobrando la jarra con toda su fuerza. La sombra se movió, más rápido que un azote, pero no lo bastante rápido; la jarra cayó contra el brazo de la figura antes de volar del agarre de Maite para estrellarse en una pared lejana. La loza rota llovía sobre el suelo mientras el extraño gritaba.



El extraño era indiscutiblemente masculino. Así como el fluido de maldiciones que siguieron.



Ella retrocedió, corriendo hacia la puerta, pero estaba cerrada y tiró como pudo la perilla, ésta no cedió. Luz brillante destelló a través de la habitación como si fuera el sol levantándose. Maite giró, parpadeando para alejar las lágrimas de sus ojos y miró.




Había un chico de pie frente a ella. No podía ser mucho mayor que ella, diecisiete o posiblemente dieciocho. Estaba vestido en lo que parecían ropas de trabajador; una chaqueta negra raída, pantalones, botas de aspecto rudo. No usaba chaleco y delgadas tiras de cuero cruzaban su cintura y pecho. Atadas a estas tiras había armas, dagas y cuchillos plegables y cosas que lucían como hojas de hielo. En su mano derecha tenía una especie de piedra encendida, la cual brillaba, proveyendo de luz la parte de la habitación cercana a Maite. Su otra mano, delgada y con largos dedos, estaba sangrando donde ella lo había herido con su jarra.



Pero no era eso lo que la había hecho mirar fijamente. Él tenía el rostro más hermoso que ella hubiera visto alguna vez. Cabello negro enmarañado y ojos como vidrio azul. Pómulos elegantes, una boca llena y largas gruesas pestañas. Incluso la curva de su garganta era perfecta. Lucía como un héroe de ficción que ella hubiera conjurado de su cabeza. Sin embargo, enunca se imaginó a uno de ellos maldiciéndola agitando su mano sangrante en acusación. Él la vio darse vuelta para mirarlo, porque las maldiciones se detuvieron. “Me cortó,” dijo él. Su voz era agradable. Británico. Muy común. El miró su mano con crítico interés. “Podría ser fatal.”



Maite lo miró con los ojos desorbitados. “¿Es usted el Maestro?”



Él inclinó su mano a un lado. La sangre corrió por debajo, desparramándose sobre el suelo.



“Ay, pérdida masiva de sangre. La muerte podría ser inminente.”



“¿Es usted el Maestro?”



“¿Maestro?” él la miró levemente sorprendido por su vehemencia. “Eso significa “maestro” en latín, ¿no es así?”13.



“Yo…” Maite tenía el sentimiento creciente de que estaba atrapada en un extraño sueño. “Supongo que sí.”

13 En inglés, Maite pregunta por “Magister”, que como dice Will es “Maestro” en latín.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:40 am

“He sido maestro de muchas cosas en mi vida. Navegando las calles de Londres, bailando la Cuadrilla, haciendo arreglos de flores al estilo Japonés, mintiendo en charadas14, encubriendo un estado altamente intoxicado, deleitando jovencitas con mis encantos.” Maite lo observaba. “Ay de mí,” continuó, “nadie se ha referido últimamente a mí como “El maestro” o “El Magister”, de todos modos. Es una lástima…”



“¿Está altamente intoxicado en este momento?” Maite dijo la pregunta con toda seriedad, pero dándose cuenta al mismo tiempo que las palabras salieron de su boca, de que debía haber sonado terriblemente grosera, o peor, coqueta. Él se veía firme en sus pies para realmente estar borracho, de todas formas. Había visto a Nate intoxicado bastantes veces para saber la diferencia. Al parecer, él solamente era demente.



“Muy directa, supongo que todos los Americanos lo son, ¿no?” el muchacho se vio divertido. “Si, su acento es de lejos. ¿Cuál es su nombre, entonces?”



Maite lo miró sin creérselo. “¿Cuál es mi nombre?”



“¿No lo sabe?”



“Usted… irrumpe en mi habitación, asustándome hasta la muerte, y ¿ahora demanda saber mi nombre? ¿Cuál en la tierra es su nombre? ¿Y quién es usted, de todas formas?



“Mi nombre es Herondale,” dijo el chico, animado. “William Herondale, pero todos me llaman Will. ¿Ésta es realmente su habitación? No es muy agradable, ¿cierto?” Caminó hasta la ventana, examinando pausadamente el montón de libros de su mesa de noche, y la cama misma. Agitó las sogas. “¿Suele dormir atada a la cama?”



Maite sintió que sus mejillas llameaban y fue sorprendente, dadas las circunstancias, que todavía tuviera la capacidad de avergonzarse. ¿Debería decirle la verdad? ¿Era posible que fuera el Maestro? Aunque no lucía como alguien que necesitara atar chicas e impresionarlas para casarse con él.



“Tome, sostenga esto.” Tenía la piedra encendida. Maite la tomó, medio esperando que quemara sus dedos, pero era fría al tacto. Al momento que golpeó su palma, la luz se atenuó a un fugaz parpadeo. Ella miró hacia él desalentada, pero él había caminado hasta la ventana y miraba hacia afuera, desconcertado. “Lástima que estemos en el tercer piso. Yo podría arreglármelas con el salto, pero probablemente la mataría. No, debemos ir atravesando la puerta y aprovechar nuestras oportunidades en la casa.”



“Ir a través... ¿Qué?” Maite, sintiéndose en estado de semipermanente confusión, agitó su cabeza. “No entiendo.”




“¿Cómo puede no entender?” apuntó sus libros. “Lee novelas. Obviamente la estoy rescatando. ¿No luzco como Sir Galahad?” levantó sus brazos dramáticamente. “Mi fuerza es la fuerza de diez, porque mi corazón es puro…”15



Algo hizo eco, lejos dentro de la casa, el sonido de una puerta cerrándose. Will dijo una palabra que seguramente Sir Galahad jamás habría dicho, y brincó lejos de la ventana. Aterrizó con una mueca de dolor, y miró de reojo su mano herida. “Necesitare ocuparme de esto más tarde. Vamos…” La miró atentamente, con una pregunta en sus ojos.



“Señorita. Gray,” dijo ella débilmente. “Señorita. Maite Gray.”



“Señorita. Gray,” repitió él. “Vamos, entonces, Señorita. Gray.” Brincó adelantándose, moviéndose hacia la puerta, encontró la perilla, la giró, tiró...


Nada sucedió.



“No funciona,” dijo ella. “La puerta no puede ser abierta desde adentro.”



Will gruñó, feroz. “¿No se puede?”


Buscó escogió el que lucía como una larga, delgada ramita, escogiéndola limpiamente de entre pequeñas ramitas, hecha de un material plateado-blanquecino. Se ubicó al final contra la puerta y dibujó. Gruesas líneas espirales salieron del tope del cilindro flexible, haciendo un audible sonido silbante, esparciéndose a través de la superficie de madera como si estuviera vertiendo tinta directamente.


“¿Está dibujando?” preguntó Maite. “No veo como eso realmente pueda…”



“Ahora lo hace,” dijo Will y guardándose en bolsillo el extraño objeto, gesticuló a Tessa para que lo siguiera. “Vamos.”Hubo un sonido como de vidrio rompiéndose. La perilla de la puerta, sin tocarla, giró rápido, entonces más rápido y la puerta se abrió, con unas leves volutas de humo elevándose de sus bisagras.

Ella inexplicablemente, vaciló, viendo hacia la habitación que había sido su prisión por cerca de dos meses. “Mis libros…”


“Le daré más libros,” la urgió dentro del corredor, delante de él y cerró la puerta detrás. Después de atraparla por la muñeca, la arrastró al corredor y giró en una esquina. Allí estaban las escaleras que ella había descendido muchas veces con Miranda, Will tomó dos a la vez, empujándola delante de él.




Maite oyó un grito proveniente de abajo. Inconfundiblemente de la Sra. Dark.



“¿No vamos por la puerta principal?” preguntó ella.



“No podemos. El edificio está rodeado. Hay una fila de carruajes detenidos enfrente. Me parece que arribaron en un momento particularmente emocionante.” Will empezó a bajar las escaleras de nuevo, y Maite lo siguió. “¿Sabe lo que las Hermanas Oscuras habían planeado para esta noche?"



“No.”



“¿Pero estaba esperando a alguien llamado el Maestro?” Ahora estaban en el sótano, donde las paredes de yeso daban paso repentinamente a la piedra húmeda. Sin la linterna de Miranda estaba muy oscuro. El calor subió a su encuentro como una ola. “Por el Ángel, es como el noveno círculo del infierno aquí.”



“El noveno círculo del infierno es frío,” dijo Maite automáticamente.



Él se la quedó mirando. “¿Qué?”



“En el Inferno,” le dijo ella. “El infierno es frío. Está cubierto de hielo.”



Él la miró fijamente durante largo rato, con las comisuras de la boca curvándose, entonces extendió la mano.



“Deme la luz mágica.” A su expresión en blanco él hizo un ruido de impaciencia. “La piedra. Deme la piedra.”




En el momento en que su mano se cerró sobre la piedra, la luz se encendió de nuevo, irradiando de entre sus dedos. Por primera vez Maite vio que tenía un diseño en la parte posterior de su mano. Parecía un ojo abierto, dibujado como con tinta color negro.



“En cuanto a la temperatura del Infierno, Señorita Gray,” dijo, “déjeme darle un consejo. El hombre joven y guapo que está tratando de rescatarla de un destino horrible no se equivoca nunca. Ni siquiera si él dice que el cielo es de color púrpura y está hecho de erizos.”

14 Charadas: Un pasatiempo que trata de adivinar una palabra mediante una indicación que hay sobre su significado, se descompone en partes, y estas partes forman otras palabras. Parecido a los crucigramas.


15 Sir Galahad es un caballero de la Mesa Redonda del Rey Arturo y uno de los tres que alcanzaron el Grial en las leyendas artúricas.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:41 am

Realmente está loco, pensó Maite, pero no lo dijo, estaba demasiado alarmada por el hecho de que se estaban dirigiendo hacia las amplias puertas dobles de la sala de las Hermanas
Oscuras.


“¡No!” Lo cogió por el brazo, tirándolo hacia atrás. “No por ahí. No hay salida. Es un callejón sin salida.”




“Corrigiéndome otra vez, ya veo.” Will se volvió y se dirigió hacia otro lado, hacia el ensombrecido corredor que Maite siempre había temido. Tragando saliva, lo siguió.



El corredor se estrechaba al atravesarlo, las paredes presionan por ambos lados. El calor era aún más intenso ahí, haciendo que el cabello de Maite se rizara y pegara a las sienes y el cuello. El aire era espeso y era difícil respirar. Durante un rato caminaron en silencio, hasta que Maite no pudo aguantar más tiempo. Tuvo que preguntar, a pesar de que sabía que la respuesta sería no.



“Señor Herondale,” dijo, “¿mi hermano lo envió a buscarme?”



Ella medio temió que hiciera algún comentario loco en respuesta, pero él simplemente la miró con curiosidad. “Nunca he oído de su hermano,” dijo, y sintió el dolor sordo de la decepción royendo su corazón. Sabía que Nate no podría haberlo enviado, no conocía su nombre, entonces, ¿como podría? Pero aún dolía. “Y fuera de los últimos diez minutos, señorita Gray, nunca había oído hablar de usted, tampoco. He estado siguiendo el rastro de una niña muerta cerca de dos meses. Ella fue asesinada, abandonada en un callejón desangrándose hasta morir. Estaba huyendo de... algo.” El corredor había llegado a un punto de bifurcación, y después de una pausa, Will se dirigió a la izquierda. “Había un puñal a su lado, cubierto con su sangre. Tenía un símbolo en él. Dos serpientes, tragándose la cola la una a la otra."



Maite sintió una sacudida. Abandonada en un callejón desangrándose hasta la muerte. Había un puñal a su lado.

Seguro que el cuerpo había sido el de Emma.




“Ese es el mismo símbolo que está en el lado del carruaje de Hermanas Oscuras. Así es como les llamo, la señora Dark y la Señora Black, quiero decir.”



“Usted no es la única que las llama así, los otros Submundos hacen lo mismo,” dijo Will. “Descubrí este hecho mientras investigaba el símbolo. Debo haber llevado ese cuchillo a través de un centenar de refugios del Submundo, en busca de alguien que pudiera reconocerlo. Ofrecí una recompensa por la información. Eventualmente el nombre de las Hermanas Oscuras vino a mis oídos.”



“¿Submundo?” repitió Maite, perpleja. “¿Es eso un lugar en Londres?”



“No importa eso,” dijo Will. “Estoy haciendo alarde de mis habilidades de investigación, y preferiría hacerlo sin interrupción. ¿Dónde estaba?”



“La daga…” Maite se interrumpió cuando una voz resonó por el pasillo, alta y dulce e inconfundible.



“Señorita Gray,” era la voz de la Sra. Dark. Al parecer viajaba entre las paredes como una espiral de humo. “Oh, señorita Graaaay. ¿Dónde está?”



Maite se congeló.



“Oh, Dios, me atraparan con…”

Will cogió su muñeca de nuevo, y se echaron a correr, con la luz mágica en la otra mano arrojando un patrón salvaje de sombras y luces contra las paredes de piedra, se precipitaron a través del torcido corredor. El suelo iba en pendiente hacia abajo, las piedras bajo los pies gradualmente mas resbaladizas y húmedas mientras el aire a su alrededor se volvía más y más caliente. Era como si se tratara de una carrera hacia abajo del mismo infierno con las voces de las Hermanas Oscuras rebotando en las paredes.



“¡Señorita Graaaaaay! No la dejaremos huir, lo sabe. No vamos a dejar que se esconda. Vamos a encontrarla muñequita. Sabe que lo haremos.”



Will y Maite salieron en una esquina, y se quedaron cortos de miras; el pasillo terminaba en un par de altas puertas de metal. Liberando a Maite, Will se arrojó contra ellas. Se abrieron y se arrojó en el interior, seguido de Maite, que hizo un trompo para cerrar de golpe detrás de ella.



El peso era casi demasiado para ella, por lo que tuvo que volver a empujar contra éstas para obligarlas, finalmente, a cerrarse.



La única iluminación de la habitación era la piedra brillante de Will, su luz arrojaba ahora una brasa entre sus dedos. Lo iluminaba en la oscuridad, como el centro de la atención en un escenario, él la rodeó para golpear el cerrojo a la puerta. El cerrojo era pesado y

cubierto con óxido, y, de pie tan cerca de él como estaba, podía sentir la tensión en su cuerpo cuando él lo arrastró al punto inicial y lo dejó caer en su lugar.



“¿Señorita Gray?” Estaba apoyado contra ella, su espalda contra la puerta cerrada. Podía sentir el ritmo del latido del corazón de él, ¿o era el suyo? La blanca iluminación desigual emitida por la piedra brillaba contra el ángulo agudo de sus mejillas, el brillo tenue del sudor en su clavícula. También vio que tenía marcas allí, elevándose del cuello desabotonado de la camisa, como la marca en la mano, gruesa y negra, como si alguien hubiera hecho diseños entintados sobre su piel.




“¿Dónde estamos?” susurró. “¿Estamos seguros?”



Sin responder él se apartó, levantando su mano derecha. Cuando la elevó, la luz brilló desde más alto, iluminando la habitación.



Estaban en una especie de celda, aunque era muy grande. Las paredes, el piso y el techo estaban hechos de piedra, descendiendo a un gran desagüe en el centro del suelo. Sólo había una ventana, muy en lo alto de la pared. No había puertas salvo por las que habían entrado. Pero nada de eso fue lo que hizo que a Maite se le cortara la respiración.



El lugar era un matadero. Había largas mesas de madera que recorrían la longitud de la habitación. Yacían cuerpos en una de ellas, cuerpos humanos, desnudos y pálidos. Cada uno tenía una incisión negra en forma de „Y‟ que marcaba su pecho, y cada cabeza colgaba hacia atrás del borde de la mesa, el cabello de las mujeres barría el suelo como escobas. En la mesa de centro había pilas de cuchillos manchados de sangre y dientes de cobre y latón, maquinaria, engranajes y sierras de metal plateado con dientes afilados.



Maite se llevó una mano a la boca, ahogando un grito. Saboreó la sangre cuando mordió sus propios dedos. Will no parecía darse cuenta, tenía el rostro blanco mientras miraba alrededor, pronunciando en voz baja algo que Maite no pudo descifrar.



Hubo un estallido y las puertas de metal se estremecieron, como si algo pesado hubiese sido lanzado contra ellas. Maite bajó su mano ensangrentada y gritó: “¡Señor Herondale!”



Will se volvió, las puertas se estremecieron de nuevo. Una voz resonó desde el otro lado:



“¡Señorita Gray! ¡Salga ahora, y no le haré daño!”



“Están mintiendo,” dijo Maite rápidamente.



“Oh, ¿realmente lo cree?” Después de haber empleando tanto sarcasmo en la pregunta como era humanamente posible, Will se guardó en el bolsillo su brillante luz mágica y saltó sobre la mesa del centro, la que estaba cubierta con maquinaria ensangrentada. Se agachó y cogió una sierra de latón que lucia fuerte y pesada en su mano. Con un gruñido de esfuerzo, la lanzó hacia la alta ventana; los vidrios se rompieron, y Will levantó la voz.



“¡Henry! ¡Algo de ayuda! ¡Por favor! ¡Henry!”



“¿Quién es Henry?” exigió Maite, pero en ese momento las puertas se estremecieron por tercera vez, y finas grietas aparecieron en el metal. Evidentemente, no iban a aguantar mucho más tiempo. Maite corrió hacia la mesa y se apoderó de un arma, casi al azar, ésta fue una sierra de metal con dientes irregulares, del tipo utilizadas por los carniceros para cortar a través del hueso. Se dio la vuelta, apretándola, cuando las puertas se abrieron.



Las Hermanas Oscuras estaban al pie de la puerta, la Sra. Dark tan alta y huesuda como un rastrillo en su brillante vestido de color verde lima, y la señora Black, con la cara enrojecida, sus ojos se redujeron a rendijas. Una brillante corona de chispas azules las rodeaba, como pequeños fuegos artificiales. Sus miradas se deslizaron hacia Will todavía de pie sobre la mesa, que había tomado uno de sus hojas de hielo de su cinturón y luego se posaron sobre Maite. La boca de la señora Black, una barra roja en su pálido rostro, se estiró en una sonrisa.



“Pequeña Señorita Gray,” dijo ella. “Debería saber correr mejor. Le contamos lo qué pasaría si huía de nuevo...”



“¡Entonces hágalo! Azóteme hasta hacerme sangrar. Máteme. ¡No me importa!” gritó Maite, y se alegró de ver que las Hermanas Oscuras la miraron al menos un poco sorprendidas por su arrebato, había estado demasiado aterrorizada como para levantar la voz ante ellas antes. “¡No dejaré que me entreguen al Maestro! ¡Preferiría morir!"



“Que inesperada lengua afilada tiene usted, querida señorita Gray,” dijo la señora Black. Con gran parsimonia se sacó el guante de la mano derecha, y por primera vez, Maite vio a su mano desnuda. La piel era gris y gruesa, como la de un elefante, sus uñas largas y oscuras como garras. Se veían tan afiladas como cuchillos. La Sra. Black le brindó a Maite una sonrisa fija. “Tal vez si la cortamos de su cabeza, aprendería a cuidar sus modales.”



Se acercó a Maite… y fue bloqueada por Will que saltó de la mesa para situarse entre ellas. “Malik,” dijo, y su espada de hielo blanco resplandeció como una estrella.



“¡Fuera de mi camino, pequeño guerrero Nefilim!” dijo la Sra. Black. “Y llévese su espada serafín con usted. Esta no es su batalla.”



“Se equivoca en eso.” Will entornó los ojos. “He escuchado algunas cosas acerca de usted, mi señora. Susurros que recorren el Submundo como un río de veneno negro. Me han dicho que a usted y a su hermana van a pagarles muy bien por los cuerpos de humanos muertos, y que no importa mucho de qué forma lleguen a estarlo.”



“Tanto escándalo por unos mundanos.” La Sra. Dark rió entre dientes y se trasladó para estar junto a su hermana, de modo que Will, con su espada en llamas, estaba entre Maite y ambas damas. “No tenemos un pleito contigo, Cazador de Sombras, a menos que decidas buscar uno. Invadiste nuestro territorio y rompiste la Ley de la Alianza para hacerlo. Podríamos reportarlo a la Clave.

“Si bien la Clave desaprueba a los intrusos, curiosamente tienen una visión aún más oscura respecto a gente decapitada y desollada. Son peculiares a su manera,” dijo Will.



“¿Gente?” La Sra. Dark escupió. “Mundanos. No te preocupas por ellos más de lo que nosotras lo hacemos,” miró hacia Maite entonces. “¿Te ha dicho lo que realmente es? Él no es humano.”


“Tú no eres quien para hablar,” dijo Maite con voz temblorosa.


“¿Y ella te ha contado lo que es?” Preguntó la Sra. Black a Will. “¿Acerca de su talento? ¿Lo qué puede hacer?"



“Si tuviera que aventurar una conjetura,” respondió Will, “diría que tiene algo que ver con el Maestro.”



La Sra. Dark lo miró perspicaz.



“¿Sabes del Maestro?" Echó una mirada a Maite. “Ah, ya veo. Sólo lo que ella te ha dicho. El Maestro, niño ángel, es más peligroso de lo que tú puedes imaginar. Y ha esperado mucho tiempo por alguien con la capacidad de Maite. Incluso podría decirse que él fue quien la hizo nacer…”



Sus palabras fueron tragadas por un estruendo colosal, toda la pared este de la sala de repente se derrumbó. Era como la caída de los muros de Jericó de la vieja Biblia ilustrada de Maite. Un momento la pared estaba allí, y al siguiente no estaba, había un enorme agujero rectangular en su lugar, humeando con asfixiantes remolinos de polvo y yeso.



La Sra. Dark dio un leve grito y se tomó las faldas con sus manos huesudas. Evidentemente no se esperaba el colapso de la pared, al igual que Maite.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:42 am

Will agarró la mano de Maite y la atrajo hacia él, protegiéndola con su cuerpo cuando trozos de piedra y yeso cayeron sobre ellos. Mientras sus brazos estaban alrededor de ella, Maite pudo oír a la Sra. Black gritando.



Maite se agarró de Will, tratando de ver lo que estaba sucediendo. La señora Dark, señalaba con los temblorosos dedos enguantados hacia el oscuro agujero en la pared. El polvo había comenzando a depositarse, apenas lo suficiente para que las figuras que se movían hacia ellos a través de los restos, comenzaran lentamente a tomar forma. Las ensombrecidas siluetas de dos figuras humanas se hicieron visibles, cada uno sostenía una espada, y cada una brillaba con la misma luz azul blanquecina de la cuchilla de Will. Ángeles, pensó Maite, preguntándose, pero no lo dijo. Esa luz, tan brillante, ¿qué otra cosa podían ser?



La señora Black dio un chillido y se lanzó hacia adelante. Arrojó sus manos, y de ellas se dispararon chispas, como fuegos artificiales que estallan. Maite escuchó a alguien gritar, un grito muy humano y Will, liberando a Maite, giró y lanzó su ardiente espada brillante a la Sra. Black. La blandió por el aire, de Oops! a Oops!, y la dirigió a su pecho. Gritando y retorciéndose, ella se tambaleó hacia atrás y cayó, estrellándose sobre una de las horribles mesas, que se derrumbaron en un revoltijo de sangre y astillas de madera.



Will sonrió. No era unn tipo de sonrisa agradable. Se volvió para mirar a Maite entonces. Por un momento se miraron en silencio, a través del espacio que los separaba y a continuación, sus otros compañeros llegaron en torno a él, dos hombres con abrigos oscuros, blandiendo las armas brillantes, y tan rápido que la visión de Maite se hizo borrosa.



Maite retrocedió hacia la pared del fondo, tratando de evitar el caos en el centro de la habitación, donde la Sra. Dark, gritando imprecaciones, fue al encuentro de sus atacantes con chispas de energía quemante que volaron de sus manos como lluvia de fuego. La Sra. Black se retorcía en el suelo, volutas de humo negro salían de su cuerpo como si se estuviera quemando por dentro. Maite se dirigió hacia la puerta abierta que conducía al pasillo y unas manos fuertes la atraparon y tiraron hacia atrás. Maite gritó y se retorció, pero las manos rodeando sus antebrazos eran tan fuertes como el hierro. Volvió la cabeza hacia un lado y hundió sus dientes en la mano que agarraba su brazo izquierdo. Alguien gritó y la soltó; al girar, ella vio un hombre alto con una desordenada mata de pelo color rojo, que la miraba con una expresión de reproche, su mano izquierda sangrado acunada contra su pecho.


“¡Will!,” Gritó. “Will, ¡ella me mordió!”




“¿Lo hizo, Henry?” Will, mirando divertido como de costumbre, parecía un espíritu convocado del caos y el humo y las llamas. Detrás de él, Maite podía ver el segundo de sus compañeros, un joven musculoso de pelo castaño, luchando con la Sra. Dark.



La Sra. Black era una forma oscura jorobada sobre el suelo. Will levantó una ceja en dirección a Maite. “Es malo morder,” le informó. “Grosero, ya sabe. ¿Nadie le ha dicho eso?”



“También es grosero ir agarrando señoras a las que no has sido presentado,” dijo Maite con frialdad. “¿Nadie se lo ha dicho?”



El hombre pelirrojo que Will había llamado Henry sacudió su mano ensangrentada con una sonrisa triste. Tenia una especie de rostro agradable, pensó Maite, que casi se sentía culpable por haberlo mordido.



“¡Will! ¡Cuidado!” El hombre de pelo castaño gritó. Will se giró y vio como algo volaba a través del aire, errando por poco la cabeza de Henry, y se estrelló contra la pared detrás de Maite. Era una gran cierra de latón, y golpeó la pared con tanta fuerza que se metió ahí como una canica incrustada en un trozo de pastel. Maite se volvió y vio a la Sra. Black avanzando hacia ellos, con los ojos ardiendo como el carbón en su blanco rostro arrugado. Llamas negras lamían alrededor de la empuñadura de la espada que salía de su pecho.



“Maldita sea...” Will alcanzó la empuñadura del otro cuchillo a través de la correa en su cintura. “Pensé que había puesto esa cosa…”



La Sra. Black se abalanzó enseñando los dientes. Will saltó fuera de su camino, pero Henry no fue del todo rápido, ella lo golpeó y lo tiró hacia atrás. Aferrada como una garrapata, lo montó sobre el suelo, gruñendo, hundiendo sus garras en los hombros mientras él gritaba. Will se volvió, tenia la espada en la mano ahora, levantándola, le gritó “Uriel,” y esta se encendió de repente bajo su control como una antorcha ardiente.

Maite cayó de espaldas contra la pared mientras Will blandía la espada hacia abajo. La Sra. Black se echó hacia atrás, sus garras se retiraron, extendiéndose por él... y la espada cortó pulcramente a través de su garganta. Completamente separada, su cabeza cayó contra el suelo, rodando y chocando, Henry, gritando de asco, empapado en sangre negruzca, empujó los restos de su cuerpo lejos de él y se puso en pie.



Un terrible grito atravesó la habitación.



“¡Nooooo!”



El grito había venido de la Sra. Dark. El hombre de pelo castaño que la contenía, la soltó con un grito repentino, ya que ella disparó fuego azul de las manos y los ojos.



Gritando de dolor, él cayó a un lado mientras ella se separaba de él y avanzaba sobre Will y Maite, los ojos de la Sra. Dark llameaban como antorchas negras. Silbaba palabras en una lengua que Maite nunca había escuchado. Sonaba como el crepitar de las llamas. Levantando una mano, la mujer arrojó lo que parecía un rayo de luces hacia Maite. Con un grito Will saltó frente a ella, su espada resplandeciente extendida. El rayo rebotó en la hoja y golpeó uno de los muros de piedra, que brilló con una extraña luz repentinamente.



“Henry,” gritó Will, sin volverse, “si llevaras a la Señorita Gray a un lugar seguro, pronto...”



La mano mordida de Henry cayó sobre el hombro de Maite, cuando la señora Dark lanzó otro manojo de rayos hacia ella. ¿Por qué está tratando de matarme? Pensó Maite vertiginosamente. ¿Por qué no a Will?



Y entonces, cuando Henry la atrajo hacia él, más luz fue interceptada por la espada de Will, refractándose en una docena de brillantes fragmentos ardientes. Maite, los miró por un momento, atrapada por su improbable belleza y entonces oyó a Henry gritar, diciéndole que se dejara caer al suelo, pero era demasiado tarde. Uno de los fragmentos ardientes se había clavado en su hombro con una fuerza increíble. Fue como ser golpeado por un tren precipitándose. Fue apartada por Henry, que la levantó, y la arrojó hacia atrás. Su cabeza golpeó contra la pared con fuerza cegadora. Fue brevemente consciente sólo de la chirriante risa de la Sra. Dark, antes de que el mundo se fuera.

3

El Instituto

Amor, esperanza, fe… éstos hacen la humanidad, Éstos son su símbolo y nota y carácter — Robert Browning, Paracelso



En el sueño, Maite yacía una vez más atada a la estrecha cama de latón en la Casa Oscura. Las Hermanas se inclinaban sobre ella, chasqueando pares de largas agujas de tejer y riendo en voz alta estridentemente. Mientras Maite miraba, sus características cambiaron, sus ojos se hundieron en sus cabezas, sus cabellos se cayeron, y puntos de sutura aparecieron en sus labios, cosiéndolos y cerrándolos. Maite gritaba sin voz, pero no parecían escucharla.



Las Hermanas se desvanecieron por completo a continuación, y la Tía Harriet estaba de pie frente a Maite con la cara enrojecida por la fiebre como lo había estado durante la terrible enfermedad que la había matado. Miró a Maite con mucha tristeza. "Lo intenté," dijo. "Intenté quererte. Pero no es fácil amar a un niño que no es humano en lo más mínimo... "



"¿No humano?" dijo una femenina voz desconocida. “Bueno, si ella no es humana, Enoch, ¿qué es?" La voz estaba afilada con impaciencia. "¿Qué quieres decir con que no sabes? Todo el mundo es algo. Esta niña no puede ser nada en absoluto... "



Maite se despertó con un grito, con los ojos volando abiertos, y se encontró mirando a las sombras. La oscuridad se agrupaba a su alrededor densamente. Apenas podía oír el murmullo de voces a través de su pánico, y luchó por sentarse, pateando mantas y almohadas. Vagamente, reconoció que la manta era gruesa y pesada, no la delgada y trenzada que pertenecía a la Casa Oscura.



Estaba en una cama, tal como ella había soñado, en una gran habitación de piedra, y apenas había luz. Oyó el roce de su aliento cuando se volvió, y un grito forzó su salida de la garganta. El rostro de su pesadilla en la oscuridad se cernía ante ella; una gran luna blanca de un rostro, la blanca cabeza rapada, lisa como el mármol. Donde los ojos deberían haber estado allí sólo había muescas en la carne, no como si los ojos hubieran sido arrancados,sino como si nunca se hubieran desarrollado allí en absoluto. Los labios estaban marcados con puntos de sutura negro, la cara garabateada con marcas negras como las que estaban en la piel de Will, aunque estas se veían como si hubieran sido cortadas allí con cuchillos.



Ella gritó de nuevo y retrocedió gateando, medio cayéndose de la cama. Golpeó el frío piso de piedra, y a la tela del blanco camisón que llevaba—alguien tuvo que habérselo puesto, mientras ella estaba inconsciente—se le arrancó el dobladillo cuando ella se puso en pie.



“Señorita Gray." Alguien estaba diciendo a su nombre, pero en su pánico, sólo sabía que la voz no era familiar. El orador no era el monstruo que se quedó mirándola desde el lado de la cama, su impasible cara marcada, no se había movido cuando ella lo hizo, y aunque no mostraba signos de perseguirla, ella comenzó a retroceder, con cuidado, sintiendo tras de sí una puerta.



La habitación estaba tan oscura, que sólo podía ver que era más o menos ovalada, las paredes y el suelo todo de piedra. El techo era lo suficientemente alto como para estar en negra sombra, y había largas ventanas a través de la pared de enfrente, el tipo de ventanas en arco que podrían haber pertenecido a una iglesia. Muy poca luz se filtraba a través de ellas, parecía como si el cielo afuera estuviera oscuro. "Maite Gray…"



Encontró la puerta, la manija de metal; giraba, se aferró a ella agradecida, y tiró. No pasó nada. Un sollozo se levantó en su garganta.



"¡Señorita Gray!” dijo la voz de nuevo, y de repente la sala se llenó de luz, una luz fuerte, blanco-plata que ella reconoció. "Señorita Gray, lo siento. No era nuestra intención asustarla." La voz era de una mujer: todavía desconocida, pero joven y preocupada. "Señorita Gray, por favor."



Maite se volvió lentamente y puso su espalda contra la puerta. Podía ver claramente ahora. Estaba en una habitación de piedra cuyo objetivo central era una gran cama con dosel, su colcha de terciopelo ahora estaba arrugada y colgando hacia los lados donde la había arrastrado fuera del colchón. Había cortinas de tapices echadas hacia atrás atrás, y un elegante tapiz de alfombra, en el por otra parte, desnudo suelo. De hecho, la propia habitación estaba bastante desnuda. No había imágenes o fotografías colgadas en la pared, no había adornos que saturaran las superficies de los muebles de madera oscura. Dos sillas estaban una frente a la otra cerca de la cama, con una pequeña mesa de té entre ellas. Una pantalla china en un rincón de la habitación escondía lo que probablemente eran una bañera y un lavabo.



Al lado de la cama había un hombre alto que vestía ropas como de un monje, de un largo material grueso, del color del pergamino. Runas rojo-marrón circundaban los puños y el

dobladillo. Llevaba un báculo de plata, con la cabeza tallada en forma de un ángel y runas decoraban su longitud. La capucha de su túnica cayó, dejando al descubierto su cara blanca, ciega y cicatrizada.



Junto a él estaba una mujer muy pequeña, casi de tamaño infantil, con el pelo marrón grueso anudado en la nuca, y un pequeño rostro limpio, inteligente, con ojos brillantes y oscuros como los de un pájaro. No era bonita exactamente, pero había una calma, una expresión de amabilidad en su cara que el dolor del pánico en el estómago de Maite se aligeró fácilmente, aunque no habría podido decir exactamente por qué. En su mano sostenía una brillante piedra blanca como la que Will había sostenido en la Casa Oscura. Su luz brillaba entre sus dedos, iluminando la habitación.



"Señorita Gray," dijo. "Soy Charlotte Branwell, directora del Instituto de Londres, y este que está mi lado, es el Hermano Enoch…"



"¿Qué clase de monstruo es él?" susurró Maite. El Hermano Enoch no dijo nada. Estaba totalmente inexpresivo. "Sé que hay monstruos en este mundo", dijo Maite. "Usted no puede decirme lo contrario. Los he visto.




"No querría decirle otra cosa,” dijo la Sra. Branwell. "Si el mundo no estuviera lleno de monstruos, no habría necesidad de Cazadores de Sombras



Cazador de Sombras. Lo que las Hermanas Oscuras habían llamado a Will Herondale.



16 Un eidolon (en griego «ειδωλον»; imagen, fantasma, aparición), según la mitología griega y la teosofía, es una copia astral de un difunto. Los antiguos griegos imaginaban el eidolon como un doble fantasmal de la forma humana. Los teósofos lo ponen en relación con el perispíritu, el doble astral y el kamarupa.

Will. "Estaba…Will estaba conmigo," dijo Maite, con voz temblorosa. "En el sótano. Will dijo…” se interrumpió y se encogió por dentro. No debería haber llamado a Will por su nombre de pila, porque implicaba una intimidad entre ellos que no existía. "¿Dónde está el Sr. Herondale?



"Él está aquí," dijo la Sra. Branwell con calma. "En el Instituto.”



"¿Me trajo aquí también?" Maite susurró.




“Sí, pero no hay necesidad de verse traicionada, Señorita Gray. Usted se había golpeado muy "¿Quiere decir porque no puedo correr," dijo Maite, lamiéndose los labios secos. "No puedo escapar.”



"Si demanda escapar, como dice, después de que hayamos hablado, la dejaré ir," dijo la Sra. Branwell. "Los Nefilim no atrapamos Submundos bajo coacción. Los Acuerdos lo prohíben. "



"¿Los Acuerdos?”



La señora Branwell vaciló, luego se volvió hacia el Hermano Enoch y le dijo algo en voz baja. Para gran alivio de Maite, se puso la capucha de su túnica de color de pergamino, ocultando su rostro. Un momento después, se movía hacia Maite; ella dio un paso atrás a toda prisa y él abrió la puerta, deteniéndose sólo por un momento en el umbral. En ese momento, le habló a Maite. O tal vez "hablar" no era la palabra para ello: Oyó su voz dentro de su cabeza, en lugar de fuera de ella. Eres Eidolon16, Maite Gray. Una Cambia-forma. Pero no de un tipo que me sea familiar. No hay ninguna marca de demonio sobre ti.



Cambia-forma. Él sabía lo que era. Lo miró fijamente, con el corazón desbocado, mientras él pasaba por la puerta y la cerraba tras de él. Maite de alguna manera sabía que si corría hacia la puerta y probaba el tirador, una vez más la encontraría cerrada, pero la urgencia de escapar la había abandonado. Sus rodillas se sentían como si se hubieran convertido en agua. Se sentó en uno de los sillones junto a la cama.



"¿Qué es?” Preguntó la Sra. Branwell, pasando a sentarse en la silla frente a Maite. Su vestido colgaba tan suelto en su pequeño cuerpo, que era imposible decir si llevaba un corsé debajo de éste, y los huesos en sus pequeñas muñecas eran como los de un niño. "¿Qué le dijo?" Maite sacudió la cabeza, apretando las manos sobre su regazo de modo que la Sra. Branwell no podía ver sus dedos temblorosos.



La señora Branwell la miró de modo penetrante. "En primer lugar," dijo ella, “por favor llámeme Charlotte, Señorita Gray. Todos en el Instituto lo hacen. Los Cazadores de Sombras no son tan formales como la mayoría." Maite asintió con la cabeza, sintiendo la sensación de rubor en sus mejillas. Era difícil saber la edad que Charlotte tenía, era tan pequeña que parecía muy joven en verdad, pero su aire de autoridad la hacía parecer mayor, lo suficientemente mayor para que la idea de llamarla por su nombre de pila pareciera muy extraña. Sin embargo, como la Tía Harriet habría dicho, cuando en Roma...



"Charlotte," dijo Maite, experimentalmente.

en la cabeza, y Will estaba preocupado por usted. El Hermano Enoch, aunque su aspecto pueda asustarle, es un experto facultativo en medicina. Ha determinado que su lesión en la cabeza es leve, y que en lo principal sufre un estado de shock y ansiedad nerviosa. De hecho, podría ser mejor si usted se sienta ahora. Revolotear a pies descalzos por la puerta de esa forma sólo le hará enfriarse, y eso le hace poco bien."


"¿Quiere decir porque no puedo correr," dijo Maite, lamiéndose los labios secos. "No puedo escapar.”



"Si demanda escapar, como dice, después de que hayamos hablado, la dejaré ir," dijo la Sra. Branwell. "Los Nefilim no atrapamos Submundos bajo coacción. Los Acuerdos lo prohíben. "



"¿Los Acuerdos?”



La señora Branwell vaciló, luego se volvió hacia el Hermano Enoch y le dijo algo en voz baja. Para gran alivio de Maite, se puso la capucha de su túnica de color de pergamino, ocultando su rostro. Un momento después, se movía hacia Maite; ella dio un paso atrás a toda prisa y él abrió la puerta, deteniéndose sólo por un momento en el umbral. En ese momento, le habló a Maite. O tal vez "hablar" no era la palabra para ello: Oyó su voz dentro de su cabeza, en lugar de fuera de ella. Eres Eidolon16, Maite Gray. Una Cambia-forma. Pero no de un tipo que me sea familiar. No hay ninguna marca de demonio sobre ti.



Cambia-forma. Él sabía lo que era. Lo miró fijamente, con el corazón desbocado, mientras él pasaba por la puerta y la cerraba tras de él. Maite de alguna manera sabía que si corría hacia la puerta y probaba el tirador, una vez más la encontraría cerrada, pero la urgencia de escapar la había abandonado. Sus rodillas se sentían como si se hubieran convertido en agua. Se sentó en uno de los sillones junto a la cama.



"¿Qué es?” Preguntó la Sra. Branwell, pasando a sentarse en la silla frente a Maite. Su vestido colgaba tan suelto en su pequeño cuerpo, que era imposible decir si llevaba un corsé debajo de éste, y los huesos en sus pequeñas muñecas eran como los de un niño. "¿Qué le dijo?" Maite sacudió la cabeza, apretando las manos sobre su regazo de modo que la Sra. Branwell no podía ver sus dedos temblorosos.



La señora Branwell la miró de modo penetrante. "En primer lugar," dijo ella, “por favor llámeme Charlotte, Señorita Gray. Todos en el Instituto lo hacen. Los Cazadores de Sombras no son tan formales como la mayoría." Maite asintió con la cabeza, sintiendo la sensación de rubor en sus mejillas. Era difícil saber la edad que Charlotte tenía, era tan pequeña que parecía muy joven en verdad, pero su aire de autoridad la hacía parecer mayor, lo suficientemente mayor para que la idea de llamarla por su nombre de pila pareciera muy extraña. Sin embargo, como la Tía Harriet habría dicho, cuando en Roma...



"Charlotte," dijo Maite, experimentalmente.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:44 am

Con una sonrisa, la Sra. Branwell, Charlotte, se inclinó un poco hacia atrás en su silla, y Maite vio con algo de sorpresa que tenía oscuros tatuajes. ¡Una mujer con tatuajes! Sus marcas eran como las de Will: visibles en las muñecas por debajo de los puños apretados de su vestido, con uno como un ojo en la parte posterior de su mano izquierda. "En segundo lugar, déjeme decirle lo que ya sé sobre usted, Maite Gray." Habló en el mismo tono tranquilo en que lo había hecho antes, pero sus ojos, aunque todavía amables, eran agudos como alfileres. “Usted es americana. Vino aquí desde Nueva York, ya que estaba siguiendo a su hermano que había enviado un billete de barco de vapor. Su nombre es Nathaniel."



Maite se sentó petrificada. "¿Cómo sabe todo esto?"



"Sé que Will la encontró en la casa de las Hermanas Oscuras," dijo Charlotte. "Sé que usted afirmó que alguien llamado el Maestro iba por usted. Sé que no tiene idea de quién es el Maestro. Y sé que en una batalla con las Hermanas Oscuras, quedó inconsciente y la trajeron hasta aquí."



Las palabras de Charlotte eran como una llave desbloqueando una puerta. De repente Maite recordó. Recordó correr con Will por el pasillo; recordó las puertas de metal y la habitación llena de sangre en el otro lado, recordó a la Sra. Black, con la cabeza cortada; recordó a Will arrojando su cuchillo…



“La Sra. Black," susurró.




"Muerta," dijo Charlotte. "Mucho." Apoyó sus hombros contra el respaldo de la silla, era tan ligera que la silla se levantó por encima de ella, como si fuera un niño sentado en la silla de su padre.



“¿Y la Sra. Dark?”



"Se fue. Se realizaron búsquedas en toda la casa, y el área cercana, pero no se encontró rastro de ella."



"¿Toda la casa?” la voz de Maite estaba sacudida, muy ligeramente. "¿Y no había nadie en ella? ¿No había nadie más con vida, o... o muerto?"



"No hemos encontrado a su hermano, Señorita Gray," dijo Charlotte. Su tono era suave. "No en la casa, ni en ninguno de los edificios de los alrededores."



"Ustedes… ¿lo buscaron?" Maite estaba desconcertada.



"No lo encontramos," dijo Charlotte de nuevo. "Pero encontramos sus cartas."



"¿Mis cartas?"


"Las cartas que escribió a su hermano y nunca envió," dijo Charlotte. "Dobladas debajo de su colchón."



"¿Las leyó?"


"Tuvimos que leerlas," dijo Charlotte en el mismo tono suave. "Me disculpo por eso. No traemos Submundos al Instituto, o cualquier persona que no sea un Cazador de Sombra, a menudo. Representa un gran riesgo para nosotros. Teníamos que saber que usted no era un peligro. "



Maite volvió la cabeza hacia un lado. Había una terrible violación acerca de esta extraña leyendo sus pensamientos más íntimos, todos los sueños y las esperanzas y los temores que había derramado, pensando que nadie nunca las vería. La parte posterior de sus ojos le ardían, las lágrimas la amenazaban, y ella quiso devolverlas, furiosa consigo misma, con todo.



"Está tratando de no llorar," dijo Charlotte. "Sé que cuando yo lo hago, a veces ayuda mirar directamente hacia una luz brillante. Prueba con la luz mágica."



Maite trasladó su mirada a la piedra en la mano de Charlotte y la miró fijamente. El brillo de la misma se hinchó delante de sus ojos como un sol en expansión. “Así que,” dijo, luchando por pasar la opresión en su garganta, "¿decidieron que no soy un peligro, entonces?"



"Tal vez sólo para usted misma," dijo Charlotte. "Un poder como el suyo, el poder de cambiar de forma; no es de extrañar que las Hermanas Oscuras quisieran tenerla en sus manos. Otros lo harán también."



"¿Cómo usted?" dijo Maite. "¿O va a pretender que me ha dejado entrar a su precioso Instituto simplemente por caridad?"



Una mirada de dolor cruzó el rostro de Charlotte. Había sido breve, pero era real, e hizo más para convencer a Maite de que podría haber estado equivocada acerca de Charlotte, que cualquier otra cosa que la otra mujer pudiera haber dicho. "No es caridad," dijo. "Es mi vocación. Nuestra vocación." Maite simplemente la miró sin comprender. “Tal vez,” dijo Charlotte, "sería mejor si le explico lo que somos… y lo que hacemos."



"Nefilim," dijo Maite. "Eso es lo que las Hermanas Oscuras llamaron al señor Herondale.” Señaló las marcas oscuras en la mano de Charlotte. "Usted es uno también, ¿no? ¿Por eso usted tiene esas…esas marcas?"



Charlotte asintió con la cabeza. "Soy una de los Nefilim, los Cazadores de Sombras. Somos... una raza, si lo quiere, de personas, personas con habilidades especiales. Somos más fuertes y más rápidos que la mayoría de los seres humanos. Somos capaces de ocultarnos con magia llamada glamour. Y estamos especialmente cualificados para matar demonios."


"Demonios. ¿Quiere decir, como Satanás?"



"Los demonios son criaturas malvadas. Viajan grandes distancias para venir a este mundo y se alimentan de él. Pueden reducirlo a cenizas y destruir a sus habitantes si no lo evitamos." Su voz era intensa. "Como el trabajo de la policía humana es proteger a la ciudadanía de esta ciudad unos de los otros, es nuestro trabajo protegerlos de los demonios y otros peligros sobrenaturales. Cuando hay delitos que afectan al Mundo de las Sombras, cuando la Ley de nuestro mundo se ha roto, hay que investigar. Estamos obligados por la Ley, de hecho, a hacer investigaciones, incluso a un rumor de una infracción a la Ley de la Alianza. Will le dijo acerca de la niña muerta que encontró en un callejón, fue el único cuerpo, pero ha habido otras desapariciones, rumores oscuros de niños y niñas mundanos desapareciendo de la ciudad, de las calles más pobres. Usar magia para asesinar a seres humanos va en contra de la Ley, y por lo tanto, un asunto de nuestra jurisdicción. "



"El Sr. Herondale parece muy joven para ser una especie de policía."



"Los Cazadores de Sombra crecen con rapidez, y Will no investigó solo." Charlotte no sonaba como si quisiera entrar en detalles. "Eso no es todo lo que hacemos. Protegemos la Ley de la Alianza y defendemos los Acuerdos, las leyes que rigen la paz entre Submundos".


Will había utilizado esa palabra también. "¿Submundo? ¿Es eso un lugar?"



"Un Submundo es un ser, una persona, que es parte del origen sobrenatural. Vampiros, hombres lobo, hadas, brujos, todos ellos son Submundos."



Maite la miró fijamente. Las hadas eran un cuento para niños, y los vampiros materia de novelas de muy poca categoría. "¿Esas criaturas existen?"



"Usted es un Submundo," dijo Charlotte. "El Hermano Enoch lo confirmó. Simplemente no sabemos de qué tipo. Usted ve, el tipo de magia que puede hacer, su capacidad, no es algo que un ser humano corriente podría hacer. Tampoco es algo que uno de nosotros, un Cazador de Sombra, podría hacer. Will pensó que era más apropiado una bruja, que es lo que me habría imaginado, pero todos los brujos tienen algún atributo que los marca como

brujos. Alas, o pezuñas, o dedos unidos por membranas o, como vio en el caso de la Sra. Black, manos con garras. Pero usted, usted es completamente humana en apariencia. Y se desprende de sus cartas que usted sabe o cree que ambos de sus padres son humanos."



"¿Humanos?" Maite miró. "¿Por qué no habrían sido humanos?"


Antes de que Charlotte pudiera responder, la puerta se abrió y una esbelta chica de cabello oscuro en una gorra blanca y delantal, entró llevando una bandeja de té que puso sobre la mesa entre ellas. "Sophie," dijo Charlotte, sonando aliviada al ver a la muchacha. “Gracias. Esta es la señorita Gray. Ella será una invitada nuestra esta noche."



Sophie se enderezó, se volvió a maite, e hizo una reverencia. “Señorita,” dijo, pero la novedad de ser reverenciada se perdió en Maite cuando Sophie levantó la cabeza y su rostro se hizo completamente visible. Debería haber sido muy bonita, sus ojos eran de un luminoso avellana oscuro, su piel lisa, sus labios suaves y delicadamente formados, pero una cicatriz gruesa, corrugada y plateada cortaba desde la esquina izquierda de su boca a su sien, tirando su rostro hacia los lados y distorsionando sus rasgos en una máscara retorcida. Maite trató de ocultar el choque en su propia cara, pero pudo ver en como los ojos de Sophie se oscurecían, que no había funcionado.

"Sophie," dijo Charlotte, "¿trajiste ese vestido rojo oscuro que más temprano te pedí? ¿Puedes tenerlo cepillado y esponjado para Maite?" Se volvió hacia Maite cuando la criada asintió y se dirigió al armario. "Me tomé la libertad de tener uno de los viejos vestidos de nuestra Jessamine para usted. La ropa que llevaba quedó en ruinas. "



“Muchas gracias,” dijo Maite con frialdad. Odiaba tener que estar agradecida. Las Hermanas habían fingido que estaban haciendo favores, y miren la forma en que había salido.


“Señorita Gray." Charlotte la miró con seriedad. "Los Cazadores de Sombra y los Submundos no son enemigos. Nuestro acuerdo puede nunca ser fácil, pero es mi creencia que los Submundos pueden confiar en que, de hecho, son la clave de nuestro éxito final contra los reinos de los demonios. ¿Hay algo que pueda hacer para mostrarle que no planeamos tomar ventaja de usted?"



"Yo..." Maite respiró hondo. "Cuando las Hermanas Oscuras en primer lugar me hablaron de mi poder, pensé que estaban locas," dijo. "Les dije que esas cosas no existían. Entonces pensé que había quedado atrapada en una especie de pesadilla en la que ellas estaban. Pero entonces el Sr. Herondale vino, y él sabía de magia, y tenía esa piedra brillante, y pensé: Aquí hay alguien que podría ayudarme." Miró a Charlotte. “Pero usted no parece saber por qué soy como soy, o incluso qué soy. Y si aun usted no... "



"Puede ser... difícil de aprender cómo funciona el mundo realmente, verlo en su verdadera forma y condición," dijo Charlotte. "La mayoría de los seres humanos nunca lo hacen. La mayoría no podría soportarlo. Pero he leído sus cartas. Y sé que es fuerte, Señorita Gray. Que ha aguantado lo que podría haber matado a otra joven, Submundo o no."




"No tenía otra opción. Lo hice por mi hermano. Ellas le habrían asesinado."



"Algunas personas," dijo Charlotte, "habrían permitido que eso sucediera. Pero sé por leer sus propias palabras que usted ni siquiera consideró eso." Se inclinó hacia delante. "¿Tiene usted alguna idea de dónde está su hermano? ¿Cree que más probablemente esté muerto?"



Maite contuvo el aliento.


“¡Sra. Branwell!" Sophie, que había estado atendiendo el dobladillo de un vestido rojo vino con un cepillo, levantó los ojos y habló con un tono de reproche que sorprendió a Tessa. No era el lugar de los funcionarios corregir a sus empleadores, los libros que había leído lo habían dejado muy claro.



Pero Charlotte sólo se veía compungida. "Sophie es mi ángel bueno," dijo. "Tiendo a ser un poco demasiado contundente. Pensé que podría ser algo que usted sabía, algo que no estaba en sus cartas, que tal vez nos pueda dar el conocimiento de su paradero".



Maite sacudió la cabeza. "Las Hermanas Oscuras me dijeron que estaba encarcelado en un lugar seguro. Supongo que todavía está allí. Pero no tengo idea de cómo encontrarlo."



"Entonces usted debe estar aquí en el Instituto hasta que pueda ser localizado."



"No quiero su caridad." Maite dijo tercamente. "Puedo encontrar otro lugar de alojamiento."


"No sería caridad. Estamos obligados por nuestras propias leyes a ayudar y auxiliar a los Submundos. Enviarle lejos sin tener a donde ir rompería los Acuerdos, que son reglas importantes que se deben cumplir."


“¿Y usted no me pedirá nada a cambio?" la voz de Maite era amarga. "¿No me va pedir que use mi…mi habilidad? ¿No me obligará a Cambiar? "



"Si," dijo Charlotte, "si no desea utilizar su poder, entonces no, no la obligaré. Aunque creo que le puede beneficiar aprender cómo puede ser controlado y utilizado…"


"¡No!" El grito de Maite fue tan fuerte que Sophie saltó y dejó caer el cepillo. Charlotte la miró y luego de nuevo a Maite. Ella dijo, “Como usted quiera, Señorita Gray. Hay otras maneras en las que usted podría ayudarnos. Estoy segura de que hay muchas cosas que usted sabe que no figuraban en sus cartas. Y a cambio, podemos ayudarle a buscar a su hermano. "


La cabeza de Maite se levantó. "¿Lo harían?"



"Tiene mi palabra." Charlotte se puso de pie. Ninguna de las dos había tocado el té de su bandeja. “Sophie, ¿si pudiera ayudar a la Señorita Gray con su vestido, y luego llevarla a cenar?”


"¿Cena?" Después de escuchar aquel acuerdo sobre Nefilim, y Submundos, y hadas, y vampiros y demonios, la perspectiva de la cena era casi chocante en su ordinariez.



“Por supuesto. Son casi las siete. Ya ha conocido a Will, puede conocer a todos los demás. Tal vez usted verá que somos de fiar.


Y con un gesto enérgico, Charlotte salió de la habitación. Al cerrarse la puerta tras ella, Maite sacudió la cabeza en silencio. Tía Harriet había sido mandona, pero no tenía nada de Charlotte Branwell.



"Tiene una conducta estricta, pero realmente es muy amable," dijo Sophie, tendiendo en la cama el vestido que Maite tenía la intención de usar. "Nunca he conocido a nadie con un corazón mejor."
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:45 am

Maite tocó la manga del vestido con la Oops! de su dedo. Era de raso de color rojo oscuro, como Charlotte había dicho, con una cinta muaré17 negra ajustada alrededor de la cintura y el dobladillo. Nunca había llevado algo tan bonito.



"¿Quiere que le ayude a vestirse para la cena, señorita?” Preguntó Sophie. Maite recordó algo que la Tía Harriet había dicho siempre; que podías conocer a un hombre no por lo que sus amigos decían de él, sino por cómo trataba a sus criados. Si Sophie pensaba que Charlotte tenía buen corazón, entonces tal vez lo tenía.



Levantó la cabeza. “Muchas gracias, Sophie. Creo que sí."


17 Proviene del francés moiré, un tipo particular de textil en seda y que posee una apariencia ondulante o fluctuante, gracias a los patrones de interferencia formados por la estructura misma del tejido.

Maite nunca había tenido a nadie que la asistiera en vestirse antes, con excepción de su tía. Aunque Maite era delgada, el vestido había sido claramente hecho para una chica más pequeña, y Sophie tuvo que atar con un cordón el corsé de Maite fuertemente para que se ajustara. Chasqueó en voz baja, mientras lo hacía. “La Sra. Branwell no cree en apretar con cordón," explicó. "Dice que causa dolores de cabeza y debilidad nerviosa, y una Cazadora de Sombras no puede permitirse ser débil. Pero a la señorita Jessamine le gusta la cintura de sus vestidos muy pequeña, e insiste hacerlo."



“Bueno,” dijo Maite, un poco sin aliento, "No soy una Cazadora de Sombras, de todos modos."



"Así es," Sophie concordó, abrochando la parte posterior del vestido con un hábil, pequeño broche. "Ahí. ¿Qué piensa usted?"


Maite se miró en el espejo, y quedó desconcertada. El vestido era demasiado pequeño en ella, y había sido claramente diseñado para estar ceñido al cuerpo, como lo estaba. Se aferraba casi escandalosamente a su figura hasta las caderas, donde se abultaba juntándose en la espalda, colgando con un modesto movimiento. Las mangas estaban vueltas, mostrando volantes de encaje champagne en los puños. Se veía… mayor, pensó, no el espantapájaros trágico que había visto en la Casa Oscura, pero tampoco alguien completamente familiar. ¿Qué si una de las veces en que Cambié, cuando volví a mí, no lo hice del todo bien? ¿Y si ni siquiera es mi verdadero rostro? La idea envió un rayo de pánico a través de ella que se sentía como si fuera a desmayarse.


"Está un poco pálida," dijo Sophie, examinando el reflejo de Maite con una mirada juiciosa. No parecía particularmente impresionada por la estrechez del vestido, por lo menos. "Podría intentar pellizcarse las mejillas un poco para que le de color. Eso es lo que la señorita Jessamine hace."



"Fue muy amable de su parte, de la señorita Jessamine, quiero decir, el prestarme este vestido."



Sophie contuvo una risita en la garganta. "La señorita Jessamine nunca lo ha usado. La Sra. Branwell se lo dio como un regalo, pero la señorita Jessamine dijo que le hacía verse cetrina y lo arrojó a la parte posterior de su armario. Ingrata, si usted me pregunta. Ahora, vaya, y pellízquese las mejillas un poco. Está pálida como la leche. "



Habiendo hecho esto, y tras agradecer a Sophie, Maite salió de la habitación a un largo corredor de piedra. Charlotte estaba allí, esperándola. Ella partió de inmediato, con Maite detrás, cojeando ligeramente, los zapatos de seda negro no le encajaban, no eran amables con los pies magullados.


Estar en el Instituto era un poco como estar dentro de un castillo, el techo desaparecía en la penumbra, los tapices colgaban en las paredes. O al menos esa era la forma en que Maite imaginaba que el interior de un castillo podía lucir. Los tapices tenían repetidos motivos de estrellas, espadas, y el mismo tipo de diseños que había visto en tinta en Will y Charlotte. Había una sola imagen repetida también, de un ángel saliendo de un lago, llevando una espada en una mano y una copa en la otra. "Este lugar solía ser una iglesia," dijo Charlotte, respondiendo a la pregunta sin respuesta de Maite. "La Iglesia de Todos los Santos-el Menor18. Se quemó en el Gran Incendio de Londres19. Nos tomamos la tierra después de eso y construimos el Instituto sobre las ruinas de la antigua iglesia. Es útil para nuestro propósito el permanecer en tierra consagrada."


"¿La gente no piensa que es extraño, que la construyeran en el sitio de una antigua iglesia como esta?" Preguntó Maite, apresurándose para mantener el ritmo.



"No lo saben. Los mundanos, eso es lo que llamamos a la gente ordinaria, no son conscientes de lo que hacemos," explicó Charlotte. "Para ellos, desde el exterior, el lugar parece un parche vacío de tierra. Más allá de eso, los mundanos no están realmente muy interesados en lo que no les afecta directamente.” Se volvió haciendo pasar a Tessa a través de una puerta y a un gran comedor bien iluminado. "Aquí estamos".



Maite quedó parpadeando en la iluminación repentina. La habitación era enorme, lo suficientemente grande para una mesa que podría haber sentado a veinte personas. Un candelabro de gas inmenso colgaba del techo, llenando la habitación con un resplandor amarillento. Sobre un aparador cargado con porcelana de apariencia cara, un espejo de marco dorado se extendía a lo largo de la habitación. Un bajo tazón de vidrio con flores blancas decoraba el centro de la mesa. Todo era de buen gusto, y muy común. No había nada inusual en la sala, nada que pudiera insinuar la naturaleza de los ocupantes de la casa.



A pesar de que la larga mesa del comedor estaba cubierta con manteles blancos, sólo uno de los extremos tenía puestas plazas para cinco personas. Sólo dos personas estaban ya sentadas, Will y una niña de pelo rubio sobre la edad de Maite en un escotado vestido brillante. Parecían ignorarse el uno al otro estudiadamente; Will levantó la vista con aparente alivio cuando Charlotte y Maite entraron "Will," dijo Charlotte. "¿Recuerdas a la Señorita Gray?



"Mi recuerdo de ella," dijo Will, "es el más vívido, en realidad." Ya no llevaba la extraña

ropa negra que había usado el día anterior, sino que un par de ordinarios pantalones y una chaqueta gris con cuello de terciopelo negro. El gris hizo que sus ojos se vieran más azules que nunca. Le sonrió a Maite, quien se sintió ruborizar y apartó la mirada rápidamente.


18 Todos los Santos-el Menor (también conocida como El sótano de Todos los Santos) era una iglesiade Londres. Todos los Santos-el menor-se sitúa en el lado sur del Thames Street, y construida sobre un arco que conduce a una gran casa conocida como Cold Harbour que conduce al río, al este de Todos los Santos-el Grande en un distrito conocido como El Ropery. La iglesia fue una de las 86 que fueron destruidas durante el Gran Incendio de Londres, de un total de 97 parroquias de la ciudad de Londres, que se muestra en la Carta de mortalidad para el año 1665.


19 El Gran Incendio de Londres fue un gran incendio que arrasó la ciudad de Londres, Inglaterra desde el domingo 2 de septiembre hasta el martes 4 de septiembre de 1666. El fuego destruyó la ciudad medieval de Londres dentro de la vieja muralla romana de la ciudad.

"Y Jessamine; Jessie, levanta la vista. Jessie, ésta es la Señorita Maite Gray; Señorita Gray, ésta es la Señorita Jessamine Lovelace."



"Encantada de conocerle," murmuró Jessamine. Maite no podía dejar de mirarla. Era casi ridículamente linda, lo que una de las novelas de Maite habría llamado un rosa Inglesa, toda rubios cabellos plateados, suaves ojos marrones, tez cremosa. Llevaba un vestido azul muy brillante, y anillos en cada uno de sus dedos. Si tenía las mismas marcas negras en la piel que Will y Charlotte tenían, no eran visibles.



Will lanzó a Jessamine una evidente mirada de odio, y se volvió hacia Charlotte. “¿Dónde está tu marido poco ilustrado, entonces?"


Charlotte, tomando asiento, indicó a Maite a sentarse frente a ella, en la silla junto a Will. "Henry está en su cuarto de trabajo. He enviado a Thomas a buscarlo. Vendrá en un momento."



"¿Y Jem?”



La mirada de Charlotte fue de advertencia, pero "Jem no se siente bien," fue todo lo que dijo. "Está teniendo uno de sus días."



"Él siempre tiene uno de sus días." Jessamine sonaba disgustada.



Maite estaba a punto de preguntar quién podía ser Jem, cuando Sophie entró seguida por una mujer regordeta de mediana edad cuyo cabello gris escapaba de un moño en la parte posterior de su cabeza. Las dos comenzaron a servir comida desde el aparador. Hubo asado de cerdo, patatas, sopa sabrosa, y esponjosos rollos de comida con cremosa mantequilla amarilla. Maite se sintió repentinamente mareada, se había olvidado de lo hambrienta que estaba. Mordió un rollo, sólo para comprobarse a sí misma cuando vio Jessamine mirando.



"Ya sabe," dijo Jessamine alegremente: "No creo haber visto jamás a una bruja comer antes. Supongo que ni siquiera necesita contenerse, ¿verdad? Usted sólo puede usar la magia para hacerse delgada. "



"No sabemos con certeza si ella es una bruja, Jessie," dijo Will.infierno?" se acercó más a Maite. "¿Cómo cree usted que es el Diablo?"



Maite puso su tenedor en el plato. "¿Le gustaría conocerlo? Podría convocarlo en un instante, si lo quiere. Siendo una bruja, y todo eso.



Will dejó escapar una carcajada. Jessamine entornó los ojos. "No hay ninguna necesidad de ser grosera…" comenzó, entonces se interrumpió cuando Charlotte se incorporó de golpe con un grito de asombro.



"¡Henry!"



Un hombre estaba de pie en la puerta en forma de arco del comedor, un hombre alto de aspecto familiar, con un mechón de cabello rojizo y ojos color avellana. Llevaba una chaqueta de tweed de Norfolk20 sobre un chaleco a rayas sorprendentemente brillante; sus pantalones estaban cubiertos de lo que se veía peculiarmente como polvo de carbón. Pero nada de eso era lo que había hecho gritar a Charlotte, fue el hecho de que su brazo izquierdo parecía estar en llamas. Pequeñas llamas lamían su brazo de un punto por encima de su codo, liberando zarcillos de humo negro.


"Charlotte, cariño," dijo Henry a su esposa, que lo miraba con la boca abierta de horror. Jessamine, a su lado, tenía los ojos muy abiertos. "Siento llegar tarde. Sabes, creo que casi podría tener el Sensor trabajando…"



Will interrumpió. "Henry," dijo, "estás en llamas. ¿Sabes eso, no?"



"Oh, sí,” dijo Henry con entusiasmo. Las llamas estaban ahora casi hasta el hombro. "He estado trabajando como un poseso durante todo el día. Charlotte, ¿has oído lo que dije sobre el Sensor?”



Charlotte dejó caer la mano de su boca. "¡Henry!" Gritó ella. "¡tu brazo!"



Henry miró a su brazo, y se quedó boquiabierto. “Sangriento infierno,” fue todo lo que tuvo tiempo de decir antes de que Will, exhibiendo una presencia sobrecogedora de ingenio, se levantara, cogiera el jarrón de flores de la mesa, y arrojara el contenido sobre Henry. Las llamas se apagaron, con un débil chisporroteo de protesta, dejando a Henry empapado en la puerta; una manga de su chaqueta negra y una docena de húmedas flores blancas sembradas a sus pies.



Henry sonrió y dio unas palmaditas en la manga de su chaqueta quemada con una mirada

de satisfacción. "¿Sabes lo que esto significa?"



Will bajó el jarrón. "¿Que te pusiste a ti mismo en llamas y ni siquiera lo notaste?”



"¡Que la mezcla de llamas retardantes que desarrollé la semana pasada funciona!” Henry dijo con orgullo. "Este material debe haber estado quemándose por al menos diez minutos, ¡y no está ni la mitad de quemado!" Miró su brazo. "Tal vez debería poner otra manga en el fuego y ver cuánto tiempo…"



"Henry," dijo Charlotte, que parecía haberse recuperado del susto, "si te prendes fuego deliberadamente, iniciaré procedimientos de divorcio. Ahora siéntate y come tu cena. Y saluda a nuestra invitada.”


Henry se sentó, miró a través de la mesa a Maite y parpadeó sorprendido. "La conozco," dijo. "¡Usted me mordió!" Parecía contento al respecto, como si recordara un grato recuerdo que ambos habían compartido.



Charlotte lanzó una mirada desesperada a su marido.


"¿Le ha preguntado a la Señorita Gray sobre el Club Pandemónium?" Preguntó Will.


El Club Pandemónium. "Conozco las palabras. Estaban escritas en el costado del carruaje de las Sras. Oscuras," dijo Maitr.



"Es una organización," dijo Charlotte. "Más bien una antigua organización de mundanos quienes están interesados en las artes mágicas. En sus reuniones hacen hechizos y tratan de convocar a demonios y espíritus.” Suspiró.



Jessamine soltó un bufido. "No puedo imaginar por qué se molestan," dijo. "Perder el tiempo con hechizos y usar túnicas con capucha y encender pequeños fuegos. Es ridículo."


"Oh, hacen más que eso," dijo Will. "Son más poderosos en el Submundo de lo que podrías pensar. Muchas figuras ricas e importantes en la sociedad mundana son miembros…”


"Eso sólo hace que sea más tonto." Jessamine sacudió su cabello. "Tienen dinero y poder. ¿Por qué están jugando con magia?"



"Una buena pregunta," dijo Charlotte. "Mundanos que se involucran en cosas de las que no saben nada probablemente, conocerán finales desagradables."



20 La chaqueta Norfolk era una chaqueta de tweed, con varios botones, cinturón y bolsillos, ideal para la caza. A finales del ochocientos se generalizó el vestir chaqueta y pantalones, cuyo origen se asocia al duque de Norfolk.

Will se encogió de hombros. "Cuando estaba tratando de localizar la fuente del símbolo en ese cuchillo que Jem y yo encontramos en el callejón, fui dirigido al club Pandemónium. Los miembros del mismo, a su vez, me dirigieron a las Hermanas Oscuras. Es su símbolo, las dos serpientes. Supervisan un conjunto de guaridas de juegos de azar frecuentados por Submundos. Existen para atraer a mundanos y engañarlos para que pierdan todo su dinero en juegos mágicos, entonces, cuando los mundanos caen en la trampa, las Hermanas Oscuras extorsionan la devolución del dinero a tasas ruinosas." Will miró a Charlotte. "Corrían algunos otros negocios también, los más desagradables. La casa donde mantenían a Maite, me habían dicho, era un burdel Submundo, que atendía a mundanos con gustos inusuales.”


“Will, no estoy del todo segura…” Charlotte comenzó, dubitativa.



"Hmph," dijo Jessamine. "No me extraña que estuvieras tan entusiasta por ir allí, William."


Si tenía la esperanza de molestar a Will, no funcionó; pudo no haber hablado, por toda la atención que él le prestó. Miraba a Maite a través de la mesa, las cejas ligeramente arqueadas. "¿La he ofendido, Señorita Gray? Me imaginaba que después de todo lo que ha visto, no sería fácil de asombrar."


"No estoy ofendida, Sr. Herondale." A pesar de sus palabras, Maite sintió que le llamearon las mejillas. Las jovencitas bien educadas no sabían lo que era un burdel, y desde luego no dirían la palabra en compañía mixta. El asesinato era una cosa, pero esto... "Yo, ah, no veo cómo podría haber sido un lugar... así," dijo con tanta firmeza como pudo. "Nunca nadie iba o venía, que no fuera la sirvienta y el cochero; nunca vi que nadie más viviera allí."



"No, en el momento en que fui allí, estaba abandonado del todo,” Will concordó. "Está claro que habían decidido suspender los negocios, tal vez en los intereses de mantenerla aislada." Miró a Charlotte. "¿Crees que el hermano de la señorita Gray tenga la misma capacidad que ella tiene? ¿Es eso, acaso el por qué las Hermanas Oscuras lo capturaron en primer lugar?"



Maite intervino, contenta por el cambio de tema. "Mi hermano nunca mostró ningún signo de tal cosa… pero, entonces, yo tampoco hasta que las Hermanas Oscuras me encontraron."



"¿Cuál es su capacidad?" Exigió Jessamine. "Charlotte no me dijo."



"¡Jessamine!" Charlotte le frunció el ceño.



"No creo que ella tenga una," Jessamine continuó. "Creo que simplemente es una pequeña soplona que sabe que si creemos que es una Submundo, vamos a tener que tratarla bien, por los Acuerdos".



Maite apretó los dientes. Pensó en su Tía Harriet diciendo No pierdas los estribos, Maite, y no te pelees con tu hermano, simplemente porque te toma el pelo. Pero no le importaba. Todos estaban mirándola, Henry con curiosos ojos avellana, Charlotte con una mirada tan aguda como el cristal, Jessamine con desprecio apenas velado, y Will con fresca diversión. ¿Y si todos piensan lo que Jessamine piensa? ¿Y si todos pensaban que estaba pescando caridad? Tía Harriet habría odiado aceptar la caridad aún más de lo que habría desaprobado el temperamento de Maite.


Fue Will quien habló a continuación, inclinándose hacia delante para mirarla fijamente a la cara. "Puede mantenerlo en secreto," dijo en voz baja. "Pero los secretos tienen su propio peso, y éste puede ser muy pesado."


Maite levantó la cabeza. "No necesita ser un secreto. Pero sería más fácil para mí mostrarles que contarles."


"¡Excelente!" Henry se veía complacido. "Me gusta que me muestren cosas. ¿Hay algo que usted requiera, como una lámpara de espíritu, o…"


"No es una sesión de espiritismo, Henry,” dijo Charlotte con cansancio. Se volvió a Maite. "No necesita hacer esto si no quiere, Señorita Gray.”


Maite no le hizo caso. "La verdad, es que requiero algo.” Se volvió hacia Jessamine. "Algo suyo, por favor. Un anillo, o un pañuelo…”



Jessamine arrugó la nariz. "¡Dios mío, para mí suena más bien como si su poder especial fuera el hurto!"


Will se veía exasperado. "Dale un anillo, Jessie. Llevas suficiente de ellos."


"Tu dale algo, entonces." Jessamine levantó la barbilla.


“No,” dijo Maite con firmeza. "Tiene que ser algo suyo." Debido a que de todo el mundo aquí, eres la más cercana a mí en tamaño y forma. Si me transformara en la pequeña Charlotte, este vestido simplemente se caería, pensó Maite. Había considerado intentar usar el vestido mismo, pero como Jessamine nunca lo había usado, Maite no estaba segura de que el Cambio funcionara y no quería correr ningún riesgo.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:46 am

“Oh, muy bien entonces.” Petulantemente, Jessamine desprendió de su pequeño dedo un anillo con una piedra roja en él, y lo pasó a través la mesa a Maite. "Más vale que valga la pena."


Oh, la valdrá. Sin sonreír, Maite puso el anillo en la palma de su mano izquierda y cerró los dedos alrededor de él. Luego cerró los ojos.


Era siempre lo mismo: nada al principio, luego la chispa de algo en el fondo de su mente, como quien enciende una vela en un cuarto oscuro. Buscó a tientas su camino hacia ella, como las Hermanas Oscuras le habían enseñado. Era difícil despojar el miedo y la timidez, pero lo había hecho las veces suficientes ahora para saber qué esperar, el extenderse hasta tocar la luz en el centro de la oscuridad, la sensación de luz y calor envolvente, como si estuviera tirando una manta, algo grueso y pesado a su alrededor, cubriendo cada capa de su propia piel, y entonces la luz resplandecía y la rodeaba… y ella estaba en su interior. Dentro de la piel de otra persona. Dentro de su mente.



La mente de Jessamine.



Estaba solamente en el borde de ésta, sus pensamientos rozando la superficie de Jessamine como dedos rozando la superficie del agua. Aún así, la dejó sin aliento. Maite tuvo una súbita imagen, el parpadeo de una pieza brillante de caramelo con algo oscuro en su centro, como un gusano en el centro de una manzana. Sentía resentimiento, odio amargo, ira, un terrible deseo feroz de algo



Sus ojos se abrieron de golpe. Todavía estaba sentada a la mesa, con el anillo de Jessamine aferrado a su mano. Su piel protestaba con los afilados alfileres y agujas que siempre acompañaban a sus transformaciones. Podía sentir la extrañeza de que fuera un peso diferente, de otro cuerpo, no el suyo; podía sentir el roce de los cabellos claros de Jessamine contra los hombros. Demasiado espeso para ser sostenido por los pasadores que habían sostenido el cabello de Maite, éste había bajado alrededor de su cuello como una pálida cascada.



"Por el Ángel," respiró Charlotte. Maite miró alrededor de la mesa. Todos ellos estaban mirándola, Charlotte y Henry con la boca abierta; Will mudo por una vez, un vaso de agua congelado a mitad de camino a sus labios. Y Jessamine… Jessamine la miraba con horror abyecto, como alguien que ha visto una visión de su propio fantasma. Por un momento, Maite sintió una punzada de culpabilidad.



Duró sólo un momento, sin embargo. Poco a poco Jessamine bajó la mano de su boca, su rostro seguía estando muy pálido. "Dios mío, mi nariz es enorme," exclamó. "¿Por qué nadie me lo dijo?"

5

Somos Sombras


Somos polvo y sombra21 —Horacio, Odas

Al momento en que Maite se transformó de nuevo a su propia forma, tuvo que sufrir un aluvión de preguntas. Para la gente que vivía en un mágicos mundo de sombras, la asamblea Nefilim parecía sorprendentemente impresionada por su habilidad, la cual solamente servía para resaltar lo que Maite había comenzado ya a sospechar; que su talento de cambiar de forma era sumamente inusual. Incluso Charlotte, quien había sabido acerca de ello antes de la demostración de Maite, parecía fascinada.



“¿Entonces usted debe tener algo que pertenezca a la persona en la cual se está transformando?” Charlotte preguntó por segunda vez. Sophie y la vieja mujer, quien Maite sospechó era la cocinera, habían ya retirado los platos de la cena y habían servido un apetecible pastel y té, pero ninguno de los comensales los había tocado aún. “No puede simplemente mirar a alguien y…”


“Ya expliqué eso.” La cabeza de Maite estaba empezando a doler. “Debo tener algo que pertenezca a ellos, o un poco de cabello o una pestaña. Algo que sea suyo. O de lo contrario nada pasa.”



“¿Cree que un frasco de sangre haría el truco?” Will preguntó, en un tono de interés académico



“Probablemente. No lo sé. Nunca lo he intentado.” Maite tomó un sorbo de su té, el cual estaba frio.



“¿Y usted está diciendo que las Hermanas Oscuras conocían que este era su talento? ¿Ellas sabían que tenía esta habilidad antes que usted?” preguntó Charlotte.



“Sí. Es el por qué ellas me querían en primer lugar.”



Henry sacudió su cabeza. “Pero ¿cómo lo sabían? No entiendo muy bien esa parte.”



“No lo sé,” dijo Maite, no por primera vez. “Ellas nunca me lo explicaron. Todo lo que sé es lo que les digo, que parecían saber exactamente qué era lo que podía hacer y como

entrenarme para hacerlo. Pasaban horas conmigo, cada día…” Maite tragó contra lo amargo de su boca. Recuerdos de cómo había sido se levantaron en su mente; las horas y horas en el cuarto del sótano en la Casa Oscura, el modo en que le habían gritado que Nate moriría si ella no podía cambiar como ellas querían que lo hiciera, la agonía cuando finalmente aprendió a hacerlo. “Duele, al principio,” susurró. “Como si mis huesos estuvieran rompiéndose, fusionándose en mi cuerpo. Me forzaban a cambiar dos, tres, después una docena de veces al día, hasta que finalmente perdía la conciencia. Y después, al día siguiente, empezaban otra vez. Estaba encerrada en esa habitación, entonces no podía tratar de salir…” respiró entrecortado. “Ese ultimo día, me probaron pidiéndome que cambiara a una chica que había muerto. Ella tenía recuerdos de haber sido atacada con un puñal, siendo apuñalada. Algo la perseguía en un callejón…”



“Tal vez era la niña Jem que y yo encontramos.” Will se sentó derecho, sus ojos brillando. “Jem y yo suponemos que debió haber escapado de un ataque y corrido hacia la noche. Creo que ellos enviaron el demonio Shax tras ella para traerla de regreso, pero lo maté. Se habrán preguntado que pasó.”



“El nombre de la chica a la que Cambié era Emma Bayliss,” dijo Maite, casi en un susurro. “Tenía el cabello muy rubio—atado en pequeños lazos rosas— y ella solo era una cosa pequeña…



Will asintió como si la descripción le fuera familiar. “Entonces se preguntaron que había pasado con ella. Es por eso que me habían cambiado a ella. Cuando les dije que estaba muerta, parecieron aliviadas.”



“La pobre alma,” murmuró Charlotte.”Entonces, ¿puede cambiar a muertos ? ¿No solo a vivos?”



Maite asintió con la cabeza. “Sus voces hablan en mi mente cuando cambio también. La diferencia es que varios de ellos pueden recordar el momento en que murieron.”


“Ugh.” Jessamine se estremeció. “Que mórbido.”



Maite miró a Will. Sr. Herondale, se reprendió a sí misma en silencio, pero era difícil pensar en él de esa manera. Sentía de alguna manera como si lo conociera mejor de lo que realmente lo hacia. Pero eso eran tonterías. “Me encontraron porque ustedes estaba buscando al asesino de Emma Bayliss, dijo. “Pero ella era solamente una chica humana muerta. Una muerte…. ¿como lo llaman? mundana. ¿Por qué tanto tiempo y esfuerzo por averiguar lo que pasó con ella?”



Por un momento los ojos de Will se encontraron con los de ella, sus ojos de un azul oscuro. Después su expresión cambió; solamente un ligero cambio, pero ella lo vio, aunque no podría decir que significó ese cambio. “Oh, no me habría molestado, pero Charlotte insistió. Sintió que había algo grande en el trabajo. Y una vez que Jem y yo nos infiltramos en el club Pandemónium, y escuchamos rumores de los otros asesinatos, nos dimos cuenta que habían más cosas que la muerte de una niña. Si nos gustan o no los mundanos particularmente, no podemos permitir que sean sacrificados sistemáticamente. Es la razón de nuestra existencia.”



Charlotte se inclinó hacia delante sobre la mesa. “¿Las Hermanas Oscuras nunca mencionaron que uso intentaban hacer de sus habilidades, no?”



“Usted sabe sobre el Maestro,” dijo Maite. “Decían que me estaban preparando para él.”



“¿Para hacer qué con él?” Will preguntó. “¿Comerla para la cena?”



Maite sacudió su cabeza. “Pa… para casarse conmigo, dijeron.”



“¿Casarse con usted?” Jessamine fue abiertamente despectiva. “Eso es ridículo. Probablemente iban a utilizarla para el sacrificio de sangre y no querían que entrara en pánico.”



“No sé acerca de eso,” dijo Will. “Miré en varios cuartos antes de encontrar a Maite. Recuerdo uno que estaba hecho de una forma sorprendente como una cámara de Bodas. Blancas colgaduras en una enorme cama. Un vestido blanco colgado en el armario. Parecía de su talla.” La miró pensativo.



“Una ceremonia de matrimonio puede ser una cosa muy poderosa.” dijo Charlotte. “Realizado correctamente, podría permitir a alguien el acceso a su habilidad, Maite, incluso el poder de controlarla.” Tamborileó con los dedos cuidadosamente sobre la mesa. “En cuanto al Maestro, he investigado el mandato en los archivos. A menudo se usa para designar a la cabeza de un aquelarre u otro grupo de magos. El tipo de grupo que el club Pandemónium se imagina ser. No puedo evitarlo, pero siento que el Maestro y el club Pandemónium están conectados.”


“Los hemos investigado antes y nunca alcanzamos atraparlos haciendo algo malo.” señaló Henry. “No es contra la ley ser un Oops.”



“Suerte para ti,” dijo Jessamine en voz baja.



Henry lució dolido, pero no dijo nada. Charlotte le dio a Jessamine una mirada fría.


“Henry está en lo correcto,” dijo Will. “No es como si Jem y yo no los hayamos atrapado haciendo la extraña cosa ilegal; bebiendo absenta mezclada con polvos de demonio, y así sucesivamente. Mientras sólo se lastimen así mismos, apenas vale la pena involucrarnos. Pero si se han graduado perjudicando a otros…”


“¿Sabes quienes son algunos de ellos?” Henry preguntó curiosamente.



“Los mundanos, no,” dijo Will descartando. “Nunca pareció una razón para averiguar, y muchos de ellos iban enmascarados o disfrazados a los eventos del club. Pero reconocí un buen número de Submundos. Magnus Bane, Lady Belcourt, Ragnor Fell, de Quincey…”



“¿De Quincey? Espero que no estuviese rompiendo alguna ley. Tu sabes cuantos problemas tuvimos encontrando un cabeza vampiro22 que podamos ver cara a cara,” se inquietó Charlotte.



Will sonrió a su té. “Cada vez que lo veía, estaba siendo un perfecto ángel.”



Después de darle una dura mirada, Charlotte regresó a Maite. “La criada que mencionó, Miranda, ¿tenía la misma habilidad que usted? ¿O qué acerca de Emma?”



“No lo creo. Si Miranda la tuviera, habrían estado entrenándola también, no lo hicieron, y Emma no recordaba algo como eso.”


“¿Y ellas nunca mencionaron el club Pandemónium? ¿Algún gran propósito que estuvieran haciendo?”



Maite se devanó los sesos. ¿Qué era lo que las Hermanas Oscuras habían hablado cuando ellas pensaban que no estaba escuchando? “No creo que alguna vez dijeran el nombre del club, pero a veces hablaban sobre reuniones a las que estaban planeando asistir, y como los otros miembros estarían complacidos de ver como ellas lo estaban consiguiendo conmigo. Dijeron un nombre una vez….” Maite torció su cara, tratando de recordar. “Otra persona que estaba en el club, aunque recuerdo pensar que el nombre sonaba extranjero… ”



Charlotte se inclinó hacia delante sobre la mesa “¿Puede tratar, Maite? ¿Tratar de recordar?” Charlotte no quería hacer daño, Maite lo sabía, y aún así su voz llamaba otras voces en la cabeza de Maite; voces impulsándola a tratar, de llegar dentro de ella, para sacar el poder. Voces que podrían volverse duras y frías a la menor provocación. Voces que engatusaban y amenazaban y mentían.

21 En el original Pulvis et umbra Sumus (Somos polvo y sombra en latín).
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:46 am

Maite se irguió. “¿Primero, qué acerca de mi hermano?”



Charlotte parpadeó. “¿Su hermano?”



“Dijo que si le daba información sobre las Hermanas Oscuras, usted me ayudaría a encontrar a mi hermano. Bueno, he dicho lo que sabía. Y continúo sin tener idea de donde esta Nate.”



“Oh.” Charlotte se echó hacia atrás, viéndose casi asustada. “Por supuesto. Vamos a empezar investigando su paradero mañana,” aseguró a Maite. “Vamos a empezar con su lugar de trabajo; hablar con su empleador y averiguar si sabe algo. Tenemos contactos en todo tipo de lugares, Señorita Gray. En el Submundo corren chismes como en el mundo mundano hacen. Con el tiempo encontraremos a alguien que sepa algo sobre su hermano.”



La comida terminó no mucho después de eso, y Maite se excusó de la mesa con una

sensación de alivio, declinando la oferta de Charlotte de guiarla de regreso a su habitación. Todo lo que ella quería era estar sola con sus pensamientos.



Se dirigió por el pasillo iluminado por antorchas, recordando el día en que había pisado fuera del bote en Southampton. Había venido a Inglaterra sin conocer a nadie excepto a su hermano, y había dejado a las Hermanas Oscuras forzarla a prestarles servicio. Ahora había caído con los Cazadores de Sombras, ¿y quien iba a decir que ellos la tratarían algo mejor? Como las Hermanas Oscuras, ellos querían usarla; usarla por la información que ella sabia, y ahora que ellos eran conscientes de su poder, ¿cuánto pasaría antes de que quisieran usarla por eso, también?



Aun perdida en sus pensamientos, Maite casi caminó directamente a una pared. Se detuvo y miró alrededor, frunciendo el ceño. Había estado caminando durante mucho más tiempo de lo que le había tocado a ella y a Charlotte alcanzar el comedor, y todavía no había encontrado la habitación que ella recordaba. De hecho, ni siquiera estaba segura de haber encontrado el corredor que recordaba.



Estaba a mitad de camino ahora, bordeado con antorchas y adornado con tapices, ¿pero era el mismo? Algunos corredores eran muy brillantes, algunos muy oscuros, las antorchas ardían con variadas tonalidades de brillos. Algunas veces las antorchas se encendían y apagaban cuando ella pasaba, como si respondieran a algún estímulo peculiar que ella no podía ver. Este corredor en particular era bastante oscuro. Tomó su camino hasta el final con cuidado, donde se ramificaba en dos más, cada uno idéntico a este.



“¿Perdida?” inquirió una voz detrás de ella. Una lenta, arrogante voz, inmediatamente familiar.



Will.



Maite se volvió y vio que estaba apoyado descuidadamente contra la pared detrás de ella, como si estuviera descansando en una puerta, con sus pies en sus raspadas botas cruzadas delante de él. Tenía algo en la mano: su piedra brillante. La guardó cuando ella lo miró, rociando su luz.



“Debería dejarme que le muestre el Instituto un poco, Señorita Gray," sugirió. "Usted sabe, para que no se pierda de nuevo." Maite entornó los ojos hacia él. “Por supuesto, simplemente puede continuar vagando por su cuenta si realmente lo desea.” Agregó. “Debo advertirle, sin embargo, que hay por lo menos tres o cuatro puertas que realmente no deberían abrirse. Hay una que la dirige al cuarto donde tenemos a los demonios atrapados, por ejemplo. Ellos pueden ser un poco desagradables. Luego está la sala de armas. Algunas de las armas tienen mente propia, y están vivas. Luego están las habitaciones que se abren hacia el vacío. Están destinados para confundir a los intrusos, pero cuando estás en lo alto como la parte superior de una iglesia, usted no quiere deslizarse accidentalmente y… "



“No le creo,” dijo Maite. “Usted es un pésimo mentiroso, Sr. Herondale. Aún…” se mordió los labios. “No me gusta vagar. Puede mostrarme los alrededores si promete no engañar.”



Will lo prometió. Y, Para sorpresa de Maite, fue fiel a su palabra. La guió por una sección de pasillos de aspecto idéntico, hablando mientras caminaban. Le dijo cuantas habitaciones tenía el Instituto (más de las que pueda contar), le dijo cuántos Cazadores de Sombras podían vivir en ellas a la vez (cientos), y le mostró el salón de baile en el cual se llevó a cabo una fiesta de Navidad anual para la Enclave; el cual, explicó Will, era el término para el grupo de Cazadores de Sombras que vivía en Londres. (En Nueva York, agregó, el término era “Cónclave”. Los Cazadores de Sombras Americanos, al parecer, tenían su propio léxico.)

Después del salón de baile vino la cocina, donde la mujer de mediana edad que Maite había visto en el comedor fue presentada como Agatha, la cocinera. Estaba sentada cosiendo frente a una amplia cocina y estaba, para perplejidad de Maite, también fumando una enorme pipa. Sonrió con indulgencia a su alrededor cuando Will tomó varias tartas de chocolate del plato donde habían sido dejados para que se enfriaran en la mesa. Will le ofreció uno a Maite.



Ella se estremeció “Oh, no. Odio el chocolate.”



Will se vio horrorizado. “¿Qué clase de monstruo podría odiar el chocolate?”



22 Con cabeza vampiro, se refiere al líder del clan.

“Él come de todo,” dijo Agatha a Maite con una plácida sonrisa. "Desde que tenía doce años, lo ha hecho. Supongo que es todo ese entrenamiento el que le impide engordar."



A Maite le divirtió la idea de un Will gordo, elogió a la fumadora Agatha por su dominio en la enorme cocina. Parecía un lugar en donde podías cocinar para cientos, con filas y filas de tarros de conservas y sopas, latas de especias, y una enorme pierna de ternera asada en un gancho sobre la chimenea.



“Bien hecho,” dijo Will después de que habían dejado la cocina. “Elogiando a Agatha así. Ahora le gusta. No es bueno no gustarle a Agatha. Pondría piedras en su avena.”


“Oh, Dios,” dijo Maite, pero no podía ocultar el hecho de que estaba entretenida.



Fueron de la cocina a la sala de música, donde había arpas y un viejo piano grande, acumulando polvo. Abajo de un conjunto de escaleras estaba la sala de estar, un lugar agradable donde las paredes, en lugar de ser de piedra desnuda, estaban empapeladas con un estampado de hojas brillantes y lirios. Fuego salía de una gran reja, y varios cómodos sillones estaban puestos cerca de él.



Había un gran escritorio de madera en la sala también, el cual, explicó Will, era el lugar donde Charlotte hacía gran parte del trabajo de dirigir el Instituto. Tessa no podía evitar preguntarse qué era lo que hacía Henry Branwell, y dónde lo hacía.



Después estaba el salón de armas, más selecto que cualquier cosa que Maite podría imaginar ver en un museo. Cientos de impermeables, hachas, dagas, espadas, cuchillos, incluso unas pocas pistolas colgaban en la pared, también una colección de diferentes tipos de armaduras, de gastadas rodilleras para proteger las espinillas a varios trajes de cota de malla. Un joven de aspecto solido con cabello marrón oscuro se sentaba en una mesa alta, puliendo un juego de dagas cortas. Sonrió ampliamente cuando se acercó “Buenas Noches, Sr. Will.”



“Buenas noches, Thomas. Conoces a la Señorita Gray.” Señaló a Maite.


“¡Usted estaba en la Casa Oscura!” exclamó Maite, mirando a Thomas de más cerca. “Vino con el Sr. Branwell. Creí…”



“¿Que era un Cazador de Sombras?” Thomas sonrió ampliamente. Tenía un dulce, agradable, abierto tipo de rostro, y un montón de cabellos rizados. Su camisa estaba abierta en el cuello, mostrando una garganta fuerte.

A pesar de su obvia juventud, él era extremadamente alto y musculoso, la anchura de sus brazos tirando contra su manga. "No lo soy, señorita; sólo entreno como uno."



Will se apoyó contra la pared. “¿Hiciste pasar esa orden de hojas de misericordia, Thomas? He estado corriendo tras una cierta cantidad de demonios Shax últimamente, y necesito algo estrecho que pueda perforar caparazones blindados."



Thomas empezó a decir algo sobre que los buques estaban retrasados debido al clima en Idris, pero la atención de Maite había sido distraída por algo más. Era una alta caja de madera dorada, pulida con un gran brillo, con un patrón grabado en el frente, una serpiente, tragando su propia cola.



“¿No es ese el símbolo de las Hermanas Oscuras?” demandó “¿Qué está haciendo aquí?



“No exactamente,” dijo Will “La caja es un Pyxis. Los demonios no tienen alma; su conciencia proviene de una especie de energía, que pueden a veces ser atrapadas y almacenadas. Las Pyxis la contienen con seguridad. Oh, y el diseño es un Ouroboros; la „cola devorada.‟ Es un símbolo alquímico antiguo dirigido para representar las diferentes dimensiones; nuestro mundo, dentro de la serpiente, y el resto de la existencia, fuera” Se encogió de hombros “El símbolo de las Hermanas es la primera vez que he visto a alguien dibujar un Ouroboros con dos serpientes…Oh, no, no,” agregó cuando Maite alcanzó la caja. Él hábilmente se paró en frente de ella. "El Pyxis no puede ser tocado por alguien que no es un Cazador de Sombras. Cosas desagradables sucederían. Ahora vamos. Hemos tomado suficiente del tiempo de Thomas."



“No me importa,” protestó Thomas, pero Will ya estaba en su camino de salida. Maite echó un vistazo atrás a Thomas desde la puerta. Él había vuelto a pulir las armas, pero había algo en sus hombros que hizo a Maite pensar que el se veía un poco solitario.




"No me di cuenta que dejaba a los mundanos pelear con usted," le dijo a Will después de que habían dejado el cuarto de armas atrás. "¿Thomas es un sirviente, o…?"



“Thomas ha estado en el Instituto durante casi toda su vida.” Dijo Will, guiando a Maite alrededor de una curva cerrada en el corredor. “Hay familias que tienen la Visión en sus venas, familias que siempre sirvieron a los Cazadores de Sombras. Los padres de Thomas sirvieron a los padres de Charlotte en el Instituto, y ahora Thomas sirve a Charlotte y a Henry. Y sus hijos les servirán a ellos. Thomas hace todo; conduce, cuida de Balios y Xanthos, esos son nuestros caballos, y ayuda con las armas. Sophie y Agatha manejan el resto, aunque Thomas las ayuda en ocasiones. Sospecho que él es dulce con Sophie y no le gusta verla trabajar tan duro.”



Maite estaba alegre de oírlo. Se había sentido mal por su reacción a la cicatriz de Sophie, y el pensar que Sophie tenía un admirador masculino, y uno guapo, alivió su conciencia un poco. "Tal vez está enamorado de Agatha," dijo.



“Espero que no. Intento casarme con Agatha. Ella podrá ser miles de años mayor, pero hace unas incompartibles tartas de mermelada. La belleza se desvanece, pero la cocina es eterna.” Se paró frente a una puerta, grande y de roble, con gruesas bisagras de latón. “Aquí estamos, ahora,” dijo, y la puerta osciló abriéndose a su toque.



El cuarto en que ellos entraron era más grande incluso que el salón de baile que ella había visto antes. Era más largo que ancho, con mesas de roble rectangulares establecidas en el medio de él, desapareciendo hasta la lejana pared, la cual estaba pintada con la imagen de un ángel. Cada mesa estaba iluminada por una lámpara de cristal que parpadeaba en blanco. A medio camino por las paredes, había una galería interna con una baranda de madera alrededor que podía ser alcanzada por medio de las escaleras de caracol a ambos lado de la habitación. Filas y filas de estantes se situaban en intervalos, como centinelas formando nichos a ambos lados de la habitación. Había más estantes arriba de las escaleras también; los libros estaban ocultos en el interior detrás de pantallas de metal con trastes, cada pantalla estampada con un estampado de cuatro Cs. Enormes, externas vidrieras curvas, alineadas con bancos de piedra desgastada, estaban establecidas en intervalos entre los estantes.



Un tomo grande había sido dejado fuera de un estante, sus páginas abiertas e invitando; Maite se movió hacia él, pensando que debía ser un diccionario, sólo para encontrar que sus páginas estaban garabateadas con letra ilegible, caligrafía iluminada y gravada con mapas de aspecto familiar.


“Esta es la Gran Biblioteca,” dijo Will. "Cada Instituto tiene una Biblioteca, pero esta es la más grande de todas, la mas grande del Oeste, en todo caso.” Se apoyó contra la puerta, sus brazos cruzados en su pecho. “Dije que podía darle más libros, ¿no?”



Maite estaba tan sorprendida de que él recordara lo que había dicho, que le tomó varios minutos responder. “¡Pero los libros están todos detrás de barras!” dijo “¡Como un género literario en prisión!”



Will sonrió abiertamente. “Algunos de esos libros son peligrosos,” dijo. “Es aconsejable ser cuidadoso”



“Uno siempre debe tener cuidado de los libros,” dijo Maite, “y de lo que hay dentro de ellos, pues las palabras tienen el poder de cambiarnos.”


"No estoy seguro de que un libro me haya cambiado," dijo Will. “Bueno, hay un volumen que promete enseñar como cambiarse uno mismo en un entero rebaño de ovejas…"



"Sólo los débiles de mente se rehúsan a ser influenciados por la literatura y la poesía," dijo Maite, decidida a no permitirle alejarse de la conversación.

"Por supuesto, por qué uno querría ser un rebaño entero de ovejas es otro asunto por completo," terminó Will. "¿Hay algo que quiera leer aquí, Señorita Gray, o no hay? Nómbrelo, y voy a tratar de liberarlo de su prisión para usted."



"¿Cree usted que la biblioteca tiene El amplio, amplio mundo? O ¿Mujercitas?


"Nunca he oído hablar de cualquiera de ellos," dijo Will. "No tenemos muchas novelas."


"Bueno, quiero novelas," dijo Maite. "O poesía. Los libros son para leer, no para transformarse a uno mismo en ganado."


Los ojos de Will eran muy azules. "Hay un montón de sentido en el sin sentido a veces, si usted desea buscarlo."Los ojos de Will brillaron. "Creo que podemos tener una copia de Alicia en el país de las maravillas en alguna parte. "



Maite arrugó la nariz. "Oh, eso es para los niños, ¿no?" dijo. "Nunca me gustó mucho, parecía no tener mucho sentido.”



Pero Maite ya había visto un volumen conocido en una plataforma y se acercó a saludarlo como un viejo amigo. “¡Oliver Twist!” Exclamó. "¿Tiene usted alguna otra de las novelas del Sr. Dickens?” juntó las manos. "¡Oh! ¿Tiene Historia de Dos Ciudades?"



"¿Esa cosa tan tonta? ¿Los hombres dando vuelta para conseguir sus cabezas cortadas por amor? Ridículo." Will se impulsó desde la puerta y se dirigió hacia donde ella estaba parada por los libreros. Hizo un gesto expansivo en el gran número de volúmenes a su alrededor. "No, aquí encontrará todo tipo de consejos acerca de cómo cortar la cabeza de otra persona si es necesario, mucho más útil."


"¡No!" protestó Maite. "No necesito cortar la cabeza de alguien más, eso es todo. Y ¿cuál es el punto de un montón de libros que nadie realmente quiere leer? ¿No tiene realmente cualquier otra novela?"



“No a menos que sea El Secreto de Lady Audley23 es ese en que ella mata a los demonios en su tiempo libre.” Will subió a una de las escaleras de mano y tiró de un libro del estante. "Le encontraré otra cosa para leer. Agárrelo.” Lo dejó caer sin mirar, y Maite tuvo que precipitarse para agárralo antes que golpeara el piso.


Era un gran volumen cuadrado encuadernado en terciopelo azul oscuro. Había un estampado cortado en el terciopelo, un símbolo de remolino, le recordó a las marcas que decoraban la piel de Will. El título estaba estampado en la parte frontal en plata: El código de los Cazadores de Sombras. Maite miró a Will.



“¿Qué es esto?”



“Supuse que tendría preguntas acerca de los Cazadores de Sombras, dado que está habitando nuestro sanctum sanctorum24, por así decirlo. Este libro debería decirle todo lo que quiera saber, acerca de nosotros, acerca de nuestra historia, incluso acerca de los Submundos como usted.” La cara de Will se tornó grave. “Sin embargo, cuidado con él. Tiene seiscientos años y es la única copia de su clase. Perderla o dañarla es castigado con la muerte bajo la Ley.”


Maite empujó el libro lejos de ella como si estuviera ardiendo.”Usted no puede hablar en serio.”


“Tiene razón. No lo hago.” Will saltó de la escalera y cayó ligeramente frente a ella. “Sin embargo, usted realmente cree todo lo que digo, ¿no? ¿Parezco inusualmente confiable para usted, o es sólo una especie de ingenua?”



En lugar de contestar, Maite le frunció el ceño y anduvo con paso majestuoso a través de la habitación hasta uno de los bancos de piedra dentro de un hueco de la ventana. Arrojándose al asiento, abrió el Código y empezó a leer, ignorando estudiadamente a Will incluso cuando él se movió para sentarse a su lado. Podía sentir el peso de su mirada en ella mientras leía.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:47 am

La primera página del libro Nefilim mostraba la misma imagen que se había acostumbrado a ver en lo tapices en los pasillos: el ángel que surgía del lago, sosteniendo una espada en una mano y una copa en la otra. Debajo de la ilustración había una nota: El Ángel Raziel y Los Instrumentos Mortales.



"Así es como todo empezó," dijo Will alegremente, como si no fuera consciente del hecho de que ella lo estaba ignorando. "Un hechizo de invocación por aquí, un poco de sangre de ángel allí, y tienes una receta indestructible de guerreros humanos. Nunca nos comprenderá leyendo un libro, fíjese, pero es un comienzo."



"Apenas humano; más como ángeles vengadores," dijo Maite en voz baja, pasando las páginas. Había docenas de imágenes de ángeles, cayendo del cielo, desprendiendo plumas como una estrella podría arrojar chispas al caer. Había más imágenes del Ángel Raziel, sosteniendo un libro abierto en cuyas páginas las runas ardían como fuego, y había hombres arrodillándose alrededor de él, hombres en cuya piel las Marcas podían ser vistas. Imágenes de hombres como el que ella había visto en su pesadilla, con los ojos perdidos y labios cosidos, imágenes de Cazadores de Sombras blandiendo espadas llameantes, como ángeles guerreros fuera del Cielo. Miró a Will. "Lo son, entonces, ¿no? ¿Parte ángel?"



Will no respondió. Estaba mirando por la ventana, a través de una pequeña clara hoja. Maite siguió su mirada, la ventana daba hacia fuera sobre lo que tenía que ser el frente del Instituto, pues había un redondo patio debajo de ellos, rodeado por muros. A través de los barrotes de una gran verja de hierro coronada por un arco de curva, pudo echar un vistazo más allá de la calle, iluminada por la tenue luz de gas amarillo. Había letras de hierro trabajado en el arco forjado encima de la verja; como miraba desde esta dirección, estaban hacia atrás, y Maite entrecerró los ojos para descifrarlas.



“Pulvis et umbra sumus. Es una línea de Horacio. „Somos polvo y sombras.‟ Apropiada, ¿no cree?,” dijo Will. “No es una vida larga, matando a los demonios uno tiende a morir joven, y luego ellos queman tu cuerpo, el polvo al polvo, en el sentido literal. Y luego desaparecemos en las sombras de la historia, ni una marca en la página de un libro mundano para recordarle al mundo que una vez existimos.”



Maite lo miró. Llevaba esa mirada que ella encontraba tan rara y convincente; esa diversión que no parecía ir más allá de la superficie de sus características, como si encontrara todo en ambos mundos infinitamente divertido e infinitamente trágico, todo al mismo tiempo. Se preguntó qué le había hecho de esta manera, como había venido a encontrar la oscuridad divertida, pues era una cualidad que no parecía compartir con alguno de los otros Cazadores de Sombras que había conocido, aunque fuera brevemente. Tal vez era algo que había aprendido de sus padres, pero ¿qué padres?



"¿Nunca se preocupa?” Dijo con suavidad. “¿De que lo que sea que esté afuera, pudiera venir aquí?”



"¿Demonios y otras cosas desagradables, quiere decir?" Preguntó Will, aunque Maite no estaba segura si eso era lo que ella había querido decir, o si había estado hablando de los males del mundo en general. Puso una mano en la pared. "El mortero mezcló estas piedras con sangre de Cazadores de Sombras. Cada viga está tallada en madera de serbal. Cada clavo utilizado para martillar juntando las vigas está hecho de plata, hierro o electro. El lugar está construido sobre terreno sagrado rodeado por pupilos. La puerta delantera se puede abrir sólo si posees sangre de un Cazador de Sombras, de lo contrario permanece bloqueada para siempre. Este lugar es una fortaleza. Así que no, no estoy preocupado."



“¿Pero porque vivir en una fortaleza?” a su sorprendida mirada ella elaboró. “Usted claramente no esta emparentado a Charlotte y Henry, ellos son apenas lo suficientemente viejos para haberlo adoptado, y no todo Cazador de Sombras debe vivir aquí serían más que usted y Jessamine…”



“Y Jem,” le recordó Will.



“Sí, pero…ve lo que quiero decir. ¿Por qué no vive con su familia?”

23 Escrito por Mary Elizabeth Braddon.

24 Santo santuario, o el lugar más sagrado.

Jem… bueno, Jem.“Ninguno de nosotros tiene parientes. Los de Jessamine murieron en un incendio, los de vino desde lejos para vivir aquí, después que sus padres fueran asesinados por demonios. Bajo la Ley de la Alianza, la Clave es responsable de los niños Cazadores de Sombras sin padres menores de dieciocho años."


"Así que ustedes son unos de otra familia."


"Si hay que idealizarlo, supongo que todos somos hermanos y hermanas debajo del techo del Instituto. Usted también, Señorita Gray, aunque sea temporalmente."


“En ese caso," dijo Maite, sintiendo la sangre caliente subiendo a su rostro, “creo que preferiría que usted me llame por mi nombre de pila, como lo hace con la señorita Lovelace."



Will la miró, lenta y fijamente, y luego sonrió. Sus ojos azules se encendían cuando sonreía. "Entonces usted debe hacer lo mismo por mí," dijo. "Maite."



Ella nunca había pensado en su nombre antes, pero cuando él lo dijo, fue como si estuviera oyéndolo por primera vez, la fuerte M, la caricia de la T, la forma en que parecía terminar en un suspiro. Su propio suspiro fue muy corto cuando ella dijo, en voz baja “Will.”


"¿Si?" diversión brillaba en sus ojos.



Con una especie de horror Maite se dio cuenta de que simplemente había dicho su nombre por la paz de decirlo, ahora no tenía una pregunta. Rápidamente dijo: "¿Cómo se aprende a luchar como lo hace? ¿A dibujar los símbolos mágicos, y el resto?"


Will sonrió. "Teníamos un tutor que aportaba nuestra escuela y nuestro entrenamiento físico. Aunque él está en Idris, Charlotte está buscando un reemplazo, junto con Charlotte, que se encarga de enseñarnos historia y lenguas antiguas."



"¿Así que ella es su institutriz?”



Una expresión de oscura alegría pasó por los rasgos de Will. "Se podría decir eso. Pero no me gustaría llamar a Charlotte una institutriz si yo fuera usted, no si desea conservar sus extremidades intactas. No lo pensaría al mirarla, pero es muy hábil con una gran variedad de armas, nuestra Charlotte."


Maite parpadeó sorprendida. "No quiere decir….Charlotte no lucha, ¿verdad? ¿No de la forma en que usted y Henry lo hacen."



"Ciertamente, lo hace. ¿Por qué no iba a hacerlo?"



“Porque ella es una mujer,” dijo Maite.



"También Boudica25."



“¿Quien?”



“„Así que la reina Boudica, de pie elevada en un carro de combate, / Blandiendo en su mano un dardo y mirando rodante como leona…‟” Will se interrumpió ante la mirada de incomprensión de Maite, y sonrió. "¿Nada? Si usted fuera inglesa, lo sabría. Recuérdeme encontrar un libro acerca de ella para usted. De todos modos, ella era una poderosa reina guerrera. Cuando fue por fin derrotada, tomó veneno en lugar de dejarse capturar por los romanos. Fue más valiente que cualquier hombre. Me gusta pensar que Charlotte es parecida a ella, aunque algo más pequeña."



"Pero no puede ser buena en eso, ¿verdad? Quiero decir, las mujeres no tienen esa clase de sentimientos."


“¿Qué clase de sentimientos son esos?”



“Ansia de sangre, supongo,” Maite dijo después de un momento. “Fiereza. Sentimientos Guerreros.”



“Le vi agitando esa cierra de metal a las Hermanas Oscuras,” señaló Will. “Y si recuerdo correctamente, el secreto de Lady Audley era, de hecho, que era una asesina.”



"¡Así que lo ha leído!" Maite no pudo ocultar su alegría.



Él parecía divertido. "Prefiero El Camino de la Serpiente. Más aventura, menos drama doméstico. Ninguno es tan bueno como La piedra lunar, sin embargo. ¿Ha leído Collins?”



"Adoro a Wilkie Collins," gritó Maite. "Oh, ¡Armadale! Y La dama de blanco... ¿Se está riendo de mí?"



"No es de usted," dijo Will, con una sonrisa, "Más por usted. Nunca antes he visto a alguien que esté tan emocionado por los libros. Uno pensaría que se trata de diamantes."



"Bueno, lo son, ¿no? ¿No hay nada que usted ame de esa manera? Y no diga „polainas‟ o „tenis sobre hierba‟ o alguna tontería.”



"Dios mío," dijo con fingido horror, "Es como si ella ya me conociera."



"Todo el mundo tiene algo sin el que no pueden vivir. Voy a averiguar cuál es para usted, no tenga miedo." Intentó hablar a la ligera, pero en la expresión de su rostro, su voz se fue apagando en la incertidumbre. Él la miraba con una firmeza extraña, sus ojos eran del mismo azul oscuro de la tapa de terciopelo del libro que sostenía. Su mirada pasó sobre su rostro, a su garganta, hasta la cintura, antes de levantarse de nuevo a la cara, donde se entretuvo en su boca.



El corazón de Maite latía con fuerza como si hubiera estado corriendo por las escaleras. Algo en su pecho le dolía, como si tuviera hambre o sed. Había algo que quería, pero no sabía qué…



25 Boudica fue una reina guerrera de los icenos, que acaudilló a varias tribus britanas, incluyendo a sus vecinos los trinovantes, duran te el mayor levantamiento contra la ocupación romana entre los años 60 y 61 d. C., durante el reinado del emperador Nerón. Estos hechos fueron narrados sobre todo por dos historiadores, Tácito (en sus Anales y en La vida de Julio Agrícola) y Dión Casio (en Historia romana). Su nombre significaba „victoria‟. También se la conoce como Budíca, Buduica, Bonduca, o por el nombre latinizado de Boadicea.

“Es tarde,” dijo Will abruptamente, apartando la mirada de ella. “Le mostraré el camino de regreso a su cuarto.”



“Yo…” Maite quiso protestar, pero no había razón para hacerlo. Él estaba en lo cierto. Era tarde, la luz de las estrellas era visible a través de los limpios paneles de las ventanas. Se puso en pie, acunando el libro en su pecho, y fue con Will hacia el corredor.



“Hay unos pocos trucos para aprender su camino alrededor del Instituto que debo enseñarle,” dijo, aún sin mirarla. Había algo extrañamente diferente en su actitud ahora que no había estado ahí momentos antes, como si Maite hubiera hecho algo para ofenderlo. ¿Pero qué pudo haber hecho ella? “Métodos para identificar las diferentes puertas y regre…”


Se interrumpió, y Maite vio que alguien venía por el pasillo hacia ellos. Era Sophie, una cesta de ropa escondida debajo de uno de sus brazos. Al ver a Will y a Maite, se detuvo, su expresión cada vez más reservada.



"¡Sophie!" La desconfianza de Will cambio a travesura. "¿Has terminado de poner mi cuarto en orden ya?"


“Está hecho.” Sophie no regresó la sonrisa. “Estaba sucio. Espero que en un futuro pueda abstenerse de traer partes de demonios muertos a la casa.”


La boca de Maite se abrió. ¿Como podía Sophie hablarle así a Will? Era una sirvienta, y él, aunque fuera más joven que ella, era un caballero. Y sin embargo, Will pareció tomarlo con calma “Todo es parte del trabajo, joven Sophie.”



“El Sra. Branwell y el Sr. Carstairs perecen no tener problemas limpiando sus botas,” dijo Sophie, mirando de una forma oscura de Will a Maite. “Quizá pueda aprender de su ejemplo.”



“Quizá,” dijo Will. “Pero lo dudo.”



Sophie frunció el ceño y echó a andar por el pasillo de nuevo, los hombros bien firmes con indignación. Maite miró con asombro Will.

“¿Que fue eso?”



Will se encogió de hombres perezosamente."Sophie disfruta fingiendo que no le gusto."



“¿Que no le gusta? ¡Ella le odia!” Bajo otras circunstancias, podría haber preguntado si Will y Sophie habían tenido una discusión, pero uno no discute con los sirvientes. Si ellos están insatisfechos, uno cesa de darles trabajo. “¿Algo…algo pasó entre ustedes?”


“Maite,” Will dijo con exagerada paciencia. “Suficiente. Hay cosas que no puede esperar entender.”



Si había una cosa que Maite odiaba, era que le dijeran que había cosas que no podía entender. Porque era joven, porque era una chica; por otras mil razones que nunca parecían tener algún sentido. Levantó la barbilla con terquedad. "Bueno, no, si no me lo dice. Pero entonces tengo que decir que parece como que lo odiara porque le hizo algo espantoso."



La expresión de Will se ensombreció. "Puede pensar lo que quiera. No es como si usted supiera algo sobre mí."



"Sé que no le gusta dar respuestas directas a las preguntas. Sé que está probablemente alrededor de los diecisiete años. Sé que le gusta Tennyson; lo citó en la Casa Oscura, y de nuevo hace un momento. Sé que es huérfano, igual que yo."



"Nunca dije que era huérfano." Will habló con salvajismo inesperado. “Y detesto la poesía. Así que sucede, usted no sabe nada de mí en absoluto, ¿verdad?”



Y con esto, giró sobre sus talones y se alejó.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:49 am

5

El Código del Cazador de Sombras

Los sueños son verdad mientras duran, y nosotros, ¿no vivimos en sueños? —Alfred, Lord Tennyson, "El panteísmo Superior"


Tomó un ciclo de vagar con tristeza, de un corredor idéntico a otro, antes de que Maite, por un golpe de suerte, reconociera el tapiz rasgado de los otros tapices y se diera cuenta de que la puerta de su habitación debía ser una de las tantas revestidas en este pasillo en particular. Unos pocos minutos después de pensar, agradeció cerrar la puerta correcta detrás de ella poniéndole la cerradura.



En el momento en que estuvo de vuelta en el camisón y se hubo deslizado por debajo de las sábanas, abrió El Código del Cazador de Sombras y comenzó a leer. Nunca nos entenderás leyendo un libro, había dicho Will, pero ese no era realmente el punto. Él no sabía lo que los libros significaban para ella, que los libros eran símbolos de la verdad y el sentido, que éste reconocía que existía y que había otros como ella en el mundo. Mantenerlo en sus manos hizo que Maite sintiese que todo lo que le había sucedido en las últimas seis semanas fuese real, más real incluso de lo que había sido el vivir a través de ellas.



Maite aprendió del Código que todos los Cazadores de Sombras eran descendientes de un arcángel llamado Raziel, quién le había dado al primero de ellos un volumen llamado el Libro Gris, lleno de "El lenguaje de los Cielos", las negras marcas rúnicas que cubrían la piel de los entrenados Cazadores de Sombras como Charlotte y Will. Las marcas eran cortadas en la piel con una estela, el extraño objeto parecido a un lápiz que había visto utilizar a Will para dibujar sobre la puerta de la Casa Oscura. Las marcas proporcionaban al Nefilim todo tipo de protección: curación, fuerza sobrehumana y velocidad, visión nocturna, e incluso les permitía ocultarse de los ojos mundanos con unas runas llamadas glamour. Pero no eran un regalo que cualquiera pudiera utilizar. Cortar marcas en la piel de un Submundo o humano—o incluso en un Cazador de Sombras que fuese demasiado joven o incorrectamente entrenado—sería tortuosamente doloroso y el resultado sería la locura o la muerte.



Las marcas no eran la única forma en que se protegían a sí mismos, usaban ropa de cuero encantada cuando iban a luchar. Había bocetos de hombres de diferentes países con el traje. Para sorpresa de Maite, había también dibujos de mujeres con camisas largas y pantalones largos; no como la especie de pantalones bombachos, que ella había usado viéndose ridícula en los periódicos, sino más bien, eran verdaderos pantalones de hombres. Pasando la página, meneó la cabeza, preguntándose si realmente Charlotte y Jessamine usaban esas ropas extravagantes.


Las páginas siguientes se dedicaban a los otros dones que Raziel le había dado al primer Cazador de Sombras; poderosos objetos mágicos llamados Instrumentos Mortales, y un país de origen: un pequeño pedazo de tierra de lo que entonces era el Sacro Imperio Romano, rodeado de conjuros, de manera que los mundanos no podían entrar en él. Fue llamado Idris. La luz parpadeaba mientras Maite leía, y sus párpados cada vez se cerraban más.



Los Submundos, leyó, eran criaturas sobrenaturales como hadas, hombres lobo, vampiros y brujos. En el caso de los vampiros y hombres lobo, eran seres humanos infectados con la enfermedad de demonio. Por otro lado, las hadas eran mitad demonio y mitad ángel, y por lo tanto poseían una gran belleza y naturaleza maligna. Pero los brujos eran los descendientes directos de los humanos y demonios. No era de extrañar que Charlotte le hubiera preguntado si sus dos padres eran humanos. Pero lo eran, pensó, así que no hay posibilidad de que sea una bruja, gracias a Dios.



Contempló una ilustración que mostraba a un hombre alto, con el cabello enmarañado, de pie en el centro de un pentagrama hecho en tiza sobre un suelo de piedra. Parecía completamente normal, salvo por el hecho de que tenía los ojos con las pupilas como un gato. Velas ardían en cada uno de los cinco puntos de la estrella. Las llamas parecían deslizarse sin interrupción, desenfocándose mientras la propia vista de Maite se desenfocaba por el agotamiento. Cerró los ojos y… al instante empezó a soñar.



En el sueño bailaba a través de remolinos de humo por un pasillo forrado de espejos, y cada espejo, al pasar, le mostraba una cara diferente. Podía oír una encantadora y deslumbrante música. Parecía venir desde lejos. Y sin embargo, estaba a su alrededor. Había un hombre que caminaba delante de ella, un chico en realidad, delgado y sin barba, pero aunque sentía que lo conocía, no podía ver su cara ni reconocerlo.Podría haber sido su hermano, o Will,o alguien completamente distinto. Ella siguió llamándolo, pero él retrocedió por el pasillo como si el humo se lo llevara con él. La música subió y subió a un crescendo…



Y Maite se despertó respirando con dificultad, el libro se deslizó de su regazo cuando ella se sentó. El sueño se había ido, pero la música permaneció, alta e inquietante y dulce. Se dirigió a la puerta y se asomó al pasillo. La música era más fuerte en el pasillo. En realidad, venía de la habitación cruzando el pasillo. La puerta estaba ligeramente entreabierta, y las notas parecían verterse a través de la apertura como el agua a través del estrecho cuello de un jarrón.



Una bata colgaba de un gancho junto a la puerta; Maite la atrajo y se la puso por encima de su ropa de dormir y salió al pasillo. Como en un sueño, cruzó el pasillo y puso la mano suavemente en la puerta, ésta se abrió bajo su tacto. La sala estaba oscura, iluminada sólo por la luz de la luna. Vio que no era diferente a su propio dormitorio al otro lado del pasillo, la misma cama con dosel, los mismos oscuros y pesados muebles. Las cortinas habían sido retiradas de una ventana alta, y la pálida luz plateada se vertía en la sala como una lluvia de agujas. Alguien estaba de pie en el cuadrado de luz de luna frente a la ventana. Un muchacho, que parecía demasiado pequeño para ser un adulto, con un violín apoyado en su hombro. Su mejilla se apoyaba en el instrumento y el arco acerrado iba de aquí para allá sobre las cuerdas, exprimiendo notas fuera él, notas tan finas y perfectas como nada que Maite hubiera oído jamás.



Tenía los ojos cerrados. “¿Will?" dijo, sin abrir los ojos o dejar de tocar. “Will, ¿eres tú?” Maite no dijo nada. No quería hablar para interrumpir la música, pero en un momento el muchacho se interrumpió a sí mismo, bajó el arco y abrió los ojos con el ceño fruncido. “Will…” comenzó, y luego, al ver a Maite, sus labios se abrieron con sorpresa. “Usted no es Will.” Sonaba curioso, en absoluto molesto, a pesar de que Maite había irrumpido en su habitación en medio de la noche y lo había sorprendido tocando el violín en su ropa de dormir, o lo que asumió Maite, era su ropa para dormir. Llevaba un conjunto flojo; pantalones y una camisa sin cuello, con una bata de seda negra atada flojamente encima de ellos. Ella había tenido razón. Era joven, probablemente de la misma edad que Will, y la impresión de su juventud se vio acentuada por su delgadez.



Era alto pero muy delgado, y desaparecía por debajo del cuello de la camisa, podía ver el borde de los torcidos diseños en negro que había visto antes en la piel de Will y en Charlotte.



Sabía cómo se llamaban ahora. Marcas. Y sabía qué era él. Nefilim. El descendiente de los hombres y los ángeles. No era de extrañar que en la luz de la luna su pálida piel pareciera brillar como la luz mágica de Will. Tenía el cabello plateado pálido, como lo eran sus ojos angulosos.



“Lo siento mucho,” dijo ella, aclarándose la garganta. El ruido sonó terriblemente áspero para ella, y fuerte en el silencio de la habitación, se moría de la vergüenza. “Yo… yo no

tenía intención de entrar aquí de esta manera. Es… Mi habitación está al otro lado del pasillo, y... "


“Está bien.” Bajó el violín de su hombro. “Usted es la Señorita Gray, ¿no? La chica cambia-forma. Will me dijo un poco sobre usted. "



“Oh,” dijo Maite.




"¿Oh?" Las cejas de él se levantaron. “No parece terriblemente contenta de que sepa quién es.”



“Es que creo que Will está enojado conmigo,” explicó Maite. “Así que cualquier cosa que le haya dicho…”



Él se echó a reír. “Will está enojado con todo el mundo,” dijo. “No dejo que eso interfiera en mi juicio.”


La luz de la luna se derramaba en la superficie pulida del violín cuando el chico lo dio vuelta para ponerlo en la parte superior del armario, con el arco a su lado. Cuando se volvió hacia ella, estaba sonriendo.

“Debería haberme presentado al principio,” dijo. “Soy James Carstairs. Por favor, llámeme Jem, todos lo hacen.”



“Oh, usted es Jem. No estaba en la cena,” recordó Maite. “Charlotte dijo que estaba enfermo. ¿Se siente mejor?”



Se encogió de hombros. “Estaba cansado, eso es todo.”


“Bueno, me imagino que debe de ser agotador, haciendo lo que hacen.” Acabando de leer el Código, Maite se sentía ardiendo con preguntas sobre los Cazadores de Sombras.



“Will dijo que usted vino desde muy lejos a vivir aquí. ¿Se encontrabas en Idris?”



Él arqueó las cejas. “¿Sabe de Idris?”



“¿O viene de otro Instituto? Ustedes están en todas las grandes ciudades, ¿no? ¿Y por qué a Londres…?”



Él la interrumpió, desconcertado. “Hace muchas preguntas, ¿no?”



“Mi hermano siempre dice que la curiosidad es mi pecado capital.”



“Como van los pecados, este no es el peor.” Él se sentó en el baúl al pie de la cama y la miró muy curiosamente. “Así que adelante, pregúnteme lo que quiera. No puedo dormir de todas formas, y las distracciones son bienvenidas.”


Inmediatamente la voz de Will se levantó en la parte posterior de la cabeza de Maite. Los padres de Jem habían sido asesinados por demonios. Pero no puedo preguntarle eso, pensó Maite. En lugar de eso dijo:



“Will me dijo que usted venía de muy lejos. ¿Dónde vivía antes?”



“Shanghai,” dijo Jem. “¿Sabe dónde está?”



“China,” dijo Maite con cierta indignación. “¿No todo el mundo sabe eso?”


Jem sonrió. “Le sorprendería.”



“¿Qué estaba haciendo en China?” Maite preguntó, con interés sincero. No podía imaginar el lugar de donde venía Jem. Cuando pensaba en China, todo lo que le venía a la mente era Marco Polo y té. Tenía la sensación de que estaba muy, muy lejos, como si Jem hubiera venido desde los confines de la tierra—al este del sol y al oeste de la luna, diría la Tía Harriet. “Pensé que nadie iba allí, aparte de los misioneros y los marineros.”



“Los Cazadores de Sombras viven en todo el mundo. Mi madre era china, mi padre era británico. Se conocieron en Londres y se trasladaron a Shangai, cuando le ofrecieron la posición de funcionario en el Instituto de allí.”


Maite se sobresaltó. Si la madre de Jem hubiese sido china, él también lo era ¿no es cierto? Sabía que muchos chinos inmigraron a Nueva York— la mayoría trabajaba en las lavanderías o vendiendo cigarrillos en puestos callejeros. Nunca había visto uno de ellos que se pareciera a Jem, con su pelo plateado y ojos extraños. ¿Tal vez tenía algo que ver con que él fuera un Cazador de Sombras? Pero no podía pensar en una forma de preguntarle que no pareciera terriblemente grosera.



Afortunadamente, Jem no parecía estar esperando a que continuara la conversación. “Me disculpo por preguntarle, pero…sus padres están muertos, ¿no?



“¿Will le dijo eso?”



“Él no tenía por qué. Nosotros los huérfanos aprendemos a reconocer a otro. Si me permite preguntar... ¿era muy joven cuándo sucedió?”



“Tenía tres años cuando murieron en un accidente de carro. Apenas los recuerdo.” Sólo en pequeños flashes, el olor del humo del tabaco o el vestido lila pálido de mi madre. “Mi tía me crió. Y mi hermano, Nathaniel. Mi tía, sin embargo….” Para su sorpresa, su garganta comenzó a apretarse. Un viva imagen de la Tía Harriet vino a su mente, tendida en la cama de bronce en su dormitorio, con sus ojos brillosos por la fiebre. No reconociendo a Maite y llamándola con el nombre de su madre, Elizabeth. Tía Harriet había sido la única madre que Maite había conocido. Maite había sostenido su delgada mano, mientras moría, allí en el cuarto con el sacerdote. Recordó, pensando que ahora realmente estaba sola. “Murió hace poco. Tuvo una fiebre de forma inesperada. Nunca había sido muy fuerte.”



“Siento mucho oír eso,” dijo Jem, y realmente sonaba apenado.



“Fue terrible, porque mi hermano ya se había marchado para entonces. Un mes antes se había ido a Inglaterra. Incluso había mandado presentes para nosotras, té de Fortnum and Mason26, y chocolates. Y entonces la tía se enfermó y murió, y le escribí una y otra vez, pero mis cartas regresaban. Estaba desesperada. Y entonces llegó el billete. Un billete para un barco de vapor a Southampton, y una nota de Nate diciendo que me encontraría en los muelles, y tenía que ir a vivir con él en Londres ahora que la tía se había ido. Sólo que ahora no creo que escribiera esa nota…” Maite se interrumpió, con los ojos irritados. “Lo siento. Estoy divagando. No necesita saber todo esto.”



“¿Qué clase de hombre es su hermano? ¿Cómo es él?”



Maite lo miró con una pequeña sorpresa. Los otros le preguntaron qué es lo que él había hecho para estar en esa situación, si sabía dónde las Hermanas Oscuras lo podrían estar manteniendo, si tenía el mismo poder que ella. Pero nadie había preguntado cómo era.



“La tía solía decir que era un soñador,” dijo. “Siempre vivió en su cabeza. Nunca se preocupó por cómo eran las cosas, sino cómo sería, algún día, cuando tuviera todo lo que quería. Cuando tuviéramos todo lo que queríamos,” se corrigió. “Solía arriesgarse, porque no podía imaginarse perdiendo… no era parte de sus sueños.”



“Los sueños pueden ser cosas peligrosas”.



“No, no.” Ella sacudió la cabeza. “No estoy diciendo que esté bien. Él era un hermano maravilloso. Él...” Charlotte tenía razón: era más fácil luchar por contener las lágrimas si encontraba algo, algún objeto, en el que fijar la mirada. Miró las manos de Jem. Eran delgadas y largas, y tenía el mismo diseño en el dorso de la mano que Will tenía, un ojo abierto. Ella lo señaló. “¿Qué significa eso?”



Jem pareció no darse cuenta de que había cambiado de tema. “Es una marca. ¿Sabe lo que lo son?” Él tendió la mano a ella, la palma hacia abajo. “Esta es la Videncia. Despeja nuestra vista. Nos ayuda a ver el Submundo.” Giró la mano, y enrolló la manga de su camisa. A lo largo de la parte interior de su pálida muñeca y brazo había más Marcas, muy negras contra su piel blanca. Parecían encajar con el patrón de venas, como si su sangre corriera por las marcas también. “Para rapidez, visión nocturna, poder angelical, para sanar rápidamente,” leyó en voz alta. “Aunque sus nombres son más complejos que eso, y no en nuestro idioma.”



“¿Duelen?”



26 Es una tienda "muy inglesa", que vende un montón de té, chocolates, café y más cosas... Dicen que el té de fresa está muy bueno y la tienda es muy bonita para visitar.[/color][/font][/center]
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:50 am

“Me duele cuando las recibo. Ahora no duele en absoluto.” Tiró de su manga hacia abajo y le sonrió. “Ahora, no me diga que son todas las preguntas que tenía.”



Oh, tengo más de las que piensas. “¿Por qué no puede dormir?”



Vio que lo había sorprendido con la guardia baja; una mirada de duda cruzó su rostro antes de hablar. Pero ¿por qué vacilar? pensó. Siempre podía mentir, o simplemente desviar, como Will hubiera hecho. Pero Jem, sintió instintivamente, no iba a mentirle. “Tengo pesadillas.”



“Yo estaba soñando también,” dijo. “Soñé con su música.”



Él sonrió. “Una pesadilla, ¿entonces?”



“No. Era hermosa. Lo más hermoso que he escuchado desde que llegué a esta horrible ciudad.”



“Londres no es horrible,” dijo Jem en ecuanimidad. “simplemente tiene que llegar a conocerlo. Tiene que venir conmigo algún día. Le puedo mostrar las partes que son hermosas… las que amo.”



“¿Cantando las alabanzas de nuestra bella ciudad?” Preguntó una voz suave. Maite se volvió, y vio a Will, apoyado en el marco de la puerta. La luz del pasillo detrás de él delineaba su húmedo cabello con dorado. El dobladillo de su abrigo oscuro y sus negras botas tenían barro, como si acabara de venir de afuera, y sus mejillas estaban enrojecidas. Estaba con la cabeza descubierta, como siempre. "Te tratan bien aquí, ¿verdad, James? Dudo de que tuvieras esa clase de suerte en Shanghai. ¿Qué nos llaman ahí? "



“Yang Guizi,” dijo Jem, quien no parecía sorprendido por la repentina aparición de Will. “Diablos extranjeros.”



"¿Escucha eso, Maite? Soy un diablo. Y usted también." Will se apartó de la puerta y se acercó a la habitación. Se dejó caer sobre el borde de la cama y se desabrochó la chaqueta. Tenía una capa sobre sus hombros adherida a ésta, muy elegante, forrada en seda azul.



"Tu cabello está mojado," dijo Jem. "¿Dónde has estado?"



"Aquí, allí y en todas partes." Sonrió Will. A pesar de su gracia habitual, había algo acerca de la forma en que se movía, el rubor en sus mejillas y el brillo en sus ojos.



"Borracho como un búho, ¿verdad?" dijo Jem, no sin cariño.



Ah, pensó Maite. Está borracho. Había visto a su hermano bajo la influencia del alcohol las veces suficientes como para reconocer los síntomas. De alguna manera, se sentía decepcionada.



Jem sonrió. “¿Dónde has estado? ¿El Dragón Azul? ¿La sirena?”



“La Taberna del Diablo, si quieres saber." Will suspiró y se apoyó en uno de los postes de la cama. “Tenía planes para esta noche. La búsqueda de ciega embriaguez y mujeres descarriadas era mi objetivo. Pero, por desgracia, no pudo ser. No bien consumí mi tercera copa en el Diablo fui acosado por una niña encantadora que vendía flores y me preguntó si quería, por dos peniques, una margarita. El precio parecía alto, así que me negué. Cuando le dije a la chica que era mucho, procedió a robarme.”



“¿Una niña le ha robado?” dijo Maite.


“En realidad, no era una niña en absoluto, resultó que era un enano en un vestido con una inclinación por la violencia, quien iba con el nombre de Seis Dedos Nigel”.



“Un error fácil de cometer,” dijo Jem.



“Lo sorprendí en el acto de deslizar la mano en mi bolsillo,” dijo Will, gesticulando animadamente con sus delgadas manos con cicatrices. “No podía tolerar eso, por supuesto. Una lucha se produjo casi inmediatamente. Tenía la ventaja hasta que Nigel saltó sobre la barra y me impactó desde atrás con una jarra de ginebra.”



“Ah,” dijo Jem. “Eso explica por qué tu cabello está mojado”



“Fue una lucha justa,” dijo Will. “Sin embargo, el dueño del bar no lo vio así. Me echó. No puedo volver en una quincena.”



“Es lo mejor para ti," dijo Jem sin compadecerse. “Me alegra oír esto como de costumbre. Ya me había preocupando de que hubieras llegado a casa temprano para ver si me sentía mejor.”



“Parece que la estas pasando bien sin mí. De hecho, veo que has conocido a nuestra misteriosa residente que cambia de forma,” dijo Will, mirando hacia Maite. Era la primera vez había reconocido su presencia desde que había aparecido en la puerta. “¿Normalmente aparece en las habitaciones de hombres en medio de la noche? Si lo hubiese sabido, hubiera hecho una firme campaña para asegurarme de que Charlotte le permitía quedarse.”



“No veo cómo lo que yo haga le concierna,” dijo Maite. “Especialmente desde que me abandonó en el pasillo y tuve que encontrar mi propio camino para volver a mi habitación.”


“¿Y encontró en su lugar el camino a la habitación de Jem?”



“Fue el violín,” explicó Jem. “Me escuchó practicar.”



“Horribles ruidos de lamentos, ¿no?” Preguntó Will a Maite. “No sé cómo todos los gatos del barrio no vienen corriendo cada vez que toca.”


“Pensé que era bonita.”



“Eso se debe a que lo era,” concordó Jem.



Will señaló con un dedo acusador en dirección a ellos. “Se están uniendo en contra mía. ¿Es así como que va a ser de ahora en adelante? ¿Voy a quedar fuera? Dios mío, voy a tener que hacerme amigo de Jessamine."



“Jessamine no te soporta,” señaló Jem.



“Henry, entonces.”



“Henry te prendería fuego.”



“Thomas,” sugirió Will.



“Thomas,” comenzó Jem… y se dobló de repente atormentado por un ataque explosivo de tos tan violenta, que se deslizó desde el baúl hasta acuclillarse sobre sus rodillas. Demasiado choqueada como para poder moverse, Maite se quedó viendo como la embriaguez de Will desaparecía en una fracción de segundo, saltaba de la cama y se arrodillaba junto a Jem, poniéndole una mano en el hombro.



“James,” dijo en voz baja. “¿Dónde está?”
Jem levantó una mano para protegerse, jadeos tormentosos sacudían su delgado cuerpo. “No lo necesito…estoy bien…”



Volvió a toser, y un suave rocío de color rojo salpicó el suelo delante de él. Sangre. La mano de Will apretó el hombro de su amigo; Maite vio los nudillos blancos.



“¿Dónde está? ¿Dónde lo pusiste?”



Jem agitó la mano débilmente hacia la cama. “En…” jadeó. “En la repisa de la chimenea… en la caja plateada.”



“Lo tomaré.” Fue lo más gentil que Maite hubiera escuchado decir a Will. “Quédate aquí.”


“Como si fuera a cualquier parte.” Jem frotó el dorso de su mano por su boca, y ésta quedó roja, manchando la Marca del ojo abierto.



Poniéndose en pie, Will giró… y vio a Maite. Por un momento se vio puramente sorprendido, como si se hubiera olvidado de que ella estaba allí.



“Will,” susurró. “¿Hay algo…‟”



“Venga conmigo.” La agarró por el brazo suavemente, y la acompañó hacia la puerta abierta. La empujó al pasillo, moviéndose para bloquear su vista de la habitación. “Buenas noches, Maite.”



“Pero él está tosiendo sangre,” protestó Maite en voz baja. “Tal vez debería ir a buscar a Charlotte…”




“No.” Will miró por encima de su hombro, luego de nuevo a Maite. Se inclinó hacia ella poniendo su mano en su hombro. Podía sentir cada uno de sus dedos presionando en la carne. Estaban tan cerca que podía oler el aire de la noche en su piel, el rastro de metal, humo y niebla. Algo en la forma en que olía era extraño, pero no pudo saber exactamente de qué se trataba.



Will habló en voz baja. “Él tiene la medicina. Yo estoy con él. No hay necesidad de que Charlotte sepa acerca de esto.”



“Pero si está mal…”



“Por favor, Maite.” Había una urgencia escrita en los ojos azules de Will. "Sería mejor si no dijera nada de esto”.



De alguna manera Maite descubrió que no podía decir que no. "Yo… está bien".



"Gracias." Will liberó su hombro, y levantó la mano para tocarle la mejilla, tan ligeramente que pensó que casi podría haberlo imaginado. Demasiado sorprendida para decir cualquier cosa, permaneció en silencio mientras él cerraba la puerta entre ellos. Oyó cuando trababa la puerta, y se dio cuenta de por qué había pensado que algo era extraño cuando Will se había inclinado hacia ella.



Aunque Will le había dicho que había estado fuera toda la noche bebiendo, aunque alegó haber tenido una jarra de ginebra estrellada sobre su cabeza, no había olor a alcohol en él, en absoluto.



Pasó un largo tiempo antes que Maite pudiera dormir de nuevo. Permaneció despierta, el Código abierto a su lado, el ángel mecánico haciendo tic-tac en su pecho, y mirando los patrones que la luz de la lámpara formaba en techo.



Maite estaba mirándose en el espejo del tocador mientras Sophie ponía los botones en la

parte posterior de su vestido. En la luz de la mañana que se filtraba a través de las altas ventanas, se veía muy pálida, las sombras grises bajo sus ojos destacaban como manchas.



Nunca había sido de las que se miran en los espejos. Un rápido vistazo para ver que su cabello estaba bien y que no había manchas en su ropa. Ahora no podía dejar de mirar la cara delgada y pálida en el espejo. Ésta parecía ondular mientras se miraba, como un reflejo en el agua, como la vibración que la tomaba justo antes del cambio. Ahora que había usado otros rostros, visto a través de otros ojos, ¿cómo podría decir si realmente era su propia cara, incluso si era el rostro que le habían dado al nacer? Cuando Cambió de vuelta a ella misma, ¿cómo iba a saber que no había un ligero cambio en su propio ser, algo que la hacía no quién era, nunca más? ¿O importaba como lucía en absoluto? ¿Era su rostro nada más que una máscara de carne, irrelevante para su verdadero yo?



Podía ver a Sophie reflejada en el espejo también; su rostro estaba girado de modo que su mejilla con cicatrices se reflejaba en el espejo. Se veían aún más horribles a la luz del día. Era como ver un cuadro muy bonito, reducido a trozos con un cuchillo. Maite moría de ganas de preguntarle lo que había sucedido, pero sabía que no debía. En lugar de eso dijo: “Estoy muy agradecida por tu ayuda con el vestido.”



“Encantada de estar a su servicio, señorita”. El tono de Sophie era plano.



“Yo sólo quería preguntar,” comenzó Maite. Sophie se puso tensa. Cree que voy a preguntar por su rostro, pensó Maite. En voz alta dijo: “La manera en que le hablaste a Will en el corredor anoche…”



Sophie se echó a reír. Era una risa breve, pero una real. “Se me permite hablar con el Sr. Herondale de la forma que quiera, cuando quiera. Es una de las condiciones de mi empleo.”



“¿Charlotte te permite hacer tus propias condiciones?”



“No es simple que alguien pueda trabajar en el Instituto,” explicó Sophie. “Se necesita tener un toque de Visión. Agatha la tiene, y lo mismo ocurre con Thomas. La Sra. Branwell me quiso de inmediato cuando supo que yo la tenía, dijo que había estado buscando una criada para la señorita Jessamine simplemente por las edades. Me advirtió sobre el Sr. Herondale, sin embargo, dijo que probablemente fuese grosero conmigo. Ella me dijo que podía ser ruda defendiéndome, que a nadie le importaría.”



“Alguien tiene que ser grosero con él. Él es suficientemente grosero con todos los demás.”



"Me afirma lo que la Sra. Branwell pensó." Sophie compartió una sonrisa con Maite en el espejo, era absolutamente encantadora cuando sonreía, pensó Maite, con o sin cicatriz.



“Te agrada Charlotte, ¿no?” dijo. “Parece muy amable.”



Sophie se encogió de hombros. “En la vieja casa que estaba en servicio, la señora Atkins,que fue el ama de llaves, llevaba un registro de todas las velas que utilizamos, cada pedacito de jabón que teníamos. Teníamos que usar el jabón hasta una franja antes de que ella nos diese uno nuevo. Pero la Sra. Branwell me da un jabón nuevo cada vez que lo desee.” Dijo esto como si se tratara de un firme testamento del carácter de Charlotte.



“Supongo que tiene mucho dinero aquí en el Instituto.” Maite consideró los magníficos mobiliarios y la grandeza del lugar.



“Tal vez. Pero he hecho vestidos suficientes para la Sra. Branwell para saber que no los compra nuevos"



Maite pensó en el vestido azul que Jessamine se había puesto para cenar la noche anterior.

“¿Qué pasa con la señorita Lovelace?”



“Ella tiene su propio dinero,” dijo Sophie sombría. Dio un paso atrás de Maite. “Ahí está. Ahora está en condiciones de ser vista.”
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

Mensaje por tamalevyrroni Dom Oct 11, 2015 11:51 am

Maite sonrió. “Gracias, Sophie.”

***

Cuando Maite entró en el comedor, los otros ya estaban tomando el desayuno, Charlotte en un vestido gris claro, extendía mermelada en un trozo de pan tostado; Henry medio escondido detrás de un periódico, y Jessamine recogiendo delicadamente un tazón de avena. Will tenía una pila de huevos y tocino en su plato y estaba cavando laboriosamente en ellos, y Maite no pudo dejar de observar que eso era raro en alguien que afirmaba haber estado bebiendo toda la noche.



“Justo estábamos hablando de usted,” dijo Jessamine mientras Maite encontraba un asiento. Empujó una bandeja de plata con pan tostado encima de la mesa hacia Maite. "¿Pan tostado?



Maite, recogiendo el tenedor, miró alrededor de la mesa con ansiedad. “¿Qué acerca de mí?”


“¿Qué hacemos con usted, por supuesto. Los Submundos no pueden vivir en el Instituto para siempre,” dijo Will “Yo digo que la vendamos a los gitanos en Hampstead Heath27,”

agregó, dirigiéndose a Charlotte. “He oído decir que compran mujeres de repuesto, así como caballos.



“Will, detente.” Charlotte levantó la vista de su desayuno. “Eso es ridículo.”



Will se recostó en su silla. “Tienes razón. Nunca la comprarían. Demasiado flaca.”



"Es suficiente," dijo Charlotte. "La señorita Gray se quedará. Porque estamos en medio de una investigación que requiere su ayuda. Ya he enviado un mensaje a la Clave diciendo que estamos manteniéndola hasta que este asunto del Club Pandemónium se aclare y su hermano haya sido encontrado. ¿No es cierto, Henry?”


“Exactamente,” dijo Henry, dejando el periódico a un lado. “El Pandemónium es una prioridad. Absolutamente.”



“Será mejor que le digas a Benedict Lightwood, también,” dijo Will. “Ya sabes cómo es.” Charlotte palideció ligeramente, y Maite se preguntó quién podría ser Benedict Lightwood.



“Will, me gustaría que hoy volvieras a visitar la casa de las Hermanas Oscuras, está abandonada, pero todavía vale la pena buscar. Y quiero que lleves a Jem contigo…”



En ese momento, la diversión dejó la expresión de Will. “¿Está lo suficientemente bien?”



“Está bastante bien.” La voz no era de Charlotte. Era la de Jem. Había venido a la sala en silencio y estaba de pie junto al aparador, con los brazos cruzados sobre el pecho. Estaba menos pálido de lo que había estado la noche anterior, y el chaleco rojo que llevaba traía un ligero tinte de color a sus mejillas. “De hecho, él está listo cuando tu lo estés."



“Debes tomar primero el desayuno," se inquietó Charlotte, empujando el plato de tocino hacia él. Jem se sentó y le sonrió a Maite a través de la mesa. "Oh, Jem…ella es la señorita Gray. Ella es…”



"Nos hemos conocido," dijo Jem en voz baja, y Maite sintió una oleada de calor en la cara. No podía dejar de mirarlo mientras recogía un pedazo de pan y mantequilla para untarla. Parecía difícil imaginar que alguien tan etéreo de aspecto pudiera comer pan tostado.


Charlotte lo miró perpleja. “¿En serio?”



“Me encontré en el pasillo con Maite anoche y me presenté. Creo que la asusté.” Sus ojos plateados encontraron a Maite a través de la mesa, brillantes y con diversión.



Charlotte se encogió de hombros. “Muy bien, entonces. Me gustaría que vayas con Will. Mientras tanto, hoy, Señorita Gray…”



“Llámeme Maite,” dijo Maite. “Preferiría que todo el mundo hiciera.”



“Muy bien, Maite,” dijo Charlotte con una pequeña sonrisa. “Henry y yo interrogaremos al Sr. Axel Mortmain, el empleador de su hermano, para ver si él o alguno de sus empleados, pudieran tener cualquier información sobre el paradero de su hermano.”



“Gracias.” Maite estaba sorprendida. Le habían dicho que iban a buscar a su hermano, y en realidad lo estaban haciendo. No había esperado que fuera así.



“He oído hablar de Axel Mortmain,” dijo Jem. “Era un Taipan28, una de las grandes empresas en Shanghai. Su empresa tenía oficinas en Bund29.”



“Sí,” dijo Charlotte, “los periódicos dicen que hizo su fortuna en las importaciones de seda y té.”


“Bah.” Jem habló a la ligera, pero había un filo en su voz. “Hizo su fortuna con el opio. Todos ellos lo hicieron. Comprando opio en la India, navegando a Canton, comercializándolo por bienes”.


“Él no estaba violando la ley, James.” Charlotte empujó el periódico a través de la mesa hacia Jessamine. “Mientras tanto, Jessie, tal vez tu y Tessa puedan investigar a través del papel y así tomar nota de todo lo que pueda pertenecen a la investigación, y dar un segundo vistazo…"



Jessamine retrocedió ante el papel como si se tratara de una serpiente. “Una dama no lee el periódico. Las páginas sobre sociedad, tal vez, o las noticias de teatro. No esta porquería.”



“Pero tú no eres una dama, Jessamine,” comenzó Charlotte.



Dios mío,” dijo Will. “Estas duras verdades tan temprano en la mañana no pueden ser buenas para la digestión.”


“Lo que quiero decir,” dijo Charlotte, corrigiéndose, “Es que primero eres una Cazadora de Sombras, y en segundo lugar una dama.”


“Habla por ti,” dijo Jessamine, empujando su silla hacia atrás. Sus mejillas se habían vuelto una alarmante sombra roja. “Ya sabes,” dijo ella “No esperaba que te dieras cuenta, pero está claro que la única cosa que Maite puso en su espalda es mi viejo y horrible vestido rojo, y no se ajusta a ella. Ni siquiera se ajusta a mí, y ella es más alta que yo.”


“Sophie no puede...” empezó Charlotte vagamente.



“Puedes llevar un vestido. Otra cosa es hacerlo el doble de grande como para empezar con él. Realmente, Charlotte.” Jessamine sopló exasperada. “Creo que deberías dejarme llevar a la pobre Maite a la ciudad para conseguir algo de ropa nueva. De lo contrario, la primera vez que tome una respiración profunda, ese vestido se caerá.”


Will se veía interesado. "Creo que debería intentar hacer eso ahora y ver qué pasa."



"Oh," dijo Maite, completamente confundida. ¿Por qué Jessamine era tan amable con ella repentinamente cuando había sido tan desagradable el día anterior? “No, en realidad no es necesario…”



"Lo es," dijo Jessamine con firmeza.



Charlotte estaba sacudiendo la cabeza. “Jessamine, siempre y cuando vivas en el Instituto, eres uno de nosotros, y tienes que contribuir…”



“Tú eres la que insiste en que tenemos que acoger a Submundos que están en problemas, alimentarlos y abrigarlos,” dijo Jessamine. “Estoy bastante segura de que eso incluye vestirlos también. Ya ves, voy a contribuir… con el mantenimiento de Maite.”



Henry se inclinó sobre la mesa hacia su esposa. “Será mejor que dejes que lo haga,” aconsejó. “¿Recuerdas la última vez que trataste de conseguir que ordenara los puñales en la sala de armas, y los usó para cortar todas las sábanas?”



“Necesitábamos nueva ropa de cama,” dijo Jessamine, sin arrepentimiento.


“Oh, está bien,” replicó Charlotte. “Sinceramente, a veces me desespero con todos ustedes”.



“¿Qué he hecho?” Preguntó Jem. “Sólo acabo de llegar.”



Charlotte puso la cara entre las manos. Mientras Henry comenzaba a acariciar sus hombros y hacer ruidos suaves, Will se inclinó sobre Maite hacia Jem, ignorándola por completo mientras lo hacía. “¿Nos podemos ir ahora?”


"Necesito terminar primero el té," dijo Jem. “De todos modos, no veo porque estás tan apurado. ¿Dijiste que el lugar no había sido utilizado como un prostíbulo en años?”



“Quiero estar de vuelta antes de que anochezca,” dijo Will. Estaba casi del todo apoyado sobre el regazo de Maite y ella podía oler ese débil olor de chico a cuero y metal que parecía aferrarse a su cabello y piel. “Tengo una cita esta noche en el Soho con alguien con cierto atractivo.”

“Dios mío,” dijo Maite a la parte posterior de su cabeza. “Si sigue viendolo de esa forma,Seis Dedos Nigel esperará que declare sus intenciones.”



Jem se atragantó con el té.



Pasar el día con Jessamine comenzó tan mal como Maite había temido. El tráfico era terrible. Por más que Nueva York estuviera tan llena de gente, Maite nunca había visto nada como el desastre de la Strand30 al mediodía.



Carruajes rodando de lado a lado entre vendedores ambulantes con montones de frutas y hortalizas; mujeres con chales, que llevaban cestas poco profundas llenas de flores, se lanzaban locamente dentro y fuera del tráfico cuando intentaban interesar a los ocupantes de los coches con sus diferentes mercancías, y los coches de alquiler llegaban a un punto en medio del tráfico en que los consuctores podían gritarse el uno al otro por las ventanas. A este ruido se añadían los vendedores ambulantes de crema helada al grito de “Hokey- Pokey, un centavo el paquete”, vendedores de periódicos pregonando los últimos titulares del día, y alguien en algún lugar tocando un organillo.Maite se preguntó cómo todos los que vivían y trabajaban en Londres no eran sordos.



Mientras miraba por la ventana, una anciana llevaba una jaula de metal grande llena de coloridas aves que revolotean y salían junto a su entrenador. La anciana volteó la cabeza, y Maite vio que su piel era tan verde como las plumas de un loro, los ojos muy abiertos y negros como un pájaro y el pelo como un mechón de plumas multicolores.



Maite dio un respingo, y Jessamine, siguiendo su mirada, frunció el ceño. “Cierra las cortinas,” dijo. “Mantienen fuera el polvo.” Y, pasando sobre Maite, Jessamine hizo precisamente eso.



Maite la miró. La pequeña boca de Jessamine era una delgada línea. “¿Lo viste...?" Comenzó Maite.



“No,” dijo Jessamine, dándole a Maite lo que a menudo había visto mencionado en las novelas como una mirada “asesina”. Maite alejó la mirada precipitadamente.

27 Hampstead Heath es un parque inmenso en las afueras de Londres, a 6 kilómetros al norte de la capital británica. Es uno de los parques favoritos de la gente de Londres porque es tan grande que nunca sientes que hay mucha gente.



28 Tai-pan gran administrador, en idioma chino coloquial, término usado para los grandes traficantes de opio durante las Guerras del opio.



29 Bund es el nombre que dieron los británicos a la zona del malecón de la ciudad de Shanghái, en la República Popular China. Se trata de una zona de edificios situados a orillas del río Huangpu, justo enfrente del barrio de Pudong. La zona del Bund se inicia en el puente Baidu y se prolonga por 1,5 kilómetros.
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Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada) Empty Re: Cazadores de Sombras, Los Orígenes Ángel Mecánico LevyRroni(Terminada)

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